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1 El pensamiento en la vida mental y la ciencia del pensamiento (Parte 1) (Versión 5: 06 de noviembre de 2020) Federico González Introducción: El objetivo del presente trabajo radica en bosquejar un mapa del vasto repertorio de manifestaciones del pensamiento, tal como éstas aparecen en nuestra vida mental y cotidiana. La expresión “vida mental y cotidiana”, aunque parezca involucrar dos órdenes categoriales disímiles, refiere a un rasgo común compartido: el pensamiento, al igual que las emociones, los deseos o cualquier otro tipo de estado mental, ocurre momento a momento mientras se va desplegando nuestra vida. Aunque resulte una expresión arbitraria puede decirse que llevamos una doble vida: lo que efectivamente hacemos, es decir: movimientos, actos de habla, gestos y conductas expresivas y lo que sucede interiormente mientras vivimos, es decir: sensaciones, estados anímicos, deseos y, también, pensamientos. Si descreemos de ese incomprensible veto que la psicología cognitiva —en tanto innecesaria herencia del conductismo— realiza sobre la introspección y nos disponemos entonces a ensayar el simple acto de auto observación, advertiremos lo que ya sabíamos: somos seres pensantes tanto como sintientes y deseantes. El pensamiento atraviesa el decurso de nuestra vida sea como acto voluntario o como automatismo irrefrenable. Así como —en tanto organismos biológicos— no podemos dejar de respirar, en tanto sujetos psicológicos tampoco podemos dejar de pensar. Introducir a los múltiples modos en que lo hacemos constituye el objetivo de este ensayo. No obstante, también se incluyen tópicos más vinculados a temas de corte académico y científico tecnológico que involucran al estudio del pensamiento, tales como la teorización sobre las relaciones entre pensamiento y lenguaje o el de algunos abordajes neurocientíficos, tan actuales como controversiales, encaminados al logro de la lectura artificial del pensamiento. Modalidad del trabajo Luego de algunos desarrollos preliminares el trabajo se despliega de modo equidistante entre un modo enumerativo, más afín al de un glosario conceptual, y el de micro ensayos relativos a una vasta variedad de expresiones del pensamiento, tal como éstas aparecen tanto en nuestra vida mental como en la literatura académica. Aunque esa lógica exime de un orden clasificatorio basado en criterios teóricos o conceptuales, se ha procurado que el orden cronológico de la enumeración suponga, al menos, un hilo temático conductor que facilite la lectura. En algunas secciones se apela al recurso de ilustrar algunos conceptos con textos en “clave psicoliteraria”. Esto refiere a textos donde se transmiten conceptos de psicología de un modo más afín al del de un texto literario1. 1 En rigor, el término “Psicoliteratura” refiere a un subgénero literario orientado a aquellos textos literarios que tratan temáticas de interés para adolescentes y jóvenes tales como los temas de las relaciones amorosas juveniles, la sexualidad, la amistad, las relaciones entre pares y con los adultos, el bullying, la ecología, las drogas, la música, etc. Nosotros, en cambio, lo reservamos para aquellos textos que abordan cualquier tema psicológico desde una perspectiva literaria o para el tratamiento de los cruces disciplinares entre psicología y literatura. A quien se interese por el tema, remitimos a Psicoliteratura, grupo de Facebook: www.facebook.com/groups/PsicoLiteratura 2 Índice Parte 1 1. ¿Qué es el pensamiento? Una definición preliminar. 2. ¿Qué es el pensamiento? Una definición corregida. 3. Pensamiento, afecto e intención: una contextualización necesaria para precisar sus identidades e intersecciones. 4. Pensamiento e imaginación: una sinergia cooperativa. 5. Pensamiento como fluir de la conciencia y como proceso orientado a metas y sujeto a restricciones: esbozo de una taxonomía del pensamiento. 6. El pensamiento y la resolución de problemas. 7. El pensamiento conceptual: analizar, abstraer, reflexionar, comparar, discernir, contraponer, elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar 8. Pensamiento y consciencia: La corriente del pensamiento y el fluir de la experiencia consciente. 9. El pensamiento espontáneo: sus afluentes y sus destinos. 10. El pensamiento en el ensueño y la fantasía diurna. 11. El pensamiento y el lenguaje. El arte de transformar los pensamientos en palabras y las palabras en pensamientos. 12. ¿Podría leerse el pensamiento? Introducción a la tecno telepatía o la lectura artificial del pensamiento. 13. ¿Podrían transmitirse pensamientos de mente a mente? Introducción al problema de la comunicación brain to brain. 14. El pensamiento y las narrativas mentales personales: el arte de contar y contarnos historias. Parte 2: 15. Pensamiento inconsciente: ¿existe una “fábrica” de pensamientos más allá de la conciencia? 16. Pensar rápido y pensar despacio: una taxonomía esencial. 17. El pensamiento en movimiento: los bloques del razonamiento. 18. Pensamiento intuitivo: el arte de pensar sin secuenciar. 19. El pensamiento argumentativo y la lógica del debate. 20. El pensamiento crítico: el arte de la duda metódica y del inconformismo inteligente. 21. El pensamiento retroductivo y el razonamiento abductivo: el arte de pensar al revés para avanzar hacia adelante. 22. Pensamiento cartográfico: el arte de trazar mapas mentales de una situación. 23. El pensamiento de sombrero azul. Introducción a la metacognición reflexiva. 24. Las trampas del pensamiento: introducción a los sesgos cognitivos. 25. Pensamiento dicotómico: la trampa de aplicar la lógica binaria en situaciones donde no aplica. 26. La falsa disyunción: el arte de enredarse en dilemas innecesarios. 27. El sesgo confirmatorio: el arte de llevar agua a nuestro molino. 28. Las correlaciones ilusorias: la trampa de ver lo que no existe (o no ver lo que sí existe) 29. Grouthinking o la trampa del pensamiento grupal: cuando el pensamiento colectivo ahoga al individual. 30. Guiones y borradores mentales: la argamasa del pensamiento. Parte 3: 31. Pensamiento divergente: el arte de pensar posibilidades y alternativas. 3 32. Pensamiento lateral: el arte de buscar atajos mentales. 33. Pensamiento metafórico: el arte de pensar mundos a partir de otros. 34. Pensamiento propositivo: cuando el pensamiento se aúna con la motivación. 35. Pensamiento productivo: el arte de elaborar en base a insights. 36. Pensamiento positivo: el arte del optimismo auto dirigido. 37. Pensamiento constructivo 1: el arte de hacer cosas con el pensamiento. 38. Pensamiento constructivo 2: la alianza entre el optimismo y la operatividad. 39. Pensamiento analógico y metafórico. 40. Subjuntividades y simulaciones: los viajes mentales del pensamiento. 41. El pensamiento sistémico: el arte de encajar las piezas para que todo funcione. 42. La magia de la creación: pensamiento creativo, innovador e inventivo. 43. Pensamiento e inteligencia colectiva: el arte de extraer inteligencia de una multitud. 44. Pensamiento e inteligencia colaborativa: el arte de la sinergia mental entre individuos. 45. Pensamiento estratégico: el arte de planificar los medios y los fines. 46. Pensamiento prospectivo e imaginación futurista: el arte pensar e imaginar el futuro. 47. Pensamiento quimérico y pensamiento mágico: una tensión difícil de resolver. 48. Pensamiento, acción interiorizada y simulación interior: la mente como teatro de operaciones virtuales. Parte 4: 49. El razonamiento lógico y el razonamiento real: intersecciones y divergencias 50. Pensamiento, razonamiento y racionalidad: ¿Somos racionales cuándo pensamos? 51. Puede pensar una máquina: ilusiones y realidades de la ciencia cognitiva y la inteligencia artificial. 52. ¿Cuál es el lenguaje del pensamiento? Imágenes, palabrasy códigos abstractos. 53. El pensamiento visual: ¿es el humano un animal óptico? 54. Pensamiento y autoconocimiento: exploración interior y pensamiento introspectivo reflexivo. 55. El arte de aprender a pensar y su caja de herramientas. 56. Pensamiento y emoción: antagonismos y cooperaciones. 57. El pensamiento como “virus cultural”: introducción a la memética post darwiniana. 58. Pensamiento y agentes mentales: las multitudes que nos habitan. 59. El pensamiento y los trastornos de la vida afectiva 1: pensamiento catastrófico, culpa, remordimiento, rumia mental, ideación obsesivo-compulsiva e ideación suicida. 60. El pensamiento y los trastornos de la vida afectiva 2: pensamiento, ansiedad, euforia, manía y depresión. 