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Los fósiles ofrecen evidencias del cambio evolutivo al paso del tiempo Puesto que los fósiles son restos de miembros de especies que son antepasados de especies modernas, cabe esperar el hallaz- go de series progresivas de fósiles que parten de un organis- mo primitivo antiguo, pasan por varias etapas intermedias y culminan en las especies modernas. De hecho, esas series pro- gresivas se han encontrado. Por ejemplo, los fósiles de los an- tepasados de las ballenas modernas ilustran las etapas en la evolución de una especie acuática a partir de antepasados te- rrestres (FIGURA 14-6 La anatomía comparada ofrece evidencia de que la descendencia ha sufrido modificaciones Los fósiles representan fotografías instantáneas del pasado que permiten a los biólogos seguir el rastro de los cambios evolutivos, pero un examen meticuloso de los organismos ac- tuales también ayuda a descubrir la historia de la evolución. Al comparar los cuerpos de organismos de diferentes espe- cies se ponen de manifiesto semejanzas, que sólo se explican mediante la existencia de un origen común, y diferencias que sólo pueden ser el resultado de cambios evolutivos en la des- cendencia de un antepasado común. De esta forma, el estudio de la anatomía comparada aporta evidencias de que diferen- tes especies están vinculadas mediante una herencia evoluti- va común. Estructuras homólogas ofrecen pruebas de un origen común ¿CÓMO SABEMOS QUE HA HABIDO EVOLUCIÓN? 283 se. Una parte de la solución le llegó desde una fuente insólita: los escritos de un economista y clérigo inglés, Thomas Malthus. En su Ensayo sobre el principio de la población, Malthus escri- bió: “Por lo tanto, se puede afirmar sin lugar a dudas que la po- blación [humana], en ausencia de restricciones, continúa duplicándose cada 25 años, es decir, aumenta en proporción geométrica”. Darwin comprendió que un principio análogo es válido con las poblaciones de plantas y animales. De hecho, casi todos los organismos se reproducen con mayor rapidez que los seres hu- manos (pensemos en el conejo, el diente de león y la mosca do- méstica) y, por consiguiente, podrían formar poblaciones abrumadoras en corto tiempo. No obstante, el mundo no está repleto de conejos, dientes de león o moscas: las poblaciones naturales no crecen “sin restricción”, sino que tienden a conser- var un tamaño aproximadamente constante. Es evidente que deben morir cantidades inmensas de individuos en cada gene- ración, y que la mayoría de ellos no se reproducen. Con fundamento en su experiencia como naturalista, Darwin comprendió que los miembros individuales de una especie sue- len diferir unos de otros. Además, los individuos de cada gene- ración que mueren sin haberse reproducido no es un hecho arbitrario, sino que depende hasta cierto punto de las estructu- ras y destrezas de los organismos. De esta observación nació la teoría de la evolución por selección natural. En palabras de Al- fred Wallace, colega de Darwin: “Quienes año con año sobrevi- ven a esta terrible destrucción deben ser, en conjunto, aquellos que cuentan con alguna pequeña superioridad que les permite escapar a cada forma especial de muerte a la que la gran ma- yoría sucumbe”. He aquí el origen de la expresión “superviven- cia del más apto”. Esa “pequeña superioridad” que confiere mayor aptitud podría ser mayor resistencia al frío, una digestión más eficiente o cualquiera de cientos de otras ventajas, algunas de ellas muy sutiles. Ahora todo encajaba. Darwin escribió: “De inmediato com- prendí que, en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a conservarse, y las desfavorables, a destruirse”. Si las variaciones favorables se heredaban, entonces la especie en su totalidad terminaría por estar compuesta de individuos con la característica favorable. Con la continua aparición de nuevas variaciones (que se deben, como ahora sabemos, a mutacio- nes), las que, a la vez, están sujetas a nuevas selecciones, “el resultado... sería la formación de nuevas especies. Así, tuve por fin una teoría con la que podía trabajar”. Cuando Darwin publicó finalmente El origen de las especies en 1859, las pruebas habían llegado a ser verdaderamente con- tundentes. Aunque sus implicaciones no fueron comprendidas plenamente durante varias décadas, la teoría de Darwin de la evolución por selección natural ha llegado a ser un concepto unificador en prácticamente todo el campo de la biología. FIGURA E14-2 Los vestigios de extremidades posteriores en una serpiente Algunas serpientes tienen pequeños “espolones” (señalados con una flecha en la fotografía grande) donde sus lejanos ante- pasados tenían extremidades posteriores. En algunas especies, los vestigios de estas estructuras incluso conservan garras (ima- gen en recuadro).
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