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1 La Psicología de la Cognición Social Elena M Zubieta1 1. Introducción El propósito de este texto es puntualizar algunos de los principales aportes de la Cognición Social, muchos de los cuales están en la base de perspectivas más integradoras desarrolladas en el ámbito de la psicología social europea en la década de los 70’ del siglo pasado como las que propusieron Henri Tajfel y Serge Moscovici a través de las teorías de la Identidad Social y de las Representaciones Sociales, respectivamente. Como bien indican Álvaro y Garrido (2003), ambas responden a una forma de entender la realidad social que integra tanto niveles de explicación psicológicos como sociológicos, atendiendo a la vez a especificidades históricas y contextuales. Sin embargo, no es posible entender aquellas robustas formulaciones si no se hace previamente un repaso de algunas contribuciones fundamentales producto del esfuerzo de dar respuesta crítica a los postulados del Conductismo, introducidos por Floyd Allport en la Psicología Social a principios del siglo XX. Frente a las limitaciones de la perspectiva conductista, los primeros cognitivistas ofrecieron una nueva aproximación con la que revolucionar el campo de la Psicología Social proponiendo: un mayor énfasis en el estudio de los procesos internos de los individuos, en lugar de en los resultados externos y en las influencias externas de los grupos; la realización de análisis mucho más pormenorizados de aquellos procesos, sobre todo los relacionados con la percepción de las personas y; la medición de un mayor número de variables dependientes que permitiera un análisis más detallado. A pesar de estas innovaciones, para muchos investigadores no hubo una respuesta satisfactoria a los déficits que la Psicología Social exhibía en ese momento (Leyens & Dardenne, 1996). La tradición cognitiva de la psicología social fue alentada particularmente por las ideas de diversos psicólogos de origen europeo como Kurt Lewin, Fritz Heider y Salomon Asch. La Teoría del Campo de Lewin contiene elementos cognitivos, pero es razonable afirmar que Asch y Heider fueron las figuras seminales en el establecimiento del interés de la psicología social 1 Ficha didáctica desarrollada para uso exclusivo de la cátedra de Psicología Social 2 de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. 2 por los procesos de información-integración y pensamiento. Ambos trabajaron en Estados Unidos desde la década de 1930, y Asch se educó en Nueva York, pero se nutrieron considerablemente de las ideas de la psicología gestáltica alemana que subrayaba el hecho de que las entidades complejas no pueden explicarse por la naturaleza de sus partes constituyentes. Aunque Asch entendía que las personas no se las percibe del mismo modo que a otras entidades, y que por lo tanto la psicología social no puede reducirse a la psicología individual, ni él ni Heider intentaron seriamente construir una teoría de entidades o hechos sociales irreductibles, como lo habría hecho Durkheim (Harré & Lamb, 1992). Aun así, sus desarrollos ayudaron a delimitar al objeto de la cognición social –las personas y las relaciones sociales- como diferente al objeto de la cognición “no social”, y con fuertes implicancias para el funcionamiento en el entorno humano. Fueron más allá de esta distinción señalando que, en realidad, toda cognición tiene un origen social, puesto que el conocimiento de la realidad, y la forma en que las personas la procesan, surge y se desarrolla a través de la interacción social. Se habla así de la aportación original que la psicología social hizo a la cognición ya que la corriente dominante en Europa destacaba la dimensión social del conocimiento (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013). Para Páez e Insúa (1991), la cognición social se ocupa de los pensamientos que se activan automáticamente o de forma más controlada en el sistema cognitivo de las personas y del por qué, de cómo se almacena, organiza y recupera esa información social, de cómo se forman las impresiones sobre otras personas y de cómo se explican los comportamientos. Para desenvolverse en un medio social complejo como el caracteriza a los grupos humanos, las personas necesitan poner en marcha diversos mecanismos mentales que les ayudan a resolver los problemas que el medio les plantea continuamente. Esta necesidad ha hecho que se desarrollen capacidades cognitivas que permiten la coordinación con otros y la intervención eficaz dentro de un grupo, así como tendencias motivacionales básicas que impulsan a hacerlo. En el proceso descripto, es necesario que las personas den significados al mundo social, y que esos significados sean compartidos por otros; lo que implica comprender, recordar y predecir la conducta de otras personas, elaborar juicios e inferencias a partir de lo que perciben de los demás, y adoptar decisiones en función de esa información. Esto es precisamente lo que estudia la Cognición Social, así como también la influencia en esos 3 procesos de la presencia de los demás, de la motivación (las metas) y del estado emocional en cada situación concreta (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013). La cognición del mundo social no es ya entonces considerada como algo invariable y estático, sino más bien como construida activamente por los individuos, y determinada tanto por los factores relacionados con la persona como con el ambiente que los rodea, el cual moldea en cierta medida la interpretación. Es abundante la evidencia empírica que da cuenta de cómo los procesos culturales y de socialización se relacionan claramente con la forma en que las personas almacenan, procesan y recuperan la información (Moya, 1999). Rodríguez Pérez y Betancort Rodríguez (2007) plantean cuatro hipótesis clave de la Cognición Social de las que se derivan explicaciones que enriquecen el conocimiento sobre un extenso repertorio de conductas humanas: 1) Las conductas humanas no son respuestas al medio, sino el resultado de una interacción entre la información nueva y el conocimiento previo. 2) La racionalidad humana no es producto de la lógica, sino del uso de heurísticos que potencian su capacidad adaptativa. 3) Los motivos, afectos y emociones no solo no interfieren en la racionalidad humana, sino que son indispensables para lograrla. 