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TRAUMA FETAL INTRAPARTO Traumatismos fetales propios del parto Máscara equimótica: Coloración purpúrea de la cara acompañada de edema y petequias que se origina por la compresión de parto vértice espontáneo (PVE) o por circulares del cordón umbilical apretada sobre el cuello, no requiere tratamiento. Trauma genital: Se produce por la presión local en la presentación podálica completa y por los tactos vaginales repetidos. Las manifestaciones más frecuentes son el edema y la equimosis de labios mayores o el escroto; ocasionalmente necrosis testicular, desgarros recto-vaginales y uretrales y hematuria que se resuelve en cuatro o cinco días. Solamente encontré este artículo, sin embargo no pude acceder a él con la cuenta de la Universidad (1). Hematoma del esternocleidomastoideo: Resulta del estiramiento excesivo del cuello en la presentación podálica con retención cefálica o distocia de hombros o mala posición intrauterina (2); se manifiesta con una tumoración o hematoma (2) de 1 o 2 cm en el tracto del músculo que luego por fibrosis entre la primera y cuarta semana de vida se acorta y desvía la cabeza hacia el lado del trauma con rotación hacia el lado contrario y elevación del mentón (tortícolis). La terapia de estiramiento es con movimiento activo y pasivo, si la limitación es mayor a 10° es manual y el 80% mejoran a los tres a cuatro meses; y si a los seis meses hay deficiencia mayor de 15° y flexión lateral de la cabeza, se indica cirugía. Parálisis de plexo braquial (PPB): Ocurre en el 0,1% al 0,2 % de los recién nacidos por hemorragia, edema o incluso desgarro al traccionar el plexo braquial, también puede ser por compresión infiltración o hipoxia. Se puede dar también por malformaciones Mullerianas o fibrosis que resultan en mala posición fetal y compresión, o por el mal uso de fórceps. Aunque no hay forma de prevenir la parálisis, sin embargo se proponen varias situaciones en donde se realice un parto diferente al usual: sospecha macrosomía que pese más de 5000 gr o Haber reconocido la distocia de hombros (3). Las lesiones asociadas incluyen fracturas de clavícula y húmero, subluxación de la columna cervical (ocurren en menos del 10% de los casos), parálisis facial y del nervio frénico. Aparecen en recién nacidos macrosómicos con distocia de hombros, en las presentaciones de nalgas y en las presentaciones de vértice cuando se ejerce una tracción lateral sobre la cabeza y el cuello durante la salida de los hombros. Las manifestaciones clínicas son de acuerdo con el nivel de la lesión. El tipo de parálisis del plexo braquial superior o de Duchenne -Erb, (raíces C5 y C6) da cuenta del 90% de las parálisis; se caracteriza por la posición del brazo en aducción y rotación interna, el antebrazo en extensión y pronación y la mano en flexión; suele haber debilidad de los extensores de la muñeca y dedos; los reflejos de Moro, bicipital y radial se encuentran ausentes en el lado afectado; la parálisis diafragmática sucede en el 5% de casos. Parálisis de Erb plus (Raíces C5, C6 y C7 ) se manifiesta con aducción y rotación interna del brazo, extensión y pronación del antebrazo, y flexión de la muñeca y dedos; denominada también como la postura del “mesero esperando la propina” (3). La lesión completa del plexo braquial (raíces C5- T1), ocurre en el 10% de los casos, en este tipo todos los reflejos se encuentran ausentes, hay anestesia total, y flacidez del brazo. La parálisis del plexo braquial inferior o de Klumple, ( raíces C7, C8 y D1), constituye menos del 1%; se caracteriza por flexión de la mano y dedos con oposición del pulgar, los movimientos de lateralidad de los dedos están imposibilitados, la muñeca está caída y los dedos semiabiertos; afecta los músculos intrínsecos de la mano y de los flexores largos de la muñeca y los dedos; brazo flexionado en el codo y apoyado contra el cuerpo; el reflejo de presión está ausente, sin embargo el radial y el bicipital están presentes; generalmente se asocia con una parálisis superior. En el síndrome de Claude-Bernard-Horner se afecta también D1 con lesión de las fibras simpáticas; consiste en enoftalmos ipsilateral, miosis y disminución de la apertura palpebral del lado opuesto. Para el diagnóstico, y completar la impresión clínica, se ordena resonancia magnética, electromiografía y estudios de conducción nerviosa, evaluar movimientos espontáneos, activos y pasivos (3). El diagnóstico diferencial se puede confundir con la pseudoparálisis por fracturas de la clavícula, húmero y lesiones de la columna cervical; éstas se confirman mediante estudios radiográficos