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Los narcisistas y tú - Julia Pascual

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Índice
Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Introducción
Parte I. MAPA PARA ORIENTARSE EN EL TERRITORIO NARCISISTA
Capítulo 1. EL NARCISISMO
Capítulo 2. EL NARCISISTA ¿NACE O SE HACE?
Parte II. CÓMO SON LOS NARCISISTAS Y CUÁLES SON SUS
FLAQUEZAS
Capítulo 3. LOS TIPOS DE NARCISISTAS Y LAS CLAVES PARA
RELACIONARSE CON ELLOS
Capítulo 4. CÓMO UTILIZAR LOS PUNTOS DÉBILES DE LOS
NARCISISTAS DE FORMA ESTRATÉGICA
Parte III. APRENDE A LIDIAR CON EL NARCISISTA Y LIBÉRATE DE
SUS REDES
Capítulo 5. SIN MIEDO A LA MANIPULACIÓN NARCISISTA:
APRENDE A DETECTARLA Y A DESARMARLA
Capítulo 6. EL CICLO DEL ABUSO DEL NARCISISTA: TÉCNICAS
PARA REVERTIR SU ATAQUE
Parte IV. EL NARCISISTA Y LAS RELACIONES
Capítulo 7. ¡AUXILIO! MI JEFE ES UN NARCISO
Capítulo 8. ¡CUIDADO! UN NARCISISTA EN LA FAMILIA
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Capítulo 9. ¡SOCORRO! UN NARCISISTA EN MI CAMA
Conclusión
Bibliografía
Notas
Créditos
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Sinopsis
De la mano de la psicóloga Júlia Pascual aprenderás cómo se
construyen y funcionan las personalidades narcisistas, qué
mecanismos emplean y los efectos que producen en los demás, ya
sea en el ámbito de la pareja, el familiar, el laboral, o incluso con
amistades. Quieras o no, estos artífices del engaño y la
manipulación van a incidir en tu vida, pero este libro te da
herramientas prácticas para que, en vez de sufrir el peso de tener
un narcisista al lado, tengas el poder de gestionarlo hacia una
dirección beneficiosa para ambos.
LOS NARCISISTAS Y TÚ
Aprende a gestionarlos en todos los ámbitos de tu
vida
Júlia Pascual
 
A mis maestros de vida, Àngels Guiteras y Josep Maria
Pascual, y a mi maestro en psicología, Giorgio Nardone
INTRODUCCIÓN
Me gustaría empezar este libro con una frase inspiradora y luminosa, pero
la problemática que quiero tratar en estas páginas exige un principio que
nos ayude a aceptar la cruda realidad: no podemos escapar al hecho de que
vivimos en una sociedad donde se están expandiendo progresivamente tanto
las conductas narcisistas como los trastornos de personalidad narcisista.
Esto en absoluto es una buena noticia, porque el narcisismo socava a la
persona que lo padece y a su entorno. Si comparamos la sociedad con un
ecosistema, el narcisista representaría al depredador, con la particularidad
de que un animal depredador en la selva solo caza cuando tiene hambre,
mientras que el hambre psíquica del narcisista es perentoria, no se sacia. Ya
sabemos que cuando un ecosistema se desequilibra, el conjunto corre un
grave peligro, y, en este caso, sucede lo mismo: la sociedad se está
desequilibrando de forma alarmante al aumentar los individuos, las
conductas, los sistemas, los negocios y los hábitos de índole narcisista.
El narcisismo no es un trastorno de personalidad nuevo, pero
larvadamente está «de moda», pues en muchas ocasiones queda disimulado
ante los focos y el aplauso de los medios y, sobre todo, de las nuevas
tecnologías. De hecho, estas, principalmente con el fomento de las redes
sociales, tienen una manera de funcionar e intoxicar los hábitos del usuario
que fomenta y premia la actitud narcisista. Con harta frecuencia, el éxito, el
poder, la fama y todo aquello que asociamos como deseable queda
identificado con conductas narcisistas que aprendemos como valores que
imitar si queremos tener una vida satisfactoria. 
El narcisismo suele ser ruidoso porque es prepotente, y, en nuestro día a
día atravesado por continuos estímulos, lo ruidoso, lo deslumbrante, lo
resultón nos sugestiona peligrosamente. 
En mi consulta he vivido la experiencia de tener delante a jóvenes que
tenían cualidades valiosísimas, como la humildad, la modestia o la
discreción, las cuales vivían como un engorro, pues la sociedad las
registraba como signos de debilidad. 
Estos jóvenes no eran conscientes de que estas cualidades son preciosas,
y me pedían un coaching para ayudarlos a entrenar actitudes de lo que
interpretaban como un perfil de éxito, pero que psicológicamente son rasgos
de personalidad narcisista. 
Este ejemplo me parece muy perturbador y sintomático de la confusión
de nuestro tiempo. Y es que el narcisismo genera confusión, pues está
asentado en la mentira, la manipulación y la seducción, actitudes que
naturalizamos en algo tan simple como, por ejemplo, nuestros posteos en
las redes, donde, para mostrar una imagen seductora y apetecible de
nuestros cuerpos y nuestras vidas, no tenemos empacho en manipular las
imágenes y adornar el relato que ofrecemos como una verdad mejorada. 
Si los adultos, a los que ya suponemos una estructura de personalidad
conformada, somos impactados y moldeados por ese narcisismo ambiental
y funcional de las redes, ¿qué les puede suceder a nuestros jóvenes,
adolescentes y niños, quienes se ven expuestos a esta influencia sin una red
psíquica lo suficientemente madura?
A esta inquietante pregunta y a muchas más vamos a tratar no solo de
dar respuesta, sino también de ofrecer soluciones en estas páginas. Este es
un libro eminentemente práctico, cuya carga teórica está ofrecida de una
manera cercana y que busca, a través de pequeñas historias o de casos
reales en consulta, ilustrar de una manera vivaz los contenidos para que el
lector encuentre casos con los que sentirse identificado. El narcisismo no es
patrimonio de ningún género, lo padecen tanto hombres como mujeres; por
ello, he ido alternando a lo largo de estas páginas uno y otro género para
referirme a los narcisistas y a sus víctimas.
Quienes han sufrido o sufren a una persona narcisista en su entorno
saben cuán fácil es quedar embrollados en una relación de la cual es muy
complicado salir, ya que el narcisista suele premiar y castigar de manera
aleatoria, lo cual genera desconcierto en el otro. Por este motivo, este libro
tiene también el propósito de poner orden para que puedas identificar,
entender y obrar en consecuencia. En estas páginas encontrarás mucha
información y numerosos recursos. 
Como verás, el libro se compone de cuatro partes. En la primera,
desplegaremos las bases conceptuales y nos adentraremos en las
particularidades de la naturaleza narcisista, definiéndola y preguntándonos
si el narcisista nace o se hace; además, ofreceremos pautas para evitar que
tu hijo se convierta en un narcisista en la «era del yo». En la segunda,
contemplamos las tipologías narcisistas y sus puntos débiles que
utilizaremos como palancas de cambio para relacionarnos de forma
estratégica. En la tercera, aprenderemos a lidiar con los narcisistas,
detectando y revertiendo sus técnicas de manipulación. En la cuarta, nos
centramos en las relaciones de carácter laboral, familiar y sentimental con
narcisistas.
Si bien un libro no puede sustituir un proceso terapéutico, mi objetivo al
escribirlo es ofrecer una guía para ayudarte a identificar al narcisista antes
de que quedes atrapado en su red seductora. La identificación es un medio
preventivo, pero también el principio necesario para poder salir de una
situación tóxica cuando ya estás en una relación de trabajo o de pareja con
una persona narcisista, o bien esta pertenece a tu sistema familiar. Aquí
aprenderás cómo se construyen y funcionan estas personalidades, cuáles
son los mecanismosque emplean y los inevitables efectos que producen en
las demás personas. Y es que estos artífices del engaño y la manipulación,
quieras o no, van a incidir en tu vida; por eso, en este libro aporto
herramientas prácticas para que, en vez de sufrir el peso de tener a un
narcisista al lado, tengas el poder de gestionarlo hacia una dirección
beneficiosa para ambos.
También aprenderás las tipologías de narcisistas que existen y a
distinguir en este trastorno dos categorías principales: narcisista funcional y
narcisista patológico. Aunque verás que estas categorías comportan
diferencias importantes, hay algo que debes aceptar: ante el narcisista, ya
sea funcional o patológico, solo puedes tomar la determinación o bien de
sufrir, o bien de gestionar la manipulación a la que inevitablemente va a
someterte. 
Es cierto que es difícil salir de la red de un narcisista, y en este libro
veremos cuántas artimañas y trucos emplea para imperar sobre sus víctimas.
De hecho, descubriremos cuán hábil es a la hora de parasitar, debilitar y
fomentar actitudes dependientes, y aprenderemos a identificar el ciclo del
abuso narcisista. En mi terapia, empodero a la víctima, pero, sobre todo, le
hago ver que cada día tiene el derecho y la responsabilidad de elegir con
quién está. Mi objetivo terapéutico es que la víctima no se enroque en ese
papel de víctima y que sea consciente de que tenemos la responsabilidad y
el poder de elegir a las personas con quienes compartimos la vida. Cada
individuo es el responsable de cuidar la joya de su ser.
Parte I 
MAPA PARA ORIENTARSE EN EL TERRITORIO
NARCISISTA 
Capítulo 1
EL NARCISISMO
El narcisismo es parte de la sombra que nuestra humanidad arrastra.
Siempre ha estado ahí, aunque en la actualidad los modelos de vida que
hemos elegido socialmente parecen haberlo disparado y convertido en una
de las patologías más predominantes. Por ello, es necesario que sepamos
entender e identificar qué es una personalidad con trastorno narcisista,
prevenir la actitud narcisista y tener estrategias para lidiar con un narcisista
sin salir escaldados, porque, probablemente, en la vida nos vamos a
encontrar a más de uno, y no siempre se puede huir de un narcisista, sobre
todo cuando es un progenitor, o tu jefe, o tu compañero de equipo o... lo
tienes metido en la cama.