4) Los aspectos no conscientes y automáticos, lejos de presentar un mundo instintivo y paralelo al consciente, son una parte importante de escenario responsable de la conducta. Si bien se señaló que la Cognición Social irrumpe en los años 60’ del siglo pasado como respuesta crítica a la perspectiva conductista, es en la década del 70’ donde se difunde en su sentido más moderno y estricto, donde es socialmente compartida y construida, quedando constituida por una serie de procesos que realizan de una forma parecida los diferentes individuos y grupos que pertenecen a una misma cultura, sociedad o contexto social (Leyens & Dardenne, 1996). En los desarrollos más actuales se refuerza la idea de que los individuos construyen la realidad, percibiéndola en función de gran cantidad de factores que modifican esa percepción, y generalmente haciéndola más útil y funcional. Uno de los agentes que más influencia tiene en esa construcción de la realidad social es el contexto social en el que las personas viven (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013). Es importante destacar aquí las importantes raíces que la psicología social tiene en la sociología, que ha demostrado un interés consistente en los valores y las creencias, incluso 4 cuando las explica como productos de fuerzas históricas y sociales que están más allá de la comprensión y el control individuales. Particularmente, la tradición norteamericana del interaccionismo simbólico condujo a estudios sobre la interacción y el sí-mismo. Aunque la interacciónpuede estudiarse sin referencia alguna a los procesos de pensamiento de los individuos, como lo demuestra el trabajo etológico o de laboratorio, sin embargo, los interaccionistas simbólicos consideraron crucial para todo el proceso de interacción a la interpretación -o, en términos de Thomas, la “definición”- de la situación por parte de los sujetos interactuantes (Harré & Lamb, 1992). Esto es fundamental en el enfoque de Erving Goffman, quien afirma: “En el centro mismo de la vida interactiva está la relación cognitiva que tenemos con quienes se encuentran presentes ante nosotros, relación sin la cual nuestra actividad, conductual y verbal, no podría organizarse significativamente” (1983, The interaction order, en Harré & Lamb, 1992, pp.84-85). 2. El Espacio Vital y la Teoría del Campo de Kurt Lewin Aunque el origen de la Cognición Social se asocia al auge de la investigación sobre percepción social y atribución, en realidad los psicólogos sociales se han interesado por los procesos mentales desde los inicios de la disciplina. Uno de los padres fundadores de la Psicología Social científica, Kurt Lewin, de origen alemán que emigró a EE.UU en 1933, llamó la atención sobre el hecho de que el contexto social influye en el individuo a través de la percepción e interpretación que éste hace de él (Lewin, 1951). Lewin procuró articular los psicológico y lo sociológico, en el sentido de Doise (1982), (Blanco, 1988). Frente a la crítica a la psicología de que no había estudiado al organismo dentro de su ambiente, además de olvidar la estructura social, y mientras la sociología no tenía en cuenta lo biológico ni lo psicológico, aunque no exenta de críticas, el aporte Lewin ha sido tremendamente relevante (Javaloy Mazón &Vidal Moranta, 2007). De diversos modos su obra tendió un puente entre la psicología gestáltica, el estudio de la personalidad, la motivación y la psicología social. Fundador de la Teoría del Campo, planteó que la conducta es primordialmente una función de la persona y la situación presente. De esta fusión surge el Espacio Vital, el campo psicológico que Lewin (1936) emplea para indicar la multiplicidad de hechos coexistentes que determinan la conducta de un individuo en un Kurt Lewin (1890-1947) 5 momento dado. Este énfasis en el carácter interrelacional de la persona y el ambiente, una de sus más importantes contribuciones a la psicología, se expresa en la conocida ecuación: C (conducta) = f (P (persona) + A (ambiente)) En la terminología de Lewin la persona es al mismo tiempo el equivalente al espacio vital, hace referencia al “sujeto que actúa” en ese espacio, y designa también de modo directo las propiedades psicológicas del individuo. Incorpora las necesidades, creencias, valores y sistemas perceptivos y motrices que, en interacción entre sí y con el ambiente objetivo producen el espacio vital. Por su parte, el ambiente refiere por igual al ambiente objetivo y psicológico. El ambiente psicológico, o el ambiente tal como existe para el individuo, forma parte del espacio vital. Durante el desarrollo, el espacio vital cambia pasando a adquirir una mayor diferenciación, uno de sus cambios involucra la dimensión temporal (Harré & Lamb, 1992). Esta intersección se muestra en la figura 1: Figura 1. Componentes del Campo y Espacio Vital Desde la introducción por Lewin del concepto de Espacio Vital y de otros conceptos de la Teoría del Campo, se acepta en general la idea de que es torpe hablar de la conducta sin tener en cuenta tanto a la persona como al ambiente. Para comprender la conducta se necesita no sólo un conocimiento de la experiencia pasada de la persona, sino también el conocimiento de las actitudes y capacidades presentes, así como la situación inmediata. Moscovici (1988) considera a la Teoría del Campo como paradigmática dado su papel esencial en proponer una visión global de las relaciones y comportamientos humanos. El campo comprende todas las influencias conexas, afectivas e intelectuales que afectan un comportamiento determinado cuando éste se produce; está compuesto de regiones interdependientes con cuya ayuda se pueden analizar la manera psicológica con que las personas se presentan su mundo y actúan unos sobre otros. Para el autor, “[…]Lewin logra trasladar la psicología de la forma, la Gestalt, Personalidad Ambiente Espacio Vital propiedades psicológicas objetivo psicológico cr ee nc ia s, v al or es sistemas perceptivos y motrices 6 a los fenómenos sociales y proporciona un lenguaje para describirlos […] Traza una visión de los individuos y los grupos en tanto que fuerzas compactas, tensiones dinámicas que se modifican mediante su contacto […]”, de esta forma, “[…] atrajo la atención de los psicosociólogos sobre las construcciones mentales que dan forma a la acción y a las relaciones humanas, construcciones excluidas por la visión dominante del conductismo” (Moscovici, 1988; pp.28-29). Uno de los ejemplos que puede graficar la influencia de los postulados de Kurt Lewin es el de la perspectiva relacional del estrés desarrollada por Lazarus y Folkman (1984). Frente a análisis lineales y descontextualizados, que simplemente indicaban que ante una situación novedosa, o imprevisible, las personas tenderían a estresarse, y por tanto desarrollaban mecanismos generales para reducir el estrés; estos investigadores observaron que no todas las personas reaccionaban de la misma forma frente a la situación de estrés, así como verificaron diferencias en el tiempo y la forma de su reducción. En el