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La Gran Depresión

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La economía internacional de entreguerras (1914-1945) 
 
El periodo que va desde el inicio de la primera guerra mundial alla en 1914 hasta el final de la segunda en 
1945 es considerado como el período más desfavorable para el crecimiento económico de la era contem-
poránea. 
 
7.1 Las consecuencias de la primera guerra mundial 
 
Los efectos económicos de la primera guerra mundial fueron profundos y duraderos. En primer lugar se 
puso fin al orden que había regido la economía internacional durante la segunda mitad del siglo XIX. En 
segundo lugar se dieron unas derivaciones económicas, sociales y políticas que ejercieron una influencia 
decisiva en el desarrollo de la economía internacional en las décadas siguientes. 
 
7.1.1 Las consecuencias económicas de la guerra 
 
1. Destrucción del capital físico y humano: En primer lugar la Gran Guerra conllevó una gran 
perdida de vidas humanas, lo que ocasionó una catástrofe demográfica y déficit de naci-
mientos. Además hubo una gran cantidad de heridos y de personas que después de la gue-
rra quedaron incapacitadas para llevar a cabo cualquier tipo de tares, ya que habían que-
dado tullidos por la metralla o cosas similares. En segundo lugar la guerra conllevó la des-
trucción de bienes de capital. Así mismo, el stock de capital físico existente se deterioró 
porque se paralizó la inversión en nuevos bienes de capital y en el mantenimiento del equi-
po. Además hubo un gran destrozo en las infraestruscturas. 
 
2. Costes financieros: Los costes financieros de la guerra resultaron muy graves, la guerra fue 
extremadamente cara, la factura se elevó a entre 260.000 y 338.000 millones de dólares de 
la época. Los ingresos fiscales no fueron suficientes para cubrir los gastos militares. Francia, 
Alemania y otros estados emitieron deuda de manera masiva, los gobiernos se endeudaron 
fuertemente, esto es entendible en el sentido de que los ganadores pretendían hacerse in-
demnizar. Por último la supresión del patrón oro y la subordinación de los bancos centrales 
a los intereses nacionales permitieron la emisión de billetes sin límite. 
 
3. Los desequilibrios comerciales y el problema de la deuda exterior: Los países en guerra tu-
vieron que importar productos masivamente de los países neutrales, esto provocó un défi-
cit en la balanza comercial y por cuenta corriente de los países en guerra. La deuda interna 
se añadió entonces a la externa. Las naciones del bando vencedor debían a EEUU unos 
12.000 millones de dólares. EEUU se negó a prestar más dinero. Los aliados confiaron en 
poder liquidar sus deudas cargando a los perdedores a indemnizaciones para poder pagar a 
EEUU. Alemania sufrió esto de manera especial, pues los aliados los inflaron a indemniza-
ciones lo que hizo imposible restaurar el equilibrio económico. 
 
4. La reestructuración de la economía internacional: Debido a la guerra las potencias europeas 
orientaron la producción a las necesidades de una economía de guerra total. Así relegaron 
la agricultura, desatendieron los mercados exteriores en los que vendían sus manufacturas 
y potenciaron la capacidad productiva de las ramas industriales importantes para la guerra. 
Esto provocó que otras industrias cubrieran el hueco que habían dejado las industrias del 
viejo continente, así las industrias de los países neutrales llegaron a nuevos mercados. Una 
vez acabada la guerra ya no se retornaría a la situación anterior. El sector agrario sufrió du-
ramente la guerra, pues su fuerza de trabajo fue movilizada, esto hizo que los precios agrí-
colas crecieran por encima de los bienes no agrícolas. Finalizada la guerra la agricultura eu-
ropea volvió a una situación de normalidad, además desde el campo europeo se pidieron 
medidas proteccionistas. A partir de 1920 los precios de los productos agrarios experimen-
taron fuertes caídas, los gobiernos intentaron parar la desvalorización rebajando los volú-
menes producidos, para ello se endeudaron con el exterior. 
 
