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Beatriz Janin -dir- Cuestiones de Infancia 2004 Vol8

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CUESTIONES DE
I N F A N C I A
CRISIS SOCIAL Y SUBJETIVIDAD
Juan José Calzetta
Gabriel Donzino
Alicia Gamondi
Beatriz Janin
Mabel Maffezzoli
Diego Moreira
Silvia Morici
Nilda Neves
Mabel Rodríguez Ponte
María Cristina Rojas
Ana Lía Ruiz
María Eugenia Schieroloh
Alicia Stolkiner
Paraguay 1338, 6º Piso (C1057AAV) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Revista de Psicoanálisis con Niños - Año 2004 Vol. 8
tapa niños FINAL 3/21/06 2:37 PM Page 1 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:tapaaa:
“Cuestiones de Infancia” Revista de Psicoanálisis con Niños es una publicación
de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños,
Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales
de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES),
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA).
Paraguay 1338, (C1057AAV) Buenos Aires, Argentina. 
Directora: Beatriz Janin
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Registro de la propiedad intelectual 1.425.121
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Suscripciones, pedidos, colaboraciones e información:
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Paraguay 1338, (C1057AAV) Buenos Aires, Argentina.
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1CUESTIONES DE INFANCIA
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2 CUESTIONES DE INFANCIA
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3CUESTIONES DE INFANCIA
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4 CUESTIONES DE INFANCIA
PAGS. 1 A 6 3/21/06 2:38 PM Page 4 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:Libro armado:
Cuestiones de Infancia
Revista de Psicoanálisis con Niños
Publicación de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños,
Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Asociación de
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Lic. Beatriz Janin
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Los artículos firmados no expresan necesariamente la opinión de la
directora de la revista ni de las autoridades de UCES y APBA.
5CUESTIONES DE INFANCIA
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6 CUESTIONES DE INFANCIA
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INDICE
EDITORIAL 9
BEATRIZ JANIN
TRAUMA, DUELO, E IDENTIDAD 11
MARÍA CRISTINA ROJAS
LA CRISIS ACTUAL EN LA ARGENTINA Y SUS EFECTOS EN
LOS NIÑOS. MEMORIA Y FUTURO 22
BEATRIZ JANIN
CLÍNICA PSICOANALÍTICA INFANTIL EN TIEMPOS DE CRISIS SOCIAL 45
SILVIA MORICI
EL ANÁLISIS CON NIÑOS EN EL CONTEXTO DE CRISIS 67
NILDA NEVES
TODO BIEN Y ME BORRO 78
MARÍA EUGENIA SCHIERLOH
LA TRANSMISIÓN GENERACIONAL EN LA CONSULTA POR UN NIÑO 90
MABEL MAFFEZZOLI
EL CASO LUIS. ENTRE EL SÍNTOMA Y LOS FANTASMAS PARENTALES 97
GABRIEL DONZINO
EXORCIZAR AL DESTINO. REFLEXIONES EN TORNO AL CONCEPTO
DE RESILIENCIA 108
ALICIA GAMONDI
LA DEPRIVACIÓN SIMBÓLICA 119
JUAN JOSÉ CALZETTA
CON LA RESISTENCIA EN LA LENGUA 128
DIEGO MOREIRA
LAS FAMILIAS Y LA CRISIS 135
ALICIA STOLKINER
CREACIÓN DE UN ESPACIO PSÍQUICO DURANTE EL EMBARAZO EN
TIEMPOS DE CRISIS 150
MABEL RODRIGUEZPONTE
ANA LÍA RUIZ
7CUESTIONES DE INFANCIA
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8 CUESTIONES DE INFANCIA
PAGS. 7 A 10 3/21/06 2:39 PM Page 8 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:Libro armado:
EDITORIAL
Esta revista es producto de reflexiones compartidas durante el año 2002 por
alumnos y profesores de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con
Niños sobre la grave crisis que se vivió en la Argentina y los cambios socia-
les que se produjeron a partir de diciembre de 2001.
Esto nos llevó a incluir en este número artículos en los que se teoriza sobre
los efectos de lo social en la subjetividad, en los diferentes momentos de la
estructuración del psiquismo, otros en los que el eje está ubicado en la in-
cidencia de lo vivenciado-compartido por analista y paciente en la clínica
psicoanalítica, así como trabajos que realizan un análisis de lo social des-
de diferentes enfoques teóricos.
El ser humano se constituye en una trama social y las modificaciones de ella
inciden en esa constitución.
Trauma, crisis, duelo, catástrofe... diversos modos de nombrar aquello que
irrumpió y nos sacudió y generó diferentes replanteos.
Trauma, crisis, duelo, catástrofe... y tratamos de conceptualizar el modo en
que los niños sienten y sufren estas situaciones.
En diferentes artículos se hace referencia a la apertura a la creatividad... los
nuevos modos de conexión, de producción, de inserción social que se ge-
neraron a partir de la crisis.
Así, todo lo vivido puede llevarnos a producir conocimientos teórico-clíni-
cos que nos permitan desafiar la repetición, sobre todo en lo que hace al
asesinato de los niños y adolescentes (ya sea como muerte efectiva o como
pérdida de identidad e ilusiones). Es decir, lograr que puedan ser, porque el
riesgo es que terminen en la nada, en un inexistente, ya sea a través de
muertes por desnutrición o transformados en seres sin pensamiento ni sen-
timiento, robots al servicio del poder, desubjetivizados, desvitalizados, sin
fantasías ni proyectos.
Es por esto que, si bien en este momento hay un consenso de esperanza,
nos parece fundamental seguir revisando la historia para poder aportar, des-
de nuestro lugar, a la construcción de un futuro.
Lic. Beatriz Janin 
9CUESTIONES DE INFANCIA
PAGS. 7 A 10 3/21/06 2:39 PM Page 9 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:Libro armado:
TRAUMA, DUELO E IDENTIDAD
María Cristina Rojas*
El gato y el ratón
n noviembre de 2002 un diario de Buenos Aires publicó una entrevis -
ta a un médico cardiólogo, quien se ocupaba del incremento de los
problemas del corazón en la Argentina de la catástrofe. El mismo rela-
tó al periodista un experimento que será mi primera viñeta en esta presen-
tación. “Ud. pone un gato en una jaula y en la jaula de al lado, pegada, pe -
ro sin acceso de una a otra, un ratón. Pasan los días y el ratón ve que el ga -
to no se acerca, pero no sabe si en algún momento podrá hacerlo; vive pa -
deciendo una amenaza constante que no se hace efectiva, pero tampoco
desaparece. El ratón empieza a perder peso, tiene taquicardia y mil proble -
mas de salud; finalmente se muere. El estrés crónico lo llevó a ese final”
(“Clarín”, 3/11/2002).
El dramático experimento me evocó sucederes humanos característicos de
las que, a partir de Bettelheim, se denominaran situaciones-límite, también
designadas como situaciones de traumatización extrema.
Sabemos que, a diferencia del ratón, el psiquismo humano cuenta con con-
diciones elaborativas y pensantes que pueden, en ocasiones semejantes a la
descripta, preservar una supervivencia más allá, aún, de lo autoconservati-
vo. Creación e ilusión, productividad representacional transformadora del
mundo, son intrínsecas a la condición humana, constituida en la produc-
ción simbólica, que trasciende su sustrato productivo, el cuerpo biológico.
No obstante, en situaciones de catástrofe y ruptura social el desmantela-
miento sin relevos de las lógicas y la afectación del propio pensamiento y
de la palabra suponen un factor de riesgo que es, para la supervivencia del
psiquismo, lo que el hambre a la sobrevida del cuerpo. 
En la experiencia extrema de los campos de exterminio Agamben (Agam-
ben, G; 1999) se refiere al pasaje de “viviente” a “existente”, siendo este
11CUESTIONES DE INFANCIA
* Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio
con APBA).
quien sobrevive en la desubjetivación, por fuera de la vida simbólica, en lo
que él denomina la “nuda vida”. Salvadas las distancias entre nuestra situa-
ción social actual y la de dichos campos, deseo formular uno de los inte-
rrogantes que en mí convoca este año de padecimientos, pero también de
reflexión sobre el trauma, el duelo, el dolor, la identidad, y por qué no, la
creatividad, ¿cuáles son, me pregunto, las operatorias y condiciones que
permiten al humano transitar situaciones potencialmente traumáticas, per-
sistentes y acumulativas, sin sucumbir a esa violencia social con el arrasa-
miento de la propia subjetividad ni convertirse, como el ratón aludido, en
víctima de una autoaniquilación generada por la constancia de la angustia
y el terror?
Difícil objetivo constituye para nosotros reflexionar sobre el terremoto -por
usar una metáfora- sobre sus efectos y concomitancias mientras este dura,
cuando nos pensamos a la vez como afectados sociales, operando siempre
en implicación. En tanto psicoanalistas que, junto a otros, vamos a la bús-
queda de nuevos sentidos, nos vemos también interpelados por los requeri-
mientos de la crisis cotidiana. Difícil tarea esta reflexión que puede, sin em-
bargo, ser condición misma de cualquier forma de supervivencia.
