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Imperio Romano
8 pag.
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IMPERIO ROMANO
El 16 de enero del año 27 a.C. el senado romano otorgó a Caius Iulius Caesar Octavianus el 
sobrenombre de Augusto confiriéndole así una autoridad de carácter divino. De inmediato 
Augusto fue considerado el paladín de la libertad republicana: en la mente de todos estaba que las 
guerras civiles, largas y sangrientas, habían terminado gracias a él. Además, poseía las virtudes del 
valor, la clemencia, la justicia y la piedad, es decir, las virtudes básicas del hombre de estado 
republicano, durante largo tiempo anhelado por los romanos.
[En el presente trabajo desarrollaré con más amplitud la figura política de este primer emperador romano]
INICIOS. PRINCIPADO DE AUGUSTO. APARIENCIA DE CONTINUIDAD [Alto Imperio]
En el momento inicial, sus funciones no tenían nada que pudiera despertar desconfianza en
sus conciudadanos. En el senado era el princeps, el primero entre todos, el título legal con el que 
define su posición preeminente en el ordenamiento político y social; ni rey, ni dictador, era un 
simple ciudadano al que se le reconocía una mayor auctoritas, en razón de la cual, el senado y el 
pueblo romano, le concedían una serie de honores, que invariablemente incluían los títulos 
republicanos de primer ciudadano (princeps civium), presidente del senado (princeps senatus) y 
general victorioso (imperator), además, de un conjunto de poderes que lo situaban en una 
posición privilegiada en el orden institucional. Los poderes del princeps incluían:
- la potestad tribunicia (tribunicia potestas) para proteger los intereses de los plebeyos 
frente a las demás instituciones del gobierno de Roma, podía vetar leyes, imponer multas e incluso
la peca capital y su persona era sacrosanta (inviolabilidad), 
- el imperio proconsular mayor e infinito (imperium proconsulare infinitum et maius), con 
los poderes de un procónsul pero sin estar circunscrito a un territorio y
- pontifex maximus, pontífice máximo, título tan antiguo como el estado romano, que le 
aseguraba el poder sobre las funciones religiosas.
No era hereditario, el título lo concedía el senado y el pueblo romano a través de la lex de 
imperio; la costumbre era que el príncipe anterior designara a su sucesor. El procedimiento 
consistía en adoptar al elegido y otorgarle gradualmente el ejercicio de los poderes imperiales, 
especialmente el mando militar, para que así, llegado el momento, el senado y el pueblo no 
tuvieran otra alternativa que nombrarlo como nuevo emperador. A esto se unen las Res gestae: 
documento del propio Augusto en el que se enumeran los méritos a lo largo de su gobierno como 
justificación política; vienen a ser la «carta fundacional» del nuevo régimen: el Principado. Éste 
significó formalmente una restauración de la dignidad y atribuciones de las instituciones 
republicanas. Si bien, en la práctica, los irresistibles y tentadores poderes del príncipe, las 
redujeron a la inutilidad política.
El único cambio era la acumulación de funciones y su duración; así, el título de imperator, 
que le otorgaba poder sobre las provincias y la misma Roma, se renovaba cada 10 años, y el poder 
tribunicio, cada año. Además, al serle concedido el título de Augusto, el senado le daba no sólo un 
lugar entre los hombres a quienes protegía, sino también entre los dioses. Por otra parte, estaba 
más cerca de éstos que de los simples mortales ya que era hijo adotivo de un ser humano adorado 
como a un dios: Julio César.
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EL ORDEN Y LA PAZ
Augusto manejó con admirable hipocresía las instituciones antiguas. Creció el prestigio del 
senado y los senadaconsultos (opinión de carácter consultivo y no vinculante dada por el senado a 
un magistrado) siguieron teniendo fuerza de ley pero, al mismo tiempo, disminuyeron los poderes 
senatoriales efectivos tanto en política exterior como en materia de finanzas, y dejó de dirigir el 
ejército. De ser una realidad política viva para convertirse en una oficina administrativa, cuya 
principal imortancia consistía en el hecho de constituir un peldaño insalvable para el acceso a 
cargos superiores en el gobierno imperial; los gobernadores y algunos jefes de prefecturas debía 
necesariamente pertenecer al orden senatorial. La asamblea popular siguió eligiendo a los 
magistrados, pero Augusto presentaba a los candidatos.
