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6 - Rayas y estrellas

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~~22~~ 
 
AARRGGUUMMEENNTTOO 
Los agentes espaciales Ty Grady y Zane Garrett 
han logrado lo imposible: unos pocos meses de paz y 
tranquilidad. Después de casi un año de crisis 
personal y profesional, están viviendo juntos sin 
conflictos, el trabajo va bien, y ambos son felices, 
están bien y en casa todas las noches antes de que 
oscurezca. Pero cualquier persona que los conozca 
sabe que no es posible que dure. 
Cuando una llamada de emergencia desde casa 
altera el equilibrio de su mundo cuidadosamente 
arreglado, Ty y Zane deben hacer malabares con el 
drama familiar de un delito desconcertante para 
salvar a una víctima indefensa antes de que se acabe 
el tiempo. 
Desde las montañas de Virginia Occidental a un 
rancho de Texas que alberga más que ganado y 
recuerdos de la infancia, Ty y Zane deberán 
enfrentarse a sus miedos, y a sus familias, para 
superar a un enemigo difícil y devolver la paz a su 
mundo recién compartido. 
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CCaappííttuulloo 11 
La camarera se acercó a su mesa en medio de una discusión. 
—¿Queréis un poco más té helado? 
Zane Garrett apartó la mirada de su compañero que despotricaba y le sonrió. 
—Gracias. —Deslizó el vaso a través de la pequeña mesa del bar para que pudiera 
llenarlo con la jarra que tenía en la mano. 
—No hay problema, Zane. ¿Más alitas? 
—Sí, pero sólo las medianas esta vez. No tengo tanto calor para el tipo barbacoa de 
miel. 
—Un juego de palabras pésimo —murmuró Ty Grady desde el otro lado de la 
mesa. 
—Cállate. 
La camarera se rio. Dejó una pinta delante de Ty y él la señaló con su tallo de apio. 
—¿Bateador titular o suplente? 
—Paso —respondió ella antes de alejarse. 
—¡No! –gritó Ty, y Zane rio, el sonido casi perdido en medio de la juerga de mitad 
de la semana. Ty le fulminó, hundió al apio en un vaso de plástico con salsa y luego 
apuntó a Zane con él, lanzando gotas al aire—. ¿Sabes lo que deberíamos hacer este 
fin de semana? —Preguntó al parecer sin darse cuenta de que había rociado a Zane 
con la salsa. 
Zane cogió una servilleta y se limpió la salpicadura de la camisa. Estas salidas 
semanales eran la única vez que Ty bebía delante de él, y parecía compensar las 
cervezas perdidas en ellas. A Zane no le importaba. Después de unos meses de 
visitas regulares nocturnas los miércoles para ver el béisbol en el bar local, estaba 
acostumbrado a las payasadas semi-borrachas de Ty. Tenía que admitir, que 
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disfrutaba cuando Ty estaba borracho. Y mientras Ty se pegara a la cerveza o al vino, 
y Zane continuara sus reuniones de AA, ni siquiera luchaba contra los antojos. 
—¿Era una pregunta retórica? 
—No. Tenemos que ir a conseguirme otro tatuaje. 
A Zane le encantaba ver la mente de Ty en funcionamiento. A primera vista, 
parecía no haber razón para ello, pero una vez que empezó a prestar atención, pudo 
ver las pistas tras los pensamientos de Ty. A veces Ty se saltaba una pista y le 
sorprendía, sin embargo. Como ahora. Ty nunca había mencionado que quisiera otro 
tatuaje, nunca le había visto admirando el arte corporal de otro. La única razón por la 
que Ty tenía el bulldog en su brazo era porque significaba algo querido para él. 
Zane le miró un largo momento, fascinado por su amante como siempre. ¿Qué 
veía la gente cuando los miraban a los dos aquí sentados en el bar? ¿Dos amigos, 
viendo el partido, pasando el rato? Tal vez se sentaban un poco más juntos de lo que 
algunos tipos harían, tal vez sus hombros se rozaban más de lo que los amigos 
harían. Tal vez la gente veía a dos hombres enamorados. Zane odiaba vivir con 
miedo de lo que otras personas podrían ver, pero hasta que él o Ty se retiraran, era 
su vida. 
Zane miró el bulldog en el brazo de Ty y levantó una ceja. 
—¿Qué te harías? 
Ty bebió lo que quedaba de su cerveza, y luego dejó el vaso con fuerza, haciendo 
resonar la inestable mesa de bar. Se encontró con los ojos de Zane. 
—El partido de béisbol ha terminado. He arrollado por el lento. Vamos a casa y 
busquemos problemas. 
Zane tragó con fuerza cuando el ronroneo de Ty golpeó un acorde muy dentro de 
él que sólo Ty había estado capaz de alcanzar alguna vez. Sacó su billetera, buscó 
algo de dinero y arrojó unos billetes sobre la mesa. 
—Cuando estés listo, Bulldog. 
Ty se levantó de su asiento, y cuando Zane rodeó la mesa, el brazo de Ty 
serpenteó alrededor de su cintura. Lo más probable es que fuera para evitar 
tambalearse mientras salían del bar. A medida que pasaban los meses, Ty se había 
sentido más cómodo siendo demostrativo delante de extraños, y eso calentaba a 
Zane, pero todavía sentía un escalofrío de nervios. Ty siempre había sido el más 
cuidadoso de los dos y se estaba volviendo más descuidado con el paso del tiempo. 
¿Y si eran vistos por alguien que los conocía? ¿Y si se enteraban? Todo el mundo en 
el trabajo sabía que estaban viviendo juntos, aunque nadie pensaba nada todavía, 
excepto que estaban compartiendo el costo de la hipoteca. Pero estaban destinados a 
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ser marginados al final. Las preguntas reales, las que lo acosaban, eran, ¿importaría, 
y le importaría a él? 
El calor del verano los golpeó cuando salieron del bar, a pesar de que el sol se 
había puesto hacía mucho tiempo y la brisa salada soplaba desde el puerto cercano. 
El brazo de Ty apretó la cintura de Zane, y éste deslizó la mano sobre los hombros de 
Ty mientras se dirigían a su casa adosada en Ann Street. Le llamó la atención una vez 
más lo felices que eran, a pesar de los obstáculos y preocupaciones que pesaban 
sobre sus cabezas. 
Había momentos en que todo era surrealista. Nunca había esperado vivir con otra 
persona otra vez, nunca había esperado enamorarse perdidamente de alguien más. 
Durante más de dos meses, había estado despertando con los brazos de Ty envueltos 
a su alrededor todos los días, y a veces se preguntaba si se lo merecía. 
Otras veces pensaba cuántos tranquilizantes necesitaría para derribar a Ty y si 
podría hacerlo antes de que Ty le matara, pero esos momentos pasaban rápidamente. 
Ahora el cuerpo de Ty era algo duro y cálido contra él, pero sus movimientos eran 
sueltos y relajados. Estaba tarareando en voz baja, y Zane sabía que no tardaría en 
convertirse en una canción. No pudo evitar sonreír mientras atraía a su amante más 
cerca. Tal vez sólo fueran las gafas color rosa del amor, pero no había nada en Ty que 
no encontrara fascinante, divertido o ardiente. Le encantaba cuando Ty cantaba 
porque tenía una hermosa voz, borracho o no. 
—Es gracioso, ¿sabes? —Dijo Ty—. Cómo han cambiado las cosas. 
—¿Qué quieres decir? 
—Un par de años, a estas alturas de la noche, estaría en ese bar con alguien en el 
armario de suministros. 
Zane resopló y sacudió la cabeza. 
—Y ahora sólo tienes que ir a casa conmigo. 
—No —dijo Ty, serio cuando se detuvo y se volvió para mirar a Zane—. No tengo 
que ir a casa contigo. 
Zane enarcó una ceja y ladeó la cabeza. 
—No puedo esperar a llegar a casa contigo. Incluso si es sólo para arrastrarme a la 
cama y ver ese programa estúpido que tanto te gusta, no me importa. Lo que sea, me 
alegra estar contigo. 
Zane sabía que estaba sonriendo como un tonto, pero a veces Ty se las arreglaba 
para darle una sorpresa con sus románticos gestos sentimentales. 
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Ty le tomó del brazo y siguió caminando. Zane lo miraba por el rabillo del ojo, 
divertido y caliente. 
—Te amo —dijo Ty de la nada, con la voz casi cantarina. 
Zane se rio. 
—Estás borracho. 
—Te amaba antes de estar borracho. 
Zane se detuvo y giró a Ty para mirarlo. La noche estaba llena de los ruidos de la 
juerga de una noche de verano, pero la acera estaba vacía. Sonrió y se inclinó para 
besarle. 
—No puedo recordar un momento en que fuera más feliz de lo que lo soy ahora. 
Ty sonrió contra sus labios, los ojos cerrados mientras envolvía los brazos 
alrededor del cuello de Zane. 
—Apuesto a que podemos superarlo cuando lleguemos a casa. 
Zane gruñó y apretó el culo de Ty antes de liberarlo. 
—Vamos a averiguarlo. 
 
 
 
 
 