del hombro, brazo y el tórax para detectar afección del diafragma. Se puede resolver espontáneamente de uno a tres meses en la mayoría de los casos (3), pero el tratamiento consiste en la prevención de contracturas y atrofias, se debe inmovilizar la extremidad alrededor del abdomen por la primera semana mientras se resuelve la neurosis poslesión y después iniciar la fisioterapia con movimientos, entablillar los dedos y la muñeca puede ser útil; e, 80% de los casos de parálisis superior se recupera entre tres a seis meses y alrededor de un 40% de los casos de parálisis inferior antes del año; si no ocurre, es necesaria la exploración quirúrgica durante el primer o segundo (3) año de vida , esencialmente en los casos de avulsión o lesión completa del plexo braquial. El pronóstico en general es bueno si las raíces nerviosas no han sido arrancadas. Las complicaciones comprenden pérdida permanente parcial o total de la función en los nervios afectados, causantes de parálisis o debilidad. Lesión del nervio frénico: La lesión ocurre por distensión de C3, C4 o C5 y especialmente C4 (4). Causa una parálisis ipsilateral del diafragma por hiperextensión lateral del cuello. Los factores de riesgo son parto podálico y uso de fórceps y tracción del hombro en posición cefálica (4). Aproximadamente el 75% (80% a 90% (4)) de los pacientes presenta parálisis del plexo braquial unilateral, de la cual se asocia más la parálisis de Erb. Su presentación más del 90% unilateral y 80% en el lado derecho (4). Las manifestaciones clínica que produce son dificultad respiratorios y con menos frecuencia, taquipnea persistente, disminución de los ruidos respiratorios en la base pulmonar y disminución del movimiento del hemitórax afectado, llanto débil, cianosis, apnea (4). La radiografía de tórax puede mostrar elevación del diafragma afectado y lo confirma la fluoroscopia o ecografía de tórax dinámica que muestra en la inspiración movimiento paradójico del hemidiafragma, en la parálisis del lado derecho se va a ver el diafragma derecho elevado dos espacios intercostales más arriba y en la parálisis del lado izquierdo se va a ver el diafragma izquierdo un espacio intercostal más arriba (4). Los diagnósticos diferenciales incluyen causas cardíacas, pulmonares y neurológicas. El tratamiento se basa en cuidado de la vía aérea para las atelectasias, presión positiva en la vía aérea o CPAP, en casos complicados la plicatura del diafragma (se dice que un paciente con dos meses de ventilación mecánica que no mejora es recomendada la plicatura (4)) y en la afección bilateral ventilación mecánica e implantar un marcapasos en el nervio frénico. La mayoría tiene una recuperación completa en el plazo de uno a tres a cuatro (4) meses. Lesión de la médula espinal: La fractura o luxación de la médula espinal se presenta en 0,14 de cada 10.0000 recién nacidos. Las lesiones de la médula espinal incluyen edema, hemorragia, desgarro e incluso sección. Se producen con mayor frecuencia en C4 durante la salida de los hombros en los partos cefálicos con hiperextensión de la cabeza y cuello, en distocia de hombros severa debido a la tracción y la rotación de la cabeza y en C6 y C7 y las primeras dorsales al salir la cabeza en los partos de nalgas especialmente si se combina con flexión y torsión del eje vertebral. En el caso de lesionesde la columna espinal alta o del tallo cerebral, puede ocurrir la muerte neonatal rápida debido a la inadecuada función respiratoria, choque o hipotermia. Si la lesión cervical es alta o media presenta depresión respiratoria central, cuadriplejía, arreflexia tendinosa profunda, anestesia en el hemicuerpo inferior, dificultad respiratoria, respiración abdominal, retención urinaria y estreñimiento. Si la lesión está en C7 o más distal se presenta diplejía, hiporreflexia y anestesia distal, y como secuela permanente enuresis, contracturas y deformidades óseas. La lesión parcial de la médula o la oclusión de la arteria espinal pueden producir leves signos neurológicos y espasticidad. Entre los tipos de lesiones importantes, que son poco frecuentes, se encuentran hematoma epidural, lesión de la arteria vertebral, hematomielia (hemorragia medular) cervical traumática, oclusión de la arteria espinal y transección de la médula. El diagnóstico se hace con tomografía computarizada y principalmente con resonancia magnética de la columna cervico-dorsal. El diagnóstico diferencial se hace con la historia de amiotonía congénita, mielodisplasia asociada a espina bífida oculta, tumores de la médula espinal e hipotonía cerebral. El tratamiento consiste en inmovilizar la cabeza, el