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Mecanismos de patogenia vírica

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410 © 2014. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos
45Mecanismos de patogenia vírica
Los virus provocan enfermedades después de atravesar lasbarreras protectoras naturales del organismo, evadir el 
control inmunitario y, o bien destruir células de un tejido im-
portante (p. ej., el cerebro) o bien desencadenar una respuesta 
inmunitaria e inflamatoria destructiva. El resultado de una 
infección vírica está determinado por la naturaleza de la in-
teracción virus-hospedador y la respuesta de éste frente a la 
infección (cuadro 45-1). La respuesta inmunitaria es el mejor 
tratamiento, aunque a menudo contribuye a la patogenia de 
la infección vírica. El tejido escogido por el virus determina la 
naturaleza de la enfermedad y sus síntomas. Existen factores 
víricos y del hospedador que determinan la gravedad de la 
enfermedad, como la cepa del virus, el tamaño del inóculo y 
el estado general de salud de la persona infectada. La capaci-
dad de la respuesta inmunitaria de la persona infectada para 
controlar la infección determina la gravedad y duración del 
proceso. Una enfermedad concreta puede estar provocada 
por diversos virus que comparten un tropismo (preferencia) 
tisular común, como hepatitis, hígado; resfriado común, vías 
respiratorias superiores; encefalitis, sistema nervioso cen-
tral. Por otra parte, un mismo virus puede provocar varias 
enfermedades distintas o ningún síntoma observable. Por 
ejemplo, el virus del herpes simple (VHS) de tipo 1 (VHS-1) 
puede causar gingivoestomatitis, faringitis, herpes labial («úl-
ceras frías»), herpes genital, encefalitis o queratoconjuntivitis, 
dependiendo de cuál sea el tejido afectado, o puede que no 
origine ningún tipo de enfermedad aparente. A pesar de que 
normalmente es benigno, este virus puede poner en peligro 
la vida de un recién nacido o un individuo inmunodeprimido.
Los virus codifican actividades (factores de virulencia) 
que potencian la eficacia de la multiplicación vírica, la trans-
misión vírica, el acceso y la unión del virus al tejido diana, o la 
capacidad del virus de escapar de las defensas del hospedador 
y la respuesta inmunitaria (v. cap. 10). Es posible que estas 
actividades no sean esenciales para el crecimiento del virus 
en cultivo tisular, pero son necesarias para la patogenia o la 
supervivencia del virus dentro del hospedador. La pérdida 
de estos factores de virulencia da lugar a una atenuación 
del virus. Muchas vacunas víricas vivas son cepas de virus 
atenuados.
La exposición de este capítulo se centra en la enfermedad 
vírica celular (citopatogenia), hospedador (mecanismos de 
la enfermedad) y de la población (epidemiología y control). 
La respuesta inmunitaria antivírica se explica tanto en este 
capítulo como en el capítulo 10.
etAPAs BásicAs de lA enfermedAd VíricA
La enfermedad vírica del organismo evolucionará por etapas 
definidas, del mismo modo que la replicación vírica en la cé-
lula (fig. 45-1A). Estas etapas se describen en el cuadro 45-2.
El período de incubación puede desarrollarse sin sinto-
matología (asintomático) o bien producir síntomas precoces 
inespecíficos, como fiebre, cefalea o dolor corporal, que se 
 denominan pródromos. A menudo la infección vírica se 
resuelve de modo asintomático por las defensas innatas del 
hospedador. Los síntomas de la enfermedad están provo-
cados por el daño tisular y los efectos sistémicos asociados 
a la actividad del virus, y por el sistema inmunitario. Estos 
síntomas pueden continuar durante la convalecencia, mien-
tras el organismo repara los daños. Normalmente el individuo 
desarrolla una respuesta inmunitaria de memoria para su 
protección futura frente a acciones similares de ese virus.
infección del tejido diAnA
El virus penetra en el organismo a través de interrupciones 
de la barrera de la piel (cortes, mordeduras, inyecciones) o 
las membranas mucosas epiteliales que revisten los orificios 
del organismo (ojos, aparato respiratorio, boca, genitales y 
aparato digestivo). La piel es una excelente barrera frente 
a la infección. Los orificios están protegidos por lágrimas, 
mucosidad, epitelio ciliado, ácido del estómago, bilis e inmu-
noglobulina A. Probablemente la vía de infección vírica más 
frecuente sea la inhalación.
Tras ingresar en el organismo, el virus se multiplica en las 
células que expresan los receptores víricos y están dotadas 
de la infraestructura biosintética adecuada. Muchos virus 
inician la infección en la mucosa oral o las vías respiratorias 
superiores. La multiplicación vírica en el foco primario puede 
ir acompañada de signos patológicos. Los virus pueden multi-
plicarse y permanecer en el foco primario, pueden disemi-
narse hacia otros tejidos a través del torrente circulatorio o 
en el interior de los fagocitos mononucleares y los linfocitos, 
o pueden diseminarse a través de las neuronas (fig. 45-1B).
La circulación sanguínea y el sistema linfático son los
principales medios de transferencia vírica en el organismo. 
El virus llega hasta ellos después de dañar los tejidos mediante 
fagocitosis, o al ser transportado a través de las células mu-
coepiteliales de la bucofaringe, el aparato digestivo, la vagina 
o el ano. Algunos virus entéricos (picornavirus y reovirus) se
unen a los receptores de las células M que trasladan el virus
a las placas de Peyer subyacentes del sistema linfático.
La presencia del virus en la sangre se denomina viremia. 
El virus puede estar libre en el plasma o puede ir unido a 
alguna célula, como los linfocitos o los macrófagos. Los virus 
capturados por los macrófagos fagocitarios pueden ser inac-
tivados, se pueden multiplicar o pueden ser transmitidos a 
otros tejidos. La multiplicación del virus en los macrófagos, el 
revestimiento endotelial de los vasos sanguíneos o el hígado, 
puede hacer que la infección se amplíe e inicie una viremia 
secundaria. En muchos casos, una viremia secundaria precede 
a la entrada del virus en el tejido diana (p. ej., hígado, cere-
bro, piel) y a la manifestación de los síntomas característicos.
Los virus pueden invadir el sistema nervioso central o el 
cerebro 1) desde la circulación sanguínea (p. ej., virus de la 
arboencefalitis); 2) desde las meninges o el líquido cefalo-
rraquídeo infectados; 3) mediante la migración de macrófagos 
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infectados, o 4) la infección de neuronas periféricas y sen-
soriales (olfativas). Las meninges son accesibles a muchos 
de los virus diseminados por viremia, que también pueden 
tener acceso a las neuronas. Los virus del herpes simple, la 
 varicela-zóster y la rabia infectan inicialmente al epitelio 
mucoso, la piel o el músculo, y después a la neurona periférica 
que los inerva, la cual transporta el virus hasta el sistema 
nervioso central o el cerebro.
PAtogeniA VíricA
Citopatogenia
Los cuatro posibles resultados de la infección de una célula 
por un virus son los siguientes (cuadro 45-3 y tabla 45-1):
1. Fracaso de la infección (infección abortiva).
2. Muerte celular (infección lítica).
3. Infección sin destrucción celular (infección persis-
tente).
4. Presencia de virus sin producción viral pero con posi-
bilidad de que se produzca una reactivación (infección 
recurrente-latente).
