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PARANOIA Y OTROS TRANSTORNOS DELIRANTES

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1. INTRODUCCIÓN. EVOLUCIÓN
HISTÓRICA DE LOS CUADROS
DELIRANTES CRÓNICOS
Kraepelin distinguió tres entidades clínicas que abar-
caban los delirios crónicos: la demencia paranoide, 
las parafrenias y la paranoia1. Mientras la demencia 
paranoide se ha mantenido desde entonces como 
una forma de esquizofrenia, las restantes entidades 
han sido objeto de controversias a lo largo de los 
años. La paranoia ha mantenido finalmente su propia 
entidad, no ocurriendo lo mismo con la parafrenia, 
desaparecida en los actuales sistemas de clasifica-
ción (CIE-102 y DSM-IV-TR3). 
1.1. PARANOIA
Aunque el término paranoia fue utilizado por primera 
vez por Kalbaum en 18634, fue Kraepelin quien la 
describe en los términos que han venido aceptán-
dose hasta la actualidad5. En su descripción esta-
blece que estos enfermos padecen un tipo especial 
de enfermedad constituida por un sistema delirante 
y lógico, de instauración insidiosa y evolución pro-
gresiva, sin afectación de otras funciones psíquicas, 
ni de la conducta. La considera una entidad endó-
gena, bien diferenciada de las restantes psicosis 
endógenas, demencia precoz y psicosis maníaco 
depresiva. 
Diversas aportaciones se hicieron al concepto de pa-
ranoia de Kraepelin en la época clásica de la psiquia-
tría. Conocerlas puede ser importante para entender 
esta patología, que en la actualidad sigue teniendo 
una destacada presencia en la clínica.
Dentro de la línea marcada por la escuela alemana, 
la paranoia fue enriquecida con las aportaciones de 
Bleuler, Jaspers y Krestchmer. Paralelamente hay que 
considerar las aportaciones de la escuela francesa, 
con H. Ey como principal representante. 
Bleuler6 considera que en la paranoia descrita por 
Kraepelin “hay una ausencia de perturbaciones emo-
cionales y asociativas”, lo que le lleva a admitir que no 
hay evidencia de enfermedad, salvo por la existencia 
de ideas delirantes. Al mismo tiempo asume que su 
evolución no es deteriorante. A pesar de todo, se re-
siste a considerarla una entidad diferente a la esquizo-
frenia. Para ello se basa en que “el mecanismo de la 
construcción de las ideas delirantes es el mismo que 
en la esquizofrenia”. Concluye que “es posible que 
la paranoia sea una esquizofrenia totalmente crónica, 
tan moderada que sólo pueda llegar a producir ideas 
delirantes”. Abre así una línea, que será defendida por 
muchos autores, de integración de la paranoia en el 
ámbito de la esquizofrenia.
Los conceptos de proceso y desarrollo enunciados 
por Jaspers7, sirvieron para establecer una clara de-
limitación entre las verdaderas enfermedades psíqui-
cas (psicosis) y las restantes alteraciones8. El proceso 
supone una ruptura en la continuidad biográfica del 
paciente, no comprensible, con aparición de elemen-
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trastornos delirantes
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tos nuevos y generalmente irreversibles. El desarro-
llo supone una acentuación de rasgos previos que 
pueden ser comprendidos como un continuum en la 
línea biográfica del sujeto. Desde estos conceptos 
de Jaspers, la paranoia sería más un desarrollo que 
un proceso y, por tanto, saldría del ámbito de la es-
quizofrenia.
Kretschmer9 describe el delirio sensitivo de referen-
cia de gran similitud con la paranoia de Kraepelin. El 
delirio surge sobre la base de una tara hereditaria 
grave, que se caracteriza por su “agotabilidad” des-
de el punto de vista biológico, puesta de manifiesto 
en las actividades, las emociones y la vida instintiva. 
