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Cardiopatías en distintas poblaciones

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Cardiopatías en distintas poblaciones
Anne L. Taylor, Jackson T. Wright e lleana L. Piña < 6
Cambios demográficos en la población 
estadounidense, 21 
Distribución de los factores de riesgo 
de cardiopatía conocidos, 21
Cardiopatía isquémica, 21 
Hipertensión, 23 
Insuficiencia cardíaca, 26 
Resumen, 27
Bibliografía, 27
CAMBIOS DEMOGRÁFICOS EN LA POBLACIÓN 
ESTADOUNIDENSE
Las enfermedades cardiovasculares (ECV) y el accidente cerebrovas­
cular siguen siendo las primeras causas de muerte y discapacidad en 
EE. UU. Estas enfermedades afectan a toda la población del país. En el 
pasado, los datos obtenidos de estudios epidemiológicos de gran tamaño 
y estudios clínicos fundamentales con cohortes racialmente homogéneas 
se utilizaron para evaluar el riesgo y describir la evolución natural de las 
ECV, pero la generalización de estos riesgos y rasgos de enfermedad a una 
población más heterogénea (es decir, las distintas poblaciones) ha sido 
confirmada en encuestas poblacionales contemporáneas racial y étnica­
mente diversas. El riesgo de cardiopatía y accidente cerebrovascular es 
ubicuo y afecta a todos los grupos. Sin embargo, los datos actuales indican 
que las características raciales o étnicas de las ECV pueden variar enor­
memente según la población. Por las consecuencias de las cardiopatías, es 
obligatorio que la práctica de la medicina cardiovascular aborde los perfiles 
de riesgo diferenciales y las distintas manifestaciones de enfermedad en 
las poblaciones. La importancia creciente de estas poblaciones variadas 
está relacionada directamente con la demografía cambiante de EE. UU. 
Actualmente, el 14% de la población estadounidense es de raza negra y el 
16%, hispana, y la cohorte asiática está creciendo rápidamente.1 Cuando 
se suman a la población de nativos americanos, la representación total de 
estas poblaciones distintas se acerca hoy en día al 40%, y en 2050 proba­
blemente ya no habrá una población mayoritaria en EE. UU. (fig. 2-1). 
Así pues, los médicos y científicos cardiovasculares deben conocer la 
epidemiología, fisiopatología y tratamiento de las cardiopatías en las 
distintas poblaciones estadounidenses.
DISTRIBUCIÓN DE LOS FACTORES 
DE RIESGO DE CARDIOPATÍA CONOCIDOS
La incidencia de los factores de riesgo conocidos de ECV varía considera­
blemente según la raza y el grupo étnico (v. capítulos 42, 43 y 60). La 
Third National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES HI) 
contiene datos sobre la distribución de la hipertensión en blancos no his­
panos, negros no hispanos y grupos hispanos. La hipertensión afecta al 
menos a 33 millones de blancos, casi 6 millones de negros y 1,3 millones 
de hispanos. La tasa de hipertensión en los negros se acerca al 40% (una 
de las más altas del mundo); en los blancos, al 25,6% en los hombres y al 
23,8% en las mujeres; y en los hispanos, al 14,6 y 14% en los hombres y 
las mujeres, respectivamente. La mayor prevalencia de hipertensión en los 
negros se acompaña de más gravedad de la enfermedad. La prevalen­
cia de hipertensión en estadio 3 (>180/110 mmHg) es del 8,5% en los 
negros, y solo del 1% en los blancos. La presión arterial (PA) sistólica y 
diastólica media es de 125/75 y 122/74 mmHg en los negros y los blancos, 
respectivamente. En los negros con hipertensión, la diferencia en la PA res­
pecto a los negros normotensos es de 30/20 mmHg, mientras que esta ci­
fra desciende a 23/15 en los blancos.2
La diabetes, un factor de riesgo temible de ECV, afecta actualmente a 17 
millones de estadounidenses. La incidencia de la enfermedad ha aumen­
tado un 49% en la última década, probablemente por la mayor incidencia 
de obesidad. Los negros tienen la máxima prevalencia de hemoglobina 
A le: el 7% o más. En personas de 40 a 74 años de edad, la prevalencia de 
diabetes es del 11,2% en los blancos, del 18,2% en los negros y del 20,3% 
en los hispanos. A pesar de la mayor incidencia de diabetes en este último 
grupo, las tasas de mortalidad por diabetes son máximas en los negros,
28,4 y 39,1/100.000 para los hombres y las mujeres, respectivamente. Esta 
cifra contrasta con la correspondiente a los blancos, 23,4 y 25,7/100.000 en 
los hombres y las mujeres, respectivamente.3 Existe, además, hipertensión 
concomitante en el 75,4% de los negros con diabetes, el 70,7% de los his- 
© 2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos
panos y el 64,5% de los blancos. La resistencia a la insulina, junto con la 
obesidad, hipertensión y dislipidemia, constituye el síndrome metabólico, 
asociado con un exceso de ECV. Si se aplican los criterios del National 
Cholesterol Education Program Adult Treatment Panel III (NCEP ATP III) 
a la base de datos de NHANES III, la incidencia de síndrome metabólico 
podría superar el 30% en la población estadounidense mayor de 20 años, 
pero aumenta a más del 40% en ancianos y es máxima en las poblaciones 
distintas.4'6
Los hispanos tienen la incidencia más alta de síndrome metabólico, el 
31,9% global y el 35% en las mujeres. A pesar de la elevada incidencia de 
resistencia a la insulina y síndrome metabólico, los hispanos presentan 
menos prevalencia de hipertensión que los negros. Si se sigue pros­
pectivamente la influencia de la obesidad, distribución de la grasa corporal 
y concentración de insulina en los blancos y los hispanos, cada factor se 
asocia independientemente con el desarrollo de hipertensión; el riesgo 
máximo se da en personas con el índice de masa corporal (IMC) más alto 
(>30 kg/m2) y la concentración de insulina más elevada (>95 pmol/1). 
No parece haber riesgo adicional de ECV en los hispanos, comparado 
con los blancos.7
La incidencia de sobrepeso/obesidad (sobrepeso: IMC > 25 kg/m2; 
obesidad: IMC > 30 kg/m2; obesidad mórbida: IMC > 40 kg/m2) está 
creciendo en la población estadounidense, y las poblaciones distintas se 
ven afectadas de forma desproporcionada. La prevalencia de sobrepeso/ 
obesidad alcanza, probablemente, el 60% o incluso más en EE. UU., y 
una tercera parte de todos los niños o adolescentes tienen sobrepeso u 
obesidad.2 La prevalencia de ambos es mayor en los negros que en los 
blancos, y en los hispanos que en los blancos. El IMC medio es 29,2 kg/m2 
en los negros, 28,6 kg/m2 en los hispanos y 26,3 kg/m2 en los blancos. Las 
mujeres negras pesan de media 8 kg más que las blancas de edad y estatus 
socioeconómico comparables. Seis de los 15 estados con la mayor preva­
lencia de hipertensión están en el sudeste de EE. UU. (correspondiente 
al «cinturón del accidente cerebrovascular»), y la mitad de los negros vive 
en esta región. La prevalencia máxima de obesidad, el 44%, se da en las 
m ujeres negras, y en el sudeste de EE. UU. un sorprendente 71% de 
las mujeres negras son obesas.8,9 Aunque los asiáticos tienen tasas meno­
res de sobrepeso y obesidad, es posible que las definiciones habituales 
de grupo de peso según el IMC sean inapropiadas en esta población. 