El ejército continuó siendo profesional. Sus efectivos se limitaron a las necesidades reales y 
a los medios del imperio. Augusto no quiso hacer depender el poder de sus caprichos personales 
pero creó 9 cohortes pretorianas (¡¡¡4.500 hombres!!!) para su protección personal. Estaban 
emplazadas a las puertas de Roma y en las ciudades del Lacio, así resultaba más fácil al princeps 
llamarlas en cualquier momento.
 De hecho era Augusto quien, ayudado por un grupo de consejeros, dirigía toda la política 
tanto en Roma como en las provincias. Esta auténtica «revolución» no habría sido posible si el 
mundo romano, agotado por las guerras civiles, no hubiese anhelado con todas sus fuerzas el 
orden y la paz. Creó una administración cuyos más altos cargos confió a los senadores y a los 
caballeros (que seleccionaba de entre los ciudadanos romanos que pudieran demostrar una 
fortuna de 400 000 sestercios, y que normalmente procedían de las élites de las ciudades romanas 
de las provincias), revistiéndoles de una función noble. Todos disfrutaron de una paz civil: Roma, 
con un millón de personas; Italia, con una población de 5 a 8 millones de habitantes y, por último, 
las provincias, con una población de 60 a 70 millones de habitantes. 
La organización del imperio, con la base territorial heredada de la república, se configuró 
como un sistema centralizado de poder en el que el princeps acumula todos los poderes (militar, 
económico, legislativo, religioso y judicial). La protección y explotación de los recursos del imperio 
prevalece sobre la incorporación o conquista de nuevos territorios. También quedan fijadas las 
fronteras; hay campañas en Hispania, la Galia, Panonia y Germania.
En la administración, introduce nuevos cargos con múltiples tareas y divide las provincias 
en
senatoriales (ya pacificadas, sin necesidad de guarniciones armadas) e imperiales (necesitadas de 
defensa militar , normalmente las fronterizas).
Las reformas de Augusto en lo económico: fundamentó el control del erario, mejoró la 
recaudación, nuevos tributos y creó un tesoro especial el aerarium militare, destinado a resolver el 
licenciamiento de los veteranos. En el plano militar, junto a este aerarium organizó un ejército 
permanente, su profesionalización. A nivel territorial, las ciudades son consideradas como las 
células de la administración romana. Y en el ámbito de las comunicaciones, se construye y mejora 
la red viaria, se inicia el cursus publicus o correo imperial con un sistema de postas que permitían 
una rápida comunicación con las provincias.
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La prudencia exterior de Augusto le proporcionó algunos éxitos, sobre todo la sumisión de 
las tribus alpinas que rápidamente se transformaron en sujetos leales del imperio al que 
contribuyeron con cantidades desproporcionadamente elevadas de reclutas para los cuerpos 
auxiliares del ejército imperial romano. Pero también cosechó fracasos, el más duro fue la 
destrucción de tres legiones a manos de los germanos en el año 9 d.C., que desvaneció la 
esperanza de extenderla presencia romana más allá del Rin. "Varo, devuélveme mis legiones". Esta 
frase quedó para la Historia de Roma, tras la derrota del ejército romano en el bosque de 
Teotoburgo, donde el general al que alude César Augusto perdió nada menos que cerca de 20.000 
hombres (y sus correspondienteságuilas y enseñas) masacradas por los germanos de Arminio.
EL NUEVO SIGLO
Para asentar su poder sobre una fidelidad duradera, Augusto prometía además la felicidad. 