Los mutantes víricos que provocan infecciones abortivas 
no se multiplican y, por tanto, desaparecen. Las infecciones 
persistentes pueden ser 1) crónicas (no líticas, productivas); 
2) latentes (síntesis limitada de macromoléculas víricas pero 
no hay síntesis vírica); 3) recurrentes (períodos de latencia 
seguidos de producción vírica), o 4) transformadoras (in-
mortalizadoras).
La naturaleza de la infección está determinada por las 
características tanto del virus como de la célula hospedadora. 
Una célula no permisiva puede carecer de un receptor, de 
una ruta enzimática importante o de un activador de trans-
cripción, o expresar un mecanismo antivírico que no admita la 
replicaciónde un tipo concreto o cepa de virus. Por ejemplo, 
las neuronas y las células que no crecen no tienen la maquina-
ria ni los sustratos para la replicación de un virus ADN. Estas 
células también pueden limitar la magnitud de la síntesis 
de proteínas dentro de las células mediante la fosforilación 
del factor-2a de iniciación de la elongación (eIF-2a) para 
CUADRO 45-2
Evolución de la enfermedad vírica
1. Adquisición (entrada en el hospedador)
2. Inicio de la infección en el foco primario
3. Activación de las protecciones innatas
4. Período de incubación, cuando el virus se amplifica 
y puede diseminarse a una localización secundaria
5. Replicación en el tejido diana, la cual causa los signos 
patológicos característicos
6. Respuestas inmunitarias que limitan y participan 
(inmunopatogenia) en la enfermedad
7. Producción vírica en un tejido que libera el virus a otras 
personas para contagiarlas
8. Resolución o infección persistente/enfermedad crónica
CUADRO 45-1
Determinantes de la enfermedad vírica
Naturaleza de la enfermedad
Tejido diana
Puerta de entrada del virus
Acceso del virus al tejido diana
Tropismo tisular del virus
Permisividad de las células a la replicación vírica
Actividad patogénica (cepa)
Gravedad de la enfermedad
Capacidad citopática del virus
Estado inmunitario (virgen o inmunizado)
Competencia del sistema inmunitario
Inmunidad previa al virus
Inmunopatología
Tamaño del inóculo del virus
Tiempo transcurrido hasta la resolución de la infección
Estado general del individuo
Nutrición
Otras enfermedades que influyen en el estado inmunitario
Dotación genética del individuo
Edad
Figura 45-1 A, Las fases de una infección vírica. El virus es liberado por un 
individuo y adquirido por otro, se replica e inicia una infección primaria en 
el sitio de entrada. Dependiendo del tipo específico de virus, el patógeno 
puede extenderse a otras zonas del organismo y finalmente al tejido diana 
característico de la enfermedad. B, El ciclo empieza con la adquisición, tal co-
mo se ha indicado, y continúa hasta la liberación de nuevos virus. El grosor de 
la flecha indica el grado de amplificación del inóculo vírico inicial durante la 
replicación. Los cuadros indican un foco o causa de los síntomas. C, Evolución 
cronológica de la infección vírica. La evolución temporal de los síntomas y 
la respuesta inmunitaria guardan relación con la fase de la infección vírica 
y dependen de si el virus provoca síntomas en el foco principal o solamente 
tras la diseminación a otros focos (secundarios). CMV, citomegalovirus; 
VHB, virus de la hepatitis B; VIH, virus de la inmunodeficiencia humana.
412 MICROBIOLOGÍA MÉDICA
evitar la unión de los ribosomas a la caperuza 59 del ARNm, 
lo que interrumpe la síntesis de la mayoría de las proteínas. 
Esta protección se puede activar por la gran cantidad de 
síntesis proteica necesaria para la producción de virus o el 
estado antiviral inducido por la activación de interferón a 
(IFN-a) o interferón b (IFN-b). Los virus herpes y algunos 
otros virus evitan este mecanismo mediante la inhibición 
de la enzima fosforiladora (proteína cinasa R) o mediante la 
activación de una fosfatasa de proteínas celular que elimina 
los fosfatos en eIF-2a. Otro ejemplo sería APOBEC3, una 
enzima que determina la inactivación por hipermutación del 
ADNc de los retrovirus. La proteína factor de infectividad 
viral (Vif) del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) 
supera este bloqueo induciendo la degradación de APOBEC3.
Una célula permisiva proporciona la infraestructura bio-
sintética para llevar a cabo el ciclo reproductor completo 
del virus. Una célula semipermisiva puede ser muy ineficaz 
o puede realizar algunos de los pasos de la multiplicación 
vírica, pero no todos.
La replicación del virus puede iniciar cambios en las células 
que terminen por provocar un proceso de citólisis o la apari-
ción de alteraciones del aspecto, las propiedades funcionales 
o la antigenicidad de la célula. Los efectos sobre la célula 
pueden deberse a la utilización por parte del virus de la ma-
quinaria para la síntesis macromolecular, a la acumulación 
de proteínas o partículas víricas o a una modificación o des-
trucción de las estructuras celulares (tabla 45-2).
Infecciones líticas
Se produce una infección lítica cuando la replicación del 
virus comporta la destrucción de la célula diana. Algunos virus 
dañan la célula e impiden la reparación celular al inhibir la 
síntesis de las macromoléculas celulares o sintetizar enzimas 
de degradación y proteínas tóxicas. Por ejemplo, el virus del 
herpes simple (VHS) y otros virus producen proteínas que 
inhiben la síntesis del ADN y el ARNm celulares y sinteti-
zan otras proteínas que degradan el ADN de la célula hos-
pedadora con el fin de obtener sustratos necesarios para la 
replicación del genoma vírico. La síntesis proteica celular se 
puede inhibir activamente (p. ej., el virus de la polio inhibe la 
Tabla 45-2 Mecanismos de citopatogenia vírica
Mecanismos Ejemplos
Inhibición de la síntesis proteica 
celular
Virus de la polio, virus del herpes 
simple, togavirus, poxvirus
Inhibición y degradación 
del ADN celular
Herpesvirus
Alteración de la estructura 
de la membrana celular
Virus con envoltura
Inserción de glucoproteínas todos los virus con envoltura
Formación de sincitios Virus del herpes simple, 
virus de la varicela-zóster, 
paramixovirus, virus de la 
inmunodeficiencia humana
Alteración del citoesqueleto Virus sin envoltura (acumulación), 
virus del herpes simple
Permeabilidad togavirus, herpesvirus
toxicidad de los componentes 
del virión
Fibras de los adenovirus, 
proteína NSP4 de los reovirus
Cuerpos de inclusión Ejemplos
Corpúsculos de Negri 
(intracitoplasmáticos)
Rabia
Intranucleares basófilos 
(ojo de búho)
Citomegalovirus (células 
aumentadas de tamaño), 
adenovirus
Cowdry de tipo A (intranuclear) Virus del herpes simple, virus de 
la panencefalitis esclerosante 
subaguda (sarampión)
Acidófilos intracitoplasmáticos Poxvirus
Acidófilos citoplasmáticos 
perinucleares
Reovirus
CUADRO 45-3
Determinantes de la patogenia vírica
Interacción del virus con el tejido diana
Acceso del virus al tejido diana
Estabilidad del virus en el organismo
Temperatura
Ácido y bilis del tubo digestivo
Capacidad para atravesar las células epiteliales 
de la piel o las mucosas (p. ej., atravesar el tubo 
digestivo hasta llegar a la circulación sanguínea)
Capacidad para establecer una viremia
Capacidad de diseminación a través del sistema 
reticuloendotelial
Tejido diana
Especificidad de las proteínas víricas de adherencia
Expresión de receptores específicos del tejido
Actividad citopatológica del virus
Eficacia de la multiplicación vírica dentro de la célula
Temperatura idónea para la replicación
Permisividad de la célula ante la replicación
Proteínas víricas citotóxicas
Inhibición de la síntesis celular de macromoléculas
Acumulación de proteínas y estructuras víricas (cuerpos 
de inclusión)
Alteración del metabolismo celular (p. ej., inmortalización 
celular)
Respuestas protectoras del hospedador
Respuestas antivíricas no específicas de antígeno
Interferón
Linfocitos citolíticos naturales y macrófagos
Respuestas inmunitarias específicas de antígeno
Respuestas de linfocitos T
Respuestas humorales
Mecanismos víricos de evasión de las respuestas 
inmunitarias
Inmunopatología
Interferón: síntomas sistémicos de tipo gripal
Respuestas de linfocitos T: citólisis, inflamación
Anticuerpos: complemento, citotoxicidad celular 
dependiente de anticuerpos, inmunocomplejos
Otras respuestas inflamatorias
Tabla 45-1 tipos de infecciones víricas celulares
Tipo Producción de virus Destino de la célula
Abortiva − Ningún efecto
Citolítica + Muerte
Persistente
Productiva + Envejecimiento
Latente − Ningún efecto
Transformadora
Virus ADN − Inmortalización
Virus ARN + Inmortalización
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traducción del ARNm celular con cabeza en el extremo 5́ ) 
o bien de manera pasiva (p. ej., mediante la producción de 
abundante ARNm vírico que compite con éxito por los ribo-
somas) (v. cap. 44).