cuello y la columna y valoración especializada. La atrofia muscular, contracturas, deformidades óseas e incontinencia urinaria requiere del cuidado por terapia física y de enfermería con cuidados de piel, masajes y cambios de posición permanentes; evacuación de la vejiga y antibióticos profilácticos para las infecciones urinarias. El pronóstico depende de la gravedad y la localización de la lesión; es desfavorable en los casos de lesiones graves, si después de la semana el infante alcanza un estado de paraplejía y retención urinaria. La mayor parte fallecen después del nacimiento. Hemorragia hepática: El hígado es el órgano intrabdominal que se afecta con más frecuencia en el TFI, en estudios de necropsia varía desde 0,9% a 9,6% de los casos que inadvertidamente pasan como causa de muerte neonatal; usualmente el hematoma es subcapsular por la rotura de los vasos que se traumatizan al halar por el abdomen a los fetos; por el contrario, la laceración es menos común y ocurre por una tracción anormal en los ligamentos de apoyo peritoneal o por el efecto de la presión excesiva en el reborde costal. Los factores predisponentes son los nacimientos en podálica, macrosómicos o con hepatomegalia, los prematuros, postérmino, recién nacidos con hígados infiltrados (hijos de madres diabéticas o Rh negativa sensibilizadas, sífilis congénita), asfícticos o con discrasias sanguíneas que requirieron reanimación con compresiones torácicas: los síntomas se hacen evidentes en las primeras horas o inespecíficamente de uno a tres días después del parto con la mala alimentación, palidez, anemia inexplicada, apatía, ictericia, taquipnea, masa palpable en zona hepática. El hematocrito seriado puede sugerir pérdida de sangre; antes de romperse el hematoma crece entre 4 – 5 cm, y luego sobreviene un estado de choque que se manifiesta con vómito, palidez, taquicardia, disnea, distensión, defensa abdominal y matidez a la percusión. El diagnóstico diferencial es el hemoperitoneo causado por lesión de otro órgano. El tratamiento se basa en estabilización del recién nacido con transfusión de sangre, corrección de la coagulopatía con plasma fresco congelado y transfusión de plaquetas y laparotomía. Rotura esplénica: Es por lo menos cinco veces menos común que la lesión hepática y de igual forma los factores predisponentes, los mecanismos de lesión y la sintomatología son similares a los de la rotura hepática, no obstante, los recién nacidos con esplenomegalia y rotura, se diferencian en que desde el principio la sangre cae al peritoneo, produciéndose de manera precoz hipovolemia grave y choque. En la radiografía simple de abdomen se observa un desplazamiento del estómago y el intestino a la línea media o a la derecha. Ante su sospecha o si se confirma el diagnóstico con ecografía se procede a las transfusiones de sangre y reparación quirúrgica de la víscera, en algunas situaciones se puede suturar la herida, en su defecto, es recomendable esplenectomía. Hemorragia suprarrenal: Su relativo gran tamaño al nacimiento contribuye a su lesión, que ocurre en el 0,94% en los partos vaginales, el 90% son unilaterales y el 75% derechas, suele verse en macrosomía y parto en podálica. Los signos dependen del grado de la hemorragia; pasan desatendidas las pequeñas y otras sólo se diagnostican accidentalmente al tomar radiografías abdominales o ecografías; pueden ser desde asintomáticas hasta presentar fiebre, taquicardia, palidez, irritabilidad y choque; además puede haber anorexia, diarrea, deshidratación, uremia hipoglucemia, vómito, y en ocasiones, se puede palpar una masa en la fosa renal, anemia e hiperbilirrubinemia prolongada. Hay que descartar, ante la presencia de masa, neuroblastoma y tumor de Wilms. Pronto debe corregirse la hipovolemia y si hay insuficiencia suprarrenal, se maneja con esteroides y mantener el flujo metabólico. Pocas veces requiere cirugía. Trauma renal: El trauma renal ocurre con menor frecuencia que los anteriores. La macrosomía, el parto distócico y la presencia de anomalías renales asociadas (hidronefrosis) son factores predisponentes. El recién nacido puede presentar signos de choque y de hemoperitoneo, masa en el flanco y hematuria micro o macroscópica. La ecografía y la tomografía pueden mostrar una masa en el flanco y presencia de ascitis y el Doppler evalúa los vasos renales. El trauma se debe diferenciar de los tumores, la trombosis de la vena renal o el infarto renal. Traumatismo fetal por instrumentos fórceps y ventosa Laceraciones o abrasiones de la piel: La abrasión puede ocurrir por los electrodos o toma de muestras durante la monitoría, pero también