El carácter sensitivo es de tipo asténico, con défi-
cit en la descarga psíquica y vulnerable emocional-
mente. Se trata de personas inteligentes, sensibles, 
escrupulosas, introvertidas, con escasos recursos 
defensivos ante las situaciones adversas. Para Kres-
chtmer el delirio es psicoreactivo, surgiendo por in-
teracción de tres elementos: el carácter sensitivo, la 
vivencia de insuficiencia y la acción ambiental, que 
pone en juego la propia estimación. La aportación 
de este autor es básica para enmarcar algunos de 
los trastornos delirantes dentro de los desarrollos de 
personalidad, con una etiopatogenia multifactorial y 
claramente delimitados de la esquizofrenia y la para-
noia kraepeliniana. 
Es la escuela francesa la que siempre ha mantenido 
una posición firme en la delimitación entre la esquizo-
frenia y los llamados delirios crónicos. La línea diviso-
ria entre ambos grupos viene establecida por la exis-
tencia o no de una evolución deficitaria. Basados en 
el curso evolutivo, diferencian tres grupos: la forma 
paranoide de la esquizofrenia, de curso deterioran-
te, las formas paranoides parafrénicas y las formas 
paranoicas, ambas sin el deterioro evolutivo de las 
primeras. La aportación francesa sigue siendo hoy 
de interés porque, al realizar un análisis estructural 
de estos cuadros delirantes, posibilita al clínico un 
instrumento valioso a la hora de su delimitación.
Henry Ey10 distingue tres tipos fundamentales:
a. Las formas paranoides de la esquizofrenia. Se
caracterizan por la disgregación, la disociación
la incoherencia y la evolución parademencial.
b. Las formas parafrénicas. Se produce un con-
traste entre el carácter fantástico de la produc-
ción delirante y la buena conservación de la
personalidad. El delirio tiene un carácter para-
lógico, en el que el trabajo imaginativo tiene un
papel primordial, superponiéndose la realidad
fantástica a la realidad objetiva. No está presen-
te la disgregación esquizofrénica y se mantiene
un buen nivel de adaptación.
c. Los delirios sistematizados (paranoia). Se de-
sarrollan sobre la base de una personalidad
caracterizada por un “desequilibrio psíquico”
(inmadurez afectiva por fijación a niveles inferio-
res del desarrollo instintivo afectivo). Las expe-
riencias delirantes surgen bajo la forma de “mo-
mentos fecundos” (crisis pasionales, estados
ansiosos, crisis emocionales…). Se desarrolla
una sistematización delirante, fija e irreductible,
con ausencia de disgregación, con un desarro-
llo coherente (“locura razonante”), que no dete-
riora la personalidad.
1.2. PARAFRENIA
Diagnóstico actualmente en desuso, si bien, para 
mantener la tradición centroeuropea, es incluíble 
para la CIE-102 dentro de la categoría de “Otros tras-
tornos delirantes” (F22.8). La historia de esta enti-
dad ha sufrido múltiples vicisitudes desde la primera 
nosología establecida por Kraepelin. Este autor, in-
tentando separar las formas de demencia paranoide 
que conducen a la demencia, frente a otras que no 
tenían tan mala evolución, delimita cuatro entidades 
que abarcan los grandes síndromes psicóticos para-
noides11: la demencia precoz, la paranoia, la parafre-
nia y la delusión presenil de perjuicio. La delimitación 
de la parafrenia frente a la paranoia la establecía en 
función de la presencia de fenómenos alucinatorios e 
ideas delirantes extravagantes parcialmente sistema-
tizadas. Frente a la demencia precoz, la parafrenia, 
al igual que la paranoia, no presentaba trastornos 
formales del pensamiento ni, evolucionaba hacia la 
demencia.
Siguiendo la descripción que Kraepelin12 realizó de la 
parafrenia, se distinguen cuatro formas: 
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• Parafrenia sistemática: se caracteriza por
un desarrollo insidioso de un delirio de perse-
cución, continuamente progresivo. Están pre-
sentes alucinaciones auditivas. Más tardíamente
se agregan a este delirio persecutorio ideas de
exaltación. Los temas más frecuentes suelen ser
de tipo económico, erótico o religioso. El cuadro
evoluciona sin que se deteriore la personalidad,
permitiendo al sujeto mantener su nivel de acti-
vidad habitual.
