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Interleucina 1 TNF Monocito o macrófago Interleucina 6 UFC-GM Linfocito T Interleucina 3 Interleucina 2 TNF Interleucina 4 Interleucina 5 Interleucina 7 Figura 17-6. Esquema de la producción de las principales linfocinas. sis). Una misma linfocina puede actuar sobre varias células diana, y al mismo tiempo en una célula pueden actuar varias linfocinas. La acción se realiza al unirse la linfocina con los receptores de membrana de las células. Se puede desencade- nar entonces una reacción autocrina, si el efecto recae sobre la misma célula, una reacción paracrina, si el efecto recae sobre una célula vecina, o una reacción endocrina, si el efecto recae sobre células que están a distancia. El papel de las linfocinas en el organismo es muy extenso y variado. Es de esperar que un mayor conocimiento de sus múltiples funciones permitirá su empleo en el tratamiento de tumores, infecciones víricas, el SIDA y las aplasias medulares. 17.4. ACTUACIÓN CONJUNTA DEL SISTEMA INMUNITARIO El sistema inmunitario tiene como misión evitar las inva- siones del organismo por los diferentes tipos de antígenos. La estrategia de los microorganismos consiste en dividirse con gran rapidez y superar la capacidad destructora de las células de defensa. Para evitar las invasiones existen varios frentes defensivos (Fig. 17-7). La primera línea la constitu- yen las barreras de superficie, los elementos celulares de la sangre con capacidad de fagocitar (leucocitos polimorfonu- cleares, monocitos y macrófagos) y los factores humorales (lisozimas, células citolíticas, sistema del complemento y linfocinas). Si el antígeno supera esta línea, entra en acción la inmu- nidad adquirida mediante la acción directa de los anticuer- pos sobre los antígenos, o bien mediante la presentación del antígeno por parte del macrófago a los linfocitos, si es el primer contacto con el antígeno. Inmediatamente se activan la inmunidad celular y la inmunidad humoral, y se inicia la división y especialización de los linfocitos T y los linfocitos B. Los primeros pueden activar las subpoblaciones de linfo- citos T citotóxicos (CD8), que colaboran en la destrucción, y las de los linfocitos T cooperadores (CD4), que secretan linfocinas para reforzar los macrófagos y estimular los lin- focitos B. Éstos se dividen en células de memoria, para reconocer a este antígeno en un futuro, y en células plasmá- ticas, que rápidamente forman millones de anticuerpos. Los anticuerpos forman de inmediato complejos Ag-Ac que, por vía directa (opsonización, neutralización, aglutinación, citó- lisis), destruyen el antígeno y a la vez ponen en marcha el sistema del complemento, cuyo fin es colaborar en la des- trucción de más antígenos. Llegado ese punto, la invasión debe ser controlada y los linfocitos T supresores han de modular las reacciones para que no resulten excesivas. En el caso de que hubiera una segunda invasión por este mismo antígeno, gracias a las propiedades de recuerdo o memoria del sistema inmunitario se activarían los linfocitos T y B de memoria, que se encuentran almacenados de forma inactiva en los ganglios linfáticos. Se produciría entonces la segunda respuesta, que se caracteriza por ser más rápida, más potente y más duradera (Fig. 17-8). Estos linfocitos de memoria son los que pueden sobrevivir durante meses o años en el tejido linfático. A lo largo de la vida se debe mantener el equilibrio entre los elementos del sistema inmunitario y los microorganis- mos que viven de forma saprofita en el organismo, entre las células muertas o inutilizadas que deben ser eliminadas y las células normales. Cuando este equilibrio se rompe, por defectos en la inmunidad celular o humoral, se favorecen las infecciones o las degeneraciones celulares (estas últimas pueden derivar hacia procesos tumorales). Si las alteracio- nes se deben a un defecto en la tolerancia inmunitaria, se pueden producir enfermedades autoinmunitarias, y si se da una respuesta excesiva frente a un antígeno contra el que ya se está sensibilizado, se pueden producir enfermedades por hipersensibilidad, como la alergia. 17.4.1. Vacunación e inmunidad pasiva En la actualidad existen métodos para mejorar la capaci- dad defensiva del sistema inmunitario. La vacunación es una forma de crear inmunidad adquiri- da contra enfermedades específicas, pero estimulada de for- ma artificial. Se basa en potenciar la capacidad de memoria que tiene el sistema inmunitario y consiste en la inyección de microorganismos o toxinas previamente manipulados, pero que conservan sus antígenos, para que el sistema inmu- nitario del individuo elabore anticuerpos contra el antígeno y así, en una futura infección, pueda desencadenarse un efecto de segunda respuesta más eficaz y rápido. Unas vacunas se elaboran con bacterias muertas, incapa- ces de producir la enfermedad, pero que conservan sus antígenos químicos (p. ej., las vacunas de la difteria, la tos ferina y la fiebre tifoidea). Otras vacunas se basan en la introducción en el cuerpo de microorganismos vivos pero atenuados. Se elaboran con virus que se someten a sucesivas mutaciones hasta que pierden su virulencia, aunque mantie- nen sus antígenos específicos (p. ej., las vacunas contra enfermedades víricas como la poliomielitis o el sarampión). 394 Estructura y función del cuerpo humano
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