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Helmut Thomä Horst Kächele ____________________________________ Teoría y Práctica del Psicoanálisis _________________________________________ 2 Estudios clínicos (1990) en Editorial Herder S.A. (Barcelona) Helmut Thomä Horst Kächele _________________________________________ Teoría y Práctica del Psicoanálisis _____________________________________ 2 Estudios clínicos Con la colaboración de Stephan Ahrens Andreas Bilger Manfred Cierpka Walter Goudsmit Roderich Hohage Michael Hölzer Juan Pablo Jiménez Lotte Köhler Martin Löw-Beer Robert Marten Joachim Scharfenberg Rainer Schors Wolfgang Steffens Imre Szecsödy Brigitte Thomä Angelica Wenzel Traducción del alemán a cargo de Juan Pablo Jiménez de la Jara Prólogo de Inga Villarreal Editorial Herder S.A. (Barcelona) 1990 Profesor Dr. Helmut Thomä Profesor Dr. Horst Kächele Abteilung Psychotherapie der Universität Am Hochsträß 8, D-7900 Ulm República Federal de Alemania Traductores: Gabriela Bluhm-Jiménez y Juan Pablo Jiménez con la colaboración de Guillermo de la Parra y José Montalbán _____________________________________________________ Título del original alemán: Lehrbuch der psychoanalytischen Therapie, Band 2 Praxis (c) Springer-Verlag Berlin Heidelberg 1988 ISBN 3-387-16196-1 (c) Editorial Herder S.A. Barcelona 1990 ISBN 84-254-1739-2 rústica, tomo II ISBN 84-254-1740-6 tela, tomo II _______________________________________________________ Es propiedad Depósito legal: B. Printed in Spain Grafesa, Nápoles 249, 08013 Barcelona Prefacio Después del tomo primero, dedicado a los fundamentos de la técnica psicoanalítica, presentamos ahora el tomo segundo, que trata de estudios clínicos. Junto con la re-producción de diálogos terapéuticos, que por razones didácticas creemos muy im-portante, nos apoyamos también en la toma tradicional de protocolos de sesiones y en descripciones resumidas de procesos terapéuticos. La feliz resonancia que encontró el tomo primero, entretanto traducido a varios idiomas, despertó expectativas que ahora deben ser llenadas. Los principios de la técnica de tratamiento deben ser probados en la sesión psicoanalítica. La disposición a presentar abiertamente nuestro pensar y actuar terapéutico nos ha llevado a un vívido intercambio con analistas y científicos de otras disciplinas de Alemania y del extranjero. Este trabajo en conjunto ha enriquecido el contenido de este volumen. Colegas de Ulm y de otras partes nos cedieron borradores para ser integrados en el texto, aceptando no ser nombrados como autores en los lugares correspondientes. Así, se pudo alcanzar una cierta homogeneidad en la presenta-ción. En este sentido, después de la aparición del tomo primero, nos fue planteada la pregunta de cómo hemos hecho justicia a las concepciones, diversas, de los dis-tintos autores. En esto, el interés especial parece estar dirigido no sólo a dar a cada uno de los autores el valor que se merece, sino, en primer lugar, al tipo de trabajo en conjunto que ambos autores principales llevaron a cabo. Obviamente, aquí se trata del problema de cómo se originan las diferencias de opiniones entre los psico-analistas y cómo éstas pueden ser resueltas de manera productiva. Creemos haber tomado el camino correcto al investigar los diferentes puntos de vista de manera científica, es decir, lo más objetivamente posible. La discusión crítica de la prácti-ca y de la teoría psicoanalítica nos dio la posibilidad de expresar con claridad nues-tra propia concepción. El autor principal recurrió aquí a su larga experiencia profe- sional y, desde esa situación, también contribuyó con su marca en las secciones cuyos borradores provienen de pluma ajena. Una delimitación de la autoría, que hu-biera sido posible a propósito de los textos particulares, no habría hecho justicia a la forma del texto definitivo. También en este caso el todo es más que la suma de sus partes. Junto a ciertas circunstancias favorables, nuestros propios esfuerzos hi-cieron posible un trabajo en conjunto de ya casi 20 años, y que ha alcanzado un punto culminante en los dos volúmenes de este libro. Por este trabajo en conjun-to, dejamos constancia de nuestro agradecimiento. Estamos especialmente agradecidos de los psicoanalistas de fuera que a continua-ción nombramos, por la desacostumbrada generosidad de poner a nuestra disposi-ción sus conocimientos personales para ser incorporados en este libro: Stephan Ahrens (Hamburgo) enriqueció nuestros conocimientos sobre el estado de la discusión sobre alexitimia; Walter Goudsmit (Groningen) compartió con no-sotros su experiencia de años en el tratamiento de delincuentes; Lotte Köhler (Mu-nich) discutió nuestra concepción de la contratransferencia desde el punto de vista de la psicología del sí mismo; la experiencia de Imre Szecsödy (Estocolmo) en su-pervisión nos ayudó a trabajar la sección sobre interconsulta. Nuestra convicción de que el intercambio con científicos de otras disciplinas también tiene sobre la práctica terapéutica efectos fructíferos, se ve confirmada en este tomo a través de varias contribuciones. Martin Löw-Beer (Francfort) enriqueció nuestra compren-sión de la "buena sesión" con sus reflexiones filosóficas; Joachim Scharfenberg (Kiel) tomó posición como teólogo frente a un diálogo en el que el psicoanalista se ve enfrentado con problemas religiosos. Angelika Wenzel (Karlsruhe) mostró a través de interpretaciones lingüísticas lo productivo que es para la comprensión clí-nica el que se apliquen otros métodos a los textos psicoanalíticos. Más allá de los agradecimientos personales, nos alegramos de manera especial por estos aportes, porque ellos ponen de manifiesto cuán fructífera es la cooperación interdisciplinaria para el psicoanálisis. De gran valor fue la lectura crítica a que fueron sometidos capítulos o secciones individuales en diferentes estadios de elaboración. Conscientes de la responsabilidad exclusiva que nos cabe como autores del texto definitivo, agradecemos nombrando a las siguientes personas: Jürgen Aschoff, Helmut Baitsch, Hermann Beland, Claus Bischoff, Werner Boh-leber, Helga Breuninger, Marianne Buchheim, Peter Buchheim, Johannes Creme-rius, Joachim Danckwardt, Ulrich Ehebald, Franz Rudolf Faber, Heinz Henseler, Reimer Karstens, Otto F. Kernberg, Joachim P. Kerz, Gisela Klann- Delius, Lis-beth Klöß-Rotmann, Rolf Klüwer, Marianne Leuzinger-Bohleber, Wolfgang Lipp, Adolf Ernst Meyer, Emma Moersch, Michael Rotmann, Ulrich Rüger, Walter Schmitthenner, Erich Schneider, Almuth Sellschopp, Ilka von Zeppelin. Esta vez, nuestra dependencia de la ayuda en múltiples materias técnicas y de re-dacción fue aún mayor que a propósito del tomo primero. Los borradores alema-nes, mejorados una y otra vez hasta el texto final, fueron escritos por Karin Find-ling, Ingrid Freischlad y Doris Gaissmaier con un compromiso permanente. La traducción que presentamos fue llevada a cabo en base a una segunda edición corre-gida del original alemán, corrección que surgió de la estrecha colaboración con los traductores al castellano, al inglés, al húngaro y al italiano, quienes permanente-mente nos llamaron la atención sobre los pasajes de redacción oscura o sobre la ne-cesidad de agregar aclaraciones. El equipo de traducción estuvo esta vez integrado por Gabriela Bluhm-Jiménez y Juan Pablo Jiménez, con la colaboración de José Montalbán (capítulo 10) y Gui-llermo de la Parra (parte del capítulo 9). Juan Pablo Jiménez se hizo cargo de la versión castellana definitiva y de su escritura en el ordenador; su tarea con el com-putador personal llegó, igual que con el primer tomo, hasta la entrega de la última versión corregida, lista para ser entregada a la imprenta. Con ojo acucioso, Jordi Bertran se encargó del lectorado final; el constante apo- yo de Walter Kappenberger, gerente de Herder Barcelona, hizo posible la realiza-ción de esta traducción. De manera especial, queremos expresar nuestra gratitud a Inga Villarreal, conoci-da analista colombiana y actual vicepresidente de la IPA, quien nos honró dosve-ces escribiendo los prólogos destinados a la comunidad psicoanalítica de habla cas-tellana. Sobre todo, tenemos que agradecer a los pacientes que depositaron su confianza en nosotros. El proceso de logros en conocimiento interpersonal es consubstancial a los progresos en la técnica psicoanalítica. Los ejemplos que el lector encontrará en este volumen son testimonio de la significación que atribuimos a la colabora-ción crítica de los pacientes. Esperamos que la comunicación de nuestra experiencia sobre la práctica psico- analítica en estos estudios clínicos vaya en beneficio de futuros pacientes y que nuestras sugerencias ayuden a sus terapeutas. Ulm, diciembre de 1989 Helmut Thomä Horst Kächele Prólogo a la edición castellana Es para mí un gran placer presentar la traducción al castellano del segundo tomo, Estudios clínicos, de Teoría y práctica del psicoanálisis, con el cual los autores completan su gran obra sobre técnica psicoanalítica. Son muchas las expectativas que se forman frente a un texto que expone la teoría de la técnica y la práctica psicoanalítica a los 50 años de la muerte de Freud. Es ciertamente necesaria la exposición y discusión crítica de muchas de las ideas de Freud, como también de los principales desarrollos posteriores en este campo, que evolucionaron en el marco de las diferentes escuelas del pensamiento analítico. Es-to, en sí, es ya una tarea monumental si se toma en cuenta la extensa literatura so-bre el tema. Es un logro significativo de los autores el que, basados en una extensa bibliografía, nos presenten una discusión crítica de los aspectos más importantes de la teoría de la técnica y de su aplicación en la práctica, tomando en cuenta tanto el desarrollo histórico como las ideas actuales. Sin embargo, si esta obra se limi-tara a este enfoque, el lector se quedaría sólo como el depositario de una gran can-tidad de información, muchas veces contradictoria entre sí. Además de ser inevita-ble, es necesario que los autores