Nuestra situación social de hoy difiere de la catástrofe natural: carece de
instantaneidad o de final previsible. Los pequeños sismos que suceden a la
brevedad del terremoto van desapareciendo hasta atenuar el estado de ame-
naza: esto da lugar a la elaboración de lo acontecido y del miedo y el do-
lor suscitados. Entre nosotros, la actividad sísmica se ha instalado no al mo-
do cíclico, sino como forma misma, al menos por ahora, de existencia. Se
trata de alteraciones profundas y persistentes del ámbito social, lo cual im-
plica un alto grado de exigencia de trabajo psíquico para los sujetos que lo
habitan. Entiendo que el sujeto, perteneciente a una trama sociovincular
abierta y en constante devenir, tiene la posibilidad de ir construyéndose/ re-
construyéndose a todo lo largo de su vida, transformarse y generar cualida-
des nuevas; lo que puede desencadenarse a partir de los cambios del me-
dio y de los otros. Aparecen así modalidades novedosas en consonancia
tanto con los impactos del proceso social, como con la productividad de los
encuentros intersubjetivos, que al desequilibrar activan -desde la perspecti-
va del pensamiento de la complejidad- el proceso autoorganizador. Autoor-
ganización supone autonomía, pero no en el sentido antiguo de libertad.
Por el contrario, es una noción ligada a dependencia, ya que para ser autó-
nomo, y esta es la paradoja de la autoorganización, hay que depender del
mundo externo, en un sentido de interdependencia; cuestión que nos exi-
me también de perspectivas solipsistas (Morin, E., 1994; Rojas, M. C.,
12 CUESTIONES DE INFANCIA
2002). El psiquismo aparece, de este modo, como configuración abierta,
susceptible de nuevas inscripciones, aún cuando la misma organización
subjetiva establezca ciertos topes y constricciones. En los bordes de la apti-
tud autoorganizadora puede generarse -ante la intensidad y reiteración de
los estímulos- la potencialidad traumática. 
En el caso de los niños, se van conformando como sujetos en el seno de la
crisis devenida nueva realidad, por ende, si la subjetividad es una produc-
ción de dispositivos sociales, más allá todavía de lo familiar, y si la familia
misma se altera y transforma en la crisis, hemos de pensar en rasgossubje-
tivos otros para los niños de nuestro tiempo. 
Identidad y pertenencia
La identidad no fue establecida como concepto en el corpus freudiano, no
obstante, aparece en numerosos trabajos psicoanalíticos, en particular los
referidos a la adolescencia, ya que la construcción del “yo soy yo” ha sido
tradicionalmente considerada una de las tareas centrales de ese momento
de la vida. Dicha construcción aparece sin embargo como un imposible, un
lugar al que siempre se está arribando. “Yo soy yo” alude a las representa-
ciones que yo me hago de mí, también construidas a partir de la imagen
que los otros me devuelven y de sus investimientos. Dicho conjunto repre-
sentacional se ve siempre afectado por la presencia, el devenir y la discon-
tinuidad, que sustraen toda pretensión de identidad completa y perenne.
Kaës (Kaës, R., 2002) sostiene a la identidad como concepto multidimensio-
nal de gran complejidad y propone partir de dos raíces que lo componen:
el autos griego, que excluye la alteridad y se refiere sólo a sí mismo, como
en el autismo, y el ídem latino, de donde provienen identidad e identifica-
ción, que implica la idea de un comparativo: “lo mismo que yo”. De tal mo-
do, afirma, la vertiente intrapsíquica de la identidad se entreteje en otra, in-
tersubjetiva, que corresponde a las investiduras y las representaciones nar-
cisistas del grupo familiar sobre “His Majesty”, (Freud, S., 1914), es decir, al
apuntalamiento narcisista mutuo del bebé y su familia. Pongo en relación
la cuestión de la identidad con las consideraciones que realicé sobre el su-
jeto, sujeto-con-otros, entramado en redes sociales y vinculares en constan-
te flujo y transformación; desde esta perspectiva, el sentimiento de identi-
dad se va conformando durante todo el fluir vital, en un proceso marcado
por permanencias y novedad, momentos que pueden experimentarse como
estables e hitos críticos que constituyen puntos de inflexión en el devenir;
carece, pues, como ya dije, de punto de llegada o conclusión. Se edifica a
partir de la matriz identificatoria en el nexo con los otros, articula de modo
13CUESTIONES DE INFANCIA
complejo el narcisismo, el conflicto, la pulsión, la visión de la propia histo-
ria. Se trata de una experiencia correspondiente al reconocimiento del pro-
pio ser, sostenida también en lo que hace a su dimensión imaginaria por la
ilusión de un sí mismo unificado, continuo e inmortal. Dicha vivencia se
produce y sustenta a la vez en el mundo intersubjetivo y sociocultural.
Puesta en estos términos, la identidad es también la forma en que el sujeto
se vive a sí mismo en relación con los otros y el mundo. Operan en dicha
percepción de sí factores intrapsíquicos, familiares, grupales, instituciona-
les, es decir, sus múltiples pertenencias. Por otra parte, mi propio yo es otro,
aun para mí (“Converso con el hombre que siempre va conmigo... mi soli -
loquio es plática con este buen amigo”, dice Machado). En tanto otro, ex-
cede mi representación, es decir, supone presencia inasible, cuestión esta
fundante del propio Psicoanálisis. Pienso que las primeras investiduras libi-
dinales y narcisistas a las que Kaës, haciendo pie en Freud se refiere,
ofrecen el sustrato inicial identitario: soy “yo”, y me es posible recono-
cerme –inicialmente, en el júbilo del espejo– en tanto otro/s me ama/n, mi-
ra/n, toca/n, sustenta/n mi vida, le/s intereso. Puedo entonces sentirme “yo-
”–“yo con otros, entre otros”, “yo en el mundo”, por relación al menos a un
alter. Ello inaugura -castración mediante- la posible instalación de una renun-
cia narcisista (si soy “yo” no soy el/ los otros), (Ladame, 2001) lo que podrá
constituir una restricción a la fusión con el conjunto, como recorte singular.
Por otra parte, dada la multiplicidad de facetas de cada sujeto, configurado y
emergente de modos otros en distintas situaciones y pertenencias, podemos
hablar no de una identidad unificada sino de su d iversidad. No se trataría ade-
más de un “yo s oy yo”, sino de un “ir siendo”. Tampoco “concluiría” en la
mutualidad familia/ bebé, ya que se extiende a través del transcurrir vital del
sujeto entra m a d o. Me refiero así al sentimiento de ir siendo yo, nunca idénti -
co, pero el mismo, apto para suponer que me reconozco, a un tiempo, en
quien soy/ fui/ seré. Ir siendo yo, en mi productiva singularidad.
Aulagnier (Aulagnier, P., 1975), al formular el contrato narcisista, plantea
precisamente la cuestión del reconocimiento que el sujeto demanda al gru-
po; este lo designa como perteneciente, como parte de un todo y espera a
cambio que el sujeto sostenga y trasmita los enunciados del fundamento,
asegurando su continuidad. Es visible hoy el quiebre de este contrato, vio-
lado por una sociedad excluyente que desconoce a muchos de sus integran-
tes como tales, con la consecuente pérdida de apuntalamiento y referentes
de la subjetividad y la posible perturbación del autorreconocimiento. Los
cambios tolerables tienen cierto margen más allá del cual aparece alguna
forma de ruptura, la angustia vinculada al fracaso de la posibilidad de esta-
blecer ligaduras y realizar procesos elaborativos.
14 CUESTIONES DE INFANCIA
Podemos así relacionar la precariedad del sentimiento de identidad, una de
las dimensiones de la integración yoica, con la fragilidad de los apuntala-
mientos. No obstante, pensar hoy al sujeto-en-el-mundo en equilibrio siem-
pre inestable, vulnerable a continuas desestabilizaciones, pero también ap-
to para nuevos armados equilibrantes, implica movilidad e inestabilidad en
sus pertenencias y pone en cuestión el propio requerimiento de estabilidad
del psiquismo tan presente en nuestras concepciones, lo cual queda, a mi
juicio, abierto al intercambio y la reflexión. Hasta acá, y sobre la base de
experiencias clínicas y vitales, el sujeto parece requerir y tiende a construir
puntos de consistencia o cristalización que conformen equilibrios situacio-
nales dinámicos: ello se sustenta en tramas de pertenencia, siendo esta la
dimensión sociovincular de la identidad. Lejos nos encontramos de la bús-
queda moderna de autenticidad, del “yo” verdadero coherente, unificado,
tan ligado a la fuerte valoración de la interioridad. Otros imaginarios deses-
timan al íntimo y profundo sujeto moderno, todo razón, abarcado en la re-
presentación y enfrentado con su objeto, sin implicancias. 
Por otra parte, entiendo que la confrontación constante con la no perma-
nencia y el tránsito hace equivalencia con la finitud, lo cual se ve a la vez
favorecido por la soledad extrema y la frágil inconsistencia de los lazos; to-
do ello activa el riesgo de disolución yoica y la angustia de aniquilación,
que amenaza con el pánico de no ser. Cuando los niveles de inestabilidad
y la carencia de certezas se agudizan, parecen vaciarse las coordenadas
que sostienen el yo y el sentimiento de identidad. (“Con la garganta seca, el
cuerpo anudado… y tan sólo que hubiera podido dispensarme de ser yo”;
Héctor Bianciotti: “El paso tan lento del amor”).
