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Epstein, J _El juego en Freud y la constitución subjetiva

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Universidad de Buenos Aires 
Facultad de Psicología 
Ciclo de Formación Profesional – Área Clínica 
Materia de Grado Practica Profesional: 
El Juego en los límites: Psicoanálisis y Clínica en Problemas en el desarrollo infantil. (722) 
Prof. a Cargo: Prof. Magister NORMA BRUNER 
 
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“El Juego en Freud y la constitución subjetiva” 
 
 
Resumen del Teórico Dictado por el Lic. Jaime Epstein el día lunes 22 de Abril 2013 en la Facultad 
de Psicología. 
 
 
 
Buenos días, mi nombre es Jaime Epstein. 
Dos palabras sobre mí. Me gradué en Psicología en la Universidad de Buenos Aires en 1984. Hice 
la Residencia, transité por varios servicios hospitalarios y trabajo en el equipo de niños del 
Hospital de Quemados de esta ciudad desde 1992. Fui durante diez años docente de Psicoanálisis 
–Freud I en esta Facultad, hasta el año 2006, y desde 1984, de varias materias más. Cursé también 
la carrera de Filosofía pero decidí no concluirla y no graduarme. 
Fui invitado por la profesora Norma Bruner a formar parte de esta cátedra como tutor desde la 
comisión que hace su pasantía por el Htal Municipal de Quemados desde el año pasado. 
 La lectura de “El juego en los límites” el libro editado en el 2012 por la Editorial Eudeba, me 
produjo una profunda gratificación. Me encontré con varias cosas que me parecieron una novedad 
en el ambiente psicoanalítico, y en particular en lo que hace a la transmisión del psicoanálisis en la 
universidad, la riqueza de un pensar interdisciplinario, abierto a las preguntas de la clínica y sin 
cerrarse a los dogmatismos o a las comodidades de una formación meramente teórica. Un aire 
fresco y una potencia de trabajo, así como unas ideas que coincidían con algunas conjeturas que 
yo venía trabajando hace unos años pero que Norma decía de la manera más acabada y clara –y así 
se lo hice saber en la presentación de ese libro el año pasado – como acerca de la cuestión de la 
estructura, el desarrollo y la historia, por una parte, y también, en especial, la cuestión de la 
función del juego y del jugar en el psicoanálisis con niños, que es el tema que hoy en parte nos 
convoca. 
En principio la cuestión del juego y del jugar no es patrimonio exclusivo del psicoanálisis. El 
jugar es una de las experiencias más gratificantes del hombre. Existen múltiples teorías acerca de 
la función del jugar en la vida humana. En la historia del psicoanálisis con niños, la polémica 
inaugural entre Anna Freud y Melanie Klein y sus respectivos seguidores, dividía las aguas 
respecto a si se trataba a los niños del mismo modo que a los adultos, priorizando exclusivamente 
a la palabra, o si se introducía la dimensión lúdica como única vía de acceso al inconsciente 
infantil. Hoy, más allá de esa controversia y sus consecuencias, la dimensión del juego y del jugar 
en la clínica con niños tiene un lugar prominente y es “irremplazable e imprescindible” ( Bruner, 
N , El Juego en los Límites, p. 23). Al mismo tiempo, es muy poco frecuente encontrar 
psicoanalistas que trabajen con niños que no recurran a algún tipo de juego o al jugar en 
transferencia. Sin embargo lo esencial sigue siendo el modo como cada uno da cuenta del 
concepto o de la noción del jugar en psicoanálisis. 
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En “El Juego en Los Límites” 1 (1) dice Norma que los niños se ‘apropian’, que los niños 
‘escriben las marcas’ que harán posibles leer y analizar, y luego nos arroja esta afirmación 
taxativa: ‘si no hay juego no hay historia ni infancia’. El juego entonces aparece como escenario, 
como medio y elemento vivo de la formación nutricia en y para la infancia y es al mismo tiempo 
el engranaje fundacional para el despliegue de la infancia. El juego como condición de una 
historia que es siempre una historia personal en la trama de las historias de otros. Y si bien es 
cierto que la vulnerabilidad y la indefensión inaugural implican una dependencia casi completa del 
Otro y de los otros, si hubo lugar para el jugar, si hubo juego, las respuestas de los niños son en 
cada caso únicas, como decía Lacan de las palabras de sus pacientes, “triviales y sin par”, pero 
pletóricas de consecuencias para forjarse una historia y un lugar. El problema es cuando el jugar 
falta a la cita. 
 
