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Historia Egipto

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ÍNDICE: PÁGINA 1
CAPÍTULO 1: PÁGINA 2
CAPÍTULO 2: PÁGINA 4
CAPÍTULO 3: PÁGINA 6
CAPÍTULO 4: PÁGINA 9
CONCLUSIÓN: PÁGINA 10
CAPÍTULO 1: LA HISTORIA SOCIAL DE LA TEORÍA POLÍTICA
Con este primer capítulo se pretende darnos una comprensión del objeto de estudio de este libro, que no es más que entender una forma de organización. Nosotros la llamamos democracia, a la manera de los griegos, artífices reales de esta manera de organización política, que nació de los más intensos debates reflexivos en el seno de la filosofía más poética y reflexiva de la historia occidental. 
Estos griegos, que después veremos más detenidamente, no dudaron en interpretar al hombre con su contexto de una manera que nadie en su época pudo interpretar.
Otras civilizaciones, se quedaron en la legítima ley del más fuerte, o la ley del “yo estaba primero”. 
En este punto, el libro intenta darnos un origen y una evolución de dicho modelo, que además inauguró una nueva forma de pensar, desconocida hasta la fecha, que no es más que el mero pensamiento político, que hoy reconocemos como un saber innato de la humanidad, pero que nada más lejos de la realidad, supuso un hito tan importante como la reflexión filosófica sistemática o la reflexión científica sobre la naturaleza de la materia, la Tierra y los cuerpos celestes. Como muy bien dice el autor:
“La invención de la teoría política resulta, en todo caso, más difícil de explicar que la aparición de la filosofía natural y la ciencia”
En este sentido, es vital en cierta medida hacer un ejercicio de comparación entre aquellos viejos pensamientos políticos griegos y los que se establecieron a finales del siglo XX. Es en este punto cuando entendemos la riqueza del discurso político de filósofos como Sócrates o Platón. Y es que la historia del pensamiento político en los últimos años apenas ha evolucionado, solo enmarcándose en dos vías: la llamada política real, que afirmaba tratar científicamente los hechos de la vida política tal como son; y la política teórica, dedicada a reflexionar sobre lo que la política debería ser. O lo que es lo mismo: empiristas contra normativos. Una división que bebía en buena medida de la visión de bloques contrapuestos que ofrecía en ese tiempo la Guerra Fría. 
El resultado fue, como muy bien dice el autor, que se perdieron las facultades incisivas de la ciencia política, confinada en sus escritorios viendo desde la tribuna como los actores sociales vivían la historia. En dos mil años de historia, todavía hoy los griegos nos darían lecciones de pensamiento político.
Estos discursos políticos que dominaron la escena universitaria hasta finales del siglo XX fueron fácilmente doblegados por un nuevo discurso, el que ofrecía la Escuela de Cambridge, con su historización radical de las obras de la teoría política y la negación de cualquier significado más allá del momento local de su creación, en el lado opuesto. Fue, en todo caso, un discurso más rico y ofrecía la renovación para la teoría política que este “nuevo tiempo” necesitaba.
Con esta última premisa, entramos de lleno a discutir lo que el autor en este libro llama “la historia social de la teoría política”, entendida como la adhesión de cada uno de los personajes que han escrito el pensamiento político a su tiempo concreto. Es decir, con los años y con la historia se ha intentado dotar a estos discursos de la atemporalidad y la omnipresencia que sus autores no pretendían, o por lo menos así lo piensa nuestro autor. No significa rebajarles, significa humanizarles. Puesto que si no se entiende el contexto, no se entiende el discurso político, y viceversa. 
“…solo si exploramos la posición adoptada por estos pensadores ante los procesos históricos, más amplios, que estaban dando forma al mundo en el que vivían, podremos distinguir entre los grandes teóricos y los que solo fueron publicistas pasajeros”.
Esta es precisamente la visión que nos ofrece la Escuela de Cambridge.
