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31Capítulo Irene de Haro Arteaga Contenido ■ Introducción ■ Características generales del parásito ■ Ciclo biológico ■ Mecanismos patogénicos ■ Manifestaciones clínicas ■ Respuesta del huésped a la infección ■ Mecanismos del parásito para evadir la respuesta del huésped ■ Diagnóstico ■ Tratamiento ■ Prevención ■ Epidemiología ■ Caso clínico Características generales del parásito Las hembras parásitas son partenogenéticas y producen lar- vas que se desarrollan hasta convertirse en machos y hem- bras de vida libre. A su vez, éstas originan nuevas genera- ciones de larvas. La fi gura 31-1 muestra la porción cefálica de una larva rabditoide obtenida en un estudio copropara- sitoscópico (CPS) y teñida con Lugol. Mediante estudios citológicos llevados a cabo con al- gunas especies de Strongyloides que parasitan a animales Preguntas de evaluación inicial 1. ¿Cuál es la forma infectiva de Strongyloides stercoralis? 2 . ¿Qué fase es la que produce la parasitosis? 3 . ¿Cuáles son las fases diagnósticas? 4 . ¿En qué circunstancias se pueden encontrar larvas F3 infectivas? 5 . ¿Cuál es el último antihelmíntico evaluado en la estrongi- loidosis? Introducción La estrongiloidosis es la parasitosis causada por especies del género Strongyloides que pertenecen a la superfamilia Rhab- diasoidea, familia Strongylidae, caracterizadas por ser peque- ñas y encontrarse en el agua y en el suelo como organismos de vida libre, o como en el caso del género mencionado, con es- pecies de interés en medicina y veterinaria. La estrongiloidosis en el humano se caracteriza por producir un cuadro de gas- troenteritis de pronóstico variable, ya que puede ser una infestación leve, por lo general asintomática, o parasitosis con cuadros de enteritis o enterocolitis crónicas que, junto con fe- nómenos de inmunodepresión, pueden ser fatales. Estrongiloidosis Figura 31-1 Porción anterior de una larva R1 obtenida en un CPS y teñida con Lugol. superiores, se demostró que los machos de vida libre parti- cipan de manera parcial en el proceso reproductivo, aunque se requieren la cópula y la penetración de los espermatozoi- des para que se formen los embriones de los oocitos. La fu- sión del núcleo masculino con el femenino no existe, por lo que al proceso se le denomina seudogamia, y por tanto la reproducción de las hembras de vida libre se efectúa me- diante partenogénesis meiótica. Las características de estos nematodos varían de acuerdo con la fase del ciclo de vida en que se encuentran. En el ciclo de vida libre, las hembras miden 1 a 1.5 mm, son fusiformes y su extremo anterior es romo, en donde se localiza la boca cercada por tres pequeños labios; la porción distal es afi lada (fi guras 31-2 y 31-3). El útero es del tipo an- fi delfo, pues la vulva se abre a unos 70 a 100 μm por debajo de la región central y se extiende a ambos lados de la misma; dicho órgano se encuentra repleto de huevos larvados. El macho es más pequeño que la hembra, mide entre 0.8 y 1 mm, y su porción caudal está curvada ventralmente. Tiene un solo testículo, cuya continuación es un canal defe- rente, y el conducto eyaculador se abre en la cloaca, junto Figura 31-2 Porción anterior de una hembra de vida libre, en la que se aprecia la estructura del esófago y el útero con huevos. Figura 31-4 Macho de vida libre teñido con Lugol. Observe la espícula copulatriz en la porción distal. Figura 31-3 Porción posterior de una hembra de vida libre, en la que se observan los huevos larvados. con el tubo digestivo. La cópula se facilita por la presencia de dos pequeñas espículas quitinosas (fi gura 31-4). Tanto hembras como machos de vida libre tienen un esófago rab- ditoide, caracterizado por un bulbo esofágico, un istmo o estrechamiento, y en seguida una dilatación bulbar que des- emboca en el intestino. La función de este esófago es permi- tir que tanto larvas como adultos rabditoides se alimenten activamente de materia orgánica en descomposición. En el ciclo parasitario, algunas larvas rabditoides de primero y segundo estadios producidas por hembras de vida libre y parásitas miden entre 150 y 300 μm; como su nombre lo indica, tienen esófago rabditoide, y en la porción media presentan un primordio genital muy evidente. Estas larvas pasan a un tercer estadio o F3 (fi lariformes) en el que se carac- terizan