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FISIOPATOLOGÍA El hueso comprende la mayor proporción de tejido conectivo del cuerpo; posee propiedades y características particulares que le permiten resistir la deformación, ser flexible, acortarse y ensancharse cuando se comprime, alargarse y estrecharse si se lo somete a tensión y ser liviano para posibilitar el movimiento. El hueso se integra con tejido conectivo especializado integrado por una matriz ósea mineralizada: fibras de colágeno tipo 1, osteocalcina, cristales de hidroxiapatita, así como tres tipos de células especializadas (osteoblastos, osteoclastos y osteocitos). En condiciones normales, la homeostasis del tejido óseo ocurre por el constante equilibro entre la formación y resorción de hueso, en la cual participan en grado significativo los procesos de osteoblastogénesis y osteclastogénesis, los cuales están regulados por un importante componente genético. En la vida de un individuo, el hueso sufre continuas transformaciones debido a que la matriz se encuentra en regeneración constante como resultado del proceso de recambio óseo o remodelación en respuesta a estímulos mecánicos, necesidades de calcio y otros minerales del organismo. El proceso de remodelación ósea comienza con la fase de resorción y tiene una duración aproximada de 15 días. Durante la resorción, los osteoclastos se adhieren a la superficie ósea y secretan ácidos y enzimas lisosómicas, mientras que sus extensiones citoplasmáticas se infiltran en la superficie del hueso. Los osteoblastos participan en la fase de formación ósea, la cual tarda en promedio 45 a 70 días. Éstos son los encargados de la síntesis de colágeno, otras proteínas de la matriz ósea y su mineralización. Los osteoblastos reemplazan hueso nuevo por el que ha sido degradado e intervienen en dicho proceso moléculas reguladoras como citocinas, el factor de crecimiento transformador β y otras proteínas que participan en el metabolismo óseo. La resorción y la formación ósea son procesos acoplados de tal modo que si aumenta o decrece la resorción, le sigue casi siempre un incremento o disminución de la formación ósea sin la presencia de un cambio en la cantidad total de masa ósea. Los osteocitos son las células del hueso más numerosas; son osteoblastos que quedan “atrapados” dentro de la matriz osteoide que elaboran. Experimentan un cambio morfológico y quedan conectados con otros osteocitos a través de una fina lámina de citoplasma para producir señales que indican la necesidad de la remodelación en cuanto a tamaño y configuración del hueso. La apoptosis de los osteocitos que ocurre en presencia de déficit de estrógenos, corticoides, edad avanzada o traumatismo se acompaña de pérdida de la fortaleza del hueso antes de que tenga lugar la pérdida de masa ósea, lo cual es señal para el inicio del proceso de remodelación. El punto máximo de masa ósea se alcanza alrededor de los 30 años y a partir de esta edad se desarrolla un proceso constante de pérdida de masa ósea (calcio y matriz extracelular), cerca de 1 a 2% anual, en tanto que para mujeres posmenopáusicas se ha calculado una pérdida de masa ósea anual de 4 a 7%.
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