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Tomo2_Estudios-Clinicos - copia

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Helmut Thomä Horst Kächele
____________________________________
Teoría y
Práctica del
Psicoanálisis
_________________________________________
2 Estudios clínicos
 (1990) en
Editorial Herder S.A. (Barcelona)
Helmut Thomä Horst Kächele
_________________________________________
Teoría y Práctica
del
Psicoanálisis
_____________________________________
2 Estudios clínicos
Con la colaboración de
Stephan Ahrens Andreas Bilger Manfred Cierpka
Walter Goudsmit Roderich Hohage Michael Hölzer
Juan Pablo Jiménez Lotte Köhler Martin Löw-Beer
Robert Marten Joachim Scharfenberg Rainer Schors
Wolfgang Steffens Imre Szecsödy Brigitte Thomä
Angelica Wenzel
Traducción del alemán a cargo de
Juan Pablo Jiménez de la Jara
Prólogo de
Inga Villarreal
Editorial Herder S.A. (Barcelona)
1990
Profesor Dr. Helmut Thomä
Profesor Dr. Horst Kächele
Abteilung Psychotherapie der Universität
Am Hochsträß 8, D-7900 Ulm
República Federal de Alemania
Traductores:
Gabriela Bluhm-Jiménez y Juan Pablo Jiménez
con la colaboración de
Guillermo de la Parra y José Montalbán
_____________________________________________________
Título del original alemán:
Lehrbuch der psychoanalytischen Therapie, Band 2 Praxis
(c) Springer-Verlag Berlin Heidelberg 1988
ISBN 3-387-16196-1
(c) Editorial Herder S.A. Barcelona 1990
ISBN 84-254-1739-2 rústica, tomo II
ISBN 84-254-1740-6 tela, tomo II
_______________________________________________________
Es propiedad
Depósito legal: B.
Printed in Spain
Grafesa, Nápoles 249, 08013 Barcelona
Prefacio
Después del tomo primero, dedicado a los fundamentos de la técnica
psicoanalítica, presentamos ahora el tomo segundo, que trata de estudios
clínicos. Junto con la re-producción de diálogos terapéuticos, que por razones
didácticas creemos muy im-portante, nos apoyamos también en la toma
tradicional de protocolos de sesiones y en descripciones resumidas de procesos
terapéuticos.
La feliz resonancia que encontró el tomo primero, entretanto traducido a varios
idiomas, despertó expectativas que ahora deben ser llenadas. Los principios de
la técnica de tratamiento deben ser probados en la sesión psicoanalítica.
La disposición a presentar abiertamente nuestro pensar y actuar terapéutico nos
ha llevado a un vívido intercambio con analistas y científicos de otras
disciplinas de Alemania y del extranjero. Este trabajo en conjunto ha
enriquecido el contenido de este volumen. Colegas de Ulm y de otras partes nos
cedieron borradores para ser integrados en el texto, aceptando no ser nombrados
como autores en los lugares correspondientes. Así, se pudo alcanzar una cierta
homogeneidad en la presenta-ción. En este sentido, después de la aparición del
tomo primero, nos fue planteada la pregunta de cómo hemos hecho justicia a las
concepciones, diversas, de los dis-tintos autores. En esto, el interés especial
parece estar dirigido no sólo a dar a cada uno de los autores el valor que se
merece, sino, en primer lugar, al tipo de trabajo en conjunto que ambos autores
principales llevaron a cabo. Obviamente, aquí se trata del problema de cómo se
originan las diferencias de opiniones entre los psico-analistas y cómo éstas
pueden ser resueltas de manera productiva. Creemos haber tomado el camino
correcto al investigar los diferentes puntos de vista de manera científica, es
decir, lo más objetivamente posible. La discusión crítica de la prácti-ca y de la
teoría psicoanalítica nos dio la posibilidad de expresar con claridad nues-tra
propia concepción. El autor principal recurrió aquí a su larga experiencia profe-
sional y, desde esa situación, también contribuyó con su marca en las secciones
cuyos borradores provienen de pluma ajena. Una delimitación de la autoría, que
hu-biera sido posible a propósito de los textos particulares, no habría hecho
justicia a la forma del texto definitivo. También en este caso el todo es más que
la suma de sus partes. Junto a ciertas circunstancias favorables, nuestros propios
esfuerzos hi-cieron posible un trabajo en conjunto de ya casi 20 años, y que ha
alcanzado un punto culminante en los dos volúmenes de este libro. Por este
trabajo en conjun-to, dejamos constancia de nuestro agradecimiento.
Estamos especialmente agradecidos de los psicoanalistas de fuera que a
continua-ción nombramos, por la desacostumbrada generosidad de poner a
nuestra disposi-ción sus conocimientos personales para ser incorporados en este
libro:
Stephan Ahrens (Hamburgo) enriqueció nuestros conocimientos sobre el estado
de la discusión sobre alexitimia; Walter Goudsmit (Groningen) compartió con
no-sotros su experiencia de años en el tratamiento de delincuentes; Lotte Köhler
(Mu-nich) discutió nuestra concepción de la contratransferencia desde el punto
de vista de la psicología del sí mismo; la experiencia de Imre Szecsödy
(Estocolmo) en su-pervisión nos ayudó a trabajar la sección sobre interconsulta.
Nuestra convicción de que el intercambio con científicos de otras disciplinas
también tiene sobre la práctica terapéutica efectos fructíferos, se ve confirmada
en este tomo a través de varias contribuciones. Martin Löw-Beer (Francfort)
enriqueció nuestra compren-sión de la "buena sesión" con sus reflexiones
filosóficas; Joachim Scharfenberg (Kiel) tomó posición como teólogo frente a
un diálogo en el que el psicoanalista se ve enfrentado con problemas religiosos.
Angelika Wenzel (Karlsruhe) mostró a través de interpretaciones lingüísticas lo
productivo que es para la comprensión clí-nica el que se apliquen otros métodos
a los textos psicoanalíticos. Más allá de los agradecimientos personales, nos
alegramos de manera especial por estos aportes, porque ellos ponen de
manifiesto cuán fructífera es la cooperación interdisciplinaria para el
psicoanálisis.
De gran valor fue la lectura crítica a que fueron sometidos capítulos o secciones
individuales en diferentes estadios de elaboración. Conscientes de la
responsabilidad exclusiva que nos cabe como autores del texto definitivo,
agradecemos nombrando a las siguientes personas:
Jürgen Aschoff, Helmut Baitsch, Hermann Beland, Claus Bischoff, Werner
Boh-leber, Helga Breuninger, Marianne Buchheim, Peter Buchheim, Johannes
Creme-rius, Joachim Danckwardt, Ulrich Ehebald, Franz Rudolf Faber, Heinz
Henseler, Reimer Karstens, Otto F. Kernberg, Joachim P. Kerz, Gisela Klann-
Delius, Lis-beth Klöß-Rotmann, Rolf Klüwer, Marianne Leuzinger-Bohleber,
Wolfgang Lipp, Adolf Ernst Meyer, Emma Moersch, Michael Rotmann, Ulrich
Rüger, Walter Schmitthenner, Erich Schneider, Almuth Sellschopp, Ilka von
Zeppelin.
Esta vez, nuestra dependencia de la ayuda en múltiples materias técnicas y de
re-dacción fue aún mayor que a propósito del tomo primero. Los borradores
alema-nes, mejorados una y otra vez hasta el texto final, fueron escritos por
Karin Find-ling, Ingrid Freischlad y Doris Gaissmaier con un compromiso
permanente. La traducción que presentamos fue llevada a cabo en base a una
segunda edición corre-gida del original alemán, corrección que surgió de la
estrecha colaboración con los traductores al castellano, al inglés, al húngaro y al
italiano, quienes permanente-mente nos llamaron la atención sobre los pasajes
de redacción oscura o sobre la ne-cesidad de agregar aclaraciones.
El equipo de traducción estuvo esta vez integrado por Gabriela Bluhm-Jiménez
y Juan Pablo Jiménez, con la colaboración de José Montalbán (capítulo 10) y
Gui-llermo de la Parra (parte del capítulo 9). Juan Pablo Jiménez se hizo cargo
de la versión castellana definitiva y de su escritura en el ordenador; su tarea con
el com-putador personal llegó, igual que con el primer tomo, hasta la entrega de
la última versión corregida, lista para ser entregada a la imprenta.
Con ojo acucioso, Jordi Bertran se encargó del lectorado final; el constante apo-
yo de Walter Kappenberger, gerente de Herder Barcelona, hizo posible la
realiza-ción de esta traducción.
De manera especial, queremos expresar nuestra gratitud a Inga Villarreal,
conoci-da analista colombiana y actual vicepresidente de la IPA, quien nos
honró dosve-ces escribiendo los prólogos destinados a la comunidad
psicoanalítica de habla cas-tellana.
Sobre todo, tenemos que agradecer a los pacientes que depositaron su confianza
en nosotros. El proceso de logros en conocimiento interpersonal es
consubstancial a los progresos en la técnica psicoanalítica. Los ejemplos que el
lector encontrará en este volumen son testimonio de la significación que
atribuimos a la colabora-ción crítica de los pacientes.
Esperamos que la comunicación de nuestra experiencia sobre la práctica psico-
analítica en estos estudios clínicos vaya en beneficio de futuros pacientes y que
nuestras sugerencias ayuden a sus terapeutas.
Ulm, diciembre de 1989
Helmut Thomä Horst Kächele
Prólogo a la edición castellana
Es para mí un gran placer presentar la traducción al castellano del segundo
tomo, Estudios clínicos, de Teoría y práctica del psicoanálisis, con el cual los
autores completan su gran obra sobre técnica psicoanalítica.
