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La economía internacional de entreguerras (1914-1945) El periodo que va desde el inicio de la primera guerra mundial alla en 1914 hasta el final de la segunda en 1945 es considerado como el período más desfavorable para el crecimiento económico de la era contem- poránea. 7.1 Las consecuencias de la primera guerra mundial Los efectos económicos de la primera guerra mundial fueron profundos y duraderos. En primer lugar se puso fin al orden que había regido la economía internacional durante la segunda mitad del siglo XIX. En segundo lugar se dieron unas derivaciones económicas, sociales y políticas que ejercieron una influencia decisiva en el desarrollo de la economía internacional en las décadas siguientes. 7.1.1 Las consecuencias económicas de la guerra 1. Destrucción del capital físico y humano: En primer lugar la Gran Guerra conllevó una gran perdida de vidas humanas, lo que ocasionó una catástrofe demográfica y déficit de naci- mientos. Además hubo una gran cantidad de heridos y de personas que después de la gue- rra quedaron incapacitadas para llevar a cabo cualquier tipo de tares, ya que habían que- dado tullidos por la metralla o cosas similares. En segundo lugar la guerra conllevó la des- trucción de bienes de capital. Así mismo, el stock de capital físico existente se deterioró porque se paralizó la inversión en nuevos bienes de capital y en el mantenimiento del equi- po. Además hubo un gran destrozo en las infraestruscturas. 2. Costes financieros: Los costes financieros de la guerra resultaron muy graves, la guerra fue extremadamente cara, la factura se elevó a entre 260.000 y 338.000 millones de dólares de la época. Los ingresos fiscales no fueron suficientes para cubrir los gastos militares. Francia, Alemania y otros estados emitieron deuda de manera masiva, los gobiernos se endeudaron fuertemente, esto es entendible en el sentido de que los ganadores pretendían hacerse in- demnizar. Por último la supresión del patrón oro y la subordinación de los bancos centrales a los intereses nacionales permitieron la emisión de billetes sin límite. 3. Los desequilibrios comerciales y el problema de la deuda exterior: Los países en guerra tu- vieron que importar productos masivamente de los países neutrales, esto provocó un défi- cit en la balanza comercial y por cuenta corriente de los países en guerra. La deuda interna se añadió entonces a la externa. Las naciones del bando vencedor debían a EEUU unos 12.000 millones de dólares. EEUU se negó a prestar más dinero. Los aliados confiaron en poder liquidar sus deudas cargando a los perdedores a indemnizaciones para poder pagar a EEUU. Alemania sufrió esto de manera especial, pues los aliados los inflaron a indemniza- ciones lo que hizo imposible restaurar el equilibrio económico. 4. La reestructuración de la economía internacional: Debido a la guerra las potencias europeas orientaron la producción a las necesidades de una economía de guerra total. Así relegaron la agricultura, desatendieron los mercados exteriores en los que vendían sus manufacturas y potenciaron la capacidad productiva de las ramas industriales importantes para la guerra. Esto provocó que otras industrias cubrieran el hueco que habían dejado las industrias del viejo continente, así las industrias de los países neutrales llegaron a nuevos mercados. Una vez acabada la guerra ya no se retornaría a la situación anterior. El sector agrario sufrió du- ramente la guerra, pues su fuerza de trabajo fue movilizada, esto hizo que los precios agrí- colas crecieran por encima de los bienes no agrícolas. Finalizada la guerra la agricultura eu- ropea volvió a una situación de normalidad, además desde el campo europeo se pidieron medidas proteccionistas. A partir de 1920 los precios de los productos agrarios experimen- taron fuertes caídas, los gobiernos intentaron parar la desvalorización rebajando los volú- menes producidos, para ello se endeudaron con el exterior. 