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SEMIOSIS SOCIAL: FUNDAMENTOS Dra. Marta Gerez-Ambertín Semiosis, primacía de significancia, y entonces decir semiosis social es un pleonasmo, ya que toda formación social es una puesta en escena de significancia. Acentuar semiosis como primacía de significancia presupone no avalar cualquier semiología que pueda perderse tras la especulación del simbolismo o el sentido. Sabemos, como dice Barthes, que "Es probable que la sociedad resista a la semiosis, en un mundo que sería aceptado como un mundo de signos, es decir, sin nada atrás ("El grano de la voz." P. 247). Jerarquizar la significancia supone poner en cuestión la noción de significación (rehusarla como algo dado -idealismo-) y otorgar primacía al significante que en sí no significa nada, sino por sus permutaciones y su ordenamiento sucesivo en la trama del discurso. Esta primacía del significante desemboca, necesariamente, en el reconocimiento del sujeto en la semiosis, y esta tal primacía se rompe con la idea del signo como unidad bifaz de un significante y un significado (s/S), para estipular que el significante no tiene necesariamente relación predeterminada en el significado. El significante tiene efectos de significación, significación que se constituye como tal en tanto discurso, es decir, en el seno de un lazo social que posibilita la ligazón de sujetos hablantes. Es por esto que entendemos que, mientras la semiótica como ciencia de los signos puede transitar ajena a la cuestión del sujeto, la semiosis, en cambio, al jerarquizar la significancia, reconoce e interroga la cuestión del sujeto en la significancia. El sujeto, el hablante, enhebra los sonidos y siempre dice más y dice otra cosa que lo que pretende. El que escucha, el oyente, por su parte, liga esos sonidos con sus particulares redes de relaciones significantes, algo que, necesariamente, escapa al que habla. Por lo demás, después de Marx y Freud hemos advertido que la enunciación se hace bajo dos instancias: por una parte la ideología y por otra parte el inconsciente, pero estas dos instancias escapan, por su posición, al sujeto que no sabe exactamente en qué ideología está y no conoce su inconsciente (saber no sabido). Es así como para la Semiosis, el lazo social parece consagrarse al equívoco, al malentendido, y no como pretende el discurso académico de la semiótica, a la comunicación. El recurso al diccionario como instrumento que permitiría disolver el equívoco de la discusión es irrisorio e infantil. Es el intento de imponer una significación oficial, un "buen" sentido a la palabra, una primacía del sentido y el significado por fuera del "sujeto hablante y deseante". La Semiosis, es decir, la práctica de la significancia en el lazo social, otorga un lugar importante al sujeto hablante y deseante en tanto el decir es búsqueda insatisfecha. La significación es un epifenómeno, casi un accidente del significante. No se trata de asignar una significación al significante, sino de afirmar que, en la locución, según el momento en que se produce la puntuación, el significante puede engendrar distintos significados, y estos, a su vez, serán provisionales pues habrán de ser reconsiderados a partir de los significantes que luego se agreguen. Así, el significado es contingente y provisional. La significación se encuentra en los diccionarios. La significancia en el decir, en la producción del texto, en la relación del significante con el cuerpo, esto es, con el deseo y el goce. Es la forma en que la palabra alcanza al ser humano en su carne y evoca en él el goce. Escapa a toda sistematización, ordenamiento y clasificación (buscadas por la semiología). Sitúa el intercambio de la palabra más allá de los códigos y de los cálculos. No remite a la pureza de los gramáticos y semiólogos, sino a la infinita creatividad del sujeto del inconsciente freudiano. El sujeto es un efecto de esta significancia que se despliega en el decir en tanto ese decir