Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
1662 © 2019. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA DEL PERICARDIO, 1662 PERICARDITIS AGUDA, 1663 Definición, causas, epidemiología y fisiopatología, 1663 Anamnesis y diagnóstico diferencial, 1663 Exploración física, 1664 Pruebas de laboratorio, 1664 Diagnóstico, evolución natural y tratamiento, 1665 Pericarditis recidivante, 1667 DERRAME PERICÁRDICO Y TAPONAMIENTO CARDÍACO, 1667 Etiología, 1667 Fisiopatología y hemodinámica, 1667 Presentación clínica, 1669 Pruebas de laboratorio, 1669 Tratamiento, 1670 Análisis del líquido pericárdico, 1672 Pericardioscopia y biopsia percutánea, 1672 PERICARDITIS CONSTRICTIVA, 1672 Etiología, 1672 Fisiopatología, 1672 Presentación clínica, 1673 Exploración física, 1673 Pruebas de laboratorio, 1673 Exploración de ecocardiografía y ecocardiografía Doppler, 1673 Cateterismo cardíaco y angiografía, 1673 Tomografía computarizada y resonancia magnética, 1674 Diferenciación entre pericarditis constrictiva y miocardiopatía restrictiva, 1674 Tratamiento, 1675 PERICARDITIS EFUSIVO-CONSTRICTIVA, 1676 CAUSAS ESPECÍFICAS DE ENFERMEDAD PERICÁRDICA, 1676 Enfermedades infecciosas, 1676 Pericarditis en pacientes con enfermedad renal, 1677 Afectación pericárdica en enfermedades autoinmunes y autoinflamatorias, 1677 Síndromes poslesión cardíaca, 1677 Enfermedad metastásica pericárdica, 1678 Pericarditis inducida por radioterapia, 1678 Enfermedad pericárdica relacionada con la glándula tiroides, 1678 Enfermedades pericárdicas durante la gestación y la lactancia, 1678 Enfermedades pericárdicas en niños, 1678 Miocardiopatía de estrés, 1678 Hemopericardio, 1679 Anomalías congénitas del pericardio, 1679 Tumores pericárdicos primarios, 1679 BIBLIOGRAFÍA, 1679 83 Enfermedades del pericardio MARTIN M. LEWINTER Y MASSIMO IMAZIO El pericardio es el sitio donde se localizan una amplia variedad de enfermedades que dan lugar a algunos de los signos físicos, radiológicos y hemodinámicos clásicos en cardiología, como pericarditis aguda, derrame y taponamiento pericárdicos, pericarditis constrictiva y peri- carditis constrictiva subaguda y enfermedad pericárdica de etiología específica. Para obtener un tratamiento más detallado de la anatomía, fisiología y enfermedad pericárdica, consulte la monografía clásica de Shabetai,1 las directrices de la European Society of Cardiology (ESC) sobre el diagnóstico y el tratamiento2 y dos declaraciones de consenso recientes sobre pruebas de imagen multimodales en la enfermedad pericárdica.3,4 ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA DEL PERICARDIO El pericardio está compuesto por dos capas, el pericardio visceral, una monocapa de células mesoteliales y fibras de colágeno y elastina adheridas a la superficie epicárdica del corazón, y la capa parietal fibrosa, que normalmente mide aproximadamente 2 mm de grosor y rodea la mayor parte del corazón (fig. 83-1).1 El pericardio parietal es principalmente acelular y contiene fibras de colágeno y elastina. El pericardio visceral se refleja cerca de los orígenes de los grandes vasos, es continuo y forma la capa interna del pericardio parietal. El espacio o saco pericárdico está contenido dentro de estas dos capas, y normalmente contiene hasta 50 ml de líquido seroso. La reflexión se encuentra unos pocos centímetros proximal a las uniones de las venas cavas con la aurícula derecha (AD); por tanto, parte de las venas cava se encuentra dentro del saco pericárdico. Posterior a la aurícula izquierda (AI), la reflexión se produce en el seno oblicuo del pericardio. La AI se encuentra en gran parte extrapericárdica. El pericardio parietal tiene uniones ligamentosas al diafragma, al esternón y a otras estructuras. Aunque su extirpación no tiene consecuencias negativas obvias, el pericardio sí tiene funciones.1 Sus fijaciones mantienen al corazón en una posición relativamente constante dentro del tórax, y proporciona una barrera frente a la infección. El pericardio está bien inervado con mecanorreceptores, quimiorreceptores y receptores aferentes frénicos que participan en reflejos que se originan en el pericardio y/o epicardio (p. ej., reflejo de Bezold-Jarisch) y en la transmisión del dolor pericárdico. El pericardio también secreta prostaglandinas y sustancias relacionadas que pueden modular el tráfico neuronal y el tono coronario. La función mecánica mejor descrita del pericardio es su efecto restrictivo sobre el volumen cardíaco.1 Esto refleja las propiedades mecánicas del tejido pericárdico parietal. A bajas tensiones, el tejido es muy elástico (fig. e83-1, arriba). Con una mayor elongación, se vuelve rígido y resistente a un mayor estiramiento. El punto de la relación tensión-deformación (v. fig. e83-1, arriba) en el que se produce esta transición está cercano al rango superior de volúmenes cardíacos fisiológicos. La relación presión-volumen (RPV) del saco pericárdico refleja las propiedades del tejido (v. fig. e83-1, abajo, curva izquierda) (es decir, un segmento plano y flexible con transición de forma abrupta a un segmento no distensible alrededor del límite superior de la normalidad del volumen cardíaco total).1 Por tanto, el saco tiene un volumen de reserva relativamente pequeño. Cuando se supera, la presión dentro del saco que actúa sobre la superficie del corazón aumenta rápidamente y se transmite a las cámaras cardíacas. La forma de la RPV pericárdica impone que una vez que se alcanza un valor crítico de derrame, cantidades relativamente pequeñas de líquido adicional causarán grandes aumentos de la presión intrapericárdica y tendrán efectos marcados sobre la función cardíaca. Por el contrario, la eliminación de pequeñas cantidades de líquido puede provocar un beneficio sorprendente. La forma de la RPV pericárdica también señala que normalmente restringe el volumen cardíaco (es decir, la fuerza que ejerce sobre la superficie del corazón limita el llenado, con un componente de presión intracavitaria que refleja la presión de la superficie). Los estudios con globos especialmente diseñados demuestran una presión superficial importante, especialmente cuando se supera el límite superior del volumen cardíaco normal.1 La presión de contacto pericárdica también se ha calculado mediante la cuantificación del cambio de la RPV cardíaca diastólica derecha e izquierda antes y después de la pericardiectomía.1 Una disminución en la presión a un volumen dado es la presión pericárdica efectiva con ese volumen. Los estudios en corazones caninos normales indican una presión insignificante con volúmenes de llenado normales bajos, con presiones en el rango de 2 a 4 mmHg en el rango superior de la norma- lidad. Con volúmenes de llenado superiores a los normales, la presión aumenta rápidamente. Por tanto, con una presión de llenado del lado izquierdo de aproximadamente 25 mmHg, la presión de contacto es de aproximadamente 10 mmHg. Los pacientes sometidos a pericardiotomía durante la cirugía cardíaca desarrollan aumentos postoperatorios ligeros del volumen cardíaco, lo que concuerda con el alivio de la restricción al llenado del pericardio normal. El pericardio normal también contribuye a la interacción diastólica, definida aquí como la transmisión de presión de llenado intracavitaria Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1663 En ferm ed ad es d el p ericard io 83 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . hacia las cámaras adyacentes.1 Así, por ejemplo, una parte de la presión diastólica del ventrículo derecho (VD) se transmite al ventrículo izquierdo (VI) a través del tabique interventricular y contribuye a la presión diastólica del VI. Debido a que su presenciaaumenta la presión intracavitaria del VD, el pericardio amplifica la interacción diastólica. A medida que aumenta el volumen cardíaco, el pericardio contribuye cada vez más a las presiones de llenado intracavitarias debido tanto a la presión de contacto externa como a la mayor interacción diastólica. Cuando las cámaras cardíacas se dilatan rápidamente, aumenta el efecto restrictivo del pericardio y su contribución a la interacción diastólica, lo que da lugar a una imagen hemodinámica con características tanto de taponamiento cardíaco como de pericarditis constrictiva. Un ejemplo es el infarto de miocardio (IM) del VD.1 Aquí, el corazón derecho se dilata rápidamente de modo que el volumen cardíaco total supera al volumen pericárdico de reserva. Como resultado, las presiones de llenado del lado izquierdo y derecho se equilibran a valores elevados y puede producirse pulso paradójico y aumento inspiratorio de la presión venosa sistémica (signo de Kussmaul). Otras afecciones con efectos similares son la embolia pulmonar aguda y la insuficiencia mitral subaguda.1 La dilatación cardíaca crónica (p. ej., miocardiopatía dilatada o insuficiencia valvular) puede dar lugar a volúmenes cardíacos muy superiores al volumen pericárdico de reserva, aunque no se observan efectos exagerados de restricción. Por tanto, el pericardio se adapta para albergar los aumentos crónicos del volumen cardíaco. En la sobrecarga de volumen experimental crónica, la RPV pericárdica se desplaza hacia la derecha y su pendiente disminuye (v. fig. e83-1, abajo, curva derecha) (es decir, se vuelve más distensible, a la vez que aumenta el área y la masa y se reduce el efecto en la RPV diastólica).1 Presumiblemente, se produce un efecto similar con derrames extensos que se acumulan lentamente. PERICARDITIS AGUDA Definición, causas, epidemiología y fisiopatología La pericarditis aguda es un síndrome inflamatorio con o sin