Su ministro Mecenas supo descubrir los talentos que configuraron el florecimiento cultural. El 
poeta Virgilio anunciaría que la cruenta historia de los siglos anteriores había sido una prueba 
necesaria, destinada a preparar el siglo de Augusto. La nueva era se inauguró solemnemente el 
año 17 a.C. con los juegos seculares para los que Horacio compuso el Canto secular, punto 
culminante de las curiosas ceremonias que conjuraban las influencias maléficas y suscitaban la 
benevolencia de Apolo.
A una nueva era le correspondía una nueva ciudad. Roma, destrozada por un siglo de 
guerras civiles, herida física y espiritualmente, pero a pesar de todo prestigiosa, se transformó en 
la ciudad más bella del mundo. Se potenció el urbanismo. Augusto, con la ayuda de su yerno 
Agripa, restauró los monumentos deteriorados (82 templos en el año 29) construyó un foro que 
llevaba su nombre y cuyo centro es un templo dedicado a Marte. También remodeló el campo de 
Marte. 
A imagen de la ciudad, el nuevo siglo se presentaba como una restauración de los antiguos 
valores republicanos. Augusto supo combinar con destreza las innovaciones y la defensa de los 
valores tradicionales en un intento de insuflar nueva vida a una sociedad desgarrada por luchas 
fratricidas. Sin embargo, al tratar de restaurar el orden moral para combatir el declive de los dos 
órdenes superiores del estado (el senado y los caballeros) fracasó. El pueblo romano había llegado 
a tal extremo de agotamiento que parecía ya incapaz de mantenerse en pie sin el apoyo de sus 
dirigentes.
LA DIFÍCIL SUCESIÓN
Esto se puso de manifiesto al buscar respuesta al problema de la sucesión. Aunque esta 
monarquía no confesada no pudiera ser hereditaria, Augusto buscó a un heredero en el seno de su
familia. Los nietos de su hija Julia murieron y Livia, su segunda exposa, le indujo a dejar el poder al 
hijo, Tiberio Claudio, que había tenido con su primer marido. Augustó lo adoptó y lo designó 
sucesor. Será conocido como Tiberio.
A la muerte de Augusto, en el 14 d.C., Tiberio, con 55 años de edad, se convirtió en 
emperador con la aprobación del senado que, por profesar verdadera adoración a Augusto, le 
invistió con los honores divinos. En ese momento se hizo evidente que la república había muerto. 
Los sucesores de Augusto no supieron llevar las riendas del poder ilimitado que el primer 
emperador romano había sabido utilizar con clarividencia. El historiador Suetonio, aunque le 
reconozca cualidades militares y un buen sentido de la organización, atribuye a Tiberio muchos 
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defectos, como la avaricia, la depravación sexual y una gran crueldad. Durante su mandato se 
crucificó a Jesucristo. A su muerte, en el año 37, el imperio caería en manos de otro emperador de 
triste recuerdo: Calígula.
DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
El ejército va a jugar un papel fundamental a la hora de elegir emperador. Con este grupo 
de emperadores se mantiene el sistema administrativo de Augusto, con algunas variaciones. 
Tiberio (14 - 37 d.C.) que decidió no adoptar el nombre de Imperator, hizo desaparecer el 
sistema electoral propio de la república, los magistrados serían nombrados por el senado. 
Aumentó la guardia pretoriana. Se reconoce su capacidad administrativa y su habilidad de 
gobernante y también su personalidad difícil y desconfiada. Calígula (37 - 41 d.C.), mal gobernante
que dilapidó el erario público heredado de Tiberio. Claudio (41- 54) reorganiza la administración 
con libertos, conquista Britania y extiende la ciudadanía romana. Nerón (54 - 68) introduce el 
despotismo e ideología de corte helenístico contrario a la tradición romana; se le atribuye la 
primera persecución de los cristianos.