está habitado por el deseo. Del lenguaje y las lenguas se ocupa la lingüística, y, para Barthes, la semiología, como parte de la lingüística, (a diferencia de Saussure para quien la lingüística era parte de una ciencia más general como la semiología) trata de las grandes unidades significativas del discurso. Pero el lenguaje es inconcebible sin la presencia de los marcos de enunciación y de subjetividad que subtiende todo discurso. De ellos se ocupara la Semiosis, Social si gusta el pleonasmo. Se trata de Semiosis porque se trata de un programa dentro de la Carrera de Psicología. Se trata de la formación de psicólogos y en esa formación no puede trazarse oblicuidades en torno al sujeto, es preciso plantear su posición, la posición del sujeto como eje central. No se trata de formar lingüistas ni semiólogos sino psicólogos que interroguen al sujeto, al despliegue discursivo que hace del hablante sujeto mismo en el acto del decir. Sabemos que la semiótica misma acabará siempre tropezando con la cuestión del sujeto y las circunstancias de la enunciación, porque el sujeto de la enunciación está animado por otros deseos además del deseo de enunciar y por eso resaltamos sujeto del inconsciente. De esos otros deseos tratará esta Semiosis que no obviará las condiciones de la enunciación, es decir, el ser social de los interlocutores, su ubicación respectiva en tanto sujetos históricos, y eso que está más allá de los enunciados efectivamente pronunciados: lo que Freud llamó "el malestar en la cultura". Malestar en torno a esa Ley que regula y hace cultura y Malestar. Estamos hablando de una práctica que no olvida -ya lo dijimos- que el sujeto ignora exactamente en qué ideología está y desconoce su inconsciente. Es este sujeto-hablante la condición y el presupuesto ineludible del sujeto de la lengua y del sujeto de la historia, y no a la inversa. Para la lingüística, y aún la semiología misma, sería más sencilla su tarea si sólo tuvieran que habérselas con los enunciados. Pero se ven siempre perturbadas por la cuestión del sujeto de la lengua, soporte necesario de la operación de la estructura formal que es la lengua a la vez que imposible de integrar teóricamente en el aparato formal de la enunciación. La lingüística, o mejor decir, las lingüísticas -no hay la Una- escogen entre dos formas de expulsar a este sujeto perturbador de su campo: la primera consiste en derivarlo hacia alguna clase de psicologismo siempre por constituirse y que habría de decir de una vez y para siempre todo lo que haya que decir sobre él como ente cerrado; la segunda lo excluye y "forcluye" de su discurso en una consideración formalista que hace de él un punto inextenso, carente de superficie y de volumen, de cuerpo, de deseo, de goce. El formalismo hace de quien habla, un nadie, un punto puro de emisión de la palabra, idéntico a sí mismo y al que escucha, siempre igual a su nada. En el Proyecto de Semiosis Social, en cambio, el hablante, sujeto de la enunciación, de la ideología y del inconsciente será el protagonista. Soportaremos el peso de tan perturbador sujeto que, por ser del inconsciente, transita el malentendido. Reconoceremos al sujeto de la lingüística pero indagaremos más allá, al sujeto que lo perturba y lo turba. El sujeto de la lingüística, operador de la estructura de la lengua es, o se intenta que sea, un sujeto formalizable, calculable, equivalente al sujeto de la teoría de los juegos, potencialmente capaz de decir todo lo que el sistema permite decir (competencia lingüística). Un sujeto que puede repetirse a sí mismo en una coyuntura equivalente, que puede ser reducido a otro sujeto, del que se puede llegar a predecir sus actuaciones verbales (performances), un sujeto tabulable. Se trata -y esto es más o menos explícito en el discurso de la lingüística- de reducir lo anómalo y de incluir al sujeto en la lógica formal, exento de contradicciones, idéntico a sí mismo, un sujetode "bien decir", normalizado, sin otro deseo que