4 1. ¿Qué es el pensamiento? Una definición preliminar. El pensamiento es el suceso o conjunto de sucesos mentales que ocurre más allá de las cualidades sensoriales de la experiencia. Vemos cualquier objeto, por ejemplo una flor, y el mismo se nos aparece bajo la modalidad de la percepción. Dejamos de ver el objeto pero evocamos su imagen y entonces asistimos el fenómeno del pensamiento. Lo anterior puede sintetizarse de un modo simple: la mente está poblada tanto de objetos percibidos como de objetos pensados. La anterior distinción resulta también heredera de lo que propusiera el filósofo escocés David Hume (2004) en el siglo XVIII, cuando distinguía entre dos modalidades básicas de la mente: las impresiones, que suponen el impacto de las cualidades de los objetos del mundo sobre los órganos sensoriales y las representaciones o ideas, que refieren a la actualización en la conciencia del contenido de las impresiones. En tal sentido, representar significaba para Hume el acto de volver a hacer presente en la conciencia algo que previamente se había experimentado como impresión. Para Hume, las impresiones eran fuertes o vívidas, mientras que las representaciones o ideas eran una especie de versiones o copias débiles de las impresiones. En términos del pensador escocés: “El pensamiento más intenso es siempre inferior a la sensación más débil”. Hume, como cabal empirista, agregaba que a partir de ideas simples la mente tenía la capacidad de elaborar otras más complejas. Así, a partir de las ideas simples de caballo y de humano la mente puede, en base a operaciones tan elementales como “cortar” y “pegar”, crear la idea compleja del centauro2. Este modo de pensar el proceso de elaboración de ideas complejas a partir de ideas simples resulta compatible con el hecho de que Hume haya bautizado como imaginación a la capacidad de combinar o ensamblar ideas anteriores para obtener otras nuevas. De todos modos, sea que denominemos pensamiento, imaginación o actividad representativa al proceso antes descripto, lo cierto es que —básicamente— se hace referencia a la actividad mental que se desarrolla más allá de lo inmediatamente dado a través de los órganos sensoriales. Nótese que la distinción de Hume resulta subsidiaria de la clásica diferenciación entre actividad externa e interna. La primera se homologa al mundo perceptual, mientras que la segunda referiría al mundo interior. En tal sentido resulta congruente definir al pensamiento como la manipulación interna de representaciones o símbolos mentales, tal como se propone en el ámbito de la psicología cognitiva. Por último, cabe una aclaración en relación al carácter fenoménico-singular o a la modalidad procesual a lo que, indistintamente, refiere el término “pensamiento”. Así, si —a través de un experimento imaginario— pudiera congelarse la serie o sucesión de una cadena de pensamientos podría decirse que cada foto correspondería a un pensamiento o idea particular, mientras que la sucesión como un todo referiría al proceso del pensamiento. De todos modos, conviene aclarar que no todo lo que sucede en el curso del pensamiento son ideas. Williams James (1989) distinguía entre las partes sustantivas y transitivas del pensamiento. En rigor, las ideas o representaciones se corresponderían con las partes sustantivas. Pero el curso del pensamiento incluiría también aspectos no sustantivos tales como direcciones, sensaciones no representacionales, etc. 2 Cabe vincular le teoría de Hume sobre la génesis de las ideas complejas con el paradigma C-R, cómputos o procesos que se aplican sobre representaciones. Así, en el ejemplo del centauro las operaciones o cómputos que se aplicarían sobre las imágenes o ideas de hombre y de caballo corresponderían, precisamente, a cortar y pegar. 5 2. ¿Qué es el pensamiento? Una definición corregida. Aunque aparentemente sencilla, la anterior diferenciación entre sensación/percepción versus pensamiento esconde un hecho también evidente de la vida mental: no solo pensamos en el retiro del hipotético “teatro interior” de nuestra mente, sino que pensamos también de modo simultáneo, contemporáneo o vinculado a nuestras percepciones. Así, a la visión de la flor se le yuxtapone el pensamiento de que se trata de una flor. O mientras vemos la flor, pensamos también (o imaginamos) en su aroma, su textura, su belleza. Y es probable, además, que la visión de esa flor nos evoque, mientras la seguimos observando, el recuerdo de otras, o historias de flores como la de el Principito y la rosa, o la contraposición entre la naturaleza de la flor y la aridez de la maceta que la contiene. También es probable que mientras vemos la flor no pensemos en absoluto nada vinculado con ésta ni con ninguna otra flor porque, a pesar de estar viendo una en particular, nuestra mente simplemente se encuentra absorta “en otra dimensión”, elucubrando cuestiones tales como nuestros planes o preocupaciones cotidianas, el diálogo interior que entablamos con alguna persona o el sentido en que la psicología cognitiva se diferencia o no de otros paradigmas de esa ciencia. En este caso, tal como se dijo en al parágrafo anterior, nuestro pensamiento sí parece discurrir de modo paralelo o independiente de la experiencia perceptual inmediata. El pensamiento resulta entonces el suceso o conjunto de sucesos mentales que ocurre, o bien más allá de las cualidades sensoriales de la experiencia, o bien en una íntima yuxtaposición contemporánea conectada con tales cualidades experienciales, aun cuando sea independiente de las mismas. 3. Pensamiento, afecto e intención: una contextualización necesaria para precisar sus identidades e intersecciones En una clasificación clásica de la amplia geografía de lo mental se ha distinguido entre fenómenos cognitivos (o del pensar), afectivos (o del sentir) e intencionales (o del querer). Dicha concepción tripartita sobre el universo mental se ha expresado con diferentes términos e incluido en diversos tipos experienciales. Así, fenómenos como conocimiento, pensamiento y creencias han sido adscriptos al universo de la cognición; emociones, sentimientos y estados anímicos confieren dimensionalidad al universo afectivo y, por último, fenómenos como intención, motivación, deseo y voluntad definen el repertorio de los fenómenos del querer. Tal división tripartita también ha sido expresada en términos de entidades y/o de funciones mentales. En tal sentido, desde hace siglos se han venido postulando las clásicas distinciones entre razón y emoción, intelecto y pasión o entre conocimiento y voluntad. La misma noción de mente no ha escapado a la taxonomía dicotómica cuando, luego de adscribirla al intelecto y a la razón, se la termina oponiendo al sentimiento y a la pasión3. Desde la perspectiva de esas distinciones cuasi binarias, el pensamiento quedaría circunscripto a las cualidades representacionales de los objetos mentales (tengan o no origen en el universo físico), mientras que el afecto aparece homologado a una especie de energética o cualidad no representacional,cuya vinculación con el objeto representacional propiamente dicho puede ser más o menos necesaria o contingente. 3 De todos modos, conviene señalar que en inglés el vocablo “Mind” refiere de modo no ambiguo a la mente en general. En cambio, en castellano, la palabra “mente” tiene al menos dos connotaciones: a) Por un lado refiere a mente en general y 2) Por otro, refiere a “mente intelectiva”, razón o intelecto y, por ende, su significado se diferencia y hasta se contrapone a lo que significarían “mente afectiva” o “desiderativa”. 6 Así, desde un saber preteórico4 podemos distinguir entre el rostro de la persona amada y el sentimiento que nos provoca verla; lo cual nos permite elucubrar, ya de modo teórico, que — en tanto objeto representacional— ese rostro portará similares cualidades objetivas reconocidas por diferentes observadores, aunque subjetivamente será valorado y, por ende, percibido de modo diferencial por el enamorado. En otros términos: aunque todos puedan reconocer ese rostro como propio de esa persona, el enamorado lo percibirá desde la mirada de su sentimiento. Ese tipo de distinciones resultan solidarias de la clásica diferenciación freudiana entre representación y afecto. Recordemos que para la metapsicología del psicoanálisis el vínculo de unión entre esos fenómenos reviste un carácter contingente, de modo tal que un afecto, en tanto energética dinámica ligada a una representación, podría escindirse de la misma y, en su tránsito, pasar a investir cualquier otra. En esas tradiciones clasificatorias el pensamiento constituye el homólogo de la representación o la idea, la cual lo distingue de la emoción, del deseo y de la voluntad de actuar. Sin embargo, las distinciones que pueden establecerse desde las abstracciones didácticas se nos rebelan amalgamadas en el plano de la real. Comencemos por el inocente ejemplo del rostro de la persona amada. ¿Acaso el enamorado no percibe un rostro representacional diferente del que pueden ver otros sujetos carentes de tal sentimiento? ¿No existe alguna faceta representacional, un brillo, un matiz en la mirada, un rubor, etc. que “la magia del sentimiento” ha conferido al objeto? Cuestiones que nos conducen a especular sobre aquello de que “la belleza está en el ojo de quien mira” amerita un giro de significado, a saber: “Aun cuando la belleza encuentre su origen en el ojo de quien mira, eso no quita que su destino también abarque al objeto donde se deposita” En otros términos, mirar un rostro o lo que fuere bajo la mirada del amor u otro sentimiento ¿no constituye en algún sentido que lo que se percibe es ya otro objeto ahora transfigurado? El filósofo Jean Paul Sartre (1959) lo definió con claridad cuando en su “Esbozo de una teoría de las emociones” sentenció que la “la emoción es una transformación mágica del mundo” Otro importante aporte conceptual puede encontrase en la obra de Wilhelm Dilthey (1951), padre de la psicología comprensiva. Cuando el filósofo y psicólogo alemán describe la estructura de la vida psíquica, cuya unidad de análisis la constituye la vivencia, destaca la íntima conexión entre representación, afecto y volición. Al respecto sugiere que al proceder a una especie de disección de una vivencia (es decir, un hipotético corte sincrónico en el proceso de nuestra vida mental) se pone de manifiesto la indisoluble conjunción entre pensamiento, sentimiento y deseo. El autor nos invita a pensar que, por imperio de la imaginación, podemos concebir a un soldado que, a punto de morir en el fragor de la batalla, observa su escena como un simple espectador desprovisto de cualquier afecto ligado al miedo. Del mismo modo, podríamos también imaginarlo experimentando un “miedo puro” que careciera absolutamente de la intención de proyectar un acto volitivo orientado a evitar el fatal desenlace que parece aguardarle. Pero tales elucubraciones no sino abstracciones improbables, porque en la vivencia real del hipotético soldado lo más verosímil es suponer esa indisoluble amalgama entre representación, miedo y voluntad liberadora. 