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Claves del platonismo en la modernidad temprana. Metafísica, ciencia, ética, epistemología e historiografía Laura Benítez Leonel Toledo Alejandra Velázquez (Coordinadores) Escuela Nacional Preparatoria Directora General: Mtra. Silvia E. Jurado Cuéllar Secretario Académico: Lic. Miguel Ángel Álvarez Torres Producción Editorial: Lic. Ma. Esther Rueda Palma Este libro es producto del proyecto titulado “Platonismo y neopla- tonismo en la Modernidad Filosóica. Sus antecedentes en el pensa- miento clásico, medieval y renacentista” IN404311, patrocinado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la Dirección General de Asuntos del Per- sonal Académico (DGAPA) de la UNAM. Diseño gráfico: Claudia Romero Diseño editorial: Claudia Romero Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin la previa autorización expresa y por escrito de su titular, en términos de la Ley Federal de Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. Primera edición: diciembre, 2017. Derechos reservados por © Universidad Nacional Autónoma de México Escuela Nacional Preparatoria Dirección General Adolfo Prieto 722, Col. Del Valle. C. P. 03100, Ciudad de México. Impreso en México. ISBN 978-607-02-9947-6 PRESENCIAS DEL HERMETISMO Y LA ALQUIMIA EN LA MEDICINA Y LA FISIOLOGÍA CARTESIANAS Rogelio Laguna Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México En este texto indagamos la presencia de la alquimia y el saber hermético en la ilosofía natural cartesiana, particularmente en su isiología y medicina. Nos inte- resa estudiar qué papel desempeña esta presencia en relación con el sistema mecanicista y los principios de la ciencia cartesiana. Abordamos al respecto tres ejemplos: el movimiento del corazón, la formación del feto y la medicina. Palabras clave: Harvey, corazón, rosacruces, forma- ción del feto, química. IntroduccIón En este texto nos proponemos investigar la presencia del saber hermético y alquímico en la ilosofía natural cartesiana, particularmente en la medicina y la isiolo- gía, y cómo se relaciona esto con el sistema mecani- cista. Nos guiamos especialmente en las propuestas de lectura de Jean-Luc Marion y Vicent Aucante (2006) quienes, a propósito del cuerpo vivo, han subrayado las diicultades explicativas que tuvo Descartes para fundamentar el saber médico y isiológico, por lo que 180 en ocasiones tuvo que admitir, si bien provisional- mente, nociones explicativas que habría rechazado en otras obras como la simpatía, el ímpetu y la fe, con- ceptos que pertenecían a tradiciones como la alquimia y el hermetismo, incompatibles con los principios de la ilosofía cartesiana. Estos elementos indicarían, además, según la opinión de estos dos estudiosos, que el ilósofo francés estaba al tanto al menos de ciertas nociones del saber alquímico y hermético principal- mente en el Tratado del hombre y Los meteoros, aun- que no solamente. Cabría preguntarse entonces ¿cuáles son las re- percusiones de esta presencia dentro del corpus del ilósofo de la Turena? y ¿cómo se puede hacer cohe- rente un conocimiento de este tipo con las bases onto- epistémicas del mecanicismo y del método? En las páginas siguientes buscamos dar respuestas a las in- terrogantes planteadas, advirtiendo que son preguntas que también nos pueden dar luz acerca de la relación de la ilosofía cartesiana con sus contemporáneos y con una gran cantidad de saberes que se habrían here- dado del Renacimiento. Para problematizar el asunto y abordarlo directamente desde la obra de Descartes re- currimos a tres ejemplos: el movimiento del corazón, la formación del feto y la medicina. deScarteS y loS SabereS heterodoxoS Empecemos por preguntarnos cuál es la relación de Descartes con los saberes heterodoxos como la ma- gia y