Son muchas las expectativas que se forman frente a un texto que expone la
teoría de la técnica y la práctica psicoanalítica a los 50 años de la muerte de
Freud. Es ciertamente necesaria la exposición y discusión crítica de muchas de
las ideas de Freud, como también de los principales desarrollos posteriores en
este campo, que evolucionaron en el marco de las diferentes escuelas del
pensamiento analítico. Es-to, en sí, es ya una tarea monumental si se toma en
cuenta la extensa literatura so-bre el tema. Es un logro significativo de los
autores el que, basados en una extensa bibliografía, nos presenten una discusión
crítica de los aspectos más importantes de la teoría de la técnica y de su
aplicación en la práctica, tomando en cuenta tanto el desarrollo histórico como
las ideas actuales. Sin embargo, si esta obra se limi-tara a este enfoque, el lector
se quedaría sólo como el depositario de una gran can-tidad de información,
muchas veces contradictoria entre sí. Además de ser inevita-ble, es necesario
que los autores ordenen desde su propio punto de vista lo que transmiten al
lector sobre las valiosas ideas consignadas en la literatura. Más que una
recopilación, este libro es una revisión de la teoría y de la práctica desde el
punto de vista de los autores, en base a su larga y extensa experiencia clínica.
Esta tarea, ya en sí compleja, fue elaborada en el primer tomo, sobre los
fundamentos, y ampliada en puntos importantes en este segundo tomo. Las
exposiciones sobre la teoría de la técnica quedarían incompletas sin una extensa
ilustración clínica. Mostrar el trabajo del analista en su práctica diaria es el
principal objetivo de este segundo tomo, de estudios clínicos. En el momento
actual de nuestro desarrollo histórico, en el que la teoría psicoanalítica creada
por Freud ha tomado caminos tan divergentes, la búsqueda de nuestra base
común a través de la práctica se ha hecho indispensable. Esta fue la idea central
del último Congreso Internacional de Psico-análisis en Roma (1989). Reunir tan
valiosa experiencia clínica, ya en sí da un va-lor muy especial al presente
volumen.
Amplios materiales clínicos y, sobre todo, extensos protocolos de diálogos entre
analista y paciente, ejemplifican los diferentes aspectos de la teoría de la técnica
expuestos en el primer tomo. Más que una ilustración, los autores se han
propues-to mostrar la aplicación de sus puntos de vista teóricos en la práctica y
la eficacia de éstos para el curso favorable del proceso analítico. Aun cuando
muchos colegas están de acuerdo en que la relación entre las teorías
psicoanalíticas de un alto grado de abstracción y la práctica del psicoanálisis es
compleja, es decir, que un cierto punto de vista teórico o metapsicológico no
fundamenta de por sí las reglas que se aplican en el ejercicio del psicoanálisis, la
teoría de la técnica y su aplicación en la práctica deben formar un todo
coherente. Estoy en total acuerdo con los autores en que las postulaciones de la
teoría de la técnica deben comprobar su validez y su efi-cacia a lo largo del
transcurso de los procesos analíticos y que las investigaciones sobre los
tratamientos deben a su vez validar o refutar las hipótesis teóricas aplica-das en
la práctica para poder llegar a una teoría de la técnica mejor fundamentada. De
ahí se desprende por qué el estudio crítico de procesos analíticos ha sido un in-
terés central de los autores. Para efectuar estas investigaciones han usado una
am-plia gama de métodos: Se destaca el estudio de un gran número de
protocolos (gra-bados o reconstruidos) de diálogos analíticos, efectuado no sólo
por equipos de ana-listas, sino también por científicos de campos afines al
psicoanálisis. Los autores también se apoyan en otros métodos, como son el
estudio de asociaciones libres y reflexiones del analista sobre la sesión, de las
opiniones de los mismos pacientes sobre protocolos de sus sesiones y de las
catamnesis. En nuestro medio, el método de investigación más utilizado es el
estudio de transcripciones de sesiones, muchas veces sin datos extensos de la
historia del paciente, a fin de descubrir la fantasía in-consciente operante en la
sesión y para ver la interacción en la transferencia-con-tratransferencia en el
aquí y ahora. El lector que tiene el privilegio de poder acom-pañar a los analistas
que exponen en este libro, en su trabajo clínico en sesión y también en sus
asociaciones y reflexiones posteriores, tendrá amplias oportunida-des para
confirmar o contrastar sus propias opiniones con las expuestas en este to-mo.
Además, le brinda la oportunidad de familiarizarse con otros enfoques de in-
vestigación menos utilizados en nuestro medio.
En el tomo sobre los fundamentos fue ampliamente expuesta la tesis central de
los autores, que consiste en la contribución activa del analista en el
establecimien-to y desarrollo del proceso analítico. Esta idea central está
constantemente en su mira en la presentación y discusión de los materiales
publicados en estos Estudios clínicos. De esta manera, el lector podrá examinar
su aplicación en la práctica ana-lítica. El diálogo analítico, en su interjuego de
asociaciones e interpretaciones, nos muestra el manejo que los analistas tratantes
dan a la situación terapéutica y a sus actitudes hacia el paciente.
Deseo exponer mis impresiones sobre la imagen del analista que surge a través
de la lectura de estos materiales clínicos y sobre la manera como él se concibe a
sí mismo en su rol analítico. Es un analista activamente participante en el
diálogo psicoanalítico. Se concibe no solamente como objeto de las
transferencias del pa-ciente y sujeto de su propia contratransferencia, sino
también como figura actual en las interacciones con su paciente, como la pareja
en una relación bipersonal. El lector es impulsado a reflexionar sobre su propia
concepción del rol del analista y tal vez se verá reflejado en esta imagen o podrá
tomar conciencia de la forma dife-rente en que concibe su rol y la actitud que
asume. La gran mayoría de los ana-listas de habla castellana están formados
tradicionalmente con un enfoque en el cual el proceso psicoanalítico transcurre
únicamente en el aquí y ahora de la trans-ferencia-contratransferencia. Los
materiales clínicos aquí presentados llevan a asu-mir un rol en cierto sentido
más amplio. El trabajo analítico que se muestra en es-tos diálogos también
transcurre en transferencia-contratransferencia, pero se destaca además el rol del
analista como persona real en la interacción actual y la influencia que ejerce
como tal sobre el paciente y sobre la génesis actual de todos los fenó-menos
psíquicos, incluyendo los síntomas. Mencionaré solamente algunos puntos que
clarifican más la aplicación en la práctica de esta ampliación del rol del analis-
ta: en ciertos momentos el analista comunica su contratransferencia al paciente,
por ejemplo, cuando el paciente no logra insight sobre los efectos de sus
comuni-caciones verbales y no verbales, sus afectos y actos sobre los que lo
rodean y sobre el analista (sección 3.4.1). El analista podrá admitir a supaciente
eventuales erro-res que cometió durante el curso del tratamiento y discutirlos
con él; en muchas oportunidades contestará las preguntas del paciente,
incluyendo algunas sobre su persona, ya que considera que el paciente puede
saber sobre él lo que conviene para el proceso terapéutico. Es un analista que
acepta ciertas variaciones del encuadre de acuerdo con las necesidades del
paciente y que toma muy en cuenta las ideas del pa-ciente sobre su tratamiento,
no solamente en el transcurso del mismo sino tam-bién en investigaciones
posteriores a éste. Además, brinda reconocimiento al pa-ciente en los momentos
en que lo considera oportuno, ya que piensa que una cre-ciente autoestima es
beneficiosa para el proceso terapéutico. Los roles en esta in-teracción bipersonal
son asimétricos, pero el analista mantiene esta asimetría en forma menos rígida
que lo usual en la técnica clásica. Más allá de comunicar sus interpretaciones en
ciertos momentos, también le hace partícipe, cuando lo estima oportuno, de
cómo surgió en él una interpretación específica, de sus raíces o, en otras
palabras, muestra cómo funciona su mente. Para muchos analistas de nuestro
ambiente, esta manera de enfocar la tarea analítica representa modificaciones en
las reglas aprendidas en el curso de la formación, las que se han vuelto parte
integral de su actitud en el manejo de los pacientes. Los autores discuten y
replantean, to-mando como punto de partida los ejemplos clínicos, las ventajas y
desventajas de muchos de los elementos de la actitud analítica, como son la
neutralidad, la absti-nencia, el anonimato, la espontaneidad, el manejo de
sistemas de valores, etc. Exa-minan detenidamente las consecuencias que cada
una de estos elementos tienen so-bre el desarrollo del proceso analítico.
Demuestran en detallados protocolos clíni-cos la eficacia terapéutica de las
modificaciones que introducen. Solamente estu-diando cuidadosamente estos
protocolos se puede apreciar hasta qué punto los auto-res son consecuentes con
su tesis central sobre la influencia del analista en el pro-ceso, no sólo como
figura de transferencia o como analista capacitado para utilizar su
contratransferencia como instrumento analítico, sino como pareja en un proceso
de interacción actual. Este rol doble del analista como persona real y como
objeto de la transferencia en su compleja interacción, surge claramente en estos
diálogos entre paciente y analista presentados en los presentes Estudios clínicos.
Según los autores, las modificaciones de ciertas actitudes del analista en el
proce-so analítico también se hacen necesarias por los resultados de
investigaciones em-píricas sobre protocolos de diálogos analíticos, por el
estudio crítico de evolucio-nes de tratamiento en períodos largos y por los
resultados de investigaciones ca-tamnésticas. ¿Qué es lo que efectúa el cambio
terapéutico en nuestros pacientes? Esta, a pesar de ser muy discutida en la
literatura, es una pregunta todavía abierta y que nos concierne a todos. Ampliar
nuestras ideas sobre la práctica analítica a la luz de la tesis central de los autores
anteriormente mencionada, no puede sino enri-quecer y ampliar nuestra
comprensión del proceso. El enfrentamiento crítico con las hipótesis de los
autores nos ayudará a clarificar, confirmar o modificar algunas de nuestras
posiciones que atañen al manejo técnico con nuestros pacientes.
Para Freud, curar e investigar estaban inseparablemente unidos. Pensaba que
con un sistema de reglas técnicas, el analista, en su rol de observador, podía
obtener da-tos no contaminados para ampliar el conocimiento de la psicología
profunda del ser humano. Los autores postulan que, dada la complejidad de las
interacciones en esta relación bipersonal que constituye el proceso analítico,
debe separarse esta unión de curar e investigar. La parte de investigación
correspondiente a la valida-ción de las hipótesis psicoanalíticas, y que sólo surge
como tarea fuera de la se-sión, después de la exploración de las conexiones
inconscientes con el paciente en la sesión, debe ser llevada a cabo con métodos
empíricos que puedan validar la téc-nica o llevar a modificarla ya que, como
dicen los autores, el paciente tiene el dere-cho a ser tratado por teorías
comprobables.
