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10Capítulo Jorge E. Zavala Castro Contenido ■ Tripanosomiasis americana ■ Trypanosoma rangeli ■ Tripanosomiasis africana ■ Caso clínico donde el vector se encuentra tanto en las viviendas humanas como colonizando hábitat peridomésticos y silvestres. El eminente médico e investigador brasileño Carlos Chagas aisló por primera vez el agente causal en un paciente humano y en 1909 describió el cuadro clínico del trastorno, por lo que se denominó en su honor “enfermedad de Chagas”. En la actualidad, la importancia de la enfermedad de Chagas se mide por el efecto económico que produce en los países afectados, los daños potenciales de vida productiva que se pierden por las personas enfermas y los costos de los servi- cios de salud utilizados en su tratamiento y control, ya que se trata de un padecimiento invalidante que impide al sujeto lle- var una vida normal a temprana edad por las alteraciones or- gánicas que ocasiona. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calculó que entre 1985 y 1987 se perdieron 2 740 000 años productivos, lo que equivale a US $ 6 500 millones. En México existen varios centros de investigación que siguen detectando casos humanos de la enfermedad, así como reservorios infectados y transmisión por transfusiones san- guíneas. Dichos centros trabajan en el desarrollo de nuevos y más sensibles métodos de detección; sin embargo, se descono- ce la magnitud y trascendencia de tales casos, y sólo se han observado en localidades aisladas, aunque existen las condi- ciones adecuadas para que ocurra la transmisión de la en- fermedad. En realidad, se considera como probable área endémica todo territorio que se encuentre a una altura sobre el nivel del mar entre 0 y 1 800 metros, lo que signifi ca que más de tres cuartas partes del territorio mexicano es endémico. Preguntas de evaluación inicial 1. ¿Cuál es la fase replicativa extracelular de T. cruzi? 2 . ¿Cuál es el mecanismo de transmisión más frecuente para adquirir la enfermedad de Chagas? 3 . ¿Cuáles son los tres mecanismos de patogenicidad en las in- fecciones por T. cruzi? 4 . ¿Cómo se transmite T. rangeli? 5 . ¿Quién es el transmisor en la enfermedad del sueño? Tripanosomiasis americana La enfermedad que se conoce como tripanosomiasis ameri- cana, o enfermedad de Chagas, constituye un grave proble- ma de salud en casi todo el continente americano, en donde existen 16 a 18 millones de personas infectadas, y se estima que alrededor de 100 millones de ellas están en riesgo de contraer la afección. Se calcula una incidencia de 200 000 nuevos casos por año y ha sido observada en 18 países de dos zonas ecológicas: 1) el Cono Sur, donde se puede encontrar al insecto vector colonizando las viviendas humanas, y 2) la región de Nor- teamérica y Centroamérica, y el norte de Sudamérica, en Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis Agente causal Trypanosoma cruzi es un parásito fl agelado que pertenece a la familia de los tripanosomatídeos, incluida en el orden de los kinetoplástidos de la clase Zoomastigina. Esta familia comprende parásitos de vida libre, monogénicos de inverte- brados, digénicos de invertebrados y plantas, y digénicos de invertebrados y vertebrados, como los géneros Leishmania y Trypanosoma. Posee un ciclo de vida complejo que incluye tres fases morfológicas comprendidas en dos huéspedes: el vector invertebrado y el huésped mamífero. Entre los esta- dios existen otros intermedios que aumentan la compleji- dad del ciclo. Los estadios básicos se defi nen por su forma, la posición del cinetoplasto respecto del núcleo y la región por donde emerge el fl agelo, y son los siguientes: epimasti- gote, amastigote y tripomastigote; este último puede ser metacíclico o sanguíneo. Epimastigote. Es la forma replicativa, no infectiva para el ser humano o mamífero, y se encuentra en el vector invertebrado. Es de aspecto fusiforme con 20 a 25 μm de longitud. El cinetoplasto se localiza en la posición anterior, cerca del núcleo y el fl agelo forma una pequeña membrana ondulante. Este estadio morfológico se multiplica de mane- ra profusa en el intestino de los triatominos para dar lugar a los tripomastigotes metacíclicos; también es la forma de los parásitos que se replica en medio de cultivo (fi gura 10-1). Amastigote. Es la forma replicativa intracelular que se reproduce en el huésped mamífero y la que lo distingue de otros miembros del género. Esta forma proviene de la dife- renciación de los tripomastigotes, tanto metacíclicos como sanguíneos, y tiene la capacidad de infectar a otras células. Posee una forma redondeada que antiguamente se conocía como leishmanoide, mide de 2 a 2.5 μm, su fl agelo está se- cuestrado dentro de una bolsa visible, según lo revela el microscopio electrónico, y presenta un gran núcleo y ci- netoplasto (fi gura 10-2). Tripomastigote metacíclico. Es una forma no replica- tiva, pero infectiva para el humano u otros mamíferos; es producto de la diferenciación de los epimastigotes en la por- ción distal del intestino del vector, la cual se deposita con las heces del insecto para luego penetrar por mucosas o solu- ción de continuidad en el huésped e infectar células. Tiene forma alargada y mide unos 20 a 25 μm de longitud. Se dis- tingue por presentar un núcleo vesiculoso y hacia la parte posterior de éste se halla el cinetoplasto de forma casi siem- pre esférica. El fl agelo, con su membrana ondulante, se ob- serva a lo largo del cuerpo del parásito y surge con libertad en el extremo posterior. Tripomastigote sanguíneo. Igual que el tripomasti- gote metacíclico, no es una fase replicativa e infectiva para el insecto vector y el mamífero; es producto de la diferencia- ción del amastigote; puede infectar a nuevas células o pasar al vector invertebrado y cerrar así el ciclo de vida del parási- to (fi gura 10-3). Un rasgo característico de los miembros del orden ki- netoplastida es una estructura que se conoce con el nombre de cinetoplasto, que se encuentra presente en su única mi- tocondria (fi gura 10-4). El DNA del cinetoplasto o DNAk de la familia de los tripanosomatídeos es la forma de DNA más inusual y compleja identifi cada en la naturaleza. El DNAk representa 10 a 25% del DNA total en diferentes es- pecies de tripanosomatídeos, y consiste en una red de dos tipos de DNA circulares cuyas secuencias incluyen regio- nes con un alto contenido de adeninas y timinas (80% en maxicírculos y 57% en minicírculos). Por su tamaño, estos DNA circulares se denominan maxicírculos y minicírculos, Figura 10-1 Epimastigote de Trypanosoma cruzi. (Micrografía electró- nica cortesía de Arturo González Robles.) Figura 10-2 Amastigote de Trypanosoma cruzi en células de corazón de ratón. (Microfotografía cortesía del Dr. Jorge Zavala Velázquez.) Figura 10-3 Tripomastigote en frotis sanguíneo. Capítulo 10 Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis82 los cuales se concatenan y organizan en un disco muy con- densado, y su estructura se relaciona con el cuerpo basal de la célula. Los maxicírculos corresponden al DNA mitocondrial de organismos eucariontes superiores, ya que en ellos se ha- llan los genes que codifi can a algunas subunidades de proteí- nas que