• Parafrenia expansiva: se desarrolla como una
megalomanía exuberante, con predominio de
un humor exaltado y excitación. La temática en
la mayoría de los casos suele ser erótica y, con
menor frecuencia religiosa. Se alimentan con
experiencias alucinatoriasauditivas y visuales.
Aunque la personalidad está conservada, los pa-
cientes se entregan a su actividad delirante, con
merma de su funcionamiento habitual. Kraepelin
las consideró algún tiempo como pertenecientes
al círculo maníaco-depresivo10.
• Parafrenia confabulatoria: en estrecha rela-
ción con la forma anterior, se caracteriza por el
importante papel que juegan los falsos recuerdos.
El paciente construye su propia historia a partir de
la interpretación de sucesos del pasado, que fal-
sea, mediante la atribución de una intencionalidad
de tipo persecutorio o de grandeza.
• Parafrenia fantástica: el delirio está plagado
de ideas fantásticas asociadas a un ánimo ex-
pansivo. Son típicas las alucinaciones cenesté-
sicas y las influencias corporales que toman una
forma fantástica13.
La vinculación o independencia de la parafrenia frente 
a la esquizofrenia ha sido siempre objeto de discu-
sión desde los autores clásicos11. Para unos se trata 
simplemente de formas evolutivas de la esquizofrenia 
paranoide, sin entidad propia, ya que en muchos pa-
rafrénicos puede observarse una evolución hacia el 
defecto. Este grupo se inicia a partir de Bleuler, con 
su aportación sobre la demencia precoz de Kraepelin, 
seguido por el trabajo de Maier y otros autores alema-
nes1. Para otros autores la delimitación de las parafre-
nias frente a las formas deteriorantes de la esquizofre-
nia es incuestionable y reivindican un lugar específico 
dentro de las clasificaciones actuales14,15,16. 
En los años cincuenta se describe en Inglaterra la 
parafrenia tardía17,18, con las características descri-
tas por Kraepelin para la parafrenia, que debuta en 
edades superiores a los 50-60 años. Generalmente 
se trataba de mujeres, con limitaciones sensoriales 
y rasgos previos de personalidad paranoide o esqui-
zoide. La hipótesis de que se trataba de un trastorno 
orgánico de base cerebral no parece haberse confir-
mado, considerándose como una variedad de esqui-
zofrenia en la edad avanzada19. La extensión de este 
término ha planteado confusión en la terminología de 
los cuadros de aparición tardía, hasta el punto de ha-
ber sido utilizado indistintamente con el de esquizo-
frenia tardía o muy tardía. La CIE-102 y las DSM-IV20 
optaron por su no inclusión. En la actualidad parece 
haberse llegado a un consenso internacional21 sobre 
estos cuadros delirantes, esquizofrénicos o no. En 
cualquier caso la parafrenia de Kraepelin, en opinión 
de diversos autores debería ocupar su lugar en la 
nosografía actual.
La parafrenia se encuentra a medio camino entre la 
desorganización esquizofrénica y la sistematización 
del paranoico. La conservación de la personalidad la 
acerca más a la paranoia, mientras que la riqueza y 
polimorfismo de sus contenidos delirantes la ubica-
rían cerca de la esquizofrenia22.
2. DELIMITACIÓN ACTUAL DE LOS
TRASTORNOS DELIRANTES
La riqueza descriptiva de las psicosis delirantes cró-
nicas a lo largo de los años, ha dado lugar a diversas 
clasificaciones y nomenclatura. Esta variedad fue re-
ducida, a partir del DSM-III-R23, bajo el epígrafe de 
trastorno delirante, con el inconveniente de perder la 
riqueza de la propia clínica24.
Las clasificaciones actuales de los trastornos men-
tales (CIE-102 y DSM-IV20 y DSM-IV-TR3) han agru-
pado bajo el epígrafe de “trastorno delirante” todos 
estos cuadros delirantes.