7.1.2 Las consecuencias económicas de la paz 1. El nuevo mapa político: Los perdedores de la guerra fueron 4; Alemania, Austria-Hungría, Rusia y el Imperio Otomano. Alemania perdió el 13% de su territorio sin contar las colonias, se le quitó Alsacia y Lorena, y una parte de Prusia para dársela a Polonia, un nuevo estado. En cuanto a Rusia le dio la Besarabia a Rumania, nació el nuevo territorio de Finlandia, Es- tonia, Letonia, Lituania, parte de Polonia. Por lo que respecta al Imperio Otomano, Turquía se vio privada del inmenso territorio que había poseído en la península arábiga y en oriente próximo. Austria-Hungría fue desmembrado: Austria y Hungría fueron achicadas, amplias zonas del imperio fueron a parar a Polonia, y otras zonas a Italia, otra porción fue a parar a Rumania y además se formaron dos naciones; Checoeslovaquia y Yugoslavia. La fragmenta- ción política provocó importantes trastornos en los sistemas productivos y el comercio cen- troeuropeo. Los nuevos estados tuvieron que afrontar fuertes inversiones para revitalizar las infraestructuras con tal de adecuarlas al nuevo mercado interno. La debilidad económi- ca de estas zonas era manifiesta. 2. Las reparaciones de guerra: La segunda consecuencia económica de la paz fueron las repa- raciones de guerra. Esto se trataba de una cuestión clave para aquellos países europeos más endeudados o aquellos que tuvieran una reconstrucción más costosa. Si los perdedo- res no pagaban sería la ruina de las finanzas francesas y belgas, pero si se obligaba a Ale- mania a indemniza a los aliados por el coste de todos los bienes destruidos la reciente Re- pública de Weimar caería en el colapso financiero y el caos social. Finalmente la carga im- puesta a Alemania fue decidida en 1921 y fue de 33.000 millones de dólares oro. Como medida preventiva al cobro de la indemnización Francia y Bélgica ocuparon militarmente la región del Ruhr. Después de todo Alemania sólo pagó una parte de la factura. 7.2 La fallida estabilización de 1920 La restauración de la estabilidad económica y financiera a la salida de la guerra tenía dos vertientes; una interna y otra externa. El primer objetivo era cortar la inflación. El segundo el restablecimiento de un tipo de cambio fijo y el retorno del patrón oro. Respecto a ambas cuestiones es necesario analizar los cuatro aspectos siguiente: Las dificultades para atajar los procesos inflacionarios, la forma en que se restauró el patrón oro, lo cual nos da idea de su debilidad, las políticas monetarias de las principales potencias y la función desempeñada por los movimientos de capital primero como fuerza estabilizadora de la economía internacional y después como factor desestabilizador. 7.2.1 La lucha contra la inflación La Gran Guerra generó una inflación sin precedentes, los precios aumentaron a un ritmo muy elevado. Las raíces se encuentran en el desequilibrio entre la oferta y la demanda en los mercados de productos provo- cado por el propio conflicto, y por otro el incremento de la cantidad de dinero. El control de la inflación de posguerra Hacia 1920 hubo un grupo de países que consiguieron detener la inflación, para a continuación conseguir que los precios descendieran gradualmente. A este grupo pertenecían numerosos países que pertenecieron neutrales pero también Gran Bretaña y EEUU. Para reducir la inflación se llevaron a cabo drásticos recortes del gasto público y fuertes subidas de impuestos, a la vez que se mantuvieron políticas monetarias restricti- vas. Hubo un segundo grupo de países que no pudieron cortar la inflación, los grupos sociales pelearon para evitar que la carga recayese sobre ellos, esto se tradujo en una elevada inestabilidad y conflictividad social. La hiperinflación Los problemas del grupo anterior fueron insignificantes con los que padecieron cinco países en concreto: Alemania, Austria,, Hungría, URSS y Polonia. Estos países padecieron la hiperinflación. La hiperinflación más espectacular fue la de Alemania 1922-1923.El factor desencadenante de fue la exce- siva emisión de billetes por parte del banco central. La enormidad del déficit condujo a que la deuda se autoalimentara a una gran velocidad, activándose conocido efecto bola de nieve: + creación de dinero + subida d precios. Las autoridades antepusieron el relanzamiento económico a la estabilidad monetaria. La hiperinflación alemana tuvo dos consecuencias muy impotantes. La primera tiene que ver con el tre- mendo impacto social y político provocado por la pérdida absoluta del valor del dinero, y la segunda fue que obligó a los aliados a replantear la cuestión de las reparaciones. Con arreglo a esto EEUU creó el plan Dawes, se redujeron los pagos drásticamente y EEUU concedió a Alemania la posibilidad de acceder a su mercado de capitales. 