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Miocarditis

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67 Miocarditis
Leslie T. Cooper, Jr., y Kirk U. Knowlton
Descripción y defin ic ión, 1589 
Epidemiología, 1589 
Factores etiológicos específicos, 1590 
Patogenia, 1595
Síndromes clínicos, 1598 
Abordajes diagnósticos, 1599 
Pronóstico, 1600 
Tratam iento, 1600
Perspectivas futuras, 1601 
Bibliografía, 1601
D ESCR IPC IÓ N Y DEFIN IC IÓ N
En su sentido más amplio, el término miocarditis se refiere a cualquier infla­
mación del miocardio, que puede producirse después de cualquier tipo 
de lesión del corazón, como lesiones isquémicas, traumatismos mecánicos 
y miocardiopatías genéticas. Sin embargo, de forma más específica, la 
miocarditis clásica se refiere a la inflamación del músculo cardíaco que se 
produce como resultado de la exposición a antígenos externos concretos 
(como virus, bacterias, parásitos, toxinas o fármacos) o a desencadenantes 
internos, como la activación autoinmune contra autoantígenos. Aunque 
la infección vírica sigue siendo la causa más frecuente de la miocarditis, la 
hipersensibilidad a los fármacos y las reacciones farmacológicas tóxicas, 
otras infecciones y la miocardiopatía periparto también pueden producir 
miocarditis.
La patogenia de la miocarditis es un paradigma clásico de lesión 
cardíaca seguida por la respuesta inmunológica del huésped como 
inflamación cardíaca. La incidencia relativa de las causas víricas está 
evolucionando constantemente a medida que disponemos de nuevas 
herramientas diagnósticas basadas en la epidemiología molecular. De 
hecho, más de 20 virus se han asociado a la miocarditis, y actualmente 
los más frecuentes son el parvovirus B19 (PVB19) y el virus del herpes 
humano 6.1 Históricamente, los enterovirus, como el virus de Coxsackie 
B, han sido los patógenos que más se han identificado, y las cepas de 
enterovirus siguen utilizándose mucho en modelos de la enfermedad 
en roedores.2-3 Si la respuesta inmunitaria del huésped es excesiva o 
inapropiada, la inflam ación puede destruir el tejido del corazón de 
forma aguda o puede persistir y producir remodelación cardíaca que 
conduce a miocardiopatía dilatada (MCD), insuficiencia cardíaca o la 
muerte. Afortunadamente, en la mayoría de los pacientes, la miocarditis 
clínica suele ser autolimitada si disponen del apoyo y los cuidados de 
seguimiento adecuados. En muchos casos, el virus se elimina con éxito 
y la respuesta inmunitaria se regula de forma descendente. Sin embargo, 
en algunos pacientes persiste una reacción autoinmune frente a antí­
genos endógenos más allá de esta fase, y puede producirse disfunción 
cardíaca persistente. En ocasiones, los genomas vincos permanecen en el 
corazón, con o sin inflamación aguda.4 Con frecuencia se han detectado 
genomas víricos en las muestras de las biopsia endomiocárdicas (BEM) 
de pacientes con MCD, y pueden indicar una infección relacionada con 
la enfermedad. Como se analiza en este capítulo, gracias a los nuevos 
conocim ientos para entender la fisiopatología de la miocarditis y a 
los nuevos tratamientos para esta enfermedad, las perspectivas para los 
pacientes afectados siguen mejorando.
E P ID EM IO LO G ÍA
Una estimación completa de la carga patológica de la miocarditis debe­
ría comprender la morbilidad y la mortalidad en pacientes con miocar­
ditis que se presentan con muerte súbita, insuficiencia cardíaca y sín­
dromes de dolor torácico. No existe esta estimación integrada, aunque 
se ha informado de la contribución de la miocarditis en estos escenarios 
clínicos individuales. En las series de casos clínicos de muerte súbita, la 
miocarditis suele ser la tercera causa principal, después de la miocardio­
patía hipertrófica y la enfermedad arterial coronaria congénita y ateroes- 
clerótica.3 En los estudios de autopsias de adultos jóvenes, la miocarditis 
es responsable del 4 al 12% de las muertes súbitas. Esta tasa debe con­
templarse en el contexto de la tasa de diagnósticos no seleccionados de 
miocarditis, 0,11% de 377.841, en autopsias registradas en Japón desde 
1958 a 1977. La miocarditis es responsable de una minoría considerable 
de casos de MCD (v. tam bién capítulo 25). En una revisión de series de
casos de MCD desde 1978 hasta 1995 en los que se había realizado la 
BEM, la incidencia de miocarditis demostrada en la biopsia en pacientes 
con MCD fue muy variable, del 0,5 al 67%, con un promedio del 10,3%. 