La replicación del virus y la acumulación de componentes 
y progenie víricas en la célula pueden destruir la estructura y 
su función, o bien destruir los lisosomas para provocar la 
muerte celular. La expresión de los antígenos víricos en la su-
perficie celular y la alteración del citoesqueleto pueden modi-
ficar las interacciones intercelulares y el aspecto de las células, 
transformándolas en objetivo de la citólisis inmunitaria.
La infección vírica o la respuesta inmunitaria citolítica 
pueden inducir la apoptosis de la célula infectada. La apop-
tosis es una serie de cambios preestablecidos que cuando 
se desencadenan provocan el suicidio celular. Este proceso 
puede facilitar la liberación del virus desde la célula, aunque 
también limita la cantidad de virus producido al destruir la 
«fábrica» de virus. En consecuencia, muchos virus (p. ej., 
herpesvirus, adenovirus, virus de la hepatitis C) codifican 
métodos para inhibir la apoptosis.
La expresión en la superficie celular de las glucoproteínas 
de algunos paramixovirus, herpesvirus y retrovirus provoca la 
fusión de las células vecinas para dar lugar a células gigantes 
multinucleadas denominadas sincitios. La fusión de una 
célula a otra puede darse en ausencia de síntesis proteica de 
novo (fusión desde el exterior), como sucede en las infec-
ciones por paramixovirus, o bien puede requerir una nueva 
síntesis proteica (fusión desde el interior) como sucede en la 
infección por VHS. La formación de sincitios permite que 
la infección vírica se propague de una célula a otra y eluda la 
detección de los anticuerpos. Los sincitios pueden ser frágiles 
y vulnerables a procesos de lisis. La formación de sincitios 
que tiene lugar en la infección por el VIH también provoca 
la muerte de las células.
Algunas infecciones víricas provocan cambios caracterís-
ticos en el aspecto y las propiedades de las células diana. 
Por ejemplo, pueden aparecer anomalías cromosómicas y 
degradación que se pueden detectar mediante tinciones his-
tológicas (p. ej., formación de anillos de cromatina marginales 
en la membrana nuclear de células infectadas por VHS y ade-
novirus). Además, pueden aparecer estructuras nuevas que se 
pueden teñir, denominadas cuerpos de inclusión, en el núcleo 
o en el citoplasma. Estas estructuras pueden formarse como 
consecuencia de cambios inducidos por el virus en la mem-
brana o en la estructura cromosómica, o bien representar los 
lugares de replicación vírica o la acumulación de cápsides víri-
cas. Debido a que la naturaleza y localización de estos cuerpos 
de inclusión son características de cada infección vírica, su 
detección facilita el diagnóstico de laboratorio (v. tabla 45-2). 
La infección vírica también puede provocar la vacuolización o 
el redondeamiento de las células y otros cambios histológicos 
inespecíficos propios de células enfermas.
Infecciones no líticas
Una infección persistente se da en cualquier célula infectada 
que no muera como consecuencia de la actividad del virus. 
Algunos virus provocan una infección productiva persistente 
debido a su gradual liberación de la célula mediante exocitosis 
o por gemación (virus con envoltura) de la membrana plas-
mática.
Una infección latente puede ser consecuencia de la acción 
de un virus ADN que esté infectando una célula que restringe 
o carece de la infraestructura necesaria para transcribir todos 
los genes víricos. Es posible que los factores de transcripción 
específicos requeridos por este virus tan sólo se expresen en 
algunos tejidos específicos, en células en crecimiento (pero 
no en células en reposo) o tras una inducción por hormonas 
o citocinas. Por ejemplo, el VHS establece una infección 
latente en las neuronas que no expresan los factores nu-
cleares necesarios para transcribir los genes víricos precoces 
inmediatos, pero el estrés y otros estímulos pueden activar 
la replicación vírica.
Virus oncogénicos
Algunos virus ADN y retrovirus establecen infecciones per-
sistentes que también pueden estimular una proliferación 
celular descontrolada y provocar la transformación o inmor-
talización de la célula (fig. 45-2). Las características de las 
células transformadas incluyen un crecimiento continuado 
sin envejecimiento, alteraciones en la morfología y el me-
tabolismo celulares, incremento de la tasa de crecimiento 
celular y transporte de azúcares, pérdida de la inhibición del 
crecimiento por contacto celular y capacidad de desarrollarse 
en una suspensión o acumularse en focos cuando crecen en 
agar semisólido.
Existen distintos virus oncogénicos que tienen dife-
rentes mecanismos para inmortalizar las células. Los virus 
inmortalizan las células 1) estimulando el crecimiento o 
proporcionando genes que lo estimulan; 2) eliminando los 
mecanismos de freno inherentes que limitan la síntesis del 
ADN y el crecimiento celular, o 3) evitando la apoptosis. La 
inmortalización por efecto de los virus ADN se produce en 
células semipermisivas que solamente expresan genes víricos 
Figura 45-2 Mecanismos víricos de transformación e inmortalización. El creci-
miento celular se controla (A) manteniendo un equilibrio entre los activadores 
del crecimiento externos e internos (aceleradores) y los supresores del crecimien-
to, como la proteína p53 y el producto del gen del retinoblastoma (RB) (frenos). 
Los virus oncogénicos alteran el equilibrio eliminando los frenos (B) o reforzando 
el efecto de los aceleradores (C).