participan en la cadena respiratoria mitocondrial y a RNA ribosómico mitocondrial. Se considera que los mini- círculos son un elemento importante para conservar la es- tructura del cinetoplasto, además de que contienen los RNA guías que intervienen en el proceso de edición de los genes crípticos contenidos en los maxicírculos. Por su abundancia se utilizaron para establecer clasifi caciones de las cepas de T. cruzi y con fi nes diagnósticos. Ciclo de vida y transmisión El ciclo biológico del parásito (fi gura 10-5) se inicia cuando un triatomino se alimenta de la sangre de un mamífero infec- tado que contiene tripomastigotes sanguíneos; éstos pasan al intestino del triatomino, se transforman en epimastigotes, se multiplican por fi sión binaria longitudinal y a lospocos días se encuentran como tripomastigotes metacíclicos en la por- ción distal del intestino del insecto. Cuando el vector infecta- Figura 10-4 Estructura del cinetoplasto en la forma de epimastigote de Trypanosoma cruzi. En el recuadro inferior se muestran detalles de la compactación de la estructura del DNA mitocondrial del parásito. (Micrografías electrónicas cortesía de Arturo González Robles.) Figura 10-5 Ciclo biológico de Trypanosoma cruzi. Epimastigotes Insecto volador Tripomastigotes metacíclicos Amastigotes Tripomastigotes sanguíneos Tripanosomiasis americana 83 do se alimenta, puede ingerir varias veces su peso corporal en sangre y defecar sobre la piel o mucosas del mamífero, al hacerlo deposita, junto con su excremento, tripomastigotes metacíclicos infectantes. Cuando el triatomino arrastra con sus patas la materia fecal, se introducen los tripomastigotes metacíclicos por la laceración inducida por la probóscide del insecto al alimentarse; también es posible que el hués- ped se infecte a sí mismo al llevar las deyecciones a una so- lución de continuidad en la piel, hacia alguna mucosa o a la conjuntiva ocular. Los tripomastigotes metacíclicos, una vez dentro del mamífero y después de pasar la barrera de la piel, mucosas o conjuntiva ocular, se introducen en las células del tejido ce- lular cercano al sitio de penetración, en donde se transfor- man en amastigotes. Ahí se multiplican por fi sión binaria en numerosas ocasiones y alcanzan la circulación sanguí- nea cuando su elevado número causa la muerte y destruc- ción de la célula infectada; también se ha demostrado su diferenciación intracelular a la forma de tripomastigote, el cual de manera mecánica provoca la lisis de la célula y su liberación a la circulación sanguínea. Los amastigotes pue- den infectar nuevas células o transformarse con rapidez en tripomastigotes sanguíneos y diseminarse por vía hemató- gena por todo el organismo, en donde pueden invadir cual- quier célula nucleada. El ciclo biológico se completa cuando un triatomino se alimenta de un mamífero infectado y ad- quiere al parásito que se encuentra en el torrente sanguíneo. Se ha comprobado la existencia de varios reservorios animales de T. cruzi desde el sur de EUA hasta Argentina, in- cluida la mayor parte de los países de Centroamérica y Sud- américa. Los triatominos son los únicos vectores naturales de T. cruzi, los cuales pertenecen al orden Hemipterae, familia Reduviidae y subfamilia Triatominae. Entre los vectores más importantes que se adaptaron para convivir y reproducirse en las viviendas se encuentran Triatoma dimidiata, T. phylloso- ma, T. papillidipenis, Rhodnius prolixus y T. barberi; este últi- mo se considera el mejor transmisor de T. cruzi en México después de R. prolixus (fi gura 10-6). La transmisión de la enfermedad puede ocurrir de va- rias formas. La más signifi cativa es la que sucede directamente por los vectores infectados, según se mencionó, y es el princi- pal mecanismo de infección. También puede efectuarse por transfusiones de sangre infectada. Encuestas serológicas en bancos de sangre muestran una seroprevalencia variable, desde 0.3% (ciudad de México) hasta 17.5% (Puebla), lo que representa una cifra considerable que hace necesario instituir una prueba diagnóstica en donadores. Este mecanismo de in- fección ha aumentado en importancia en los últimos años, sobre todo por el fenómeno de inmigración que lo lleva a paí- ses en los que años antes no existía la enfermedad, como en EUA. Aunque en México no está documentada de manera adecuada la presencia de la enfermedad de Chagas congéni- ta, en otros países de Latinoamérica se considera una causa importante de transmisión de la enfermedad. La transmi- sión congénita puede ocurrir durante las tres fases de la in- fección. El producto muestra bajo peso al nacer y llega a producirse la muerte intrauterina. Se han descrito proble- mas respiratorios en los niños que nacen con mal de Chagas congénito, el más común de los cuales es la neumonía, así como alteraciones del sistema digestivo; por ejemplo, me- gaesófago y megacolon. También es factible que la transmi- sión ocurra vía la leche materna. Aunque es innegable el benefi cio de la tecnología en las ciencias médicas, también es un factor importante para la transmisión de enfermedades. La enfermedad de Chagas es un ejemplo de ello, pues se ha informado sobre la transmi- sión de la infección debido a un trasplante de corazón. Tam- bién es importante considerar los factores de la globalización en cuanto a la importancia que tiene la historia clínica para determinar las pruebas de diagnóstico que son importan- tes de realizar en concordancia con los antecedentes del pa- ciente, del donador, o de ambos, y pensar en enfermedades que por lo común no se encuentran en el medio mexicano. Patogenia Una vez que el parásito penetra las células que circundan el sitio de la infección, y completa uno o varios ciclos de repli- cación intracelular, pasa al torrente sanguíneo en donde Figura 10-6 Insectos vectores de la enfermedad de Chagas. A, Cuatro especies de triatominos; B, Triatoma barberi; C, Rhodnius prolixus. A B C Capítulo 10 Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis84 puede alcanzar diversas células del huésped, sobre todo las de bazo, hígado y músculo cardiaco. También puede establecer un primer contacto con los macrófagos y fagocitarse. T. cruzi evade este primer contacto con la respuesta inmune, escapa de la vacuola fagocítica y se replica en el citoplasma de los macró- fagos. La resistencia a la infección por parte del huésped pue- de ser de varios tipos. La respuesta celular está mediada por macrófagos activados y por neutrófi los y eosinófi los a través de anticuerpos. La reacción humoral incluye la lisis del pa- rásito mediante activación de la vía alterna de la cascada del complemento mediada por inmunoglobulinas del tipo IgG; sin embargo, la fase de tripomastigote del parásito presenta un sistema enzimático de membrana capaz de contrarrestar esta respuesta e inhibir la convertasa de C3 si no se satura. Se han descrito factores de resistencia a la infección propios del huésped, como los niveles séricos de hierro, que pueden te- ner implicaciones en la virulencia de las cepas, y la presencia de lipoproteínas de alta densidad, que pueden interferir con el proceso de infección. Los mecanismos lesivos de T. cruzi todavía no se esta- blecen con certeza hasta el momento, y son punto de con- troversia en la actualidad. Se han propuesto tres teorías principales: 1. Daño directo. Se presupone que el daño principal ocasionado en la enfermedad de Chagas se debe a la lesión directa que produce el parásito al invadir a las células del huésped, y también al consiguiente proceso infl amatorio localizado. El proceso de invasión celu- lar, replicación y muerte de las células, con la conse- cuente liberación de los parásitos y reinfección de otras células, provoca daños irreversibles en los ór- ganos afectados, sobre todo en corazón y órganos del sistema digestivo (esófago y colon, en particular). Con el paso de los años, la extensión de las zonas afectadas, además del compromiso de células del sistema nervio- so periférico que inervan estos órganos, produce las alteraciones que se observan en la fase crónica de la enfermedad. 