La dislipidemia es un factor de riesgo modificable muy importante para 
la cardiopatía en EE. UU., y el tratamiento de los trastornos lipídicos dis­
minuye la incidencia de cardiopatía. Varios estudios han indicado que los 
negros tienen concentraciones menores de colesterol ligado a lipoproteí- 
nas de baja densidad (LDL) y menos hipercolesterolemia que los blancos. 
El estudio Coronary Artery Risk Development in Young Adults (CARDIA) 
identificó la prevalencia de concentraciones elevadas de colesterol LDL en 
adultos jóvenes; el colesterol LDL superaba los 160 mg/dl en el 10 y el 5% 
de los hombres y mujeres negros jóvenes, respectivamente, a diferencia 
del 9 y el 4% para los hombres y mujeres blancos de la misma edad. Las 
concentraciones de colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad 
eran mayores en los hombres negros que en los blancos.8 Las cifras de 
lipoproteína(a), un factor de riesgo conocido de cardiopatía isquémica 
(CI) (v. capítulo 45), son 2-3 veces más altas en los negros.
CARDIOPATÍA ISQUÉMICA
EE. UU. es uno de los países de renta alta quehan experimentado descen­
sos notables en la mortalidad asociada a CI desde 1968.10,11 La reducción 
de la mortalidad se atribuye a una mejor atención a los perfiles de riesgo 
y las estrategias terapéuticas. Rosamond et al.12 encontraron que a lo 
largo de un período de 22 años (de 1987 a 2009), la mortalidad por CI y 
el infarto de miocardio (IM) disminuyeron significativamente en cuatro
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PROYECCIONES DEMOGRAFICAS
2010
Población dividida por razas
2020
Población dividida por razas
Asiáticos-islas 
Indios de| Pacífico
Asiáticos-islas 
Indios ¿el Pacífico
En 2000, blancos no hispanos = 71,4%
En 2050, blancos no hispanos = 50,1%
FIGURA 2-1 Est imaciones de la población estadounidense del U.S. Census Bureau, (http://wvwv.census.gov/population/www/projections/usinterimproj/natprojtab01a.pdf).
M U ER T ES PO R CARDIOPATIA ISQUEMICA/
100.000 HABITANTES
I Total ■ Negros* ■ Blancos* ■ Hispanos ■ Indios americanos ■ Asiáticos
350
300
250
200
150
100
50
0
M U ER T ES PO R ACC IDENTE C EREBR O VA SC U LA R / 
100.000 HABITANTES
I Total ¡ Negros* ■ Blancos** Asiáticos ■ Hispanos ■ Indios americanos
*No hispanos
Mujeres Hombres Mujeres
FIGURA 2-2 A. Tasas de mortalidad ajustadas por la edad de cardiopatía isquémica según la raza/etnia y el sexo en EE. UU. (2008). B. Tasas de mortalidad ajustadas por la edad 
de accidente cerebrovascular según la raza/etnia y el sexo en EE. UU. (Tomado de National Heart, Lung and Blood Institute. Morbidity & Mortality: 2012 Chart Book on Cardiovas­
cular, Lung, and Blood Diseases. Bethesda, Md, NHLBI, 2012.)
comunidades estadounidenses, con los descensos más pronunciados 
en la segunda década. Las reducciones fueron significativas en los esta­
dounidenses blancos y negros de la cohorte; sin embargo, la magnitud 
de la reducción resultó inferior en los negros. Chen et al.13 encontra­
ron resultados similares en una cohorte de Medicare. Al comparar los 
datos de mortalidad en EE. UU. correspondientes a 1980 y 2000, Ford 
et al.3 estimaron que el 47% del descenso en la mortalidad era atribuible 
a los tratamientos, mientras que el 44% se debía a un mejor control de 
los factores de riesgo, incluidos menor colesterol total, reducción de 
la PA sistólica, menos tabaquismo y aumento de la actividad física. En 
este mismo período, no obstante, los autores calcularon que la mayor 
prevalencia de obesidad y diabetes resultó en un pequeño incremento del 
número de fallecimientos (el 8 y el 10%, respectivamente).3
Aunque los factores de riesgo y la mortalidad por CI han ido dis­
minuyendo en EE. UU., ambos siguen variando considerablemente según 
los grupos étnicos y raciales estadounidenses (fig. 2-2). Estos grupos 
se clasifican según la raza (blancos, estadounidenses negros, nativos 
americanos/de Alaska y asiáticos) y por la lengua española (hispanos). 
En EE. UU. existen mezclas importantes de poblaciones con distintos 
grupos raciales, así como heterogeneidad racial en los grupos hispanos. 
Aunque estas grandes categorías se utilizan para analizar desde una 
perspectiva poblacional los perfiles de riesgo cardiovascular, patrones de 
enfermedad y evolución, no son independientes de los determinantes 
socioeconómicos, psicosociales, genéticos, epigenéticos y otros factores 
22 de la CI. A pesar de todo, hay diferencias poblacionales en los perfiles de
riesgo de CI, patrones de enfermedad y resultados que pueden y deben 
utilizarse para conocer mejor la fisiopatología de la CI, ayudar a estrategias 
dirigidas de control de la enfermedad y mejorar los resultados en todos 
los grupos poblacionales de EE. UU.
Riesgo de cardiopatía isquémica y mortalidad en los estadouniden­
ses de origen hispano. En EE. UU., los grupos hispanos son la minoría con 
el incremento poblacional más rápido; tienen su origen en distintos países, 
como México (el número mayor de hispanos estadounidenses), islas del Caribe 
(Puerto Rico, Cuba y República Dominicana), y América central y meridional. 
Las poblaciones híspanas actuales de EE. UU. presentan proporciones varia­
das de una mezcla ancestral de origen europeo, negro y nativos americanos, 
según su país de origen.14'18 Aunque los datos de salud poblacionales 
suelen recogerse para el grupo de lengua española, es importante que los 
estudios dedicados al riesgo y los resultados en hispanos tengan en cuenta 
la heterogeneidad de esta población.19 En el Multi-ethnic Study of Atheros­
clerosis (MESA)15 y el Hispanic Community Health Study,19 las personas de 
origen hispano se subdívidieron según el lugar geográfico de origen familiar 
en estadounidenses mexicanos, dominicanos, puertorriqueños y otros. La 
prevalencia de factores de riesgo era muy variable en los cuatro grupos, y 
la asociación entre factores de riesgo y medidas de Cl subclínica también 
resultaron diferentes. Los estadounidenses mexicanos obtuvieron los valores 
más altos en las medidas subclínicas de Cl, mientras que el segundo lugar 
lo ocuparon los puertorriqueños, a pesar de que sus perfiles de riesgo eran 
claramente distintos.15 Al igual que sucede en otras poblaciones inmigrantes, 
el estatus socioeconómico bajo y mayor aculturación se asociaban con más 
riesgo de Cl. Globalmente, no obstante, la prevalencia autocomunicada de
http://wvwv.census.gov/population/www/projections/usinterimproj/natprojtab01a.pdf
CI y accidente cerebrovascular era baja (el 4,2 y el 2 % para los hombres, el
2,4 y el 1,2% para las mujeres).