la alquimia, rutas que el propio Descartes recha- za tanto en Las reglas para la dirección del espíri- 181 tu, como en el Discurso ¿Será que la presencia en su ilosofía de diversos elementos que parecen referir a dichas tradiciones contradiría las múltiples críticas del pensador a las explicaciones oscuras y a su negativa a aceptar, por ejemplo, la acción a distancia y las fuerzas internas? Recordemos para ello que algunos de sus biógra- fos, como Anthony Clifford Grayling (2007) así como estudiosos del periodo, por ejemplo, Frances A. Yates (1981), han querido relacionar insistentemente al pen- sador de la Turena con los llamados “Rosacruces”.1 Un movimiento ocultista que entre 1612 y 1623 habría impulsado la enseñanza del saber esotérico, lo oculto, la alquimia y la magia. Esta relación también la propo- ne William R. Shea en su estudio “Descartes and the Rosicrucian Enlightenment”, donde establece parale- lismos y conexiones entre los textos del joven Descar- tes, que decía que todas las ciencias estaban enmasca- radas, y que él mismo iba enmascarado (AT, X, 21), con los maniiestos rosacruces (Shea, 1979, p. 36). Es sabido, por otra parte, que Descartes se en- trevistó o mantuvo correspondencia con personajes que se han relacionado directamente con los rosacru- ces y los saberes ocultos, como es el caso de Jacob Wassenar, Cornelius van Hoogelande, John Pell, Jo- hann Faulhaber, entre otros. Está bien documentado que Descartes leyó el libro Magia Naturalis de Della Porta, y que incluso realizó algunas notas al respecto 1 Según los datos que tenemos, el llamado “furor” rosacruz se habría producido en la segunda década del siglo XVII con la publicación de tres libros: la Fama Fraternitatis (1614), Con- fessio Fraternitatis (1615) y Las bodas químicas de Christian Rosencreutz (1616). 182 que descubrió Leibniz (Shea, 1979, p. 35). Estas refe- rencias mostrarían que Descartes de ninguna manera era ajeno a los textos y las tradiciones herméticas del momento. Pero otros autores, como Geneviéve Rodis- Lewis (1996), aclaran que si bien es posible que Des- cartes se haya interesado por el tema y que incluso haya sido cercano a personas que pertenecieran a di- cho grupo ocultista, lo que es natural si se toma en cuenta que los ilósofos herméticos y químicos goza- ban de una gran autoridad en el periodo (Debus, 1985, p. 210), es inverosímil que Descartes se mantuviera en dichas creencias y que su ilosofía fuera un desarrollo de ese programa. Al contrario, su ilosofía se aboca a la crítica del mismo. Descartes hace en sus notas co- mentarios irónicos y de burla hacia los rosacruces, de los que dice que “han consumido inútilmente el acei- te de su inteligencia” (AT, X, 193-194). Dentro del círculo cercano a Descartes, Marin Mersenne realizó duras críticas contra los rosacruces, los magos y los alquimistas para apoyar propuestas de ilosofía natural como las del propio Descartes. Mersenne advertía que no habría una verdadera ciencia de la naturaleza hasta que no se refutara las objeciones de los químicos a través de las matemáticas (Debus, 1985, p.210). Con todo, no debe soslayarse que había algunas cuestiones en las que la ilosofía cartesiana coincidía con los textos rosacruces, por ejemplo, el rechazo al conocimiento libresco y la preferencia por el estudio directo de la naturaleza (Debus, 1985, p. 217). Pero la separación de Descartes de dicha ruta queda clara en cuanto que su obra y su método van en una direc- ción muy distinta a los ideales de la sabiduría mágica 183 y alquímica. Prueba de esto es el ya conocido comenta- rio en el Discurso del método donde nuestro pensador se distancia deinitivamente de los alquimistas y los magos: [...] en relación a las malas doctrinas consideraba ya conocer suicientemente su valor para no ser