2. Teoría autoinmunitaria. Algunas proteínas del pará- sito poseen epítopos compartidos con proteínas del huésped. Se han descrito anticuerpos circulantes en pacientes con enfermedad de Chagas crónica que reac- cionan contra proteínas de tejido conjuntivo, endocar- dio, laminina y proteínas de músculo estriado, entre otras. Se sugiere que estos autoanticuerpos son los cau- santes del proceso crónico de la afección en virtud del reconocimiento de partículas proteicas propias o extra- ñas, y activación de un proceso inmunológico humoral y celular en contra de los órganos del huésped. Cuando muere el parásito, también es posibleque sus compo- nentes se depositen en la superfi cie de las células del huésped, con lo cual las más afectadas son las del siste- ma nervioso. De esta manera, los componentes de la respuesta inmune reaccionan contra estos antígenos y por consiguiente contra el huésped. 3. Teoría neurógena. Esta teoría asume que el daño del pa- rásito se observa sobre todo en las células del sistema parasimpático que inerva los órganos afectados. El daño tiene como consecuencia una estimulación sim- pática excesiva, que a través de los años causa una lesión irreversible por sobrecarga de trabajo. En esta teoría se considera el daño directo como un factor relevante de la fi siopatogenia de la enfermedad, pero reduce la impor- tancia del proceso sólo a las células del sistema nervioso periférico. Como es de esperarse en un padecimiento tan comple- jo, es preciso pensar que el daño secundario a la enfermedad de Chagas se debe a una gama de factores que fusiona todas las teorías delineadas. En realidad, en fecha reciente se ha descrito la presencia de anticuerpos activos contra recepto- res adrenérgicos �1 del corazón en pacientes con enferme- dad de Chagas. El huésped libera estos anticuerpos contra una proteína del parásito que semeja un epítopo presente en los receptores cardiacos, lo que indica una reacción autoin- munitaria. Los anticuerpos son capaces de activar los recep- tores adrenérgicos �1 y producir una estimulación simpáti- ca constante que simula la descrita en la teoría neurógena. De igual modo, es innegable el hecho de que el parásito in- vade células de los órganos afectados; de esta manera, se imbrican las tres teorías para tratar de explicar la patogenia del trastorno. Cuadro clínico Los síntomas de la enfermedad de Chagas pueden variar en gravedad según la zona geográfi ca, lo que hace pensar que existen diferencias en la virulencia de las cepas circulantes e incluso en la resistencia natural a la enfermedad que existie- ra en algunas poblaciones; por lo regular, la enfermedad de Chagas se divide en tres fases: 1. Fase aguda. Este periodo se presenta en forma más vi- rulenta, sobre todo en niños menores de seis años, en los cuales puede causar la muerte debido en particular a alteraciones del sistema nervioso central (SNC), como meningoencefalitis (letal en 50% de los casos) y trastornos cardiacos como miocarditis. Por lo general, el periodo de incubación dura de 3 a 10 días y se pue- den encontrar parásitos en la circulación sanguínea en un lapso de 4 a 6 meses luego de la infección; la parasi- temia es más intensa durante el primer mes. En esta etapa los parásitos se replican con intensi- dad en células epiteliales, macrófagos y fi broblastos. Se pueden presentar algunos signos, que se denominan, en conjunto, “puerta de entrada”, como el chagoma de inoculación, el cual se caracteriza por la presencia de un proceso infl amatorio agudo localizado en el si- tio de infección, y que produce una induración doloro- sa y eritematosa o edema unilateral bipalpebral con adenitis retroauricular que se conoce como signo de Romaña, y que aparece cuando la infección tiene lugar Tripanosomiasis americana 85 en la conjuntiva ocular (fi gura 10-7). Ambos signos son autolimitados y desaparecen con lentitud al cabo de 30 a 60 días. La diseminación de los parásitos puede ocurrir por las vías linfática y hemática. En la primera se puede ob- servar un compromiso ganglionar de consideración, con endurecimiento de los ganglios periféricos cercanos al sitio de infección, y el paciente refi ere dolor al tacto. Es factible identifi car parásitos en su forma de amastigote en el interior de las células ganglionares. También se presenta malestar general, fi ebre continua o intermiten- te, linfadenitis generalizada, dolores musculares, escalo- frío, hepatoesplenomegalia y esplenomegalia, además de que el individuo describe astenia y adinamia, lo que oca- siona una sensación de cansancio progresivo debido al daño cardiaco que empieza a manifestarse desde esta fase. También se ha informado incremento de los niveles de globulinas séricas y disminución de los de albúmina; asimismo, pueden encontrarse alteraciones electrocar- diográfi cas, en especial arritmias y taquicardias, e inclu- so miocarditis, que pueden ser fatales. En algunas regiones de Latinoamérica se notifi ca- ron parasitemias graves en niños pequeños con presen- cia de hepatoesplenomegalia, fi ebre elevada, anasarca e incluso afección del SNC (meningoencefalitis), que puede causar la muerte del paciente. Muchas veces no se establece un diagnóstico adecuado, sobre todo por la facilidad con la que se confunden los signos y síntomas de la enfermedad de Chagas con otros padecimientos comunes de los países afectados; esto hace de vital im- portancia obtener un historial clínico en el que pueda establecerse un diagnóstico diferencial. Los individuos en fase aguda pueden evolucionar a la fase crónica, pa- sar por la fase subclínica o indeterminada, o curarse sin tratamiento. Los factores que determinan la evolución de la enfermedad todavía no se dilucidan. 2. Fase subclínica (indeterminada). Es una fase silenciosa que puede extenderse hasta 20 años antes de presentar el daño característico de la fase crónica; durante este lapso pueden manifestarse alteraciones electrocardiográfi - cas aisladas (en particular arritmias y taquicardias), y en algunos casos puede ocurrir muerte súbita sin causa apa- rente si no se establece un diagnóstico oportuno de la enfermedad. La presencia de parásitos circulantes es rara. En general, se detecta por accidente, es decir, se des- cubre al paciente cuando presenta otro padecimiento y al realizarse una prueba de diagnóstico resulta positiva; o bien, cuando se realiza una investigación intencional so- bre enfermedad de Chagas en una comunidad y se en- cuentran personas seropositivas a T. cruzi. 