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resumen de Terapias conductuales psicologia

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La psicología como toda área de conocimiento, ha estado en un proceso permanente y dinámico de cambio que responde, por una parte, a los cambios que experimenta la sociedad y las nuevas problemáticas, demandas y desafíos que de ellos emergen, y por otro, a la efectividad y claridad con que la ciencia y profesión responden a ellos (González, González y Vicencio, 2013). En este escenario, está en constante avance el campo de la investigación, terapias clínicas, tratamientos psicológicos e incluso nuevas herramientas acordes a las problemáticas de la sociedad actual, es por ello que surgen las terapias conductuales. 
Dentro de este marco explicativo, las terapias conductuales emergen para comprender el comportamiento humano, a lo largo de la historia han surgido diversos planteamiento y teorías para dar respuesta al comportamiento, han construido un marco referencial que integre y dé sentido a los datos y conocimientos que se han venido generando, si bien es cierto, el objeto de estudio es la conducta humana, en torno a esta surgen los modelos que ayudan a explicar el comportamiento, el marco referencial indica al investigador desde qué perspectiva adoptar en tanto a cómo concibe conducta y a través de qué procedimientos y herramientas estudia la conducta. Es así, que en la historia se han desarrollado modelos explicativos del comportamiento humano.
En este sentido, las generación de terapias conductuales parten de una construcción ontológica, epistemológica y metodológica para explicar el comportamiento, qué además es el reflejo de un proceso histórico y un contexto con demandas sociales que parten de las perspectivas de diversos autores (Ramírez y Corredor, 2015).
Se sustentan de la construcción del conocimiento teórico que han creado y de la tecnología de las herramientas desarrolladas, en este sentido, existe una integración entre el conocimiento generado y las herramientas que las generaciones de terapia han desarrollado para la modificación de conducta con el objetivo de brindar soluciones frente al malestar psicológico. A partir del conocimiento generado en cada uno de ellos permite el avance en el cuerpo de conocimiento científico, asimismo en la actuación conjunta contribuye a dar respuestas a demandas sociales.
Ahora bien, la primera generación de terapias conductuales, surge con el propósito de proporcionar una base objetiva de estudiar la psicología, en alternativa de los métodos introspectivos, subjetivos y constructos hipotéticos no contrastables empíricamente de la psicología de la época, por su parte propicia un nuevo enfoque, haciendo uso de la metodología experimental con datos comprobables y contrastables, asimismo manifiesta que una base sólida en cuestiones conceptuales permite al profesional abordar los problemas desde el punto de vista científico, este punto facilita resolver problemas para determinar fallas en la metodología y la clínica (Guercio, 2018).
A este punto, Kunhn (1970, cp Ruíz, Díaz y Villalobos, 2012) afirmaba que “solo en periodos de crisis conocida los científicos se vuelven hacia el análisis filosófico o epistemológico como instrumento para resolver enigmas en su campo, y que en periodos de ciencia normal habitualmente tienen aislada la filosofía creadora, esta tarea no debería abandonarse nunca” (p.84)
La identidad conceptual de la primera generación fue surgiendo como un enfoque terapéutico con entidad propia, en este sentido la primera generación de terapia se centró en el condicionamiento, en generar una extensa base de conocimiento sobre la investigación de aprendizaje, y a su vez en extrapolar estos principios de aprendizaje para la modificación de conducta, de esta manera se centró en la reducción de síntomas o conductas. Algunos de los trabajos realizados de la primera generación permiten dar respuestas a las problemáticas de los pacientes, en relación a la modificación conductual, el tratamiento para las fobias, desensibilización sistemática, instaurar o aumentar patrones conductuales, economía de fichas, reforzamiento diferencial de conductas y entre otras. Guercio (2018) manifiesta que no se trata de un solo evento lo que caracteriza a esta primera ola de terapias, sino de una serie de hallazgos de la investigación básica, aprendizaje y el condicionamiento que podría conducir a mejores resultados en la aplicación de la ciencia, tomando en cuenta la conducta actual como se presenta y analizar las condiciones de aprendizaje que contribuyen a ella, en este sentido, la primera generación de terapias conductuales parte de la premisa de que al observar un comportamiento desadaptativo desde la perspectiva conductual podrían desarrollar una base cientifica a traves de la cual puedan formular un enfoque de tratamiento. 
