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GUY LE GAUFEY El objeto a de Lacan (.3Pgie ecole lacanienne de psychanalyse 2011 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • Capitulo 4 • El objeto pulsional Al abordar este tercer aspecto del objeto a, vamos al encuentro de un cierto numero de dificultades que en lo esencial dependen de una vulgata creada alrededor de este punto y que enunciare en un primer tiempo de la manera siguiente: Freud invent() el concepto de pulsion ordenado, al comienzo, en tomb a cuatro terminos (empuje, fuente, meta y objeto), describiendo dos de sus tipos primordia- les: pulsion oral y pulsiOn anal. Lacan habria retomado este concepto y agregado otras dos pulsiones (escopica y vocal), dando un termino generic° para todos los objetos pulsionales cualesquiera que sean: el objeto a. Sin ser totalmente falsa (ninguna vulgata es, hablando con propiedad, falsa) esta vision de las cosas desluce un cierto tipo de datos que hay que volver a desplegar, no por el placer de la erudiciOn, sino simplemente por la preocupaciOn de ver claro. I. La pulsion parcial en Freud Esta idea de una continuidad por completo natural entre la pulsion en Freud y la pulsiOn en Lacan consiste, sin ninguna duda, en el deslizamiento del adjetivo "parcial". En el capitulo anterior vimos el sentido tan particular que hay que acordarle desde las primeras veces que Lacan lo usa; el recurre a un sentido de la palabra que en vano • • 56 El objeto a de Lacan El objeto pulsional 57 buscariamos en Freud o incluso en cualquier otro fue- • ra del medio analitico. Un parcial inconmensurable con la unidad, exige pinzas inhabituales simplemente para • a prehend erlo. En cambio, desde los Tres ensayos de teoria sexual,' escritos en 1905, Freud emplea el adjetivo "parcial". Al • final de la primera parte consagrada a las "Aberraciones sexuales", encontramos el capitulo cinco, titulado "Pul- • siones parciales y zonas eregenas", en el cual el terrain° de "Partialtrieben" es citado entre comillas, signos de su • introduccfen. Pero en ese momento es claro que el adjetivo • parcial" no se refiere para nada al objeto de la pulsion. Este ultimo no tiene estrictamente nada de "parcial", en • ninguna acepcion de la palabra, incluido el que Freud busca poner de relieve en lo concerniente a la pulsion. • Este objeto de Ia pulsion recibie, al final del subcapi- • tulo sobre "La inversion", sus cualificaciones esenciales a las que Freud no renunciara: La experiencia de los casos considerados como anormales • nos enseria que existe aqui una soldadura entre pulsiOn sexual y objeto sexual que corremos el riesgo de no ver en la • uniformidad de la configuraciOn normal en la que la pulsiOn parece aportar el objeto. Nos vemos asi llevados a desatar • en nuestros pensamientos el nudo entre pulsiOn y objeto. La pulsiOn sexual es verosimilmente, de entrada, indepen- • diente de su objeto y no debe probablemente tampoco su genesis a los atractivos de aque1.2 • Un esquema general es ofrecido aqui en el cual la fuente • prevalece y es el sitio de un empuje constante (por lo tanto, diferente de la dialectica del deseo aprisionado en la eco- • nomia general de la satisfaccion), la meta es la satisfaccien de la pulsion (y no del individuo o del sistema yr, estos • • • regulados por el principio homeostatico), y el objeto es fundamentalmente uno cualquiera. En este decorado, lo que debe considerarse como parcial es cada pulsion, y es necesario agregar que si, en efecto, Freud no dice gran cosa sobre la pulsion invocante, hay en cambio paginas y paginas sobre la pulsion escepica claramente designada. Pero en ningun momento encontramos ni siquiera la sombra de un "objeto parcial". El comentario más directo de este adjetivo que utiliza a lo largo de toda esta obra se encuentra en un capitulo agregado en 1915 y presente en la edicien de 1920: [...1 cada una de las pulsiones parciales, no anudadas en un conjunto e independientes unas de otras (Itn ganzen unverknupft and unalthdngig voreinander), se esfuerza por alcanzar la adquisicien de placer.' Por supuesto, esta "parcialidad" de las pulsiones es entonces concebida como algo