7.1.2 Las consecuencias económicas de la paz 
 
1. El nuevo mapa político: Los perdedores de la guerra fueron 4; Alemania, Austria-Hungría, 
Rusia y el Imperio Otomano. Alemania perdió el 13% de su territorio sin contar las colonias, 
se le quitó Alsacia y Lorena, y una parte de Prusia para dársela a Polonia, un nuevo estado. 
En cuanto a Rusia le dio la Besarabia a Rumania, nació el nuevo territorio de Finlandia, Es-
tonia, Letonia, Lituania, parte de Polonia. Por lo que respecta al Imperio Otomano, Turquía 
se vio privada del inmenso territorio que había poseído en la península arábiga y en oriente 
próximo. Austria-Hungría fue desmembrado: Austria y Hungría fueron achicadas, amplias 
zonas del imperio fueron a parar a Polonia, y otras zonas a Italia, otra porción fue a parar a 
Rumania y además se formaron dos naciones; Checoeslovaquia y Yugoslavia. La fragmenta-
ción política provocó importantes trastornos en los sistemas productivos y el comercio cen-
troeuropeo. Los nuevos estados tuvieron que afrontar fuertes inversiones para revitalizar 
las infraestructuras con tal de adecuarlas al nuevo mercado interno. La debilidad económi-
ca de estas zonas era manifiesta. 
 
2. Las reparaciones de guerra: La segunda consecuencia económica de la paz fueron las repa-
raciones de guerra. Esto se trataba de una cuestión clave para aquellos países europeos 
más endeudados o aquellos que tuvieran una reconstrucción más costosa. Si los perdedo-
res no pagaban sería la ruina de las finanzas francesas y belgas, pero si se obligaba a Ale-
mania a indemniza a los aliados por el coste de todos los bienes destruidos la reciente Re-
pública de Weimar caería en el colapso financiero y el caos social. Finalmente la carga im-
puesta a Alemania fue decidida en 1921 y fue de 33.000 millones de dólares oro. Como 
medida preventiva al cobro de la indemnización Francia y Bélgica ocuparon militarmente la 
región del Ruhr. Después de todo Alemania sólo pagó una parte de la factura. 
 
7.2 La fallida estabilización de 1920 
 
La restauración de la estabilidad económica y financiera a la salida de la guerra tenía dos vertientes; una 
interna y otra externa. El primer objetivo era cortar la inflación. El segundo el restablecimiento de un tipo 
de cambio fijo y el retorno del patrón oro. Respecto a ambas cuestiones es necesario analizar los cuatro 
aspectos siguiente: Las dificultades para atajar los procesos inflacionarios, la forma en que se restauró el 
patrón oro, lo cual nos da idea de su debilidad, las políticas monetarias de las principales potencias y la 
función desempeñada por los movimientos de capital primero como fuerza estabilizadora de la economía 
internacional y después como factor desestabilizador. 
 
7.2.1 La lucha contra la inflación 
 
La Gran Guerra generó una inflación sin precedentes, los precios aumentaron a un ritmo muy elevado. Las 
raíces se encuentran en el desequilibrio entre la oferta y la demanda en los mercados de productos provo-
cado por el propio conflicto, y por otro el incremento de la cantidad de dinero. 
 
El control de la inflación de posguerra 
Hacia 1920 hubo un grupo de países que consiguieron detener la inflación, para a continuación conseguir 
que los precios descendieran gradualmente. A este grupo pertenecían numerosos países que pertenecieron 
neutrales pero también Gran Bretaña y EEUU. Para reducir la inflación se llevaron a cabo drásticos recortes 
del gasto público y fuertes subidas de impuestos, a la vez que se mantuvieron políticas monetarias restricti-
vas. Hubo un segundo grupo de países que no pudieron cortar la inflación, los grupos sociales pelearon 
para evitar que la carga recayese sobre ellos, esto se tradujo en una elevada inestabilidad y conflictividad 
social. 
 
La hiperinflación 
 
Los problemas del grupo anterior fueron insignificantes con los que padecieron cinco países en concreto: 
Alemania, Austria,, Hungría, URSS y Polonia. Estos países padecieron la hiperinflación. 
 
La hiperinflación más espectacular fue la de Alemania 1922-1923.El factor desencadenante de fue la exce-
siva emisión de billetes por parte del banco central. La enormidad del déficit condujo a que la deuda se 
autoalimentara a una gran velocidad, activándose conocido efecto bola de nieve: + creación de dinero + 
subida d precios. Las autoridades antepusieron el relanzamiento económico a la estabilidad monetaria. 
 