Dado que el trabajo ha ocupado un lugar importante en nuestra sociedad
en lo que hace al apuntalamiento subjetivo, la nueva sociedad del “no tra-
bajo” nos exige repensar esta cuestión. La desocupación, sin esperanzas de
pronta reocupación, es pues crítica y desapuntalante: conformar nuevas
identidades y posiciones subjetivas constituye un modo constructivo de sa-
lida de la grave situación de riesgo psíquico. Para ello deben ponerse en
marcha procesos de duelo, ligazones que tramiten lo traumático, desidenti-
ficaciones. Las nuevas identidades son tales en tanto estén regidas por otros
centros y referentes que las identidades previas; de tal manera, pueden de-
jar de ser no-identidades o marginalidad, ya que esta se define tomando co-
mo eje y referencia el propio sistema expulsivo.
Destaqué ya la eficacia de las múltiples pertenencias en la producción del
sujeto y su sentimiento de identidad; quiero señalar, aún con brevedad, los
15CUESTIONES DE INFANCIA
distintos modos del pertenecer. Los agrupamientos conformanuna apoyatu-
ra indispensable del psiquismo, una de las condiciones necesarias para sos-
tener la coherencia de las identificaciones. Para el niño es la familia, en par-
ticular, quien ha de ofrecerle una primera pertenencia que, en el momento
inicial, requiere asimetría, fusión, amparo extremo; luego, las formas de
pertenecer podrán ligarse a aspectos más discriminados. Cuando un grupo
ofrece un sustrato al predominio narcisista se establece lo que algunos au-
tores denominan “identidad de pertenencia” (Kordon, D., Edelman, L.,
1987; Bernard, M., 1987); se trata de grupos que alienan la singularidad en
tanto se convierten en único dador posible de identidad, constituyendo una
patología de la pertenencia que anula la multiplicidad (modalidad que apa-
rece en su extremo en la inclusión en sectas). 
Es preciso también volver a pensar los modos de pertenencia del niño a las
familias afectadas. “His Majesty” debía solamente jugar y educarse prepa-
rándose para el mañana: alimento, seguridad y cuidados dependían en for-
ma exclusiva de los adultos, al menos en las clases favorecidas. Hoy se ex-
tiende a numerosos grupos familiares el modelo de la pobreza, ya que los
padres no pueden garantizar los anteriores modos de subsistencia; este mo-
delo supone niños con otras funciones y responsabilidades más ligadas al
mundo adulto. 
Se han creado a partir de la crisis nuevas condiciones, procesadas de mo-
do diverso según la pauperización familiar sea extrema o solamente hayan
disminuido los consumos y la seguridad del futuro. De cualquier modo y en
distintos grados, encontramos familias afectadas como conjunto por las pér-
didas y los duelos, padeciendo la amenaza de continuar perdiendo. Las vin-
culaciones se transforman, con frecuencia los hijos se parentalizan o al me-
nos comparten tareas y responsabilidades ligadas al ahorro o a la supervi-
vencia misma, según los grupos. Veamos dos opciones novedosas: Dany, de
10 años, quien fuera el hijo consentido de un papá bien empleado, que ha
visto seriamente comprometida su posición económica, utiliza por propia
decisión el dinero que recibe de los abuelos –antes destinado a helados o
chocolates– para la compra de sus útiles escolares “así no le pido a mi pa-
pá, que no tiene”. Irina, de 6 años, consultó recientemente a raíz de episo-
dios de angustia. En los primeros encuentros dibujaba con insistencia “ojos
muy abiertos”. En la entrevista familiar encuentro un padre agotado y au-
sente, que permanece buena parte del tiempo con los ojos entrecerrados,
mientras Irina, pendiente de esta condición, alude a ella con frases como
“tiene sueño…”, “se va a dormir…”, junto a carcajadas ansiosas que com-
parte a veces con su madre y el hermano menor. David, el padre, enfrenta
16 CUESTIONES DE INFANCIA
su situación de decadencia económica con “ojos bien cerrados”, que aluden
a depresión y rechazo de la realidad. Recordemos que Freud (Freud, S., 1917)
señala que la aceptación de la realidad material habilita el trabajo del duelo
y diferencia de tal modo el duelo normal del patológico; cuestión entonces
que no puede ser pensada apelando solamente a la realidad psíquica.
En otros niveles sociales los hijos participan, como se ve en las familias de
“cartoneros”, en esas nuevas prácticas, que denominaré prácticas de subsis-
tencia; de tal modo, comparten con sus padres una ardua lucha por la vi-
da. Vemos así hasta qué punto hoy se replantean los modos del pertenecer,
del compartir, del dar y el recibir, fundamentos mismos de las vinculacio-
nes humanas ¿No son estos niños –unos y otros– niños diferentes de los
“modelos” anteriores? Nos convocan pues a variar puntos de vista y abor-
dajes, a la vez que interrogarnos en cuanto a la posible incidencia de estos
cambios en las funciones del lazo familiar.
Trauma y duelos
Para Freud el duelo es “[...] la reacción ante la pérdida de una persona ama -
da, o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un
ideal, etc.” (Freud, S., 1917:241). Los duelos por los ideales, por el país que
ya no es, por un cúmulo de ilusiones y creencias caídas y para muchos di-
fícilmente renovables atañen al colectivo mismo, más allá aún de las posi-
bles y generalizadas pérdidas personales. Las rupturas del contexto social
hacen emerger en múltiples sujetos situaciones de dolor y desorganización,
en otros términos, se establece un peculiar campo de vulnerabilidad. Es en
relación con esto, que la población argentina constituiría hoy una pobla-
ción en riesgo psíquico.
Las teorías del duelo y del trauma se conectan: la hipótesis del duelo es co-
herente con la traumática, ya que se trata de procesos de ligadura y desli-
gadura que debe realizar el psiquismo luego de la pérdida y el impacto.
Pienso que su elaboración está siempre bajo la influencia de los diferentes
discursos sociales, familiares, institucionales, así como de los recursos au-
toorganizadores de cada sujeto, que no son aislables respecto del conjunto
de condiciones. Retomo así el interrogante inicial acerca de las operatorias
que permiten al humano transitar situaciones potencialmente traumáticas,
persistentes y acumulativas, sin sucumbir. Entiendo que los efectos de estas
formas de violencia social en el psiquismo difieren en tanto opera en cada
caso un entramado singular de condiciones sociales, intersubjetivas e in-
trapsíquicas. Es decir, la posibilidad de la actividad elaborativa no se define
17CUESTIONES DE INFANCIA
de modo exclusivo a partir de la organización yoica previa, sino a partir de
un psiquismo entramado en situaciones complejas, donde juegan diversi -
dad de factores en simultaneidad. Por otra parte, no puedo dejar de men -
cionar el papel que el azar y lo indeterminado juegan en las vidas huma -
nas.
No es posible transitar tales situaciones de impacto social y proseguir intac-
tos. La subjetividad se ve afectada, ya sea bajo el modo de la alteración
constructiva o de la ruptura generada por el trauma. No es posible el retor-
no a ningún equilibrio anterior idéntico: ha de generarse algo nuevo; la vi-
da humana tiene continuidades, pero no hay igualdad en la permanencia.
Por otra parte, como ya señalé, nuestro “terremoto” no es tal, sino una alte-
ración social sin punto de retorno y sin claridad respecto del futuro.
Es preciso sí restituir, bajo modos novedosos, lo que ha estallado en la
catástrofe; para ello deben ponerse en juego las inve s t i d u ras narc i s i s t a s ,
construirse nuevos contratos, cohesionarse en la dispersión, crear a par-
tir de los fragmentos y de recursos diferentes inexplorados. El sujeto no
puede realizar estos procesos de rescate en aislamiento: es necesario
que otros testifiquen, enuncien, apuntalen. La pertenencia grupal mov i-
liza las funciones representativas del preconciente, específicamente
afectadas en la experiencia traumática. Entiendo, en fin, que las redes
humanas pueden operar como espacios transicionales facilitadores, y
me refiero a la riqueza del ser-con-otros, más allá de las situaciones es-
trictamente terapéuticas. 
Primera versión: 4/8/03
Aprobado: 1/10/03
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19CUESTIONES DE INFANCIA
Resumen
La autora se interroga sobre las condiciones que permitirían al sujeto tran-
sitar situaciones de violencia social, potencialmente traumáticas, sin sufrir
arrasamiento de la propia subjetividad. Propone una concepción del sujeto
ligada al pensamiento de la complejidad, perteneciente a una trama social
en fluir constante y en proceso de autoorganización.
Desarrolla luego ideas relacionadas con el sentimiento de identidad y lo ar-
ticula con pertenencia, considerando en particular cómo se ven afectadas
las modalidades del pertenecer en la actual situación argentina. Examina
también la cuestión del duelo y el trauma.
Plantea, para concluir, que los efectos de la violencia social en el psiquis-
mo difieren en tanto opera en cada caso un entramado singular de condi-
ciones sociales, intersubjetivas e intrapsíquicas, es decir, la posibilidad ela-
borativa no se define exclusivamente a partir de la organización yoica pre-
via. La subjetividad se ve afectada, ya sea bajo el modo de la alteración
constructiva o de la ruptura generada por el trauma.
Palabras claves: situación límite; desubjetivación; autoorganización; catás-
trofe social; sentimiento de identidad; pertenencia; trauma; trabajo de due-
lo; transformación subjetiva.