ordenen desde su propio punto de vista lo que transmiten al lector sobre las valiosas ideas consignadas en la literatura. Más que una recopilación, este libro es una revisión de la teoría y de la práctica desde el punto de vista de los autores, en base a su larga y extensa experiencia clínica. Esta tarea, ya en sí compleja, fue elaborada en el primer tomo, sobre los fundamentos, y ampliada en puntos importantes en este segundo tomo. Las exposiciones sobre la teoría de la técnica quedarían incompletas sin una extensa ilustración clínica. Mostrar el trabajo del analista en su práctica diaria es el principal objetivo de este segundo tomo, de estudios clínicos. En el momento actual de nuestro desarrollo histórico, en el que la teoría psicoanalítica creada por Freud ha tomado caminos tan divergentes, la búsqueda de nuestra base común a través de la práctica se ha hecho indispensable. Esta fue la idea central del último Congreso Internacional de Psico-análisis en Roma (1989). Reunir tan valiosa experiencia clínica, ya en sí da un va-lor muy especial al presente volumen. Amplios materiales clínicos y, sobre todo, extensos protocolos de diálogos entre analista y paciente, ejemplifican los diferentes aspectos de la teoría de la técnica expuestos en el primer tomo. Más que una ilustración, los autores se han propues-to mostrar la aplicación de sus puntos de vista teóricos en la práctica y la eficacia de éstos para el curso favorable del proceso analítico. Aun cuando muchos colegas están de acuerdo en que la relación entre las teorías psicoanalíticas de un alto grado de abstracción y la práctica del psicoanálisis es compleja, es decir, que un cierto punto de vista teórico o metapsicológico no fundamenta de por sí las reglas que se aplican en el ejercicio del psicoanálisis, la teoría de la técnica y su aplicación en la práctica deben formar un todo coherente. Estoy en total acuerdo con los autores en que las postulaciones de la teoría de la técnica deben comprobar su validez y su efi-cacia a lo largo del transcurso de los procesos analíticos y que las investigaciones sobre los tratamientos deben a su vez validar o refutar las hipótesis teóricas aplica-das en la práctica para poder llegar a una teoría de la técnica mejor fundamentada. De ahí se desprende por qué el estudio crítico de procesos analíticos ha sido un in- terés central de los autores. Para efectuar estas investigaciones han usado una am-plia gama de métodos: Se destaca el estudio de un gran número de protocolos (gra-bados o reconstruidos) de diálogos analíticos, efectuado no sólo por equipos de ana-listas, sino también por científicos de campos afines al psicoanálisis. Los autores también se apoyan en otros métodos, como son el estudio de asociaciones libres y reflexiones del analista sobre la sesión, de las opiniones de los mismos pacientes sobre protocolos de sus sesiones y de las catamnesis. En nuestro medio, el método de investigación más utilizado es el estudio de transcripciones de sesiones, muchas veces sin datos extensos de la historia del paciente, a fin de descubrir la fantasía in-consciente operante en la sesión y para ver la interacción en la transferencia-con-tratransferencia en el aquí y ahora. El lector que tiene el privilegio de poder acom-pañar a los analistas que exponen en este libro, en su trabajo clínico en sesión y también en sus asociaciones y reflexiones posteriores, tendrá amplias oportunida-des para confirmar o contrastar sus propias opiniones con las expuestas en este to-mo. Además, le brinda la oportunidad de familiarizarse con otros enfoques de in- vestigación menos utilizados en nuestro medio. En el tomo sobre los fundamentos fue ampliamente expuesta la tesis central de los autores, que consiste en la contribución activa del analista en el establecimien-to y desarrollo del proceso analítico. Esta idea central está constantemente en su mira en la presentación y discusión de los materiales publicados en estos Estudios clínicos. De esta manera, el lector podrá examinar su aplicación en la práctica ana-lítica. El diálogo analítico, en su interjuego de asociaciones e interpretaciones, nos muestra el manejo que los analistas tratantes dan a la situación terapéutica y a sus actitudes hacia el paciente. Deseo exponer mis impresiones sobre la imagen del analista que surge a través de la lectura de estos materiales clínicos y sobre la manera como él se concibe a sí mismo en su rol analítico. Es un analista activamente participante en el diálogo psicoanalítico. Se concibe no solamente como objeto de las transferencias del pa-ciente y sujeto de su propia contratransferencia, sino también como figura actual en las interacciones con su paciente, como la pareja en una relación bipersonal. El lector es impulsado a reflexionar sobre su propia concepción del rol del analista y tal vez se verá reflejado en esta imagen o podrá tomar conciencia de la forma dife-rente en que concibe su rol y la actitud que asume. La gran mayoría de los ana-listas de habla castellana están formados tradicionalmente con un enfoque en el cual el proceso psicoanalítico transcurre únicamente en el aquí y ahora de la trans-ferencia-contratransferencia. Los materiales clínicos aquí presentados llevan a asu-mir un rol en cierto sentido más amplio. El trabajo analítico que se muestra en es-tos diálogos también transcurre en transferencia-contratransferencia, pero se destaca además el rol del analista como persona real en la interacción actual y la influencia que ejerce como tal sobre el paciente y sobre la génesis actual de todos los fenó-menos psíquicos, incluyendo los síntomas. Mencionaré solamente algunos puntos que clarifican más la aplicación en la práctica de esta ampliación del rol del analis- ta: en ciertos momentos el analista comunica su contratransferencia al paciente, por ejemplo, cuando el paciente no logra insight sobre los efectos de sus comuni-caciones verbales y no verbales, sus afectos y actos sobre los que lo rodean y sobre el analista (sección 3.4.1). El analista podrá admitir a supaciente eventuales erro-res que cometió durante el curso del tratamiento y discutirlos con él; en muchas oportunidades contestará las preguntas del paciente, incluyendo algunas sobre su persona, ya que considera que el paciente puede saber sobre él lo que conviene para el proceso terapéutico. Es un analista que acepta ciertas variaciones del encuadre de acuerdo con las necesidades del paciente y que toma muy en cuenta las ideas del pa-ciente sobre su tratamiento, no solamente en el transcurso del mismo sino tam-bién en investigaciones posteriores a éste. Además, brinda reconocimiento al pa-ciente en los momentos en que lo considera oportuno, ya que piensa que una cre-ciente autoestima es beneficiosa para el proceso terapéutico. Los roles en esta in-teracción bipersonal son asimétricos, pero el analista mantiene esta asimetría en forma menos rígida que lo usual en la técnica clásica. Más allá de comunicar sus interpretaciones en ciertos momentos, también le hace partícipe, cuando lo estima oportuno, de cómo surgió en él una interpretación específica, de sus raíces o, en otras palabras, muestra cómo funciona su mente. Para muchos analistas de nuestro ambiente, esta manera de enfocar la tarea analítica representa modificaciones en las reglas aprendidas en el curso de la formación, las que se han vuelto parte integral de su actitud en el manejo de los pacientes. Los autores discuten y replantean, to-mando como punto de partida los ejemplos clínicos, las ventajas y desventajas de muchos de los elementos de la actitud analítica, como son la neutralidad, la absti-nencia, el anonimato, la espontaneidad, el manejo de sistemas de valores, etc. Exa-minan detenidamente las consecuencias que cada una de estos elementos tienen so-bre el desarrollo del proceso analítico. Demuestran en detallados protocolos clíni-cos la eficacia terapéutica de las modificaciones que introducen. Solamente estu-diando cuidadosamente estos protocolos se puede apreciar hasta qué punto los auto-res son consecuentes con su tesis central sobre la influencia del analista en el pro-ceso, no sólo como figura de transferencia o como analista capacitado para utilizar su contratransferencia como instrumento analítico, sino como pareja en un proceso de interacción actual. Este rol doble del analista como persona real y como objeto de la transferencia en su compleja interacción, surge claramente en estos diálogos entre paciente y analista presentados en los presentes Estudios clínicos. Según los autores, las modificaciones de ciertas actitudes del analista en el proce-so analítico también se hacen necesarias por los resultados de investigaciones em-píricas sobre protocolos de diálogos analíticos, por el estudio crítico de evolucio-nes de tratamiento en períodos largos y por los resultados de investigaciones ca-tamnésticas. ¿Qué es lo que efectúa el cambio terapéutico en nuestros pacientes? Esta, a pesar de ser muy discutida en la literatura, es una pregunta todavía abierta y que nos concierne a todos. Ampliar nuestras ideas sobre la práctica analítica a la luz de la tesis central de los autores anteriormente mencionada, no puede sino enri-quecer y ampliar nuestra comprensión del proceso. El enfrentamiento crítico con las hipótesis de los autores nos ayudará a clarificar, confirmar o modificar algunas de nuestras posiciones que atañen al manejo técnico con nuestros pacientes. Para Freud, curar e investigar estaban inseparablemente unidos. Pensaba que con un sistema de reglas técnicas, el analista, en su rol de observador, podía obtener da-tos no contaminados para ampliar el conocimiento de la psicología profunda del ser humano. Los autores postulan que, dada la complejidad de las interacciones en esta relación bipersonal que constituye el proceso analítico, debe separarse esta unión de curar e investigar. La parte de investigación correspondiente a la valida-ción de las hipótesis psicoanalíticas, y que sólo surge como tarea fuera de la se-sión, después de la exploración