La hiperinflación alemana tuvo dos consecuencias muy impotantes. La primera tiene que ver con el tre-
mendo impacto social y político provocado por la pérdida absoluta del valor del dinero, y la segunda fue 
que obligó a los aliados a replantear la cuestión de las reparaciones. Con arreglo a esto EEUU creó el plan 
Dawes, se redujeron los pagos drásticamente y EEUU concedió a Alemania la posibilidad de acceder a su 
mercado de capitales. 
 
7.2.2 La estabilización monetaria y la restauración del patrón oro 
 
Después de la guerra los tipos de cambio de las monedas se habían alterado de manera sustancial, los go-
biernos levantaron los controles de cambios. Se intentó estabilizar el tipo de cambio pero fue complicado. 
Después de la guerra los tipos de cambio sufrieron violentas fluctuaciones dependiendo de las perspectivas 
de mejora o empeoramiento de la inflación y el déficit público de cada país. 
 
El retorno al sistema monetario de cambios fijos 
 
Todos los gobiernos tuvieron como objetivo prioritario volver al sistema monetario imperante antes de la 
guerra. En una conferencia sobre esto en Bruselas se acordó que los países restableciesen una paridad fija 
en sus monedas con respecto al oro y se guiasen por las reglas tradicionales del sistema. El stock mundial 
de oro estaba muy desigualmente repartido. Para ello se celebró otra conferencia, para facilitar el ateso-
ramiento de oro por parte de los bancos centrales y la fijación del tipo de cambio con respecto a una mo-
neda fuerte que fuese directamente convertible en oro. Estas monedas serían esencialmente la libra y el 
dólar. 
 
Los fallos del patrón oro restaurado 
 
La restauración del patrón oro adoleció de grandes fallos. El primero fue que se dio total libertad a los go-
biernos para estabilizar sus monedas cuando lo creyesen oportuno, por lo tanto no hubo coordinación y los 
tipos de cambio fueron fijados en momentos distintos y en distintos niveles. Este proceso se alargó más de 
siete años. El patrón de oro de entreguerras duró cinco años, desde la estabilización de facto del franco 
francés hasta el abandono de la libra esterlina en 1931. El problema estuvo en que las paridades fijadas no 
correspondían a los tipos de cambio de mercado. Unas monedas quedaron fuertemente sobrevaloradas 
mientras que a otras les ocurrió lo contrario. La libra se desplomó y el franco francés y el dólar americano 
fueron muy sobrevalorados. La economía británica se mantuvo estancada durante la década de los 1920, 
por el contrario las economías con monedas sobrevaloradas tenían superávit. 
 
7.2.3 La descoordinación de las políticas monetarias de las diferentes potencias 
 
Los países con monedas sobrevaloradas llevaron a cabo políticas monetarias de corte expansivo, mientras 
que los países con monedas infravaloradas llevaron a cabo políticas monetarias de corte restrictivo. Esto 
ocasionó desequilibrios en las balanzas comerciales de los países y hizo más difícil restaurar la estabilidad. 
 
7.2.4 Los movimientos de capitales 
 
EEUU se convirtió en el gran proveedor de capital, por detrás estuvieron Francia y Gran Bretaña. Francia 
después de perder su inversión en la deuda rusa, pues los bolcheviques repudiaron la deuda zarista, se 
mantuvo reticente a invertir y movilizar capitales. Surgió otro grupo de pequeños países que se mostraron 
favorables a invertir en el exterior. Estos países fueron Holanda, Suiza, Checoeslovaquia y Suecia. En torno a 
una cuarta parte de los flujos internacionales de capital tuvieron como destino una lista de naciones euro-
peas entre las que destacan Italia y Austria, pero también Grecia, Rumania y Polonia. Hay que tener en 
cuenta a las dos grandes piezas del rompecabezas: Alemania y EEUU. Cuando la economía alemana se co-
lapsó, EEUU prestó mediante el plan Dawes grandes cantidades de dinero a Alemania, así esta pagaría las 
indemnizaciones a los aliados y estos a su vez pagarían a EEUU. EEUU adquirió masivamente activos euro-
peos ya que ofrecían un interés más elevado que otros. 
 