Summary
The present article discusses the conditions that would let the human being
bear potentially traumatic situations of social violence without suffering his
own subjectivity’s destruction.
The paper expounds and then articulates concepts related to the feeling of
identity and belonging, taking into account the way in wh i ch the modes of be-
longing have been altered due to the current situation in Argentina. It also exa-
mines aspects of mourning and trauma. Fi n a l l y, it states the differences among
the effects of social violence in psychism, since in each case a unique fra m e-
work of social, intra p s y chic and intersubjective conditions is invo l ved, that is
to say, the possibility of elaboration is not defined exclusively by the prior or-
ganization of the self. The subjectivity is then affected, either by the kind of
c o n s t r u c t ive alteration or by the break generated by the tra u m a .
Key words: limit situation; desubjectivation; self-organization; social catas-
20 CUESTIONES DE INFANCIA
trophe; feeling of identity; belonging; trauma; mourning work; subjective
transformation.
Résumé
L’auteur s’interroge sur les conditions qui permettraient à l’être humain de
traverser des situations de violence sociale, potentiellement traumatisantes,
sans subir la dévastation de sa propre subjectivité. Il propose une concep-
tion du sujet en cours d’auto-organisation et faisant partie d’une trame so-
ciale en constant mouvement, selon la pensée de la complexité.
Ensuite, il développe des idées liées au sentiment d’identité et il l’articule
avec celui de l’appartenance, en considérant comment sont affectées les
modalités de l’appartenance dans la situation argentine actuelle. Il examine
également la question du deuil et du trauma. Il pose enfin que les effets de
la violence sociale sur le psychisme sont différents étant donné que dans
chaque cas opère un tissu singulier de conditions sociales, intersubjectives
et intrapsychiques; c’est-à-dire que la possibilité d’élaboration n’est pas dé-
finie exclusivement à partir de l’organisation préalable du moi. La subjecti-
vité est donc atteinte, soit sous la forme de l’altération constructive, soit de
la rupture entraînée par le trauma.
Mots clés: situation extrême; désubjectivation; auto-organisation; catastrop-
he sociale; sentiment d’identité; appartenance; trauma; travail de deuil;
transformation subjective.
María Cristina Rojas
Vuelta de Obligado 2912
(1429) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4701-3303/7610
mcrojas@sion.com
21CUESTIONES DE INFANCIA
LA CRISIS ACTUAL EN LA ARGENTINA Y SUS
EFECTOS EN LOS NIÑOS. MEMORIA Y FUTURO*
Beatriz Janin**
“Cada día nos levantamos para la misma tarea: comprender lo incompren -
sible; vamos adelante, por este tiempo terriblemente lacerante, como a tra -
vés de un zarzal”. 
Lou Andreas Salomé (Carta a Freud - 19 de noviembre de 1914)
e un modo poético, Lou Andreas Salomé plantea el tema del dolor en
relación con fenómenos sociales (en ese caso, la guerra). Atravesar un
campo de zarzas es una tarea de la que se sale inevitablemente heri-
do, con marcas. Clara metáfora de esa travesía inevitable y lacerante que
nos impone a veces la realidad social.
Este trabajo plantea algunas reflexiones sobre las consecuencias, en el psi-
quismo infantil, de la crisis socio-económica que se vivió en la Argentina
durante los últimos años (con un momento culminante en diciembre de
2001) y cuyos efectos siguen pesando. Crisis que tiene una larga historia y
que produjo modificaciones importantes en las representaciones que soste-
nemos los argentinos de nosotros mismos. A la vez, demandas excesivas,
desesperación y un exceso de violencia fueron tiñendo los vínculos íntimos
y sociales.
El futuro incierto
“ Yo me quería ir de vacaciones, pero no nos fuimos porque mis papás
tenían miedo”. ¿Miedo a qué?, pregunto. “A lo que va a pasar... al futu-
r o . . .”, dice una nena de ocho años en su primera sesión después de las
va c a c i o n e s .
22 CUESTIONES DE INFANCIA
* Este trabajo tiene como antecedente el trabajo publicado en la revista Aperturas Psicoanalí -
ticas, www.aperturas.org 
** Psicoanalista. Directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de
UCES (en convenio con la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires). Miembro titular de la
Sociedad Psicoanalítica del Sur. Profesora titular en la Carrera de Psicología de UCES.
Miedo al futuro. Si el mundo venía siendo inseguro, si predominaba el “sál-
vese quien pueda”, de pronto, una serie de acontecimientos vertiginosos nos
lanzaron a una especie de abismo en el que nadie sabía qué podía pasar ma-
ñana y en el que nada de lo que fue dicho o escrito valía en el momento si-
guiente. Toda previsión de futuro quedó desestimada inmediatamente.
La realidad social, política, económica, golpea y nos lleva a pensar en el va-
lor de la irrupción de un “afuera” (que por momentos se confunde con el
adentro), en la constitución de la subjetividad.
El bombardeo de estímulos sorpresivos y desorganizantes se hizo insopor-
table por intensidad y duración. Es decir, lo vivenciado se tornó imposible
de ser tramitado porque los acontecimientos se dieron de un modo vertigi-
noso y tomaron todas las áreas, desde lo público hasta lo íntimo. Esto aca-
rreó diferentes tipos de respuestas.
“A mí mucho no me afecta, porque yo voy a conseguir lugares donde com-
prar todo más barato y me las voy a arreglar...”, afirma un paciente enel di-
ván. “No duermo, siento que todo se desmorona, de esto no voy a poder
salir...”, dice otro. Desde la desmentida y el refugio en fantasías omnipoten-
tes hasta la depresión, la desesperación, el estado de angustia permanente...
todas las variables se despliegan.
Si bien veníamos en un mundo marcado por la exclusión, en el que el que-
darse afuera era equivalente a no tener un lugar, de pronto se hizo eviden-
te que el país se había quedado “afuera” (¿de los sueños de primer mundo?)
y que eso implicaba, nuevamente, muchas muertes.
Sensaciones de vértigo, de caída al vacío, de terror, de fin de mundo, se pre-
cipitaron. La cotidianeidad se vio trastocada.
Una familia está por emigrar. En una entrevista familiar, el hijo varón, de
quince años, afirma: “Yo puedo ir a cualquier lado con tal que mi papá ten-
ga trabajo. Así es insoportable”.
Retomemos, siguiendo a Piera Aulagnier, la “función metapsicológica que
cumple el registro sociocultural”1. Esta autora plantea que: 1) “la relación
23CUESTIONES DE INFANCIA
1 Aulagnier, Piera: (1975) La violencia de la interpretación . Amorrortu edit. Buenos Aires,
1977, pág. 169.
que mantiene la pareja parental con el niño lleva siempre la huella de la re-
lación de la pareja con el medio social que la rodea”, 2) el grupo inviste,
antes del nacimiento de un sujeto, el lugar que se supone ocupará, 3) el su-
jeto deberá encontrar en el discurso del grupo referencias que le permitan
proyectarse en un futuro, para poder alejarse de los padres sin perder todo
soporte identificatorio (cuestión central en los adolescentes actuales, que no
reciben enunciados identificatorios del contexto) y 4) la posición que la pa-
reja ocupa en el medio social desempeñará un papel en el modo en que el
niño elaborará sus enunciados identificatorios. Ideas que nos permiten pen-
sar cómo se inscribe la realidad sociocultural en el niño y qué representa-
ciones identificatorias promueve. Así, por sobre las vicisitudes individuales,
la realidad social se nos impuso a los argentinos (y no es la primera vez que
esto sucede). Pero los modos de inscripción y las posibilidades identificato-
rias son diferentes en los niños de diferentes sectores sociales. 
Y es que los grandes temas en juego, el trabajo y los ahorros, involucran
mucho más que una mera cuestión económica. Se trata de cuestiones que
hacen a la construcción de la propia imagen. A la vez, permiten predecir y
planificar el futuro y armar sueños...
La desocupación conmueve y golpea a los niños, en tanto que la caída del
padre como proveedor puede ser vivida como una debacle narcisista en la
que el niño queda sin sostén.
Cuando el futuro se supone catastrófico, evoca en cada uno imágenes de la
propia historia (social e individual). Caos, hambre, guerra, desapariciones,
se ligan en cada uno de nosotros a historias de antepasados y de nosotros
mismos y van tomando forma en terrores particulares. Terrores que se trans-
miten de diferentes modos.
La economía lo invadió todo y, supuestamente, es la razón última. Una ra-
zón deshumanizante que deja reducidos a números y a ganancias posibles
a los seres humanos.
Con la cabeza llena de una información improcesable, tristes por las espe-
ranzas perdidas, con continuos cambios de reglas... nos encontramos todos
en un alerta permanente, sujetos a un afuera impredictible.
El ser humano cuenta con barreras de protección contra los estímulos. Son
instancias de transformación y mediación entre el adentro y el afuera. Pero
los filtros frente al exceso de estímulos que cada uno pudo ir armando re-
24 CUESTIONES DE INFANCIA
sultan insuficientes, en tanto la vertiginosidad de los sucesos impide meta-
bolizar las situaciones. Es difícil inscribir, grabar, en una vorágine en la que
el diario trae noticias atrasadas.
Quedamos desbordados por afectos que no podemos procesar. Si el afecto
es un primer registro de la vitalidad propia y ajena, el quedar inundados por
un monto de excitación insoportable, el que predomine el afecto, angustia
a la vez que estados afectivos contradictorios e imposibles de ligar, nos de-
jan en un estado de confusión y, muchas veces, de desvitalización. 