por el mal uso de instrumentos durante el parto por las campanas metálicas; también hay laceraciones limpias accidentales en cuero cabelludo, cara, orejas, nalgas y muslos que pueden ser infringidas con un bisturí al abrir la cavidad uterina durante la cesárea, esta se ha informado como la lesión de nacimiento más común asociada al parto por cesárea (5). Si la herida es superficial, los bordes pueden sostenerse con adhesivos en mariposa, las profundas se suturan y ante un riesgo de infección como en casos subyacentes de hematoma o caput succedaneum, se limpia cuidadosamente y se somete a observación estricta. En algunos casos cuando la laceración es moderada o grave, localizada en cara o zona ocular, la cirugía plástica puede ser necesaria para la reparación (5). Hematoma subgaleal: Es una lesión hemorrágica debajo de la aponeurosis del cuero cabelludo; la ventosa lo genera por la tracción del cuerpo cabelludo que lo separa del hueso y el fórceps por la rotura traumática de las venas del área subaponeurótica; se manifiesta como una masa fluctuante que puede expandirse a las suturas, fontanelas y los tejidos blandos de la frente, zona periorbital, piel del cuello y alrededor de las orejas y además, puede conducir a palidez, equimosis extensa, hipotonía, signos de irritación cerebral (el 40% se asocian con hemorragia intracraneal y fractura de cráneo) hasta llegar a acumularse la volemia del recién nacido y conducir a un choque hipovolémico con coagulación intravascular diseminada, falla multiorgánica y muerte en el 25% de los casos. En las radiografías pueden encontrarse fracturas asociadas y gran edema epicraneal. El edema cede gradualmente entre 12 y 24 horas en los casos leves y tardíamente se observa la coloración equimótica del cuero cabelludo. Los recién nacidos se deben hospitalizar para el control neurológico y anémico y en los prematuros, la ictericia secundaria. Debe hacerse un seguimiento continuo que incluya toma frecuente de signos vitales (como mínimocada hora), medición de la circunferencia fronto-occipital (que puede aumentar hasta 1 cm por cada 40 ml de sangre acumulados en el espacio subgaleal) y toma de hematocrito (5). Ante hipovolemia, restaurar el volumen con sangre o plasma fresco congelado y la neurocirugía es el último recurso. Procesos combinados En el parto vértice espontáneo de desprenden ciertos traumas comunes, y en el instrumental se dan otras clases, pero hay lesiones que pueden darse en ambos tipos de parto: Eritema y abrasiones. Se producen principalmente en partos distócicos por desproporción céfalo-pélvica o por el uso de fórceps. Las lesiones tienen por lo general un aspecto lineal a ambos lados de la cara y se resuelven espontáneamente y no requieren un tratamiento. Petequias y equimosis. Las primeras son más frecuentes en cara, cuello y parte superior de tórax, por lo general son consecuencias de partos difíciles, podálica, presentación de cara o por circulares del cordón apretadas sobre el cuello; se da probablemente por el aumento brusco de la presión intratorácica y de la presión venosa producida cuando el tórax pasa por el canal del parto. En presencia de otras hemorragias o en caso de que se sigan desarrollando las petequias, es necesaria la realización de un recuento de plaquetas que permita descartar una trombocitopenia (5). En la máscara equimótica pueden verse petequias, equimosis facial y hemorragia subconjuntival. Las equimosis son muy comunes en recién nacidos prematuros con expulsivo con mínima manipulación, por parto rápido, por partos en podálica en piernas y el tronco o en áreas de aplicación de fórceps o ventosa aunado a eritema, abrasiones y necrosis grasa subcutánea en cara o cuero cabelludo; cuando se acompañan de hematomas cutáneos se deben generalmente a partos difíciles; la resolución es espontánea, en una semana, pero si son excesivas pueden causar anemia y en los prematuros ictericia, motivo por el cual se recomienda hacer seguimiento a los neonatos con equimosis significativa dos días después del alta hospitalaria para evaluar la posible aparición de ictericia, la que debido al riesgo de encefalopatía bilirrubínica (5), precisa de fototerapia profiláctica; en casos de etiologías inciertas se debe descartar coagulopatías e infección. Necrosis grasa subcutánea. El uso de instrumentos obstétricos afecta la circulación en áreas específicas que eventualmente llevan a necrosis de grasa localizada por la presión ejercida en los tejidos blandos, pero a veces aparecen sin este antecedente. Es una alteración poco común; se caracteriza por lesiones nodulares circunscritas, induradas, irregulares, firmes, y