 Una intervención psicoanalítica e interdisciplinaria –atención a esto- que sea a la vez eficaz y 
temprana es una condición definitoria de nuestra práctica con niños. La clínica con niños nos 
enseña que los niños con problemas en el desarrollo deben atenderse de manera temprana, 
interdisciplinariamente, esto es, atentos a los saberes de otros discursos y a las experiencias de 
otros profesionales, de las prácticas de otras ciencias. 2 -Esto es algo que vivimos a diario en el 
trabajo hospitalario-. Y el juego no es algo instrumental o accesorio; operará como un 
anudamiento de inscripción. Será una condición necesaria en la construcción de la infancia y 
generará los recursos plásticos para que se constituya un sujeto lector, que escriba su historia. 
El juego brindará entonces un medio de inscripción, que le permitirá al niño amarrarse, lo que no 
es poco. Estar desamarrado de lo simbólico implica toda una serie de trastornos que no se dejan 
comprender simplemente bajo el acápite de una fórmula repetida, como la ‘no inscripción del 
Nombre del Padre’, independientemente de lo preciso y esclarecedor que ha sido para la clínica de 
la psicosis el desarrollo de esa enseñanza en la que un momento decisivo es la famosa forclusión 
del significante del Nombre del Padre. Fórmula que, si no la tomamos solamente como un 
enunciado a repetir, en la escolástica académica, y nos ponemos a pensar, nos damos el ‘tiempo 
para comprender’, quizás nos encontremos con que el Nombre del Padre puede ponerse en 
relación con un tipo de anudamiento o de inscripción. 
Y como el juego según Norma cumple también y esencialmente en la infancia una función de 
inscripción, de anudamiento, de ‘cuarto nudo’, nos llega a decir, podría pensarse al juego como 
 
1 Norma Bruner, (2012) El Juego en los Limites. Eudeba. Buenos Aires. : “Es en el juego donde los 
niños se apropian y escriben las marcas que luego podrán leer, cuestionar, analizar. En el juego y al 
jugar un niño introduce los significantes primordiales a “su historia” y, en consecuencia, si no hay 
juego no hay historia ni infancia.” (“El Juego en Los Límites” Eudeba. pág. 17.). 
 
2 Norma Bruner, (2012) Ídem Anterior. “En nuestra experiencia clínica los niños que llegan a 
tratamiento con problemas en el desarrollo podrán conquistar su historia si el trabajo de la intervención 
clínica psicoanalítica e interdisciplinaria es eficaz y temprano. Si no hay juego lo infantil se tornará 
imposible, no habrá un sujeto lector de las marcas que lo constituyeron: será un sujeto sin historia, sin 
un pasado infantil, sin marcas simbólicas de las que amarrarse. (“El Juego…”pág 18.) 
 
 
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uno de los nombres del padre. Hay múltiples funciones que pueden alterarse y funcionar de 
maneras muy distintas con o sin patologías orgánicas o discapacidad de base. Pero la propuesta de 
la intervención psicoanalítica e interdisciplinaria tempranas, convoca en cada niño a poner en 
juego su deseo y en los niños a los que el juego faltó a la cita, dicha intervención propicia en acto 
la construcción del juego 3 
 Dicho de otra manera, un niño, y por extensión un adulto, un ser humano, -para seguircon la 
generalización ilustrada- no se da de una vez y para siempre por su organización genética, ni es el 
resultado exclusivo de la sumatoria, mal que les pese a los positivistas más cerrados, de los 
códigos genéticos de sus progenitores. Los niños juegan imitando a sus mayores, juegan a ‘ser 
grandes’ y a hacer las cosas que hacen los grandes’. Pero el jugar les otorga la licencia lúdica 
fantástica de atravesar los límites de las reglas del mundo real adulto y generar un mundo propio 
en el que se realizan unos deseos muchas veces enigmáticos hasta para ellos mismos 4 
Antes de entrar de hecho en los textos freudianos anunciados para la clase de hoy, voy a contarles 
brevemente unos fragmentos clínicos de mi hospital, para intentar articularlos con esos textos. 
 