DINASTÍA FLAVIA
El año de los cuatro emperadores (68 - 69): tras la caída de Nerón se sucedieron como 
emperadores los generales Servio Sulpicio Galba, M. Salvio Otón, Aulo Vitelo y Vespasiano (69 - 
79). Éste impondrá el sistema hereditario con la dinastía de los Flavios; restablece el orden y la paz;
reorganiza la administración, las finanzas, la economía y la disciplina militar. Tito Flavio ( 79 - 81) 
destruye el Templo de Jerusalén; en su reinado el vesubio arrasó Pompeya, Herculano y Estabías.
Tito Flavio Dimiciano (81 - 96) realizó una buena administración en todos los ámbitos gracias a un 
funcionariado eficaz y renunciando a toda influencia de libertos o favoritos.
DINASTÍA ANTONINA (ULPIO-AELIA)
El senado recupera importancia y el sistema hereditario deja paso al sistema de adopción. 
El poder imperial es ejercido, por primera vez en la historia romana, por emperadores no itálicos. 
Es el periodo de máxima grandeza y desarrollo para el mundo romano.
Marco Cocceyo Nerva (96 - 98) instaura la dinastía Antonina, con él se restablecen las 
buenas relaciones con el senado. Marco Ulpio Trajano (98 - 117), hispano y primer emperador no 
itálico. Desarrolla una justicia severa y una buena administración; elimina a los libertos de los 
cargos imperiales sustituyéndolos por personas del orden ecuestre. Conquista Dacia y Mesia. 
Plubio Elio Adriano (117 - 138), también hispano, desarrolla la administración estatal; potencia el 
consejo imperial y confía la administración del estado al ordo ecuestre. Los cargos públicos fueron 
definidos de forma exacta. Pretendía una unificación legislativa y la primacía del emperador. 
Reorganizó el ejército, aumentando el número de tropas auxiliares y cambió el sistema fronterizo. 
Antonino Pío (138 - 161) gobierna desde el orden y la tranquilidad y desarrolla la legislación 
administrativa y financiera del imperio. Marco Aurelio (161 - 180) gobernó con varios conflictos en 
Britania, Germania, Retia, Egipto y Oriente, con resultados victoriosos en todos ellos. Son famosas 
sus «Meditaciones», fuente para su guía y mejora personal. El emperador había sido sacerdote en 
los altares de sacrificio romano y era un convencido patriota. Sus notas son representativas de una 
mente lógica y de un pensamiento filosófico y espiritual acorde con el estoicismo, y en 
consonancia con los principales estoicos de raíz bética cordobesa: Séneca, Lucano, Helvia, Novato, 
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etc. Dicha obra está considerada como un monumento literario a un gobierno al servicio del deber.
Es una obra que ha sido elogiada por su exquisito acento y dulzura. Marco Aurelio fue amado por 
su pueblo. Cómodo (180 - 192) mantiene una mala realción con el senado y la pacificación es la 
norma de su gobierno.
CRISIS DEL SIGLO II Y III
Con la muerte de Cómodo se inició una crisis en el imperio que duró hasta la subida al 
trono de Diocleciano (284). Dos grandes amenazas se cernían sobre el imperio: la presión exterior 
(los gemanos en el Rin y los persas en el Eúfrates) y el empeño de las legiones y las provincias de 
nombrar a su propio emperador que desencadenó guerras civiles y anarquía.
La dinastía de los Severos consiguió detener momentáneamente estas amenazas. 
Enumeraré los principales. Pluvio Helvio Pértinax (192 - 193) ejrció un gobierno austero y fue 
asesinado por los pretorianos., quienes subastan el cargo al mejor postor (¡¡¡!!!). Didio Juliano (193
- 193) es nombrado por los mismos pretorianos. Lucio Septimio Severo (193 - 211) equipara Italia 
al resto de las provincias; con él acaba el sistema imperial de Augusto y comienza una nueva etapa 
que desembocó en la Tetrarquía. Caracalla (211 - 217), destaca en su gobierno la constitución 
antoniana, en la cual se extiende la ciudadanía romana a todo el imperio. Marco Opelio Macrino, 
Heliogábalo, Alejandro Severo (222 - 235), es el último emperador de esta dinastía, a su muerte 
volvió a reinar el desorden: aparecieron estados separados, comolas Galias y Palmira.