el de emitir ese discurso o mensaje que es soporte de estructuras fonológicas, semánticas, sintácticas y pragmáticas. Una especie de mónada que coincide con el discurso que profiere... en última instancia: un sujeto prefreudiano. En la Semiosis Social, en cambio, trabajaremos el sujeto del semi-decir (no sólo del mal-decir), el sujeto del inconsciente, dividido, el sujeto indeterminado de la significancia, ese sujeto atravesado de lenguaje que es, y sólo puede ser, social por sus enunciaciones. Insisto. La pregunta fundamental de la Semiosis Social se centra en lo siguiente: ¿cuáles son los trastornos introducidos por la significancia y su efecto, el sujeto del inconsciente freudiano, el sujeto de la enunciación jakobsoniano, en el campo aparentemente reservado a la lingüística ? La lingüística, sin duda, aparecerá como ciencia piloto en la cuestión del sujeto porque se trata de un sujeto atravesado de lenguaje, pero el campo de la semiosis no es homólogo al de la lingüística ni al de la semiología. La semiología pone su empeño en el signo como producción de sentido, en las regularidades del decir y del relato; muestra cómo sólo se puede discurrir en torno a la lengua abocándose a los problemas de la trasmisión de mensajes intencionales, la relación dual del significante y el significado (s/S) y a la exclusión de lo accidental y contingente como las homofonías, los chistes, los olvidos... los tropiezos del "querer-decir". Pero esto, lo contingente, se presenta en tanto el sujeto habla y produce el malentendido ya que el equívoco traspasa todo texto: «¿Dijo "dolor" o "doctor"?» «¿Es mano o humano o un mono?» La homofonía juega en la lengua y es el motor en lalangue (lalengua), por eso Lacan para caracterizarla evocó su sistema fonemático. La semiosis, en cambio, al jerarquizar al sujeto hablante, apunta a lo que en el habla resalta por su irregularidad: el lapsus, el olvido, el tropiezo, el trastorno - el síntoma- y el corte del flujo discursivo. Se focaliza en lo no sistemático ni formalizable que se ubica más allá de la lengua y de las estructuras sintácticas superficiales y profundas de la lingüística contemporanea. Su objetivo es el de desbaratar, por el juego de la palabra, el trabajo de la palabra, lo que ese trabajo de la palabra -la significancia- ha configurado: el sujeto del síntoma, la posición del sujeto: efecto del significante. Mientras el sujeto de la lingüística, sujeto del habla, operador imprescindible de la estructura de la lengua, es subsidiario de una psicología del pensamiento y de la conciencia o de una psicología conductista (lingüística empírica de la comunicación, de los sistemas, de las prácticas del sentido) o de un formalismo asubjetivo (distintas variantes de la lingüística estructural); el sujeto del que se ocupa la Semiosis, no como su objeto de estudio sino como producido por su objeto de estudio: la producción de la significancia, el "hablante-ser", es más bien sujeto de la "lingüistería" -tal la expresión de Lacan-: un sujeto indeterminado, producido por el significante, efecto y no causa de discurso, dividido por su decir y su deseo, que sabe siempre menos de lo que dice, que dice siempre más de lo que sabe: sujeto - supuesto, y función significante (sujeto - supuesto. f ste). Como dice Barthes, "(...) es cada vez más difícil sostener (el psicoanálisis, la semiología, el estructuralismo han intervenido) que el lenguaje es solamente un instrumento de expresión y comunicación: cuando el sujeto humano habla, se sabe que pasan muchas otras cosas más, a la vez en él y en aquel al que se dirije, que el simple mensaje estudiado por la lingüística" (El grano de la voz. P. 208) Las contribuciones de Roland Barthes, Sigmund Freud, Jacques Lacan, Emile Benveniste, Claude Levi-Strauss, Claude Milner, Roman Jakobson, Francois Wahl y Julia Kristeva entre otros, permiten configurar los fundamentos para una Semiosis Social. Justamente, Julia Kristeva -quien prefiere hablar de Semanálisis