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En ambos sistemas de clasificación se conside-
ran como criterios necesarios para su diagnóstico 
la presencia de ideas delirantes sin alucinaciones 
francas, no atribuibles al uso de drogas o a enfer-
medad cerebral y que persisten durante bastante 
tiempo (tablas 1 y 2). 
Existen criterios comunes y diferenciales en ambos 
sistemas diagnósticos. Los elementos comunes son 
(tabla 3):
• En primer lugar, la presencia de ideas deliran-
tes catalogadas como “no esquizofrénicas” por
la CIE-10 o como “extrañas” por el DSM-IV-TR. 
Con diferentes expresiones se viene a significar 
lo mismo, es decir, que el contenido de las ideas 
delirantes debe versar sobre acontecimientos 
de la vida real (persecución, celos, enfermedad, 
etc.) y no sobre temas que no son propios de la 
cultura del individuo o que son imposibles, pro-
pios del contenido de las ideas delirantes de los 
esquizofrénicos.
• En segundo lugar, no deben estar presentes las
alucinaciones. La CIE admite que puedan ser
transitorias, siempre que no tengan las carac-
terísticas de las alucinaciones esquizofrénicas
(en tercera persona o comentadoras de la acti-
A- Ideas delirantes no extrañas (...) de por lo menos un
mes de duración
B- Nunca se ha cumplido el criterio A para la esquizo-
frenia
C- Excepto por el impacto directo de las ideas deliran-
tes o sus ramificaciones, la actividad psicosocial no
está deteriorada de forma significativa y el compor-
tamiento no es raro ni extraño
D- Si se han producido episodios afectivos simultánea-
mente a las ideas delirantes, su duración total ha
sido breve en relación a la duración de los periodos
delirantes
E- La alteración no es debida a los efectos fisiológi-
cos directos de alguna sustancia o a enfermedad
médica
TABLA 2. Criterios diagnósticos para el trastorno delirante
(DSM-IV-TR)
CIE-10 DSM-IV
S
I
M
I
L
I
T
U
D
E
S
Idea delirante (no ESQ) Delirios no extraños
No alucinaciones (o transitorias, pero no esquizofré-
nicas)
No alucinaciones (o táctiles u olfatorias si relacionadas 
con tema delirante)
Si hay síntomas depresivos, son intermitentes Si hay episodios depresivos, son breves
No criterios ESQ No criterio A de ESQ
No lesión cerebral o drogas No enf. médica ni drogas
DIFE-
REN-
CIAS
Más de tres meses Más de un mes
¿? No deterioro marcado del funcionamiento
TABLA 3. Comparación de los criterios diagnósticos para el trastorno delirante
TABLA 1. Criterios diagnósticos para el trastorno de ideas 
delirantes. (CIE-10: F22.0)
A- Presencia de una idea delirante o de un grupo de
ideas delirantes relacionadas entre sí (distintas a las
indicadas como típicamente esquizofrénicas)
B- Las ideas delirantes deben estar presentes durante
por lo menos tres meses
C- No se deben satisfacer los criterios generales para
esquizofrenia
D- No pueden estar presentes alucinaciones persisten-
tes de ningún tipo(...)
E- Pueden presentarse síntomas depresivos de una
manera intermitente e incluso un episodio depresivo
completo, siempre y cuando las ideas delirantes no
coincidan con las alteraciones del estado de ánimo
F- Criterio de exclusión más frecuentemente usado: no
hay evidencia de lesión cerebral primaria o secun-
daria, ni de trastorno psicótico debido a consumo
de sustancias psicoactivas
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vidad del sujeto). Por su parte, la DSM admite la 
presencia de alucinaciones táctiles u olfatorias, 
siempre que estén relacionadas con la temática 
delirante.
• En tercer lugar, se admite la presencia de sínto-
mas depresivos, siempre que no sigan una evo-
lución paralela y sincrónica a la de las ideas deli-
rantes. Es decir, que éstas persisten en periodos
en que no hay síntomas depresivos.
• En cuarto lugar, no deben cumplirse criterios
para esquizofrenia.
• En quinto lugar las ideas delirantes no pueden
deberse a uso de drogas o a enfermedad so-
mática.
