Vista previa del material en texto
Intervenciones para el cambio Martin Wainstein Edición digital 2020 1 2 Martin Wainstein Profesor Consulto de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica Sistémica en la Facultad de Psicología de la UBA. Licenciado en Sociología y Psicología en la UBA, Se doctoró en Psicología en la Universidad de Belgrano (UB). Se formó como psicoterapeuta en el Mental Research Institute de Palo Alto California con John Weakland, Paul Watzlawick, Richard Fish y Stevee deShazer y en el Families Studies de Nueva York con Salvador Minuchin. Se ha desempeñado como Profesor en la Facultad de Psicología (UBA) de Teoría y Técnica de Clínica Sistėmica, cátedra que inició esa enseñanza en una universidad nacional, en 1992 hasta 2015 y en la cátedra de Psicología Social, desde 1986, en la que continúa a cargo. Dirigió la Carrera de Psicología de la Universidad de Palermo, donde fue Profesor Titular de Clínica Sistémica y Psicoterapia Conductual, Psicología de la Personalidad y Psicoterapia Cognitiva-Conductual (2002). Dirige desde hace 20 años equipos de investigación (SECyT-UBA) y actividades y programas de extensión en el área de la psicología social y las prácticas sistémicas (UBA). Realizó programas de entrenamiento y formación de terapeutas en la República Argentina en Buenos Aires, Mar del Plata, Neuquén, Mendoza, San Luis, Trelew, Rosario; en los EEUU, en Palo Alto, Ca. y en Nueva York, NY. Dirige desde 1985 la Fundación Gregory Bateson de Buenos Aires, ha publicado numerosos escritos científicos, organizado congresos nacionales e internacionales y publicado como autor cuatro libros y varios capítulos de libros. Dirige actualmente la revista Sistemas Familiares editada por la Asociación Sistémica de Buenos Aires. Desde 2015 es Miembro Evaluador de la Comisión Técnica Asesora de Ciencias Jurídicas Económicas y de la Administración del Rectorado, de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) y coordina la Comisión de Posdoctorado de la Facultad de Psicología de la UBA. 3 A mis hijos Nicolás, Federico y Mariana 4 Agradecimientos Con muchos colegas he compartido durante estos últimos quince años mis actividades en la Fundación Instituto Gregory Bateson (IGB). Esas personas de un modo a veces más directo y otras veces más indirecto han participado de la producción de estas ideas. Las intervenciones para el cambio desarrolladas en este libro constituyen parte de nuestro estilo de trabajo en el centro de atención del IGB en el que se han realizado algo más de 3000 tratamientos individuales, de parejas, familias durante los últimos cinco años. También las hemos aplicado al trabajo con organizaciones escolares, empresas, instituciones de salud, el ámbito jurídico, en la atención de víctimas de accidentes, desastres naturales y terrorismo y en programas y capacitaciones para la prevención de catástrofes. Silvia Baeza y Rosa Pfefferman escribieron el capítulo sobre Técnicas Activas, tema en el que se han especializado y sobre el que han dictado innumerables cursos y realizado varias publicaciones. Con Mariana Falconier, ya hace algunos años en la Universidad de Maryland, trabajamos muchas horas sobre el tema intervenciones y con ella pensamos parte del capítulo dedicado a las narrativas. Muchas de las ideas que están en esa y otras partes del libro refieren resultados de discusiones en ese trabajo común. Paul Watzlawick, Karin Schlanger, el fallecido John Weakland y otros colegas del Mental Research Institute me ofrecieron en Palo Alto un ámbito de trabajo y discusión de una riqueza inestimable. Ema Genijovich, Directora de Educación del Centro Minuchin de Nueva York y Salvador Minuchin me facilitaron, además de su afecto, un ámbito de capacitación para mí y para otros colegas en cursos y talleres que organicé en Nueva York y Buenos Aires entre los años 1994 y 2006. Las autoridades de la Universidad de Buenos Aires apoyaron mi actividad docente y de investigación universitaria en la Facultad de Psicología durante los últimos veinte años, tanto en la Primera Cátedra de Psicología Social, como en la de Teoría y Técnica de la Clínica Sistémica y en los departamentos de Posgrado y Extensión. Esto me permitió conectarme continuamente con jóvenes estudiantes y graduados y que éstos con sus preguntas constantes e inquisitivas fuera la mejor disciplina para sistematizar mis ideas hasta la actualidad. También los trabajos de investigación sobre comunicación en sistemas aula y clima escolar, así como las experiencias de accion research en el marco de los proyectos de la programación UBACyT 2003/2007 de la Universidad de Buenos Aires fueron una oportunidad extraordinaria para experimentar técnicas de intervención que, validadas en el restringido espacio de la clínica, pude aplicar en sistemas más complejos como aulas y escuelas o las interfases aula-escuela-hospital. A todos ellos mi agradecimiento. A bordo del Puffin, otoño de 2006. 5 6 Indice Introducción 1. Influencia Social: breve recorrido por el conocimiento de sus efectos sobre la conducta humana. 2. El psicólogo como consultor: el sistema consultante. 3. ¿Qué es un problema? 4. Intervenciones estratégicas 5. Intervenciones estructurales 6. Intervenciones constructivas. 7. Intervenciones con procedimientos dramáticos. (Silvia Baeza y Rosa Pfefferman) 8. Enfoques psicosociales en psicología clínica. Resiliencia. Recursos de la gente para hacer las cosas adversas de riesgo, amenaza o trauma. 7 Introducción Y ahora, debemos comenzar. ¿Cómo? ¿Por dónde? Poco importa: se entra... (en la vida de un hombre)...como Pedro por su casa. Lo esencial es partir de un problema. J.P.Sartre, L’Idiot de la famille. Este libro es una presentación panorámica y más o menos ordenada de las múltiples formas en que los psicólogos y muchos otros profesionales como los publicistas, vendedores, médicos, psiquiatras, asistentes sociales, abogados, políticos, etc., en su actividad cotidiana pueden influir e influyen sobre individuos, parejas, familias, organizaciones, empresas y sectores de la comunidad con la finalidad de producir cambios en la conducta de las personas. El texto alcanzaría su pleno objetivo, si la palabra consultor pudiera ser reemplazada por el lector o el usuario, en cualquiera de sus partes, por la figura social del abogado, publicista, asistente social, investigador social, psicoterapeuta, ingeniero, médico, terapeuta familiar, profesor, administrador de recursos humanos, coordinador de grupos, militares, y/o cualquier profesión cuya tarea se realiza con la participación de personas como parte indispensable de ella. Debiera ser útil para todo aquel que es consultado por algún motivo y necesita cierto manejo de las relaciones interpersonales para cumplir con lo solicitado. No creemos que ese objetivo lo hayamos alcanzado en su forma más plena, pero si que hemos dado un paso en esa dirección. Como suele prometerse, otras ediciones futuras deberán seguir mejorando y completando la tarea. No es este un libro solo acerca de como hacer las cosas. La actividad de un consultor, en cualquier área, es más que una forma de hacer las cosas, es fundamentalmente una forma de pensar las cosas. En ese sentido, este es un texto acerca de cómo considerar las actividades de nuestro trabajo en la consulta o la psicoterapia. También contiene sugerencias concretas –porque-, no nos engañemos, cada modo de pensar lleva a un modo de hacer. Le asignamos especial dedicación al campo de la psicoterapia, vista como un campo específico de la influencia social y entendida como el conjunto de intercambios que ocurren entre terapeutas y pacientes, debido a que es posiblemente el campo en el cual se han estudiado en forma más intensa y precisa las relaciones interpersonales de un modo micro. Detodos modos, no vemos el ámbito de la psicoterapia como un lugar, socialmente hablando, demasiado especial. Salvo en los objetivos que están en juego y en la posible especificidad del tipo de problemas planteados, no ocurren allí cosas demasiado diferentes a las de cualquier otra forma de relación social. Como toda relación social, la psicoerapia está signada también por la influencia social. Más allá de algunas polémicas actuales constructivistas, construccionistas, relativistas, etc., la psicoterapia es socialmente una actividad con especificidad profesional, realizada por un experto del cual se esperan algunas operaciones básicas 8 como describir conductas, clasificarlas, realizar algunas predicciones, ofrecer algún nivel de explicación y algún grado de control o modo de producir cambios en las creencias y las acciones de la gente a través de la interacción personal, en una situación de consulta. En ese sentido los aportes y consecuencias del constructivismo y el construccionismo social parecieran ser su efecto sobre una toma de conciencia, en investigadores y operadores, de los límites de la experiencia personal y la cualidad fragmentaria de la conciencia humana, que solo permite captar partes de la realidad. Cuando decimos consultor, nos referimos a un rol de agente activo del cambio de la conducta humana. Se puede estar frente a una persona, una pareja, una familia, un grupo, una organización o desempeñándose conformando y coordinando una red social. Se puede estar haciendo psicoterapia o promoviendo políticas sociales, en cada tema la especificidad la da el contenido de lo que se haga, pero nuestro interés aquí es un interés sobre las formas comunes, sobre el cómo común a gran parte del trabajo de asistencia individual, social, institucional o comunitaria. En este sentido dejamos a un lado las cuestiones legales de incumbencias de títulos universitarios y la legislación de las prácticas de médicos, psicólogos, abogados, consejeros u otros profesionales. En todo eso influye poco el conocimiento como tal y es