La transmisión de lo traumático
El miedo al futuro, la dificultad para hacer proyectos, ¿cómo incide en los
niños? 
“Este país no existe”, “se cae todo”, “el derrumbe es total”, “lo que se vie-
ne es peor”, “la Argentina se hunde”, son aseveraciones cotidianas de los
adultos. Frases que se asocian en los niños a imágenes de películas, de
cuentos, a las propias pesadillas, a lo vivenciado y a lo transmitido, ligadas
a la angustia con la que son dichas... ¿cómo tramitarlas?, ¿cómo ayudarlos
a sostener deseos y proyectos en medio de estas profecías? Vaticinios del
horror, de la soledad... “no va a quedar nadie”, declaraciones de impoten-
cia por parte de los adultos “no sé qué hacer”... Y una imagen siniestra de
transgresión a ultranza: “todo está permitido”.
Más de un paciente adolescente me dijo en estos días: “muchos se llenaron
de plata”... con un tono entre cuestionador y admirativo... Si esos son los
“vencedores” de hoy, ¿cómo procesar el que sus padres sean “perdedores”?
Un niño de siete años, en una sesión en un hospital de la ciudad de
Buenos Aires, jugando con muñecos que luchaban todos contra to-
dos, se mataban y volvían a empezar (en una pelea confusa y violen-
ta), frente al intento de la analista de ordenar la pelea en buenos y
malos, afirma: “la ley no existe y si existe, no sirve para nada”. En la
misma sesión, cuando la analista le dice (en el juego): “los policías
apresaron a los ladrones”, el nene se ríe y le contesta: “te engañaron,
cuando los detengas se sacan las caretas y vas a ver que los ladrones
son policías disfrazados”. (Esto cobra un sentido particular al ser afir-
mado por un niño de una familia de escasos recursos, en un país en
el que la policía suele estar invo l u c rada en hechos delictivos). Es un
niño encoprético en el que se reitera la transgresión a toda norma. Pe-
25CUESTIONES DE INFANCIA
ro lo nove d o s o fue que planteaba la transgresión como legítima.
Quizás todo sea posible... o imposible... en un mundo caótico, sin ninguna
regla clara. 
A los niños, la contradicción entre palabras y acciones, entre principios mo-
rales, normas y actos, les dificulta constituir su propio sistema normativo,
pero también sentirse parte de un mundo protector, que sostiene reglas cla-
ras. El mundo pasa a ser peligroso, impredictible.
¿Cómo constituir la propia subjetividad en un mundo sin reglas? ¿Cómo or-
ganizar el pensamiento si lo que predomina es la confusión más absoluta,
si la transgresión es la norma? ¿Cómo ayudar a este niño a organizar el caos
interno que lo desborda, si el mundo le ofrece otro caos en el que él no tie-
ne un lugar? Lo único que impera es la violencia, en tanto la justicia, que
podría ponerle freno, “no existe”.
Cuando la opción es entre el sometimiento a un poder omnímodo y la
identificación con ese poder, los niños y los adolescentes quedan ence-
r rados en una disyuntiva tramposa que arrasa con posibilidades elabora t i-
vas propias.
Freud sostiene que la ética supone una limitación de lo pulsional. Conside-
rando el movimiento de la pulsión sexual y el entramado de Eros y Tánatos
en ella, podemos decir que la ética implica una limitación en el movimien-
to de retorno de la pulsión, es decir, en el efecto de la pulsión de muerte.
Al proponer nuevos caminos, los principios éticos se oponen al cerramien-
to, a la descomplejización que implica la desaparición de la pulsión misma
como motor y a la vez fortalecen el movimiento de búsqueda permanente,
como derivación a otras metas. 
Pero cuando en una sociedad predomina la transgresión de las normas éti-
cas, los chicos quedan atrapados en un mundo de terrores en el que se les
combinan las representaciones parentales con las propias escenas temidas.
Así, las representaciones que en cada uno reverberan y que remiten a per-
secuciones, muertos, miseria... ¿cómo les son transmitidas si muchas vecesno son hablables, ni pensables siquiera para nosotros mismos? ¿A qué his-
torias fantásticas remitirán en ellos? ¿A qué vivencias de padres, abuelos, bi-
sabuelos?
La idea de una debacle, de un no-futuro o de un futuro espantoso, produce
26 CUESTIONES DE INFANCIA
una inundación de afectos y fantasmas ligados a lo temido por uno mismo
y por las generaciones que lo precedieron.
Pienso que si lo traumático tiene siempre que ver con las posibilidades me-
tabolizadoras de cada uno, hay situaciones en las que los recursos de la ma-
yoría de la gente se ven desbordados. 
En este sentido, cuando se deja de pensar en términos de futuro, de proyec-
tos, el pasado vuelve, ya no como historia, como relato de sucesos pasados,
sino como retorno de lo temido, inundando y aplastando al presente... 
Durante estos meses, vengo observando que lo temido para cada uno de
mis pacientes es diferente: la miseria, el caos social, el ser víctima de un ac-
to delictivo, la segregación, la guerra, la persecución política, etc. Es decir,
el pasado en su aspecto temido vuelve como único futuro posible, en una
especie de cierre que no permite otro tipo de circulación. Lo que deja a los
niños detenidos en una “falsa infancia”, siendo eternamente niños y en rea-
lidad nunca niños, en tanto ausencia de un contexto protector.
Y me pregunto: ¿es posible la construcción de un futuro sin utopías?
La historia
Sabemos que para construir un futuro hay que poder recuperar la historia.
Y pienso que eso, en el caso de nuestro país, no es sólo recordar lo sucedi-
do sino hacer justicia.
Eugène Enriquez escribe: “una sociedad sin memoria o con memoria alte -
rada es una sociedad alienada, [...] una sociedad sin memoria no ha casti -
gado (o ha castigado insuficientemente) a los autores de los crímenes. En
ello reside el mayor escándalo.”2
Freud, en El Malestar en la Cultura, plantea en relación a la justicia: “Esta
sustitución del poder del individuo por el de la comunidad es el paso cul -
tural decisivo. Su esencia consiste en que los miembros de la comunidad se
limitan en sus posibilidades de satisfacción, en tanto que el individuo no
27CUESTIONES DE INFANCIA
2 Enriquez, Eugène: (2000) “Plus jamais ça”. Revue Française de Psychanalyse. Devoir de mé -
moire: entre passion et oubli . 1. 2000. Tome LXIV - pág. 193. Presses Universitaires de France
- París.
conocía tal limitación. El siguiente requisito cultural es, entonces, la justi -
cia, o sea, la seguridad de que el orden jurídico ya establecido no se que -
brantará para favorecer a un individuo.”[...] “El resultado último debe ser un
derecho al que todos –al menos todos los capaces de vida comunitaria– ha -
yan contribuido con el sacrificio de sus pulsiones y en el cual nadie pueda
resultar víctima de la violencia bruta.”3
En un país en el que los autores de torturas, asesinatos, robos de niños, es-
tán libres, es difícil para un niño constituir un sistema sólido de normas, un
espacio en el que él logre ubicarse como parte integrante de un cuerpo so-
cial reglado.
Chasseguet-Smirgel afirma: “Deshacer las desmentidas y las represiones da
acceso al recuerdo y a la realidad.”... “El “deber de memoria” reposa ante
todo en un trabajo colectivo de deconstrucción de renegaciones.”4 Trabajo
colectivo al que seguramente los psicoanalistas podemos hacer aportes...
Las culpas
“¡Basta, basta!, ¿no ves que no se puede más?”, entra gritando a la prime-
ra sesión después de las vacaciones una nena de diez años, en un estado
de desenfreno. (Durante su primer año de análisis, en las sesiones predo-
minaban los ataques de furia y desesperación, pero en los dos años si-
guientes estas situaciones habían desaparecido por completo). Y comien-
za a tirar todos los juguetes, tizas, sillas, mientras dice: “No hay plata. Y
mi papá chocó el auto... porque cruzó un perro... y entonces ¿quién tie-
ne la culpa?... el perro... pero ahora tiene que arreglar el auto... y no tie-
ne plata... ¿Y quién tiene la culpa?”... Hay que encontrar un culpable...
¿es ella la culpable?... Es necesario que le hable despacito, la haga sentar
y le explique que están pasando muchas cosas que ella no entiende, que
los grandes tampoco entendemos todo y que ella no tiene la culpa de que
el papá no tenga plata, y entonces llora, dice que todo les salió mal, se
acuerda de la muerte reciente del abuelo y después comienza a dibujar
una nena y otra nena... en un intento de “dibujarse” nuevamente, de reen-
c o n t ra r s e . . .
28 CUESTIONES DE INFANCIA
3 Freud, Sigmund: (1930 - 1929) El Malestar en la Cultura. Amorrortu Editores. Vol. 21. Pág.
94. Buenos Aires, 1988. 
4 Chasseguet-Smirgel, J.: (2000) “Trauma et croyance”. Revue Française de Psychanalyse. 1.
2000. Pág. 45. PUF. París. 
En los adultos, frente a todo lo perdido (léase trabajo, dinero, tiempo, pro-
yectos, confianza y autonomía) aparecen autorreproches: “¿cómo pude ser
tan tonto/a?” en referencia a tener dinero en el banco o a haber sacado un
crédito (es decir, por haber realizado acciones lícitas). Impera una represen-
tación que divide a los tontos y a los vivos, los que no saben y los que saben,
pero que alude a un saber sobre la estafa, sobre los cambios de reglas, sobre
el poder omnipotente de algunos sobre el conjunto. Un saber que supuesta-
mente deberíamos tener de que en este país toda ley puede ser quebra d a .
