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Manifiestos de obispos del tercer mundo1

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LA MEMORIA EN DOCUMENTOS
El Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo fue un documento firmado por 18
obispos de América, Asia y Africa a iniciativa del Arzobispo de Olinda y Recife, en el
nordeste brasileño, el 15 de agosto de 1967, con el propósito de aplicar en sus regiones
la EncíclicaPopulorumProgressio,que el Papa Pablo VI publicó el 23 de marzo de 1967.
El “Manifiesto” tuvo repercusión mundial, especialmente en Latinoamérica. En Argen—
tina el obispo AlbertoyDevoto, de Goya (Corrientes) entregó al P. Miguel Ramondetti
una versión francesa. Este con los sacerdotes Rodolfo Ricciardelli, de Bs. As., yAndrés
Lanzón, francés, de Avellaneda (Bs.As) lo tradujeron, y publicaron un folleto que en—
viaron a distintos lugares del país. Tuvo una inesperada y masiva respuesta con la adhe—
sión, al concluir ese año, de 270 sacerdotes.El periodismo denominó a este grupo “Curas
del TercerMundo", Después los sacerdotes adheridos sumaron 524 y adoptaron el nom—
bre de “Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”. La fuerte incidencia en el
ámbito cristiano y sus repercusiones sociales y politicas, dio origen a lo que se caracte—
rizaría especialmente por parte de los opositores como “tercermundismo”. Al publicar
el “Manifiesto” en forma íntegra, nos proponemos recuperar uno de los textos fundantes
del compromiso social y político de los cristianos, ampliando la memoria de las nuevas
generaciones. (LMB)
Manifiesto de los
Obispos del Tercer Mundo
Presentación
rente alos movimientos profundos que actualmente sublevan alas masas obrerasy
campesinasdel TercerMundo algunos obispos, pastoresde estos pueblos, dirigen este
mensaje a sus sacerdotes, a sus fieles y a todos los hombres de buena voluntad. Esta
carta prolonga y adapta la encíclica sobre el desarrollode los pueblos.
Desde Colombia y Brasil hasta Oceanía y China, pasando por el Sahara, Yugoeslavia y el
Medio Oriente, la luz del Evangelio esclarece las preguntas que, casi siempre las mismas,
son planteadas por todas partes.
En el momento en que los pueblosy las razas pobres, toman conciencia de si mismosy de
la explotación de la cual todavía son víctimas, este mensaje dará valor a todos los que sufren
y luchan por lajusticia, condición indispensable de la paz.
El Mensaje
1. Como obispos de algunos de los pueblos que se esfuerzan y luchan por su desarrollo,
nosotrosunimos nuestra voz al llamado angustioso del Papa Pablo VI en la encíclica Popu-
lorum Progressio, con el fin de precisar sus deberes a nuestros sacerdotes yfieles, y para
dirigir a todos nuestros hermanos del Tercer Mundo algunas palabras de aliento.
2. Nuestras Iglesias situadas en el Tercer Mundo se ven mezcladas en el conflicto en el que
se enfrentan ahora no sólo Oriente y Occidente, sino los tres grandes grupos de pueblos:
las potenciasoccidentalesenriquecidas en el siglo pasado, dos grandes países comunistas
transformados en grandes que busca todavía cómo escapar del dominio de los grandesy
desarrollarse libremente. Incluso dentro de nacionesdesarrolladas,ciertas clases sociales,
ciertas razas o ciertos pueblos no han obtenido todavía el derecho a una vida verdadera-
mente humana. Un empuje irresistible lleva a estos pueblos pobres hacia su promoción
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14. Teniendo en cuenta ciertas necesidades para ciertos progresos materiales, la Iglesia
desde hace un siglo, ha tolerado al capitalismo con el préstamo a interés legal ysus otros
usos poco conformesconla moral de los profetas y del Evangelio. Pero ella no puede más
que regocijarse al ver aparecer en la humanidad otro sistema social menos alejado de esta
moral. Tocará a los obisposde mañana, según la iniciativa de Paulo VI, reconducir a sus ver-
daderasfuentes cristianas estas corrientesde valores moralesque son la solidaridad, la fra-
ternidad (cf. Ecclesiam Suam). Los cristianos tienen el deber de mostrar "que el verdadero
socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la
igualdadfundamental”. Lejosde contrariarse con el, sepamos adherirlocon alegría, como
a una forma de vida social mejoradaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu
del Evangelio. Asi evitaremosque algunos confundan Dios y la religión con los opresores
del mundo de los pobres y de los trabajadores, que son, en efecto, el feudalismo, el capi-
talismo y el imperialismo. Estos sistemas inhumanos han engendrado a otros que, que-
riendo liberar a los pueblos, oprimen a las personas si estos otros sistemas caen dentro del
colectivismo totalitario y la persecución religiosa. Pero Diosy la verdadera religión no tienen
nada que ver con las diversas formas del dinero de maldad (mamona iniquitatis). AI con-
trario, Dios y la verdadera religión están siempre con los que buscan promover una sociedad
más equitativayfraternal entre todos los hijos de Dios en la gran familia humana.