7.2.2 La estabilización monetaria y la restauración del patrón oro Después de la guerra los tipos de cambio de las monedas se habían alterado de manera sustancial, los go- biernos levantaron los controles de cambios. Se intentó estabilizar el tipo de cambio pero fue complicado. Después de la guerra los tipos de cambio sufrieron violentas fluctuaciones dependiendo de las perspectivas de mejora o empeoramiento de la inflación y el déficit público de cada país. El retorno al sistema monetario de cambios fijos Todos los gobiernos tuvieron como objetivo prioritario volver al sistema monetario imperante antes de la guerra. En una conferencia sobre esto en Bruselas se acordó que los países restableciesen una paridad fija en sus monedas con respecto al oro y se guiasen por las reglas tradicionales del sistema. El stock mundial de oro estaba muy desigualmente repartido. Para ello se celebró otra conferencia, para facilitar el ateso- ramiento de oro por parte de los bancos centrales y la fijación del tipo de cambio con respecto a una mo- neda fuerte que fuese directamente convertible en oro. Estas monedas serían esencialmente la libra y el dólar. Los fallos del patrón oro restaurado La restauración del patrón oro adoleció de grandes fallos. El primero fue que se dio total libertad a los go- biernos para estabilizar sus monedas cuando lo creyesen oportuno, por lo tanto no hubo coordinación y los tipos de cambio fueron fijados en momentos distintos y en distintos niveles. Este proceso se alargó más de siete años. El patrón de oro de entreguerras duró cinco años, desde la estabilización de facto del franco francés hasta el abandono de la libra esterlina en 1931. El problema estuvo en que las paridades fijadas no correspondían a los tipos de cambio de mercado. Unas monedas quedaron fuertemente sobrevaloradas mientras que a otras les ocurrió lo contrario. La libra se desplomó y el franco francés y el dólar americano fueron muy sobrevalorados. La economía británica se mantuvo estancada durante la década de los 1920, por el contrario las economías con monedas sobrevaloradas tenían superávit. 7.2.3 La descoordinación de las políticas monetarias de las diferentes potencias Los países con monedas sobrevaloradas llevaron a cabo políticas monetarias de corte expansivo, mientras que los países con monedas infravaloradas llevaron a cabo políticas monetarias de corte restrictivo. Esto ocasionó desequilibrios en las balanzas comerciales de los países y hizo más difícil restaurar la estabilidad. 7.2.4 Los movimientos de capitales EEUU se convirtió en el gran proveedor de capital, por detrás estuvieron Francia y Gran Bretaña. Francia después de perder su inversión en la deuda rusa, pues los bolcheviques repudiaron la deuda zarista, se mantuvo reticente a invertir y movilizar capitales. Surgió otro grupo de pequeños países que se mostraron favorables a invertir en el exterior. Estos países fueron Holanda, Suiza, Checoeslovaquia y Suecia. En torno a una cuarta parte de los flujos internacionales de capital tuvieron como destino una lista de naciones euro- peas entre las que destacan Italia y Austria, pero también Grecia, Rumania y Polonia. Hay que tener en cuenta a las dos grandes piezas del rompecabezas: Alemania y EEUU. Cuando la economía alemana se co- lapsó, EEUU prestó mediante el plan Dawes grandes cantidades de dinero a Alemania, así esta pagaría las indemnizaciones a los aliados y estos a su vez pagarían a EEUU. EEUU adquirió masivamente activos euro- peos ya que ofrecían un interés más elevado que otros. Así desde 1928 los inversores del otro lado del atlántico dejaron de bombear capital al resto del mundo. EEUU precipitó a Alemania y a las otras economías fuertemente endeudadas hacia la suspensión de pagos y la depresión antes de que se gnerara la crisis económica mundial con el crash de la bolsa de Nueva York en 1929 7.3. LA GRAN DEPRESIÓN La crisis