de las conexiones inconscientes con el paciente en la sesión, debe ser llevada a cabo con métodos empíricos que puedan validar la téc-nica o llevar a modificarla ya que, como dicen los autores, el paciente tiene el dere-cho a ser tratado por teorías comprobables. Este tomo fue concebido como un texto crítico de la práctica analítica y tiene fi- nes eminentemente didácticos. Es muy afortunado que los autores incluyeran - ade-más de materiales clínicos que ilustran los diferentes aspectos de temas de la técni-ca- informes muy completos de casos de una variada gama de diagnósticos. De es-ta rica colección de materiales clínicos, quiero destacar los que tratan de casos con manifestaciones en el área psicosomática. De especial interés es el énfasis que po-nen en el análisis de la imagen del cuerpo o esquema corporal. Ilustran cómo éste se manifiesta en las más variadas formas en comunicaciones verbales, en conductas preverbales y en sueños de pacientes con cuadros psicosomáticos o hipocondríacos, entre otros. Los autores dan ejemplos de cómo se reactiva en la relación bipersonal lo que llaman -parafraseando a Freud- "la sombra del objeto que cayó sobre la imagen del cuerpo", y cómo se maneja ésta en la interacción de la relación diádica. La amplia discusión teórica del problema de la relación psique-soma, y de tantos otros tópicos, siempre con la técnica del tratamiento en la mira y ejemplificando con ricos materiales clínicos, son de gran valor para una enseñanza viva de la prác-tica analítica. La excelente traducción del equipo a cargo de Juan Pablo Jiménez, quien conoce a fondo el pensamiento de los autores, refleja fielmente el original. Estoy segura de que esta valiosa contribución a la práctica analítica proveniente del mundo psicoanalítico alemán suscitará un bien merecido interés en la comuni-dad de analistas hispanoamericanos. Bogotá, septiembre de 1989 Inga Villarreal Registro y cifrado de pacientes En la introducción discutimos los principios generales del cifrado. En la lista si- guiente, las secciones que contienen información sobre la génesis de la enfermedad o resúmenes del caso están destacadas en cursiva. Además, de la lectura continuada de los ejemplos tomados de un mismo tratamiento, el lector puede lograr una im-presión sobre los procesos terapéuticos respectivos. Amalia X 2.4.2 La identificación con las funciones del analista 7.2 Asociación libre 7.7 Anonimato y naturalidad 7.8.1 Grabaciones magnetofónicas 9.11.2 Cambios Beatriz X 8.3 Acciones interpretativas 9.2 Histeria de angustia Catalina X 2.3.2 Envidia al hermano Clara X 2.2.5 Transferencia negativa 4.6 Resistencia y principio de salvaguardia 7.5.1 Aspectos psicoanalíticos de las metáforas 8.1.2 Contener y conservar 8.5.3 División de la transferencia 8.6 Interrupciones Dorotea X 8.5.5 Errores técnicos cotidianos 9.4 Depresión Enriqueta X 9.5 Anorexia nerviosa Erna X 2.1.1 Fomento de la "relación que ayuda" 2.2.1 Transferencia positiva moderada 7.4 Preguntar y responder 7.5.1 Aspectos psicoanalíticos de las metáforas 7.7 Anonimato y naturalidad Francisca X 2.2.2 Transferencia positiva intensa 7.2 Asociación libre 7.8.1 Grabaciones magnetofónicas Gertrudis X 2.2.4 Transferencia erotizada Ingrid X 8.4 Actuar Linda X 3.4.2 Contratransferencia agresiva María X 4.4 Estancamiento y cambio de terapeuta Nora X 4.1 Afectos desmentidos Rosa X 3.4.1 Contratransferencia erótica Susana X 6.2.1 Proveniencia socioeconómica Ursula X 8.1.3 Reacción de aniversario Verónica X 3.7 Identificación proyectiva Arturo Y 2.1.3 Comunión e independencia 2.2.3 Deseos de fusión 3.5 Ironía 3.6 Reflexión narcisista y 'objeto-sí mismo' 4.5 Cercanía y homosexualidad 6.4 Financiamiento ajeno 6.5 Informe pericial y transferencia 7.1 Diálogo (hablar y callar) 7.4 Preguntar y responder 7.5.2 Interpretaciones lingüísticas 7.8.1 Grabaciones magnetofónicas 8.1.1 Arreglo horario 8.2 Historia vital, historial clínico e historia contemporánea: Una reconstrucción 8.5.2 Desmentida y angustia decastración 10.1. Interconsulta 10.2 Reflexiones filosóficas sobre el problema de la "buena sesión" 10.3.1 La imagen de Dios como proyección Bernardo Y 9.6 Neurodermitis Conrado Y 7.8.1 Grabaciones magnetofónicas 9.11.3 Despedida Cristián Y 4.3 El desgano como resistencia del ello 7.2 Asociación libre 9.3 Neurosis de angustia 9.3.1 Angustia de separación 9.3.2 Fase de terminación 9.3.3 Reconocimiento y sentimiento de autoestima Daniel Y 2.1.2 Apoyo e interpretación Enrique Y 7.8.1 Grabaciones magnetofónicas 8.5.4 Vínculo materno Eric Y 3.2 Contratransferencia complementaria 3.3 Retroactividad y fantasear retrospectivo 5.1.1 Dismorfofobia y tortícolis espasmódica 5.2 Una serie onírica 5.3 Un sueño del síntoma - Reflexiones sobre la psicogénesis Federico Y 2.3.1 Redescubrimiento del padre 9.11.1 Retrospectivas de pacientes Gustavo Y 4.2 Pseudoautonomía 7.5.1 Aspectos psicoanalíticos de las metáforas Ignacio Y 3.1 Contratransferencia concordante 7.3 Atención parejamente flotante Juan Y 3.7 Identificación proyectiva Luis Y 6.1 Una primera entrevista Martín Y 6.3 Los familiares Norberto Y 7.6 Ciencia libre de valores y neutralidad Otto Y 6.2.3 Adolescencia Pedro Y 8.5.1 Repetición y traumatismo Rodolfo Y 7.8.1 Grabaciones magnetofónicas Simón Y 6.2.2 Delincuencia Teodoro Y 8.4 Actuar Víctor Y 6.2.1 Proveniencia socioeconómica Introducción Como lo expusimos en la introducción al primer tomo, los psicoanalistas alema- nes tienen dificultades especiales para apropiarse críticamente de la obra de Freud y para alcanzar independencia frente a ella. La pregunta de cómo la generación más joven puede llegar a lograr una identidad profesional independiente, es esencial para la comunidad psicoanalítica y su futuro. Por un lado, la extraordinaria significa-ción de Freud y, por otro, el tipo de formación psicoanalítica, han retrasado más de lo conveniente el cuestionamiento científico de la teoría y de la práctica psicoanalí-tica de modo que la nueva generación ve dificultado el logro de independencia. En el tomo sobre los fundamentos expusimos nuestra posición teórica y la idea directriz para la práctica clínica la tomamos de la obra de Balint, quien en su psico-logía de dos y de tres personas coloca en el centro de la atención el aporte del ana-lista al proceso terapéutico. A causa de los problemas generales mencionados y de su versión alemana específica, tanto como por razones que residen en el itinerario vital propio, hemos recorrido nuestro camino lentamente y con retraso. Esto es es-pecialmente válido para el autor principal, quien a lo largo de años de preparación y de trabajo ha depositado en los dos volúmenes de este texto el producto final de su pensamiento y actuar profesionales. El último impulso para ofrecer, a partir del punto alcanzado y mirando hacia el futuro, un panorama crítico de la situación del psicoanálisis como teoría y práctica, lo dio Merton Gill. El nos estimuló a dejar las vacilaciones de lado cuando opinó que, después de todo, éramos lo suficiente-mente viejos y que, para tomar la delantera con un buen ejemplo, deberíamos decir lo que pensamos. Desde el momento en que desde hace años ponemos diálogos psicoanalíticos, y con ello nuestro pensar y actuar terapéuticos, a disposición de los psicoanalistas y demás científicos, podemos reclamar para nosotros el haber tomado la delantera con este buen ejemplo. Nuestra manera de presentar los informes trae consigo el que el analista tratante se exponga de manera especial a la crítica de sus colegas. En esto, la obligación de secreto médico impone obrar con el mayor cuidado. En lo que sigue, exponemos cómo hemos tratado de solucionar los problemas relati- vos a la discreción: Ampliando las medidas de cifrado ideales, propuestas ya por Freud (1905a, pp. 7ss), hemos cambiado todo aquello que pudiera permitir al lector la identificación de un paciente. Sin embargo, el cifrado no puede ir tan lejos como para que el pa-ciente mismo no pueda reconocerse en el caso de que este libro llegara por casua-lidad hasta sus manos. La verdad es que no excluimos totalmente el que el ex pa-ciente afectado deba también esforzarse algo en descubrir su propia persona. Y esto porque los cambios efectuados en todos los datos externos así como la reproduc-ción unilateral, restringida precisamente sólo a problemas determinados, con los cuales el paciente estaba poco familiarizado y de regla tampoco conocidos por su medio ambiente personal, conducen a un peculiar extrañamiento. En vista del ali-vio que esto significa para la discreción médica, este extrañamiento nos es bienve-nido. Los datos del historial de vida, en cuyo cifrado seguimos el principio de la susti- tución analógica, son citados en la medida de su relevancia para la comprensión de lo acontecido en el tratamiento. Es un error muy extendido el creer que en una psi-coterapia llega a manifestarse toda la persona. De hecho, aquello que predominante-mente es traído a colación son los puntos débiles, los problemas y sufrimientos. Sin los otros aspectos, los aspectos de vida libres de conflicto, que aquí no se mencionan porque no son el objeto primario de la terapia, se origina un cuadro dis-torsionado de la personalidad del analizando. Así como bajo el punto de vista del cifrado nos es bienvenido que los pacientes comuniquen un cuadro unilateral de sí mismos, las más de las veces negativo y que sólo el analista suele conocer, desde el punto de vista de la técnica de tratamiento nos parece esencial reflexionar sobre este hecho. Hemos pensado mucho sobre el tipo de codificación de los pacientes. Ninguno se ha mostrado totalmente satisfactorio. Cualquier distintivo agregado a un seudó-nimo le da a una característica un peso especial. Por otro lado, tampoco queremos endosar a nuestros pacientes un número. Por eso, elegimos nombres de pila como seudónimos y -apoyándonos en la determinación cromosómica del sexo- caracteri-zamos a las mujeres con una X y a los hombres con una Y. La diferencia de sexos es el fundamento natural, biológico, de las biografías