suscep- tible de ser engañado ni por las promesas de un al- quimista, ni por las predicciones de un astrologo, ni por las imposturasde un mago, ni por los artiicios o presunción de alguno de los que hacen profesión de saber más de lo que saben [...] (AT, VI, 9). En ese pasaje Descartes admitiría su conoci- miento respeto de las doctrinas herméticas, pero in- mediatamente se distancia de las mismas. Esto sugie- re una cierta cercanía de Descartes con una corriente ocultista del pensamiento, sobre todo en su juventud, que explicaría la supervivencia de algunos elementos dentro del corpus cartesiano que parecen relacionados con los saberes herméticos y alquímicos. Pero, como el propio pasaje lo indica, no implicaría que Descartes tuviera una agenda oculta en su obra (como lo piensan quienes sostienen su rosacrucismo) ni que tenga que leerse en una clave que el ilósofo rechaza abiertamente. La presencia de estos elementos, por ejemplo, en la medicina, hace claro que Descartes construyó su ilosofía en un horizonte cultural amplio, en el que de- bió tener conocimiento de una serie de saberes, que si bien inalmente no se relejaron en la construcción de su ilosofía, la habrían enriquecido, ya sea con ejem- plos o comparaciones trasladadas desde el horizonte mágico-panteístas. Ernesto Schettino (2012) advier- te que esto debió ser también el caso de los vórtices bruneanos y el universo ininito con sus innumerables 184 mundos, transportados a la explicación cartesiana del mundo natural como torbellinos de materia y la postu- lación de un universo ilimitado; asimismo, como ve- remos a continuación, estos préstamos se relejarían en la aparición de algunas nociones “oscuras” en la ilosofía natural cartesiana, aunque fuera provisional- mente, cuando las leyes del mecanicismo resultaban insuicientes para explicar algunos fenómenos. A continuación, abordamos tres ejemplos donde puede concluirse que el saber hermético, alquímico, etc., el saber no mecanicista, nutrió la ilosofía carte- siana, aunque Descartes, como esperamos haber deja- do claro, quería llevar su pensamiento a otro rumbo y hacia otras preocupaciones. el movImIento del corazón y laS explIcacIoneS químIcaS Las propuestas cartesianas sobre el movimiento del corazón aparecen principalmente en cinco obras: Tra- tado del hombre, Discurso del método, Descripción del cuerpo humano (incompleta), Cogitationes (in- completa), y las Pasiones del alma, así como en una amplia correspondencia.2 El asunto del movimiento del corazón es uno de los más interesantes de la pro- puesta cartesiana sobre el cuerpo vivo porque es uno de los aspectos en los que posee mayor originalidad en tanto que es pionera en postular la circulación de la sangre. Para Descartes el corazón funciona mecánica- mente como una suerte de tetera que lanza la sangre al 2 Por ejemplo, la carta a Beverwick del 5 de julio de 1543 (AT, IV, 4, 12-6, 5). 185 cuerpo cuando ésta se fermenta y se expande. Así lo explica en el Discurso: [...] siempre hay más calor en el corazón que en nin- gún otro lugar del cuerpo y [...] este calor es capaz de hacer que si entra alguna gota de sangre en sus concavidades ésta se inle prontamente y se dilate, como lo hacen generalmente todos los líquidos cuan- do se dejan caer gota a gota en algún recipiente muy caliente [...] (AT, VI, 49). Antes de Descartes la explicación del movimien- to del corazón estaba dominada por el galenismo que consideraba simultáneos los movimientos de diástole y sístole del corazón y las venas, y admitía una supuesta comunicación de la sangre de los dos ventrículos a tra- vés de la existencia de una pared porosa en el corazón. Descartes no elimina el movimiento simultáneo pero rompe con la comunicación al interior del corazón y construye una nueva propuesta de movimiento