Este tomo fue concebido como un texto crítico de la práctica analítica y tiene fi-
nes eminentemente didácticos. Es muy afortunado que los autores incluyeran -
ade-más de materiales clínicos que ilustran los diferentes aspectos de temas de
la técni-ca- informes muy completos de casos de una variada gama de
diagnósticos. De es-ta rica colección de materiales clínicos, quiero destacar los
que tratan de casos con manifestaciones en el área psicosomática. De especial
interés es el énfasis que po-nen en el análisis de la imagen del cuerpo o esquema
corporal. Ilustran cómo éste se manifiesta en las más variadas formas en
comunicaciones verbales, en conductas preverbales y en sueños de pacientes con
cuadros psicosomáticos o hipocondríacos, entre otros. Los autores dan ejemplos
de cómo se reactiva en la relación bipersonal lo que llaman -parafraseando a
Freud- "la sombra del objeto que cayó sobre la imagen del cuerpo", y cómo se
maneja ésta en la interacción de la relación diádica. La amplia discusión teórica
del problema de la relación psique-soma, y de tantos otros tópicos, siempre con
la técnica del tratamiento en la mira y ejemplificando con ricos materiales
clínicos, son de gran valor para una enseñanza viva de la prác-tica analítica.
La excelente traducción del equipo a cargo de Juan Pablo Jiménez, quien conoce
a fondo el pensamiento de los autores, refleja fielmente el original.
Estoy segura de que esta valiosa contribución a la práctica analítica proveniente
del mundo psicoanalítico alemán suscitará un bien merecido interés en la
comuni-dad de analistas hispanoamericanos.
Bogotá, septiembre de 1989
Inga Villarreal
Registro y cifrado de pacientes
En la introducción discutimos los principios generales del cifrado. En la lista si-
guiente, las secciones que contienen información sobre la génesis de la
enfermedad o resúmenes del caso están destacadas en cursiva. Además, de la
lectura continuada de los ejemplos tomados de un mismo tratamiento, el lector
puede lograr una im-presión sobre los procesos terapéuticos respectivos.
Amalia X
2.4.2 La identificación con las funciones del analista
7.2 Asociación libre
7.7 Anonimato y naturalidad
7.8.1 Grabaciones magnetofónicas
9.11.2 Cambios
Beatriz X
8.3 Acciones interpretativas
9.2 Histeria de angustia
Catalina X
2.3.2 Envidia al hermano
Clara X
2.2.5 Transferencia negativa
4.6 Resistencia y principio de salvaguardia
7.5.1 Aspectos psicoanalíticos de las metáforas
8.1.2 Contener y conservar
8.5.3 División de la transferencia
8.6 Interrupciones
Dorotea X
8.5.5 Errores técnicos cotidianos
9.4 Depresión
Enriqueta X
9.5 Anorexia nerviosa
Erna X
2.1.1 Fomento de la "relación que ayuda"
2.2.1 Transferencia positiva moderada
7.4 Preguntar y responder
7.5.1 Aspectos psicoanalíticos de las metáforas
7.7 Anonimato y naturalidad
Francisca X
2.2.2 Transferencia positiva intensa
7.2 Asociación libre
7.8.1 Grabaciones magnetofónicas
Gertrudis X
2.2.4 Transferencia erotizada
Ingrid X
8.4 Actuar
Linda X
3.4.2 Contratransferencia agresiva
María X
4.4 Estancamiento y cambio de terapeuta
Nora X
4.1 Afectos desmentidos
Rosa X
3.4.1 Contratransferencia erótica
Susana X
6.2.1 Proveniencia socioeconómica
Ursula X
8.1.3 Reacción de aniversario
Verónica X
3.7 Identificación proyectiva
Arturo Y
2.1.3 Comunión e independencia
2.2.3 Deseos de fusión
3.5 Ironía
3.6 Reflexión narcisista y 'objeto-sí mismo'
4.5 Cercanía y homosexualidad
6.4 Financiamiento ajeno
6.5 Informe pericial y transferencia
7.1 Diálogo (hablar y callar)
7.4 Preguntar y responder
7.5.2 Interpretaciones lingüísticas
7.8.1 Grabaciones magnetofónicas
8.1.1 Arreglo horario
8.2 Historia vital, historial clínico e historia
 contemporánea: Una reconstrucción
8.5.2 Desmentida y angustia decastración
10.1. Interconsulta
10.2 Reflexiones filosóficas sobre el problema de la "buena
sesión"
10.3.1 La imagen de Dios como proyección
Bernardo Y
9.6 Neurodermitis
Conrado Y
7.8.1 Grabaciones magnetofónicas
9.11.3 Despedida
Cristián Y
4.3 El desgano como resistencia del ello
7.2 Asociación libre
9.3 Neurosis de angustia
9.3.1 Angustia de separación
9.3.2 Fase de terminación
9.3.3 Reconocimiento y sentimiento de autoestima
Daniel Y
2.1.2 Apoyo e interpretación
Enrique Y
7.8.1 Grabaciones magnetofónicas
8.5.4 Vínculo materno
Eric Y
3.2 Contratransferencia complementaria
3.3 Retroactividad y fantasear retrospectivo
5.1.1 Dismorfofobia y tortícolis espasmódica
5.2 Una serie onírica
5.3 Un sueño del síntoma - Reflexiones sobre la
psicogénesis
Federico Y
2.3.1 Redescubrimiento del padre
9.11.1 Retrospectivas de pacientes
Gustavo Y
4.2 Pseudoautonomía
7.5.1 Aspectos psicoanalíticos de las metáforas
Ignacio Y
3.1 Contratransferencia concordante
7.3 Atención parejamente flotante
Juan Y
3.7 Identificación proyectiva
Luis Y
6.1 Una primera entrevista
Martín Y
6.3 Los familiares
Norberto Y
7.6 Ciencia libre de valores y neutralidad
Otto Y
6.2.3 Adolescencia
Pedro Y
8.5.1 Repetición y traumatismo
Rodolfo Y
7.8.1 Grabaciones magnetofónicas
Simón Y
6.2.2 Delincuencia
Teodoro Y
8.4 Actuar
Víctor Y
6.2.1 Proveniencia socioeconómica
Introducción
Como lo expusimos en la introducción al primer tomo, los psicoanalistas alema-
nes tienen dificultades especiales para apropiarse críticamente de la obra de
Freud y para alcanzar independencia frente a ella. La pregunta de cómo la
generación más joven puede llegar a lograr una identidad profesional
independiente, es esencial para la comunidad psicoanalítica y su futuro. Por un
lado, la extraordinaria significa-ción de Freud y, por otro, el tipo de formación
psicoanalítica, han retrasado más de lo conveniente el cuestionamiento científico
de la teoría y de la práctica psicoanalí-tica de modo que la nueva generación ve
dificultado el logro de independencia.
En el tomo sobre los fundamentos expusimos nuestra posición teórica y la idea
directriz para la práctica clínica la tomamos de la obra de Balint, quien en su
psico-logía de dos y de tres personas coloca en el centro de la atención el aporte
del ana-lista al proceso terapéutico. A causa de los problemas generales
mencionados y de su versión alemana específica, tanto como por razones que
residen en el itinerario vital propio, hemos recorrido nuestro camino lentamente
y con retraso. Esto es es-pecialmente válido para el autor principal, quien a lo
largo de años de preparación y de trabajo ha depositado en los dos volúmenes de
este texto el producto final de su pensamiento y actuar profesionales. El último
impulso para ofrecer, a partir del punto alcanzado y mirando hacia el futuro, un
panorama crítico de la situación del psicoanálisis como teoría y práctica, lo dio
Merton Gill. El nos estimuló a dejar las vacilaciones de lado cuando opinó que,
después de todo, éramos lo suficiente-mente viejos y que, para tomar la
delantera con un buen ejemplo, deberíamos decir lo que pensamos.
Desde el momento en que desde hace años ponemos diálogos psicoanalíticos, y
con ello nuestro pensar y actuar terapéuticos, a disposición de los psicoanalistas
y demás científicos, podemos reclamar para nosotros el haber tomado la
delantera con este buen ejemplo. Nuestra manera de presentar los informes trae
consigo el que el analista tratante se exponga de manera especial a la crítica de
sus colegas.
En esto, la obligación de secreto médico impone obrar con el mayor cuidado. En
lo que sigue, exponemos cómo hemos tratado de solucionar los problemas relati-
vos a la discreción:
Ampliando las medidas de cifrado ideales, propuestas ya por Freud (1905a, pp.
7ss), hemos cambiado todo aquello que pudiera permitir al lector la
identificación de un paciente. Sin embargo, el cifrado no puede ir tan lejos como
para que el pa-ciente mismo no pueda reconocerse en el caso de que este libro
llegara por casua-lidad hasta sus manos. La verdad es que no excluimos
totalmente el que el ex pa-ciente afectado deba también esforzarse algo en
descubrir su propia persona. Y esto porque los cambios efectuados en todos los
datos externos así como la reproduc-ción unilateral, restringida precisamente
sólo a problemas determinados, con los cuales el paciente estaba poco
familiarizado y de regla tampoco conocidos por su medio ambiente personal,
conducen a un peculiar extrañamiento. En vista del ali-vio que esto significa
para la discreción médica, este extrañamiento nos es bienve-nido.
Los datos del historial de vida, en cuyo cifrado seguimos el principio de la susti-
tución analógica, son citados en la medida de su relevancia para la comprensión
de lo acontecido en el tratamiento. Es un error muy extendido el creer que en
una psi-coterapia llega a manifestarse toda la persona. De hecho, aquello que
predominante-mente es traído a colación son los puntos débiles, los problemas y
sufrimientos. Sin los otros aspectos, los aspectos de vida libres de conflicto, que
aquí no se mencionan porque no son el objeto primario de la terapia, se origina
un cuadro dis-torsionado de la personalidad del analizando. Así como bajo el
punto de vista del cifrado nos es bienvenido que los pacientes comuniquen un
cuadro unilateral de sí mismos, las más de las veces negativo y que sólo el
analista suele conocer, desde el punto de vista de la técnica de tratamiento nos
parece esencial reflexionar sobre este hecho.