Los griegos, que fueron unos grandes observadores de la psique, nos
dejaron un bello mito para contarnos qué es un narcisista. Vamos a
adentrarnos en la historia de este joven recreando la narración de Ovidio en
el tercer libro de Las metamorfosis (siglo I d. C.).
La ninfa Liriope, en su condición de criatura acuática, no tenía otro remedio que vivir ligada a las
aguas. El río Cefiso se aprovechó de eso y la forzó. Entonces, ella tuvo un niño a quien llamó
Narciso. La madre, deseosa de saber qué destino aguardaba al pequeño, preguntó al adivino
Tiresias si su hijo llegaría a viejo. La respuesta del adivino fue enigmática: si no llegaba a
conocerse, sí.
Cuando Narciso cumplió dieciséis años fue pretendido por muchos jóvenes y muchachas,
pero a todos rechazó. Sin embargo, una ninfa de nombre Eco no se resignó. Esta ninfa había sido
maldecida por Juno, la consorte de Júpiter, ya que la locuaz ninfa la distraía con su cháchara, y de
esta manera Júpiter se escapaba y engañaba a su esposa con otros amores. La diosa, furiosa al
darse cuenta de lo que ocurría, redujo el uso de la voz de Eco a devolver los sonidos de las voces
oídas.
A pesar de esta limitación, Eco vio un día a Narciso vagando por el campo e, incendiada de
amor, lo siguió a hurtadillas. Claro que no podía dirigirse a él, porque la maldición se lo impedía,
y tenía que esperar a que él comenzara a hablar primero. Cuando él, que se había separado de sus
compañeros, alzó la voz llamándolos, se inició un curioso diálogo en que la respuesta siempre era
el final de su frase. Por fin, Eco salió de entre el follaje dispuesta a abrazar a su amor, pero este la
rechazó. Eco no pudo dejar de amar a Narciso y su cuerpo enflaqueció hasta quedar de ella solo
una voz.
Por su parte, Narciso continuó rechazando a todo aquel que buscaba sus amores. Por eso, de
entre los despreciados, alguien rogó al cielo que, por justicia, Narciso llegase a amar sin poder
adueñarse de lo que amara. Y fue la diosa Temis quien complació tal ruego.
Y así es como Narciso llegó a una fuente clara a descansar. Al inclinarse para beber,
contempló su propia imagen y fue arrebatado por el amor, creyendo que esa imagen era un
cuerpo real. Quedó ante ella embebido, pasmado por su hermosura. Y se admiraba, se deseaba, se
buscaba, se inflamaba de pasión y trataba inútilmente de besar y abrazar la imagen de aquel que
miraba, ignorando que era solo un reflejo lo que excitaba sus ojos, una imagen fugaz que existía
únicamente porque él se detenía a mirarla.
Quedó delante de su imagen, olvidando comer y dormir, quejándose de la imposibilidad de
realizar su amor, imposibilidad harto dolorosa, por cuanto el objeto a quien se dirigía parecía, por
todos los signos, corresponderle. Suplicó al muchacho al que veía dentro del agua que saliese
para unirse con él, pero este no parecía hacerle caso.
Lloró Narciso desconsolado y su imagen se quebró en el agua. Cuando el agua volvió a
sosegarse y Narciso se vio de nuevo, no resistió más y comenzó a derretirse, a perder las fuerzas
hasta morir. 1 Las últimas palabras de Narciso lamentaron la inutilidad de su amor.
Murió Narciso y, ya en el inframundo, siguió mirándose en la laguna Estigia. Cuando las
ninfas fueron a recoger su cuerpo inane encontraron en su lugar una flor esbelta y de color
azafranado.
El mito condensa una gran cantidad de información en una sencilla
historia que podríamos resumir en que una personalidad narcisista lleva a
quien la padece a un final dramático, arrastrando en esa dirección a las
personas que la acompañan. Narciso, tan obsesionado consigo mismo,
olvidó al resto del mundo y acabó perdiéndose en su yo o en cómo él veía
su yo. Las personalidades narcisistas piensan que el resto del mundo es un
accesorio y, como accesorio, lo utilizarán en su favor cuando sea necesario
y lo dejarán a un lado cuando no les valga y, en consecuencia, se
consumirán en sí mismos, dejando cadáveres a su paso. En este libro, poco
a poco iremos desgranando las pistas que nos da el mito y estableciendo
relaciones para desentrañar esta personalidad tan compleja y peligrosa para
sí misma y para los demás.
LA PERSONALIDAD DEL NARCISISTA
La personalidad es un sistema estable de percepción, sentimiento,
pensamiento y acción frente a la realidad, que caracteriza el modo más
frecuente en que uno se adapta a la mayoría de las circunstancias vitales y
marca su estilo de vida.
Según la teoría de la personalidad de Theodore Millon, una persona
presenta entre tres y cuatro patrones de personalidad predominantes de
entre todos estos tipos: dependiente, histriónico, narcisista, antisocial,
compulsivo, evitativo, esquizoide, negativista, esquizotípico, límite y
paranoide. Si bien es cierto que el patrón que determinará la manera de
sentir, pensar, comportarse y adaptarse a las circunstancias de cada persona
se sitúa entre los dos primeros tipos predominantes.
Las personas equilibradas emocionalmente fluctúan dentro de estos
patrones de personalidad predominantes, dependiendo de las circunstancias
que las rodean. Por ejemplo, ante una situación de estrés, puede que se
acentúen algunos rasgos de personalidad que luego vuelven a un equilibro;
de hecho, lo que indica que no existe una situación patológica es justamente
que estos patrones oscilan, no son rígidos y se van modificando en función
de las situaciones, las relaciones y los contextos con los que se interactúa. 
La adaptación a las situaciones y a las personas que nos rodean, cuando
no existe un trastorno de personalidad, se da de manera automática, casi sin
darnos cuenta. No actuamos de la misma forma con nuestro cónyuge que
con nuestros jefes, no nos mostramos igual ante una amiga íntima que ante
una vecina y no lidiamosde la misma manera con un pariente anciano que
con un funcionario al que no conocemos. No reaccionamos igual ante una
situación que ante otra. Y es que las personas saludables son dúctiles. 
Pero cuando existe un trastorno de personalidad narcisista, el patrón de
personalidad —esa manera de sentir, pensar y comportarse— suele ser
rígido. La forma de adaptarse a la realidad es inmutable. La persona con
trastorno de personalidad narcisista es incapaz de adaptarse a los estímulos
y las circunstancias. Por eso, en consulta, afirmaciones del tipo «es que yo
soy así, una persona auténtica, por eso siempre soy igual con todo el
mundo» me alertan, porque lejos de ser un signo de pretendida autenticidad
pueden estar indicando una personalidad inflexible. 
Son justamente los narcisistas los que suelen decir este tipo de cosas, y
por ello conviene saber identificar esta conducta, pero también es
importante entender cuál es tu personalidad predominante para que puedas
tener una mejor comprensión del papel que desempeñas en el vínculo con
un narcisista, como veremos más adelante. 
Recuerda que el mito de Narciso es también el de Eco. En el mito, la
ninfa es solo una voz sin discurso propio, que repite las palabras del otro.
Su devoción le hace quedarse sin cuerpo. Está tan enganchada que, a pesar
de los continuos rechazos, intensifica su amor. Eco tendría el rasgo de la
personalidad dependiente como predominante. Y al vincularse con Narciso,
potencia esa personalidad. Como vemos en el mito, ese vínculo resulta
fatal. Es de vital importancia para la persona que se vincula con un
narcisista saber que este puede convertirla en su juguete o en el huésped
donde se alojará para parasitarla.
Otro de los indicadores de una buena salud mental es la capacidad de
estabilizarse durante todos los desafíos que se presentan en la vida.
Cualquier persona, a lo largo del día, se enfrenta a cantidad de situaciones y
estímulos que pueden desestabilizar ese equilibrio. ¿Quién no se ha
levantado después de pasar una mala noche con la cabeza espesa o dolor en
el cuerpo, y ese estado físico ha perturbado su día? Y qué decir de las
pequeñas contrariedades que nos salen al paso en el trabajo, o en las
múltiples relaciones que establecemos con los otros. Todos esos estímulos
generan distintas presiones sobre nuestro estado anímico y físico, quizá
incluso comprometiendo nuestro ser social. 
Digamos que cuando tenemos una buena salud mental somos como un
funambulista que camina por una cuerda tensada entre dos edificios. Para
lograr mantener más tiempo el difícil equilibrio necesitamos una barra
estabilizadora. Esta barra se construye en función de tres factores: 1) la sana
relación con uno mismo, para la que es fundamental tener una buena
autoestima —algo de lo que, paradójicamente, carecen los narcisistas—; 2)
la sana relación con los demás, y para ello un factor primordial es la
capacidad de empatía —algo de lo que, de nuevo, carecen los narcisos—, y
3) una sana relación con el mundo, una de cuyas principales expresiones
sería la de acatar las normas de convivencia y los límites sociales —actitud
que con frecuencia rechazan y violan los narcisos, en favor de actitudes que
únicamente premian su beneficio para sentirse dominadores del medio—.
Es cierto que hay funambulistas más diestros que otros a la hora de
manejar esa barra y avanzar, pero lo que nos hace buenos no es tanto la
habilidad de no caer, sino la capacidad que tenemos de levantarnos para
volver a caminar por la cuerda, en la dirección de nuestros objetivos, y del
sentido y el propósito de nuestra vida. 
Una persona con buena salud mental, cuando la barra estabilizadora falla
y cae, vuelve a levantarse y a valerse de esa barra para seguir avanzando. 
En el caso de una persona narcisista, esa barra estabilizadora no existe y,
por tanto, sus oscilaciones sobre la cuerda son constantes, más
pronunciadas e intensas y, en consecuencia, cae con mucha más frecuencia.