Ty yacía enredado en las sábanas de la cama que compartía con Zane, con la 
cabeza debajo de la almohada. Todo el cuerpo le dolía por la gimnasia de la noche 
anterior. Tenía quemaduras en las rodillas por la alfombra. Podía sentir cada lugar 
donde los dedos de Zane se habían clavado para sujetarlo. Estaba casi seguro de que 
tenía marcas de dientes en el hombro. Sus entrañas eran una masa de dolor y placer 
persistente, y su cabeza estaba llena de algodón. Tenían que trabajar hoy, pero no 
hasta dentro de unas pocas horas. No tenía la intención de moverse hasta que algo 
que valiera la pena le obligara. 
Una mano áspera se apoyó en la parte baja de su espalda. Ty murmuró algo y 
comenzó a sonreír. Eso era convincente. 
Levantó la cabeza, dejando que la almohada resbalara cuando se volvió para mirar 
a su compañero de cama. Zane seguía durmiendo, su hermoso rostro relajado en las 
sombras de la madrugada. Aprovechó la oportunidad para mirarle. Nunca había 
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esperado tener el privilegio de despertar cada día con alguien al que amara tanto. 
Ahora que lo hacía, trataba de apreciarlo cuando podía. 
El cabello de Zane había crecido, casi ingobernable. Lo llevaba engominado hacia 
atrás cuando trabajaba, y las puntas se curvaban alrededor de sus orejas. Le 
encantaba. Adoraba más incluso que Zane hubiera perdido las líneas de tensión que 
había llevado durante tanto tiempo, y había hebras de cabello plateado cerca de sus 
orejas que encontraba increíblemente sexys. 
Extendió la mano para deslizar sus dedos sobre los labios de Zane. Este frunció la 
nariz y sacudió la cabeza, gruñendo en sueños. Ty se mordió los labios para no reírse 
y alargó la mano para hacerlo de nuevo. Esta vez, Zane dio un manotazo, acertando 
por poco y luego se movió y torció los labios. 
Ty esperó un momento y luego tocó los labios de Zane otra vez, dejando que la 
punta de uno le rozara con el máximo cuidado. 
Zane resopló y dio otro manotazo, golpeándose en la nariz y despertando con un 
sobresalto y un gruñido. Ty apretó la cara contra la almohada y trató de impedir que 
la risa le sacudiera los hombros. 
Sintió moverse a Zane y se asomó por encima de la almohada. Zane lo miraba, sus 
ojos negros como la obsidiana con sueño a la luz de la mañana. 
—Eres un imbécil —murmuró Zane, cerrando los ojos y girando la cabeza. 
Ty se rio y se acercó más, apoyando la barbilla sobre el pecho de Zane y 
abrazándole. Arrastró un pie a lo largo de su pantorrilla y la deslizó contra los dedos 
de los pies, disfrutando del contacto íntimo y hundiéndose en el calor y la calma de 
Zane. 
Pese a todo lo que disfrutaban del sexo duro, ambos eran sorprendentemente 
buenos en los abrazos. 
La cama se sacudió. 
—Oh, Dios —susurró Zane. 
Ty le hizo callar, conteniendo la respiración para mantenerse quieto. Habían sido 
tomados por sorpresa, sin mantas sobre sus cuerpos desnudos. Estaban indefensos. 
Ty dobló la pierna hasta que la rodilla cubrió la ingle de Zane, pero ese fue todo el 
movimiento que estaba dispuesto a correr el riesgo de hacer cuando la cama se 
movió de nuevo. 
Smith y Wesson habían despertado. 
Los dos gatos anaranjados eran pupilos "temporales" de Ty, pero muy a pesar de 
Zane, ya llevaban aquí meses. Eran excepcionalmente grandes y malhumorados, y 
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aunque parecían haber desarrollado una cierta lealtad y afecto por Ty, Zane insistía 
que a él estaban tratando de matarlo. Ty nunca los había visto hacer nada 
espectacularmente malvado, pero admitía que se abalanzaban y siseaban a Zane con 
una frecuencia inusual. Y si ya era hora de su desayuno, no eran reacios a morder la 
punta de la nariz de Ty y hundir sus pequeños dientes afilados en otras áreas 
sensibles. 
Ty tenía un especial interés en mantener los puntos sensibles de Zane indemnes, 
de ahí su rodilla sobre las partes divertidas de Zane. 
—Creí que habías cerrado la puerta anoche —susurró Zane. 
—Lo hice. 
—Oh Jesús. ¿Ahora pueden abrir puertas? 
A Ty no le habría extrañado que estos gatos sí pudieran. 
El teléfono de Zane empezó a sonar desde la mesita de noche, pero ninguno de los 
dos se atrevía a moverse. 
Ty gruñó cuando uno de los gatos comenzó a caminar por su cuerpo, usando sus 
largas garras para equilibrarse mientras subía por la cadera de Ty y dejaba caer su 
trasero esponjoso como si acabara de hacer una reclamación. Ty estiró la mano y 
frotó la cabeza del gato, dejando que sus dedos giraran sobre el pelo debajo de la 
oreja que Ty llamaba sus patillas. Sabía que era Wesson sólo por el tenor de su 
ronroneo. 
—Buen gatito. 
—¿Por qué los animas? 
—Son buenos gatitos. 
—Son tus secuaces. 
—Todo el mundo necesita un siervo o dos. 
—No vas a estar tan contento cuando un día me encuentres en su plato de comida. 
Ty rio entre dientes, tratando de no moverse demasiado. 
Esperaron unos minutos para ver si alguno de los gatos atacaba, y cuando pareció 
que estaban a salvo, Ty apoyó la mano sobre el pecho de Zane de nuevo y cerró los 
ojos. Zane volvió la cabeza con cuidado infinito y besó la frente de Ty. 
Wesson le dio un gruñido de advertencia. 
—Mío –dijo Zane al gato. 
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Ty sonrió y pasó los dedos por el vello ralo en el pecho de Zane. Wesson gruñó de 
nuevo. 
—Si haces que me ataque, juro por Dios... 
—No puedo controlar las mentes de los gatos, Zane. ¿Quién llamaba? 
Zane alargó la mano con el máximo cuidado para agarrar su teléfono. Permaneció 
en silencio mientras revisaba la pantalla, y Ty observó su perfil con toda la devoción 
de un amante. No era difícil pasar por alto cuando la mandíbula de Zane se apretaba 
y su cuerpo se tensaba. 
—¿Qué pasa? 
—Mi hermana. 
Ty trató de obtener una mejor visión de los ojos de Zane. Rara vez hablaba de su 
familia, y siempre había tenido la sensación de que no era sólo la tensión de vivir 
lejos lo que le mantenía apartado de ellos. Sin embargo, nunca había presionado, 
clasificaba a los familiares de Zane en la misma categoría que su esposa fallecida o 
sus adicciones. Si Zane quería hablar de ello, él sacaría el tema. 
—¿Bueno o malo? —Preguntó Ty, frotando el pecho de Zane con los dedos para 
calmarlo. Smith eligió ese momento para salir de su escondite, abalanzándose sobre 
sus dedos en movimiento y aterrizando en el pecho de Zane. Hundió las garras, 
convirtiendo la cama en un frenesí de piel de gato, ropa volando y agentes del FBI 
gritando. 
Cuando el derramamiento de sangre terminó, Zane había huido por el pasillo 
hasta el cuarto de baño y cerrado la puerta para protegerse de cualquier nuevo 
ataque, dejando a Ty para que se valiera por sí mismo. Se echó a reír al ver a Smith y 
Wesson merodear por el pasillo, al acecho de Zane. Se dejaron caer para mirar la 
puerta del baño, agitando las colas. No importaba lo que Zane hiciera por ellos, o 
cuántas veces les diera de comer o arrojaraa Ty en su camino, todavía le odiaban. 
Tal vez estaban tratando de matarlo. 
Ty se puso un par de pantalones y se dirigió hacia las escaleras, pasando por 
encima de los gatos sin molestarles, riendo de nuevo al oír Zane salir del baño y 
aullar de dolor. Después de unos cuantos golpes y maldiciones, Smith y Wesson 
trotaron por las escaleras para arrimarse a los pies de Ty y esperar la comida. 
—Buenos gatitos –les susurró Ty. Ambos estaban ronroneando tan fuerte que era 
imposible escuchar los movimientos de Zane arriba, pero a los pocos minutos, Ty 
alzó la mirada cuando Zane bajó por las escaleras. Tenía su teléfono en la oreja. 
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—Hola, Annie —dijo Zane al teléfono. Se encontró con los ojos de Ty y sonrió 
mientras robaba un pedazo de pan tostado de una de los platos que Ty estaba 
llenando. Ty le dio un manotazo con una espátula, pero falló—. No, no, está bien, 
estaba levantado. ¿Qué pasa? 
Zane se tensó mientras su hermana hablaba. Ty dejó la sartén a un lado y observó 
a su amante mientras una sensación inquietante comenzaba en sus entrañas. 
—¿Por qué diablos no me llamaste antes? —soltó Zane—. ¿Tengo que ir? 
Ty contuvo el aliento, aguzando el oído para escuchar. No podía distinguir 
ninguna de las palabras de Annie, pero lo que ella estaba diciendo estaba haciendo 
que las fosas nasales de Zane se dilataran y echara los hombros atrás abruptamente. 
Signos clásicos de que Zane estaba a punto de adentrarse en el modo Oscuro. 
Escuchó durante unos minutos más, y luego se despidió de su hermana y colgó. 
Miró a Ty con los ojos muy abiertos. 
—¿Estás bien? ¿Que ha pasado? 
Zane no respondió de inmediato. Cuando habló, Ty sabía que estaba repitiendo lo 
que acababa de averiguar. 
—Annie dijo que están teniendo problemas en el rancho. Intrusos. Piensan que tal 
vez son cazadores furtivos o criadores rivales tras la manada de caballos. 
—Está bien —dijo Ty, confundido sobre por qué eso justificaría una llamada a 
Zane. Por lo que sabía, Zane tenía poco contacto con su familia. Incluso su hermana, 
con quien Zane se llevaba bien, rara vez llamaba sólo para charlar—. Entonces, ¿qué, 
tienes que ir allí abajo? 
—No lo sé. Quiero decir, no. No, no me necesitan. 
—¿Entonces por qué te llaman? 
Zane agitó la mano. 
—No lo sé, Ty. No puedo ayudar, por lo que no tiene sentido. 
—Si tienes que ir, podemos buscar algo en el trabajo. 
—¡No! 
Ty arqueó una ceja. 
—Vaya. 
Zane sacudió la cabeza, aunque parecía en conflicto y más que un poco molesto 
porque Ty no lo dejara correr. 
—Lo siento. Si sigue siendo un problema cuando el fin de semana llegue, iré. 
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—¿Estás seguro? 
—Sí, ¿podemos dejarlo ahora? 
Ty asintió y miró con el ceño fruncido como Zane se dirigía al piso de arriba. Se 
detuvo a mitad de camino, luego se giró y bajó. 
—Olvidé lo que estaba haciendo —murmuró. Cogió otra tostada antes de que Ty 
pudiera detenerlo. 
—¡Oye! 
—Cállate —dijo Zane mientras volvía a subir los escalones, de dos en dos. 
Ty lo vio alejarse y frunció el ceño. A pesar de que parecía encogerse de hombros, 
sabía que Zane estaba preocupado. Lo que fuera que estaba pasando en Texas, era 
mucho más que unos intrusos. 
 
