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Mecanismos de control de la ingesta de alimentos - 265 - Señales de largo plazo que controlan la ingesta A diferencia del hambre y la saciedad, que influ- yen en la ingesta de alimento en un lapso de horas, existen señales originadas desde el organismo que informan al cerebro acerca de la magnitud de las re- servas de energía existentes. Dado que, con mucho, el principal reservorio de energía de la economía del organismo es el tejido adiposo blanco, el cual sólo puede cambiar lentamente, las señales de adiposi- dad también actúan en tiempos más prolongados. Las señales que el organismo envía al cerebro res- pecto del nivel de las reservas son señales de largo plazo, materializadas mediante dos hormonas pep- tídicas: la leptina y la insulina. Para ambas hormonas su nivel plasmático medio en las 24 horas es directa- mente proporcional a la masa de tejido adiposo. Se diferencian en que los niveles de insulina cambian durante el día de acuerdo con su papel más conoci- do de hipoglicemiante al facilitar la entrada de glu- cosa a una amplia variedad de tejidos que excluyen al cerebro, mientras que los niveles plasmáticos de leptina son mucho más estables. Solamente a principios de este siglo XXI se demos- tró que el tejido adiposo es una fuente importante de señales de tipo químico, además de los ácidos grasos que aporta al resto de la economía. Estas señales consisten en un gran número de moléculas peptídicas diferentes (cerca de 30) conocidas colec- tivamente como adipoquinas. Estas son moléculas proteicas y representan señales relacionadas estre- chamente con procesos inflamatorios y de inmuni- dad de las cuales las más conocidas y estudiadas son el factor de necrosis tumoral (TNF)-α, entre otros factores de crecimiento, diversas interleuquinas (IL)- 1β, -6, -8, y -10, el angiotensinógeno, la adiponecti- na, la proteína C-reactiva, la omentina, la visfatina, la proteína que liga retinol (RBP)-4, etc. De ellas la más relevante para esta discusión es la leptina por- que actúa directamente sobre el sistema nervioso central. Las adipoquinas son secretadas no sólo por los adipocitos del tejido adiposo blanco, sino tam- bién por otras células presentes en el tejido adiposo tales como células endoteliales, macrófagos y fibro- blastos. Vale la pena mencionar aquí que en la obe- sidad experimental en animales, al igual que en los seres humanos obesos, los niveles plasmáticos de estas adipoquinas, salvo la adiponectina, están au- mentados. Ello, junto con los signos de inflamación evidentes en el propio tejido adiposo, como son la in- filtración de macrófagos y la conocida comorbilidad entre la obesidad, el síndrome metabólico, las enfer- medades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, que han llevado a conceptualizar a la obesidad como un trastorno inflamatorio crónico, cuyos mecanismos etiopatogénicos exactos están en estudio. El descubrimiento de la leptina, hormona secretada por los adipocitos blancos que pertenece a la familia de las adipoquinas, despertó grandes expectativas en cuanto a poder entender los mecanismos de con- trol del balance energético y, por supuesto, alimen- tó esperanzas de una terapia farmacológica para la obesidad; sin embargo, estas expectativas no han fructificado. Una explicación clave es que los nive- les plasmáticos elevados y mantenidos de leptina, al igual que los de insulina —que es justamente lo que ocurre en los pacientes con gran exceso de peso— inducen resistencia a ambas hormonas. La adminis- tración exógena de leptina disminuye la ingesta de alimento induciendo reducciones del tamaño, pero no de la frecuencia, de las comidas. Se demostró que la leptina acorta cada comida potenciando el efecto de la distensión gastroduodenal y de la CCK como señales de saciedad. Es importante enfatizar que las señales de largo pla- zo, notablemente la leptina, además de regular la ingesta de alimento en plazos largos, también es un factor clave en la limitación del gasto de energía si las reservas están disminuidas. Así, los niveles bajos de leptina circulante, que señalan una caída de las reservas, promueven el ahorro de energía. Los sín- tomas del ayuno prolongado son mediados en gran parte por el efecto sobre el hipotálamo de los nive- les bajos de leptina circulante. Los niveles bajos de leptina afectan indirectamente los niveles circulan- tes de las hormonas tiroídeas, porque actúan sobre las neuronas TSH-positivas en el hipotálamo y por este motivo disminuyen el metabolismo basal y la temperatura corporal. Los niveles bajos de leptina
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