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Obesidad en el adulto

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Obesidad en el adulto
Ceres Araceli Ochoa Sosa
La obesidad es el problema de salud más frecuente en 
el mundo, en su desarrollo influyen factores genéticos, 
biológicos, ambientales, y de manera principal, la sobrea-
limentación y estilo de vida sedentario.
La prevalencia de obesidad, síndrome metabólico, 
diabetes mellitus y sus complicaciones, así como las en-
fermedades cardiovasculares han aumentado de manera 
alarmante en los últimos años en todo el mundo, pero 
principalmente en los países en desarrollo, dentro de los 
que se encuentra México. De acuerdo con estadísticas 
recientes provenientes de diferentes países, está proyec-
tado que para el año 2020, 60% del aumento en la pre-
valencia de enfermedades crónicas ocurrirá en este grupo 
de países, y que la mortalidad por causas cardiovasculares 
se triplicará en las próximas dos décadas en América La-
tina, India y la región sur de África.
DEFINICIÓN
En el adulto, el sobrepeso y la obesidad se definen de 
acuerdo al índice de masa corporal (IMC), que se calcula 
dividiendo el peso (kg) entre la talla (m2). Se considera 
un IMC normal entre 18.5 y 24.9. El sobrepeso se define 
como el índice de masa corporal que se ubica entre 25 
y 29.9. Se habla de obesidad cuando el IMC es de 30 o 
más. Se considera obesidad grado I de 30.0 a 34.9, grado 
II de 35 a 39.9 y grado III cuando el IMC es superior a 
40. Se prefiere evitar el término de obesidad mórbida 
por lo inespecífico de su significado clínico, cuando se 
habla de obesidad. 
EPIDEMIOLOGÍA
De acuerdo con la OMS existen alrededor de 1 500 mi-
llones de adultos con sobrepeso y 310 millones con obe-
sidad en el mundo. En 1998, Popkin y Doak encontraron 
que la prevalencia de obesidad había aumentado de 2.3 
a 19.6% en el decenio de 1990-99 en los países en de-
sarrollo. Los datos de la OMS muestran que el predomi-
nio de obesidad se triplicó en los últimos 20 años en ese 
mismo grupo de países. Para EUA, la obesidad también 
representa un grave problema de salud, aunque en la úl-
tima década se observó una discreta desaceleración en el 
aumento de obesidad, 35.3% de las mujeres y 33.3% de 
los hombres estadounidenses son obesos.
La Encuesta Nacional de Enfermedades Crónicas 
(ENEC, 1993) informa que la prevalencia de obesidad 
en adultos en México era 21.2%; para el año 2000 la 
Encuesta Nacional de Salud (ENSA) mostró que había 
aumentado a 25.1%, y en el año 2006 había llegado a 
31.3% (25.3% en hombres y 35.5% en mujeres). Con 
respecto a los datos de la Encuesta Nacional de Salud y 
Nutrición (ENSANUT, 2012), la prevalencia combina-
da de sobrepeso y obesidad fue de 73% para mujeres y 
69.4% para los hombres, la prevalencia de obesidad de 
acuerdo a IMC para ambos sexos fue de 34%, discre-
tamente mayor para el sexo femenino. De acuerdo a la 
circunferencia de cintura 82.8% de las mujeres y 64.5% 
de los hombres incluidos en esa encuesta tenían obesidad 
abdominal. 
En México se ha observado también una ligera dis-
minución en el incremento de obesidad y sobrepeso en 
adultos a partir del año 2006. Entre 2000 y 2006 se regis-
tró un incremento de 24.7% para obesidad y 2.9% para 
sobrepeso, en comparación con 10.7 y 0.2% respectiva-
mente para el periodo 2006-2012 (figura 29-1).
No se observó diferencia entre el medio rural y el 
urbano en el sobrepeso, la obesidad sí fue más frecuente 
en el medio urbano 34 vs. 26.5% .
FISIOPATOGÉNESIS 
La obesidad es una enfermedad de origen multifactorial 
y en su desarrollo influyen factores genéticos, hormona-
les y ambientales, de estos últimos, no sólo la dieta y el 
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306  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 29)
grado de actividad física juegan un papel muy impor-
tante; también los factores socioeconómicos y sociales 
tienen injerencia. 