15. La Iglesia saluda con orgullo y alegría una humanidad nueva donde el honor no per-
tenece al dinero acumuladoentre las manos de unos pocos, sino a lostrabajadores, obreros
ycampesinos. Pues la Iglesia no es nada sin El que sin cesar le da su serysu hacer, Jesús
de Nazareth, quien durante tantos años ha querido trabajar con sus manos para revelar la
eminente dignidad de los trabajadores. "El obrero es infinitamente superior a todo el di-
nero" como recordaba un obispo en el Concilio? Otro obispo, de un país socialista, declaraba
igualmente: "Si los obreros no llegan a ser de alguna manera propietarios de su trabajo,
todas las reformasalas estructuras serán ineficaces. Incluso silos obreros a veces reciben
un salario más alto en algún sistema económico, ellos no se contentaráncon estos aumentos
de salario. Ellos quieren ser propietarios y no vendedores de su trabajo. Actualmente los
obreros son cada vez más concientesde que el trabajo constituyeuna parte de la persona
humana. Pero la persona humana no puede servendida ni venderse. Toda compra o venta
del trabajo es una especie de esclavitud... La evolución de la sociedad humana progresa en
este sentido, y con seguridad dentro de ese sistema del que se afirma no ser tan sensible
como nosotros en cuanto a la dignidad de la persona humana, es decir, el marxismo". (F.
Franic, Split, Yugoeslavia, el 4 de octubre de 1965).
16. Es decir que la Iglesia se regocija de ver desarrollarseen la humanidad formasde vida
social donde el trabajo encuentra su verdadero lugar, que es el primero.Como lo reconocía
el archipresteVitali Borovoi en el Consejo Ecuménico de las Iglesias, hemos incurrido en el
error de acomodarnos a principiosjuridicospaganos heredados de la antigua Roma, pero
en este terreno, Occidente no ha pecado menos que Oriente. "De todas las civilizaciones
cristianas, Ia bizantina es la que más ha contribuidoa santificarsimplemente el mal social.
Adoptó sin objeción toda la herencia social del mundo pagano y le confirió unción sacra-
mental. El derecho civil del imperio romano pagano fue conservado bajo la vestiduradela
tradición eclesiástica, durante mucho más de mil años en Bizancio y en la Europa medieval,
ydurante algunos siglos en Rusia a partir de la época (siglo XVI) en que nuestro país co-
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mildes y rebaja alos orgullosos, que da pan a los hambrientos y hambre a los hartos. Cier-
tamente Jesús nos previno que siempre habría pobres entre nosotros (Juan, 12, 8), pero
es porque siempre habrá ricos para acaparar los bienes de éste mundo y de igual manera
ciertas desigualdades debidas a las diferencias de capacidadesya otros factores inevitables.
Pero Jesús nos enseña que el segundo mandamiento es igual al primero, ya que no se
puede amar a Dios sin amar a sus hermanos los hombres. El nos previene que todos los
hombres seremosjuzgados por una sola frase: "Tuve hambre y me disteis de comer… Yo
era aquél que tenía hambre" (Mat. 25/31 .4ó). Todas las grandes religionesy sabidurías de
la humanidad hacen eco de esta frase. Así el Corán anuncia la última prueba a la que son
sometidoslos hombres en el momento del juicio de Dios: "¿Cuál es esta prueba? La de re-
dimir a los cautivos, de alimentar durante la carestía al huérfano... o al pobre dormido en
el suelo… y de hacerse una ley de la misericordia". (Sour, 90, 11-18).
20. Tenemos el deber de compartirnuestro pan y todos nuestros bienes. Si algunos pre-
tenden acaparar para ellos mismos lo que es necesario alos otros, entonces es un deber
de los poderes públicos imponer el reparto que no se hace voluntariamente. El Papa Paulo
VI lo recuerda en su última encíclica: "El bien común exige a veces la expropiación,si, a
causa de su extensión,de su explotación deficienteo nula, de la miseria que de ello resulta
para las poblaciones,del daño considerable causado a los intereses del país, algunas po-
sesiones son obstáculos para la seguridad colectiva. Al afirmarlo con claridad, el Concilio
ha recordado no menos claramenteque la renta disponible no está abandonada al libre ca-
pricho de los hombres,y que las especulacionesegoístasdeben ser eliminadas.Ya no podrá
permitirse que los ciudadanosprovistos de rentasabundantes, provenientesde los recursos
yla actividad nacionales, transfieranuna parte considerableal extranjeropara su beneficio
personal, sin preocuparse,del daño que hacen sufrir por ello a su patria". (PopulorumPro-
gressio nº 24). No se puede admitir tampoco que los ricos extranjerosvengan a explotar a
nuestros pueblos pobres bajo el pretexto de hacer comercio o industria, como no puede
tolerarse que algunos ricos exploten a su propio pueblo. Esto provoca la exasperaciónde
los nacionalismos siempre lamentables, opuestos a una verdaderacolaboración de los pue-
blos.
21. Lo que es verdadero para los individuos lo es para las naciones. Por desgracia, actual-
mente ningún gobierno verdaderamente mundial puede imponer la justicia entre los pue-
blos y repartir equitativamente los bienes. El sistema económico en vigor actualmente
permite alas naciones ricas seguir enriqueciéndose aunque incluso ayuden un poco alas
naciones pobres, que proporcionalmentese empobrecen. Estas tienen el deber de exigir,
portodos los medios legítimos a su alcance, la instauración de un gobierno mundial, en el
que todos los pueblos sin excepción estén representados, y que sea capaz de exigir, incluso
hasta imponer una repartición equitativa de bienes, condición indispensable para la paz.
(cf. Pacem in Terris nº 37 y PopulorumProgressio nº 78).
22. En el interior mismo de cada nación, los trabajadores tienen el derecho y el deber de
unirse en verdaderos sindicatoscon el fin de exigir y defender sus derechos: justo salario,
vacaciones pagas, seguridad social, salarios familiares, participación en la gestación de la
empresa... No es suficiente que estos derechos sean reconocidossobre el papel por las
leyes. Estas leyes deben ser aplicadasy corresponde a los gobiernos ejercersus poderes en
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