La otra frase de autorreproche es: “¿Cómo no hicimos? ¿Por qué no salimos
antes? ¿Por qué dejamos que robaran?”. Modo de plantear una “culpa co-
lectiva” que vuelve a borrar las responsabilidades efectivas.
Así, quedamos con una imagen devaluada y culpabilizada de nosotros mis-
mos. 
Los niños repiten: “¿quién tiene la culpa?”, sintiéndose posibles culpables
de algo indefinido, sin tener claro si los padres (aquellos que deberían estar
idealizados) son tontos o malos. Padres que se autodescalifican permanen-
temente y estallan a cada instante...
Cae entonces sobre niños y adolescentes la exigencia de sostener a los adul-
tos, de hacerse cargo de lo que sus padres no pueden resolver. Ya en los úl-
timos años, las demandas parentales vienen siendo desmedidas y se viene
transmitiendo a los hijos un vaticinio catastrófico: “nunca va a poder sólo”,
“se piensa que lo voy a mantener toda la vida”. “¿No se da cuenta de que
no doy más?”. Vaticinio que no es más que la proyección en el hijo de la
propia sensación de fracaso en relación con los propios proyectos. No hay
proyectos para ellos y, cuando los hay, estos tienen tal distancia con las po-
sibilidades reales del niño, que su cumplimiento se torna imposible. Mien-
tras los adultos fluctúan entre la furia y la tristeza, los adolescentes se depri-
men: “No me quieren, nunca están conformes conmigo”. “No sé qué es lo
que esperan de mí”. “Si nada sirve, para qué seguir estudiando”. La muerte
aparece como alternativa. Mientras tanto, los niños se desvitalizan o entran
en funcionamientos maníacos, tratando de “alegrar” a los adultos, sintien-
do que fracasan en el intento por causas que desconocen y que suelen atri-
buir a fallas propias.
Los duelos
Separaciones matrimoniales desencadenadas por pérdidas de trabajo, sepa-
29CUESTIONES DE INFANCIA
raciones de padres e hijos porque unos u otros emigran... Hay una especie
de hemorragia lenta y continua, de pérdidas de lugares, de posiciones, de
vínculos.
Y los niños sienten la crisis directamente (por restricción de los gastos, por
pérdida de colegios, clubes, regalos, vacaciones, o más brutalmente por res-
tricciones en la satisfacción de las necesidades básicas, como la alimenta-
ción y el abrigo), pero fundamentalmente a través de los efectos de ella so-
bre los padres. Es decir, tienen que afrontar la depresión, el desborde y la
angustia de los adultos. Y se ven obligados a hacerse cargo de más de lo que
pueden.
Un nene de tres años, después de una pelea entre los padres, dicen: “No sé
por qué se pelean... porque si no, yo voy al hospital... porque son malos...
y yo les voy a pegar. Mi papá es el ladrón, mi mamá no... no, mi papá esel
policía y maneja el auto y mi mamá va atrás, no, yo manejo el auto y les di-
go que no se peleen... ¡Portate bien!, les digo”. La confusión infantil frente
al desborde de los adultos es total. ¿Cómo no referirlo a sí mismo como cau-
sa de todo lo que ocurre?
El que los adultos carezcan, muchas veces, de recursos para generar otras
posibilidades es consecuencia del estado de aturdimiento en el que que-
dan, sorprendidos frente a las situaciones nuevas. Esto lleva a que los niños
se queden frente a padres que no pueden sostener su función como seres
pensantes.
En un mundo en el que hay, para muchos, carencia de comida, de abrigo,
de vivienda, también nos encontramos con carencia de representaciones.
No encontramos palabras para nombrar lo que ocurre. Hay un incremento
de afectos que no pueden ser traducidos en sentimientos y un bombardeo de
estímulos visuales. Y hay agujeros en la representación de sí mismo en tér-
minos de sujeto productor, con derechos, autónomo. Y cuando los adultos
quedan arrasados por las circunstancias, habiendo perdido la identidad, si
quedaron reducidos al registro de la necesidad, ¿cómo reconocer a los hijos
como seres deseantes? Porque para ubicar a otro como tal, como un sujeto
con derechos, hay que reconocerse a uno mismo como alguien igual a otros,
con derechos y obligaciones y al prójimo como un semejante diferente.
Podemos preguntarnos: ¿cómo construir una identidad en esta situación si,
como plantea Piera Aulagnier, el contrato narcisista entre el niño y el grupo
se quiebra, porque “en el momento en que el Yo descubre lo exterior a la
30 CUESTIONES DE INFANCIA
familia, en el momento en que su mirada busca allí un signo que le dé de -
recho de ciudadanía entre sus semejantes, encuentra un veredicto que le
niega ese derecho, que apenas le propone un contrato inaceptable: en efec -
to, su respeto implicaría que en la realidad de su devenir renuncie a ser otra
cosa que un engranaje sin valor al servicio de una máquina, que no oculta
su decisión de explotarlo o excluirlo”?5
Y si una función parental “suficientemente buena” implica que los padres
permitan al hijo la reasunción transformadora singular de su cuerpo y de su
historia, a través de la constitución de una representación narcisista estable
y coherente, ¿en qué sostener el amor a sí mismo si predomina la vergüen-
za y la culpa por pertenecer a un grupo?
Los niños, frente a la depresión de los padres, suelen ubicarse como causa
de la depresión o identificarse con el otro deprimido. Al dirigirse a otro que
no responde, porque está ocupado en otras cuestiones, el niño queda lan-
zado a un vacío de sentido.
Sabemos que la depresión se transmite a los hijos... muchas veces sin pala-
bras... Comienza a haber un vacío en los intercambios, un silencio pesado...
y los chicos tienen que elaborar más de lo que pueden, solos, conectados
con el vacío del otro. 
¿Qué perdieron los niños en estos meses? Perdieron a los padres como fuen-
te de seguridad. Y perdieron un espacio en la cabeza de los padres, ocupa-
dos en otras cuestiones... También, perdieron a los padres como filtros. En
tanto desbordados, sobrepasados por los estímulos, los padres no pueden
funcionar como filtros de lo que el niño recibe.
Cuando ha habido pérdidas económicas pero se conservó el lugar de traba-
jo (aunque se haya perdido el poder adquisitivo del sueldo y aún cuando
este no se cobre), los adultos suelen mantener la estabilidad psíquica. Es de-
cir, hay que tener en cuenta que la marginalidad no implica sólo cuestiones
económicas sino fundamentalmente la imposibilidad de armar redes para
resolver cuestiones. Así, en las inundaciones en la provincia de Santa Fe,
fue muy diferente la situación de las familias de clase media “inundadas”,
que podían recurrir a casas de familiares y amigos que la de aquellas que
31CUESTIONES DE INFANCIA
5 Aulagnier, Piera: (1975) La violencia de la interpretación. Amorrortu edit.. Buenos Aires,
1977 - pág. 167.
no tenían donde ir porque todo el entorno había quedado “bajo las aguas”.
También en esa situación hubo diferentes respuestas que dejaron marcas.
Así, los niños de los barrios pobres, además de perder sus posesiones, se en-
contraron con miradas de recelo, desconfianza y gestos expulsivos por par-
te de algunos de los habitantes del “centro” de la ciudad, que se sentían a
su vez invadidos por los “de la periferia”.
La transmisión y los chicos
Hay diversos modos de transmisión de las historias y diferentes memorias:
memoria corporal, memoria sensorial, memoria cinética, memoria en imá-
genes, memoria de palabras. Serían diferentes escrituras (en el cuerpo, en la
sensorialidad, en acciones, en percepciones visuales y en representaciones-
palabras).
Y también hay una memoria de agujeros representacionales que promueven
la no-inscripción, la desligazón, el “desaguar” recuerdos (una memoria del
no-pensamiento, en términos de Bion). 
Y lo que está claro es que se transmite mucho más de lo que se dice y de
lo que se quiere transmitir.
Serge Tisseron afirma, con relación a la transmisión transgeneracional de los
traumas: “Cuando en una generación, después de un traumatismo que pue -
de ser un duelo, pero que también puede ser cualquier tipo de experiencia
traumatizante, no se hace el trabajo de elaboración psíquica, resulta en
consecuencia un clivaje que va a constituir para las generaciones ulteriores
una verdadera prehistoria de su historia personal”.[...] “El acontecimiento
en cuestión puede denominarse “indecible” en la medida en que está pre -
sente psíquicamente en aquel (o aquellos) que lo ha vivido, pero de tal ma -
nera que este no puede hablar de ello, lo más a menudo a causa de una ver -
güenza”. En los hijos, de lo que se trata entonces es de convivir con el cli-
vaje de los padres y en ellos los acontecimientos se tornan innombrables,
“es decir, que no pueden ser objetos de ninguna representación verbal,
mientras que en los nietos serán impensables. Aquí se ignora la existencia
de un secreto que pesa sobre un traumatismo no superado”.6
32 CUESTIONES DE INFANCIA
6 Tisseron, Serge: (1995) Introducción. El psicoanálisis frente a la prueba de las generaciones.
En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu Edit. Buenos Aires, 1997.