Factores genéticos. Desde la descripción del gen LEP 
(antes conocido como OB), en el ratón y en el humano 
ahora conocido como el gen de la leptina, diversos grupos 
de investigadores han buscado alteraciones genéticas que 
expliquen el desarrollo de la obesidad, se ha encontrado 
que existen, por lo menos 22 genes que se han vincu- 
lado con obesidad de manera concordante en cinco o 
más estudios, relacionados con la regulación de leptina, 
melanocortina, citocinas y proteínas desacoplantes, pero 
que afectan a un número tan pequeño de casos que no 
explican la prevalencia actual de obesidad. Entre los ge-
nes descritos en la actualidad se encuentra el gen FTO 
(asociado a masa grasa y obesidad). Estudios de asocia-
ción genómica hallaron que un grupo de variantes en los 
alelos del primer intrón del FTO se asocian de manera es-
tadísticamente significativa con obesidad, los individuos 
homocigotos para los alelos de alto riesgo pesan en pro-
medio 3 kg más que los individuos con los alelos de bajo 
riesgo. El producto de este gen parece ser una enzima 
involucrada en la desmetilación del DNA en los núcleos 
hipotalámicos involucrados en el equilibrio de energía. 
El gen del receptor de leptina es otro candidato, Fa-
roqui, en un estudio de 300 sujetos con obesidad grave 
de inicio tardío, pertenecientes a familias en donde había 
consanguinidad; encontró que 3% de los obesos tenían 
mutaciones del gen de leptina, con una frecuencia ma-
yor que la observada en la población general. Herbert, 
por su parte, en un estudio realizado con participantes 
del estudio de corazón de Frammingham, encontró va-
riantes genéticas cercanas al gen INSIG2 (insulin-induced 
gene 2) en 10% de la cohorte, que se relacionan con el 
metabolismo de los triglicéridos y promueven obesidad. 
Los sujetos afectados tenían en promedio 2 kg más que 
los sujetos sin el gen de riesgo. Se han descrito en otras 
poblaciones un gran número de mutaciones o genes 
candidatos en obesos, sin embargo, la diferencia en peso 
conferida por las alteraciones genéticas, aunque estadísti-
camente significativa, es mínima. No se puede descartar 
la existencia de otros genes aún no identificados, o bien, 
que un conjunto de genes actúen de manera coordinada 
para dar propensión al desarrollo de obesidad. 
Existen además síndromes genéticos como el de Pra-
der Willi, en el que una de las manifestaciones más im-
portantes es la obesidad, la causa de este síndrome es la 
ausencia de un gen en el cromosoma 15 paterno, la obesi-
dad se debe a la alteración en la regulación hipotalámica 
del apetito, por lo que estos pacientes cursan también 
con hipogonadismo; el síndrome no es heredable. Existen 
por lo menos otros 30 síndromes que se acompañan de 
obesidad, incluido el síndrome de Down; sin embargo, 
tampoco contribuyen de manera importante a la preva-
lencia actual de obesidad. 
Microbiota. Se ha propuesto la flora intestinal como 
responsable de la obesidad. Estudios en humanos y en 
ratones han encontrado que la flora intestinal de los obe-
sos está enriquecida en firmicutes y es deficiente en bac-
teroidetes. Otros estudios en animales encontraron que 
trasplantar flora de ratones obesos a ratones de peso nor-
mal promovía la ganancia ponderal. Los humanos que 
pierden peso cambian su flora hacia una más parecida a 
la de personas con peso normal, pero no está bien claro si 
estos cambios son causa o consecuencia del tipo de dieta 
y del equilibrio de energía.
Factores ambientales. Tienen una contribución mu-
cho mayor en el aumento de la prevalencia de obesidad 
observada en las últimas décadas, ya que la transición 
nutricional, demográfica, epidemiológica y socioeconó-
mica que ha ocurrido en los países en vías de desarrollo 
ha transformado los usos y costumbres de la población, 
ha habido incremento en la disponibilidad de alimen-
tos, pero también en el consumo de alimentos de alto 
contenido energético, ha disminuido la actividadfísica 
debido al uso excesivo de vehículos motorizados, tanto 
para transporte como para la realización de diferentes 
tipos de trabajo y por la inseguridad, entre otros factores; 
paralelamente ha aumentado el tiempo de utilización de 
computadoras, televisores y juegos electrónicos. Con la 
Figura 29-1. Prevalencia de obesidad en México de 1993 a 2012 (* ENEC= Encuesta Nacional de Enfermedades Crónicas. ENSA= Encuesta 
Nacional de Salud. ENSAUT= Encuesta Nacional de Salud y Nutrición).