414 MICROBIOLOGÍA MÉDICA
seleccionados pero no producen virus. La síntesis de ADN 
vírico, ARNm tardío, proteínas tardías o virus puede provocar 
la muerte celular e impedir la inmortalización. La mayoría 
de virus ADN oncogénicos se integran en el cromosoma de 
la célula hospedadora. Los papilomavirus, los virus SV40 y 
los adenovirus codifican proteínas que se unen e inactivan 
las proteínas reguladoras del crecimiento celular, como la 
p53 y el producto del gen retinoblastoma, lo que elimina las 
restricciones a la proliferación celular. La pérdida de la p53 
también vuelve a la célula más sensible a la mutación. El virus 
de Epstein-Barr inmortaliza los linfocitos B estimulando el 
crecimiento celular (en forma de mitógeno de linfocitos B) y 
evitando la muerte celular programada (apoptosis).
Los retrovirus (virus ARN) usan dos mecanismos para 
la inmortalización u oncogenia. Algunos oncovirus codifi-
can proteínas oncogénicas (p. ej., SIS, RAS, SRC, MOS, 
MYC, JUN, FOS), que son casi idénticas a las proteínas 
celulares involucradas en el control del crecimiento celular 
(p. ej., componentes de una cascada de señales de factor 
de crecimiento [receptores, proteínas G, proteína cinasas] 
o factores de transcripción reguladores del crecimiento). 
La sobreproducción o la alteración de la función de estos 
productos oncogénicos estimulan la proliferación celular. Este 
tipo de virus oncogénicos provoca la aparición de tumores de 
crecimiento rápido. Sin embargo, no se ha identificado ningún 
retrovirus humano de este tipo.
El virus linfótropo de linfocitos T humanos de tipo 1, 
el único retrovirus oncógeno humano identificado, utiliza 
mecanismos más sutiles de leucemogenia. Codifica una proteí-
na (TAX) que transactiva la expresión genética, incluyendo 
ge nes de citocinas estimuladoras del crecimiento (p. ej., inter-
leucina 2 [IL-2]). Esto constituye el segundo mecanismo de la 
oncogenia. La integración del VLTH-1 en la proximidad de 
un gen estimulador del crecimiento celular también puede 
originar su activación por las potentes secuencias víricas po-
tenciadoras y promotoras presentes en ambos extremos del 
genoma vírico (secuencias de repetición terminal larga [LTR, 
por sus siglas en inglés]). Las leucemias asociadas a VLTH­1 
se desarrollan lentamente, y aparecen entre 20 y 30 años 
después de la infección. Los retroviruscontinúan fabricando 
partículas víricas en las células inmortalizadas o transformadas.
Algunos virus pueden poner en marcha de manera indirec-
ta la formación de tumores. Los virus de la hepatitis B (VHB) 
y de la hepatitis C (VHC) pueden tener mecanismos de 
oncogenia directa; sin embargo, ambos virus establecen infec-
ciones persistentes que producen inflamación y que precisan 
de una significativa reparación tisular. La inflamación y la es-
timulación continua de la proliferación celular y los procesos 
de reparación que acontecen en el hígado pueden estimular 
la aparición de mutaciones que dan lugar a la formación de 
tumores. El virus del herpes humano 8 (VHH-8) promueve 
el desarrollo del sarcoma de Kaposi mediante citocinas es-
timuladoras del crecimiento codificadas en su genoma; esta 
enfermedad afecta con una mayor frecuencia a pacientes 
inmunodeprimidos, como los que padecen el síndrome 
de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
La transformación vírica es el primer paso, pero general-
mente no basta para provocar la oncogenia y la formación de 
tumores. En lugar de ello, las células inmortalizadas tienen 
una mayor probabilidad de acumular otras mutaciones o sufrir 
reorganizaciones cromosómicas generadoras de tumores a lo 
largo del tiempo. Las células inmortalizadas también pueden 
ser más sensibles a los cofactores y los promotores tumorales 
(p. ej., ésteres del forbol, butirato), los cuales estimulan la 
aparición de tumores. Aproximadamente el 15% de los casos 
de cáncer en el ser humano se puede relacionar con virus 
oncogénicos, como VLTH-1, VHB y VHC, papilomavirus 16 
y 18, VHH-8 y el virus de Epstein-Barr. El VHS-2 puede ser 
un cofactor del cáncer cervical en mujeres.
Defensas del hospedador frente a la infección vírica
Los objetivos últimos de las respuestas antivirales innatas 
e inmunitarias del hospedador son prevenir la entrada y la 
diseminación y eliminar el virus y las células que lo albergan 
o replican (resolución). La respuesta inmunitaria es la mejor 
y, en la mayor parte de los casos, la única forma de controlar 
las infecciones virales. Las respuestas inmunitarias innatas, 
humorales y celulares son importantes en la inmunidad an-
tiviral. Cuanto más tiempo se replique el virus en el cuerpo 
mayor será la diseminación de la infección y más intensa 
debe ser la respuesta inmunitaria necesaria para controlar la 
infección y el potencial de inmunopatogenia. Los interferones 
y las células T citotóxicas parecen haber evolucionado de 
forma principal como mecanismos de defensa antiviral. En 
el capítulo 10 se describe de forma detallada la respuesta 
inmunitaria antiviral.
La piel representa la mejor barrera frente a la infección. 
Los orificios corporales (es decir, boca, ojos, oídos, nariz 
y ano) están protegidos por el epitelio mucoso ciliado, las 
lágrimas y el ácido gástrico y la bilis en el aparato digestivo. 
Cuando el virus consigue atravesar estas barreras naturales, 
activa las defensas del hospedador inespecíficas (innatas) 
(p. ej., fiebre, interferón, macrófagos, células dendríticas, 
linfocitos citolíticos naturales [NK]), que tratan de limitar 
y controlar la replicación y diseminación local del virus. Las 
moléculas virales, incluido el ARN bicatenario (que es el 
elemento intermedio en la replicación de los virus ARN), al-
gunas formas de ADN y ARN monocatenario y algunas gluco-
proteínas virales, activan la producción de interferón de tipo I 
y las respuestas celulares innatas mediante la interacción con 
receptores citoplasmáticos o receptores de tipo toll (TLR) en 
los endosomas y en las superficies celulares. Las respuestas 
innatas evitan que la mayor parte de las enfermedades víricas 
causen enfermedades.
Las respuestas inmunitarias específicas frente al antígeno 
tardan varios días en activarse y resultar eficaces. El objetivo de 
estas respuestas protectoras es resolver la infección mediante 
la eliminación de todos los virus infecciosos y las células in-
fectadas por virus del organismo. Los anticuerpos son eficaces 
frente a los virus extracelulares, y pueden bastar para controlar 
los virus citolíticos, dado que la replicación vírica eliminará 
la fábrica de viriones del interior de la célula infectada. Los 
anticuerpos llevan a cabo una función clave para controlar la 
diseminación vírica a los tejidos diana por viremia. La inmuni-
dad celular es necesaria para la lisis de la célula diana en el caso 
de las infecciones no citolíticas (p. ej., virus de la hepatitis A) 
y las infecciones provocadas por virus con envoltura.
La inmunidad previa proporciona inmunidad específica de 
antígeno de manera mucho más rápida y eficaz que durante 
la infección primaria. Puede no prevenir los estadios iniciales 
de la infección, pero en la mayor parte de los casos previene 
la progresión de la enfermedad. Cuando se produce una 
reexposición, las respuestas mediadas por células resultan 
más eficaces para limitar la diseminación local del virus y los 
anticuerpos séricos pueden prevenir la diseminación virémica 
del virus. Las respuestas inmunitarias de memoria pueden ser 
generadas por infecciones previas o por vacunación.
