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Fiebre reumática Bongani M. Mayosi Epidemiología, 1834 Diagnóstico, 1838 Perspectivas futuras, 1841 Patogenia, 1834 Tratamiento, 1838 Bibliografía, 1841 Características clínicas, 1836 Prevención, 1840 La fiebre reumática es la causa más importante de enfermedad cardíaca adquirida en niños y adultos jóvenes en todo el mundo. Comienza con una infección faríngea causada por un estreptococo (3-hemolítico del grupo A (EGA), a la que sigue un período de latencia de entre 2 y 3 semanas, transcurridas las cuales los pacientes desarrollan inflamación aguda del corazón, las articulaciones, la piel, el tejido subcutáneo y el sistema nervioso central. Desde el punto de vista anatomopatológico, se trata de un proceso inflamatorio que provoca lesiones de las fibrillas de colágeno y de la sustancia fundamental del tejido conjuntivo (es decir, degeneración fibrinoide), por lo que la fiebre reumática se encuadra dentro de las enfermedades del tejido conjuntivo o enfermedades vas culares del colágeno. Las secuelas crónicas de la enfermedad (es decir, la cardiopatía reu mática) son consecuencia de sus efectos destructivos sobre las válvulas cardíacas, que provocan graves alteraciones hemodinámicas y condu cen a la insuficiencia cardíaca, así como a otras complicaciones, como accidentes cerebrovasculares y endocarditis infecciosa. A propósito de la fugacidad de la artritis y las graves lesiones cardíacas propias de la fiebre reumática, son célebres las palabras que pronunció el médico francés Ernst-Charles Laségue en 1884: «Los anatomopatólogos saben desde hace mucho tiempo que la fiebre reumática lam e las articulaciones, pero muerde el corazón». Casi todos los casos de fiebre reumática y de cardiopatía reumática, así como las muertes asociadas a los mismos, son plenamente prevenibles. EP ID EM IO LO G ÍA La incidencia de fiebre reumática y de cardiopatía reumática a lo largo de los últimos 150 años responde, cuando menos, a cuatro pautas diferentes de variación (fig. 83-1). La primera refleja la disminución de la incidencia de fiebre reumática con respecto a la era preantibiótica, y es propia de los países industrializados (curva A, v. fig. 8 3 -1 ). Por ejem plo, en EE. UU., la incidencia por cada 100.000 habitantes fue de 100 casos anuales a principios del siglo xx, entre 45 y 65 en los años comprendidos entre 1935 y 1960, y en la actualidad se calcula que es inferior a 10 casos por cada 100.000 habitantes.1 Esta disminución de la incidencia de fiebre reumática precedió a la aparición de los antibióticos en los años cuarenta, y se debe, casi con certeza, a la mejora de la situación socioeconómica, a la disminución del hacinamiento y a un acceso más fácil a los servicios sanitarios. La segunda pauta es la correspondiente a regiones en vías de desa rrollo que carecen de programas de prevención primaria y secundaria, y se caracteriza por una incidencia persistentemente elevada de fiebre reumática (curva B, v. fig. 83-1). La incidencia de la fiebre reumática en niños maoríes es hasta de 59 casos anuales por cada 100.000 habitantes, en comparación con el 1,1 por 100.000 que se observa en la comunidad no maorí de Nueva Zelanda.2 Este patrón hiperendémico de la fiebre reumática afecta a la mayor parte de la población mundial residente en África, Oriente Medio, Asia, Europa del Este y Sudamérica, así como a las comunidades indígenas australianas.3 En tercer lugar, en algunos países en vías de desarrollo, como Cuba, Costa Rica, y las islas francesas de Martinica y Guadalupe, la incidencia de la fiebre reumática se ha reducido cuando en ellos se han implementado programas integrales de salud pública para la prevención primaria y secundaria de la misma (curva C, v. fig. 83-1).4 Por el contrario, en los países africanos en que no se han implementado programas de salud pública para la fiebre reumática, la incidencia de esta enfermedad y la de la cardiopatía reumática siguen siendo altas.5 Se han descrito brotes de fiebre reumática en comunidades acomo dadas en EE. UU. y en Italia.6 La transición epidemiológica en los países de la antigua Unión Soviética ha conllevado no solamente un aumento en las tasas de mortalidad debida a enfermedades relacionadas con la ateroesclerosis y a los traumatismos en Rusia, sino también a un paulatino resurgimiento de la fiebre y la cardiopatía reumática en Asia central.7 La incidencia de la fiebre reumática en Asia central descendió hasta niveles parecidos a los de Japón a mediados de la década de los setenta, pero repuntó bruscamente durante el período postsoviético, hasta alcanzar cifras propias de los países en vías de desarrollo (curva D, v. fig. 83-1). La incidencia más alta de fiebre y cardiopatía reumática en los países en vías de desarrollo es probablemente la de Kirguistán, que ronda los 543 casos al año por cada 100.000 habitantes, lo que confiere a esta república asiática el dudoso honor de encabezar la lista de países más afectados por esta enfermedad en todo el mundo. El resurgimiento de la fiebre reum ática en las antiguas repúblicas soviéticas puede reflejar la relajación del sistema primario de salud y la crisis económica del período postsoviético (v. Tulchinsky et al., en «Lecturas clásicas»). PATOGENIA La fiebre reumática es una enfermedad multifactorial que aparece como consecuencia de una faringitis por EGA (el agente causal) en un indivi duo susceptible (el huésped) que vive en condiciones sociales precarias (el entorno). La teoría del mimetismo molecular sostiene que la faringitis por EGA desencadena una respuesta autoinmunitaria frente a epítopos del organismo que presentan reactividad cruzada con epítopos pareci dos del corazón, el cerebro, las articulaciones y la piel, y que episodios repetidos de fiebre reumática pueden conducir a la cardiopatía reumática (fig. 83-2).8 Agente causal Las evidencias epidemiológica e inmunológica, junto con el efecto preventivo del tratamiento antibiótico de la faringitis que se ha demostrado en diversos ensayos clínicos, indican claramente que la faringitis estreptocócica no tratada desempeña un papel causal en la fiebre reumática.9 Se cree que las infecciones estreptocócicas cutáneas no producen fiebre reumática. Sin embargo, existen dudas sobre esta cuestión, debido a un caso de fiebre reumática que se ha descrito en un individuo que padeció una infección estreptocócica de una herida, así como a la alta prevalencia de piodermia y a los relativamente pocos casos de faringitis estreptocócica que se obser van en comunidades aborígenes australianas en las que existe una alta incidencia de fiebre reumática.10 Aunque un tratamiento antibiótico eficaz reduce considerablemente el riesgo de fiebre reumática, en las epidemias de faringitis por EGA no tratadas hasta el 3% de los pacientes desarrollan la enfermedad.11 Cunningham ha revisado la hipótesis del m imetismo molecular en la patogenia de la fiebre reumática.9 Existen datos que demuestran que los pacientes con cardiopatía reumática poseen autoanticuerpos con reactividad cruzada, d irig idos frente al epítopo principal del EGA, el carbohidrato del grupo A A/-acetil-(3-D-glucosamma (GIcNAc), así como a la laminina y a la membrana basal lam inar del endotelio de las válvulas cardíacas. Los lin focitos T que circulan en la sangre y las válvulas cardíacas de los pacientes con cardiopatía reumática presentan reactividad cruzada con la proteína estreptocócica M y con la miosina cardíaca. Además, en el curso de la cardiopatía reumática aparecen autoanticuerpos frente al epítopo del carbohidrato GIcNAc del EGA y la miosina cardíaca. Por otra parte, y sin que