Precisamente por eso, suelen necesitar rodearse de otras personas no solo
para sentirse observadas o admiradas, sino para amortiguar los golpes
debido a la falta de estabilidad emocional. 
El narcisista utiliza a su séquito para quitarse la responsabilidad de su
carencia de barra estabilizadora, acusándolo y echándole la culpa de su
caída, arrastrándolo junto a él y generándole un gran daño. Puede que el
narcisista también se haga daño, pero, como es incapaz de conectar con ese
dolor, no lo registra, porque inmediatamente su respuesta es golpear a los
demás, culparlos y descargarse así antes de subir nuevamente a la cuerda.
A lo largo de mi experiencia como terapeuta he llegado a distinguir entre
tres clases de narcisistas: la primera corresponde a aquellos que en sus
caídas se dan cuenta de que se han hecho daño y pueden, mínimamente,
percibir que han dañado a otros; estos son los funcionales. La segunda
corresponde a aquellos que se dan cuenta de que se han hecho daño, pero
son incapaces de percibir el sufrimiento que generan, proyectando la culpa
en los demás; estos son la mayoría de los patológicos. La tercera clase son
aquellos que son incapaces de sentir dolor alguno, ni el de los demás ni el
suyo propio, pues, precisamente, su narcisismo se ha vuelto una protección
insensibilizadora; esta sería la tipología más severa. En todos los casos
tienen nula o muy escasa capacidad para empatizar con el daño y el
malestar ajenos.
Hay que tener en cuenta que no hay un único tipo de narcisista, sino que
el espectro es amplio. Esto quiere decir que la psicología reúne y diferencia
un conjunto subclínico, clínico, tipos y grados de narcisismo de mayor a
menor gravedad. 
Siguiendo con la imagen propuesta, el trastorno de personalidad
narcisista más grave sería aquel en el que la persona ya no camina por la
cuerda, sino que ha construido una estructura rígida. A falta de barra
estabilizadora ha construido una estabilidad patológica que convierte en
estilo de vida. En ese estilo queda descartado el riesgo, el avance: ha
declinado volver a subir a la cuerda y caminar. Esta estabilidad patológica
las vuelve personas sumamente abusadoras. El modelo psicopático se
define como parasitario. Normalmente, suelen «utilizar como alimento» a
su cónyuge, que frecuentemente responde a un perfil de emprendedor,
exitoso en lo profesional o beneficiario de una buena fortuna. Pero no solo
pueden ser parásitos de otro individuo, sino también de una estructura
empresarial, a la que no aportan nada de valor, pero que usan de manera
turbia, incluso ilegal. Es frecuente que estos individuos inflen sus
capacidades y, debido a sus grandes dotes de comunicación y manipulación,
consigan puestos de poder. Desde ahí parasitan a sus subordinados,
valiéndose de las capacidades del equipo que lideran o coordinan para
atribuirse los éxitos de otros como propios, sin compartirlos con los que han
sido sus verdaderos artífices. 
Es importante que recordemos que la salud mental siempre está sujeta a
una oscilación. Einstein la comparó con ir en bicicleta. Y eso implica que
tenemos que estar en acción para mantener el equilibrio. Aunque tengas una
buena salud mental, tendrás oscilaciones, y es importante identificarlas para
saber reemprender nuevamente la marcha en equilibrio. La persona que ha
hecho terapia es aquella que sabe reconocer sus oscilaciones y ya tiene
herramientas para que, cuando cae de la cuerda, el daño sea el menor
posible para sí mismo y para los otros, además de volver a levantarse con
celeridad y andar de nuevo. 
En este libro te mostraré herramientas para que aprendas a identificar a
las personalidades narcisistas, gestionarlas y librarte de sus redes. Para ello,
el primer paso es reconocer a un narcisista cuando lo tengas delante.
CÓMO RECONOCER A UN NARCISISTA 
Como ya hemos dicho, el espectro narcisista es amplio. El narcisismo puede
darse como una característica de personalidad, es decir, como una forma de
actuación predominante, o puede fundamentar un trastorno de
personalidad. 
Las características de los narcisistasvarían en cuanto a intensidad y
según se combinen con otros rasgos o trastornos de personalidad, como
pueden ser el histriónico, el límite, el paranoide, el compulsivo o el
psicopático.
En términos generales, podemos considerar que el narcisismo es una
problemática ligada a una exagerada necesidad de valoración positiva de
uno mismo por parte de los demás. Por otro lado, los narcisistas presentan
una personalidad egocéntrica y una volátil autoestima que puede ser dada
por un trastorno de personalidad que altera su conciencia y autoconcepción.
Esta necesidad de valoración externa puede manifestarse con
comportamientos arrogantes y de excesiva seguridad, o de la manera
contraria, con comportamientos de inseguridad. Pero en los dos casos el
punto de partida es el mismo: requieren siempre de la validación y el
reconocimiento de los demás tanto para que los admiren como para que les
refuercen la valoración. 
Por este motivo, la relación que mantiene un narcisista con los demás es
crítica y problemática, ya que al depositar la validación propia en manos de
los demás, cuando el reconocimiento le falta, cuando el otro no está ahí para
complacer su necesidad, se angustia, se deprime o se pone a la defensiva,
acentuándose su carácter crítico e irascible y su sed de venganza. 
En el momento en que el narcisista percibe que no se le presta la
atención que necesita, se siente maltratado y desvalorizado. Estos periodos
críticos pueden llevar al narcisista a la consulta de un psicólogo; pero como
vive la problemática proyectada en el afuera, considera que son los demás
los que tienen un problema o son los verdugos, y no él. 
Estas personas sobrevaloran sus capacidades y sus talentos, exageran sus
éxitos y aseguran tener características que los convierten en seres únicos,
especiales y, de alguna forma, superiores a los demás. Tienden a
sobreestimar sus capacidades físicas, tienen fantasías de grandes éxitos, se
consideran muy inteligentes, dignos de ser reconocidos socialmente y de
merecer prestigio. Este exceso de amor por sí mismos transforma lo que
podría ser una fortaleza en una debilidad. Estas personas no solo necesitan
del reconocimiento constante de los demás, sino que también padecen el
miedo de no ser tan grandes como quisieran. Ese miedo velado se expresa
en que suelen mostrarse hipersensibles a las críticas, precisamente debido al
miedo a no ser apreciados. 
Los narcisistas son personas que para escapar de su fragilidad emocional
construyen un personaje victorioso, exitoso, buscando constantemente el
reconocimiento y la aprobación ajenos. Para ello no tienen en cuenta las
necesidades de los demás, y suelen tener relaciones instrumentalizadas para
poder sacar siempre beneficio de ellas. Son grandes expertos en la
seducción y la comunicación para conseguir sus objetivos.
Son personas que en un inicio se muestran muy seguras de sí mismas,
pero que están atrapadas en su propia imagen sobrevalorada. Les cuesta
mucho conectar con su propio interior, pues no se reconocen, ya que
siempre quieren escapar de su fragilidad emocional y de su sufrimiento
existencial. Sus objetivos son el dominio, el poder y el éxito.
Si consultamos el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM-V-TR) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría,
vemos que recoge los siguientes aspectos según los cuales se podría decir
que una persona sufre de trastorno de personalidad narcisista. Si una
persona se ciñe a estos puntos, deberías alertarte:
1. Presenta un grandioso sentido de autoimportancia: se cree especial,
exagera sus logros y talentos, y espera reconocimiento como ser
superior sin tener logros suficientes.
2. Está absorta en fantasías exageradas de éxito, fama, poder,
esplendor, belleza o amor ideal. Es muy frecuente que, a costa de
utilizar a los demás y pasando por encima de quien sea, termine
ocupando puestos de poder dentro de instituciones públicas o privadas.
3. Cree que es especial y única, y que solo puede ser asociada o
entendida por otras personas o instituciones especiales o de alto
estatus.
4. Requiere atención y admiración excesiva. Todo debe girar en torno a
ella. Su alimento base es la atención de los demás, aunque muchas
veces se disfrace de falsa modestia. Es muy hábil en ejercer poder
sobre los demás y en generar reacciones positivas o negativas, todo
con la finalidad de ser el centro de atención.
5. Se siente con derecho a un trato especial. Tiene expectativas
irracionales de un trato especialmente favorable. Exige privilegios, ya
que considera que debe ser tratado de la mejor manera posible. Por eso
no soporta, por ejemplo, hacer cola, las caravanas, que un camarero no
le atienda rápidamente y, por supuesto, nunca tolera que se le lleve la
contraria.
6. Es explotadora, se aprovecha de otros para fines propios. Para el
narcisista, toda persona es una herramienta. Usa a los demás para sus
propios beneficios.
7. Le falta empatía. Se caracteriza por una incapacidad para reconocer y
experimentar lo que los otros sienten y, especialmente, presenta
dificultades para captar las características propias de las personas con
las que se relaciona. El narcisista psicopático muestra ausencia de
empatía y ausencia de culpa y de remordimientos.
8. Con frecuencia, envidia a otros o cree que otros la envidian. No
tolera los éxitos ajenos y disfruta con los fracasos o dificultades de los
demás. El narcisista está en constante competición para demostrarse a
sí mismo y al resto que es el mejor. En relación con las desgracias de
los demás, suele aparentar ser un buen oyente, pero no hace más que
guardarse toda esa información para poder utilizarla en otro momento,
por ejemplo, soltándola para arruinar un instante feliz, o para hundir
más a la persona si presenta otra dificultad, o para criticar al prójimo
en otro círculo de personas, y así conseguir atención y admiración.
9. Muestra actitudes o conductas arrogantes y altaneras. Para una
persona narcisista todo lo que dice o hace está bien, por lo que debe ser
tomado en cuenta y aceptado sin dudar. Por eso, impone siempre sus
ideas y su forma de hacer sobre los otros. Por ejemplo, puede
mostrarse vanidosa y considerarse por encima de la media en belleza,
en inteligencia, en fuerza, etcétera. No duda en tratar mal, criticar,
atacar, insultar o maltratar si los demás no hacen lo que quiere
(narcisista abierta) o justificar lo que hace porque está preocupada,
adoptando el papel de salvador (narcisista encubierta).