Muchos virus, en especial los de mayor tamaño, disponen 
de mecanismos para eludir uno o más aspectos del control 
inmunitario (v. cap. 10, tabla 10-4). Estos mecanismos inclu-
yen prevenir la acción del interferón, modificar los antígenos 
virales, la diseminación mediante transmisión intercelular 
MECANISMOS DE PAtOGENIA VÍRICA 415
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para escapar de los anticuerpos y la supresión de la presenta-
ción de antígenos y la función linfocitaria. El virus del herpes 
simple logra mantener la síntesis de proteínas y la replicación 
de los viriones al eludir las consecuencias del estado antivírico 
inducido por IFN-a e IFN-b. La inhibición de la expresión 
de moléculas del complejo principal de histocompatibili-
dad (MHC) de tipo I por parte de los citomegalovirus y los 
adenovirus impide la destrucción de la célula infectada por 
los linfocitos T. La variación antigénica que tiene lugar a lo 
largo del tiempo (cambio y salto antigénicos) en el virus de la 
gripe o durante la vida del sujeto infectado por el VIH limita 
la eficacia antivírica de la respuesta humoral. La incapacidad 
de resolver la infección puede condicionar una infección 
persistente, enfermedad crónica y la muerte del paciente.
Inmunopatología
La hipersensibilidad y las reacciones inflamatorias iniciadas 
por la inmunidad antivírica pueden ser la causa principal de 
las manifestaciones patológicas y los síntomas de la enfer-
medad vírica (tabla 45-3). Las respuestas iniciales al virus 
y a la infección vírica, como el interferón y las citocinas, 
pueden provocar una reacción inflamatoria local y respues-
tas sistémicas. Por ejemplo, el interferón y las citocinas es-
timulan síntomas sistémicos semejantes a los de la gripe 
(p. ej., fiebre, malestar, cefalea), que suelen asociarse a las 
infecciones víricas respiratorias y viremias (p. ej., virus de 
las arboencefalitis). Frecuentemente estos síntomas preceden 
(pródromo) a los síntomas característicos de la infección 
vírica durante la fase de viremia. Algunas infecciones víricas 
inducen una respuesta intensa de citocinas, una tormenta 
de citocinas, que puede desregular las respuestas inmunita-
rias y puede desencadenar enfermedades autoinmunitarias 
en los pacientes predispuestos genéticamente. Más adelante, 
los complejos inmunitarios y la activación del complemen-
to (vía clásica), la hipersensibilidad retardada inducida por 
los linfocitos T CD4 y la acción citolítica de los linfocitos T 
CD8 pueden provocar daños tisulares. Con frecuencia estas 
acciones estimulan la infiltración de neutrófilos y un daño 
celular adicional.
La respuesta inflamatoria iniciada por la inmunidad celu-
lar es difícil de controlar y provoca destrucción tisular. Las 
infecciones por virus con envoltura, en particular, inducen 
respuestasinmunitarias de tipo celular que acostumbran 
a producir cuadros inmunopatológicos más extensos. Por 
ejemplo, los clásicos síntomas de sarampión y parotiditis son 
consecuencia de respuestas inflamatorias y de hipersensibi-
lidad inducidas por los linfocitos T, en mayor medida que a 
los efectos citopatológicos del virus. La presencia de grandes 
cantidades de antígeno y anticuerpo en la sangre durante la vi-
remia o las infecciones crónicas (p. ej., infección por el VHB) 
puede desencadenar reacciones de hipersensibilidad clásicas 
por inmunocomplejos de tipo III. Estos inmunocomplejos 
pueden activar el sistema de complemento y desencadenar 
respuestas inflamatorias y destrucción tisular. Estos inmu-
nocomplejos acostumbran a acumularse en el riñón, donde 
provocan glomerulonefritis.
En el caso de los virus del dengue y del sarampión, la 
inmunidad parcial frente a virus similares o inactivados puede 
provocar una respuesta más intensa por parte del hospedador 
y una enfermedad más grave tras una ulterior exposición a un 
virus similar o virulento. Esto se debe a que las respuestas es-
pecíficas de antígeno de los linfocitos T y los anticuerpos están 
reforzadas y provocan daños significativos, inflamatorios y de 
hipersensibilidad en las células endoteliales infectadas (fiebre 
hemorrágica del dengue) o de la piel y el pulmón (sarampión 
atípico). Además, los anticuerpos no neutralizantes pueden 
facilitar la captación a través de receptores Fc de los virus 
del dengue y de la fiebre amarilla por los macrófagos, en los 
que se pueden replicar.
Generalmente los niños tienen una respuesta inmunitaria 
celular menos activa (p. ej., linfocitos citolíticos naturales) 
que los adultos y, por tanto, suelen presentar una sintoma-
tología más leve durante las infecciones por algunos virus 
(p. ej., virus del sarampión, de la parotiditis, de Epstein-Barr 
y de la varicela-zóster). Sin embargo, en el caso del virus de 
la hepatitis B (VHB) una sintomatología leve o la ausencia 
de síntomas se corresponden con la incapacidad de eliminar 
la infección, lo que da lugar a un proceso crónico.
enfermedAd VíricA
La susceptibilidad relativa de un individuo y la gravedad de 
la enfermedad dependen de los siguientes factores:
1. El mecanismo de exposición y la localización de la 
infección.
2. El estado inmunitario, la edad y el estado general de 
salud del sujeto.
3. La dosis vírica.
4. La genética del virus y del hospedador.
Sin embargo, una vez que el hospedador ha contraído 
la infección, es probable que los principales factores que 
determinan si la infección vírica provocará una enfermedad 
posiblemente mortal, una lesión benigna o ninguna sintomato-
logía en absoluto sean el estado inmunitario y la competencia 
inmunológica del hospedador.
Las fases de la enfermedad vírica se presentan en la fi-
gura 45-1C. Durante el período de incubación, el virus se 
multiplica, pero no ha alcanzado el tejido diana ni provocado 
el daño suficiente como para dar lugar a un estado patológico. 
El período de incubación es relativamente corto cuando el foco 
primario de la infección es el tejido diana y se producen los 
síntomas característicos de la enfermedad. Los virus que deben 
diseminarse a otras localizaciones corporales y amplificarse 
antes de alcanzar el tejido diana presentan unos períodos de 
Tabla 45-3 Inmunopatogenia vírica
Inmunopatogenia Mediadores inmunitarios Ejemplos
Síntomas de tipo gripal Interferón, citocinas Virus respiratorios, arbovirus (virus inductores de viremia)
Hipersensibilidad retardada e inflamación Linfocitos t, macrófagos y leucocitos 
polimorfonucleares
Virus con envoltura
Enfermedad por inmunocomplejos Anticuerpo, complemento Virus de la hepatitis B, rubéola
Enfermedad hemorrágica Linfocitos t, anticuerpo, complemento Fiebre amarilla, dengue, fiebre de Lassa, virus Ébola
Citólisis postinfección Linfocitos t Virus con envoltura (p. ej., encefalitis postsarampión)
tormenta de citocinas — Células dendríticas, linfocitos t, virus con envoltura y otros virus
Inmunodepresión — Virus de la inmunodeficiencia humana, citomegalovirus, 
virus del sarampión, virus de la gripe
416 MICROBIOLOGÍA MÉDICA
incubación más prolongados. Durante el pródromo pueden 
aparecer síntomas inespecíficos o similares a los de la gripe, 
los cuales preceden a los síntomas característicos de la enfer-
medad. En la tabla 45-4 se detallan los períodos de incubación 
de muchas infecciones víricas habituales. Las enfermedades 
víricas específicas se tratan en los capítulos siguientes y se 
revisan en el capítulo 46.