4 Saber preteórico refiere al saber anterior a cualquier teorización de carácter científico, académico o filosófico. 7 Otra tradición importante que puede contribuir a precisar el significado y alcance de la noción de pensamiento representacional se remota a la tesis de la intencionalidad de la conciencia propuesta por el filósofo y psicólogo Franz Brentano. En el contexto de distinguir lo que caracterizaba a los fenómenos psicológicos distinguiéndolos de los físicos, Brentano (1936) postuló el concepto de intencionalidad5. La intencionalidad refiere al hecho de que toda conciencia es siempre objeto de algo o que tiene un contenido o un dirigirse a algo que la trasciende. Así, Brentano distingue entre el acto mental y su objeto. En una clásica sentencia lo sintetiza así: “Todo fenómeno psíquico está caracterizado por lo que los escolásticos de la Edad Media han llamado la inexistencia intencional (o mental) de un objeto, y que nosotros llamaríamos, si bien con expresiones no enteramente inequívocas, la referencia a un contenido, la dirección hacia un objeto (por el cual no hay que entender aquí una realidad), o la objetividad inmanente. Todo fenómeno psíquico contiene en sí algo como su objeto, si bien no todos del mismo modo. En la representación hay algo representado; en el juicio hay algo admitido o rechazado; en el amor, amado; en el odio, odiado; en el apetito, apetecido, etc. Esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los fenómenos psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con lo cual podemos definir los fenómenos psíquicos, diciendo que son aquellos fenómenos que contienen en sí, intencionalmente, un objeto.” Franz Brentano. Psicología desde un punto de vista empírico. Años más tarde el concepto de intencionalidad derivaría en una teoría más elaborada donde se destacan los aportes del filósofo John Searle. En primer lugar este autor incluye a la intencionalidad dentro de los cuatro atributos que, a su juicio, resultan definitorios de lo mental (conciencia, subjetividad, intencionalidad y causación mental). No obstante también aclara que la intencionalidad caracteriza a un vasto subconjunto de estados mentales, pero no a todos. Así, la creencia de que las serpientes son venenosas y el miedo a las serpientes serían estados intencionales en la medida en que, en ambos casos, se refieren a algo (i.e. a las serpientes). Pero, según Searle (1988), las ansiedades o angustias difusas que no parecen dirigirse a objeto alguno serían estados no intencionales. Podríamos entonces homologar los pensamientos a estados intencionales y reservar el afecto a estados no intencionales. Pero tal homologación quedaría incompleta porque ciertos estados afectivos como los temores vinculados a objetos serían una especie de sucesos duales: tanto representacionales como, a la vez, afectivos. En otros términos: aunque la creencia de que “las serpientes son venenosas” sea claramente un pensamiento, subsiste cierta indeterminación para caracterizar al “temor de ser mordidos por una serpiente”, dado que —en algún sentido— se trataría tanto de una emoción como de un pensamiento. Adicionalmente, Searle (1992) destaca que un mismo objeto puede ser aprehendido bajo diferentes tipos o modalidades mentales. Así, dice ese autor, puedo “creer” que saldré de una habitación, puedo “querer” salir de la misma o puedo “intentar” hacerlo. El objeto mental es el mismo en los tres casos (salir de la habitación) pero mi conexión hacia el mismo puede ser bajo el modo de la creencia, del deseo o de la intención. No obstante, aunque los tres casos sean claramente disímiles, adscribirlos como pensamientos tienesentido. En el primer caso es claro que me represento un estado de cosas en el mundo (la discrepancia entre el estado inicial, adentro de la habitación; y el estado final, afuera). En el último caso va implícita la existencia más o menos elaborada de un plan (me 5 Debe distinguirse el concepto filosófico “intencionalidad” propuesto por Brentano del concepto psicológico de “intencionalidad” vinculado a intenciones o propósitos. 8 imagino el tránsito que conduce desde la puerta hacia el afuera). Y el segundo caso, a pesar del aparente forzamiento de la adscripción, también amerita ser conceptualizarlo como pensamiento en la medida en que el deseo de salir de la habitación, además del componente valorativo, supone —una vez más— la representación del estado inicial, el final y el tránsito que conduce de uno a otro. El concepto de intencionalidad de Searle y sus implicancias para caracterizar el pensamiento: Sinopsis Searle (1992) destaca que un mismo objeto puede ser aprehendido bajo diferentes tipos o modalidades mentales. Así, puedo “creer” que lloverá, puedo “querer” que llueva o puedo “temer” que llueva. El objeto mental es el mismo en los tres casos (la lluvia que podría ocurrir) pero mi conexión hacia el mismo puede ser bajo el modo de la creencia, del deseo o del temor. No obstante, aunque los tres casos sean claramente disímiles, adscribirlos como pensamientos tiene sentido. En el primeo, que aparece como paradigmático del pensamiento en tanto representación, es claro que me represento un estado de cosas en el mundo (la lluvia). Sin embargo, el segundo y el tercer caso también resultan consubstanciales del mismo objeto representacional (i.e. la lluvia). Así mi deseo o en mi temor de que llueva también resultan inseparables del contenido representacional “lluvia”. Lo cual permite advertir que, en la medida en que refieran a un objeto, los deseos y los temores resultan también, en algún sentido, variedades del pensamiento. Al respecto, cierta expresiones del lenguaje natural resultan reveladoras, como cuando solemos expresar este tipo de frases: “Entonces tuve una idea clara de lo que quería” o “Entonces vino a mi mente ese pensamiento horrible de lo que él pensaba hacer, lo que me inundó de miedo” Cuadro 1: El concepto de intencionalidad de Searle sugiere que, en algún sentido, no solo las representaciones cognitivas serían instancias de pensamientos, sino también otros tipos de fenómenos mentales como los deseos y los temores. En síntesis, se ha intentado mostrar que los límites entre pensamiento, emoción y deseo suelen ser borrosos y, por ende, se resisten a la precisión clasificatoria que un saber científico precipitado pretendería adscribirles. 4. Pensamiento e imaginación: una sinergia cooperativa Si nos remontamos a la tradición de Hume pensamiento e imaginación podrían homologarse como fenómenos idénticos o, al menos, del mismo tipo. Es decir: casos particulares de la actividad representacional de la mente. Simulacros internos de la mente en ausencia de objetos sensoriales presentes en el aquí y ahora, o actividades que más allá de anclarse en objetos presentes desbordan sus cualidades sensoriales. Considerados de esa manera, pensamiento e imaginación suponen juegos de virtualidades mentales que trascienden lo real, más allá de que puedan operar en ese nivel. Pero más allá de esa supuesta armonía identificatoria podemos especular (es decir, dar rienda suelta a la imaginación o al pensamiento) que ambos fenómenos resultan diferentes. Por cierto tal especulación podría dar lugar a un cúmulo de tratados epistemológicos cuyo carácter desborda este trabajo. Por eso, en cambio, adoptaremos lo que el psicólogo Edward de Bono (1991) denomina “provocación operativa” o, también, “idea trampolín”. Una provocación operativa no es más que una idea arbitraria que se postula no ya por su supuesto valor de verdad sino por su potencialidad de conducir a otra idea cuyo valor resulta, en principio, incierto. Nuestra provocación operativa resulta entonces la siguiente: 9 “La imaginación es la punta de la flecha que guía al proceso del pensamiento”. En el principio es la imaginación en su actividad salvajemente exploratoria la que confiere al pensamiento un objeto en el cual pensar. Desde tal perspectiva, pensar es proveer una lógica demostrativa o productiva al servicio de un objeto que se presenta en la imaginación a modo de posibilidad. Para ilustrar lo anterior pensemos en las hipótesis (científicas o de la vida), pero no en términos de proposiciones ya manifiestas a la espera de demostración o corroboración empírica, sino en términos de conjeturas mentales más o menos difusas a la espera de una entidad de la que aún carecen. Expresado en otros términos, la actividad exploratoria de la imaginación, sea en la ciencia, el arte, el diseño, el proyecto o la misma vida misma en tanto proyecto personal, construye el horizonte al que se dirigen las potencias intelectuales del pensamiento para su plasmación. Esta particular “sociedad mental” a veces genera logros o productos variados más o menos tangibles y a veces simplemente se agota en los juegos mentales del ensueño y la fantasía. Pero siempre parecen exhibir un patrón común: la imaginación le “confiere letra” a las potencias del pensamiento para ponerlo en acción. Pero, vayamos un paso más allá de la provocación operativa. A veces, la imaginación no solo confiere letra al pensamiento, sino también la misma inventiva necesaria para que el último termine siendo operativo. Lo cual amerita concluir con una nueva provocación operativa de llegada cuyas implicancias habría que desarrollar en otro trabajo: el pensamiento es hijo de la imaginación creadora. 