derrame pericárdico que tiene una amplia variedad de causas (tabla 83-1).1,2,5-7 La prevalencia de fondo de la tuberculosis (TB) es un elemento clave en la valoración de un caso con indicios de pericarditis. En regiones en desarrollo en las que la TB es endémica, esta es la causa más frecuente de pericarditis y derrame. La TB es infrecuente en los países en desa- rrollo y, por tanto, una opción mucho menos importante.2,6,7 Existen datos epidemiológicos limitados que docu- mentan la incidencia y prevalencia de pericarditis aguda. La incidencia es difícil de cuantificar porque muchos casos probablemente no se diagnostican. En autopsias, la incidencia es de aproximadamente el 1%.2,7 La pericardi- tis se observa con frecuencia en el servicio de urgencias, donde constituye hasta el 5% de los pacientes con dolor torácico no isquémico.5,7 Se presenta una revisión de las causas en las series publicadas en la tabla 83-2.2,5-7 Las formas posiblemente víricas e idiopáticas son más frecuentes en los países desarrollados. El término idiopática se emplea para denotar pericarditis aguda en la cual no se encuentra una causa específica con las pruebas de diagnóstico habituales como se describe a continuación. Se piensa que la mayoría de los casos idiopáticos son víricos. El análisis de virus específicos es caro y tiene bajo rendimiento y poco impacto sobre el tratamiento.8 Este término, aunque es una admisión de ignorancia, es clínicamente importante si se excluyen las causas no víricas de pericarditis, porque el tratamiento con antiinflamatorios es similar para todos los casos y el pronóstico es bueno.2,5-7 En una serie actual de síndromes pericárdicos agu- dos en el norte de Italia, la incidencia de pericarditis aguda fue de 27,7 casos por cada 100.000 habitantes/año con miocarditis simultánea en aproximadamente el 15%.9 En una serie de pacientes ingresados en el hos- pital con pericarditis aguda en Finlandia, la tasa de incidencia estandarizada de ingreso hospitalario fue de 3,32/100.000 habitantes/año.10 Los hombres de 16 a 65 años tenían un riesgo más alto (riesgo relativo [RR], 2,02), con la mayor diferencia de riesgo en los adultos jóvenes comparados con la población general. La pericarditis aguda fue la causa del 0,2% de todos los ingresos cardiovas- culares. La proporción de ingresos disminuyó en pacientes más jóvenes. La tasa de mortalidad intrahospitalaria fue del 1,1%; aumentó con la edad y en personas con infecciones graves, como neumonía o septicemia. La mayoría de las diversas causas de la inflamación pericárdica producen una respuesta caracterizada por edema, engrosamiento de la capa parietal, producción de líquido pericárdico exudativo y aumento de la fricción entre las capas.1 La pericarditis aguda y la miocarditis comparten causas comunes y, como se señaló, hasta un 15% de los casos de pericarditis se asocian con miocarditis.2,7,9,11 La miocarditis coexistente generalmente se manifiesta por una liberación moderada de biomarcadores como la troponina I (v. capítulo 79). La disfunción del VI es infrecuente y el pronóstico a largo plazo de la pericarditis com- plicada por la miocarditis es excelente.11 Cuando la función ventricular es normal, se utiliza el término miopericarditis. Los casos con función deteriorada se denominan con el término perimiocarditis. Anamnesis y diagnóstico diferencial En más del 90% de los casos, el síntoma principal de la pericarditis aguda es el dolor torácico, a menudo bastante grave.2,5-7 Suele ser retroesternal, pero puede localizarse en la parte anterior del tórax izquierdo e irradiarse al cuello, los hombros y los brazos. La cresta del trapecio es una irradia- ción clásica. El dolor pericárdico es pleurítico y empeora al acostarse. Entre los síntomas asociados se encuentran disnea, tos y ocasionalmente hipo. Unos antecedentes previos que indican una enfermedad vírica son frecuentes. Los antecedentes pueden proporcionar pistas sobre diagnósticos causales específicos. Así, por ejemplo, un tumor maligno conocido o un trastorno autoinmunitario, fiebres altas con escalofríos o pérdida de peso indican una causa específica (es decir, no idiopática). El diagnóstico diferencial del dolor torácico es prolongado (v. capítulos 10 y 56). Los diagnósticos que se confunden más fácilmente con la pericarditis son isquemia/infarto de miocardio, neumonía con pleuritis, embolia pulmonar/infarto, osteocondritis y reflujo gastroeso- fágico. La pericarditis aguda generalmente se distingue fácilmente de la isquemia miocárdica, pero es posible que se necesiten más pruebas para resolver el problema. Otras causas son la disección aórtica, los procesos intraabdominales, el neumotórax y el dolor por herpes zóster antes de que aparezcan las lesiones cutáneas. En raras ocasiones, la pericarditis puede indicar un IM anterior silente. FIGURA 83-1 Se muestran las reflexiones pericárdicas cerca de los orígenes de los grandes vasos después de la extracción del corazón. Obsérvese qué porciones de las venas cavas están dentro del espacio pericárdico (Tomado de Johnson D: The pericardium. In Standring S [editor]: Gray’s anatomy. St. Louis, Mosby, 2005, pp 995-6.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1664 En fE rm Ed a d Es d El m io ca rd io , d El p Er ic a rd io y d El l Ec h o v a sc u la r pu lm o n a r IX Exploración física Los pacientes con pericarditis aguda no complicada a menudo se presen- tan con molestias y ansiedad, con febrícula (< 38 °C) y taquicardia sinusal. Las arritmias son infrecuentes. De este modo, se informa de fibrilación o aleteo (flúter) auricular en menos del 5% de los casos.12 El signo físico patognomónico de la pericarditis aguda es el roce por fricción. Se informa de roce en aproximadamenteun tercio de los casos en su inicio. Los roces son habitualmente evanescentes y puede ser necesaria la auscultación repetida para su detección.5-7 El roce se atribuye a la fricción entre las capas pericárdicas. El roce clásico consta de tres componentes corres- pondientes a la sístole ventricular, la diástole temprana y la contracción auricular, y se puede comparar con el sonido que se produce al caminar sobre la nieve crujiente. El roce suele ser más fuerte en el borde esternal inferior izquierdo y se escucha mejor cuando el paciente se inclina hacia delante. Es importante realizar una exploración física exhaustiva para buscar pistas sobre diagnósticos causales específicos, así como de signos que indiquen un derrame pericárdico importante. Pruebas de laboratorio El electrocardiograma (ECG) es una prueba clave para el diagnóstico de la pericarditis aguda (v. capítulo 12). El signo clásico es elevación del segmento ST «difusa» (fig. 83-2).2,5-7 El vector del segmento ST apunta hacia la izquierda, anterior e inferior, con elevación del segmento ST en todas las derivaciones, excepto en aVR y a menudo en V1. En general, el segmento ST se curva hacia arriba y se asemeja a la corriente de lesión de la isquemia transmural. La distinción entre pericarditis aguda e isquemia transmural generalmente no es difícil debido a la mayor afectación de derivaciones y la falta de evolución hacia ondas Q patológicas en la pericarditis, y a una depresión recíproca más prominente del ST en la isquemia. Sin embargo, la elevación del ST en la pericarditis a veces puede involucrar un menor número de derivaciones y, en algunos casos, el segmento ST se asemeja más a la repolarización precoz. Al igual que el roce, los cambios del ECG pueden ser dinámicos. Los registros frecuentes pueden arrojar un diagnós- tico en pacientes que inicialmente no tienen ni roce ni elevación del ST. La depresión del segmento PR también es frecuente y se considera el signo ECG más temprano de pericarditis aguda, lo que refleja una afectación del pericardio que cubre las aurículas (v. fig. 83-2). La depresión del PR puede ocurrir sin elevación del ST y ser la manifestación inicial o única en el ECG. La evolución típica del ECG sigue cuatro etapas: 1) depresión del PR y/o elevación difusa del segmento ST; 2) normalización del segmento ST; 3) inversión de la onda T con o sin depresión del segmento ST, y 4) normalización. El ECG a menudo evoluciona sin todas las cuatro etapas. Aunque generalmente se consideran una característica distintiva de la pericarditis, los cambios típicos del ECG reflejan la afectación simultánea del miocardio, porque el pericardio es eléctricamente silencioso. Por esa razón, se informa de cambios en el ECG en no más del 60% de los casos y son más frecuentes (> 90%) en casos con miocarditis simultáneamente.9,11 Cambios adicionales del ECG que pueden constituir pistas sobre la causa de la pericarditis o signos asociados son el bloqueo auriculoventricular en la enfermedad de Lyme, las ondas Q patológicas que indican un IM previo y silente, y la alternancia eléctrica de bajo voltaje que apunta hacia un derrame importante. Muchos pacientes con pericarditis aguda tienen un recuento de leuco- citos moderadamente elevado.2,5-7 La leucocitosis de 13.000 a 14.000/mm3 indica una etiología específica. Como se señaló anteriormente, hasta el 15% de los pacientes con pericarditis aguda tienen una miocarditis coexistente diagnosticada por la elevación de biomarcadores como la troponina I (v. capítulo 67). Los pacientes con miocarditis casi siempre tienen elevación del segmento ST.9,11 En casi todos los casos, la fracción de eyección (FE) del VI es normal. Otro problema en pacientes con biomarcadores de lesión elevados es un IM silente previo seguido de una pericarditis posterior. Esta última generalmente ocurre después de IM