La naturaleza y la gravedad de los síntomas de una en-
fermedad vírica están relacionados con la función del tejido 
diana infectado (p. ej., hígado, hepatitis; cerebro, encefalitis) 
y la magnitud de la respuesta inmunopatológica provocada 
por la infección. Se producen infecciones inaparentes cuando 
1) el tejido infectado no sufre daños; 2) la infección se con-
trola antes de que el virus alcance el tejido diana; 3) el tejido 
diana es sustituible; 4) el tejido diana se repara rápidamente, 
o 5) la magnitud del daño es inferior al umbral funcional 
de ese tejido en concreto. Por ejemplo, muchas infecciones 
cerebrales son inaparentes o se encuentran por debajo del 
umbral de una pérdida grave de función, aunque si se produce 
una encefalitis, la pérdida de función llega a ser significativa. 
El hospedador fabrica anticuerpos específicos para el virus a 
pesar de la ausencia de sintomatología. Por ejemplo, a pesar 
de que el 97% de los adultos tienen anticuerpos (seropositi-
vos) frente al virus de la varicela-zóster, menos de la mitad 
recuerda haber contraído la varicela. Las infecciones inapa­
rentes o asintomáticas son las fuentes principales de contagio.
Las infecciones víricas pueden provocar una enfermedad 
aguda o crónica (infección persistente). La capacidad y veloci-
dad con la que el sistema inmunitario de una persona controla 
y elimina una infección vírica suele determinar si se producirá 
una enfermedad aguda o crónica, así como la gravedad de 
los síntomas (fig. 45-3). El episodio agudo de una infección 
 persistente puede ser asintomático (poliomavirus JC), provo-
car síntomas similares (varicela y zóster) o distintos (VIH) de 
los de la enfermedad aguda en una fase posterior de la vida 
del individuo. Los virus lentos y priones tienen períodos de 
incubación prolongados durante los cuales se acumula una 
cantidad suficiente de virus o de destrucción tisular antes de 
pasar a una fase de rápida progresión de los síntomas.
ePidemiologíA
La epidemiología estudia la difusión de la enfermedad a través 
de la población. La infección de una población es similar a la 
infección de un individuo, en el sentido de que el virus ha de 
extenderse a través de la población y se controla mediante 
la vacunación (cuadro 45-4). Para subsistir, los virus deben 
continuar infectando nuevos hospedadores sensibles, inmu-
nológicamente vírgenes.
Exposición
Los individuos están expuestos a los virus durante toda su 
vida. Sin embargo, determinadas situaciones, profesiones, 
estilos y condiciones de vida aumentan la probabilidad de 
que un individuo entre en contacto con determinados virus. 
Además, muchos virus son ubicuos. La exposición a los vi-
rus VHS-1, VHH-6, de la varicela-zóster, parvovirus B19, 
de Epstein-Barr y muchos virus respiratorios y entéricos se 
confirma en casi todos los niños pequeños o bien al comienzo 
Tabla 45-4 Períodos de incubación de las infecciones 
víricas habituales
Enfermedad Período de incubación (días)*
Gripe 1-2
Resfriado común 1-3
Herpes simple 2-8
Bronquiolitis, tos ferina 3-5
Enfermedad respiratoria aguda 
(adenovirus)
 5-7
Dengue 5-8
Enterovirus 6-12
Poliomielitis 5-20
Sarampión 9-12
Viruela 12-14
Varicela 13-17
Parotiditis 16-20
Rubéola 17-20
Mononucleosis 30-50
Hepatitis A 15-40
Hepatitis B 50-150
Rabia 30-100+
Papiloma (verrugas) 50-150
Virus de la inmunodeficiencia humana 1-15 años
SIDA 1-10 años
*Hastala primera aparición de síntomas de pródromo. Es posible que los signos 
diagnósticos (p. ej., erupción, parálisis) no aparezcan hasta 2-4 días después.
Modificada de White DO, Fenner F: Medical Virology, 3.ª ed., Nueva York, 1986, 
Academic.
Figura 45-3 Infección aguda y diversos tipos de infección persistente, tal como 
ilustran las enfermedades indicadas en la columna de la izquierda. El color azul re-
presenta la presencia del virus; el color verde indica un episodio de enfermedad. 
SSPE, panencefalitis esclerosante subaguda; VIH, virus de la inmunodeficiencia 
humana; VLTH-1, virus linfótropo de linfocitos t humanos de tipo 1. (Modificado 
de White DO, Fenner FJ: Medical Virology, 3.ª ed., Nueva York, Academic, 1986.)
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de la edad adulta mediante la detección de la presencia de 
anticuerpos frente a estos agentes víricos.
La higiene deficiente y el hacinamiento, así como las 
condiciones escolares y laborales, facilitan el contacto con 
los virus respiratorios y entéricos. Las escuelas infantiles son 
fuentes permanentes de infecciones víricas, especialmente 
de virus difundidos por las vías respiratoria y fecal-oral. Los 
viajes, los campamentos de verano y las profesiones que po-
nen en contacto a la población con un vector transmisor del 
virus (como mosquitos) someten a los individuos a un riesgo 
especial de infección por arbovirus y otras zoonosis. La pro-
miscuidad sexual también facilita la difusión y el contagio de 
diversos virus. Los profesionales de la salud, como médicos, 
dentistas, enfermeros y técnicos, se exponen frecuentemente 
a virus respiratorios y de otro tipo, aunque su máximo riesgo 
lo representan los virus procedentes de sangre contamina-
da (VHB, VIH) o líquidos orgánicos (VHS).
Transmisión de los virus
Los virus se transmiten por contacto directo (incluido el 
contacto sexual), la inyección de líquidos contaminados 
o sangre, el trasplante de órganos y las vías respiratoria y 
fecal-oral (tabla 45-5). La vía de transmisión dependerá 
del origen del virus (el tejido donde el virus se replica y se 
libera) y la capacidad del mismo para superar los obstáculos 
y las barreras del entorno y del organismo mientras se dirige 
al tejido diana. Por ejemplo, los virus que se multiplican 
en el aparato respiratorio (p. ej., virus de la gripe A) se 
difunden a través de las gotas aerosolizadas, mientras que 
los virus entéricos (p. ej., picornavirus y reovirus) se trans-
miten por vía fecal-oral. El citomegalovirus se transmite 
casi siempre a través de las secreciones corporales, ya que 
infecta las células mucoepiteliales, secretoras y otras células 
de la piel, las glándulas secretoras, los pulmones, el hígado 
y otros órganos.
La presencia o ausencia de una envoltura en el virus es 
el principal determinante estructural del modo de trans­
misión vírica. Los virus sin envoltura (virus de cápside 
desnuda) pueden resistir el secado, los efectos de los 
detergentes y valores extremos de pH y temperatura, 
mientras que los virus con envoltura no suelen hacerlo 
(v. cap. 44, cuadro 44-4). Concretamente, la mayoría de 
virus sin envoltura pueden resistir el ambiente ácido del 
estómago y el efecto detergente de la bilis intestinal, así 
como tratamientos con desinfectantes suaves y lavados 
insuficientes. Estos virus generalmente se transmiten por 
las vías respiratoria y fecal-oral, y a menudo se adquieren a 
partir de objetos contaminados denominados fómites. Por 
ejemplo, el virus de la hepatitis A es un picornavirus sin 
envoltura que se transmite por vía fecal-oral, y se adquiere 
a partir de agua, mariscos y alimentos contaminados. Los 
adenovirus y muchos otros virus sin envoltura se pueden 
difundir por contacto con fómites tales como pañuelos y 
juguetes.