Así desde 1928 los inversores del otro lado del atlántico dejaron de bombear capital al resto del mundo. 
EEUU precipitó a Alemania y a las otras economías fuertemente endeudadas hacia la suspensión de pagos y 
la depresión antes de que se gnerara la crisis económica mundial con el crash de la bolsa de Nueva York en 
1929 
 
 
7.3. LA GRAN DEPRESIÓN 
 
La crisis de principios de la década de 1930 ha sido la más grave de la historia del capitalismo. 
Entre 1929 y 1933 tuvieron lugar caídas brutales de la producción, a la par que se elevó 
espectacularmente el desempleo. Los precios se desplomaron con una intensidad desconocida. 
 
 
La magnitud de la crisis 
 
Entre 1929 y 1932 la producción industrial mundial disminuyó en más de un tercio. El único sector 
productivo básico que no sufrió un retroceso de los niveles de actividad, en términos físicos, fue la 
agricultura. La deflación afectó de forma menos brutal a los productos manufacturados: su precio 
disminuyó en algo más de un tercio. 
Algunas economías se vieron arrastradas a una depresión extraordinariamente profunda, mientras 
que otras padecieron una crisis relativamente moderada. 
 
 
7.3.1. Los orígenes inmediatos de la crisis 
 
La interpretación tradicional atribuye la crisis al crash de la bolsa de Nueva York en octubre de 
1929. Los estudios recientes de los historiadores económicos han descubierto causas más profundas 
y desequilibrios fundamentales en la economía. El alza mayúscula del índice general de las acciones 
encerraba un enorme potencial desestabilizador al estar alimentada por el crédito en cadena 
aportado por bancos y por intermediarios financieros con escasos fondos propios. Un primer 
descenso brusco de las cotizaciones causado por la retirada de inversores avisados sembró el 
pánico, sobreviniendo el desastre. Todos vendían al unísono, nadie compraba. El mercado se 
colapsó, desplomándose los precios. Disminuyeron casi sin interrupción hasta mediados de 1932. 
Antes del verano la mayoría de indicadores económicos flexionaron a la baja. El hundimiento del 
mercado de valores provocó en el último trimestre de 1929 una caída muy brusca del consumo 
privado, de forma más intensa en los bienes de consumo costosos y tecnológicamente más 
complejos como automóviles y electrodomésticos. El derrumbe de la demanda por parte de las 
familias fue debido, por un lado, al efecto riqueza negativo originado por el desplome de las 
cotizaciones bursátiles, y, por otro, a la preferencia por la liquidez. Las economías domésticas que 
tenían colocados sus ahorros en bolsa sintieron que su patrimonio había disminuido drásticamente, 
que se habían empobrecido, con lo que restringieron al máximo su gasto de consumo y renunciaron 
a las compras a plazo. La contracción del consumo condujo a su vez a una acusada disminución de 
la formación de capital. Sin embargo, no se habría convertido en una depresión extraordinariamente 
dura y prolongada de no haber socavado la estabilidad del sistema bancario. 
 
 
La desestabilización del sistema bancario 
 
El impacto más devastador de la crisis iniciada con el primer pinchazo de la burbuja financiera 
radicó en la cadena de quiebras bancarias. En Estados Unidos se sucedieron tres oleadas con 
carácter muy masivo. La fragilidad del sector se debía a la estructura bancaria norteamericana, que 
impedía el establecimiento de los bancos fuera del Estado donde tenían su razón social. Se 
encontraban concentrados en un ámbito geográfico muy reducido y carecían de una adecuada 
diversificación de las inversiones. Una dispersión tan grandehacía que el riesgo sistémico fuese 
elevado. No era improbable que se registrara una punta de “mortalidad bancaria”: circunstancias 
adversas para una actividad concreta como la agricultura podían arruinar a un número alto de 
instituciones bancarias muy dependientes de los ingresos de los agricultores. La preferencia por la 
liquidez del público hizo estallar la bomba de la crisis sistémica. Cuando se produce un 
hundimiento de los mercados y los activos financieros, la reacción inmediata de los agentes 
económicos es buscar una posición de liquidez. El pánico bancario responde a una lógica 
aplastante: quien llegue último perderá sus ahorros. 
En un momento crítico como este, el banco central es la única institución que tiene capacidad de 
detener la quiebra en cadena y evitar la desestabilización de sistema bancario. Si actúa como 
prestamista, dando señales de que está dispuesto a conceder crédito de forma ilimitada a los bancos 
sólidos, al mismo tiempo que inyecta masivamente liquidez en el sistema económico. Pero la 
Reserva Federal no hizo nada de esto. Se negaron a ampliar la oferta crediticia, subieron 
repetidamente los tipos de interés y cancelaron las operaciones de compra de títulos. Las 
suspensiones de pagos y cierres de establecimientos bancarios cobraron proporciones 
insospechadas. La destrucción masiva de depósitos bancarios provocó una fuerte caída de la 
cantidad de dinero. Entre 1929 y 1933 la base monetaria se contrajo en un tercio. Tal caída avivó el 
proceso de deflacionista: los precios cayeron en picado al derrumbarse la oferta monetaria y 
crediticia. Y el consumo se retrajo en extremo. 
 