que debe encontrar su unidad en un conjunto más vasto, pasada la pubertad: La vida sexual llamada normal del adulto forma la salida del desarrollo, vida en la cual la adquisiciOn de placer entrO al ser- vicio de la funciOn de reproduccion, y las funciones parciales, bajo el primado de una zona erogena (mica, formaron una organizaciOn fija con vistas a alcanzar Ia meta sexual en un objeto sexual ajeno (fremdem Sexualobjekt).4 Incluso aqui el objeto no es total, reunion de no se sabe cuales "objetos parciales". Se supone que la zona erogena genital es la que realiza la unificacien, ordena en una "organizacien fija" (eine feste Organisation) una plurali- dad de zonas erogenas hasta ese momento diseminadas y trabajando cada una por su propia cuenta, sin ninguna preocupacien por cualquier globalidad. La Transa, vol. II, p. 83, abri11983. (En espanol: S. Freud, "Tres ensayos... O.C., op. cit., t.VII, p. 179.1 • ' S. Freud, "Tres ensayos de teoria sexual", O.C., op. cit., t. VII, pp. 109-224. La Transa, vol. I, p. 47, enero 1983. (En espanol: S. Freud, "Tres ensayos...", O.C., op. cit., t. VII, p. 134.1 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • $ • • El objeto pulsional 59 • 58 El objeto a de Lacan Concibo la hipotesis —no cuesta nada, a decir verdad— de que la promocion del termino de parcial en Lacan se beneficiO indebidamente de la presencia de ese mismo termino en Freud; en efecto, estamos más preparados para admitir que el objeto de la pulsiOn es "parcial" (cual- quiera que sea el sentido que demos en definitiva a esa palabra) si nos encontramos ya arrastrados a pensar, a causa de Freud, "que hay algo de parcial en la pulsiOn". Pero, ,que? Esa es Ia pregunta. Lo que necesitamos recordar es que Ia parcialidad de la que se trata apunta en Freud a la fuente de la pulsien, al hecho de que hay en ciertos lugares del cuerpo puntos cuya simple excitacien produce localniente una satisfac- ciOn sin igual y, sobre todo, una satisfacciOn que no baja ni en un pun to el "empuje" en ese lugar. Este dato es central, y Lacan lo retomard de manera decisiva. He aqui como Freud concluye, por su parte, su ensayo: La pulsiOn sexual en la infancia es no centrada (nicht zentriert) y al comienzo sin objeto (und zurnichst objektlos), auto-erotica (nu to-erotisch).5 En el fondo, el objeto es tan poco indispensable que falta al principio. Se concibe, por lo tanto, que el mismo Freud lo decrete enseguida como "cualquiera", y la cul- minaciOn de este trabajo consiste en ver en que sentido un objeto puede sostener al mismo tiempo esas dos cua- lidades: "cualquiera" (en el sentido de Freud) y "parcial" (en el sentido de Lacan). II. La pulsion y su objeto zEn que la pulsiOn de Freud tiene necesidad de un "objeto", cualquiera que este sea? Nuestra precipitaci6n s La Transo, vol. III, p. 79, octubre 1983. [En espanol: S. Freud, "Tres ensa- yos...", O.C., op. cit., t. VII, p. 213.1 habitual en concebir el seno, el excremento, la mirada y la voz, lejos de esclarecernos sobre esta cuestiOn crucial, nos oculta el paisaje al responder demasiado pronto a la pregunta, creyendo a pie juntillas en esta soldadura, esta Verlotung que Freud instal() desde el comienzo entre la fuente y el objeto de su pulsiOn. En el comienzo es el autoerotismo, siempre concebido segian el modelo del pliegue: el cuerpo se hace a si mismo algo. Una parte del cuerpo viene a excitar y a excitarse (con la ayuda) de otra parte. El autoerotismo es esa sepa- raciOn minima • ue hace ue fa zona er()• ena nmero sea del or en del pliegue, del agujero, del borde, no por razones misteriosamente topolOgicas, —sTno porque paraque haya excitacion, es necesario que haya un poco de vacio. De tal manera que el pasaje del autoerotismo al aloerotismo equivale en Freud a dos cosas: 1°) un objeto "ajeno" va a hacer el trabajo que realizaba hasta ese momento el manoseo del cuerpo replegado. Nada más. El objeto se coloca en lugar de una parte del cuerpo propio. 