Máximo el Tracio (235 - 238) es el primer emperador de origen bárbaro y el primero que 
nunca puso el pie en la ciudad de Roma. Fue el primero de los emperadores-soldado del siglo 
tercero. Su reinado se considera con frecuencia como el principio de la crisis del s. III. Marco Julio 
Filipo el Árabe (244 - 249). Decio (249 - 251) mandó retomar el culto y las ofrendas ancestrales en 
todo el territorio. Galieno y Valeriano (253 - 260) reinaron con muchos problemas para defender 
las fronteras. Aureliano (270 - 275) reconstruye la unidad del imperio pero la inseguridad hace que 
los campesinos abandonen las tierras y vivan como bandoleros. 
Entre los años 238 al 285 hubo 19 emperadores, ninguno de los cuales murió de muerte 
natural, y fueron incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de forma coordinada con el 
senado, por lo que terminaron por sumir a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante 
este mismo periodo comenzó la llamada «invasión pacífica», en la que varias tribus bárbaras se 
situaron, en un principio, en los limes del imperio debido a la falta de disciplina por parte del 
ejército, además de la ingobernabilidad emanada del poder central, incapaz de actuar en contra de
esta situación. Nace así el Bajo Imperio romano, período histórico que se extiende desde el 
ascenso de Diocleciano al poder en 284 hasta el fin del imperio romano de Occidente en 476.
DIOCLECIANO Y LA TETRARQUÍA. DOMINADO (de dominus: señor, dueño) [Bajo Imperio]
Diocleciano (284 - 305) promovió como César a Maximiano, a quien años después convirtió 
en Augusto dándole la parte occidental del umperio. Así se dividió el imperio en Occidente y en 
Oriente. En 293 nombró césares a dos oficiales de Iliria, Galerio y Constancio I. Así se instituyó una 
nueva forma de gobierno: la Tetrarquía, en la que los dos Augustos gobernarían durante 20 años 
Oriente y Occidente, teniendo cada uno a un César como lugarteniente; concluidos los 20 años, los
césares ascenderían al trono como Augustos y designarían a otros dos césares, al tiempo que los 
augustos se retirarían de la vida pública.
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El reparto del poder produjo inicialmente resultados muy satisfactorios. Galerio rechazó en 
el bajo Danubio a los godos, y entre el 297 y el 298 consiguió una espectacular victoria contra los 
persas en las Guerras Romano-Sasánidas y logró extender la frontera romana hacia el Tigris 
superior, el Kurdistán y Sinagra. Mientras tanto, Diocleciano sofocó una revuelta en Egipto y 
Constancio I recuperó Britania de manos del usurpador Alecto y obtuvo victorias en las fronteras 
del Rin. Maximiano, por su parte, aplastó una insurrección nativa en Mauritania. No obstante, a 
pesar del éxito militar del sistema, la instauración de la Tetrarquía, implicó una serie de profundas 
reformas administrativas y económicas que afectarían (y lastrarían) al Imperio durante el resto de 
su existencia.
Como reformas militares destacan la creación de una fuerza de campaña móvil: así se 
complementó la función de las guarniciones estáticas de las fronteras. La separación de los 
limitanei: hombres de las fronteras, en ocasiones formaban una milicia local que ocupaban tierras 
lejanas a Roma propiciando la disgregación del imperio. Por eso Diocleciano realizó una distinción 
entre el ejército de campaña completamente móvil y la defensa estática fronteriza. El ejército 
aumentó más del doble; pero esto produjo un aumento en lo referente a los problemas financieros
y de abastecimiento. Promulgó su primer «Edicto contra los cristianos», en él, Diocleciano ordenó 
la destrucción de las escrituras cristianas y de sus lugares de culto a lo largo del imperio, 
prohibiendo a los cristianos reunirse para celebrar los actos litúrgicos.