Pág. 18 y 19. 
“Tu ve un sueño en el que todos los edificios estaban semi-vacíos... Yo
caminaba por la calle y no había nadie”, cuenta una paciente. E inme-
diatamente asocia con el hecho de que gran parte de sus amigos y pa-
rientes se están yendo del país, lo que le provoca un estado de deso-
lación y desamparo, en tanto debe realizar permanentemente duelos.
“Lloro todo el día, pero con mis hijos estoy bien... ellos no se dan
cuenta de nada”. ¿No se dan cuenta de nada o el silencio los deja en
una situación de desprotección mayo r, sin poder poner palabras a la
tristeza materna?
A la vez, se les propone a niños y a adolescentes la emigración como
única salida, en un movimiento expulsivo en el que todos esperan que
“ellos” puedan armar un futuro en el afuera (y esto se escucha en con-
sultas hospitalarias a padres que no podrían pagar un pasaje). Es decir,
el futuro posible implica el abandono de los vínculos cercanos, es un fu-
turo de separaciones y duelos. (En este sentido, me parece que es muy
diferente el posibilitarle a un hijo irse como proyecto armado por él, a
esta situación en la que se desea que se vayan como única vía de “sal-
varse”). Este drenaje permanente de gente joven, en un país que se ca-
racterizó por ser un lugar que recibía a “todos los hombres del mundo”,
se torna muy doloroso, dejando agujeros en la representación del país
como grupo de pertenencia. A esto se le agrega la búsqueda genera l i z a-
da de la nacionalidad de los abuelos o bisabuelos, como modo de ad-
quirir una identidad va l i o s a .
Los proyectos
Sabemos que un niño puede aceptar ser dependiente y que sus deseos no
sean satisfechos, a partir de la promesa de que va a ser grande y autónomo
y que, como plantea Freud, tendrá una vida mejor que sus padres,cumpli-
rá los sueños que los padres no han realizado... Pero ahora, la caída de sue-
ños los involucra. Se supone que su vida va a ser peor, que deberá realizar
enormes esfuerzos para sobrevivir. El conjunto de los enunciados identifica-
torios que recuerda, en tanto aparecen como proyecto identificatorio, que-
dan desestimados, borrados. El mañana, el proyecto diferido, queda anula-
do o ubicado como catastrófico. Frente a esto, en un puro hoy que lo des-
miente como niño, puede apelar a un funcionamiento maníaco y moverse
sin sentido o armar una coraza protectora y desmentir percepciones y afec-
tos (y enfermarse) o quedar en estado de alerta (lo que los maestros leen co-
mo desconcentración, falta de atención) o deprimirse o entrar en estados de
desborde.
33CUESTIONES DE INFANCIA
Piera Aulagnier afirma: “Si este futuro es ilusorio, lo que es indudable, el
discurso de los otros debe ofrecer en contraposición la seguridad no iluso-
ria de un derecho de mirada y de un derecho de palabra sobre un devenir
que el yo reivindica como propio; solo a ese precio la psique podrá valori -
zar de lo que “por naturaleza” tiende a huir: el cambio”.7 Es decir, el temor
al futuro deja a los niños y adolescentes en una “eterna niñez”, en una de-
pendencia sin salida.
Un tema fundamental es el sostenimiento de proyectos por parte de los pa-
dres. Cuando estos pueden armar salidas (aunque sea fantaseadas) permiten
que el niño siga conectado con cosas vitales, aunque haya perdido bienes
materiales.
Rosine Crémieux8 plantea que uno de los elementos constitutivo s
del psiquismo es la esperanza de obtener ayuda externa. ¿Qué efec-
to de desfallecimiento psíquico puede acarrear el que no haya espe-
ranzas a nivel colectivo y que el mundo externo aparezca como pe-
l i g r o s o ?
Las consecuencias psíquicas de la crisis
Depresión, enfermedades psicosomáticas, estado permanente de ansiedad,
hiperkinesia, dificultades de concentración, insomnio... 
C o n t ra c t u ras, gastritis, dolores de cabeza, son motivos de consulta
habituales y reiterados en este momento en los consultorios pediátri-
cos. 
Los maestros plantean que los niños están tristes y desconcentrados. La des-
vitalización es uno de los problemas acuciantes. 
En los adolescentes, se han incrementado las situaciones de violencia y la
drogadicción, como “tentativa ineficaz de autocuración de sufrimientos im-
pensables”9.
34 CUESTIONES DE INFANCIA
7 Aulagnier, P. : Ob. cit. Pág. 169.
8 Crémieux, Rosine: (2000) “Stücke or not Stücke”. En Revue Française de Psychanalyse 1.
2000. Tome LXIV. PUF Paris. 
9 Hachet, Pascal: (1995) “Criptas y fantasmas en toxicomanía”. En El psiquismo ante la prue -
ba de las generaciones. Amorrortu Edit. Buenos Aires, 1997. Pág. 119.
La apatía, el ensimismamiento, y sobre todo la desvitalización, son cuestio-
nes que se reiteran. En relación con esta última, es importante tener en
cuenta que niños y adolescentes quedan en un estado semejante al de las
víctimas de episodios de violencia, en ese límite en que son “muertos-vi-
vos”, con poco registro de sensaciones y afectos.
Frente a la crisis de los ideales colectivos y lo riesgoso o inadecuado de los
valores sostenidos por otras generaciones, hay una tendencia a centrarse en
los ideales del yo-ideal, ideales de omnipotencia y perfección, lo que deri-
va en la idealización del funcionamiento infantil como mágico y todopode-
roso. Pánico a crecer, apatía por lo externo, indiferencia por los otros, o so-
breadaptación, con la constitución de un falso self, son modos en los que
la conflictiva se manifiesta.
Cuando los ideales colectivos tambalean, es mucho más difícil sostener y
transmitir ideales. Y sin ideales, no hay proyectos ni idea de futuro. El sos-
tenimiento de proyectos y de ideales en los adultos posibilita pensar a los
hijos con proyectos propios.
A la inversa, el borramiento activo de la memoria, la supeditación a la vio-
lencia de otro y la ausencia de justicia son exigencias incompatibles con la
construcción de la subjetividad. 
Como plantea Janine Chasseguet-Smirgel, “el ideal del yo implica la idea de
proyecto. Fain y Marty (1959) hablan, más concretamente todavía, de espe -
ranza. Esperanza y proyecto implican posposición, rodeo, inscripción tem -
poral, que son característicos de un modo de funcionamiento mental según
el principio de realidad. El conjunto evoca la idea de desarrollo, de evolu -
ción” 10. Podemos decir que los proyectos son la presencia de la pulsión de
vida allí donde el narcisismo primario se quiebra, muestran la distancia con
el ideal y a la vez lo ubican como posible. Proyectos y esperanza permiten
desplegar el empuje pulsional de un modo mediatizado, frenar la pura in-
sistencia de la muerte.
La desmentida de lo vivenciado por parte de una generación, ¿cómo se ins-
cribe en la siguiente?
35CUESTIONES DE INFANCIA
10 Chasseguet-Smirgel, J.: (1975) El ideal del yo. Amorrortu Edit. Buenos Aires, 1991. Pág.
50/51.
Frente al dolor de la pérdida, la justicia funciona como organizador. Al mo-
do de la vivencia calmante, posibilita conexiones que no lleven a la expul-
sión del recuerdo, que frenen la tendencia hacia la muerte.
Pero si no hay justicia, lo que queda inscripto es el agujero, las puras marcas del
d o l o r, el devenir desinscriptor, el territorio arrasado como llaga permanente.
En un mundo en el que se privilegian los números y lo que se ve, los niños
deben cualificar sensaciones, armar cadenas representacionales, traducir
afectos, construir una imagen de sí... y corren el riesgo de que predomine
el vacío, como ausencia de cualidades y matices o de hacer un armado que
encubra un vacío.
Vacío de sentimientos y pensamientos que aparece siendo el gran protago-
nista de la psicopatología infantil y juvenil en la actualidad.
Si diferenciamos los tipos de depresión en los adultos tomando los desarro-
llos de H. Kohut sobre el Hombre Culpable y el Hombre Trágico en térmi-
nos de: “qué es lo que no hice o hice mal” (la culpa ligada al pasado) o “soy
insuficiente para cumplir con lo que debería hacer; no voy a poder” (la in-
suficiencia, ligada al futuro), es decir, si pensamos en el peso del Superyó y
del Ideal del yo, podemos distinguir (en un intento sistematizador, que qui-
zás sea un poco esquemático): 
Adultos deprimidos (por culpa en relación con el pasado).
Adultos deprimidos (por insuficiencia en relación con el futuro).
Adultos desbordados (suelen ponerse violentos).
Adultos paralizados y expectantes (en alerta constante).
Y podemos inferir que esto trae diferentes tipos de efectos.
Frente a los adultos deprimidos por culpa, los niños suelen: a) ubicarse co-
mo culpables (ellos son los malos que provocaron la situación actual; b) ha-
cer actuaciones maníacas (sobreexcitación) intentando alegrar a los adultos
o, por lo menos, mantenerlos vitales; c) tener funcionamientos que pueden
ser catalogados como hiperkinesia.