femeninas y masculinas, no importando lo significativo que puedan ser las influencias psicosociales sobre los roles sexuales y sobre los sentimientos de identidad. Este tipo de anonimato expre-sa la tensión existente entre la singularidad de la persona y su dotación biológica, que hace al individuo un ser genérico y sexuado. Esperamos que nuestro lector se pueda familiarizar con el sistema de codificación, que sólo pretende facilitar la tarea de encontrar los segmentos de tratamiento pertenecientes a los respectivos casos, mediante el registro de pacientes. Este tomo práctico no habría podido salir a la luz sin el consentimiento de nues- tros pacientes para protocolizar en una u otra forma las conversaciones terapéuti-cas, y para examinar y publicar estos protocolos después de un escrupuloso cifra-do. Muchos pacientes unen su asentimiento a la esperanza de que la discusión deta-llada de los problemas técnicos vaya en provecho de futuros enfermos que se some-tan a una terapia psicoanalítica. Algunos pacientes han comentado ciertos pasajes del tratamiento que los atañe. Por estas tomas de posición estamos especialmente agradecidos. Esta buena disposición representa un cambio afortunado en el clima social y cul- tural, al que el psicoanálisis también ha contribuido. A lo largo de los últimos decenios, muchos pacientes nos han hecho llegar a la conclusión de que, hoy en día, Freud no seguiría teniendo buenas razones para suponer que los pacientes trata-dos por él no habrían hablado "si sospecharan que sus confesiones podrían ser ob-jeto de un uso científico" (Freud 1905e, p.7). No cabe ninguna duda de que el psi-coanálisis atraviesa por una fase de desmitificación. No es ninguna casualidad el que pacientes empiecen a informar sobre sus análisis y, más o menos al mismo tiempo, un amplio público reciba, directamente con voracidad, aquello que anti-guos analizados de Freud comunican sobre su práctica. La literatura sobrela prácti-ca de Freud crece y muestra que Freud no era freudiano. Las relaciones espirituales y sociales han cambiado de tal manera en los últimos decenios, que también anali-zados -sean pacientes o aspirantes a analistas que se someten a análisis didáctico- de una u otra forma informan sobre sus experiencias. En esto se toma en serio la antigua sentencia: "y que se escuche a la otra parte" (audiatur et altera pars). Redu-cir tales fragmentos autobiográficos, de calidad literaria diferente, a afrentas sufri-das, a una transferencia negativa no elaborada o a un exagerado exhibicionismo o narcisismo, es tomar las cosas muy a la ligera. La mayoría de las reservas frente al uso de aparatos de grabación y frente al aná- lisis de transcripciones no viene de los pacientes sino de los terapeutas. Entre tan-to, es algo ampliamente aceptado que la investigación en proceso terapéutico debe dirigirse especialmente hacia aquello que el terapeuta aporta al curso, al éxito o al fracaso del tratamiento. Las cargas surgidas en la discusión clínica y científica, no tocan a los pacientes anónimos, sino al analista tratante cuyo nombre no puede ocultarse en los círculos de especialistas. Estos cambios hacen más fácil que la presente generación de psicoanalistas cum-pla con sus obligaciones, que no sólo ha contraído con el paciente individual, sino también con la ciencia. Los beneficios del esclarecimiento y de las generalizacio-nes fundamentadas científicamente deben ir, así lo reivindica Freud, en provecho de todos los enfermos. La comunicación pública de lo que uno cree saber acerca de la causación y la en-sambladura de la histeria se convierte en un deber, y es vituperable cobardía omi-tirla, siempre que pueda evitarse el daño personal directo al enfermo en cuestión (Freud 1905e, p.8). Bajo daño personal, Freud entiende aquí un daño que pudiera originarse por descui-dos en el cifrado de comunicaciones confidenciales. A causa del sigilo médico y del necesario cifrado, a menudo no podemos ofrecer ningún pormenor sobre el historial clínico. Sin embargo, el lector podrá deducir de los ejemplos que la mayoría de nuestros pacientes sufren de síntomas graves y cró-nicos, y que los hemos seleccionado dentro de un amplio espectro nosológico. Los malestares corporales funcionales son una manifestación que frecuentemente acom-paña el sufrimiento anímico. Varios ejemplos vienen de psicoanálisis de pacientes con padecimientos somáticos cuya simultánea causación anímica pudo ser demos-trada como probable. La controversia de los pacientes con la técnica psicoanalítica ha contribuido a que nuestra práctica haya cambiado en los últimos decenios. Presentamos histo- riales clínicos e informes de tratamiento que se han originado dentro de un lapso de más de 30 años. En muchos casos pudo probarse la eficacia de la terapia psicoana-lítica en catamnesis a largo plazo. Queremos destacar la significación de los ejemplos con el aforismo de Wittgen- stein: Para fijar una práctica no bastan reglas, sino que se necesitan ejemplos. Nuestras reglas dejan abierta una puerta trasera y la práctica debe hablar por sí sola (1984, p.149). La práctica psicoanalítica tiene muchos rostros, que tratamos de bosquejar a través de ejemplos típicos. Tomas instantáneas desde cerca ejemplifican el punto neurál-gico, es decir, el foco. Para lograr sinopsis de procesos terapéuticos que se extien-den a lo largo de un lapso mayor, es necesario recurrir a la perspectiva aérea. Para poder ver fenómenos, escuchar palabras, leer textos y entender las conexiones del vivenciar y del pensar humanos, se necesitan puntos de apoyo y de orientación. En lo grueso, éstos pueden encontrarse en el tomo sobre los fundamentos. En lo parti-cular, el lector del diálogo se puede informar teóricamente a través de las reflexio-nes y comentarios que fueron agregados a los diálogos. Llamamos reflexión y co-mentario a anotaciones hechas al texto que se encuentran en una relación de cerca-nía variable con el intercambio verbal. Con ello, creemos facilitar el entendimien-to del correspondiente foco terapéutico, aun cuando éste no sea propiamente nom-brado como tal. Las reflexiones vienen siempre del analista tratante, que así hace participar al lector en el trasfondo de sus pensamientos. En general, los comen-tarios fueron agregados por nosotros. Naturalmente, entre reflexión y comentario hay transiciones fluidas. Hemos colocado en este volumen las adiciones que se refieren a la doctrina psi- coanalítica general y especial de la patogénesis, para facilitar al lector la subordi-nación de los ejemplos. Los agregados teóricos al primer tomo y el amplio espec-tro diagnóstico del que hemos sacado una rica tipología de procesos terapéuticos condujeron a la considerable extensión de este volumen. Mediante las siguientes indicaciones quisiéramos facilitar la orientación al lector: Con la excepción de los capítulos 1, 9 y 10, ambos tomos se corresponden en relación con los temas principales. El tomo teórico y el práctico están de tal mane-ra relacionados que, en los capítulos y numerosas subdivisiones, el lector se puede familiarizar con los fenómenos técnicos que desarrollamos en el tomo sobre los fundamentos en una perspectiva histórica sistemática. El uso paralelo facilita la al-ternante consideración de aspectos prácticos y teóricos. Por ejemplo, un lector que se ha informado clínicamente sobre el manejo terapéutico de una resistencia de identidad en una anorexia nerviosa crónica, encontrará las explicaciones teóricas en el lugar correspondiente del tomo primero sobre los fundamentos (sección 4.6). La decisión de preparar dos volúmenes, a causa de la extensión del texto, y de ajustar la estructura del tomo práctico con la del tomo de los fundamentos, tiene la desventaja de que fenómenos que forman un conjunto y que aparecen unidos en la situación analítica, deban ser separados por razones de presentación. Por ejemplo, resistencia y transferencia a menudo se sustituyen mutuamente de manera rápida y en relación recíproca. Pero, para poder hablar sobre algo es necesario identificarlo, es decir, llamarlo por su nombre. En acuerdo con la aclaración teórica y conceptual del primer tomo, ofrecemos en este tomo clínico ejemplos sobre lo que se entiende bajo tal o cual forma de transferencia o de resistencia. Las múltiples subdivisiones sólo proveen una orientación gruesa. En el índice de materias se ofrece una gran cantidad de referencias cruzadas que facilitan el hallazgo de conexiones entre los fe-nómenos. Hemos escogido ejemplos concisos de análisis de 37 pacientes, 20 hombres y 17 mujeres. A continuación de esta introducción se encuentra la lista de los seudóni-mos que hemos dado a los pacientes. Las cifras y títulos destacados en cursiva de-signan pasajes con información acerca de preguntas generales sobre el curso de la enfermedad y del tratamiento de los respectivos casos. En total, en este libro se ha documentado la evolución de 14 casos. En los casos restantes, los transcursos es-tán de tal modo implícitos, que el lector los puede reconstruir parcialmente. Sin embargo, su presentación está primariamente al servicio de la ilustración de con-ceptos esenciales de la teoría de la técnica. Indicaciones sobre frecuencia o duración del tratamiento, o sobre si la terapia fue llevada a cabo en diván o frente a frente, las damos cuando a estos factores les compete una significación especial o cuando se trata de determinados temas referen-tes a la apertura y terminación de una terapia. En la reproducción de los diálogos, utilizamos para el analista la primera persona del singular, aun cuando este rol en la realidad haya sido cumplido por distintas personas. De manera general, hablamos indistintamente de analista o de terapeuta. Las denominaciones análisis, psicoanálisis y terapia, las utilizamos como sinó- nimas. Muchos de nuestros pacientes no hacen diferencia alguna entre terapia y análisis. Algunos conservan en este sentido su ingenuidad. En el primer tomo nos extendimos sobre la discusiónacerca de las diferencias dentro de un amplio espec-tro que se puede jalonar a través de los supuestos y reglas de la teoría psicoanalíti-ca. De lo que aquí se trata es de compenetrarse de los caminos que realmente han sido recorridos por las terapias psicoanalíticas, con lo cual aludimos a la visionaria publicación de Freud (1919a) Caminos de la terapia psicoanalítica. También en este tomo utilizamos el masculino genérico y nos referimos a las, o los, pacientes como a un grupo de personas que padecen y a las, o los, psicoana- listas como a personas que procuran aliviar y curar mediante su competencia profe-sional. Tratamos de acercar lo más posible al lector al diálogo psicoanalítico y creemos que, desde la reproducción frecuentemente literal del texto, el alma habla totalmen-te, a diferencia de lo afirmado por Schiller: "Habla el alma, así habla, ah, ya no más, el alma." En vez de esto, nos apoyamos en Wilhelm von Humboldt y aplica-mos al individuo lo que él dijo de los pueblos: "Su lenguaje es su espíritu y su es-píritu es su lenguaje - nunca se los podrá pensar como suficientemente idénticos." 