Los criterios diferenciales entre ambos sistemas 
diagnósticos vienen referidos a:
• En primer lugar, al tiempo de presencia de las
ideas delirantes. Mientras que la CIE requiere al
menos tres meses, para el DSM es suficiente un
mes.
• En segundo lugar, la DSM hace mención expresa
a que la actividad psicosocial no está deteriorada
de manera significativa, ni existe un comporta-
miento raro o extraño. Este criterio no es recogido
expresamente por la CIE, en su versión de los cri-
terios diagnósticos para la investigación, aunque
en la versión de descripciones clínicas2 sí indica
que son normales la afectividad,el lenguaje y el
resto de la conducta.
En un intento por mantener la tradición de la psiquiatría 
europea, la CIE-10 ha procurado señalar cómo deben 
considerarse incluibles algunos cuadros clásicos en el 
epígrafe del F22: Trastorno de ideas delirantes persis-
tentes. Así, señala que la paranoia, la parafrenia tardía 
o el delirio sensitivo de referencia deben ser incluidos
en el epígrafe F22.0: Trastorno de ideas delirantes.
En cuanto a la delimitación nosográfica de estos tras-
tornos, tanto la CIE-102 como la DSM-IV-TR3, consi-
deran que se trata de una entidad diferente a la esqui-
zofrenia.
3. SINTOMATOLOGÍA CLÍNICA
La sintomatología del trastorno de ideas delirantes se 
caracteriza por la presencia de un sistema delirante, 
bien estructurado.
No suelen estar presentes los fenómenos pseudoper-
ceptivos. Pueden presentarse, a veces, ilusiones audi-
tivas, incluso algunas alucinaciones en forma de voces 
externas insultantes, aunque nunca son centrales en 
el cuadro clínico.
Están ausentes los trastornos formales del pensamien-
to, como la disgregación/incoherencia, observándose 
un pensamiento lógico y bien construido.
La afectividad está bien conservada, con ausencia de 
la sintomatología negativa propia de los pacientes es-
quizofrénicos. En todo caso, se caracteriza por una 
carga emocional intensa en la dirección de la descon-
fianza y suspicacia.
En general, se mantiene integrada la personalidad, sin 
que aparezcan comportamientos extravagantes, con-
servándose la capacidad de adaptación al entorno 
sociolaboral. 
El síntoma fundamental del trastorno radica, pues, en 
las ideas delirantes. Su análisis es fundamental para 
el diagnóstico frente a otros trastornos de la esfera 
paranoide. Basados en los autores clásicos se des-
criben las siguientes características de estas ideas 
delirantes5:
• El sistema delirante surge como una continuidad
en la biografía del sujeto, es decir, se trata de un
“desarrollo”, en el sentido de Jaspers, y no de un
“proceso”. Por lo general el delirio surge a par-
tir de unos rasgos de personalidad, tales como
suspicacia, desconfianza, sentimientos de inse-
guridad y tendencia a emitir juicios erróneos.
• Se acompañan de una carga emocional intensa,
responsable de la deformación de sus interpre-
taciones y juicios sobre la realidad.
• Se trata de ideas delirantes secundarias y no pri-
marias, como las propias de la esquizofrenia. La
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comprensibilidad y la distorsión catatímica que 
conduce a la aparición del sistema delirante son 
las cualidades diferenciales para etiquetarlas de 
delirio secundario.
• Las ideas delirantes tienden a constituirse en un
sistema delirante bien estructurado. Se constru-
ye sobre un sistema lógico de pensamiento, lo
que hace aún más difícil la crítica del mismo.
• En su proceso evolutivo tiende a seguir activo,
enriqueciéndose con nuevas interpretaciones
erróneas sobre la realidad.
• Generalmente tienen un contenido autorreferencial.
Basados en estas características, es posible estable-
cer un diagnóstico diferencial frente al delirio esqui-
zofrénico, desde el punto de vista psicopatológico. 
