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sación dolorosa evocada por la activación de las fibras nociceptoras amielínicas; es necesaria una frecuencia mínima de descarga en dichas fibras para evocar la sensa- ción de dolor. Sin embargo, y en contraste con lo que ocu- rre con otras modalidades sensoriales, la suma espacial de las sensaciones dolorosas es pequeña. Dicho de otro modo, ni la aplicación de estímulos subumbrales en un área cor- poral más extensa genera sensaciones de dolor, ni la inten- sidad de la sensación dolorosa evocada por el estímulo de un área cutánea pequeña aumenta apreciablemente al incrementar el tamaño de la zona estimulada. Ello por des- contado no presupone que la percepción dolorosa total y su correlato afectivo no sean de mayor intensidad en lesio- nes que afectan a áreas más extensas del cuerpo. Tipos de dolor Dolor agudo y dolor crónico La distinción entre dolor agudo y dolor crónico no es solamente importante debido a los distintos cursos tempo- rales de estas dos formas de dolor, sino también por el hecho de que existen diferencias fundamentales en los mecanismos que median la cronificación de las sensacio- nes dolorosas. Generalmente se considera el dolor agudo como la consecuencia sensorial inmediata a la activación del siste- ma nociceptivo: una señal de alarma disparada por los sis- temas protectores del organismo. El dolor agudo se debe generalmente al daño tisular somático o visceral y se de- sarrolla con un curso temporal que sigue de cerca el pro- ceso de reparación y cicatrización de la lesión que lo originó. Si no hay complicaciones, el dolor agudo desapa- rece con la curación de dicha lesión. El dolor crónico se suele definir como un dolor que persiste al menos un mes después de producirse la lesión causal y que permanece una vez sanada dicha lesión. Generalmente, el dolor crónico es un síntoma de una enfermedad de desarrollo crónico cuya evolución, conti- nua o en brotes, conlleva la presencia de dolor aun en ausencia de lesión periférica. La distinción entre dolor agudo y dolor crónico es importante, debido a que el do- lor crónico es el resultado de mecanismos fisiopatológicos distintos a los del dolor agudo. La diferencia más impor- tante es la relación entre lesión y dolor; una relación casi siempre presente en los dolores agudos y que desaparece o es difícil de precisar en el dolor crónico. Dolor somático y dolor visceral El dolor somático es aquel que afecta a la piel, múscu- los, articulaciones, ligamentos o huesos. Se trata de un dolor bien localizado, circunscrito a la zona dañada y caracterizado por sensaciones claras y precisas. Por ello, y debido a la accesibilidad de la piel a efectos de estimula- ción, el dolor somático es el más estudiado experimental- mente en animales y en seres humanos. La mayor parte de nuestros conocimientos sobre la neurofisiología del dolor se basa en estudios de dolor cutáneo en animales de expe- rimentación o en estudios psicofísicos en seres humanos sanos o enfermos. Se conoce mucho menos sobre la neurofisiología del dolor visceral, es decir, del dolor producido por lesiones y enfermedades que afectan a los órganos internos. Paradó- jicamente, el dolor visceral es la forma de dolor que apa- rece con mayor frecuencia como consecuencia de enfermedades, por lo que esta forma de dolor es síntoma habitual en la mayor parte de los síndromes dolorosos agu- dos y crónicos de interés clínico. El dolor visceral posee una serie de características y propiedades que lo diferencian del dolor somático: i) no todas las vísceras son sensibles al dolor; ii) a veces apare- ce sin tener una relación directa con lesiones mientras que algunos tipos de lesiones viscerales no causan dolor; iii) es un dolor vago, mal localizado y que se extiende más allá de los órganos lesionados; iv) a menudo se refiere a la superficie del organismo en zonas distantes del órgano que lo origina; y v) se acompaña siempre de intensas reaccio- nes reflejas motoras y vegetativas. Efectivamente, en el dolor visceral, no existe una cla- ra relación entre la intensidad de la lesión y la magnitud del dolor. Los estímulos más eficaces para evocarlo son 1) el espasmo de la musculatura lisa de la víscera, 2) su dis- tensión, 3) la isquemia, 4) los estados inflamatorios, 5) los estímulos químicos, y 6) la tracción, compresión o retorci- miento de los mesenterios. Sin embargo, no se incluyen como generadoras de dolor visceral otras formas de lesión acompañadas de amplia destrucción tisular, como la rotu- ra, la sección o el aplastamiento de una víscera, que cau- sarían un intenso dolor en el caso de las estructuras somáticas. Por ello, en el dolor visceral no cabe hablar de estímulo lesivo como sinónimo de estímulo doloroso. El dolor visceral tiene un carácter referido, es decir, es experimentado en regiones del cuerpo distintas del órgano cuya estimulación genera el dolor. Un ejemplo clásico es el de la angina; la isquemia cardíaca se siente como un dolor terebrante localizado habitualmente en el tórax, y el brazo y hombro izquierdos. La localización difusa y poco exacta es también una característica propia del dolor visceral. Esto es reflejo de la imprecisa representación de las vísceras en el sistema nervioso central. Pese a la gran extensión del tubo digesti- vo, el dolor intestinal se ubica vagamente en toda la super- ficie abdominal, mientras que una lesión de la piel de esta zona es localizada por el sujeto afectado con gran preci- sión. El dolor de la úlcera gastroduodenal constituye una aparente excepción a esta regla, ya que el paciente lo refie- re con la punta del dedo al epigastrio. Sin embargo, aun- que sea un dolor restringido, no es localizado, pues movimientos del contenido abdominal, como los que tie- nen lugar durante la inspiración profunda, no lo desplazan de sitio. La imprecisión espacial de las sensaciones dolo- rosas viscerales no resulta sorprendente si se tiene en cuenta la carencia de canales sensoriales específicos para la transmisión de los impulsos aferentes viscerales y la 88 N E U R O F I S I O L O G Í A
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