exista ningún fenómeno de reactividad cruzada, se pueden formar autoan ticuerpos frente al colágeno, al liberarse este último como consecuencia de las lesiones valvulares. La teoría de la patogenia dual sugiere que la agresión que sufre el endote lio valvular por parte de los anticuerpos facilita la extravasaciónde linfocitos T a través del epitelio activado y hacia el tejido valvular, lo que conduce a la formación de nódulos granulomatosos denominados cuerpos de Aschoff y característicos de la miocarditis reumática. La zona necrótica central se encuentra rodeada por un anillo de histiocitos grandes denominados células 2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos FIGURA 83-1 Las cuatro pautas de incidencia de la fiebre reumática a lo largo de los últimos 150 años. En la curva A se aprecia la disminución de la incidencia en la era preantibiótica propia de los países desarrollados. La curva B refleja la persistencia de una alta incidencia de la fiebre reumática en regiones del mundo donde no se aplican programas coordinados de prevención, como África y el Sudeste asiático. La curva C muestra la disminución de la incidencia de la fiebre reumática tras la introducción de los antibióticos en países en los que sí que se implantaron programas coordinados de prevención primaria y secundaria, como Cuba, Costa Rica, Martinica y Guadalupe. Finalmente, la curva D ilustra la disminución y el posterior aumento de la incidencia de la fiebre reumática en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central. (Modificado de Parry E, Godfrey R, Mabey D, Gill G [eds]: Principles o f Medicine in Africa. 3rd ed. Cambridge, Cambridge University Press, 2004, p 861.) FIGURA 83-2 Patogenia de la fiebre reumática aguda (FRA) y de la cardiopatía reumática (CR). (Tomado de CarapetisJ, McDonald M, Wilson NJ: Acute rheumatic fever. Lancet 366:155, 2005.) de Anitchkov (fig . 83-3). Estos nódulos fueron des cubiertos independientemente por Ludwig Aschoff y Paul Rudolf Geipel, por lo que en algunas ocasiones se los denomina cuerpos de Aschoff-Geipel. A partir de pacientes con corea de Sydenham se han obtenido anticuerpos monoclonales d irig i dos frente a GIcNAc, gangliósidos y receptores de dopamina presentes en la superficie de las neuronas del cerebro humano. Los anticuerpos monoclona les humanos y los autoanticuerpos de la corea de Sydenham activan la proteína cinasa II dependien te de calcio y calmodulina (CaMKII) de las células neuronales, y reconocen la tubulina, una proteína intracelular. Por tanto, el mimetismo molecular de la fiebre reumática se caracteriza por el reconocimien to específico de antígenos intracelulares (miosina cardíaca y tubulina cerebral) y extracelulares fijados a membranas (laminina de la superficie endotelial valvular, o lisogangliósido y receptores de dopamina en el cerebro).9 El huésped Existen razones epidemiológicas para creer que la susceptibilidad a la fiebre reumática está ligada a factores hereditarios. En primer lugar, la incidencia acumulada de fiebre reumática a lo largo de la vida en poblaciones expuestas a infecciones por EGA capaces de producir enfermedad reumática se man tiene constante independientemente de factores geográficos o étnicos, estando comprendida entre un 3 y un 6 % .12 Esto sugiere que la proporción de individuos susceptibles es la misma en todas las poblaciones continentales del m undo.13 En segundo lugar, Cheadle describió ya en 1889 la agrupación fam iliar de los casos de fiebre reum ática.13 Cheadle a firm ó que la probabilidad de adquirir la enfer medad de un individuo perteneciente a una fam ilia con antecedentes de fiebre reumática es «casi cinco veces mayor que la de un individuo que carezca de esa lacra hereditaria». La agrupación fam ilia r de los casos de cardiopatía reumática viene avalada por un estudio llevado a cabo con niños nacidos de padres con cardiopatía reumática y criados por separado; estos niños presentaron un riesgo relativo de desarrollar fiebre reumática de 2,93 en comparación con niños cuyos padres no padecían cardiopatía reumática.13 Final mente, en o tro estud io con 435 pares de gemelos homocigóticos se comprobó que el riesgo de fiebre reumática en uno de los hermanos cuando el otro la había padecido era más de seis veces mayor que en el caso de mellizos dicigóticos. La heredabilidad de la fiebre reumática es del 60% , lo que indica la gran importancia de los factores hereditarios con respecto a la susceptibilidad a la enfermedad.14 Se han llevado a cabo num erosos estudios para identificar factores gené ticos específicos que condicionen la sus ceptibilidad a la fiebre reumática.15 Hay varios genes que han sido propuestos como posibles im plicados en el desarrollo de la enfermedad, entre los que se encuentran genes que contro lan las respuestas inm unitarias adaptativas (p. ej., alelos del HLA de clase II y del antígeno lin focítico de tipo 4 de los lin focitos T), las respuestas inmunitarias innatas (p. ej., la fico lina 2, la lectina enlazadora de mañosa de tip o 2, el receptor de fragm entos Fe de las inmunoglobulinas G y el receptor de tipo to ll 2), genes de citocinas (p. ej., el del facto r de necrosis tum oral a , del factor transform ador de crecim iento p, del receptor A de interleucina 1 y de la interleucina 10) y aloantígenos de los lin foc itos B. Aunque se han detectado asociaciones significativas entre ciertos factores genéticos y la fiebre reumática, los estudios han sido contrad ictorios entre sí o han resultado imposibles de replicar.13 Por tan to , en la actualidad no es posible predecir qué individuos presentan un riesgo más elevado de desarrollar fiebre reumática tras un episodio de faringitis estreptocócica no tratada. El entorno Es bien sabido que la fiebre reumática suele ir asociada a un bajo estatus socioeconómico. La incidencia de fiebre reumática se ha ido reduciendo paulatinamente en los países industrializados desde mediados del siglo xx, de forma independiente a la introducción de la penicilina, debido, proba blemente, al menor hacinamiento, a la mejor calidad de las viviendas y la alimentación, a la menor tasa de paro de los progenitores, y a las mejores posibilidades de acceso a la atención sanitaria (curva A, v. fig . 83-1). En Nueva Zelanda, el riesgo de fiebre reumática se ha asociado a un alto grado de pobreza, que queda reflejado en la escasez de ingresos domésticos, la carencia de coche y teléfono, el nivel educativo y la calidad de las viviendas.16 La importancia del nivel socioeconómico también queda demostrada en Uganda, en donde el mayor riesgo de cardiopatía reumática se asocia al hacinamiento y el desempleo. Lo que es más, se ha observado que existe una relación entre el hacinamiento y la distancia al centro sanitario más 1835 Fiebre reum ática E n fe r m e d a d e s c a r d io v a sc u l a r e s y t r a st o r n o s de o tr o s ó r g a n o s FIGURA 83-3 Cuerpos de Aschoff en la fiebre reumática. Aspecto microscópico de un nódulo de Aschoff en el corazón de un paciente con fiebre reumática aguda. El nódulo está compuesto de células de Anitschkow; estas presentan un núcleo bien definido con un segmento central de cromatina, que se ha comparado con una oruga. También se observa una zona central con fibrina. Esta región necrótica central está, a su vez, rodeada por un infiltrado de células mononucleares. Las células de miocardio contiguas al cuerpo de Aschoff están en proceso de destrucción. (Tomado de Sebire NJ, Ashworth M, Malone M, Jacques TS [eds]: Diagnostic Pediatric Surgical Pathology. Churchill Livingstone, United Kingdom, 2010.) próximo, que sugiere que el efecto del hacinamiento sobre el