Las ideas delirantes son secundarias, basadas en in-
terpretaciones delirantes. No surgen desde las viven-
cias impuestas, la percepción delirante o el trema/
humor delirante, como ocurre en la esquizofrenia. Se 
trata de un desarrollo y no de un proceso, en el sen-
tido de Jaspers. Se mantiene conservado el aspecto 
formal del pensamiento, es decir, no están presentes 
los trastornos de las asociaciones, la incoherencia o 
la disgregación, propias del pensamiento esquizofré-
nico. Se aprecia un trabajo progresivo de sistemati-
zación del delirio, a diferencia de delirio esquizofréni-
co que suele permanecer mal organizado.
4. FORMAS CLÍNICAS
A lo largo de la historia de la psiquiatría se han des-
crito una amplia variedad de subtipos delirantes in-
cluíbles en el epígrafe de trastorno de ideas deliran-
tes. En la tabla 4 se recoge una relación de los más 
conocidos. 
El DSM-IV-TR3 incluye en el apartado de trastorno de 
ideas delirantes los siguientes subtipos:
• Erotomaníaco
• Grandiosidad
• Celotípico
• Persecutorio
• Somático
• Mixto
Establece como entidad aparte el tr.astorno psicóti-
co compartido. 
Por su parte la CIE-10, en su versión de Criterios 
diagnóstico para investigación25, recoge similares 
subtipos, aunque modifica alguna nomenclatura: 
• Persecutorio
• Autoreferencial
• Litigante
• Grandiosidad
• Hipocondríaco (somático)
• De celos
• Erotomaníaco
Describimos aquí los subtipos considerados en 
CIE-10 y DSM-IV-TR. Pueden encontrarse extensas 
descripciones de estos cuadros y otros en algunas 
revisiones sobre el tema24,26-28. 
Delirio de persecución de Lasègue (1852)
Delirio inducido (Folie a deux, Lasègue y Falret, 1877)
Delirio de negación de órganos (Síndrome de Cotard 
1880)
Delirio sensitivo de autoreferencia (Kretschmer, 1918)
Delirio de falsa identificación (Síndrome de Capgras, 
1923)
Delirio parasitario (Síndrome de Ekbon, 1938)
Delirio erotomaníaco (Síndrome de Clerambault, 1942)
Delirio de celos (Síndrome de Otelo)
TABLA 4. Criterios diagnósticos para el trastorno de ideas 
delirantes. (CIE-10: F22.0)
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4.1. SUBTIPO PERSECUTORIO
Se trata de la temática más frecuente en los trastor-
nos de ideas delirantes. El paciente se cree persegui-
do por personas y objeto de conspiraciones ocultas. 
Llegan a establecer una verdadera sistemática deli-
rante a partir de las pruebas e indicios, que recogen 
de cualquier acontecimiento banal, que se produce 
en su entorno. Se han descrito en estos pacientes 
rasgos de personalidad premórbida caracterizados 
por sentimientos de baja autoestima. 
4.2. SUBTIPO LITIGANTE
Variedad del subtipo anterior. Los pacientes que lo 
padecen consideran haber sido injustamente trata-
dos y recurren con constante reiteración a querellas 
judiciales buscando ser resarcidos en su injusticia. 
Se han descrito tres variedades: la del “defensor in-
competente”, que se afana por utilizar las leyes en su 
sentido más estricto; la del “litigante por divorcio”, en 
el que los celos dominan el cuadro; y la del “paranoi-
de en busca de testigos”, que una y otra vez vuelve 
a interponer querellas por la misma causa, sin que 
salga beneficiado de ninguna de ellas29.
4.3. SUBTIPO EROTOMANÍACO
Descrito por Clérambault dentro de las psicosis 
pasionales, junto al delirio de celos y el de reivindi-
cación. La peculiaridad del tema delirante reside en 
que el paciente, generalmente una mujer, desarrolla 
repentinamente la creencia delirante de que un hom-
bre, con el que nunca ha tenido relación, está enamo-
rado de ella. Suele ser de un rango social superior a 
la paciente y se encuentra en estrecha comunicación 
con ella. 