extensos con cambios transmurales en el ECG.13 La proteína C reactiva de alta sensibilidad (CRPas) sérica está elevada en aproximadamente las tres cuartas partes de los pacientes con pericarditis aguda.14 Presentan valores normales generalmente los pacientes que se observan pronto o que han recibido previamente tratamiento antiinflama- TABLA 83-1 Categorías de enfermedades que pueden afectar al pericardio y causas específicas seleccionadas Idiopáticas* Infecciosas Vírica* (virus ECHO, virus de Coxsackie, adenovirus, citomegalovirus, virus de la hepatitis B, mononucleosis infecciosa, VIH/sida Bacteriana* (M. tuberculosis, M. avium-intracellulare, neumococos, estafilococos, estreptococos, Mycoplasma, enfermedad de Lyme, H. influenzae, Neisseria meningitides y muchas otras) Asociadas al VIH* Fúngicas (histoplasmosis, coccidioidomicosis) Protozoos Inflamatorias Enfermedades del tejido conectivo* (lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, esclerodermia, dermatomiositis, síndrome de Sjögren, mixtas) Inducidas por fármacos* (p. ej., procainamida, hidralacina, isoniacida, ciclosporina) Arteritis (panarteritis nudosa, arteritis de la temporal) Enfermedad inflamatoria intestinal Poscardiotomía, postoracotomía*, postsíndrome de lesión cardíaca* Enfermedades genéticas del sistema inmunitario* (receptor 1 del factor de necrosis tumoral asociado a síndrome periódico [TRAPS], fiebre mediterránea familiar) Misceláneas: sarcoidosis, enfermedad de Erdheim-Chester, enfermedad de Churg-Strauss, enfermedad relacionada con la inmunoglobulina G4 Postinfarto de miocardio Precoz Tardía (síndrome de Dressler)* Tumores Primarios: mesotelioma, fibrosarcoma, lipoma y otros Secundarios*: carcinomas de mama y pulmón, linfomas, sarcoma de Kaposi Trastornos inducidos por radioterapia* Precoces poscirugía cardíaca y postrasplante ortotópico de corazón Hemopericardio Traumatismos Posrotura de la pared libre tras infarto de miocardio Biopsia endomiocárdica Aneurisma disecante de aorta Relacionados con dispositivos y técnicas: intervenciones coronarias percutáneas, desfibriladores implantables, marcapasos, postablación de arritmias, poscierre de defecto del tabique interauricular, postaislamiento de la orejuela de la aurícula izquierda, posreemplazo/reparación valvular percutánea, reparación de hernia de hiato por vía laparoscópica Anticoagulantes orales Congénitas Quistes, agenesia congénita Otras Miocardiopatía de estrés Colesterol (pericarditis de «pintura dorada») Insuficiencia renal crónica, asociada a diálisis* Quilopericardio Hipotiroidismo e hipertiroidismo Amiloidosis Neumopericardio Enfermedad poliquística renal Hipertensión pulmonar *Etiologías que pueden presentarse como síndrome de pericarditis aguda. TABLA 83-2 Etiología de la pericarditis en las principales series ETioloGÍa frEcuEncia puBlicada (%) Idiopática Del 15% (África) al 80-90% (Europa) Pericarditis infecciosa Vírica Ampliamente desconocida Bacteriana Tuberculosis 1-4% en países desarrollados; hasta el 70% en África Purulenta < 1% en países desarrollados; 2-3% en África Otras causas infecciosas Infrecuentes, ampliamente desconocidas Pericarditis no infecciosa Neoplásica Del 5-9 al 35% (en centros de referencia terciarios) Autoinmunitaria 2-24% Otras causas no infecciosas Infrecuentes (ampliamente desconocidas) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1665 En ferm ed ad es d el p ericard io 83 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . torio. La CRPas normalmente se normaliza en 1 semana y en casi todos los casos en 4 semanas después de la evaluación inicial. El aumento de la CRPas se asocia de forma independiente con síntomas recidivantes. Se ha señalado que se utilice la CRPas seriada para ayudar a la confirmación del diagnóstico depericarditis y para el control de la actividad de la enfermedad a fin de individualizar la duración del tratamiento.2,14 Aunque la utilidad de la CRPas para este propósito no se ha demos- trado prospectivamente, la asociación de la elevación de los valores con las recidivas proporciona una justificación para la medición en la consulta inicial y cuando no se sabe con certeza cuánto tiempo debe mantenerse el tratamiento. Las radiografías de tórax son normales en la pericarditis aguda no complica- da.1,5,7 Ocasionalmente, existen pequeños infiltrados pulmonares o derrames pleu- rales, presumiblemente causados por infección causal subyacente. Las lesiones de masas y los ganglios linfáticos agrandados que señalan enfermedad neoplásica tienen gran importancia. Debido a que los derrames pequeños a moderados puede que no provoquen una silueta cardíaca anómala, incluso una dilatación cardíaca modesta es motivo de preocupación y generalmente se asocia con un derrame de más de 300 ml (fig. e83-2). La exploración ecocardiográfico-Doppler (v. capítulo 14) es com- pletamente normal en aproximadamente el 40% de los pacientes con pericarditis aguda.5-7 Se realiza principalmente para determinar si existe un derrame y está indicada en todos los pacientes con sospecha de pericarditis.2 Se informa de derrame pericárdico en alrededor del 60% de los casos de pericarditis aguda y generalmente es leve (< 10 mm en la valoración ecocardiográfica semicuantitativa). Los derrames moderados o grandes (> 20 mm) son inusuales y pueden indicar un diagnóstico diferente a pericarditis idiopática. Un derrame en un paciente con antecedentes compatibles con pericarditis aguda puede considerarse que confirma el diagnóstico. La ecocardiografía también es útil en casos inusuales donde la miocarditis asociada es lo suficientemente grave como para alterar la función ventricular y para detectar un IM previamente silente. Rara vez es necesario utilizar modalidades radiológicas distintas de la ecocardio- grafía en pericarditis aguda no complicada. Sin embargo, como se explica más adelante, en casos difíciles, la tomografía computarizada (TC) y/o la resonancia magnética (RM) cardíaca pueden ayudar a detectar el engrosamiento pericárdico y/o la inflamación activa.2 Diagnóstico, evolución natural y tratamiento Las directrices de la ESC incluyen los resultados de los primeros ensayos clínicos con asignación aleatoria sobre pericarditis, así como estudios observacionales más recientes. Sin embargo, los datos objetivos para respaldar las recomendaciones sobre el tratamiento de la pericarditis aguda y otras enfermedades pericárdicas siguen siendo limitados. La mayoría se fundamentan en la opinión de expertos y en el consenso. Según las directrices, el diagnóstico clínico de pericarditis aguda puede basarse en dos de los siguientes criterios: 1) dolor torácico; 2) roce por fricción pericárdica; 3) cambios en el ECG que consisten en una elevación típica del ST y/o depresión del PR, y 4) derrame pericárdico.2 En casos con presentaciones atípicas, las técnicas radiológicas para detectar engrosamiento e inflamación pericárdica pueden ser útiles para establecer el diagnóstico. Este puede ser proporcionado por TC basado en engrosamiento y pruebas de imagen mejorada después de la inyección de contraste, y/o RM basado en el edema en imágenes de sangre oscura ponderadas en T2 y realce pericárdico tardío que indica inflamación activa y/o fibrosis después de la inyección de gadolinio (v. capítulos 17 y 18).2,7 La elevación de biomarcadores de inflamación (p. ej., CRPas) respalda el diagnóstico, pero no es definitiva. El tratamiento inicial se centra en la confirmación del diagnóstico, la detección de causas específicas que alterarían el tratamiento, la detección de derrame y otras anomalías ecocardiográficas, el alivio de los síntomas y el tratamiento adecuado si se descubre una causa específica (tabla 83-3). Ciertas características se asocian tanto con un mayor riesgo de complicacio- nes y causas no víricas que pueden justificar terapias dirigidas (fig. 83-3). Sobre esta base, es posible la clasificación de pacientes después de la evaluación inicial (v. fig. 83-3).2,5,7,15 Recomendamos la siguiente evaluación habitual de pruebas: ECG, hemograma completo, creatinina sérica, CRPas y troponina I, radiografía de tórax y ecocardiograma. Las pruebas adicionales deben guiarse por la sospecha de una causa específica. Por tanto, por ejem- plo, en mujeres jóvenes, la obtención de títulos de anticuerpos antinucleares (ANA) para la detección de lupus eritematoso sistémico es razonable, ya que ocasionalmente la pericarditis aguda puede ser su presentación inicial. Sin embargo, los títulos bajos de ANA son frecuentes en pacientes con pericarditis idiopática recidivante sin otros criterios de lupus eritematoso sistémico.16 Por tanto, en este contexto, los títulos bajos de ANA parecen ser inespecíficos, lo que posiblemente refleja una patogenia mediada por mecanismos inmunitarios. La figura 83-3 y la tabla 83-3 resumen nuestras recomendaciones para la clasificación y el tratamiento inicial de los pacientes con pericarditis aguda definida o sospechada. La pericarditis idiopática aguda es una enfermedad autolimitada sin complicaciones relevantes ni recidivas en el 70-90% de los pacien- tes.5-7,17 Si las pruebas de laboratorio no contradicen el diagnóstico de pericarditis idiopática, está indicado el tratamiento sintomático con antiinflamatorios no esteroideos (AINE).2,5-7,18-20 Otras recomendaciones son la restricción de la actividad física más allá de un estado sedentario hasta la resolución de los síntomas y la normalización de la CRPas en pacientes no involucrados en deportes de competición. Para los deportistas, se recomienda el regreso a los deportes después de un plazo