 
 
 
Ty saltó ante el sonido de una carpeta de archivos golpeando una caja en el suelo. 
Miró al agente especial Scott Alston, quien ignoró el archivo cuando sobresalió de la 
parte superior de la pila para caer a la alfombra industrial. Alston se reclinó en su 
silla mientras se aflojaba la corbata, luego unió las manos detrás de la cabeza y cerró 
los ojos. 
Su grupo de trabajo había sido asignado a la revisión de archivos enviados por 
uno de los otros equipos de investigación, desesperados por sacar a relucir pruebas 
en un caso que se estaba enfriando con cada día que pasaba. Había literalmente 
cientos de archivos, y los seis estaban en su última hora antes de que pudieran irse 
para el fin de semana. 
—Garrett, ¿estás disfrutando con todo este papeleo? —Preguntó Alston. 
—Zane fue al baño hace cinco minutos, Scott —dijo Ty. Sus palabras se vieron 
empañadas por el fosforito amarillo entre sus dientes. Ambas manos estaban llenas 
de papeles, sostenidos en alto mientras plantaba los codos sobre la mesa. 
—Oh. —Dijo Alston, pasándose los dedos por el pelo rubio. Ty se sentía como 
Alston: agotado, viendo doble, y desesperado por volver a casa. 
—Gracias a Dios que es viernes —dijo Alston con un profundo suspiro mientras 
miraba el reloj. Ty miró también, por costumbre. Cerca de la hora de salida. 
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 Su teléfono móvil comenzó a zumbar en la cadera, y se retorció para tratar de ver 
la pantalla. No tenía las manos libres, y no había espacio libre en su escritorio para 
derribar una de las pilas desorganizadas. 
—¿Quieres que lo coja? —Preguntó Alston. Empujó su silla, Ty asintió y se puso 
de pie girando la cadera hacia Alston. 
 Escupió el rotulador. Cayó al escritorio y rodó hasta llegar a una pila de archivos 
demasiado alta para rebotar por encima. Alston le soltó el teléfono del cinturón y 
pulsó el botón del altavoz. 
—Grady —dijo Ty cuando Alston puso el teléfono en el escritorio y le quitó una de 
las pilas de papeles de la mano—. Gracias —susurró Ty. 
—¿Ty? 
—Hola, ma —dijo Ty, distraído mientras él y Alston trataban de intercambiar 
cosas al mismo tiempo que mantenían las pilas en orden. 
—No estás todavía en el trabajo, ¿verdad? Puedo volver a llamar más tarde. 
—No, estoy a punto de acabar. —Ty miró a Alston e hizo un gesto con un puñado 
de archivos hacia la trituradora cercana. Alston negó con la cabeza, y Ty asintió en 
respuesta, logrando comenzar una discusión sin una sola palabra. 
Al otro lado del conjunto de escritorios, Michelle Clancy empezó a reír. 
—¿Qué pasa? –le preguntó Ty a su madre mientras se enderezaba y se inclinaba 
más cerca del teléfono móvil, tratando de terminar su último archivo y escuchar al 
mismo tiempo. 
—Bueno, necesito un favor. Unos pocos, en realidad. Pero pueden esperar hasta 
que llegues a casa y me llames. 
Ty puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. Alston rio entre dientes mientras se 
apoyaba en la mesa de Ty. 
—Ma, ve al grano, por favor. 
—Bueno, vamos a arreglar el viejo tejado de zinc del cobertizo este fin de semana 
porque hay una fuga. 
—Oh Dios –gimió Ty. Bajó la cabeza, los archivos olvidados. Alston le apretó el 
hombro, consolándole burlonamente. 
—Por lo general no necesitaríamos tu ayuda, pero esta mañana he cortado el dedo 
de tu padre y dice que no puede sostener un martillo. 
Ty levantó la cabeza de golpe. 
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—¿Tú qué? 
—Le he cortado el dedo —dijo Mara de nuevo, como si no se hubiera dado cuenta 
de que la noticia sería chocante. 
Los otros andaban rondando cerca, tratando de escuchar la conversación. Ty se 
quedó sentado en silencio un momento más, la boca abierta. 
—Eh... ¿a propósito? 
—Bueno, no, fue un accidente. 
—Claro, por supuesto. —Miró a sus compañeros de equipo para ver a los cuatro 
observando y riendo. 
—Bueno, no es como si no tuviera cuatro dedos más con los que trabajar. Y fue 
sólo una parte del dedo meñique, y lo volvieron a coser. Tiene dos manos, una de 
ellas puede sostener un martillo muy bien, pero no, él dice que no puede hacerlo. 
—¿Él está bien? 
—Bueno, sí. Como he dicho, lo cosieron. Entonces ¿puedes volver a casa este fin 
de semana y ayudar con el tejado mañana? Deacon dijo que iba a venir, pero ya sabes 
cómo se pone con las herramientas. 
Ty sacudió la cabeza, con la boca todavía colgando abierta mientras trataba deprocesarlo. Clancy se inclinó para mirarlo, agitando incluso la mano. 
—¡Hola, mamá Grady! Ty está comprobando su calendario para ver si puede 
escaparse. 
—No me mientas, cariño. Él está sentado allí con la boca abierta, ¿verdad? 
—¡Sí, señora! 
—Ty, si vienes esta noche, haré que tu padre te lo cuente todo. Tu hermano y Livi 
estarán aquí. ¡Será divertido! 
—Divertido no empieza con una historia acerca de cómo le cortaste el dedo a papá 
–dijo Ty, riendo a su pesar. 
—Lo hace en mi libro. Se lo merecía. 
Los otros se dieron por vencidos con la etiqueta y rieron ruidosamente. Ty les 
disparó una mirada, por fin dejó caer lo que estaba haciendo y tomó su teléfono. Vio 
a Zane volver por el pasillo. Su compañero había estado triste y distraído durante los 
últimos dos días, y aunque sabía que Zane estaba teniendo problemas con esa 
llamada de Texas, él tenía sus propios problemas a los que enfrentarse en este 
momento. Giró la silla para darle la espalda a sus compañeros de trabajo, tratando de 
apagar el altavoz. 
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—¿Tiene que ser este fin de semana? 
—Cariño, si no puedes venir a ayudar, está bien. 
Ty puso los ojos en blanco y se pasó una mano por la frente. 
—Está bien, ma. Saldré después de trabajar y estaré allí... No sé, un poco antes de 
la medianoche. 
—Psicología inversa —susurró Fred Perrimore. 
—Así que ahí es donde Ty la aprendió —dijo Harry Lassiter en voz baja. 
Mara o bien no los oía por el altavoz que no se apagaba o los ignoraba. 
—¡Tendré chuletas de cerdo esperándote! Y cariño, ¿traerás ese gran cuchillo 
afilado que tienes? Tu padre está terriblemente aburrido, y la piedra de afilar 
desapareció. 
—Sí, señora —dijo Ty con temor. 
—¡Te veré esta noche! Adiós —dijo Mara, entonces terminó la llamada sin esperar 
más. 
Ty se quedó mirando el teléfono mientras la pantalla se iluminaba, y luego miró a 
los otros, todos estaban tratando de mantener caras serias. 
—¿Podemos ir? —Dijo Alston, sonriendo ampliamente. 
—No. 
—¡Ayudaremos! —Dijo Clancy. 
—¡No! 
—Aguafiestas —murmuró Perrimore, y todos ellos se alejaron para dejar que Ty 
terminara su papeleo. 
Zane se sentó en el borde de la mesa de Ty, en el mismo lugar que Alston había 
ocupado. Tenía el ceño fruncido y parecía distraído, pero eso no era nada nuevo. 
Estaba lo bastante cerca para que Ty pudiera haber usado su rodilla como 
apoyabrazos, y aunque la idea no se le había pasado por la cabeza cuando Alston se 
sentó allí, casi lo hizo ahora sin pensar. Se detuvo justo a tiempo, haciendo un gesto 
frustrado con la mano. 
Esta no era la primera vez que habían estado cerca de ponerse demasiado 
amistosos frente a sus compañeros de trabajo, y estaba ocurriendo con mayor 
frecuencia. No sabía cómo abordar el problema, o si siquiera, quería. 
—¿Qué pasa? —Preguntó Zane. 
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Ty le miró fijamente por un momento, tratando de decidir cómo responder a esa 
simple pregunta. Todavía estaba distraído por su proximidad, por la forma en que 
olía, por lo fácil que se estaba volviendo despistarse delante de compañeros de 
trabajo que estaban entrenados para ver errores. 
Dio a Zane la versión escueta de su llamada desde casa, y después de que Zane 
dejara de reír, Ty le dio un golpecito en la rodilla. 
—¿Has sabido algo de Texas? ¿Piensas ir allí? 
Zane se encogió de hombros, aunque su expresión se ensombreció y miró la 
alfombra en vez de encontrarse con los ojos de Ty. 
—No he recibido ninguna llamada. No veo ninguna razón para molestarse. 
Ty suspiró. Quería pinchar en ese punto débil y ver por qué estaba allí, lo añadió a 
su lista de mierda que hacer. Pero tenía algunos problemas muy acuciantes propios 
que manejar primero. 
—¿Quieres ir a Virginia Occidental y arriesgar tu vida o un miembro conmigo? 
Zane sonrió y asintió. 
—Suena divertido. 
 
