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Alba Flesler El fin del analisis del niño

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Extensión Digital ­ Número Dos ­ Año 2010 | ISSN 1851­9237
El Fin del Análisis de un Niño
Alba Flesler
Un tema crucial como el fin del análisis en los tiempos de la infancia precisa una distinción entre aquello 
que el fin implica como finalidad y lo que conlleva como conclusión. Ella no sólo servirá de guía a nuestra 
práctica cada vez que sea necesario delimitar el alcance de nuestras intervenciones sino que también 
despejará cuál a de ser el tiempo de finalización del análisis mismo. 
La finalidad del análisis en los tiempos de la infancia
Hace tiempo propuse considerar en el análisis de niños los tiempos de la infancia como tiempos de 
escritura, tiempos de escriturar la falta. Me refería con ello a los tiempos de escritura necesarios a la 
estructura, tanto del sujeto que en ella se efectúa y reefectúa, como del objeto, causa de deseo, que en ella 
se engendra y se reengendra, y del Otro, que en ella se produce y reproduce ofreciendo sus formaciones. 
Los tiempos de la infancia revelan claramente que la estructura del sujeto produce su dimensión de 
incompletud en tiempos. Ellos muestran paso a paso, cómo lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario de cada 
tiempo de la infancia halla causa para su promoción a un tiempo siguiente sólo si opera la recreación 
escritural de la falta original. De ese modo, dicha recreación, duelo mediante, ofrece como resultado 
variaciones de presentación, tanto en la posición del sujeto como en la localización del objeto que orientará 
su deseo, pues cada tiempo puntualizará una redistribución en el goce, dando chance a reorientar el 
deseo. 
Sin embargo, desde esa primera instancia en el deseo del Otro hasta la articulación del deseo en el marco 
fantasmático, la escena de la infancia se realizará en diversos tiempos cuya promoción lejos de ser natural 
presentará sus vicisitudes. El destino de las mismas, lejos de desplegarse en un continuum, se recortará 
en discontinuidades reconocibles y explícitas como tiempos de lo Real, de lo Simbólico y de lo Imaginario. 
En cada uno de ellos se jugarán momentos decisivos de tránsito cuyos pasos muestran siempre 
contingencias. Esa reconocible contingencia en la promoción de los tiempos, es la que permite resaltar 
cuán específico resulta ser el acto analítico cuando acentúa su finalidad de corte en los tiempos del sujeto. 
Por esa razón, la eficacia y finalidad de tal operación está en promover que se reanude cada uno de los 
tiempos donde su curso esté interrumpido, procurando, a su vez, que el sujeto encuentre las vías para 
relanzar su efectuación. 
Los tiempos de la infancia
Un breve repaso por los tiempos del sujeto brindará mayor claridad a la hipótesis que propongo. 
La formalización del concepto de sujeto, que Lacan enhebra a una lógica, otorga precisión a términos 
cuyos deslizamientos han tenido una derivación confusa en la teorización del psicoanálisis de niños. 
Considerar que el analista atiende al niño pero apunta al sujeto permite recolocar la pregunta por el niño 
situando al sujeto, al objeto y al Otro en los tiempos de la infancia. 
En mi libro “El Niño en Análisis y el Lugar de los Padres”1 partí de la siguiente escritura para desplegar los 
tiempos en los registros Real, Simbólico e Imaginario mostrando el predominio efectivo según cada uno de 
los tiempos del sujeto. Desde ya, los tres deben considerarse anudados. 
Tiempos del sujeto Predominio del registro
Ser o no ser el falo (Freud y Lacan) I
1 Flesler, Alba: “El niño análisis y el lugar de los padres”. Ed. Paidos, Biblioteca de Psicología Profunda 260, Buenos Aires, 
2010.
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Primer despertar sexual (Freud)
Instante de la mirada (Lacan)
R
Ser o tener el falo (Freud y Lacan) I
Latencia (Freud)
Tiempo de comprender (Lacan)
S
Segundo despertar (Freud)
Inicio del drama puberal 
R
Momento de concluir (Lacan)
Precipitado fantasmático
RSI
El primer despertar sexual implica para el sujeto la conclusión de un sueño: ser el falo que completa al 
Otro. Este despertar presenta una alta densidad real que reformula la relación del sujeto el goce 
confrontándolo con el primer gran conflicto que el binarismo significante le presenta: ser el falo o tener el 
falo. 