arbitrario de 3 meses y solamente después de que los síntomas y las concentraciones de CRPas hayan remitido por completo, y los signos del ECG y ecocardiográficos se hayan normalizado.2 FIGURA 83-2 Electrocardiograma en la pericarditis aguda. Obsérvese la presencia tanto de elevación difusa del segmento ST como de depresión del segmento PR. TABLA 83-3 Abordaje inicial del paciente con pericarditis aguda definida o sospechada 1. Si el diagnóstico es de sospecha pero no de certeza, ausculte a menudo por si aparece roce pericárdico y obtenga un ECG con frecuencia para comprobar signos diagnósticos 2. Si el diagnóstico es de sospecha pero no de certeza, obtenga las siguientes pruebas para ayudar a confirmar el diagnóstico (si es necesario) y determine la etiología específica del diagnóstico y/o si están presentes afecciones asociadas importantes y/o complicaciones: Hemograma CRPas Troponina I Radiografía de tórax Ecocardiograma Considere pruebas adicionales en función de la sospecha clínica de una etiología específica 3. Si el diagnóstico es probable o cierto, inicie tratamiento con un AINE más colchicina Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1666 En fE rm Ed a d Es d El m io ca rd io , d El p Er ic a rd io y d El l Ec h o v a sc u la r pu lm o n a r IX La elección de un tratamiento antiinflamatorio específico se basa en el tratamiento concomitante (p. ej., va a favor del ácido acetilsalicílico [AAS] si es necesaria la antiagregación plaquetaria), las preferencias del paciente y los antecedentes médicos (alergias, intolerancias, eficacia com- probada).2,5-7,21 Se recomiendan dos regímenes de tratamiento alternativos con un excelente perfil de seguridad (tabla 83-4): ibuprofeno, 600-800 mg p.o. tres veces al día, o AAS, 750-1.000 mg p.o. tres veces al día.2 Se debe proporcionar proteccióngástrica mediante un inhibidor de la bomba de protones. Muchos pacientes tienen respuestas satisfactorias a las primeras dosis de un AINE. La mayoría responde completamente después de 10 a 14 días y no necesita tratamiento adicional. Como se señaló, la normalización de la CRPas para guiar la duración del tratamiento es una alternativa razonable durante un curso de tiempo predeterminado.2,14 Una vez que el paciente está asintomático y la CRPas se ha normalizado, se debe plantear el cese gradual en lugar de brusco de los fármacos antiinflamatorios como intento de reducción de las recidivas (v. tabla 83-4).2 La colchicina está indicada durante 3 meses como complemento a los AINE. La colchicina añadida al tratamiento antiinflamatorio estándar mejora la respuesta y reduce las recidivas hasta aproximadamente la mitad durante el período de seguimiento.2,22-24 Se piensa que el fármaco ejerce un efecto antiinflamatorio mediante el bloqueo del ensamblaje de los microtúbulos en los leucocitos. Están indicadas las dosis ajustadas según el peso (0,5-0,6 mg/12 h p.o. o 0,5-0,6 mg una vez al día para pacientes < 70 kg).2,22 No es necesario el ingreso hospitalario en pacientes responsables que no tengan más que derrames pequeños que responden bien al tratamiento inicial. Aquellos que inicialmente no responden bien, que tienen derrames más extensos, en quienes se sospecha una causa distinta a la pericarditis idiopática o que cumplen algún criterio de alto riesgo (v. fig. 83-3) deben ser ingresados en el hospital para observación, pruebas de diagnóstico y tratamiento.2,5-7 En aquellos que responden lentamente a un AINE más colchicina, los analgésicos pueden dar tiempo para una respuesta más completa. Se puede plantear el uso inicial de la vía de administración intravenosa (i.v.) de los AINE para aliviar más rápidamente los síntomas.2,21 El uso de corticoesteroides debe reducirse al mínimo en pacientes con pericarditis aguda, ya que puede empeorar la eliminación de los microorganismos infecciosos.2,5-7 Sin embargo, hay indicaciones determinadas sobre el uso de corticoesteroides: 1) contraindicacio nes o fracaso de un AINE más colchicina; 2) afecciones subyacentes (p. ej., enfermedades autoinmunitarias) cuyo tratamiento primario son los corticoesteroides; 3) enfermedades coexistentes (p. ej., insuficiencia renal); 4) embarazo, y 5) tratamientos simultáneos que constituyen con- traindicaciones relativas para AINE y/o colchicina (p. ej. anticoagulantes orales). Se recomiendan dosis relativamente bajas de corticoesteroides (p. ej., prednisona, 0,2-0,5 mg/kg/día) para minimizar las complica- ciones.2 Datos recientes sobre recidiva demuestran que altas dosis de corticoesteroides (p. ej., prednisona, 1-1,5 mg/kg/día) están asociadas con efectos secundarios importantes en aproximadamente una cuarta parte de los pacientes, lo que lleva a la suspensión de medicamentos, más ingresos hospitalarios y más recidivas.2,25 La disminución progresiva debe ser gradual, habitualmente durante 6 a 12 semanas, y guiada por FIGURA 83-3 Esquema propuesto para la clasificación y el tratamiento inicial de los pacientes con sospecha de pericarditis, que incluye marcadores de riesgo elevado (recuadro). CRP, proteína C reactiva; ECG, electrocardiograma. Véanse también referencias bibliográficas 2, 5, 7 y 15 (Tomado de Adler Y, Charron P, Imazio M, et al: 2015 ESC Guidelines for the diagnosis and management of pericardial diseases: the task force for the diagnosis and management of pericardial diseases of the European Society of Cardiology (ESC). Eur Heart J 2015;36:2921.) TABLA 83-4 Tratamiento antiinflamatorio empírico para la pericarditis idiopática aguda fÁrmaco dosis haBiTual duraciÓn inicial aJusTE dE dosis* Ácido acetilsalicílico 750-1.000 mg cada 8 h 1-2 semanas Disminuya la dosis cada semana durante 2-3 semanas, posteriormente suspenda el tratamiento Ibuprofeno 600-800 mg cada 8 h 1-2 semanas Disminuya la dosis cada semana durante 2-3 semanas, posteriormente suspenda el tratamiento Colchicina 0,5-0,6 mg 1 vez al día (< 70 kg) o 0,5-0,6 mg 2 veces al día (≥ 70 kg) 3 meses Opcional, alrededor de 2-3 semanas *La duración del tratamiento es individualizada y está orientada por los síntomas y la CRPas. Mantenga la dosificación inicial y ajústela solamente si el paciente está asintomático y se normaliza la CRPas. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1667 En ferm ed ad es d el p ericard io 83 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . la respuesta sintomática y las concentraciones de CRPas.2,25 Las dosis altas de corticoesteroides, especialmente con un estrechamiento rápido, parece que aumentan especialmente las recidivas. Debe administrarse colchicina simultánea durante el tratamiento con corticoesteroides. Entre las complicaciones de la pericarditis aguda se encuentran el derrame, el taponamiento y la constricción. Como se señaló anteriormente, los pequeños derrames son frecuentes. Se sabe relativamente poco sobre la incidencia de complicaciones más importantes. En el informe actual más extenso, se identificó una causa específica en el 17% de los pacientes.26 Durante un seguimiento medio de 31 meses, el taponamiento se desarrolló en el 3,1%, y la constricción, en el 1,5%. La mayoría de las complicaciones ocurrieron en pacientes con causas específicas identificadas. La pericar- ditis constrictiva se abordó con más detalle en un análisis reciente de 500 pacientes.17 En general, la constricción se desarrolló en el 1,8% durante un seguimiento medio de 72 meses. En el 83% de los pacientes con pericarditis idiopática, la constricción se desarrolló en solamente el 0,48%.17 Por tanto, los pacientes con pericarditis idiopática pueden estar seguros de que la posibilidad de desarrollar constricción es extremadamente baja. Pericarditis recidivante Las recidivas ocurren en el 15-30% de los pacientes con pericarditis aguda idiopática.5-7,27,28 Las recidivas constituyen la complicación más frecuente y pueden afectar gravemente a la calidad de vida. Nunca se han asociado con la evolución hacia la pericarditis constrictiva. El riesgo de constricción se asocia con la etiología, no con el número de recidivas.17 Para el diagnós- tico de pericarditis recidivante son necesarios nuevos síntomas y signos de actividad de la enfermedad (roce por fricción, cambios electrocardiográ- ficos, derrame pericárdico nuevo o empeoramiento del mismo, elevación de la CRPas) después de un intervalo libre de síntomas de al menos 4 a 6 semanas para permitir la finalización del tratamiento antiinflamatorio de un episodio previo.2,5-7 No es infrecuente que los pacientes tengan dolor recidivante sin pruebas objetivas de actividad de la enfermedad. Estos pacientes pueden responder a un tratamiento repetido, pero no deben clasificarse como presentación de una recidiva definitivamente. Para las recidivas, recomendamos el tratamiento con un AINE más colchicina y un inhibidor de la bomba de protones en las mismas dosis descritas para un episodio inicial. El tratamiento debe ser continuado hasta la resolución completa de los síntomas, signos y hallazgos de laboratorio, que incluyen la CRPas si está elevada. En este punto, el AINE debe reducirse gradualmente. Si este tratamiento fracasa, los corticoesteroides pueden reemplazar al AINE o pueden añadirse como «terapia triple». En cuanto a un episodio inicial, se recomiendan dosis de 0,2-0,5 mg/kg/día de prednisona o su equivalente durante al menos 2-4 semanas hasta que los síntomas y los signos se resuelvan y la CRPas se normalice, seguidas de una reducción gradual cada 2-4semanas.2 La colchicina en las dosis estudiadas anteriormente siempre debe incluirse durante al menos 6 meses. La duración del tratamiento puede prolongarse a 12 meses