de principios de la década de 1930 ha sido la más grave de la historia del capitalismo. Entre 1929 y 1933 tuvieron lugar caídas brutales de la producción, a la par que se elevó espectacularmente el desempleo. Los precios se desplomaron con una intensidad desconocida. La magnitud de la crisis Entre 1929 y 1932 la producción industrial mundial disminuyó en más de un tercio. El único sector productivo básico que no sufrió un retroceso de los niveles de actividad, en términos físicos, fue la agricultura. La deflación afectó de forma menos brutal a los productos manufacturados: su precio disminuyó en algo más de un tercio. Algunas economías se vieron arrastradas a una depresión extraordinariamente profunda, mientras que otras padecieron una crisis relativamente moderada. 7.3.1. Los orígenes inmediatos de la crisis La interpretación tradicional atribuye la crisis al crash de la bolsa de Nueva York en octubre de 1929. Los estudios recientes de los historiadores económicos han descubierto causas más profundas y desequilibrios fundamentales en la economía. El alza mayúscula del índice general de las acciones encerraba un enorme potencial desestabilizador al estar alimentada por el crédito en cadena aportado por bancos y por intermediarios financieros con escasos fondos propios. Un primer descenso brusco de las cotizaciones causado por la retirada de inversores avisados sembró el pánico, sobreviniendo el desastre. Todos vendían al unísono, nadie compraba. El mercado se colapsó, desplomándose los precios. Disminuyeron casi sin interrupción hasta mediados de 1932. Antes del verano la mayoría de indicadores económicos flexionaron a la baja. El hundimiento del mercado de valores provocó en el último trimestre de 1929 una caída muy brusca del consumo privado, de forma más intensa en los bienes de consumo costosos y tecnológicamente más complejos como automóviles y electrodomésticos. El derrumbe de la demanda por parte de las familias fue debido, por un lado, al efecto riqueza negativo originado por el desplome de las cotizaciones bursátiles, y, por otro, a la preferencia por la liquidez. Las economías domésticas que tenían colocados sus ahorros en bolsa sintieron que su patrimonio había disminuido drásticamente, que se habían empobrecido, con lo que restringieron al máximo su gasto de consumo y renunciaron a las compras a plazo. La contracción del consumo condujo a su vez a una acusada disminución de la formación de capital. Sin embargo, no se habría convertido en una depresión extraordinariamente dura y prolongada de no haber socavado la estabilidad del sistema bancario. La desestabilización del sistema bancario El impacto más devastador de la crisis iniciada con el primer pinchazo de la burbuja financiera radicó en la cadena de quiebras bancarias. En Estados Unidos se sucedieron tres oleadas con carácter muy masivo. La fragilidad del sector se debía a la estructura bancaria norteamericana, que impedía el establecimiento de los bancos fuera del Estado donde tenían su razón social. Se encontraban concentrados en un ámbito geográfico muy reducido y carecían de una adecuada diversificación de las inversiones. Una dispersión tan grandehacía que el riesgo sistémico fuese elevado. No era improbable que se registrara una punta de “mortalidad bancaria”: circunstancias adversas para una actividad concreta como la agricultura podían arruinar a un número alto de instituciones bancarias muy dependientes de los ingresos de los agricultores. La preferencia por la liquidez del público hizo estallar la bomba de la crisis sistémica. Cuando se produce un hundimiento de los mercados y los activos financieros, la reacción inmediata de los agentes económicos es buscar una posición de liquidez. El pánico bancario responde a una lógica aplastante: quien llegue último perderá sus ahorros. En un momento crítico como este, el banco central es la única institución que tiene capacidad de detener la quiebra en cadena y evitar la desestabilización de sistema bancario. Si actúa como prestamista, dando señales de que está dispuesto a conceder crédito de forma ilimitada a los bancos sólidos, al mismo tiempo que inyecta masivamente liquidez en el sistema económico. Pero la Reserva Federal no hizo nada de esto. Se negaron a ampliar la oferta crediticia, subieron repetidamente los tipos de interés y cancelaron las operaciones de compra de títulos. Las suspensiones de pagos y cierres de establecimientos bancarios cobraron proporciones insospechadas. La destrucción masiva de depósitos bancarios provocó una fuerte caída de la cantidad de dinero. Entre 1929 y 1933 la base monetaria se contrajo en un tercio. Tal caída avivó el proceso de deflacionista: los precios cayeron en picado al derrumbarse la oferta monetaria y crediticia. Y el consumo se retrajo en extremo. 