dice de éste: "El semanálisis estudiará en el texto la significancia y sus tipos, tendrá pues que atravesar el significante con el sujeto y el signo, así como la organización gramatical del discurso, para llegar a esa zona donde se reúnen los gérmenes de lo que significará en presencia de la lengua" (Semántica 1. Pag. 11). Del Semanálisis kristeviano, que jerarquiza la cuestión de la significancia en torno al sujeto, abrevaremos para sostener la formulación de una semiosis social que se hace imprescindible para la formación del psicólogo del fin del milenio, precisamente en este crepúsculo del siglo XX donde peligra toda formación de la subjetividad ante el avance despiadado de las ciencias que procuran la objetivación que ha degradado las formaciones subjetivas hasta extremos de puros objetos, medibles, calculables e instrumentables. Para Kristeva la semiótica se constituye como una "ciencia de los discursos" que pretende ir más allá de las leyes de significación de los discursos como sistemas de comunicación y pensar, desde luego, otros terrenos de la significancia. Así lleva la semiótica a un más allá, a un semanálisis como una "crítica del sentido, de sus elementos y sus leyes" (Semiótica 1, P.32) y recupera el lugar del sujeto en esa crítica del sentido: "(...) designa a los lenguajes sus operaciones definitivas para asignarles el sujeto y la historia". Es en ese lugar semiótico, que atraviesa los discursos de la filosofía y las ciencias, donde Kristeva otorga un lugar importante al psicoanálisis: "Es en ese lugar de la teorización semiótica donde la ciencia psicoanalítica interviene para dar una conceptualización capaz de aprehender la figurabilidad de la lengua a través de lo-figurado. Cuestionando al psicoanálisis, el semanálisis puede "desobjetivar" su objeto: intentar pensar en la conceptualización que propone ese objeto específico, un corte vertical y no limitado por origen ni final, remontando la producción de la significancia en la medida en que esa producción no es la causa del producto, sin contentarse con una ordenación superficial de una totalidad objetal" (Kristeva. Semiótica 1. P. 32). Es este el recorrido de una Semiosis Social: cuestionar al psicoanálisis para poner en cuestión la producción del sujeto desde la producción discursiva de las significancias, significancias en torno a la lengua que, según la lúcida expresión de Benveniste "es lo social mismo". Para Lacan "el psicoanálisis deberá ser la ciencia del lenguaje habitado por el sujeto. En la perspectiva freudiana, el hombre, es el sujeto capturado y torturado por el lenguaje". Para Barthes la semiosis es la práctica de la significancia que brota de la subjetivación y el único camino para esta producción -la del efecto sujeto- discurre por el decir... el semi-decir, ya que no todo puede ser dicho. Para la semiosis, el psicoanálisis tiene un sólo asidero válido: el enunciar que, en materia de lengua, la ciencia puede fallar. A lo cual la ciencia tendría muy poco que objetar, porque en la lingüística las cosas no andan como en la lógica: el real en el que la lingüística se sostiene no está suturado; está recorrido por fallas, las que son perceptibles para la ciencia misma. Esas líneas de falla se entrecruzan y se superponen. El cálculo las registra como lo que le es irreductible, pero esas fallas no diseñan otra red a partir de la cual se pudiera construir una ciencia nueva, singular; vanidad de las gramatologías. Su naturaleza y su lógica, empero, son aclarables por el discurso freudiano: en lalangue, entendida como no representable para el cálculo -es decir como el cristal- esas fallas son losretractos donde el deseo destella y el goce se asienta. Se reconoce la escisión entre lengua y habla cuya mecánica, abiertamente o no, funciona en todas las versiones usuales de la lingüística.Pero ésta no deja de suscitar sospechas cuando se observa que también es siempre posible -sin apartarse de la experiencia inmediata- hacer valer en