riesgo de contraer cardiopatía reumática aumenta con cada kilómetro de distancia al centro de salud más próximo.17 Además, en un estudio de detección sis temática de cardiopatía reumática mediante ecocardiografía en ese mismo país, se ha comprobado que la prevalencia es mayor en los escolares de bajo nivel socioeconómico, que, además, presentan estadios más avanzados de la enfermedad.18 C ARA CTER ÍST ICAS CL ÍN ICA S El ataque típico de fiebre reumática se produce tras un episodio de farin gitis estreptocócica y despuésde un período de latencia de 2-3 semanas. Durante este período de latencia no existen señales clínicas ni de labo ratorio de inflamación activa. Sin embargo, al menos en un tercio de los pacientes que desarrollan fiebre reumática, la enfermedad es consecuencia de una infección asintomática por EGA, y en brotes epidémicos hasta un 58% de los pacientes no presentan síntomas de faringitis. Esta es una de las razones que limitan la eficacia del tratamiento preventivo de la fiebre reumática mediante la administración de antibióticos a los individuos con faringitis por EGA, y que justifica los esfuerzos encaminados al desarrollo de una vacuna frente a los EGA como estrategia para el control de la fiebre reumática y otras enfermedades estreptocócicas. La fiebre reumática afecta habitualmente a niños de entre 4 y 9 años. En los países en vías de desarrollo, como Arabia Saudí y la India, se pueden detectar casos de estenosis mitral juvenil a edades comprendidas entre los 3 y los 5 años.19 La prevalencia de los diversos rasgos clínicos varía entre diferentes estudios, según su naturaleza prospectiva o retrospectiva. La enfermedad suele dar lugar inicialmente a fiebre alta, pero en algunos pacientes esta puede ser baja o inexistente. El más frecuente de los criterios principales es la poliartritis, que afecta a entre dos tercios y tres cuartos de los pacientes, seguida de la carditis y la corea. A rtritis La afectación articular es más frecuente (casi el 100%) y grave en los adultos jóvenes que en los adolescentes (82%) y en los niños (66%).20 El dolor articular se describe típicam ente como migratorio, en el sentido de que las arti culaciones se van viendo afectadas de forma secuencia!, desapareciendo la inflamación de una articulación y trasladándose a otra. En algunas ocasiones, el dolor articular puede ser aditivo en lugar de secuencial y afectar, al mismo tiempo, a varias articulaciones. En los pacientes no tratados, el número de articulaciones afectadas oscila entre 6 y 16.20 La articulación afectada permanece inflamada entre unos pocos días y 1 semana. Aproximadamente en dos tercios de los pacientes, la poliartritis es de carácter grave durante aproximadamente 1 semana, y puede persistir 1-2 semanas más antes de desaparecer por completo. Si, transcurridas 4 semanas, la inflamación articular no ha desaparecido completamente, es preciso descartar la presencia de otros trastornos, como la artritis juvenil idiopática o el lupus eritematoso sistémico.20 Al inicio de la enfermedad, la afectación articular es de tipo asimé trico, y los miembros inferiores se suelen ver involucrados antes que los superiores. Se ha descrito monoartritis en el 17-25% de los pacientes.21 Las grandes articulaciones, como las rodillas, los tobillos, los codos y las muñecas, son las afectadas con más frecuencia. Menos común es la implicación de la cadera, los hombros, y las pequeñas articulaciones de las manos y los pies. En el análisis del líquido sinovial se pueden cons tatar su naturaleza inflamatoria y su esterilidad. Puede detectarse una disminución de los componentes del complemento Clq, C3 y C4, lo que sugiere su captación por inmunocomplejos. En las radiografías, la única anomalía que se puede apreciar es el derrame articular20 La artritis o artropatía de Jaccoud (o artropatía posfiebre reumática) es una manifestación poco frecuente de la fiebre reumática que se caracte riza por la deformación de los dedos de las manos y los pies (fig. 83-4). Este trastorno puede aparecer después de episodios repetitivos de fiebre reumática y es debido a la inflamación recurrente de la cápsula fibrosa articular. Se aprecia una desviación cubital de los dedos, especialmente del cuarto y el quinto, flexión de las articulaciones metacarpofalángicas e hiperextensión de las articulaciones interfalángicas proximales (es decir, deformación en cuello de cisne). La mano no suele doler ni presentar signos de inflamación. Generalmente, las deformaciones se pueden corregir, pero se pueden hacer irreversibles en estadios avanzados. En las radiografías no se observan erosiones verdaderas, y el resultado de la determinación del factor reumatoide suele ser negativo. Los pacientes con lupus eritematoso sistémico pueden presentar una artropatía parecida.20 La artritis de la fiebre reumática responde bien al tratamiento con fármacos antiinflamatorios no esteroideos, por lo que la clásica poliar tritis migratoria puede no hacerse manifiesta en entornos en que sean frecuentes la automedicación con antiinflamatorios no esteroideos o su prescripción sin diagnóstico previo. La aparente disminución de la incidencia de fiebre reumática en algunos países en vías de desarrollo puede estar relacionada con el uso indiscriminado de fármacos antiinfla matorios no esteroideos sin haber tomado previamente en consideración el diagnóstico de fiebre reumática.22 En el diagnóstico diferencial de la artritis poliarticular en niños y adolescentes, se deben considerar la artritis reactiva postestreptocócica, otras enfermedades autoinmunitarias, la artritis séptica, la endocarditis infecciosa, la enfermedad de Lyme, linfomas o leucemias, artropatías víricas y la anemia de células falciformes. La artritis reactiva postestreptocócica se diagnostica en pacientes con una artritis que no es la típica de la artritis reumática, pero en los que existe evidencia de una infección estreptocócica reciente. Se ha señalado que el período de latencia de esta enfermedad es más corto que el de la fiebre reumática, que la respuesta a los antiinflamatorios es peor, y que se trata de un trastorno que puede ir asociado a manifestaciones renales; FIGURA 83-4 Artropatía de Jaccoud tras un proceso de fiebre reumática. A . Deformación en cuello de cisne en la artropatía de Jaccoud, con desviación cubital y subluxación metacarpofalángica. B . Radiografía simple de la mano izquierda, en la que se aprecian las deformaciones y la ausencia de erosiones. (Tomado de Santiago MB: Jaccoud's arth ropathy. Best Prac Res Clin Rheumatol 25:715, 2011.) no suele haber señales de carditis. La diferencia entre artritis reactiva postestreptocócica y fiebre reumática no es clara, y hay muchos expertos que recomiendan no diagnosticar artritis reactiva postestreptocócica en poblaciones con una alta incidencia de fiebre reumática. Incluso si este diagnóstico se toma en consideración, en estas poblaciones conviene ofrecer un período de tratamiento profiláctico secundario con penicilina igual al que se utiliza para episodios de fiebre reumática.23 Card itis La carditis es la manifestación más seria de la fiebre reumática, en el sentido de que puede conducir a enfermedad cardíaca reumática crónica, con sus consiguientes complicaciones: fibrilación auricular, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca, endocarditis infecciosa y muerte. En algunos casos, la carditis puede ser asintomática, detectándose en la exploración física de un paciente con artritis o corea. La incidencia de carditis durante un episodio inicial de fiebre reumática oscila entre un 40 y un 91%, dependiendo de los criterios de selección de pacientes y de