en casos más difíciles.2 Para la recidiva durante la disminución de los corticoesteroides, recomendamos mantener la misma dosis si es posible y controlar la recidiva mediante la adición de un AINE, el aumento de la dosis del AINE y/o el inicio de colchicina si esto no se ha realizado. Algunos pacientes presentan recidivas que son leves y se tratan fácilmente con la reinserción de un AINE durante un breve período de tiempo. En nuestra experiencia, estos pacientes a menudo no tienen pruebas objetivas de inflamación. No es necesario emplear regímenes de tratamiento antiinflamatorio más intensivos en estos pacientes. Para pacientes con recidivas que son resistentes a colchicina y corticoesteroides (es decir, que no pueden retirarse los corticoesteroides y todavía tienen recidivas mientras toman colchicina), hay tratamientos adicionales disponibles.2 Todas son indicaciones no aprobadas y están apoyadas en informes de casos y/o series pequeñas. Estos pacientes son relativamente infrecuentes y constituyen no más del 5-10% de los casos de pericarditis recidivante.29,30 Entre estos tratamientos se encuentra azatio- prina (2 mg/kg/día p.o. durante varios meses con aumentos graduales de la dosis y control de los leucocitos, transaminasas y amilasa), lo que puede permitir la interrupción o reducción de dosis de corticoesteroides,2 inmunoglobulinas intravenosas humanas (400-500 mg/kg/día durante 5 días con un posible ciclo de repetición después de 1 mes),31 o anakinra, un antagonista de la interleucina 1 (1-2 mg/kg/día hasta 100 mg/día por vía subcutánea durante varios meses).32 La duración óptima de estos tratamientos no está establecida. Sus mecanismos de acción (incluido el de la colchicina) en la pericarditis recidivante se resume en la figura e83-2. Para los facultativos que habitualmente no prescriben estos medicamentos, es prudente solicitar la ayuda de compañeros con expe- riencia en su uso. Como último recurso para casos refractarios a todos los tratamientos médicos, se puede plantear la pericardiectomía.2,29,33 DERRAME PERICÁRDICO Y TAPONAMIENTO CARDÍACO Etiología Prácticamente cualquier enfermedad que puede causar pericarditis puede provocar un derrame (v. tabla 83-1).1,2,8,34 Los derrames son frecuentes poco después de la cirugía cardíaca y el trasplante ortotópico cardíaco, pero el taponamiento es inusual.2 En general, se resuelven en unas semanas o pocos meses. Varias enfermedades no inflamatorias y diversas pueden causar derrame (v. tabla 83-1). Los pacientes con congestión circulatoria grave pueden tener derrames de tipo trasudado de pequeños a moderados. La hemorragia en el saco pericárdico ocurre después de un traumatismo cerrado y penetrante, después de la rotura de la pared libre del VI, después del IM y, cada vez más, como complicación de intervenciones cardíacas. La hemorragia retrógrada es una de las principales causas de mortalidad por disección aórtica (v. capítulo 63). Los derrames pericárdicos también son frecuentes en pacientes con hipertensión pulmonar.35 Con frecuencia se descubren derrames pericárdicos asintomáticos cuando se realiza una radiografía de tórax o un ecocardiograma por indicaciones no rela- cionadas. Por último, en pacientes sanos se encuentran ocasionalmente derrames pericárdicos extensos y asintomáticos sin una etiología clara.2 Entre las causas de derrame con una alta incidencia de progresión al taponamiento se encuentran infecciones bacterianas, fúngicas y asociadas con el VIH (v. capítulo 82); hemorragia, y afectación neoplásica. Aunque los derrames extensos causados por pericarditis idiopática aguda son infrecuentes, debido a que este tipo de pericarditis es tan común, constituyen un porcentaje importante de los casos de taponamiento. Aproximadamente el 20% de los derrames extensos sintomáticos sin una etiología obvia después de una valoración habitual constituyen la presentación inicial de un tumor.2,8 Los detalles del derrame pericárdico relacionados con enfermedades específicas determinadas se tratan en las secciones del final de este capítulo. Fisiopatología y hemodinámica La formación de un derrame es una respuesta genérica a enfermedades inflamatorias, infecciosas o neoplásicas que afectan al pericardio. Los linfomas ocasionalmente causan derrame asociado con gan- glios linfáticos mediastínicos agrandados debido a obstrucción del drenaje linfático.1 La fisiopatología de los derrames cuando no hay una inflamación o hemorragia franca (p. ej., con uremia o enfermedad idiopática) es muy poco conocida. Cuando se acumula un derrame, la presión del saco pericárdico depende de la cantidad de líquido y de la RPV pericárdica.1 Las conse- cuencias mecánicas de la presión elevada que actúa sobre la superficie del corazón son el resultado principalmente de la compresión y colapso del corazón derecho y de los vasos cava. La falta de llenado del cora- zón izquierdo se produce después de la reducción de la salida del corazón derecho. La figura e83-3 representa un estudio experimental que ilustra estos principios. Clínicamente, el taponamiento cardíaco es un continuo desde un derrame que causa efectos mínimos hasta el colapso circu- latorio completo. El punto más crucial se produce cuando un derrame reduce el volumen diastólico de las cámaras cardíacas de manera que el gasto cardíaco disminuye. Como se estudió anteriormente, el volumen de reserva pericárdica limitado impone que cantidades moderadas de líquido que se acumula rápidamente (tan escasas como de 150-200 ml) pueden afectar a la función cardíaca. Por el contrario, grandes derrames que se acumulan lentamente a menudo son bien tolerados. La respuesta compensadora a un derrame hemodinámicamente importante es el aumento del tono adrenérgico y la supresión del parasimpático. La taquicardia y el aumento de la contractilidad resultante mantienen el gasto cardíaco y la presión arterial durante un período de tiempo.1 Sin embargo, con el tiempo, ambos disminuyen. Los pacientes que no pueden elaborar una respuesta adrenérgica normal (p. ej., aquellos que reciben β-bloqueantes) son más susceptibles a los efectos del derrame. En el taponamiento terminal, puede sobrevenir un reflejo depresor con bradicardia paradójica. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1668 En fE rm Ed a d Es d El m io ca rd io , d El p Er ic a rd io y d El l Ec h o v a sc u la r pu lm o n a r IX A medida que el líquido se acumula, aumentan las presiones dias- tólica auricular y ventricular izquierda y derecha, y en el taponamiento grave se igualan a una presión similar a la del saco pericárdico, de forma característica de 20 a 25 mmHg (fig. 83-4). La igualdad es más estrecha durante la inspiración. Por tanto, la presión pericárdica impone una presión intracavitaria y las presiones de llenado transmurales de las cámaras cardíacas son cercanas a cero. En consecuencia, los volúmenes cardíacos disminuyen progresivamente. El pequeño volumen ventricular telediastólico (precarga disminuida) explica principalmente el volumen sistólico (VS) reducido. A causa de incrementos compensadores de la contractilidad, el volumen telesistólico también disminuye, pero no lo suficiente como para mantener el VS. Debido a que la presión de llenado del corazón derecho es normalmente menor que la presión de llenado del corazón izquierdo, a medida que el líquido se acumula, las presiones aumentan más rápidamente en el corazón derecho que en el corazón izquierdo. Además de las presiones de llenado intracavitariaselevadas e iguales, las bajas presiones de llenado transmural y los pequeños volúmenes cardíacos, otras dos anomalías hemodinámicas son características del taponamiento. Una es la pérdida del descenso y de la AD o de la onda de presión venosa sistémica (v. fig. 83-4). Los descensos x e y corresponden a períodos en los que aumenta el flujo venoso. La pérdida del descenso y se ha explicado según el concepto de que el volumen cardíaco total es fijo en el taponamiento grave.1 Por tanto, la sangre puede entrar en el corazón solamente cuando simultáneamente sale sangre. El descenso y normal comienza cuando se abre la válvula tricúspide (es decir, cuando la sangre no sale). En el taponamiento, el flujo de entrada no puede aumentar y el descenso se pierde. El descenso x ocurre durante la eyección ventricular. Debido a que la sangre está saliendo del corazón, puede aumentar el flujo de entrada y se conserva el descenso x. La pérdida del descenso y se aprecia en los registros de presión veno- sa sistémica o de la AD y es una pista útil sobre la presencia de taponamiento. Aunque la ausencia del descenso y la pérdida del flujo venoso diastólico se han considerado signos clásicos, en muchos casos de taponamiento en la era actual los registros con Doppler de onda pulsada revelan flujo venoso en el corazón derecho durante la diástole ven- tricular.1,3,4,36 Estos pacientes pueden presentar pericarditis efusivo-constrictiva, con un cuadro hemodinámico mixto. El segundo hallazgo característico es el pulso paradójico (fig. 83-5), una disminución más pronunciada de lo normal de la presión arterial sistémica durante la inspiración (defi- nida como una caída > 10 mmHg de la presión sistólica). Otras causas de pulso paradójico son la pericarditis cons- trictiva, la embolia pulmonar y la enfermedad pulmonar con grandes variaciones en la presión intratorácica. En el taponamiento grave, el pulso arterial puede ser impalpable durante la inspiración. El mecanismo del pulso paradójico es multifactorial, pero los cambios respiratorios sobre el retorno venoso sistémico son ciertamente importantes.1 