Hemos pensado mucho sobre el tipo de codificación de los pacientes. Ninguno
se ha mostrado totalmente satisfactorio. Cualquier distintivo agregado a un
seudó-nimo le da a una característica un peso especial. Por otro lado, tampoco
queremos endosar a nuestros pacientes un número. Por eso, elegimos nombres
de pila como seudónimos y -apoyándonos en la determinación cromosómica del
sexo- caracteri-zamos a las mujeres con una X y a los hombres con una Y. La
diferencia de sexos es el fundamento natural, biológico, de las biografías
femeninas y masculinas, no importando lo significativo que puedan ser las
influencias psicosociales sobre los roles sexuales y sobre los sentimientos de
identidad. Este tipo de anonimato expre-sa la tensión existente entre la
singularidad de la persona y su dotación biológica, que hace al individuo un ser
genérico y sexuado. Esperamos que nuestro lector se pueda familiarizar con el
sistema de codificación, que sólo pretende facilitar la tarea de encontrar los
segmentos de tratamiento pertenecientes a los respectivos casos, mediante el
registro de pacientes.
Este tomo práctico no habría podido salir a la luz sin el consentimiento de nues-
tros pacientes para protocolizar en una u otra forma las conversaciones
terapéuti-cas, y para examinar y publicar estos protocolos después de un
escrupuloso cifra-do. Muchos pacientes unen su asentimiento a la esperanza de
que la discusión deta-llada de los problemas técnicos vaya en provecho de
futuros enfermos que se some-tan a una terapia psicoanalítica. Algunos
pacientes han comentado ciertos pasajes del tratamiento que los atañe. Por estas
tomas de posición estamos especialmente agradecidos.
Esta buena disposición representa un cambio afortunado en el clima social y cul-
tural, al que el psicoanálisis también ha contribuido. A lo largo de los últimos
decenios, muchos pacientes nos han hecho llegar a la conclusión de que, hoy en
día, Freud no seguiría teniendo buenas razones para suponer que los pacientes
trata-dos por él no habrían hablado "si sospecharan que sus confesiones podrían
ser ob-jeto de un uso científico" (Freud 1905e, p.7). No cabe ninguna duda de
que el psi-coanálisis atraviesa por una fase de desmitificación. No es ninguna
casualidad el que pacientes empiecen a informar sobre sus análisis y, más o
menos al mismo tiempo, un amplio público reciba, directamente con voracidad,
aquello que anti-guos analizados de Freud comunican sobre su práctica. La
literatura sobrela prácti-ca de Freud crece y muestra que Freud no era
freudiano. Las relaciones espirituales y sociales han cambiado de tal manera en
los últimos decenios, que también anali-zados -sean pacientes o aspirantes a
analistas que se someten a análisis didáctico- de una u otra forma informan
sobre sus experiencias. En esto se toma en serio la antigua sentencia: "y que se
escuche a la otra parte" (audiatur et altera pars). Redu-cir tales fragmentos
autobiográficos, de calidad literaria diferente, a afrentas sufri-das, a una
transferencia negativa no elaborada o a un exagerado exhibicionismo o
narcisismo, es tomar las cosas muy a la ligera.
La mayoría de las reservas frente al uso de aparatos de grabación y frente al aná-
lisis de transcripciones no viene de los pacientes sino de los terapeutas. Entre
tan-to, es algo ampliamente aceptado que la investigación en proceso terapéutico
debe dirigirse especialmente hacia aquello que el terapeuta aporta al curso, al
éxito o al fracaso del tratamiento.
Las cargas surgidas en la discusión clínica y científica, no tocan a los pacientes
anónimos, sino al analista tratante cuyo nombre no puede ocultarse en los
círculos de especialistas.
Estos cambios hacen más fácil que la presente generación de psicoanalistas
cum-pla con sus obligaciones, que no sólo ha contraído con el paciente
individual, sino también con la ciencia. Los beneficios del esclarecimiento y de
las generalizacio-nes fundamentadas científicamente deben ir, así lo reivindica
Freud, en provecho de todos los enfermos.
La comunicación pública de lo que uno cree saber acerca de la causación y la
en-sambladura de la histeria se convierte en un deber, y es vituperable cobardía
omi-tirla, siempre que pueda evitarse el daño personal directo al enfermo en
cuestión (Freud 1905e, p.8).
Bajo daño personal, Freud entiende aquí un daño que pudiera originarse por
descui-dos en el cifrado de comunicaciones confidenciales.
A causa del sigilo médico y del necesario cifrado, a menudo no podemos ofrecer
ningún pormenor sobre el historial clínico. Sin embargo, el lector podrá deducir
de los ejemplos que la mayoría de nuestros pacientes sufren de síntomas graves
y cró-nicos, y que los hemos seleccionado dentro de un amplio espectro
nosológico. Los malestares corporales funcionales son una manifestación que
frecuentemente acom-paña el sufrimiento anímico. Varios ejemplos vienen de
psicoanálisis de pacientes con padecimientos somáticos cuya simultánea
causación anímica pudo ser demos-trada como probable.
La controversia de los pacientes con la técnica psicoanalítica ha contribuido a
que nuestra práctica haya cambiado en los últimos decenios. Presentamos histo-
riales clínicos e informes de tratamiento que se han originado dentro de un lapso
de más de 30 años. En muchos casos pudo probarse la eficacia de la terapia
psicoana-lítica en catamnesis a largo plazo.
Queremos destacar la significación de los ejemplos con el aforismo de Wittgen-
stein:
Para fijar una práctica no bastan reglas, sino que se necesitan ejemplos. Nuestras
reglas dejan abierta una puerta trasera y la práctica debe hablar por sí sola (1984,
p.149).
La práctica psicoanalítica tiene muchos rostros, que tratamos de bosquejar a
través de ejemplos típicos. Tomas instantáneas desde cerca ejemplifican el punto
neurál-gico, es decir, el foco. Para lograr sinopsis de procesos terapéuticos que
se extien-den a lo largo de un lapso mayor, es necesario recurrir a la perspectiva
aérea. Para poder ver fenómenos, escuchar palabras, leer textos y entender las
conexiones del vivenciar y del pensar humanos, se necesitan puntos de apoyo y
de orientación. En lo grueso, éstos pueden encontrarse en el tomo sobre los
fundamentos. En lo parti-cular, el lector del diálogo se puede informar
teóricamente a través de las reflexio-nes y comentarios que fueron agregados a
los diálogos. Llamamos reflexión y co-mentario a anotaciones hechas al texto
que se encuentran en una relación de cerca-nía variable con el intercambio
verbal. Con ello, creemos facilitar el entendimien-to del correspondiente foco
terapéutico, aun cuando éste no sea propiamente nom-brado como tal. Las
reflexiones vienen siempre del analista tratante, que así hace participar al lector
en el trasfondo de sus pensamientos. En general, los comen-tarios fueron
agregados por nosotros. Naturalmente, entre reflexión y comentario hay
transiciones fluidas.
Hemos colocado en este volumen las adiciones que se refieren a la doctrina psi-
coanalítica general y especial de la patogénesis, para facilitar al lector la
subordi-nación de los ejemplos. Los agregados teóricos al primer tomo y el
amplio espec-tro diagnóstico del que hemos sacado una rica tipología de
procesos terapéuticos condujeron a la considerable extensión de este volumen.
Mediante las siguientes indicaciones quisiéramos facilitar la orientación al
lector:
Con la excepción de los capítulos 1, 9 y 10, ambos tomos se corresponden en
relación con los temas principales. El tomo teórico y el práctico están de tal
mane-ra relacionados que, en los capítulos y numerosas subdivisiones, el lector
se puede familiarizar con los fenómenos técnicos que desarrollamos en el tomo
sobre los fundamentos en una perspectiva histórica sistemática. El uso paralelo
facilita la al-ternante consideración de aspectos prácticos y teóricos. Por
ejemplo, un lector que se ha informado clínicamente sobre el manejo terapéutico
de una resistencia de identidad en una anorexia nerviosa crónica, encontrará las
explicaciones teóricas en el lugar correspondiente del tomo primero sobre los
fundamentos (sección 4.6).
La decisión de preparar dos volúmenes, a causa de la extensión del texto, y de
ajustar la estructura del tomo práctico con la del tomo de los fundamentos, tiene
la desventaja de que fenómenos que forman un conjunto y que aparecen unidos
en la situación analítica, deban ser separados por razones de presentación. Por
ejemplo, resistencia y transferencia a menudo se sustituyen mutuamente de
manera rápida y en relación recíproca. Pero, para poder hablar sobre algo es
necesario identificarlo, es decir, llamarlo por su nombre. En acuerdo con la
aclaración teórica y conceptual del primer tomo, ofrecemos en este tomo clínico
ejemplos sobre lo que se entiende bajo tal o cual forma de transferencia o de
resistencia. Las múltiples subdivisiones sólo proveen una orientación gruesa. En
el índice de materias se ofrece una gran cantidad de referencias cruzadas que
facilitan el hallazgo de conexiones entre los fe-nómenos.
Hemos escogido ejemplos concisos de análisis de 37 pacientes, 20 hombres y 17
mujeres. A continuación de esta introducción se encuentra la lista de los
seudóni-mos que hemos dado a los pacientes. Las cifras y títulos destacados en
cursiva de-signan pasajes con información acerca de preguntas generales sobre
el curso de la enfermedad y del tratamiento de los respectivos casos. En total, en
este libro se ha documentado la evolución de 14 casos. En los casos restantes,
los transcursos es-tán de tal modo implícitos, que el lector los puede reconstruir
parcialmente. Sin embargo, su presentación está primariamente al servicio de la
ilustración de con-ceptos esenciales de la teoría de la técnica.
Indicaciones sobre frecuencia o duración del tratamiento, o sobre si la terapia
fue llevada a cabo en diván o frente a frente, las damos cuando a estos factores
les compete una significación especial o cuando se trata de determinados temas
referen-tes a la apertura y terminación de una terapia.