1 1 Historiales clínicos e informes de tratamiento Consideraciones previas La crisis de la teoría del psicoanálisis, que destacamos en el capítulo primero del primer tomo, tiene también efectos inevitables en la práctica. Además, en los úl- timos años ha quedado en evidencia que la aplicación a la terapia psicoanalítica de perspectivas teóricas orientadas a la acción, trae consigo una nueva valoración de muchos conceptos relevantes para la práctica. En especial, es esencial hacer la dife-rencia entre la teoría de la génesis, esto es, la explicación causal de las enfermeda-des psíquicas y psicosomáticas, y la teoría del cambio terapéutico. En el encabezamiento "historiales clínicos e informes de tratamiento", se man- tiene la tensión que caracteriza la relación entre teoría de la génesis y teoría del cambio en la obra de Freud. Nuestro camino de vuelta a Freud nos conduce, en la primera sección de este capítulo, a despedirnos de la idea de que sus historiales clínicos cogen ambos cabos de esta tensión de manera satisfactoria para la ciencia. A la famosa afirmación de la unión inseparable le hace mucha falta una nueva versión. Si se toma en serio la significación que tiene la teoría del trauma acumulativo para la estructuración de la situación terapéutica, es decir, si se considera que la configuración de ésta puede contribuir a una repetición y, por ende, a un reforzamiento del trauma original, se abre un prometedor nuevo comienzo para la fundamentación de la terapia psico-analítica. En el intento de aplicar criterios científicos a la redacción de historiales clínicos y de informes de tratamiento, se hace necesario ensayar distintas formas de presen-tación. Desde hace cerca de treinta años estamos abocados, con muchos otros ana-listas, en la empresa de transmitir el diálogo psicoanalítico de la manera más fiel posible. En este capítulo, en las secciones 1.2 y 1.3, señalamos las estaciones in-termedias de un recorrido que en los capítulos posteriores 2 ilustramos a través de ejemplos. Entretanto, nos hemos topado con tierras vírgenes. Las grabaciones magnetofónicas han hecho actualmente posible acercarse bastante al diálogo psico-analítico y hacerlo confiablemente accesible para un tercero. A causa de la signifi-cación de este medio técnico para la formación, perfeccionamiento e investigación, en la sección 1.4 familiarizaremos al lector con una controversia que se arrastra desde hace ya tiempo, y a cuya superación esperamos contribuir con los ejemplos que presentamos en la sección 7.8. 1.1 De vuelta a Freud con la vista en el futuro. Los historiales clínicos constituyen una introducción especialmente buena a la obra de Freud. Jones destaca que el caso Dora -el primero de los historiales clí- nicos ejemplares después de Estudios sobre la histeria-, [sirvió] por años como modelo para los candidatos de psicoanálisis, y aunque desde entonces nuestros conocimientos han progresado bastante, su lectura, aún hoy en día, es igualmente interesante como antes. Para mí, fue el primero de los trabajos postneurológicos de Freud con cuya publicación me topé, y recuerdo bien lo profundamente que me impresionaron la evidente intuición y la observación de los más mínimos detalles. He ahí un hombre quien no sólo escuchaba con pre-cisión cada palabra de su paciente, sino uno para quien cada jota de una expresión era igualmente determinante y presuponía un contexto, del mismo modo que un fe-nómeno físico (1962, pp.306s). Es aún más interesante que Erikson (1962) haya hecho evidentes, precisamente en este caso, serias debilidades en la concepción etiológica y terapéutica (véase tomo 1, 8.6). Su discurso como presidente de la Asociación Psicoanalítica Americana marcó el inicio de una crítica creciente, tanto a las explicaciones etiológicas de Freud en los historiales clínicos, como también a su técnica en los informes de tratamiento. En vista de la marea ascendente de publicaciones referentes al tema, Arlow (1982) manifestó su extrañeza sobre esta ligazón a objetos pasados. De ma-nera breve y concisa, recomendó que nos despidiéramos de las amistades juveniles, que entonces prestaron un buen servicio, que las dejáramos gozar de un merecido descanso y que pasáramos a preocuparnos de problemas actuales. 3 Por de pronto, es sin duda esencial, no sólo dar el finiquito a las amistades de ju- ventud con Ana O., con Juanito, con Dora, con el presidente del senado Schreber, con el hombre de las ratas y con el hombre de los lobos, sino también el cómo, esto es, bajo qué condiciones, se llegue a cada una de estas conclusiones. El ins-tituto de formación es quien hace de intermediario en estas amistades, y a través de ellas familiariza a los candidatos con la obra de Freud, como terapeuta, científico y escritor. Al escribir este libro hemos vuelto a nuestras amistades de juventud y hemos profundizado en algunos de los grandes historiales clínicos de Freud. Aun cuando sea también cierto aquello de que lecturas repetidas ofrecen nuevos descubrimien-tos, sólo con algunas reservas de interpretación podemos estar de acuerdo con el llamamiento de Lacan (1975, p.39): "Volver a Freud". En el camino de vuelta no volvemos a encontrar a nuestras amigas y amigos de juventud con la misma figura que tenían entonces, cuando nos salieron al encuentro, cuando nos entusiasmamos con Katharina o con Juanito. La luz bajo la cual hemos visto los historiales clíni-cos de Freud ha sido cada vez algo distinta y, debe decirse, a menudo nos ha pre-ocupado poco la manera cómo el autor mismo entendió su texto. Finalmente, no fue sólo Freud quien nos introdujo en el amor al psicoanálisis, sino también lo hi-cieron padres espirituales, que hacían propaganda a su propia manera de ver las co-sas. ¿En quién podemos entonces confiar en nuestra vuelta a Freud, de tal modo que las ideas se infundan de nueva vida y que apunten hacia el futuro, como, por ejemplo, se lo representan Arlow y Brenner (1988), y también Michels (1988), en sus recomendaciones para reformar la formación psicoanalítica? En vista de la magnitud de la obra y de la tarea propuesta, se debe decidir qué partes pertenecen al pasado, y no confiarse en un solo individuo -aunque tenga la significación de Rapaport (1960), quien se atrevió a denunciar la supuesta longevi-dad de conceptos psicoanalíticos esenciales-. ¿A qué intermediario debemos pues dirigirnos en esta tarea hermenéutica? Aunque Hermes no haya sido el padre etimo-lógico de la hermenéutica, participó sin embargo como mensajero y traductor entre dioses y hombres en el intercambio y transformación de este mundo, no dejando en esto nunca de lado su ganancia personal. Lo mismo sucede con los intérpretes, cuando se esfuerzan en hacer justicia a la obra de Freud sin perder de vista sus propios intereses. No sólo los psicoanalistas prácticos viven, literalmente, de la herencia de Freud. Lo mismo vale para muchos autores que hacen deeste legado el objeto de sus críticas. ¿Qué pasa con la apropiación como una forma especial de traducción? Desde que Brandt (1977) aplicó el juego de palabras "traduttore: traditore" a la Standard Edi-tion, Strachey se convirtió, de "traductor", en un "traidor" y, desde 4 que apareció el provocador libro de Bettelheim (1982), cundió la inseguridad. La difícil situación en que quedaron los psicoanalistas angloamericanos, que confiaban en la Standard Edition, después de las críticas hechas a la traducción de Strachey por Bettelheim (1982), Brandt (1961, 1972, 1977), Brull (1975), Ornston (1982, 1985a, b), Ma-hony (1987) y Junker (1987), no podría haber sido mejor descrita que con el iró-nico encabezamiento de Wilson (1987): ¿Inventó Strachey a Freud? La respuesta cae por su propio peso. La crítica injustificada, y muy exagerada, a la admirable obra de Strachey ha desplazado en los últimos años la discusión hacia puntos secundarios y distraído la atención de las verdaderas razones de la crisis del psicoanálisis. Por consiguiente, es más que ingenuo querer solucionar con la ayuda de una nueva traducción la crisis originada por la crítica a la Standard Edition. Junto a la comprobación de fallas y errores de sentido, sobre los que muchos autores han llamado adecuadamen-te la atención, en la crítica a la Standard Edition se trata de la pregunta hermenéu-tica acerca de la distorsión de la obra por la traducción de Strachey. En compara-ción con ésta, la comprobación de fallas en traducciones de sentido es cosa senci-lla. Las dificultades son más fundamentales, desde el momento en que la herme-néutica, es decir, la doctrina de la exégesis de textos, no nos ofrece ninguna regla a la que podamos agarrarnos, al modo de una cuerda segura durante un difícil escala-miento de montaña. Con Schleiermacher partimos de la base de que es posible, por lo menos, "colocarse parejamente en los lados objetivo y subjetivo del autor" ([1838] 1977, p.94). Esta "nivelación con el autor" es uno de los requisitos para la exégesis de un texto y para, finalmente, poder