por tener un esófago largo y cilíndrico, sin dilatación bulbar; miden alrededor de 500 μm y pueden permanecer viables durante cinco semanas. Las F3 son las formas infectivas. Penetran la piel me- diante la excreción de colágena y metaloproteasa, que actúan sobre las glucoproteínas y elastina de la piel. Por migración tisular (mediante dos mudas o ecdisis sucesivas, en las cua- les también interviene la metaloproteasa) originan a las hembras partenogenéticas parásitas y fi lariformes que se sitúan en la mucosa del intestino delgado, sobre todo en duodeno y yeyuno. En este sitio, que es su hábitat fi nal, de- positan huevos perfectamente larvados, los que casi de in- mediato dan origen a las larvas rabditoides (R1 y R2) que atraviesan la pared del intestino hacia la luz y se eliminan con las heces. La fi gura 31-5 muestra las características morfológicas comparativas de adultos de vida libre, y larvas rabditoides y fi lariformes. Ciclo biológico Infectividad y mecanismos de infección Sólo las larvas F3 son infectivas para el humano y los anima- les. La vía de entrada es la cutánea; la mayoría de las veces dicha vía son los pies. Después de 24 horas las larvas alcan- Capítulo 31 Estrongiloidosis234 Figura 31-5 Strongyloides stercoralis. A, Vista frontal de la hembra de vida libre; se observan la boca y los labios. B, Hembra de vida libre; se indica la ubicación del ovario (OV) y del receptáculo seminal con el esperma (SR). Además, se aprecia con facilidad el esófago rabditoide. C, Macho de vida libre; observe el esófago, que es morfológicamente idéntico al de la hembra. D, Extremo proximal de una hembra de vida libre en el que se muestran detalles del esófago rabditoide con el ist- mo; este último es la parte adelgazada seguida del anillo nervioso y el bulbo esofágico que desemboca en el intestino. E y F, Extremos proxi- males de larvas rabditoides obtenidas por sondeo duodenal y en CPS, respectivamente. G y H, Extremos anterior y posterior de larvas rabdi- toides de segundo estadio en proceso de transformación a fi lariformes. En la porción distal, dentro de la vaina, puede observarse la cola bifur- cada, típica de las F3. I, Larva fi lariforme infectiva. Observe el esófago cilíndrico y el extremo caudal bifurcado típico de la especie. 10 μm 50 μm 25 μm 100 μm A OV SR D G B C H I E F zan la circulación venosa, con lo que se inicia la fase pulmo- nar y el descenso hacia el tubo digestivo y su penetración a su hábitat fi nal: la mucosa del intestino delgado. Otra posi- ble vía de infección, aunque rara, es la digestiva, cuando el paciente ingiere alimentos contaminados con agua o tierra con larvas infectivas (fi gura 31-6). Cuando un individuo adquiere por primera vez el pa- rásito por contacto con el suelo contaminado con excreta de otros individuos parasitados se denomina heteroinfección. En esta parasitosis pueden prosperar los mecanismos de au- toinfección interna y externa, cuando las larvas F3 se desa- rrollan en forma temprana dentro del tubo digestivo; dichas larvas penetran la pared intestinal en el caso de autoinfec- ción interna, o las regiones perianales o perineales en el caso de autoinfección externa. Cuando estos mecanismos ocurren sin control, sobreviene el estado conocido como hi- perinfección, pues nuevas hembras fi lariformes partenoge- néticas se suman a las ya existentes, con lo que se acentúa el cuadro clínico, sobre todo en individuos que presentan al- guna inmunodefi ciencia. Hay pruebas de que las larvas se encuentran en el ca- lostro de animales domésticos parasitados por S. ransomi y S. papillosus; además, existe la posibilidadde transmisión a los neonatos. En Zaire se observó una considerable preva- lencia de niños parasitados con S. fulleborni proveniente de monos arborícolas, y se aislaron larvas F3 en la leche mater- na, lo que constituye una fuerte sospecha de transmisión a través de la misma. Resistencia al parasitismo En experimentos con S. ratti como modelo se determinó cier- to grado de resistencia a reinfecciones e hiperinfecciones en ratas sometidas a inoculaciones repetidas con diferentes con- centraciones de larvas infectivas. No obstante, tal resistencia dura aproximadamente dos meses. Con la edad, perros y ga- tos muestran una creciente resistencia a superinfecciones; esta situación no se observa en la clínica humana. En algunos pacientes