4.4. SUBTIPO DE GRANDIOSIDAD
El paciente se atribuye facultades especiales que le 
hacen sentirse por encima de los demás seres hu-
manos. La asociación con estado anímico expansivo, 
consecuencia de sus vivencias delirantes, hace que 
este cuadro pueda ser confundido con un trastorno 
bipolar. Sin embargo, la estructura de las ideas de-
lirantes, la ausencia de los trastornos del curso de 
pensamiento (aceleración, fuga de ideas), el inicio 
tardío y la evolución crónica, sin crítica de sus con-
tenidos delirantes, son datos para el diagnóstico di-
ferencial.
4.5. SUBTIPO CELOTÍPICO
También denominado síndrome de Otelo. El tema 
central de la temática delirante es la infidelidad de 
la pareja. Se basa en inferencias erróneas y prue-
bas minuciosas que la paciente trata de reunir para 
argumentarlas frente a su pareja como prueba de la 
infidelidad. 
4.6. SUBTIPO HIPOCONDRÍACO (SOMÁTICO)
Existe la convicción delirante en estos pacientes de 
padecer una enfermedad física, frente a toda eviden-
cia de lo contrario. Pueden tomardiferentes temas, 
como el delirio de dermatozoos (estar invadido de 
parásitos en la piel), dismorfofobias (deformidad fí-
sica), etc.
5. EVOLUCIÓN Y PRONÓSTICO
De forma sistemática la literatura sobre el tema ha ve-
nido defendiendo el buen pronóstico de la paranoia 
frente a la esquizofrenia, en el sentido de una mejor 
recuperación funcional y social. Sin embargo, la bue-
na evolución de los trastornos delirantes parece que 
es puesta en duda por algunas autores. Señalan que 
son resultados de un artefacto en el diseño de los es-
tudios, dependiendo de que se basen en sistemas di-
mensionales (mejor pronóstico) o categoriales (peor 
pronóstico), al establecer el criterio diagnóstico30.
El pronóstico en cuanto a la remisión total del delirio 
es pobre. Los estudios de seguimiento31 muestran 
que el 50% de los casos mantienen un curso conti-
nuo, sólo en el 33% se observaron remisiones com-
pletas y sólo en un 17% tuvieron un episodio único32. 
En comparación con la esquizofrenia el porcentaje 
de no recuperación es poco alentador (58% en es-
quizofrenia frente 52% en trastornos paranoides33,34. 
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Otros estudios dan cifras algo más alentadoras, en-
contrando un 42% de pacientes que mantienen un 
buen funcionamiento social y un 44% permanecen 
en su actividad laboral35.
Se señalan como factores de buen pronóstico: 
• El sexo femenino.
• La buena adaptación social y laboral premórbida.
• El inicio antes de los 30 años.
• Un comienzo agudo, con presencia de factores
precipitantes y breve duración del episodio.
• En cuanto al tipo de delirio parece que el persecu-
torio es el de mejor pronóstico32. La intervención
precoz parece relacionarse también con un mejor
pronóstico35.
6. EPIDEMIOLOGÍA
La estimación sobre la prevalencia del trastorno deli-
rante es de escasa fiabilidad. La heterogeneidad de 
los criterios utilizados en distintos países hace que 
queden a veces solapados con la esquizofrenia o con 
las psicosis delirantes crónicas24. Se aportan cifras 
de prevalencia de 0,03 casos por 1.000 habitantes, 
porcentaje claramente inferior al estimado para la es-
quizofrenia36. Parece admitirse que la edad media de 
la vida es cuando suelen aparecer, con un predominio 
en los hombres en unos subtipos, como el delirio de 
persecución y el de celos, y en las mujeres cuando el 
delirio es del tipo erotomaníaco24,28. 
7. ETIOPATOGENIA
Las limitaciones derivadas de los problemas de deli-
mitación nosológica de estos cuadros frente a la es-
quizofrenia, ponen en duda la fiabilidad de los datos 
sobre etiopatogenia aportados en la bibliografía. No 
ha sido posible poner de manifiesto hasta el presente 
una relación genética con la esquizofrenia37. Se indica 
con más frecuencia una interacción con el desarrollo 
de factores de personalidad28. La asociación con uso 
de sustancias o la presencia de determinadas lesio-
nes cerebrales, pueden jugar un papel etiopatogénico 
importante30. Finalmente, desde Freud38, se considera 
la importancia de dinamismos psicogenéticos en la 
aparición de los cuadros delirantes. 