10. Es un genio de la mentira. Tiene una gran habilidad para mentir a los
demás y a sí misma. Para sus mentiras, exagera sus talentos, o explica
batallitas que tienen parte de verdad, pero que están maquilladas de
irrealidad para generar fascinación. Un ejemplo clásico es el del típico
donjuán que necesita seducir a las mujeres haciéndolas sentir únicas y,
una vez que las consigue, las desecha, alimentando así su ego. Estos
seductores patológicos no dudan en mentir diciendo que han
conquistado a ciertas mujeres y exageran sus logros.
11. Exige perfección a los demás. Considera que debe ser perfecta y
exige a los demás que también lo sean. Todo debe salir como había
planeado. Es imposible saciar la obsesiva necesidad de perfección. Se
queja y manifiesta insatisfacción por su demanda de perfección. No
duda en reclamar a los otros que estén totalmente disponibles, que
respondan inmediatamente a todas sus solicitudes y, además, que
respondan como ellos harían.
12. Necesita controlarlo todo y manipular. El fanático de sí mismo suele
desconfiar de todo el mundo, pues piensa que los otros quieren
aprovecharse de él o que lo pueden utilizar. Es decir, proyecta sus
intenciones hacia los demás; por eso, suele ejercer un control excesivo
sobre el otro. Como veremos en los próximos capítulos, usan
diferentes estrategias para manipular y acosar emocionalmente a su
víctima.
Estas doce señales pueden ayudarte a reconocer al narcisista para no caer
en sus trampas al entablar una relación con él o ella. Porque recuerda: un
narcisistadisfruta abusando de los demás para sentirse poderoso, y muchas
veces lo hace de un modo velado, así que debes mantenerte alerta ante
cualquier indicio.
En resumen: si observas a un individuo que se sobrevalora a sí mismo y
a la vez necesita la confirmación constante de los demás de que es
grandioso, talentoso, exitoso, bello, etcétera, y además tiene tendencia a
considerar a los otros no por lo que son, sino por la utilidad que le pueden
prestar para mantener alta la imagen que tiene de sí mismo, ¡alerta!, pues,
como dirían los piratas, «¡narcisista a la vista!».
LA DOBLE CARA DE UNA MISMA MONEDA: 
EL NARCISISTA FUNCIONAL Y EL DISFUNCIONAL
Aunque suene controvertido, existe lo que llamamos narcisismo funcional.
Esta manera de adjetivar al narcisismo es una forma de entender que la
tendencia a la expresión narcisista se encuentra en la naturaleza humana. Y
esto no es del todo malo, sino que es necesario. De hecho, podemos
distinguir entre dos tipos de narcisismo: el funcional y el disfuncional. No
tomemos esto como excusa para pensar que «tenemos narcisismo del
bueno», pero sepamos que un punto de narcisismo funcional puede ser una
característica de la personalidad que no afecte de forma negativa a la
persona que la tiene ni a los que la rodean.
Sin ir más lejos, la psicología evolutiva nos enseña que, por naturaleza,
los niños son egocéntricos, centrados en sí mismos y, hasta que no tienen
cierta edad, no perciben a los demás ni se relacionan bien con ellos. Los
niños deben de pasar por una etapa evolutiva egocéntrica para su desarrollo.
En ella, no son conscientes de los efectos que sus acciones ocasionan en los
otros. Se centran en sus necesidades e intereses, no ven al otro y mucho
menos pueden mostrar empatía. Este egocentrismo infantil no solo no es
malo, sino que es necesario para su correcta evolución. Así pues, es
evidente que existe un narcisismo infantil que, como tiene un propósito
evolutivo, no es, de por sí, perjudicial. 
De hecho, cierta dosis de egocentrismo y egoísmo es necesaria en todo
individuo. Centrarnos en nosotros mismos y darnos atención exclusiva es
clave para luego poder ayudar bien a los demás y conseguir objetivos en la
vida. Piensa lo que nos dicen las azafatas de vuelo cuando nos recuerdan las
indicaciones de seguridad: «Póngase la mascarilla de oxígeno antes de
ayudar a los niños y demás pasajeros». Con este ejemplo vemos que no solo
es importante, sino que es un deber que nos ocupemos de nosotros mismos
si queremos ocuparnos de otros. Y que no podremos ocuparnos bien de los
demás ni atender correctamente sus necesidades si antes no hemos
aprendido a atendernos a nosotros mismos. 
El narcisismo funcional y el patológico son dos caras diferentes de una
misma moneda. Lo que diferencia uno del otro es el grado y la frecuencia
en que se manifiestan los rasgos de esta personalidad. Los griegos tenían
una máxima: «Todo en su justa medida». Eso mismo lo podemos ver en la
medicina, que utiliza sustancias que en proporción excesiva son tóxicas y
en la proporción justa ayudan a protegernos. 
Debemos conseguir un equilibrio entre la atención hacia uno mismo y la
atención hacia los demás. Como seres grupales que somos, necesitamos la
confirmación social. El reconocimiento del entorno es fundamental para
poder reconocernos a nosotros mismos, así como nuestra valía y
deseabilidad. El reconocimiento externo contribuye a mantener un buen
nivel de autoestima. Nos conocemos a través de la relación con el otro.
Un narcisista funcional es aquella persona que ha hecho de sus
características de espectro narcisista cualidades que le permiten avanzar en
su vida sin dañar a los otros, a la sociedad ni a sí mismo. El equilibrio para
que estas virtudes no se conviertan en defectos requiere del compromiso del
individuo, lo que lleva en la mayoría de las ocasiones a necesitar una buena
barra estabilizadora.
En nuestra naturaleza humana existen tanto el egoísmo funcional como
el patológico, así como el altruismo funcional y el patológico. Recordemos
que todo es cuestión de medida.
El narcisismo funcional contiene las semillas del respeto hacia uno
mismo. Es importante cuidarse, tenerse en cuenta y ser prioritarios,
permitiéndonos ser y que los demás sean. Valorarse a uno mismo, sentir
amor propio, te hace creer en ti, tener confianza, te da seguridad, y es el
motor que puede ayudarte a superar obstáculos difíciles en la vida y el que
te permitirá amar más sanamente a los demás. 
Hablaríamos de narcisismo funcional cuando los sujetos presentan la
mayoría de las características que se enumeran a continuación y son: 
1. Seductores: cautivan con sus andares, su presencia, su mirada, los
gestos de sus manos, su tono de voz y su vestimenta, siempre perfecta
y estudiada. Su comunicación verbal y no verbal atrae a los demás.
Utilizan esa captación de la atención para influenciar a los demás y
conseguir sus objetivos. El narcisista funcional tendrá en cuenta que
los objetivos que persigue en relación con los demás sean beneficiosos
para ambas partes.
En cambio, un narcisista patológico usará esto para su propio
beneficio sin tener en cuenta si al otro le provoca un beneficio o no. 
3. Muy buenos comunicadores y con gran poder de influencia: las
palabras son como balas, decía Wittgenstein, una vez lanzadas no
tienen retorno. No podemos subestimar el poder de la palabra en la
relación con los demás, y eso lo tiene muy en cuenta un narcisista. Los
veremos modular su tono y ritmo de voz, lento, suave y cariñoso
cuando quieren acercarse y seducir al otro, así como lanzar
afirmaciones directas que impactan como misiles para desestimar,
desaprobar o rechazar lo que hace, dice y piensa el otro. Con el uso de
la comunicación, el narcisista funcional ayuda al prójimo a ser mejor y
hacerle ver cosas que por sí solo no había pensado y que generan un
bien común.
En cambio, el narcisista patológico es capaz de manipular, anular,
acosar y maltratar al otro con el uso de la palabra.
5. Cultos o expertos en algún tema en concreto: suelen ser personas con
estudios y altos conocimientos que ponen a su disposición para lograr
sus fantasías y alcanzar sus sueños. El narcisista funcional es un
individuo que, gracias a esos conocimientos, ha desarrollado las
habilidades (de comunicación, relación, persuasión, etcétera) y la
actitud de dar, ayudar y estar pendiente de los demás (en su vida
profesional y personal), porque, gracias al saber y a las tablas que ha
adquirido con su aprendizaje, ha comprendido que esa actitud le
confiere más valor. Una forma de llevar al narcisista patológico hacia
la funcionalidad es, precisamente, hacerle entender que, si se cuida de
que los demás brillen, su brillo aún será más grande y más respetado.
En cambio, los narcisistas patológicos, aunque pueden ser muy
cultos, en su vida personal someten a maltrato psicológico a sus
parejas o familias. Puede que apenas tengan estudios y posean pocos
conocimientos de la vida, pero, en cambio, hablan y se expresan como
si fueran los mayores expertos en la materia. 
7. Establecen buenas relaciones sociales: los narcisistas funcionales
pueden trabajar y colaborar con personas a las que consideran mejores
que ellos en otros ámbitos para que les ayuden a brillar. Tienen
relaciones de amistad fuera de su ámbito laboral. Estas personalidades
siguen su mandato interno de que deben lograr ser los mejores, pero
ayudan a quien está a su lado a que siga su misma estela y se supere
día tras día. Predican con su ejemplo que conformarse o no mejorar es
de perdedores y que para sentirse bien siempre deben luchar por sus
sueños. Lo quieran o no, acaban siendo siempre el centro de atención
del grupo. A menudo, son líderes naturales o se convierten en gurús,
directores de ONG, altos directivos o emprendedores insaciables e
incansables que abren caminos, aportan y dan mucho a los demás y
ofrecen luz a gran cantidad de personas. 