La mayor duración de los síntomas se asocia a una tasa menor de infla­
mación activa en el examen histológico. Aproximadamente, el 10-50% 
de los casos de miocardiopatía no isquémica en los que los síntomas 
duran m enos de 6 m eses se deben a miocarditis, una tasa que varía 
dependiendo de los criterios histológicos o del diagnóstico clínico utili­
zados.2 Los datos del registro de la miocardiopatía en los niños de 
EE. UU., en el que el 46% (222/485) de los niños con una causa identifi­
cada de MCD tenían miocarditis, son ilustrativos de los informes recientes. 
Como en la mayoría de las series de casos de MCD, solo en una minoría 
de los niños de esta serie, el 34% de 1.426, se identificó una causa espe­
cífica de la MCD.6
En un análisis reciente de los códigos CIE-9 expedidos por los hos­
pitales, se estimó que entre el 0,5-4% de los casos de insuficiencia car­
díaca predominante se debían a miocarditis.7 Este informe y la mayoría 
de las series de casos muestran un predominio leve en los hombres, 
que puede estar mediado por las hormonas sexuales. La prevalencia de 
la miocarditis como una causa de la miocardiopatía es relativamente 
alta en el primer año de vida, disminuye al final de la infancia y alcanza 
valores máximos al principio de la veintena (fig. 67-1). Es probable que 
este método subestime la prevalencia real de la miocarditis, porque la 
prueba de diagnóstico, la BEM, se realiza con poca frecuencia fuera 
de los centros m édicos de referencia. El principal obstáculo para la 
estimación basada en la población real de la incidencia y la prevalencia 
de la miocarditis es la falta de una prueba diagnóstica no invasiva, 
sensible y específica.
Los distintos criterios histológicos que se utilizan para definir la 
miocarditis son responsables de algunas de las variaciones de la pre­
valencia de la miocarditis que se observan. Los «criterios de Dallas» 
estándar definen la miocarditis idiopática como un infiltrado infla­
matorio del miocardio con necrosis y/o degeneración de los miocitos 
adyacentes que no es típica de las lesiones isquémicas que se asocian 
a la enferm edad arterial coronaria (fig . 67-2A; tab la 67-1).8 Estos 
criterios se han cuestionado debido a la variabilidad de la interpre­
tación entre los lectores, la falta de valor pronóstico y la baja sensi­
bilidad (que se debe, en parte, a errores de muestreo). Las tinciones 
inmunohistoquímicas específicas que detectan antígenos celulares, 
como anti-CD 3 (linfocitos T), anti-C D 68 (macrófagos) y antígenos 
leucocíticos humanos de las clases I y II (fig. 67-2B), pueden tener 
más sensibilidad para los infiltrados pequeños que la hematoxilina- 
eosina. Los marcadores de la actividad del complemento, como C4d, 
también se encuentran habitualmente en los corazones nativos con 
m iocardiopatía.9 Las tinciones inm unohistoquím icas m ás nuevas 
tienen un valor predictivo mayor para los episodios cardiovasculares 
que los criterios de Dallas.10
La presencia de genomas víricos en el tejido cardíaco puede indicar 
miocarditis infecciosa activa. Después de un trasplante, la presencia 
de genomas víricos en el material de la biopsia del miocardio predice 
episodios futuros de rechazo y pérdida del injerto en los niños.11 Los 
virus de los que habitualmente se hacen pruebas cuando se sospecha 
miocarditis son PVB19, adenovirus, citomegalovirus, enterovirus, virus 
de Epstein-Barr, virus de la hepatitis C, y los virus del herpes simple 1,
2 y 6 y de la gripe A y B. Sin embargo, se ha cuestionado si existe una 
relación causal entre los genomas del PVB19 en el tejido de la BEM, sobre 
todo cuando el número de copias es bajo, yla enfermedad cardíaca. Se 
han propuesto nuevos criterios de diagnóstico basados en un número de
2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos El material en línea está disponible en ExpertConsult
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copias mayor del PVB19 o en la evidencia de replicación vírica activa.12 
Aunque los criterios para el diagnóstico de la miocarditis infecciosa están 
evolucionando, la mayoría de los expertos considera que una prueba 
del genoma vírico positiva en el contexto de la insuficiencia cardíaca 
o del dolor torácico de tipo angina sin una explicación alternativa indica 
miocarditis vírica activa. En los estudios epidemiológicos en los que no 
es posible la BEM universal, se han utilizado clasificaciones diagnós­
ticas basadas en síndromes clínicos, biomarcadores y/o anomalías en 
los estudios de imagen13 (tabla 67-2).
