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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CUERPO HUMANO (346)

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Epiglotis
Cartílago tiroides
ANTERIOR
Cartílago cricoides
Tráquea
Figura 14-4. Anatomía de la laringe. Sección longitudinal.
Epiglotis
Falsas
cuerdas
vocales
Cuerdas vocales
Figura 14-5. Anatomía de la laringe. Sección transversal con
visualización de las cuerdas vocales. El aire debe circular obligato-
riamente en el espacio que queda entre las cuerdas vocales que se
denomina glotis. La tensión de las cuerdas vocales forma el sonido
y por consiguiente interviene en la formación de la voz.
14.3. ESTRUCTURAS RESPIRATORIAS
INTRATORÁCICAS
14.3.1. Bronquios y bronquiolos
Los bronquios son los tubos de material muscular y carti-
laginoso (similar a la tráquea) que dirigen el aire hacia cada
uno de los pulmones. Cada bronquio se subdivide sucesiva-
mente en dos de acuerdo con una estructura arboriforme
(Fig. 14.7). Inicialmente se denominan bronquios principa-
les (derecho e izquierdo) y luego, a medida que se dividen,
reciben el nombre de bronquios lobares (para cada lóbulo),
segmentarios (para cada segmento) o lobulillares (para cada
lobulillo). También se denominan bronquios primarios, se-
cundarios, terciarios, etc. A medida que se dividen, el diá-
metro de los bronquios se hace menor y disminuye la canti-
dad de cartílago que hay en la pared. Cuando los bronquios
alcanzan un tamaño muy pequeño y no tienen ya cartílago
en la pared, se denominan bronquiolos. Los bronquiolos
continúan subdividiéndose, disminuyendo su diámetro,
aumentando su número y adelgazando el grosor de la pared.
La ramificación de cada bronquio o bronquiolo en dos más
pequeños hace que, aunque el radio de cada uno de ellos sea
menor, el área resultante de la suma de las dos subdivisio-
nes sea mayor (Fig. 14.8). De esta forma, el área total de los
bronquios y bronquiolos se incrementa a medida que
aumenta el número de divisiones. Este hecho es lo que hace
que la velocidad de entrada del aire cada vez sea menor. El
último bronquiolo que no se subdivide, o bronquiolo termi-
nal, carece de cartílago y de glándulas mucosas, aunque el
epitelio existente sigue siendo cilíndrico.
14.3.2. Bronquiolos respiratorios, sacos alveolares
y alvéolos
Los bronquiolos terminales tienen aún una pared excesi-
vamente gruesa como para que los gases difundan fácilmen-
te a través de ella. Cuando la pared del bronquiolo se hace
más delgada es posible la difusión gaseosa y entonces se
denomina bronquiolo respiratorio (Fig. 14.9). El epitelio
cilíndrico de las vías respiratorias superiores es sustituido
por un epitelio plano. Posteriormente, se puede apreciar la
existencia de más dilataciones en la pared del bronquiolo,
que reciben el nombre de sacos alveolares. Finalmente, el
bronquiolo finaliza en el alvéolo pulmonar, una estructura
con forma de bolsa y de paredes muy delgadas en la que se
realiza la mayor parte del intercambio respiratorio.
14.3.3. Estructura del alvéolo pulmonar
Cada alvéolo es como una bolsa de aire con unas paredes
constituidas por un epitelio plano sumamente delgado y
rodeada por capilares (Fig. 14.10). Se pueden distinguir
unas células que forman las paredes y otras que se encuen-
tran al lado de las paredes, pero sin formar parte de ellas.
Entre las primeras se pueden diferenciar los neumocitos de
tipo I, unas células de estirpe epitelial que forman las pare-
des propiamente dichas, y los neumocitos de tipo II, unas
células que secretan una sustancia tensioactiva y cuya fun-
ción se explicará posteriormente. Entre las células situadas
al lado de las paredes están las células de los capilares, los
fibroblastos, responsables de la elaboración de las fibras
elásticas y conectivas que constituyen el armazón que so-
porta los alvéolos, y las células de defensa local como los
macrófagos (o fagocitos) encargados de eliminar cuerpos
extraños y microbios del interior de los alvéolos pulmona-
res. En total se calcula que un adulto normal posee unos 300
millones de alvéolos pulmonares, que, desplegados, propor-
cionan una superficie de contacto con el aire de unos 75 m2.
Esta enorme superficie tiene como misión básica permitir la
difusión del oxígeno hacia el interior del cuerpo y, al revés,
hacer que el CO2 fabricado por el organismo pueda salir al
exterior.
Parte IV. Intercambio gaseoso y circulación 327

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