basada en la identiicación anatómica y la observación de la formación de las partes, apelando a los experimentos realizados por él o sus contemporáneos, incluyendo a William Harvey, el médico inglés que se autodenomi- naba descubridor de la circulación de la sangre. Descartes tiene claro, sobre todo a partir de 1632,3 año en que advierte haber leído al médico in- glés, que sus rivales sobre el movimiento del corazón son Harvey y Galeno. Aunque reconoce en Harvey a un hombre que como él está moviéndose en el terreno 3 Una fecha posterior a cuando habría escrito el Tratado del hombre donde Descartes explicó por primera vez la circulación sanguínea. 186 de la nueva ciencia, no concordará con la postulación de una noción de una fuerza interna y autónoma que mueve al corazón, y preferirá su explicación mecáni- ca. En el mecanicismo cartesiano las leyes de movi- miento estaban dadas y nada en la naturaleza debía permanecer oculto o misterioso, sino que debía redu- cirse al movimiento choque y acomodo de partículas. Por eso, por haber propuesto una fuerza vital en su modelo, Harvey es rechazado por Descartes, quien en su explicación apuesta por un movimiento mecánico y no por un vitalismo inexplicable. Descartes quiere llevar el movimiento del cora- zón al ámbito de la claridad mecanicista, pero debe observarse que el funcionamiento del mismo y la cir- culación de la sangre en Descartes no están libres de diicultades explicativas. Pues si se mira con cuidado, se observa que la descripción del proceso de circula- ción no sólo se mueve en el terreno de la física sino en el de la química, un campo que entonces no estaba diferenciado plenamente de la física, pero que no se reduce a las leyes físicas ni de movimiento. Sobre ese terreno Descartes no había establecido principios me- todológicos y tal vez sin querer se acerca a los terrenos oscuros de la alquimia.4 Es posible, nos dice V. Aucante (2006), que tanto Harvey como Descartes hayan leído a Robert Fludd, médico inglés que habría propuesto una anatomía 4 Allen G. Debus dice que “las controversias que suscitó la química al iniciarse la era moderna engendraron más textos po- lémicos que las relacionadas con la astronomía y la física del movimiento”, pese a eso se olvida prestar atención a los aspectos químicos para centrarse en la física de Galileo o Newton (1985, p. 10). 187 mística en el que se sugería una circulación corporal. Si bien Descartes nunca lo cita, sabemos que lo tenía presente al igual que Harvey, porque ambos recurren a ejemplos y nociones muy parecidas en el ámbito de la circulación de la sangre que recuerdan a tesis alquí- micas; por ejemplo al concepto de destilación5 que era muy recurrente en los textos de los alquimistas. Car- dano también había escrito, por ejemplo, que lo que es destilado regresa al mismo vacío, y a eso se le llamaba “circulación” (Aucante, 2006, p. 218). Si bien Descartes propone un modelo mecanicis- ta y no una “circulación mística”, piensa Aucante que en su explicación sobre el corazón se puede observar la presencia de una argumentación parecida a Cardano, que habría retomado a través de Fludd, al explicar en el Tratado del hombre que la dilatación o rarefacción de la sangre ocurre cuando la sangre entra en contacto con el fuego del corazón y se destila provocando una fermentación rápida,6 como la leche sobre el fuego.7 Misma que provocaría el movimiento mecánico del corazón y el envío de la sangre al cuerpo. El movi- miento general se ubica dentro del mecanicismo, pero su fenómeno germinal: la fermentación, saldría de las leyes hasta ahora establecidas que son estrictamente 5 Vease también la Carta a Elisabeth, 18 de mayo de 1945 (AT, IV, 205-206). 