En la reproducción de los diálogos, utilizamos para el analista la primera
persona del singular, aun cuando este rol en la realidad haya sido cumplido por
distintas personas. De manera general, hablamos indistintamente de analista o de
terapeuta.
Las denominaciones análisis, psicoanálisis y terapia, las utilizamos como sinó-
nimas. Muchos de nuestros pacientes no hacen diferencia alguna entre terapia y
análisis. Algunos conservan en este sentido su ingenuidad. En el primer tomo
nos extendimos sobre la discusiónacerca de las diferencias dentro de un amplio
espec-tro que se puede jalonar a través de los supuestos y reglas de la teoría
psicoanalíti-ca. De lo que aquí se trata es de compenetrarse de los caminos que
realmente han sido recorridos por las terapias psicoanalíticas, con lo cual
aludimos a la visionaria publicación de Freud (1919a) Caminos de la terapia
psicoanalítica.
También en este tomo utilizamos el masculino genérico y nos referimos a las, o
los, pacientes como a un grupo de personas que padecen y a las, o los, psicoana-
listas como a personas que procuran aliviar y curar mediante su competencia
profe-sional.
Tratamos de acercar lo más posible al lector al diálogo psicoanalítico y creemos
que, desde la reproducción frecuentemente literal del texto, el alma habla
totalmen-te, a diferencia de lo afirmado por Schiller: "Habla el alma, así habla,
ah, ya no más, el alma." En vez de esto, nos apoyamos en Wilhelm von
Humboldt y aplica-mos al individuo lo que él dijo de los pueblos: "Su lenguaje
es su espíritu y su es-píritu es su lenguaje - nunca se los podrá pensar como
suficientemente idénticos."
1
1 Historiales clínicos e informes de tratamiento
Consideraciones previas
La crisis de la teoría del psicoanálisis, que destacamos en el capítulo primero del
primer tomo, tiene también efectos inevitables en la práctica. Además, en los úl-
timos años ha quedado en evidencia que la aplicación a la terapia psicoanalítica
de perspectivas teóricas orientadas a la acción, trae consigo una nueva
valoración de muchos conceptos relevantes para la práctica. En especial, es
esencial hacer la dife-rencia entre la teoría de la génesis, esto es, la explicación
causal de las enfermeda-des psíquicas y psicosomáticas, y la teoría del cambio
terapéutico.
En el encabezamiento "historiales clínicos e informes de tratamiento", se man-
tiene la tensión que caracteriza la relación entre teoría de la génesis y teoría del
cambio en la obra de Freud.
Nuestro camino de vuelta a Freud nos conduce, en la primera sección de este
capítulo, a despedirnos de la idea de que sus historiales clínicos cogen ambos
cabos de esta tensión de manera satisfactoria para la ciencia. A la famosa
afirmación de la unión inseparable le hace mucha falta una nueva versión. Si se
toma en serio la significación que tiene la teoría del trauma acumulativo para la
estructuración de la situación terapéutica, es decir, si se considera que la
configuración de ésta puede contribuir a una repetición y, por ende, a un
reforzamiento del trauma original, se abre un prometedor nuevo comienzo para
la fundamentación de la terapia psico-analítica.
En el intento de aplicar criterios científicos a la redacción de historiales clínicos
y de informes de tratamiento, se hace necesario ensayar distintas formas de
presen-tación. Desde hace cerca de treinta años estamos abocados, con muchos
otros ana-listas, en la empresa de transmitir el diálogo psicoanalítico de la
manera más fiel posible. En este capítulo, en las secciones 1.2 y 1.3, señalamos
las estaciones in-termedias de un recorrido que en los capítulos posteriores
2
ilustramos a través de ejemplos. Entretanto, nos hemos topado con tierras
vírgenes. Las grabaciones magnetofónicas han hecho actualmente posible
acercarse bastante al diálogo psico-analítico y hacerlo confiablemente accesible
para un tercero. A causa de la signifi-cación de este medio técnico para la
formación, perfeccionamiento e investigación, en la sección 1.4
familiarizaremos al lector con una controversia que se arrastra desde hace ya
tiempo, y a cuya superación esperamos contribuir con los ejemplos que
presentamos en la sección 7.8.
1.1 De vuelta a Freud con la vista en el futuro.
Los historiales clínicos constituyen una introducción especialmente buena a la
obra de Freud. Jones destaca que el caso Dora -el primero de los historiales clí-
nicos ejemplares después de Estudios sobre la histeria-,
[sirvió] por años como modelo para los candidatos de psicoanálisis, y aunque
desde entonces nuestros conocimientos han progresado bastante, su lectura, aún
hoy en día, es igualmente interesante como antes. Para mí, fue el primero de los
trabajos postneurológicos de Freud con cuya publicación me topé, y recuerdo
bien lo profundamente que me impresionaron la evidente intuición y la
observación de los más mínimos detalles. He ahí un hombre quien no sólo
escuchaba con pre-cisión cada palabra de su paciente, sino uno para quien cada
jota de una expresión era igualmente determinante y presuponía un contexto, del
mismo modo que un fe-nómeno físico (1962, pp.306s).
Es aún más interesante que Erikson (1962) haya hecho evidentes, precisamente
en este caso, serias debilidades en la concepción etiológica y terapéutica (véase
tomo 1, 8.6). Su discurso como presidente de la Asociación Psicoanalítica
Americana marcó el inicio de una crítica creciente, tanto a las explicaciones
etiológicas de Freud en los historiales clínicos, como también a su técnica en los
informes de tratamiento. En vista de la marea ascendente de publicaciones
referentes al tema, Arlow (1982) manifestó su extrañeza sobre esta ligazón a
objetos pasados. De ma-nera breve y concisa, recomendó que nos despidiéramos
de las amistades juveniles, que entonces prestaron un buen servicio, que las
dejáramos gozar de un merecido descanso y que pasáramos a preocuparnos de
problemas actuales.
3
Por de pronto, es sin duda esencial, no sólo dar el finiquito a las amistades de ju-
ventud con Ana O., con Juanito, con Dora, con el presidente del senado
Schreber, con el hombre de las ratas y con el hombre de los lobos, sino también
el cómo, esto es, bajo qué condiciones, se llegue a cada una de estas
conclusiones. El ins-tituto de formación es quien hace de intermediario en estas
amistades, y a través de ellas familiariza a los candidatos con la obra de Freud,
como terapeuta, científico y escritor.
Al escribir este libro hemos vuelto a nuestras amistades de juventud y hemos
profundizado en algunos de los grandes historiales clínicos de Freud. Aun
cuando sea también cierto aquello de que lecturas repetidas ofrecen nuevos
descubrimien-tos, sólo con algunas reservas de interpretación podemos estar de
acuerdo con el llamamiento de Lacan (1975, p.39): "Volver a Freud". En el
camino de vuelta no volvemos a encontrar a nuestras amigas y amigos de
juventud con la misma figura que tenían entonces, cuando nos salieron al
encuentro, cuando nos entusiasmamos con Katharina o con Juanito. La luz bajo
la cual hemos visto los historiales clíni-cos de Freud ha sido cada vez algo
distinta y, debe decirse, a menudo nos ha pre-ocupado poco la manera cómo el
autor mismo entendió su texto. Finalmente, no fue sólo Freud quien nos
introdujo en el amor al psicoanálisis, sino también lo hi-cieron padres
espirituales, que hacían propaganda a su propia manera de ver las co-sas. ¿En
quién podemos entonces confiar en nuestra vuelta a Freud, de tal modo que las
ideas se infundan de nueva vida y que apunten hacia el futuro, como, por
ejemplo, se lo representan Arlow y Brenner (1988), y también Michels (1988),
en sus recomendaciones para reformar la formación psicoanalítica?
En vista de la magnitud de la obra y de la tarea propuesta, se debe decidir qué
partes pertenecen al pasado, y no confiarse en un solo individuo -aunque tenga
la significación de Rapaport (1960), quien se atrevió a denunciar la supuesta
longevi-dad de conceptos psicoanalíticos esenciales-. ¿A qué intermediario
debemos pues dirigirnos en esta tarea hermenéutica? Aunque Hermes no haya
sido el padre etimo-lógico de la hermenéutica, participó sin embargo como
mensajero y traductor entre dioses y hombres en el intercambio y
transformación de este mundo, no dejando en esto nunca de lado su ganancia
personal. Lo mismo sucede con los intérpretes, cuando se esfuerzan en hacer
justicia a la obra de Freud sin perder de vista sus propios intereses. No sólo los
psicoanalistas prácticos viven, literalmente, de la herencia de Freud. Lo mismo
vale para muchos autores que hacen deeste legado el objeto de sus críticas.
¿Qué pasa con la apropiación como una forma especial de traducción? Desde
que Brandt (1977) aplicó el juego de palabras "traduttore: traditore" a la
Standard Edi-tion, Strachey se convirtió, de "traductor", en un "traidor" y, desde
4
que apareció el provocador libro de Bettelheim (1982), cundió la inseguridad.
La difícil situación en que quedaron los psicoanalistas angloamericanos, que
confiaban en la Standard Edition, después de las críticas hechas a la traducción
de Strachey por Bettelheim (1982), Brandt (1961, 1972, 1977), Brull (1975),
Ornston (1982, 1985a, b), Ma-hony (1987) y Junker (1987), no podría haber
sido mejor descrita que con el iró-nico encabezamiento de Wilson (1987):
¿Inventó Strachey a Freud? La respuesta cae por su propio peso.