 
7.3.2. La difusión de la crisis 
 
Se dio a través de dos canales: El comercio y las finanzas internacionales. 
 
 
El hundimiento del comercio internacional 
 
Entre 1929 y 1932 el comercio mundial se redujo, en valor, en una proporción próxima a 2/3. Esto 
propagó la depresión económica, que fue prolongada e intensa. 
Estados Unidos exportó la crisis a los demás países al tener un peso considerable en el comercio y 
la economía mundiales. La disminución de la demanda de importaciones por parte de Estados 
Unidos provocó en muchos países una fuerte caída de sus exportaciones, la cual, condujo a que 
éstos disminuyesen la demanda de importaciones, retroalimentado la espiral contractiva del 
comercio a escala mundial. 
Desde el inicio de la Gran Depresión hasta la Segunda Guerra Mundial la mayoría de países 
siguieron políticas comerciales y cambiarias para salvarse a sí mismos a costa de “empobrecer al 
vecino”. Con ellas cada país persigue salir de la crisis, recuperar y mejorar la renta y el empleo a 
expensas de los demás. En el terreno monetario, este tipo de política se materializó en las 
devaluaciones competitivas. En el terreno comercial, consistió en elevar los aranceles, imponer 
cupos y establecer el control de cambios, con el propósito de restringir las importaciones. En junio 
de 1930, el Senado de Estados Unidos aprobó la Ley arancelaria Smoot-Hawley, una formidable 
muralla para los productos extranjeros, que supuestamente, habría de frenar la caída de los precios, 
los ingresos y el empleo nacionales. Con esta medida radical y unilateral Estados Unidos renunció a 
asumir el liderazgo de la economía mundial que le correspondía desempeñar con el fin de hallar una 
salida a la crisis. Pero provocó una reacción generalizada de medidas proteccionistas por parte de 
otros países, reacción que no cesó hasta la Segunda Guerra Mundial. 
 
 
El derrumbamiento del patrón cambios oro en la periferia 
 
Las economías que formaban parte la periferia fueron las más perjudicadas por el proceso 
deflacionario. Los precios de los productos que exportaban cayeron más deprisa que los de las 
importaciones. Sumándose a una fuerte contracción del volumen de artículos exportados, tan 
intenso deterioro de las relaciones reales de intercambio provocó un enorme déficit en su balanza 
comercial (el poder de compra de las exportaciones de las economías latinoamericanas descendió, 
en promedio, en un 54%). 
El desequilibrio comercial resultó completamente desestabilizador al conjugarse con déficit en la 
cuenta de transferencias de capital. Recayó entonces una presión insoportable sobre la balanza de 
pagos. Mientras que con las exportaciones se obtenían cada vez menos ingresos, las obligaciones 
financieras, fijadas en oro a tipos de interés invariable, subían en términos de las exportaciones. Sin 
posibilidad de tomar nuevos préstamos, los países deudores agotaron enseguida las reservas y 
tuvieron que recurrir a políticas de austeridad extrema. Estas políticas se revelaron también muy 
pronto ineficaces. A los países deudores (como fue el caso de Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía 
y Yugoslavia), no les quedó otro remedio que abandonar el patrón oro, devaluar y finalmente, 
recortar las importaciones y no pagar la deuda exterior. A mediados de 1931, productores de bienes 
primarios tan importantes como Argentina, Australia y Nueva Zelanda, entre otros, ya habían salido 
del patrón oro y depreciado sus monedas. Todos ellos y muchos más restringieron drásticamente las 
importaciones y emprendieron una estrategia de industrialización sustitutiva de importaciones. 
 