6*
7*
26*
27*
56*
57*
46*
47*
86*
ENEC 1993 ENSA 2000 ENSA 2006 ENSANUT 2012
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incorporación cada vez mayor de la mujer a la vida labo-
ral y profesional, con los horarios prolongados de trabajo 
y la distancias que hay que recorrer en la mayoría de las 
ciudades, ha disminuido el hábito de comer de manera 
bien estructurada, con horarios adecuados, y ha aumen-
tado el consumo de “comida rápida”, alimentos industria-
lizados con alto contenido energético, sin un horario pre-
determinado, y sin un lugar específico para comer. Como 
apoyo a la importancia de los factores ambientales en el 
desarrollo de la obesidad está el estudio de Christakis y 
Fowler, quienes investigaron el papel de las redes sociales 
en el desarrollo de la obesidad en 12 000 sujetos de la 
cohorte de Frammingham. Se pidió a los participantes 
informaran quiénes eran su cónyuge y amigos, se hizo 
un seguimiento de 30 años y se registró el desarrollo de 
obesidad. Al final del estudio se encontró que el riesgo 
de desarrollar obesidad se incrementaba 57% si alguno de 
los amigos desarrollaba obesidad, el riesgo también era 
mayor, aunque menos importante, si el esposo o la pareja 
cursaban con obesidad.
Tipos de obesidad. El IMC es un indicador general 
del grado de adiposidad, sin embargo existen diversos 
compartimentos de grasa que se asocian a distintos gra-
dos de riesgo metabólico, la obesidad central o androide 
(tórax y abdomen) se asocia a un mayor riesgo metabó-
lico y cardiovascular que la obesidad de tipo ginecoide 
(caderas, glúteos y muslos). 
El IMC correlaciona bien en estudios poblacionales 
con la grasa corporal total, pero tiene limitaciones para 
predecir el exceso de grasa asociado al riesgo para la sa-
lud en un individuo en particular. Se ha identificado que 
el exceso de grasa abdominal tiene mayor peligro para la 
salud y se relaciona más con dislipidemia, factores pro-
trombóticos, proinflamatorios y depósito de grasa en el 
hígado, que la grasa periférica. El perímetro de la cintura 
es la medida más práctica de adiposidad abdominal, se 
toma como punto de corte 88 cm para la mujer y 102 
cm para el hombre, aunque se ha sugerido que en po-
blaciones con menor talla se deben considerar puntos de 
corte más bajos.
Se ha descrito también la existencia de dos compar-
timentos de tejido adiposo localizados en el abdomen, 
el tejido adiposo visceral y el tejido adiposo subcutáneo. 
El primero se asocia con mayor riesgo metabólico. La 
proporción de grasa en cada uno de los compartimentos 
está determinado por factores hormonales (estrógenos y 
testosterona), factores genéticos, edad, sedentarismo 
y consumo de azúcares simples.
En 3 000 participantes del estudio de corazón de 
Frammingham, se midió el tejido adiposo visceral por 
tomografía y se observó que este compartimento corre-
lacionaba más con hipertensión arterial (HTA), altera-
ciones de la glucosa y dislipidemia que el tejido adiposo 
subcutáneo. 
La obesidad altera los principales procesos metabó-
licos. El metabolismo de la glucosa y de los lípidos. Al 
provocar resistencia a la insulina favorece la hipertensión 
arterial, lleva a un estado de inflamación crónica que fa-
vorece la elevación de sustancias procoagulantes, todo lo 
anterior condiciona disfunción endotelial y finalmente la 
aparición de complicaciones cardiovasculares. La obesi-
dad también causa trastornos osteoarticulares y favorece 
el desarrollo de algunos tipos de cáncer.
