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La democracia_Loaiza López Johana

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Loaiza López Johana_2-02_LCC		30/03/2023
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
LIC. CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN
MATERIA
Ética y comunicación social
PROFESOR
Adán Prado Gutiérrez
GRUPO
2-02
NOMBRE DEL ALUMNO
Loaiza López Johana
Mazatlán, Sin.; 30 de marzo del 2023
LA DEMOCRACIA
Introducción 
Del griego Demos, “pueblo”, y Kronos, “poder”, o bien, “método de formación de las decisiones colectivas: precisamente, en el conjunto de las reglas que atribuyen al pueblo, y por lo tanto a la mayoría de sus miembros, el poder de asumir decisiones” (Ferrajoli, 2003), la democracia, es tomada en cuenta desde una idea institucionalizada, una utopía difícil de lograr en un mundo tan variado de pensamientos, culturas, visiones, valores, lenguajes, etc., pero si podemos comprender la esencialidad de la democracia entenderemos que está misma, incluso desde los tiempos de Aristóteles, está intrínsecamente relacionada con el conflicto. 
Pero la idea del conflicto dentro de la democracia ha sido vista desde diferentes perspectivas, puesto que ya Platón había declarado al conflicto como un enemigo de la democracia, impidiendo una armonía social, viéndola más desde una perspectiva sistematizada, donde cada miembro de una sociedad deberá de cumplir con una función ya asignada (Zárate, 2003), así, la manera en que esas voces se integran a la democracia es desde la institucionalidad, es decir, tienes cierta representación, pero en un margen normativo, que si bien sirve, siguen jugando las normas que las instituciones establecen, generando una creencia de que la falta de conflicto es la mejor idea de democracia. 
Debido a ello, es necesario ver a la democracia no desde la institucionalidad, sino desde la apertura, reconocer y aceptar al conflicto como un apoyo para visibilizar aquellos que no son tomados en cuenta, incluso aunque no se esté de acuerdo con ellos, pero saber que existe, que vive, que piensa y tiene sus propias objeciones e ideales para una mejor sociedad. 
La democracia como institución
Es regular en nosotros ver a la democracia desde un ideal normativo ya establecido por la institución, volviéndose así uno de los mayores problemas en el conocimiento de esta misma, si bien aquellas personas sin voz dentro del sistema normativo, han tratado de buscar su lugar dentro de las leyes o la normativa jurídica, el hecho de que se reconozca y se institucionalice no significa que sean incluidos, puesto, de acuerdo a Silva (2017), su idea de democracia es más como un régimen, “eliminando los imaginarios de la delegación y la representación”.
Así, hay que tomar en cuenta que si hablamos de democracia como el poder del pueblo en asuntos públicos y de alto rango, debemos entender que el poder en su propio sentido es parte del poder de los altos funcionarios, con ello “el sujeto puede ser un sujeto socializado, pero es el discurso del Otro quien habla; el sujeto social tiende naturalmente a la heteronomía; sentir y pensar la institución como lo ya instaurado por un poder dado, en el cual no tiene injerencia” (Valencia, 2017), es decir, no importa cuánto reconocimiento se nos de, ni cuantas veces se nos agregue a una nueva ley, aún estamos atados al poder de las instituciones, a sus imposiciones y sus ideales sociales. 
Lo único que realmente se está haciendo es adentrarnos a ciertas reglas que deberán de llevar, un mecanismo para mantenerlos bajo “control”, para poder callarlos cuando una disconformidad se de a la luz, puesto que si realmente se aplicara la democracia con libertad establecería un conflicto político, significa quitarle poder a las instituciones para realmente dársela a los ciudadanos, como se supone que debería practicarse, de allí a que “solo las dictaduras, los regímenes autoritarios se comprometen a la anulación de conflicto, de oposición, de crítica, de diferencia” (Silva, 2003), otorgándole el significado de paz y coordinación. 
La democracia es conflicto 
Si la democracia es poder, el poder del pueblo, entonces la democracia también es conflicto y resistencia, pero, de acuerdo al trabajo de Zárate (2003), “es un conflicto que no supone el abatimiento ni la destrucción del otro…no es duelo: no existe uno a condición de la inexistencia del adversario”, sino de resolución, “es la búsqueda por regular las relaciones sociales de forma comunicativa mediante la confrontación de opiniones, argumentos y puntos de vista” (Silva, 2017), o bien, la división de ideas encontrándose en un diálogo, es acerca de comprender, entender al otro, reconocer y aceptar, aún con sus diferencias, que existe y siempre lo hizo, solo que fue ignorado. 
Marcone (2008) establece que el orden institucional no puede satisfacer en gran medida a la democracia y su dispositivo simbólico, o bien, su importancia social, considera, al igual que Silva (2017), que si esta misma no está abierta a una “pluralidad social”, o sea, el derecho a expresar diferencias y señalar las deficiencias del Estado, la democracia entraría en “dispositivo simbólico de una tiranía o de un régimen totalitario”. 
Ahora, nos significa de alguna manera que la democracia sea un rival del orden, de hecho, Zárate (2003) explica, que en la “democracia griega”, el conflicto no era enemigo del orden, sino que lo tomaban como parte del mismo proceso democrático, aún así en nuestra sociedad moderna prevaleció más el pensamiento platónico que se habló al principio de este trabajo, hasta la llegada de Maquiavelo, asegurando que la libertad de conflicto no era sucumbir al caos, de hecho, le daba una gran importancia al orden cívico, con ello, el conflicto es “inherente y constructivo para el bien común, el que surgiría del disenso, de la deliberación y del posterior acuerdo” (Silva, 2017), lo mismo con Hobbes, aunque su visión del conflicto era más un “´efecto positivo´ del temor y posterior deseo de delegación de la responsabilidad política” (Velasco, 2002, citado en Silva, 2003).