área del estrés ambiental, Lazarus (1966) incorporó a las perspectivas que destacaban la dimensión fisiológica los componentes conductual y emocional para explicar las incidencias de factores ambientales en el comportamiento. Ante estas respuestas diferentes a las situaciones estresantes, Lazarus y Folkman (1984) consideraron clave identificar en cada proceso la naturaleza de la relación entre sujeto y ambiente para poder entender el complejo modelo de reacción y sus consecuencias adaptativas. Definieron al estrés psicológico como la relación particular que el individuo establece con el entorno que es evaluado por aquel como amenazante o desbordante de sus recursos y que, por tanto, pone en peligro su bienestar. Detectaron dos procesos críticos que intervienen en la relación Individuo-Entorno: la evaluación cognitiva que la persona hace de la situación -p.e. “de amenaza” o de “desafío”- y los recursos de afrontamiento -p.e. locus de control, inteligencia emocional. El estrés remite a toda la situación que va desde el estímulo o factor “estresor” hasta la respuesta o reacción causada por el entorno. Las personas pueden afrontar de manera de Aproximación Activa o de Evitación Pasiva, pueden Centrarse en el Problema - modificar la situación o acontecimiento estresante – o en la Emoción - regular los estados emocionales evocados por la situación a través de distintos medios -evitar la situación, reevaluar cognitivamente el suceso perturbador, atendiendo selectivamente a los aspectos positivos, descarga emocional, etc.) (Basabe, 2004). 7 Lazarus y Cohen (1977) describieron tres categorías generales de entornos capaces de generar estrés: los cataclismos, como los desastres naturales, la guerra, o un accidente nuclear; los de carácter personal, como la muerte de un ser querido, y los denominados “de fondo” por su carácter gradual, crónicos o casi rutinarios. Es en entre estos últimos donde se sitúan los denominados “estresores” ambientales como la contaminación atmosférica, el ruido, el hacinamiento residencial, el tráfico u otras fuentes de estimulación nocivas y que demandan la adaptación de los individuos. Tanto si las personas consiguen adaptarse, como si no, a los diferentes factores causantes del estrés, el organismode las personas debe hacer frente a ellos, lo que puede llevar diferentes costes en la salud (Javaloy Mazón & Vidal Moranta, 2007). A grandes rasgos, como se muestra en la figura 2, se puede trasladar el espacio vital de Lewin al proceso que plantea la perspectiva relacional del estrés. Figura 2. Proceso básico del estrés desde la perspectiva relacional. Gaviría Stewart y Silván Ferrero (2013), plantean que en los años 70 del siglo pasado el tradicional interés de los psicólogos sociales por los procesos mentales se cristalizó en una perspectiva que promovió el desarrollo de numerosas teorías y métodos que permitían la medición directa e indirecta de esos procesos mentales de una manera científica. Fiske y Taylor (2013) lo asocian con la a parición dentro de la Psicología Social de dos modelos de ser humano pensante, en términos de científicos ingenuos o de indigente cognitivo. Modelos que se harán más evidentes en propuestas como la de Serge Mocovici de las Representaciones sociales, o en lo que hace a los procesos de percepción social y formación de opiniones. 3. Información social y elaboración de juicios: los esquemas sociales Ante la pregunta crítica de cómo las personas se enfrentan a la gran cantidad de información que reciben del medio, la respuesta simple de la Psicología Cognitiva fue comparar al cerebro humano a la computadora, pero la Cognición Social llamó la atención Estresor Evaluación Cognitiva Recursos de Afrontamiento Contexto E sp ac io V ita l d el E st ré s Aproximación-Activa o Evitación-Pasiva 8 sobre el hecho de que los recursos cognitivos de los individuos son limitados, lo que los lleva a hacer uso de estrategias que le permitan manejar toda esa información de la forma más eficiente posible. Como bien señalan Gaviría Stewart y Silván Ferrero (2013), no se debe homologar el término “eficiente” a la lógica, sino que refiere a adaptativo, que de ningún modo tampoco implica conformidad. Las personas utilizan diferentes estrategias para lograr esa eficiencia adaptativa, sin ser conscientes en general de ello. Rodríguez Pérez y Betancor Rodríguez (2007) agrupan a estas estrategias en tres categorías orientadas a reducir: la información a procesar la cantidad de procesamientos necesaria, organizando la información y recurriendo a conocimientos que ya tenemos almacenados, los procedimientos cognitivos necesarios para procesar la información y elaborar juicios. Cuando las personas se acercan a la realidad social que las rodea cuentan con información que les ayuda a interpretar lo que ven y a saber lo que pueden esperar de las personas y las situaciones con las que se encuentran. Ese conocimiento previo está almacenado y organizado en una especie de estructuras cognitivas, en representaciones mentales sobre conceptos o categorías de estímulos que sirven para interpretar y tener expectativas sobre ellos. Una forma de denominar a esas estructuras es la de esquemas. Los esquemas, como señalan Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), representan el conocimiento abstracto que las personas tienen acerca de un grupo de estímulos que consideran que tienen algo en común, y que incluye sus atributos y las relaciones que se establecen entre ellos (Fiske & Taylor, 1991), son los “ladrillos de la cognición” o “las teorías de andar por casa”. Sus funciones son: Clasificar, catalogar varios objetos, eventos, o personas, dentro de un mismo grupo. Inferir características adicionales con las que no contamos. Dirigir nuestra atención y la interpretación de las personas y situaciones con la que nos encontramos diariamente. Como los esquemas suelen ser creados y solemos hacer uso de ellos de manera compartida por las personas que pertenecen a una misma cultura, también nos permiten comunicarnos con más facilidad. 