En un estudio publicado por Adams, realizado en 
500 000 sujetos de entre 50 a 71 años de edad, no fuma-
dores y sin enfermedad preexistente, seguidos durante 
10 años, se demostró aumento de 20 a 40% en la mor-
talidad en los sujetos con sobrepeso y riesgo 2 a 3 veces 
mayor en los obesos. En hombres, pero no en mujeres, el 
sobrepeso se asocia a elevación en el riesgo de presentar 
enfermedad cardiovascular, y en ambos sexos la obesidad 
se relaciona con riesgo de mortalidad por enfermedad 
cardiovascular..
La obesidad produce además reducción de la capa-
cidad funcional. Un estudio de Alley en el 2004, basado 
en los datos del NHANES (National Health and Nutri-
tion Examination Surveys) evaluó cómo los cambios en 
el peso afectan la capacidad funcional para realizar acti-
vidades físicas y cotidianas, 42.2% de los sujetos obesos 
informaron algún grado de disfuncionalidad física com-
parado contra 26.6% de los individuos con peso normal; 
5.5% de los pacientes obesos mencionaron algún tipo de 
incapacidad para realizar funciones de la vida diaria con-
tra 3.5% de los sujetos con peso normal. 
EVALUACIÓN DEL PACIENTE OBESO 
En el abordaje del paciente obeso, como en cualquier 
otro padecimiento, es importante realizar historia clínica 
completa, investigar antecedentes familiares de obesi-
dad, enfermedad cardiovascular, incluyendo hipertensión 
arterial, diabetes mellitus, dislipidemias, disfunción tiroi-
dea y neoplasias que puedan influir en la predisposición 
del paciente para desarrollar este tipo de complicaciones. 
Se debe obtener información de la dieta actual del pa-
ciente, ingesta de alcohol, ocupación, actividad física, his-
toria de ganancia de peso, tratamientos previos para bajar 
de peso; síntomas que orienten a trastornos del sueño, 
problemas respiratorios, enfermedad articular e insuficien-
cia venosa. Se debe evaluar el estado emocional del pacien-
te, interrogar intencionadamente sobre trastornos en la 
conducta alimentaria y datos que orienten a depresión. 
En el examen físico, además de las medidas antro-
pométricas peso, talla, perímetro de cintura (punto me-
dio entre la última costilla y la cresta iliaca); evaluar el 
tipo de obesidad de acuerdo al patrón de acumulación 
de grasa, también se deben buscar datos clínicos que 
orienten a posibles causas de la obesidad, en particular, 
el síndrome de Cushing (giba dorsal, estrías abdomina-
les, distribución centrípeta de la grasa) o disfunción ti-
roidea. Investigar clínicamente comorbilidades común-
mente asociadas a obesidad, medir la presión arterial con 
un brazalete adecuado al grosor del brazo del paciente, 
buscar acantosis nigricans (hiperpigmentación en cuello, 
axilas y pliegues), datos de crecimiento hepático que 
indiquen esteatosis, insuficiencia venosa, dificultad res-
piratoria (polipnea, hipoventilación basal) y trastornos 
cardiacos, así como evaluar pulsos periféricos y datos de 
insuficiencia venosa. 
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308  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 29)
EXÁMENES DE LABORATORIO
Se debe solicitar medición de glucosa e insulina en 
ayuno y hemoglobina glucosilada en busca de diabetes 
o resistencia a la insulina, también de azoados y ácido 
úrico, pruebas de función hepática, biometría hemática 
para investigar policitemia, perfil de lípidos en busca de 
dislipidemia y examen general de orina. Si existen da-
tos clínicos que indiquen hipotiroidismo o síndrome de 
Cushing se debe solicitar los exámenes hormonales co-
rrespondientes.
TRATAMIENTO 
Para obtener resultados satisfactorios en el manejo del 
paciente obeso se tiene que entender, y explicar al pa-
ciente que la obesidad es una enfermedad o condición 
crónica provocada por muchosfactores, biológicos, psi-
cológicos y de estilo de vida, se requiere de una moti-
vación y convicción verdadera del paciente que necesita 
cambiar la manera de comer e iniciar un programa de 
actividad física que le permita quemar más calorías de 
las que ingiere, se debe comprender que como en toda 
enfermedad crónica, los cambios deben ser de por vida, 
que las estrategias a corto plazo no tienen cabida en el 
tratamiento de la obesidad. Es importante que el pacien-
te, e idealmente la familia, se involucren en el plan de 
tratamiento, se debe investigar junto con el paciente qué 
conductas de alimentación y de actividad física lo lleva-
ron a desarrollar obesidad. El segundo paso es estable-
cer metas realistas y explicar los beneficios que en salud 
física y mental se pretenden y se pueden alcanzar con 
reducciones de peso de 5 a 10% del peso inicial.