Hace unos años, un niño de diez años ingresa al hospital con la mitad de su cuerpo quemado por 
un rayo, que había caído sobre su hermana de quince, matándola al instante. El niño provenía de 
Santiago del Estero; vivía en las afueras de la ciudad, en una casa precaria. El niño dormía a unos 
dos metros de la hermana. La casa no tenía protección antirayos. El niño estuvo internado once 
meses. Los primeros tres meses estuvo mudo y le costaba comer y dormir. Asistí a diario a 
sentarme a su lado y a intentar un diálogo, a ofrecerle distintas opciones de juegos de mesa, a 
hacerle dibujos, a veces darle de comer –estaba alimentado por sonda, pero no era suficiente, para 
la desesperación de los padres y del equipo tratante- . Muchas veces solo me quedaba junto a él 
leyendo algo o escribiendo, o comentándole cosas del hospital. Me costó aceptar que no hablara y 
comprender algo de su mutismo. Los padres estaban destrozados y sobrepasados por la situación. 
Tenían otros hijos, dos menores que él y uno mayor, que estaban con la madre en su provincia. 
Comenzó gradualmente a hablar -y a comer mejor- cuando pude entrevistar a la madre y darme 
cuenta de que estaba aterrorizada y que se había amparado siempre en la hija fallecida, que era la 
hija mayor. Al mismo tiempo se me ocurrió indicar en la sala de internación que le apagaran la 
 
3 Norma Bruner (2012) Ídem Anterior “El juego no surge de manera espontánea, no es innato, no se 
hereda genéticamente y su advenimiento no depende de la dotación orgánico – biológica con la que se 
nace. Resulta ser entonces que la construcción, constitución y desarrollo del escenario del juego, o sea, 
llegar a tener infancia, no está asegurado ni garantido para todos los niños”(“El Juego…” pág. 18) 
 
4 Norma Bruner (2012) Ídem Anterior “La clínica (…) nos enfrenta todo el tiempo con la pregunta 
por las condiciones de posibilidad (…) para el advenimiento y desarrollo del deseo de jugar en un niño. 
Los niños deben aprehenderlo casi todo para llegar a ser grandes y obrar como los mayores (…) y para 
ello deben incorporar las reglas y construir los instrumentos de que se van a valer. Por ello, en la 
infancia, “El trabajo del juego”, significante que propuse para denominar los caminos psíquicos para la 
formación del juego y sus funciones (en ‘Duelos en Juego’, Bs. As. Letra Viva, 2009, p. 97) tiene entre 
otras finalidades el aprendizaje en un tiempo muy breve del resultado de un trabajo que a la cultura le 
ha llevado milenios.” (“El Juego…” pág. 18.). 
 