mucho el peso de la capacidad de lobby de cada grupo o corporación profesional. Dicho en sencillo, incumbencias, delimitaciones profesionales, etc.; fue y será siempre un problema político anclado a los intereses creados de los grupos profesionales. Las intervenciones La cuestión de las intervenciones en psicoterapia y otras actividades afines puede resumirse en una pregunta simple: ¿Cómo las palabras y los gestos de unas personas pueden afectar y orientar las creencias y la conducta de otras personas? Con una fuerte influencia de la pragmática, la teoría de sistemas y la teoría de la comunicación hemos tratado de sintetizar los distintos niveles de complejidad presentes en la actividad del consultor: lo biológico, lo conductual y lo socio-ambiental; entrelazados con la actividad descriptiva-predictiva e interventiva-valorativa. Algunas veces, el psicólogo es llamado solamente para evaluar la conducta humana, preparar diagnósticos e informes acerca de individuos y grupos. Su tarea lo eximiría, aparentemente, de un papel orientador de la conducta de otros. Pero aun así, ello no lo exime del hecho de que las intervenciones presentes en esas tareas, incluyan supuestos, elecciones, atribuciones y decisiones que, de por sí, influyen sobre la vida de las personas con las que trata. Del mismo modo, tampoco está eximido del efecto que iguales estímulos por parte de los consultantes ejercen sobre su propia persona. Desde la perspectiva que adoptamos aquí, que identifica comunicación y conducta, cualquier conducta: motora, cognitiva, o psicofisiológica debiera ser entendida como un acto de influencia sobre el sí-mismo o sobre otros. Una tesis central de este libro es que la actividad de consultoría, orientación psicológica y la psicoterapia misma son formas de diálogo especializadas en contextos específicos mediante las cuales se busca de algún modo modificar la conducta humana en dirección a objetivos más o menos acordados. 9 Las intervenciones para lograr eso se aplican a conductas consideradas como atributos, trastornos, aprendizajes, pensamientos, interacciones, “construcciones” de realidad, etc. Estas consideraciones dependen del modelo o mapa del operador y también de las necesidades operativas, por ejemplo los objetivos del trabajo. De allí el despliegue de modelos de evaluación psicológica, conductuales, médicos, cognitivos, interaccionistas, constructivistas, etc. Una perspectiva sistémica El pensamiento sistémico contempla el todo y las partes. Fundamentalmente se interesa por las conexiones entre las partes. Es lo opuesto al reduccionismo, que se interesa por las partes y por la influencia de alguna de ellas sobre el todo. El interés por las conexiones es lo que diferencia un sistema de un “montón”. Cuando se piensa en términos de “montón” poco importa que algo se agregue o se quite, la disposición de las partes, su orden de funcionamiento, etc. Cuando se piensa en términos de sistema quitar o poner, cambiar la disposición o el orden de funcionamiento, recortar, dividir, olvidarse de nuestro papel en la observación y acción, etc.; afecta la esencia misma de aquello en lo que trabajamos. Cuando se observa y se piensa en términos de patrones que conectan las partes y no solo de partes, no es difícil descubrir que sistemas formados por partes distintas con funciones distintas pueden organizarse de un modo similar. Esto hace posible comprender sistemas muy diferentes como un organismo, una empresa, una pareja o una ciudad e influir sobre ellos utilizando los mismos principios. De todos modos la posibilidad de pensar o describir e influir sobre un sistema depende, en general, de la escala con que trabajemos. Un grupo de seis vendedores suele ser más fácil de manejar que un plantel de 200. Un sistema con mayor número de conexiones y diferenciación suele ser más complejo. En el pensamiento sistémico es necesario definir el sistema en su tamaño óptimo y eso lo define el observador. Paradojas de la influencia Socialmente, y también en el ámbito de “lo científico”, la influencia suele ser percibida como una fuerza maléfica, contra la cual los individuos luchan, para evitar ser alienados por la conducta ya de otro individuo, de un grupo, o –tal como está de moda actualmente- por el efecto mediático. En esos casos, suele dejarse a un lado una realidad evidente, que nuestro ser personas es resultado de un proceso de socialización, que es el signo mismo de la eficacia de la influencia social como proceso. Percibimos como algo surgido de nuestro interior, de nuestra propia manera de ver y sentir el mundo y de decidir nuestras conductas; aquello que, en realidad, es la marca de cómo nosotros interiorizamos las ideas y las conductas propias de la familia, los grupos y la sociedad en la que actuamos. No nos quejamos demasiado de nuestro lenguaje y sus reglas, de nuestra vestimenta, de nuestro peinado, de nuestros horarios, de nuestras costumbres 10 alimenticias, debido a que las incorporamos como algo natural, sin pensar que es resultado de la actividad persuasiva y omnipresente de la vida social, desde sus manifestaciones iniciales en la vida familiar. No promovemos la idea de un hombre “externamente dirigido”. Entendemos que la conducta humana incluye siempre la presencia de cierta competencia cognitiva y que ésta colorea con su singularidad el modo con que cada individuo encaja en el orden social. Pero allí la paradoja se perfecciona: la interacción entre influencia y estilo personal señalan una vía idiosincrásica: ¡Esa vía idiosincrásica es la vía regia que utiliza la influencia para cumplir su cometido! Una cierta cualidad evocativa de experiencias personales, un estilo, una identidad, están siempre presentes y deben anudarse de algún modo, para que la influencia social atraviese las fronteras de la subjetividad personaly retome después el camino inverso, mediante el cual el individuo influye en el mundo con sus ideas y sus acciones. El agente y soporte más particular del cambio social, es siempre un individuo. El plan más influyente que cambia la historia, en algún momento primero fue deseo, proceso cognitivo, inteligencia, en los estrechos márgenes de una biografía personal. En palabras de un experto y respetado teórico de la personalidad: “A lo que se aspira es a la integración de partes que han estado desconectadas en el siglo XX. Lo mismo que cada persona es una unidad intrínseca, cada componente de la personología no debe permanecer como un elemento separado de un amplio rango de elementos separados. Por el contrario, cada elemento debe integrarse en una gestalt, una unidad doble y sinérgica en la que el total es más útil y proporciona más información que las partes individuales”. * De todos modos, un poco más allá de las tardías confesiones sistémicas de Millon, no hay plan personal que pueda desplegar su eficacia en la sociedad, sin adoptar la forma de una herramienta de aprendizaje e influencia consistente con los requisitos de la vida social. De este modo, la sociedad mantiene cierta uniformidad funcional y anula manifestaciones demasiado diferentes de la norma que puedan ser conflictivas para el orden social. Estas normas, incluyen por supuesto, la norma básica del “derecho a la intimidad”, que encierra definitivamente en un círculo estrecho cualquier comportamiento extraño. El orden social reconoce, desde una inteligencia de siglos, que la suavidad de la persuasión es preferible a la dureza de la disciplina. En el largo plazo, el convencimiento rinde más que las actitudes represivas. La fragilidad de un orden social aumenta, cuanto más depende de actitudes autoritarias. Por otra parte, cierta flexibilidad permite el aprovechamiento de la creatividad de cada uno y la aparición de alternativas nuevas para la vida social. Esta creatividad tiene su origen en la influencia individual, se amplía por el agregado de seguidores y la constitución de minorías y realiza su efecto cuando impone sus conductas innovadoras. La bibliografía de referencia se encuentra al final de cada capítulo.* 11 En un texto ya clásico, Peter L. Berger y Thomas Luckmann, describen la realidad, en la cual las personas llegamos a ser tales y nos desarrollamos, como un sitio en el cual la influencia social adopta la forma de la conformidad y la normalización. El orden social es descrito como algo precario, que la sociedad necesita proteger. La conducta desviada, que cuestiona ese orden, acentúa la precariedad social. Esos autores de orientación psicosociológica proponen que la psicoterapia, el aislamiento mediante la cárcel o la aniquilación (muerte, exilio) son las respuestas que las sociedades oponen a las innovaciones no aceptadas. Sin embargo ¿Cómo el cambio es posible? Más allá de cierta tendencia conservadora de toda sociedad, las familias, los grupos sociales, las sociedades más complejas cambian. Muchas veces, pareciera que esos cambios ocurren a pesar de la resistencia de sus miembros. Para que eso ocurra las innovaciones deben ser impulsadas por la voluntad de individuos y grupos que las enuncian. El diálogo, la palabra enunciada, que convierte en público “aquello que debiera callarse”, es también el vehículo de la innovación. La posibilidad de que algo cambie es proporcional a la posibilidad de que se haga público, de crear un movimiento de implicación y debate que cuestione rutinas y conformidades, incite a mostrar los antagonismos y favorezca el desarrollo y autonomía de un conflicto que será su motor. Un individuo que hace público su conflicto de ideas, una pareja o una familia que comparte su problema, una empresa que acepta la asistencia de un consultor, son instancias de hacer público un debate cerrado de ideas. Eso es esencialmente lo que se denomina una consulta clínica. En pequeño reproduce el acto de hacer algo público llevándolo a los medios, amplia