De acuerdo a Guercio (2018) el pionero en la evolución de la modificación del comportamiento fue Watson su postura concebía a la Psicología como una ciencia objetiva que debía utilizar métodos experimentales rigurosos y alejarse de concepciones mentalistas como las acogidas por las corrientes del funcionalismo y el psicoanálisis que eran las predominantes en la época en los Estados Unidos, establece la conducta observable de los organismos como objeto de estudio de la psicología, asimismo investigó la manera en la que podrían aplicarse los principios del condicionamiento hallados por Pavlov en el tratamiento de problemas psicológicos en humanos, cabe destacar que Watson no se restringe el estudio de la conducta a respuestas fisiológicas, se centra más, hacia la génesis de la conducta que está en el ambiente. 
Se destaca su estudio de las reacciones emocionales condicionadas, en donde halló que el miedo es una respuesta condicionada que se da como producto de la presentación emparejada de un estímulo condicionado y un estímulo incondicionado. Además, encontró que este aprendizaje se transfería a otros estímulos similares al condicionado que antes no eran temidos ni habían sido incluidos en la instauración del miedo (Guercio, 2018) 
Por otra parte, Skinner, estaba en contra de la explicación del comportamiento en constructos internos hipotéticos, se interesa en la conducta que tiene un efecto sobre el entorno, es decir, en estudiar la conducta operante, en donde el individuo opera en el ambiente para generar consecuencias, el método desarrollado para estudiar la conducta funcional fue el análisis experimental de la conducta, se basa en diseños experimentales de caso único en los que importa es la descripción precisa de la conducta atendiendo a sus efectos (Ruíz, Díaz y Villalobos, 2012).
Las intervenciones conductuales de la primera ola tenían como objetivo la búsqueda de las variables de las cuales la conducta es función, en este sentido parte de la concepción de que la conducta humana es una relación de variables entre organismo, ambiente e historia del sujeto, el eje central de la primera generación fue cuestionar y comprender la función de la conducta. Frente a esta posición, surgen dos ramificaciones, la modificación conductual y la terapia de conducta, la terapia de conducta implica la modificación conductual en conductas disfuncionales la cual se realiza a través del análisis conductual aplicado, este permite analizar e identificar las variables que controlan la conducta de interés (Ramírez y Corredor, 2015). 
Ahora bien, las terapias de primera generación recibieron críticas, ya que sólo tenían aplicación sobre conductas específicas u operacionalizables por lo que hacen énfasis sobre su aplicabilidad a problemas psicológicos más complejos (Ramírez y Corredor, 2015). Es por ello que surgen las terapias de segunda generación, en la que se centra en eventos encubiertos, denominada como la revolución cognitiva, según Guercio (2020) las terapias de segunda generación consistieron en la superación de la causalidad de la conducta basada en el entorno por un cambio hacia constructos cognitivos, como las actitudes disfuncionales, los patrones de pensamiento irracional para definir la conducta y para intervenir en su modificación,en este sentido, buscaba la transición hacia una conceptualización más amplia que la interacción ambiente-conducta. 
Dentro de las terapias de segunda generación se encuentran a) las terapias de reestructuración cognitiva, en donde se encuentran la terapia racional emotiva, el entrenamiento de autoinstrucciones, la terapia cognitiva b) las terapias de habilidades de afrontamiento, el entrenamiento en manejo de la ansiedad y el entrenamiento en inoculación de estrés; c) las terapias de solución de problemas abarca la terapia de solución de problemas interpersonales (Ramírez y Corredor, 2015). 
Las terapias de segunda generación postulan que las creencias, pensamientos, expectativas y atribuciones son los causantes de los problemas emocionales y conductuales, en este sentido, al evaluar los pensamientos que intermedian en el comportamiento se puede alcanzar a evaluar las creencias básicas del individuo lo que permite identificar las ideas irracionales y modificar las distorsiones del pensamiento, a través de un plan terapéutico donde no solo se busque la modificación conductual sino la modificación de las creencias y del pensamiento, para así cambiar igualmente las respuestas emocionales y fisiológicas. Es importante destacar que no deja de lado la terapia de la primera generación debido a que sigue siendo un medio para adquirir información.