pueden ser ligeramente elevados, del color de la piel, rojas o purpúreas, en piel y tejidos subyacentes de 1 a 10 cm, inicialmente dolorosas, que no se reconocen al nacimiento sino entre el día 2 y 20 de nacido y ocurren en mejillas, cuello, extremidades, tronco y nalgas. Las lesiones benignas desaparecen de semanas a cuatro meses; las lesiones de mayor tamaño y lenta resolución pueden impregnarse de calcio y acompañarse a las tres a cuatro semanas de vida de hipercalcemia con vómito, pérdida de peso, anorexia, fiebre, irritabilidad, y somnolencia y se debe tratar para evitar las secuelas del sistema nervioso central y renales; por este motivo estos pacientes requieren seguimiento a largo plazo, ya que el desarrollo de hipercalcemia puede darse hasta seis meses después de la aparición de lesiones cutáneas (5) El diagnóstico es clínico y debe tenerse en cuenta los casos debidos a hipotermia, isquemia local y asfixia fetal intraparto y diferenciarse de la lipogranulomatosis o adiponecrosis subcutánea. Fracturas y dislocación del cartílago nasal. Esta lesión es más frecuente en el sitio de inserción del septum; ocurre en menos del 1% por la presión aplicada sobre la sínfisis púbica o el promontorio sacro. El fórceps la origina al aplicarlo sobre la nariz o con la maniobra de Mauriceau en condiciones difíciles; clínicamente hay desviación del tabique, colapso de las fosas nasales, aplanamiento de la parte dislocada y dificultad respiratoria en la severa; debe diferenciarse de la deformidad temporal y la obstrucción nasal por succión. El diagnóstico es realizado mediante una rinoscopia. El otorrinolaringólogo debe realizar una reducción manual, utilizando un elevador nasal, al tercer día de vida (5). Es necesario tener en cuenta que el tratamiento debe ser antes de los 10 días de vida previa a la cicatrización espontánea para evitar la deformidad septal. Caput succedaneum. Es una colección de líquido subcutáneo extraperióstico, a veces hemorrágico, que se produce por la alta presión que ejerce el útero y paredes vaginales sobre la presentación fetal; clínicamente se aprecia poco después del nacimiento como una tumefacción edematosa difusa, de pocos milímetros de grosor, acompañado a veces de petequias, púrpura, equimosis y moldeamiento cefálico. En la presentación de vértice, el edema en cuero cabelludo puede sobrepasar la línea media, suturas y fontanelas; en las de cara pueden encontrarse tumefacciones análogas con distorsión del rostro; rara vez causa choque e ictericia. En la mayoría de los casos la resolución es espontánea en tres a cuatro días y no requiere estudios. Sin embargo, se han reportado complicaciones que incluyen lesiones necróticas que evolucionan hasta producir cicatrices y alopecia. Adicionalmente, la infección del caput succedaneum puede convertirse en una infección sistémica, pero esta es una complicación muy rara (5). El diagnóstico diferencial es el cefalohematoma bilateral y el hematoma subgaleal. Cefalohematoma. Es una hemorragia subperióstica limitada a la superficie de un solo hueso craneal y que no pasa las suturas ni las fontanelas; se produce durante el trabajo de parto o el nacimiento por la rotura de las venas superficiales (entre el hueso y el periostio), debido al trauma repetido de la cabeza fetal contra las paredes de la pelvis materna o el uso del fórcep o ventosa. La incidencia es de 0.4% a 2.5% de los recién nacidos. Clínicamente se percibe como una masa fluctuante principalmente sobre el hueso occipital o sobre uno o los dos parietales, que puede o no estar acompañada de decoloración, se observa entre las 6 y 24 horas posparto y es más notorio entre el segundo y tercer día. El cefalohematoma no complicado se observa, no se debe puncionar y desaparece entre dos semanas y tres meses. La complicación más frecuente es la asociación en el 5% al 20% con una fractura del cráneo subyacente, usualmente lineal y sin depresión en la radiografía; en los prematuros eventualmente produce ictericia importante que necesita fototerapia; si se calcifica en algunos recién nacidos ocasiona una protuberancia ósea que persiste por meses o años, lo que puede ocasionar la aparición de deformidades craneanas importantes; excepcionalmente ocasiona anemia e infección (concomitante con sepsis y meningitis), la cual se presenta acompañada de eritema y frecuentemente es causada por Escherichia coli; La infección de un cefalohematoma puede llevar a una osteomielitis, en ese caso, debe realizarse una incisión y drenaje del absceso con desbridamiento del cráneo necrótico y administración parenteral de antibióticos de forma prolongada (5). El diagnóstico es clínico y usualmente no requiere estudios; en caso de signos neurológicos se debe tomar tomografía computarizada cerebral. Los diagnósticos diferenciales son el caput succedaneum y el meningocele; éste se diferencia por las pulsaciones, el aumento de la presión durante el llanto y los defectos óseos en las radiografías. Fracturas de cráneo: Los huesos del cráneo son poco mineralizados al nacer y por lo tanto más comprensibles. Las más frecuentes son las fracturas lineales (parietales) y sólo requieren observación. Las fracturas con hundimiento (parietal o frontal) o conminutas, son consecuencia de la presión ejercidapor el fórceps o por la cabeza fetal contra la pelvis materna (principalmente frontal) y obliga a evaluación neuroquirúrgica para posible levantamiento bajo técnica cerrada. El diagnóstico es radiográfico, pero en caso de sospechar otra lesión intracraneal se debe realizar una tomografía computarizada (6). La mayoría lucen sanos a menos que tengan oculta una hemorragia subaracnoidea o subdural por lo que se prefiere una tomografía cerebral o pueden presentar fístula de líquido cefalorraquídeo por nariz u oídos que requiere antibióticos. Generalmente la lesión regresa espontáneamente a los tres meses, sin embargo en ocasiones es necesario hacer levantamiento del hueso afectado. Las fractura lineal del hueso occipital con desgarro de duramadre puede ocasionar quiste leptomeníngeo a las 8-12 semanas de vida y si es separación de las porciones escamosa y basal, puede provocar hemorragia letal por rotura de senos subyacentes en parto de nalgas con retención de cabeza última. Parálisis del nervio facial: Es la lesión más frecuente de los nervios periféricos, una vez sale por el agujero estilomastoideo o en el segmento que atraviesa la rama de la mandíbula; ocurre entre 0,1% y 0.7% (6) de los recién nacidos por la presión continua de la cara sobre el promontorio del sacro o la ejercida por el fórceps. Los signos clínicos se muestran desde el nacimiento, pero son más claros el primero y segundo día. Generalmente es una parálisis periférica unilateral debido a la afección de la rama mandibular del nervio facial; cuando el recién nacido llora involucra todo el lado lesionado con pliegue nasolabial aplanado, comisura descendida, cerramiento parcial del ojo, desviación del surco nasogeniano hacia el lado contralateral e incapacidad de contraer los músculos faciales inferiores del lado afectado (6). La parálisis facial central es menos frecuente y se nota cuando hay hemorragia intraparenquimatosa, con movilización de la mitad a dos terceras partes inferiores del lado contralateral, el cual tiene ausencia de pliegue nasolabial y comisura descendida y respeta los movimientos de la frente y los párpados. La parálisis y la paresia facial suelen asociarse con otros tipos de TFI y ocurren con mayor frecuencia en recién nacidos de peso grande, nacimientos por vía vaginal, hijos de primigestantes y por el uso de fórceps. El diagnóstico es esencialmente clínico y la electromiografía es útil para predecir posibles secuelas. Los diagnósticos diferenciales son el síndrome de Mobus (Agenesia Nuclear), hemorragia intracraneal, hipoplasia congénita del músculo depresor del ángulo de la boca y ausencia congénita de músculos o ramas del nervio facial. Según las condiciones clínicas se observa neurológicamente durante siete días. El tratamiento se orienta a la fisioterapia, el uso de lágrimas artificiales y parches oculares para la prevención de úlceras corneales; el pronóstico es excelente y sólo la intervención quirúrgica se recomienda después del primer año de vida debido a la alta tasa de recuperación completa a las tres semanas. Lesión del nervio laríngeo recurrente: Se produce por una excesiva tracción de la cabeza en parto en posición podálica o con fórceps, principalmente sobre nervio izquierdo, que por su mayor longitud, crea una parálisis de la cuerda vocal; cuando la parálisis es unilateral, las manifestaciones clínicas están ausentes en reposo, pero al llorar, hay disfonía y estridor laríngeo inspiratorio, con disfagia ocasional si hay lesión concomitante del nervio hipogloso; si el trauma es bilateral se suma insuficiencia respiratoria grave y cianosis, pero esta ocurre principalmente por hipoxia o hemorragia del tallo cerebral. El diagnóstico se realiza mediante laringoscopia directa o con nasofibrolaringoscopia flexible para diferenciarla en la afección unilateral de la laringomalacia (60%- 80%), hemangiomas subgloticos, membranas o quistes laríngeos y en la bilateral de la malformación de Chiari e hidrocefalia 10%, anillos