de zonas endémicas se observa hipersensibilidad que se manifi esta por la respuesta cutánea en los sitios de reinfección, o después de la inyección de ma- terial antigénico obtenido de larvas F3. En ciertos casos este parasitismo puede provocar crisis asmáticas. La importan- cia de los mecanismos protectores en los seres humanos se valora al observar la evolución de la enfermedad en los pa- cientes inmunodeprimidos. Quienes reciben medicación in- munodepresora (p. ej., en casos de trasplante de órganos) o aquellos que tienen el síndrome de inmunodefi ciencia adquirida, y que a la vez están parasitados por S. stercoralis, manifi estan cuadros de hiperinfección de muy mal pronós- tico que ensombrece en modo considerable su situación y que puede llevarlos a la muerte. Mecanismos patogénicos Las lesiones provocadas por este nematodo se relacionan con: a) la penetración cutánea de la forma infectiva al huésped; Mecanismos patogénicos 235 b) su migración durante la fase pulmonar, y c) su permanen- cia y multiplicación en la mucosa del intestino delgado, así como en localizaciones ectópicas. Lesiones cutáneas A menudo son discretas. Cuando el inóculo es pequeño, los signos y síntomas pasan inadvertidos; cuando es de consi- deración, se presentan placas eritematoescamosas, casi siempre en los espacios interdigitales de los pies, en el dorso o en el arco (fi gura 31-7). Cuando existe autoinfección exter- na, se presentan lesiones urticariformes transitorias y recu- rrentes en la zona anal y perineal. Lesiones pulmonares En la migración pulmonar de los parásitos se presentan he- morragias petequiales cuando las larvas pasan de los capi- lares a los alvéolos, donde también ocurre la muda de las mismas. Cuando las larvas aumentan de tamaño, las lesio- nes están en relación directa con el número de individuos en migración. También aparecen lesiones infl amatorias que se traducen en neumonitis difusa o síndrome de Löffl er. En los casos más graves se presentan focos múltiples de conso- lidación neumónica, expectoración y derrames pleurales que pueden contener larvas. Figura 31-7 Lesiones cutáneas en el dorso del pie, en las que se obser- van los puntos infl amatorios donde las larvas reptan. i i i ii d d 2 d1 3 4 5 6 10 7 9 8 Larva rabditoide que es eliminada en las heces fase infectante fase que permite el diagnóstico Adultos resultantes del ciclo de vida libre Huevos producidos por las hembras fecundadas Larva rabditoide eclosionada del huevo La larva rabditoide se transforma en larva filariforme que dará origen a los adultos (flecha en color rojo) La larva filariforme penetra la piel intacta para iniciar la infeccion humana La larva filariforme entra a la circulación sanguínea, llega a los pulmones, penetra los espacios alveolares, pasa por la tráquea, faringe y es deglutida para finalmente convertirse en adulto en el intestino Hembra en el intestino Los huevos son depositados en la mucosa intestinal y empujados hacia la luz intestinal Las larvas rabditoides se transforman en filariformes en el intestino, penetran la mucosa o piel en la zona perianal realizando autoinfección y el ciclo de infección normal = = AU TO IN FE CC IÓ N D esarrollo a larva filariforme Nueva generación de adultos Figura 31-6 Ciclo biológico de Strongyloides stercoralis. El cuadro pulmonar puede agravarse cuando las larvas retardan su migración debido a la abundancia de secrecio- nes y edemas localizados, lo que ocasiona que en situaciones extremas se encuentren hembras partenogenéticas en el pa- Capítulo 31 Estrongiloidosis236 rénquima pulmonar, en donde al oviponer eclosionan las larvas rabditoides, las cuales pueden encontrarse en los pro- ductos de expectoración. Estos casos también se consideran fenómenos de hiperinfección. Lesiones intestinales Las hembras parásitas ponen huevos larvados en duodeno y yeyuno, los cuales dan origen a las larvas R1, las cuales atra- viesan la pared intestinal hacia la luz, y al hacerlo producen lesiones mecánicas, histolíticas e irritativas que provocan una infl amación catarral con infi ltrados de eosinófi los, cé- lulas epitelioides (histiocitos) y, en ocasiones, gigantocitos. También se encuentran puntos hemorrágicos de diversos tamaños, los cuales dependen de la carga parasitaria. La congestión y el edema provocan que las paredes intestinales aumenten de espesor y las vellosidades