 
El derrumbamiento del patrón cambios oro en el núcleo de la economía mundial 
 
La crisis de balanza de pagos de los países deudores y otros productores de bienes primarios (no 
todos eran deudores) no tardó en afectar a los acreedores, ocasionando el derrumbe del sistema 
monetario internacional. Los países de la periferia tenían la mayor parte de sus reservas constituidas 
en monedas clave (el dólar y la libra casi en su totalidad), lo que introdujo una enorme presión 
sobre dichas monedas. 
Con el trasfondo de los problemas de balanzas de pagos de los países productores de bienes 
primarios, las crisis bancarias y monetarias desatadas en las potencias centrales en la primavera-
verano de 1931 actuaron como el detonante que hizo estallar el patrón oro. El origen de la epidemia 
de crisis sistémicas estuvo en Austria. La gran banca austriaca tomó cuantiosas sumas a préstamo de 
bancos extranjeros. Se endeudó a corto plazo para inmovilizar los capitales en inversiones a largo 
plazo. Cuando el gigante bancario austriaco (Creditansalt) quebró, el público corrió a retirar sus 
depósitos. Los bancos, empujados al abismo de la iliquidez demandaron masivamente crédito al 
banco central y éste fue incapaz de atender esa demanda porque no disponía de suficientes reservas. 
La disciplina del patrón oro impidió que el banco central austriaco pudiese actuar eficazmente como 
prestamista en última instancia. Se repitió la misma historia en numerosos países centroeuropeos 
(Alemania, Hungría, Polonia...). La particularidad de Austria y, sobre todo de Alemania, fue que su 
sistema bancario estaba fuertemente endeudado con el exterior y tenía un gran volumen de 
depósitos denominados en moneda extranjera. 
La cooperación y la ayuda financiera internacionales hubieran resultado vitales para evitar el 
colapso bancario y la crisis de la deuda exterior. Pero los responsables económicos de las grandes 
potencias no comprendieron la gravedad de los hechos ni acertaron a hallar una solución. A las 
autoridades austriacas y alemanas no les quedó más remedio que congelar los depósitos en moneda 
extranjera y suspender el pago de la deuda. 
Desde la suspensión de pagos de Alemania, en julio de 1931, se produjo una conversión masiva de 
libras esterlinas. De repente, la libra dejó de parecer “tan buena como el oro”. Gran Bretaña no dudó 
en abandonar el patrón oro en septiembre de 1931. La decisión significó el fin de éste como 
régimen monetario internacional. 
 
 
7.4. LA RECUPERACIÓN EN UN CONTEXTO DE DESINTEGRACIÓN DE LA 
ECONOMÍA INTERNACIONAL 
 
En el año 1932 se llegó al fondo de la depresión. A partir de esa sima la economía mundialfue 
rehaciéndose hasta el inicio de la segunda guerra mundial. Pero la recuperación resultó mediocre y 
parcial. El ámbito del comercio exterior apenas se produjo. La producción se desenvolvió mejor, 
pero no los precios y el incremento de los volúmenes de materias primas no compensó su 
desvalorización monetaria. Las elevadas tasas de desempleo indican que la mayoría de economías 
mantuvieron ociosa una proporción considerable de su capacidad productiva. Claro está que 
hubieron grandes diferencias entre países. 
 
 
7.4.1. Los contrastes nacionales 
 
La evolución macroeconómica fue muy dispar. Algunos países se enfrentaron a grandes dificultades 
para salir de la depresión, mientras que otros reencontraron con relativa rapidez la senda del 
crecimiento. Estados Unidos no pudo sobreponerse a al crisis hasta que estalló la Segunda Guerra 
Mundial y su aparato productivo se benefició de nuevo del rearmamento y la demanda 
extraordinaria planteada por los aliados europeos. Asia (a la que la Gran Depresión afectó muy 
levemente, salvo aquellos territorios más abiertos al exterior y que se habían integrado en al 
economía internacional como exportadores de algún tipo de producto primario), con la excepción de 
Japón siguió sin abandonar la dinámica de escaso dinamismo económico que la caracterizaba desde 
hacía siglos. 
 