7.3.2. La difusión de la crisis Se dio a través de dos canales: El comercio y las finanzas internacionales. El hundimiento del comercio internacional Entre 1929 y 1932 el comercio mundial se redujo, en valor, en una proporción próxima a 2/3. Esto propagó la depresión económica, que fue prolongada e intensa. Estados Unidos exportó la crisis a los demás países al tener un peso considerable en el comercio y la economía mundiales. La disminución de la demanda de importaciones por parte de Estados Unidos provocó en muchos países una fuerte caída de sus exportaciones, la cual, condujo a que éstos disminuyesen la demanda de importaciones, retroalimentado la espiral contractiva del comercio a escala mundial. Desde el inicio de la Gran Depresión hasta la Segunda Guerra Mundial la mayoría de países siguieron políticas comerciales y cambiarias para salvarse a sí mismos a costa de “empobrecer al vecino”. Con ellas cada país persigue salir de la crisis, recuperar y mejorar la renta y el empleo a expensas de los demás. En el terreno monetario, este tipo de política se materializó en las devaluaciones competitivas. En el terreno comercial, consistió en elevar los aranceles, imponer cupos y establecer el control de cambios, con el propósito de restringir las importaciones. En junio de 1930, el Senado de Estados Unidos aprobó la Ley arancelaria Smoot-Hawley, una formidable muralla para los productos extranjeros, que supuestamente, habría de frenar la caída de los precios, los ingresos y el empleo nacionales. Con esta medida radical y unilateral Estados Unidos renunció a asumir el liderazgo de la economía mundial que le correspondía desempeñar con el fin de hallar una salida a la crisis. Pero provocó una reacción generalizada de medidas proteccionistas por parte de otros países, reacción que no cesó hasta la Segunda Guerra Mundial. El derrumbamiento del patrón cambios oro en la periferia Las economías que formaban parte la periferia fueron las más perjudicadas por el proceso deflacionario. Los precios de los productos que exportaban cayeron más deprisa que los de las importaciones. Sumándose a una fuerte contracción del volumen de artículos exportados, tan intenso deterioro de las relaciones reales de intercambio provocó un enorme déficit en su balanza comercial (el poder de compra de las exportaciones de las economías latinoamericanas descendió, en promedio, en un 54%). El desequilibrio comercial resultó completamente desestabilizador al conjugarse con déficit en la cuenta de transferencias de capital. Recayó entonces una presión insoportable sobre la balanza de pagos. Mientras que con las exportaciones se obtenían cada vez menos ingresos, las obligaciones financieras, fijadas en oro a tipos de interés invariable, subían en términos de las exportaciones. Sin posibilidad de tomar nuevos préstamos, los países deudores agotaron enseguida las reservas y tuvieron que recurrir a políticas de austeridad extrema. Estas políticas se revelaron también muy pronto ineficaces. A los países deudores (como fue el caso de Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía y Yugoslavia), no les quedó otro remedio que abandonar el patrón oro, devaluar y finalmente, recortar las importaciones y no pagar la deuda exterior. A mediados de 1931, productores de bienes primarios tan importantes como Argentina, Australia y Nueva Zelanda, entre otros, ya habían salido del patrón oro y depreciado sus monedas. Todos ellos y muchos más restringieron drásticamente las importaciones y emprendieron una estrategia de industrialización sustitutiva de importaciones. El derrumbamiento del patrón cambios oro en el núcleo de la