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La salida de las sales biliares a través de la membrana canalicular es posible gracias a la intervención del trans- portador BSEP y de la energía aportada por la hidrólisis del ATP. Esta bomba consigue elevar la concentración de las sales biliares en el canalículo biliar hasta 1000 veces la existente en los hepatocitos. Este extraordinario gradiente osmótico entre la sangre y la bilis canalicular es el que atrae agua hacia la luz canalicular y el que determina el flujo biliar dependiente de las sales biliares. El paso de esta agua, junto con el de diversos cationes, se produce principalmente por vía paracelular, a través de las uniones estrechas. 2. Flujo biliar independiente de los ácidos biliares. En la formación de este flujo biliar intervienen dos mecanis- mos diferentes (Fig. 59.6). Uno de ellos es el que está liga- do a la excreción de aniones orgánicos (bilirrubina conjugada, sulfatos, glucuronatos, etc.), es dependiente del glutatión y está mediado por el transportador MRP2 de la membrana canalicular. El segundo mecanismo supone la formación de CO3H – y H+ a partir del CO2 y del agua con la participación de la anhidrasa carbónica. El CO3H – es excretado en la bilis intercambiándolo por el Cl- y con la mediación del intercambiador Cl–/CO3H –, AE2. Secreción de otros componentes de la bilis La bilis, además de iones, agua y ácidos biliares, con- tiene lípidos que son muy poco solubles en el agua (leciti- na) o totalmente insolubles en ella (colesterol). Si, a pesar de ello, estos lípidos permanecen disueltos en la bilis, se debe a que el colesterol se incorpora a micelas mixtas for- madas por sales biliares y lecitina, además de por el pro- pio colesterol o a vesículas esféricas constituidas casi exclusivamente por lecitina (véase Fig. 59.3). Lo primero es lo que ocurre cuando la concentración de colesterol en la bilis es baja. Cuando esa concentración es mayor, el colesterol se encuentra incluido en vesículas biliares. Para que la secreción de colesterol y de lecitina sea posible es necesaria la secreción previa de sales biliares. Tanto el colesterol como la lecitina proceden de la membrana cana- licular de los hepatocitos. En ésta se sitúan los transporta- dores dependientes del ATP, la BSEP y la MDR3 ya mencionados. El transportador BSEP extrae sales biliares de los hepatocitos y los envía a la bilis de los canalículos. Al mismo tiempo, el transportador MDR3 trasloca la leci- tina desde la capa interna (citoplasmática) de la membra- na canalicular a la externa. De esta forma, alrededor de los puntos donde se localiza este transportador, la capa exter- na de la membrana se enriquece en lecitina. La interacción de las sales biliares de la luz canalicular con la membrana da lugar a que se forme una pequeña vesícula biliar unila- melar que se desprende a la bilis. A estas vesículas se incorpora el colesterol presente en la membrana canalicu- lar (véase Fig. 59.3). La capacidad de estas vesículas para disolver colesterol es hasta 10 veces mayor que la de las micelas. La bilirrubina y otros aniones orgánicos representan aproximadamente el 3% del residuo sólido biliar. La bili- rrubina que llega al hígado se encuentra íntimamente uni- da a la albúmina, lo que impide su excreción urinaria y neutraliza su capacidad tóxica sobre los tejidos. En la superficie de los hepatocitos, la bilirrubina se separa de la albúmina para ser captada probablemente por el portador OATP1, que la introduce en las células. Este proceso está acoplado a la salida de CO3H – o de GSH (Fig. 59.7). En el interior de los hepatocitos, la bilirrubina se une a la prote- ína citosólica glutatión-S-transferasa B (proteína Y, ligan- dina) (Fig. 59.7). Esta proteína forma parte de una familia de portadores que participan en la fijación de fármacos, hormonas, aniones orgánicos y carcinógenos. Esta unión impide el reflujo de bilirrubina a la sangre, previene que ejerza efectos tóxicos sobre las organelas celulares y per- mite su transporte al retículo endoplásmico. Una parte de la bilirrubina es transportada unida a las membranas celu- lares y a los microtúbulos. En las membranas del retículo endoplásmico existe una uridín-difosfo-glucoronil transferasa (UGT1A1) que conjuga la bilirrubina con dos moléculas de ácido glucu- rónico. En concreto, une este ácido a los grupos propióni- cos de la bilirrubina (Fig. 59.8). Esta conjugación tiene lugar en dos pasos sucesivos, lo que conduce a la forma- ción, primero de un monoconjugado y luego, de un dicon- jugado. La glucuronización de la bilirrubina es esencial para su excreción biliar y eventualmente renal, ya que supone un cambio importante en su conformación molecular y en su solubilidad en el agua (Fig. 59.8). Su unión al ácido glu- curónico transforma a la bilirrubina de liposoluble en hidrosoluble y, tras deshacer determinados puentes endo- moleculares de hidrógeno, de ser una molécula enrollada sobre sí misma, pasa a ser relativamente lineal. Estos cam- 720 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A D I G E S T I V O Glucuronatos Sulfatos Bilirrubina GSH CO2 H+ CO2 CO3H -+H+ Na+ CI- AE2 CO3H - MRP2 GSH Figura 59.6. Formación del flujo biliar independiente de las sales biliares. Este flujo biliar está relacionado con la excreción de CO3H – y de glutatión (GSH). En el primer caso participa el intercambiador AE2, y en el segundo participa el transportador MRP2. El CO3H - se forma en el citoplasma celular a partir de CO2 por la anhidrasa carbónica.
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