si el diagnóstico se lleva a cabo basándose exclusivamente en datos clínicos o recurriendo a métodos ecocardiográficos.23 La incidencia de la complicación de la fiebre reumática con carditis depende de la edad del paciente. Se ha señalado que durante el primer episodio de fiebre reumática afecta al 90-92% de los niños menores de 3 años, al 50% de los niños de entre 3 y 6 años, al 32% de los adolescentes de entre 14 y 17 años y solamente al 15% de los adultos20 En una revisión de 1.000 pacientes llevada a cabo por Bland y Jones en 1951, se diagnosticó carditis en el 65% de los mismos, y en un informe de un brote en Utah, en EE. UU., Veasy et al. detectaron carditis en el 91% de los pacientes utilizando una combinación de exploración clínica y ecocardiografía (v. «Lecturas clásicas»).Los síntomas y signos de la carditis dependen de si se encuentran afectados el pericardio, el miocardio o las válvulas cardíacas. El diagnós tico clínico de la carditis se basa en la aparición de un soplo previamente inexistente (que indica endocarditis), en la existencia de un roce pericár dico o de signos de derrame pericárdico (que indican pericarditis) o en la presencia de cardiomegalia o insuficiencia cardíaca congestiva (que indican miocarditis). Una miocarditis sin valvulitis asociada no suele ser de origen reumático. Debe ir acompañada de un soplo sistólico apical o diastólico basal. La cardiomegalia y la insuficiencia cardíaca congestiva pueden aparecer en pacientes con miocarditis, y pueden ser graves y poner en peligro la vida del enfermo. Las lesiones del miocardio se pueden manifestar en forma de alteraciones electrocardiográficas, y pueden dar lugar a diferentes grados de bloqueo cardíaco. Los pacientes con bloqueo cardíaco de primer grado no suelen presentar síntomas. Los bloqueos de segundo o de tercer grado sí que pueden presentarlos, y puede ser necesaria la utilización de un marcapasos si el paciente desarrolla insuficiencia cardíaca congestiva.20 La insuficiencia cardíaca congestiva puede ser debida a miocarditis o a una afectación importante de una o más válvulas. Aparece en el 5-10% de los episodios iniciales, y es más frecuente en la fiebre reumática recurrente. La pericarditis se asocia a dolor torácico anterior, y en la exploración clínica se puede detectar un roce pericárdico. La pericarditis se puede detectar clínicamente aproximadamente en el 10% de los pacientes. En algunas ocasiones, el derrame pericárdico puede ser de grandes dimen siones, pero el taponamiento cardíaco es poco frecuente y no se conocen casos de pericarditis constrictiva. La valvulopatía más habitual es la insuficiencia mitral, que da lugar a .■§ un soplo pansistólico apical. La insuficiencia aórtica es más infrecuente. "S En las fases iniciales de la enfermedad no son habituales las lesiones por I estenosis, pero puede aparecer, de manera transitoria, un soplo apical H mesodiastólico (Carey-Coombs) asociado al soplo propio de la insuficien- LÜU cia valvular. En individuos con antecedentes de cardiopatía reumática, un Z! cambio en el tipo de soplos o la aparición de uno nuevo pueden indicar q- la presencia de una carditis reumática aguda. ñ> Como la ecocardiografía es más sensible y específica que la auscultación ¿g cardíaca para la detección de la carditis reumática aguda, se recomienda c que todos los pacientes con fiebre reumática, presunta o confirmada, ^ sean sometidos a este procedimiento.24 Los criterios mínimos de la World Heart Federation para el diagnóstico de insuficiencia valvular secundaria a su valvulitis reumática se indican en la tabla 83-1.25 Los sistemas ecocardio gráficos portátiles han puesto a disposición de muchos pacientes de países en vías de desarrollo la ecografía cardíaca, lo que ha conllevado una mayor utilización de la misma para la detección sistemática de las valvulopatías cardíacas reumáticas subclínicas. C o r e a d e S y d e n h a m La corea puede ser la única manifestación inicial de la fiebre reumática. Es más común en las hembras, y después de la pubertad esta preponderancia es aún mayor. El período de latencia entre el episodio de faringitis estrep tocócica y el desarrollo de la corea es considerablemente más largo (6-8 semanas) que en los casos de la artritis y la carditis. La corea se caracteriza por movimientos involuntarios, absurdos y espasmódicos de las manos, los brazos, los hombros, los pies, las piernas, la cara y el tronco, todo ello aso ciado a hipotonía y debilidad. Estos movimientos sin sentido interfieren en la actividad voluntaria normal y desaparecen durante el sueño. Al principio, la corea puede estar limitada a la cara y a un brazo, y, en algunas ocasiones, puede ser totalmente unilateral (hemicorea). Los pacientes muestran tam bién impersistencia m otora, retrayendo involuntariamente la lengua cuando tratan de mantenerla fuera de la boca durante 30 s (lengua de caja de sorpresas o jack-in-the-box). La impersis tencia m otora tam bién se puede detectar p idiéndole al paciente que apriete la mano del médico. El paciente es incapaz de ejercer una presión continua, sino que esta es interm itente, lo que se ha dado en denominar «signo del ordeñador». También se observa inestabilidad emocional, que se manifiesta en forma de cambios de personalidad con comportamiento inadecuado, agitación, brotes de ira o de llanto, y dificultades para el aprendizaje. La corea puede durar entre 1 semana y 2 años, pero lo más frecuente es que dure entre 8 y 15 semanas. Cuando la corea aparece de forma aislada, la velocidad de sedimentación globular (VSG), la proteína C reactiva (CRP) y los títulos de anticuerpos antiestreptocócicos pueden encontrarse dentro de la normalidad, debido al prolongado período de latencia y resolución de la infección original. La corea no aparece al mismo tiempo que la artritis, pero sí que puede coexistir con la carditis. Algunos pacientes con corea pueden presentar un soplo cardíaco, mientras que otros solo manifiestan de forma más tardía la afectación de la válvula mitral. Existe un cierto solapamiento entre la corea de Sydenham y los tics moto res y sacudidas característicos del síndrome de Tourette. Se ha acuñado el término «trastorno neuropsiquiátrico pediátrico de origen autoinmunitario asociado a infección estreptocócica» (TNPAAE) para clasificar a un subgrupo de niños con tics o trastornos obsesivo-compulsivos que se desencadenan como consecuencia de una infección por EGA, pero en los que no existe lesión valvular alguna.26 Sin embargo, se ha puesto en duda que existan datos suficientes como para considerar el TNPAAE una entidad clínica inde pendiente, lo que ha llevado a recomendar que, al tratar con poblaciones con alto riesgo de fiebre reumática, los médicos nunca o casi nunca deberían establecer un diagnóstico de TNPAAE, sino que sería preferible que pecasen por exceso de precaución, diagnosticasen fiebre reumática, e instaurasen un tratamiento profiláctico secundario adecuado.24 T ABLA 83-1 Criterios ecocardiográficos mínimos para el diagnóstico de la insuficiencia valvular patológica secundaria a carditis reumática, según la World Heart Federation INSUFICIENCIA MITRAL PATOLÓGICA (SE DEBEN CUMPLIR LOS CUATRO CRITERIOS DOPPLER) 1. Visible en dos vistas 2. Longitud del chorro >2 cm al menos en una de las vistas* 3. Velocidad máxima >3 m/s 4. Chorro pansistólico al menos en una envolvente INSUFICIENCIA AÓRTICA PATOLÓGICA (SE DEBEN CUMPLIR LOS CUATRO CRITERIOS DOPPLER) 1. Visible en dos vistas 2. Longitud del chorro >1 cm en al menos una de las vistas* 3. Velocidad máxima >3 m/s 4. Chorro pandiastólico al menos en una envolvente *La longitud de un chorro de regurgitación