9 Aunque el número de esquemas puede ser ilimitado, en Psicología Social se han estudiado algunos tipos de esquemas de forma especial, ya que son los que las personas utilizan con mayor frecuencia: De personas: es el conocimiento global y abstracto que se tiene almacenado acerca de individuos concretos (un amigo, un político, o el médico de cabecera), de tipos de individuos (intelectual, fiestero, trepador) o de grupos (alemanes, bolivianos, o las personas mayores), de cómo son esas personas y de cómo se comportan. Aquí se incluye a las llamadas teorías implícitas de la personalidad, que son creencias a menudo inconscientes de que ciertos rasgos o ciertos comportamientos van juntos. Por ejemplo, si se cree que una persona es ordenada, se supondrá o inferirá que es también disciplinada y metódica en el trabajo. Los individuos que muestran ese conjunto de rasgos o esa serie de comportamientos representan un cierto tipo o categoría de persona que lleva asociado el esquema correspondiente. Los esquemas sobre personas pertenecientes a ciertos grupos, como los inmigrantes, las feministas o los ecologistas, por ejemplo, aluden al concepto de estereotipo. De roles: contienen información sobre cómo son y cómo se comportan las personas que ocupan un determinado rol en el grupo o en la sociedad (p.e. líder, ama de casa, profesor). Permiten comprender y tener expectativas sobre las metas y acciones de esos individuos y saber cómo debemos interactuar con ellos. De situaciones, scripts o guiones de acción: información sobre secuencias típicas de acciones en situaciones concretas. Indica lo que se espera que ocurra en un lugar o situación. Por ejemplo, el aprendizaje de guiones tiene un papel muy importante en el comportamiento agresivo, la forma de resolver los conflictos a través de la imposición de la fuerza física. Del yo: incluye las ideas más distintivas y centrales que las personas tienen de sí mismas. Se almacena información de una forma más compleja y variada que cuando se lo hace sobre los demás. Forman parte del auto-concepto. Los esquemas se adquieren a través de los demás, p.e. la socialización o, en general, cuando los otros le cuentan a una persona cómo funcionan las cosas, o por la propia experiencia. Basta uno o dos casos para que las personas se formen un esquema y lo apliquen en los sucesivo cuando se enfrentan a estímulos similares. A medida que se va encontrando más casos de una categoría, el esquema correspondiente se va haciendo más abstracto –menos vinculado a 10 casos concretos-, más complejo –con más conexiones entre sus distintos elementos-, y más abierto a incorporar excepciones. Los esquemas y creencias acerca de las otras personas y del sí mismo, y de eventos, con frecuencia condicionan los comportamientos propios y de los demás, llegando a provocar el cumplimiento de las mismas. Los esquemas y creencias se refuerzan, ya que se producen numerosas situaciones en las que se confirma justo lo que las personas esperan, como la denominada Profecía que se auto-cumple o el efecto Pygmalión. Este fenómeno puede tener implicaciones en diversos ámbitos como el clínico, laboral o educativo, y es en este último donde se ha mostrado de forma más clara. Como bien extractan Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), la profecía que se cumple a sí misma fue descrita por Merton en 1948 en el campo de la psicología social. Señalan que este efecto tiene lugar cuando los perceptores que sostienen una determinada expectativa acerca de otra persona, se comportan con ella de forma que su expectativa inicial finalmente se confirme. Como se mencionó, este tipo de efecto ha sido crítico en el éxito o fracaso escolar, donde los resultados positivos o negativos en el desempeño de los alumnos se explicaban por las expectativas de los maestros acerca de ellos, que terminaban confirmándose. El efecto Pygmalión, asociado a la profecía autocumplida, proviene de la mitología griega. Pygmalión era un escultor de la Islade Creta que creó una escultura de la mujer ideal, a la que dio el nombre de Galatea. Era tan bella y tan perfecta que el escultor se enamoró de ella, suplicándole día y noche a la diosa Venus para que la volviera una mujer real de carne y hueso. Venus escuchó sus plegarias e hizo su sueño realidad (Rodríguez-Bailón y Palacios, 2013). La activación de los esquemas se debe fundamentalmente a razones relacionadas con los estímulos, con el contexto o con los individuos que los utilizan (Kunda, 2002). Se activan de forma espontánea y funcionan como un filtro, de forma que se percibe y se recuerda fundamentalmente la información que es consistente con nuestros esquemas, mientras que Pygmalión y Galatea 11 se ignora aquella que no es relevante. Tienen, por tanto, un lado práctico y un “lado oscuro” asociado a los estereotipos y el prejuicio. Figura 3. Activación de esquemas de género. Debido a las ventajas que aportan al ahorrar esfuerzo a las personas en tener que evaluar cada nueva situación desde cero, los esquemas muestran un efecto de perseverancia, que los hace difícilmente modificables, incluso frente a información contradictoria. Es por ello que cuando las personas se encuentran con información inconsistente con sus esquemas, el proceso deja de ser tan automático, hay que dedicarle más tiempo y se tarda más en procesarla. Ante la inconsistencia, hay tres posibilidades: Resolver la discrepancia confirmando el esquema que ya tenía bien desarrollado, rechazando la información inconsistente. Abandonar el esquema previo juzgándolo inadecuado. Incluir la inconsistencia en el esquema considerándola una excepción. Aunque los esquemas aparecen como si fueran privados para cada individuo, en muchos casos, especialmente en el caso de los estereotipos, los esquemas de roles y los scrips, se trata de estructuras cognitivas compartidas, gracias a las cuales nos resulta posible comunicarnos con los demás, sobre todo si pertenecen al mismo grupo o cultura. En lo que hace al contexto, éste puede hacer a unos esquemas más salientes que a otros. Entendiendo por saliencia a las características del contexto en el que aparece el estímulo y, por tanto, más probable de ser incluido dentro de un esquema específico (Rodríguez-Bailón y Palacios, (2013). Figura 4. Contextos como facilitadores de saliencia de esquemas Hombre - Mujer 12 Como se grafica en la figura 4, surgen en los contextos sociales temas que se vuelven de discusión social, que interpelan a las personas en relación a las conductas machistas, a la desigualdad de género, a la ideología patriarcal, detrás del femicidio. O, respecto del derecho individual al aborto, de una cuestión de salud pública que proteja a las mujeres en su derecho a abortar y de las condiciones de riesgo de vida por falta de un marco legal. También surgen los esquemas contrapuestos que sostienen una división prototípica de género en hombre “instrumental y proveedor” y mujer “contenedora y afectiva”; o quienes consideran que no está “en manos de los individuos decidir sobre la vida” o quienes asocian al aborto con “asesinato”, entre otras. De las controversias entre los esquemas que portan los grupos surge el conflicto intregrupal del que habla la Teoría de la Identidad Social, y la temática de la influencia minoritaria de la que da cuenta Serge Moscovici. A la saliencia de una temática que activa esquemas, entre los aspectos relacionados con el perceptor que hace que aquellos sean empleados con mayor probabilidad están la accesibilidad crónica y los objetivos y metas. La accesibilidad crónica, hace que cada individuo, por distintas razones, tenga más frecuentemente accesible en su mente determinado esquema y no otros. Los objetivos y metas que persiguen las personas también pueden hacer que se activen o inhiban determinados esquemas (Rodríguez-Bailón & Palacios, 2013). La problemática del femicidio o el aborto no será igual para las personas involucradas activamente en la lucha en comparación con quienes no, así como será diferente para quienes hayan tenido una experiencia más o menos directa con la problemática. Posteriormente en el campo de la psicología social se hablará de familiaridad e identidad social como principios organizadores de las representaciones y comportamientos que las personas tienen respecto de un objeto de discusión social. 