6 El médico inglés Edward Jorden (1569-1632) de profunda inluencia vitalista usará el concepto de fermentación como un proceso alquímico que generaba calor sin requerir aire, esa, air- maba, debía ser la causa del crecimiento de la materia inorgánica (Cfr. Debus, 1985, p. 60). 7 Sobre este tema puede consultarse también la Carta a Plem- pius, 3 de octubre de 1637 (AT, I, 416, 8-20) y la del 15 de febre- ro de 1638 (AT, I, 528, 1-531, 10). 188 físicas, como las que podría explicar el movimiento de las bolas en una mesa de billar. Aucantepiensa que al hablar de rarefacción y destilación Descartes muestra un conocimiento amplio, aunque tal vez no profundo, de las cuestiones quími- cas, que en su tiempo era el saber de los alquimistas. El mismo comentador subraya al respecto también que Descartes en los Meteoros, hace una buena descripción de la lámpara de destilación de la alquimia: El agua empuja hacia lo alto de un alambique las pe- queñas partículas de los aceites que los alquimistas tienen costumbre de sacar de las plantas secas, cuan- do habiéndolas empapado con mucha agua, destilan todo conjuntamente y logran por este medio que el poco aceite que ellas contienen suba con la gran can- tidad de agua que está de por medio. (AT, VI, 241). El Tratado del hombre contiene otros pasajes que hacen referencias a procesos o metáforas de la alqui- mia, como la explicación del “fuego” sin luz del cora- zón y o la fermentación con la que se explica la diges- tión. Dichas explicaciones, insistamos, salen del marco de los postulados de movimiento de la física cartesiana, pues dichos postulados no pueden explicar la transfor- mación cualitativa de la materia. Fenómenos como la fermentación o la destilación, tendrían que recurrir a otro marco explicativo que Descartes estaría amalga- mando al propio, eso explicaría que sea tan complejo integrarlos al corpus mecanicista. La presencia de estas explicaciones nos conirmaría que Descartes efectiva- mente echó mano de elementos provenientes de otras tradiciones cuando la explicación de ciertos fenómenos 189 así lo requería, su origen no mecanicista, sin embargo, traería diicultades de integración. la formacIón del feto La cuestión del feto es otro asunto interesante en la i- losofía cartesiana, y que además presentó diicultades y retos explicativos para el propio pensador. Sabemos que Descartes abandonó el estudio de los fetos “[...] por carecer de experiencias para establecer un conoci- miento claro [...]”, como quedó registrado en una carta a Elisabeth del 31 de enero de 1648, en el que nuestro pensador explica que no puede referirse a dicho tema por “[...] carecer de las experiencias que para tal in serían necesarias [...]” (AT, V, 112). Los escritos res- pecto a este tema se publicaron de forma póstuma en 1664 por Clerselier. En cuanto a la formación del feto, Descartes abandona la propuesta aristotélica en donde ésta estaría guiada por el alma vegetativa y lo atribuye en el hom- bre, como en los animales, a otra explicación química: la dilatación del semen (AT, XI, 506, 508, 509). A partir de esta dilatación, producida por una la fermentación del semen, se acomodarían las partes y partículas de tal manera que se forma el nuevo cuerpo (AT, XI, 507).8 Para Descartes lo primero que se forma es el corazón, después el cerebro, los pulmones, y inalmente los de- más miembros (AT, XI, 254, 259, 261).9 8 En la Excerpta Descartes estudia estas cuestiones en los huevos fecundados (AT XI 614, 9-616, 26; 619, 16-21, 14). 9 En esto Descartes estaría siguiendo a Aristóteles y a Solinus (Cfr. Aucante2006, p. 300). 