se debe medir desde la vena contracta hasta el último pixel con color que indique regurgitación (azul o rojo) utilizando imágenes no ampliadas (sin zoom). Tomado de Reményi B, Wilson N, Steer A, et al: World Heart Federation criteria for echocardiographic diagnosis o f rheumatic heart disease: An evidence-based guideline. Nat Rev Cardiol 9:297, 2012. E n fe r m e d a d e s c a r d io v a sc u l a r e s y t r a st o r n o s de o tr o s ó r g a n o s Nodulos subcutáneos Los nódulos subcutáneos de la fiebre reumática se asemejan a los de la artritis reumatolde, y pueden aparecer en el occipucio, los codos, las rodillas, los tobillos y los tendones de Aquiles. En la fiebre reumática, los nódulos de alrededor de los codos tienden a aparecer sobre el olécranon, mien tras que los de la artritis reumatolde se suelen form ar en posición más distal, a lo largo del aspecto extensor de la parte superior del antebrazo. Suelen ser duros, indoloros, y se pueden desplazar libremente sobre el tejido subcutáneo. El tamaño de losnódulos varía entre 0,5 y 2 cm, y tienden a aparecer agrupados (fig. 83-5). Suelen ser más pequeños, mejor definidos y menos persistentes que los de la artritis reumatolde. En una serle de 786 pacientes se detectaron solamente en el 1,5% de los casos, pero en estudios anteriores se han descrito prevalences mayores.20 Los nódulos suelen aparecer en niños con carditis activa de larga evolución, y no en las fases más tempranas de la fiebre reumática. Pueden persistir durante unas semanas, pero raras veces más de 1 mes. La existencia de múltiples grupos de nódulos puede estar relacionada con la gravedad de la carditis reumática. Eritema marginado El eritema marginado es una manifestación poco frecuente de la fiebre reu mática y aparece en la parte superior de los brazos o del tronco, pero nunca en la cara (fig. 83-6). Presenta un aspecto característico y es, por tanto, útil para el diagnóstico de la enfermedad, pero no es patognomónico de la misma. El exantema es evanescente, rosado y no pruriginoso. Se extiende de forma centrífuga, mientras que la piel de la zona central va recuperando la normalidad; de ahí la denominación «eritema marginado». Los bordes son irregulares y serpenteados. El exantema también puede acentuarse después de una ducha caliente. El eritema marginado suele afectar exclusivamente a pacientes con carditis, y puede aparecer de forma temprana o tardía en el curso de la enfermedad. Otras m anifestaciones La temperatura corporal se suele elevar durante los episodios de fiebre reumática, oscilando entre 38,4 y 40 °C. Sin embargo, cuando se utiliza la temperatura corporal como criterio diagnóstico menor, un punto de corte de más de 37,5 °C permitiría confirmar el diagnóstico de fiebre reumática en el 90% de los presuntos casos en comunidades en que la enfermedad es endémica, como la de los aborígenes australianos. La temperatura disminuye transcurrida 1 semana y raramente persiste más de 4 semanas. El dolor abdominal puede ser intenso y aparentar una apendicitis. En el pasado, la epistaxis fue una manifestación común, pero esto no es así en la actualidad. Los pacientes con fiebre reumática aguda también pueden presentar una frecuencia cardíaca elevada durante el sueño, taquicardia desproporcionada con respecto a la fiebre, malestar y anemia. La neumonía reumática es rara y difícil de distinguir del edema pulmonar y otras causas de alveolitis. D IA G N Ó ST ICO Aunque no existe ninguna prueba clínica, de laboratorio ni de ningún otro tipo que sirva para confirmar categóricamente un diagnóstico de fiebre reumática, este suele establecerse utilizando los criterios clínicos propuestos por primera vez en 1944 por T. Duckett Jones y modificados FIGURA 83-5 Nódulos subcutáneos en la fiebre reumática sobre las prominencias óseas del codo. (Tomado de Beerman LB, KreutzerJ, Aliada V: Cardiology. In: Zitellí BJ, Mdntire SC, Nowalk AJ [eds]. Atlas o f Pediatric Physical Diagnosis. 6th ed. Philadelphia, 1838 Saunders, 2012.) por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2001 (tabla 83-2).27 El diagnóstico es probable si tras una infección previa por EGA se dan dos de los criterios principales (carditis, corea, poliartritis, eritema mar ginado y nódulos subcutáneos), o un criterio principal y dos criterios secundarios (fiebre, artralgia,VSG elevada, CRP elevada y prolongación del intervalo PR en el electrocardiograma). La existencia de una infección previa por EGA es esencial para el diagnóstico, y se puede comprobar mediante el cultivo de un exudado faríngeo (positivo solamente en ==11% de los pacientes en el momento del diagnóstico de la fiebre reumática) o demostrando la existencia de un aumento del título de anticuerpos antiestreptocócicos, bien de antiestreptolisina O o de antidesoxirribonu- cleasa B.28 Se ha sugerido que la aplicación estricta de los criterios de Jones puede llevar a un infradiagnóstico de la fiebre reumática en zonas en que la enfermedad es endémica, especialmente en el caso de episodios recurrentes.24 Durante una recurrencia de la actividad reumática en un paciente con cardiopatía reumática previa, la carditis puede desencade nar insuficiencia cardíaca, pero puede ser imposible diagnosticarla por carencia de información acerca de hallazgos cardíacos previos, o cuando se ha llevado a cabo con anterioridad una intervención de reemplazo valvular. Por ello, los nuevos criterios de la OMS señalan que es posible diagnosticar fiebre reumática recurrente en pacientes con cardiopatía reumática previa cuando solo existan manifestaciones menores y haya evidencia de una infección estreptocócica reciente (v. tabla 83-2).27 En comunidades en que la fiebre reumática es hiperendémica, la adición de la monoartritis como criterio principal y de una temperatura cor poral superior a 37,5 °C como criterio secundario ha incrementado la sensibilidad de los criterios modificados de Jones.24 Los médicos deben ser conscientes de que los criterios publicados son solamente directrices, y de que su principal utilidad es su empleo en estudios epidemiológicos, un campo en que el rigor diagnóstico es esencial. Es recomendable confiar en la intuición clínica y hacer caso omiso de las directrices, si es preciso, especialmente en las regiones del mundo en que la fiebre reumática sigue siendo una enfermedad frecuente.23 Los estudios recomendados para un paciente con posible fiebre reumática se enumeran en la tabla 83-3.24 TRATAM IENTO El objetivo que ha de perseguir el tratamiento de un episodio de fiebre reumática es anular la respuesta inflamatoria y evitar de esa manera y en la medida de lo posible los efectos nocivos de la misma sobre el corazón y las articulaciones, erradicar los EGA presentes en la faringe, aliviar los síntomas e iniciar una profilaxis secundaria. La clásica recomendación de reposo en cama parece adecuada para reducir al mínimo el dolor articular. La duración de este período en cama debe determinarse en cada caso, pero la deambulación puede reanudarse una vez que la fiebre haya desaparecido y los niveles de los reactantes de \ FIGURA 83-6 Eritema marginado en la fiebre reumática aguda. La marca de bolígrafo señala el lugar que ocupaba el exantema aproximadamente 60 min antes de realizar la fotografía. (Tomado de Cohen J, Powderly WG: Infectious Diseases. 