4. Percepción Social y Formación de Impresiones Cronológicamente el área de la percepción social y de la formación de impresiones surgió antes que la Cognición Social, de hecho, ésta se desarrolló a partir de la investigación sobre la percepción social y atribución. Para almacenar la información social que la personas perciben a su alrededor, el paso previo es la percepción social o el proceso cognitivo por el que las personas son capaces de conocer al otro. 13 4.1. El modelo Gestáltico de Salomon Asch, o modelo de los rasgos centrales Asch, orientado por las creencias de los psicólogos de la Gestalt, consideraba que los elementos de información que ingresan son transformados por sus relaciones recíprocas, de modo que cualquiera de esos elementos puede parecer diferente cuando se da en una estructura distinta. De este modo, el significado de la unidad a la que pertenecen afecta el significado de los elementos individuales, y no está en sí mismo determinado por el significado que dichos elementos tienen en un estado de aislamiento recíproco. Lo guiaba la idea de que el reconocimiento de la conciencia y el juicio en otros hace que las respuestas de las personas a ellos sean completamente distintas de sus respuestas a otras entidades. Por esta razón, la psicología social no puede ser reducida a la psicología individual (Asch, 1952). El planteo de Asch, conocido como de configuración gestáltica, parte de la idea de que, en una lista de rasgos, cada uno de ellos depende del conjunto, puesto que lo que hace la persona es formarse una idea general del otro, de allí el nombre del modelo, que alude a que el todo es diferente a la suma de sus elementos, como defendía la escuela de la Gestalt. En sus experimentos, facilitaba a los participantes de sus estudios la descripción de una persona mediante una lista de rasgos que la caracterizaban (rasgos estímulos). Le pedía que leyesen esos rasgos con atención y que tratasen de imaginar cómo era esa persona. Acto seguido, les facilitaba una segunda lista de rasgos diferentes (rasgos respuesta) y les pedía que indicasen en qué medida esos nuevos rasgos se podían aplicar, a su juicio, a la persona descrita. Estaba convencido que entre la presentación de la primera y la segunda lista algo ocurría en la mente de los participantes. Creía que, basándose en la primera lista de rasgos, éstos se formaban una impresión global de la persona descrita. Por tanto, cuando se enfrentaban a la segunda lista, llevaban ya preparada una idea general de cómo era esa persona, idea que quedaba reflejada en la elección de los rasgos de la segunda lista. Asch sostenía, y demostró en sus estudios, que algunos rasgos adquirían tal preponderancia sobre el resto que eran determinantes en la impresión que se formaba en la mente de los participantes. Los denominó rasgos centrales, porque influyen en el significado de los demás rasgos y son, por tanto, responsables de la configuración de la impresión formal que nos formamos de la otra persona. Al resto de los rasgos los denominó periféricos. El que Salomon Asch (1907-1996) 14 sea central o periférico, no depende según Asch del significado del rasgo en sí, sino del contexto, es decir, del resto de rasgos estímulo con los que aparece asociado. Los participantes de los estudiosresolvían las contradicciones cambiando mentalmente el significado de alguno de los elementos inconsistentes. Un grupo de estudiantes recibía una descripción de una persona desconocida que contenía los siguientes rasgos: inteligente, habilidosa, trabajadora, afectuosa, decidida, práctica y prudente. Otro grupo recibió la siguiente descripción: inteligente, habilidosa, trabajadora, fría, decidida, práctica y prudente. La única diferencia entre ambas listas es que en una parece el término afectuosa y en otra fría. A los miembros de ambos grupos se les pidió que se hicieran una idea de la persona estímulo, que escribieran una semblanza de ella y que escogieran entre diferentes pares de rasgos cuál creían ellos que caracterizaba a la persona presentada. Los resultados mostraron que los dos grupos respondían de forma considerablemente diferente distinta tanto en la redacción de las semblanzas -más positivas en el grupo que oyó afectuosa- como en la elección de adjetivos, en el primer caso tendrá una configuración de sensato y en el segundo de calculador. Este resultado se da porque afectuosa y fría son, en este contexto, rasgos centrales, sirven como guías para la organización de la información en un todo coherente, e influyen de forma determinante en el significado de inteligente, que es periférico. La diferencia entre un rasgo central y uno periférico se aprecia en el impacto que tiene en la impresión resultante. Cuando en otro experimento, Asch presentó los mismos rasgos estímulo, cambiando el par “afectuoso-frío” por “cortés -descortés”, las diferencias en las calificaciones de los rasgos respuesta fueron considerablemente menores que las halladas en el experimento anterior (Moya & Expósito, 2007). El cambio de significado se produce, primero en el campo descriptivo, pero acaba pasando al evaluativo, es decir, no solo interpretamos de manera distinta el rasgo en cuestión, sino que también lo valoramos más positiva o negativamente. Figura 5. Rasgos centrales y periféricos según el Modelo de configuración Gestáltica Inteligente Habilidosa Trabajadora Afectuosa Decidida Práctica Prudente Inteligente Habilidosa Trabajadora Fría Decidida Práctica Prudente Sensata Calculadora 15 Según Asch, el contenido y la función de una cualidad personal dependen de los demás rasgos estímulo. Un par de rasgos determinado será central en unos contextos, pero no en otros. De esta manera, no se trata de que la misma cualidad pueda ser central o periférica