Pero, ¿qué distinguió a Grecia del resto del mundo en esa época? ¿cómo fue capaz de encabezar este pensamiento político?
Era, a lo sumo, un estado que difería mucho de otras grandes civilizaciones o de su predecesores, los reinos de los minoicos o micénicos. Para empezar, no era un estado como tal, sino que se organizaba en una suerte de ciudades-estado o polis, caracterizada por una administración del estado bastante simple y una comunidad cívica que se gobernaba a sí misma, cuyas principales relaciones políticas no eran entre gobernantes y súbditos, sino entre ciudadanos.
Conceptos todos ellos, que hoy miramos con el ojo de la indiferencia sin darnos cuenta de que estas premisas confeccionaron al mundo tal y como hoy lo conocemos. Un oasis democrático fue capaz de sobrevivir estando rodeado de gobiernos tiránicos de unos pocos. Si bien esta democracia contaba con matices tan poco entendibles democráticamente hablando como es el de la esclavitud, supuso ser la semilla de un devenir político que hoy practicamos como si fuera una característica innata del ser humano.
En este sentido el clima político vivido en Grecia, y sobre todo en Atenas, durante estos años no ha tenido parangón. La democracia, ayudada por la no menos importante democratización de la escritura, fue la principal fuerza de los griegos. Los definía y la defendían a ultranza. Todos y cada uno de los ciudadanos participaban de la política, y se enorgullecían de sus roles activos dentro del gobierno de Atenas. Una vez más, tenemos mucho que aprender de los griegos en este sentido. Era, en todo caso, la atmósfera más favorable para el nacimiento de la teoría política, que dentro del discurso democrático que favorecían las polis, los defensores de las jerarquías tradicionales por ejemplo estaban obligados a responder no sólo repitiendo viejos proverbios o recitando canciones épicas de los reyes-héroes aristocráticos, sino construyendo argumentos teóricos que pudieran hacer frente a los desafíos teóricos.
Un modelo que, como bien sabemos, pervivió (con sus matices) en el tiempo. Los romanos introdujeron el derecho romano y el cristianismo. En el feudalismo, en sus relaciones con el campesinado, los señores recurrieron al estado en busca de apoyo, y la soberanía parcelada, a su vez, dio paso de nuevo a la centralización estatal. Finalmente, el capitalismo introdujo conceptos como lo “público y lo “privado”, lo político y lo económico, el estado y la “sociedad”, y una resurrección de la democracia (capitalista) que no representaba ya un desafío para las clases dominantes. Productores y las clases dominantes se enmarcaban ahora dentro de un nuevo y vital mecanismo de adhesión política, los nacionalismos.
CAPÍTULO 2: LA ANTIGUA POLIS GRIEGA
En este segundo capítulo el autor trata de darnos un reflejo de lo que fue el primer embrión de la democracia, la Grecia antigua. 
Para ello, el autor se vale del poema Las suplicantes de Eurípides para darnos una sutil metáfora de la lucha entre demócratas y oligarcas en el seno de la misma Hélade. En este sentido los tebanos o espartanos por ejemplo se enorgullecían de que sus respectivas ciudades estuvieran gobernadas por un solo hombre, que no estaría nublado por los “malos juicios” políticos de la turba analfabeta de pobres y plebeyos. Ante esto, Teseo habla de libertad y justicia, valores que solo un sistema como la democracia era capaz de respetar. 
Justo con el término libertad (eleutheria para los griegos), nos encontramos ante el primer discurso político como tal. Obviando la esclavitud (después la veremos más detenidamente), nos damos de frente con la primera división política del mundo de la antigüedad. Ninguna otra civilización o cultura coetánea a la de los griegos se planteó esta cuestión. Es así, un discurso revolucionario, puesto que en la medida en que la esclavitud se hacía presente este discurso de la libertad iba tomando más y más fuerza. Y su fuerza está en el propio devenir de Grecia, construida de los cimientos oligarcas de los dorios, supo convertir esta libertad en un discurso político.