Así, podemos pensar que los adultos deprimidos por insuficiencia (caída
36 CUESTIONES DE INFANCIA
de proyectos y de esperanzas) promueven en los niños: a) temor al futuro
(no quieren crecer); b) sensaciones de insuficiencia (no pueden conformar
a los padres); c) apatía (nada les interesa); d) renuncia a aprender, a com-
p e t i r, a luch a r... en un “bajar los brazos”, rendirse antes de comenzar la
p e l e a .
Los adultos desbordados suelen favorecer: a) sopor, desconexión; b) trastor-
nos de pensamiento; c) estado de alerta angustioso; d) actitud vengativa
frente al mundo; e) dificultades para atender en el ámbito escolar.
Frente a los adultos expectantes los niños suelen entrar en: a) estado de re-
pliegue narcisista; b) depresión (por no ocupar un lugar para el otro).
En términos generales, se ha notado un aumento en los niños de las enfer-
medades psicosomáticas, los trastornos de la alimentación, las reacciones
de angustia, los trastornos de aprendizaje en general y las situaciones de pá-
nico, entre otras patologías.
Otro elemento a tomar en cuenta es la diferencia entre hombres ymujeres
en su respuesta frente a la crisis. En la provincia de Santa Fe, entre los refu-
giados por la inundación, las que han salido a conseguir comida, ropa, fra-
zadas y se ocuparon de los chicos fueron las mujeres. Esto también lleva a
preguntarse qué pasa con las identificaciones de los niños con sus padres,
con quién se identifican y cómo se construye el lugar de hombre y de mu-
jer en las situaciones de crisis.
De lazos fraternos
Sin embargo, no solamente hay tristeza y desesperanza en este momento.
Se han producido, con los cacerolazos, las asambleas barriales, las fábricas
autogestionadas por los obreros, el trueque, nuevas formas de resistencia y
de conexión.
Los niños se han quedado con padres deprimidos, confundidos, por mo-
mentos furiosos. Pero también con padres que se ligan a otros, que salen a
la calle, que defienden sus derechos y que levantan valores como “justicia”
y “solidaridad”.
Entonces, también hay transmisión del apoderamiento, como dominio de
los problemas, como acción coordinada (en el dominio de uno mismo y del
mundo).
37CUESTIONES DE INFANCIA
Desde hace mucho venimos diciendo que es fundamental, frente al capita-
lismo salvaje, armar redes de reflexión, de contención, de trabajo... En la
crisis actual, a través de diferentes formas de encuentro, mucho más que la
figura del líder, lo que está en juego son redes fraternas. Se van recompo-
niendo lazos solidarios.
Los niños han participado de los cacerolazos, en una actividad (“hacer rui-
do” en señal de protesta) que les resulta familiar.
“A la noche, hay un ruido feo que no me deja dormir... En casa cerramos
todo pero igual se escucha...”, dice angustiada una paciente de ocho años.
Esa misma nena, a las pocas semanas, me cuenta: “Con mi papá fuimos a
la esquina, al cacerolazo... y había fuego para que no pasaran los autos y
yo fui y no tuve miedo... porque era yo misma la que golpeaba la cacero-
la... ¡yo misma!...”.
La acción compartida permite apoderarse de lo desconocido y ligar
la angustia. Un trabajo de apropiarse de los espacios, de tomar la pa-
l a b ra, de ser protagonista de la historia, parece estar en marcha. Me
parece central, en este sentido, pensar que los traumas pueden ligar-
se vitalmente y producir reorganizaciones psíquicas complejizado-
ra s .
Situaciones como estas, de un intenso bombardeo de estímulos dolorosos,
llevan a estados de desborde, a estallidos. Lo que se inscribe son huellas
que empujan a la desinscripción. Y se hace difícil la elaboración individual
de estos acontecimientos sociales. Por eso, las acciones colectivas tienen un
“plus” de sentido: permiten el procesamiento del dolor, del desamparo, de
la caída de la propia imagen a través del armado de nuevas cadenas repre-
sentacionales; se construye una memoria compartida que se opone al olvi-
do y a la muerte. Hay así posibilidades de abrir recorridos más complejos,
de que se vayan armando nuevas tramas... en espacios compartidos. Para
los niños esto parece ser fundamental. Los padres pueden no estar en con-
diciones de contenerlos, pero el grupo social puede operar como continen-
te protector.
Así, en un barrio marginal de la zona sur del Gran Buenos Aires, un
grupo de mujeres fueron armando un comedor infantil que se constitu-
yó en eje de sus actividades y también de las de sus hijos. Mujeres que
no se sentían contenidas en otros espacios, comenzaron a festejarse
mutuamente los cumpleaños, a compartir dificultades y, de ese modo,
38 CUESTIONES DE INFANCIA
a poder ir otorgándole a los niños del barrio un sostén diferente.
Cuando hay posibilidades de respuesta por parte de los padres, los niños se
sienten mucho más contenidos. El sostén grupal da mayores posibilidades
de complejizar psíquicamente. Las acciones colectivas tienen un efecto li-
gador y permiten identificaciones grupales fundamentales. 
Cuando la memoria se transforma en historia colectiva, compartida, se pue-
den abrir puertas de elaboración, se puede empezar a metabolizar, armando
una transmisión que no sea repetición en acto. Considero que en este mo-
mento la gente ha salido a la calle en un intento de apropiación de la histo-
ria, transformando la pura repetición en tramitación colectiva de lo siniestro.
Rosine Crémieux, hablando de los campos de concentración, dice: “Me pa -
rece que lo que contribuye a reforzar la voluntad de sobrevivir, es la posi -
bilidad de establecer un lazo entre nuestras acciones pasadas y nuestras
condiciones presentes. En ese esfuerzo de ligazón, aún cuando cada uno
utilice los recursos de los que dispone, el lazo al otro es esencial. La soli -
daridad es comunmente descrita como un elemento indispensable de la so -
brevida.”11
Pienso que esto es particularmente importante ahora. Poder reconocerse en
un antes y proyectar un futuro, seguir siendo uno y mantener lazos con
otros. Porque también se trata de sobrevivir “con” el otro.
El “sálvese quien pueda”, el predominio del individualismo, deja indefen-
sos a niños y a adultos, expuestos a una puesta afuera de la pulsión de
muerte que es puro remedo narcisista: o él o yo. A veces, los niños quedan
como depositarios de las angustias de los padres, operando como un “de-
pósito” en el que va a parar lo que los padres no soportan de sí mismos, in-
virtiéndose los lugares. Hay una exigencia implícita por parte de estos pa-
dres de ser maternados por sus hijos. A veces, un niño no se puede separar
de uno de sus padres como modo de cuidarlo, de evitar que caiga en esta-
dos de depresión o de desborde. ¿Cómo ubicarse en una continuidad con
los antepasados y construir el propio yo con ese acervo representacional?
¿Cómo ubicarse como ser vivo, valioso, en un mundo en el que los mensa-
jes implican un descuido de la vida?
39CUESTIONES DE INFANCIA
11 Crémieux, Rosine: (2000) “Stücke pr mpt Stücke”. En Revue Farnçaise de Psychanalyse 1.
2000. Tome LXIV. PUF París. Pág. 49.
Si el “sálvese quien pueda” deja desprotegidos a niños y a adultos, la soli-
daridad y la acción conjunta protege, por una doble vía, a los niños. En
principio, porque se pueden insertar en un contexto grupal, se pueden iden-
tificar con otros y porque si el adulto se hace cargo del trabajo de elabora-
ción, el niño no queda como aquel que tendrá que cumplir con un manda-
to imposible.
Una transmisión que suponga la consideración del otro como tal y una éti-
ca que no sea la del sacrificio sino la de la defensa de la vida, puede ayu-
dar a los niños y adolescentes a tramitar lo vivenciado sin desmentirlo y a
encontrar salidas complejizadoras frente a la crisis.
Pienso que, como plantea Bernard Golse, se puede diferenciar entre trau-
matismos de vida y traumatismos de muerte. Es decir, los traumas pueden
ligarse vitalmente y producir reorganizaciones psíquicas complejizado-
ras.12
Me parece que trabajar con los pacientes a partir del reconocimiento de es-
ta intrincación particular de historia colectiva, transmisión transgeneracio-
nal y entramado representacional subjetivo, pensar y compartir con otros
colegas lo que podemos generar en el trabajo cotidiano, cuestionarnos y
preguntarnos sobre nuestra práctica y sobre todas las modificaciones que la
situación actual le impone... puede llevarnos a nuevos desarrollos y a enri-
quecer el campo del psicoanálisis.
La cuestión es que se vayan abriendo, en los pacientes y en nosotros mis-
mos, posibilidades creativas a partir del procesamiento del dolor... y pienso
que en esta tarea los analistas tenemos mucho que construir.
Un año después
Como efecto de movimientos político-sociales, se han producido cambios
importantes en el país. La impunidad y la corrupción comienzan a ser ja-
queadas. Y renació la esperanza, con todo lo que esto implica. 
Sin embargo, es mucho lo que hay que remontar y elaborar para no volver
a repetir. Muchos habitantes han quedado “fuera”, excluidos socialmente.
40 CUESTIONES DE INFANCIA
12 Golse, Bernard: (2000) “Du traumatisme entre pulsions de vie et pulsions de mort ou de la
passion à l’oubli”. En Revue Française de Psychanalyse

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