5. Pensamiento como fluir de la conciencia y como proceso orientado a meta y sujeto a restricciones: Esbozo de una taxonomía del pensamiento En su texto “Pensamiento”, Gustavo González (1987), luego de argumentar sobre la dificultad para definir teóricamente ese término, en razón de su carácter polisémico y de su uso anárquico, propone —a los efectos de ordenar su campo fenoménico— distinguir dos encuadres: a) el pensamiento como fluir de la experiencia consciente y b) el pensamiento como proceso orientado a reglas y sujeto a restricciones6 A modo de síntesis, en la figura 1 se esquematizan las dos variedades del pensamiento sugeridas por G. González junto a algunas de las manifestaciones que incluyen. 6 En el original, el autor lo denomina “pensamiento como proceso orientado a reglas y sujeto a reglas”. Aquí preferimos utilizar la expresión “sujeto a restricciones” porque nos parece más abarcativa. En cambio, “sujeto a reglas” se aplica mejor al ámbito del pensamiento lógico. 10 Figura 1: Esbozo de una taxonomía del pensamiento. Adaptado de G. González (1987) El pensamiento como fluir de la experiencia consciente Este tipo de pensamiento refiere a los procesos mentales que parecen fluir sin una dirección o propósito determinados. En otros términos: la mente parece vagar o deambular espontáneamente siguiendo su propia inercia. Un antecedente de esta clase de pensamiento quedó magistralmente ejemplificada en la metáfora de "la corriente de la conciencia" formulada por el gran psicólogo William James (1989). En sus "Principios de Psicología", obra clásica de la Psicología publicada en 1890, James compara al pensamiento con el fluir de un río, asignándole -entre otras- dos características básicas: la continuidad y la inestabilidad. En efecto, un simple ejercicio introspectivo nos revela que nuestra vida mental puede entenderse como la caleidoscópica sucesión de nuestros estados de experiencia, donde los pensamientos ocupan una porción fundamental. Nos referiremos conmayor detalle a las ideas de James y a sus implicancias en la sección 8. Como se señala en el texto de Gustavo González, el ejemplo paradigmático del pensamiento como fluir de la experiencia consciente aparece representado por fenómenos como el ensueño y la fantasía diurna. Así, a través de una simple retrospección podemos reconocer que parte de nuestra vida mental está representada por cierto tipo de cadenas eslabonadas o guionadas de pensamientos que conforman especies de “elucubraciones” o “viajes mentales” que, a veces, suelen derivar en fantasías desiderativas. (i.e. los ensueños diurnos que experimentamos en un viaje en micro, o en una noche de profundo insomnio o cuando no podemos hacer mucho más que "estar a solas con nuestros pensamientos") Adicionalmente, el pensamiento como fluir de la conciencia incluye también otro tipo de manifestaciones como el pensamiento asociativo espontáneo, los monólogos y diálogos interiores, las ocurrencias azarosas y las narrativa mentales. También nos referiremos a estas particularidades en próximas secciones. El pensamiento como proceso orientado a metas y sujeto a restricciones 11 Esta modalidad del pensamiento refiere a un tipo de proceso mental caracterizado por la necesidad de alcanzar un objetivo o meta que se representa en la mente con mayor o menor nivel de fuerza y nitidez. Aplica específicamente a aquellas formaciones del pensamiento donde las potencias intelectuales se dirigen hacia un fin transitando diversos caminos pero, al mismo tiempo, atendiendo a una serie de restricciones determinadas por la naturaleza de la situación. En términos enumerativos, esta variedad de proceso mental de pensamiento se expresa en fenómenos tales como la resolución de problemas, el razonamiento, la elaboración de hipótesis, la formación de conceptos, la clasificación, el análisis, la síntesis, la comprensión, la interpretación, la explicación, la argumentación, etc. Como podrá advertirse, cada uno de los elementos de la lista anterior posee un denominador común: parece implicar un propósito del pensador en pos de una meta determinada. Adicionalmente, cabe destacar que esta variedad de pensamiento "hereda" ciertas particularidades producto de su naturaleza básica. Así, su filiación al plano propositivo define una arquitectura mental abstracta donde, entre otros aspectos y a modo de elementos, cabe distinguir las metas a alcanzar, los puntos de partida y las posibles operaciones o cursos de acción que podrían accionarse. Lo anterior define una especie de espacio simbólico en que el pensador desarrolla su actividad, donde éste se representa determinada información inicial y determina algún punto de llegada bajo cierto tipo de posibilidades de actuación, aunque no cualquiera. Es precisamente la existencia de esas limitantes lo que justifica la expresión "sujeto a restricciones" para caracterizar a este proceso de pensamiento, en la medida en que el pensador asume, con mayor o menor razón, que cierto tipo de operaciones mentales resultan legítimas o factibles, mientras que otras no. Esta particularidad de simbolizar diferentes aspectos de la realidad en aras de avanzar hacia una meta ha justificado que —como señala G. González— en el marco de las definiciones académicas sobre pensamiento sobresalgan las siguientes propiedades: El pensamiento supone una detención de la acción motora para instaurar una acción reflexiva. En otros términos: el pensamiento supone un llamado a la reflexión tendiente a encauzar la conducta hacia un fin determinado, de un modo más adaptativo. En tal sentido, el pensamiento cumple la función de controlar y a la vez generar la experiencia inmediata y mediata. El pensamiento supone una serie de acciones u operaciones internalizadas, que el pensador realiza sobre la base de una previa representación del problema o situación. En otros términos, el pensamiento opera a nivel de las representaciones virtuales de los objetos reales y no directamente sobre estos, de los que se ha independizado. Tales operaciones se vehiculizan a través de la manipulación y transformación de símbolos mentales. El pensamiento constituye una réplica en miniatura (v.g. una representación o simulacro interno) de una situación-problema. En otros términos: la elucubración de la solución a un determinado problema se realiza en una especie de “teatro de operaciones” o “taller mental” donde los objetos reales son se hallan replicados, simulados y puestos a funcionar en pos de comprender sus relaciones dinámicas. El pensamiento es una proceso simbólico que permite "llenar los huecos de la experiencia” (Bartlett, 1958), con un fin adaptativo. Lo cual remite a la idea de que el pensamiento adviene a modo de necesidad cuando nuestros repertorios de hábitos y memorias cristalizadas resultan insuficientes para avanzar hacia la 12 resolución de un problema. En otros términos: cuando no sabemos cómo resolver una situación por carecer de las recetas necesarias, nos vemos entonces obligados a pensarlas en tanto actos originales. El pensamiento como proceso propositivo orientado a metas y sujeto a restricciones: Sinopsis 1. Proceso mental caracterizado por la necesidad de alcanzar un objetivo o meta que se representa en la mente con mayor o menor nivel de fuerza y nitidez. 2. Incluye: resolución de problemas, razonamiento, elaboración de hipótesis, formación de conceptos, clasificación, análisis, síntesis, comprensión, interpretación, explicación, argumentación, etc. 3. Implica un propósito del pensador en pos de una meta determinada. 4. Supone una arquitectura mental abstracta donde, entre otros, cabe distinguir -a modo de elementos- los estados-metas, los estados iniciales y las posibles operaciones que pueden realizarse. 5. Implica la existencia de un espacio simbólico en que el pensador desarrolla su actividad, y donde éste se representa determinada información de partida, determinado algún punto de llegada y cierto tipo de posibilidades de actuación. 6. “Sujeto a restricciones” alude al hechos el pensador asume (con mayor o menor razón) que cierto tipo de operaciones mentales resultan legítimas mientras que otras no. Cuadro 2: El pensamiento como proceso propositivo orientado a metas y sujeto a restricciones: Sinopsis (adaptado de G. González, op. cit.) 6. El pensamiento y la resolución de problemas. La resolución de problemas constituye un caso paradigmático del pensamiento como proceso orientado a metas y sujeto a restricciones. Además, representa un capítulo importante de la psicología cognitiva del pensamiento. Una definición estándar de problema señala que “Un problema es una discrepancia, negativamente valorada, entre dos estados de cosas: una situación inicial y una situación final” (G, González, op. cit.; F. González, 1992) Estamos acá y algo no nos gusta. Entonces quisiéramos estar allá, donde imaginamos que estaríamos mejor. Cómo no sabemos cómo llegar allá partiendo de acá, tenemos que pensar. Solucionar problemas es entonces el arte de imaginar soluciones efectivas. Es decir que porten el potencial de arribar adonde querríamos o a donde necesitamos ir. Figura 2: La estructura básica de un problema 13 En la figura 2 se representa esquemáticamente la estructura de un problema distinguiendo el estado inicial, el estado final y los posibles cursos de acción. Sin embargo, no se representa el hecho de que no todos los posibles cursos de acción representan soluciones admisibles. Es decir: no se aclara sobre la naturaleza de las restricciones que obligan a descartar posibles cursos de acción. Para ejemplificar todo lo anterior imaginemos