Cambios en estilo de vida. Los pacientes enfrentan 
muchos retos para lograr bajar de peso, incluyendo la 
adquisición de habilidades y conductas que le permitan 
romper con los viejos hábitos de vida que lo llevaron al 
peso actual, parte fundamental del papel del médico es 
ayudar al paciente a aprender estas habilidades.
Dieta. Se debe prescribir un programa de alimen-
tación con un contenido de calorías diario menor a los 
requerimientos del paciente, usualmente entre 1 200 a 
1 500 Kcal/día para la mujer y 1 500 a 1 800 Kcal para 
el hombre, ajustar para el peso actual del paciente, talla 
y nivel de actividad física. Se puede también estimar el 
requerimiento de energía para cada caso, en general de 
25 a 30 kcal de peso ideal, y prescribir un déficit de energía 
de 500 kcal/día o 30% por abajo del requerimiento dia-
rio. Otra opción que también resulta efectiva para em-
pezar un programa de alimentación, es no prescribir una 
dieta hipocalórica, pero eliminar ciertos grupos de ali-
mentos de alta densidad energética. En general, se logra 
reducción de peso de 4 a 10 kg durante el primer año, 
aunque en la mayor parte de los casos se observa recu-
peración de 5 a 6 kg a los dos años si el paciente no con-
tinúa con un programa de mantenimiento. Con respecto 
al tipo de dieta, existen una gran cantidad de opciones, 
lo importante es la disminución que se logre en el con-
sumo de calorías, idealmente con base en una dieta bien 
balanceada. El estudio de la A a la Z, de Gardner 2007, 
comparó la eficacia de cuatro dietas: ATKINS baja en 
carbohidratos, ORNISH alta en carbohidratos y baja en 
grasa, LEARN modificaciones conductuales, y la dieta de 
la ZONA alta en proteínas y moderada en grasa, en 311 
mujeres premenopáusicas obesas o con sobrepeso con 
un año de seguimiento. Se logró entre 55 y 88% de per-
manencia en el estudio, las mujeres de todos los grupos 
perdieron peso, la pérdida mayor fue con la dieta baja 
en carbohidratos (CHO, 5.5%), sin embargo, más que el 
tipo de dieta, el factor determinante fue la adherencia y 
el tiempo de permanencia en la misma. 
Ejercicio. Aunque es difícil que el ejercicio por sí 
mismo es difícil que produzca pérdidas importantes de 
peso, sí es una piedra angular en el tratamiento del pa-
ciente obeso, porque ayuda positivamente a motivar a la 
persona para que inicie un cambio global en el estilo de 
vida, mejora su estado emocional, al liberar endorfinas 
disminuye la ansiedad y depresión frecuentes en el sujeto 
obeso y mejora la composición corporal. Los programas 
de intervención en estilo de vida recomiendan aumentar 
la actividad física de manera gradual, se puede empezar 
por caminar rápido 150 min por semana (30 min cinco 
días de la semana), o si la persona lo prefiere, realizar 
cualquier otra actividad o ejercicio aeróbico (bailar, na-
dar, montar bicicleta, entre otros). Se ha demostrado que 
niveles mayores de actividad física entre 200 a 300 min a 
la semana logran mejor efecto en el peso.
Church et al., 2007, examinaron la relación do-
sis-respuesta entre ejercicio y fitness (aptitud para el 
desempeño físico) en 464 mujeres posmenopáusicas 
sedentarias con sobrepeso u obesidad en tres niveles de 
ejercicio, evaluaron tres puntos finales relacionados con 
la salud. Se observó una mejoría directamente propor-
cional (dosis-respuesta) entre ambos parámetros, aún 
con nivel modesto de ejercicio. Blair en estudio prospec-
tivo de 2 600 adultos mayores de 60 años de edad, segui-
dos durante 12 años demostró aumento en el riesgo de 
mortalidad en sujetos con cintura mayor a lo deseable, 
el riesgo disminuía si se reducía la cintura con ejercicio, 
los niveles mayores de desempeño físico se asociaron de 
manera inversa con mortalidad por todas las causas, tanto 
en sujetos sanos como en obesos, después de ajustar por 
variables confusas.