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TV, (funciona como en las salas de espera de los consultorios médicos o de los dentistas) y decirle 
que estaba aterrorizado, que tenía mucho miedo y que nada de lo que estaba pasando lo ayudaba a 
comprender lo que había vivido, lo terrible que había vivido. Me miró y asintió con la cabeza. 
Comenzó a contarme sus sueños, que eran sueños traumáticos, terribles, que describían 
situaciones de tormentas espantosas, pesadillezcas, sueños que invariablemente se interrumpían 
con caídas de rayos gigantescos que lo despertaban a medianoche o al amanecer y ya no podía 
seguir durmiendo. Como su cuerpo estaba quemado longitudinalmente, y los injertos de piel no le 
comprometían la mano derecha, que era su mano hábil, podía dibujar y eventualmente jugar. Al 
principio no aceptaba jugar, pero sí dibujar o mejor, pedía que yo dibujara. Me describía sus 
sueños y que yo los dibujara. Cada vez iban cambiando un poco. Las tormentas a veces eran 
guerras entre monstruos y brujas que tenían poderes extraños y había que refugiarse de ellos. 
Siempre los monstruos y las brujas mataban a alguien importante o que no podía salvar. A veces 
soñaba que los monstruos mataban a las brujas para luego matar a alguien del mundo humano. De 
a poco sus sueños variaron a tormentas o guerras cada vez más lejanas o con la presencia de 
personajes benignos masculinos que podían interceder para frenar a los monstruos, o una vez, 
sobre el final de la internación, soñó que una bruja buena anunciaba por la TV que iba a haber una 
gran tormenta y entonces se organizaba una evacuación del pueblo comandada por una maestra 
muy querida por él, pero que curiosamente, en el sueño llevaba el nombre de su hermana. El 
sueño, como uno de los escenarios de elaboración anímica de lo traumático y a la vez, como teatro 
de la realización de deseos, trabajó para paliar la efracción del alma que el cuerpo de este niño 
quemado no alcanzó a concentrar con su reclamo de dolor y de libido débil y lentamente fluida . 
El trabajo del sueño agregó paulatinamente marcas simbólicas diferenciales a las producciones 
oníricas y la elaboración del afecto terrorífico fue cediendo, y dando lugar, quizás, a un trabajo de 
duelo que el juego del final de la internación y los últimos sueños dejaron entrever. Antes de irse 
de alta, me pidió jugar a las cartas. Me dijo que a lo único que sabía jugar con las cartas era a la 
‘escoba del quince’. Jugamos un buen rato. Perdió de manera absurda y se rió. Me dijo que a la 
vuelta de Santiago jugaba la revancha. Que las cartas estarían ‘embrujadas’. La hermana había 
cumplido quince. ¿Sería finalmente la bruja buena que debía morir para salvarlo? ¿Perdió 
absurdamente ‘la escoba del quince’? ¿Qué perdió de sí él con ella?, ¿Pudo todavía perderla? La 
creación de una escena de inscripción de una pérdida todavía no estaba lista en él. Un trabajo de 
duelo recién está en los comienzos para este niño. 
El niño mejoró un poco más cuando vino la madre con los hermanos a quedarse por unos días a 
Capital y ya no estaba solo con el padre, que era electricista, que se autoinculpaba 
permanentemente por lo acontecido, por no haber colocado en su casa un sistema elemental de 
protección a tierra antirayos. Un padre siempre afligido y preocupado por los otros hijos, leyendo 
la biblia al tiempo que se quebraba, y preguntaba cómo dios pudo permitir semejante cosa. Había 
perdido a sus padres de niño, y trabajó desde entonces en condiciones siempre muy difíciles, 
decía que estaba acostumbrado a las desgracias, pero que esto era demasiado para todos ellos. La 
hija fallecida por el rayo era la que se ocupaba de los hermanitos cuando los padres se ausentaban 
por trabajo. 
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Un niño al que se le arranca en medio de su infancia a un ser querido, una hermana, - supe que fue 
muy querida por él- de una manera violentísima, por un rayo que la fulmina, siendo él testigo y 
quedando severamente herido –tuvo que asistir dos veces por semana al quirófano para curaciones 
durante casi los once meses de internación-. Tiene seguidamente, a lo largo de varios meses,una 
serie a repetición de sueños traumáticos, que a medida que los narra y que los va desplegando en 
dibujos, sufren unas transformaciones progresivas y unas desfiguraciones acordes al trabajo del 
duelo. Recuperar la capacidad de jugar, interrumpida por la catástrofe padecida, y reconciliarse 
con esos juegos que tanto disfrutaba, el fútbol, andar en bici, jugar a ‘los jueguitos’ electrónicos 
con los amigos, jueguitos de guerra, quedará supeditado al trabajo del duelo, en la medida en que 
para este chico el jugar y los juegos ya habían escrito su lugar, que la pérdida trastornó. 
 
Volviendo a los textos. 
La riqueza de volver a leer a Freud radica en el hecho de que cada nueva lectura nos entrega un 
nuevo matiz clínico, una nueva melodía o un nuevo tono acerca del concierto conocido ya por 
todos nosotros, lectores de Freud. Y esta nueva experiencia no es la excepción. En “El creador 
literario y el fantaseo”, texto publicado en 1908, pero de rigurosa actualidad clínica, a pesar de 
poderse ubicar en las coordenadas de una lectura económica sometida al régimen del principio del 
placer, afirma que “todo niño que juega se comporta como un poeta”, usando esta expresión para 
abarcar a los escritores o creadores literarios en general y no solamente a los poetas. A la realidad 
efectiva, uno de los tres severos amos contra los que debe lidiar el débil yo descripto por Freud en 
la segunda tópica, -los otros son el Ello y el Superyó- , se le debe oponer el juego, que es otra 
manera de situarse en este texto freudiano y en esta clínica del juego y la fantasía (5).5 
 Tanto el poeta, creador literario, como el niño, creador lúdico, encuentran en la fantasía, cargada 
de los más grandes montos de afecto, un recurso contra la realidad efectiva, ahí cuando ésta puede 
tornarse no sólo displacentera, como dice Freud, sino también, altamente mortífera, como en el 
fragmento del historial del niño internado en el hospital. Freud conecta las fantasías con el sueño 
y con los sueños diurnos, y éstos con la creación poética. La producción poética, el sueño y el 
juego, se enlazan con el tiempo en sus tres momentos constitutivos de la historia de una vida: 
pasado, presente y futuro, partiendo de la ‘ocasión actual’, del presente, llevado por la fantasía 
productora del (poema, novela, juego, sueño, sueño diurno) al pasado, a la infancia, a unas escenas 
reprimidas, de donde toma el material para armar un texto que realiza el cumplimiento de un 
deseo futuro. Un conflicto inconsciente del pasado, se abre paso por medio del empuje de un 
circuito pulsional facilitado y enmascarado en la trama de una fantasía. Freud relaciona el placer 
estético que nos brinda la literatura con el llamado placer previo, ligado a la satisfacción de la 
 