Cardiopatía isquémica en los estadounidenses de raza negra. Como 
muestra la figura 2-2, los estadounidenses negros, hombres y mujeres, tie­
nen la mayor mortalidad por CI ajustada según la edad de todos los grupos 
étnicos/raciales de EE. UU.20 Rosamond et al.12 encontraron que, entre 1987 
y 2008, la mortalidad asociada a CI disminuyó significativamente en cuatro 
comunidades estadounidenses, con los mayores descensos en la segunda 
década. Los descensos en la mortalidad por CI resultaron significativos en los 
estadounidenses negros y blancos. Sin embargo, la magnitud de la reducción 
fue menor en los negros. Chen et al.13 comunicaron resultados similares en 
una cohorte de Medicare. Ford21 examinó las tendencias en el riesgo de CI 
en 7.800 participantes de la NHANES entre 1999 y 2010, y encontró que 
el riesgo de CI disminuyó significativamente en los hombres y blancos, se 
redujo en una cifra no significativa en los estadounidenses mexicanos, y 
aumentó sin llegar a la significación en los estadounidenses negros. Aunque 
se ha evidenciado que los hombres negros y blancos tienen una incidencia 
similar de CI total, los hombres negros presentaron una incidencia mayor de 
CI mortal. Las mujeres negras tenían una incidencia más alta de CI total y 
mortal que las mujeres blancas. Aún más importante, aunque PA, colesterol 
total y tabaquismo mejoraron en la cohorte globalmente, no hubo mejorías 
significativas en la PA ni el colesterol total en los estadounidenses negros, y 
este grupo presentó una mayor prevalencia de diabetes. Hay que destacar 
que, aunque la mortalidad por CI es mayor en los estadounidenses negros 
que en los blancos, en la angiografía coronaria se ha encontrado que los 
negros tienen menos cardiopatía isquémica obstructiva22 23 y diferencias en 
la distribución anatómica de las lesiones coronarias. También se han identi­
ficado diferencias significativas en el número y tipo de factores de riesgo de 
CI entre los blancos y los negros de EE. UU.24 En 2010, el 58% de los negros 
tenía al menos un factor de riesgo, comparado con el 47% de los blancos y 
el 45% de los estadounidenses mexicanos. Se ha encontrado que el riesgo 
de ECV a lo largo de la vida en todos los grupos poblacionales depende 
del número de factores de riesgo presentes en cada grupo de edad y raza, 
y, por tanto, podría explicar, en parte, la mayor mortalidad de los negros.
Aunque la repercusión de factores de riesgo deCI es notablemente 
mayor en los estadounidenses negros, cuando se controlan los factores de 
riesgo, los resultados mejoran independientemente de la raza. Yang et al.25 
estudiaron el impacto de la consecución de medidas ideales en siete paráme­
tros de salud para ECV en 45.000 estadounidenses a lo largo de 22 años. 
En todos los grupos raciales, cuanto más se acercaban esos parámetros de 
riesgo de ECV a la medida ideal, menor era el riesgo de mortalidad por CI. 
La PA elevada, un factor de riesgo absolutamente más prevalente en los 
estadounidenses negros a edades más tempranas, se asociaba con el mayor 
riesgo de mortalidad por ECV.
Cardiopatía isquémica en los estadounidenses de origen asiáti­
co. Los estadounidenses asiáticos suman un porcentaje menor de las mino­
rías de EE. UU., pero son análogos a los hispanos en la heterogeneidad del 
origen nacional y factores tales como nacimiento en EE. UU. o el extranjero, 
duración de la residencia en EE. UU., dominio del idioma inglés, ingresos 
y nivel educativo. A este grupo pertenecen personas de origen en India, 
China, Filipinas, Corea, Japón, Vietnam y otros países de Asia. Las estadís­
ticas sanitarias a menudo incluyen a todos los asiáticos en un solo grupo; 
sin embargo, esto empaña los distintos perfiles de riesgo de ECV, así como 
las diferencias en los resultados.26 Los datos de EE. UU. que comparan los 
perfiles de riesgo de CI de los asiáticos en conjunto encontraron que el 
riesgo global de CI es menor que el de otros grupos raciales/étnicos, pero 
los factores de riesgo variaban según el subgrupo asiático específico, y el 
patrón de enfermedad vascular asociada al riesgo también era diferente.26 
Aunque el tabaquismo o el IMC alto son menos frecuentes que en los 
blancos, la prevalencia de síndrome metabólico ha resultado ser más alta en 
los estadounidenses asiáticos que en los blancos no hispanos, y se detecta 
con IMC más bajos.26 Esto se ha identificado especialmente en los indios 
asiáticos, que presentan tasas mayores de resistencia a la insulina, diabetes 
y dislipidemia; mayor circunferencia de la cintura; y concentraciones plas­
máticas de procoagulantes26 más altas que las de los blancos. Las tasas 
comunicadas de ingreso por CI son mayores en los indios asiáticos que en 
los blancos, y menores en los estadounidenses chinos que en los blancos. 
Por el contrario, la incidencia de accidente cerebrovascular hemorrágico es 
superior a la del IM en los estadounidenses japoneses y chinos. Se ha des­
crito que la prevalencia de accidente cerebrovascular disminuye en paralelo 
a la duración de la residencia en EE. UU.
Cardiopatía isquémica en los indios americanos y los nativos de 
Alaska. A pesar de ser el subgrupo poblacional más pequeño de EE. UU. 
(1,5%), la prevalencia de factores de riesgo de CI en los indios americanos/ 
nativos de Alaska ha aumentado espectacularmente desde la década de 
los setenta. Diabetes, colesterol alto y tabaquismo son actualmente más 
prevalentes en los indios americanos que en los blancos, estadounidenses 
negros e hispanos. Las tasas de CI y mortalidad por CI también han aumen­
tado, y hoy en día superan a las tasas de la población general. Además, los 
descensos en la mortalidad por cardiopatías y accidente cerebrovascular no 
han sido significativos en esta población, a diferencia de lo ocurrido en los
blancos no hispanos. Aún más importante, la mortalidad secundaria a estas 
dos enfermedades se produce con mucha más probabilidad a los 65 años 
o menos en este grupo. Los motivos del aumento en la incidencia de ECV, 
así como la mortalidad, son multifactoriales y comprenden disminución de 
las muertes por enfermedades infecciosas; mayor prevalencia de diabetes, 
hiperlipidemia, abuso de tabaco y obesidad; aislamiento geográfico; acceso 
insuficiente a la atención sanitaria; estrés psicosocial elevado; y sistema 
sanitario escasamente funcional.