FACTORES ETIOLÓGICOS ESPECÍFICOS
En la mayoría de los casos, la miocarditis se inicia por un evento desen­
cadenante, como una infección o la exposición a un fármaco o toxina, 
que activa la respuesta inmunitaria. Un subconjunto de los casos se 
debe a anomalías inmunológicas primarias en el paciente afectado. Las 
técnicas avanzadas en virología, inmunología y biología molecular han 
demostrado que la miocarditis puede tener muchas causas posibles. Casi 
todos los microorganismos infecciosos se han asociado a la miocarditis. 
Sin embargo, en la práctica clínica suele ser difícil identificar un factor 
etiológico específico.
FIGURA 67-1 Proporción de la insuficiencia cardíaca prevalente causada por mio­
carditis según el 2010 Global Burden of Disease Project. Estos datos son representativos 
de la región de América del Norte, de ingresos altos, en 2010.
Virus
Las infecciones víricas se han considerado una de las causas infecciosas 
más frecuentes de la miocarditis (tabla 67-3). Las primeras evidencias de 
la infección por virus y su asociación a la miocarditis y la pericarditis se 
obtuvieron durante los brotes de gripe, poliomielitis, sarampión, paro­
tiditis y pleurodinia asociada a infección por enterovirus.14 Las técnicas 
virológicas y moleculares modernas han demostrado que los adenovirus, 
los enterovirus y los parvovirus se encuentran entre los microorganismos 
infecciosos que se identifican con más frecuencia en la miocarditis. La 
incidencia precisa de la miocarditis causada por estos microorganismos 
varía geográfica y temporalmente. Sin embargo, en los metaanálisis, la 
reacción en cadena de la polimerasa (PCR) en pacientes con sospecha 
clínica de miocarditis o miocardiopatía a los que se les practicó una biopsia
TABLA 67-1 Diagnóstico de la miocarditis mediante biopsia 
endomiocárdica: criterios de Dallas
Definición
Miocarditis idiopática: «infiltrado inflamatorio del miocardio con necrosis y/o 
degeneración de los miocitos adyacentes que no son típicas de las lesiones 
isquémicas asociadas a la enfermedad arterial coronaria»
Clasificación
Primera biopsia
• Miocarditis con/sin fibrosis
• Miocarditis límite (puede estar indicado repetir la biopsia)
• Sin miocarditis 
Biopsia posterior
• Miocarditis en curso (persistente) con o sin fibrosis
• Miocarditis que se está resolviendo (curación) con o sin fibrosis
• Miocarditis resuelta (curada) con o sin fibrosis
Descriptores
INFILTRADO
INFLAMATORIO FIBROSIS
Distribución Focal, confluente, difuso Endocárdica,
intersticial
Leve, moderado, 
grave
Leve, moderado, grave
Tipo Linfocítico, eosinófilo, 
granulomatoso, de células 
gigantes, neutrófilo, mixto
Perivascular, de 
sustitución
Modificado de Leone O, VeinotJP, Angelini A, et al: 2011 Consensus statement on 
endomyocardial biopsy from the Association for European Cardiovascular Pathology 
and the Society for Cardiovascular Pathology. Cardiovasc Pathol 21:245, 2012.
FIG URA 67-2 A. Miocarditis aguda con infiltrado linfocítico e histiocítico extenso (flecha) y lesión de los miocitos asociada (punta de flecha). B. Inmunotinción CD3 de los 
linfocitos T en un paciente con miocarditis aguda. (Por cortesía de Dylan Miller, MD. Reproducido a partir de Cooper LT: Myocarditis. N Engl J Med 360:1526, 2009.)