Así pues,cuando llegamos a las reformas de Solón, el primer momento de la evolución de la democracia ateniense, que está relativamente bien documentado, el conflicto entre señores y campesinos pasa a ocupar decisivamente el primer plano. Solón y sus reformas significaron que se eliminaran diversas formas de apropiación extraeconómica que recurrían al poder político o a la dependencia personal.
Sus reformas, fueron como su propio nombre indica, unas reformas. No supusieron un antes y un después, pero contribuyeron decisivamente para debilitar a la aristocracia, que de manera paulatina fue incorporándose a la comunidad cívica y quedó sujeta a la jurisdicción de la polis. A la aristocracia les costaba cada vez más someterse a los juicios de la plebe, y fueron poco a poco canalizando su rivalidad en el seno de la comunidad de ciudadanos, y esto significaba que podían promover y potenciar sus posiciones si se ganaban el apoyo de la gente, del demos. El discurso político empezaba a enriquecerse paulatinamente. 
Nos encontramos ya en los albores del nacimiento de la democracia cuando llegue Clístenes, el cual introdujo una serie de reformas decisivas para la configuración de la democracia como tal. El resultado de sus reformas fue el establecimiento de un marco institucional que desde entonces y con sólo unas pocas modificaciones iba a regir la democracia ateniense.
La democracia hasta ese punto era un oasis dentro de un mundo de oligarquías como decía más arriba. En este sentido la victoria que los griegos infringieron en Platea contra los persas en el 479 a.C. fue decisiva para comprender la denominada “edad de oro” de la democracia ateniense. Pero todavía es más importante, haciendo un ejercicio de anti historia, si comprendemos que si hubieran perdido hoy probablemente estaría escribiendo las alabanzas de la esclavitud o quizás estaría postrado a los pies de algún amo inmisericordioso. Es más aun importante cuando comprendemos que en esta guerra pelearon dos formas muy distintas de plantear la vida, por un lado la democracia y por otro lado el gobierno unipersonal que encarnaba ese tirano esclavista que fue Jerjes, o al menos es así como ha sido retratado para la historia.
Pero a pesar de todo, esta Grecia que se llenaba la boca de palabras como “igualdad” o “libertad”, era un estado esclavista y en el que las mujeres no tenían derechos políticos. De hecho, la evolución de la democracia acrecentó el papel de la esclavitud y en algunos sentidos rebajó la condición social de las mujeres, sobre todo en cuanto a disponer de la propiedad. Llegados a este punto recuperamos de nuevo el sentido de la contextualidad de la Escuela de Cambridge para entender que Atenas era una democracia en el sentido, y únicamente en el sentido, en el que los griegos entendían el término que ellos habían inventado. Es solo y exclusivamente en este contexto en el que la esclavitud tiene explicación en un marco democrático.
Toda esta dinámica democrática emprendida en Grecia conllevó el desarrollo de la teoría política, que en Atenas generó toda una gama de preguntas filosóficas que a partir de entonces han sido planteadas y abordadas por los filósofos occidentales: no sólo las cuestiones éticas acerca de los criterios y las normas de lo bueno y lo malo, sino las preguntas acerca de la naturaleza y los fundamentos del conocimiento, sobre la relación entre el conocimiento y la moralidad, sobre la naturaleza humana, y la relación entre los seres humanos y el orden natural o divino.
A partir de mediados del siglo V a.C., estas preguntas pasaron a ser planteadas de una forma cada vez más sistemática, primero por los llamados sofistas y luego por aquellos que se autodenominaban filósofos. Sócrates, Platón y Aristóteles fueron herederos de esta filosofía ideada por los sofistas. Curiosamente estos miraban con desprecio a estos sofistas que se movían como pez en el agua dentro de la democracia griega, extendiendo el discurso democrático de polis en polis. Sócrates y Platón construyeron sus discursos en contra de la democracia, curiosamente. Pero esto debemos entenderlo dentro de la propia construcción del discurso político y de la añoranza de un tiempo en el que unos pocos gobernaban sobre muchos. Los filósofos establecieron una distinción entre aprendizaje y persuasión, sugiriendo que los sofistas, como los abogados, en realidad no estaban interesados en conocer la verdad, sino en defender una causa y persuadir a otros de ellos, algo que a los ojos de librepensadores como Sócrates o Platón no estaba bien visto, en la búsqueda de un sabio discruso político.