D iferencias raciales/étnicas en la atención 
san itaria de la card iopatía isquém ica
Además de las diferencias en la repercusión de riesgo de CI y los patrones 
de enfermedad vascular, existen diferencias significativas en la atención 
sanitaria, incluidos valoración y manejo del riesgo, y tratamiento de la CI 
aguda si se comparan los negros, hispanos e indios americanos con los 
blancos no hispanos.27 Los asiáticos con síndromes coronarios agudos se 
someten a intervenciones diagnósticas y terapéuticas con tasas equiva­
lentes a las de blancos no hispanos, y sus cifras de mortalidad intrahos- 
pitalaria y reinfarto son similares26 Los negros tienen menor probabilidad 
de ser derivados a consultas cardiovasculares especializadas, someterse a 
revascularización tras un IM agudo, incluso con ajustes según la gravedad 
de la enfermedad, y continúan sufriendo una mayor mortalidad a largo 
plazo.27'30 Los pacientes de minorías raciales y étnicas tienen más proba­
bilidades de ser ingresados en centros con peores resultados, es menos 
probable que sobrevivan a una parada cardíaca intrahospitalaria,29,30 y 
con más frecuencia se someten a intervenciones de injertos de derivación 
coronaria por parte de cirujanos con tasas más altas de mortalidad ajus­
tada según el riesgo.31 La peor situación socioeconómica explica parte 
de la disparidad mantenida en la atención sanitaria, pero no toda ella.32 
Cromwell et al.33 examinaron el uso de tecnologías y resultados cardiovas­
culares en beneficiarios de Medicare, y encontraron que los negros y 
los indios americanos tenían mucha menos posibilidad de someterse a 
intervenciones diagnósticas y terapéuticas invasivas, a pesar de disponer 
de coberturas semejantes. Aunque las diferencias en los resultados de las 
ECV tienen un origen multifactorial y requieren intervenciones multidis­
ciplinares, está claro que las iniciativas a nivel de organizaciones des­
tinadas a mejorar la calidad tienen un impacto significativo sobre las 
medidas de enfermedad crónica en todos los pacientes, y resultan en una 
disminución de las diferencias entre los grupos.34 El tratamiento del IM 
agudo en hospitales participantes en el Get with the Guidelines-Coronary 
Artery Disease Program mejoró en todos los grupos raciales/étnicos. Un 
metaanálisis35 de estudios que relacionaban el uso de los tratamientos 
recomendados por las directrices con los resultados de las ECV demostró 
una relación sólida entre cumplimiento de las directrices/medidas de 
rendimiento y mejores resultados de los pacientes.
HIPERTENSIÓN 
Epidem io log ía
La raza y etnia afectan sustancialmente a la prevalencia, el impacto y 
control de la hipertensión en la población estadounidense. En EE. UU., la 
hipertensión es más frecuente, grave, se desarrolla a una edad más precoz 
y provoca más secuelas clínicas en los negros que en los blancos no his­
panos de edad similar.36 Las tasas de prevalencia en los estadounidenses 
mexicanos son inferiores a las de los negros y resultan comparables a las 
presentes en los blancos no hispanos, pero las tasas de control de la PA 
en los estadounidenses mexicanos y los americanos nativos son menores 
que en los blancos no hispanos y los estadounidenses negros (tabla 2-1).
De los hispanos, las tasas de prevalencia de hipertensión más elevadas 
han sido descritas en aquellos de origen puertorriqueño.36,37
La mayor prevalencia y gravedad de la hipertensión en los estadouni­
denses negros y de otras minorías étnicas también se asocian con tasas 
más altas de episodios mórbidos y mortales de enfermedades cardiovas­
culares y renales.37 La mortalidad asociada a la hipertensión es unas 
tres veces mayor en los estadounidenses negros que en los blancos. La 
mortalidad por accidente cerebrovascular ajustada según la edad resulta 
aproximadamente un 50% más elevada en los estadounidenses negros 
que en otros grupos étnicos (v. fig. 2-2B). Otras minorías étnicas, como 
los americanos nativos e hispanos, también tienen una prevalencia 2-4 
veces mayor de nefropatía terminal (NT) que los blancos.38 En 2010, los 
estadounidenses negrosrepresentaban casi el 37% de toda la población 
con NT, tasa 3,4 veces mayor que la existente en los blancos. Aunque 
la hipertensión ha pasado a ser la segunda causa de NT después de 
la diabetes en los estadounidenses negros, las tasas ajustadas de NT 23
Cardiopatías en 
distintas 
poblaciones
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B
24
TABLA 2-1 Conocimiento, tratamiento y control de la hipertensión según la raza/etnia y el sexo: NHANES 1999-2004 y 2005-2010
CONOCIMIENTO (% ) TRATAMIENTO (% ) CONTROL (% )
1999-2004 2005-2010 1999-2004 2005-2010 1999-2004 2005-2010
Hombres blancos NH 71,2 77,5 61,2 69,4 41 50,1
Mujeres blancas NH 74,4 84 65,3 78,2 37,2 53,9
Hombres negros NH 69,1 77,5 58,1 66,9 32,3 39,7
Mujeres negras NH 83,5 88,5 73,9 81,5 40,4 52,8
Hombres estadounidenses de origen 
mexicano
57 64,8 41,8 54 23,3 35,1
Mujeres estadounidenses de origen 67,9 75,5 56,3 68,1 29,6 41,6
mexicano
NH, no hispanos.
Fuente: NHANES (1999-2004, 2005-2010) y National Heart, Lung and Blood Institute.
incidente secundario a hipertensión por millón de habitantes eran seis 
veces mayores en este grupo (46/millón) que en los blancos (7,6/millón). 
Las tasas resultaron de 15,1 en los hispanos, 6,3 en los americanos nativos 
y 10,8/millón en los asiáticos. El exceso de NT en los estadounidenses 
negros podría estar relacionado con un haplotipo genético específico no 
presente en los demás subgrupos.
D iferencias raciales/étnicas en la fis iopato log ía 
de la h ipertensión
La causa de la hipertensión esencial sigue siendo desconocida, al igual 
que los motivos de las diferencias poblacionales. Se han propuesto 
muchos mecanismos para explicar el inicio más precoz, mayor gravedad 
y aumento de la morbilidad de la hipertensión en los estadounidenses 
negros (tabla 2-2);37'39 sin embargo, ninguno de ellos resulta totalmente 
satisfactorio, y es probable que las diferencias étnicas en la hipertensión 
sean multifactoriales.
Genética o estatus socioeconómico. La contribución de la genéti­
ca a la hipertensión en los estadounidenses negros, así como en el resto 
de la población, es objeto de múltiples investigaciones. La hipertensión 
parece ser altamente heredable, con un patrón de herencia multigénico, 
y la heredabilidad de la PA se estima aproximadamente en el 30-40% . 
Sin embargo, en estudios de poblaciones de origen europeo, que han 
identificado 16 variantes genéticas funcionales, se ha demostrado que la 
genética solo explica una pequeña proporción de la variabilidad fenotípica 
de la PA (<5 mmHg).39 Como sucede en otros grupos raciales/étnicos, no 
se ha identificado ningún gen o familia génica principal que esté relacio­
nada directamente con la hipertensión en los estadounidenses negros. Sin 
embargo, sí se ha demostrado que ciertas variantes genéticas en la región 
del cromosoma 22q (gen APOL1) contribuyen significativamente al exceso 
de riesgo de los estadounidenses negros de sufrir NT, que se ha atribuido a 
nefropatía hipertensiva, diabética, asociada al virus de la inmunodeficiencia 
humana y glomeruloesclerosis segmentaria focal.40-41 El estatus socioeconó­
mico también ha recibido mucha atención, y los estudios que controlaron 
las variaciones de este (o las minimizaban) describieron menos diferencias 
raciales/étnicas en la epidemiología de la hipertensión y su morbimortalidad. 