toda locución una dimensión de no identidad, esto es: el equívoco y todo lo que se le relaciona, homofonía, homografía, homosemia, todo lo que soporta el doble sentido y el decir en medias palabras, el incesante tejido de nuestras conversaciones. Está claro que una locución, trabajada por el equívoco, es al mismo tiempo, ella misma y otra. Su unicidad se refracta siguiendo series que eluden la usura, puesto que cada una, en cuanto ha sido dicha -significación, sonoridad, escritura, etimología, juego de palabras- se refractan a su vez, indefinidamente. No es el árbol de la ciencia que calcula ese múltiple, sino el cristal del aleph con el que Borges quizá metaforiza el lugar no idéntico donde todo ente hablante, en tanto que tal, se acredita. Lalangue es, en toda lengua, aquel registro que la consagra al equívoco. Sabemos cómo llegar ahí: desestratificar, confundir sistemáticamente sonido y sentido, mención y uso, escritura y representación; impedir de esta manera que un estrato pueda servir de apoyo para desenredar a otro. Pero, es necesario ponerse en guardia: ese registro no es otra cosa que lo que distingue absolutamente a una lengua de toda otra. Y la particularidad de una lengua reside sólo en las series donde su unicidad se descompone. Un modo singular de producir equívoco consiste, entonces, en eso de que es una lengua entre otras. Por ahí la lengua deviene colección de tópicos todos singulares y todos heterogéneos. Pero, desde cualquier ángulo que se la considere, la lengua es otra que ella misma, incesantemente heterotópica. Por ahí, igualmente, se hace materia posible para los fantasmas, conjunto inconsistente de lugares para el deseo. La lengua es, entonces, LO QUE DE ELLA PRACTICA EL INCONSCIENTE, prestándose a todos los juegos imaginables para que la verdad, en el movimiento de las palabras, hable. El término designado mediante el anterior subterfugio es lalangue, o, dicho de otra manera, aquello por lo cual en un solo y mismo movimiento hay lengua, hay sujetos hablantes y existe el inconsciente. La Semiosis abandona la evidencia del lenguaje de la dominación y se atiene a un principio mínimo: hablar de lengua es plantear que no todo puede decirse. En otros términos, el puro concepto de lengua es el de un no- todo marcando lalangue ; o, lo que es lo mismo, la lengua es lo que soporta a lalangue en tanto que la misma es no-toda. Lacan en Televisión ha hecho funcionar esto como punto inicial de su discurso: la verdad no se dice toda y esto porque faltan las palabras y esto porque hay inconsciente. La Semiosis abreva en la lingüística y en lo que de ésta interesa al psicoanálisis, el hecho de que haya lengua tiene que ver con el hecho de que hay inconsciente. De lo que se sigue que, los mecanismos de la primera repiten los del segundo, y recíprocamente. De donde se sigue, más exactamente, que puede ser definido un punto donde la lengua -al mismo tiempo que existe y que tenga tal forma- y el deseo inconsciente se articulan. A ese punto (a diferencia de Freud) Lacan le ha dado un nombre: lalangue o, lo que es el mismo concepto, el ente hablante, el hablante. Lo que la lingüística testimonia, por su simple posibilidad, es que ese punto donde la lengua y el deseo se corrompen recíprocamente no debe ser figurado como un flujo, sino que dicho punto es una articulación significante. Sólo por eso su escritura atañe a un real. En ese sentido, por otra parte, la lingüística no agrega nada a lo que dicen el lapsus y el chiste, de los cuales, sin embargo, pone todo su empeño en apartarse, puesto que también el lapsus y el chiste suponen lalangue. En suma, si la Semiosis se sirve de lalangue es porque ésta no es sino aquello por lo cual un ente puede ser nombrado hablante: en suma, el sujeto de la enunciación, el sujeto del inconsciente freudiano, el sujeto incalculable. Supuesta una secuencia de lengua, basta que un sujeto del deseo haga allí signo en un punto, para que, al mismo tiempo, todo se tambalee: cesa la calculabilidad sintáctica, la representación gramatical cede y los elementos articulados devienen significantes. Se produce lo que Milner llama subjetivación. El mismo puede operar en cualquier parte, basta para eso una cadena significante y un punto distinguible en ella. El sujeto, en este sentido, dispone de libertad de indiferencia y todos los lugares pueden ser habitados por su deseo. Supongamos la lengua, como red de imposible y como objeto de un saber, sometida al proceso. En cuanto se diseña la función de exceso, que es lalangue, tenemos el conjunto de todas las cadenas posibles, aquellas que la ciencia representa: etimología, paradigmas diversos, derivaciones, transformaciones, etc., así como las que la ciencia rechaza: homofonías, homosemias, palíndromes, anagramas, tropos, y todas las figuras imaginables de la asociación. Lalangue es, entonces, una multiplicidad de arborescencias sobreabundantes donde el sujeto hecha a andar su deseo. No importa, para eso, cuál articulación sea elegida por el sujeto para hacer de ella un signo. El punto de subjetivación es siempre uno entre otros, y en el mismo momento en que es delimitada la cadena dentro de la cual ese punto se distingue, surgen mil otras cadenas análogas. En enjambre, dice Lacan. La cadena de lengua cualquiera, en la medida que un sujeto puede constituir signo de ella, podría ser una definición de lalangue. Pero ésta no opera verdaderamente sino a partir del instante en que el sujeto del deseo ha subjetivado un punto dentro de la cadena, o lo que es lo mismo: cuando ha dicho su deseo. En este sentido, lalangue es también, en la sobreabundancia de sus asociaciones, el conjunto virtual de los decires del deseo. Dicho de otro modo: lalangue ofrece sus caminos, los que el sujeto del deseo tomará pase lo que pase, incluso en su dimensión inconsciente. Dirá Julia Kristeva que al sujeto del deseo sólo es posible descubrirlo en el texto, ya que es la producción textual la que lo produce en su singularidad. Y agrega: "Producido en la lengua, el texto no es pensable más que en la materia lingüística y, como tal, compete a una teoría de la significación. De un semanálisis, diremos, para señalar desde ahora una diferencia con relación a la semiótica y para insistir luego en que se tratará de no bloquear el estudio de las prácticas significativas por el "signo", sino de descomponerlo y abrir en su interior un nuevo exterior, un nuevo espacio de parajes reversibles y combinatorios, el espacio de la significancia ( Semiótica 2 P. 96). En ese espacio de la significancia, la semiosis otorga un lugar privilegiado al sujeto de la enunciación, ya que del texto interroga su producción, su engendramiento, más que un producto terminado..., engendramiento del tejido discursivo y engendramiento del sujeto producido en la significancia. En estos tiempos postmodernos, divididos entre la ciencia que objetaliza, clasifica y cosifica, y la tecnocracia que avanza en la búsqueda informática procurando la universalidad del entendimiento (manipulación del desentendimiento), la Semiosis Social pretende interrogar no sólo al sujeto de la ciencia, sino también al sujeto de la tecnociencia para engendrar desde la singularidad de la producción significante al menos un balbuceo que abra el interrogante acerca del no-todo; en suma, una pregunta y una demanda a la lengua: "¿por qué eres así, tan esquiva?"... y es que la Semiosis, en última instancia, intenta liberar lo que la semiótica, la gramática y la lógica domestican. Bibliografía citada Barthes, Roland : "El grano de la voz" Ed. Siglo XXI, México, 1983 Barthes, Roland : "La aventura semiológica"Ed. Paidós, Barcelona, 1990 Braunstein, Nestor : "Lingüistería" en EL LENGUAJE Y EL INCONSCIENTE Ed. Siglo XXI, México, 1982 Kristeva, Julia : "Semiótica" 2 Tomos. Ed. Fundamentos, Madrid, 2º Edición, 1981 Milner, Claude : "El amor por la lengua" Ed. Nueva Imagen, México, 1989.
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