La crítica injustificada, y muy exagerada, a la admirable obra de Strachey ha
desplazado en los últimos años la discusión hacia puntos secundarios y distraído
la atención de las verdaderas razones de la crisis del psicoanálisis. Por
consiguiente, es más que ingenuo querer solucionar con la ayuda de una nueva
traducción la crisis originada por la crítica a la Standard Edition. Junto a la
comprobación de fallas y errores de sentido, sobre los que muchos autores han
llamado adecuadamen-te la atención, en la crítica a la Standard Edition se trata
de la pregunta hermenéu-tica acerca de la distorsión de la obra por la traducción
de Strachey. En compara-ción con ésta, la comprobación de fallas en
traducciones de sentido es cosa senci-lla. Las dificultades son más
fundamentales, desde el momento en que la herme-néutica, es decir, la doctrina
de la exégesis de textos, no nos ofrece ninguna regla a la que podamos
agarrarnos, al modo de una cuerda segura durante un difícil escala-miento de
montaña. Con Schleiermacher partimos de la base de que es posible, por lo
menos, "colocarse parejamente en los lados objetivo y subjetivo del autor"
([1838] 1977, p.94). Esta "nivelación con el autor" es uno de los requisitos para
la exégesis de un texto y para, finalmente, poder entender mejor que el autor
mismo el objeto del texto (véase Hirsch 1976, pp.37ss; además, tomo 1, p.24).
Schleier-macher planteó así la tarea : "primero, entender el discurso tan bien
como su autor, después mejor que él" (p.94). Cada lectura enriquece nuestros
conocimientos pre-vios y nos coloca en una situación para entender mejor.
Schleiermacher agrega: "sólo frente a lo trivial nos contentamos con lo
entendido de golpe" (p.95).
Es algo muy natural que al leer los informes de tratamiento de Freud apliquemos
nuestras propias experiencias como medida de comparación, lo que hace que a
lo largo del tiempo vaya creciendo la seguridad de entender el objeto del
psicoanálisis mejor que su propio fundador. El incremento en conocimientos
acerca del objeto, en nuestro caso en conocimientos técnicos, se alimenta desde
muchas fuentes. La confrontación crítica con los informes terapéuticos de Freud
ha creado una distancia que hace que hoy en día miremos a nuestras amistades
juveniles de entonces con otros ojos. A través de ello se han estimulado las
experiencias propias, de modo que psicoanalistas creativos han conquistado
5
aspectos nuevos y distintos del ob-jeto, con lo que se han conseguido cambios
en la terapia y en la teoría.
Con la mirada puesta en muchos psicoanalistas y en otros intérpretes de Freud, a
quienes mucho debemos en nuestros estudios de Freud, quisiéramos animar al
lec-tor a identificarse, sin compromiso, con nuestra exégesis. Con los dos
volúmenes de este libro, creemos haber cerrado un amplio círculo en torno a los
fundamentos de la teoría psicoanalítica y a su eficacia como terapia, de tal modo
de haber fun-dado un sólido punto de partida. En el intento de entender la crisis
actual del psico-análisis a partir de la obra de Freud y de su recepción por el
movimiento psicoana-lítico y, más aún, todo esto contra el fondo de la historia
de las ideas, es mucho lo que se pone en juego. Puesto que somos conscientes de
que se trata de un proble-ma de gran trascendencia, hemos vacilado largamente
antes de comprimir nuestra exégesis en pocas frases. La gran idea de Freud fue
reunir en una unión inseparable (Junktim) el método interpretativo inventado por
él -como influjo terapéutico so-bre pacientes aquejados de dolencias psíquicas-,
con la investigación de las cone-xiones causales, esto es, con la génesis de las
enfermedades psíquicas y psicosomá-ticas.
Sin embargo, si para la verificación de las conexiones causales se exige que los
datos sean independientes de la influencia que ejerce el terapeuta, la terapia
destruye la ciencia. Por otro lado, en tanto se exiga esta independencia al
investigador, cre-yendo poder abstenerse de cualquier tipo de sugestión y así
poder llegar a datos libres de contaminación sólo a través de interpretaciones, se
arruina la terapia, sin ganancia para la teoría explicativa. Pues, obviamente, el
analista que interpreta in-fluencia la terapia a su manera, aun cuando sus
interpretaciones aparezcan orien-tadas sólo a llamar por su nombre los aspectos
inconscientes y hasta ahora desco-nocidos de la conducta del paciente, y a
hacerlos accesibles la reflexión.
De este modo, la unión inseparable de Freud contiene un dilema que pasó en
gran parte desapercibido, porque su tenor sugiere que la observancia de las
reglas sirve de igual manera a la terapia y a la investigación. La magia de esta
sentencia tuvo por muchos decenios una fuerza tranquilizadora y,
aparentemente, solucionaba simultáneamente los problemas terapéuticos y
científicos del psicoanálisis.
Con la contraposición entre historiales clínicos e informes de tratamiento, es
posible ver de manera ejemplar que la reconstrucción científica de la génesis de
las enfermedades psíquicas y psicosomáticas (en el historial clínico) sigue otros
cri-terios que la exposición de informes de tratamiento, que tienen como
objetivo fundamentar la teoría de la terapia y las condiciones para la curación.
En la sección 10.5 del tomo primero fundamentamos en detalle las
6
consecuencias que tiene el desacoplar la unión inseparable y liberar al analista
de una permanente sobreexi-gencia.
Repetimos la frase final del tomo primero: la teoría de la técnica de Freud exige
distinguir "los siguientes componentes independientes: curación, obtención de
nuevas hipótesis, prueba de las hipótesis, exactitud de las explicaciones, y
utilidad del conocimiento" (p.428).
En relación con la teoría de la terapia y su prueba, hacemos totalmente nuestra la
opinión de Lorenzer:
El comprender y entender psicoanalíticos se aplican al cambio en los designios
prácticos para el dolor del paciente; la teoría psicoanalítica pone en conceptos
estas experiencias dolorosas y el trato con el dolor. El psicoanálisis es pues una
teoría de la actitud terapéutica frente al dolor (1986, p.17; la cursiva es nuestra).
Si aceptamos que el objeto de conocimiento del psicoanálisis es el ser humano
que sufre, no basta asentar este objeto entre la sociología y la neurofisiología,
pues en este caso se precisa la colaboración de todas las ciencias que tengan algo
que decir sobre el ser doliente. En psicoanálisis, no sólo la investigación
interdisciplinaria va de mal en peor, sino que muchos psicoanalistas han
levantado el argumento de-fensivo del carácter "flotante" del psicoanálisis, del
hecho de que éste no deja casi ningún terreno científico vecino sin tocar. El
psicoanálisis no se sienta entre las sillas ni tampoco flota sobre ellas; con mucha
menor razón se puede pretender hacer de la metapsicología un techo universal
que cubra el conjunto de las aplica-ciones del método psicoanalítico. En vez de
eso, de lo que se trata es de lograr una posición metodológica propia para luego
cooperar con los vecinos, que como psi-cólogos, sociólogos, filósofos,
lingüistas, etc., trabajan en temas relevantes para el psicoanálisis. De la
definición de Lorenzer se colige, por ejemplo, que sería im-portante llegar a
métodos adecuados para la determinaciónde los cambios. Tales indagaciones
pertenecen a la teoría de la terapia, que, a su vez, plantea otras pre-guntas que la
teoría de la etiología de las enfermedades psíquicas y psicosomáticas.
Nuestro estudio de las fuentes nos ha convencido de que Freud luchó toda su
vida con el dilema anteriormente descrito, cuya solución está aún pendiente. Son
mu-chas las cosas que se pueden descubrir en la obra de Freud, por eso
volvemos siem-pre enriquecidos del reencuentro con ella. Sin embargo, la
ventaja que Freud mis-mo le otorga al cumplimiento de la unión inseparable nos
parece totalmente insu-ficiente en lo que atañe a la investigación que tiene por
objeto la verificación de las hipótesis. Durante decenios, la práctica se ha
llevado a cabo de una manera que estanca las posibilidades terapéuticas y
científicas del método psicoanalítico. Para las teorías explicativas fue más que
7
desgraciado que se las casara con la metapsico-logía. De este matrimonio
resultaron muchos constructos de pseudociencia natural, que han dificultado la
exploración de nexos causales que tienen que ver con la teoría explicativa del
psicoanálisis. Nos parece convincente la interpretación de Grünbaum de que la
exploración de conexiones causales en la génesis de enferme-dades psíquicas y
psicosomáticas no está unida a puntos de vista metapsicológicos. Es claro que la
investigación causal no puede consistir en transportar fenómenos clínicos a una
terminología metapsicológica. Fara y Cundo (1983, pp.54s) han demostrado en
un ingenioso estudio que en todas las obras de Freud se mezclan distintos
planteamientos, aun cuando la proporción de la mezcla entre los modelos
metapsicológicos y el arte interpretativo, esto es, la hermenéutica, sea distinta
cada vez.
En el primer tomo hemos explicado en detalle que, probablemente, fue el monis-
mo materialista de Freud, que marcó la metapsicología, el que provocó errores y
confusiones. Con la afirmación de que Freud sucumbió bajo un
"automalentendido cientificista", Habermas no sólo desestimó, a través del
encadenamiento poco feliz con la metapsicología, la significación de la
investigación causal en psicoanálisis, sino que además gravó la práctica
terapéutica con una hipoteca que hemos detallado en otra parte (Thomä y cols.,
1976), hipoteca que ha sido incluso aumentada por Lorenzer. Por medio de un
cambio en la denominación, estos influyentes autores han colocado el vino viejo
en odres nuevos provistos de impresionantes etiquetas. Los puntos de vista
metapsicológicos, bajo el alero de la metahermenéutica o de la hermenéutica
profunda, no sólo siguen viviendo, sino que, por primera vez en la historia del
psicoanálisis, pueden ahora influir en la práctica sin que se note; y esto porque
son traídos a colación directamente en conexión con el proceso interpreta-tivo.
Ni Habermas ni Lorenzer parecen haberse dado cuenta que gran parte de la
metapsicología vuelve así a su punto de partida, es decir, a las "hipótesis
neurofi-siológicas" de aquel entonces que Freud "psicologizó", para decirlo en el
lenguaje de Bartels (1976).
La verdad es que frente al "automalentendido" es ahora necesario hacer algunas
diferenciaciones. No todos los casos de ignorancia de un autor son del mismo
tipo. Freud no podía tener un cuadro claro de todas las implicaciones de la
aplicación terapéutica y científica del método inventado por él. En esa medida,
su obra sufre el mismo destino de todos los descubridores y autores de un rango
digno de ser registrado por la historia de las ideas, cual es que los investigadores
que lo siguen captan mejor algunas cosas que el fundador, descubridor o autor
mismo. En cuanto nos hemos podido familiarizar con la literatura pertinente, no
existe argumentación convincente que justifique la subversiva tesis del
8
automalentendido. El mismo Habermas debe admitir que el analista se apoya en
sus interpretaciones sobre teo-rías explicativas.