 
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~~1166~~ 
 
CCaappííttuulloo 22 
Ty se colgó la bolsa de viaje y caminó a través del aire húmedo de la montaña, 
pisando la grava y subiendo los escalones del porche a casa de sus padres, 
deteniéndose cuando se dio cuenta de que la mecedora estaba ocupada. 
—¿Abuelo? 
—Eres observador, ¿verdad, muchacho? –gruñó Chester Grady. 
Ty sonrió mientras miraba a su abuelo, sentado en su mecedora, con la pala sobre 
su regazo. 
—Yo también te quiero. 
—Maldito agente federal tonto —murmuró Chester mientras la puerta mosquitera 
chirriaba—. ¿Dónde está tu maldito compañero tonto? 
—Está sacando su maldita bolsa de la camioneta. —Ty le deslizó un cigarro de 
contrabando cuando se inclinó para darle un abrazo—. ¿Qué estás haciendo todavía 
levantado? Pensé que viejos se acostaban con el sol. 
Chester le despidió, refunfuñando y sonriendo. Los faros los atraparon cuando 
otro coche se detuvo en la parte delantera de la casa, y los ojos de Chester brillaron 
con picardía. 
Ty se volvió para ver a Deuce salir del coche, entrecerrando los ojos más allá de los 
faros. 
—Eh. 
—Eh –gritó Deuce, sonando tan cansado como Ty. Subió los escalones, llevando 
una pequeña bolsa de viaje como él. Saludó a Chester con un abrazo y luego se 
volvió para darle uno también a Ty. Este le abrazó con fuerza. Hizo un gesto con la 
cabeza al Lexus negro en el camino de entrada. 
—¿Es un coche nuevo? 
—¿Te gusta? 
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~~1177~~ 
—No. 
—A mí tampoco. –Gruñó Deuce. Se volvió hacia la puerta. 
Ty se rió mientras lo seguía. 
—¿Dónde está Livi? 
—Náuseas del embarazo. Pensamos que era mejor para todos si se quedaba en 
casa. 
—Buen plan. 
—¿Dónde está Zane? 
—Usando su traje invisible —dijo Zane desde el camino de entrada. Sus zapatos 
crujieron sobre la grava, y pronto se materializó en la oscuridad, uniéndose a ellos en 
el porche delantero con su bolsa. 
 Dejaron a Chester sentado en el porche y entraron. Ty no había estado en casa 
desde que había sido atacado por el puma el otoño pasado, y se sorprendió cuando 
los nervios le atravesaron. Había estado seguro de que alguien se daría cuenta de que 
él y Zane eran mucho más que compañeros, que era gay, una revelación que había 
temido desde que tenía diecisiete años. Todavía lo temía, a pesar de que había 
empezado a desear poder contarle la verdad a su familia. Tendría que ser pronto, 
antes de que lo averiguaran por su cuenta. Zane era demasiado importante para él 
para ocultarlo más. 
 No le había dicho a su madre que Zane iba a venir, y aunque no se sorprendió de 
que Deuce hubiera preguntado por el paradero de su compañero, le resultó igual de 
extraño que Chester hubiera hecho lo mismo. Tal vez ya estaban empezando a 
entender las cosas por su cuenta. 
Respiró hondo para calmarse. 
—¿Hola? 
Oyeron pasos de la parte posterior de la casa, y pronto la madre de Ty giró la 
esquina y sonrió brillantemente. 
—Venid aquí y dadle un abrazo a vuestra madre antes de que tenga que volver a 
salir. 
Ty y Deuce se le acercaron, abrazándola obedientemente. Ella tuvo que ponerse de 
puntillas para poner sus brazos alrededor de sus cuellos, y los apretó a los dos con 
fuerza. Ty no pudo evitar sonreír. 
—¿Qué estás haciendo fuera a esta hora de la noche? —preguntó Deuce cuando la 
soltó. 
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~~1188~~ 
—Zane —exigió Mara, ignorando la pregunta de Deuce y abriendo los brazos para 
recibir también un abrazo de Zane. Este sonrió y se movió para obedecer—. ¡Tienes 
mejor aspecto que la última vez que te vi! —Se apartó de él y lo sujetó por los 
hombros, mirándolo con ojos críticos—. Un chico tan guapo —dijo mientras le daba 
una palmaditaen la mejilla. Se giró para mirar a Ty de nuevo—. Podrías esforzarte 
un poco más. Vamos. —Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta de atrás. 
Ty resopló y la siguió. 
—¿Qué estás haciendo fuera tan tarde? —Repitió. 
—Ayudar a tu padre –disparó Mara por encima del hombro. 
 Zane extendió una mano hacia Ty. 
—¿Quieres que lleve las bolsas arriba? 
—No. Espera, ¿qué? ¡Eh, ma! —Ty desapareció detrás de su madre, con la bolsa al 
hombro—. ¿Qué está haciendo? 
—Cortar la madera que tenemos para el tejado. 
—Oh, diablos —dijo Zane en voz baja mientras seguía al loco tren por la puerta 
trasera, tratando de alcanzar la correa de la bolsa de Ty. Este la soltó con una mirada 
hacia Zane, pero su atención estaba en su madre. 
Bajaron las escaleras en la oscuridad y siguieron a Mara alrededor de la casa, 
donde había un poste en medio del patio. En la piscina de luz de su base había varias 
pilas de material de hojalata para tejados, tablas de madera, cajas, y Earl Grady con 
una gran sierra eléctrica. 
—Earl, los chicos están aquí —anunció Mara. 
—Muchachos –saludó Earl sin levantar la vista. 
—Hola, señor –respondieron Ty y Deuce al mismo tiempo. 
—¿Papá? —Ty se arrodilló para poder mirar a su padre a los ojos. 
—No fue todo el dedo —dijo Earl antes de que Ty pudiera preguntar. Levantó la 
mano y mostró la pesada envoltura que sujetaba su meñique vuelto a unir. 
—¡Está sucio! —Dijo Mara—. Se acabo. Vamos adentro. 
—Pero Mara… 
—¡Ese era el trato! Dentro. ¡Ahora! –gritó Mara, señalando a la casa. 
—¿Cómo te cortaste el dedo? —Preguntó Deuce. 
—No me corté nada —respondió Earl con una mirada a su esposa. 
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~~1199~~ 
—Te lo contará cuando entre. 
—Pero ma –dijo Ty, sonando casi exactamente como Earl un momento antes. 
—¡Adentro! 
Gruñendo, Ty se volvió, y la procesión entró en la casa. Se dirigieron a la sala de 
estar, y Ty se arrojó sobre el sofá. Zane se sentó a su lado con un poco más de 
dignidad, pero Ty se dio cuenta que estaba tenso. Zane y Earl no habían congeniado 
la primera vez que se conocieron. 
Mara señaló a Earl para que se sentara en el sillón cercano, y él lo hizo sin 
protestar. 
—Voy a por el desinfectante y la gasa —anunció mientras salía de la habitación. 
Deuce se sentó en la mesa frente a Earl, y él y Ty observaron a su padre por el 
rabillo de sus ojos, tratando de juzgar su estado de ánimo o esperando a que hablara. 
—Entonces, papá —intentó Ty finalmente, sacando las palabras mientras giraba 
los hombros hacia Earl. 
—Fue un accidente. 
—Ciertamente eso espero. 
—No seas listillo. 
—No puedo evitarlo, viene de familia. ¿Que pasó? 
—Tu madre me cortó el dedo con un par de tijeras de jardín. Eso es lo que pasó —
respondió Earl, su tono neutral. Aunque, se las arregló para hacer que la palabra 
“madre” sonara como una maldición. 
—¿Te lo… mereciste? —preguntó con voz temblorosa Deuce. O tenía miedo de 
hacer la pregunta, o estaba tratando de no reírse. Ty se inclinaba a pensar lo segundo. 
—Un poco —dijo Earl—. Ella estaba allí podando ese gran arbusto viejo de 
gardenias, y yo estaba tratando de echar el mantillo justo debajo al mismo tiempo. 
—Entonces tú… 
—Ella me dijo que esperara, que iba a perder un dedo. —Earl miró hacia la cocina 
y luego de nuevo a Ty y Deuce. Resopló—. Le pregunté si pensaba que era estúpido. 
Luego un par de cortes más y, pufff. Sin dedo. ¿Y sabes lo que me dijo esa mujer? Le 
dije: “Mara, me has cortado el dedo. Y tu madre dijo: “Bueno, Earl, ¿quién es el 
estúpido ahora?” 
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~~2200~~ 
 Ty se rio en alto antes de poder evitarlo. Deuce resopló y se aclaró la garganta 
antes de rendirse y sonreír. Ty podía imaginar la escena como si hubiera sido testigo 
y no podía dejar de reír. 
—No es realmente tan divertido —dijo Earl, ofendido. La única respuesta de Ty 
fue apoyar la cabeza en ambas manos y reír más. Cuanto más protestaba Earl, más 
reía Ty. Pronto cayó de lado contra el brazo de Zane y se cubrió el rostro mientras se 
reía. 
—Si te hace sentir mejor, papá, estábamos preocupados —dijo Deuce, aunque su 
voz vaciló. 
—Sí, ya lo veo —dijo Earl. Estaba observando a Ty con lo que podría haber sido 
afecto, sin embargo. 
—Él tiene experiencia personal con lesiones en los dedos. 
—Eso es porque es un idiota —dijo Earl. 
Ty aulló mientras señalaba a su padre. 
—¡Eso debe venir de familia también! 
 Earl se echó hacia atrás en su silla y sacudió la cabeza cuando Ty finalmente se 
enderezó y trató de recuperar el aliento. 
—Menos mal que no fue toda la mano. Estarías en un estado de histeria. 
Eso provocó otra carcajada. Deuce se mordió el labio y miró hacia otro lado para 
que Earl no le viera sonriendo, y Ty podía sentir a Zane riendo entre dientes contra 
él. 
Mara entró en la habitación llevando una cesta con un equipo de primeros auxilios 
y frunció el ceño al verlos. 
—Os ha contado cómo sucedió, ¿eh? 
—Sí, señora —logró decir Zane. 
Ty carraspeó y se enderezó, luchando por un poco de decoro mientras se limpiaba 
los ojos. 
Mara se sentó en el extremo del sofá, cerca de Earl y puso la cesta en el suelo, y 
luego hizo un gesto para que Earl le diera la mano. 
—¿Por qué no dejas que uno de los chicos haga eso? —sugirió Earl mientras 
sostenía su mano lejos de ella. 
—¿Crees que no puedo cuidarla después de treinta y siete años de matrimonio? 
—Tú fuiste la que lo cortó en primer lugar. 
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~~2211~~ 
Todos estaban todavía riendo mientras se dirigían a la cocina a comer la cena 
tardía que Mara había prometido, dejando a Mara y Earl discutiendo sin público. 
 
 
 