2°) Pero en tanto que fremde, en tanto que ajeno, este objeto no tiene el mismo valor que la parte del cuerpo propio al que reemplaza; entre otras cosas: puede Ilegar a faltar, no ofrece la misma disponibi- lidad (cosa que saben muy bien todos los ninos que maman). Por supuesto que existen partes del cuerpo propio que pueden Ilegar a faltar (seno, excremento, falo), y es eso lo que pone a cada uno en la via de lo que bien puede ser un "objeto". Tal vez algunos de ustedes practicaron en su infancia un juego que me gustaba mucho y que se llama jokari, • • 60 El objeto a de Lacan • reservado a los desdichados que no poseian un fronton: • una pelota de hule espuma amarrada a un elastic°, atado a su vez a un bloque de madera. El jugador, armado de • una raqueta del tipo que se usa para la pelota vasca, pega con todas sus fuerzas a la pelota que en general rebota, res- • petando las leyes de una fisica elemental. Pero ocurria, a veces, que el hilo se rompia: desgaste del tiempo, golpe • demasiado violento, deseo de la pelota de huir de los • golpes demasiado repetidos... iquien sabe! Sin embargo, recuerdo la emocion tan particular que producia ese • momento y, mi afici6n por ese juego, durante varios ahos se sostuvo no solo por algunas condiciones culturales; yo • golpeaba como un bruto para que de nuevo, tal vez, el hilo se rompiera —no es tan facil, para un nino, dar expre- • skin a sus relaciones complejas con el reino materno. • Pero cuando ocurria que por fin el hilo se rompia, era para mi el instante magic() por excelencia: fugitivo, fugaz y raro. Cuando, muchos anos más tarde, pude leer en Kant que lo sublime debe concebirse como el momento • untual de nuestra distancia con lo sensible, crei ver de nuevo mi pelota de jokari escaparseme para it a perderse • en el vasto universo. En el nacimiento del objeto como tal hay duelo seguramente, pero acompanado tambien de esa poesia particular que marca los momentos en los que, por fin y verdaderamente, ocurre algo, dicho de otro modo, cuando se rompe el orden anterior. Es tambien lo que Lacan saluda en su seminario L'angoisse en una frase como esta: "La objetalidad surge como el correlato de un • pathos de corte".6 El asunto es que una vez perdida esta pelota, se abre entonces el reino de lo que Freud llama, desde los Tres ensayos..., el Objektfindung, la bUsqueda del objeto, una busqueda de la que dice luego que es, de hecho, una re- bUsqueda (Wiederfindung). J. Lacan, L'angoisse, op. cit. [En espanol: La Angustia, op. cit.] El objeto pulsional 61 Vale Ia pena senalarlo, Freud inventa aqui un neolo- gismo: no se encuentra ningimfindung en los diccionarios de aleman. El sentido de la palabra no deja de ser suma- mente claro, puesto que el verbo finden, muy comun, sig- nifica "encontrar, reencontrar, descubrir, sacar a la luz del dia", etc., (es el to find ingles), y al agregarle la desinencia ung, se fabrica un sustantivo ligado a ese verbo. Findung es entonces el movimiento activo que Ileva a un sujeto al encuentro; aqui, de un objeto. Es asi que podemos cenir la primer verdadera dificul- tad que esta en juego en la concepciOn freudiana: si es cierto, como Freud lo sostiene a propOsito de esta Wieder- findung, que el primer objeto fremde, ajeno, file realmente el seno, ,como continuar sosteniendo que el objeto de la pulsiOn es, por esencia, cualquiera? zQue es lo menos cualquiera que un seno con respecto a la pulsion oral? Si el fetichista, ante su botita, nos devela mejor que el bebe durante el amamantamiento, cual es el lazo de una pul- siOn con su objeto, zpor que declarar que al comienzo del comienzo habia un objeto, seguramente no cualquiera, y que todos los otros por venir no seran nunca más que una tentativa de reencontrar ese objeto? Tal vez se trata de ceder al gran axioma freudiano segim el cual hubo un origen más alla de toda historia: z el asesinato del padre, el primer Moises, el coito de los Pankejeff, la represiOn originaria, etc...? En esta lista habria que agregar el primer objeto de cada pulsiOn, el que dirigiria geneticamente las propiedades de todos los objetos por venir, que cabrian en ese lugar y cuyo nombre freudiano es el objeto perdido. Pero Ia pregunta se centra, en primer lugar, sobre el carac- ter "ajeno" del susodicho objeto. AEI seno primitivo puede • • • • • • • • • • • • • • • • • l i • • • • • • • • • • • • • 4-■ • 62 