se alarguen y acha- ten. Todas estas manifestaciones corresponden a un cuadro de duodenoyeyunitis catarral. La mucosa se vuelve disfuncional, hay secreción mucosa abundante y aumento de peristaltismo, lo que conduce a que se presenten evacuaciones diarreicas, algunas veces con sangre, y otras (las más frecuentes) con sangre oculta en las mismas. Con el tiempo, al edema infl amatorio se suma cierta fi brosis, alteraciones de la submucosa y atrofi a muscular. Mediante radiología se observan duodeno y yeyuno como un tubo liso y relativamente rígido, lo cual es signo de es- trongiloidosis crónica. En los casos más graves hay extensas lesiones necróti- cas o un cuadro de suboclusión alta (primeras porciones del intestino delgado); las infecciones bacterianas secundarias pueden complicar el proceso. En los casos fatales, la necrop- sia revela diseminación abundante de hembras parásitas y de larvas que no se limita al tubo digestivo, tanto delgado como grueso, sino que también invaden vías biliares, vesícu- la, hígado, estómago, peritoneo, ganglios linfáticos abdomi- nales y pulmones. La muerte puede ocurrir por obstrucción intestinal alta, íleo paralítico o caquexia. Manifestaciones clínicas La penetración cutánea, según el inóculo, puede pasar inad- vertida o aparecer eritema pruriginoso, edema local y mani- festaciones urticariformes en pacientes con hipersensibilidad a los productos parasitarios. En esta fase es necesario hacer el diagnóstico diferencial con las manifestaciones cutáneas que se observan en la necatorosis y la ancilostomosis. El cuadro pulmonar se inicia pocos días después de la fase cutánea y es muy variable o puede estar ausente. Las manifestaciones de estrongiloidosis benigna son tos, expec- toración, fi ebre ligera y moderado ataque al estado general, pero también se podrían presentar signos y síntomas de bronconeumonía o neumonía atípica. Algunos pacientes pueden sufrir crisis asmáticas. Los síntomas más frecuentes e importantes son los re- lacionados con el aparato digestivo. En este caso, las mani- festaciones podrían refl ejar la presencia de un cuadro be- nigno o asintomático, o formas graves e impresionantes. La fórmula diferencial revela leucocitosis y eosinofi lia, que puede ser de 15 a 40%. Los periodos diarreicos se alternan con estreñimiento; el paciente se queja de dolor abdominal tipo cólico en epigastrio e hipogastrio, que podría llegar a confundirse con otros padecimientos, como giardiasis. En algunos casos el dolor en epigastrio es tan intenso que se llega a confundir con úlcera péptica. Muchos pacientes ma- nifi estan pérdida del apetito, náuseas y vómito, además de otros síntomas de problemas dispépticos. Por lo que se refi ere a las manifestaciones generales, puede presentarse anemia, emaciación, deshidratación, irri- tabilidadnerviosa y depresión en los casos más graves. No se sabe con certeza si algunas de estas señales, sobre todo las relacionadas con la conducta, se deban al parasitismo o a las condiciones precarias que privan en las zonas endémi- cas. La desnutrición ensombrece aún más el pronóstico de este tipo de cuadros parasitarios. Los mecanismos de autoin- fección permiten a la estrongiloidosis convertirse en enferme- dad crónica, que puede ser de 20 a 40 años en algunos casos. Respuesta del huésped a la infección La respuesta del huésped varía en relación con su estado in- munológico, pues, como ya se señaló, esta parasitosis trans- curre como infección asintomática durante varios años, y cuando declina el sistema inmunitario aparece S. stercoralis como agente oportunista. Esto provoca un cuadro grave que puede llegar a producir la muerte. Se han encontrado respuestas anormales, como defec- tos en el cabello que simulan la tricorrexis nodosa que se observa en pacientes con estrongiloidosis, en quienes el pa- decimiento se complicó con tricomicosis axilar, una actino- micetosis que afecta también la estructura del cabello. En los casos de pacientes asmáticos, el compromiso pulmonar que causa el parásito es muy común. Se presentan abscesos pulmonares con abundantes larvas, y larvas mi- gratorias por el parénquima. Otra complicación atribuida a S. stercoralis es una artritis que no responde a corticosteroides antiinfl amato- rios, pero que tiene respuesta con el antihelmíntico tiaben- dazol, lo cual observaron Bocanegra y