En el taponamiento, a diferencia de la constricción, se observa un aumento inspiratorio normal del retorno venoso sistémico y se conserva la disminución inspiratoria normal de la presión venosa sistémica (el signo de Kussmaul está ausente). El aumento del llenado del corazón derecho ocurre, una vez más, en situaciones en las que el volumen cardíaco total es fijo y el volumen del corazón izquierdo notablemente reducido. El tabique interventricular se des- plaza hacia la izquierda de forma exagerada en la inspira- ción, invadiendo el VI de forma tal que el VS y la generación de presión se reducen todavía más (v. fig. 83-5). Esto se denomina interacción ventricular exagerada (a diferencia de la definición previa de interacción ventricular).3,4 Aunque el aumento inspiratorio del volumen del corazón derecho (precarga) aumenta el VS del VD, son necesarios algunos pocos ciclos cardíacos para aumentar el llenado del VI y el VS, y contrarrestar el desplazamiento septal. Otros factores que pueden contribuir son una mayor poscarga causada por la transmisión de la presión intratorácica negativa hacia la aorta y la tracción sobre el pericardio causada por el des- censo del diafragma. Asociados con estos mecanismos, las presiones cardíacas izquierda y derecha y las variaciones del VS están exageradas y desfasadas 180° (v. fig. 83-5). La tabla 83-5 enumera los hallazgos hemodinámicos en el taponamiento comparados con los de la pericarditis constrictiva. Cuando hay elevaciones previas de las presiones y/o el volumen durante la diástole, el taponamiento puede ocurrir sin pulso paradójico.1 Entre los ejemplos se encuentran disfunción crónica del VI, regurgitación aórtica y defecto del tabique auricular. En pacientes con hemorragia retrógrada en el saco pericárdico debida a disección aórtica, el taponamiento puede ocurrir sin pulso paradójico debido a la rotura e insuficiencia de la válvula aórtica. Aunque las presiones medias de llenado del lado izquierdo y derecho son de forma característica de 20 a 25 mmHg, el taponamiento puede ocurrir con presiones de llenado más bajas, lo que se denomina taponamiento de baja presión.1,2,37 El taponamiento de baja presión a menudo ocurre cuando hay una disminución del volumen sanguíneo en el contexto de un derrame previo que de otro modo no causaría consecuencias hemodinámicas. Una presión pericárdica moderadamente elevada puede reducir la presión de llenado transmural hasta valores que limitan el VS. Debido a que la presión venosa está solo modestamente elevada o incluso es normal, puede no encontrarse el diagnóstico. Se puede observar taponamiento de baja presión durante la hemodiálisis, en pacientes con pérdida de sangre y deple- ción de volumen, y cuando los diuréticos se administran a pacientes con derrames. En el único informe de tamaño importante, aproximadamente el 20% de los pacientes sometidos a pericardiocentesis cerrada cumplían los criterios de taponamiento de baja presión.37 En comparación con el FIGURA 83-4 Presiones en la arteria femoral (AF), en la aurícula derecha (AD) y pericárdica antes (arriba) y después (abajo) de la pericardiocentesis en un paciente con taponamiento cardíaco. Tanto la presión en la AD como la pericárdica son de aproximadamente 15 mmHg antes de la pericardiocentesis. En este caso, hubo un pulso paradójico insignificante. Obsérvese la presencia de descenso x, pero con ausencia de descenso y antes de la pericardiocentesis. La pericardiocentesis produce un aumento marcado de la presión de la AF y una marcada disminución de la presión en la AD. Durante la inspiración, la presión pericárdica se vuelve negativa, hay una clara separación entre la presión en la AD y la pericárdica, y el descenso y es ahora evidente y prominente, lo que señala la posibilidad de una imagen de derrame-constrictiva (Modificado de Lorell BH, Grossman W: Profiles in constrictive pericarditis, restrictive cardiomyopathy and cardiac tamponade. In Baim DS, Grossman W [editors]: Grossman’s cardiac catheterization, angiography, and intervention. Philadelphia, Lippincott Williams & Wilkins, 2000, p 840.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1669 En ferm ed ad es d el p ericard io 83 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . taponamiento de alta presión, los pacientes con baja presión eran con menor frecuencia enfermos críticos y los signos de taponamiento eran menos prominentes. Los signos ecocardiográficos fueron similares y se observó beneficio con la pericardiocentesis. Los derrames pericárdicos pueden ser tabicados o localizados, lo que produce taponamiento regional, con mayor frecuencia después de una intervención quirúrgica cardíaca.1,2 Aunque los informes son esca- sos, el taponamiento regional puede causar hallazgos hemodinámicos atípicos (p. ej., gasto cardíaco redu- cido con elevación unilateral de la presión de llenado). Se debe considerar el taponamiento regional si hay hi- potensión en una situación donde existe o se sospecha un derrame tabicado. En raras ocasiones, los grandes derrames pleurales y el neumopericardio pueden comprimir el corazón y causar taponamiento.1,2,38 Presentación clínica Se puede obtener una anamnesis adecuada sobre una etiología de enfermedad pericárdica específica. Como se señaló anteriormente, los derrames asintomáticos pueden descubrirse en pacientes que, por lo demás, se encuentran sanos cuando se realizan técnicas de imágenes torácicas por una razón no relacionada.2 De forma infrecuente se encuen- tran causas específicas enestos casos. Los derrames no causan síntomas por sí mismos sin taponamiento, aunque los pacientes pueden presentar dolor debido a pericarditis. Los pacientes con taponamiento pueden te- ner síntomas de disnea, cuyo mecanismo es incierto porque no hay con- gestión pulmonar y se sienten más cómodos sentados. Otros síntomas reflejan la afectación del gasto cardíaco y la reducción de la presión ar- terial. Una exploración física completa en pacientes con derrame pericárdico puede proporcionar pistas sobre una causa específica. En el derrame pericárdico sin taponamiento, la exploración cardiovascular es normal a menos que el derrame sea extenso, el impulso cardíaco sea difícil de palpar y los tonos cardíacos estén amortiguados. Un roce de fricción puede, por supuesto, estar presente. Los ruidos respiratorios tubulares debidos a la compresión bronquial se pueden escuchar en la axila o base izquierdas. La presencia de tríada de Beck de hipotensión, sonidos cardíacos amortiguados y presión venosa yugular elevada indica un taponamiento grave. Los pacientes con taponamiento parecen incómodos y muestran signos variables de gasto cardíaco reducido y shock, como taquipnea, diaforesis, extremidades frías, cianosis periférica, depresión mental y, raramente, somnolencia.1,2 La hipotensión suele estar presente, aunque en las primeras etapas los mecanismos compensadores mantienen la presión sanguínea Algunos pacientes con taponamiento subagudo están hipertensos en el momento del inicio, con descenso de la presión sanguínea después del drenaje pericárdico.39 Lo habitual es un pulso paradójico, pero es importante estar alerta ante situaciones en las que puede estar ausente. El pulso paradójico se cuantifica mediante esfigmomanometría con manguito como la diferencia entre la presión a la que los sonidos de Korotkov aparecen por primera vez y aquella en la que están presentes en todas las contracciones. La taquicardia también es la regla, a menos que se hayan administrado medicamentos para disminuir la frecuencia cardíaca, coexistan enfermedades del sistema de conducción o haya sobrevenido un reflejo bradicárdico preterminal. La presión venosa yugular está notablemente elevada, excepto en el taponamiento de baja presión, y el descenso y generalmente está ausente (v. fig. 83-4). Se conserva la disminución normal de la presión venosa durante la inspiración. La exploración cardíaca en sí es compatible con un derrame, como se des- cribió anteriormente. El taponamiento se puede confundir con cualquier entidad que cause hipotensión, shock y presión venosa yugular elevada, como insuficiencia cardíaca descompensada, embolia pulmonar u otras causas de hipertensión pulmonar, así como con IM del VD. Pruebas de laboratorio Entre las anomalías del ECG se encuentran el voltaje reducido y la alternancia eléctrica (fig. e83-4).1,2 La tensión reducida no es específica y puede ser causada por afecciones como el enfisema, la enfermedad infiltrante del miocardio y el neumotórax. La alternancia eléctrica es específica, pero relativamente insensible y es causada por una oscilación anteroposterior del corazón con cada contracción. Cuando la pericarditis coexiste, los hallazgos habituales en el ECG pueden estar presentes. La radiografía de tórax revela una silueta cardíaca normal hasta que el derrame es al menos de tamaño moderado. Con derrames más grandes, la silueta cardíaca anteroposterior adopta una apariencia redondeada similar a un matraz (fig. e83-5). Las vistas laterales pueden revelar el signo de la almohadilla grasa, una luminosidad lineal entre la pared torácica y la superficie anterior del corazón como resultado de la separación de la grasa pericárdica parietal del epicardio. Los pulmones presentan oligohemia. La ecocardiografía en modo M y Doppler bidimensional son los métodos estándares no invasivos para la detección de derrame pericárdico y el taponamiento.3,4 Un derrame relevante aparece como una separación clara entre el pericardio parietal y visceral durante todo el ciclo cardíaco (fig. 83-6 y vídeo 83-1). Los