190 Esta explicación sin embargo no estaba libre de huecos explicativos y por lo tanto la incursión de ele- mentos no mecanicistas en el sistema. Descartes, por ejemplo, no tiene una postura clara de en qué momen- to se unen el alma y el cuerpo. Entre sus diferentes explicaciones dirá que este proceso es un “milagro”10 o bien, como dice Aucante, “agustinianamente” dirá en la carta a Hyperaspiste de agosto de 1641 que la unión se produce en el primer instante de la vida, pero no explica más (AT III, 424, 9). Respecto a este tema, Descartes retoma además un concepto relacionado con el paracelsianismo y la propuesta de magia natural de Agripa: “la simpatía”. En un fragmento de las Cogitationes, describe la armonía del cuerpo humano con la “antigua” perspectiva: Es cierto que el movimiento del corazón produce la simpatía en todo el cuerpo, de tal suerte que, si él en- vía cualquier cosa a un pie, [éste envía] otra cosa al muslo en proporción-, si éste envía cualquier cosa a la cabeza [éste envía] otra cosa a las partes genitales, por lo que los testículos corresponden a la cabeza, el pene o la vulva a las meninges […] [AT, XI, 518, 3-8]. Aucante aclara que la referencia a la simpatía podría más bien hacer referencia a una cierta simetría mecánica que ya habría aparecido en Suárez para ex- plicar la unidad y la armonía de las funciones vitales del hombre (2006, p. 125). Sin embargo, Descartes vuelve a mencionar un proceso de simpatía semejante a propósito de la relación madre-feto en una carta a 10 “Es una cuestión de fe que no puede ser aclarado por la razón” (AT, XI, 510, 4-5). 191 Elisabeth de mayo-junio de 1645, en la que Descartes expone a la princesa que hay una relación no explicita entre la madre y el hijo que puede hacer que se here- den ciertas enfermedades, como la tos que el propio Descartes habría recibido de su madre. Nacido de una madre que murió pocos días después de mi nacimiento de un mal de pulmón [...] heredé una tos seca y un color pálido que mantuve hasta la edad de veinte años, y que hacía que todos los mé- dicos que me vieron en ese tiempo me condenaran a morir joven. (AT IV, 220, 29-221, 3). La referencia a la simpatía y a la antipatía la rea- lizará también el joven Descartes en 1618 en su Com- pendium Musicae, cuando escribe: La voz de un amigo cercano es más agradable que la de un enemigo, probablemente por la simpatía y an- tipatía que experimentamos: es lo mismo que sucede cuando, como nos han contado, la piel de oveja de un tambor deja de vibrar y se vuelve muda si su sonido inicial entra en resonancia con un tambor cubierto con la piel de un lobo. [AT, X, 90]. la medIcIna Sobre los antecedentes y mayores inluencias del pensamiento cartesiano sobre la medicina, Jean-Luc Marion (en Aucante, 2006, p. XVIII) menciona a Al- berto Magno, Dubois, Fallopio, Fracastor, Paracelso, A. Paré, Porta y Vesalio, Galeno, Aristóteles, Hipócra- 192 tes y Plinio, así como sus contemporáneos: Aquapen- dente, Fludd, Harvey, Regius, Riolan, Van Helmont, principalmente.11 Entre algunos de los médicos cita- dos y retomados por Descartes, especialmente en la recomendación de remedios, encontramos a varios que tendrían un marco teórico que se contrapone con la teoría mecanicista cartesiana, como es el caso de Robert Fludd quien sabemos, mantenía el esquema macro-micro cosmos y cuyos remedios estaban des- tinados a recobrar o mantener la armonía del cuerpo con los astros, con los ángeles y con la fuerza vital de la naturaleza, así como Jean Baptist Van Helmont, mé- dico cercano a los neoplatónicos de Cambridge, que relacionó la medicina con la alquimia y habría descrito el proceso de digestión como una fermentación quí- mica, asimismo había descrito a los seres vivos como poseedores de una fuerza vital. Si bien Descartes no retomará los conceptos “os- curos” provenientes de la tradición alquímica y her- mética de los diversos médicos, acepta, en cambio, sus avances en términos prácticos y los remedios que éstos proponen. Así Descartes establece una terapéu- tica construida entre los galénicos y los