según el ambiente, sino que cuando un rasgo cambia de contexto, y pasa por ejemplo de ser central a periférico, se produce una modificación en su contenido o significado. Lo que plantea Asch respecto a la creación de una impresión global no es otra cosa que la formación y posterior aplicación de un esquema de persona. Aunque en sus tiempos no se hablaba de este término, la investigación sobre el funcionamiento de los esquemas sociales tiene como precedente precisamente sus estudios sobre formación de impresiones. La diferencia entre central y periféricos implica que no todos los elementos tienen la misma importancia en la impresión que las personas se forman de otra. Hay características del contenido de la percepción que condicionan la relevancia otorgada a dicho contenido. Rodríguez-Bailón y Palacios (2013) destacan algunos de los factores que influyen en la formación de impresiones son: Efectos de orden: ¿qué posee una mayor influencia en la impresión que nos formamos de los demás? ¿lo primero que conocemos de ellos, primacía; o la última información que nos llega, recencia? Las investigaciones de Asch mostraron que la primacía es más potente que la recencia. Primacía: el orden en que se presentan las características de una persona tiene efecto sobre la impresión que nos formamos de ella. Los primeros términos establecen una dirección que ejerce un efecto continuo sobre los posteriores. Recencia: tiene lugar cuando la información final produce un mayor impacto sobre la impresión general. Probable que ocurra cuando la persona está distraída o tiene escasa motivación por conocer a la persona. Figura 6. Efectos de primacía, recencia, negatividad y positividad Información positiva y negativa: cuando no contamos con suficiente información, tendemos a formarnos una visión positiva de los demás, y por tanto nos formamos impresiones positivas inteligente trabajadora terca envidiosa terca envidiosa inteligente trabajadora inteligente terca trabajadora envidiosa envidiosa inteligente terca trabajadora envidiosa envidiosa terca inteligente trabajadora envidiosa envidiosa 16 de ellos- sesgo de positividad. Efecto que desaparece cuando se conoce, por mínima que esta sea, una información negativa. La información negativa atrae la atención y adquiere una importancia desproporcionada en la consiguiente impresión – sesgo de negatividad. Cuando la información que conocemos acerca de una persona contiene elementos positivos y negativos, éstos últimos tienen una mayor importancia en la impresión formada. Así, una impresión negativa es más difícil de cambiar que una positiva, pues los rasgos que inducen a una evaluación negativa parecen ser fáciles de confirmar y difíciles de desmentir, mientras que los rasgos positivamente evaluados son difíciles de adquirir, pero fáciles de perder. Los estereotipos: una de las características que más capta la atención cuando se conoce a una persona es el grupo social al que pertenece en función de su sexo, edad, nacionalidad, etnia, clase, etc. lo que lleva a que la impresión que se forme sea consistente con los estereotipos sobre ellos. Las personas tienden a fijarse en la información que confirma las creencias que tienen sobre una persona en función de su pertenencia a un grupo, a categorías sociales. Teorías implícitas de la personalidad: creencias que las personas tienen acerca de rasgos o características que aparecen unidos a las personas y por qué. Son similares en su funcionamiento a los estereotipos, es frecuente que se las incorpore dentro de ellos. Figura 7. Teorías implícitas y estereotipos sobre los otros. Apariencia Física: las investigaciones muestran que la apariencia física juega un papel importante a la hora de formarnos las primeras impresiones sobre los demás, dado que es la primera información que recibimos normalmente de alguien (efecto primacía). 17 Enjuiciamiento social: Es poco probable que nos formemos impresiones y hagamos juicios sobre personas que nos son susceptibles de ser enjuiciadas por nosotros. Es decir, si no nos sentimos con capacidad o el deber de realizar juicios sobre ellas. Esto se asocia, en alguna medida con temas o personas que se vuelven “objetos de discusión social” ya que su explicación interpela a las identidades sociales y personales. 5. La Inferencia Social Siguiendo a Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), las inferencias sociales o los procesos por los cuales las personas van más allá de la información concreta que tienen sobre los otros y sobre ellos mismos, se han considerado tradicionalmente procesos que llevan a cometer errores en las impresiones o juicios. Las autoras mencionan que, a la hora de hacer una inferencia, el primer paso consiste en recoger la información necesaria para ellos, seleccionando aquella que se considera más importante de toda la que tenemos disponible en un momento determinado. En este proceso, parece que los individuos confían demasiado en los esquemas sociales que tienen accesibles, así como en sus estereotipos, desestimando alguna información que puede ser muy útil o exagerando la importancia de otra que puede ser incorrecta. Muchas veces, las inferencias están influidas por las creencias y teorías previas, lo cual noes malo en principio ya que son también una fuente de información, pero si lo es cuando esas creencias y teorías sesgan el proceso –por ejemplo, buscando y teniendo en cuenta solo los datos que las confirmen en lugar de considerar toda la evidencia disponible – e impiden detectar posibles errores. Aparte de las limitaciones del sistema cognitivo, la mayoría de las ocasiones en las que las personas tienen que hacer un juicio sobre sus vidas diarias no tienen ni el tiempo ni la motivación suficientes para llevar a cabo todas las operaciones que exige el modelo normativo. En lugar de eso, lo que se hace es sacrificar la exactitud a cambio de la eficiencia en función de nuestras metas en cada situación. En esta “economía cognitiva” actúan los sesgos y los heurísticos (Rodríguez-Bailón y Palacios, 2013): Ignorar las probabilidades previas, que existen de que se dé un suceso. Juicios de covariación. Estimar la probabilidad de que dos sucesos se den al mismo tiempo, e ignorar información complementaria. 18 Correlación Ilusoria. Sobreestimar la relación que existe entre dos variables, o incluso percibir una relación entre ellas, aunque no las haya. Importante en el origen de los estereotipos. Cuando se trata de extraer conclusiones a partir de información previa o emitir opiniones sobre un objeto-estímulo, sobre todo si no disponemos de mucho tiempo o no tenemos un interés especial en la precisión de nuestros juicios, recurrimos a reglas simples que nos permiten hacer inferencias adecuadas sin sobrecargar nuestro sistema cognitivo ni dejarlo colapsado para otro tipo de tareas. Estas reglas simples se llaman heurísticos. 