3. Fase crónica. Después de 15 a 20 años, y en algunos países incluso más tiempo, se llegan a manifestar signos y síntomas de la enfermedad en fase crónica. En este periodo existen alteraciones en corazón y músculo liso, sobre todo esófago y colon. Se estima que 30% de las personas infectadas desarrolla la fase crónica; de éstas, la mayoría presenta cardiopatía crónica (27%) y altera- ciones crónicas digestivas y neurológicas (6 y 3%, res- pectivamente) (fi gura 10-8). La afección cardiaca se manifi esta como alteraciones de la conducción, las cua- les propician bloqueos completos o incompletos de alguna de las ramas del haz de His (en especial la dere- cha), en ocasiones con bloqueos completos del nodo auriculoventricular. El crecimiento ventricular es co- mún, aunque también se puede observar crecimiento auricular. La afección cardiaca también puede incluir valvulopatías, la más común es la estenosis mitral. Las arritmias son expresiones comunes en estos pacientes. El corazón sufre dilatación progresiva que lleva a una cardiomegalia visible en radiografía (índice cardioto- rácico >0.50) y en el ECG. Se reconocen alteraciones Figura 10-7 Edema unilateral bipalpebral en una paciente joven (sig- no de Romaña). (Fotografía cortesía de Jorge Zavala Velázquez.) Figura 10-8 Cardiomegalia en un paciente con enfermedad de Chagas en la que se observa dilatación del ventrículo izquierdo y el orifi cio aórtico, con la presencia de un aneurisma en el vértice y fi brosis. (Foto- grafías del autor reproducidas con autorización de Archivos del Institu- to de Cardiología de México.) Capítulo 10 Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis86 del complejo QRS y las ondas P y T. Entre los signos clínicos de esta fase que contribuyen a difi cultar el diagnóstico diferencial con otras cardiopatías dilata- das, se encuentra la insufi ciencia de la válvula mitral, angina, falla cardiaca y aneurismas ventriculares. En los resultados del electrocardiograma se pueden obser- var cambios por necrosis o isquemia, contracciones ventriculares prematuras, extrasistoliasupraventricu- lar, fi brilación atrial y taquicardia sinusal entre otras. Reacción inmunitaria La respuesta inmune humoral del paciente infectado inclu- ye la producción de inmunoglobulinas del tipo IgM durante la fase aguda de la infección, las cuales decrecen después para ceder el paso a la producción de IgG subclases 1, 2 y 3 e IgA, que pueden perdurar durante toda la vida del paciente. Sin embargo, se ha demostrado que los títulos elevados de anticuerpos no se relacionan de manera directa con la gra- vedad de la enfermedad de Chagas. Los macrófagos activados son una línea de defensa im- portante durante la infección temprana, y en algunos indi- viduos las células asesinas naturales (NK, del inglés natural killers) son importantes para el control de la infección. Am- bos tipos de células se asocian para controlar la infección, ya que los macrófagos T. cruzi secretan IL-12, y ello lleva a un incremento de la producción de IFN-γ y TNF-�, lo que da como resultado un control de la parasitemia. Se ha descrito inmunidad celular mediada por linfoci- tos CD4+ y CD8+ en la enfermedad de Chagas, pero todavía no se establece cuál de las dos es la importante para el con- trol de la infección. Mecanismos para contrarrestar la reacción inmunitaria La forma infectiva, el tripomastigote, puede contrarrestar el sistema de complemento e inhibir la formación del comple- jo con la convertasa de C3 por medio de una glucoproteína que presenta en la superfi cie de membrana, lo que bloquea la lisis del parásito por la vía alterna de la cascada del comple- mento. Una vez dentro de las células del huésped, el tripomasti- gote evade los mecanismos lisosómicos y escapa de la vacuola fagocítica hacia el citoplasma, en donde completa su ciclo de diferenciación a la fase de amastigote. Los amastigotes se re- plican y pueden destruir las células huésped e infectar células vecinas o diferenciarse a la forma tripomastigote e invadir nuevas células de tejidos distantes. De cualquier manera, la sobrevivencia del parásito intracelular constituye el principal mecanismo para contrarrestar la reacción inmunitaria. Diagnóstico Debido a que T. cruzi se encuentra en la circulación sanguí- nea durante la fase aguda, las técnicas de laboratorio se ba- san en la utilización de una muestra de sangre para detectar al parásito; se puede observar al parásito mediante frote de sangre. También se puede realizar inoculación de sangre del paciente en animales de experimentación, en medios de cul- tivo como NNN y LIT, y el xenodiagnóstico; este último consiste en utilizar triatominos no infectados con el proto- zoario, que al colocarse sobre el antebrazo del paciente du- rante 20 a 30 minutos se alimentan con su sangre; los insectos se mantienen en el laboratorio, y los días 7, 14 y 30 después de la alimentación se efectúan observaciones de las heces del triatomino bajo el microscopio en busca del parásito. A fi n de realizar un diagnóstico en fase indeterminada y crónica es factible aplicar métodos serológicos; los más utilizados son la hemaglutinación indirecta, la prueba ELISA, la inmunofl uorescencia y la inmunodetección en so- portes sólidos (Western blot). También se pueden aplicar en la fase aguda. Las directrices de investigación, en cuanto a diagnósti- co de la enfermedad de Chagas, conducen a la búsqueda de nuevas proteínas recombinantes para utilizarse en métodos de quimioluminiscencia automatizada, o en ensayos inmu- noenzimáticos más sensibles. Por ello existen varias proteí- nas que han sido propuestas para tal fi n; sin embargo, un problema importante que todavía no se soluciona es la falta de reactividad de pacientes infectados contra antígenos que no provienen de parásitos que circulan en sus zonas de origen, es por lo anterior que los inmunoensayos preparados con antígeno de cepas locales son todavía los más efectivos y uti- lizados para realizar el diagnóstico inmunoenzimático. Las recomendaciones de la OMS al respecto indican un escruti- nio de varios kits comerciales al inicio de la estandarización del diagnóstico inmunológico, para identifi car el kit ade- cuado de acuerdo con la zona geográfi ca donde se pretenda aplicar. En los últimos años, la sensibilidad y especifi cidad de los métodos diagnósticos se incrementan con el uso de prue- bas de detección molecular, como la hibridación y la reac- ción en cadena de la polimerasa, enfocadas en secuencias altamente repetidas dentro del genoma del parásito. Estos métodos hacen posible una detección sensible y específi ca. Entre los que más se utilizan destacan el DNA del cineto- plasto, los microsatélites y los espaciadores ribosómicos. Para el diagnóstico de la enfermedad de Chagas se adaptaron nuevos métodos más sensibles de detección, como la reac- ción en cadena de la polimerasa en tiempo real, la cual per- mite no sólo el diagnóstico oportuno, preciso y rápido de la enfermedad, sino que también es de utilidad para el segui- miento de las infecciones y reinfecciones por T. cruzi. A causa de los síntomas inespecífi cos que se presentan en la