colaboradores (1981) en dos pacientes. En portadores del virus de la leucemia de células T hu- manas tipo I (HTLV-I), el terreno es propicio para un cuadro grave de estrongiloidosis con diseminación a todos los ór- ganos. Lo mismo sucede con los individuos VIH positivos. La sepsis por Escherichia coli es una complicación mortal en individuos sexagenarios o de mayor edad parasi- tados con S. stercoralis y que reciben medicación a base de corticosteroides por problemas artríticos, los cuales son co- munes en personas de la tercera edad y que viven en zonas endémicas. Respuesta del huésped a la infección 237 Mecanismos del parásito para evadir la respuesta del huésped Los mecanismos de evasión de S. stercoralis no se conocen con certeza. El descubrimiento de metaloproteasas que ac- túan en la penetración de las larvas F3 infectivas, así como en la ecdisis o mudas en la fase de migración, parece consti- tuir también un factor que actúa con éxito para hacer llegar las larvas de cuarto estadio hasta los pulmones y luego ser deglutidas, para que al fi nal, mediante la secreción de sus proteasas, penetren la pared intestinal y se alojen en ella, sin ninguna respuesta evidente del huésped. Recuerde que hay estrongiloidosis asintomáticas en las que se observa poca o ninguna respuesta por parte del huésped. Y luego, otra vez mediante la secreción de proteasas, las larvas R1 y R2 se libe- ran y se dirigen hacia la luz intestinal con ligera respuesta infl amatoria por parte del individuo parasitado. Quizá los cambios de fase que se desarrollan durante el ciclo sean un excelente medio para evadir la respuesta del huésped, lo que se traduce en la cronicidad ya mencionada de la enfermedad. Diagnóstico Debido a que esta parasitosis cursa con signos y síntomas que pueden atribuirse a otros agentes etiológicos, es necesa- rio hacer el diagnóstico diferencial con apoyo en las técnicas de laboratorio apropiadas. Una biometría hemática con di- ferencial permite obtener el grado de anemia y el porcentaje de eosinofi lia y linfocitosis. Los exámenes parasitológicos revelan la presencia del agente etiológico, y en los pacientes graves es necesario el interrogatorio respecto a medicación con agentes inmunodepresores. Exámenes parasicológicos El objetivo de estos estudios es demostrar la presencia del parásito. Debido a que el periodo prepatente puede ser de 3 a 4 semanas, es difícil hallarlo en este lapso, por lo que una eosinofi lia elevada puede orientar el diagnóstico y luego so- licitar el examen de heces como recurso para su confi rma- ción. En un examen coproparasitoscópico directo en fresco se pueden observar con toda facilidad las larvas rabditoides en movimiento, con su primordio genital muy evidente ha- cia la porción media. Se recomienda un CPS de concentración cuando la pa- rasitosis es leve o moderada. Se puede practicar cualquier estudio, ya sea por sedimentación, centrifugación o fl ota- ción. Algunos autores afi rman que hay presencia de huevos larvados en heces, lo cual es prácticamente imposible debi- do a que el hábitat de las hembras fi lariformes es el tejido; aquí es donde se encontrarán los huevos, los cuales eclosio- nan ahí mismo y dan origen a las larvas rabditoides, como se mencionó en el ciclo biológico. Sólo en casos extremos de esfacelo de la mucosa, que no se explicó en la patología, sería factible encontrarlos. Como esta parasitosis cursa con periodos de estreñi- miento, en este caso es factible encontrar larvas F3. Otra téc- nica parasitológica es el examen del contenido duodenal obtenido por sondeo o por cápsula, que en los últimos años ha caído en desuso. Otro método que brinda resultados muy satisfactorios es el de concentración de larvas por medio del dispositivo de Baermann, el cual se puede efectuar de dos formas. En la primera se utiliza una microtécnica o microbaermann en copas cónicas con cajitas de plástico comerciales para mues- tras. Éstas tienen una malla fi na, y en ella se coloca el mate- rial biológico; luego se envuelve en una gasa y se coloca en una copa cónica en contacto con agua a nivel a 40 °C. La otra es la técnica tradicional consistente en un soporte universal y un embudo con una malla de alambre donde se coloca una gasa con la muestra, de manera que esté en contacto con el agua a nivel (fi gura 31-8). El coprocultivo también es útil, sobre todo en zonas