vasculares y masas mediastínicas mediante radiografía de tórax y cuello o esofagograma con bario. La parálisis unilateral se autolimita en seis semanas, la bilateral tiene pronóstico variable y requiere en el 100% de los casos intubación o traqueostomía. Hemorragia subaracnoidea (HSA) Su origen traumático es más frecuente en el recién nacido a término por rotura de las venas puente del espacio o de vasitos leptomeníngeos, mientras que en el pretérmino se debe a la combinación de hipoxia, trauma o extensión de sangrado de la matriz germinal (Hemorragia intraventricular). Usualmente en partos normales se puede dar de una forma silente o manifestar signos clínicos variables, desde alteración del estado mental leve, sólo convulsiones en el primero o segundo día, hasta en las primeras horas depresión respiratoria apnea y convulsiones refractarias. El diagnóstico se hace por tomografía computarizada idealmente, ecografía cerebral para HSA extensa y recién nacidos graves que no se pueden transportar, citoquímico de líquido cefalorraquídeo para HSA pequeñas. El tratamiento es de soporte, uso de anticonvulsivantes y derivación en caso de hidrocefalia. Hemorragia Subdural (HSD) Se ubica sobre los hemisferios cerebrales o en la fosa posterior por rotura de venas puente superficiales o de los senos venosos durales; con mayor frecuencia en partos precipitados o prolongados, pelvis rígida (primíparas o multigestantes mayores), presentaciones de cara o podálicas, parto instrumentado, recién nacido grande y macrocefalia. Si se ubica sobre los hemisferios (supratentorial) puede ser silencioso o manifestarse desde los primeros días de vida con signos de hipertensión endocraneana (fontanela abombada y diástasis de suturas), irritabilidad, convulsiones (50%), ictericia y anemia, con aumento del perímetro craneano, vómitos, curva ponderal plana y trastornos de la conciencia. El HSD de fosa posterior (infratentorial) por partos en podálica suele coexistir con desgarro del tentorio, y de la hoz del cerebro y es de presentación rápida, pronto después del nacimiento con opistótonos, coma, respiración anormal, apnea, pupilas no reactivas y muerte; en estos se contraindica la punción lumbar por efecto de masa y herniación. El diagnóstico definitivo se hace con tomografía cerebral, la ecografía no es útil, se puede usar resonancia magnética nuclear (RMN) para HSD pequeños y para descartar lesiones parenquimatosas del sistema nervioso central. El tratamiento es similar al HSA, una minoría de recién nacidos con HSD extensos requieren reposición de la volemia, evacuación quirúrgica por hidrocefalia obstructiva o por anomalías neurológicas severas. El pronóstico usualmente es bueno si no tiene otras lesiones del sistema nervioso central. Hemorragia epidural. Es de presentación extremadamente rara por partos instrumentados. La mitad tienen céfalohematomas o fracturas de cráneo. Se caracteriza por anemia progresiva, aumento de la presión intracraneana, síntomas neurológicos inespecíficos y cambios en los signos vitales (5). El diagnóstico se hace por ecografía o tomografía y el tratamiento es quirúrgico. El pronóstico es bueno si no hay otra lesión del sistema nervioso central. Hemorragia intraparenquimatosa (HIP). Mientras la silente HIP cerebelosa primaria se halla entre 5,5% - 10% en necropsias de prematuros, la rarísima HIP cerebral traumática en recién nacidos ocurre secundariamente a otras hemorragias con signos similares a HSD infra/supratentorial y típicamente da signos neurológicos focales. El examen diagnóstico de elección es la resonancia magnética. El tratamiento es similar al HSD/HSA. El pronóstico neurológico depende de la edad gestacional y el tamaño. TRAUMATISMO POR MANIOBRAS PARA EXTRAER EL FETO Diferentes maniobras se pueden efectuar en el parto de riesgo con distocias sin necesidad de instrumentarlo como la maniobra de Pinard – Mantel y McRoberts utilizada para la distocia de hombros,de Pajot para distocia de miembros inferiores y las maniobras de Mauriceau y Champter Rives para distocia de cabeza que también pueden generar TFI. Fractura de clavícula: Es la fractura más frecuente en los RN (3%) durante la dilatación y el periodo expulsivos y su vulnerabilidad aumenta en los casos de dificultad para la salida de los hombros por exceso de fuerza en la manipulación del brazo en las presentaciones de vértice en fetos macrosómicos y en las de nalgas cuando existe extensión de los brazos, pero también puede ocurrir en partos normales y en cesáreas (7). Usualmente se localiza en el tercio medio; el 40% son en tallo verde (fractura incompleta) y que sólo se aprecia hasta