 
 El edificio que habían venido a reparar había servido como almacén durante todo 
lo que Ty podía recordar. Había sido construido en un afloramiento rocoso de la 
propiedad, utilizando el lado de la montaña como una de sus paredes. Debido a eso, 
permanecía frío casi todo el año, pero también tenía una tendencia a ser oscuro, 
húmedo y lleno de bichos. Ty prefería quedarse lejos de allí. 
Las otras tres paredes estaban hechas de madera y chapa, con algunos bloques de 
revestimiento de chatarra y bloques para darle esa sensación desagradable que 
mantenía a los extraños fuera y lejos de su contenido. 
Ty se lamió los labios mientras examinaba el techo desde la parte delantera del 
edificio. La chapa estaba oxidada en varios lugares, dentada, enrojecida y llena de 
agujeros donde la lluvia y los riachuelos de la colina la habían comido. Era posible 
que pudieran sustituir unas cuantas hojas de la chapa ondulada, pero lo más 
probable es que tuvieran que rehacer toda la cosa. La parte de arcilla del edificio se 
había introducido en la estructura con los años, y sería una verdadera perra quitar la 
cubierta del tejado. Parecía que tendrían que excavar. 
Por supuesto, si iban a hacerlo bien, eso es lo que tendrían que hacer. Mara y Earl 
tenían otras ideas. 
—Creo que si extendemos esta lona por ahí, durará unos cuantos años más —dijo 
Mara mientras dejaba caer el fardo de lona azul que había arrastrado desde la parte 
trasera de su vieja camioneta. 
—¿Lona? —Dijo Deuce con el ceño fruncido. 
—No es como si viviéramos ahí –le dijo Mara—. Lo mantendrá seco. 
—Sí, hasta la primera nevada —dijo Ty—. Entonces nos llamarás a Deuce y a mí, 
“cariño, tu padre está enterrado bajo tres metros de nieve, ¿puedes traer tu pala?” 
—Sí, yo no he conducido desde Filadelfia para ayudarte a poner una lona. 
—Oh, callaos los dos —dijo Mara, con un gesto de la mano. 
Earl y Chester rieron. 
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~~2222~~ 
—Realmente, ma, tienes todas esas cosas, nos tienes aquí a todos para ayudar,¿por qué no lo reconstruimos? —Dijo Deuce. 
—Está bien, está bien. Earl y Zane se quedan en el suelo. Ty y Deacon pueden 
manejar lo de arriba. 
—¿Por qué Zane se queda en el suelo? —preguntó Ty con un dedo acusador a su 
compañero sin heridas. 
—Porque es un invitado, y no le pedimos a los invitados que arriesguen la vida y 
la integridad física. —Metió un martillo y un recipiente de plástico lleno de clavos en 
los brazos de Earl. Luego dio una palmada—. Vamos, muchachos. ¡Estamos 
malgastando la luz del día! Y cuando nos tomemos un descanso después, tengo 
algunos muebles que hay que mover. 
Ty y Deuce gimieron mientras se dirigían a la pendiente rocosa que actuaba como 
uno de los muros del edificio. Habían utilizado la colina para acceder al tejado 
muchas veces en su juventud, cuando se suponía que no debían estar jugando allí, 
pero lo habían hecho de todos modos. Cuando Ty trepó por la pendiente, no parecía 
tan alta como él recordaba de cuando tenía diez años, pero el tejado se veía mucho 
más peligroso. 
—Ah, la valentía de la juventud —murmuró Deuce desde el otro lado del edificio. 
Ty resopló. Se sentaron en la colina sobre el tejado, luchando contra la gravedad y la 
erosión, mientras trataban de apoyar su peso sobre la chapa de aspecto peligroso. 
—Apoyaos sobre la madera y no deberíais cayeros –les dijo Mara. 
Ty y Deuce compartieron una mirada. 
—Ma, no podemos ver los postes de madera desde aquí –gritó Ty mientras 
examinaba el tejado. Podían ver manchas zonas donde el óxido casi lo había 
atravesado, otros donde parecía que si cayera una hoja sobre el metal, éste cedería. 
—Deberían estar donde haya clavos –gritó Earl—. Pisad sobre los clavos. 
—Tienen que estar bromeando —dijo Deuce en voz baja. 
Ty se deslizó por la colina más cerca del borde de la cubierta, la humedad del 
suelo se filtro en sus vaqueros. Tocó con la punta de la bota de trabajo la línea más 
cercana de clavos, probando. 
—Míralo de esta manera —le dijo a su hermano—. Solo es una caída de dos 
metros y medio. Y ninguna de las herramientas de papá está lo bastante afilada para 
empalarte. 
—Eres un rayo de sol y optimismo, ¿lo sabes? 
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~~2233~~ 
Deuce imitó las acciones de Ty, probando el tejado con un pie. Se adentraron en la 
plancha, teniendo mucho cuidado de mantenerse en la línea de clavos que indicaban 
las vigas de apoyo de abajo. 
—Hablando de optimismo, ¿cómo van las cosas entre Zane y tú? 
—Demasiado bueno para ser verdad —dijo Ty mientras se acercaba a la línea 
estrecha de seguridad. 
—¿Le has traído contigo por alguna razón? 
—Deja de psicoanalizarme —dijo Ty, con voz cantarina, mientras miraba arriba y 
abajo del tejado. 
—Eso es un sí —respondió Deuce en el mismo tono. 
—Tal vez lo sea, pero tan pronto como entramos por la puerta, cambié de opinión. 
—Ty continuó hacia el borde del edificio, siendo menos cuidado de lo que debería 
haber sido—. Papá tenía razón, soy un cobarde. 
—Gilipolleces, Ty. Lo conseguirás. 
Ty miró a su hermano y asintió. 
Cuando llegó al borde, se arrodilló y le sonrió torcidamente a Zane, dándole un 
guiño rápido. Zane le devolvió la sonrisa. Ty casi se perdió en ella, pero fue distraído 
por su padre que le daba órdenes. 
 —Vamos a arrancarlo todo y reemplazarlo con algo que no esté podrido –dijo Earl 
mientras le entregaba a Ty una palanca. 
 Ty y Deuce gimieron, pero siguieron con un “sí, señor” a la vez. Y luego se 
pusieron a trabajar, tirando del viejo tejado de zinc y lanzando las piezas al suelo. 
Cuanto más rápido terminaran con este desastre a punto de ocurrir, Ty más rápido 
podría bajar donde Zane y trabajar para confesar la verdad a su familia. 
 
 
 