5 Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino…la realidad efectiva. El niño diferencia muy bien de la 
realidad su mundo del juego, a pesar de toda su investidura afectiva; y tiende a apuntalar sus objetos y 
situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que 
diferencia aún su “jugar” del “fantasear”. Ahora bien, el poeta hace lo mismo que el niño que juega: 
crea un mundo de fantasía al que toma muy en serio, vale decir, lo dota de grandes montos de afecto, al 
tiempo que lo separa tajantemente de la realidad efectiva.” (Freud, S. “El creador literario y el 
fantaseo” p.127-128, vol. 9, Amorrortu Ed. 1986.) 
 
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sexualidad infantil de meta inhibida, es decir, que aun, por falta de madurez genésica, no puede 
completarse su descarga en el polo motor, pero que las creaciones literarias encubren unas 
satisfacciones pulsionales inconscientes infantiles, habilitándonos para gozar –“sin 
remordimiento ni vergüenza”- de nuestras propias fantasías. El juego es así, escenario de unas 
trasposiciones libidinales en transferencia, en el que está implicado el analista, y en donde la 
figuración y desfiguración del orden serio de su mundo transporta en el cuerpo del niño, en sus 
objetos –los juguetes y los juegos, así como las palabras creadas en ellos- en el tiempo sagrado de 
su duración –cinco minutos, varias sesiones- separaciones y anudamientos de afectos, 
significaciones y acciones que marcarán su posición de sujeto. 
En “Más allá del Principio del Placer”, luego de abordar las ‘neurosis traumáticas’ en el 
contexto del final aciago de la Primera Gran Guerra del Siglo XX, y de constatar que los sueños 
de estos pacientes contradicen la doctrina psicoanalítica de los sueños, según la cual los sueños 
son el cumplimiento de un deseo inconsciente, ya que estos sueños traumáticos se repiten y 
parecen como fijados al trauma, como en las neurosis de guerra y como en la histeria, y de afirmar 
que, en la vigilia, a estos pacientes no les pasa que recuerden mucho sus accidentes, Freud va a 
pasar a ocuparse de los juegos infantiles. 
Cita el famoso juego del carretel de su nieto de un año y medio. Jugaba a arrojar lejos de sí todos 
los pequeños objetos que estaban a su alcance, y al hacerlo, decía con satisfacción: “o-o-o-o” que 
significaba ”fort” (se fue). Era un juego, y no jugaba más que a eso, a que ‘se iban’. 6 
 
 
Luego hace otra observación un día en que la madre del niño se ausentó muchas horas. El niño 
saluda a la mamá con un: “¡Bebé o-o-o-o!”; durante el tiempo que estuvo solo, el niño encontró 
una manera de hacerse desaparecer a sí mismo: descubrió un espejo que llegaba casi hasta el piso. 
Se miró en él y luego se retiró, de tal forma que su propia imagen ‘se fue’. Freud interpretó este 
juego como una manera de renunciar a la satisfacción pulsional, de aceptar sin protestar el hecho 
violento e insatisfactorio de la partida de la madre. Pero inmediatamente se pregunta ¿Pero por 
qué se repite lo displacentero? Freud responderá que el principio del placer quedará abolido frente 
a una tarea fundamental para la vida anímica: ligar la excitación de impresiones traumáticas. En 
los sueños de las neurosis traumáticas, en el juego, la compulsión a la repetición repite la escritura 
 
6 “Un día hice la observación que corroboró mi punto de vista. El niño tenía un carretel de madera 
atado con un piolín. (…) con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el piolín tras la 
baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desaparecía ahí adentro, el niño pronunciaba su 
significativo ‘o-o-o-o’, y después, tirando del piolín, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando 
ahora su aparición con un amistoso ‘Da’ (acá está). Ese era, pues, el juego completo, el de desaparecer y 
volver. Las más de las veces sólo se había podido ver el primer acto, repetido por sí solo incansablemente 
en calidad de juego, aunque el mayor placer, sin ninguna duda, correspondía al segundo”. (Freud, S. 
“Más allá…” p. 15. Amorrortu Ed. Vol XVIII, 1986) 
 