Maximiano (286 - 305), Constancio Cloro (305 - 306), Galerio (305 - 311), Severo II (306 - 
307), Magencio (306 - 312), Licinio (308 - 324), Maximino II Daya (313).
Dinastía Constantiniana (324-363) Contantino I el Grande (307 - 337) tras la muerte de 
Constancio Cloro en Ebocarum (York), sus topas le proclamaron augusto en la misma ciudad el 25 
de julio del 306. Pero Galerio se negó a confirmar su nombramiento como augusto, y Constantino 
hubo de aceptar el título de césar en el tercer gobierno de la Tetrarquía, mientras Severo era 
designado para el cargo de augusto. A Constantino se le permitió administrar las provincias 
asignadas a Constancio Cloro (Galia, Britania e Hispania). Finalmente sería reconocido augusto por 
el anciano emperador Maximiano, que había vuelto a la vida política, y con cuya hija Fausta 
contrajo matrimonio el 31 de marzo de 307. Habitualmente entre los historiadores se ha fijado 
este último año como la fecha en la que se produjo el inicio del reinado de Constantino I.
A finales del 308, el imperio estaba envuelto en un caos político, había cinco augustos (los 
legítimos Galerio y Severo, y los usurpadores Constantino, Majencio y Maximiano) y un solo césar, 
Maximino II Daya. Constantino quería todo el control, por ello frenó una invasión de los francos, 
consiguió derrotar a Maximiano en la Galia. En el 312 invadió Italia, donde gobernaba Majencio, su
principal rival para hacerse con el control del Occidente del imperio. Las fuerzas de Constantino 
resultaron vencedoras en Turín y Verona. Las tropas de Majencio y Constantino se enfrentaron el 
28 de octubre de ese mismo año en la batalla del puente Milvio, a las afueras de Roma; el 
enfrentamiento finalizó con la victoria para las tropas de Constantino [leyenda de in hoc signo 
vinces: con este signo vencerás]. Constantino pudo adoptar el título de máximo augusto, aunque 
su dominio sólo abarcaba el oeste del Imperio. 
La situación se normalizó también en Oriente, donde Licinio, con quien había firmado una 
alianza Constantino en la primavera del 313, en la que habían acordado repartirse el imperio, 
consiguió derrotar a Maximino Daya. Con el fin de estrechar las relaciones entre ambos augustos, 
Licinio contrajo matrimonio con la hermana del emperador de Occidente, Constancia. Licinio y 
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Constantino promulgaron conjuntamente en el 313 el Edicto de Milán, por el cual se decretaba la 
libertad de cultos en todo el Imperio. Se reconoció a los cristianos el derecho a celebrar sus cultos 
y se restituyeron los bienes a la comunidad cristiana. Constantino concedió a su vez importantes 
privilegios al clero cristiano, entrando muchos de ellos a formar parte de la administración de 
Roma, y participó decisivamente en los concilios de Arlés (314, contra el donatismo) y, muchos 
años después, en el de Nicea (325), que condenaría el arrianismo. Constantino atacó a Licinio con 
la excusa de la persecución que el emperador de oriente había desatado contra los cristianos. Al 
año siguiente se inició la construcción, sobre la antigua Bizancio, de la ciudad de Constantinópolis, 
Constantinopla, que pasaría a ser la capital imperial en el 330. Sus tres hijos (Constantino II, 
Constancio II y Constante) serán coemperadores del año 337 al 350. Juliano el Apóstata (350 - 
363), Joviano (363 - 364).
Dinastía Valentiniana (364 - 392). Valentiniano (364 - 375) fue elegido emperador cuando 
tenía 44 años por los oficiales del regimiento de Nicaea, en Bitinia, y poco después nombró a su 
hermano Valente, con él, como emperador. Los dos hermanos acordaron la partición del imperio. 