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T A B L A 67-2 Clasificación clínica de tres fases para el diagnóstico de la miocarditis según el grado de certeza diagnóstica
CATEGORIA
DIAGNÓSTICA CRITERIO
CONFIRMACIÓN
HISTOLÓGICA
BIOMARCADORES, ANOMALIAS DEL ECG 
O DE LAS TÉCNICAS DE IMAGEN 
CONSISTENTES CON MIOCARDITIS
TRATAMIENTO
NECESARIO
Miocarditis aguda 
subclínica posible
En el contexto clínico de una lesión 
del miocardio posible sin síntomas 
cardiovasculares pero con al menos 
uno de los siguientes:
1. Aumento de los biomarcadores de 
lesión cardíaca
2. Hallazgos en el ECG que indican lesión 
cardíaca
3. Anomalías de la función cardíaca en el 
ecocardiograma o la RMC
Ausente Obligatorios Desconocido
Miocarditis aguda 
probable
En el contexto clínico de una lesión 
del miocardio posible con síntomas 
cardiovasculares y al menos uno de los 
siguientes:
1. Aumento de los biomarcadores de 
lesión cardíaca
2. Hallazgos en el ECG que indican lesión 
cardíaca
3. Anomalías de la función cardíaca en el 
ecocardiograma o la RMC
Ausente Obligatorios Por el síndrome 
clínico
Miocarditis
definitiva
Evidencias histológicas o 
inmunohistológicas de miocarditis
Presente No obligatorios Adaptado para la 
causa específica
RMC, resonancia magnética cardíaca.
Modificado de SagarS, Liu PP, Cooper LT Jr. Myocarditis. Lancet 379:738, 2012.
T A B L A 6 7 -3 Causas de la miocarditis
VIRUS/TRASTORNOS VIRICOS
BACTERIAS/TRASTORNOS
BACTERIANOS CARDIOTOXINAS
MEDIADORES/FACTORES 
DE HIPERSENSIBILIDAD
Adenovirus Chlamydia Etanol* Cefalosporinas
CVB* Cólera Fármacos antraciclina* Clozapina
Citomegalovirus* Mycoplasma Arsénico Diuréticos
Virus de Epstein-Barr Neisseria Monóxido de carbono Picaduras de insectos
Virus de la hepatitis C Salmonella Catecolaminas Litio
Virus del herpes simple Staphylococcus Cocaína* Mordeduras de serpientes
VIH* Streptococcus Metales pesados Sulfonamidas
Virus de la gripe Tétanos Cobre Toxoide tetánico
Parotiditis Tuberculosis Mercurio Tetracidina
PVB19 Espiroquetas Plomo Trastornos sistémicos
Poliovirus Leptospirosis Protozoos Hipereosinofilia
Rabia Enfermedad de Lyme Enfermedad de Chagas Enfermedad de Kawasaki
Rubéola Fiebre recurrente Leishmaniosis Sarcoidosis
Virus de la varicela-zóster 
Fiebre amarilla
Sífilis Paludismo Granulomatosis de Wegener
*Causa frecuente de miocarditis.
Modificado de Elamm C, Fairweather D, Cooper LT: Pathogenesis and diagnosis o f myocarditis. Heart J 98:835, 2012.
cardíaca demostró que el virus podía identificarse con una frecuencia 3,8 
veces superior en los pacientes con miocarditis que en los sujetos de con­
trol. Otras evidencias indican que la persistencia de genoma vírico en los 
pacientes con miocardiopatía se asocia a una mayor disfunción ventricular 
y a resultados peores durante el seguimiento.15
E nterov irus, in c lu id o el v irus de Coxsackie. El virus de Coxsackie 
es un miembro del género Enterovirus, familia Picornaviridae. Es un virus 
lítico sin envoltura. Las proteínas de la cápside albergan un genoma de 
ARN de cadena simple, positiva, de 7,4 kb. A lo largo de la historia, en los 
estudios sobre las causas de la miocarditis, los enterovirus como el virus de 
Coxsackie B3 o los virus ECHO se han identificado de forma habitual en 
un subgrupo de pacientes con una frecuencia mayor que en los sujetos de 
control. Con el uso de técnicas moleculares, como la PCR y la hibridación in 
situ, el genoma de enterovirus se ha identificado en el corazón del 15-30% 
de los pacientes con miocarditis y en el 7-30% de las muestras con MCD, 
aunque la incidencia varía considerablemente en diferentes estudios.15 La 
infección por el virus de Coxsackie cumple los criteriosde los postulados de 
Koch como causa de la miocarditis en los seres humanos: se puede encon­
trar habitualmente en las lesiones de la enfermedad; se ha aislado en un 
cultivo puro procedente de pacientes con miocarditis; y cuando se inocula 
en un ratón puede reproducir la enfermedad, y después puede recuperarse 
© del corazón del ratón infectado.