entender mejor que el autor mismo el objeto del texto (véase Hirsch 1976, pp.37ss; además, tomo 1, p.24). Schleier-macher planteó así la tarea : "primero, entender el discurso tan bien como su autor, después mejor que él" (p.94). Cada lectura enriquece nuestros conocimientos pre-vios y nos coloca en una situación para entender mejor. Schleiermacher agrega: "sólo frente a lo trivial nos contentamos con lo entendido de golpe" (p.95). Es algo muy natural que al leer los informes de tratamiento de Freud apliquemos nuestras propias experiencias como medida de comparación, lo que hace que a lo largo del tiempo vaya creciendo la seguridad de entender el objeto del psicoanálisis mejor que su propio fundador. El incremento en conocimientos acerca del objeto, en nuestro caso en conocimientos técnicos, se alimenta desde muchas fuentes. La confrontación crítica con los informes terapéuticos de Freud ha creado una distancia que hace que hoy en día miremos a nuestras amistades juveniles de entonces con otros ojos. A través de ello se han estimulado las experiencias propias, de modo que psicoanalistas creativos han conquistado 5 aspectos nuevos y distintos del ob-jeto, con lo que se han conseguido cambios en la terapia y en la teoría. Con la mirada puesta en muchos psicoanalistas y en otros intérpretes de Freud, a quienes mucho debemos en nuestros estudios de Freud, quisiéramos animar al lec-tor a identificarse, sin compromiso, con nuestra exégesis. Con los dos volúmenes de este libro, creemos haber cerrado un amplio círculo en torno a los fundamentos de la teoría psicoanalítica y a su eficacia como terapia, de tal modo de haber fun-dado un sólido punto de partida. En el intento de entender la crisis actual del psico-análisis a partir de la obra de Freud y de su recepción por el movimiento psicoana-lítico y, más aún, todo esto contra el fondo de la historia de las ideas, es mucho lo que se pone en juego. Puesto que somos conscientes de que se trata de un proble-ma de gran trascendencia, hemos vacilado largamente antes de comprimir nuestra exégesis en pocas frases. La gran idea de Freud fue reunir en una unión inseparable (Junktim) el método interpretativo inventado por él -como influjo terapéutico so-bre pacientes aquejados de dolencias psíquicas-, con la investigación de las cone-xiones causales, esto es, con la génesis de las enfermedades psíquicas y psicosomá-ticas. Sin embargo, si para la verificación de las conexiones causales se exige que los datos sean independientes de la influencia que ejerce el terapeuta, la terapia destruye la ciencia. Por otro lado, en tanto se exiga esta independencia al investigador, cre-yendo poder abstenerse de cualquier tipo de sugestión y así poder llegar a datos libres de contaminación sólo a través de interpretaciones, se arruina la terapia, sin ganancia para la teoría explicativa. Pues, obviamente, el analista que interpreta in-fluencia la terapia a su manera, aun cuando sus interpretaciones aparezcan orien-tadas sólo a llamar por su nombre los aspectos inconscientes y hasta ahora desco-nocidos de la conducta del paciente, y a hacerlos accesibles la reflexión. De este modo, la unión inseparable de Freud contiene un dilema que pasó en gran parte desapercibido, porque su tenor sugiere que la observancia de las reglas sirve de igual manera a la terapia y a la investigación. La magia de esta sentencia tuvo por muchos decenios una fuerza tranquilizadora y, aparentemente, solucionaba simultáneamente los problemas terapéuticos y científicos del psicoanálisis. Con la contraposición entre historiales clínicos e informes de tratamiento, es posible ver de manera ejemplar que la reconstrucción científica de la génesis de las enfermedades psíquicas y psicosomáticas (en el historial clínico) sigue otros cri-terios que la exposición de informes de tratamiento, que tienen como objetivo fundamentar la teoría de la terapia y las condiciones para la curación. En la sección 10.5 del tomo primero fundamentamos en detalle las 6 consecuencias que tiene el desacoplar la unión inseparable y liberar al analista de una permanente sobreexi-gencia. Repetimos la frase final del tomo primero: la teoría de la técnica de Freud exige distinguir "los siguientes componentes independientes: curación, obtención de nuevas hipótesis, prueba de las hipótesis, exactitud de las explicaciones, y utilidad del conocimiento" (p.428). En relación con la teoría de la terapia y su prueba, hacemos totalmente nuestra la opinión de Lorenzer: El comprender y entender psicoanalíticos se aplican al cambio en los designios prácticos para el dolor del paciente; la teoría psicoanalítica pone en conceptos estas experiencias dolorosas y el trato con el dolor. El psicoanálisis es pues una teoría de la actitud terapéutica frente al dolor (1986, p.17; la cursiva es nuestra). Si aceptamos que el objeto de conocimiento del psicoanálisis es el ser humano que sufre, no basta asentar este objeto entre la sociología y la neurofisiología, pues en este caso se precisa la colaboración de todas las ciencias que tengan algo que decir sobre el ser doliente. En psicoanálisis, no sólo la investigación interdisciplinaria va de mal en peor, sino que muchos psicoanalistas han levantado el argumento de-fensivo del carácter "flotante" del psicoanálisis, del hecho de que éste no deja casi ningún terreno científico vecino sin tocar. El psicoanálisis no se sienta entre las sillas ni tampoco flota sobre ellas; con mucha menor razón se puede pretender hacer de la metapsicología un techo universal que cubra el conjunto de las aplica-ciones del método psicoanalítico. En vez de eso, de lo que se trata es de lograr una posición metodológica propia para luego cooperar con los vecinos, que como psi-cólogos, sociólogos, filósofos, lingüistas, etc., trabajan en temas relevantes para el psicoanálisis. De la definición de Lorenzer se colige, por ejemplo, que sería im-portante llegar a métodos adecuados para la determinaciónde los cambios. Tales indagaciones pertenecen a la teoría de la terapia, que, a su vez, plantea otras pre-guntas que la teoría de la etiología de las enfermedades psíquicas y psicosomáticas. Nuestro estudio de las fuentes nos ha convencido de que Freud luchó toda su vida con el dilema anteriormente descrito, cuya solución está aún pendiente. Son mu-chas las cosas que se pueden descubrir en la obra de Freud, por eso volvemos siem-pre enriquecidos del reencuentro con ella. Sin embargo, la ventaja que Freud mis-mo le otorga al cumplimiento de la unión inseparable nos parece totalmente insu-ficiente en lo que atañe a la investigación que tiene por objeto la verificación de las hipótesis. Durante decenios, la práctica se ha llevado a cabo de una manera que estanca las posibilidades terapéuticas y científicas del método psicoanalítico. Para las teorías explicativas fue más que 7 desgraciado que se las casara con la metapsico-logía. De este matrimonio resultaron muchos constructos de pseudociencia natural, que han dificultado la exploración de nexos causales que tienen que ver con la teoría explicativa del psicoanálisis. Nos parece convincente la interpretación de Grünbaum de que la exploración de conexiones causales en la génesis de enferme-dades psíquicas y psicosomáticas no está unida a puntos de vista metapsicológicos. Es claro que la investigación causal no puede consistir en transportar fenómenos clínicos a una terminología metapsicológica. Fara y Cundo (1983, pp.54s) han demostrado en un ingenioso estudio que en todas las obras de Freud se mezclan distintos planteamientos, aun cuando la proporción de la mezcla entre los modelos metapsicológicos y el arte interpretativo, esto es, la hermenéutica, sea distinta cada vez. En el primer tomo hemos explicado en detalle que, probablemente, fue el monis- mo materialista de Freud, que marcó la metapsicología, el que provocó errores y confusiones. Con la afirmación de que Freud sucumbió bajo un "automalentendido cientificista", Habermas no sólo desestimó, a través del encadenamiento poco feliz con la metapsicología, la significación de la investigación causal en psicoanálisis, sino que además gravó la práctica terapéutica con una hipoteca que hemos detallado en otra parte (Thomä y cols., 1976), hipoteca que ha sido incluso aumentada por Lorenzer. Por medio de un cambio en la denominación, estos influyentes autores han colocado el vino viejo en odres nuevos provistos de impresionantes etiquetas. Los puntos de vista metapsicológicos, bajo el alero de la metahermenéutica o de la hermenéutica profunda, no sólo siguen viviendo, sino que, por primera vez en la historia del psicoanálisis, pueden ahora influir en la práctica sin que se note; y esto porque son traídos a colación directamente en conexión con el proceso interpreta-tivo. Ni Habermas ni Lorenzer parecen haberse dado cuenta que gran parte de la metapsicología vuelve así a su punto de partida, es decir, a las "hipótesis neurofi-siológicas" de aquel entonces que Freud "psicologizó", para decirlo en el lenguaje de Bartels (1976). La verdad es que frente al "automalentendido" es ahora necesario hacer algunas diferenciaciones. No todos los casos de ignorancia de un autor son del mismo tipo. Freud no podía tener un cuadro claro de todas las implicaciones de la aplicación terapéutica y científica del método inventado por él. En esa medida, su obra sufre el mismo destino de todos los descubridores y autores de un rango digno de ser registrado por la historia de las ideas, cual es que los investigadores que lo siguen captan mejor algunas cosas que el fundador, descubridor o autor mismo. En cuanto nos hemos podido familiarizar con la literatura pertinente, no existe argumentación convincente que justifique la subversiva tesis del 8 automalentendido. El mismo Habermas debe admitir que el analista se apoya en sus interpretaciones sobre teo-rías explicativas. Es especialmente urgente introducir los puntos de vista de las ciencias sociales en la investigación psicoanalítica, algo en lo que también hacemos hincapié en la