El objeto a de Lacan ser considerado como este "ajeno"? Y, por otra parte, podemos ver facilmente donde se sitna el error que Lacan denuncia todos esos anus con relacion al tema del "objeto genital total" y de todas las historias de oblatividad. La cita de Freud, que enuncia que las pulsiones parciales terminan por formar una organizacion "fija con vistas a alcanzar la meta sexual en un objeto sexual ajeno", nos pone los puntos sobre las fes: si la pulsiOn genital hace realmente confluir, segun el, de alguna manera a las pul- siones "parciales", el objeto al que se apunta en ese agru- pamiento no por ello es "total". He aqui el error contra el cual Lacan va a construir una buena parte de su posiciOn. III. El objeto a como resto de la dialectica especular Lacan habra tenido alguna facilidad para leer Ia cita de Freud porque su punto de partida estuvo en el estadio del espejo y la naturaleza de la imagen especular. Se trata, innegablemente, de un objeto "total". Pero una vez enunciado esto, queda bien claro que ese objeto "total" no es todo. "Total" no _es más que una cualidad y del mismo modo, en-terminos freudianos, no hay que con- fundir la "meta" de la pulsiOn con su "objeto". Ahora bien, los partidarios de Ia oblatividad no leen la separa- ci6n que Freud mantiene en esta cita entre la unificaci6n de las pulsiones parciales y el objeto "ajeno", que ellos identifican con el "otro", cosa que Lacan lee inmediata- mente como "la imagen especular". Sobre esta base va a construirse un nuevo acercamiento al objeto a, legible claramente en la sesion del 21 de noviembre de 1962 del seminario L'angoisse.7 Algunos meses antes, hacia el final del seminario Le transfert,8 hubo un serio esbozo de ello cuando Lacan ' lbidem. • J. Lacan, Le transfer_ op. cit. [En esparto]: La Transferencia, op. cit.1 El objeto pulsional 63 volvio a hablar del estadio del espejo agregando este detalle notablemente ausente de todas sus menciones anteriores (iy son bastante numerosas a lo largo de los seminarios!): que hay un momento en el que el nirio hace el gesto de volverse hacia el adulto,° dice en el seminario del 28 de noviembre de 1962, para que este "confirme el valor de esta imagen". A partir de esta consideraciOn, el estadio del espejo se convierte más claramente que antes en una escena con tres participantes y no en un cara a cara: estan el nirio, la imagen y el adulto (esos tres participantes recibiran nombres muy diferentes segnn las versiones consultadas).'° Es entonces cuando introduce su "dialectica especular" que es facil de resumir, pues en cierto modo esta conte- nida en esta Unica cita: Esta investidura de la imagen especular es un tiempo funda- mental de la relaciOn imaginaria; fundamental por el hecho de que tiene un limite que consiste en que toda la investidura libidinal no pasa por la imagen especular. Hay un resto." Comienza diciendo que ese rest() es el falo, pero, dice inmediatamente, ese falo "esta separado de la imagen especular", y apenas una pagina despues: [...] la constituciOn de la a minuscula que es ese resto, ese residuo, ese objeto cuyo estatus escapa al estatusdel objeto derivado de la imagen especular, escapa a las leyes de la estetica trascendental, ese objeto cuyo estatus es tan dificil de articular para nosotros que es por alli por donde entra- ron todos los tipos de confusiones en Ia teoria analitica, ese objeto a del que apenas hemos esbozado las caracteristicas constituyentes y que traemos aqui al orden del dia, ese objeto a Cfr. G. Le Gaufev, El lazo especular..., op. cit., pp. 105-120. '" J. Lacan, L'angoisse, op. cit. [En espanol: La A ngustia, op. cit., p. 42.] Ibid. [Ibid., p. 49.] • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 64 El objeto a de Lacan es del que se trata por todos lados cuando Freud habla del objeto al hablar sobre la angustia. La ambigiiedad consiste en la manera en que no podemos nuis que imaginar a este objeto en el registro especular.12 Algo queda investido libidinalmente en el nivel del cuerpo propio, no pasa en la imagen especular y eso es lo que tiene rango de "objeto" en lo sucesivo. Esta disposi- ciOrt le permite a Lacan sostener: El a, soporte