una semana después con un callo óseo; una proporción menor son fracturas completas que dan la pseudoparálisis del brazo ipsilateral, llanto a la movilización pasiva y reflejo de Moro incompleto, y la palpación a lo largo de la clavícula revela zona irregular, crepitación, movilidad de los fragmentos (signo de la tecla), cambios en la coloración de la piel contigua y espasmo del esternocleidomastoideo. La radiografía de clavícula confirma el diagnóstico y debe excluirse parálisis braquial, lesión de médula espinal, fractura humeral y pseudoartrosis congénita de clavícula. El tratamiento radica en la administración de analgésicos (5) y la inmovilización (abducción del brazo 60º y flexión del codo de más de 90º) por 10 días y el dolor disminuirá hacia el séptimo día luego de su retiro. El pronóstico es muy bueno, sin embargo puede realizarse una radiografía a las dos semanas de vida para confirmar que la lesión haya sanado completamente (5). Fractura del húmero: Es la segunda fractura más frecuente. Los mecanismos más comunes son la extensión de brazos en la presentación podálica y la retención de hombros en la cefálica y la rotación con tracción simultánea del brazo con presión directa en el húmero; la ubicación más frecuente es la diafisiaria en tallo verde que sólo se diagnostica por la aparición de callo óseo o accidentalmente al encontrarla en una radiografía; en cambio la fractura completa inicialmente se manifiesta con inmovilidad de la extremidad, ausencia del Moro ipsilateral y llanto al manipularse; luego con deformación del brazo afectado, desplazamiento de los cabos óseos, deformaciones, dolor, crepitación e hipermovilidad de fragmentos a la palpación; la confirmación diagnóstica se realiza por medio de radiografía, sin embargo cuando la fractura humeral es muy proximal o distal se diagnostica mediante resonancia magnética o ecografía, siendo esta última más dolorosa (5); debe descartarse la parálisis del plexo braquial, fractura clavicular, artritis séptica y osteomielitis (8) . El tratamiento consiste en la reducción e inmovilización en aducción con la aplicación de un yeso o mediante la posición de brazo en cadera con una férula y el vendaje triangular Velpeau, atando el brazo contra el pecho por dos a cuatro semanas. El pronóstico es excelente, la curación ocurre alrededor de las dos o (8) tres semanas. Fractura del fémur: Es la fractura más común de las extremidades inferiores del recién nacido y menos frecuente que las anteriores por lo general es de una fractura completa en el tercio superior donde el hueso es más delgado. Usualmente por parto en podálica con encajamiento de hombros o brazos al efectuar la extensión, tracción o torsión forzada de la extremidad; también puede ocurrir en cesáreas dificultosas y parto de embarazo gemelar (5). Al examen físico se observa cadera en flexión, deformidad por edema en el muslo, ausencia de movimiento y dolor a la palpación o movilización pasiva; el diagnóstico se confirma por radiología; el tratamiento se realiza durante tres a cuatro semanas, incluso cuando la fractura es unilateral, con tracción al cenit, tracción lastrada con 250 g y suspensión por las piernas de un marco de techo con las nalgas y la espalda recostada en el colchón con férula o yeso de espica; el pronóstico es bueno permitiéndose angulaciones anteriores en el foco de fractura de 75º que desaparecen a los cuatro años; se puede desarrollar calcificaciones en áreas de hemorragia circundante, pero ésta se reabsorbe posteriormente. Desplazamiento epifisario: La separación de la epífisis humeral o femoral se produce a través de la capa de células de cartílago hipertrofiado de la placa de crecimiento. Las manifestaciones clínicas consisten en inflamación alrededor del hombro o femoral, crepitación, dolor cuando se palpa o se realiza un movimiento y disminución o ausencia de movimiento de la extremidad afectada (9). El diagnóstico es clínico, debido a que la epífisis proximal no está osificada al nacer; puede auxiliarse de una ecografía por no ser visible en las radiografías; al cabo del octavo a décimo día el callo óseo ya se hace perceptible; el desplazamiento epifisario proximal del fémur debe diferenciarse de la displasia de cadera. El tratamiento consiste en la inmovilización de la extremidad durante 10 – 14 días; su pronóstico es bueno; si el desplazamiento es severo puede afectar el crecimiento de la extremidad. BIBLIOGRAFÍA 1. Saroha M. Genital injuries in neonates following breech presentation. Journal of neonatal-perinatal Medicine. Diciembre de 2015. [En línea]. 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