donde se traslapan las parasitosis por A. duodenale, N. ame- ricanus y S. stercoralis. Esta técnica, descrita por Harada y Mori en 1955, y que ostenta el nombre de los investigadores, permite establecer las diferencias entre las larvas fi larifor- mes de los tres agentes etiológicos mencionados. Pruebas inmunológicas Los métodos inmunológicos son de gran utilidad para el diagnóstico de esta parasitosis; sin embargo, cabe recordar que la confi rmación parasitológica se logra mediante las técnicas antes señaladas. La prueba ELISA se utiliza en la actualidad con antígenos obtenidos de S. ratti. Se han seña- A B C Figura 31-8 A, Microbaermann en copas; B, dispositivo de Baermann para grandes muestras; C, cultivo de heces de Harada-Mori. Capítulo 31 Estrongiloidosis238 lado reacciones cruzadas con Ascaris lumbricoides, y sobre todo con Necator americanus y Ancylostoma duodenale. Tratamiento Los tratamientos actuales (cuadro 31-1) se basan en la admi- nistración de tiabendazol, el cual se discontinuó en México, pero que aún se utiliza con bastante efectividad en diversas partes del mundo. Otros quimioterápicos son mebendazol y albendazol, los cuales se administran durante tres días. Desde hace varios años se comenzó a utilizar la ivermecti- na, que, según la bibliografía, da excelentes resultados y es un antihelmíntico de amplio espectro. Zaha y colaboradores la recomiendan en dos dosis de 200 μg/kg de peso: una la primera semana, se dejan pasar siete días, y se repite la dosis. El tratamiento es de efectividad excelente cuando se trata de estrongiloidosis en la que no existe factor adverso que esté agravando el cuadro, es decir, en individuos parasi- tados inmunocompetentes, no así en los inmunocompro- metidos, pues en estas circunstancias es necesario llevar a cabo el ataque del factor inmunodepresor que esté en juego. La evaluación del tratamiento se efectúa desde los exáme- nes parasitológicos para la búsqueda de larvas en heces hasta los controles con serología (ELISA). Las cuentas de eosinófi los y los estudiosserológicos pueden servir como marcadores del éxito o fracaso de un tratamiento. También se debe considerar que el fracaso en un tratamiento de estrongiloidosis puede ser resultado de infección concomitante con HTLV-I. Prevención Uno de los factores más importantes que infl uyen en la pre- sencia de esta parasitosis es la eliminación inapropiada de las excretas. Debido a que la estrongiloidosis es una de las enfermedades adquiridas a través de los pies descalzos en contacto con tierra contaminada con larvas infectivas, se recomienda evitar el fecalismo al aire libre. Los usos y cos- tumbres desempeñan un papel determinante en la infección, por lo cual se deben entablar pláticas de concientización y de conocimiento de los factores ambientales que favorecen la presencia de esta enfermedad entre la población rural y se- mirrural, que es la más afectada. Epidemiología Strongyloides stercoralis es cosmopolita; es más común en climas tropicales y subtropicales, aunque se encuentra con relativa frecuencia en climas templados. Las condiciones climáticas para su desarrollo son menos rigurosas que las que necesitan Necator americanus y Ancylostoma duodenale. Las migraciones humanas infl uyen de manera muy importante en la aparición de pacientes con estrongiloidosis en países en los cuales esta parasitosis ya estaba controlada o erradicada. Un ejemplo son los refugiados del sureste asiá- tico, región en donde esta enfermedad es endémica y pre- senta altos índices de morbilidad. Una situación semejante sucede cuando algún turista visita zonas endémicas y regresa infectado a su lugar de origen, por lo general un país desarro- llado. También quienes pelearon en la Segunda Guerra Mun- dial que estuvieron prisioneros en campos de concentración japoneses, y que ahora presentan enfermedades crónico-de- generativas propias de la edad, son factores que favorecen la aparición de la estrongiloidosis que permaneció latente du- rante varias décadas. Norman Stoll, en su discurso presidencial ante la So- ciedad Estadounidense de Parasitólogos en 1947, intitulada Th is wormy world (“Este mundo agusanado”), hizo una pre- gunta premonitora que refl ejaba la preocupación de la OMS: “¿Hay alguna forma de que los parasitólogos puedan contri- buir a impedir la perspectiva de la rápida progresión del mundo