 
Zane no pudo tener a Ty a solas hasta después de que se lavaran para la cena, lo 
acorraló en el pequeño cuarto de baño de arriba. Lo primero que hizo fue atraerlo 
hacia él y besarlo, largo y duro, dejando que el olor de Ty y la sensación de tenerlo 
borrara toda la tensión que se había acumulado en los últimos días. Atrajo a Ty, 
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~~2244~~ 
apreciando cada gramo, permitiéndose excitarse por el olor a sudor y tierra húmeda 
pegado al cuerpo de Ty. 
Cuando se separaron, el corazón de Zane estaba golpeando con fuerza y Ty estaba 
tratando de recuperar el aliento. 
—He estado pensando —dijo Ty mientras presionaba su nariz contra la mejilla de 
Zane. 
—No es tu punto fuerte. 
—Oh, mira quién es gracioso —dijo Ty, aunque estaba sonriendo contra la piel de 
Zane. Retrocedió un paso para mirarlo a los ojos—. Lo digo en serio. ¿Qué pensarías 
de contarles a mis padres lo nuestro? 
El corazón de Zane saltó a la garganta. 
—¿Quieres salir del armario frente a tu madre y tu padre? 
Ty se humedeció los labios y asintió. 
—Quiero que seas parte de la familia. Te lo mereces. Nos lo merecemos. 
Zane empezó a sonreír. 
—Yo solo… No sé cómo. No sé si tengo las agallas para hacerlo. 
—Cariño, creo que decidir lo que deseas es un paso bastante grande. Lo 
averiguaremos. –Besó a Ty lánguidamente, sin aliento y distraído por el calor cada 
vez mayor entre ellos que no se solucionaría lo bastante pronto—. Gracias. 
—¿Por qué? 
—Sé el gran problema que es. Sé lo que has pasado. Gracias por pensar que yo lo 
valgo. 
Ty le miró fijamente durante un largo momento, luego lo besó de nuevo, con más 
fuerza. Se demoraron en ello, tomándose su tiempo, permitiéndose disfrutar del 
breve momento. 
—Será mejor que te laves –dijo finalmente Zane mientras apartaba a Ty y se 
dirigía a la puerta. No miró hacia atrás. Si lo hacía, Ty y él terminarían follando en la 
ducha y eso sería muy difícil de explicar. 
 Se dirigió hacia el rellano y se reunió con Deuce en lo alto de las escaleras con una 
sonrisa de complicidad y lo siguió a la cocina. Ty no estaba lejos detrás de ellos. Era 
una visión de lo que podría haber sido crecer aquí, tener una familia que estaba tan 
unida, una madre que abrazaba a cada oportunidad, un hermano que era más un 
cómplice que un hermano. Le tensó el estómago pensar en todas las formas en que su 
vida podría haber sido diferente. 
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~~2255~~ 
Ty se sentó a su lado en la mesa y le tendió la mano cuando todos inclinaron las 
cabezas para ofrecer gracias por la comida. Zane apretó los dedos, sin desear nada 
más que ser capaz de sostener la mano de Ty cuando quisieran. El hecho de que Ty 
hubiera abordado el tema de contárselo a su familia le había calentado el alma en 
formas que no había sabido que necesitaba. Podría llevar tiempo, pero tal vez podría 
llegar más pronto que tarde. 
Zane comió la deliciosa cena, rodeado de calidez y alegría, sintiéndose en casa. 
Fue un buen rato después, con el postre en la mesa, que Mara se aclaró la garganta 
y se acercó para poner la mano en el antebrazo de Ty. 
—Por cierto, le dije al ministro y al director de coro que vosotros chicos, asistiríais 
al servicio de la mañana. 
Deuce y Ty gimieron al unísono. 
—Eh, conseguiría escucharte cantar —dijo Zane, animándose—. Algo además del 
himno nacional y el himno de batalla. 
Ty le gruñó, y luego miró a su madre. 
—Ellos tienen un coro perfecto. Estoy seguro de que no nos necesitan. 
—¿Qué pasa con él? —preguntó Deuce con un movimiento de su dedo pulgar a 
Earl—. Él no canta con los dedos. 
Mara entrecerró los ojos. 
—Está bien, está bien –accedió Ty, levantando ambas manos—. Cantaremos. 
Deuce se quejó pero no discutió. Los hermanos se miraron y parecieron 
comunicarse en silencio, ideando una manera de librarse. Mara estaba demasiado 
contenta para notarlo. 
—Siempre que papá cante con nosotros —añadió Ty con una sonrisa de 
comemierda a su padre. 
Earl puso los ojos en blanco. 
—Lo que sea necesario—dijo Mara. Se puso de pie y fue a la nevera—. Todos los 
gilipollas necesitan a Jesús en lo que a mí respecta. 
Zane casi se atragantó con su té. 
—Eso te incluye a ti –le dijo Mara. Volvió a sentarse con un plato de crema batida, 
y Zane agitó una mano en reconocimiento al tratar de recuperar el aliento. 
Ty estaba riendo junto a él. Acarició la rodilla de Zane debajo de la mesa y apretó, 
apoyando su mano allí. Los ojos de Zane estaban lagrimeando y sus mejillas estaban 
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calientes con una sombra de vergüenza, pero estaba bien. Parte de estar con los 
Grady. 
 Después de la cena, todo el mundo se reunió en la sala de estar para el café. Zane 
se sentó en un extremo del sofá, sus largas piernas estiradas frente a él. El tiempo se 
había vuelto lluvioso hacia el final de la tarde y la temperatura cayó un poco, incluso 
para fines de junio en las montañas. Las ventanas estaban abiertas, dejando entrar la 
brisa y el olor de la lluvia. 
Era una escena bonita, acogedora y cómoda. Pese a que los Grady habían 
discutido sobre la construcción del nuevo tejado y se habían divertido, parecían 
disfrutar de las batallas verbales, y no había tensión o malicia en el aire. Zane podía 
sentir que el cansancio le invadía mientras la brisa y los olores familiares se filtraban 
en él. 
Se recostó con un brazo extendido en el sofá, rozó con la yema de los dedos una 
figurita de cristal tallado en la mesa. Reflejaba la luz mientras la tocaba, viéndola 
brillar. 
 Ty se sentó en el suelo, apoyado contra el sofá y con aspecto agotado. Deuce 
descansaba en el otro extremo del sofá, con los pies sobre un taburete frente a él. Earl 
y Mara se sentaron en el sofá de dos plazas al otro lado de la habitación. Se 
abrazaban, Mara acurrucada en el hueco del brazo de Earl sobre el respaldo del sofá. 
Para una pareja que había estado junta tanto tiempo y parecía carecer de cualquier 
sentimentalismo acerca de su matrimonio, era una cosa extrañamente dulce. Zane 
nunca había visto a sus padres abrazarse. 
Deuce gimió. 
—Ma, ¿de qué era ese pastel? –Se estaba frotando el estómago. 
—Cereza amarga. Lucy Hopewell llevó uno a la comida de cestas hace una 
semana y pensé que podría intentarlo. ¿No estaba bueno? 
—Estaba bueno, ma –dijo Ty, con voz plana. 
—¿De dónde sacas las cerezas amargas? —Preguntó Deuce. 
—De árboles descontentos —dijo Ty. Miró por encima del hombro con una 
sonrisa. 
Earl soltó una carcajada y Mara soltó una risita sorprendida. Zane mantuvo los 
ojos en la estatuilla, mordiéndose el labio mientras la risa le sacudía. 
Deuce miró a Ty, pero Ty le devolvió la mirada con inocencia en los ojos abiertos. 
—Tal vez necesitan un psiquiatra. 
—Te odio. 
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~~2277~~ 
Chester se rio y sacudió la cabeza. Se balanceó en su silla, frente al sofá al otro lado 
de la chimenea, bebiendo de un frasco de conservas un líquido transparente que Ty 
había dado a entender que era un poco de licor ilegal increíble. Observó la estatuilla 
de cristal con la que Zane jugaba. 
—Se la regalé a mi esposa en nuestra quincuagésima Navidad juntos —anunció, 
mirando el pequeño ángel con un cariño teñido de melancolía. 
Zane dejó caer la cabeza hacia un lado mientras veía la luz jugar en el cristal. 
—Apuesto a que le encantó. 
—Adoró esa cosa brillante, mi Evie —dijo Chester con una sonrisa. 
Earl y Mara rieron. 
—Estuvimos juntos sesenta y tres años. —Chester levantó un dedo nudoso y 
señaló a Zane—. Se necesita un montón de cosas brillantes. 
Zane levantó una ceja, pero sonrió, y sus ojos se desviaron al colgante de brújula 
alrededor del cuello de Ty. 
—Mantener algo que valga la pena por lo general lo hace —estuvo de acuerdo, 
mirando hacia la estatuilla, sus ojos deslizándose sobre Ty en el camino. 
Ty no estaba mirándole, sin embargo. Estaba sentado con los brazos alrededor de 
las rodillas para mantener el equilibrio mientras se mecía de un lado a otro, mirando 
la alfombra en el centro del suelo. Era posible que ya estuviera distraído y no 
escuchara, pero lo dudaba. 
—Tuve que encontrar lo que encajara —continuó Chester. Agitó una mano hacia 
Mara y Earl, que lo estaban mirando con desconcierto. Luego volvió a mirar a Zane y 
le señaló a él, agitando la mano hacia Ty para incluirle—. Es bueno que tengas lo que 
encaja. 
Zane no estaba muy seguro de que se suponía que significaba eso, pero pensó que 
simplemente debería alegrarse de no estar en lo alto de la lista de la pala. 
—Bueno, alguien tiene que vigilar su espalda —dijo Zane, mirando a su 
compañero. 
—Eso también —dijo Cheste mientras comenzaba a mecerse de nuevo, las manos 
cruzadas sobre el regazo. 
—¿De qué estás hablando, papá? —Preguntó Earl con una risa. 
—Todo lo que digo es que el amor es una bendición, sin importar nada. 
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~~2288~~ 
Ty levantó la cabeza de golpe, y se quedó mirando a su abuelo por un momento 
antes de mirar por encima del hombro a Deuce. Deuce sacudió la cabeza y le 
murmuró algo, asegurándole que no se lo había dicho a nadie. 
Zane se obligó a no moverse, ni siquiera a temblar mientras parpadeaba en 
dirección a Chester. Era una implicación que el viejo no podía decir en serio. Los 
nervios le empezaron a provocar calambres en el estómago. 
Earl y Mara miraron a Chester, confundidos. Pero claro, era probable que Chester 
tuviera ese aspecto a menudo. Se meció durante varios momentos de tensión antes 
de mirar a todos con sorpresa. 
—¿Qué? –Preguntó—. ¿Vosotros no sabíais que eran novios? 
Zane estaba tan sorprendido que sabía que tenía que estar mirando fijamente la 
sonrisa en la cara arrugada de Chester. Lejanamente, pensó que debería estar 
preparando algo que decir, pero se había quedado en blanco. Sus ojos buscaron a Ty. 
Ty tenía la misma expresión mientras miraba a Chester. Abrió la boca para hablar 
y miró hacia el sofá de dos plazas, donde Earl estaba mirando fijamente a Chester. 
—¿Qué? —preguntó Earl. 
—Papá —dijo Ty mientras luchaba por ponerse en pie. 
Earl se levantó para mirarlo, sacudiendo la mano de Mara cuando ella trató de 
tirar de él hacia abajo. Zane se sentó con la espalda recta, aunque se quedó en el sofá. 
Todos los instintos de advertencia en él estaban disparados. 
—¿Es eso cierto? –preguntó Earl, en voz baja y engañosamente calmada. 
Ty levantó una mano y dio un paso hacia él. 
—Vamos a sentarnos y… 
—¿Es verdad? –dijo Earl de nuevo, sin moverse. Mara se puso de pie y dio un 
pequeño paso más cerca, todavía con aspecto estupefacto. 
Ty miró a su padre, sus labios se abrieron. La mano en su costado estaba 
temblando. Zane curvó los puños en los cojines del sofá y se obligó a quedarse 
quieto. Quería desesperadamente ir con Ty para apoyarlo, estar a su lado en este 
momento. Le rompía saber que tenía que tratar de mantenerse alejado. 
