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Protozoos no patógenos Introducción Estamos constantemente confrontados por una plétora de microbios cuyo único propósito es colonizarnos y aprovecharse de nuestros sistemas bioquímicos. El cuerpo humano puede ser visto como una serie de nichos ecológicos aptos para numerosas enti- dades, incluyendo virus, bacterias, hongos, protozoos, helmintos y artrópodos. Entran a través de los tractos gastrointestinal, uro- genital y respiratorio, a través de abrasiones y otros portales de entrada. La mayoría de los microbios del mundo son incapaces de permanecer en o dentro de estos ambientes y son repelidos. Esto se debe principalmente a la insuficiencia de su composición biológica fundamental, que les impide prosperar en nosotros, y la resistencia de nuestro micro- bioma.1 La mayoría de los que tienen éxito nos hacen poco o ningún daño. De hecho, ¡la gran mayoría de las células dentro de nosotros son extranjeras! Nos referimos a ellas colec- tivamente como nuestro microbioma (ver: http://hmpdacc.org/). Los commensales no nos hacen daño, y son compañeros de viaje, por así decirlo. Los simbiontes ayudan acti- vamente a mantener nuestros mecanismos homeostáticos. Por ejemplo, la cavidad oral alberga unas 700 especies diferentes de bacte- rias (ver: http://www.homd.org/), que ayudan a excluir aquéllas que conducirían a varios estados de mala salud. Nuestro tracto intes- tinal es otro buen ejemplo de coexistencia “pacífica” entre nuestros microbios simbióti- cos y nosotros, que alberga unas 500 especies de bacterias “amigables.”2 Los pocos que han logrado romper nuestro sistema inmunológico, y superar las barreras fisiológicas establecidas por nuestros com- plejos regímenes metabólicos, pueden causar patologías que a menudo conducen a condi- ciones clínicas. Este capítulo está dedicado a una breve mención de algunos de los organ- ismos eucarióticos que comunmente alberga- mos, y que no nos hacen daño. El clínico sin duda tendrá dificultades de diagnóstico con el nombre de uno o más de ellos. La forma en que estas especies de “autoestopistas” deben abordarse en el contexto del entorno clínico es el tema de este breve capítulo. Una serie de protozoos comensales, de por vida, han sido seleccionados dentro de nosotros. Bajo condiciones inusuales, algu- nos han demostrado estar asociados con la enfermedad, pero nunca han sido implicados como la causa primaria de la enfermedad. Cuando una persona se encuentra en riesgo de infección (por ejemplo, cirugía, inmuno- supresión o infección con otro organismo patógeno), algunos organismos comensales se convierten en patógenos oportunistas, cre- ciendo y extendiendo su territorio a expen- sas de nuestro ahora comprometido micro- bioma. En esos momentos, el clínico tiene dificultades para determinar quién hizo qué a quién. El laboratorio de microbiología de diagnóstico asume ahora un papel de gran importancia, ayudando a catalogar los micro- bios en los buenos, los malos y los feos. Solu- cionando la causa primaria de la enfermedad a menudo se invierte el patrón de crecimiento del oportunista. Ninguno de los organismos enumerados en las tablas, salvo raros casos de Entamoeba dispar y E. gingivalis, se ha asociado alguna vez con una infección real y, en estas excepciones, no se produjo ninguna enfermedad grave debida al protozoario. 3,5 Es crítico para el clínico reconocer el hecho que aunque el organismo informado no es un patógeno, es potencialmente un marcador de la exposición del paciente a una situación que puede haber llevado a la adquisición de otro organismo que puede ser patógeno. La búsqueda debe centrarse en todos los demás agentes transmitidos por la misma ruta. Un representante de cada organismo mencionado en los siguientes resúmenes se puede encon- trar en el Apéndice C. Protozoos flagelados comensales Los Trichomonas tenax, T. hominis, Enteromonas hominis, Retortamonas intes- tinalis y Chilomastix mesnili sólo colonizan el huésped humano y se consideran no pató- genos según todos los criterios estándar6. El T. tenax vive en la placa de cavidad oral y el resto de ellos son habitantes intestinales. Sólo C. mesnili tiene