Medicamentos. El médico puede también, en caso 
necesario y siempre acompañado por un programa es-
tructurado de dieta y ejercicio, prescribir medicamentos 
que ayuden al manejo de la obesidad. 
En años pasados, en México y otros países, se utilizó la 
sibutramina con buenos resultados en reducción de peso, 
sin embargo, fue retirada del mercado por los efectos car-
diovasculares adversos observados, sobre todo en pacien-
tes con riesgo cardiometabólico muy probablemente rela-
cionado con mala selección de los pacientes. Más adelante 
se utilizaron bloqueadores del receptor canabinoide 1 
como el rimonabant, que lograban reducción de 5% del 
peso en comparación con placebo, de manera similar los 
efectos adversos como depresión, ansiedad, ideación sui-
cida y toxicidad en el SNC provocaron que saliera del 
mercado.
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En México, en la actualidad, el único fármaco apro-
bado por la Sociedad Mexicana de Nutrición y Endo-
crinología y por la Secretaría de Salud, es el inhibidor 
de las lipasas pancreática e intestinal, orlistat, que actúa 
impidiendo la absorción de alrededor de 30% de la grasa 
ingerida en los alimentos, su eficacia ha sido probada en 
múltiples estudios, logra reducciones de peso de alrede-
dor de 3 a 5 kg/año, sus principales efectos indeseables 
son en el nivel gastrointestinal, produce en algunos pa-
cientes malestar intestinal, escape involuntario de grasa 
o diarrea. 
Recientemente se ha aprobado en EUA el uso de 
medicamentos combinados que a través de diferentes 
mecanismos inhiben apetito y favorecen modificaciones 
conductuales, como lorcaserina, fentermina + topirama-
to, naltrexona + bupropión, fentermina + bupropión, zo-
nisamida + bupropión; sin embargo, aún no se dispone 
de estos medicamentos en nuestros país. Estos fármacos, 
en general, logran pérdida de peso en promedio de 5%, 
sin embargo, como ha pasado antes con otros medica-
mentos su seguridad a largo plazo está por ser probada 
en la vida real. 
En caso necesario, de acuerdo al grado de obesidad y 
a las comorbilidades físicas y mentales del paciente, debe 
considerarse referirlo con un nutriólogo capacitado, un 
psicólogo o psiquiatra, y de manera ideal con un grupo 
profesional, multidisciplinario para el tratamiento de la 
obesidad. Sólo con la evaluación y atención de un grupo 
especializado puede considerarse la indicación de algu-
no de los procedimientos quirúrgicos que se describen a 
continuación.
Cirugía bariátrica. Logra reducción de peso mayor 
que las otras opciones terapéuticas, sin embargo, los be-
neficios a largo plazo y el efecto en mortalidad aún están 
por definirse. La cirugía bariátrica está indicada en pa-
cientes con IMC mayor a 40 o a 35 con comorbilidades 
que no han respondido a la dieta y cambios en estilo de 
vida, con o sin farmacoterapia.
En adultos obesos la cirugía bariátrica produce ma-
yor pérdida de peso y logra mantener la reducción de 
mejor manera que el tratamiento médico convencional. 
Los resultados son variables dependiendo del tipo de 
procedimiento y del peso inicial, en promedio se logran 
reducciones de 25 a 30%del peso inicial. Se logra tam-
bién reducir las concentraciones de glucosa e insulina en 
ayuno, la incidencia de diabetes a 10 años, y en algunos 
casos se logra remisión de la diabetes. Los parámetros 
lipídicos también mejoran, principalmente las concen-
traciones de triglicéridos y col-HDL, los resultados en 
colesterol total y colesterol de LDL son variables. Se ha 
informado también mejoría en calidad de vida de los pa-
cientes en evaluaciones realizadas 2 y 10 años después 
de la cirugía.
Los principales eventos adversos informados son 
mortalidad en 0.2% de los casos, trombosis venosa pro-
funda o tromboembolia pulmonar en 0.4%, necesidad de 
reoperación entre 3 y 5%. 