Ty no apartó la mirada de Earl, tragó saliva y alzó la barbilla. 
—Sí. 
Zane sintió a Deuce moverse en el sofá junto a él, pero nadie más se movió o 
profirió un sonido. Mara finalmente se llevó la mano a la boca, con los ojos clavados 
en Ty. 
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Earl seguía mirándole fijamente. 
—¿Cuánto tiempo? —preguntó en el mismo tono peligroso. Parecía una pregunta 
extraña para hacer después de la primera. Ty sacudió la cabeza, aparentemente 
pensando lo mismo y sin estar seguro de cómo responder—. ¿Cuánto tiempo has 
sabido que eras gay? —gritó Earl. 
Ty se estremeció, pero no retrocedió. Abrió la boca para responder, pero no pudo. 
El corazón de Zane sufría por él. Nunca había visto esa mirada en los ojos de Ty. 
Quería estirarse y echarle una mano,ayudar a que salieran las palabras, a ponerse 
entre ellos para proteger a Ty de algo que sabía que su amante había temido la mitad 
de su vida. 
Ty tragó saliva y lo intentó de nuevo. Sonaba muy firme cuando dijo: 
—Último año del instituto. 
Apenas había conseguido decir las palabras cuando Earl le dio un revés. Zane se 
puso de pie mientras Mara gritaba, pero Deuce se acercó para detenerlo con un brazo 
sobre el pecho. Mara agarró el brazo de Earl para que no lo balanceara de nuevo, 
pero Earl no hizo otro movimiento hacia Ty. En realidad parecía sorprendido de 
haber golpeado a su hijo. 
—Déjalos —susurró Deuce mientras sujetaba a Zane. Él observaba como un 
halcón, sin embargo, claramente listo para moverse si las cosas se ponían feas. 
 Ty tenía la cabeza inclinada hacia un lado y los ojos cerrados, inmóvil después de 
la bofetada. Luego se tocó la comisura de los labios con el dedo pulgar y miró a su 
padre mientras se limpiaba el labio. 
—Eso es por huir —dijo Earl, sus palabras temblorosas. 
Ty le miró fijamente, sus dedos temblorosos. Earl había juntado toda la historia 
con notable rapidez: que Ty se había unido a los marines al terminar la escuela 
secundaria para salir de casa, para huir de su familia y de la verdad. Que este era el 
secreto que había apartado a su hijo de él. 
Ty dejó escapar un suspiro medido, asintiendo con la cabeza mientras lo hacía. Sus 
ojos no se apartaron de los de su padre. 
—Sí, señor. 
A Zane le estaba matando hacerse a un lado y ver la tensión en Ty. Deuce le 
palmeó el hombro, pero no le soltó; sabía cómo reaccionaba Zane a las amenazas a 
Ty. No quería correr ningún riesgo de una reyerta familiar total. 
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~~3300~~ 
Earl se movió otra vez y tiró de Ty a un abrazo, apretando. Ty se puso tenso, pero 
después de un segundo apoyó la barbilla en el hombro de su padre y cerró los ojos 
con alivio, devolviendo el abrazo feroz. 
—Lo siento, muchacho —susurró Earl, lo bastante alto para que el resto lo oyera. 
Le dio palmaditas en la cabeza con la mano vendada. 
Deuce aflojó su agarre sobre Zane, y éste cerró los ojos por un momento. Ty había 
querido decirles la verdad, pero Zane dudaba que así fuera como había imaginado 
que sucedería. 
Cuando levantó la vista de nuevo, Earl había soltado a Ty y le estaba acariciando 
la mejilla, hablándole en voz baja. Ty estaba asintiendo con rápidos movimientos 
espasmódicos, los labios apretados en una línea delgada como siempre estaban 
cuando estaba tratando de contener la emoción. 
Earl le dijo algo más y luego dio un paso atrás. 
—Está bien, hijo, ahora desquítate —invitó mientras abría los brazos. 
—Earl —advirtió Mara. 
—Yo he tenido el mío, Mara; ahora es su turno. Aprovecha, Beaumont. 
Antes de que Mara pudiera protestar de nuevo, Ty se echó hacia atrás y golpeó a 
su padre con un gancho de derecha que derribó a Earl. Golpeó el suelo con tanta 
fuerza que el plato de galletas resonó en la mesa y Ty inmediatamente se dobló, 
sosteniendo su mano y maldiciendo. 
—¡Bonito gancho, Tyler! —exclamó Chester triunfalmente—. ¡Uuuuh! 
—¡Jesucristo, muchacho! —gritó Earl mientras se aferraba a su nariz y se revolcaba 
en el suelo. 
—¿De qué está hecha tu cara, papá, de acero? —gritó Ty mientras sostenía su 
mano—. ¡Oh Dios mío! 
Se volvió y fue a tropezones hacia la cocina. 
—Debería haberlo visto venir —murmuró Deuce. 
Zane maldijo y siguió a su compañero, sin querer permanecer alejado más tiempo. 
Lo que realmente quería era desquitarse con Earl. 
Ty estaba hurgando en el congelador, una bolsa de guisantes congelados ya estaba 
en su mano mientras sacaba otra bolsa. Dejó cerrarse la puerta del congelador 
mientras se alejaba y miraba a Zane, sus ojos color avellana abiertos con los restos de 
absoluto terror. Estaba temblando de pies a cabeza. 
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—Eh —dijo Zane mientras daba unos pasos hacia Ty. Todos sus instintos 
posesivos y protectores estaban encendidos, pero se contuvo, extendiendo la mano 
para comprobar la de Ty en lugar de envolverlo en sus brazos y abrazarlo hasta que 
dejara de temblar. Cuando Ty estaba molesto, lo último que quería era ser 
restringido de alguna manera. 
—Así no era exactamente cómo lo vi venir —dijo Ty. Extendió la mano y tiró de 
Zane más cerca, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y abrazándole. 
Zane le devolvió el abrazo feroz, su corazón dolorido por Ty. Miedo de que lo que 
acababa de pasar hubiera sido la fuerza impulsora detrás de muchas de las 
decisiones de Ty y de sus opciones en la vida. Haberse enfrentado a ello en un 
momento que no había elegido él debía haber sido aterrador. Zane lo abrazó, 
dejando que Ty se aferrara a él, la mejilla presionada contra la de Ty mientras pasaba 
un largo minuto. 
—Bueno —dijo Mara desde la puerta. 
Ty se apartó y la miró tímidamente. Ella estaba detrás de Zane, con los brazos 
cruzados sobre el pecho. 
—¿Cómo está la cara de papá? —preguntó Ty. 
—Mejor que cómo va a estar la tuya si me entero de que has estado guardando 
más secretos —amenazó, apoyando las manos en las caderas. Miró de él a Zane y 
viceversa—. ¿Es en serio, vosotros dos? 
Ty tardó un momento en responder, pero cuando encontró la voz dijo: 
—Mucho. 
Mara entrecerró los ojos. 
—Lo amo —dijo Ty, con voz firme. 
Mara asintió, pasando la mirada de uno a otro. Su expresión se suavizó y ella hizo 
un ruido descontento, entonces se acercó a Zane y tiró de él por los hombros en un 
fuerte abrazo. Aunque él se sorprendió, la dejó hacer lo que quería. Ella le acarició la 
espalda y lo besó en la mejilla. 
—Bienvenido a la familia, Zane —dijo ella, y la sinceridad en su voz hizo que su 
garganta se atorara—. Ojala lo hubiera sabido antes, pero si los deseos fueran 
dólares, sería la reina de Saba. 
Zane se enderezó y miró a Ty, que estaba mirando a Mara, sus ojos color avellana 
abiertos de par en par y boquiabierto. 
—Gracias —dijo Zane—. Y lo siento. 
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 —No hay necesidad de eso. —Asintió con la cabeza y se volvió a Ty, abrazándolo 
de la misma manera—. Deberías habérnoslo dicho entonces —dijo ella, su voz ronca 
con la molestia—. No tenías que irte. 
—Sí, señora —susurró Ty mientras la abrazaba. 
Ella dio un paso atrás, le tomó la barbilla en la mano y le volvió la cabeza hacia un 
lado. 
—¿Te has roto esa mano? —le preguntó después de asegurarse que su rostro 
estaba bien. 
—No estoy seguro. 
—Bueno, os lo merecéis los dos. –Le quitó la bolsa de brócoli congelado y se volvió 
para marcharse—. Cabezas de mulas, los dos. 
Zane suspiró y levantó la bolsa de la mano de Ty para examinar los nudillos. 
—No tiene buen aspecto—dijo, bajando la bolsa sobre la herida. Tocó la mejilla de 
Ty, buscando señales de enrojecimiento, y trató de mirarle a los ojos para asegurarse 
de que el miedo estaba desapareciendo. 
Ty seguía temblando, pero teniendo en cuenta lo terriblemente que podría haber 
ido, no era sorprendente. Sus padres estaban más enojados por el hecho de que Ty 
nunca les hubiera dicho porque había elegido irse de casa después de la escuela 
secundaria, y no por el hecho de que fuera gay. Ese era un paso prometedor. Uno 
grande. 
—Creo que voy a vomitar –gimió Ty, cerrando los ojos y respirando 
profundamente. Luego se encontró con los ojos de Zane y pareció calmarse. Después 
de un momento, parecía casi de vuelta a la normalidad—. Tienen razón, sabes. 
Debería haber hecho esto hace quince años. —Tomó la mano de Zane en la suya—. 
Gracias por… dejar que sucediera. 
—Gracias a Deuce. —Zane miró por encima del hombro—. No estoy seguro de 
que sea una buena idea que vuelva allí con Earl ahora mismo. No creo que le 
golpearas lo bastantefuerte. 
Ty volvió la cara había Zane y asintió. 
—Vamos. Tenemos que hacerlo, tarde o temprano. —no soltó la mano de Zane 
mientras tiraba de él hacia la sala de estar. Zane dejó que la leve sorpresa le animara. 
Chester todavía se balanceaba alegremente, ya fuera satisfecho de sí mismo por la 
conmoción o ajeno al hecho de que la había causado. Deuce estaba sentado en el sofá 
con la cabeza entre las manos. Earl todavía estaba en el suelo con Mara sentada en el 
sofá de dos plazas y apretando el brócoli congelado a un lado de su rostro. 
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—Menudo gancho tienes, hijo —dijo Earl a Ty tan pronto como aparecieron. 
—Gracias, señor. —Ty levantó sus manos entrelazadas mientras todo el mundo en 
la sala de los observaba—. ¿Esto es un problema para alguno? 
 Deuce sonrió con una pizca de orgullo en su expresión mientras les miraba. Mara 
negó con la cabeza, aunque sus ojos parecían estar empañados. Estaba molesta y 
probablemente lo estaría por un tiempo, pero Zane estaba seguro de que no tenía 
nada que ver con su relación y todo que ver con los secretos que Ty había estado 
guardando y los años que habían perdido a causa de ellos. 
Earl tomó el brócoli y se puso de pie, vacilante. Esperó un momento y, luego se les 
acercó. Miró de Ty a Zane y sacudió la cabeza. 
—No importa a quien ames, hijo –dijo—. Siempre y cuando lo hagas bien. —
Luego tendió la mano a Zane. 
Zane la miró, preguntándose si simplemente podía no estrecharla. Pero cuando la 
mano de Ty se aflojó y le soltó, estiró la mano y estrechó la de Earl, mirando a los 
ojos del hombre mayor, dejando que su expresión dijera lo que no podía. Earl asintió 
en reconocimiento de la paz precaria. Luego se alejó de nuevo, se llevó el brócoli a la 
cara y murmuró algo sobre el impresionante gancho de derecha de Ty. 
En la mecedora, Chester comenzó a tararear. No era una canción, sin embargo, 
sino más bien una cadencia con un cierto tono familiar. Era una de las canciones que 
Ty silbaba y, a veces componía sus propias palabras: "When Johnny Comes Marching 
Home". 
Chester comenzó a reír, meciéndose junto a la chimenea con su pala en su regazo. 
Ty se mordió el labio y miró a Zane, tratando de no sonreír. Zane puso los ojos en 
blanco. 
—Locos galopantes. 
Ty le apretó la mano. 
—Bueno, dijiste que te gustaban los caballos. 
 