paracelsianos que incluye los baños, las sangrías, las ventosas, y la purga (AT, V, 226, 21-227, 1), así como remedios de la herbolaria y los compuestos químicos (AT XI, 534, 13-535, 5; AT XI, 597, 10-598, 16; 616, 25; AT II, 595, 16 ; AT III, 50, 7-9). Menciona entre otros al tabaco, al vino español, la tierra de Italia, la sal, el azafrán, la 11 Descartes hace referencias directas en su obra a: Fabricius d’Acquapendente, Asellius, Sébastien Basson, Caspar Bauhin, Fernel, Galeno, Harvey, Hipócrates, François de Le böe dit Syl- vius, Vesalio y Waleus (Cfr. Aucante, 2006, p. 69). 193 pasa, el mercurio, el antimonio y el vitriol (Cfr. Au- cante, 2006, pp. 403 y 405). Nuestro pensador traslada a su ilosofía natural remedios y terapéuticas surgidos bajo principios noadmitidos en su sistema, no sólo porque tal vez había observado su utilidad en la práctica, sino que es po- sible que al momento de tener que establecer, tras el recuento anatómico-funcional, los remedios y terapias que son propias para la restitución de la salud del cuer- po y el alargamiento de la vida, se habría enfrentado a que en su tiempo en la terapéutica no había un conoci- miento claro y distinto, sino un conocimiento empíri- co, de ensayo-error, de tradiciones que sin saber cómo, contribuían al objetivo antes descrito. Tal es el caso de la respuesta que Descartes le da a Burman cuando le dice que casi es cuestión de cada quién saber qué alimento le hace bien o mal para la salud. Descartes menciona dentro de la medicina otros aspectos que hoy en día explicaríamos como parte de un cuidado del bienestar emocional-psicológico. La felicidad ayuda a la buena salud, le dice a Elisabeth en su carta del 1ro de septiembre de 1645 (AT, IV, 282, 30-283, 7). A Huygens y a Pollot Descartes les reco- mienda la paciencia, la esperanza en la inmortalidad y la fe de la otra vida fundada en razones naturales (AT III, 798, 31-799, 5; AT, III, 279, 27-31). El objetivo de la medicina cartesiana, como queda expresado en la Dióptrica respecto del uso de anteojos es curar los males, “[...] remediar los defec- tos de la vista para la corrección de los órganos natu- rales” (AT, VI, 164, 30-165, 1). Pero el problema al que se enfrentaba Descartes era que la medicina era una ciencia sin un corpus bien deinido en el que los 194 médicos podían tanto recetar remedios como realizar horóscopos. Tal es el caso del famoso médico Morin, corresponsal de Descartes, médico de la familia real, quien elaboró el horóscopo (fallido) del recién nacido Luis XIV con el que se cubrió, no obstante, de honores (Aucante, 2006, p. 11). Los médicos también incor- poraban a su saber prácticas meramente empíricas sin método alguno, aunque bien intencionadas. La medicina para Descartes era entonces un campo de investigación fundamental en el que se ju- gaba el proyecto de construir un nuevo mundo para el hombre con la nueva ciencia, el Sabbath que había mencionado Bacon en su ilosofía natural y el tiempo del hombre que habían aparecido en las utopías rena- centistas. En ese contexto, Descartes retoma las terapéu- ticas sin retomar los proyectos que las generaron, y por eso parece tener claro qué remedio usar en cada enfermedad e incluso qué técnica, pero no encuentra un método general para la terapéutica, lo que posible- mente lo llevó a abandonar inalmente sus escritos mé- dicos. Este abandono de la medicina habría que decir con Aucante es uno de los problemas abiertos en la ilosofía cartesiana donde no queda claro si el método de la medicina es otro que el método que Descartes ha usado en sus investigaciones, o si es el mismo método que tiene que apoyarse, no obstante, en otros procesos complementarios. Para concluir esta sección sobre la medicina en Descartes debemos decir que nuestro pensador tuvo gran