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tiroideas en la acción termogénica del tejido graso pardo. Pero además, las hormonas tiroideas son necesarias para la estimulación de la termogénesis facultativa dependiente del tejido graso pardo. Esta termogénesis, que se produce por desacoplamiento de la fosforilación oxidativa, gracias a una proteína mitocondrial, la UCP (proteína/desacoplante), que funciona como un canal iónico, es estimulada de modo prin- cipal por la hiperactividad simpática y las catecolaminas, y las hormonas tiroideas son necesarias para el proceso de activación de la UCP por catecolaminas. Resulta muy difícil dar una versión completa y resu- mida de los múltiples efectos de las hormonas tiroideas en el organismo y la mayoría de los autores lo hace refirién- dose a las manifestaciones de hipotiroidismo o de hiperti- roidismo. Los efectos de la falta de o exceso de hormonas son extraordinariamente variados, afectan a la mayoría de los tejidos y en muchos casos son bifásicos. En aras de la simplicidad y aún a riesgo de cierta pérdida de rigor, los principales órganos o tejidos diana de las hormonas tiroi- deas son el SNC, hígado, riñón, músculo esquelético y cardíaco, tejido adiposo y hueso. Las acciones metabólicas se ejercen principalmente a través del hígado y del tejido adiposo, donde estimulan la lipogénesis, mediante el control directo de la expresión de enzimas lipogénicas como la enzima málica y la sintetasa de ácidos grasos. La inducción de enzimas lipogénicas se amplifica tras las dietas ricas en carbohidratos. El exceso de hormona sin embargo, estimula la lipólisis. Las hormonas tiroideas facilitan la contractilidad muscular, en parte mediante el control de la expresión de los genes que codifican la cadena pesada de la miosina. En el corazón contribuyen a que la relación entre las formas alfa y beta de cadena pesada de la miosina sea alta, lo que facilita la contractilidad cardíaca. También influyen en la relajación diastólica mediante el control de la expresión de la ATPasa sarcoplásmica dependiente de Ca2+ (SERCA). Un exceso de hormona produce taquicardia y arritmia. En el hueso, las dosis fisiológicas estimulan la actividad de osteoblastos, pero las dosis elevadas estimulan la de los osteoclastos, promoviendo la reabsorción ósea. Las acciones sobre el sistema nervioso central son extremadamente importantes, especialmente durante el desarrollo. Actualmente se piensa que las hormonas tiroi- deas influyen en el desarrollo del cerebro humano al menos a partir del comienzo del segundo trimestre de gestación, etapa en la que aparecen los receptores de T3. Se cree que, durante el desarrollo fetal, contribuyen tanto la hormona tiroidea de procedencia materna, especialmente durante la primera mitad de la gestación, como la de procedencia fetal, que alcanza progresivamente un mayor protagonismo a medida que avanza la gestación. Uno de los principales procesos regulados por la hormona tiroidea es la mieliniza- ción, mediante efectos en la diferenciación de oligodendro- citos y el control temporal de la expresión de los genes de mielina. En animales de experimentación se ha observado que las hormonas tiroideas son también importantes en pro- cesos de migración neuronal en la corteza cerebral y el cerebelo, y en la maduración de muchas poblaciones neu- ronales, especialmente las neuronas piramidales de la cor- teza y el hipocampo, y las células de Purkinje del cerebelo. En neuronas piramidales controlan el número y la distribu- ción de espinas dendríticas, lo que tiene un extraordinaria importancia en procesos de transmisión sináptica. En el caso de las neuronas de Purkinje, la hormona tiroidea es necesaria para la formación de su elaborado árbol dendríti- co. La cóclea es otro órgano diana importante de hormona tiroidea, que contribuye a su morfogénesis y a la madura- ción y función de las células ciliadas. MODO DE ACCIÓN Actualmente se piensa que la mayor parte de las acciones de las hormonas tiroideas se ejerce a nivel genó- mico, mediante el control de la expresión de genes diana. Ejemplos de estos genes son, como hemos indicado ante- riormente, los que codifican proteínas de la mielina en el sistema nervioso central, enzimas lipogénicas del hígado, cadenas pesadas de miosina en el músculo cardíaco y esquelético, hormona de crecimiento en la hipófisis, etc. La regulación puede ser positiva, como en los casos citados, o negativa, como en el caso de la TSH y la TRH, en los que la hormona tiroidea inhibe la transcripción. Estos efectos se deben a la interacción de T3 con receptores situados en el núcleo celular. Los receptores son factores de transcripción que pertenecen a la gran familia de los receptores nucleares , dentro de la cual tam- bién se incluyen los receptores de esteroides, vitamina D, retinoides, productos metabólicos y una larga lista de pro- teínas similares pero de ligando aún no identificado, deno- minados receptores “huérfanos”. Los receptores de hormona tiroidea presentan afini- dad sólo por T3, de forma que es esta hormona la única yodotironina que posee acciones genómicas. Puesto que en gran parte la T3 se origina a partir de T4 mediante la acción de desyodasas, se puede considerar que la T4 es una prohormona. Sin embargo, hay datos experimentales que apoyan la idea de que la T4 posee actividad biológica per se, mediante la interacción con receptores de membrana que, por otra parte, no han sido aún identificados. Según estos datos, la T4 estimularía la vía de las MAP quinasas induciendo fosforilación del receptor de T3 y modulando de esta forma su actividad. Sin embargo, aún no se ha inte- grado esta hipótesis dentro del marco general de acciones fisiológicas de las hormonas tiroideas. Otra hipótesis reciente es la formación de compuestos denominados tiro- naminas, mediante descarboxilación de yodotironinas, que interaccionarían con receptores de membrana. Con las salvedades apuntadas en el párrafo anterior, la hipótesis más extendida y aceptada de mecanismo de acción es la nuclear, que permite explicar a nivel molecu- lar muchas de las acciones fisiológicas de las hormonas tiroideas. Los receptores de T3 son proteínas monoméricas codificadas por dos genes, denominados alfa y beta, loca- lizados en los cromosomas 17 y 3, respectivamente. Los productos de estos genes se denominan TR� y TR , y L A G L Á N D U L A T I R O I D E S 907
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