En relación a las terapias de tercera generación constituyen una extensión de las dos primeras generaciones de terapias conductuales. De acuerdo a Guercio (2022) “asumieron la ardua tarea de examinar la alteración de la función de las experiencias humanas (comportamiento) a través del lente de un análisis contextual, entre las intervenciones dirigidas a la evasión negativa del castigo se incluyen algunas basadas en la atención plena y la aceptación” (p. 120). De esta manera, enfatiza en el cambio desde la perspectiva contextual y experiencial, al mismo tiempo que construye repertorios flexibles y efectivos, por encima de un enfoque que elimina problemas estrechamente definidos (Guercio, 2022). 
A diferencia de las dos primeras generaciones, la tercera generación contempla como eje central la flexibilidad y la complejidad del ser humano proponiendo como cambio la función del pensamiento más que su contenido, permite construir repertorios amplios, flexibles y eficaces por encima de la eliminación del síntoma o de los problemas, así la intervención de esta terapia se fundamenta en la comprensión del problema a través de la aceptación que pasa por cambiar la manera de percibir el problema por parte de la persona, tomando un rol más activo durante la terapia, más allá de eliminar la sintomatología se trata de replantear el vínculo entre el comportamiento y la funcionalidad que se le ha otorgado, desde la aceptación permite generar cambios significativos (Guercio, 2022). 
Las terapias conductuales han experimentado una serie de cambios de paradigma, la integración de las tres generaciones permiten dar respuesta a las problemáticas del ser humano, cada una puede adaptarse a las diferentes situaciones que puedan presentarse en el proceso terapéutico. Es importante destacar la evolución amplia y enriquecida de la explicación de la conducta humana, en un principio se caracterizaba por ser reduccionista mediante el modelo estímulo-respuesta, pasa por una sobresimplificación de la complejidad y de la multicausalidad de la conducta, fue progresando mediante las críticas que fueron surgiendo, paso a comprender la conducta como una relación funcional y no causal, de esta manera se entiende el papel de aprendizaje como un sistema para comprender la conducta. 
Por otra parte, fue progresando entendiendo la conducta desadaptativa como producto de pensamientos irracionales que generan malestar en quien lo experimenta, el objetivo es el cambio en las cogniciones lo cual conlleva a un cambio en la conducta, no obstante la crítica de la terapias de segunda generación parte de intentar eliminar todo lo que genera malestar, sin tomar en cuenta que puede no ajustarse a todas las problemáticas, es allí donde nacen las terapias de tercera generación, en donde la aceptación parte no desde un proceso pasivo, sino en abrirse a los pensamientos, emociones y sensaciones que puedan activar la presencia de un estímulo aversivo, implica asimismo tomar conciencia de los eventos privados como son.
Referencias bibliográficas 
Díaz, M., Ruíz, M. y Villalobos, A. (2012) Manual de Técnicas de Intervención Cognitivo Conductuales. Madrid: UNE.
González, M., González, I. y Vicencio, K. (2014). Descripción del rol autopercibido del psicólogo y sus implicancias en los procesos de formación de pregrado. Psicoperspectivas, 13(1), 108-120. http://dx.doi.org/10.5027/
Guercio, J. (2018). La importancia de un Conocimiento Más Profundo de la Historia y los Fundamentos Teóricos del Conductismo y la Terapia de Conducta: 1863–1960. Behavior Analysis: Research and Practice, 18(1), 4–15. https://doi.org/10.1037/bar0000123
Guercio, J. M. (2020). The importance of a deeper knowledge of the history and theoretical foundations of behaviorism and behavior therapy: Part 2—1960–1985. Behavior Analysis: Research and Practice, 20(3), 174–195. https://doi.org/10.1037/bar0000178
Guercio, J. (2022). La importancia de un Conocimiento Más Profundo de la Historia y los Fundamentos Teóricos del Conductismo y la Terapia de Conducta: Parte 31986-2021. Behavior Analysis: Research and Practice, 22(1), 114–129. https://doi.org/10.1037/bar0000226
Ramírez, l., y Corredor, F. (2015). Aproximaciones conductuales de primera, segunda y tercera generación frente a un caso de ludopatía. Revista Iberoamericana de Psicología: Ciencia y Tecnología, 8(1), 51- 61

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