del deseo en la fantasia, no es visible en lo que constituye, para el hombre, la imagen de su deseo. [...] Cuanto más el hombre se aproxima, envuelve, acaricia lo que cree ser el objeto de su deseo, más es alejado de el, des- viado porque justamente todo lo que hace, por esa via, para acercarse al objeto, da siempre más cuerpo a lo que en el objeto de ese deseo representa la imagen especular." Esta dialectica especular, por cuestionable que sea (y sobre todo: zque puede ser ese "todo" de la libido que no pasa en la imagen especular?), pone en su lugar un punto decisivo en los avances sobre el objeto a: lo en efecto, como una positividad ("un resto") que en vano se buscarfa en el orden de la representaciOn, en el orden de lo especular. En suma: existe algo, que no es de este mundo (si en realidad conviene llamar "mundo" a lo que es representable, lo que soporta ser representado). Ese es el precio que hay que pagar para que el objeto a sea intro- ducido como causa en la enserianza de Lacan, pero de repente, con demasiada positividad. De tal manera que, frente a algo tan localizable, la pregunta no puede dejar de plantearse: zdonde alojar a ese resto? ' 2 Ibid. [Ibid., p. 50.] [Subra}•ado por G.L.G.1 " Ibid. [Ibid., p. 511 El objeto pulsional 65 El objeto causa El 16 de enero de 1963," esta operacion de localizaciOn tiene lugar con un pequeno costado reactivo. En efecto, Lacan toma nota de que ese objeto a fue a menudo lla- mado por el "objeto del deseo", cosa que por si sola irla muy rapido en el sentido de la oblatividad que siempre busca combatir: habrfa un sujeto que tendrfa un deseo, el cual tendrfa un objeto "hacia delante" de el, como lo expresa Lacan ese dia. Eso es lo que necesita denunciar, de otro modo ya no se ye lo que impediria pasar de la "organizacion gene- ral" de las pulsiones al "objeto general". Por lo tanto, es necesario colocar resueltamente fuera del alcance feno- menico a ese objeto, y eso es lo que va a hacer la nocion de causa. Retomando primero a Freud, Lacan recuerda que no hay que confundir, en lo que respecta a la pulsiOn, la meta y el objeto; por lo tanto, no hay ninguna razOn para seguir a los fenomenOlogos en sus eruditos estudios sobre la "inten- cionalidad" que es una especie de mixtura permanente de meta y objeto. Al contrario, desde PlatOn al menos, la nociOn de causa, en el sentido fuerte del termino, integra otro registro muy diferente. En el Filebo, Socrates hace admitir rapidamente a su interlocutor del momento, un cierto Protarco, lo siguiente: En consecuencia, es otra cosa, y no la misma, la causa y lo que, para llegar a existir, esta al servicio de una causa." Ibid. [Ibid., p. 114.] " PlatOn, Dia/ogos,"Filebo", traduccion de Ma. Angeles Duran, Credos, Madrid, 2008, t. VI, p. 50. • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 66 El objeto a de Lacan La causa en tanto tal, no esti en este mundo sensible reservada a los fenOmenos y por ello escapa a la encuesta mundana para revelarse como nada más que un inteli- gible. (Era ya la naturaleza del not meno kantiano). De tal modo que la idea segtin la cual este "objeto causa" no es aquello hacia lo cual el deseo tiende, sino lo que debe ser situado "detras" del deseo, lo que para Lacan es una manera de imaginarizar lo que sostiene al deseo cuando este, al ponerse en marcha, se dirige hacia otra cosa. El ejemplo tornado en ese momento no es otro que el del fetichista "de la botita", que no desfallece obligato- riamente ante una botita, pero que con seguridad tiene necesidad de una botita para cumplir con un objetivo mucho más comun que es el de gozar, sobre todo geni- talmente. Es realmente en este sentido que todos somos perversos, puesto que para alcanzar alguna satisfaccion sexual, buscamos un apoyo, incluso si no siempre es consciente, en una fantasia. (Por ello se verifica un dicho de Freud segUn el cual "las fantasias de los neurOticos, las puestas en acto de los perversos y los delirios de los paranoicos" son todos de la misma factura). El objeto a es, por lo tanto, un objeto causa porque por definiciOn la causa no se presenta al llamado; incluso es eso lo que la califica como causa, como