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1 Fisiología gastrointestinal y nutrición (128)

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Mecanismos de control de la ingesta de alimentos
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Señales de largo plazo que controlan la ingesta
A diferencia del hambre y la saciedad, que influ-
yen en la ingesta de alimento en un lapso de horas, 
existen señales originadas desde el organismo que 
informan al cerebro acerca de la magnitud de las re-
servas de energía existentes. Dado que, con mucho, 
el principal reservorio de energía de la economía del 
organismo es el tejido adiposo blanco, el cual sólo 
puede cambiar lentamente, las señales de adiposi-
dad también actúan en tiempos más prolongados. 
Las señales que el organismo envía al cerebro res-
pecto del nivel de las reservas son señales de largo 
plazo, materializadas mediante dos hormonas pep-
tídicas: la leptina y la insulina. Para ambas hormonas 
su nivel plasmático medio en las 24 horas es directa-
mente proporcional a la masa de tejido adiposo. Se 
diferencian en que los niveles de insulina cambian 
durante el día de acuerdo con su papel más conoci-
do de hipoglicemiante al facilitar la entrada de glu-
cosa a una amplia variedad de tejidos que excluyen 
al cerebro, mientras que los niveles plasmáticos de 
leptina son mucho más estables.
Solamente a principios de este siglo XXI se demos-
tró que el tejido adiposo es una fuente importante 
de señales de tipo químico, además de los ácidos 
grasos que aporta al resto de la economía. Estas 
señales consisten en un gran número de moléculas 
peptídicas diferentes (cerca de 30) conocidas colec-
tivamente como adipoquinas. Estas son moléculas 
proteicas y representan señales relacionadas estre-
chamente con procesos inflamatorios y de inmuni-
dad de las cuales las más conocidas y estudiadas 
son el factor de necrosis tumoral (TNF)-α, entre otros 
factores de crecimiento, diversas interleuquinas (IL)-
1β, -6, -8, y -10, el angiotensinógeno, la adiponecti-
na, la proteína C-reactiva, la omentina, la visfatina, 
la proteína que liga retinol (RBP)-4, etc. De ellas la 
más relevante para esta discusión es la leptina por-
que actúa directamente sobre el sistema nervioso 
central. Las adipoquinas son secretadas no sólo por 
los adipocitos del tejido adiposo blanco, sino tam-
bién por otras células presentes en el tejido adiposo 
tales como células endoteliales, macrófagos y fibro-
blastos. Vale la pena mencionar aquí que en la obe-
sidad experimental en animales, al igual que en los 
seres humanos obesos, los niveles plasmáticos de 
estas adipoquinas, salvo la adiponectina, están au-
mentados. Ello, junto con los signos de inflamación 
evidentes en el propio tejido adiposo, como son la in-
filtración de macrófagos y la conocida comorbilidad 
entre la obesidad, el síndrome metabólico, las enfer-
medades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, que 
han llevado a conceptualizar a la obesidad como un 
trastorno inflamatorio crónico, cuyos mecanismos 
etiopatogénicos exactos están en estudio. 
El descubrimiento de la leptina, hormona secretada 
por los adipocitos blancos que pertenece a la familia 
de las adipoquinas, despertó grandes expectativas 
en cuanto a poder entender los mecanismos de con-
trol del balance energético y, por supuesto, alimen-
tó esperanzas de una terapia farmacológica para la 
obesidad; sin embargo, estas expectativas no han 
fructificado. Una explicación clave es que los nive-
les plasmáticos elevados y mantenidos de leptina, al 
igual que los de insulina —que es justamente lo que 
ocurre en los pacientes con gran exceso de peso— 
inducen resistencia a ambas hormonas. La adminis-
tración exógena de leptina disminuye la ingesta de 
alimento induciendo reducciones del tamaño, pero 
no de la frecuencia, de las comidas. Se demostró 
que la leptina acorta cada comida potenciando el 
efecto de la distensión gastroduodenal y de la CCK 
como señales de saciedad.
Es importante enfatizar que las señales de largo pla-
zo, notablemente la leptina, además de regular la 
ingesta de alimento en plazos largos, también es un 
factor clave en la limitación del gasto de energía si 
las reservas están disminuidas. Así, los niveles bajos 
de leptina circulante, que señalan una caída de las 
reservas, promueven el ahorro de energía. Los sín-
tomas del ayuno prolongado son mediados en gran 
parte por el efecto sobre el hipotálamo de los nive-
les bajos de leptina circulante. Los niveles bajos de 
leptina afectan indirectamente los niveles circulan-
tes de las hormonas tiroídeas, porque actúan sobre 
las neuronas TSH-positivas en el hipotálamo y por 
este motivo disminuyen el metabolismo basal y la 
temperatura corporal. Los niveles bajos de leptina

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