El virus de Coxsackie es un pariente cercano del poliovirus y del rinovirus, 
que se han estudiado extensamente. Aunque los fenotipos patológicos son 
muy diferentes, las muchas similitudes en los ciclos de replicación vírica 
han facilitado la comprensión de los mecanismos por los que el virus de 
Coxsackie puede causar enfermedad. Generalmente, el virus de Coxsackie 
entra en el huésped a través del sistema gastrointestinal o respiratorio.
Utiliza el receptor virus de Coxsackie-adenovirus (CAR), una proteína de 
adhesión transmembrana, como receptor primario para entrar en la célula.
Puede causar una amplia gama de síndromes clínicos, como meningitis, 
erupciones cutáneas, enfermedad respiratoria aguda, miositis esquelética 
y miocarditis.
Más recientemente, la evaluación de pacientes con miocarditis ha demos­
trado una disminución de la prevalencia de enterovirus en el miocardio.
Esto es especialmente evidente en Europa occidental. La razón de esta dis­
minución no está clara, pero puede estar relacionada con una inmunidad 
de grupo que se produce después de un período prolongado de exposición 
al virus. La incidencia más baja también puede confundirse por los brotes 
estacionales de infecciones por enterovirus, lo que hace que la incidencia 
exacta dependa de los brotes.
Adenovirus. Los adenovirus son virus ADN sin envoltura que también 
utilizan el CAR (adenovirus de los tipos 2 y 5), así como las integrinas, como 
receptores para entrar en la célula diana. La cápside de los adenovirus 
alberga un genoma de ADN de doble cadena. Generalmente, los adenovi­
rus infectan la superficie de las mucosas. El genoma del adenovirus se ha 1591
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identificado consistentemente en un subgrupo de pacientes con miocarditis. 
En los pacientes con miocarditis se ha registrado una incidencia tan alta 
como del 23% , pero tan baja como inferior al 2 % .15 Aunque los mecanis­
mos de la infección por adenovirus se han estudiado con gran detalle en 
cultivos celulares y en otras enfermedades, ha sido un desafío estudiar la 
miocarditis causada por adenovirus debido a las dificultades para identificar 
un modelo adecuado en ratones usando los mismos adenovirus que afectan 
a los seres humanos.
Parvovirus. Últimamente se ha prestado mucha atención a la función 
del PVB19 en la patogenia de la miocarditis debido a la alta prevalencia de 
ADN del PVB19 en el corazón de los pacientes con miocarditis. El parvovirus 
es un virus sin envoltura, con un genoma de ADN de cadena simple y 
positiva de aproxim adamente 5,6 kb. Los seres humanos son el único 
huésped conocido del PVB19, por lo que es difícil estudiarlo en modelos 
animales, pero existe información de ejemplos de miocarditis en ratones 
estimulados con la proteína VP1 de la cápside o anticuerpos contra el VP1.15 
Su receptor primario es globósido, también conocido como antígeno del 
grupo P. Este antígeno se encuentra principalmente en los progenitores 
eritroides, los eritroblastos y los megacariocitos. También se ha demos­
trado que se expresa en las células endoteliales. Este hallazgo puede ser 
importante por su función en la patogenia de la miocarditis. Se cree que 
la infección generalmente se transmite por vía respiratoria. La incidencia 
de la infección en la población general es muy alta, existe evidencia de 
infección por el PVB19 confirmada aproximadamente en el 50% de los 
niños de 15 años, y se ha detectado IgG dirigida contra el PVB19 hasta en 
el 80% de los pacientes ancianos.15 Utilizando la PCR, se ha identificado el 
genoma del PVB en el 11 al 56% de los pacientes con m iocarditis y en 
el 10 al 51% de los pacientes con MCD.
Debido a la alta prevalencia del PVB19 en la población general, hay 
que seguir investigando su función patógena. En un estudio en el que se 
evaluó el PVB19 medíante inmunohistoquímica y PCR, los investigadores 
observaron que el virus podía detectarse mediante análisis inmunohis- 
toquím ico en el 65% de los pacientes con miocarditis, en el 35% de los 
pacientes con MCD y en el 8% de los corazones de control sin inflama­
ción. A continuación se evaluó la carga vírica por el número de copias del 
genoma en las muestras que fueron positivas para PVB19 en el análisis 
inmunohistológico. La carga vírica fue significativamente mayor en los 
pacientes con miocarditis aguda, después en los pacientes con MCD, y fue 
la más baja en las personas con el corazón sano, sin inflamación.12 Además, 
solo se detectó replicación del ARN vírico intermedia en los pacientes con 
inflamación del corazón. Estos hallazgos indican que la cantidad de ADN 
vírico del PVB19 se asocia al fenotipo patológico. Es importante mencionar 
que el virus se encontró en las células endoteliales y no en las células del 
miocardio. Otros estudios indican una función de espectador del PVB19 en 
la miocarditis en los adultos,16 en la que la persistencia de títulos bajos del 
PVB19 es un hallazgo frecuente, pero que no tiene relación con la lesión 
del miocardio que se está desarrollando. Es necesario investigar más para 
determinar los mecanismos por los cuales el PVB19 podría contribuir a la 
miocarditis y la miocardiopatía.