El efecto del estatus socioeconómico sobre los resultados de salud es com­
plejo, y las estimaciones groseras derivadas de los marcadores actuales 
(p. ej., ingresos, educación, empleo, cobertura sanitaria, lugar de residencia) 
probablemente simplifican excesivamente su relevancia.
Metabolismo de la sal. Las diferencias raciales en las acciones renales 
sobre la sal también han sido propuestas como posible explicación de la 
mayor incidencia y gravedad de la hipertensión en los estadounidenses 
negros, comparados con los demás grupos, así como las respuestas favora­
bles de los negros hipertensos al tratamiento diurético. Aunque la sensibili­
dad a la sal es más frecuente en los estadounidenses negros con hiperten­
sión, también resulta muy prevalente (>50% ) en otras poblaciones, y la 
mayor sensibilidad a la sal de los estadounidenses negros podría explicarse, 
al menos en parte, por diferencias en el inicio de la enfermedad, gravedad, 
trastornos concomitantes, o tipos de dieta. Una limitación fundamental de 
muchos estudios que describen las diferencias raciales en la sensibilidad a 
la sal es la falta de control adecuado de las diferencias de edad, gravedad 
de la hipertensión, función renal, IMC y variabilidad de la PA, porque todas 
estas variables pueden alterar las tasas de sensibilidad a la sal. En un estudio 
cuyos grupos fueron equiparados minuciosamente respecto al sexo, edad, 
función renal, presencia o ausencia de hipertensión y peso, no se observaron 
diferencias raciales en la prevalencia de sensibilidad a la sal.42 Sin embargo,
TABLA 2-2 Mecanismos propuestos para la mayor incidencia 
de hipertensión en estadounidenses de origen africano
Susceptibilidad genética.
Estatus socioeconómico.
Acciones renales y celulares sobre la sal.
Sodio y potasio en la dieta.
Alteraciones en el sistema renina-angiotensina-aldosterona.
Deficiencia de vasodilatadores.
Más apnea del sueño.
Bajo peso al nacer.
ese mismo estudio encontró que la magnitud del incremento de la PA en 
respuesta a una sobrecarga de sal era superior en los estadounidenses 
negros que en los blancos, aunque no en personas normotensas, lo que 
indica que la mayor sensibilidad a la sal podría ser una consecuencia de la 
hipertensión, en vez de una causa de esta. Se ha propuesto otro defecto 
en el manejo de la sal relacionado con una alteración del transporte de 
Na+. En los estadounidenses negros se ha descrito continuamente un Na+ 
intracelular más elevado que en los blancos, así como una reducción de 
hasta el 30% en la actividad de la bomba Na+,K+-adenosina trifosfatasa. 
Un Na+ intracelular elevado es capaz de desencadenar una cascada de res­
puestas compensadoras que conducen al aumento del Ca2+ intracelular, 
mayor reactividad vascular y, finalmente, elevación de la PA.40
Activación neurohormonal. En los estadounidenses negros se han des­
crito diferencias respecto a los blancos en la expresión y actividad de distintos 
factores neurohumorales, especialmente del sistema renina-angiotensina 
(SRA), que explicarían la mayor incidencia y gravedad de la hipertensión. 
Muchos estudios han comunicado una supresión de la actividad del sistema 
renina-angiotensina-aldosterona (SRAA) en los negros, comparado con los 
blancos, en respuesta a variaciones del volumen intravascular o la PA. Así 
pues, la hipertensión en los estadounidenses negros suele clasificarse como 
de renina baja y, por lo general, se asocia con una menor respuesta a los 
fármacos antihipertensores que inhiben el SRAA. En esta población también 
se han descrito concentraciones mayores del péptido presor endotelina 1, cuyas 
concentraciones circulantes son casi ocho veces mayores que en los estadou­
nidenses negros normotensos y casi cuatro veces más que en los hipertensos 
blancos.38 Además, en adolescentes varones con antecedentes familia­
res de hipertensión se han descrito una mayor reactividad cardiovascular 
y concentraciones de endotelina-1 circulante más altas en respuesta a 
estresores físicos o psíquicos agudos. Por el contrario, se han encontrado 
concentraciones menores de vasodilatadores endógenos, tales como cali- 
creína, péptido natriurético auricular, prostacidina y óxido nítrico, en los 
estadounidenses negros hipertensos.36'43,44 Independientemente de la PA, 
los estadounidenses negros han demostrado que excretan menos calicreína 
en la orina que los blancos. En hijos de hipertensos se han descubierto 
concentraciones mucho menores de péptido natriurético auricular ante 
una sobrecarga de sal, comparado con hijos de personas normotensas, y en 
estadounidensesnegros se ha encontrado una disminución paradójica del 
péptido en respuesta a una ingesta aumentada de sal en la dieta. Aún no se 
ha realizado una evaluación minuciosa de la participación relativa de estos 
sistemas en la patogenia de la hipertensión en personas de origen africano.
Bajo peso al nacer. Los estudios epidemiológicos han planteado la 
posibilidad de que el bajo peso al nacer (BPN) pueda influir en la enfermedad 
en etapas posteriores de la vida, y la mayor prevalencia de hipertensión en 
los negros se ha atribuido a una mayor incidencia de BPN con un déficit 
asociado en las nefronas adquirido en el útero que no se recupera después 
del nacimiento y conduce a esclerosis glomerular, mayor sensibilidad a la
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sal y posterior hipertensión.3645 En un estudio de casi 5.000 personas, se 
encontró una relación inversa estadísticamente significativa entre PA sistólica 
y peso al nacer en todas las edades después del nacimiento. En el grupo 
de 64 a 71 años se apreció un incremento de 5,2 mmHg en la PA sistólica 
por cada kg de reducción en el peso al nacer. Aunque muchos autores han 
puesto en duda la hipótesis de BPN-hipertensión y aún no se ha evaluado 
con rigor en poblaciones de origen africano, constituye una explicación 
integradora de la mayor sensibilidad a la sal, gravedad de la hipertensión y 
tendencia al desarrollo de NT observadas en esta población.
Estadounidenses de origen asiático, de las islas 
del Pacífico y americanos nativos
Las personas de origen asiático/islas del Pacífico tienen unas cifras simi­
lares o ligeramente mayores de PAy de prevalencia de hipertensión.46 La 
reducción de sal en estos grupos logra descensos de la PA similares a los 
observados en la población negra.47 Aunque los datos son muy escasos, la 
prevalencia de hipertensión en los nativos americanos parece ser similar a 
la de la población general. Al igual que en otros grupos, la incidencia más 
elevada de hipertensión se asocia con obesidad, mayor edad y diabetes.
Evaluación de la hipertensión 
(v. tam bién capítu lo 43)
No existen auténticas encuestas poblacionales sobre la epidemiología 
de las causas secundarias de hipertensión. A pesar de las tasas más 
altas descritas de sensibilidad a la sal y respuesta a la reducción de la 
PA con diuréticos, que indican una forma de hipertensión asociada a 
sobrecarga de volumen (especialmente en los estadounidenses negros), 
no se ha demostrado una diferencia racial en la prevalencia de hiperaldos- 
teronismo.48,49 Las alteraciones respiratorias durante el sueño se han des­
crito como más frecuentes en los estadounidenses negros, y la diferencia 
parece ser máxima en las edades más precoces (v. capítulo 75).30,51 Sin 
embargo, excepto por la hipertensión asociada a nefropatía y una mayor 
incidencia de apnea del sueño, actualmente apenas hay indicios de dife­
rencias raciales o étnicas significativas en la incidencia o prevalencia de 
hipertensión secundaria. Como los factores principales (edad de inicio 
precoz, gravedad de la hipertensión y resistencia al tratamiento) que 
motivan la búsqueda de causas secundarias son más frecuentes en los 
estadounidenses negros con hipertensión esencial, las evaluaciones de hi­
pertensión secundaria basadas en estos tienen más probabilidades de 
confirmar una hipertensión esencial en este grupo. Sin embargo, esto no 
debería disuadir de la búsqueda de causas secundarias.