tal. La pulsiOn y su trayecto Todas las sutilezas que acabamos de evocar entre el objeto "genital" y el objeto a, resuenan durante la sesiOn del 13 de mayo de 1964 del seminario sobre los cuatro concep- tos fundamentales, con una homofonia bastante genial: La integracion de la sexualidad a la dialectica del deseo pasa por la puesta en juego de lo que, en el cuerpo, mere- ceria que lo designasemos con el termino de aparato —si es que se quiere realmente entender con eso aquello cuyo cuerpo, con respecto a la sexualidad, puede aparejarse— El objeto pulsional 67 que debe distinguirse de lo que hace que los cuerpos puedan aparearse.'6 Tiene razOn en matizar de entrada sus anotaciones con ese "si es que se quiere realmente entender", pues los diccio- narios (Le Robert, Littre, Tresor de la Langue Francaise) apenas le dan la razon. "Aparejarse" no es armarse de un aparato sino encontrarse un par. Ejemplo: "Cuando la tortola pierde a su companera no se apareja más con otra." Ahora bien, "aparearse" no es tan diferente, ya que significa, para los animales por lo menos: "acoplarse el macho con la hembra". Ejemplo: "aparearse las palomas, las tOrtolas" (Le Robert). Si "es que se quiere realmente entender" a Lacan en su esfuerzo de clarificaciOn, debemos distinguir el hecho de encontrarse un par y el hecho de encontrarse un aparato. Pero entonces la cuestion se vuelve vertiginosa: en el acto sexual para no tomar más que ese ejemplo, Ala pareja es un "par" o un "aparato"? No me gustaria responder a semejante pregunta bajo amenaza! Pero al mismo tiempo realmente es en ese splitting que Lacan nos propone corn- prender el objeto de la pulsiOn en tanto "parcial": un aparato sin par, que por lo menos no tiene nada que ver con un "par", un semejante, un i(a). "La mejor fOrmula" que Lacan encuentra entonces para especificar el lugar del objeto en ese trayecto de la pulsiOn, es, dice el, "que la pulsiOn le da la vuelta"." De alli viene el esquema sumamente conocido en el que una flecha tipo "grafo del deseo" va a agujerear una superficie cerrada para retornar despues de haber, en efecto, "dado la vuelta" a una letra a en cursivas, autorizando asi la dis- tincion de la lengua inglesa entre aim, meta, propOsito, y el goal, el gol, la marca, el tanto. " J. Lacan, Les fondaments de la psychanalyse, estenotipia, version JL. [En espanol: Los Cuatro Conceptos Fundamen tales del Psicoandlisis, traduccion de Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre de la redaccion de J-A. Miller, Paid6s, Bar- celona, 1987, p. 184.1 Ibid. [Ibid., p. 185.1 El objeto pulsional 69 • Por grafico que sea ese"dar la vuelta", no es tan claro • en la medida en que Lacan esta obligado a hacer jugar el equivoco entre "dar la vuelta a algo" (que existe, aunque • solo sea espacialmente: la vuelta de un estadio) y "hacer un pase, un giro, una vuelta de magia", o sea una "vuelta", un movimiento en el que la ficciOn es dominante. Puesto que sabemos (ver Ia cita anterior de Lacan) que no encontr'aremos una imagen correcta para dar cuerpo a lo que se excluye por si mismo de lo imaginario, ese famoso objeto a, no podemos más que multiplicar las imagenes, de manera de crear una especie de "vibraciOn" imaginaria que podria entonces servir como Indice a algo de otro orden. • Retomemos nuevamente nuestra pelota de jokari y convengamos en decir que, mientras la pelota perma- • nece atada a su elastic°, no ocurre nada más que un juego autoerOtico (en el sentido de Freud). Esta pelota • es entonces uno de mis multiples aparatos. El elastico es suficiente para hacer que ella no tenga su par. Pero prosi- gamos• el juego hasta el momento en que el hilo se rompa, • y creemos entonces un "juego de lenguaje" que tal vez no habria disgustado a Wittgenstein: convengamos de • nuevo en llamar "objeto" a lo que, a primera vista en esta historia, mereceria más bien llamarse "acontecimiento": • la ruptura del susodicho elastic°. No nos queda mas que dar el Ultimo toque a la apelacion designandola como • objeto a. • • Despues de todo, zque van a ver en procesion, con la cabeza obstinadamente levantada, todos los peregrinos • que abarrotan la capilla Sixtina hasta el punto de amena- zar gravemente el equilibrio quimico del lugar y, por lo • tanto, las pinturas del techo? Nada más que esa separa- ciOn entre dos indices famosos, separaci6n que pertenece a la misma clase de objeto que la ruptura de mi elastic°. La causa de mi objektfindung, no es tanto la pelota misma como el objeto-ruptura. Y desde ese punto de vista es muy notable que ese techo de la capilla Sixtina se haya con- vertido, un poco como la Gioconda, en una formidable "maquina de depositar la mirada". Millones de personas vienen a ver --zque?