un estadio de quiste. Todos se consideran proto-anaeróbicos amitocondria- dos y aerotolerantes.7 Se encontró un fuerte crecimiento de T. tenax simultáneamente con abscesos y tumores de la cavidad oral.8,9 Además, T. tenax se ha aislado en casos de neumonía por inhalación y de derrames pleu- rales en un paciente en quien la ulceración del esófago resultó en comunicación con la cavidad pleural. Se ha reportado una prueba de PCR para detectar la presencia de T. tenax en la placa dental.10,11 Debido al abrumador número de personas que albergan este flage- lado sin experimentar molestias, el T. tenax permanece en la lista de comensales. Se ha descrito un sólo caso de Enteromo- nas hominis en el que el paciente experimentó diarrea y fue tratado con éxito con metroni- dazol.12 Ni R. intestinalis ni C. mesnili han estado vinculados a algún estado de salud anormal. Amebas comensales Las Entamoeba dispar, E. hartmanni, E. coli, Endolimax nana y Iodamoeba bütschlii son organismos frecuentemente identifica- dos en el examen rutinario de heces y cuyos informes a menudo provocan confusión entre los clínicos que buscan las causas de la enfer- medad diarreica en sus pacientes. Algunos tienen semejanzas con la Entamoeba histo- lytica, especialmente para el inexperto téc- nico de laboratorio, y a veces lo confunden con este patógeno, en lugar del comensal. Por lo tanto, el paciente recibe tratamiento para una entidad que no está causando el problema. Después del tratamiento, la enfer- medad a menudo “se repite”, y se culpa a la droga del fracaso. Las amebas comensales no responden a los fármacos estándar utiliza- dos para erradicar la Entamoeba histolytica, el patógeno más frecuentemente confundido con el E. dispar o el E. hartmanni. El uso de la PCR permite el diagnóstico definitivo de las amebas patógenas.13 Otro enfoque utiliza anticuerpos monoclonales para distinguir los quistes de E. histolytica de los de E. dispar y otras amebas comensales, facilitando su uso en un modo de captura de antígenos para el diagnóstico de rutina. La Entamoeba polecki es un habitante del tracto intestinal de cerdos que a veces encuen- tra su camino en los seres humanos, mientras que la E. gingivalis vive en las aletas gingi- vales de un pequeño subconjunto de seres humanos aún no definido, y se asocia con la piorrea, pero no la causa. La E. gingivalis fue diagnosticada por aspiración con aguja fina de un absceso del cuello, después de la radioterapia.15 References 1. Bull, M. J.; Plummer, N. T., Part 1: The Human Gut Microbiome in Health and Disease. Integr Med (Encinitas) 2014, 13 (6), 17-22. 2. Qin, J.; Li, R.; Raes, J.; Arumugam, M.; Burgdorf, K. S.; Manichanh, C.; Nielsen, T.; Pons, N.; Levenez, F.; Yamada, T.; Mende, D. R.; Li, J.; Xu, J.; Li, S.; Li, D.; Cao, J.; Wang, B.; Liang, H.; Zheng, H.; Xie, Y.; Tap, J.; Lepage, P.; Bertalan, M.; Batto, J. M.; Hansen, T.; Le Paslier, D.; Linneberg, A.; Nielsen, H. B.; Pelletier, E.; Renault, P.; Sicheritz-Ponten, T.; Turner, K.; Zhu, H.; Yu, C.; Li, S.; Jian, M.; Zhou, Y.; Li, Y.; Zhang, X.; Li, S.; Qin, N.; Yang, H.; Wang, J.; Brunak, S.; Dore, J.; Guarner, F.; Kristiansen, K.; Pedersen, O.; Parkhill, J.; Weissenbach, J.; Meta, H. I. T. C.; Bork, P.; Ehrlich, S. D.; Wang, J., A human gut microbial gene catalogue established by metagenomic sequencing. Nature 2010, 464 (7285), 59-65. Angelo Dubini, MD (1813-1902) A Dubini se le atribuye la descripción de la etapa adulta de Ancylostoma duodenale (como la llamará más tarde). Descubrió el gusano mientras realizaba una autopsia en una mujer joven. Bilharz, trabajando en Egipto, hizo la conexión entre la infección por anquilostomas y la anemia severa. Algunos años más tarde, Dubini fue llamado para ayudar a identificar la causa de una epidemia de anemia severay muerte entre los trabajadores dedicados a excavar el túnel del San Gotardo de 15 kilómetros, que conectó a Italia con Suiza. Dubini identificó la anquilostomiasis como la causa de la enfermedad. Publicó sus resultados combinados en 1843. Este fecundo papel debía inspirar estudios sobre las causas de la “pereza meridional”, una enfermedad que azotó el sur de EE. UU, después de la guerra civil.