una situación trivial de la vida cotidiana. Acabamos de mudarnos y al advertir la estrechez de la puerta de entrada nos asalta esta duda: ¿Podremos hacer entrar por allí ese sillón de tres cuerpos quehemos comprado recientemente y cuyo estado es impecable? Probablemente este tipo de duda no atañe a los individuos planificadores que previamente tomaron recaudos procediendo a medir el tamaño de los objetos y el de las entradas. Podríamos decir que ellos supieron anticiparse y prevenir el problema que a otros los asalta ahora. Imaginemos también el modo típico de actuar de quien está más dispuesto a la acción impulsiva que al pensamiento resolutivo. Probablemente insistirá en forzar el pasaje del sillón a costa de poner en riesgo su impecable estado. Supongamos que sus sucesivos intentos han fracasado. Imaginemos entonces que incurre ahora una reacción típica de algunas personas: enojarse con la realidad. Entonces podemos verlo con gesto desencajado golpeando algún objeto o insultando en voz alta al arquitecto que diseñó el inmueble y no atendió al detalle de hacer puertas más grandes, etc. Mientras eso ocurre, otro participante allí presente que hasta ahora solo ha observado silenciosamente la situación, interrumpe para decir: “¿Y si lo giramos y lo rotamos y lo hacemos entrar de costado primero por la parte de adelante y luego la de atrás?: probemos” Entonces, cual MacGyver familiar, dirige una acción que casi “mágicamente” conduce al anhelado ingreso del sillón. El anterior ejemplo, a la vez que representa una conocida postal de la vida cotidiana ilustra sobre la naturaleza del pensamiento en la resolución de problemas. Ante todo convengamos que la situación descrita aplica al estándar de lo que constituye un problema. En efecto, se parte de una situación inicial (el sillón está afuera) y se postula una meta necesaria (el sillón debe estar adentro). Resolver el problema entonces radica en aplicar un curso de acción que conduzca del estado inicial al final. Es decir: ingresar el sillón. En primer lugar, el ejemplo ilustra aquello de que el pensamiento supone una detención de la acción inoperante, en pos de la reflexión conducente a un curso de acción más efectivo. En segundo lugar, ilustra el carácter de simulacro mental interior que asume el pensamiento de quien resuelve el problema. Mientras el pensamiento torpe fracasa por su compulsión a la acción inconducente, el pensamiento efectivo resuelve primero en el plano de la virtualidad lo que luego ejecuta en el plano de la realidad. Así podemos imaginar (teoría de la mente mediante) que el improvisado MacGyver que logra ingresar el sillón, en su taller mental interior ha pensado previamente en un sillón imaginario al que sometió a operaciones básicas como rotar, girar, desplazar en semicírculo, etc.7 8 , lo cual le sirve luego, a modo de plan, para operar sobre la realidad. 7 Nuevamente vemos en acción lo que se describe en el paradigma C-R. En este caso el sillón es el objeto representacional sobre el que se aplican una serie de cómputos u operaciones tales como girar, rotar, voltear, etc. 8 No necesariamente debe suponerse que el pensamiento reflexivo antecede a la acción. A veces, el pensamiento práctico se despliega simultáneamente sobre la acción misma en tiempo real, del mismo 14 Para ilustrar ahora sobre el carácter restrictivo de algunos cursos de acción que podrían presentarse como soluciones aunque, de hecho no lo son, especulemos con las siguientes situaciones de carácter absurdo. Imaginemos que ante el fracaso inicial del “resolvedor impulsivo” y antes de que nuestro MacGyver familiar comience a operar, alguien propusiera algunos de estos estrafalarios planes de solución: 1. “¿Y si tele transportamos el sillón?” 2. “¿Y si lo movemos con la mente vía psicokinesis?” 3. “¿Y si lo serruchamos en dos partes, lo ingresamos y luego lo pegamos con un pegamento?” El carácter deliberadamente exagerado de esas “soluciones locas” pretende ilustrar algunas realidades de la resolución de problema, a saber: a) No cualquier solución que se presente como tal resultará una solución efectiva y b) Existen soluciones que aun siendo efectivas violan un marco implícito de restricciones que forma parte del mismo planteo del problema. Así, las “soluciones” 1 y 2 violan el principio de realidad9. Mientras que la “solución” 3 ilustra claramente que no estaremos dispuestos a asumir soluciones cuyos perjuicios colisionen con el objetivo a cumplir. En síntesis, hemos intentado mostrar que un problema supone una situación donde es necesario operar en pos de transformar un estado inicial en un estado final, pero sobre el marco de una conjunto de restricciones que operan de modo explícito o implícito, determinando que las posibles soluciones no solo deben ser efectivas sino razonablemente satisfactorias. Por último, cabe considerar que, como se expresó al inicio, la resolución de problemas constituye un capítulo importante de la psicología cognitiva del pensamiento. Como tal incluye el estudio de una serie de tópicos y subcapítulos tales como las taxonomías de los problemas10, los marcos de aceptabilidad de las soluciones11, las estrategias de solución12, la estructura abstracta inherente al proceso de resolución de problemas13, etc. Para un tratamiento más exhaustivo sobre algunos de esos temas remitimos al texto de Gustavo González (op. cit.) modo que el pensamiento conceptual puede surgir del mismo contexto al que se va aplicando momento a momento. 9 Ello con independencia de la plausibilidad teórica y fáctica de la tele transportación física o algún sistema de telekinesis neural. Obviamente, en el contexto en que se plantea el problema resulten netamente injustificables. 10 Aquí suelen distinguirse cuestiones como si los problemas están bien mal definido, orientados de modo positivo o negativo, etc. 11 Herbert Simon, Premio Nobel de Economía que realizó importantes contribuciones a la psicología cognitiva y a la inteligencia artificial propuesto la distinción entre resolver un problema por optimización (de modo ideal o perfecto) versus resolverlo por satisfacción (de modo aceptable o razonable) 12 Refiere a los diferentes tipos de estrategias y tácticas que puede adoptar una persona cuando afronta un problema. 13 Refiere a la arquitectura cognitiva que debería tener un sistema de resolución de problemas real o artificial. Al respecto cabe citar el proyecto de General Problem Solver (GPS) o Solucionador General de Problemas, un programa de ordenador creado en 1957 por Herbert Simon, J.C. Shaw, y Allen Newell con el objetivo de construir un sistema capaz de resolver problemas de carácter general. 15 7. El pensamiento conceptual: analizar, abstraer, reflexionar, comparar, discernir, contraponer, elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar. Suele atribuirse a Sócrates el descubrimiento del concepto como herramienta fundamental del conocimiento. En tal sentido, no resulta abusivo afirmar que el concepto es la unidad elemental del pensamiento, en tanto proceso mental discursivo en pos de un fin. Tal fin abarca un vasto universo mental que incluye tópicos tales como las ideas abstractas que subyacen a las palabras, las categorías a través de las que ordenamos y clasificamos el mundo externo e interno, las ideas científicas y filosóficas, etc. En otros términos, resulta difícil imaginar cómo serían nuestros universos mentales si careciéramos de la capacidad de conceptualizar. Los conceptos están tan profundamente arraigados como piezas fundamentales en nuestro sistema cognitivo que eso ha justificado homologar pensar a conceptualizar. En “Funes el memorioso”, esa exquisita ficción sobre la memoria escrita por Jorge Luis Borges (1974), el autor lo sugiere de modo tangencial cuando reflexiona sobre la prodigiosa (y perfecta) capacidad de recordar del personaje Ireneo Funes: “(Funes), era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo lecostaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversas forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)” “(…) Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi Inmediatos” Jorge Luis Borges, Funes el memorioso. Volviendo a Sócrates, recordemos que a través del denominado método mayéutico14 el filósofo ateniense invitaba a sus interlocutores a reflexionar sobre el significado de ideas tales como la verdad, el bien o la justicia. A través de un juego dialógico, basado en preguntas y respuestas, Sócrates propiciaba que las personas “dieran a luz” un saber que hasta ese momento permanecía inadvertido. Ese saber era precisamente el concepto y refería a las notas esenciales determinantes de algo. En tal sentido, lo definitorio del concepto es poder precisar el alcance y el límite de una idea. Desde el punto de vista lingüístico el concepto aparece ligado a un término o palabra, a su vez expresada a través de un sonido. Recordemos que en la teorización de signo lingüístico de Ferdinand de Saussure (1945), el concepto se corresponde con la imagen mental y porta el significado; mientras que la palabra expresada en un sonido arbitrario o imagen acústica, corresponde al significante. Pero más allá de la teorización lingüística, en la diacronía del lenguaje los conceptos suelen expresase bajo el formato de una proposición afirmativa del tipo “A es B”. Decir por ejemplo que “perro es un animal mamífero cuadrúpedo y doméstico que convive con el hombre como mascota” es pretender determinar cuáles son las notas o propiedades definitorias que permiten recortar y delimitar ese objeto de la experiencia para distinguirlo de todo lo demás. Del mismo modo, decir que la “angustia es un temor opresivo sin causa precisa que se expresa como aflicción, congoja o ansiedad” es realizar un ejercicio análogo, pero ahora aplicado al universo psicológico afectivo. 