el marco de participación social, limita el manejo narcisístico de un tema o problema y amplia y democratiza el marco de lo posible. Los sistemas cognitivos y de creencias, los sistemas sociales, se caracterizan por su persistencia y su coherencia interna, ésta es la que les otorga su identidad. Los cambios de un sistema cognitivo o social dependen de la pérdida de su coherencia, de la fractura de aspectos de su identidad, ya sea esto resultado de un conflicto de ideas en el pensamiento de un individuo, en las creencias de una pareja, en la mitología de una familia, en la cultura de una organización, o en la ideología de un grupo social. Algo se debe destruir creativamente. Los cambios en las percepciones, actitudes, sentimientos y acciones ocurren al consultante en un marco que llamamos sistema consultante. Son, en gran parte, resultado del impacto de los mensajes del consultor sobre su pensamiento, sus percepciones y sobre el contexto de interacciones habituales en las que el consultante participa. Se cambian actitudes, constructos y descripciones y también se modifican acciones. También cada nivel reactuará sobre el otro. Los recursos humanos para la influencia, en una u otra dirección, ocurren en una escala que va desde las experiencias diádicas de la hipnosis, hasta las acciones políticas sobre grandes grupos humanos. Esto se despliega en un proceso que es continuo y que convierte en una cuestión de perspectiva del observador, si algo es orden, conducta desviada o cambio, conformidad o conflicto. Obviamente, esto roza de cerca las preguntas éticas sobre la libertad humana. Es este un asunto clásico en el tema influencia y suele aparecer cada tanto y despertar grandes polémicas, sobre todo en lo que hace a las prácticas clínicas. Cuando uno se acerca a ellas con la palabra influencia, que somos proclives a emparentar y 12 convertir en sinónimo de manipulación, publicidad o propaganda, surge de inmediato el tema de la "neutralidad valorativa”. Para decirlo sin muchas vueltas, no creemos que exista “neutralidad valorativa”, ni dejamos entre paréntesis la cuestión de la psicología de la atribución en las interacciones humanas. El sujeto de la psicología personal es un sujeto de atribución. En todo caso, cuando hablemos de supuestos y valores, tomaremos en cuenta con ese nombre el hecho problemático de que, en nuestro trabajo intentamos tener un control sobre nuestra participación, de tal manera que nos permita reconocer la mayor cantidad de supuestos que están en juego en nuestras actividades. Y también, el hecho de aceptar humildemente, que es común que una cantidad de esos supuestos escape a nuestros intentos de control. El modelo de influencia unidireccional, generalmente el más cuestionado y “maléfico”, resulta especialmente útil cuando se trata de relacionar el contenido de las intervenciones del consultor con los cambios operados en el cliente. El modelo de influencia bidireccional, toma en cuenta la conducta activa del cliente y pone el énfasis en el consultante como una fuente incierta de recursos, que pueden ser puestos en marcha durante el proceso de cambio. En Persuasion an Healing, un texto ya convertido en un clásico del tema, Jerome Frank analizó, hace cuarenta años, las innumerables formas -pasadas y actuales- de asistencia psicológica, concluyendo que: “el éxito de procedimientos de curación basados en todo tipo de ideologías y métodos, lleva a la conclusión de que el poder curativo... reside en el estado mental del paciente, no en la validez de su objeto”. De su trabajo se desprende que el carisma personal del terapeuta, la fuerza con que transmite sus creencias, la administración de un ritual que establece “como” y “cuando” se producirá la cura, reafirma la fe y favorece expectativas del paciente en su curación. Para Frank, las creencias y la fe compartidas por el terapeuta,el paciente y la sociedad a la que pertenecen son la fuente de la efectividad de un tratamiento psicológico. Desde esta perspectiva, parece bastante razonable que los enfoques de tratamiento sean consistentes y respeten los valores y las creencias de la sociedad que los sostiene. Si se quiere hacer psicoterapia se deberán agregar, a las ideas que aquí sugerimos, conocimientos de psicología clínica, psicopatología, farmacología, neurología, etc. Si nos dedicamos a la publicidad, deberemos tomar en cuenta conocimientos de diseño gráfico, de imágenes y de sonido. Trabajar con recursos humanos supone conocer de roles profesionales, perfiles de puestos de trabajo, organizaciones, aptitudes, competencias, organigramas y diagramas de flujos. Sintetizando, si se va trabajar con gente, estúdiense los temas que definen los parámetros de la tarea en particular, pero difícilmente puedan dejarse a un lado las estrategias que aquí trataremos. Las relaciones humanas están estructuradas como un lenguaje. Es un lenguaje lleno de transformaciones que llevan información a través de procesos cognitivos básicos, relaciones diádicas, familiares, grupales, institucionales, políticas; desde nuestros genes y nuestros neurotransmisores, hasta la sociedad humana y desde ésta 13 hasta aquellos, realimentando continuamente la evolución de lo que Gregory Bateson llamó la ecología de la mente. Durante el siglo XX se desplegaron varias tradiciones para entender la conducta humana. La conductista, que puso el acento en los registros y activaciones fisiológicas y la acción. La cognitiva, que se orientó hacia los procesos psicológicos básicos como la memoria y la percepción, puestas servicio del pensamiento Y la interaccionista, preocupada por los fenómenos de comunicación e influencia. El inicio del XXI agregó un conocimiento mayor de los mecanismos regulatorios y de control del organismo. La comunicación entre distintos tipos de elementos de señalización molecular, conforman nuevos “idiomas”. Un idioma psíquico-neurológico sostenido por los neurotransmisores, un idioma inmunológico, sustentado por las interleuquinas, se agregaron al más tradicional idioma endocrinológico de las hormonas. Estos idiomas a su vez interactúan entre si, citoquinas, neuropéptidos, neurotransmisores y hormonas actúan o pueden ser sintetizados en cualquiera de los sistemas implicados, sea el cerebro, la hipófisis, los tejidos glandulares o las células del sistema inmune. Para la medicina actual las relaciones del organismo también están estructuradas como un leguaje. Todos los órganos que constituyen el sistema psico-neuro-inmuno-endocrinlógico poseen receptores específicos y substancias transmisoras que permiten su interrelación. Que es saber? El pensamiento clásico convivió durante siglos con el desafío de una pregunta existencial básica: ¿Cómo podemos saber, hoy, acerca del ser humano, de un ser humano? Las respuestas holísticas provinieron fundamentalmente de la filosofía y de la psicoterapia. La pregunta describe algo así como un problema matriz. Jean Paul Sartre, en su monumental biografía de Flaubert, parte de la idea de que saber acerca del ser humano supone investigar acerca de un ser humano, y saber acerca de un ser humano, es empezar por un problema de ese ser humano. Lo relatará así. En una carta (a la señorita Leroyer de Chantepie), Flaubert escribe “A fuerza de trabajo logro acallar mi natural melancolía. Pero el viejo fondo reaparece a menudo, el viejo fondo que nadie conoce, la llaga profunda siempre oculta”. Contestar esa pregunta lo llevará a Sartre a escribir un número impredecible de páginas, más que las primeras setecientas del primer tomo de la obra. Es demoledor pensar que varias veces por día cualquier terapeuta-consultor está frente a las infinitas variantes de una afirmación similar. John Weakland, terapeuta breve del Mental Research Institute de Palo Alto, California, fallecido hace unos años, siempre repetía que las personas consultan por que 14 no pueden sacarse de encima “esa misma maldita cosa de siempre”...”siempre la misma y maldita cosa”. Cuando se afronta este tipo de relatos, ¿No se corre el riesgo de caer en capas de significaciones heterogéneas e irreductibles? Un problema es, en última instancia y para un teórico de la comunicación, una diferencia significativa. Una diferencia notable que lo viviente percibe como un desafío. Algo deber ser dilucidado o sorteado para que la vida continúe. Este libro se refiere al carácter solo aparente de esa irreductibilidad. Cada información puesta en su lugar, se convierte en parte de un todo que se crea incesantemente, revelando a su vez, la homogeneidad y la relación de sentido con todas las demás informaciones. Estrategias, estructuras, narraciones Todo problema puede ser visto como una estrategia fallida, una forma fallida de relacionar medios y fines. Puede, también, ser entendido como una disfunción de partes estructurales, que afecta el funcionamiento de un todo. También puede ser descripto como un modo insatisfactorio de organizar la realidad, mediante el pensamiento. Una “visión preferida”, expresada en un modo retórico de narrar que no encaja para el sujeto. Es común que en el campo profesional, en el cual conviven intereses creados de todo tipo, quienes adoptan una postura estratégica, crean que las descripciones estructurales no se justifican, bastan los genes o los circuitos de conductas involucrados. Ellos definen el “sistema”, no hay porqué ajustarse a sistemas “reales” como la familia. Quienes adoptan a la familia y sus estructuras, como la agencia generadora de problemas y la gran herramienta de su resolución, ven en lo estratégico una especie de conductismo práctico y restringido, que apunta a cuestiones sencillas y menores y evita el contexto y la evolución. Constructivistas varios y narrativistas, ven en los anteriores, manipuladores de almas, ideólogos, gente atrapada y atrapante, encerrada en sus propios discursos