Virus de la inmunodeficiencia humana. El aumento de la supervi­
vencia de los pacientes con infección por el virus de la inmunodeficiencia 
humana (VIH) (v. tam bién capítulo 70) ha aumentado la incidencia de 
cardiopatías en esta población, pero parte de este aumento refleja una 
mayor incidencia de la enfermedad arterial coronaria. En series retros­
pectivas y en estudios de autopsias de pacientes infectados con el VIH, la 
incidencia de la afección cardíaca varió del 25 al 75% . Las presentacio­
nes cardiovasculares clínicas que se asocian a la infección por el VIH son 
miocarditis, pericarditis, MCD, arritmias y enfermedades vasculares. Se ha 
observado que la miocarditis con infiltración linfocítica está presente en el 
40 al 52% de los pacientes que mueren de sida. Sin embargo, parece que 
la incidencia de las cardiopatías ha disminuido al aumentar el tratamiento 
antirretrovírico, especialmente en relación con la MCD, la enfermedad 
pericárdica y las arritmias. La incidencia de miocardiopatías, miocarditis y 
enfermedades del pericardio se relaciona con la gravedad de la infección 
por el VIH, que se mide por un recuento bajo de CD4+ o por títulos víricos 
altos. Debido a los cambios continuos del tratam iento para la infección 
por el VIH, no está clara la incidencia exacta de las miocardiopatías, pero 
siguen siendo un problema. Además, muchos pacientes de regiones del 
mundo en vías de desarrollo no reciben tratamiento antirretrovírico de gran 
actividad y pueden presentarse con cardiopatía. Aunque es evidente que 
la infección por el VIH puede estar asociada a disfunción ventricular, no 
se conocen completamente los mecanismos por los que se produce esto, 
pero es posible que participen la activación de citocinas y la alteración de 
células inmunitarias que afectan a la función cardíaca. No existen pruebas 
convincentes de que el VIH infecte directamente el miocardio. La patogenia 
de la m iocardiopatía asociada al VIH se complica por la infección con 
patógenos asociados a la inmunodepresión, la malnutrición y otros efectos 
contradictorios.
Virus de la hepatitis C. Parece que la infección por el virus de la 
hepatitis C se asocia, principalmente, a la miocardiopatía en los países 
asiáticos, como Japón. En los pacientes que participaron en el Myocarditis
Treatment Trial se identificóuna baja incidencia de anticuerpos contra el 
virus de la hepatitis C (4,4% ). Sin embargo, esta tasa de ocurrencia era 
más alta que la de la población general de EE. UU. (1,8%). Es posible que 
la mayor incidencia de la infección por el virus de la hepatitis C en la MCD 
se relacione con la mayor incidencia general de esta infección en Asia. En 
las muestras de biopsia del miocardio de pacientes con miocardiopatía se 
ha demostrado la presencia del genoma vírico de la hepatitis C, y en los 
pacientes muy afectados se ha observado un aumento de los títu los de 
anticuerpos séricos. También se ha descrito que el fenotipo asociado al virus 
de la hepatitis C comprende la miocardiopatía hipertrófica, lo que indica 
que la hepatitis C puede tener un efecto directo sobre el crecimiento y la 
hipertrofia de las células miocárdicas. Generalmente, se observa miocarditis 
sintomática entre la primera y la tercera semanas de la enfermedad. Se ha 
informado de que la función cardíaca puede volver a la normalidad tras 
la eliminación del virus.