fase aguda, en el diagnóstico diferencial se deben con- siderar la fi ebre tifoidea, esquistosomiasis, toxoplasmosis, mononucleosis infecciosa, paludismo, brucelosis y otras anomalías no infecciosas, como la glomerulonefritis, aler- gias (por el signo de Romaña) y mordeduras de insectos (por el chagoma). Tripanosomiasis americana 87 En la fase crónica se debe considerar que la cardiopatía chagásica es una cardiomiopatía dilatada que produce los signos y síntomas de una insufi ciencia cardiaca, por lo que hay que tenerla en cuenta para el diagnóstico diferencial de otras cardiomiopatías, por ejemplo, la reumática, la cardio- patía congestiva idiopática, la insufi ciencia cardiaca y la cardiomiopatía dilatada. Las alteraciones del sistema diges- tivo se manifi estan en la forma de dilataciones del tubo di- gestivo, en particular del esófago (megaesófago) y colon (megacolon). Al parecer, la virulencia de las cepas o la sensi- bilidad de los pacientes, o ambas cosas, tienen importancia para que se presenten estas afecciones, ya que se localizan en áreas específi cas dentro de las zonas endémicas. La disfa- gia es el síntoma más común del megaesófago y puede pro- ducir un estado de desnutrición progresivo en los sujetos, en tanto que el estreñimiento crónico y la compactación fecal se vinculan con el megacolon. Tratamiento Cabe afi rmar que hasta el momento no existe un fármaco del todo efectivo e inocuo contra la enfermedad de Chagas, dado que los suministrados hasta el momento no son por comple- to efi caces en todas las fases de la enfermedad, producen gra- ves efectos secundarios, o ambas cosas. De acuerdo con la OMS, el medicamento ideal “debe alcanzar la cura parasito- lógica de los casos agudos y crónicos en todas las poblaciones de Latinoamérica. Debe ser efectivo por las vías oral y paren- teral, en un número reducido de dosis diarias, y accesible para todos los que sufren la enfermedad. No debe ocasionar daños secundarios graves, incluidos los que sólo son transi- torios o teratógenos. No debe requerir la hospitalización de los pacientes, y la resistencia al fármaco no debe desarrollar- se con rapidez”. El agente más prescrito en el tratamiento de la enferme- dad de Chagas es uno que se deriva de la nitrofurfurilidina (3-metil-4-5́ -nitrofurfurilidenamino-tetrahidrol [1,4]-tiazi- no-1,1-dióxido), también conocido como nifurtimox, el cual es efi caz en los casos agudos y crónicos tempranos; su meca- nismo de acción es la inhibición del desarrollo intracelular del parásito. En los casos pediátricos agudos, la dosis es de 25 mg/kg, PO, dividida en 4 tomas diarias durante 15 días. Des- pués se administran 15 mg/kg al día, repartidos en 4 tomas por 65 días. La dosis para el adulto en casos agudos y cróni- cos es de 5 a 7 mg/kg al día, repartidos en 4 tomas. La dosis se incrementa 2 mg cada 2 semanas hasta alcanzar 16 mg/kg por 120 días. Este medicamentopuede ocasionar graves efectos secundarios, entre los que se encuentran alteraciones del SNC, como desorientación, parestesias, insomnio, con- vulsiones y polineuritis. También pueden existir alteracio- nes digestivas: náuseas, vómito, anorexia, pérdida de peso y dolor abdominal. Estos efectos secundarios se pueden pre- sentar hasta en 70% de los casos cuando el tratamiento se administra por periodos prolongados. En varios países se investiga el alopurinol para terapéu- tica de la tripanosomiasis americana. Aunque se ha descrito su acción tripanocida en dosis diarias de 300 a 600 mg, cuan- do se administra por 30 a 60 días se ha abandonado su uso en algunos países de Latinoamérica por la reaparición de la pa- rasitemia al término del tratamiento, y porque se advirtieron variaciones de su efectividad. El benznidazol (N-bencil-2-nitro-1-imidazolacetami- da) se ha prescrito con cierto éxito para el tratamiento de la enfermedad de Chagas, aunque se puede desarrollar resis- tencia al mismo y los pacientes pueden sufrir reacciones se- cundarias. La dosis que se recomienda es de 10 mg/kg cada día para los casos pediátricos, y de 5 mg/kg para los adultos, ambos durante 60 días. El cuadro 10-1 muestra los esque- mas de administración de los dos fármacos de elección para esta enfermedad. Prevención Durante la década de 1990-1999 se enfatizó el control del insecto vector mediante campañas de fumigación y el uso de pinturas con insecticidas. La campaña tuvo éxito en va- rios de los países afectados, sobre todo en Argentina, Brasil y Chile, en donde se registró disminución de los índices de infestación hasta de 87%, con reducción de 96% de la inci- dencia de los casos agudos en 10 años. El uso de insecticidas residuales es el principal método para prevenir la trans- misión. Desde luego, aunque ha resultado un esfuerzo exitoso para controlar la transmisión de la enfermedad, no se esta- blece la resistencia que pueda desarrollar el insecto a los pesticidas empleados, y persiste la duda acerca de la infl uen- cia que pueda tener el ciclo selvático de transmisión de la enfermedad para la reinfestación de las viviendas humanas, sobre todo por el acelerado crecimiento de la población y la invasión de los ecotopos silvestres para el desarrollo de las poblaciones humanas. El establecimiento de sistemas de diagnóstico en ban- cos de sangre tiene un considerable efecto en el control de la enfermedad. En muchos países se realiza en forma sistemá- Antiparasitario Dosis pediátrica Dosis en adultos Nifurtimox 25 mg/kg, PO, en 4 tomas/día por 15 días; después 15 mg/kg/día repartidos en 4 tomas, por 65 días 5 a 7 mg/kg/día repartidos en 4 tomas; después 2 mg cada 2 semanas hasta alcanzar 16 mg/kg por 120 días Benznidazol 10 mg/kg/día por 60 días 5 mg/kg/día por 60 días • Cuadro 10-1 Fármacos de elección para la enfermedad de Chagas Capítulo 10 Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis88 tica y de manera obligatoria el diagnóstico de los donadores de sangre para la enfermedad de Chagas, como se estipula para otras enfermedades, como el contagio por VIH y la he- patitis. No obstante, aunque en México se ha aceptado una iniciativa de ley para establecer por obligación el diagnósti- co de la enfermedad de Chagas en donadores de sangre, los escasos recursos económicos para ello impiden que esto se realice de manera sistemática. Otra medida que ha dado buenos resultados es el tratamiento de las bolsas de sangre con violeta de genciana a una concentración de 125 mg por cada 500 ml de sangre. La búsqueda de nuevos compuestos que satisfagan las normas establecidas por la OMS en numerosos laboratorios abre otra esperanza para contar con un tratamiento efi caz, económico e inocuo contra este padecimiento. El trata- miento de los casos congénitos con los medicamentos ac- tuales es una estrategia de control establecida por la OMS, así como el mejoramiento de las viviendas para reducir al mínimo los espacios en donde puedan establecerse las colo- nias de triatominos. Hasta el 2009, son varias las vacunas informadas que confi eren protección parcial contra Trypanosoma cruzi. Diversas proteínas que se utilizaron en varios modelos de vectores plasmídicos demostraron cierta efi cacia para ge- nerar inmunidad protectora contra el parásito. Hasta el momento algunas vacunas mostraron cierta