— lo que millones han visto. Frente a semejantes acontecimientos en el orden de la imagen, hay dos vias de comprensiOn. Se puede querer permanecer a cualquier precio en el orden de la represen- taciOn y decir que lo que se mira es, más allti del cuadro, un inefable, un indecible cuya famosa sonrisa sena la expre- siOn paradigmatica. De esa manera se puede tomar a esas pinturas por iconos y buscar otra vez, "más alla" de la representacion, la "presencia" que la justifica y funda su poder de atracciOn. Pero tambien se pueden concebir las cosas diferen- temente y decir que lo esencial no esta "mas alla", sino "más aca": se viene a ver a la Gioconda para separarse de ella, para hacerse marcar con el guiOn de la separaciOn, reiterar un gesto de ruptura que nos relega al inmenso re- bailo humano. Ver a la Gioconda posee en nuestros dias una funciOn bautismal. Como el bautismo, inscribe al humano en el orden del pecado original y, por lo tanto, de Ia separaciOn; el cuadro permite medir furtivamente una separaciOn entre lo que presenta de modo bastan- te fraudulento como una representacion y la mirada anOnima de un sujeto. Este anonimato seria con seguri- dad más sensible si, al salir de los lugares en los que son expuestos esos objetos de culto, cada uno se encontrara "sellado" con la formula anOnima por excelencia: "ha visto a la Gioconda". • • • • • • • • 68 El objeto a de Lacan • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 70 El objeto a de Lacan Para que no se reduzca todo a Saussure, basta mostrar que este vuelco de la economia general del signo comenza verdaderamente mucho antes, hacia fines del siglo XVI, con la introduccion entre los matematicos (igente muy avanzada para su tiempo!) del cero como signo y, casi al mismo tiempo, de la nocion de variable en algebra. Veremos que uno y otra son "objetos" muy curiosos, que sirvieron de comienzo de ruptura en el sacrosanto signo- representacion. Por lejanos de toda actividad libidinal que puedan parecer a primera vista, son ellos los que nos ofreceran un acceso un poco menos imaginario a lo que acabe de presentar como simple ruptura de un elastico. Capitulo 5 La reliquia Nuestra rapida recension en el curso de los Ultimos capitulos de los diferentes valores conferidos por Lacan al objeto a, no puede más que dejarnos en cierto aprieto. De entrada: zen que este objeto a merece su nombre de objeto si no debe caer bajo ningun concepto (nihil nega- tivum) ni poseer imagen especular y, por lo tanto, ser estrictamente incomparable, sans pareil? Todas estas con- diciones, a priori muy exorbitantes para un "objeto", no parecen por ahora faciles de combinar, y esta es la razor' por la cual quisiera sostener este calificativo de "objeto" en su dimension de objeto metonimico. Ahora bien, existen desde hace siglos y siglos objetos de un tipo muy especial que podrian tal vez confiarnos algunos secretos sobre lo que se puede entender por "objeto metonin-lico". Es claro, en efecto, apenas nos acer- camos al asunto, que su valor no les es intrinseco sino que corresponde exclusivamente al hecho de que estan des- prendidos, separados de un conjunto más vasto del que se puede ver que esta concebido como desprendido, el tambien separado de un conjunto aun más vasto. Hablo de la reliquia. No sostengo ninguna identidad entre "reli- quia" y objeto a, pero estimo en cambio, que al esclarecer el fenomeno reliquia, de cierto modo deberiamos como por reverberaciOn obtener alguna luz sobre la naturaleza y el modo de funcionamiento del objeto a. Page 2 Page 27 Page 28 Page 29 Page 30 Page 31 Page 32 Page 33 Page 34 Page 35