2nd ed. New York, Mosby, 2004.) T A B L A 83 -2 Criterios de la Organización Mundial de la Salud para el diagnóstico de la fiebre reumática c a t e g o r ía s d ia g n ó s t ic a s . Episodio primario de fiebre reumática 2. Recidiva de fiebre reumática en un paciente sin cardiopatía reumática manifiesta 3. Recidiva de fiebre reumática en un paciente con cardiopatía reumática manifiesta 4. Corea reumática 5. Carditis reumática de inicio insidioso 6. Lesiones valvulares crónicas de la cardiopatía reumática, es decir, pacientes atendidos por primera vez con estenosis mitral pura o valvulopatía mitral mixta con o sin valvulopatía aórtica Dos manifestaciones principales* o una principal y dos secundarias1 más evidencia de una infección previa con EGA* Igual que en un primer episodio de fiebre reumática Dos manifestaciones secundarias más evidencia de una infección previa por EGA No son precisas otras manifestaciones principales ni evidencia de infección por EGA, ya que estas son manifestaciones tardías de infección estreptocócica No requieren cumplir ningún otro criterio para establecer el diagnóstico de cardiopatía reumática *Manifestaciones principales: carditis, poliartritis, corea, eritema marginado y nodulos subcutáneos. Manifestaciones secundarias: clínicas -fiebre, poliartralgia—; electrocardiográficas -prolongación del intervalo PR-; de laboratorio -elevaciones de los reactantes de fase aguda (VSG, recuento leucocítico o CRP)-. ‘ Hallazgos que confirman una infección estreptocócica en los últimos 45 días: título elevado o creciente de antiestreptolisina O u otro anticuerpo antiestreptocócico, cultivo de exudadofaríngeo o prueba de detección rápida de antígeno de estreptococo del grupo A positivos, o escarlatina reciente. Tomado de WHO Technical Report Series No. 923. Rheumatic Fever and Rheumatic Heart Disease: Report o f a WHO Expert Panel, Geneva 29 October-1 November 2001. Geneva, WHO, 2004. T ABLA 83-3 Investigación de una presunta fiebre reumática R e c o m e n d a d o e n t o d o s lo s c a s o s Recuento leucocítico VSG o CRP Exudado faríngeo para cultivo de EGA, antes de administrar antibióticos Hemocultivo si existe fiebre Serología antiestreptocócica: títulos de antiestreptolisina O y anti-ADNsa B (repetidos a los 10-14 días si la primera determinación no es concluyente) Electrocardiograma Radiografía de tórax Ecocardiograma P r u e b a s p a r a d ia g n ó s t ic o s a lt e r n a t iv o s , s e g ú n la s c a r a c te r ís t ic a s c l ín ic a s Hemocultivos repetidos en los picos febriles, si se sospecha endocarditis infecciosa Aspirado articular para descartar artritis séptica (microscopía y cultivo) Determinaciones de cobre, ceruloplasmina, anticuerpos antinucleares y drogas de abuso, en los casos de corea Serología y marcadores de autoinmunidad para artritis por arbovirus, autoinmunitaria o reactiva Extensión de sangre periférica para descartar anemia falciforme Tomado de RHDAustralia (ARF/RHD writing group), National Heart Foundation o f Australia and the Cardiac Society o f Australia and New Zealand: Australian Guideline for Prevention, Diagnosis and Management o f Acute Rheumatic Fever and Rheumatic Heart Disease. 2nd ed. Darwin, Australia, Menzies School o f Health Research, 2012. fase aguda estén volviendo a la normalidad. Se deben evitar las actividades extenuantes, especialmente en los individuos con carditis. Aunque el cultivo de EGA en las muestras de exudado faríngeo obteni das durante un episodio agudo de fiebre reumática raramente es positivo, se recomienda administrar por vía intramuscular a los pacientes una dosis de bencilpenicilina benzatina (o de eritromicina, si el individuo es .■§ alérgico a la penicilina). Aunque esto se hace de forma rutinaria, no existen ts estudios que avalen esta estrategia. Por tanto, se debe iniciar también una § profilaxis secundaria.29 8 Los fármacos antiinflamatorios que se pueden utilizar son los salidlatos, ~o los no esteroideos y los corticoesteroides. Se ha publicado una revisión « sistemática de los estudios controlados y aleatorizados llevados a cabo en '§ que se comparaban fármacos antiinflamatorios (p. ej., ácido acetilsalicílico, "I esteroides, inmunoglobulinas, pentoxifilina) con placebo, controles u otros _g fármacos de este mismo tipo, en adultos y niños con fiebre reumática diagnosticada según los criterios de Jones originales o modificados.28 El 'S., punto final principal que se seleccionó fue la presencia de cardiopatía 1 g año después del tratamiento. Se incluyeron ocho estudios controlados y ¿o aleatorizados realizados sobre 996 individuos. En los diversos estudios se compararon varios esteroides (corticotropina, cortisona, hidrocortisona, > dexametasona y prednisona) e inmunoglobulinas administradas por vía intravenosa con ácido acetilsalicílico, placebo, o ausencia de tratamien to) to. Seis de estos estudios se llevaron a cabo entre 1950 y 1965, uno fue realizado en 1990, y el restante fue publicado en 2001. En conjunto, no se detectaron diferencias en el riesgo de desarrollo de cardiopatía después de 1 año entre los grupos tratados con corticoesteroides y los tratados con ácido acetilsalicílico (seis estudios, 907 pacientes; riesgo relativo, 0,87; intervalo de confianza al 95%, 0,66-1,15). De la misma manera, la utilización de prednisona (dos estudios; 212 pacientes; riesgo relativo, 1,13; intervalo de confianza al 95%, 0,52-2,45) frente a áddo acetilsalicílico tampoco redujo el riesgo de desarrollar cardiopatía transcurrido 1 año. En los tres estudios en que se investigó la incidencia de efectos adversos, se llegó a la conclusión de que estos eran considerables. Por tanto, los datos no avalan la utilización de corticoesteroides ni de inmunoglobulinas administradas por vía intravenosa para reducir el riesgo de lesión valvular cardíaca en pacientes con fiebre reumática aguda.28 Estos estudios pueden ser puestos en cuestión al menos por dos razo nes. En primer lugar, el método utilizado para constatar la existencia de afectación cardíaca fue de tipo clínico, siendo el criterio utilizado con más frecuencia el desarrollo o persistencia de un soplo sistólico apical. Se puede argumentar que los errores de los observadores y la variabilidad de la metodología clínica empleada por cada uno de ellos podrían invalidar los resultados, y que toda esta cuestión debería ser revisada empleando técnicas modernas no invasivas, como la ecocardiografía. Sin embargo, se ha demostrado que la ecocardiografía bidimensional transtorácica con flujos en color apenas aporta a la exploración clínica información adicional relativa al grado de afectación cardíaca, al menos durante la fase aguda de la enfermedad. La segunda cuestión está relacionada con la duración del período de seguimiento. La ausencia de datos clínicos que sugieran afectación cardíaca transcurridos 1-2 años tras el episodio inicial de fiebre reumática aguda no garantiza que en décadas posterio res el paciente no desarrolle secuelas importantes debido a anomalías valvulares o estenosis. Las dosis adecuadas de fármacos antiinflamatorios son de 100 mg/kg/ día divididos en cuatro o cinco dosis en el caso del ácido acetilsalicílico, o de 1-2 mg/kg/día para la prednisona. La duración del tratamiento se debe calcular según la gravedad del episodio, la presencia o ausencia de carditis, y la velocidad de respuesta al tratamiento. Los episodios más leves en los que apenas existe carditis se pueden tratar con salicilatos durante 1 mes, o hasta que remita la inflamación según criterios clínicos y de laboratorio. Los casos más graves pueden requerir 2-3 meses de tratamiento con esteroides, que después se deben ir retirando paulatinamente. Aun así, hasta el 5% de los pacientes pueden presentar actividad reumática a los 6 meses independientemente del tratamiento. En algunas ocasiones se puede producir un efecto «rebote» de la actividad inflamatoria al reducir la dosis de antiinflamatorio administrado, lo que puede hacer necesario el