economía mundial La crisis de balanza de pagos de los países deudores y otros productores de bienes primarios (no todos eran deudores) no tardó en afectar a los acreedores, ocasionando el derrumbe del sistema monetario internacional. Los países de la periferia tenían la mayor parte de sus reservas constituidas en monedas clave (el dólar y la libra casi en su totalidad), lo que introdujo una enorme presión sobre dichas monedas. Con el trasfondo de los problemas de balanzas de pagos de los países productores de bienes primarios, las crisis bancarias y monetarias desatadas en las potencias centrales en la primavera- verano de 1931 actuaron como el detonante que hizo estallar el patrón oro. El origen de la epidemia de crisis sistémicas estuvo en Austria. La gran banca austriaca tomó cuantiosas sumas a préstamo de bancos extranjeros. Se endeudó a corto plazo para inmovilizar los capitales en inversiones a largo plazo. Cuando el gigante bancario austriaco (Creditansalt) quebró, el público corrió a retirar sus depósitos. Los bancos, empujados al abismo de la iliquidez demandaron masivamente crédito al banco central y éste fue incapaz de atender esa demanda porque no disponía de suficientes reservas. La disciplina del patrón oro impidió que el banco central austriaco pudiese actuar eficazmente como prestamista en última instancia. Se repitió la misma historia en numerosos países centroeuropeos (Alemania, Hungría, Polonia...). La particularidad de Austria y, sobre todo de Alemania, fue que su sistema bancario estaba fuertemente endeudado con el exterior y tenía un gran volumen de depósitos denominados en moneda extranjera. La cooperación y la ayuda financiera internacionales hubieran resultado vitales para evitar el colapso bancario y la crisis de la deuda exterior. Pero los responsables económicos de las grandes potencias no comprendieron la gravedad de los hechos ni acertaron a hallar una solución. A las autoridades austriacas y alemanas no les quedó más remedio que congelar los depósitos en moneda extranjera y suspender el pago de la deuda. Desde la suspensión de pagos de Alemania, en julio de 1931, se produjo una conversión masiva de libras esterlinas. De repente, la libra dejó de parecer “tan buena como el oro”. Gran Bretaña no dudó en abandonar el patrón oro en septiembre de 1931. La decisión significó el fin de éste como régimen monetario internacional. 7.4. LA RECUPERACIÓN EN UN CONTEXTO DE DESINTEGRACIÓN DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL En el año 1932 se llegó al fondo de la depresión. A partir de esa sima la economía mundialfue rehaciéndose hasta el inicio de la segunda guerra mundial. Pero la recuperación resultó mediocre y parcial. El ámbito del comercio exterior apenas se produjo. La producción se desenvolvió mejor, pero no los precios y el incremento de los volúmenes de materias primas no compensó su desvalorización monetaria. Las elevadas tasas de desempleo indican que la mayoría de economías mantuvieron ociosa una proporción considerable de su capacidad productiva. Claro está que hubieron grandes diferencias entre países. 7.4.1. Los contrastes nacionales La evolución macroeconómica fue muy dispar. Algunos países se enfrentaron a grandes dificultades para salir de la depresión, mientras que otros reencontraron con relativa rapidez la senda del crecimiento. Estados Unidos no pudo sobreponerse a al crisis hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y su aparato productivo se benefició de nuevo del rearmamento y la demanda extraordinaria planteada por los aliados europeos. Asia (a la que la Gran Depresión afectó muy levemente, salvo aquellos territorios más abiertos al exterior y que se habían integrado en al economía internacional como exportadores de algún tipo de producto primario), con la excepción de Japón siguió sin abandonar la dinámica de escaso dinamismo económico que la caracterizaba desde hacía siglos. El “bloque del oro” El Viejo Continente, Francia, Holanda y Bélgica, ocuparon los últimos puestos en cuenta a las tasas de crecimiento durante 1932-1938. Aquellas economías que se mantuvieron más tiempo en el patrón oro tuvieron mayores dificultades para recuperarse y crecieron con más lentitud. Francia