14 El término “mayéutica” proviene del griego μαιευτικóς, maieutikós, «perito en partos»; μαιευτικη´, maieutiké, «técnica de asistir en los partos». Más coloquialmente significa “partera” y metefóricamente la que ayuda a “dar a luz”. Para Sócrates la misión del filósofo y del maestro era precisamente ayudar a dar luz un saber que el discípulo ya tenía, aunque no lo supiera. 16 Los anteriores ejemplos ilustran tanto sobre la función de los conceptos como sobre sus dificultades o límites. Porque conforme sea el universo de discurso y su pragmática (su utilidad o su para qué) el modo de conceptualizar demandará diferentes rigurosidades. Así, si el universo de discurso fuera el de la zoología, “perro” o más precisamente “Canis lupus familiaris” pasaría a significar “mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, que constituye una subespecie del lobo o canis lupus”. Del mismo modo, en un contexto psicológico determinado “angustia” significaría: “Un estado de gran activación emocional que contiene un sentimiento de miedo o aprehensión. Clínicamente se define como una reacción de miedo ante un peligro inconcreto y desconocido. Se emplea también como sinónimo de ansiedad o para referirse a la expresión más extrema de ésta”. Diccionario de psicología. Rosa Vera García. Mientras que en el contexto del psicoanálisis freudiano significaría: “Reacción del individuo cada vez que se encuentra en una situación traumática, es decir, sometido a una afluencia de excitaciones, de origen externo o interno, que es incapaz de controlar”. Laplanche y Pontalis, Diccionario de psicoanálisis Lo anterior remite al problema de la conceptualización, lo cual queda indisolublemente asociado a los límites de la definición. En efecto, definir refiere a la posibilidad de expresar con precisión lingüística el significado de un concepto o idea. Pero esto suele comportar un doble problema a saber: el límite de las palabras para expresar el concepto y el límite del pensamiento para precisar la dimensionalidad intrínseca de un concepto. Respecto del problema del límite de las palabras para aprehender la realidad, esta cita del escritor Gilbert Chesterton, resulta tan paradigmática como elocuente: «El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal (…) Cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de una bolsa salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo” G. Chesterton, citado por Borges en. Respecto del problema de las dificultades y límites del acto de conceptualizar viene al caso referir el análisis que realiza el filósofo Paul Churchland (1992) en “Materia y conciencia”, un polémico texto sobre filosofía de la mente. Allí, sus autores argumentan que el problema de las relaciones entre mente y cerebro y el de la inteligencia consciente (íntimamente emparentados, según el autor) resulta arduo porque, en rigor, no constituye un solo problema sino cuatro entrelazados, a saber: 1. El problema ontológico (relativo a la existencia y esencia de las cosas) 2. El problema epistemológico (relativo al conocimiento que tenemos sobres las cosas, incluyendo sus posibilidades y límites) 3. El problema semántico (relativo al significado que le damos a las palabras) 4. El problema metodológico (relativo a los métodos que utilizamos para descubrir, describir, explicar y predecir los fenómenos que investigamos) Si a la luz de esas distinciones y a modo de ejemplo, retomamos el concepto de la angustia antes apuntado para considerar los problema de su conceptualización, podríamos señalar que definir ese concepto resulta dificultoso porque, en rigor, su esencia última nos resulta intangible y opaca en tanto objeto de conocimiento (problemas ontológico y epistemológico), a lo que se suma que debemos partir de una vastedad de significados dados por los diversos usos que hacemos del término “angustia” en nuestro lenguaje natural 17 (problema semántico) y, por último, porque cualquier plan metodológico para aprehender su significado quedará supeditado al modo en que previamente lo conceptualizamos, ya sea a nivel preteórico o teórico (problema metodológico) Si a pesar de las dificultades anteriores no cedemos en nuestro empeño de arribar el significado de los conceptos quizás sea —en última instancia— porque nuestro aparato cognitivo se encuentra equipado con una serie de operaciones mentales aplicables a las demandas requeridas. Es por esto que conceptualizar, en tanto actividad cognitiva básica del pensamiento, supone la colaboración de una serie de otras actividades o procesos cognitivos que resultan subsidiarios, tales como analizar, abstraer, comparar, discernir, contraponer, elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar, etc. Cada una de esas actividades supone un trabajo mental sobre una materia prima de origen (ya sea un concepto previo determinado que funciona como punto de partida o un proto- concepto vago e incipiente que alcanzará su estatus de concepto como resultado de las operaciones mentales que se le apliquen) Así, si tomamos como ejemplo la definición de angustia y sus variados matices advertiremos que no se trata solo de un problema de definición sino del modo en que deberíamos interpretar y conceptualizar ese cúmulo de experiencias tan parecidas como disímiles que denominamos con la palabra “angustia”. Y esto supone entonces que debamos enumerar, analizar, cotejar, comparar,discernir, abstraer y sintetizar cada uno de los posibles matices del objeto bajo estudio, en pos de arribar a una síntesis que porte las notas esenciales y definitorias, a la vez que abarque aquellos matices que consolidan el significado del fenómeno. Expresado en categorías propias de la psicología cognitiva, específicamente en la terminología del paradigma C-R, podría decirse que el proceso de arribar a una síntesis conceptual de un fenómeno u objeto determinados supone la aplicación de una serie de cómputos u operaciones mentales sobre una representación o proto-representación. De tal modo, analizar, abstraer, reflexionar, comparar, reflexionar, discernir, contraponer, elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar representan algunos de los tantos bloques funcionales de los que se vale el pensamiento para lograr sus fines. 8. Pensamiento y consciencia: La corriente del pensamiento y el fluir de la conciencia Como se mencionó antes, en “Principios de Psicología” (Op. Cit.), acaso una de las mayores obras de la psicología, Willian James compara el fluir del pensamiento con la corriente o curso de un río. A través de esa metáfora James hace alusión a la cualidad del pensamiento en que éste parece simplemente fluir. James asigna al pensamiento y a su fluir una serie de características básicas, de las que, por razones didácticas, cabe referir las tres siguientes15: 1. Todo pensamiento tiende a ser una parte de la conciencia personal. Como cualquier otra experiencia subjetiva el pensamiento no existe como una entelequia anónima ni como la experiencia de un sujeto universal. En cambio, todo pensamiento es el pensamiento de alguien y, por ende, se experimenta bajo el formato de la subjetividad. Siempre hay un yo que piensa, que razona, que elucubra, que sospecha, que analiza o que sintetiza. Los pensamientos nunca son danzas etéreas que habitan inconcebibles espacios transpersonales. Pero sí representan el tráfico de las mentes reales y personales. 15 La descripción de las tres propiedades que propone James no comportan citas textuales del autor sino un parafraseo interpretativo del autor de este trabajo. 18 2. Inestabilidad: En cada conciencia personal el pensamiento cambia constantemente. Ningún pensamiento o estado mental es estable: la regla parece más estar dada por la permanente mutación. Ningún pensamiento o estado mental resulta igual a otro. Ningún pensamiento puede ser imaginariamente atrapable porque al momento en que pareciera que hemos podido asirlo ya se ha transformado en otro. La inocente pregunta “¿En qué estás pensando?” más allá del fin pragmático al que apunte, revela tal imposibilidad: al decir en qué pensábamos nuestro estado de conciencia ya ha cambiado y lo que antes era pensamiento vivo es ahora apenas recuerdo en el centro del nuevo pensamiento vivo, desde el que nos disponemos a responder. 