Virus de la gripe. La infección por el virus de la gripe A es una causa 
bien conocida de miocarditis, y hay que tener en cuenta esta asociación 
durante los brotes periódicos de gripe A. No se conoce la incidencia exacta 
de miocarditis en los brotes de gripe A, pero, en general, se considera que 
está en el rango del 5%. Durante las pandemias, como la H1N1 de 2009, 
se produce miocarditis hasta en el 5 al 15% de los casos, diagnosticada por 
los cambios en el electrocardiograma (ECG) y por la presencia de síntomas 
cardíacos. Algunos casos se manifiestan con miocarditis fulminante. Gene­
ralmente, el análisis histopatológico demuestra la presencia del infiltrado 
inflamatorio típico de la miocarditis.17
Bacterias
Otros patógenos no víricos, como bacterias y parásitos, pueden afectar 
al corazón y, en algunos casos, activar una reacción inmunitaria. Prácti­
camente, cualquier microorganismo bacteriano puede causar disfunción 
miocárdica, pero esto no significa necesariamente que las bacterias hayan 
infectado el miocardio. En los casos de sepsis u otras infecciones bacteria­
nas graves, la disfunción del miocardio suele atribuirse a la activación de 
mediadores inflamatorios (v. capítulo 22). Sin embargo, hay que destacar 
que la infección sanguínea causada por prácticamente cualquier infec­
ción bacteriana puede producir focos metastásicos en el miocardio. Este 
hallazgo se asocia con más frecuencia a la endocarditis bacteriana. Es bien 
conocido que algunas infecciones bacterianas tienen efectos específicos 
sobre el corazón que pueden estar mediados por la infección directa o 
por la activación de mecanismos inflamatorios. Las más frecuentes son la 
difteria, la cardiopatía reumática y las infecciones estreptocócicas.
Infección por Corynebacterium. La afectación del m iocardio por 
Corynebacterium diphtheriae es una complicación grave y es la causa 
más frecuente de muerte en la d ifteria. Hasta en la mitad de los casos 
mortales, pueden encontrarse pruebas de afectación cardíaca. Los estudios 
realizados en la última década indican evidencias de afectación del mio­
cardio en el 22-28% de los pacientes. La incidencia global ha disminuido 
en los países desarrollados debido a la vacunación, pero ú ltim am ente 
también está aumentando el número de individuos no protegidos en los 
países desarrollados. Esto puede estar relacionado con la evitación de 
la vacuna. C. diphtheriae produce una exotoxina que daña gravemente 
el miocardio y el sistema de conducción cardíaco. La lesión cardíaca se 
debe a la liberación de esta exotoxina, que inhibe la síntesis de proteínas 
al in terferir en los mecanismos de traslación del huésped. Parece que la 
toxina tiene una afinidad especial por el sistema de conducción cardíaco. 
Tanto la antitoxina como los antibióticos son importantes en el tratamiento 
de la difteria.
Infección estreptocócica. La complicación cardíaca que más se detecta 
después de la infección por estreptococos 0-hemolíticos es la fiebre reumá­
tica aguda, seguida por la valvulopatía reumática aproximadamente en el 
60% de los pacientes.18-19 En muy pocas ocasiones, los estreptococos pue­
den producir una miocarditis no reumática distinta de la carditis reumática 
aguda cuando afectan al corazón.20 Esta entidad clínica se caracteriza por 
la presencia de un in filtrado intersticial compuesto de células mononu- 
deares con leucocitos polimorfonucleares ocasionales, que puede ser focal o 
difuso. A diferencia de la cardiopatía reumática, la miocarditis estreptocócica 
generalmente coincide con la infección aguda o se produce algunos días 
después de la faringitis. Son frecuentes las alteraciones electrocardiográficas, 
como elevación del ST y prolongación de los intervalos PR y QT.20 21 Entre las 
secuelas menos frecuentes se encuentran la muerte súbita, las alteraciones 
de la conducción y las arritmias.
Tuberculosis. Es poco frecuente que Mycobacterium tuberculosis afecte 
al miocardio (no la pericarditis tuberculosa). La afectación del miocardio se 
produce por diseminación hematógena o linfática, o directamente desde 
estructuras contiguas, y puede causar enfermedad nodular, miliar o infil­
trante difusa. En ocasiones se producen arritmias, como fibrilación auricular 
y taquicardia ventricular, bloqueo auriculoventricular completo, insuficiencia 
cardíaca, aneurismas del ventrículo izquierdo y muerte súbita.22
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Enfermedad de W h ipp le . Aunque la afectación abierta es infrecuente, 
la lipodistrofia intestinal, o enfermedad de Whipple, se asocia a afección 
cardíaca en muchos casos. Pueden encontrarse macrófagos positivos para 
ácido peryódico de Schíff en el miocardio, el pericardio, las arterias coro­
narias y las válvulas cardíacas de los pacientes con este trastorno. Con la 
microscopía electrónica se han observado estructuras con forma de varilla 
en el miocardio, similares a las encontradas en el intestino delgado, que 
representan el microorganismo causante de la enfermedad, Tropheryma 
whipplei, un bacilo gramnegativo relacionado con los actinomicetos. Tam­
bién puede haber un infiltrado inflamatorio y focos de fibrosis. La fibrosis 
valvular puede ser lo suficientemente grave como para causar insuficiencia 
aórtica y estenosis m itral. Aunque, por lo general, es asintomática, las 
alteraciones electrocardiográficas inespecíficas son más frecuentes; pueden 
producirse soplos sistólicos, pericarditis, bloqueo cardíaco completo e incluso 
insuficiencia cardíaca congestiva evidente. La antib ioterapia parece ser 
eficaz para el tratamiento de la enfermedad básica, pero pueden producirse 
recaídas, a menudo más de 2 años después del diagnóstico inicial.