encabezó un grupo de países (el “bloque del oro”) que se empeñaron en seguir aplicando políticas monetarias y fiscales restrictivas. Esta estrategia dio malos resultados económicos e incluso tuvo trágicas consecuencias. La política de contención del gasto público llevó a aplazar el programa de rearme más de lo que era razonable, a la vista de los planes de preparación para la guerra desplegados por la Alemania nazi. El resto del mundo se inclinó por la estrategia de las devaluaciones competitivas. Las otras monedas se depreciaron intensamente, con la excepción de las de los países que optaron por los controles de cambios. Ante el déficit en la balanza comercial y la pérdida de reservas metálicas subieron los tipos de interés, recortaron el gasto público e imponieron rebajas en los salarios. Levantaron heterodoxas barreras a las importaciones, como la imposición de cuotas y regulaciones técnicas discriminatorias. Pero la brecha entre el nivel de los precios internos y los internacionales abierta por las devaluaciones de las otras monedas era demasiado grande para que pudiese salvarse con el corsé deflacionista. Los operadores en los mercados de divisas se dieron cuenta de ello, con lo que se desencadenó una especulación a gran escala contra las monedas del bloque, anticipando que tarde o temprano abandonarían el oro y se depreciarían como así fue. El área de la libra esterlina Entre aquellos que optaron por devaluar figuró Gran Bretaña y dos docenas de estados que siguieron sus pasos de forma inmediata. Gran Bretaña marcó la pauta: primero con una fuerte depreciación de la moneda y a continuación, introdujo un cambio radical en la orientación de la política monetaria. El Banco de Inglaterra aplicó una política de tono agresivamente expansivo, una política de dinero barato, que contribuyó poderosamente ala recuperación de los precios y la actividad económica. El éxito de las estrategias intervencionistas, en un marco de antiglobalización Hubo otras economías en Europa y en América Latina que lograron igualmente llevar a cabo con éxito la recuperación económica. En el plano de las relaciones exteriores estas economías pusieron en juego el control de cambios, sistemas de tipos de cambio múltiples y acuerdos bilaterales de comercio, que a menudo se establecieron sobre una base de compensación o trueque de mercancías para ahorrar al máximo el uso de divisas. En el plano interno, optaron por desarrollar esquemas de intervención económica masiva para reactivar el sistema productivo y estimular el crecimiento industrial o sostuvieron políticas decididamente expansivas. Alemania es el ejemplo paradigmático de la versión más depurada de este modelo, en este caso guiado por el objetivo de preparar la economía para la guerra. 7.5. ESPAÑA: DE LA NEUTRALIDAD A LA GUERRA CIVIL España, Holanda, Noruega, Suecia y Suiza no se vieron envueltas en la primera guerra mundial. La neutralidad tuvo claras ventajas. Ahorró al país los grandes trastornos monetarios y financieros que sufrieron los beligerantes. En lugar de empobrecerse, España se enriqueció y gracias a ello gozó de una situación relativamente envidiable en los años veinte que le permitió apretar el paso a la carrera de la industrialización y la modernización económica. Los países avanzados vecinos apenas estaban en condiciones de suministrar bienes al exterior, al tener que concentrar sus sistemas productivos en satisfacer las necesidades bélicas. Por consiguiente, la industria española pudo satisfacer la demanda interna de productos manufacturados e incluso penetrar en algunos mercados exteriores a los que en circunstancias normales no tenía acceso. Pero, por la misma razón, hubo grandes dificultades para importar materias primas, productos energéticos, maquinaria y bienes de equipo, lo cual frenó el proceso de capitalización (la industria autóctona no era capaz de fabricar maquinaria, dado su nivel de atraso, ni tampoco bienes intermedios con un alto contenido tecnológico, tales como una extensa gama de productos químicos). En todo caso, la guerra impulsó la sustitución de importaciones y de manera puramente coyuntural, fomentó las exportaciones de manufacturados. La contienda provocó un encarecimiento