5.1. Los heurísticos Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), refieren a Tversky y Kahnerman (1974) para definir a los heurísticos como los atajos mentales que las personas utilizan para simplificar la solución de problemas cognitivos complejos, transformándolos en operaciones más sencillas. Las autoras puntualizan aquellos que más han llamado la atención a los psicólogos sociales en relación a los procesos de inferencia: De representatividad: estimar que un estímulo pertenece a un grupo social, no teniendo en cuenta la probabilidad conocida de que ese estímulo pertenezca realmente al grupo. De accesibilidad o disponibilidad: estimar la frecuencia o probabilidad de un evento en función de la facilidad con que ejemplos concretos o asociaciones de éste nos vienen a la mente. De anclaje y ajuste: establecer un punto de partida gracias al cual se realizan nuestras inferencias. Como bien señalan Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), las inferencias que las personas realizan resultan de utilidad y son relativamente correctas. Sin embargo, en ocasiones, los errores inferenciales llevan a cometer equivocaciones que tienen repercusiones muy negativas, como por ejemplo el caso de la confianza excesiva en los estereotipos negativos de grupos minoritarios. Los sesgos y heurísiticos están muchas veces detrás de las conductas de riesgo. Son la base de ilusiones de control o invulnerabilidad que dan a las personas una sensación de 19 tranquilidad cognitiva, produciendo el efecto contrario, es decir, aumentando la probabilidad de ser sujetos de riesgo. Las personas incorporan novedades casi cotidianamente a su vida, afrontando niveles de estrés esperables que se producen entre el tiempo que transcurre desde las primeras conductas de reacción y esfuerzo hasta que éstas se vuelven respuestas automáticas, hábitos, producto de incorporar la novedad a nuestro escenario previsible. Como se mencionó previamente, en las causas de situaciones estresantes de impacto colectivo están las catástrofes, como los tsunamis, terremotos o inundaciones, o las guerras, epidemias o pandemias. El mundo actual se enfrenta a los efectos de una nueva cepa del coronavirus, el COVID-19, que activa, entre muchos, todos los mecanismos psicosociales que subyacen a este texto. El desarrollo de la pandemia, la emergencia sanitaria, enfrenta a los profesionales de la salud a importantes desafíos orientados a reducir las conductas de riesgo. Desde la psicología social, son importante todas aquellas estrategias orientadas al cambio de actitud -hacia la protección-, sobre la base, entre otras, de lo que la disciplina ha desarrollado respecto de la percepción social y la formación de impresiones. En lo que hace a la información falsa o errónea, a la activación de esquemas previos, y al uso de atajos cognitivos o “heurísticos”, se puede observar su presencia en los juicios de las personas, como mecanismo defensivo esperable, pero que puede incrementar la aparición de estereotipos, prejuicios, conductas discriminatorias, y comportamientos de riesgo. Así, se observa que las personas pueden subestimar el nivel de impacto – sesgo de representatividad, tranquilizándose pensando que es algo que ocurría en una geografía muy distante, que solo afectaba a la cultura asiática y que, por tanto, era algo que no los iba a afectar. Está demostrado que las personas tienden a creer que las enfermedades graves no son comunes, y que las enfermedades comunes no son graves. De la misma forma, las personas asocian la probabilidad de infección a un determinado grupo social o cultural – por ejemplo, quienes pueden tomar un avión y desplazarse a geografías distantes, como no forman parte de ese grupo y la posibilidad de contacto es nula, es nulo el contagio, sesgo de disponibilidad o accesibilidad. El prejuicio y la discriminación se da tanto a niveles intercultulares como intraculturales. Coronavirus COVID-19 20 También las personas pueden buscar información o argumentaciones de expertos, de representantes de la política de salud pública, o de figuras con alguna representación para encontrar la explicación al suceso. De esta forma, están quienes adhieren a que “es algo poco probable que llegue a nuestra sociedad o grupo”; los que concuerdan con teorías “conspirativas o apocalípticas”; o los que sostienen que “a los que no tienen posibilidad de subirse a un avión y viajar grandes distancias no les sucederá”. Estas argumentaciones, entre las múltiples y variadas que se difunden pueden ser la base del anclaje de los juicios de las personas, a las cuales se ajustan para explicar la aparición, desarrollo e impacto del fenómeno. Esto son algunos ejemplos simples de la multiplicidad de argumentaciones a los que las personas se exponen cotidianamente. Lo importante es destacar que ante lo que amenaza, lo que crea incertidumbre, miedo y ansiedad, las personas utilizan la información disponible, que generalmente tiende a confirmar sus creencias o esquemas previos, sin necesidad de verificación o veracidad, aumentando la aparición de prejuicios, discriminación y, sobre todo, los comportamientos de riesgo bajo una sensación de supuesto control e invulnerabilidad. 6. Consistencia y Disonancia Cognitiva A la tendencia a evitar cogniciones contradictorias sobre la realidad social se la denomina consistencia cognitiva. Durante la década de 1950 del siglo pasado investigadores como Fritz Heider y León Festinger publicaron, en cierta medida con independencia recíproca, varias teorías similares acerca de la tensión que surge de las creencias, conocimientos o actitudes desequilibradas. Disonantes o incongruentes, son conductas motivadoras de la conducta humana. En estas teorías también se puede observar la aplicación de los principios de la Gestalt en el dominio de la Cognición Social. Durante dos décadas estos abordajes ejercieron una gran influencia en la psicología social y estimularon una gran cantidad de investigación. Probablemente la teoría de Festinger de la Disonancia Cognitiva ha sido de mayor impacto mientras que la teoría de Heider de los “estados equilibrados” ha influido más a largo plazo, en parte a causa desu teoría general sobre el conocimiento del sentido común (Harré & Lamb, 1992). La Teoría de la Disonancia Cognitiva revolucionó la Psicología del momento al rebatir algunos principios fundamentales del conductismo, poniendo en duda la utilidad del refuerzo para modificar las actitudes. Intuitivamente, se puede pensar que a mayor incentivo mayor será el cambio de