efi cacia en proteger contra la infección por T. cruzi; sin embargo, las vacunas sólo se probaron en modelos animales y no pasa- ron a la etapa de prueba en humanos, ya que ninguna ha presentado 100% de efectividad. Debido al componente de autoinmunidad que se presenta en la enfermedad, las vacu- nas por desarrollar deben resolver tres problemas: a) atacar al parásito y eliminarlo del huésped, b) no precipitar una exacerbación de la anormalidad y c) proporcionar protec- ción independientemente de la cepa de T. cruzi infectante. Epidemiología La enfermedad de Chagas es una zoonosis propia del conti- nente americano. Las condiciones adecuadas para su trans- misión dependen de las circunstancias de vida que prevalecen en todo el continente, por ejemplo, el tipo de vivienda, convi- vencia con mamíferos del entorno domiciliario que pueden ser reservorios del parásito y la existencia del insecto vector adaptado a la vivienda humana. Respecto de las diferentes especies de insectos redúvi- dos transmisores de la enfermedad, se han informado por- centajes de infección natural variables, desde 16% en los estados del sureste mexicano hasta casi 90% en el estado de Morelos. La colonización de las viviendas por estos insectos tiene relevancia especial en la transmisión de la enfermedad. Los triatomídeos hacen sus nidos dentro de las viviendas y para ello utilizan los agujeros de las paredes de madera y estuco característicos de las poblaciones rurales. También pueden morar en los alrededores de las viviendas y emplear los troncos o desperdicios abandonados en los traspatios de las casas, además de alimentarse de los mamíferos cercanos, entre los que se encuentra el humano. Se han registrado numerosas especies de reservorios mamíferos silvestres y domésticos, entre los que destacan tlacuache (Didelphis marsupialis), perro, ratas y roedores pequeños. La seroprevalencia entre estos reservorios es de 8 a 62%, según sean la especie y las regiones en donde se lleva- ron a cabo los estudios. Trypanosoma cruzi es capaz de mantenerse en un ciclo selvático, así como en condiciones peridomésticas; de he- cho, se considera que el humano es un reservorio accidental del parásito, ya que se puede establecer la secuencia insecto- mamífero-insecto, sin la participación del humano como huésped. La seroprevalencia de la población humana en el con- tinente americano, a fi nales del decenio de 1990-1999, arro- jó cifras de hasta 25% de seropositivos en la población abierta. En México, los trabajos efectuados hasta el momen- to indican que es posible detectar 5 a 20% de sujetos positi- vos en diferentes partes de la República Mexicana. Entre los problemas que se observan en México para contar con ci- fras confi ables sobresalen las diferencias de los métodos de diagnóstico utilizados, la pobre cobertura de las zonas rura- les y la falta de recursos económicos para efectuar un estu- dio de esas magnitudes. El informe de sólo 300 casos de cardiopatía chagásica crónica hasta 1991 hace pensar que este padecimiento no es una afección de importancia para la salud, si bien estas cifras bajas pueden relacionarse con el hecho de que: a) no se establece un diagnóstico adecuado en los servicios de salud, sean públicos o privados, dado que la enfermedad se puede confundir con otras anormalidades; b) no se considera dentro de los diagnósticos diferenciales de los pacientes, o c) no se usan métodos diagnósticos más sensibles y específi cos. La asociación de la enfermedad con otras patologías que producen inmunodefi ciencias, como el VIH, se relacio- na con mayor frecuencia. Trypanosoma rangeli Otratripanosomiasis de importancia en el continente americano es la secundaria a T. rangeli, que afecta en parti- cular a animales selváticos y domésticos. Se han descrito casos de infección humana por este tripanosomatídeo, pero al parecer son asintomáticos. En algunos países es común la infección por este parásito y su importancia reside en deter- minar un diagnóstico diferencial con Trypanosoma cruzi, con objeto de prevenir un tratamiento que puede ocasionar graves secuelas. Las dos principales diferencias entre ambos son, primero, que T. rangeli es más grande (30 μm de longi- tud) y, segundo, que no posee un estadio intracelular como T. cruzi. La transmisión del parásito la realizan los mismos vectores reconocidos para la enfermedad de Chagas, aun- que se relaciona más con Rhodnius prolixus. Se puede trans- mitir por picadura además de las deyecciones de triatominos Trypanosoma rangeli 89 y en ocasiones coexiste con T. cruzi. En el caso de T. rangeli no se han descrito signos ni síntomas que denoten enferme- dad en el humano, así como en animales de experimenta- ción. La parasitemia es persistente y puede desaparecer sin causa aparente o bien durar varios meses; incluso es tema de discusión su posible importancia para el ser humano. Tripanosomiasis africana Como su nombre lo indica, este trastorno es una enferme- dad circunscrita al continente africano. Se conoce también como enfermedad del sueño por las graves afecciones que causa al SNC, y es fatal si no se instituye tratamiento. Se distinguen dos subespecies patógenas para el humano que se diferencian por la gravedad del cuadro clínico y por la región del continente africano en donde se encuentran. A ambas las transmiten tres especies de Glossina: G. palpalis, G. tachinoides y G. morsitans, esta última se conoce con fre- cuencia como mosca tsé-tsé. Agente causal La tripanosomiasis africana se debe a un parásito fl agelado del género Trypanosoma, que penetra en la sangre con la morde- dura de las diferentes especies de Glossina que lo transmiten. Trypanosoma brucei rhodesiense es causante de la forma más virulenta de la enfermedad y se encuentra sobre todo en las regiones del este y sur de África. En las regiones del oeste y el centro habita Trypanosoma brucei gambiense como agente etiológico de la afección. También es factible encontrar otra subespecie que afecta a los mamíferos reservorios, salvajes y domésticos, y que no infecta al humano: Trypanosoma brucei brucei. Los parásitos poseen una forma alargada y otra redon- deada durante su ciclo de vida, con una longitud de 15 a 45 μm; en el frotis se observan con un movimiento continuo debido a la vibración de su fl agelo y pueden detectarse por millones de parásitos en sangre, líquidos tisulares o linfa de los individuos infectados. Se transmite por la mordedura de una mosca tsé-tsé infectada y alcanza la sangre del hués- ped, en donde se multiplica e invade los tejidos para evolu- cionar hacia su forma de amastigote (forma esférica y sin fl agelo evidente). Ciclo biológico y transmisión Las moscas del género Glossina ingieren los tripomastigotes cuando se alimentan de la sangre de mamíferos infectados; en la parte media del intestino comienzan a multiplicarse y se diferencian hacia las formas alargadas que migran hacia las glándulas salivales. En ese órgano evolucionan hacia las fases más gruesas llamadas tripomastigotes metacíclicos, los cuales son la forma infectiva del parásito, y se inoculan en nuevos huéspedes por la mordedura de la mosca al ali- mentarse. La transmisión por transfusiones sanguíneas es otra forma frecuente de infección. Patogenia y