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Práctico Clase 11 Problemas Historia Americana -

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Práctico Clase 11						Problemas Historia Americana
Empezamos a analizar el cuatro eje a partir de las consecuencias en México. Tienen la clase sobre México y los autores, Marichal y Jáuregui. Recuerden que el segundo parcial lo vamos a tomar la semana que viene, el jueves.
La consigna a discutir es la siguiente:
¿Cuáles son las características de la economía de México según los autores?,¿Cuál es la importancia de los donativos y los préstamos de comerciantes y de la Iglesia a la Corona para que se utilizan?, ¿Cómo toman los dos autores las revueltas de 1810?
Desarrollo:
Marichal hace mención en referencia a la cuestión económica y social, a la observación de Humboldt que afirma con crudeza que “México es el país de la desigualdad” debido a la brecha inmensa que existe en referencia a la distribución global de la riqueza.
El autor analiza los cambios y continuidades que se producen en el desarrollo económico en las últimas décadas de la época colonial para luego relacionarlo con el tiempo de guerra por la independencia. Si bien deja en claro que la apertura de una nueva situación, como lo era el de un incipiente proceso autonomista de ningún modo el cambio impedía que existieran vasos comunicantes que denotaban una continuidad muy a pesar del proceso rupturista.
Los cambios más significativos se produjeron en la esfera político-institucional en el tránsito desde un sistema de características coloniales hacia otro de un liberalismo naciente lo que se manifestó en notables cambios en materia fiscal y financiera, aunque esto no se reflejara en la economía real, mostrando a las claras la continuidad de una economía de características agrícolas-ganaderas con gran incidencia de la minería y sin un desarrollo relevante en las formas tecnológicas, lo que el autor grafica en los métodos de transporte que continuaron siendo rudimentarios mucho tiempo más allá de el cambio que significó la independencia.
Tal como ocurría en la época colonial, la minería siguió significando el 80% del valor de las exportaciones mexicanas mientras que las importaciones textiles mostraban un constante 50% de dicho valor hasta mediados del siglo XIX. Claramente Marichal nos muestra un proceso que, si bien tenía características de ruptura, simultáneamente mostraba claros signos de continuidad.
Con respecto a la minería que como se dijo, representaba un porcentaje significativo de las exportaciones, brindaba medios para facilitar el funcionamiento de todo el sistema económico y financiero. Es en ese sentido que se produce una intensificación de las explotaciones abriendo nuevos sitios de exploración y generando un florecimiento de la industria minera. Mas allá de esto, es importante resaltar que la “base fundamental” de la economía novohispana era la actividad agraria en sus diferentes variantes productivas, a tal punto que aproximadamente el 80% de la población residía en el mundo rural dando muestras de la centralidad que tenía dicho espacio en todo el sistema.
Este predominio de la economía agrícola y ganadera, con sus variaciones e irregularidades debido a factores climáticos y estacionales, eran causa de un lento crecimiento que en el caso mexicano se agravó debido a catástrofes naturales acompañadas de hambrunas, que diezmaron la población provocando con esto una disminución de la producción y el consumo.
Desde fines de los tiempos del virreinato se observa a grupos propietarios de haciendas agrícolas conformando una incipiente oligarquía a pesar de que el mundo indígena era mayoritario y representaba en porcentaje una porción mucho mas relevante. Paralelamente a la existencia de esta oligarquía que conformaba grandes explotaciones rurales, en extensión y capacidad productiva, existían también un importante grupo de pequeños productores que robustecían la actividad económica.
El comercio era favorecido y animado por la amplia variedad de producciones agrícolas que se intercambiaban en los mercados urbanos generando una actividad creciente, que junto al dinamismo que significaba la actividad minera, permitieron una notable expansión de la economía en la segunda mitad del siglo XVIII.
Hay que destacar también el papel importante de las manufacturas textiles que desde tiempos coloniales van a desarrollarse de modo rudimentario y casi artesanal pero no sin ello representar formas productivas que se irán acentuando y refinando obteniendo con ello mayor circulación de productos incluso llegando a generar exportaciones de los mismos hacia territorios vecinos.
El tabaco fue también relevante como sector manufacturero fundamentalmente a partir del impulso borbónico de concentrar dicha actividad en un monopolio que garantizara crecimiento y expansión. Ello llevó a que sean cerrados pequeños emprendimientos y se crearan establecimientos que concentren la actividad industrializándola y dotándola de toda una red productiva que incluía un sistema de distribución y comercialización de mayores proporciones.