En la actualidad cada vez más se comunican apor-
taciones sobre diferentes modelos psicológicos que 
puedan hacer luz sobre la patogenia de estos cuadros. 
Se hipotetiza sobre anormalidades perceptivas, facto-
res motivacionales y déficit en el procesamiento de 
la información39,40. Experiencias tempranas adversas 
pueden jugar un papel en la determinación de una vul-
nerabilidad cognoscitiva que daría lugar al pensamien-
to paranoide. Las atribuciones causales influyen en las 
autorepresentaciones que, a su vez, van a determinar 
las atribuciones futuras. Asimismo, parece existir una 
asociación entre paranoia y la autoestima negativa, lo 
que le lleva al sujeto paranoide a defenderse mediante 
la atribución de los acontecimientos negativos a cau-
sas externas41,42. Este modelo de atribuciones exter-
nas ha sido puesto en duda, argumentando que sólo 
se puede encontrar en los casos en que la intensidad 
de las ideas llega al nivel de lo delirante43,44.
Se han tratado de diferenciar subtipos dentro de la 
paranoia basados en la autoestima y en la valoración 
de los demás. Se delimita así un subtipo de bad me 
caracterizado por baja autoestima, pensamientos ne-
gativos sobre sí mismo y por parte de los otros, frente 
al poor me45. 
El estudio de pensamientos paranoides en la po-
blación normal ha sido otra de las líneas de inves-
tigación. En algún estudio se ha encontrado que 
un tercio de sujetos normales tienen pensamientos 
raros y extraños. Esta característica se asociaba 
con conductas de adaptación evitativas y despego, 
escasa utilización del razonamiento, actitudes ne-
gativas a la expresión emocional, comportamientos 
sumisos y bajo nivel social46.
Se considera que pueda existir una vulnerabilidad para 
las ideas de persecución que se caracterizaría por una 
tendencia a externalizar los acontecimientos negativos 
y a personalizarlos en los otros47.
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Paranoia y otros trastornos delirantes 309
21
8. TRATAMIENTO
La mayor dificultad en el tratamiento de los trastornos 
delirantes radica en la escasa conciencia de enferme-
dad de quienes los padecen. En consecuencia, sue-
len ser reacios a pedir ayuda médica y, cuando ac-
ceden a los servicios sanitarios de forma involuntaria, 
su tendencia es mantener una escasa adherencia al 
tratamiento36.
Los datos sobre eficacia del tratamiento farmacoló-
gico en estos trastornos son escasos, hasta el pun-
to de que no se cuenta con ensayos randomizados 
sobre eficacia y seguridad, tanto en antipsicóticos de 
primera como de segunda generación. Esta falta de 
evidencia tampoco ha sido paliada con guías clínicas 
para el tratamiento de estos trastornos. Ha sido el pi-
mozide el antipsicótico que en determinados países 
se ha potenciado como tratamiento de elección para 
estos trastornos5. 
El clínico tiene que recurrir a la extrapolación de las 
evidencias sobre tratamiento de la esquizofrenia. En 
este sentido, parece que los antipiscóticos, en ge-
neral, pueden ser eficaces en la reducción de la sin-
tomatología delirante. La elección del fármaco debe 
equilibrar con más cuidado eficacia y tolerancia, dada 
la actitud reacia a los tratamientos en estos pacientes. 
Las formulaciones de acción prolongada serían una 
alternativa en los casos de falta de cumplimiento36.
A pesar de las limitaciones señaladas, las estimacio-
nes sobre los resultados de los tratamientos tasan en 
un 50% la remisión total o parcial de la sintomatología. 
Esto ocurre cuando el paciente acepta el tratamiento 
y mantiene un aceptable grado de cumplimiento, sea 
cual sea el antipsicótico utilizado28. 
9. BIBLIOGRAFÍA
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