mecanismos para contrarrestar la reacción inmunitaria Hasta el momento no se conocen con exactitud los mecanis- mos lesivos del parásito. Se considera que el daño directo a los tejidos y espacios que invade, sobre todo del SNC, tiene un papel relevante en la patogenia de la anormalidad. Las glucoproteínas de la membrana del parásito se cambian de manera constante, lo que tiene como resultado la produc- ción de múltiples anticuerpos por parte del huésped. Estos complejos inmunes se relacionan con la patogenia de esta enfermedad, ya que circulan por la sangre periférica y se depositan en los órganos del paciente. Los complejos inmu- nitarios provocan una hemólisis intensa, que es la causa de la anemia observada en el trastorno. También se ha descrito un componente autoinmunita- rio dirigido sobre todo contra eritrocitos y células cerebrales, lo que puede contribuir al daño ocasionado por el parásito. Se considera que tal vez intervenga un componente de hiper- sensibilidad de tipo I y se ha descrito la presencia de infi ltra- dos de monocitos, macrófagos, células linfoides y linfocitos en los órganos afectados, quizá debido a una degeneración celular de causa aún desconocida. El principal mecanismo para contrarrestar la respues- ta inmunitaria es la modifi cación total de sus glucoproteí- nas de superfi cie. Se piensa que existen alrededor de 107 copias de cada una de las glucoproteínas de superfi cie en el genoma del parásito. A esta habilidad del patógeno se atri- buye hasta el momento la imposibilidad de desarrollar una vacuna contra la enfermedad del sueño. Cuadro clínico Los signos y síntomas advertidos en la fase temprana de la anomalía consecutiva a T. brucei gambiense son inespecífi - cos e incluyen fi ebre intermitente, esplenomegalia, linfade- nomegalia, en algunas ocasiones un chancro doloroso y endurecido en la región de inóculo, que desaparece poco a poco; también son comunes las mialgias y fatiga sin causa aparente. Estos signos son consecuencia de la hemólisis por las parasitemias y la invasión a tejidos linfáticos. Los tripa- nosomas pueden observarse en un frotis de sangre o el líqui- do extraído de la lesión chancrosa. El periodo de incubación puede durar de unos días a unas semanas, y al fi nal el pacien- te puede referir un buen estado general, pero la parasitemia persiste en la sangre. Después de este periodo, la infección la puede controlar el sistema inmunitario o evoluciona ha- cia una invasión del tejido linfático. El paciente puede sufrir cefaleas, malestar general, debi- lidad, náuseas, vómitos y sudación nocturna; quizá presente anemia y afección de ganglios linfáticos, principalmente los de la región cervical (signo de Winterbottom), de 1 a 2 cm de diámetro, de consistencia suave y móviles. La fi ebre es inter- mitente con duración de varios días y los parásitos pueden observarse en la sangre durante los periodos febriles. Capítulo 10 Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis90 A medida que el parásito invade el SNC en la fase cró- nica, se puede reconocer un deterioro mental progresivo con lasitud y apatía crecientes, falta de coordinación, ataxia y pa- restesias, que pueden presentarse después de unos meses tras el estado agudo. Los individuos experimentan somnolencia progresiva con mayores difi cultades para permanecer en pie, por lo que dejan de alimentarse y hablar, hasta llegar a un estado comatoso si no reciben tratamiento. En algunos suje- tos se informaron cambios en el comportamiento o las psico- sis francas. Se pueden observar signos neurológicos como temblores, aumento de la tonicidad muscular y ataxia cerebe- losa, todos atribuidos al compromiso del SNC. En los estados fi nales se observa deterioro mental de consideración, inconti- nencia urinaria o fecal, o ambas, convulsiones y hemiplejías, hasta desembocar en coma y muerte. Las infecciones por T. brucei rhodesiense, casi siempre agudas, generan síntomas graves que producen la muerte del paciente en pocos días o semanas, en contraste con las infecciones secundarias a T. brucei gambiense que tienden a progresar con más lentitud durante varios años. La fi ebre y la parasitemia aparecen a los pocos días de la infección, y las linfadenitis son en particular submaxilares, axilares o in- guinales. Los signos y síntomas de afección del SNC son los mismosque se observan en la infección por T. brucei gam- biense, pero progresan con mayor rapidez, y la anormalidad puede ser fatal en 8 a 12 semanas. Diagnóstico En la fase temprana, el diagnóstico puede establecerse por observación directa en un aspirado de los nódulos infecta- dos, la lesión chancrosa y el frotis de sangre. El diagnóstico serológico para T. brucei gambiense es de utilidad, aunque se debe tener extremo cuidado con las reacciones cruzadas que se presentan con otros tripanosomas de animales. La CATT (Card Agglutination Trypanosomiasis Test) es de amplia apli- cación y gran utilidad para la detección de nuevos casos hu- manos e identifi cación de los reincidentes; este método se encuentra en constante renovación. Para T. brucei rhode- siense no existe un método serológico diagnóstico, pero los métodos directos ofrecen buenos resultados. Cuando la enfermedad avanza y es más difícil encon- trar los tripanosomas en sangre, se deben realizar observa- ciones directas de líquido cefalorraquídeo. Para el diagnóstico diferencial es preciso tomar en cuenta un buen historial clínico con objeto de determinar si el paciente procede de regiones endémicas. En la fase aguda se consideran otras infecciones febriles, como fi ebre tifoi- dea, tuberculosis, mononucleosis infecciosa, sífi lis y SIDA. En la fase crónica no deben soslayarse en el diagnósti- co diferencial de esta enfermedad las afecciones que impli- can compromiso del SNC, como las meningitis de cualquier origen (p. ej., sifi lítica, meningocócica, tuberculosa, etc.), té- tanos, e incluso algunas manifestaciones de índole psiquiá- trica cuando las personas provengan de zonas endémicas. Tratamiento En la fase aguda de la enfermedad por T. brucei gambiense, el tratamiento de elección es la pentamidina, que es efectiva en la fase sanguínea y linfática de la infección, con vida me- dia de 20 a 45 horas. No se recomienda para la fase crónica debido a su baja efi cacia para penetrar el SNC. Su vía de administración es intramuscular o intravenosa, en dosis diaria de 4 mg/kg por 7 días. Cuando se administra por vía intramuscular se pueden observar hipotensión y taquicar- dia transitorios, náuseas y vómitos; es muy dolorosa y puede ocasionar abscesos en la zona de inoculación, casi siempre estériles y que remiten en pocos días. Los signos adversos de la administración intravenosa pueden ser más graves e in- cluyen hipocalcemia, insufi ciencia renal, neutropenia, arrit- mias, hipoglucemia y diabetes. En la fase tardía de la anormalidad, la efl ornitina es el medicamento de elección para los casos con compromiso del SNC. Es menos tóxica que el melarsoprol, pero su elevado costo la hace un fármaco de difícil uso en los países subdesa- rrollados. Se administra por vía intravenosa en dosis de 100 mg/kg cada 6 horas por 14 días. Se pueden observar efectos adversos en la médula ósea, como anemia, leucopenia y