En cambio, un narcisista patológico siempre acaba rodeado, en su
equipo de trabajo más próximo, de gente poco competentey no suele
tener amigos verdaderos. Necesita que la gente de su círculo no le
suponga una amenaza y no le haga sentirse inferior o cuestionado; por
eso, suele rodearse de fans o súbditos. Cuando alguien de su entorno,
por ejemplo, su mujer o una empleada muy segura de sí misma e
inteligente, le rebate las cuestiones que defiende, hará todo lo posible
por desacreditarla y menoscabar su autoestima para que acabe
haciendo como los demás del grupo que le rodean: bajar la cabeza y
adorar al grande. Un narcisista patológico no invierte su tiempo con
alguien que no puede utilizar para satisfacer un deseo u objetivo
propio.
9. Buscan el reconocimiento y la aprobación de los demás: suelen estar
motivados por marcar la diferencia. Todos, en cierta medida,
necesitamos la confirmación y la aprobación de los otros para
sentirnos seguros y motivados para seguir mejorando en lo que
hacemos. Piensa en un artista de teatro: los aplausos del final le cargan
de energía y motivación para seguir al día siguiente repitiendo y
mejorando su actuación. El problema surge cuando, al acabar la obra,
el actor únicamente valora su actuación en función de si los aplausos
han sido más o menos fuertes. 
En cambio, un actor narcisista patológico al final acabaría por
rechazar obras de teatro muy buenas si no tuviese el papel protagonista
o si su personaje no luciera por encima del resto del elenco. Al
asignarse esos papeles destacados, trata de garantizar que los aplausos
finales sean más fuertes para él que para el resto de los miembros de la
compañía. Puede empezar a ensayar una obra de teatro en una
compañía como uno más, pero luego moverá los hilos que crea
necesarios para marcar la diferencia en algún aspecto. 
11. Empáticos: los narcisistas funcionales tienen la justa empatía para
poder actuar exitosamente en un contexto, es decir, tienen la capacidad
de sintonizar con el otro para entender cómo percibe y reacciona frente
a la realidad. Jamás se pondrán en exceso en el lugar del otro, porque
perderían su capacidad de acción personal hacia el objetivo relacional
que tienen con esa persona. Por ejemplo, si un cirujano que debe
operar a corazón abierto a un paciente empatiza demasiado con él, esto
mermará su eficacia, porque le temblaría la mano que empuña el
bisturí. 
En cambio, el narcisista patológico tiene falta de empatía y, en
consecuencia, falta de culpa y de remordimientos, y esta, din duda, es
una de las características más peligrosas que presenta.
13. Líderes: suelen ser líderes naturales, y observamos que son liderazgos
positivos que generan el bienestar de la humanidad. Muchos de ellos
se identifican con leones fuertes, grandiosos, los reyes de la selva a los
que todos los demás respetan. Son capaces de afrontar acciones
complicadas, que muchos otros no querríamos hacer, como despedir
empleados o dar malas noticias.
En cambio, un narcisista patológico no funciona como un líder, ya
que cuando se siente todopoderoso ni escucha ni valora a los demás.
Son referentes negativos. En algunos casos se creen líderes cuando, en
realidad, no están liderando nada.
15. Determinados: son personas que suelen perseguir y marcarse
objetivos cada vez más grandes para sentirse capaces y seguros.
Tienen la capacidad de hacer realidad sus objetivos e ir cumpliendo
sus fantasías de éxito. Actúan con determinación, en el sentido de que
todo lo que se proponen lo realizan. Un narcisista saludable jamás será
procrastinador en aquello que va en línea con lo que quiere, y tendrá
coraje para saltarse los obstáculos que haga falta y a las personas que
se entrometan en su camino para conseguirlo. 
En cambio, al narcisista patológico nada le es suficiente, siempre
quiere más y más. Su sed de ser el mejor y tener éxito le hace ir más
allá de sus límites de forma excesiva y sin descanso. Los mejores
deben ser ellos mismos, y con los demás son explotadores, soberbios y
arrogantes. Incansables e insaciables, van deshumanizándose para
lograr sus fantasías de éxito y de adoración. Muchos narcisistas son
adictos al trabajo.
17. Polémicos: los motiva ser escuchados y marcar la diferencia. Como
tienen la justa empatía, son capaces de decir cosas que los demás no se
atreven a pronunciar. Esta cualidad es muy necesaria e incluso puede
ser positiva. 
En cambio, al narcisista patológico se le puede detectar porque
cuando es polémico genera cierto rechazo y fastidio. Como no tiene
demasiados escrúpulos para desestimar al otro o para marcarse un
farol, es capaz de contradecir y poner en duda a veces las cosas más
obvias y evidentes. Para lograr el respeto y la atención puede llegar a
mentir de forma brillante y estratégica. 
19. Muy seguros de sí mismos, a la vez que comprometidos con los de su
entorno y generosos. Captamos su gran energía y seguridad. Como
dice Victor Küppers a propósito del efecto bombilla, hay personas que
van por la vida a treinta mil vatios y otras que van fundidas. ¿Quién
prefieres ser? Porque todos transmitimos, pero no todos transmitimos
lo mismo. Los narcisistas funcionales sienten que valen un imperio y
por eso deben ser respetados; y eso no es del todo malo, al contrario. 
Sin embargo, ¿qué pasa si la bombilla desprende tanta luz que acaba
cegando? El problema es que cuando una luz quiere brillar demasiado,
acaba deslumbrando y se hace insoportable a la vista de los demás.
Entonces, no estamos a gusto ni con lo que transmiten ni con ellos, y
podemos pensar algo así como «pero de qué va esta tía», «de qué va
este chulopiscinas», «de que va esta sabelotodo»... Si la persona
narcisista tiene conocimientos y habilidades, pero su actitud es
pedante, se genera un problema. 
Muchas personas demonizan el narcisismo, pero, como hemos visto, hay
una diferenciación importante que tener en cuenta. Curiosamente, los
narcisistas son las personalidades más criticadas por los demás, pero, a la
vez, las más envidiadas. Nadie quiere ser un narcisista, pero, en cambio, la
gente los vota, o es su fan o los siguen en las redes sociales... Parece que
para el ser humano estar en contradicción es la regla, y ser coherente, la
excepción.
Me gustaría acabar el apartado apelando a tu sinceridad. Si nos dijeran
cada mañana que podemos decidir afrontar el día con el ego hinchado o
pinchado, es obvio que todo el mundo se decantaría por lo primero, porque
ya sabemos que la vida misma nos acabará poniendo en nuestro sitio. Por
otro lado, reconozcamos que la mayoría de nosotros desearíamos poder
tener estas características como utensilios dentro de un estuche, y, de esta
forma, emplearlos a conveniencia como recursos para hacer frente a
nuestras vidas.
El hecho de que te sientas identificado con una o algunas de las
características anteriores no te convierte en un narcisista, ni patológico ni
funcional. Si realmente tienes interés en conocer la estructura de tu
personalidad, deberás acudir a un psicólogo, porque este conocimiento
complejo supera la lectura de cualquier libro.
La idea es que determines si alguna de las personas que te rodean
concuerda con todas —o con la mayoría— de las características
enumeradas, y así podrás identificar si su narcisismo es funcional o
patológico. Si es funcional, tendrás que lidiar con personalidades que rozan
el egocentrismo y aceptarlas en la medida de lo posible. Si es patológico,
sigue leyendo y te enseñaré cómo manejar situaciones de esta índole.
¿POR QUÉ UN NARCISISTA TE ELIGIÓ COMO VÍCTIMA?
Los narcisistas buscan lo que comúnmente llamamos buena gente. En este
perfil entran aquellas personas que se preocupan por los demás, que tienden
a poner las necesidades del otro por delante de las suyas, amables, y, sobre
todo, que se amoldan a la exigencia de priorizar y atender las necesidades
del narcisista. A esa bondad le suman un punto débil, ese aspecto de la
personalidad que va a permitir al narcisista manipular a su víctima y
parasitarla. Por decirlo de una manera clara y sencilla, los narcisistas buscan
a una persona con tendencia altruista en la que detectan la necesidad de
validación y reconocimientode los demás para sentirse segura y bien
consigo misma. 
En efecto, es con esta segunda característica con la que más juega el
narcisista para manipular a su víctima, ya que esta necesita dar para que el
narcisista lo valide. Así, este binomio se conforma porque uno encuentra
una pareja a la que puede dedicarse, mientras que el otro, la persona
narcisista, encuentra a alguien a quien puede imponer sus necesidades.
Llamamos codependencia a esta forma de relación. Esta dinámica, expuesta
sobre el papel, puede parecer inofensiva, incluso pragmática, pero suele
volverse patológica rápidamente.
Para poner un ejemplo de cómo se degrada la relación convirtiéndose en
patología, tenemos el caso común de que, una vez que el narcisista siente
«sujeta» a su víctima, se vuelve desagradecido, imperioso y exigente, ya
que no necesita manipular a través de la seducción. La víctima va
acumulando resentimiento por esta falta de consideración. Pronto comienza
una explotación sin tregua, con altas demandas, hasta que la persona
parasitada se agota. Por eso, esta relación siempre acaba siendo abusiva. A
pesar de ello, del malestar evidente, la dinámica puede cronificarse y
cualquier intento de romper la relación se queda en una especulación
mental; como mucho, se habla de ello, pero no se lleva a cabo. 
Es necesario ver y entender esta dinámica de funcionamiento para
asumir con valentía cuáles son los motivos que llevan a participar en una
relación tan nociva. Es la única manera de sanar y no repetir patrones en el
futuro. 
Por lógica, los narcisistas patológicos raramente eligen a una persona
como ellos. Como siempre digo, los narcisistas se detectan, se huelen entre
sí y se repelen tanto a nivel amoroso como laboral o familiar. Como pasa en
la física, a los narcisistas les atraen los polos opuestos.
En mi práctica clínica observo que las víctimas suelen ser sujetos
honestos, que se preocupan por los demás, leales, resilientes, con gran
corazón y fuertes. Cuanto más fuerte es la pareja del narcisista, mejor para
él, puesto que más peso puede descargar en ella. La ingenuidad y la bondad
son dos características que adoran.