Como emperador de Occidente, Valentiniano se quedó con Italia, Iliria, Hispania, Galia, Britania y 
África, dejando a Valente la mitad oriental de la Península Balcánica, Grecia, Egipto, Siria y Asia 
Menor hasta Persia. Durante el corto reinado de Valentiniano I hubo guerras en África, Germania y 
Britania, y Roma empezó a tener conflictos con pueblos bárbaros de los que se oía hablar por 
primera vez: burgundios, sajones, alamanes... Su administraciónparece haber sido honesta y 
eficaz. En materia religiosa se consideraba cristiano ortodoxo, pero permitió la libertad total en 
materia religiosa entre sus súbditos. Valente (364 - 380), muerto por los godos en la batalla de 
Adrianópolis; los godos, que habían entrado en el imperio huyendo de los hunos y provocando 
una catástrofe demográfica no volvieron a salir, siendo el primer pueblo germano que se asentó 
dentro del imperio. Graciano (367 - 383) durante su periodo el cristianismo se convirtió por 
primera vez en la religión dominante en todo el imperio. Valentiniano II (375 - 392). Graciano, a 
pesar de no reconocer a Valentiniano II como su igual, no emprendió ninguna acción militar, sino 
que le nombró cónsul en los años 376-378 y 390, y le cedió la administración de las prefecturas de 
Italia, Illyrico y África. Dada la juventud de Valentiniano II fue su madre, la emperatriz Justina, 
quien se hizo cargo de las riendas del gobierno, ayudada a su vez por el magister equitum 
Merobaudes. En lo administrativo creó dos nuevas provincias de rango presidial una en Galia 
(Máxima Sequania) y otra en Hispania, en la Tarraconense. También mantuvo a salvo el limes de 
incursiones bárbaras. 
Dinastía Teodosiana en Occidente (392-455). Teodosio I el Grande (392 - 395), para 
reconstruir el ejército romano de Occidente, necesitaba encontrar soldados capacitados y así se 
volvió hacia los hombres más cualificados que tenía a mano: los bárbaros recientemente 
establecidos en el imperio. Esto causó muchas dificultades en la guerra contra los bárbaros pues 
los luchadores recientemente reclutados tenían poca o ninguna lealtad hacia Teodosio. Fue un 
cristiano ferviente y afecto defensor del Concilio de Nicea. En su deseo de unificar las distintas 
corrientes cristianas del imperio, Teodosio promulgó en Tesalónica un edicto, el 27 de febrero de 
380, por el que se confirmaba que la fe católica era la verdadera. En este edicto Teodosio declaró el
cristianismo como la religión oficial del imperio romano. Honorio (393 - 423), al ser menor, confió 
la regencia a Estilicón, un general de origen vándalo; el imperio se ve sometido a grandes fuerzas 
desintegradoras, ya fueran exteriores, protagonizadas por invasiones bárbaras, o internas, 
motivadas por las rebeliones de usurpadores. Rechazó primera invasión de Italia por Alarico. El año
406 un ejército de alanos, suevos y vándalos atravesó la frontera e invadió la Galia. Estos pueblos 
se trasladaron a Hispania en el 409.
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Derrumbamiento del imperio romano de Occidente. En el año 408 Alarico invadió Italia 
por segunda vez. Italia quedó devastada y Roma saqueada en 410. El gobierno de Honorio durante 
30 años fue de absoluta ineptitud, no fue un gobernante capacitado o audaz, era altamente 
influenciable, que fue en gran medida responsable de las muertes de Estilicón y su hijo y de la 
rebelión de los bárbaros foederati. Constantino III (407 - 411), usurpador en Britania. Juan (423 - 
425). Valentiniano III (425 - 455), etapa de absoluta decadencia.
Últimos emperadores de Occidente (455-480 ). La mayor parte ejecutados por los invasores
bárbaros. Petronio Máximo, Avito, Mayoriano, Libio Severo, Antemio, Olibrio, Glicerio, Julio Nepote
y Rómulo Augusto que marca el fin del imperio romano de Occidente, aunque su parte oriental 
sobrevivió hasta 1453, año de la caída de Constantinopla en manos turcas y fin de la Edad Media.
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