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altitud, la alcalosis y la hipocapnia generada por la hiper- ventilación son beneficiosos porque aumentan la capaci- dad de fijación del oxígeno por la hemoglobina. Después de varios días, la alcalosis se compensa por los mecanis- mos renales pero ya se han ido produciendo otros meca- nismos de la aclimatación, como el aumento de los glóbulos rojos y del 2,3-DPG, entre otros. Por tanto, en ese momento, existe una correcta fijación del oxígeno por la policitemia y una mejor cesión a los tejidos por el efecto del 2,3-DPG. En la altitud extrema, en el individuo acli- matado después de varias semanas en medio hipóxico, la incapacidad renal para eliminar los iones bicarbonato genera alcalosis respiratoria no compensada, que aumenta aún más con la gran hiperventilación propia del ejercicio realizado en estos medios. En consecuencia, mejora la captación del oxígeno en el pulmón, en estos ambientes de muy baja presión atmosférica, sin comprometer su trans- porte y su cesión a los tejidos puesto que al llegar a esas alturas los montañeros ya han desarrollado los otros meca- nismos de la aclimatación. Se supone que estos factores son los que han hecho posible que el hombre haya subido hasta el punto más alto de la Tierra sin necesidad de usar oxígeno suplementario. En definitiva, la saturación arterial de oxígeno que tendrá una persona dependerá de la altitud a la que se encuentre y del resultado global de la interacción de todos los factores comentados anteriormente. En la Figura 53.1 se muestran las saturaciones arteriales de oxígeno obteni- das en una expedición al Aconcagua (6962 m). Respecto al contenido de oxígeno de la sangre arte- rial, el aumento de la hemoglobina debido a la policitemia producida en altitud supone que el contenido de oxígeno por litro de sangre puede ser similar en altitud, en una per- sona aclimatada, que a nivel del mar. No obstante, a par- tir de cierta altitud la cantidad de oxígeno en sangre es significativamente menor que a nivel del mar. En estas circunstancias, la extracción de oxígeno por los tejidos supone que la PO2 de la sangre venosa es todavía menor a la habitual. Respiración durante el sueño en altitud La somnolencia, el insomnio y los despertares noctur- nos son trastornos que se dan muy frecuentemente cuando una persona sobrepasa los 3500 m de altitud. Al dormir a esas altitudes, hay un cambio en la arquitectura del sueño, con un incremento del sueño ligero y una disminución del sueño profundo con reducción de las ondas lentas y de la fase REM (véase el sueño normal en los Capítulo 9 y 52). Aparece un tipo de respiración periódica, tipo Cheyne- Stokes, con alternancia de fases de hiperventilación con otras de disminución (hipopnea) o supresión (apnea) de la respiración. Las apneas centrales (ausencia de flujo orona- sal y de movimientos torácicos y abdominales) son las que caracterizan la respiración durante el sueño en altitud. La frecuencia e intensidad de esta respiración periódica varí- an según los individuos, oscilando entre 2 y 90% del tiem- po total del sueño según los diversos autores. Aparece especialmente en estadio II y en fase REM y la duración de las pausas respiratorias puede ser de más de 20 segun- dos. Este tipo de respiración es muy frecuente en los indi- viduos que se desplazan a la altitud, siendo menos común en los habitantes de estas zonas. Tal situación puede des- pertar bruscamente al individuo con sensación de que se está ahogando, y provoca importantes desaturaciones de la hemoglobina y, por tanto, del suministro de oxígeno a los tejidos. En definitiva, en alta cota, la disminución de oxí- geno en la sangre es más importante durante el sueño. Otros mecanismos de adaptación a la altitud Cardiocirculatorios En la exposición aguda a la hipoxia se produce un aumento de la actividad simpática, con elevación de la fre- cuencia y el gasto cardíacos que mejora la perfusión pul- monar y tisular y, por tanto, la fijación del oxígeno en los pulmones y su cesión a los tejidos. Dichas elevaciones se producen ya en reposo y son considerablemente mayores en situación de ejercicio. Sin embargo, durante las estan- cias prolongadas en altitud tales parámetros van disminu- yendo lentamente hasta valores algo superiores a los de la normoxia. Además, la permanencia en altitud tiene un efecto betabloqueante sobre el corazón (desensibilización y disminución de receptores betaadrenérgicos) de manera que, en estas situaciones de hipoxia crónica, la realización de ejercicio máximo produce una disminución de la fre- cuencia cardíaca. Tal mecanismo podría constituir un sis- tema de autoprotección del corazón para no aumentar sus necesidades metabólicas más allá del aporte de oxígeno que recibe. El volumen de eyección sistólico varía poco en alti- tud. Ya sea en reposo o en ejercicio, este parámetro aumen- ta ligeramente o permanece estable en el caso de exposición aguda a la hipoxia, y disminuye si esta exposi- ción es prolongada. Dicha disminución es debida simple- mente a un descenso del retorno venoso y no a problemas de contractibilidad. Todos estos mecanismos indicarían, por tanto, que el corazón normal no parece sufrir en alti- tud, incluso si ésta es extrema. La presión arterial en reposo no se modifica por la exposición a la altitud. Ello podría ser debido a la dismi- nución de las resistencias periféricas totales que comporta el incremento en la capilarización que se da con la aclima- tación. Al igual que a nivel del mar, el ejercicio aumenta la presión sistólica y mantiene o disminuye la presión diastó- lica (véase Capítulo 84). La prevalencia de la hipertensión arterial es menor en las poblaciones que viven en altitud que en las de las tierras bajas. Por el contrario, en altitud se produce un importante aumento de la presión arterial pulmonar como consecuen- cia de la vasoconstricción pulmonar. Esta vasoconstric- ción, que está mediada fundamentalmente por la endotelina 1 que secreta el endotelio vascular en respuesta F I S I O L O G Í A D E L A R E S P I R A C I Ó N E N A M B I E N T E S E S P E C I A L E S 667
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