derrames pequeños son FIGURA 83-5 Izquierda. Ilustración esquemática del desplazamiento septal hacia la izquierda con invasión del volumen del ventrículo izquierdo durante la inspiración en el taponamiento cardíaco. Derecha. Registro de la respiración y trazados de presión del ventrículo derecho y aórtico en el taponamiento cardíaco. Obsérvense el pulso paradójico y la marcada variación respiratoria, que está desfasada 180° con respecto a las presiones de los lados derecho e izquierdo (Tomado de Shabetai R: The pericardium. New York, Grune & Stratton, 1981, p 266.) FIGURA 83-6 Imagen de ecocardiografía bidimensional de un derrame pericárdico (DP) extenso circunferencial. Ao, aorta; VD, ventrículo derecho; VI, ventrículo izquierdo (Tomado de Kabbani SS, LeWinter M: Cardiac constriction and restriction. In Crawford MH, DiMarco JP [editors]: Cardiology. St. Louis, Mosby, 2001.) TABLA 83-5 Hemodinámica en el taponamiento cardíaco y en la pericarditis constrictiva TaponamiEnTo consTricciÓn Pulso paradójico Habitualmente presente Presente en ∼1/3 Presiones de llenado derechas/izquierdas iguales Presentes Presentes Morfología de la onda venosa sistémica Ausente y descenso Prominente y descenso (con forma de M o W) Cambio inspiratorio de la presión venosa sistémica Disminuido (normal) Aumentado o sin cambios (signos de Kussmaul) Signo de la raíz cuadrada en la presión ventricular Ausente Presente Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1670 En fE rm Ed a d Es d El m io ca rd io , d El p Er ic a rd io y d El l Ec h o v a sc u la r pu lm o n a r IX generalmente evidentes primero sobre la zona posterobasal del VI. El líquido posteriormente se extiende hacia delante, lateralmente y por detrás de la AI, donde está limitado por la reflexión pericárdica visceral. Finalmente, la separación se vuelve circunferencial. Los derrames circunferenciales se clasifican como pequeños (espacio libre de eco en la diástole < 10 mm), moderados (10-20 mm) o grandes (> 20 mm).3,4 Debido a que la rapidez de la acumulación es crucial, la importancia hemodinámica de un derrame puede no estar estrechamente correlacionada con su tamaño. Sin embargo, es inusual que el taponamiento ocurra sin un derrame circunferencial. Las estructuras de aspecto frondoso o de aspecto lanudo en el espacio pericárdico detectadas en la ecocardiografía indican coágulos, inflamación crónica o procesos neoplásicos del pericardio. Como se verá más adelante, la TC y la RM son más exactas que la ecocardio- grafía transtorácica para el cálculo del espesor pericárdico. La ecocardiografía transesofágica (ETE), sin embargo, es comparable con la TC y la RM para este propósito.3,4 Varios signos ecocardiográficos indican que el tapo- namiento es lo suficientemente grave como para causar afectación hemodinámica.3,4,36 Entre estos se encuentran el colapso diastólico precoz del VD, la hendidura diastólica tardía o el colapso de la AD, y una variación respiratoria exa- gerada del tamaño del VD y del VI y un desplazamiento del tabique interventricular durante la inspiración que causa un abultamiento o «rebote». El colapso del VD diastólico precoz (fig. 83-7; v. vídeo 83-1) y el colapso diastólico tardío de la AD (fig. e83-6 ; v. vídeo 83-1) son signos que generalmente aparecen por primera vez relativamente pronto durante el taponamiento, cuando la presión pericárdica excede de forma transitoria a la presión intracavitaria.3,4,36 Raramente, un derrame pleural grande puede causar un colapso de la cámara del lado derecho, y el colapso de la cámara del VI y de la AIpuede ocurrir con hematomas pericárdicos después de intervenciones de cirugía cardíaca.3,4 Las cámaras cardíacas son pequeñas en el taponamiento y, como se señaló, el corazón puede oscilar anteroposteriormente (v. vídeo 83-1). La distensión de la vena cava inferior que no disminuye con la inspiración es un signo importante para la confirmación. Los registros de velocidad Doppler demuestran una variación respiratoria exagerada del flujo venoso y valvular de los lados derecho e izquierdo, con aumentos inspiratorios en el derecho y disminuciones en el izquierdo.3,4,36 El flujo dentro de la cava ocurre en gran parte durante la sístole ventricular. Estos patrones de flujo son al menos tan sensibles durante el taponamiento como el modo M y las características de la ecocardiografía bidimensional. En la mayoría de los derrames, la ecocardiografía transtorácica proporciona suficiente información diagnóstica como para tomar decisiones sobre el tratamiento. Los estudios de ETE proporcionan imágenes de mejor calidad, pero generalmente no son prácticos en pacientes enfermos a menos que estén intubados. La radioscopia es útil en el laboratorio de cateterismo cardíaco para la detección de derrames relacionados con la técnica cuando causan amortiguación o abolición de la pulsación cardíaca. La TC (v. capítulo 18) y la RM (v. capítulo 17) son complementos útiles además de la ecocardiografía para la descripción del derrame y del taponamiento, pero ninguna de ellas es necesaria y/o recomendable en pacientes enfermos que necesitan tratamiento y decisiones sobre el mismo de forma urgente.40,41 Desempeñan una función cuando la hemodinámica es atípica, otras afecciones complican la interpretación, la gravedad del taponamiento es incierta o la ecocardiografía es técnicamente inadecuada. El vídeo 83-2 es una imagen cinematográfica con RM de un derrame circunferencial grande y un VI pequeño y sin relleno. El VD no está comprimido debido a la hipertensión pulmonar de larga duración, que se evidencia por la dilatación del VD. Aquí, la hipertensión pulmonar coexistente reduce la precisión de los signos ecocardiográficos de taponamiento. La TC y la RM proporcionan una cuantificación y la localización regional de los derrames más detalladas que la ecocardiografía y son útiles con derrames tabicados y derrames pleurales coexistentes. En el vídeo 83-3, el amplio campo de visión que ofrece la RM demuestra tanto un derrame pericárdico grande como un derrame pleural en un paciente con poliserositis. El espesor pericárdico se puede medir con ambos métodos, lo que permite la evaluación indirecta de la gravedad y la cronicidad de la inflamación; como se trató anteriormente, la RM con gadolinio identifica directamente la inflamación. Se pueden obtener pistas sobre la naturaleza del líquido pericárdico a partir de los coeficientes de atenuación en la TC.3,4 La atenuación similar al agua indica un derrame de tipo trasudado; la atenuación más densa que el agua, un derrame maligno o líquido sanguinolento o purulento; y la atenuación menos densa que el agua, un derrame quiloso. Los derrames malignos se asocian con un pericardio más grueso que los derrames benignos.40 Un grosor mayor de 4,1 mm en la TC apunta hacia una afectación metastásica. Finalmente, la cinematografía de TC o RM proporciona información similar a la ecocardiografía para la evaluación del taponamiento (p. ej., desplazamiento septal, colapso de la cámara). Tratamiento El tratamiento depende principalmente de si el taponamiento ya está presente o tiene una alta probabilidad de desarrollarse (tabla 83-6).1,2,41 Entre las situaciones en las que el taponamiento supone una amenaza a corto plazo se encuentran la sospecha de pericarditis bacteriana (como la TB), el hemopericardio y cualquier derrame de moderado a grande que no se piensa que sea crónico y/o que esté aumentando de tamaño. Cuando el taponamiento está presente o es una amenaza, la toma de FIGURE 83-7 Imagen de ecocardiografía bidimensional que ilustra el colapso o hendidura diastólica del ventrículo derecho en el taponamiento cardíaco. Arriba. Sístole. Medio. Diástole temprana con hendidura indicada por la flecha. Abajo. Diástole tardía con retorno a la configuración normal. AI, aurícula izquierda; DP, derrame pericárdico; TSVD, tracto de salida del ventrículo derecho VA, válvula aórtica; VI, ventrículo izquierdo (Tomado de Weyman AE: Principles and practice of echocardiography. Philadelphia, Lea & Febiger, 1994, p 1119.) TABLA 83-6 Abordaje inicial del paciente con derrame pericárdico 1. Determine si está presente o existe riesgo de taponamiento en función de los antecedentes, la exploración física y el ecocardiograma 2. Si no está presente ni existe riesgo de taponamiento: Si la etiología no es evidente, considere pruebas diagnósticas como para pericarditis aguda Si el derrame es extenso, considere un curso de AINE más colchicina o corticoesteroides; si no hay respuesta, considere la pericardiocentesis cerrada 3. Si está presente o existe riesgo de taponamiento: Pericardiocentesis urgente o muy urgente, o vigilancia cuidadosa si el intento de tratamiento médico para reducir el derrame se considera adecuado Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 14, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 1671 En ferm ed ad es d el p ericard io 83 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . decisiones debe ser urgente y el umbral para la pericardiocentesis bajo (v. tabla 83-6). En ausencia de taponamiento real o riesgo del mismo, el tratamiento puede ser más pausado. Aquí se encuentran varias categorías de pacientes. Algunos tienen pericarditis aguda con un derrame pequeño a moderado detectado como parte de la evaluación habitual. Otros no presentan síntomas o signos de pericarditis o derrame, pero se someten a una ecocardiografía debido a la presencia de enfermedades que se sabe que afectan al pericardio. El resto están asintomáticos y se detectan derrames cuando las pruebas se realizan por razones diferentes