Diferencias raciales/étnicas en el tratam iento 
de la hipertensión (v. tam bién capítulos 44 y 44D) 
Objetivo de presión arterial
No se ha establecido la PA óptima para lograr la reducción máxima de 
las complicaciones hipertensivas, ni siquiera en poblaciones hiperten- 
sas no minoritarias. Los estudios de resultados clínicos controlados y 
aleatorizados en poblaciones de más edad (la mayoría no minoritarias) 
han documentado el beneficio de tratar hasta conseguir una PA sis­
tólica inferior a 150 mmHg, comparado con cifras más altas.52'54 Varios 
estudios de resultados clínicos también han constatado la ausencia de 
beneficio significativo del tratamiento con objetivos de PA sistólica infe­
riores a 120 mmHg comparado con objetivos inferiores a 140 mmHg o 
pacientes diabéticos hipertensos, o de un equivalente de presión arterial 
media de 125/75 comparado con 140/90 en pacientes con nefropatía 
crónica.55'57 Solo hay dos estudios de resultados aleatorizados y con­
trolados, de pequeño tamaño y sin la potencia necesaria, en pacientes 
hipertensos japoneses ancianos (>60 años) que comparan objetivos de 
PA sistólica entre 140 y 160 mmHg.58,59 Así pues, las recomendaciones 
de objetivos de PA inferiores a 140/90 mmHg siguen estando basadas 
en un nivel de evidencia de opiniones de expertos. El mayor riesgo de 
complicaciones en los estadounidenses negros hipertensos llevó al comité 
de consenso establecido por la International Society of Hypertension in 
Blacks a recomendar un objetivo de PA más baja (<135/85 mmHg) en 
los estadounidenses negros con hipertensión no complicada, y menos de 
130/80 mmHg para aquellos con otros factores de riesgo de ECV o con 
afectación clínica o subclínica de los órganos diana. No obstante, hay muy 
pocos indicios de que los objetivos de PA más bajos en los estadouni­
denses negros o en otros subgrupos raciales/étnicos resulten en mejores 
resultados.60 Estudios tales como los primeros Veterans Administration 
Cooperative Trials y el Hypertension Detection and Follow-up Program 
© contenían grandes números de estadounidenses negros hipertensos y
establecieron el objetivo de cifras menores de 140/90 mmHg como muy 
razonables en esta población.
Estrategias terapéuticas en las m inorías 
(v. tam bién capítu lo 44) 
Estrategias del estilo de vida
Al igual que en la población general, se recomiendan modificaciones del 
estilo de vida a todos los miembros de los grupos de minorías étnicas 
con PA alta. La reducción calórica resulta especialmente importante 
en los estadounidenses negros, muchos hispanos y otras minorías con 
alta prevalencia de obesidad. La inactividad física también es un pro­
blema particular de las poblaciones minoritarias: cerca de la mitad de los 
estadounidenses negros adultos (el 44% de los hombres, el 55% de las 
mujeres) refiere que no participa en ninguna actividad en su tiempo de 
ocio.36 Las reducciones de la sal dietética y mejoras en la calidad de la 
dieta (es decir, la dieta Dietary Approaches to Stop Hypertension [DASH]) 
también son importantes en estas poblaciones. Las directrices recientes de 
la Food and Drug Administration de EE. UU. y la American Heart Asso­
ciation recomiendan una restricción de sal más intensa (<1.500 mEq/día), 
especialmente en los hipertensos negros.
Tratamiento farmacológico (v. también capítulo 44)
En la mayoría de los casos, la selección de fármacos para el tratamiento 
de la hipertensión en las minorías étnicas es similar a la población general 
de hipertensos. Los mejores indicios procedentes de estudios clínicos 
apuntan a que, en ausencia de indicaciones específicas (p. ej., insuficiencia 
cardíaca [IC], nefropatía crónica o CI), el factor principal determinante 
del efecto de los fármacos sobre los resultados clínicos asociados a la 
PA en todos los grupos raciales/étnicos es la capacidad del régimen de 
reducir la PA. Además, la mayoría de los pacientes precisará múltiples 
compuestos para lograr su objetivo de PA. Casi todas las directrices 
nacionales, incluidas las de los países de origen de la mayor parte de las 
minorías, han recomendado iniciar el tratamiento antihipertensor con un 
diurético tiacídico, inhibidor de la enzima conversora de la angiotensina 
(ECA), antagonista de receptores de angiotensina (ARA) o antagonista 
del calcio (AC) de acuerdo con los datos de estudios clínicos de resulta­
dos que documentan una reducción de los resultados clínicos. Además 
de los estudios Antihypertensive and Lipid Lowering to Prevent Heart 
Attack Trial(ALLHAT) e INtemationalVErapamil SRTrandolapril Study 
(INVEST), que contenían un número considerable de hispanos, había 
una cifra significativa de asiáticos/originarios de las islas del Pacífico en 
varios estudios que evaluaron los inhibidores del SRA y AC.61"63 Aunque 
las encuestas de los hispanos revelan tasas menores de control de la PA, 
este grupo parecía alcanzar tasas más altas de control de la PA que las 
cohortes no hispanas en INVEST y ALLHAT.47,64
Hay varias diferencias raciales/étnicas importantes en la respuesta 
a algunas clases de antihipertensores, y por este motivo la raza/etnia 
debería ser un factor en la elección de los fármacos. Distintos estudios 
han mostrado que, aunque la eficacia respecto a la reducción de la PA 
es similar en los distintos subgrupos poblacionales para la mayoría de 
las clases de antihipertensores, los pacientes estadounidenses negros 
responden mejor a diuréticos y AC que a los compuestos que bloquean 
el SRA (inhibidores de la ECA, ARA, inhibidores de renina y (3-bloquean­
tes).36 La diferencia racial se elimina si estos fármacos se combinan con 
diuréticos o AC, indicando así que estas dos últimas clases deberían ser 
los compuestos preferidos para iniciar el tratamiento en esta población. 
Múltiples datos de resultados procedentes de estudios aleatorizados y 
controlados con números significativos de estadounidenses negros hiper­
tensos han demostrado el beneficio de los regímenes polifarmacológicos 
que incluyan un diurético. El ALLHAT incluyó a más de 15.100 negros 
(36%) y 8.300 hispanos (19%).65 Comparó el tratamiento iniciado con el 
inhibidor de la ECA lisinopril, el a-bloqueante doxazosina y el AC amlo- 
dipino con otro tratamiento inicial consistente en un diurético tiacídico, 
la clortalidona, en poblaciones negras, hispanas y afrocaribeñas. Ninguna 
de las clases más modernas resultó más eficaz que el diurético para 
reducir cualquiera de los resultados predeterminados, cardiovasculares, 
renales o accidentes cerebrovasculares en los subgrupos poblacionales 
del ALLHAT.