3. Continuidad: Un corolario de lo anterior está dado por el hecho que la vida mental se experimenta como una continuidad sin intermitencias. Podemos volver a realizar otra introspección análoga para intentar responder a esta tan simple como extraña pregunta: ¿cuándo termina un pensamiento y comienza otro? Es probable que advirtamos la sensación de continuidad o fluir de nuestra experiencia donde los límites entre una idea y las subsiguientes se tornan difusos. Probablemente nos percatemos que cuando una porción de nuestra experiencia parece languidecer en transición hacia la siguiente, existe un momento en que lo anterior y lo por venir parecen fusionarse. Como las aguas del río, el flujo del pensamiento parece engendrar una particular amalgama entre el pasado inmediato y el presente fugaz destinado a transmutarse en el próximo instante. Esa parece ser la estructura no solo de la experiencia vivida sino de la vida misma. En muchas tradiciones de meditación orientales (incluyendo algunas versiones occidentales en boga) uno de los objetivos declarados es acallar el ruido de la mente para dejarla en blanco. No es este el espacio adecuado para teorizar sobre los alcances y límites de la meditación en tanto pretendido camino hacia algún género de autoconocimiento, trascendencia, liberación existencial o metodología para reducir el estrés o aumentar el bienestar personal16, pero sí cabe señalar que desde una fenomenología de la vida cotidiana dejar la mente en blanco es una extraña quimera. Es claro que si se trata de destacar que, a veces, el parloteo mental y la rumia interior pueden ser fuentes de aflicciones o tensiones innecesarias, entonces la meditación quizás puede ser una atendible propuesta. Pero si hablamos seriamente de la experiencia interior asistimos a la evidencia palmaria de que no es posible dejar la mente en blanco17. De modo un tanto paradójico, una prueba crucial de la inestabilidad del pensamiento se nos revela en las mismas técnicas de meditación antes señaladas. Sabemos que muchas de las mismas se basan en la concentración (sea en la respiración, un mantra o frase interior repetitiva o en la imaginación de una intensa luz, etc.) como vía regia para lograr acallar la mente. Sabemos que una parte sustantiva de muchas de esas técnicas consiste en no oponerse a los incesantes pensamientos que seguramente comienzan a “asaltar” al aprendiz (“no puedo concentrarme”, “¿servirá realmente está técnica?”, “¿qué estoy haciendo acá”?, “mañana tengo que ir al banco”, etc., etc.) En la medida en que ante la irrupción de esos 16 Si cabe considerar que el tema de los efectos y beneficios psicológicos de la meditación y otras técnicas de relajación mental o física, ha sido profusamente investigados de modo científico y académico desde hace décadas. 17 Salvo que entremos en un estado de pérdida temporal de la conciencia, o que estemos dormidos sin soñar, o en un estado comatoso o que nos convirtamos en alguna variante de zombi ficcional. 19 pensamientos incontrolables se advierte que uno no se está concentrando, resulta comprensible que ipso facto se disparé la voz interior que nos recuerda que “debo concentrarme”. Esa especie de imposibilidad, lindante en la aporía, vuelve a revelarnos de modo categórico lo que ya sabemos: la mente no para ni puede parar. Como el río de Heráclito, incesante en su fluir, el pensamiento es ese flujo al que —sea de modo deliberadamente introspectivo o como resabio de la imposibilidad de silenciar la mente— podemos imaginariamente contemplar como si fuéramos un observador externo, o simplemente experimentar aunque más no sea de modo inadvertido. A modo de ejemplo de lo anteriormente dicho, transcribimos el siguiente pasaje en clave psicoliteraria. Estamos conscientes. Podemos sentir el incesante fluir de nuestros pensamientos, sensaciones y sentimientos. Toda nuestra vida es ese tránsito mental. Caminamos por esa calle mientras estamos absortos en nuestros pensamientos. Somos esas voces interiores que pronunciamos para nosotros mismos. Ese monólogo interior que es para nosotros o para nuestros interlocutores imaginarios. ¿Qué estás pensando?, interroga ese otro real que interrumpe la íntima conversación. Pregunta inocente pero de difícil respuesta. ¿Porque dónde fijar el impreciso borde de una vivencia evanescente? La respuesta siempre es un ensayo imperfecto que ofrece apenas una fragmentaria síntesis de los variopintos matices del alma”. El incesante flujo de la experiencia interior. F. González. 2004 9. El pensamiento espontáneo: sus afluentes y sus destinos Como ya se ha sugerido, un simple ejercicio introspectivo nos revela que nuestra vida mental puede entenderse como la caleidoscópica sucesión de nuestros estados de experiencia, donde los pensamientos ocupan una porción fundamental. A travésde ese ejercicio podemos notar algunas peculiaridades: Inspirándose en las reflexiones de James, cabe sugerir la existencia de al menos cuatro determinantes y/o desencadenantes de la corriente de pensamiento: 1. La percepción asociativa: ver o escuchar algo dispara un pensamiento con capacidad de iniciar un nuevo flujo y detener uno anterior. Ejemplo: Voy dormitando en un viaje nocturno en un micro y de pronto la reducción de la velocidad del vehículo provoca un sobresalto. Abro los ojos para comprobar que solo se trata del típico descenso de velocidad obligado cuando se pasa por la entrada a un pueblo. Miro el paisaje y solo veo vacas. Ver una vaca y pensar en ella me dispara un recuerdo infantil: aquella vez que tuve que realizar un trabajo práctico en equipo sobre las vacas y los productos que se derivan de éstas. 2. Pensamiento asociativo o asociación de ideas: dentro de un flujo de pensamiento puede desencadenarse una idea con capacidad de evocar otra corriente por vía asociativa mental. Ejemplo: continuando el relato anterior, mi pensamiento puede ahora seguir cualquier curso, sea hacia recuerdos infantiles de aquella época, sea hacia el rol de las vacas en la economía, o al potencial de contaminación asociado a su cría intensiva, o al sufrimiento animal y la falta de conciencia y/o empatía de quienes consumen carne pero prefieren no pensar en lo que eso implica, etc. Puedo evocar también la letra de la canción de María Elena Walsh “Había una vez una vaca en la quebrada de Humahuaca (…)” lo cual me trae el recuerdo de haber escuchado una respuesta que el cantautor Facundo Cabral dio a un entrevistador quien, a propósito de la muerte de esa cantautora, hizo referencia 20 a que esta fue una artista comprometida con la realidad social que le tocó vivir; a lo cual el cantautor respondió que no le convencía tanto la palabra “compromiso” porque la asociaba a deber, mientras que él prefería hablar de “libertad” en la medida en que las acciones humanas más loables y solidarias no devienen de un mandato a cumplir, sino que nacen de la profunda libertad de dar. Ciertamente, esos pensamientos nocturnos podían derivar hacia alguna reflexión existencial sobre el deber o la libertad, tanto como avanzar hacia discurrir sobre el sufrimiento de los animales que a veces preferimos ignorar, o progresar hacia consideraciones tecnológicas relativas al calentamiento global, etc. Pero lo cierto es que el ejemplo anterior ilustra cómo las cadenas asociativas constituyen especies de encrucijadas mentales determinantes de que el flujo del pensamiento se encamine hacia acá o hacia allá. 3. El pensamiento azaroso: independientemente de las "lógicas” perceptivas y asociativas (y sin considerar especulaciones sobre el carácter último del azar mental), muchas veces sucede que hay ideas que simplemente irrumpen en el flujo de pensamiento, ya sea bajo la modalidad del recuerdo espontáneo o del más simple azar. Ejemplo: imaginemos que en la situación anterior cualquier línea asociativa fuera subrepticiamente interrumpida por la emergencia de una idea, recuerdo o cualquier otro tipo de ocurrencia mental que provoca una ruptura en la cadena asociativa para instaurar una nueva serie de pensamientos. A veces emerge un recuerdo de la memoria, a veces un pensamiento que parece advenir sin explicación, a veces simplemente nos asalta el tarareo mental de una melodía que “se nos pega” en la mente fuera de nuestra voluntad. 4. Más allá de las lógicas asociativas o de las ocurrencias caprichosas, lo cierto es que a veces el pensamiento parece arribar a una zona en que nuestra atención interior parece preferir continuar. Una de esas posibilidades está dada por los ensueños diurnos o el soñar despierto, tema que se desarrollará con mayor detalle en la próxima sección. 5. Por último, la otra línea que parece estar implicada en el flujo del pensamiento es la deliberada y/o propositiva, pero esta es -precisamente- la que correspondería a la categoría de "proceso orientado a metas y sujeto a reglas", postulada en el texto del Profesor Gustavo González, de la que ya se trató en detalle. Con independencia del proceso interno de pensamiento en que los diferentes afluentes y confluentes siguen su curso, algo de la estructura de esos procesos puede también advertirse de un modo más objetivo a través del simple expediente de observar una conversación típica de un grupo de amigos. En efecto, si prestamos atención descubriremos que las conversaciones grupales suelen arrancar con algún tema fortuito introducido por alguno de los participantes y progresar luego de diferentes modos: La conversación puede, por ejemplo, centrarse en profundizar el mismo tema bajo diferentes modos. Pero también el decurso de ese tratamiento puede bifurcarse por vía asociativa hacia cualquier otro asunto que venga a colación. Otra alternativa es que el flujo sea interrumpido por algún hecho perceptual ajeno a lo que se viene conversando, tal como la irrupción o los dichos de otra persona, o la emergencia de un ruido, música o cualquier otro hecho que aparezca en la situación. Por último, también es dable observar que existen momentos en las tramas discursivas grupales donde las conversaciones languidecen y ceden paso a un silencio grupal que suele ser prontamente interrumpido por una nueva ocurrencia de algún participante, que instaura así un nuevo ciclo conversacional. Nótese entonces que en una conversación trivial de la vida cotidiana se verifican los mismos tipos de afluencias y confluencias que acontecen en el pensamiento interior silencioso y 21 solitario. Esto es: la lógica asociativa perceptual e ideativa, la irrupción ocurrente del azar y la profundización en un tema al que se decide sostener aplicando una mayor carga atencional. Para finalizar, trascribimos un breve fragmento en clave psicoliteraria que ilustra algo de lo que se ha venido tratando: Tomo prestada la expresión “tráfico de la mente” de Gordon Rattray Taylor, quien la refiere en "El cerebro y la mente: una realidad y un