Dentro de la estructura económica general es importante destacar la relevancia que tenían los tributos, que debían ser pagados al poder colonial y de ese modo garantizaban en gran medida el funcionamiento general del gobierno, fundamentalmente brindando las herramientas para solventar los crecientes gastos militares devenidos de la defensa contra agresiones externas e internas. Conjuntamente a los tributos como forma de recaudación, existían impuestos que significaban un enorme aporte a las arcas del gobierno, muy en especial aquellos derivados de la actividad minera que gracias a su expansión permitió también ampliar las posibilidades recaudatorias, aunque también existió una forma de tributo que se denominó alcabala, que estaba afectado a la casi totalidad de los intercambios comerciales y que se convirtió en uno de los elementos mas importantes de sustento de las finanzas coloniales y se prolongó hasta entrado el siglo XIX.
El peso que significaba para la población la carga fiscal era de tal envergadura que en muchos casos superaba a las erogaciones que debían tributar poblaciones como la española misma. Dichos ingresos, en gran medida, eran utilizados para solventar gastos militares derivados de diferentes conflictos armados que involucraban a la Corona Española tanto contra Gran Bretaña como con Francia. Estos aportes, a los que las colonias se encontraban atados eran parte indispensable del intento de balancear las finanzas públicas asediadas por los gastos de las campañas y la deuda creciente derivada de dicho proceso. Marichal sostiene que a partir del final del siglo XVIII “la Nueva España efectivamente estaba operando como una especie de ‘submetrópoli’ financiera dentro del Imperio español” debido a la importancia y a la magnitud de las transferencias tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz que incluso de acuerdo a diferentes estudios ascendía al 40% de las exportaciones sin obtener por ellas ningún beneficio ni retribución.
Con las primeras señales que en 1810 comienzan a mostrar una efervescencia de características revolucionarias y a producirse enfrentamientos de diferente envergadura dentro del territorio mexicano se van a ir generando condiciones de una crisis fiscal al dificultarse notablemente la posibilidad de recaudar fondos y con ello se produce un debilitamiento concreto de la Real Hacienda colonial. Tanto las cuantiosas sumas destinadas a campañas militares, como las deudas en aumento y con ello la imposibilidad de acceder a financiamiento más la creciente autonomía que van asumiendo tesorerías locales que ante el nuevo contexto comienzan a minimizar las transferencias hacia el poder central. Al mismo tiempo y como parte del contexto de guerra interior, se producen movimientos que van a ir descentralizando el funcionamiento monetario en especial por la necesidad imperiosa de los dirigentes regionales de contar con fondos que permitan continuar las campañas contra las fuerzas insurgentes.
Todo esto fue deteriorando la economía y generó una gran desconfianza en los sectores poderosos que p intensifiquey debilite aun mas al poder colonial. En 1820 con las noticias de la caída de la monarquía española las elites mexicanas consideraron que la mejor manera de conservar sus espacios de poder y privilegio era emprender un camino de independencia y de ese modo controlar los conflictos internos que podían poner en riesgo la gobernabilidad de estas elites. 
Ya declarada la independencia muchas de las dificultades derivadas de los desequilibrios fiscales se profundizaron y generaron, junto a una compleja situación política, una búsqueda de establecer un sistema federal de organización con similitudes a la de Estados Unidos, lo que acarreó múltiples contradicciones al intentar pasar de un sistema absolutamente centralizado hacia uno de características federales. Este impacto se notó particularmente en materia de recaudación fiscal ya que el desacople de los poderes locales creó una desorganización administrativa que hizo que la crisis se acentuara.
Al mismo tiempo, las transformaciones llegaron incluso a la organización tributaria provocando la eliminación de los tributos y del diezmo minero lo que hizo descender notablemente la capacidad recaudatoria y con ello la posibilidad de solventar los gastos militares que eran de importancia notoria. El monopolio del tabaco más el control de los impuestos del comercio exterior ofrecían la posibilidad de acceso a importantes recursos sin por ello dejar de mostrar signos de debilidad en la naciente organización federal que en 1835 es reemplazada por una de formas centralistas que intentó mediante reformas el establecimiento de un poder fuerte que permitiera una “administración más moderna y uniforme”, aunque dicho propósito chocaba con una situación interna conflictiva y una crisis fiscal de magnitudes.
Marichal nos recuerda que México es el país latinoamericano que sufrió más en materia de enfrentamientos armados tanto internos como externos lo que condicionó su desarrollo sumada a la pérdida de importantes territorios en la guerra con Estados Unidos en 1847. Sin embargo, las dificultades económicas no obedecían solamente a los enfrentamientos internos y externos, aunque estos tuvieran su relevancia, sino que existía una clara debilidad de la organización general de la economía y una clara debilidad de los mercados de capital. Esta combinación, más el núcleo de incapacidad fiscal provocado por la acumulación de deuda, su imposibilidad de pago y las constantes refinanciaciones crearon una crisis estructural que se prolongó en el tiempo con sus consecuencias sobre la realidad mexicana.