desmesurado del carbón por la imposibilidad de importarlo. El alza del precio del combustible incitó a usar la electricidad de origen hidráulico, lo que resultó extraordinariamente beneficioso para la economía española, dada su dotación de recursos naturales. Con la guerra España acumuló un superávit récord en la balanza de pagos. Las reservas de oro amasadas se atesoraron en las arcas del Bando de España, dando al país una posición financiera muy sólida con respecto al exterior. Los medios de pago que se recibieron en pago de los bienes y servicios exportados sirvieron, en parte, para que pasaran a manos de inversores españoles activos financieros y reales que hasta entonces pertenecían a inversores extranjeros, como deuda pública y privada y acciones y propiedades de empresas mineras, industriales y servicios públicos. Pero la Gran Guerra tuvo también efectos claramente negativos. La inflación se disparó. Las empresas y los agricultores que producían subsistencias obtuvieron enormes beneficios a costa de los asalariados y los consumidores. Los ingresos reales de la mayoría de las familias disminuyeron, pese a que se incrementaron el empleo y las horas de trabajo. El gasto público creció. La huelga general de 1917 (la primera en España) abrió un ciclo de intensa conflictividad obrera que sólo comenzó a remitir en 1920 y que en el principal distrito industrial (Barcelona) no pudo sofocarse hasta la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, en 1923. El panorama industrial del país estuvo dominado por el aumento de las importaciones, la caída de los precios y la producción, el cierre de empresas, el despido de trabajadores y la movilización sindical. La crisis económica no fue duradera, pero asestó un golpe definitivo. Como en otros Estados europeos, en España la Guerra Mundial tuvo como desenlace la destrucción de la democracia. La ruina del régimen de la Restauración refleja el gran retraso de España en el proceso de modernización económicay social. Fueron años de bienestar económico y progreso industrial. Se experimentaron grandes cambios estructurales. Los sectores productores de bienes de capital, la industria pesada y otras industrias básicas como las energéticas tomaron la delantera. La mayor demanda de empleo industrial alimentó el proceso urbanizador. Contribuyó la favorable coyuntura económica internacional, que estimuló a los sectores exportadores y procuró la inversión extranjera. Tuvo una importancia decisiva que el país hubiese acumulado una gran cantidad de ahorro que ahora dedicaría a la inversión. El gobierno de Primo de Rivera no se contentó con regular prolijamente los mercados, sino que emprendió un ambicioso programa de inversión pública. La dictadura no tuvo la habilidad de manejar en su favor la bonanza económica. Primo de Rivera dimitió en los primeros días de 1930 lo que dio paso a un periodo de transición política que desembocó en la proclamación de la II República en abril de 1931. España afrontó la crisis económica internacional en peores condiciones institucionales que otros países de su entorno ya que existían tensiones sociales y políticas extremas. Esto impidió a España superar con facilidad la depresión económica. En realidad, la economía española la sufrió menos intensamente que la mayoría, porque España se mantuvo bastante al margen de los dos canales de difusión de la crisis. Por tanto no se vio contagiada por las crisis de pagos y bancarias, ni estuvo forzada a sostener políticas deflacionistas. En cuanto al canal del comercio España no escapó al derrumbe de la demanda exterior. Pero al tener los sectores exportadores un peso en el PIB muy inferior al de casi todas las demás economías occidentales, el impacto depresivo fue menor. Todavía dependía de la agricultura tradicional, la cual logró en esta coyuntura cosechas abundantes. El problema es que la economía española estaba atenazada por las luchas que enfrentaban a distintos sectores de la sociedad. La sublevación militar de julio de 1936, convertida en el acto en una desgarradora guerra civil, truncó la salida de la crisis económica y puso fin brutalmente al período de entreguerras en nuestro país.
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