Por ello, asumir que al aceptar la democracia como un conflicto es igual a un desorden social, es erróneo, reconocerla como tal es más bien una reconstrucción de los sistemas ya establecidos, dejar a un lado la idea de armonía social y encontrar en el conflicto un cambio para un bien mayor. 
La democracia como apertura
Mientras unos pueden verlo como paz y control, la democracia desde la apertura reconoce las diferentes voces que existe en una sociedad, y con ello acepta que no todas las ideas y personas viven de igual forma, por tanto, que nunca estarán de acuerdo en su totalidad, sabe que incluir a una persona no es acerca de instruirlo en la institución, sino aceptar su diferencia, saber que se encuentra y por tanto que tiene derecho de hablar y disentir, ya sea entre los ciudadanos o directamente al Estado, puesto que “Todos los ciudadanos tienen derecho a reclamar, a peticionar. Y forma parte de lo que en doctrina constitucional se denomina los derechos vinculados a la libertad de expresión” (Gargarella, 2005, citado en Marcone, 2008), así, hay una mayor participación ciudadana, que ayudará a la resolución, relativamente pacífica, de conflictos que arremeten en la convivencia social (Valencia, 2017).
Desde esa visión, cuando hablamos de una apertura democrática, también es entender su esencia cambiante, pues los valores en las que se basa no permanecen iguales, en cualquier caso, se encuentra “en un permanente proceso de construcción y reconstrucción” (Marcone, 2008), por tanto, es imposible verla como algo estático, esto significaria una dictadura, un orden que solamente se establecería por instituciones.
De allí, a que en una democracia más abierta veamos a los conflictos, o según Marcone (2008), a la desobediencia civil, no como un descontrol social, sino como “un motor fundamental en la aceleración de los cambios que demanda el dispositivo simbólico de la democracia, pues siempre pone en controversia la unidad simbólica de un Estado democrático”, en sí, supone una mayor responsabilidad social, entender y respetar la diferentes identidades y los grupos socialesmarginados, reconocer su existencia, sus necesidades y exigencias, no solo por la ley, o bien, las instituciones, sino, que al darle voz, la sociedad puede volverlos a ver. “Busca hacer valer una nueva representación simbólica de la sociedad civil: nuevos valores, nuevas normas, nuevos fines”, sobre todo en normativas decadentes y que no logran incluir realmente a una sociedad tan variada. 
Algo similar declaró Silva (2007), tomando en cuenta trabajos de Thompson, mostrando a los movimientos sociales como una “posibilidad de que los individuos y grupos con identidades adscriptivas puedan incorporarse en condiciones de no dominación –de reconocimiento- a la sociedad”, sumado a esto, el análisis de Honneth, permite una “reevaluar con mayor profundidad y con un enfoque en “procesos” la configuración identitaria y el contenido de justicia, reconocimiento y autonomía material, personal y colectiva que impulsan los conflictos hacia mayor democracia”, en sí, visibiliza la necesidad de nuevos procesos que permitan un acercamiento más asertivo a la democracia de aquellos que institucionalmente nunca son tomados en cuenta. 
Conclusiones 
En resumen, la democracia no puede existir sin el conflicto, sin la resistencia de los miembros de una sociedad hacia las autoridades o instituciones que prevalecen en el poder, es por medio de ello que podemos hacerles cara a las injusticias sociales y retomar un poder que nos pertenece. Significa, en gran medida, poder alzar la voz y demostrar inconformidades hacia instituciones que pretenden mantenernos callados y mostrar una democracia desde la armonía y la paz, siendo que esto, aunque no es imposible, es difícil de alcázar tomando en cuenta la gran variabilidad de miembros de la población que viven diferentes problemas sociales al que estos mismos sistemas no saben ayudar o simplemente ignoran. 
Así, si vemos a la democracia desde una apertura, desde una hospitalidad, reconociendo nuestras diferencias y visualizamos problemáticas y personas que nunca fueron tomadas en cuenta, desde el diálogo y sin ignorar el orden cívico, habrá un mayor cambio democrático, y dará oportunidad a que más voces se integren, sin ser institucionalizados, o bien, controlados de acuerdo a ciertas normativas que deberán cumplir y otorgar un reconocimiento superficial, solamente para mantenerlos callados y “conformes”, sin darle la importancia que merecen. Por tanto, si la democracia no toma a las exigencias del pueblo, entonces no es democracia. 
Referencias 
Ferrajoli, L. (2003). Sobre la definición de" democracia": Una discusión con Michelangelo Bovero. Isonomía, (19), 227-241.
Marcone, J. (2009). Las razones de la desobediencia civil en las sociedades democráticas. Andamios, 5(10), 39-69
Silva Pinochet, B. (2017). Democracia y conflicto: la democracia como movimiento histórico. POLIS. Revista Latinoamericana, (46).
Valencia, H. (2018). Conflicto, democracia y paz. Revista Filosofía UIS, 17(1), 123–143.
Zárate, A. (2003). Democracia y conflicto. 
Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Jurídicas.

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