A pesar de dirimirse aparentemente en el plano imaginario, ambos suponen una pérdida simbólica. En ella, 
la legitimidad que otorga espacio al avance fálico del sujeto srá solidaria con la prohibición del incesto no 
sólo si privó al Otro de gozar al niño como falo, sino si a su vez, trazó el perfil del objeto como falta y 
traspasó el dualismo niño-madre fálica. 
Luego, si la represión ha operado, se inicia un tiempo para comprender. El presentará un predominio 
simbólico tendiente a la delimitación de ese real. En este tiempo, llamado latencia, lejos de suspenderse la 
sexualidad, ella late en un tiempo altamente simbólico. Su despliegue hará lugar a la búsqueda de reglas 
que pauten la relación del sujeto al nuevo goce en un proceso de reescritura de la represión en el que se 
dialectizarán el saber y la falta de saber. El afán de investigar y descubrir y el aprendizaje mismo, 
dependerán de la eficacia o falla de la operación precedente pudiendo presentarse inhibiciones, síntomas y 
angustias reveladores de los goces estancados en el cuerpo. 
Por su parte, la pubertad será el momento de concluir. En ella se efectuará la búsqueda del objeto en la 
alteridad y se producirá la definitoria identidad sexual. También se avanzará en el desasimiento de la 
autoridad parental, si la ley ha funcionado. En sus avatares se enhebrará la salida a la exogamia y también 
la relación a la autoridad. 
Algunos adultos, como advirtiera Freud, quedan empantanados en ese tiempo de desasimiento y bregan 
por un líder autoritario o, a la inversa, erigen el fantasma de un amo temerario contra el cual luchan 
denodadamente, rechazando cualquier autoridad. 
Tiempo de predominio real, hace presente la urgencia del sujeto con los actings que llaman al Otro, 
mostrando un real pulsional que escapa a la palabra y a veces sólo se detiene ante el límite real. 
El fin del análisis
Sabemos que el psicoanálisis fue creado para el tratamiento de neuróticos adultos. Sin embargo, a mi 
entender, esto no clausura el abordaje de los tiempos de la infancia desde el psicoanálisis. 
Es posible psicoanalizarlos si no desconocemos que el sujeto, el objeto y el Otro no tienen edad pero sí 
tienen tiempos, y que por ello reclaman especificidades del acto analítico. Esto es, diferentes 
intervenciones según los tiempos de escritura del sujeto y del Otro en la estructura. 
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De este modo, los tiempos deciden diferencias al analizar a un niño o a un adulto y resaltan la diversidad a 
la hora de alcanzar el fin del análisis. 
Si en el análisis de un neurótico adulto se tratará de atravesar el fantasma, en los tiempos de la infancia se 
apuntará a constituirlo como articulador del deseo allí donde su construcción de halla entorpecida. 
Distinción clave entre el análisis de un adulto y el de un niño que el analista no debe desconocer. 
Tanto los niños como los púberes o adolescentes piden dar fin al análisis cuando logran orientar, en cierta 
medida, su deseo y su goce. Esta finalización no ha de tomarse del mismo modo que en el adulto. Pero él 
bien puede ser el anticipo de un fin que podrá efectivizarse en otro tiempo si el encuentro con un analista 
abrió el marco de una puerta al sujeto. 
Recuerdo a un jovencito cuya madre, “para ayudarlo en sus tareas diarias”, hurgueteaba su mochila, su 
habitación y hastasu cuerpo controlando si se había bañado. El finalmente, logró cerrar la puerta de su 
cuarto. Con este acto real y simbólico recuperó su intimidad, devolviéndole consistencia a su cuerpo 
amenazado en su conformación imaginaria. Terminó su análisis llevándose, a su pedido, la llave que había 
utilizado para entrar y salir del edificio de mi consultorio. Volvió algunas veces a consultarme cada vez que 
precisaba relanzar los puntos de detenimiento que lo motivaban a venir una vez más a la consulta. Pero lo 
curioso para mí fue que al encontrar a su madre por la calle, casualmente, me hacía siempre el mismo 
comentario: me decía que su hijo estaba muy bien pero que a ella le llamaba la atención que él seguía 
guardando la llave. 
Guardar la llave del análisis que abrió la puerta a la exogamia hará, del fin del análisis de un niño, apertura 
y oportunidad para un análisis posterior que tal vez en otro momento podrá arribar al fin. 
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