Capítulo 3: De la Polis al Imperio.
En este tercer capítulo el autor nos hace un resumen bastante acertado de lo que en su opinión fue el fin de la democracia griega y su evolución al imperio romano, y su fin.
En este sentido, hilando con el anterior capítulo, el pensador griego de la polis describe la presencia de una sola autoridad en la política de estado. Esta autoridad política se aprende mandando y obedeciendo bajo las órdenes de otro. En función de las cualidades e intereses del gobernante se establecerá entonces o bien un gobierno que favorecerá a los gobernantes, o bien uno que favorezca a los productores o gobernados, su lógica consideraba el concepto de autoridad como un elemento social clave para el mantenimiento del propio sistema.
Alejando Magno, constituiría entonces un extraño elemento dentro de esta lógica pues, cierto es que fue el gobernante absoluto de un vasto imperio y aceptó la lógica de gobierno despótico, siempre guardó concepciones humanitarias, igualitaristas y no excesivamente abusivas para con sus subordinados, si bien esto puede ser entendido como una estrategia propagandística muy efectiva para aportar conciliación a un marco imperial muy contrastado en todos los ámbitos.
Alejandro trató de helenizar a todos los pueblos sometidos no sólo con prácticas coercitivas, sino fomentando la simbiosis étnica y matrimonial, mediante la creación de cultos religiosos universalistas y mediante la expansión de la lengua, la cultura helena y el respeto a las culturas ajenas… Todo ello fomentó la creación de nuevas rutas comerciales, de comunicaciones, el establecimiento de una moneda aceptada mayoritariamente, etc 
Será la modalidad de dominio indirecto, que podemos asemejar a los gobiernos de protectorado que aplicaron potencias como el Imperio Británico en sus colonias durante el siglo XIX, a través de élites locales helenizadas la que permitirá el mantenimiento y supervivencia de este vasto imperio.
A la muerte de Alejandro y la posterior división del imperio en reinos, el rey apoyado en las élites locales tuvo un papel importante en las luchas de poder que sobrevinieron a la muerte de Alejandro y esta figura del rey no dudó en utilizar una propaganda apoyada en la democracia de la polis para justificar guerras, paces, tratados o dominación.
Pese a todo, la época helenística fue un período de crisis política y social caracterizada por un empeoramiento de vida, que contribuyó a crear una nueva clase social, que nuestro autor denomina los desposeídos. Ello jalonó el periodo de conflictividad y de prácticas de revolución social expresadas en forma de insurrecciones políticas, contexto en el cual se involucraron los grandes proyectos filosóficos para dar su visión del orden de las cosas que, en conclusión (con la aparición de las teorías de la realeza post imperial) no hacían sino reflejar la decadencia de la polis y de la comunidad cívica, impregnada ahora de nuevos fundamentos “exóticos” venidos de oriente.
Aparte de la teoría platónica que supone al rey como “ley viva” lo cual le da potestad para suprimir las libertades y gobernar sin trabas según su criterio, tenemos el pensamiento de epicúreos y de estoicos, muestras teóricas de las turbulencias prácticas que arrastraba el período de decadencia de la polis. Para los primeros el objetivo de la vida del individuo como tal es el placer y la felicidad, por lo que se requiere eliminar los temores que impidan la obtenciónde ese objetivo optando por el retraimiento religioso y político y la creación de una respuesta moral muy diferente al argumento de autoridad propugnado por Platón o por Aristóteles. Los estoicos, por su parte, centrado en la ética y el bienestar del individuo aspiran a eliminar las pasiones de los hombres y a cultivar los bienes del alma, si bien la política y las peculiaridades sociales son irrelevantes debido a la necesidad de crear lazos universales para la humanidad. Algo que puede entenderse como un intento de suscribir la liberación universal o como una justificación del imperio que acepta la desigualdad material del mundo.