Aunque el resultado coronario primario en el ALLHAT no resultó dife­
rente respecto al tratamiento asignado, sí hubo diferencias significativas 
en las tasas de resultados secundarios principales según el grupo de tra­
tamiento, que fueron más prominentes en los participantes del ALLHAT 
de origen africano. En estas personas, la asignación al tratamiento con el 25
Cardiopatías en 
distintas 
poblaciones
C
o
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si
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a
c
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sc
u
la
r
es
tivo en accidentes cerebrovasculares, IC y el resultado de ECV combinadas 
respecto al tratamiento con diurético.66 El ajuste según la PA alcanzada 
no logró explicar las diferencias raciales en la respuesta al tratamiento. El 
inhibidor de la ECA demostró ser más eficaz para ralentizar la progresión 
de la nefropatía (tasa media del descenso en la filtración glomerular [FG] 
y el compuesto por NT, muerte o reducción del 50% de la FG) que el 
amlodipino y el metoprolol66 Los diuréticos suelen ser necesarios para 
controlar la PA en pacientes hipertensos con nefropatía crónica; el inhi­
bidor de la ECA no resultó más eficaz que la clortalidona (diurético) a la 
hora de prevenir resultados renales negativos en los estadounidenses 
negros del ALLHAT.66 Además de las diferencias raciales/étnicas en la 
reducción de la PA y los resultados de ECV, también hay diferencias 
clínicamente importantes en los efectos adversos de los fármacos antihi- 
pertensores. El ALLHAT y otros estudios,65 así como algunas encuestas de 
asiáticos, describen un riesgo de angioedema y tos secundarios a inhibido­
res de la ECA en los estadounidenses negros y asiáticos 3-4 veces mayor 
al de los blancos.65,66 Sin embargo, el estudio LIFE (Losarían Intervention 
for Endpoint Reduction) no encontró indicios de que el tratamiento con 
ARA tenga más beneficios en los estadounidenses negros hipertensos 
que los diuréticos, AC o ARA.
INSUFICIENCIA CARDÍACA 
Insu ficiencia cardíaca en los estadounidenses 
de raza negra
Epidemiología, causas y características clínicas
La repercusión de IC es mayor en los estadounidenses negros que en 
todos los demás grupos étnicos o raciales de EE. UU., tanto en incidencia 
como en prevalencia67 La incidencia relativa de IC en los estadounidenses 
negros es un 50% superior a la de la población general, y la tasa de 
ingresos por IC también es mayor. Los pacientes de este grupo ingresados 
por IC tienen más factores de riesgo, como hipertensión y diabetes, que 
pueden estar mal controlados. El registro del estudio SOLVD (Studies on 
Left Ventricular Dysfunction) demostró que la causa de IC en los estadou­
nidenses negros era la hipertensión con más frecuencia, a diferencia de 
los blancos, en los que el factor de riesgo más frecuente fue la enfermedad 
arterial coronaria.68 Datos recientes de las investigaciones CARDIA69 han 
destacado la magnitud de la disparidad entre los negros y los blancos res­
pecto al inicio de la IC. Los adultos jóvenes de raza negra tienen mucha 
más probabilidad de ser hipertensos, con una tasa de incidencia basal 
cercana al 33%; más del 60% de los afectados no reciben tratamiento, o 
bien su PA no entra dentro del objetivo. Incluso una vez incluidos en el 
estudio CARDIA durante 10 años, el porcentaje sin tratamiento o tratado 
fuera del objetivo siguió siendo de casi el 50%, un reflejo destacado de 
las diferencias en la atención médica. En este grupo de personas en 
riesgo, el desarrollo posterior de IC a una edad precoz es casi 20 veces
o'
mayor que en los blancos (fig. 2-3).69 Desde una perspectiva de salud 
pública, estos hallazgos son tremendamente importantes y apuntan a la 
necesidad de detección precoz y tratamiento hasta el objetivo de PA en 
los adultos jóvenes negros como estrategia para prevenir la IC. Un buen 
ejemplo es el descenso sustancial de las tasas de ingresos asociados a IC 
en beneficiarios de Medicare entre los años 1998 y 2008. No obstante, 
los hombres estadounidenses negros presentaron el menor descenso 
de las tasas, comparados con los beneficiarios blancos.70 Aunque los 
estadounidenses negros tienen más ingresos por IC, varios estudios han 
demostrado que la mortalidad intrahospitalaria, así como la mortalidad 
a 1 año, es menor.71'73 Entre los beneficiarios de Medicare, los negros 
tienen una mortalidad a 1 año ligeramente mayor.74 Otros estudios han 
detectado una tasa de mortalidad por caso a 5 años más alta en los negros 
que en los blancos.
Respuesta al tratamiento
Los estadounidenses negros, además de los hispanos, han estado infrarre- 
presentados en los estudios clínicos de IC, especialmente en los primeros 
estudios con inhibidores de la ECA. Por las escasas cifras de estadouni­
denses negros en los estudios de EE. UU. y su ausencia en los europeos, 
solo es posible realizar análisis posteriores para extrapolar los resultados 
a los grupos raciales/étnicos apenas incluidos. La representación de los 
estadounidenses negros en los estudios de EE. UU. ha sido mayor que 
en los multinacionales, pero, con la excepción de los Vasodilator Heart 
Failure Trials, realizados en centros médicos de veteranos exclusivamente 
masculinos, la representación de este grupo en estudios clínicos sigue 
siendo menor que su proporción respecto a todos los pacientes con IC 
de EE. UU., estimada en el 25-30%. En el estudioV-HeFT n, que comparó 
enalapril con la combinación de los vasodilatadores hidralacina y dinitrato 
de isosorbida, aunque los resultados globales del estudio favorecían al 
enalapril, en un análisis posterior según el grupo racial se observó un 
efecto diferencial del inhibidor de la ECA: lograba mayores beneficios en 
los pacientes blancos, mientras que los vasodilatadores eran más útiles 
en los negros.75,76 El estudio A-HeFT contemporáneo confirmó la ventaja 
significativa sobre la mortalidad de la combinación de dinitrato de isosor­
bida más hidralacina añadidaal antagonismo neurohumoral en los negros 
(fig. 2-4; v. capítulo 25).77 La respuesta de los estadounidenses negros a 
los p-bloqueantes para la IC ha sido algo contradictoria: un análisis 
posterior de los estudios con carvedilol en EE. UU. indicó un beneficio 
similar en la reducción de las tasas de ingreso para todas las razas, pero el 
número de los estadounidenses negros era muy pequeño. Por el contrario, 
una población real en un gran sistema de atención sanitaria presentó un 
beneficio del 40-50% menor en los pacientes de este grupo con IC que 
estaban tomando ^-bloqueantes. Esta diferencia permanecía incluso des­
pués del ajuste según el uso de (3-bloqueantes basados en la evidencia.78
Las directrices actuales sobre IC contienen recomendaciones genera­
lizadas que incluyen a todos los subgrupos poblacionales, aun recono­
ciendo las limitaciones de este abordaje. 