inluencia en los médicos de la época, quienes incorporaban a Descartes junto a un conjunto de otros médicos “modernos” y antiguos, en ocasiones de for- 195 ma un tanto heterodoxa (aunque es claro que la medi- cina cartesiana, que había bebido de diversas fuentes, permitía que se le asociará con diversas tradiciones). Un ejemplo interesante es el del médico italiano Juan Bautista Juaninni, que se estableció en España en 1667, y quien interpretó a los espíritus animales, ela- borados en la fermentación de diversas sustancias, en términos de la iatroquímica. Dicho médico comenta diversos pasajes de los Principios de la ilosofía y los busca hacer coincidir con Aristóteles, Gassendi, y el oxoniense John Mayow. concluSIoneS A través de los tres aspectos que hemos retomado brevemente, a saber, el movimiento del corazón y la química, la formación en el feto y las terapéuticas mé- dicas, lo que hemos querido mostrar es que la ilosofía cartesiana tuvo la presencia e inluencia de diversas tradiciones alquímico-herméticas que se desarrollaron paralelamente a la nueva ciencia. Si bien el método y la ilosofía cartesiana, hemos insistido, tienen otros propósitos que alcanzar, por ejemplo, la armonía de la relación macro-microcosmos, y el equilibrio de los humores corporales, esto no impide que se pueda esta- blecer una relación histórica y teórica entre los saberes ocultos y la ilosofía mecanicista cartesiana. Tener claro lo anterior permite, por un lado, 1) reconocer que Descartes no era un hombre aislado que no le debe nada a sus contemporáneos alquimis- tas y herméticos, sino que nos aparece como un pen- sador con una cultura amplia, inmerso en el saber de 196 su época, y que habría estado al tanto de las diversas propuestas de la magia natural y la alquimia respecto a la explicación de los fenómenos; lo que conduciría al mismo tiempo a 2) subrayar sus aportaciones y su creatividad ilosóica para encontrar nuevas explica- ciones a los fenómenos, para la elaboración y postu- lación de un método, así como su capacidad para re- tomar y trasladar el saber, especialmente el alquímico, en pos de nutrir un nuevo sistema de ilosofía natural. En este aspecto conviene recordar la airmación de Allen G. Debus (1985) de que, en la formación de la modernidad, “[...] la magia, la alquimia y la astrología fueron no menos estimulantes que el nuevo interés por la abstracción matemática, la observación y la experi- mentación.” (p. 16). referencIaS bIblIográfIcaS Aucante, V. (2006). La philosophie medical de Des- cartes. París, Francia: Presses Universitaires de France. Debus, A. G. (1985). El hombre y la naturaleza en el Renacimiento (S. Lugo, Trad.). Cd. de México, México: Fondo de Cultura Económica. Descartes, R. (1996). Œuvres de Descartes, 11 vols., Ch. Adam y P. Tannery (Edits.). Léopold Cerf. 1898/1956, París, Francia: Librairie Philosophique J. Vrin. (Edición referida con las siglas AT, según lo habitual, seguidas del número del volumen y la página). Grayling, A. C. (2007). Descartes. La vida de René Descartes y su lugar en su época (Antonio Lastra, Trad.). Valencia, España: Pre-Textos. 197 Rodis-Lewis, G. (1996). Descartes. Biografía (Isabel Sancho, Trad.). Barcelona, España: Península. Schettino, E. (2012). Dios, ininito y mundos innume- rables. Trastornos para Descartes procedentes de una posible inluencia bruneana. En José de Lira (Coord.), Homenaje a Laura Benítez (pp. 259- 282). Ags., Aguascalientes: Universidad Autónoma de Aguascalientes. Shea, W. R. (1979). Descartes and the Rosicrucian Enlightenment. Annali Dell’istituto E Museo Di Storia Della Scienza Di Firenze, año IV, Fascículo 2, 29-47. Yates, F. A. (1981). El iluminismo Rosacruz. Cd. de México, México: Fondo de Cultura Económica.
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