tratamiento con salicilatos. Los pacientes que son tratados incorrectamente en el curso de su primer episodio de fiebre reumática presentan un alto riesgo de que la actividad reumática persista y conduzca a insuficiencia valvular, siendo la válvula mitral la que se ve afectada con más frecuencia. El resultado 1839 E n f e r m e d a d e s c a r d io v a s c u l a r e s y t r a s t o r n o s d e o t r o s ó r g a n o s final de un proceso reumático crónico con deterioro valvular es la insu ficiencia cardíaca. La experiencia ha demostrado que, en estos casos, la única opción es el tratamiento quirúrgico precoz, con el que se puede conseguir que sobrevivan hasta el 90% de los pacientes.30 Se ha sugerido que la disminución del trabajo cardíaco después de la cirugía valvular estabiliza el proceso reumático, de la misma forma que ocurre con el reposo en cama.31 PREVENCIÓN La prevención de la fiebre reumática se ha de llevar a cabo en tres nive les: prevención primordial, consistente en promover la desaparición de los determinantes sociales que elevan el riesgo de fiebre reumática; prevención primaria del episodio inicial; y prevención secundaria de las recurrencias. Prevención prim ordial La prevención primordial consiste en la implantación de medidas enca minadas a reducir al mínimo los peligros para la salud, impidiendo, de esa manera, que se produzcan situaciones (ambientales, económicas, sociales, del comportamiento, culturales) que se sabe que incrementan el riesgo de enfermedad. Se dirige a determinantesgenéricos del estado sanitario de la población, sin incidir en los factores de riesgo individuales, que pertenecen al ámbito de actuación de la prevención primaria. En el caso de la fiebre reumática, la mejoría de las condiciones sociales y la creciente accesibilidad a la atención sanitaria primaria han provocado una espectacular disminución de la incidencia de la enfermedad, ya incluso antes del descubrimiento de los antibióticos (curva A, v. fig. 83-1). Por tanto, la prevención de la fiebre reumática requiere, como primera medida, la mejora de la situación socioeconómica de las poblaciones en las que el riesgo de desarrollar fiebre reumática es alto. Prevención prim aria El tratamiento de la faringitis por EGA, presunta o confirmada, con anti bióticos reduce eficazmente (70%) la incidencia de episodios de fiebre reumática. La penicilina administrada por vía intramuscular parece reducir esta tasa hasta en el 80%. Por cada 50-60 pacientes tratados con antibió ticos, se produce un caso menos de fiebre reumática.11 En la tabla 83-4 se muestra el tratamiento farmacológico de elección.27 El tratamiento de la faringitis por EGA, presunta o confirmada, está encaminado a la erradicación de la bacteria del tracto respiratorio supe rior. Normalmente, la infección puede ser erradicada mediante una única dosis intramuscular de bencilpenicilina benzatina, o mediante un tratamiento de 10 días con penicilinas administradas por vía oral.11 Aunque los ensayos clínicos han confirmado la eficacia de la penicilina intramuscular para la prevención de la fiebre reumática, se han llevado a cabo pocos estudios para constatar la utilidad de las penicilinas orales para la prevención primaria de la fiebre reumática. Sin embargo, en algunos países en vía de desarrollo hay cierto reparo frente a la utiliza ción de la penicilina intramuscular, debido al mayor riesgo percibido de anafilaxia y a los peligros asociados a la posible reutilización de jeringas. Estas preocupaciones han llevado a algunos gobiernos incluso a prohibir las inyecciones intramusculares de penicilina en hospitales y clínicas. En lo que respecta a algunas de estas cuestiones, como, por ejemplo, el control de las infecciones impidiendo la reutilización de agujas, estas regulaciones gubernamentales están justificadas. Por el contrario, en lo relativo al riesgo de anafilaxia, más de 60 años de experiencia con la TABLA 83-4 Tratamiento farmacológico de elección para la prevención primaria de la fiebre reumática ANTIBIÓTICO ADMINISTRACIÓN DOSIS Bencilpenicilina Inyección i.m. única 1,2 millones de unidades; benzatina 50% si <30 kg Fenoximetilpenicilina v.o. durante 10 días 250-500 mg 3 veces al (penicilina VK) día durante 10 días Etilsuccinato de v.o. durante 10 días Depende de la eritromicina formulación i.m., intramuscular; v.o., vfa oral. Tomado de WHO Technical Report Series No. 923. Rheumatic Fever and Rheumatic Heart Disease: Report o f a WHO Expert Panel, Geneva 29 October-1 November 2001. 1840 Geneva, WHO, 2004. penicilina han demostrado que, aunque se pueden producir reacciones tó xicas frente a este antibiótico, las reacciones graves son extremadamente raras, especialmente en niños. Por tanto, las objeciones a la utilización de la penicilina por vía parenteral no están justificadas cuando la misma se administra en condiciones de esterilidad y utilizando una técnica de inyección adecuada.11 Existen diversas controversias con respecto a la prevención primaria de la fiebre reumática. La primera está en relación con el papel que deben desempeñar los programas escolares de prevención primaria encaminados a la detección activa de casos de faringitis. Esta estrategia ha sido analizada en un ensayo clínico aleatorizado comunitario en el que intervinieron 53 colegios (aproximadamente 22.000 alumnos) de Auckland (Nueva Zelanda), pertenecientes a un entorno con una elevada incidencia de fiebre reumática (=60 por 100.000 al año).32 El grupo control recibió una atención sanitaria estándar. La intervención consistió en la aplicación de un protocolo clínico de detección sistemática de dolor de garganta en el propio colegio, con libertad para someter a los individuos con faringitis por EGA a un tratamiento con penicilina por vía oral bajo la supervi sión de personal de enfermería. En este estudio, en el que se analizaron 86.874 personas/año, no se observó una disminución significativa de la incidencia de fiebre reumática en los colegios en los que se implantaron estos protocolos clínicos de detección de faringitis. La segunda controversia es acerca de la utilidad de la prevención prima ria como actuación de los organismos de salud pública para la prevención de la fiebre reumática.4 Pese a la ausencia de ensayos clínicos controlados y aleatorizados a este respecto, existen varios ejemplos en que la aplicación de medidas de prevención primaria en el contexto de un plan general de salud pública para la prevención de la fiebre reumática ha sido un éxito: Cuba, Costa Rica, y las islas francesas de Martinica y Guadalupe (curva C, v. fig. 83- l) .4,16 Finalmente, también se ha puesto en duda que la relación coste-eficacia de la prevención primaria como estrategia de salud pública para la pre vención de la fiebre reumática sea aceptable.4,8 U n estudio llevado a cabo en Sudáfrica ha demostrado que el diagnóstico de la faringitis por EGA atendiendo exclusivamente a un algoritmo clínico y el tratamiento de la misma mediante una única inyección intramuscular de penici lina es una estrategia con una buena relación coste-efectividad para la prevención primaria de la fiebre reumática en comunidades de alto riesgo.33 La realización de un cultivo para cada niño es, por el contrario, una estrategia económicamente prohibitiva. Estos hallazgos, junto con los datos obtenidos en ensayos clínicos,11 sugieren que la prevención primaria mediante el tratamiento de los casos sintomáticos de faringitis por EGA diagnosticados clínicamente puede constituir una estrategia de salud pública con una buena relación coste-efectividad para la prevención de la fiebre reumática dentro del contexto de un programa nacional global