 
 
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del fracaso, en una tentativa de anulación del displacer. Intentando que el displacer de lo no 
simbolizable, de lo no inscribible, logre inscribirse en la economía del principio del placer. 7 
El juego del Fort – Da, pareciera, según Freud, mostrar inequívocamente varias cosas: por una 
parte, que se debe ligar la partida de la madre: al repetir simbólicamente en el arrojar afuera al 
carretel para volver a recogerlo, el juego realiza el esfuerzo de procesamiento psíquico de algo 
impresionante,terrible, insoportable, que lo desordena, entonces repite eso de lo que intenta 
apoderarse, es decir, el alejamiento de la madre, que, dice Freud, no puede serle sino doloroso y 
displacentero al niño, y por lo tanto, el juego sería así una tentativa de elaboración, al hacer activo 
lo vivido pasivamente. 8 Al mismo tiempo lograría con esta transformación de lo pasivo en activo, 
tornar la vivencia displacentera en la satisfacción de un impulso de venganza. Pero estas 
conjeturas freudianas presuponen una actividad prematura de un yo temprano, o dicho de otro 
modo, la preexistencia o el primado de un aparato psíquico ya constituido, la interacción libidinal 
mediante el juego simbólico con la ausencia de la madre, e implica para el niño, la posibilidad de 
percibir esta ausencia de la madre, de manera anterior al juego e independiente a su posibilidad.9 
Sin embargo es en el interior del juego y a partir de él que es posible, al mismo tiempo, la 
inscripción y la constitución paulatina y compleja de un yo y de una ausencia del objeto, de la 
pulsación de la presencia y la ausencia, en la sístole – diástole del latido: amor – indiferencia – 
odio, jugado en la separación - encuentro de los cuerpos, y de las palabras que bañan a esos 
cuerpos, constituyendo los significantes de esa pulsación fundacional. 
Y ahí donde no hay donación inaugural primaria de la libido lúdica materna que anticipe en la 
fantasía el dolor, la posibilidad de la satisfacción, las formas del temor y de la otredad niño, ahí 
donde no hay juego como elemento y lenguaje inaugural, no hay infancia. 
 
 
 
 
 
7 “Es imposible que la partida de la madre le resultara agradable o aun indiferente. Entonces, ¿cómo se 
concilia con el principio de placer que repitiese en calidad de juego esta vivencia penosa para él? (…) Se 
trata, desde luego, de la acción de pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción, pero ya 
en aquél momento no la produjeron, sino que conllevaron únicamente displacer. Esa experiencia se hizo 
en vano. Se la repite a pesar de todo: una compulsión esfuerza a ello.”(Freud S. “Más Allá…”p.21) 
 
 
8 “La tarea de los estratos superiores de la vida anímica sería ligar la excitación de las pulsiones que 
entra en operación en el proceso primario. El fracaso de esta ligazón provocaría una perturbación 
análoga a la neurosis traumática; sólo tras una ligazón lograda podría establecerse el imperio irrestricto 
del principio del placer (y de su modificación en el principio de realidad). Pero, hasta ese momento, el 
aparato anímico tendría la tarea previa de dominar o ligar la excitación, desde luego que no en 
oposición al principio del placer, pero independientemente de él y en parte sin tomarlo en cuenta. Las 
exteriorizaciones de una compulsión de repetición, que hemos descrito en las tempranas actividades de 
la vida anímica infantil, así como en las vivencias de la cura psicoanalítica, muestran en alto grado un 
carácter pulsional, y, donde se encuentran en oposición al principio de placer, demoníaco”. (Freud, S. 
“Más Allá…” p. 35.) 
 
 
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BETTELHEIM, Bruno: Heridas Simbólicas. Los ritos de pubertad y el macho envidioso. Barral, Barcelona, 
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BRUNER, Norma: Duelos en juego. La función del juego y el trabajo del duelo en la clínica psicoanalítica 
con bebés y niños con problemas en el desarrollo. Letra Viva, Buenos Aires, 2008. 
BRUNER, Norma (Coord.): El juego en los límites. El psicoanálisis en la clínica de problemas en el 
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CORIAT, Elsa: El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños. Paidós, Buenos Aires, 2010. 
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 Una clínica transdisciplinaria. Nueva Visión, Buenos Aires, 2010. 
WINNICOTT, Donald. Los bebés y sus madres. Paidós, Argentina, 1991. 
 WINNICOTT, Donald, Realidad y juego, Gedisa, México, 1979. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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