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rojos, de manera que los individuos que presentan un défi- cit de cobalamina (que suele deberse a alteraciones de la función del factor intrínseco gástrico) desarrollan anemia perniciosa. Niacina La absorción de la niacina depende de su concentra- ción en la dieta: cuando la concentración es baja se absorbe en el intestino delgado por un transportador dependiente de sodio, mientras que si la concentración es alta, la difusión es pasiva. La niacina está implicada en numerosas reacciones de óxido-reducción, ya que es un componente de NADH y NADPH, coenzimas que partici- pan en el metabolismo de las proteínas, los hidratos de car- bono y las grasas. Se precisan unos 20 mg al día de niacina, que se obtienen de las carnes, el hígado y las legumbres. Su deficiencia ocasiona la enfermedad deno- minada “pelagra”, caracterizada por demencia, dermatitis y diarrea. La niacina está siendo utilizada como hipocolestero- lemiante por su acción sobre las lipoproteínas y el propio colesterol, siendo de gran utilidad en el tratamiento y la prevención de la cardiopatía coronaria. Biotina Se absorbe en el intestino delgado por un sistema de transporte activo dependiente de sodio, pero si las concen- traciones luminales son altas, la difusión es pasiva. Las necesidades diarias de biotina son muy pequeñas, unos 200 μg, que se obtienen de la yema del huevo, leche, legumbres, verduras, hígado y levadura de cerveza. Es una vitamina necesaria para la síntesis de grasas, en el metabolismo de los aminoácidos y en la formación de glucógeno. Ácido fólico Los folatos son un grupo de vitaminas hidrosolubles que contienen ácido pteroico, que es esencial para la maduración normal del eritrocito, ya que es necesario para la síntesis de nucleótidos. Se ingiere en forma de poliglutamatos, que son degra- dados por una enzima del ribete en cepillo hasta monoglu- tamilfolatos, los cuales son captados por el enterocito mediante un sistema de transporte facilitado. Una vez en el enterocito, pueden ser liberados directamente a la circula- ción sanguínea o ser convertidos previamente en tetrahi- drofolatos. Diariamente necesitamos alrededor de 0.5 mg de áci- do fólico, que obtenemos de los vegetales de hoja oscura, el hígado y las legumbres. Su déficit produce anemia megaloblástica, así como alteraciones dermatológicas y retrasos del crecimiento. Vitaminas liposolubles La característica común de las vitaminas liposolu- bles es su solubilidad en las grasas, ya que por lo demás son bastante diferentes. Consideraremos las vitaminas A, D, E y K. Vitamina A Se absorbe en el intestino delgado de forma pasiva, después de haberse hecho hidrosoluble por la solubiliza- ción micelar. Luego es convertida en éster de retinol y transportada por los quilomicrones al hígado, desde donde es liberada. Las necesidades diarias de vitamina A son de 1000 ER, o “equivalentes de retinol”, que es la forma principal de la vitamina A, aunque el aldehído retinal y el ácido retinoico son también formas activas. El origen de estos compuestos es directamente de fuentes animales (leche, mantequilla, quesos) o a través de la conversión en el intestino de los betacarotenos (zanahorias y otros vegeta- les verdes). La vitamina A es parte constituyente de la rodopsina, pigmento visual de la retina. También interviene en el mantenimiento de los tejidos epiteliales, y desempeña un papel importante en la síntesis de mucopolisacáridos y en la reproducción. El exceso de vitamina A (hipervitaminosis) produce cefaleas, vómitos, alteraciones en la piel, anorexia y alte- raciones en los huesos largos. Vitamina D (colecalciferol) Al igual que la vitamina A, la absorción intestinal de vitamina D es pasiva y depende de la solubilización mice- lar. En sangre la vitamina D va unida a una “proteína fija- dora de vitamina D”, y en el hígado esta vitamina se convierte en su forma activa, que es el 25-hidroxicolecal- ciferol, el cual a su vez es transformado en el riñón en 1,25-dihidroxicolecalciferol, el doble de activo que el anterior. Sus acciones fisiológicas son estimular la absor- ción de calcio y fosfato en el intestino y movilizar el cal- cio y el fosfato del hueso. Necesitamos diariamente unas 200 UI (1 UI = 0.025 �g) de vitamina D, que obtenemos del hígado, la mante- quilla y la leche. La vitamina D puede proceder también de nuestra propia piel, ya que en ella existe abundante 7-des- hidrocolesterol que por acción de la luz ultravioleta se convierte en colecalciferol. La deficiencia de vitamina D puede producir en los niños un trastorno de la formación y osificación normal del hueso denominado raquitismo, y en los adultos, osteo- malacia. El exceso de vitamina D produce vómitos, diarrea y trastornos renales. S E C R E C I Ó N Y A B S O R C I Ó N I N T E S T I N A L E S 743
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