 
El “bloque del oro” 
 
El Viejo Continente, Francia, Holanda y Bélgica, ocuparon los últimos puestos en cuenta a las tasas 
de crecimiento durante 1932-1938. Aquellas economías que se mantuvieron más tiempo en el 
patrón oro tuvieron mayores dificultades para recuperarse y crecieron con más lentitud. Francia 
encabezó un grupo de países (el “bloque del oro”) que se empeñaron en seguir aplicando políticas 
monetarias y fiscales restrictivas. Esta estrategia dio malos resultados económicos e incluso tuvo 
trágicas consecuencias. La política de contención del gasto público llevó a aplazar el programa de 
rearme más de lo que era razonable, a la vista de los planes de preparación para la guerra 
desplegados por la Alemania nazi. El resto del mundo se inclinó por la estrategia de las 
devaluaciones competitivas. Las otras monedas se depreciaron intensamente, con la excepción de 
las de los países que optaron por los controles de cambios. Ante el déficit en la balanza comercial y 
la pérdida de reservas metálicas subieron los tipos de interés, recortaron el gasto público e 
imponieron rebajas en los salarios. Levantaron heterodoxas barreras a las importaciones, como la 
imposición de cuotas y regulaciones técnicas discriminatorias. Pero la brecha entre el nivel de los 
precios internos y los internacionales abierta por las devaluaciones de las otras monedas era 
demasiado grande para que pudiese salvarse con el corsé deflacionista. Los operadores en los 
mercados de divisas se dieron cuenta de ello, con lo que se desencadenó una especulación a gran 
escala contra las monedas del bloque, anticipando que tarde o temprano abandonarían el oro y se 
depreciarían como así fue. 
 
 
El área de la libra esterlina 
 
Entre aquellos que optaron por devaluar figuró Gran Bretaña y dos docenas de estados que 
siguieron sus pasos de forma inmediata. Gran Bretaña marcó la pauta: primero con una fuerte 
depreciación de la moneda y a continuación, introdujo un cambio radical en la orientación de la 
política monetaria. El Banco de Inglaterra aplicó una política de tono agresivamente expansivo, una 
política de dinero barato, que contribuyó poderosamente ala recuperación de los precios y la 
actividad económica. 
 
El éxito de las estrategias intervencionistas, en un marco de antiglobalización 
 
Hubo otras economías en Europa y en América Latina que lograron igualmente llevar a cabo con 
éxito la recuperación económica. En el plano de las relaciones exteriores estas economías pusieron 
en juego el control de cambios, sistemas de tipos de cambio múltiples y acuerdos bilaterales de 
comercio, que a menudo se establecieron sobre una base de compensación o trueque de mercancías 
para ahorrar al máximo el uso de divisas. En el plano interno, optaron por desarrollar esquemas de 
intervención económica masiva para reactivar el sistema productivo y estimular el crecimiento 
industrial o sostuvieron políticas decididamente expansivas. Alemania es el ejemplo paradigmático 
de la versión más depurada de este modelo, en este caso guiado por el objetivo de preparar la 
economía para la guerra. 
 