CUADRO 45-4
Epidemiología vírica*
Mecanismos de transmisión vírica†
Aerosoles
Comida, agua
Fómites (p. ej., tejidos, ropa)
Contacto directo con secreciones (p. ej., saliva, semen)
Contacto sexual, nacimiento
Transfusión de sangre o trasplante de órgano
Zoonosis (animales, insectos [arbovirus])
Genética (vertical) (p. ej., retrovirus)
Factores de la enfermedad y víricos que facilitan 
la transmisión
Estabilidad del virión en el medio ambiente (p. ej., secado, 
detergentes, temperatura)
Multiplicación y liberación del virus en gotas de aerosol y 
secreciones transmisibles (p. ej., saliva, semen)
Transmisión asintomática
Transitoriedad o ineficacia de la respuesta inmunitaria para 
controlar la reinfección o la recidiva
Factores de riesgo
Edad
Salud
Estado inmunitario
Profesión: contacto con agente o vector
Viajes
Estilo de vida
Niños en guarderías
Actividad sexual
Tamaño crítico de la comunidad
Población sensible, seronegativa
Geografía y estación
Presencia de cofactores o vectores en el entorno
Hábitat y estación de vectores artrópodos (mosquitos)
Jornada escolar: proximidad y hacinamiento
Época de calefacción doméstica
Modos de control
Cuarentena
Eliminación del vector
Inmunización
Vacunación
Tratamiento
Educación
Tabla 45-5 transmisión vírica
Modo Ejemplos
transmisión respiratoria Paramixovirus, virus de la gripe, 
picornavirus, rinovirus, virus de la 
varicela-zóster, virus B19
transmisión fecal-oral Picornavirus, rotavirus, reovirus, norovirus, 
adenovirus
Contacto 
(lesiones, fómites)
Virus del herpes simple, rinovirus, poxvirus, 
adenovirus
zoonosis 
(animales, insectos)
togavirus (alfa), flavivirus, bunyavirus, 
orbivirus, arenavirus, hantavirus, 
virus de la rabia, virus de la gripe A, 
ectima contagioso (pústulas)
transmisión por la sangre Virus de la inmunodeficiencia humana, 
VLtH-1, virus de la hepatitis B, virus de 
la hepatitis C, virus de la hepatitis delta, 
citomegalovirus
Contacto sexual Virus transmitidos por sangre, virus del 
herpes simple, papilomavirus humano, 
virus del molusco contagioso
transmisión 
maternoneonatal
Virus de la rubéola, citomegalovirus, 
virus B19, echovirus, virus del herpes 
simple, virus de la varicela-zóster, VIH
Genética Priones, retrovirus
VLTH-1, virus linfótropo de linfocitos T humanos de tipo 1.
*Infección de una población en lugar de un individuo.
†Véase también la tabla 45-5.
418 MICROBIOLOGÍA MÉDICA
A diferencia de los virus sin envoltura relativamente 
resistentes, los virus con envoltura son frágiles en compa-
ración (v. cap. 44, cuadro 44-5). Para poder infectar a un 
hospedador necesitan estar dotados de una cápsula intacta. 
Estos virus deben mantenerse húmedos y se difunden por 
1) gotas aerosolizadas, sangre, mucosidad, saliva o semen; 
2) inyección, o 3) trasplantes de órganos. La mayoría de 
los virus con envoltura también son sensibles a los ácidos 
y a los detergentes, una característica que impide su trans-
misión por vía fecal-oral. Las excepciones las constituyen el 
VHB y los coronavirus.
Los animales también pueden actuar como vectores 
difusores de la enfermedad vírica a otros animales y a las 
personas, incluso a otros escenarios. También pueden ser 
reservorios de los virus que mantienen y se replican en ellos. 
Las enfermedades víricas compartidas por animales o insectos 
y personas se denominan zoonosis. Por ejemplo, los mapa-
ches, los zorros, los murciélagos, los perros y los gatos son 
reservorios y vectores del virus de la rabia. Los artrópodos, 
como los mosquitos, las garrapatas y los flebótomos, pueden 
actuar como vectores de togavirus, flavivirus, bunyavirus o 
reovirus. A menudo, estos virus se denominan arbovirus 
debido a que son transmitidos por artrópodos (del inglés, 
«arthropod borne»). El capítulo 60 ofrece una descripción 
más detallada de los arbovirus. La mayoría de los arbovirus 
afecta a un amplio abanico de hospedadores, y son capaces de 
multiplicarse en insectos, aves, anfibios y mamíferos especí-
ficos además del ser humano. Asimismo, los arbovirus deben 
provocar una viremia en el animal reservorio, de manera que 
el insecto pueda ingerir el virus cuando consumala sangre 
del hospedador.
Otros factores que pueden facilitar la transmisión de los 
virus son la posibilidad de una infección asintomática, las 
condiciones de hacinamiento, determinadas profesiones, 
ciertos estilos de vida, las escuelas infantiles y los viajes. Con 
respecto a la primera de estas condiciones, existen mu-
chos virus (p. ej., VIH, virus de la varicela-zóster) que se 
eliminan antes de que aparezcan los síntomas, lo que hace 
muy difícil restringir su transmisión. Ésta es una caracterís-
tica importante de las enfermedades de transmisión sexual. 
Los virus que provocan infecciones productivas persistentes 
(p. ej., citomegalovirus, VIH) constituyen un problema es-
pecial debido a que el individuo infectado constituye una 
fuente continua de virus que se pueden extender a sujetos 
inmunológicamente vírgenes. Los virus con muchos serotipos 
diferentes (rinovirus) o los capaces de modificar su antigeni-
cidad (de la gripe y VIH) también encuentran rápidamente 
poblaciones inmunológicamente vírgenes.
Mantenimiento del virus en la población
La persistencia de un virus en una comunidad depende de 
la disponibilidad de un número crítico de personas sensibles 
inmunológicamente vírgenes (seronegativas). La eficacia de 
la transmisión del virus determina el tamaño de la población 
sensible necesaria para mantener el virus en la población. La 
inmunización, obtenida de forma natural o por vacunación, 
es la mejor forma de reducir el tamaño de la población sen-
sible.
Edad
La edad de un individuo es un factor muy importante para de-
terminar la sensibilidad a una infección vírica. Los lactantes, 
los niños, los adultos y los ancianos son sensibles a distintos 
virus y tienen distintas respuestas sintomáticas a la infección. 
Estas diferencias pueden ser el resultado de variaciones en 
el tamaño corporal, la capacidad de recuperación y, lo que 
es más importante, el estado inmunitario de los individuos 
de estos grupos de edad. Las diferencias en el estilo de vida, 
las costumbres, el entorno escolar y profesional a las diversas 
edades también determinan la exposición de la población a 
los virus.
Los lactantes y los niños adquieren una serie de enferme-
dades víricas respiratorias y exantematosas al primer contac-
to, porque son inmunológicamente vírgenes. Los lactantes son 
especialmente sensibles a cuadros más graves de infecciones 
respiratorias por paramixovirus y gastroenteritis, debido a 
su pequeño tamaño y sus necesidades fisiológicas (p. ej., nu-
trientes, agua, electrólitos). Sin embargo, generalmente los 
niños no desarrollan respuestas inmunopatológicas tan graves 
como los adultos, por lo que algunas enfermedades (virus del 
herpes) son más benignas en los niños.
