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(que deben ser eliminadas). La inmunidad innata se basa simplemente en mecanismos de ese tipo; la inmunidad adquirida incorpora mecanismos de diversidad, especifici- dad y memoria. En función de estos datos es fácil entender que la inmunidad innata sea el mecanismo de defensa fren- te a los microorganismos filogenéticamente más antiguo, y que se encuentre presente en todos los seres pluricelulares. La fagocitosis es uno de los mecanismos defensivos más primitivos, ligado a la discriminación entre lo propio y lo ajeno. De hecho, seres unicelulares como la ameba lo pre- sentan, y en los animales más sencillos ya aparecen célu- las especializadas en la fagocitosis de partículas extrañas. Las opsoninas no específicas, similares a lectinas, que favorecen la fagocitosis, ya aparecen en invertebrados. La inmunidad adaptativa, mediada por los linfocitos T y B, surge en los vertebrados gnatóstomos (peces con mandíbula), ya que en vertebrados más primitivos (ciclós- tomos, no mandibulados) no se han podido demostrar la existencia de genes de inmunoglobulinas, y lo mismo sucede con los complejos principales de histocompatibili- dad. Esta inmunidad adaptativa se superpone a la innata para mejorar la defensa del huésped frente a los microor- ganismos. Así, es en los vertebrados donde aparecen los elementos principales implicados en la respuesta inmuni- taria: los linfocitos, las inmunoglobulinas, los TCR y los antígenos del CPH, siendo en estos animales en los que se dan los fenómenos de memoria, diversidad y especificidad que caracterizan a la respuesta defensiva más evoluciona- da. Estos elementos inmunitarios y su capacidad funcional van adquiriendo más complejidad en los vertebrados al ir avanzando en la escala evolutiva, y alcanzan su máximo en las aves y los mamíferos. Ontogenia del sistema inmunitario en el ser humano Las células del sistema inmunitario se generan en la hematopoyesis y ésta, como ya se ha comentado en el capítulo correspondiente, aparece como tal en el hígado fetal en la 6a. semana y, posteriormente, desde la 10a. semana de gestación, en la médula ósea, aunque el hígado continúa con esta función hasta el 6o. mes. Los linfocitos B empiezan a aparecer entre las semanas 8a. y 9a., coinci- diendo con el inicio de los factores del complemento. No obstante, las inmunoglobulinas séricas (IgM) no aparecen hasta el 6o. mes. Los linfocitos T se empiezan a generar en la 9a. semana de gestación, primero con receptores �� y, posteriormente, en la 10a. semana, con receptores �� . El claustro materno representa un lugar privilegiado para el feto, aislado de agentes patógenos y antígenos externos. Por ello, al nacer se carece generalmente de memoria inmunológica y comenzará a adquirirse en los primeros meses tras el parto. No obstante, las IgG mater- nas, que son transportadas a través de la placenta, le pro- porcionan al recién nacido una inmunidad pasiva que le protege durante los primeros meses frente a las infecciones más comunes. Ontogenia de los linfocitos en el adulto Aunque hay diferencias entre la hematopoyesis del feto y del adulto, se comentarán sólo, y muy brevemente, las características generales del desarrollo ontogénico lin- foide en el adulto. En este proceso, tanto el estroma como toda una serie de factores solubles tienen una gran impor- tancia. Los linfocitos T maduran en el timo a partir de los pre- cursores que llegan a este órgano desde la médula ósea. En su paso desde la zona subcapsular del timo, en la que se sitú- an las células derivadas de la médula ósea (CD3-, CD4-, CD8-, dobles negativas) a través de la zona cortical (CD3+CD4+CD8+, dobles positivas) y la medular (CD3+CD4+ y CD3+CD8+), los timocitos van pasando por sucesivos estadios de diferenciación y selección hasta llegar a ser células maduras vírgenes que salen del timo. Durante los primeros pasos del desarrollo tímico se dan cambios en la expresión de proteínas de membrana y se inicia el reor- denamiento de los genes que constituyen las cadenas � y del TCR. En esta primera fase los precursores tímicos se caracterizan por expresar CD44 y CD25 (cadena � del receptor de la IL-2), no expresar CD3, CD4 y CD8 y tener los genes del TCR en la configuración propia de la línea germinal. La diferenciación del linfocito T comienza con el reordenamiento de los genes de la cadena TCR , a la vez que se pierde la expresión de CD44, dándose dímeros TCR asociados con CD3. Ese reordenamiento génico dis- para la expresión de CD4 y CD8, el proceso de exclusión alélica, y el reordenamiento de los genes de la cadena TCR�. Las células dobles positivas que expresan el com- plejo TCR� /CD3 constituyen la mayoría de los timocitos corticales. La exclusión recíproca de CD4 y CD8 marca el proceso siguiente de diferenciación, en el que se observa un aumento en la expresión de TCR/CD3 y la localización de los CD4 y CD8 en la zona medular del timo. Los linfocitos B, en la diferenciación que experimen- tan en la médula ósea, pasan de la célula madre a la pri- mera reconocible, la célula pro-B, en la cual ya se reagrupan los genes V de la cadena pesada (H) (VH-D-JH y VL-JL). Posteriormente pasan a las células pre-B-I (VH- DJH y VL-JL) y pre-B-II (VHDJH y VL-JL), en las que aparecen las cadenas pesadas � en el citoplasma. En el siguiente paso, la célula B inmadura ya expresa IgM en la membrana y, la madura, IgM e IgD. CAMBIOS CON EL ENVEJECIMIENTO EN EL SISTEMA INMUNITARIO Con la edad todos los sistemas del organismo pierden capacidad funcional y, por tanto, también lo hace el siste- ma inmunitario, cuyo deterioro al envejecer se ha denomi- nado “inmunosenescencia”. Pero esto no significa que todas las capacidades funcionales de este sistema disminu- yan. Hay capacidades que se encuentran incluso estimula- das, por lo que se ha indicado que con el envejecimiento lo que tiene realmente lugar es una “reestructuración” del sis- B A S E S F U N C I O N A L E S D E L A R E S P U E S TA I N M U N I TA R I A 345
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