 
7.5. ESPAÑA: DE LA NEUTRALIDAD A LA GUERRA CIVIL 
 
España, Holanda, Noruega, Suecia y Suiza no se vieron envueltas en la primera guerra mundial. La 
neutralidad tuvo claras ventajas. Ahorró al país los grandes trastornos monetarios y financieros que 
sufrieron los beligerantes. En lugar de empobrecerse, España se enriqueció y gracias a ello gozó de 
una situación relativamente envidiable en los años veinte que le permitió apretar el paso a la carrera 
de la industrialización y la modernización económica. 
Los países avanzados vecinos apenas estaban en condiciones de suministrar bienes al exterior, al 
tener que concentrar sus sistemas productivos en satisfacer las necesidades bélicas. Por 
consiguiente, la industria española pudo satisfacer la demanda interna de productos manufacturados 
e incluso penetrar en algunos mercados exteriores a los que en circunstancias normales no tenía 
acceso. Pero, por la misma razón, hubo grandes dificultades para importar materias primas, 
productos energéticos, maquinaria y bienes de equipo, lo cual frenó el proceso de capitalización (la 
industria autóctona no era capaz de fabricar maquinaria, dado su nivel de atraso, ni tampoco bienes 
intermedios con un alto contenido tecnológico, tales como una extensa gama de productos 
químicos). En todo caso, la guerra impulsó la sustitución de importaciones y de manera puramente 
coyuntural, fomentó las exportaciones de manufacturados. La contienda provocó un 
encarecimiento desmesurado del carbón por la imposibilidad de importarlo. El alza del precio del 
combustible incitó a usar la electricidad de origen hidráulico, lo que resultó extraordinariamente 
beneficioso para la economía española, dada su dotación de recursos naturales. 
Con la guerra España acumuló un superávit récord en la balanza de pagos. Las reservas de oro 
amasadas se atesoraron en las arcas del Bando de España, dando al país una posición financiera 
muy sólida con respecto al exterior. Los medios de pago que se recibieron en pago de los bienes y 
servicios exportados sirvieron, en parte, para que pasaran a manos de inversores españoles activos 
financieros y reales que hasta entonces pertenecían a inversores extranjeros, como deuda pública y 
privada y acciones y propiedades de empresas mineras, industriales y servicios públicos. 
Pero la Gran Guerra tuvo también efectos claramente negativos. La inflación se disparó. Las 
empresas y los agricultores que producían subsistencias obtuvieron enormes beneficios a costa de 
los asalariados y los consumidores. Los ingresos reales de la mayoría de las familias disminuyeron, 
pese a que se incrementaron el empleo y las horas de trabajo. El gasto público creció. La huelga 
general de 1917 (la primera en España) abrió un ciclo de intensa conflictividad obrera que sólo 
comenzó a remitir en 1920 y que en el principal distrito industrial (Barcelona) no pudo sofocarse 
hasta la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, en 1923. 
El panorama industrial del país estuvo dominado por el aumento de las importaciones, la caída de 
los precios y la producción, el cierre de empresas, el despido de trabajadores y la movilización 
sindical. La crisis económica no fue duradera, pero asestó un golpe definitivo. Como en otros 
Estados europeos, en España la Guerra Mundial tuvo como desenlace la destrucción de la 
democracia. La ruina del régimen de la Restauración refleja el gran retraso de España en el proceso 
de modernización económicay social. 
Fueron años de bienestar económico y progreso industrial. Se experimentaron grandes cambios 
estructurales. Los sectores productores de bienes de capital, la industria pesada y otras industrias 
básicas como las energéticas tomaron la delantera. La mayor demanda de empleo industrial 
alimentó el proceso urbanizador. 
Contribuyó la favorable coyuntura económica internacional, que estimuló a los sectores 
exportadores y procuró la inversión extranjera. Tuvo una importancia decisiva que el país hubiese 
acumulado una gran cantidad de ahorro que ahora dedicaría a la inversión. El gobierno de Primo de 
Rivera no se contentó con regular prolijamente los mercados, sino que emprendió un ambicioso 
programa de inversión pública. 
La dictadura no tuvo la habilidad de manejar en su favor la bonanza económica. Primo de Rivera 
dimitió en los primeros días de 1930 lo que dio paso a un periodo de transición política que 
desembocó en la proclamación de la II República en abril de 1931. España afrontó la crisis 
económica internacional en peores condiciones institucionales que otros países de su entorno ya que 
existían tensiones sociales y políticas extremas. Esto impidió a España superar con facilidad la 
depresión económica. 
En realidad, la economía española la sufrió menos intensamente que la mayoría, porque España se 
mantuvo bastante al margen de los dos canales de difusión de la crisis. Por tanto no se vio 
contagiada por las crisis de pagos y bancarias, ni estuvo forzada a sostener políticas deflacionistas. 
En cuanto al canal del comercio España no escapó al derrumbe de la demanda exterior. Pero al tener 
los sectores exportadores un peso en el PIB muy inferior al de casi todas las demás economías 
occidentales, el impacto depresivo fue menor. Todavía dependía de la agricultura tradicional, la cual 
logró en esta coyuntura cosechas abundantes. 
El problema es que la economía española estaba atenazada por las luchas que enfrentaban a 
distintos sectores de la sociedad. La sublevación militar de julio de 1936, convertida en el acto en 
una desgarradora guerra civil, truncó la salida de la crisis económica y puso fin brutalmente al 
período de entreguerras en nuestro país.

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