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Historieta Paco se quedó mirando hacia el techo. Par-ticularmente veía hacia la lámpara, como esperando que su luz llevara la respuesta a su mente que permanecía en blanco. Se daba cuenta de que bajo esa presión, no podía re- cordar la respuesta y eso lo traicionaba aún más, dejando un silencio mortal entre la in- mensa corpulencia del profesor impaciente y su cuerpo lomilargo y débil. La escuálida voz de Paco se quebró en fragmentos y sólo pudo responder con un «no recuerdo», inspirado hacia el interior de sus pulmones. Nadie se rio, nadie dijo nada. El pro- fesor tomó la lista de evaluaciones y con un simple cero y meneando la cabeza, pasó la pregunta a Chuy, el estrellita de la clase. Chuy no titubeó. Contestó de manera precisa y envidiable. El profesor esbozó una