trombocitopenia, pero la mayoría de las veces son reversi- bles. En niños pequeños la dosis se debe aumentar a 150 mg/ kg cada hora por 14 días. El melarsoprol es un agente muy efectivo para los ca- sos crónicos con compromiso del SNC, pero su toxicidad también es elevada. La vía de administración es intravenosa en 2 series de 3 dosis diarias de 3.6 mg/kg (hasta 180 mg), separadas por una semana sin tratamiento (en algunas oca- siones es necesario una tercera serie, en especial cuando la cuenta de leucocitos es mayor de 20/mm3). Entre los efectos secundarios es posible advertir una encefalopatía secunda- ria tal vez a un fenómeno de autoinmunidad, la cual ocurre con frecuencia al fi nal de la primera serie de tratamiento. La administración de prednisolona durante el tratamiento con melarsoprol puede aminorar la aparición del cuadro de en- cefalopatía reactiva. La dosis es de 1 mg/kg (hasta 40 mg) por día, primero 1 o 2 días antes del suministro del melar- soprol y después durante las series (y los intervalos) de las dosis del tripanocida; al fi nal se disminuye en forma gra- dual, pero rápidamente durante los tres días posteriores al tratamiento. Las convulsiones que se presenten en la encefa- lopatía pueden tratarse con fenobarbital, diacepam o cual- quier anticonvulsivo, y el edema cerebral con dexametasona o hidrocortisona. Otros efectos adversos que se pueden pre- sentar son paraplejías o cuadriplejías, parestesias y reaccio- nes cutáneas. Para la fase temprana de la enfermedad por T. brucei rhodesiense se recomienda el uso de suramina administrada en forma intravenosa a una dosis de 20 mg/kg de peso en los días 1, 3, 6, 14 y 21. Se debe suministrar una dosis de prueba de 200 mg antes del tratamiento debido a la probabilidad de choque anafi láctico. Los efectos secundarios son fi ebre, pro- teinuria, parestesias, hepatitis, prurito y edema. Tripanosomiasis africana 91 En la fase tardía, la efl ornitina no es efi caz para la en- fermedad por T. brucei rhodesiense, por lo que el melarso- prol es el medicamento de elección. La mortalidad durante el tratamiento es elevada, por lo que se recomienda comen- zar con dosis pequeñas del agente. La dosis que recomienda la OMS es 0.36 mg/kg el día 1; 0.72 mg/kg el día 2; 1.1 mg el día 3; 1.8 mg en los días 10, 11 y 12; 2.2 mg el día 19; 2.9 mg el día 20 y 3.6 mg/kg los días 21, 28, 29 y 30. Prevención La búsqueda de pacientes infectados para tratamiento cons- tituye una acción importante para el control de la enferme- dad en los países en los que la afección es endémica. Las campañas de control del vector (Glossina) redujeron de ma- nera considerable la transmisión de la enfermedad, si bien los costos y el pobre nivel económico de los países afectados han incidido en forma negativa para que el control de la enfermedad sea tan efi caz como se necesita en un padeci- miento que es letal en 100% de los casos cuando no existe tratamiento. La OMS apoya proyectos de entomología mo- lecular enfocados al control de los insectos vectores. Se es- pera que para el 2010 se tenga conocimiento acerca de las bases genéticas de la competencia en las poblaciones natu- rales de insectos. El siguiente paso es el desarrollo de insec- tos genéticamente transformados que ayuden al control de la enfermedad. El uso de trampas masivas con insecticidas y métodos de captura con Glossina es un arma muy efectiva para el control de estos insectos. Epidemiología Como ya se mencionó, la tripanosomiasis africana es una anomalía circunscrita a África. Los casos que se notifi can en otras partes del mundo corresponden a personas que proceden de las áreas endémicas. La enfermedad del sueño afecta a más de 60 millones de personas en 36 países de África, entre los que resaltan Angola, República Democrática del Congo, Uganda, Con- go, Sudán, República Central de África, Camerún, Mozam- bique y Tanzania, dado que poseen una alta prevalencia de la enfermedad y altos niveles de transmisión. Igual que en la enfermedad de Chagas, el efecto social y económico que produce no se basa sólo en los índices de mortalidad, sino en la incapacidad, que ocasiona una notoria disminución de la fuerza laboral en personas productivas, estimándose pér- didas de 45 mil millones de dólares cada año. Caso clínico Antecedentes. Paciente masculino de 7 años de edad pre- viamente sano, originario de Cortijo, Catemaco, Veracruz, quien convive con ganado vacuno, porcino y aves. Acude a atención médica con cuadro clínico de evolución de 15 días en que presenta temperatura de 39.5 °C con predominio vespertino, edema palpebral derecho, dolor en hemicara de- recha, mialgias en extremidades inferiores, cefalea frontal relacionada con fi ebre, malestar general e hiporexia. Hay un antecedente de picadura de insecto tres días antes en la re- gión supraciliar derecha; la madre refi ere al insecto como “chinche”. El paciente fue tratado por un médico particular que le extendió una receta en la cual le administró nimesu- lida, dicloxacilina y dexametasona por tres días sin presen- tar mejoría. Acudeal centro de salud de Zapotitla donde lo refi eren al Instituto Nacional de Pediatría como aquejado de celulitis periorbitaria. Padecimiento actual. Ingresa con lesión eritematosa y descamativa por arriba del párpado superior derecho de 3 2 cm, edema de párpado superior no doloroso. Respuesta fotomotora y movimientos oculares sin compromiso, dos adenomegalias submandibulares derechas menores de 1 cm de diámetro móviles y no dolorosas. Función cardiopulmo- nar sin compromiso, no hay visceromegalias ni alteraciones en extremidades. Diagnóstico. Mediante un análisis sanguíneo se realiza estudio de fórmula roja y no se encuentran alteraciones, pues los datos están dentro del rango de valores normales. La radio- grafía de tórax y el electrocardiograma no presentan altera- ciones. Es practicada la prueba de ELISA para detección de anticuerpos de clase IgM para detección de T. cruzi, la cual resulta reactiva. Se realiza examen en fresco de la sangre obser- vada bajo el microscopio y se observan tripomastigotes sanguí- neos. El Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Con- trol de Enfermedades (CENAVECE) en México es notifi cado. Tratamiento. Se inicia con nifurtimox a 5 mg/kg/día por vía oral c/8 horas con dosis inicial de 72 horas. Al ver buena tolerancia se continúa el tratamiento incrementando la dosis a 10 mg/kg/día c/8 horas por 90 días, que se monito- rea por pruebas de funcionamiento hepático, electrocar- diograma y ecocardiograma. El paciente presentó buena evolución, con disminu- ción progresiva de la sintomatología y buena tolerancia al tratamiento. Completó el tratamiento, un año después no presenta sintomatología y se mantiene negativo desde el punto de vista serológico. Capítulo 10 Enfermedad de Chagas y otras tripanosomiasis92 Bibliografía Ávila H, Simpson L. Organization and complexity of minicir- cle-encoded guide RNAs in Trypanosoma cruzi. RNA 1 939-947. 1995. Becerril-Flores MA, Rangel-Flores E, Luis Imbert-Palafox J, Gó- mez-Gómez JV, Figueroa-Gutiérrez AH. Human infec- tion and risk of transmission of Chagas disease in Hidalgo state, Mexico. Am J Trop Med Hyg 76(2):318-23. 2007. 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