Es especialmente urgente introducir los puntos de vista de las ciencias sociales
en la investigación psicoanalítica, algo en lo que también hacemos hincapié en
la introducción al capítulo 2. Con ello, el psicoanálisis podría conseguir una
funda-mentación científica que le permitiría salir de la polarización entre arte
inter-pretativo y explicación. En todo caso, nosotros nos contamos dentro de los
her-meneutas para quienes la validación de sus interpretaciones constituye el
precepto máximo. Hablamos de una tecnología hermenéutica autónoma porque
queremos destacar que el arte interpretativo psicoanalítico está obligado a la
validación, que también debe considerar la pregunta de las conexiones causales.
En el mismo sen-tido argumenta Hirsch (1967, 1976), cuyo entendimiento de la
hermenéutica está marcado por un sobrio pragmatismo. Es sorprendente que la
obra de Hirsch haya sido hasta el momento apenas tomada en cuenta en la
literatura angloamericana por los autores que se inscriben dentro de la
orientación hermenéutica. Tan sólo Ru-bovits-Seitz (1986) ha aceptado
recientemente que Hirsch representa una con-cepción hermenéutica muy
exigente con la fundamentación de las interpretaciones.
En resumen, se podría decir que la nueva versión de la unión inseparable no sólo
es útil a la investigación, sino que también posibilita innovaciones en la práctica
psicoanalítica. El descubrimiento de nuevos aspectos de la transferencia y de la
contratransferencia es ya un efecto acompañante de la comprensión psicosocial
de la situación analítica. Hacer diferenciaciones claras no es sólo algo esencial
para la investigación cuya meta es la verificación de hipótesis, de importancia
creciente en nuestros días, sino también adecuado para allanar el camino a
nuevas hipótesis. El aserto de Freud de la unión inseparable pertenece a una fase
de casi todos los tra-tamientos en la que analistas ocurrentes descubren
conexiones psíquicas. Hoy en día es mucho más difícil descubrir algo
verdaderamente nuevo, y formularlo de tal manera que las exigencias actuales
de la investigación en verificación de hipótesis puedan ser satisfechas.
Se necesitan esfuerzos conjuntos para llevar el paradigma de Freud a una fase de
ciencia normal. Por cierto, no se puede esperar que los filósofos solucionen
nuestros problemas empíricos. No obstante, no nos cabe la menor duda de que el
estudio de diálogos psicoanalíticos extensos hecho por filósofos tendría efectos
más provechosos que la crítica epistemológica a la obra de Freud. Sin
menoscabo de la significación de la autorreflexión en la terapia, después de la
lectura de algu-nos protocolos de sesiones grabadas magnetofónicamente,
Habermas no habría he-cho del psicoanálisis apenas algo más que una pura
ciencia de la reflexión. A su vez, Ricoeur podría comprobar que los
9
psicoanalistas también observan. Final-mente, Grünbaum podría verse
confirmado en su idea de que los psicoanalistas buscan conexiones causales
relevantes, y habría quizás incluso descubierto que los psicoanalistas hoy en día,
al partir de los factores que mantienen los síntomas tantean en el pasado con más
cuidado que el mismo Freud. Por otro lado, la opi-nión de Grünbaum de que el
influjo del analista conduce a una contaminación inextrincable de los datos, no
se sostiene. Los diálogos presentados en este tomo permiten distinguir, por
ejemplo, distintos grados de sugestión. La verdad es que aún falta dar los pasos
exigidos por Meehl (1983) en el registro del gran espectro que va desde la
manipulación hasta la sugestión, en el sentido de sugerencia, pasando por la
persuasión burda. Por su parte, en la técnica interpretativa analítica los aspectos
sugestivos se hacen objeto de reflexión conjunta, con el fin de neutralizar las
dependencias. Es sorprendente que Grünbaum (1985) no haya lla-mado la
atención sobre tales útiles aplicaciones de su indagación epistemológica sobre el
concepto de placebo. Y esto porque él demuestra que el entendimiento de los
factores eficaces característicos e incidentales, en su relación con el conjunto de
síntomas cuyo cambio constituye la meta (Zielsyndrom)de la terapia, depende
de la correspondiente teoría de la terapia. Sin querer retomar la discusión del
primer tomo (cap. 8) sobre los medios inespecíficos y específicos, generales y
especiales, quisiéramos sólo señalar que Strupp (1973, p.35) y Thomä (1981,
p.35) han mos-trado cuán dependiente de la situación es el valor que toma la
influencia. Por eso, las clasificaciones clínicas confiables y válidas de los
factores característicos e inci-dentales son difíciles, aunque no imposibles. Por
último, creemos que la lectura de los diálogos presentados en este volumen
puede también contribuir a sacar la dis-cusión sobre teoría de la ciencia del
terreno de las simplificaciones.
Freud (1933a, p.140) calificó el tratamiento de pacientes como la patria de
origen del psicoanálisis. De ella proviene el método terapéutico interpretativo
que, a diferencia de la hermenéutica teológica y de las ciencias del espíritu
(Szondi 1975), investiga sistemáticamente la vida anímica inconsciente de
pacientes que llegan al analista con la esperanza de una cesación de sus
padecimientos. La exis-tencia de metas terapéuticas distingue esencialmente la
hermenéutica psicoanalí-tica de otras disciplinas hermenéuticas. La
interpretación de las obras de arte habi-tualmente no les causa daño, y los
artistas fallecidos pueden, como máximo, re-volcarse metafóricamente en sus
tumbas si no logran reconocerse en esa interpre-tación. Las interpretaciones
psicoanalíticas se entrometen en los destinos huma-nos. Los pacientes buscan
ayuda a causa de sus síntomas y la pregunta por la me-joría o la curación es
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esencial. Las diferentes exégesis no tocan a un texto y éstos tampoco pueden
alegar por ellos mismos.
Por esta razón, el analista no sólo debe justificar su acción terapéutica en el caso
individual, sino también tiene la obligación de estar continuamente probando la
solidez de sus representaciones teóricas sobre el inconsciente y sobre las
vivencias y las conductas humanas. A diferencia de la hermenéutica de la
teología y de las ciencias del espíritu, el fundador del psicoanálisis unió el arte
interpretativo tera-péutico a teorías explicativas. Freud postuló la relevancia
causal de su teoría de la psicogénesis, y sentó la exigencia de diferenciar el
origen y el curso de las en-fermedades psíquicas y psicosomáticas de acuerdo
con condiciones necesarias y su-ficientes. En el caso de reconstrucciones
deducidas con posterioridad (nachträglich) se trata de "posdicciones". Por esto,
la significación del punto de vista introducido por Freud de la "retroactividad"
(Nachträglichkeit; véase nota en la página 110) ha sido en gran medida
subvalorado, como lo mostramos en las secciones 3.3 y 6.3.
Sin lugar a dudas, de lo que se trata en el diálogo analítico es de las palabras. Sin
embargo, estas palabras significan algo, y no exclusivamente algo con sentido o
algo lingüístico. Las acepciones de "nexo o conexión", "relación", "síntesis",
etc., responden en la obra de Freud, en el sentido del uso lingüístico científico de
entonces, del término "explicar". Por ejemplo, en atención a las condiciones de
constitución del sueño manifiesto, Freud (1900a, p.627) habló de un "nexo
ajustado a ley" con los pensamientos oníricos latentes. En primer lugar, lo que
buscaba era aclarar las conexiones causales. En esto, Freud se equivocó en
relación con la prueba empírica en el caso individual y, en conjunto, subestimó
el pro-blema de la investigación que busca verificar las hipótesis.
La práctica psicoanalítica está sometida a la investigación procesal y de resul-
tados. Las teorías explicatorias de Freud surgieron de la práctica terapéutica, las
que a su vez influyeron retroactivamente, y con eficacia, el método
psicoanalítico in-terpretativo. De ahí proviene la repetida corrección de la
doctrina interpretativa psi-coanalítica. En cuanto ésta se apoya en teorías
explicativas, las interpretaciones se transforman en falsas si es que han sido
deducidas de elementos de la teoría que han sido contradichos. Si se consideran,
por ejemplo, los resultados de la investigación actual sobre epidemiología y
sobre la interacción madre-hijo, muchos supuestos de la teoría (doctrina) general
y especial de las neurosis se transforman en cuestiona-bles (Lichtenberg 1983).
En especial, emprender la revisión de la teoría de la tera-pia ha llegado a ser
algo indispensable.
En esta revisión de la técnica podemos partir de suposiciones que Freud
descuidó. En atención a ello, hemos dado a esta sección el encabezamiento
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especial de "de vuelta a Freud con la vista en el futuro". Según Freud, "el
análisis debe crear las condiciones psicológicas más favorables para las
funciones del yo; con ello queda-ría tramitada su tarea" (Freud 1937c, p.251). Si
esta afirmación se refiere a la si-tuación terapéutica, y no exclusivamente a la
capacidad alcanzada por el paciente de arreglárselas con las dificultades
cotidianas sin síntomas, podemos entonces formu-lar la siguiente tesis general:
situaciones favorables en la situación terapéutica son aquellas que posibilitan al
paciente transformar el padecimiento pasivo del trauma patógeno originario en
un obrar activo. Con esto generalizamos la teoría del trau-ma de Freud, en cuyo
centro se encuentra la vivencia de desamparo (véase en el primer tomo, 8.7), por
lo menos desde el trabajo Inhibición, síntoma y angustia (1926d):
"El yo, que ha vivenciado pasivamente el trauma, repite ahora de manera activa
una reproducción morigerada de éste, con la esperanza de poder guiar de manera
autónoma su decurso. Sabemos que el niño [igual que el paciente adulto] adopta
igual comportamiento frente a todas las vivencias penosas para él,
reproduciéndo-las en el juego [y en la transferencia]; con esta modalidad de
tránsito de la pasividad a la actividad procura dominar psíquicamente sus
impresiones vitales" (Freud 1926d, p.156; los agregados son nuestros). Es
posible generalizar aún más esta te-sis: "A través del tránsito de la pasividad a la
actividad [el ser humano] busca do-minar psíquicamente sus impresiones
vitales" (G. Klein 1976, pp.259ss). Klein ha demostrado convincentemente, en
base a argumentos sacados de la psicología cognitiva y de la psicología de los
afectos, cómo se llega a la compulsión neuró-tica o psicótica a la repetición
descrita por Freud. Así es como se refuerza el senti-miento de desamparo pasivo
y como se dificulta, de manera ininterrumpida, el do-minio de las condiciones
obsoletas generadoras de angustia: Las expectativas in-conscientes actúan como
filtro perceptivo, en el sentido de profecías negativas autocumplidas, de tal
suerte que, o no se logran tener experiencias positivas, o las vivencias favorables
se extinguen vaciándolas de significado. Por este procedimien-to, antiguas
privaciones, castigos o humillaciones (en resumen: todas las viven-cias
traumáticas), no sólo se conservan, sino que se acumulan, se suman, en la vida
diaria y, en los cursos terapeúticos desfavorables, se llegan incluso a reforzar.
