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174 FERNANDO TORNERO MOLINA fuera del riñón. Hay dos manifestaciones muy típicas que son el tinitus pulsátil (descartar le- siones vasculares cerebrales) y los aneurismas co- ronarios en mujeres jóvenes. La más habitual es la lesión de las arterias carótidas, por lo cual hay que hacer siempre un estudio Doppler de troncos supra aórticos y, si este descubriera lesiones, una exploración de vasos cerebrales con angio-TAC o angio-resonancia [8]. A diferencia de la hipertensión renovascular arteriosclerótica responde muy bien al tratamien- to con angioplastia trasluminal que estaría indi- cado en todos los casos [8]. 6. ENFERMEDAD RENAL ATEROEMBÓ- LICA (ERA) Es parte de la enfermedad ateroembólica sis- témica originada por la siembra de microémbo- los de colesterol que se desprenden de placas de ateroma de grandes arterias (especialmente aor- ta) y que migran a vasos distales, originando la oclusión de pequeños vasos en diferentes órganos dando lugar a fenómenos isquémicos y reaccio- nes inflamatorias. El riñón es uno de los órganos que más frecuentemente se afecta por su proxi- midad a la aorta y por el elevado flujo sanguíneo que tiene [10]. Definición: Se define la ERA como el fraca- so renal secundario a la oclusión parcial o total de la circulación renal por placas ateromatosas desprendidas de la aorta o grandes arterias y que dan lugar a fenómenos isquémicos. La liberación de émbolos puede ser espontánea, tras manipu- lación arterial (arteriografía invasiva, cirugía vas- cular) o tras tratamientos anticoagulantes o an- tiagregantes (o con vitamina K). Más raramente puede deberse a sepsis por Gram-negativos [10]. Su incidencia no se conoce, pero está en au- mento por el incremento en la frecuencia de las maniobras arteriales y los tratamientos anticoa- gulantes y antiagregantes unido a una mayor fre- cuencia de diagnóstico [10]. Para su aparición es obligatoria la presencia de aterosclerosis, por lo cual es más frecuente por encima de los 65 años y en presencia de factores de riego de esta enfermedad (HTA, tabaquismo, diabetes, varones). Es muy frecuente su asocia- ción a nefropatía isquémica [10]. Clínica: Al ser una enfermedad sistémica, la clínica depende de los órganos afectados. Suele presentar manifestaciones cutáneas, músculo-es- queléticas, gastrointestinales, neurológicas y of- talmológicas. A nivel cutáneo lo más frecuente es la livedo reticularis, una erupción purpúrica en miembros inferiores y pared abdominal. Pueden aparecer también infartos en lechos ungueales y gangrena en dedos de los pies. Además, son fre- cuentes las artralgias, mialgias, fiebre, malestar general, dolor abdominal, náuseas y vómitos, sín- drome confusional y amaurosis fugaz. Un signo característico es el signo de Hollenhorst que con- siste en una palidez retiniana por infartos secun- darios a oclusión de vasos retinianos por émbolos de colesterol [10]. La lesión renal aparece en la mitad de los casos y cursa con insuficiencia renal aguda o subaguda, siendo frecuente el antecedente de enfermedad renal previa. Puede evolucionar a enfermedad re- nal terminal de la que sólo la mitad de los pacien- tes se recuperan [11]. Laboratorio: La lesión renal se manifiesta por elevación de la creatinina sérica. En la orina pue- de observarse proteinuria, en ocasiones en rango nefrótico y, en los primeros días es característica la eosinofilia. En sangre se puede observar eosi- nofilia, trombocitopenia, leucocitosis, anemia y aumento de la VSG. La hipocomplementemia por descenso de C3 y C4 es también un dato fre- cuente [11]. Anatomía patológica: La lesión característica es la oclusión de arterias de pequeño calibre por cristales de colesterol. Ya que estos se disuelven con las preparaciones rutinarias, dan lugar a imá- genes fantasma. Se acompaña de infiltrado infla- matoria. Al producirse la embolización a lo largo del tiempo, se pueden ver lesiones en diferentes grados de evolución [11]. Diagnóstico: Requiere una elevada sospecha clínica. Tras una factor precipitante, ante las sospecha se debe intentar encontrar émbolos de colesterol en otras zonas (ojo, extremidades infe- riores). El diagnóstico diferencial debe hacer con toxicidad por contrates, necrosis tubular aguda, vasculitis, microangiopatía trombótica, endocar- ditis, nefritis intersticial aguda y trombosis de ar- teria renal [11]. Tratamiento: No existe tratamiento específico. Se deben extremar la prevención cardiovascular NEFROLOGÍA CAPÍTULO 11. RIÑÓN E HIPERTENSIÓN 6. ENFERMEDAD RENAL ATEROEMBÓLICA (ERA)
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