Los narcisistas no quieren compañeros que no sean buenos cuidadores,
pues necesitan a los demás para vivir. Necesitan gente fuerte y saludable. Y
sus víctimas quedan seducidas por los narcisistas principalmente por su
despliegue de encantos y su personalidad dominante.
En última instancia todos podemos ser víctimas de una persona narcisista
si somos un medio para conseguir alcanzar algo que desea. En la medida
que nos necesite para su beneficio somos una presa potencial. 
IDENTIFICA EL MALTRATO EMOCIONAL DE UN NARCISISTA
Seguramente, a medida que vas leyendo este libro, hay muchos momentos
en los que te identificas o dices «eureka». Si quieres evaluar mejor si eres o
has sido sujeto de maltrato emocional por parte de un narcisista y así
determinar cómo puedes utilizar este libro en tu caso personal, te invito a
que realices este test de ocho señales de maltrato emocional, respondiendo
con un «sí» o con un «no» a cada ítem. 
1. Ya no sabes poner límites, porque cada vez que lo haces, esa persona
se enfada, se hace la víctima, etcétera. Los narcisistas son expertos en
superar los límites de cualquiera. 
2. Te fuerza a hacer aquello que no quieres hacer. Es como estar en
una secta: sientes que te ha hecho un lavado de cerebro, te utiliza y te
manipula para que le sirvas en función de sus objetivos.
3. Notas que vas perdiendo progresivamente tu identidad. Te sientes
como vacía, porque te ha moldeado como si fueras de plastilina y ni te
acuerdas de tu «forma» habitual. 
4. Sabes que un grupo de tu entorno te desprestigia o critica porque ha
sido influenciado por el narcisista. 
5. Por amor, miedo, culpa..., defiendes actitudes y comportamientos
del narcisista y lo ayudas a solucionar sus propios desastres, o lo
justificas y defiendes en causas con las que no te identificas.
6. Te aísla o acabas aislándote tú por miedo a que te rechace. Te
sientes tan desconectado de tus amigos y familia que te apartas. Tienes
la sensación de que nunca nada será suficiente. Sientes confusión, te
has dejado y abandonado, por ejemplo, dejando de hacer cosas que
antes disfrutabas.
7. La relación con estos vampiros emocionales está afectando a tu salud
mental o física. Puede que experimentes alguna enfermedad o
dolencia, cansancio, o que tu sueño se vea afectado, etcétera.
8. Te das cuenta de que siempre estás justificando que eres buena
persona, un buen profesional, que tú no eres culpable de las
acusaciones que te hace el narcisista.
Si has respondido afirmativamente a cinco o más ítems, estás en una
situación de maltrato psicológico.
Si no sabes bien qué responder a algunas de estas cuestiones porque te
cuesta valorar la situación, podrías estar padeciendo una situación de abuso
emocional.
Sea como sea, si has realizado este test y hay una cantidad significativa
de «síes» en tus respuestas, te recomiendo que consultes con un psicólogo,
pues implica que dudas sobre si estás en una situación de maltrato y, por mi
experiencia, quien duda, la mayoría de las veces, tiene motivos.
Capítulo 2
EL NARCISISTA ¿NACE O SE HACE?
Como dijo Oscar Wilde, «con las mejores intenciones se pueden producir
los peores efectos», de manera que la respuesta a la pregunta que da título a
este capítulo es doblemente afirmativa. Un narcisista nace y se hace. De
hecho, depende de la influencia de tres factores: el genético, el social y el
psicológico.
CÓMO SE CONSTRUYE LA PERSONALIDAD NARCISISTA
Existe la posibilidad de nacer con una tendencia genética a desarrollar
narcisismo, pero también puede suceder que factores de tipo educacional,
ambiental o social exacerben rasgos narcisistas en una personalidad sin
trastorno. En ese sentido, habría que tener en cuenta los recientes
descubrimientos de la epigenética, según los cuales, las causas ambientales
pueden influir en los genes, provocando una realimentación de los agentes
que inciden en el desarrollo de personalidades narcisistas. Por otro lado, la
influencia del factor psicológico, es decir, cómo percibimos y nos
comportamos en la relación que establecemos con nosotros mismos, con los
demás y con el mundo, potenciará o aplacará el narcisismo.
Para responder a si un narcisista nace o se hace, debemos retrotraernos
automáticamente a la infancia, edad en la que se conforman los rasgos más
notables de nuestra personalidad. El egocentrismo infantil no solo no es
malo, es absolutamente necesario para una correcta evolución. Podríamos
decir que existe un sano narcisismo infantil. También a lo largo de la vida
adulta, una dosis de egocentrismo y egoísmo puede ser necesaria, porque,
como ya hemos visto, hay personas que tienen personalidades basadas en el
narcisismo funcional y no por ello presentan patologías. La mesura del
narcisismo funcional —esa «cierta dosis de narcisismo» de la que hablamos
— puede ser un rasgo positivo si no se pasa al espectro oscuro del
narcisismo patológico.
Como iremos repitiendo a lo largo de este libro, estamos en constante
cambio y todo lo que nos rodea va influenciándonos. Por ello, nuestra
personalidad se construye según la suma de la herencia genética, el entorno
social (no solo en el que hemos vivido, también en el que estamos viviendo)
y el cómo hemos percibido y reaccionado frente a dicho entorno y cómo lo
seguimos haciendo en la actualidad. En resumen, podemos nacer narcisistas
funcionales y convertirnos, con los años vividos, en patológicos, o
viceversa. O puede que nazcamos sin una personalidad narcisista y nos
quedemos así toda la vida. Así que, de nuevo, la respuesta es que el
narcisista nace y se hace, y ello depende de su personalidad y de todos los
factores externos que lo rodean.
Para lidiar con un narcisista problemático en la actualidad, es
fundamental que empieces a comprender cómo se ha construido esa
personalidad con trastorno narcisista, así podrás situarte y situarlo más allá
de la relación conflictiva que os atañe.Conocer las diferentes teorías que
explican el origen de un narcisista nos ayudará a entenderlo. 
Comencemos por esa edad primordial que es la infancia, para asomarnos
a las diferentes circunstancias y factores que pueden provocar heridas
narcisistas que, más tarde, lleven al adulto a desarrollar trastorno de
personalidad narcisista. 
LA INFANCIA
Casi todas las teorías coinciden en que el narcisismo se genera entre los
cuatro y los doce años, a causa de una infancia que se percibe como
insegura, inestable, desorganizada, caótica, difícil, dolorosa, tormentosa...
En mi experiencia clínica en consulta, he observado que pueden distinguirse
tres tipos. Me gustaría compartirlos contigo para que puedas detectar a un
narcisista patológico solo conociendo algunos datos sobre su infancia.
NIÑOS DESPROTEGIDOS AFECTIVAMENTE
Son los infantes que, por ausencias y carencias emocionales, llevan encima
las heridas narcisistas. Unas heridas que lastiman la autoestima de estos
niños. Los narcisistas suelen ser individuos lastimados por uno o sus dos
progenitores. Y parece que, como no pudieron amar a sus padres,
decidieron construir un personaje grandioso, y amarlo y protegerlo el resto
de sus vidas.
Es común observar en la práctica clínica que la mayoría de los
narcisistas han vivido una situación traumática, injusta, en la que ha habido
una ofensa, un daño a su persona que ha puesto en riesgo su dignidad, su
honor, su credibilidad, etcétera. Esta herida narcisista se debe trabajar en un
proceso psicoterapéutico, porque si sigue abierta, infectada o demasiado
presente para el individuo narcisista, este reaccionará de una forma
defensiva para protegerse y no sentir dolor psíquico ni una angustia
desgarradora si se reactiva la situación traumática. 
Al referirse al hecho traumático que los hirió, gran parte de los
narcisistas se expresan en los siguientes términos: «Desde ese momento, me
prometí que yo sería rico y sacaría a toda mi familia hacia delante, lo vi
clarísimo», «Desde ese día, tuve claro que iba a demostrar a todos que soy
un ser extraordinario y que no van a llegarme ni a la suela de los zapatos»,
«Desde ese día tuve claro que iba a ser el hombre de la casa y que no les
faltaría nada a mi madre ni a mis hermanos», «A partir de entonces, no he
necesitado a nadie». Para enmascarar la herida producida por la situación de
no haber recibido la ayuda o la protección que necesitaba, el individuo
reacciona de forma defensiva, mostrándose omnipotente. Y así es como se
forma el carácter arrogante típico de los narcisistas y que actúa como
armadura de protección. 
Ese carácter defensivo encubre la necesidad de mantenerse ajeno y no
conectar con el desconsuelo por el abandono o las ausencias de una o de
ambas figuras progenitoras. El sujeto que ha padecido esta herida suele
acabar dependiendo de otras personas, de las drogas, del alcohol, del
trabajo, etcétera, para compensar la máscara que oculta su yo debilitado y
necesitado.
En este grupo también quedan englobados los niños que tienen uno o dos
progenitores que les dan un amor condicionado. Son aquellos padres que,
de manera explícita o implícita, transmiten a sus hijos este tipo de mensajes:
«Te amo si haces lo que yo quiero que hagas», «Te amo y te atiendo si eres
el hijo que yo siempre he deseado que seas». 
Estos padres inculcan a sus hijos la idea de que para ser amados deben
satisfacer las necesidades de los demás, o deben ser los mejores, o de lo
contrario se convertirán en seres defectuosos e indignos de amor. Son
figuras paternas que desconocen la esencia de su hijo, o, si la han visto, la
han rechazado. En consecuencia, no lo han guiado hacia sus verdaderas
inclinaciones. 
Y no necesariamente estamos hablando de niños abandonados;
paradójicamente, pudieron haber estado muy acompañados y aparentemente
protegidos, pero presentan graves carencias emocionales porque, en
realidad, no han tenido un referente cercano que los haya abrazado, ni han
podido sentirse seguros, verdadera y sanamente queridos, con derecho a un
amor no condicionado.
NIÑOS SOBREPROTEGIDOS
Son aquellos que han crecido en un modelo familiar sobreprotector.