Por otro lado, la obra de Jáuregui parte de afirmar que Nueva España vivía en apariencia una situación próspera en los primeros años del siglo XIX gracias al impulso de las reformas borbónicas aunque esto fuera solo una mirada superficial ya que en realidad lo que se experimentaba era un cambio en las estrategias imperiales para garantizar beneficios para las metrópolis incrementando los niveles de desigualdad.
En esos años previos a la apertura del proceso independentista la estructura de la sociedad de Nueva España estaba conformada por una mayoría de población indígena y por porciones menores de criollos y españoles, aunque estos últimos mostraban una clara superioridad económica y social sobre el resto de los grupos que conformaban la sociedad de la época. En medio de estos polos sociales existía un grupo humano intermedio conformado por pequeños artesanos y emprendedores, curas y comerciantes que estaban expuestos a mucho de los vaivenes de la situación económica y de ningún modo conformaban una clase propietaria ni privilegiada.
Por su parte, los indígenas, que se encontraban en la base de la pirámide social, eran el grupo humano más numeroso y basaba su actividad en labores en las propiedades comunales y en la prestación de servicios en haciendas. Eran grupos con una organización compleja y formas autónomas de administración lo que ocasionaba inevitables contradicciones con los poderes centrales que privilegiaban los intereses de las clases superiores por sobre los intereses de los demás grupos subalternos. Estas contradicciones generaron un creciente descontento, fundamentalmente a partir de las reformas que se suceden a fines del siglo XVIII. 
La vida económica basaba su actividad en la minería y en menor medida en un incipiente desarrollo textil, aunque ambas actividades mostraban falencias notables al no producirse una actualización tecnológica que permitiese ampliar la capacidad productiva y con ello la actividad económica general.
La relación económica entre deudores y acreedores dentro de la sociedad novohispánica se hizo compleja y tensa en los años previos a las insurrecciones que condujeron a la independencia mexicana. La creciente inflación más las crisis agrícolas por cuestiones climáticas fueron generando condiciones propicias para radicalizar posiciones y propiciar enfrentamientos cada vez más considerables.
En gran medida la actividad minera tenia una gran dependencia de insumos que debían ser importados y ante la imposibilidad de obtenerlos a través de los puertos españoles, debido al bloqueo que estos sufrían, se recurrió a ampliar el campo de acción comercial abriendo camino hacia lo que Jáuregui denomina “comercio neutral” que permitió que pequeños sectores se enriquecieran de manera abrupta y generaran condiciones de intercambios que serían parte del futuro comercial y exportador de dichos territorios.
El inicio de los movimientos insurreccionales cambió el panorama general a partir de 1810 con el levantamiento del cura Hidalgo que tuvo dimensiones que significaron cambios en muchos aspectos de la vida social. En materia económica se vivió un colapso al propagarse la rebelión y producirse ataques contra unidades productivas e imposibilidad de mantener las rutas de abastecimiento y circulación de mercancías, lo que acarreó una parálisis generalizada en la actividad económica.
Las dificultades de organización de la fuerza de Hidalgo, sumado a las diferencias existentes en las estructuras regionales fueron minando las posibilidades de avanzar e imponer las posiciones revolucionarias que empezaron a sufrir deserciones y perder la iniciativa. Todo este proceso de insurrección y guerra va a afectar claramente en materia económica acrecentando una crisis que se prolongará en el tiempo con diferentes manifestaciones como alza de precios, escases, dificultad distributiva, etc. Todo esto influyó incluso en la minería aunque esta no perdió su capacidad central en la vida novohispana y continuó expandiéndose aunque a un ritmo menos acelerado.
La crisis que se generó con el proceso insurreccional alteró el funcionamiento de la economía en sus diferentes aspectos, y produjo una elevada necesidad de destinar fondos para solventar los gastos derivados de la guerra y ante la radicalización de la situación, se hacia cada vez mas dificultoso obtener dichos fondos por lo que las autoridades virreinales se vieron obligados a tomar préstamos de comerciantes o sectores privilegiados que con la colaboración de la iglesia permitieron acceder a fondos que de otro modo le hubieran sido esquivos y que fueron utilizados tanto para garantizar la defensa dentro del territorio mexicano como, en ocasiones, para solventar el costo de la guerra de la monarquía en Europa. 
Las dificultades de asumir los pagos de los créditos tomados, generó un descontento entre los sectores del capital que veían claramente peligrar la capacidad de cobro ante un poder en crisis sostenida. Ello sin duda empuja a dichos sectores capitalistas hacia posturas favorables a la independencia, no por el valor simbólico de la misma, sino como una manera eficaz de proteger sus intereses económicos en riesgo.
Los primeros años de independencia serán una continuidad y profundización de crisis ante la imposibilidad de acceder a inversiones que permitieran que la minería se expandiera y la agricultura de subsistencia, que era totalmente precaria, pudiera dar un salto hacia mayores niveles de productividad.

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