que desprecian y descartan los recursos y los derechos de la gente a desplegarse y ser ella misma. Los anteriores describen a éstos últimos como un regreso al mundo de las ideas platónicas sin contexto social, a la mera transmisión de significados, sin culturas y realidades dolorosas, diversas, defensores de un marcado individualismo posmoderno que hace desaparecer la familia, las jerarquías de género, las clases sociales, etc. Entendemos que esas son las características del camino del conocer. Las visiones en túnel permiten desarrollar una idea hasta agotarla. Otras veces, detener el camino y ver el conocimiento como un sistema total, permite aprender de las diferencias, encontrar cierta homogeneidad de intereses en búsquedas alternativas y también hallar buenas oportunidades en la contrastación. Por otra parte, nuestra cultura global y el saturante contexto comunicacional actual deja, paradojalmente, poco espacio para teorías totalizantes como las religiones, el marxismo o el psicoanálisis. No tanto por su matiz utópico, que separó lo real de las predicciones teóricas, sino porque la comunicación humana se desarrolla hoy en un 15 mundo de baja credibilidad. Un mundo poblado de comunicadores furtivos, que siempre se están yendo del lugar donde posaron su atención, navegan, visitan y se retiran. Prefieren menúes a la carta y degustación continua, más que últimas cenas ordenadas por anfitriones únicos. Los sujetos de la posmodernidad, desterritorializados, con mapas fragmentados, casi peligrosamente escépticos, ensambladores de sentido; se apasionan por su desinterés por las cosas y viven su vida editándola a cada momento. La idea de públicos fieles, crédulos, confiados, permeables, con que soñaron las religiones, el marxismo, el psicoanálisis y todas las Grandes Teorías, son una especie en vías de desaparición. No parece previsible un futuro profesionalde integración teórica, sino más bien de fragmentación de grandes teorías, que se integren en una práctica desprejuiciada. Un mundo de consultores corriendo atrás de la eficacia y la eficiencia, recogiendo fragmentos de teoría y probando resolver problemas; evaluando resultados y analizando longitudinalmente su persistencia, para regresar, luego, a recoger otros fragmentos y volver a probar... Problemas enlatados y clasificados a la manera del DSM, procedimientos estandarizados a la manera de los manuales de intervención, evaluaciones mediante cuestionarios, más cuantitativas que rigurosas, seguimientos estadísticos masivos y de largo plazo y una uniforme preocupación por los resultados medidos en términos de estándares de normalidad, parecen ser los caminos actuales que señalan el contexto en que se realizarán las prácticas de intervención en las disciplinas de la conducta. Lo que sigue, parte de estos supuestos y establece la hipótesis de que los cambios de la conducta humana, sean individuales y colectivos, técnicamente dependen de la difícil tarea y de nuestra dudosa capacidad para combinar las modificaciones de las estrategias de acción, de los patrones con que ésta se organiza y de los discursos que la describen y explican. Cuando estas modificaciones se intentan mediante la ayuda de un consultor, la tarea de éste se parecerá mucho a la de un artesano. Se trata de técnicas, herramientas adecuadas y pericia, se trata de lograr cierta consistencia en la tarea, el resto son los recursos del otro. El capítulo 1, desarrolla un recorrido por las diferentes versiones que a lo largo de la historia se dio al tema de la influencia. Es nuestro punto de vista, al igual que en lo que hace al resto del libro, es el único que tenemos, por lo menos hasta entrar en prensa. El capítulo 2, describe la consulta como un sistema gobernado por mecanismos de organización y control propios de los aportes de la cibernética, la teoría de la comunicación y los supuestos del constructivismo y el construccionismo. La entrevista como realidad, supone toda una postura epistemológica acerca de la mente, la realidad y sus relaciones. Nuestra visión es fuertemente pragmática, en cuanto a que los sistemas pueden ser instruidos. Y fuertemente construccionista, en tanto toda construcción atrapa a sus participantes en sus propios mecanismos operativos. El capítulo 3 conecta influencia social, construcción de realidades y la forma efectiva de la consulta: un procedimiento para la resolución de problemas. Como todo procedimiento tiene sus reglas y sus secuencias. Los capítulos 4,5,6,7, resumen y presentan, con las alteraciones propias de nuestra visión sistémica, estratégica, constructivista, las herramientas técnicas 16 desarrolladas por varios autores, a los que se refiere la bibliografía final, ordenada por capítulos. El capítulo 8 incorpora un tema al cual se le está dando importancia en los últimos años, la resiliencia, que se refiere, desde el punto de vista que hemos tomado aquí, al estudio del receptor. Es decir, a iguales condiciones no todos responden igual. No se trata de las diferencias individuales, sino de averiguar mediante que recursos, ellas llegaron a ser diferencias y a establecerse firmemente de tal modo, que, circunstancias que producirían daños irreversibles a unas personas, son solo un desafío para el crecimiento para otras. La idea es que en la resiliencia podrían encontrarse nuevas ideas para crear técnicas que nos permitan mejorar nuestras intervenciones. 17 Bibliografía Berger, P. y Luckmann, T., La construcción social de la realidad, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1968 Estramiana, José L.A., Psicología Social: perspectivas teóricas y metodológicas, Madrid, Siglo XXI, 1995 Frank, J. D., Persuasion and Healing, edición revisada. Baltimore, Jones Hopkins, 1973 Goffman, I., La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1994. (1959) Goffman, I., Ritual de la interacción, Ed. Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1970. Marquez Lopez-Mato, A. (2004) Psiconeuroinmunoedocrinología II. Buenos Aires, Polemos Millon,T.(1999) Reflections on Psychosynergy: a model for integrating science, theory, classification, assesment and therapy. Journal of personality assesment ,72 (3), 437-456. 18 Influencia social, breve recorrido por el conocimiento de sus efectos sobre la conducta humana. La fe Según San Mateo, Jesús recorría toda Galilea, enseñaba en las sinagogas y proclamaba la Buena Nueva del Reino, su fama llegó a toda Siria y eran traídos a su presencia todos aquellos que sufrían enfermedades, y también los endemoniados y lunáticos. El evangelio también recuerda que Jesús los curó. ¿Cómo? “Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos”. Los cambios de conducta fueron tan rápidos y tan confiables en cuanto a su persistencia, que se los llamó milagros. En la edad de la Fe que se extendió aproximadamente hasta el año1500, la conducta humana era entendida como resultado de la influencia de un control divino o conforme a la ley divina. Tanto la enfermedad mental como los comportamientos desviados se debían a la posesión de poderes extraños, a estar conectado con el diablo o con un mundo en los márgenes de Dios. La realidad estaba fuera del control del yo y del sistema social. Podría decirse que desde aquel entonces –por lo menos desde que el hombre tiene memoria escrita- siempre se intentó con mayor o menor éxito y de un modo más o menos institucionalizado, normalizar trastornos y resolver problemas, mediante el procedimiento de influir y facilitar cambios en la conducta y los pensamientos de la gente. La influencia social es eso, el conjunto de impresiones y de cambios que la vida social y las interacciones con los demás producen sobre los individuos o los grupos, sean o no conscientes de ello. Siempre existió una actividad de influencia enmarcada en una actividad de “consultoría” –acto de responder o asistir desde cierto saber o competencia una demanda acerca de problemas y dificultades de la gente- actividad muy parecida a lo que mucho más adelante, en tiempos más cercanos a nosotros, adoptaría la forma de una disciplina caracterizada como científica y profesional, realizada mediante un trabajo de influencia interpersonal, a través del uso del lenguaje, de gestos no verbales y de la indicación de algún tipo de tareas. Cada época y sociedad consideraron esta actividad y sus procedimientos como legítimos, los que han variado a lo largo de la historia, han sido los criterios que cada sociedad y época adoptaron para sustentar esa legitimidad Desde el Renacimiento hasta fines del siglo XIX, en occidente, el locus de la realidad subjetiva dejó las brujas y los demonios y se enquistó en la mente individual y privada del burgués. También se alteró la noción del tiempo; el futuro en una metafísica Ciudad de Dios, dejó su lugar a una subjetividad de la vida cotidiana. El individuo se volvió cotidiano, e internamente dirigido. Es la edad de la Razón. En ella la enfermedad y el mal se justificarán como debidos a un daño físico, o bien moral y se lo supondrá ocultado por una bruma de irracionalidad no reconocible por la conciencia normal y cotidiana. De todos modos no fue este un proceso rápido. La influencia de la Iglesia y otros pensadores de lo sobrenatural, se extendió en Europa hasta la aparición del magnetismo. 