hacia más de 3 000 millones de casos de helmintiasis humana en el año 2000?” Su estimación en aquellos años con relación a la parasitación por nematodos fue de 2 000 millones de personas, de los cuales 35 millones padecían pa- rasitosis de S. stercoralis. En la actualidad, Siddiqui y cola- boradores estiman que existen 30 millones de parasitados en 70 países, los cuales se encuentran en zonas tropicales, subtropicales y de climas templados, y por los usos y cos- tumbres de la población se crean microhábitat en los que durante las estaciones de primavera y verano se desarrollan formas de vida libre, en tanto que en meses desfavorables el parásito efectúa autoinfecciones internas y externas. Una zona por demás crítica por la alta prevalencia de estrongi- loidosis es la del Amazonas. La estrongiloidosis está registrada en diferentes pobla- ciones de México que corresponden a zonas tropicales y subtropicales, como Copainalá (Chiapas), Putla (Oaxaca), Macuspana (Tabasco) y El Alto (Jalisco), con prevalencias muy altas de 25, 21, 16 y 11%, respectivamente. La prevalen- cia global para la república es de 4.3%, según el trabajo de Tay y colaboradores de 1976, el cual, aunque tiene varias dé- cadas de antigüedad, puede refl ejar la actualidad, dada la explosión demográfi ca del país. En cuanto a la edad, esta parasitosis no se encuentra en grupos de edad específi cos. Se observa tanto en lactantes como en adultos de más de 50 años, en quienes el síndrome de hiperinfección es más común. Por ejemplo, según los es- Antiparasitario Dosis pediátrica Dosis en adulto Mebendazol 200-400 mg/día, por tres días 200-400 mg/día, por tres días Albendazol 400 mg/día, por siete días 400 mg/día, por siete días Ivermectina (elección) 200 μg/kg/día, por dos días 200 μg/kg/día, por dos días • Cuadro 31-1 Fármacos para el tratamiento de la estrongiloidosis Epidemiología 239 tudios de Ashford y colaboradores, en Papúa, Nueva Gui- nea, en 1979, se encontraron niños de tres a ocho semanas con esta parasitosis, y en otros de uno a cinco años, con pre- valencia global de 72%. En el grupo de cinco a 15 años la prevalencia fue de 25%, y de 14% en adultos. En el mismo estudio se señala la leche materna como la vía de transmi- sión de la infección en lactantes. Caso clínico En el año 2006 la doctora María del C. Dorvigny Scull y cola- boradores publican un par de casos de estrongiloidosis en pacientes VIH positivos. El primer caso refi ere a un paciente masculino de 29 años de edad, mestizo, homosexual, seroposi- tivo al VIH desde 1997, defi nido como SIDA. Desde noviembre de ese mismo año se diagnosticó una estrongiloidosis intes- tinal, para lo cual llevó tratamiento en dos ocasiones con tiabendazol (500 mg), tres tabletas cada 8 horas por 7 y 14 días, respectivamente. Cuatro años después ingresó al hospi- tal por presentar fi ebre de 38 °C, cefalea occipital y frontal, vómitos precedidos de náuseas, tos con escasa expectoración y dolor abdominal de 15 días de evolución aproximadamente. A la exploración física se observaron varios datos de in- terés. 1) En el aparato respiratorio: estertores crepitantes en base pulmonar izquierda; 2) abdomen: distensión abdomi- nal, dolor a la palpación superfi cial y profunda en epigastrio e hipocondrio derecho y 3) en el sistema nervioso central: dis- creta rigidez de nuca. Los estudios hematológicos revelaron leucocitosis moderada, Hb 5-9 g/L, conteo de linfocitos T CD4 ± 6%-138 células/mm3. Examen de esputos y de copas cónicas: se observan incontables larvas de Strongyloides stercoralis. En los estudios radiológicos sólo se informó una elevación del hemidiafragma derecho. A pesar de la tera- péutica instaurada, las condiciones ventilatorias del pacien- te empeoraron, apareciendo evolutivamente disnea, expec- toración hemoptoica y taquicardia, entre otras alteraciones hemodinámicas, que lo llevaron irremisiblemente a la muerte 4 días después de su ingreso. El examen post mortem mostró estrongiloidosis diseminada a intestino delgado y grueso, pulmón, hígado, encéfalo y riñones. Bibliografía Ashford RW, Vince JD, Gratte MA et al. Strongyloides infection in a mid mountain Papua New Guinea community. Results of an epidemiological survey. Papua New Guinea Med J 22(2):128-35. 1979. Bocanegra TS, Espinoza LR, Bridgeford PH et al. 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