Desgraciadamente, esta es la tendencia dominante de los últimos años. Los
progenitores hacen lo que sea para facilitar la vida de sus pequeños e
intentan eliminar todas las dificultades, incluso haciendo directamente las
cosas por ellos, porque así creen que los están ayudando. Pero, como decía
la médica y educadora Maria Montessori, «una ayuda innecesaria es un
obstáculo para el desarrollo». 
Estos padres se preocupan en exceso por sus hijos, facilitándoles
continuamente el camino para que no experimenten sufrimiento. Son niños
que tienen «de todo» sin haber hecho ningún esfuerzo y, en consecuencia,
se creen con el derecho de hacer lo que quieran. Estos padres los tratan
como reyes; al inicio de la infancia todo va bien, pero cuando el niño va
creciendo se va transformando en un rey tirano. 
Ese exceso de sobreprotección, contrariamente al efecto deseado, acaba
desprotegiéndolos. Cada vez que los padres ayudan, están dando dos
mensajes a los niños. El primero es: «Te ayudo porque te quiero». El
segundo mensaje que reciben, y de forma más impactante, es: «Te ayudo
porque tú solo no puedes, porque tú eres incapaz». Esta actitud de los
padres provoca que la autoestima de sus hijos se debilite y que tengan baja
tolerancia a la frustración. No soportan no tener las cosas al momento y sin
esfuerzo y que los otros no sean «sus sirvientes», porque mantienen la
creencia de que son lo más importante y que todo debe girar en torno a
ellos. Por esta causa, acaban presentando actitudes tiránicas y se frustran a
la más mínima ocasión cuando las cosas no salen como ellos querían.
Incluso en la edad adulta, siguen creyéndose con derechos especiales sobre
los demás y que los de su alrededor están para servirlos y facilitarles la
vida; con derecho, en definitiva, a ser el centro de atención y adoración de
los que están a su alrededor.
Me gustaría comentar, siguiendo con el hilo de la sobreprotección del
menor, que, en nuestra actual sociedad, la prevención del maltrato físico es
tan efectiva que si un niño llega con moratones a casa o al colegio se
activan los servicios sociales para investigar. Y esta conciencia es un
motivo para felicitarnos. Sin embargo, no sucede lo mismo con la
sobreprotección, que es también una forma de maltrato, solo que no se ve.
Estamos hablando de maltrato cuando los padres, para poder estar
tranquilos, dejan a sus hijos horas y horas con los videojuegos; cuando los
padres no les dejan ir a colonias o excursiones por miedo a que pase algún
accidente con el autobús escolar; cuando los padres les regalan un teléfono
móvil a edades muy tempranas para que los dejen tranquilos, etcétera. Los
padres que actúan desde este umbral de maltrato no son conscientes de que
están desprotegiendo a sus hijos; que ese tipo de amor no solo no ayuda,
sino que daña.
NIÑOS CON PROGENITORES AUSENTES Y CARENCIAS AFECTIVAS, 
PERO CON EPISODIOS DE SOBREPROTECCIÓN
Es decir, viven la combinación de los dos modelos anteriores. Esta
ambivalencia crea niños inseguros con miedo al abandono, al error, a no ser
capaces y a no estar a la altura. 
Suelen ser situaciones en las que los niños pasan largas temporadas sin
sus padres. Por ejemplo, porque viajan por trabajo, o porque son enviados a
internados. Estos padres suelen compensar todo el tiempo de ausencias
concediéndoles cualquier capricho y abrumando a sus hijos con regalos. En
consecuencia, los niños construyen un apego inseguro con uno o con los
dos progenitores, a causa de la ambivalencia entre el exceso de
sobreprotección y sentir que su crianza se delega en otros. 
 
 
En definitiva, sea de un tipo u otro, el resultado es que el niño se desconecta
de su capacidad de sentir; con este mecanismo, evita las continuas dosis de
frustración y sufrimiento. 
Eso sí, la construcción del narcisista no está anclada únicamente en la
infancia. Los rasgos de la personalidadnarcisista pueden despertarse y
acrecentarse a lo largo de la vida, ya que, como hemos comentado al inicio
del capítulo, el narcisista puede nacer y también hacerse. Elegir modelos de
conducta nocivos, como algunos influencers de las redes sociales, o vivir
una experiencia que puede acrecentar los rasgos narcisistas, si la
personalidad no está bien construida en la infancia, puede generar de forma
repentina que un niño se vuelva narcisista y explore esta patología en la
edad adulta.
Ahora que conocemos las principales causas que construyen a un
narcisista en la infancia, podemos corroborar que se puede nacer narcisista
o hacerse narcisista durante la niñez, la adolescencia o incluso la adultez.
Ten en cuenta los datos que indican que una persona adulta que te rodea
tuvo una infancia que pudo desencadenar una personalidad narcisista
patológica y, si conoces su infancia, podrás determinar si estás ante un
narcisista patológico hecho a sí mismo.
CÓMO EVITAR QUE TU HIJO SE CONVIERTA 
EN UN NARCISISTA EN LA «ERA DEL YO»
Como siempre digo al hablar de nuestros hijos e hijas, «llenarlos de todo es
vaciarlos por dentro». Porque complacer todas sus demandas es,
paradójicamente, devastar su interior. El narcisista está siempre mirando
hacia fuera, se define por los ojos de los demás, necesita que lo admiren por
ser grande, extraordinario y especial, por ello se llena de aquello que pueda
suscitar admiración. Pero por debajo esconde fragilidad. Sobre todo, el
miedo a no estar a la altura y no ser capaz. 
Los estudios indican que una educación de hiperelogios, tales como
«eres el mejor», «eres el más listo del mundo mundial», «eres la más guapa
del universo», sumada al amor condicionado —que se expresa en frases y
actitudes como «si haces lo que te digo, te compraré lo que quieras»— es la
que se correlaciona más con la aparición del narcisismo. Es normal que,
como madres y padres, actuemos así, porque lo hacemos de forma
inconsciente y porque vamos a un ritmo frenético por la vida. Y es,
precisamente, a causa de este ritmo acelerado por lo que muchos
progenitores no prestan suficiente atención ni tiempo de calidad a sus hijos.
Como consecuencia, estos aprenden que la forma de recibir atención de sus
padres pasa por hacer algo extraordinario. Con esta forma de proceder, sin
quererlo, los padres fomentan el narcisismo.
¿Cuándo podemos considerar que un niño debe recibir ayuda profesional
porque presenta actitudes narcisistas? Si muestra un egoísmo extremo, el
cual se traduce en que hace siempre las cosas para que los demás lo validen,
pero no se esfuerza si nadie lo mira o no obtiene recompensa material o de
atención. Si es altamente competitivo buscando recibir la atención plena y
el elogio, pero luego se muestra abúlico si está solo, o se frustra o se enfada
demasiado si no logra sus propósitos. Si necesita exagerar las cosas para
llamar la atención. En su comportamiento social puede instigar al acoso o
bullying de un compañero para ejercer la dominación y manipular al grupo
en la dirección deseada. En el aula siempre culpa a los demás de actos que
ha hecho él, y usa la mentira y la manipulación para salirse con la suya.
Uno de los zócalos estructurales esenciales para ese niño en riesgo de
desarrollar una personalidad narcisista es tener una figura familiar con la
que realizar un apego seguro; pueden ser sus padres, por supuesto, pero
también algún familiar o no familiar que esté presente en su crianza. Esta
figura es quien va a representar la barra estabilizadora que compense las
fluctuaciones del niño en su caminar por la cuerda floja de la vida, tal y
como apuntamos en la imagen sobre salud mental que nos va a acompañar a
lo largo del libro. Esta figura referente ha de ser un adulto con capacidades
y compromiso. 
Quizá te preguntes qué es exactamente un apego seguro. Un apego
seguro se basa principalmente en: 1) el fomento de la seguridad y la
protección del niño y 2) el fomento de su autonomía. 
Si establecemos un apego seguro con nuestros hijos, garantizaremos su
plena autonomía emocional y social. De lo contrario, tendremos niños y
adultos dependientes. De hecho, el apego seguro nunca crea una relación de
dependencia de los hijos ni con los padres ni con los demás; en cambio, un
apego inseguro deviene en la dependencia del otro. 
Aunque biológicamente el niño disponga del gen que genera la
personalidad narcisista, dependerá del entorno donde crezca, del
aprendizaje social que reciba y de cómo aprenda a manejar
psicológicamente sus pensamientos, sentimientos y acciones que ese gen
narciso despierte o quede latente. 
A continuación, te ofrecemos algunas pautas para evitar que tu hijo se
convierta en un narcisista o «despierte el gen» si es que lo porta:
1. Déjale aburrirse. El hecho de estar siempre distraído o con una
continua estimulación externa provoca que los padres no permitan un
espacio donde pueda descubrirse a sí mismo. Si siempre se le está
descubriendo el mundo de fuera —el hacer—, no queda espacio ni
tiempo para estar consigo mismo y descubrirse —el ser—. Recuerda:
cuanto más llenas externamente a tus hijos de cosas, pantallas,
actividades, por muy provechosas que te parezcan, más puedes estar
vaciándolo por dentro.
2. Evita el exceso de refuerzos positivos. Si hace algo bien, no lo
felicites siempre, porque con esta actitud estás privándole de la
oportunidad de que esté satisfecho por sí mismo. Cuando lo felicites,
evita excederte en el elogio.
3. No complazcas todos sus caprichos ni lo abrumes comprándole de
todo. En esta sociedad tan consumista, que fomenta el deseo
inmediato, has de vigilar los privilegios que potencian en tu hijo la
idea de que «consigue lo que quiere porque es el amo». Siempre debe
merecer aquello que obtiene. Los regalos, los premios, no pueden venir
del capricho, del porque sí, pues estaríamos contribuyendo a que el
niño se sienta poderoso e importante sin haberlo merecido. Para
nosotros, como adultos, ya es difícil no ser víctimas del mercado
consumista que nos hace sentir que cuanto más tengamos y más a la
moda vayamos, más felices seremos; pero para un niño o un joven es
todavía peor. Revisa cómo es tu relación con esa falsa pastilla de la
felicidad que son las compras y la posesión.