introducción al capítulo 2. Con ello, el psicoanálisis podría conseguir una funda-mentación científica que le permitiría salir de la polarización entre arte inter-pretativo y explicación. En todo caso, nosotros nos contamos dentro de los her-meneutas para quienes la validación de sus interpretaciones constituye el precepto máximo. Hablamos de una tecnología hermenéutica autónoma porque queremos destacar que el arte interpretativo psicoanalítico está obligado a la validación, que también debe considerar la pregunta de las conexiones causales. En el mismo sen-tido argumenta Hirsch (1967, 1976), cuyo entendimiento de la hermenéutica está marcado por un sobrio pragmatismo. Es sorprendente que la obra de Hirsch haya sido hasta el momento apenas tomada en cuenta en la literatura angloamericana por los autores que se inscriben dentro de la orientación hermenéutica. Tan sólo Ru-bovits-Seitz (1986) ha aceptado recientemente que Hirsch representa una con-cepción hermenéutica muy exigente con la fundamentación de las interpretaciones. En resumen, se podría decir que la nueva versión de la unión inseparable no sólo es útil a la investigación, sino que también posibilita innovaciones en la práctica psicoanalítica. El descubrimiento de nuevos aspectos de la transferencia y de la contratransferencia es ya un efecto acompañante de la comprensión psicosocial de la situación analítica. Hacer diferenciaciones claras no es sólo algo esencial para la investigación cuya meta es la verificación de hipótesis, de importancia creciente en nuestros días, sino también adecuado para allanar el camino a nuevas hipótesis. El aserto de Freud de la unión inseparable pertenece a una fase de casi todos los tra-tamientos en la que analistas ocurrentes descubren conexiones psíquicas. Hoy en día es mucho más difícil descubrir algo verdaderamente nuevo, y formularlo de tal manera que las exigencias actuales de la investigación en verificación de hipótesis puedan ser satisfechas. Se necesitan esfuerzos conjuntos para llevar el paradigma de Freud a una fase de ciencia normal. Por cierto, no se puede esperar que los filósofos solucionen nuestros problemas empíricos. No obstante, no nos cabe la menor duda de que el estudio de diálogos psicoanalíticos extensos hecho por filósofos tendría efectos más provechosos que la crítica epistemológica a la obra de Freud. Sin menoscabo de la significación de la autorreflexión en la terapia, después de la lectura de algu-nos protocolos de sesiones grabadas magnetofónicamente, Habermas no habría he-cho del psicoanálisis apenas algo más que una pura ciencia de la reflexión. A su vez, Ricoeur podría comprobar que los 9 psicoanalistas también observan. Final-mente, Grünbaum podría verse confirmado en su idea de que los psicoanalistas buscan conexiones causales relevantes, y habría quizás incluso descubierto que los psicoanalistas hoy en día, al partir de los factores que mantienen los síntomas tantean en el pasado con más cuidado que el mismo Freud. Por otro lado, la opi-nión de Grünbaum de que el influjo del analista conduce a una contaminación inextrincable de los datos, no se sostiene. Los diálogos presentados en este tomo permiten distinguir, por ejemplo, distintos grados de sugestión. La verdad es que aún falta dar los pasos exigidos por Meehl (1983) en el registro del gran espectro que va desde la manipulación hasta la sugestión, en el sentido de sugerencia, pasando por la persuasión burda. Por su parte, en la técnica interpretativa analítica los aspectos sugestivos se hacen objeto de reflexión conjunta, con el fin de neutralizar las dependencias. Es sorprendente que Grünbaum (1985) no haya lla-mado la atención sobre tales útiles aplicaciones de su indagación epistemológica sobre el concepto de placebo. Y esto porque él demuestra que el entendimiento de los factores eficaces característicos e incidentales, en su relación con el conjunto de síntomas cuyo cambio constituye la meta (Zielsyndrom)de la terapia, depende de la correspondiente teoría de la terapia. Sin querer retomar la discusión del primer tomo (cap. 8) sobre los medios inespecíficos y específicos, generales y especiales, quisiéramos sólo señalar que Strupp (1973, p.35) y Thomä (1981, p.35) han mos-trado cuán dependiente de la situación es el valor que toma la influencia. Por eso, las clasificaciones clínicas confiables y válidas de los factores característicos e inci-dentales son difíciles, aunque no imposibles. Por último, creemos que la lectura de los diálogos presentados en este volumen puede también contribuir a sacar la dis-cusión sobre teoría de la ciencia del terreno de las simplificaciones. Freud (1933a, p.140) calificó el tratamiento de pacientes como la patria de origen del psicoanálisis. De ella proviene el método terapéutico interpretativo que, a diferencia de la hermenéutica teológica y de las ciencias del espíritu (Szondi 1975), investiga sistemáticamente la vida anímica inconsciente de pacientes que llegan al analista con la esperanza de una cesación de sus padecimientos. La exis-tencia de metas terapéuticas distingue esencialmente la hermenéutica psicoanalí-tica de otras disciplinas hermenéuticas. La interpretación de las obras de arte habi-tualmente no les causa daño, y los artistas fallecidos pueden, como máximo, re-volcarse metafóricamente en sus tumbas si no logran reconocerse en esa interpre-tación. Las interpretaciones psicoanalíticas se entrometen en los destinos huma-nos. Los pacientes buscan ayuda a causa de sus síntomas y la pregunta por la me-joría o la curación es 10 esencial. Las diferentes exégesis no tocan a un texto y éstos tampoco pueden alegar por ellos mismos. Por esta razón, el analista no sólo debe justificar su acción terapéutica en el caso individual, sino también tiene la obligación de estar continuamente probando la solidez de sus representaciones teóricas sobre el inconsciente y sobre las vivencias y las conductas humanas. A diferencia de la hermenéutica de la teología y de las ciencias del espíritu, el fundador del psicoanálisis unió el arte interpretativo tera-péutico a teorías explicativas. Freud postuló la relevancia causal de su teoría de la psicogénesis, y sentó la exigencia de diferenciar el origen y el curso de las en-fermedades psíquicas y psicosomáticas de acuerdo con condiciones necesarias y su-ficientes. En el caso de reconstrucciones deducidas con posterioridad (nachträglich) se trata de "posdicciones". Por esto, la significación del punto de vista introducido por Freud de la "retroactividad" (Nachträglichkeit; véase nota en la página 110) ha sido en gran medida subvalorado, como lo mostramos en las secciones 3.3 y 6.3. Sin lugar a dudas, de lo que se trata en el diálogo analítico es de las palabras. Sin embargo, estas palabras significan algo, y no exclusivamente algo con sentido o algo lingüístico. Las acepciones de "nexo o conexión", "relación", "síntesis", etc., responden en la obra de Freud, en el sentido del uso lingüístico científico de entonces, del término "explicar". Por ejemplo, en atención a las condiciones de constitución del sueño manifiesto, Freud (1900a, p.627) habló de un "nexo ajustado a ley" con los pensamientos oníricos latentes. En primer lugar, lo que buscaba era aclarar las conexiones causales. En esto, Freud se equivocó en relación con la prueba empírica en el caso individual y, en conjunto, subestimó el pro-blema de la investigación que busca verificar las hipótesis. La práctica psicoanalítica está sometida a la investigación procesal y de resul- tados. Las teorías explicatorias de Freud surgieron de la práctica terapéutica, las que a su vez influyeron retroactivamente, y con eficacia, el método psicoanalítico in-terpretativo. De ahí proviene la repetida corrección de la doctrina interpretativa psi-coanalítica. En cuanto ésta se apoya en teorías explicativas, las interpretaciones se transforman en falsas si es que han sido deducidas de elementos de la teoría que han sido contradichos. Si se consideran, por ejemplo, los resultados de la investigación actual sobre epidemiología y sobre la interacción madre-hijo, muchos supuestos de la teoría (doctrina) general y especial de las neurosis se transforman en cuestiona-bles (Lichtenberg 1983). En especial, emprender la revisión de la teoría de la tera-pia ha llegado a ser algo indispensable. En esta revisión de la técnica podemos partir de suposiciones que Freud descuidó. En atención a ello, hemos dado a esta sección el encabezamiento 11 especial de "de vuelta a Freud con la vista en el futuro". Según Freud, "el análisis debe crear las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del yo; con ello queda-ría tramitada su tarea" (Freud 1937c, p.251). Si esta afirmación se refiere a la si-tuación terapéutica, y no exclusivamente a la capacidad alcanzada por el paciente de arreglárselas con las dificultades cotidianas sin síntomas, podemos entonces formu-lar la siguiente tesis general: situaciones favorables en la situación terapéutica son aquellas que posibilitan al paciente transformar el padecimiento pasivo del trauma patógeno originario en un obrar activo. Con esto generalizamos la teoría del trau-ma de Freud, en cuyo centro se encuentra la vivencia de desamparo (véase en el primer tomo, 8.7), por lo menos desde el trabajo Inhibición, síntoma y angustia (1926d): "El yo, que ha vivenciado pasivamente el trauma, repite ahora de manera activa una reproducción morigerada de éste, con la esperanza de poder guiar de manera autónoma su decurso. Sabemos que el niño [igual que el paciente adulto] adopta igual comportamiento frente a todas las vivencias penosas para él, reproduciéndo-las en el juego [y en la transferencia]; con esta modalidad de tránsito de la pasividad a la actividad procura dominar psíquicamente sus impresiones vitales" (Freud 1926d, p.156; los agregados son nuestros). Es posible generalizar aún más esta te-sis: "A través del tránsito de la pasividad a la actividad [el ser humano] busca do-minar psíquicamente sus impresiones vitales" (G. Klein 1976, pp.259ss). Klein