Ampliando a todo el ciclo vital la teoría de Khan (1963) del traumatismo
acumula-tivo, creemos hacer justicia a la psicogénesis como un proceso
ininterrumpido.
En muchas personas, la historia vital se configura a partir de razones incons-
cientes de una manera tal, que las expectativas se confirman llegándose conti-
nuamente a nuevas situaciones traumáticas. Por ejemplo, los paranoicos celosos
y perseguidos proyectan hacia afuera aquello que no quieren percibir en sí
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mismos, "pero no proyectan en el aire, por así decir, ni allí donde no hay nada
semejante ..., y en su 'delirio de relación' (Beziehungswahn) aprovechan los
mínimos indicios que les ofrecen esos otros, extraños" (Freud 1922b, p.220).
En su obra más tardía, Freud subraya la significación fundamental de tales pro-
cesos:
El yo fortalecido del adulto sigue defendiéndose de unos peligros que ya no
existen en la realidad objetiva, y aun se ve esforzado a rebuscar aquellas
situaciones de la realidad que puedan servir como sustitutos aproximados del
peligro originario,a fin de justificar su aferramiento a los modos habituales de
reacción. Bien se entiende, pues, que los mecanismos de defensa, mediante una
enajenación respecto del mundo exterior, que gana más y más terreno, y
mediante un debilitamiento per-manente del yo, preparen y favorezcan el
estallido de la neurosis" (Freud 1937c, p.240, la cursiva es nuestra).
En ese proceso, los síntomas pueden llegar a investirse de contenidos nuevos.
Este antiquísimo conocimiento de Freud (1895d, p.148) fue fundamentado, en
particu-lar, por el concepto de Hartmann (1939) del cambio de función, pero su
relevancia técnica no ha sido sistemáticamente elaborada. Por esto, en la sección
4.4 del pri-mer tomo, destacamos de manera especial cómo los síntomas se
mantienen, en un proceso circular que se refuerza a sí mismo. Así, a lo largo del
tiempo se puede llegar a situaciones de desamparo y desesperanza cuyo
contenido puede estar muy alejado de los traumas originarios. Como un claro
indicio de este proceso, se puede señalar la susceptibilidad aumentada que crece
a partir de la sensibilidad para ciertos estímulos, aunque también para estímulos
totalmente inespecíficos. Finalmente, los sucesos que desde afuera aparecen
como triviales pueden llegar a tener conse-cuencias drásticas para personas
hipersensibles, y la susceptibilidad neurótica carga especialmente las relaciones
humanas.
En base a las repeticiones recién descritas en el sentido de un entendimiento am-
pliado de la teoría del trauma, es posible afirmar que también en la terapia se
puede llegar a humillaciones que deben ser tomadas muy en serio. Estas se dan a
pesar de los esfuerzos del analista en crear una atmósfera amigable. Más aún,
creer que se pueden crear condiciones constantes para un crecimiento psíquico
inalterado, como en un tipo de incubadora psicoanalítica, puede incluso llegar a
tener efectos desfa-vorables. Pues por el mero establecimiento del encuadre
(setting), y a través de los malentendidos inevitables, se originan humillaciones
cuyo efecto será más traumá-tico mientras menos sean llamadas por su nombre,
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menos reconocidas y menos interpretadas (véase tomo primero, cap. 7 y sección
8.4).
Durante largo tiempo permaneció sin ser reconocida la extensión del efecto trau-
mático de las transferencias, que no sólo trae consigo repeticiones de antiguas
des-ilusiones edípicas o preedípicas, sino que también toca el presente del
paciente adulto con capacidad de ejercicio sexual. Es probable que la razón de
por qué los efectos traumáticos de la transferencia hayan sido descubiertos tan
tarde, sea que la teoría de la frustración parecía justificarla. En el congreso de
Budapest (1987), Thomä hizo enérgico hincapié, en una conferencia no
publicada, en el traumatismo en la transferencia como efecto secundario no
deseado. En ese momento era aún desconocido que Ferenczi (1988) había
confiado a su diario, en 1932, descubri-mientos de gran calado. El describió el
modo como las actitudes profesionales y las reglas psicoanalíticas pueden llegar
a tener efectos traumáticos, y con ello reac-tivar antiguos traumas a cuya
superación debiera llevar el análisis. Nosotros sacamos otras consecuencias que
las de Ferenczi del redescubrimiento del trauma-tismo como componente de la
situación analítica. Creemos que la disposición a hacer participar al paciente del
proceso interpretativo y, eventualmente, también de la contratransferencia,
ayuda a superar nuevos y antiguos traumas. La ampliación hecha por Balint, en
el contexto de la psicología de dos y más personas, de las definiciones de Freud
del desamparo como la característica de la situación trau-mática, va más allá de
los microtraumas antiterapéuticos no deseados en los trata-mientos. Sería de una
significación primerísima poder comprobar que este proble-ma técnico básico ha
sido la causa de las polarizaciones entre las escuelas: por un lado el analista
reflectante a quien en apariencia nada puede herir u ofender, y, por el otro, el
analista cariñoso que, ofreciéndose como objeto, trata de compensar la carencia.
Después de que Weiss y Sampson (1986) refutaron experimentalmente la teoría
de la frustración en favor de una teoría del dominio (control and mastery),
empezó una nueva era. Ahora, la tarea pendiente es ponderar con toda decisión
las posi-bilidades que están a disposición del analista para contrarrestar los
continuos agra-vios motivados por el análisis de la transferencia, con sus efectos
desfavorables sobre los sentimientos de autoestima y de seguridad en sí mismo.
Un primer paso en este sentido lo dieron Klauber (1987), al enfatizar la
espontaneidad como antí-doto para el traumatismo en la transferencia, y
Cremerius (1981), con su detallada valoración de la significación terapéutica de
la naturalidad en la práctica de Freud.
El alcance de los efectos desfavorables sobre la eficacia terapéutica de la intro-
ducción de la teoría de la frustración, al servicio de un fetichismo
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pseudocientífico, puede apreciarse en la técnica de la psicología del sí mismo de
Kohut. Kohut cree
que el reconocimiento que un paciente experimenta con motivo de reflexiones
narcisistas debe ser ofrecido manteniendo el analista la abstinencia y la
neutralidad. El aferrarse a un concepto de neutralidad mal entendido le quita de
tal modo la base emocional a la confirmación y al estímulo, tan esenciales desde
el punto de vista terapéutico, que el sentimiento de autoestima se debilita en vez
de reforzarse. Por lo demás, de acuerdo con la teoría del "objeto-sí mismo" la
confirmación no debe-ría venir de un "otro significativo", sino representar una
especie de autoconfirma-ción narcisista, en la reflexión del propio sí mismo.
En la nueva era de la terapia psicoanalítica seguirá disminuyendo el miedo a que
los reconocimientos conduzcan a seducciones edípicas o a cumplimientos de
deseos incestuosos. Reconocimientos genuinos disminuirán considerablemente
el efecto traumático de la transferencia y mejorarán esencialmente la eficacia
terapéutica del psicoanálisis. La pregunta de cómo el analista logra crear en su
consultorio las condiciones más favorables para los cambios terapéuticos,
atraviesa, como hilo conductor, todos los capítulos de este libro. En esto se trata
de promover al pa-ciente de tal manera que pueda superar y dominar antiguas y
nuevas situaciones de desamparo. El concepto de la reelaboración de conflictos
se subordina a la teoría ampliada del dominio. Si los mecanismos de defensa
contra la angustia se conci-ben desde el punto de vista de la superación en el
aquí y ahora, se pueden despren-der de la teoría psicoanalítica de la angustia,
que recapitulamos en la sección 9.1, posibilidades terapéuticas hasta ahora
descuidadas.
1.2 Historiales clínicos
Con la publicación de sus historiales clínicos, Freud buscó demostrar la
conexión entre enfermedad e historia vital. En esto, llegó a la conclusión de que
la génesis de las enfermedades psíquicas y psicosomáticas debe entenderse en el
sentido de las series complementarias. En la génesis y cronificación de los
trastornos neuróticos deben concurrir muchos factores. La tolerancia de una
persona en fases vitales críticas depende de sus disposiciones, adquiridas a
través de influencias marcadoras y de conflictos en la niñez y en la adolescencia,
sobre un terreno de factores congé-nitos. Debido a que la diferenciación
psicosexual experimenta su organización bá-sica durante los conflictos edípicos,
y a causa de la importancia elemental de la asunción de los respectivos roles
sexuales psicosociales -que se viven subjetiva-mente como sentimientos de
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identidad vinculados al sexo-, los conflictos edípicos son de gran trascendencia
para la historia vital. Que estos conflictos desaparezcan y cómo lo hagan, o que
se estructuren como complejo -el que puede ser diagnostica-do en base a
vivencias y comportamientos típicos-, depende a su vez de distintas
constelaciones socioculturales y familiares. No en último lugar, la salida que to-
man los posteriores intentos de solución de problemas,

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