19 La sugestión Mil setecientos años después del relato de San Mateo, Franz Anton Mesmer sentaba en círculo a sus pacientes/consultantes alrededor de una cuba de roble de un metro cincuenta de diámetro y aproximadamente treinta centímetros de profundidad. Había dispuesto dentro de la cuba botellas en forma radial, algunas apuntaban hacia fuera y otras hacia el centro; los estantes que las sostenían estaban espolvoreados con limaduras de hierro. Verticalmente, la cuba estaba atravesadapor varillas de cobre de las cuales salía una cuerda. El conjunto parecía una gran pila galvánica, a la que los pacientes quedaban “conectados” por la cuerda que enroscaban en su cuerpo. Con fondo musical o simplemente silencio, se iniciaba así el tratamiento colectivo de personas con dificultades para trabajar, pensar, enamorarse, enfermos nerviosos, orgánicos, genéticos, etc. Los efectos del tratamiento eran muy variados. Una experiencia frecuente era la aparición de una crisis, después se producía la curación. Las crisis podían llegar a durar hasta tres horas. Durante su desarrollo, salían de la garganta -debido a la violencia del ataque- esputos viscosos, a veces con sangre. Las muy comunes convulsiones se caracterizaban por movimientos espasmódicos involuntarios de las extremidades, los ojos parecían desorbitados. Los sujetos estallaban en gritos, llanto, hipo y carcajadas ruidosas. Durante 1784 Mesmer y su discípulo Deslon trataron a 8.000 personas, la fama del magnetismo y su teoría del “magnetismo animal y su relación con la influencia de los planetas”, se extendió por Francia y luego por toda Europa occidental. La Reina de Francia, lo recompensó con dinero, como reconocimiento por haber establecido un tratamiento que beneficiaba al pueblo francés. El mesmerismo, sinónimo de “magnetismo”, reconocía tanta efectividad como rechazo producía en las asociaciones médicas de la época. Las academias de medicina se oponían frontalmente al mesmerismo y quienes lo practicaban eran expulsados. Sin embargo los seguidores fundaron sus propias asociaciones y con un criterio que se extiende hasta la actualidad entre los psicoterapeutas, ponían el acento en la efectividad, haciendo de ésta algo decisivo frente a las críticas de la ciencia. Con el paso del tiempo, el escepticismo de médicos y otros científicos, como Benjamín Franklin, se fue transmitiendo al pueblo llano y el magnetismo perdió su efectividad. La historia de Mesmer deja una moraleja interesante. El no hacía nada demasiado diferente a lo hecho por otros sanadores de su siglo. La diferencia no estaba en los efectos, sino en la explicación de los efectos. En el siglo XVIII, lo sobrenatural empezaba a ser reemplazado por las leyes de la naturaleza, aun ya en las capas menos ilustradas de la población. El magnetismo, la electricidad, se habían introducido en las representaciones sociales de la época y reemplazaban las nociones de milagro y magia. Debe mencionarse que Mesmer nunca accedió a la explicación de sus continuadores: nunca “descubrió” que había descubierto la sugestión. En la historia de la asistencia psicológica, se verifica una llamativa curiosidad: comprobar que un procedimiento no es válido, no invalida que su aplicación por 20 quienes creen en él no sea efectiva. Por otra parte, los resultados positivos no garantizan la validez de la teoría, sino solamente el hecho de que ella es verosímil para quienes comparten procedimientos y resultados. La hipnosis En 1843 James Braid publicó un libro que incluía una fuerte crítica al mesmerismo, llamado Neurohipnología, o la Explicación del Sueño Nervioso; Considerada en Relación con el Magnetismo Animal. Su crítica desmoronaba el mesmerismo en Inglaterra y sugería que el sonambulismo, la anestesia y otros fenómenos se debían a la acción de los nervios paralizados, pese a las sugerencias del operador. Sus ideas fueron rápidamente aceptadas en los círculos científicos, debido quizás a que relacionaba todos estos fenómenos con la fisiología y la reflexología, conocimiento en ascenso en Inglaterra en ese momento de la historia. Pero fue Jean Martin Charcot, quien tuvo la posibilidad de lograr una amplia aceptación de la evolución de esta teoría, cuando, en 1870 propuso a la Academia Francesa una explicación sobre las influencias interpersonales, basada en la idea de que hipnosis e histeria eran fenómenos neurológicos. Charcot no hacia cosas demasiado diferentes de las que se describen de Mesmer. Fijaba la atención del paciente en algún elemento, luego lo tocaba con la mano y producía un trance, que según él, se producía en tres dimensiones fisiológicas como resultado de modificaciones musculares, reflejas y sensoriales. Los llamó letargo, catalepsia y sonambulismo. Sin embargo su explicación de efectos similares, era distinta a la de Mesmer. Las referencias de Charcot, se relacionaban con la nueva ciencia de la neurología y se sustentaban en un cuidadoso trabajo experimental. Sobre fines del siglo XIX, Hippolyte Bernheim rechazó la teoría del magnetismo y propuso la doctrina de la sugestión. Esta sostenía que la influencia interpersonal se desarrollaba por sugerencias de una persona a otra y que esto actuaba sobre las propiedades físicas. La nueva teoría ponía al hombre en lugar de Dios, del magnetismo, de los planetas, etc. Lo que le faltó a la teoría de Bernheim era señalar la naturaleza del agente curativo. La interpretación Con el fin de conectarse con aquellos novedosos métodos de tratamiento, Sigmund Freud viajó a París a estudiar con Charcot entre 1885 y 1886. Allí, verificó varias cosas. La primera, que los pacientes eran cada vez más remisos a la sugestión hipnótica. Segundo, que los efectos de la hipnosis no eran demasiado duraderos y los síntomas retornaban más comúnmente de lo deseable. Tercero, conoció los trabajos de Pierre Janet, discípulo de Charcot, que investigaba los llamados fenómenos posthipnóticos, o sea, el hecho de que los pacientes realizaban tareas sugeridas durante el trance, a pesar de no recordar el momento de la sugestión. Luego, justificaban con racionalizaciones la conducta que a todos les resultaba inexplicable. 21 La idea de Freud, de que las personas no deciden racionalmente lo que hacen, sino que racionalizan lo que se sorprenden haciendo, removió las concepciones de la racionalidad moderna, poniendo las fuerzas inconscientes en el centro de la escena. El inconsciente freudiano llenó así la falta de un agente curativo aceptable para la época. Más aun, cuando la teoría conectó indisolublemente la noción de inconsciente al concepto de energía, sus bloqueos, cantidades disponibles, etc., haciendo uso metafórico de un saber fuertemente legitimado por la prestigiosa física de la época. La energía bloqueada y ligada a acontecimientos no resueltos y traumáticos – diría Freud- aumentaban la vulnerabilidad de la persona. La lucha debía desarrollarse contra fuerzas inconscientes que estaban más allá del sujeto y del terapeuta, esas fuerzas se resistían y el fracaso de la curación rápida, mediante hipnosis, demostraba la necesidad de un largo trabajo para derrotarlas. La interpretación psicoanalítica fue la gran herramienta de intervención, permitía revelar aquello que, oculto, trastocaba la vida humana. Hasta los años de la Segunda Guerra Mundial, el psicoanálisis llenó la escena terapéutica y mucho de la cultura moderna. Dos grandes temas largamente ocultados, vieron la luz mediante sus ideas: la sexualidad y la niñez. Imitar e influir Las tareas de asistencia y participación profesional en la vida social no estuvieron nunca separadas, tampoco en la actualidad, de las preocupaciones por el fenómeno general de la influencia social. Históricamente, la famosa polémica entre Emile Durkheim y Gabriel Tarde, en el marco del positivismo de fines del siglo XIX, inicia y sintetiza una cuestión que ya no cedería más su lugar central en psicología, psicología social y sus aplicaciones. Durkheim, sostenía que lo social era irreductible a las explicaciones de la psicología individual, que las normas sociales son exteriores al individuo y ejercen sobre él una acción que le es extraña. Tarde, en cambio, entendía que las personas, los individuos, interiorizan el mundo social, hacen de él algo íntimo y privado, que se construye por imitación, mediante la cual de un modo especular y selectivo, accedemos a la conciencia colectiva,que no tiene otra existencia que en la cabeza de los individuos. Esta polémica entre el predominio de lo de “adentro” o lo de “afuera” persiste, aparece y desaparece cada tanto en las teorías o en los análisis de situaciones concretas de la vida social, por parte de científicos, periodistas, literatos, políticos. En la actualidad, se manifiesta en su forma más expresiva en la polémica entre dominio por aptitudes y competencias genéticas e innatas, versus determinaciones sociales y culturales de la conducta humana. Si bien los primeros psicólogos aceptaron que “toda psicología es psicología social”, la polémica resurge cuando se justifica la expresión. Un ejemplo de esto, fue la polémica sobre la hipnosis, que era la niña mimada de las intervenciones clínicas durante los finales del siglo XIX. Autores como Gabriel Tarde y Gustave Le Bon desarrollaron a partir del estudio de sus efectos uno de los primeros marcos teóricos de la Psicología Social. Según Le Bon el individuo, que mantiene su racionalidad mientras está solo, cuando se agrupa en una masa regresa a un 22 estado degradado de la conciencia, que lo deja inmerso en la credulidad y la influencia de los líderes. Tarde, identificaba hipnosis con pertenecer a una masa y perder el control individual sobre la conducta. Aun hoy en día, esto abre serias discusiones sobre ética en temas que abarcan desde el efecto de los medios, hasta las técnicas de psicoterapia. Aprender y reaprender En los primeros años del siglo XX, la influencia comenzó a ser estudiada experimentalmente dentro de la tradición conductista de fe en el libre albedrío y la voluntad del ser humano. Esta orientación se complementó con ideas sobre cierta tendencia humana hacia el consenso, que completaba el conjunto de fuerzas que mantendrían la armonía de individuo y ambiente. La perspectiva conductista entendió que las acciones de un grupo podían ser descriptas como la suma de las acciones de cada uno de sus miembros, tomados por separado. La influencia, era la