ha demostrado convincentemente, en base a argumentos sacados de la psicología cognitiva y de la psicología de los afectos, cómo se llega a la compulsión neuró-tica o psicótica a la repetición descrita por Freud. Así es como se refuerza el senti-miento de desamparo pasivo y como se dificulta, de manera ininterrumpida, el do-minio de las condiciones obsoletas generadoras de angustia: Las expectativas in-conscientes actúan como filtro perceptivo, en el sentido de profecías negativas autocumplidas, de tal suerte que, o no se logran tener experiencias positivas, o las vivencias favorables se extinguen vaciándolas de significado. Por este procedimien-to, antiguas privaciones, castigos o humillaciones (en resumen: todas las viven-cias traumáticas), no sólo se conservan, sino que se acumulan, se suman, en la vida diaria y, en los cursos terapeúticos desfavorables, se llegan incluso a reforzar. Ampliando a todo el ciclo vital la teoría de Khan (1963) del traumatismo acumula-tivo, creemos hacer justicia a la psicogénesis como un proceso ininterrumpido. En muchas personas, la historia vital se configura a partir de razones incons- cientes de una manera tal, que las expectativas se confirman llegándose conti- nuamente a nuevas situaciones traumáticas. Por ejemplo, los paranoicos celosos y perseguidos proyectan hacia afuera aquello que no quieren percibir en sí 12 mismos, "pero no proyectan en el aire, por así decir, ni allí donde no hay nada semejante ..., y en su 'delirio de relación' (Beziehungswahn) aprovechan los mínimos indicios que les ofrecen esos otros, extraños" (Freud 1922b, p.220). En su obra más tardía, Freud subraya la significación fundamental de tales pro- cesos: El yo fortalecido del adulto sigue defendiéndose de unos peligros que ya no existen en la realidad objetiva, y aun se ve esforzado a rebuscar aquellas situaciones de la realidad que puedan servir como sustitutos aproximados del peligro originario,a fin de justificar su aferramiento a los modos habituales de reacción. Bien se entiende, pues, que los mecanismos de defensa, mediante una enajenación respecto del mundo exterior, que gana más y más terreno, y mediante un debilitamiento per-manente del yo, preparen y favorezcan el estallido de la neurosis" (Freud 1937c, p.240, la cursiva es nuestra). En ese proceso, los síntomas pueden llegar a investirse de contenidos nuevos. Este antiquísimo conocimiento de Freud (1895d, p.148) fue fundamentado, en particu-lar, por el concepto de Hartmann (1939) del cambio de función, pero su relevancia técnica no ha sido sistemáticamente elaborada. Por esto, en la sección 4.4 del pri-mer tomo, destacamos de manera especial cómo los síntomas se mantienen, en un proceso circular que se refuerza a sí mismo. Así, a lo largo del tiempo se puede llegar a situaciones de desamparo y desesperanza cuyo contenido puede estar muy alejado de los traumas originarios. Como un claro indicio de este proceso, se puede señalar la susceptibilidad aumentada que crece a partir de la sensibilidad para ciertos estímulos, aunque también para estímulos totalmente inespecíficos. Finalmente, los sucesos que desde afuera aparecen como triviales pueden llegar a tener conse-cuencias drásticas para personas hipersensibles, y la susceptibilidad neurótica carga especialmente las relaciones humanas. En base a las repeticiones recién descritas en el sentido de un entendimiento am- pliado de la teoría del trauma, es posible afirmar que también en la terapia se puede llegar a humillaciones que deben ser tomadas muy en serio. Estas se dan a pesar de los esfuerzos del analista en crear una atmósfera amigable. Más aún, creer que se pueden crear condiciones constantes para un crecimiento psíquico inalterado, como en un tipo de incubadora psicoanalítica, puede incluso llegar a tener efectos desfa-vorables. Pues por el mero establecimiento del encuadre (setting), y a través de los malentendidos inevitables, se originan humillaciones cuyo efecto será más traumá-tico mientras menos sean llamadas por su nombre, 13 menos reconocidas y menos interpretadas (véase tomo primero, cap. 7 y sección 8.4). Durante largo tiempo permaneció sin ser reconocida la extensión del efecto trau- mático de las transferencias, que no sólo trae consigo repeticiones de antiguas des-ilusiones edípicas o preedípicas, sino que también toca el presente del paciente adulto con capacidad de ejercicio sexual. Es probable que la razón de por qué los efectos traumáticos de la transferencia hayan sido descubiertos tan tarde, sea que la teoría de la frustración parecía justificarla. En el congreso de Budapest (1987), Thomä hizo enérgico hincapié, en una conferencia no publicada, en el traumatismo en la transferencia como efecto secundario no deseado. En ese momento era aún desconocido que Ferenczi (1988) había confiado a su diario, en 1932, descubri-mientos de gran calado. El describió el modo como las actitudes profesionales y las reglas psicoanalíticas pueden llegar a tener efectos traumáticos, y con ello reac-tivar antiguos traumas a cuya superación debiera llevar el análisis. Nosotros sacamos otras consecuencias que las de Ferenczi del redescubrimiento del trauma-tismo como componente de la situación analítica. Creemos que la disposición a hacer participar al paciente del proceso interpretativo y, eventualmente, también de la contratransferencia, ayuda a superar nuevos y antiguos traumas. La ampliación hecha por Balint, en el contexto de la psicología de dos y más personas, de las definiciones de Freud del desamparo como la característica de la situación trau-mática, va más allá de los microtraumas antiterapéuticos no deseados en los trata-mientos. Sería de una significación primerísima poder comprobar que este proble-ma técnico básico ha sido la causa de las polarizaciones entre las escuelas: por un lado el analista reflectante a quien en apariencia nada puede herir u ofender, y, por el otro, el analista cariñoso que, ofreciéndose como objeto, trata de compensar la carencia. Después de que Weiss y Sampson (1986) refutaron experimentalmente la teoría de la frustración en favor de una teoría del dominio (control and mastery), empezó una nueva era. Ahora, la tarea pendiente es ponderar con toda decisión las posi-bilidades que están a disposición del analista para contrarrestar los continuos agra-vios motivados por el análisis de la transferencia, con sus efectos desfavorables sobre los sentimientos de autoestima y de seguridad en sí mismo. Un primer paso en este sentido lo dieron Klauber (1987), al enfatizar la espontaneidad como antí-doto para el traumatismo en la transferencia, y Cremerius (1981), con su detallada valoración de la significación terapéutica de la naturalidad en la práctica de Freud. El alcance de los efectos desfavorables sobre la eficacia terapéutica de la intro- ducción de la teoría de la frustración, al servicio de un fetichismo 14 pseudocientífico, puede apreciarse en la técnica de la psicología del sí mismo de Kohut. Kohut cree que el reconocimiento que un paciente experimenta con motivo de reflexiones narcisistas debe ser ofrecido manteniendo el analista la abstinencia y la neutralidad. El aferrarse a un concepto de neutralidad mal entendido le quita de tal modo la base emocional a la confirmación y al estímulo, tan esenciales desde el punto de vista terapéutico, que el sentimiento de autoestima se debilita en vez de reforzarse. Por lo demás, de acuerdo con la teoría del "objeto-sí mismo" la confirmación no debe-ría venir de un "otro significativo", sino representar una especie de autoconfirma-ción narcisista, en la reflexión del propio sí mismo. En la nueva era de la terapia psicoanalítica seguirá disminuyendo el miedo a que los reconocimientos conduzcan a seducciones edípicas o a cumplimientos de deseos incestuosos. Reconocimientos genuinos disminuirán considerablemente el efecto traumático de la transferencia y mejorarán esencialmente la eficacia terapéutica del psicoanálisis. La pregunta de cómo el analista logra crear en su consultorio las condiciones más favorables para los cambios terapéuticos, atraviesa, como hilo conductor, todos los capítulos de este libro. En esto se trata de promover al pa-ciente de tal manera que pueda superar y dominar antiguas y nuevas situaciones de desamparo. El concepto de la reelaboración de conflictos se subordina a la teoría ampliada del dominio. Si los mecanismos de defensa contra la angustia se conci-ben desde el punto de vista de la superación en el aquí y ahora, se pueden despren-der de la teoría psicoanalítica de la angustia, que recapitulamos en la sección 9.1, posibilidades terapéuticas hasta ahora descuidadas. 1.2 Historiales clínicos Con la publicación de sus historiales clínicos, Freud buscó demostrar la conexión entre enfermedad e historia vital. En esto, llegó a la conclusión de que la génesis de las enfermedades psíquicas y psicosomáticas debe entenderse en el sentido de las series complementarias. En la génesis y cronificación de los trastornos neuróticos deben concurrir muchos factores. La tolerancia de una persona en fases vitales críticas depende de sus disposiciones, adquiridas a través de influencias marcadoras y de conflictos en la niñez y en la adolescencia, sobre un terreno de factores congé-nitos. Debido a que la diferenciación psicosexual experimenta su organización bá-sica durante los conflictos edípicos, y a causa de la importancia elemental de la asunción de los respectivos roles sexuales psicosociales -que se viven subjetiva-mente como sentimientos de 15 identidad vinculados al sexo-, los conflictos edípicos son de gran trascendencia para la historia vital. Que estos conflictos desaparezcan y cómo lo hagan, o que se estructuren como complejo -el que puede ser diagnostica-do en base a vivencias y comportamientos típicos-, depende a su vez de distintas constelaciones socioculturales y familiares. No en último lugar, la salida que to- man los posteriores intentos de solución de problemas,
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