Pero lo acontecido con esta y otras corrientes es que en tiempos de Roma sufrirá una reformulación que lo adapta a una realidad en la que apoya y justifica el ascenso del pueblo romano y el conservadurismo de su élite dirigente, frente al pueblo, el cual se ve lastrado políticamente con el triste discurso del “pan y el circo”, discurso potente pero muy diferente al de los griegos.
El estado romano se define entonces como aristocrático dado el diferencial de posesiones entre un aristócrata y un campesino y dado la actividad de cada uno, ya que el campesino será parte del juego político y productivo del que se aprovecharán los aristócratas. Poco a poco la concentración de riquezas y tierras hará que la aristocracia controle más poder y que ponga al servicio de sus ambiciones a un potente y eficaz aparato militar y a una base campesina asentada en el esclavismo que permitirán conquistar y trabajar nuevas tierras capitalizadas por los poderosos de Roma… Esclavos, campesinos y urbanos pues son puestos al servicio de la aristocracia, un sistema creado para generarle más riqueza. Un sistema en el cual las instituciones extractivas que son la élite aristocrática se ponen al servicio de la propia aristocracia.
La República termina y ya nos encontramos ante los orígenes de un estado imperial que sigue en manos de una clase dirigente aristócrata muy poderosa que sigue enriqueciéndose con la usura, la extorsión, la corrupción, el comercio y la explotación de tierra, etc.
La propiedad privada romana entonces configura la estratificación social del momento. En Roma, la propiedad era la única fuente constante y segura de riqueza por lo que se crearon privilegios políticos y jurídicos para proteger a los grandes propietarios de tierras. La posición jurídica y política del campesinado, cada vez más desposeído, irá relegándose una vez más, en beneficio de los poderosos, una clase, que ya veía como principal objetivo la obtención y acumulación de sus tierras. 
El estado imperial era la única forma de preservar Roma (al finalizar la etapa republicana) y este sistema consiguió consolidarse a través de la creación de una red de ciudades que se autogobernaban a modo de federación en ausencia de una burocracia que articulase la política imperial… El estado romano estaba infra-gobernado en lo que a unidad del bloque político se refiere. Y, aunque ello era la causa de su funcionamiento y su fortaleza también era un grave síntoma de debilidad pues los diferentes intereses empujaban al imperio a la disgregación y a la fragmentación. 
En este sentiddo, y haciendo un ejercicio de comparación, es llamativo que la caída de occidente fuese muy anterior a la de oriente, y es que el imperio oriente si tenía una burocracia consolidada y una propiedad de la tierra subordinada al cargo.
Capítulo 4: La Edad Media.
En este último capítulo el autor trata de darnos su visión de lo que fue la evolución política de la antigüedad a su paso por la extinción de Roma. Más conocido todo esto como feudalismo, entendido como el sistema político imperante durante la Edad Media caracterizado por toda una serie de elementos de origen bárbaro que se aderezaron con otras atribuciones de origen romano, como el propio derecho romano o el cristianismo, que configuraron esta época, que marcó, como ahora veremos el punto álgido de la involución política de la cultura occidental que pasó de la democracia griega al feudalismo y la servidumbre sin derechos políticos para la gran mayoría que caracterizaba al feudalismo.
Los bárbaros, a la aniquilación del imperio romano, traerán instituciones consigo propios de su consuetudine que se fusionaran con las ya existentes romanas, dándose entonces un mosaico de jurisdicciones en los que se fragmentaran las funciones estatales (jurídica, militar y administrativa) acompañadas por un sistema de propiedad en el que aparecen por primera vez la contraprestación de un servicio jurisdiccional y militar. Situación que no era ya extraña en los tiempos finales de Roma, donde las grandes aristocracias territoriales constituyen un poder fuerte, que se fragmenta con respecto del estado.