modificación de la acción humana por las acciones de los otros. De allí, que el conductismo se dedicó al estudio de diversos efectos que la presencia de otros tenía sobre el aprendizaje, la realización de tareas o los tiempos de reacción a ciertos estímulos. Un ejemplo de esto son los experimentos con que M. Sherif en 1936 investigó el fenómeno de normalización. En uno de ellos, los sujetos situados en la oscuridad debían evaluar, solos o en grupo, el movimiento de un punto luminoso. En realidad, este no se desplaza sino que se enciende y apaga en forma intermitente, creando la ilusión óptica del desplazamiento, el llamado efecto autocinético. En un segundo momento, quienes participaron en grupo, hacen la evaluación individualmente y viceversa. Los resultados de la experiencia establecían que los sujetos, agrupados, concensuaban progresivamente una estimación media de cuanto se movía el objeto luminoso y que la mantenían hasta hallarse nuevamente solos. Otra experiencia crucial, fue la de S. Asch, realizada en 1952, ella ilustra el surgimiento y la instalación en los individuos de las creencias que hacen a la conformidad social. La manipulación experimental, consiste en situar sujetos experimentales en grupos de cómplices del experimentador. La tarea solicitada es comparar líneas de diferente longitud. A partir de cierto momento los cómplices responden de un modo notoriamente erróneo, la expectativa es que los sujetos experimentales manifiesten sus dudas, oposición o rechazo de esas aseveraciones, pero... inesperadamente el 25% de los sujetos adhiere a la respuesta errónea y un tercio varían sus respuestas para no presentar una conducta divergente a la de sus compañeros de grupo. Todos manifiestan una tendencia a la conformidad e indiferencia a la tarea, que expresan el fuerte peso de la presión social, sobre la conducta individual. Los sujetos de Asch manifestaban una conformidad de palabra. Años más tarde, en 1971, S. Milgram realizó una experiencia que intentaba llegar hasta los límites de la obediencia a la influencia social. Su experimento agregaba un hecho muy significativo: en este caso, la conformidad era expresada mediante actos. Los sujetos fueron convocados para participar en un experimento de aprendizaje mnemónico. Un “alumno”, cómplice del experimentador, debía memorizar conjuntos 23 de palabras y repetirlas. A cada error del “alumno”, el sujeto debía castigarlo con descargas eléctricas (obviamente simuladas), progresivas y estimuladas por las consignas de un grupo de instructores, cómplices también del experimentador. El hecho de que el 66% de los sujetos realicen descargas impresionantes, de hasta 240 voltios, sobre el cuerpo ya “inerme” del “alumno”, resultó indicativo para establecer el carácter pesimista de las conclusiones de Milgram, acerca de las posibilidades y los riesgos de la influencia social. Creencias y mundos colectivos Años más tarde, L. Festinguer, planteó los lineamientos de las opiniones sobre la influencia, marcadas por el signo de la conformidad. Diferenció la realidad física de la social en cuanto a criterios de validez. En el mundo físico, el criterio es la realidad tangible y depende de cada uno el hecho de ponerla a prueba. En el mundo de la vida social, predominan la ambigüedad y la incertidumbre y la validación depende de acuerdos compartidos. La conformidad y la uniformidad son un referente fácilmente aceptado. Renunciar a él pone al individuo en la difícil situación de no comprender y de quedar solo frente al mundo social en el que vive. Socialmente, es evidente la necesidad de establecer una verdad colectiva y permanecer en ella. En los 80, S. Moscovici realizó una crítica del modelo de la conformidad social y de la idea de una sociedad homeostática y poco propensa al cambio. Según su punto de vista, el modelo funcionalista deja de lado los fenómenos de influencia relacionados con los cambios, al evitar el tema del conflicto social. Desde su perspectiva, el conflicto es el motor de los cambios. Retomando las ideas de K. Lewin, sostuvo que el aporte de información no alcanza para movilizar acciones de cambio social, se requiere que la expresión de las ideas se acompañe de una implicación activa de la conducta, en la cual resistencias y decisiones, queden expresadas en las fuerzas que opone el conflicto. La desviación de la norma y las conductas opuestas al orden social, producen mediante la oposición, una polarización que activa recursos creativos y nuevas formas de ver el mundo. En lo individual, esto se manifiesta en el afrontamiento de experiencias novedosas. En la vida social, toma forma en la difusión de un conjunto de creencias consistente, capaz de ejercer un efecto influyente sobre un grupo, posibilitando que este pueda operar como una minoría capaz de activar el campo social. Así, la influencia recorre un camino desde la sugestión a la conformidad, y de ésta, a los efectos de grupo. Esto no debe ser entendido como un fenómeno lineal, sino como una acción de realimentación, que no diferencia actor, receptor y efecto, dando prioridad a la idea de que la relación es anterior y más importante que los individuos. El ser social es anterior a la conciencia. La ciencia del control Con el surgimiento de la Cibernética, disciplina creada por N. Wiener en 1948 y a partir de allí la moderna teoría de la comunicación se volvió evidente la similitud existente entre el concepto social de influencia y el moderno concepto que define la 24 información como secuencia de señales combinadas según reglas, cuya transmisión de un emisor a un receptor, es capaz de modificar el estado de este último. Cuando se dice “capacidad para modificar el estado”, nos referimos a la noción de control, concepto estudiado por la Cibernética. Esta noción de control se refiere a una secuencia incesante de detecciones, cálculos, evaluaciones, decisionesy acciones en tiempos muy breves. La secuencia puede estar constituida por los resultados de apuntar una pieza de artillería a un blanco móvil, calcular las trayectorias recíprocas y, en función de ello, re-corregir la posición del cañón, para realizar nuevos disparos. Algo menos bélico, pero similar, ocurre cuando un pescador detecta la débil vibración de la caña, esto pone en marcha los hábiles y apropiados tirones, el enrollado y desenrollado del hilo, el momento de decisión de extraer la pieza del agua, etc. Es lo que se llama mecanismo de realimentación y control. También las relaciones sociales pueden ser vistas como sistemas, coordinados por mecanismos de control. La interacción de una díada humana, es un proceso de influencia recíproca en el cual cada individuo modifica su comportamiento, como reacción al comportamiento del otro. Uno de los paradigmas más modernos en psicología describe la conducta como comunicación, y ésta, como intercambios de información y efectos de control entre seres humanos y organismos. Hacia 1960 el antropólogo inglés Gregory Bateson provocaría un giro epistemológico en el entendimiento de los conflictos y el efecto de los conflictos en las relaciones humanas. Bateson definió dos marcos novedosos. El primero al referirse al estudio de las relaciones interpersonales como un fenómeno de interacción, abordado en unidades de estudio muy pequeñas, tales como díadas perro lazarillo/ciego, madre/hijo, empleado/ jefe, etc., deteniéndose a describir los efectos que la comunicación humana, en sus aspectos verbales y no verbales, podía tener sobre la conducta. El segundo, la búsqueda de patrones de conducta comunicacional que estuvieran comprometidos con la aparición de trastornos psiquiátricos graves, como la psicosis esquizofrénica. Más aun, si estos podían llegar a ser un efecto de cierta forma de comunicación establecida en las familias de esos pacientes. El concepto de doble vínculo, creado en 1956, como hipótesis de los estudios sistemáticos llevados a cabo por el grupo de investigación de Palo Alto, constituido por Bateson y tres estadounidenses, John Weakland, Jay Haley y H. Fry, no aportó nada definitivo a la etiopatogenia de la esquizofrenia, pero facilitó investigar los efectos de influencia que una red de comunicación, con ciertas características, puede tener sobre la conducta humana. Las características generales de la situación de doble vínculo descriptas por el grupo de Palo Alto pueden sintetizarse así: 1. La situación de interacción es vital y no puede ser evitada, para al menos uno de los miembros. Generalmente es un niño, o alguien en relación de indefensión, el cual necesita responder de manera adecuada, descifrando con precisión los mensajes que recibe, sin poder abandonar el campo. 2. El otro de los participantes, emite dos mensajes simultáneos que son contradictorios, por ejemplo una comunicación verbal sobreprotectora, que manifiesta devoción y afectividad y una comunicación no verbal que incluye gestos que comunican 25 rechazo, hostilidad, brusquedad y que califican contradictoriamente, niegan, el mensaje verbal. 