A diferencia de la mayor incertidumbre 
respecto al efecto terapéutico de inhibi­
dores de la ECA y 3 -bloqueantes en los 
estadounidenses negros, el estudio A- 
He-FT demostró que la combinación de 
hidralacina y dinitrato de isosorbida tenía 
efectos significativos sobre la mortalidad 
y los ingresos.77 Las directrices actuales 
otorgan gran prioridad al uso de esta com­
binación junto con inhibidores de la ECA 
y p-bloqueantes en los pacientes estadou­
nidenses negros con síntomas persistentes 
de IC. No obstante, en aquellos programas 
que han instituido estrategias constantes 
destinadas a mejorar la atención, los esta­
dounidenses negros obtienen los mismos 
beneficios del tratamiento basado en la 
evidencia que las demás razas.79
Insu fic iencia cardíaca 
en los hispanos
Epidemiología, etiología 
y características clínicas
Los datos sobre la incidencia de IC en his­
panos no han sido abundantes, quizás
80
70
60
50-
40-
30-
2 0 -
10
□ Insuficiencia cardíaca 
posterior
□ Sin insuficiencia 
cardíaca posterior
_
0 2 5 7 10 
AÑO DE LA EXPLORACIÓN
■ Mujeres negras 
— Hombres negros
■ Mujeres blancas
0 5 10 15 20 
AÑO DE LA EXPLORACIÓN
FIGURA 2-3 Hipertensión en el desarrollo de IC en los estadounidenses negros. En el estudio CARDIA, obsérvense la 
llamativa asociación entre hipertensión identificada en la edad correspondiente al adulto joven y el desarrollo posterior de 
IC, y la diferencia significativa en el riesgo de desarrollar finalmente IC en los negros comparado con los blancos. (Tomado 
de Bibbins-Domingo K, Pletcher MJ, Lin F, et al: Racial differences in incident heart failure among young adults. N Engl J 
Med 360:1179, 2009.)
100
95
90
Descenso del 43% en la mortalidad
Cociente de riesgos instantáneos = 0,57 
P = 0 ,0 1
T " T ~ r
100 200 300 400 500 
DÍAS DESDE LA FECHA 
DE LA CONSULTA INICIAL
600
HID/DNIS 518 
Placebo 532
463
466
407
401
359
340
313
285
251
232
13
24
■ Placebo
■ Dosis fija de HID/DNIS
FIGURA 2-4 Resultados primarios del African American Heart Failure Trial, que demos­
tró un beneficio del 40% en la supervivencia para los negros que recibieron dinitrato de 
isosorbida (DNIS)-hidralacina (HID) más el tratamiento médico habitual, comparado con 
placebo más el tratamiento médico habitual. (Tomado de Taylor AL, ZeischeS, YancyCW, 
et al: Combination of isosorbide dinitrate and hydralazine in blacks with heart failure. 
N Engl J Med 351:2049, 2004.)
por múltiples motivos, como mala captura de datos correspondientes 
a la clasificación étnica y escasa inclusión de hispanos en los regis­
tros. En la cohorte M ESA de 6.814 personas (21,9% hispanos) con 
una edad media de 61,3 años, la incidencia de IC en los hispanos era 
3,5 por 1.000 persona-año, comparado con 2,4 en los blancos no his­
panos y 4,6 por 1.000 persona-año en los negros no hispanos.80 Una 
vez realizado el control según la hipertensión y diabetes, no había 
diferencias entre los grupos étnicos. Buena parte de los datos sobre la 
prevalencia de IC en hispanos proviene de revisiones de tasas de ingreso 
en distintas comunidades. La base de datos de Get with the Guidelines 
de la American Heart Association permite examinar grandes grupos 
de pacientes en más de 250 hospitales de todo EE. UU. De enero de 
2005 a diciembre de 2008, los hispanos sumaron el 6% de los ingresos 
por IC.81 Los pacientes hispanos eran significativamente más jóvenes 
que los blancos (63 años frente a 78) y tenían una fracción de eyección 
menor, con más hipertensión y diabetes. A pesar de estas diferencias, su 
mortalidad intrahospitalaria era inferior a la de los blancos. La atención 
médica resultó equiparable en todos los grupos raciales y médicos. Sin 
embargo, es posible que no todos los grupos hispanos puedan contar 
con un tratamiento de calidad. Los pacientes hispanos ancianos podrían 
tener una tasa de reingreso mayor en hospitales de hispanos, comparado 
con los hospitales que no atienden específicamente a este grupo. La 
diferencia podría deberse a preferencias de idioma en los hispanos 
ancianos, que a menudo no dominan el inglés.82,83 Los pacientes his­
panos ingresados por descompensación aguda de la IC también tienden 
a tener menor edad que los blancos y más insuficiencia renal.83 En una 
revisión de beneficiarios de Medicare de 1990 a 2000, la prevalencia de 
ingresos por IC había aumentado en todos los grupos étnicos y raciales 
y se incrementaba en paralelo a la edad. Comparado con los blancos 
no hispanos, la probabilidad de ingreso por IC era 1,2 veces mayor 
en los beneficiarios hispanos. Sin embargo, las tasas de mortalidad 
intrahospitalaria resultaron más bajas en los hispanos y los negros que 
en los blancos. Los hispanos también tenían más probabilidad que los 
blancos de recibir el alta a domicilio.84 Con el número creciente de his­
panos ancianos, hay que tener en cuenta la prevalencia de insuficiencia 
cardíaca con fracción de eyección preservada (ICFEp). En Get with the 
Guidelines de 2005 a 2010, el 46% de los hispanos tenía un diagnós­
tico de ICFEp, y el 54%, insuficiencia cardíaca con fracción de eyección 
reducida (ICFEr), comparado con el 55 y el 45% de los blancos no his­
panos, respectivam ente. El análisis multivariable m ostró un riesgo 
significativamente mayor de mortalidad en los hispanos con ICFEp 
que en los blancos no hispanos, pero no en aquellos con ICFEr. Las 
medidas de calidad de la atención médica y de rendimiento no variaban
según el grupo étnico, poniendo de manifiesto, una vez más, la ausencia 
de diferencias en el tratamiento en aquellos centros que cuentan con 
programas de calidad de los resultados.
Respuesta al tratamiento
Conocemos muy poco sobre los efectos diferenciales de los fármacos en 
los hispanos por el pequeño número de pacientes incluidos en estudios 
clínicos aleatorizados. Se han observado diferencias en el tratamiento 
mediante dispositivos, y se implantan menos cardioversores-desfibrila- 
dores en los hispanos, negros y mujeres, que serían buenos candidatos, 
por lo demás. Sin embargo, no hay motivos para negar el tratamiento 
médico y mediante dispositivos basado en la evidencia.
RESUMEN
El riesgo de cardiopatía y accidente cerebrovascular afecta a todos los gru- . 
pos étnicos y raciales de EE. UU. No obstante, hay diferencias importantes 
en el riesgo de ECV y los resultados en las distintas poblaciones estadou­
nidenses. Aunque actualmente no tenemos una explicación definitiva de 
estos resultados distintos, probablemente sean reflejo de una compleja 
interacción entre variaciones culturales, políticas, fisiológicas y genéticas 
de las diferentes poblaciones. Por las indeseables consecuencias de las 
cardiopatías, es obligatorio que la práctica de la medicina cardiovascular 
se ocupe de los perfiles de riesgo variables y las distintas manifestaciones 
de la enfermedad en las poblaciones.
B ib lio g ra fía
Dem ografía y distribución de los factores de riesgo
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