para la prevención de la enfermedad.27 P r e v e n c ió n s e c u n d a r i a La revisión sistemática de la eficacia de los antibióticos en la prevención secundaria de la fiebre reumática pone de manifiesto dos hallazgos prin cipales.29 En primer lugar, los ensayos clínicos demuestran claramente la superioridad de los tratam ientos con penicilina adm inistrada por vía intramuscular en comparación con aquellos en que la administración se llevó a cabo por vía oral para prevenir las recidivas de la fiebre reumática. En segundo lugar, para prevenir estas recidivas son preferibles las inyecciones frecuentes a las practicadas cada 4 semanas. La evidencia es clara cuando las inyecciones se llevan a cabo cada 2 semanas, reduciéndose el riesgo de recidiva de fiebre reumática casi un 50% en comparación con los casos en que las inyecciones se administran cada 4 semanas. Las ventajas de inyectar la penicilina cada 3 semanas no son tan claras, y esta estrategia puede ser incluso contraproducente si en el análisis se consideran los errores sis temáticos debidos a la defectuosa aleatorización y a la naturaleza no ciega de los ensayos clínicos. Pese a ello, la OMS recomienda utilizar intervalos de entre 3 y 4 semanas para la prevención secundaria de la fiebre reumática (tabla 83-5).27 Con respecto a la duración de la profilaxis secundaria, las recomen daciones son básicamente de naturaleza empírica y basadas en estudios observacionales. La duración de la profilaxis debe ser individualizada, con siderando la situación socioeconómica y el riesgo de exposición al EGA de cada paciente. Los individuos que han padecido carditis, con o sin afectación valvular, presentan mayor riesgo de ataques recurrentes y deben recibir tratamiento profiláctico hasta bien entrada la edad adulta, y talvez durante toda la vida. Si la cardiopatía valvular persiste, la profilaxis debe durar toda la vida. Los pacientes que no han sufrido carditis reumática pueden ser tratados profilácticamente hasta los 21 años, o durante los 5 años siguientes al último episodio (tabla 83-6).27 El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. T A B L A 83 -5 Tratamiento farmacológico de elección para la prevención secundaria de la fiebre reumática ANTIBIÓTICO MODO DE ADMINISTRACIÓN DOSIS Bencilpenicilina benzatina Inyección intramuscular única cada 3-4 semanas Para adultos y niños de peso >30 kg: 1.200.000 unidades Para niños de peso <30 kg: 600.000 unidades Penicilina V Oral 250 mg 2 veces al día Sulfamida (p. ej. sulfisoxazol) ., sulfadiacina, sulfadoxina, Oral Para adultos y niños de peso >30 kg: 1 g/día Para niños de peso <30 kg: 500 mg/día Eritromicina Oral 250 mg 2 veces al día Tomado de WHO Technical Report Series No. 923. Rheumatic Fever and Rheumatic Heart Disease: Report o f a WHO Expert Panel, Geneva 29 October-1 November 2001. Geneva, WHO, 2004. T ABLA 83-6 Duración de la profilaxis secundaria de la fiebre reumática TIPO DE PACIENTE DURACIÓN DE LA PROFILAXIS Paciente sin evidencia de carditis Durante 5 años tras el último episodio o hasta cumplir los 18 años (la más larga de las dos) Paciente con carditis (insuficiencia mitral leve o carditis curada) Durante 10 años tras el último episodio o hasta cumplir los 25 años como mínimo (la más larga de las dos) Insuficiencia valvular más grave Toda la vida Tras cirugía valvular Toda la vida Tomado de WHO Technical Report Series No. 923. Rheumatic Fever and Rheumatic Heart Disease: Report o f a WHO Expert Panel, Geneva 29 October-1 November 2001. Geneva, WHO, 2004. PERSPECTIVAS FUTURAS El reto más importante que plantea el control de la fiebre reumática es conseguir identificar y eliminar las barreras que separan los conocimientos que se poseen de la ejecución práctica de políticas, programas y proto colos de actuación. Existen pruebas concluyentes que demuestran que la implantación de un programa nacional global que incluya medidas preventivas primarias y secundarias en los países en que la fiebre reu mática es endémica reduce efectivamente la incidencia tanto de la fiebre reumática como de la cardiopatía reumática.4 Por tanto, en estos países endémicos, es preciso que los cardiólogos y otros especialistas trabajen conjuntamente con sus ministerios de sanidad en la elaboración de pro gramas preventivos de salud pública de carácter nacional, de acuerdo con las recomendaciones publicadas por la OMS en 2001.27 Los esfuerzos encaminados a prevenir y controlar la fiebre reumática se verán, sin duda, facilitados por un acceso más sencillo a los tratamientos con penicilina, así como por el desarrollo de mejores formulaciones de este antibiótico, la identificación del 3-5% de individuos con susceptibilidad genética a padecer la enfermedad, y el desarrollo de una vacuna eficaz frente a la infección por EGA. La penicilina benzatina ha sido clasificada por la OMS como medicamento esencial, pero, aun así, no está disponible para los pacientes que la necesitan en todos los países del mundo. Además, la formulación actual de la penicilina requiere una administración y un seguimiento frecuentes, lo que supone una dura carga para los frágiles sis temas sanitarios de los países envías de desarrollo. Por tanto, no solamente es necesario mejorar el acceso a los tratamientos con penicilina benzatina de alta calidad, sino también desarrollar nuevas formulaciones de larga duración de acción con objeto de reducir el incumplimiento terapéutico y, en consecuencia, mejorar la eficacia de los programas de prevención. Comprender a nivel molecular los mecanismos genéticos que condicio nan la susceptibilidad de cada huésped puede proporcionar información muy valiosa sobre la patogenia de la enfermedad, lo que, a su vez, puede facilitar el diagnóstico, los nuevos tratamientos y el desarrollo de una vacuna. Los criterios de Jones, que atienden a las características del sín drome, no resultan en la actualidad excesivamente sensibles ni específicos en países en los que la incidencia es alta, y una prueba para determinar la susceptibilidad individual podría aumentar la especificidad. Es posible que en el futuro la identificación de todos los factores genéticos que condicionan la susceptibilidad a la fiebre reumática mediante el análisis del genoma completo permita desarrollar una escala de puntuación que resulte útil para predecir el riesgo genético de padecer la enfermedad, así como refinar los criterios de Jones.14 Una vacuna segura, eficaz y con un coste asequible, diseñada para prevenir las infecciones por EG A podría suponer un extraordinario avance sanitario para millones de individuos que corren el riesgo de contraer fiebre reumática. Las investigaciones que se vienen llevando a cabo © desde hace ya varias décadas han dado como resultado varias vacunas candidatas, que se encuentran, en la actualidad, en diferentes etapas de desarrollo preclínico y clínico. Los esfuerzos para desarrollar una vacuna se han encontrado con diversos obstáculos, que pueden ser superados mediante una colaboración a nivel global que permita identificar cuáles son las actividades fundamentales que hay que llevar a cabo, así como garantizar una inversión económica suficiente para acelerar el proceso y conseguir, finalmente, una vacuna segura y eficaz que se encuentre dis ponible para quien la necesite en todo el mundo.34 Lecturas c lásicas Bland EF, Duckett Jones T: Rheumatic fever and rheumatic heart disease: A twenty year report on 1000 patients followed since childhood, Circulation 4:836,1951. Dajani AS: Current status of nonsuppurative complications of group A streptococci, Pediatr Infect Dis J 10:S25,1991. 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