3. Incertidumbre e incapacidad del receptor para definir a cual de los dos mensajes debe dar crédito. Ausencia de un tercero, que agregue información nueva. Así, si el niño responde al mensaje verbal, se acercará emocionalmente, provocando mayor rechazo físico; y si interpreta el rechazo físico, se alejará, pero esto provocará el rechazo o la recriminación verbal. Desarrollado este modo de relación, como un patrón sistemático, el sujeto queda apresado en una situación de doble vínculo , o doble ligadura, y la única respuesta que puede dar es la anulación del valor simbólico de la metacomunicación, comunicar acerca de la contradicción. El sujeto ingresa en un tipo de conducta que la psiquiatría clásica llamaba discordancia mímica. Queda como abstraído ante los estímulos, absorto, responde literalmente lo que se le dice, se vuelve renuente a captar las metáforas del lenguaje, iniciando una secuencia de conducta tradicionalmente descripta como propia de los trastornos psicóticos o disociativos. Si bien este modo de comunicación fue considerado inicialmente como factor etiológico de la esquizofrenia, sus mismos autores lo consideraron poco después como un factor entre otros, incluso como un factor inespecífico. De todos modos, la teoría del doble vínculo mantiene un valor histórico, que está dado por su carácter fundacional en lo que atañe a una visión comunicacional de los trastornos mentales, en tanto que llevó a fijar la atención sobre los factores comunicacionales, contextuales, psicosociales y no intrapsíquicos de los problemas de conducta. Los trastornos de la conducta humana comenzaron también, desde ese momento, a ser vistos como problemas relacionados con los patrones –patterns- de interacción y comunicación humana. Fundamentalmente los primeros trabajos de Bateson pusieron el acento en la familia y sus interacciones como agente primario de la patología mental. Esta perspectiva, todo esto se inscribía en una corriente histórica con muchos miembros eminentes, como G. Simmel, quien a comienzos de siglo sentó las bases de la microsociología, George Mead, eminente fundador de la Escuela de Chicago y promotor de la idea que presenta el “si mismo” como una estructura cognitivo-social, resultado de interacciones colectivas, R. Birdwhistell, que estudio la gestualidad como parte fundamental del lenguaje, E.T. Hall, que introdujo los estudios sobre proxémica – una antropología del entendimiento y uso del espacio-, la gramática de los ritos de interacción propuesta por I. Goffman, H. Garfinkel, fundador de la etnometodología, el estudio de la comprensión de los significados poniéndose en la perspectiva del grupo percipiente, y todo ese campo que, desde una aproximación que se dio en llamar “la nueva comunicación”, utilizó la terapia familiar y la psicoterapia como un campo de prácticas y experimentación, para reconstruir un nuevo modo de describir y entender la conducta humana en condiciones “micro”. Este enfoque que podríamos llamar comunicacional y psicosocial, tiene como tesis fundamental que toda interacción está determinada por el contexto en el cual ocurre. Goffman, fue uno de los primeros autores que se ocupó de mostrar los límites de una aproximación lingüística, que dejara de lado aspectos contextuales ajenos a un sentido estrictamente discursivo. 26 No es lo mismo enunciar ¿fuiste?, que ¡fuiste! La prosodia, entonación y acentuación de ciertas palabras, implica por si misma, una fuerza “ilocutoria” capaz de trasformar la orientación y sentido de una conversación. Existen también normas sociales, que limitan los intercambios de las interacciones, en especial las verbales. Por ejemplo, las reglas de cortesía. Las ocultas reglas que regulan los “turnos para tomar la palabra”. Existen marcos compuestos por elementos físicos, topológicos y temporales que afectan la comunicación. No es lo mismo interactuar en un consultorio, en un café, en una iglesia, en la sala de conferencias de un congreso científico o en el bufete del mismo congreso. Por último, todo intercambio humano esta regido por rituales, más o menos respetados, que si no se cumplen, dan lugar a ciertas llamadas al orden. La alternancia del diálogo, el interés, la motivación, la muestra de una intención, se acompañan de ciertas inhibiciones, censuras, precauciones. El mantenimiento de cierto hilo argumental separa lo dicho y remarcado, de lo no dicho o soslayado. Si se observa detenidamente, todo se negocia en una mutua influencia. Durante una conversación, se negocian los modos, las aperturas, los cierres, las identidades de los interlocutores, las relaciones de imágenes, de estatus, de rol , el marco de referencia , los supuestos, los turnos de palabra, la pertinencia de las intervenciones y sus encadenamientos,el sentido de cada fragmento y de la totalidad de los mensajes. La comunicación afecta de un modo importante la conducta humana. Desde las acciones visibles hasta los ritmos cardíacos o los pensamientos. Es bastante verosímil que así sea si creemos que toda conducta es comunicación y que toda comunicación es influencia. Conducta, comunicación e influencia son versiones diversas de un mismo fenómeno. Para el paradigma comunicacional de la Psicología que aquí adoptamos, los problemas humanos son resultado de los fracasos comunicacionales en las negociaciones humanas. Control y sistemas Durante muchos años la noción de sistema fue una teoría implícita en la filosofía y luego en la ciencia. Cuando Ludwing von Bertalanffy comunica en 1937 , en la * Universidad de Chicago su Teoría General de los Sistemas con el afán de crear una metodología de unificación transdisciplinaria de la ciencia, entre los pocos que se dieron por aludidos figuraban algunos ingenieros y los primeros terapeutas familiares, ávidos de conceptos que les permitieran salir del espacio intrapsíquico y establecer la conducta como un fenómeno emergente y proactivo de las relaciones interpersonales. No deja de ser una extraña coincidencia que la primera presentación de la TGS en la Universidad de * Chicago, en 1937, haya sido promovida por Charles Morris uno de los teóricos del signo que promovió el desarrollo de la pragmática. Con los años la pragmática se convertiría en sinónimo de teoría de la comunicación humana. 27 Un sistema, para Bertalanffy, es una entidad teórica que refiere a la existencia funcional de algo como un todo de elementos en interacción. El comportamiento de un sistema depende de cómo se relacionen sus partes, más que de ellas mismas. El conjunto de las relaciones activas, o interacciones, que se establecen entre los elementos de un sistema favorece la emergencia de determinadas propiedades de un sistema. El origen de estas propiedades emergentes no podría atribuirse a ninguno de los elementos que lo constituyen. Es de la interacción específica entre ellos de donde surgen. Este es el verdadero significado de la idea de que “no existen causas en los elementos sino en las relaciones”. Las imágenes tridimensionales que observamos en las láminas del “ojo mágico” * son el emergente de unas franjas aleatorias de figuras geométricas coloreadas. Los dibujos animados son el resultado de pasar rápidamente una secuencia de dibujos ligeramente diferentes. Nuestra conciencia es una propiedad emergente, así como nuestros sentidos sensoriales. Si utilizáramos el análisis cartesiano y descompusiéramos el sistema en sus partes el resultado sería que estas propiedades desaparecerían. Podemos a través de este método conocer información acerca de los elementos en sí mismos y de las relaciones lineales entre ellos, si las hubiere, pero ningún conocimiento podríamos construir del sistema en conjunto. Aunque desarmáramos una guitarra en sus partes mínimas, nunca encontraríamos la música. Por el contrario, el pensamiento sistémico estudia el todo para comprender las partes. Teniendo en cuenta las propiedades emergentes puede tratar de entender qué relaciones se mantienen entre los elementos y qué patrones de comportamiento se establecen a través del tiempo. Más allá de sus elementos, los sistemas comparten ciertas reglas de funcionamiento. Por este motivo podemos aplicar las premisas del pensamiento sistémico a cualquier aspecto de la vida. Los mismos principios nos permiten influir sobre un individuo, un modo de pensar, una empresa, el medio ambiente o una partida de ajedrez. Es fácil ahora entender que más allá de nuestra intención de influir, nada ni nadie controla totalmente un sistema. Siempre se requiere la participación de otros elementos. La idea de intervenir “sobre” un sistema nos invita a reflexionar que somos parte de él y por lo tanto de sus propiedades emergentes. El consultor es un elemento que puede intervenir “en el sistema del que forma parte”. Intervenir es participar, negociar, consensuar en las condiciones que una entidad que nos abarca. Esto hace todas nuestras intervenciones mucho más humildes e impredecibles, pero también ha dado un vuelo diferente al lugar del pensamiento psicológico en la ciencia. Poco a poco las barreras que separaban cuerpo y mente, individuo y contexto, persona mundo, emoción y cognición se van derrumbando y el conocimiento encuentra pruebas empíricas de la profunda interrelación entre fenómenos aparentemente separados y de cierta igualación del peso específico de cada uno de esos factores. El texto se refiere a los libros y afiches de figuras geométricas coloreadas muy abstractas que a * poco de mantener ante la vista a cierta distancia “producen” en unos minutos la aparición de figuras reconocibles tridimencionales 28 Edmundo se ha vuelto menos unidimensional y más circular. Un ejemplo de esto es como los estímulos externos sociales o físicos, favorecen la respuesta biológica de estrés, como esta respuesta de estrés favorece la activación del cingulus anterior del cerebro, como esta activación favorece el surgimiento de las ideas ansiógenas simultáneamente con la variación de la presión arterial y (cerrando el círculo) como el registro de esta variación opera como un estímulo externo sociofísico que incrementa el estrés (estresor); cerrando de este modo nuevamente el círculo. 