Los ancianos son especialmente sensibles a sufrir nuevas 
infecciones víricas y a la reactivación de virus latentes. Puesto 
que su capacidad de iniciar una nueva respuesta inmunitaria, 
reparar tejidos dañados y recuperarse son menores, esta po-
blación es más sensible a las complicaciones asociadas a la 
infección y a los brotes de cepas nuevas del virus de la gri-
pe A y B. Los ancianos también tienen una mayor tendencia 
a padecer zóster (herpes), una recurrencia del virus de la 
varicela-zóster, a consecuencia del declive de la respuesta 
inmunitaria específica con la edad.
Estado inmunitario
La competencia de la respuesta inmunitaria de un individuo 
y su historial inmunitario determinan con qué rapidez y efi-
cacia se resuelve la infección, y también pueden determinar 
la gravedad de los síntomas. Una nueva exposición de un 
individuo con inmunidad previa acostumbra a dar lugar a 
una enfermedad asintomática o leve, sin transmisión. Los 
individuos con un estado de inmunodepresión debido a SIDA, 
una neoplasia o un tratamiento inmunodepresor presentan un 
riesgo mayor de padecer enfermedades más graves durante la 
infección primaria (sarampión, vacuna) y tienen una mayor 
tendencia a padecer recidivas de infecciones por virus latentes 
(p. ej., virus del herpes, papovavirus).
Otros factores del hospedador
El estado general de salud de un individuo desempeña un im-
portante papel para determinar la competencia y la naturaleza 
de la respuesta inmunitaria y la capacidad de reparación del 
tejido enfermo. Una alimentación deficiente puede afectar al 
sistema inmunitario de un individuo y reducir su capacidad 
de regeneración tisular. Las enfermedades y los tratamientos 
inmunodepresores pueden permitir que se produzca una 
replicación o recurrencia vírica y que pase inadvertida. La 
dotación genética de un individuo también ejerce una des-
tacada función para determinar la respuesta de su sistema 
inmunitario a la infección vírica. Concretamente, las dife-
rencias genéticas en los genes de respuesta inmunitaria, los 
genes de receptores víricos y otros loci genéticos afectan 
la sensibilidad de un sujeto a una infección vírica, así como 
a la gravedad de la infección.
Consideraciones geográficas y estacionales
La distribución geográfica de un virus acostumbra a estar 
determinada por la existencia de los cofactores o vectores 
necesarios, o la existencia de una población sensible inmu-
nológicamente virgen. Por ejemplo, muchos de los arbovirus 
están limitados al nicho ecológico de sus vectores artrópodos. 
La enorme intensidad del transporte a nivel mundial está 
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eliminando muchas de las restricciones geográficas a la dis-
tribución de los virus.
Las diferencias estacionales en la incidencia de las en-
fermedades víricas corresponden a comportamientos que 
facilitan la difusión del virus. Por ejemplo, los virus respira-
torios son más frecuentes en invierno debido a que el haci-
namiento facilita la difusión de estos virus, y las condiciones 
de temperatura y humedad los estabilizan. Por otro lado, los 
virus entéricos son más frecuentes durante el verano, proba-
blemente porque durante esa estación la higiene es más laxa. 
Las diferencias estacionales en las enfermedades transmitidas 
por arbovirus reflejan el ciclo vital del vector artrópodo o sus 
reservorios (p. ej., aves).
Brotes, epidemias y pandemias
El brote de una infección vírica acostumbra a ser el resul-
tado de la introducción de un virus (como el de la hepatitis 
A) en una nueva localización. El brote se origina a partir 
de una fuente habitual (p. ej., preparación de alimentos) y 
frecuentemente se puede detener cuando se identifica dicha 
fuente. Las epidemias se producen en un área geográfica 
mucho más extensa y generalmente son el resultado de la 
introducción de una nueva cepa de virus en una población sus-
ceptible virgen. Las pandemias son epidemias de extensión 
mundial, habitualmente como resultado de la aparición de un 
virus nuevo (p. ej., VIH). Antes acostumbraban a aparecer 
pandemias de la gripe A cada 10 años, a consecuencia de la 
introducción de nuevas cepas del virus.
control de lA ProPAgAción VíricA
La difusión de un virus se puede controlar mediante cua-
rentena, higiene adecuada, cambios en el estilo de vida, eli-
minación del vector o vacunación de la población. Hubo un 
tiempo en que la cuarentena era el único medio de limitar la 
epidemia de las infecciones víricas, y es el método más eficaz 
para limitar la difusión de los virus que siempre provocan 
enfermedades sintomáticas (p. ej., viruela). Actualmente se 
utiliza sobre todo en hospitales para evitar la propagación 
nosocomial de virus, sobre todo a pacientes de alto ries-
go (p. ej., pacientes inmunodeprimidos). La esterilización 
adecuada de los objetos contaminados y la desinfección del 
agua corriente son medios para limitar la difusión de los 
virus entéricos. La educación y los cambios resultantes en el 
estilo de vida han contribuido al control de la difusión de los 
virus de transmisión sexual como el VIH, el VHB y el VHS. 
La eliminación de un artrópodo o su nicho ecológico (p. ej., 
drenaje del pantano que habita)ha demostrado ser eficaz 
para controlar los arbovirus.
Sin embargo, la mejor forma para limitar la propagación 
vírica es la inmunización de la población. La inmunización, 
ya sea obtenida por infección natural o por vacunación, con-
fiere protección al individuo y reduce el tamaño de la po-
blación vulnerable necesaria para estimular la difusión y el 
mantenimiento del virus.
PREGUNtAS
1. ¿Cuáles son las vías a través de las cuales penetran los virus 
en el organismo? Enumere las barreras frente a la infección 
existentes en cada vía y un virus que la utilice para su 
infección.
2. Describa o dibuje la vía de infección de un virus 
que se transmite a través de gotas aerosolizadas y provoca 
lesiones en la piel (semejante a la varicela).
3. Identifique las estructuras que desencadenan una respuesta 
humoral protectora frente a los adenovirus, virus de la 
gripe A, virus de la polio y virus de la rabia.
4. Describa los principales papeles de cada uno de los 
elementos siguientes para estimular la resolución de una 
infección vírica: interferón, macrófagos, células citotóxicas 
naturales, linfocitos T CD4, linfocitos T CD8 y anticuerpos.
5. ¿Por qué se producen el IFN-a y el IFN-b antes que el IFN-g?
6. ¿Cómo se convierte la nucleoproteína del virus de la gripe 
en un antígeno para los linfocitos citolíticos T CD8?
7. ¿Qué acontecimientos se producen durante los períodos 
de pródromo de una enfermedad de un virus respiratorio 
(p. ej., virus de la gripe) y encefalitis (p. ej., virus de la 
encefalitis de San Luis)?
8. Haga una lista de las características del virus (estructura, 
replicación, tejido diana) que facilitarían la transmisión 
por la vía fecal-oral, por artrópodos, por fómites, por la leche 
de la madre y por actividad sexual.
9. ¿Cuáles son los diferentes mecanismos por los cuales 
los virus oncogénicos inmortalizan las células? Descríbalos.
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