Encontramos entonces, como fruto de lo anterior que hacia finales del S.IX no hay estados soberanos que controlen el poder legislativo en occidente. En el siglo XI las funciones de los tribunales judiciales públicos pasan a manos de los señores locales en concepto de propiedad privada y así ocurrió con otras propiedades del estado o de las asambleas públicas y, si bien es cierto que las monarquías mejor asentadas intentarán organizar una administración allá por el siglo XIII los poderes señoriales le harán competencia y por ello no serán pocas las fricciones entre ambos polos de poder. 
El cristianismo vendrá a complicar la escisión de poderes al configurarse como un poder espiritual diferente de los terrenales, en lo que se ha llamado Estado supranacional,y que terminarán por formar una estructura aparte a cuya cabeza estará el papa. La iglesia vendrá a reafirmar de mano de grandes personalidades la superioridad de un poder espiritual sobre el temporal, lo cual le llevará a enfrentarse al mosaico de poderes arriba citado, solapándose o enfrentándose con otras jurisdicciones, según fuese menester. Aunque como digo, la superioridad de la ignorancia, y por ende del cristianismo, siempre acababan por dirimir la contienda
Incluso en el seno de la iglesia surgirán corrientes opositoras al poder y riqueza que esta llegará a controlar (sectas heréticas, corrientes como los franciscanos, etc), una clara muestra de que se configurará como uno de los grandes polos de poder y uno de los más influyentes entes de la actividad de las clases más bajas de la sociedad.
La crisis feudal a mediados del siglo XIV será vital para mostrarnos una alteración del pensamiento político occidental en su conjunto, y las lógicas del mismo, asentadas sobre los principios tradicionales de autoridad, legitimidad y obediencia, enarbolados por los reyes, defendidos por los señores y legitimados por la iglesia.
CONCLUSIÓN
En última instancia este libro trata de darnos una gran retrospectiva de lo que son los cimientos de nuestra era. De donde bebe el capitalismo o de donde bebe la cultura del consumismo o de donde bebe el individualismo de nuestros días. Preguntas todas ellas que trata de despejar con acierto dándonos muestras del devenir de la historia durante dos milenios exactamente de estudio, desde los días de Clístenes hasta la llegada de la Peste Negra en el siglo XIV pasando por el esplendor de Roma. Épocas que en todos los casos suponen ser la base de nuestras pisadas políticas. Puesto que esto no va de otra cosa más que de la política, o más bien, del discurso político que desde la democracia de Clístenes a supuesto que con varias modificaciones en época romana y feudal hoy nos encontramos bajo la estela del interrogante que encarna el que hacer. Es un gran interrogante que nace de la presunción de unos pocos a que el capitalismo tiene sus días contados. Y el interrogante está en el que hacer. Un interrogante que se antoja difícil de responder, y frustra en gran medida a todo aquel que se presta a afrontarlo. Puede ser que el poder de los sofistas (cuyo papel, más que de influenciar un discurso político, fuera el de privar a la gente de pensamiento libre) todavía hoy siga siendo fuerte, privándonos de librepensamiento. En todo caso el capitalismoes fuerte, y en la medida que somos conscientes de lo bien enraizadas que están sus raíces nos damos cuenta de lo fuerte que se muestra.
Pero todo esto va del discurso político, de la incertidumbre, de la búsqueda de otros caminos… que se nos muestra como nunca antes en la historia en nuestra época. Hoy el discurso es libre, hoy es Internet, hoy es globalización… hoy las viejas premisas del discurso democrático griego se plantean en otra esfera muy diferente. Hoy debemos cuestionarnos el discurso griego, pero lo más importante de todo esto es que hoy podemos cuestionarlo.

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