actitud. Sin embargo, los estudios basados en esta perspectiva han 21 demostrado que no siempre es cierto. Una serie de sus postulados fueron verificados empíricamente demostrando cómo la conducta cambia las creencias y las actitudes (López Sáez, 2007). La Teoría de la Disonancia Cognitiva trata de la consistencia sobre el cambio de actitud: supone que una persona se comporta de un modo que maximizará la consistencia interna de sus sistemas cognitivos, y que los grupos también luchan por maximizar la consistencia interna de sus relaciones interpersonales. El núcleo de la teoría es que dos elementos cognitivos (pensamiento, actitudes, creencias) están en una relación disonante si de uno se seguirá el reverso del otro. Como la disonancia es psicológicamente incómoda, su existencia impulsa a reducirla, y a lograr consonancia. Además, cuando la disonancia está presente, la persona evitará activamente las situaciones y la información que tienen probabilidad de incrementarla. Harré y Lamb (1992) destacan que los postulados básicos de Festinger son simples y un tanto vagos. Los elementos cognitivos son solo definidos de un modo muy general como “las cosas que sabe una persona”. Sostienen que tampoco está claro si en el punto de “a un elemento le sigue el opuesto del otro” se habla de inconsistencia lógica o psicológica. Sea cual fuere el caso, la disonancia, según esta teoría, se experimenta como un estado desagradable que el individuo tratará de reducir cambiando cogniciones o introduciendo nuevos elementos en su sistema cognitivo. La tendencia a reducir la disonancia será mayor cuanto más alta sea la proporción entre los elementos disonantes y consonantes en un sistema cognitivo. Para recalcar que no se trata de un proceso relacionado con la búsqueda de racionalidad, Festinger sustituye la palabra inconsistencia por otra menos lógica: disonancia. Igualmente, sustituye consistencia por consonancia. Utilizando estos términos, formula dos hipótesis básicas (López Sáez, 2007): - La disonancia es psicológicamente incómoda, por lo que la persona trata de reducirla y de lograr la consonancia. - Cuando la disonancia está presente, además de intentar reducirla, la persona evita activamente las situaciones e informaciones que podrían aumentarla. Para Moscovici (1988), la teoría de la disonancia cognitiva constituye uno de los ejemplos más brillantes de lo que denomina teoría operatoria, que trata de llegar a un mecanismo elemental, desconocido hasta entonces, y que explica un conjunto de hechos. Da cuenta de la León Festinger (1919-1989) 22 satisfacción que produce la consonancia y de la ansiedad que provoca la disonancia, y de la incitación que lleva a las personas a reabsorber el estado de disonancia que les inquieta y perturba. Ante dos cogniciones disonantes se puede cambiar el comportamiento o cambiar las cogniciones. Una de las principales estrategias del cambio de actitud deriva de la idea de Festinger de que ese cambio puede generarse indirectamente cambiando primero la conducta de una persona, como en una situación de obediencia forzada, y confiando en la disonancia para poner en marcha el proceso. Se sostiene que esta teoría elabora la exploración teórica del conflicto de Lewin tomando su concepción respecto de que la situación anterior a la decisión difiere de la situación posterior a la decisión. Gran parte de lo propuesto y verificado por la teoría de la disonancia cognitiva sentaron las bases para conceptualizaciones más complejas de las actitudes en sus dimensiones cognitivas, afectivas y conductuales, y en sus funciones de ajuste social y expresión de valores. Dio lugar a discusiones e investigación sobre la naturaleza de los procesos que subyacen a la disonancia tales como la disonancia y la ambivalencia, o los procesos automáticos versus deliberativos. Sugiere problemáticas que pueden relacionarse con lo que Moscovici (1961/976) retomará en la teoría de las Representaciones Sociales respecto del principio de no contradicción y de polifasia cognitiva. Figura 8. La disonancia cognitiva. Finalmente, como señala López Saéz (2007b), están los temas de la disonancia y la conducta grupal. La identidad social y la pertenencia grupal también pueden determinar que se utilicen formas de reducción de la disonancia características de situaciones grupales, cuando una identidad social determinada se hace saliente. Todos los individuos pertenecen a diferentes grupos y todos esos grupos contribuyen a su auto-concepto. Así, una persona es hombre o mujer, pertenece a una profesión, ha nacido en una región y puede ser creyente de una determinada fe religiosa. Pero no todas estas categorías sociales son igualmente importantes para el yo en cualquier situación. Cuando las características del contexto hacen especialmente 23 saliente una categoría, como por ejemplo la pertenencia regional, las personas tienden a comportarse como un prototipo de esa categoría y a evaluar a su grupo más positivamente que al resto de los grupos que, en este ejemplo, serían las personas de otras regiones. 7. A modo de cierre Como se señaló en el inicio de este texto, el propósito fue exponer, de manera más o menos sintética pero comprensible, aquellas contribuciones de la Psicología de la Cognición Social consideradas como claves en los desarrollos posteriores de la perspectiva. Asimismo, se buscó destacar la relevancia que los distintos análisis dieron a la esfera de la interacción, aun cuando se observen limitaciones. Solo el posicionamiento en una mirada ternaria, tripolar o triádica puede hacer comprensibles los complejos fenómenos de los cuales trata de dar cuenta la Psicología Social. Figura 9. Aportes de la Psicología de la Cognición Social Las herramientas que de este texto se desprenden, esquematizadas en la figura 9, deben ser incorporadas en contextos sociales, culturales e históricos específicos. Con las incertezas y desafíos de cada época, y con las formas de resolverlos de cada sociedad y cultura. Se invita entonces a recorrer las contribuciones aquí presentadas en tanto herramientas de comprensión de totalidades más complejas, imposibles de discernir desde una perspectiva única. 24 8. Referencias Bibliográficas Álvaro, J. & Garrido, A. (2003). Introducción. Psicología Social: Perspectivas psicológicas y sociológicas (pp. 1-11). Madrid: McGraw-Hill. Asch, S. (1952). Social Psychology. Englewood Cliffs: Prentice Hall. Basabe, B. (2004). Salud, Factores Psicosociales y Cultura. En D. Páez; I. Fernández; S. Ubillos y E. Zubieta. Psicología social, Cultura y Educación. (pp. 891-914). Madrid: Pearson. Blanco, A. (1988). Cinco tradiciones en la psicología social. 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