enigma". El tráfico de la mente sugiere calles y avenidas. Pasadizos y atajos. Un microsistema circulatorio por donde se desplazan ideas, sensaciones, recuerdos. O vaya a saber qué. Ideas que van y vienen. Como en los ríos: afluencias y confluencias. Fusiones. Siempre parece un laberinto brumoso. No es posible saber si será como un asfalto donde se despliegan partes sustantivas, o como ríos vírgenes donde las aguas se mezclan. Pienso en solutos y solventes. En angustias que se fueron disolviendo. O se evaporaron. O se enquistaron como callosidades y están a la espera de un removedor. Como si la mente pudiera oxidarse. El hilo de los pensamientos. ¿Habrá alguna Ariadna en la mente cuyos hilos permitan desandar el camino? ¿Por qué extrañas avenidas de la mente viajarán los recuerdos que se guardan y que vuelven? ¿Los almacenes de la memoria? ¿Almacenes o bases de datos? ¿O parcelas del inasible alma? El inasible tráfico de la mente (2014) 10. El pensamiento en el ensueño y la fantasía diurna Como lo señala el Prof. G. González, el ejemplo paradigmático del pensamiento como fluir de la experiencia consciente aparece representado por los fenómenos del ensueño y la fantasía diurna. Así, si realizamos una simple introspección mnémica podemos reconocer que parte de nuestra vida mental está representada por cierto tipo de cadenas eslabonadas o guionadas de pensamientos que, a veces, suelen confluir en fantasías desiderativas. Los ensueños (diurnos o nocturnos), también denominados como “soñar despierto”, que experimentamos al realizar un viaje en micro, o en una noche de insomnio irreversible o cuando no podemos hacer mucho más que "estar a solas con nuestros pensamientos", resultan ejemplos paradigmáticos de lo que se viene tratando. En la entrada de la Wikipedia sobre el“soñar despierto”, se lo define así: “Soñar despierto (en inglés, daydreaming) es un breve desprendimiento del entorno de una persona durante el cual el contacto con la realidad se distorsiona y se substituye parcialmente por una fantasía visual, especialmente repleta de pensamientos placenteros, esperanzas o ambiciones las cuales se imaginan como inminentes y son experimentadas mientras se está despierto” Soñar despierto. Wikipedia Aunque a nuestro juicio la definición logra transmitir alguna nota importante del fenómeno del soñar despierto, convendría ser más cauteloso con la expresión “el contacto con la realidad se distorsiona y se substituye por una fantasía visual”. Ciertamente el ensueño o el soñar despierto en nuestra vigilia ordinaria se encuentra lejos de constituir un delirio alucinatorio u cuasi alucinatorio. Tampoco necesariamente es un proceso de carácter netamente visual, aunque pueda incluir fragmentos bajo esa modalidad. 22 Por el contrario, el soñar despierto constituye una modalidad habitual de nuestra vida mental que, generalmente, no inhabilita ni interfiere plenamente el desarrollo de nuestras percepciones y actividades cotidianas. Lo anterior no quita que los ensueños no puedan operar como distractores y, por ende, sí interferir en la realización de aquellas actividades mentales o motoras que demandan especial atención y concentración. Así, expresiones de la vida cotidiana del estilo: “Está en la luna”, “Estás volando”, “Está sumido en su propia película”, “¿Dónde estás?, ¿Podés volver acá?”, resultan ilustrativas de que el soñar despierto supone una especie de “realidad paralela” que, aunque la sepamos imaginaria, presenta su propia demanda atencional. No obstante, relativizando la relativización, también es cierto que el soñar despierto puede asumir en algunas personas una intensidad tal que lo transforma en potencialmente derivable en el trastorno psicológico denominado “ensoñación excesiva”, “fantasía compulsiva” o “ensoñación inadaptada” (en inglés, maladaptative daydreaming). Se trataría entonces de una especie de hipertrofia de la ensoñación a la que se caracteriza como “una actividad de imaginación inmersiva, compulsiva y adictiva, que conduce a la angustia porque obstaculiza el desempeño social, ocupacional y académico”18 El soñar despierto tampoco representa un sinónimo de lo que en cierto argot lingüístico juvenil se denomina “flashear”, más referido a imaginar o elucubrar algo que no se corresponde con la realidad (v.g. “No, no es así, me parece que estás flasheando”) En cambio, bajo su manifestación normal, el ensueño (alternativamente denominado ensueño diurno o soñar despierto) supone la plena conciencia del soñante sobre el carácter imaginario del contenido ensoñado. Las puertitas del Sr. López y el tránsito hacia la fantasía diurna En las “Puertitas del Señor López, una historieta fantástica argentina creada por el guionista Carlos Trillo y el dibujante Horacio Altuna en los primeros años 80, el protagonista, el Sr. López, es un gris oficinista oprimido por su trabajo y por su esposa. No obstante, al trasponer las puertas de un baño de su oficina, ingresa en un mundo fantástico donde le aguardan sus mejores deseos y sus peores pesadillas. Más allá del significado socio-político vinculado al contexto histórico de la Argentina de aquellos años, interesa aquí el significado psicológico de esa ficción. Lo que acontece tras las puertitas de López resulta una clara ilustración del fenómeno del ensueño diurno o del soñar despierto. Parte de nuestra vida mental trascurre en esos “edificios ilusorios” que nuestro pensamiento fragua, sea al servicio de la distracción, la elucubración de planes futuros, el ejercicio de fantasías sexuales o la realización fantástica de un deseo. Cuadro 3: las puertitas del Señor López como ejemplo de ensueño diurno y fantasía desiderativa. Ciertamente, existe un sentido en que podría decirse que los ensueños constituyen casos particulares del pensamiento como mero libre fluir de la conciencia. Pero en otro sentido cabe admitir también que, a diferencia de las meras ocurrencias o del pensamiento asociativo sin rumbo ni destino definido, los ensueños constituyen ensamblajes de pensamiento discursivo elaborados que presentan algún género de estructura narrativa y, por ende, portan en sí mismos algún tipo de propósito más o menos definido. Lo anterior es tan cierto como su recíproca: no todo pensamiento propositivo está claramente “orientado a una meta”. Así, podría sostenerse que, muchas veces, el ensoñador 18 Referencia: “¿Estás más de 4 horas al día en tu imaginación? No eres el único que padece este raro desorden” Recuperado en: https://ecoosfera.com/fantasia-compulsiva-trastorno-mental-imaginacion 23 espontáneo sólo persigue como “meta” justamente dejar fantasear su mente alrededor de un tema. Al respecto, y a modo de ejemplo típico, piénsese en el enamorado entregado a sus pensamientos sobre la persona amada. La meta en este caso puede ser tanto la elucubración de un plan de seducción, como el mero ejercicio de la fantasía amatoria. En tal sentido, muchas poesías y letras de canciones románticas expresan esa gratuidad propositiva que portan tantos ensueños y fantasías desiderativas. “Más blasonar no puedes satisfecho / de que triunfa de mí tu tiranía / que aunque dejas burlado el lazo estrecho / que tu forma fantástica ceñía, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prisión mi fantasía” Sor Juana Inés de la Cruz. Detente sombra de mi bien esquivo (Soneto) “Voy a apagar la luz / para pensar en ti, / y así dejar volar a mi imaginación” Armando Manzanero. Voy a apagar la luz (bolero) Los ensueños pueden referir también al mero ejercicio rememorativo o a la proyección de lo que se denomina memorias futuras, imaginación futurista o simplemente sueños futuros, donde nos imaginamos futuros posibles o deseables. Lo último denota la íntima relación entre la ensoñación en tanto mero pasatiempo en tiempo presente y la ensoñación como laboratorio de operaciones en donde representamos nuestros sueños a realizar en el marco de nuestro proyecto vital o existencial19. Una explicación metafórica muy descriptiva sobre la naturaleza propositiva del ensueño es la que ofrece Robert Wallace quien, en un estudio pionero, se dedicó a estudiar los efectos fisiológicos de una técnica de meditación denominada meditación trascendental. A propósito del fenómeno del insistente fluir del pensamiento durante la experiencia de concentración (al que ya hemos referido), Wallace propone una analogía que permite distinguir la estructura del ensueño diurno de las meras ocurrencias intermitentes y evanescentes del flujo mental. Específicamente dice: “La mente es como una abeja que va trasladándose de flor en flor, hasta que, finalmente, se posa en una que parece haber elegido”. En el curso del pensamiento tal como lo describe James, ese posarse en la flor elegida correspondería al momento del ensueño. Lo que antes eran apenas retazos o flashes de pensamientos intermitentes de pronto parecen converger hacia un curso de pensamiento que la atención parece decidida a sostener y desarrollar. El ensueño en el ámbito de la psicoterapia El ensueño representa un interesante capítulo de estudio e investigación de la psicología. En el ámbito de la psicología clínica ha sido utilizado como técnica terapéutica cuyo pionero fue el psicoterapeuta francés Robert Desoille (1975) quien hacia 1920, desarrolló el método del ensueño dirigido 20 y publicó “Exploración de la afectividad subconsciente por el método del Sueño Despierto”, el primer tratado sobre la materia. Por su parte, George Romey (2001) otro psicoterapeuta francés, desarrolló una técnica análoga a la que denominó “sueño de vigilia libre” y sobre la que sostiene que
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