 
 
Ty se sentó en el borde de su cama vieja, mirando la escayola en la mano a la 
suave luz de la lámpara de la mesilla. En todas las veces que había lanzado un 
puñetazo en su vida, rara vez se había roto uno de sus propios huesos en el proceso. 
Esta vez era un metacarpiano, uno de los huesos de la mano. Y le dolía mucho. Toda 
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su muñeca tenía que estar inmovilizada, como resultado, tenía una escayola verde 
brillante en el brazo. 
Era una herida común en una pelea a puñetazos, pero Ty aún no podía creer que 
la mandíbula de su padre le hubiera roto la mano. 
—Quien iba a imaginar que el viejo me rompería la mano —se quejó. 
Zane estaba detrás de él, apoyado contra la cabecera. 
—Voy a empezar a llamarte Tytanium. 
—Eso es inteligente. 
—Lo sé. 
—¿Duele igual al golpearme? —Preguntó Ty. 
—Sí. 
—Bien —dijo Ty, apaciguado al mirar la escayola y tirando del algodón suelto del 
borde. Sabía que Zane no estaba contento, pero no estaba seguro de que podía hacer 
al respecto. Miró por encima del hombro de nuevo—. Es divertido. 
Los ojos de Zane eran oscuros y su rostro inexpresivo, pero una de las esquinas de 
su boca se curvó. 
—¿Por qué? 
—Oh vamos. La única vez que le doy un puñetazo y ¿sale mejor que yo? Es 
gracioso. Como Charlie Brown con el fútbol. 
Zane sonrió un poco y puso los ojos en blanco. Alzó la mano para tocar a Ty, 
deslizando los dedos a lo largo de la base del cráneo hasta el cabello. 
Ty se recostó en el toque, cerrando los ojos mientras el alivio se apoderaba de él. 
No podía sacudirse la sensación de muerte inminente que siempre estaba bajo la 
superficie, pero había aprendido a vivir con ello. Lo único que importaba era que 
Zane estaba allí con él y sus padres se habían tomado la noticia infinitamente mejor 
de lo que jamás imaginó. 
 Tenían todo el derecho a estar enojados con él, no sólo por mentirles, sino también 
por huir. Se giró y se arrastró hacia Zane, estirándose para recostar la cabeza en el 
regazo de Zane. 
—Siempre pensé que después de que se enteraran desaparecería este gran peso de 
mi pecho. 
Zane le acarició el pelo. 
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—Has estado llevando ese peso mucho tiempo, Ty. Necesitarás tiempo para no 
sentirlo tanto. 
—Tal vez tengas razón. —Miró a Zane, levantando una mano para tocarle el 
rostro—. Habla conmigo, cariño. 
Zane sonrió. 
—Me encanta la forma que dices eso. —Sus dedos vagaron por la frente de Ty—. 
¿De qué quieres que hable? 
—No seas espeso. ¿Que piensas sobre todo esto? 
Zane miró el edredón un largo momento, apretando los labios. 
—Estoy enfadado. 
—Lo sé —dijo Ty suavemente—. Háblame de ello en lugar de echármelo encima 
más tarde. 
Zane resopló, pero ambos sabían que era válido. 
—Nunca me ha gustado la relación que tienes con tu padre. Siempre me pareció 
que era más un sargento que un padre. Pero no es asunto mío, ¿sabes? Criticarlo. —
Zane se detuvo—. Pero ¿verle haciéndote daño? Eso es inaceptable para mí. 
Posiblemente imperdonable. 
Ty asintió. Él sabía que la relación con su padre, hacia el exterior, disparaba todos 
los botones rojos de Zane. Pero Earl era un buen padre; no tenía nada más que 
recuerdos felices. Tal vez Earl fuera más un sargento que un padre, pero había 
funcionado. Claro, había tensión, pero desafiaría a cualquiera a que le mostrara una 
relación perfecta entre padre e hijo. Esta noche había sido la primera vez que Earl 
había levantado la mano a uno de sus chicos. 
—Es... complicado —ofreció, incluso sabiendo que sonaría débil a los oídos de 
Zane. 
Zane frunció el ceño, pero su ira estaba mezclada con consternación cuando habló. 
—Pero tienes miedo de él, Ty. ¿Cómo puede estar eso bien? 
Ty se sentó, mirando a Zane con sorpresa. 
—No tengo miedo de él. —Pero había cosas que al pensarlas le ponían casi 
enfermo, saber que podría haber decepcionado a su padre. Ver vergüenza o 
desprecio o cualquier otra reacción que había imaginado cuando dejó que su padre le 
pegara. Todo eso contribuía a ponerlo tenso cuando pensaba demasiado en ello. 
Todo lo que siempre había deseado era que Earl estuviera orgulloso de él; había 
pasado treinta años intentándolo. 
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—Y al mismo tiempo, estoy aterrorizado de él –se dio cuenta mientras miraba el 
anillo de sello de los marines en su dedo. 
Zane se encogió de hombros. 
—No sé qué... hacer. Me rompe verte hacer frente a esto, y no poder ayudar. 
Ty suspiró y volvió a sentarse con las piernas cruzadas en la cama al lado de la 
cadera de Zane. 
—Es mi padre, Zane. No necesito que hagas nada. No tienes que protegerme. No 
tienes que defenderme, o defendernos, de él. 
—No puedo no sentir la necesidad de protegerte, Ty. Eso no va a suceder. 
Probablemente es mejor que no esperes que seamos muy buenos amigos. 
Ty sonrió y dio unas palmaditas en la rodilla de Zane. 
—Papá puede cuidar de sí mismo. No tenéis que ser amigos. 
Zane hizo un gesto poco convincente. 
Ty se giró para recostar su cabeza en el regazo de Zane. 
—Lleva enojado conmigo mucho tiempo. Nunca pudieron entender por qué me 
fui. Y yo no podía contárselo, no realmente. 
—A veces decirlo no ayuda —dijo Zane. Después de una pausa, añadió—: Le dije 
a mi madre la gran oportunidadque sería el FBI para mí, y hasta este día, ella no 
puede o no entenderá por qué me fui de casa. 
Ty alzó la vista hacia él, tratando de ver sus ojos. 
—¿Qué pasó con tu familia, Zane? 
Zane respondió con un profundo suspiro. 
—Mi familia no era como la tuya. 
—¿Es por eso que te fuiste de Texas y nunca miraste hacia atrás? 
Zane se quedó callado un momento. 
—No estaba dispuesto a hacer el trabajo para el que nací. No me querían allí a 
menos que tuviera la intención de hacerme cargo del rancho. 
—Zane. Dudo que eso sea cierto. 
—No los conoces, Ty. Mi hermana y mi padre son buenas personas, pero madre... 
ella me asusta. Odio estar cerca de ella. 
—¿Por qué? 
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—Porque… me costó mucho encontrar algo que me guste de ella, y me recuerda a 
mí. 
Ty se sentó para mirarlo. Tenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada. Ty cerró 
el puño en su camisa y tiró de él para que se sentara, luego tomó la barbilla de Zane 
en su mano y le obligó a mirarlo. 
—Zane... no puedes estar diciéndome que hay otro como tú por ahí en algún 
lugar. 
Zane soltó una risa débil y envolvió los brazos alrededor de Ty. Este volvió la cara 
hacia él y le abrazó. 
—Te amo, Zane. Incluso si eres repulsivo. 
—Eres idiota. 
Ty sonrió y volvió la cabeza para darle un beso. Un golpe en la puerta los 
interrumpió, y Ty suspiró. 
—¿Sí? –Dijo. Zane dejó caer sus brazos para no abrazarle, pero no se apartó. 
La puerta se abrió con un crujido, y Deuce asomó la cabeza. 
—Sólo quería ver cómo estabas. ¿Estás bien? 
Ty asintió. 
—Eché un poco de… sorpresas en el té después de que os fuerais. Ma y papá 
deberían dormir hasta el mediodía. Podría haber matado al abuelo, lo veremos por la 
mañana. 
Ty se rio. 
—Gracias, Deacon. 
—Es lo menos que puedo hacer por mi hermano mayor. 
—¿Cómo fue después de que nos fuéramos? —Preguntó Zane. Él y Ty habían ido 
a urgencias para ocuparse de la mano de Ty y no habían visto a nadie cuando 
regresaron. 
Deuce frunció los labios. 
—Ma ha estado llorando. Siguió diciendo que si lo hubiera sabido, te habría 
detenido. — Se encogió de hombros—. A papá no puedo leerlo. 
—Estoy pensando que papá va a ser más fácil de manejar a largo plazo —dijo Ty a 
Deuce, que asintió con la cabeza. Zane le lanzó una mirada que decía que no lo creía, 
pero no dijo nada. 
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—Bueno. —Deuce sonrió mientras entraba. Ty se levantó cuando se acercó—. 
Estoy orgulloso de ti. De los dos. Incluso si no fue cosa tuya empezar, sin embargo lo 
hiciste. 
Ty asintió bruscamente, sorprendido por su reacción a las palabras de su hermano. 
Las emociones brotaron en él, emociones para las que pensaba que no estaba listo. 
Deuce lo envolvió en un abrazo, con los ojos fuertemente cerrados, y cuando habló 
a Ty en un susurro, su voz vaciló. 
—Siempre serás mi héroe, Beaumont. 
Ty soltó una risa ahogada y le acarició la nuca. Deuce se apartó y se aclaró la 
garganta, sus ojos empañados. Se acercó a darle un abrazo a Zane también, y Ty tuvo 
que apartarse para limpiarse los ojos con el dorso de la manga. 
—¿Cómo diablos lo supo Chester? —Preguntó Zane. 
Deuce rio y Ty se limitó a sacudir la cabeza, mirando todas las fotos que cubrían 
las paredes de su antigua habitación mientras se limpiaba los ojos. 
—Vas a tener que preguntárselo al abuelo –dijo Deuce—. Sólo Dios sabe lo que ve 
cuando la gente se olvida que está ahí. 
—Sigo pensando que utiliza un dispositivo de escucha –murmuró Ty. 
Deuce rio y les sonrió. 
—¿Estáis bien? Se siente algo de pesadez aquí. 
Ty asintió y miró a Zane, quien se encogió de hombros. 
—¿Sucede algo que deba saber? —Preguntó Deuce. 
—Zane tiene problemas maternos. 
Zane se acercó y golpeó a Ty en el brazo, con fuerza. 
—Interesante —dijo Deuce, inclinando la cabeza ante Zane. Parecía como un ave 
de rapiña preparado para lanzarse en picado. 
—No, no lo es. Estoy llegando a la conclusión de que mi madre es una perra. 
Deuce levantó una ceja. 
—Interesante. 
—No empieces —gruñó Zane. 
Deuce miró entre ellos. 
—Bueno, estoy aquí si necesitas hablar. 
—Gracias, Deuce. 
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—Y si lo necesitas, tengo golosinas en la bolsa médica. 
Ty sonrió. 
—Deacon, desaparece. 
—Muy bien, estirado. Buenas noches, a los dos. Que durmáis bien —agregó, luego 
se volvió y cerró la puerta tras de sí. 
Ty se sentó en el borde de la cama de nuevo, el pecho todavía apretado. Siempre 
había sido el modelo a seguir en su generación de chicos Grady, y desde entonces 
había sido lo bastante mayor para entender esa responsabilidad, su mayor temor era 
haber decepcionado a uno de ellos. Pero ver la sinceridad en los ojos de su hermano 
cuando le había dicho que estaba orgulloso de él calmó su alma de una manera que 
no muchas otras cosas podían. 
—Tu hermano es un porrero latente, ¿no? —preguntó Zane con cariño. 
—No creo que haya nada latente en ello. 
Zane se rió y se tumbó en la cama, tirando del brazo de Ty. 
—Ven aquí. 
Ty se acostó con él, acurrucándose a su alrededor y apoyando la cabeza en el 
hombro de Zane. Cada vez estaba más cómodo con las oportunidades que tenía que 
hacer esto, de apoyarse en Zane, tanto física como emocionalmente. Le había llevado 
mucho tiempo llegar a un acuerdo con el hecho de que no lo hacía débil. Cuando 
Zane le envolvía con sus brazos, se sentía bien. 
—Estoy orgulloso de ti también, Beaumont. 
 
 
 
 
La mañana siguiente fue un poco tensa, por decir algo, pero mejor de lo que Ty 
había esperado dadas las circunstancias. El desayuno comenzó rebuscado y torpe, 
pero Deuce mantuvo una conversación con Zane sobre motos, y Ty finalmente 
consiguió que Mara empezara a divagar sobre los planes para el desfile Bluefield del 
4 de Julio. Luego todos se trasladaron a la sala de estar con café y panecillos dulces 
caseros. Con el consenso general de que, con el impresionante ojo morado de Earl y 
la mano rota de Ty, podían saltarse la iglesia. 
Deuce se sentó junto a Zane en el sofá, por lo que Ty se sentó en el suelo entre sus 
pies mientras la conversación vagaba a la clasificación actual del béisbol. Earl y 
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Chester eran aficionados acérrimos de los Braves como Ty, pero Deuce había 
abandonado el barco y comenzó a animar a los Phillies de su ciudad varios años 
atrás. Fue una discusión animada cuando Deuce comenzó a regodearse. 
Finalmente la charla ociosa giró a uno de los muchos temas que Ty había estado 
temiendo. 
—Tengo una pregunta para vosotros dos —dijo Earl. 
—¿Sólo una? —Preguntó Ty, aunque su corazón había comenzado a acelerarse. 
Miró furtivamente a Zane por encima del hombro. Su amante parecía relajado, pero 
Ty sabía que Zane era una mecha encendida debajo de la superficie. Este se encogió 
de hombros. 
—Cuando estuviste aquí antes, Zane, llevabas un anillo de matrimonio —dijo Earl, 
frunciendo el ceño. 
—Eso es correcto. 
Earl miró de Zane a Ty, enarcando una ceja. 
—Mi esposa murió en un accidente automovilístico cinco años antes de conocer a 
Ty. 
Earl asintió, mirando a Zane con lo que podría haber pasado por compasión. 
—¿Y todavía llevabas tu anillo? Nuestro más sentido pésame, Zane querido, eso 
debió haber sido difícil para ti –ofreció Mara. 
Zane sonrió. 
—Sí, señora. Lo fue. 
Ty sabía que Zane nunca admitiría lo difícil que fue. La muerte de Becky había 
sido el catalizador que le lanzó al alcohol y las drogas, problemas contra los que 
tendría que luchar el resto de su vida. 
Eso, junto con el hecho de que los recuerdos de Becky era una de las cosas más 
aterradoras que asociaba con Zane, le hizo