29 Bibliografía Bateson, G. Pasos hacia una ecología de la mente, Buenos Aires, Lholé,1972 Gianaros,PJ; Derbyshire, SWG; et.alter (2005) Anterior cingulate activity correlates with blood pressure during stress, Psychophysiology, 42,627-635 Harré, R.; Clarke, D. Y De Carlo, N., Motivos y mecanismos: introducción a la psicología de la acción, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1989 Morales, J. F., Gavidia, P., Huici, C., López Saez, M., Marquez, J., Moya, M., Paez, D., Pol, E., Psicología Social, MacGraw- Hill Interamericana, 1999 Moya, M., Prácticas de Psicología Social, UNED, Madrid, 1998 Pearce, Barnett, Interpersonal Communication, Harper Collins College Publishers, New York, 1994 p. 16 a 36. Podmore, F., From Mesmer to Christian Science: A short history of mental healing,New York, University Books, 1963. Smith, E. R. y Mackie, D. M., Psicología Social, Ed. Médica Panamericana, Madrid, 1997. Strong, S. R.; Clairbon, C. D., Change through interaction, John Wiley & Sons Inc., 1982 Wainstein , Martin , Comunicación : Un Paradigma de la Mente , Eudeba, 2da. Edición, Bs.As., 2002 Winkin, Los momentos y sus hombres, Ed. Paidós , 1991. (1988) Zajonc R.B., “Cognitive Theories in Social Psychology” en G. Lindzey y G. Aronson(eds.) , The Handbook of Social Psychology, Reading, Mass., Addison-Wesley, 1969 Zajonc, R.B.,y Markus,H., The Cognitive Perspective in Social Psychology, Nueva York, Random House, 1985. 30 3. El psicólogo como consultor: el sistema consultante Pensado sociológicamente, en nuestra sociedad un psicólogo, salvo que se dedique a la investigación es un consultor. A la mirada del sociólogo o el antropólogo aparece ocupando un rol milenario. Desde siempre, la historia recuerda mediante la tradición oral o escrita, un papel en el cual alguien es llamado por otro/s que siente/n que algo ha pasado o pasa en su/s espíritu/s, en su/s alma/s, en su/s mente/s, en su/s mundo/s cotidiano/s. Ese alguien es el consultor, ese otro, es lo que hoy llamamos consultante/s. Peter Drucker, quien por allí en los ’50 “inventara” la idea de gerenciamiento y consultor, se diferenció de entrada de alguien que sabe de todo y puede aconsejar, lo que luego la industria mediática de los “gurúes” asociaría con un “charlatán”,. Al referirse a su condición de consultor decía: “Yo soy el que hace las preguntas, Ud. el que tiene las respuestas”. El “Ud.” de Drucker son las personas a quienes sus pensamientos, conductas, situaciones, o cosasse les han vuelto ingobernables, escapan a sus expectativas, se trastocan, se separan de las normas, convirtiéndose para ellos mismos en “lo anormal”, lo “problemático”. Ellos mismos se han vuelto “problemáticos” para los demás. Un consultante es fundamentalmente alguien que sufre ese estado, pero es además, alguien que entiende que su sufrimiento es arbitrario, que no tiene sentido, o en todo caso el sentido de su sufrimiento es difuso e indefinible. El consultante está “sufriente” contra su voluntad. Esto admite sus paradojas, alguien puede llegar, por ejemplo, a una consulta psicoterapéutica y decir que no le pasa nada. –“Mire, yo no estoy enfermo…” Ese es también un modo común con el cual un consultante se presenta a una entrevista. Sin embargo, paradojalmente, está allí, de hecho comunicándonos que espera nuestra opinión, tal vez nuestra confirmación de que “no está enfermo”. Lo que aquí llamaremos el sistema consultante es el sistema constituido por consultor y consultante. Esto quiere decir que entendemos la consulta como un sistema, en el que consultor es alguien que facilita la exploración, resolución de situaciones y problemas, presentados por un consultante que solicita ayuda. En ese sentido el trabajo del psicólogo como consultor es de asistencia en general, la asistencia para cuestiones de salud mental es solo una especialidad o una parte de su tarea. Esto puede resultar extraño por ahora, pero se aclarará cuando más adelante expliquemos cómo entendemos lo mental. Las interacciones asistenciales de este tipo, ocurren en el marco de lo que llamamos una entrevista cara a cara y reconocen por lo menos cuatro condiciones: 1. Alguien que solicita ayuda 2. Alguien se presta para darla 3. Esta última tiene competencias y legitimidad para hacerlo 4. Se cuenta con un marco y entorno adecuado 31 Las interacciones asistenciales suponen también ciertos pasos, cuya separación en ítems no supone que son consecutivos, ni mucho menos que sus elementos no se entremezclan entre sí. Esos pasos incluyen: 1. Pre-entrevista, que incluye el recorrido del consultante hasta llegar a la consulta, quien recomendó la consulta y que intención tuvo, etc. 2. Etapa social, o de establecimiento de la relación en la cual consultante y consultor se conocen y establecen cierta confianza mutua y reglas de juego. 3. Una etapa en la cual buscan y definen de una manera más o menos clara y convenida los motivos o el problema, que condujeron a solicitar ayuda. Si esto es posible, las ideas claras permitirán también fijar en forma conjunta objetivos. 4. Una cuarta etapa, se define cuando el consultor llega a algún tipo de idea o mapa de la situación, que lleva la puesta en marcha y el despliegue de alguna estrategia de cambio. El consultor actúa como un facilitador de los pasos que llevarán a cumplir los objetivos. 5. Evaluación y cierre del trabajo. El cierre tiene las señales reconocibles de algún cambio, ya sea en un sentido negativo, si el trabajo no ha resultado. O bien positivo, parcialmente positivo, en progreso, o totalmente cumplido en lo que hace a aquello que motivo la consulta. 6. Un último paso, que no siempre se cumple, pero que es el único que garantiza el propio aprendizaje y los resultados de la tarea a largo plazo, es el seguimiento y la evaluación de la persistencia del cambio. Estos pasos tienen una validez casi universal, debido a que un sistema consultante describe una trayectoria con elementos invariantes y elementos absolutamente específicos. Cada consulta es única, pero en su especificidad, incluye invariantes que permiten aproximaciones estandarizadas. Los siguientes ejemplos nos permiten apreciar esta relación entre contenido específico y patrón común. Primera entrevista con el Sr. A.: Un hombre entra al consultorio, nos saludamos, se sienta, comienza a hablar…-“Todo empezó hace seis años, empecé a preocuparme por los detalles de las cosas…si las canillas de casa estaban cerradas, si mi esposa al utilizar fósforos para encender el fuego tiraba o no los usados a la basura, si las lámparas de la casa funcionaban todas o no, si había lámparas de reemplazo para el caso de que alguna se arruinara…”. Primera entrevista con la pareja formada por A y B.: Entran al consultorio, nos saludamos, se sientan. A comienza a hablar: -“ Bueno, aquí estamos…en realidad yo quería venir y B no, pero bueno, en esto de venir, creo que es en lo único en que acordamos en los últimos tres años, creo que B no está bien …o ambos no lo estamos… o algo nos pasa cuando estamos juntos, que hace que las cosas no funcionen…” (B interrumpe) –“Nos pasa…o “te pasa” -¿Por qué no le contás lo que estás haciendo desde que nació J., hace cuatro años…”? 32 Primera entrevista con la familia de Padre, Madre, Hijo e Hija.: Entran al consultorio, nos saludamos, se sientan. Madre comienza a hablar: -“Costó…pero aquí estamos. En fin, son muchas cosas, pero por lo menos desde mí, insistí en venir porque creo que las cosas no andan bien. Es difícil decir esto delante de los chicos, pero yo siento que Padre no colabora en la crianza de ellos y esto nos esta trayendo problemas... con la escuela es una lucha…en casa es una pelea continua… creo que me estoy enfermando, en el último tiempo no hay semana que no esté un día en cama…y además lo de Hijo y las drogas…, bueno creo que eso nos decidió a venir”...(Hijo interrumpe) – “Ah! ¿Ahora soy yo?...”. Primera entrevista con GG, gerente general de Mediana Empresa S.A.: A su lado están sentados dos hombres y una mujer. Ingreso a su despacho, nos saludamos, GG presenta a Dos, subgerente, a Tres, Ingeniero de Producto; y a Cuatro, Jefa de Recursos Humanos. Nos sentamos. GG comienza a hablar: -“ Mire, antes de que demos una mirada por el edificio, o empecemos a conversar con los puntos del memo que le hicimos llegar, me gustaría decirle algunas cosas. Este negocio tiene casi 100 años, lo fundó mi abuelo cuando llegó al país, usted sabe era un pequeño taller…hasta hace diez años esto era una familia, en el 96 agarramos un buen momento de las exportaciones y una serie de créditos blandos y crecimos mucho. En fin, mantenemos una estructura casi familiar, en esta reunión tres somos parientes y hay muchos parientes en los distintos niveles, cuñados, hermanos, hijos, alguna ex esposa…En fin, esto complica las cuestiones de gestión sobre todo hoy en día, cuando las cosas se complican por un lado con la entrada de los hijos nuestros que han crecido, algunos estudiado, otros no y cuando hay que estar muy “aceitado” en el funcionamiento… con estos tiempos de globalización…” Todos estos fragmentos corresponden a eso que los psicólogos que trabajamos con personas llamamos “material”, ya sea que lo adjetivemos como material “clínico” como seguramente lo haríamos en el primer caso, o bien “de pareja o familia” en los siguientes, o bien de análisis organizacional, o asesoría de empresas, en el último. Con cierta ironía, quien lea esto podría decir que no debe ser tan difícil trabajar en situaciones en las cuales siempre la gente hace lo mismo: entra, saluda, se sienta y habla, el único cambio parece ser que a veces somos los consultores quienes vamos a las empresas, entramos, nos sentamos, saludamos y nos hablan. Sin embargo, allí termina la sencillez, de allí en más comienza toda la complejidad de cualquier entrevista. Ese material requiere cierto “tratamiento”. Se diga como se diga, el consultor practica un arte o –un poco menos pomposamente- una artesanía. Como en todas las actividades humanas, en ésta también el observador forma parte de lo observado. Su persona, su estilo personal, están fuertemente comprometidos en su trabajo. Releyendo los fragmentos, el lector puede hacer el ejercicio de discriminar qué siente, qué pensamientos motiva el relato de los consultantes, qué entiende que está pasando en ese momento, cómo anticipa qué puede llegar