La diferentes opciones quirúrgicas con las que se 
cuenta actualmente, de menor a mayor agresividad, pero 
también de menor a mayor efectividad son: banda gás-
trica ajustable, gastroplastía vertical en banda, by-pass 
gástrico en Y de Roux y derivación biliopancreática con 
o sin switch duodenal. 
Existen varias publicación que han informado los 
resultados de distintas series de cirugía bariátrica. El es-
tudio SOS prospectivo que incluyó a 4 000 pacientes, la 
mitad en tratamiento médico para obesidad y la mitad 
con cirugía, en la mayor parte de los casos, procedimien-
tos restrictivos que no se usan en la actualidad por su 
poca eficacia y mayor riesgo, mostró reducción de 30% 
en la mortalidad comparado con el grupo de tratamiento 
médico, dado sobre todo por reducción en muertes por 
causa cardiovascular (CV) y cáncer. Otro estudio retros-
pectivo es el de Adams et al., en el que analizaron los da-
tos de 9 949 sujetos con by-pass gástrico contra un grupo 
control, y observaron reducción de 40% en mortalidad, 
92% de disminución en mortalidad por diabetes y 60% 
en mortalidad por cáncer; sin embargo, la mortalidad por 
accidentes o suicidio fue 58% mayor en el grupo de ciru-
gía, el número total de eventos fue pequeño por lo que 
no influyó en la mortalidad total.
Dixon, en un estudio realizado en Australia en 60 
sujetos diabéticos a quiénes se les colocó una banda gás-
trica, demostró disminución de peso de 20.7%, y remi-
sión de la diabetes con HbA1c > 6.2% en 73% del grupo 
tratado. 
Si bien la cirugía bariátrica es hoy considerada como 
el tratamiento de elección para la obesidad grado III, en 
los últimos años ha quedado claro que los procedimien-
tos bariátricos están lejos de ser una solución completa. 
La revisión de la literatura en la que se da seguimien-
to después de la cirugía por un periodo prolongado ha 
mostrado datos preocupantes. Sólo 0.3% de los pacientes 
incluidos en series quirúrgicas publicadas en la literatura 
tuvieron un seguimiento de al menos dos años. No se dis-
pone de información que incluya la tasa de remisiones, la 
falla en la pérdida de peso, y los casos de reganancia en 
series con seguimiento por más de dos años.
Los mecanismos identificados como responsables de 
reganancia de peso posquirúgico son: dieta inadecuada 
(elecciones inapropiadas, mala calidad de los alimentos y 
ausencia de estructura), trastornos mentales (atracones, 
comer nocturno y picoteo constante), sedentarismo, al-
teraciones endócrinas (hipoglucemia reactiva), y factores 
relacionados directamente con la cirugía (movilización 
de la banda, dilatación de la manga gástrica, distensión de 
la bolsa en los casos de gastroplastía en banda, dilata-
ción del estoma de la bolsa y fístula gastrogástrica). Los 
aspectos psicológicos parecen ser determinantes en pa-
cientes con trastorno de la conducta alimentaria previo, 
tal y como se concluye en una evaluación de un serie de 
casos en los que desde el punto de vista psicológico se 
observó exacerbación de los trastornos de la conducta 
alimentaria luego de la cirugía, en 25% de los casos que 
tuvieron reganancia de peso se informó episodios bulími-
cos y 12% de los casos reconocieron provocarse vómito 
para mantener el peso. 
Se deben conocer las indicaciones, los pro y contra 
de la cirugía bariátrica, como opción en los casos más 
graves de obesidad. 
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310  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 29)
Independientemente del tipo de tratamiento elegido, 
se deben conocer e identificar los daños potenciales de la 
pérdida de peso y los riesgos inherentes a los tratamien-
tos farmacológicos o quirúrgicos, como colelitiasis o hi-
peruricemia con ataque de gota. No se debe olvidar que 
la pérdida de peso en las mujeres produce mejoría en la 
fertilidad, por lo que se debe informar a las paciente para 
evitar embarazos no deseados. 
En enfermos con tratamiento hipoglucemiante o an-
tihipertensivos deberán ajustarse los medicamentos de 
acuerdo a la baja de peso para evitar el riesgo de hipoglu-
cemia o hipotensión. 
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	Endocrinología clínica de Dorantes y Martínez 5ª Edición
	Sección VI. Síndrome metabólico
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Obesidad en el adulto
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