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mones, el ápex, está justo debajo de la clavícula. La parte ancha del pulmón que descansa sobre el dia- fragma es la base. Cada pulmón está dividido en ló- bulos por las cisuras; el pulmón izquierdo tiene dos lóbulos, mientras que el derecho tiene tres. La superficie de cada pulmón se halla recubierta por una capa serosa visceral denominada pleura pul- monar o visceral; la pared torácica está tapizada por la pleura parietal. Las membranas pleurales produ- cen líquido pleural, una secreción serosa resbaladiza que permite a los pulmones deslizarse sobre la pared torácica durante los movimientos respiratorios, y hace que las dos capas se aferren mutuamente. Las hojas pleurales pueden desplazarse con facilidad de lado a lado la una contra la otra, pero ofrecen gran resisten- cia a ser separadas. De esta forma, los pulmones se agarran con fuerza a la pared torácica, y el espacio pleural es más un espacio virtual que uno verdadero. Descrito de manera resumida, esta condición de fuerte adherencia de las membranas pleurales es absoluta- mente esencial para una respiración normal. La Figura 13.4 muestra la posición de la pleura en los pulmones y la pared torácica. DESEQUILIBRIO HOMEOSTÁTICO La pleuresía o pleuritis, inflamación de la pleura, puede ser consecuencia de una disminución de la se- creción de líquido pleural. La superficie se torna seca y ás- pera, dando como resultado fricción y dolor punzante con cada ciclo respiratorio. En cambio, puede producirse el pro- ceso inverso: la pleura puede producir un exceso de fluido, que ejerce presión sobre los pulmones. Este tipo de pleure- sía obstaculiza los movimientos respiratorios, pero es mucho menos dolorosa que el tipo seco por fricción. ▲ Después de entrar en los pulmones, los bronquios principales se subdividen en bronquios cada vez más pequeños (bronquios secundarios, terciarios, y así suce- sivamente), terminando en las vías conductoras más pe- queñas, los bronquiolos (Figura 13.5). Debido esta ra- mificación sucesiva de las vías respiratorias dentro de los pulmones, la red que se forma se denomina habi- tualmente árbol respiratrorio o bronquial. A excepción de las ramas menores, todas las ramas tienen su pared reforzada con cartílago. Los bronquiolos terminales se continúan con el acino respiratorio, conductos aún más pequeños que finalmente terminan en los alvéolos (alvéolo, cavidad pequeña), o sacos aéreos. El acino respiratorio, que incluye el bronquiolo respiratorio, el conducto alveo- lar, el saco alveolar y los alvéolos, es el único lugar en el que se produce el intercambio gaseoso. Las otras vías respiratorias son zonas de conducción hacia el acino respiratorio. Hay millones de alvéolos agru- pados, que simulan racimos de uvas y componen la masa pulmonar. De esta forma, los pulmones son es- pacios aéreos mayoritariamente. La estructura que sostiene el tejido pulmonar es el estroma, que es en gran parte tejido conectivo elástico que permite a los pulmones retraerse pasivamente en la espiración. Por tanto, y a pesar de su relativo gran tamaño, los pul- mones pesan alrededor de 1,5 kg y son suaves y es- ponjosos. Membrana respiratoria La paredes de los alvéolos se componen en gran parte por una única y fina capa de células escamosas epite- liales. La delgadez de sus paredes es difícil de imagi- nar, e incluso una lámina de un pañuelo de papel es bastante más gruesa. Los poros alveolares conectan sa- cos vecinos y proporcionan rutas alternativas al aire para alcanzar alvéolos cuyos bronquios tributarios es- tán atascados por un tampón de moco o cualquier otro tipo de bloqueo. La superficie externa de los alvéolos está cubierta por una red en forma de mazorca de ca- pilares pulmonares. Juntos, los alvéolos y las paredes capilares, sus membranas basales fusionadas y algunas fibras elásticas constituyen la membrana respirato- ria (barrera hemato-aérea), en la que hay gas (aire) pasando hacia un lado y sangre pasando hacia el otro. El intercambio gaseoso se produce mediante una difu- sión simple a través de la membrana respiratoria: el oxígeno pasa del aire alveolar hacia el capilar, y el dió- xido de carbono abandona la sangre para entrar en el alvéolo lleno de aire. Se estima que la superficie total para el intercambio gaseoso proporcionada por las pa- redes alveolares es de unos 50 a 70 metros cuadrados en un individuo sano, o aproximadamente 40 veces mayor que la superficie de su piel. La última línea de defensa del aparato respiratorio la constituyen los alvéolos. Los macrófagos alveola- res, de destacada eficiencia, a veces denominados “cé- lulas de polvo”, recorren el camino dentro y fuera del alvéolo recogiendo bacterias, partículas de carbón y otros agentes nocivos. Además, dispersas entre las célu- las epiteliales que forman la mayoría de las paredes al- veolares hay células cuboides robustas, que se diferen- cian notablemente de las células epiteliales escamosas. Las células cuboides producen una molécula lipídica (grasa) denominada surfactante, que cubre la superficie alveolar expuesta a gases y es muy importante para el funcionamiento pulmonar (como se describe en la pá- gina 461). ¿ L O H A S E N T E N D I D O ? 3. ¿Cuál es el orden de las siguientes partes del apa- rato respiratorio humano desde el lugar donde el aire entra por los orificios nasales hasta donde al- Capítulo 13: El aparato respiratorio 447 13
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