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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CUERPO HUMANO (413)

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Interleucina 1
TNF
Monocito
o
macrófago
Interleucina 6
UFC-GM
Linfocito
T
Interleucina 3
Interleucina 2
TNF
Interleucina 4
Interleucina 5
Interleucina 7
Figura 17-6. Esquema de la producción de las principales linfocinas.
sis). Una misma linfocina puede actuar sobre varias células
diana, y al mismo tiempo en una célula pueden actuar varias
linfocinas. La acción se realiza al unirse la linfocina con los
receptores de membrana de las células. Se puede desencade-
nar entonces una reacción autocrina, si el efecto recae sobre
la misma célula, una reacción paracrina, si el efecto recae
sobre una célula vecina, o una reacción endocrina, si el
efecto recae sobre células que están a distancia. El papel de
las linfocinas en el organismo es muy extenso y variado. Es
de esperar que un mayor conocimiento de sus múltiples
funciones permitirá su empleo en el tratamiento de tumores,
infecciones víricas, el SIDA y las aplasias medulares.
17.4. ACTUACIÓN CONJUNTA
DEL SISTEMA INMUNITARIO
El sistema inmunitario tiene como misión evitar las inva-
siones del organismo por los diferentes tipos de antígenos.
La estrategia de los microorganismos consiste en dividirse
con gran rapidez y superar la capacidad destructora de las
células de defensa. Para evitar las invasiones existen varios
frentes defensivos (Fig. 17-7). La primera línea la constitu-
yen las barreras de superficie, los elementos celulares de la
sangre con capacidad de fagocitar (leucocitos polimorfonu-
cleares, monocitos y macrófagos) y los factores humorales
(lisozimas, células citolíticas, sistema del complemento y
linfocinas).
Si el antígeno supera esta línea, entra en acción la inmu-
nidad adquirida mediante la acción directa de los anticuer-
pos sobre los antígenos, o bien mediante la presentación del
antígeno por parte del macrófago a los linfocitos, si es el
primer contacto con el antígeno. Inmediatamente se activan
la inmunidad celular y la inmunidad humoral, y se inicia la
división y especialización de los linfocitos T y los linfocitos
B. Los primeros pueden activar las subpoblaciones de linfo-
citos T citotóxicos (CD8), que colaboran en la destrucción,
y las de los linfocitos T cooperadores (CD4), que secretan
linfocinas para reforzar los macrófagos y estimular los lin-
focitos B. Éstos se dividen en células de memoria, para
reconocer a este antígeno en un futuro, y en células plasmá-
ticas, que rápidamente forman millones de anticuerpos. Los
anticuerpos forman de inmediato complejos Ag-Ac que, por
vía directa (opsonización, neutralización, aglutinación, citó-
lisis), destruyen el antígeno y a la vez ponen en marcha el
sistema del complemento, cuyo fin es colaborar en la des-
trucción de más antígenos. Llegado ese punto, la invasión
debe ser controlada y los linfocitos T supresores han de
modular las reacciones para que no resulten excesivas.
En el caso de que hubiera una segunda invasión por este
mismo antígeno, gracias a las propiedades de recuerdo o
memoria del sistema inmunitario se activarían los linfocitos
T y B de memoria, que se encuentran almacenados de forma
inactiva en los ganglios linfáticos. Se produciría entonces la
segunda respuesta, que se caracteriza por ser más rápida,
más potente y más duradera (Fig. 17-8). Estos linfocitos de
memoria son los que pueden sobrevivir durante meses o
años en el tejido linfático.
A lo largo de la vida se debe mantener el equilibrio entre
los elementos del sistema inmunitario y los microorganis-
mos que viven de forma saprofita en el organismo, entre las
células muertas o inutilizadas que deben ser eliminadas y
las células normales. Cuando este equilibrio se rompe, por
defectos en la inmunidad celular o humoral, se favorecen
las infecciones o las degeneraciones celulares (estas últimas
pueden derivar hacia procesos tumorales). Si las alteracio-
nes se deben a un defecto en la tolerancia inmunitaria, se
pueden producir enfermedades autoinmunitarias, y si se da
una respuesta excesiva frente a un antígeno contra el que ya
se está sensibilizado, se pueden producir enfermedades por
hipersensibilidad, como la alergia.
17.4.1. Vacunación e inmunidad pasiva
En la actualidad existen métodos para mejorar la capaci-
dad defensiva del sistema inmunitario.
La vacunación es una forma de crear inmunidad adquiri-
da contra enfermedades específicas, pero estimulada de for-
ma artificial. Se basa en potenciar la capacidad de memoria
que tiene el sistema inmunitario y consiste en la inyección
de microorganismos o toxinas previamente manipulados,
pero que conservan sus antígenos, para que el sistema inmu-
nitario del individuo elabore anticuerpos contra el antígeno
y así, en una futura infección, pueda desencadenarse un
efecto de segunda respuesta más eficaz y rápido.
Unas vacunas se elaboran con bacterias muertas, incapa-
ces de producir la enfermedad, pero que conservan sus
antígenos químicos (p. ej., las vacunas de la difteria, la tos
ferina y la fiebre tifoidea). Otras vacunas se basan en la
introducción en el cuerpo de microorganismos vivos pero
atenuados. Se elaboran con virus que se someten a sucesivas
mutaciones hasta que pierden su virulencia, aunque mantie-
nen sus antígenos específicos (p. ej., las vacunas contra
enfermedades víricas como la poliomielitis o el sarampión).
394 Estructura y función del cuerpo humano

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