4. Potencia sus virtudes y destrezas, pero, a la vez, anímalo a realizar
actividades en las que no sea tan habilidoso. Con ello, el niño se
reconocerá como un individuo diverso, sin estar volcado únicamente
en aquello en lo que es brillante. Y, lo que es más importante, se
sentirá aceptado en la diversidad de sus capacidades. Confiará en que
es amado y en que estamos con él tanto en sus éxitos como en sus
fracasos.
5. Pon límites. Criar significa, en buena medida, ayudar al niño a
orientarse vital y socialmente a través de la demarcación de límites. No
ponerlos significa que has dejado a tu hijo carente de guía, que no ha
contado con la figura de sus progenitores. No poner límites es
esencialmente peligroso no solo para los niños, sino también para unos
padres que se enfrentarán a unos hijos adolescentes tiránicos. El
vínculo filial estará dañado y los padres verán y sentirán claramente
que son utilizados y únicamente tratados desde el interés. Aunque
intentemos sostener una imagen idílica del amor paternal, la verdad de
las consecuencias de nuestros actos y omisiones se impone, y en mi
consulta escucho a padres que confiesan detestar a sus hijos
adolescentes. La incomprensión y el rechazo de estos padres comenzó
a gestarse en el momento en que, por un exceso de buenismo,
omitieron los límites durante la crianza de sus hijos.
6. No seas amigo de tu hijo, pues lo estás dejando huérfano. Es
fundamental tener el sistema familiar bien definido y estructurado.
Hay que evitar adjudicar papeles a nuestros hijos que no les
corresponden. Por ello, el sistema parental tiene y debe tener unos
roles y una posición superior al sistema filial, y esto es esencial para
marcar límites y dar seguridad en la infancia.
7. Respeta y acepta a tu hijo. El niño ha de sentir contotal coherencia
que lo queremos, que lo amamos principalmente por ser quien es, y
que nuestro afecto no está condicionado por lo que haga o consiga.
Acepta sus potencialidades y debilidades, y guíalo para que explore
esas potencialidades y transforme sus debilidades en recursos.
8. Cada día, enfréntale a un obstáculo o dificultad que pueda superar
por sí mismo. Si lo supera de manera autónoma aumentará la
confianza en sus recursos y su autoestima; si no, tendrá un reto que
afrontar y por el que luchar al día siguiente. Aprenderá que las cosas
importantes en la vida no se consiguen rápido y sin esfuerzo, sino que
se necesita sacrificio y cometer muchos errores o, dicho desde una
perspectiva más creativa, muchos ensayos, hasta poder realizar una
buena actuación.
9. Confía en sus capacidades y habilidades. Piensa que cuando ves a un
niño seguro, es porque detrás tiene alguien que confía en él.
10. Potencia desde muy pequeño la autonomía. Anímalo a poner
atención y a dar valor a las cosas pequeñas y aparentemente sencillas
de la vida. Que participe de la vida familiar poniendo la mesa,
haciendo la cama o cocinando en la medida de sus capacidades. 
11. Evita las redes sociales y YouTube hasta que tenga una
personalidad definida. Podemos decir que la personalidad está
definida cuando el joven tiene un sentido de identidad personal y
genuina. Ten muy en cuenta que las redes sociales son el nicho
perfecto para que en nuestros hijos despierten o potencien sus rasgos
narcisistas. Deben disfrutar de una personalidad formada antes de que
los «me gusta» y los números de seguidores los condicionen. Para que
cualquier persona sepa que es más que un «me gusta», primero debe
reconocerse como ser. Tus hijos, siendo niños y adolescentes, están en
plena construcción de su identidad, por lo tanto, hay que protegerlos.
12. Edúcalo propiciando la relación, el respeto y la responsabilidad
hacia la naturaleza y hacia otras personas. Es una de las mejores
indicaciones para que se conviertan en adultos con una sana
autoestima. Estoy segura de que los psicólogos nos quedaríamos sin
pacientes, y no solo de narcisismo.
13. Entrénalo a convivir con el error, pues es la manera de aprender y
descubrir el mundo. La frustración es una de las circunstancias más
difíciles para muchos niños. Una manera de gestionarla es que, como
padres, hablemos de los errores que también cometemos quitándoles
importancia. Si, por el contrario, nos mostramos personas infalibles e
incapaces de aceptar las críticas, él aprenderá el mismo modelo.
Siempre pido a mis pacientes que sustituyan el concepto de error por
el de ensayo. Y es que en la vida hay que ensayar mucho para poder
actuar. Además, no existe la actuación perfecta, porque una persona de
alto nivel siempre está en mejora continua y deberá seguir ensayando
para refinar su actuación.
14. Corrígelo con serenidad, evitando la agresividad y la intolerancia.
Una excesiva severidad o agresividad en la corrección inhibe al niño,
quien no se permitirá equivocarse y trasladará este modelo a sus
relaciones con los demás, incluidos sus padres. En lo tocante a la
agresividad, bajo ninguna circunstancia debes permitir que tu hijo te
agreda. Si esto sucede, pregúntate si lo has hecho antes tú con él o con
tu pareja frente a él.
15. No potencies la comparación con sus hermanos, primos u otros
niños cercanos. En consulta se ha repetido el caso de jóvenes
narcisistas quienes me han explicado cómo, ya mayores, querían seguir
durmiendo con su madre; esto, aparte de darles seguridad, les hacía
sentir bien, ya que la madre criticaba a los demás hermanos y, al
concederles el privilegio de dormir con ella, les hacía sentir que eran el
hijo predilecto. 
16. Evita criticar a los demás por lo que percibes como un defecto,
porque entonces crecerá con miedo a ser criticado y rechazado. Un
sano ejercicio para los progenitores, aunque nada fácil, es ser un
modelo en la manera de encajar las críticas. 
17. Deja que tu hijo sufra las consecuencias de sus acciones. No
intentes rescatarlo cada vez que se equivoca o se lastima. Considera
que una ayuda excesiva no solamente no lo ayuda, sino que lo
incapacita. Además, si lo salvas continuamente, siente que puede
acabar haciendo lo que quiera, porque sus acciones nunca van a tener
consecuencias negativas.
18. La cultura es nuestra gran aliada. Hacerle sentir que forma parte de
algo más grande, ponerle en relación con el hecho de que el universo y
la vida humana tienen un ritmo que continúa más allá de la existencia
individual, es un baño constante y necesario de humildad y valores.
Permítele participar en tradiciones, visitar museos, iglesias, explicar
historias, estudiar a nuestros antepasados. Recurre a los clásicos, que
por algo son clásicos. No tengas en cuenta sus estereotipos, aprovecha
para comentarlo con tus hijos o, mejor aún, deja que la crítica nazca de
ellos. La sofisticación que requiere la comprensión y la descripción de
las emociones se puede adquirir a través de la lectura de las grandes
obras de la humanidad. 
19. Come en familia. Comed juntos, en familia, de forma frecuente, sin
otro estímulo que la compañía de los unos con los otros, los alimentos
y la conversación. Deja que la mesa sea el espacio para hablar de
distintos temas, donde el niño sienta que nos interesamos por los
asuntos de cada miembro de la familia. Defiende que la comida sea un
lugar de encuentro y que dure lo que tenga que durar. Sobre todo,
protégelo de influencias externas, como las pantallas. Convertid estas
comidas en los anclajes que necesita vuestro hijo para navegar en una
vida cada vez más acelerada y centrada en el yo. Haced de cada una un
ritual que ayude a encarnar valores tan esenciales como el respeto, la
constancia o la empatía. Convertid este momento en un refugio
familiar al que podéis recurrir a diario.
Para resumir, lo fundamental es estar presentes para poder observar y
descubrir la idiosincrasia de nuestros hijos, y así guiarlos tanto en sus
fortalezas como en sus debilidades. Es importante hacerles sentir que
siempre pueden contar con nosotros, trabajar la empatía y la tolerancia al
error, el respeto hacia los demás, hacia uno mismo y hacia la diversidad de
nuestras virtudes y defectos. En definitiva, educarlos para que sean
personas con altas dosis de humildad.
El psiquiatra Eric Berne decía que la mirada de una madre o de un padre
es lo que convierte a nuestros hijos en príncipes o en ranas. Y a esta
ambivalencia es a la que suele estar sometido un niño cuando los padres
pasan de un polo opuesto a otro. Realmente, hay que tomar conciencia
como padres y no convertir a nuestros hijos ni en príncipes ni en ranas.
Una última y crucial indicación: debemos respetar y legitimar sus
emociones, sus maneras de pensar y su idiosincrasia. Algunas veces esto no
resulta fácil, porque podemos tener hijos muy distintos a nosotros, y
comporta un gran desafío acompañarlos. Todo tiene solución si se le pone
amor y conciencia, pero si evitamos o nos ausentamos de lo que
consideramos, en el fondo, un problema, las consecuencias, a la larga, serán
peores para padres e hijos. Muéstrate disponible y presente. Ten en cuenta
que, si físicamente no estamos con ellos, difícilmente vamos a poder
desarrollar un apego seguro.
Mi lema es «Los padres no deben ser fans de sus hijos, sino sus guías».
Como hemos señalado en este capítulo, tu afecto y dedicación como padre o
madre serán muy importantes para conseguir que tus hijos tengan una sana
autoestima, sin embargo, hay que evitar hacerles creer que son especiales o
superiores a otros niños. Cuando un progenitor intenta fortalecer la
autoestima de su hijo, muchas veces, sin darse cuenta, contribuye a que este
último se sobrevalore. 
Si te preguntas cómo puedes educar a tus hijos con una sólida
autoestima, pero sin fomentar rasgos narcisistas, te recomiendo una receta,
en apariencia simple, pero sumamente efectiva. Cuando hagan algo bien,
aunque a ti te haya parecido extraordinario, brillante y único, dile «te
quiero» o hazle

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