a la sospecha de enfermedad pericárdica (p. ej., evaluación de una silueta cardíaca dilatada o estudio de una patología torácica). En muchos casos de derrame en los que el taponamiento no está presente ni se encuentra riesgo del mismo, la causa será evidente o señalada en función de los antecedentes y/o las pruebas diagnósticas previas. Cuando el diagnóstico es desconocido, se debe realizar una evaluación de las causas específicas, incluidas las pruebas para el diagnóstico indicadas para la pericarditis aguda y cualquier otra causa en función del cuadro clínico (p. ej., detección de enfermedades autoinmunitarias o neoplásicas, infecciones e hipotiroidismo). Se debe ejercer un juicio cuidadoso sobre las pruebas. Por tanto, un paciente con insuficiencia cardíaca grave y congestión circulatoria con un pequeño derrame no necesita pruebas, pero los pacientes con evidencia de una enfermedad sistémica merecen una atención muy detallada. En pacientes sin taponamiento real o inminente, la pericardiocentesis (cerrada o abierta con biopsia) puede realizarse con fines diagnós- ticos, pero no siempre es necesaria. Como se estudió anteriormente, en muchos casos un diagnóstico será obvio cuando se observa el derrame por primera vez o se vuelve evidente como parte de los estudios iniciales. Además, en este contexto, el análisis habitual del líquido pericárdico tiene un bajo rendimiento diagnóstico.2,8,41 En situaciones en las que se considera que la pericardiocentesis es necesaria para fines de diagnóstico, se debe plantear el drenaje abierto con biopsia. De lo contrario, los pacientes sanos con derrames grandes y asintomá- ticos y sinevidencia de taponamiento o de una causa específica son un grupo especial.2,41 Los derrames son por definición crónicos y en general estables, pero una minoría (quizás el 20-30%) desarrollan taponamiento de forma impredecible. Además, después de una pericardiocentesis cerrada, los derrames pueden no volver a acumular.2,41 Por tanto, está justificada la pericardiocentesis después de la evaluación habitual para la detección de causas específicas como se describe anteriormente. Antes de realizar una pericardiocentesis, se puede plantear el tratamiento con AINE o corticoesteroides combinados con colchicina, ya que tiene un bajo riesgo. Sin embargo, en ausencia de pruebas de inflamación (p. ej., aumento de la CRP, captación de gadolinio en la RM), los regímenes de tratamiento antiinflamatorio probablemente no sean eficaces. La recidiva de este tipo de derrame después de la pericardiocentesis cerrada se considera una indicación para la pericardiectomía o para una ventana pericárdica.2,41 Los pacientes con taponamiento real o con riesgo de presentarlo constituyen una urgencia médica. Con la excepción de aquellos que no desean la prolongación de la vida (principalmente aquellos con tumores malignos metastásicos), el ingreso hospitalario y una cuidadosa vigilancia hemodinámica y ecocardiográfica son obligatorias. La gran mayoría de los pacientes necesitan pericardiocentesis como tratamiento o prevención del taponamiento, pero hay algunas excepciones. Los pacientes con pericarditis aguda, aparentemente idiopática, con taponamiento no mayor que leve pueden tratarse durante un breve período de tiempo bajo un con- trol cuidadoso con un AINE y/o prednisona combinados con colchicina en un intento de reducir rápidamente el derrame. Los pacientes con enfermedades inflamatorias/autoinmunitarias conocidas se pueden tratar de manera similar (no hay pruebas de que los corticoesteroides aumenten las recidivas en estos pacientes). Se debe considerar que los pacientes con sospecha de infecciones bacterianas o hemopericardio con pequeños derrames (< 10 mm) presentan riesgo de taponamiento debido a la causa. En estos pacientes puede ser adecuado el tratamiento conservador inicial y el control cuidadoso porque el riesgo de la pericardiocentesis cerrada se incrementa con derrames más pequeños. La vigilancia hemodinámica con un catéter venoso central o de arteria pulmonar a menudo es útil, especialmente en pacientes con taponamiento leve o con riesgo del mismo en quienes se decide pos- poner la pericardiocentesis. La vigilancia también es útil después de la pericardiocentesis para evaluar la nueva acumulación y la presencia de constricción subyacente (v. fig. 83-4), como se analiza posteriormente. No se debe permitir que la inserción de un catéter en la circulación central retrase el tratamiento definitivo en pacientes críticamente enfermos. Para la mayoría de los pacientes de esta categoría, está indicada la pericardiocentesis urgente o muy urgente. Una vez que se diagnostica el taponamiento real o el riesgo del mismo, se debe instaurar hidratación i.v. con solución salina normal.2,41,42 Los fármacos inotrópicos positivos tienen escaso valor. La expansión del volumen y los fármacos inotrópicos positivos son medidas contemporizadoras y no se debe permitir que sustituyan o retrasen la pericardiocentesis. En la gran mayoría de los casos, la pericardiocentesis cerrada es el tratamiento de elección. Antes de continuar, es importante asegurarse de que efectivamente haya un derrame lo suficientemente grande como para causar un taponamiento compatible con un abordaje cerrado, especialmente si los signos hemodinámicos son atípicos. Los derrames o derrames tabicados que contienen coágulos o material fibroso aumentan el riesgo y la dificultad de la pericardiocentesis cerrada. Se debe considerar un abordaje abierto por motivos de seguridad y para obtener tejido pericárdico y crear una ventana. La realización de una pericardiocentesis cerrada frente a la abierta en pacientes con hemopericardio puede ser una decisión difícil.2,41 El peligro de un abordaje cerrado es que la disminución de la presión intrapericárdica permitirá más hemorragia sin brindar la oportunidad de corregir su origen. En casos de traumatismo o rotura del VI después de un IM, generalmente se debe evitar la pericardiocentesis cerrada. Si la hemorragia es más lenta (p. ej., debida a una perforación coronaria tras una técnica o punción de una cámara cardíaca), la pericardiocentesis cerrada a menudo está indicada porque la hemorragia puede detenerse espontáneamente y/o la técnica puede proporcionar alivio temporal antes de una reparación definitiva. La pericardiocentesis cerrada en pacientes con hemopericardio debido a disección aórtica tipo A se ha considerado una contraindicación relativa. Sin embargo, en una pequeña serie de pacientes, la pericardiocentesis preoperatoria con ciclos intermitentes de drenaje dictados por los valores de la presión arterial sistólica pareció ser segura y eficaz para su estabilización.43 El abordaje más común para la pericardiocentesis cerrada es la inserción de una aguja subxifoidea con guía ecocardiográfica para minimizar el riesgo de punción del miocardio y evaluar la totalidad de la eliminación del líquido.2 Una vez que la aguja penetra en el espacio pericárdico, se elimina inmediatamente una cantidad modesta de líquido (quizás 50-100 ml) en un esfuerzo por producir una mejoría rápida. Luego se inserta una guía y la aguja se reemplaza por un catéter en cola de cerdo (pigtail). El catéter se manipula para maximizar la eliminación de líquidos. Cuando sea posible, el procedimiento debe realizarse en el laboratorio de cateterismo cardíaco con personal experimentado. Si la guía ecocardiográfica no está disponible, la aguja debe dirigirse hacia el hombro izquierdo. La pericardiocentesis guiada por ecocardiografía tiene una tasa de éxito mayor del 95% y una tasa de complicaciones graves menor del 2%.44,45 De forma infrecuente, los pacientes sufren un síndrome de descompresión pericárdica después de un drenaje cerrado o abierto.46 Este es un síndrome poco entendido, pero pone en peligro la vida y se caracteriza por combinaciones de edema pulmonar cardiógeno y shock. Si se ha insertado un catéter en la arteria pulmonar, la presión de enclavamiento capilar pulmonar y de la AD y el gasto cardíaco deben con- trolarse antes, durante y después de la técnica. Idealmente, también debe medirse la presión del líquido pericárdico. La vigilancia hemodinámica es útil por varias razones. Las mediciones iniciales confirman y documentan la gravedad del taponamiento. Las mediciones después de la finalización establecen una línea de base para evaluar la nueva acumulación. Como se expone más adelante, algunos pacientes con taponamiento tienen constricción coexistente (es decir, pericarditis efusivo-constrictiva), que es difícil de detectar cuando predomina el derrame, pero se hace evidente después de la pericardiocentesis.47 Después de la pericardiocentesis, debe repetirse la ecocardiografía y, en muchos casos, se debe continuar la vigilancia hemodinámica para evaluar una nueva acumulación. Los catéteres intrapericárdicos deben dejarse colocados durante varios días para permitir el drenaje continuo. Esto minimiza las recidivas y facilita la administración intrapericárdica de fármacos si es adecuada.2,48,49 La pericardiocentesis abierta está indicada en ocasiones para la extracción inicial de líquido. La hemorragia debida a traumatismos y la rotura de la pared libre del VI se han mencionado anteriormente a este respecto. Los derrames y/o derrames tabicados que están en el límite de tamaño se drenan de forma más segura en el quirófano. Los derrames recidivantes, especialmente los que causan taponamiento, inicialmente se pueden drenar usando un abordaje cerrado debido a consideraciones Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University
Compartir