Carditis de Lyme. La enfermedad de Lyme está causada por una espiro­
queta que se transmite por garrapatas (Borrelia burgdorferi). Por lo general, 
comienza durante los meses de verano con una erupción característica 
(eritema crónico migratorio), seguido por afectación neurológica aguda, 
articular o cardíaca, generalmente con pocas secuelas a largo plazo. Los 
primeros estudios indican que hasta un 10% de los pacientes con enferme­
dad de Lyme que no se tratan muestran evidencias de afectación cardíaca 
transitoria; la manifestación más frecuente es el bloqueo auriculoventricular 
de grado variable. Sin embargo, debido al uso temprano de antibióticos, 
la carditis de Lyme se considera ahora una manifestación infrecuente.23 El 
síncope causado por un bloqueo cardíaco completo es frecuente cuando 
está afectado el corazón, porque suele producirse depresión de los ritmos de 
escape ventriculares asociada. Las anomalías difusas del segmento ST y de la 
onda T son transitorias y generalmente asintomáticas. Una gammagrafía con 
galio anormal es compatible con la afectación cardíaca, y la demostración de 
espiroquetas en muestras de biopsia del miocardio en los pacientes con car­
ditis de Lyme indica un efecto cardíacodirecto. Los pacientes con bloqueo 
cardíaco completo o de segundo grado deben hospitalizarse y someterse 
a un contro l electrocardiográfico continuo. Los pacientes con bloqueo 
de a lto grado pueden necesitar estimulación transvenosa temporal con 
marcapasos durante 1 semana o más. Se cree que los antibióticos pueden 
prevenir las complicaciones posteriores y que pueden acortar la duración 
de la enfermedad, por lo que se utilizan habitualmente en los pacientes
con carditis de Lyme. Está indicado el uso de antib ióticos intravenosos, 
aunque pueden utilizarse antibióticos orales cuando la afectación cardíaca 
es leve. Los corticoesteroides pueden reducir la inflamación y el edema del 
miocardio, lo que, a su vez, puede acortar la duración del bloqueo cardíaco. 
Se cree que el tratamiento de las primeras manifestaciones de la enfermedad 
previene el desarrollo de complicaciones tardías.
Protozoos
La enfermedad de Chagas es una de las principales causas de la mio­
cardiopatía no isquémica en todo el mundo, aunque la incidencia está 
cambiando. En una historia notable del descubrimiento, a principios del 
siglo xx, Carlos Chagas identificó casi sin ayuda el parásito, Trypanosoma 
cruzi (T. cruzi), que causa la entidad que ahora se conoce como enfermedad 
de Chagas. También dilucidó el ciclo de vida relativamente complejo 
del parásito en las zonas rurales pobres de Brasil.24 El parásito reside en 
un huésped infectado, como un armadillo o un gato doméstico, donde 
se replica. Después infecta a insectos triatominos, como los insectos 
redúvidos hematófagos que se alimentan de la sangre de los portadores 
vertebrados infectados. El triatomino actúa como vector de la infección 
cuando pica a un ser humano, depositando el parásito con sus heces en 
el área de la herida de la picadura, la conjuntiva u otras mucosas. Una vez 
dentro del individuo infectado, el parásito se replica e infecta los órganos 
diana, como el corazón. La infección parasitaria de los miocitos cardíacos 
y la activación de la función inmunitaria asociada dañan el corazón y otros 
órganos, dando lugar a las manifestaciones clínicas de la enfermedad de 
Chagas (en la figura 67-3 se presenta información sobre el ciclo de vida).25
La enfermedad de Chagas es endémica en las zonas rurales pobres 
de América Central y América del Sur (fig. e67-l). La distribución está 
cambiando para incluir áreas más urbanas y áreas tradicionalmente no 
endémicas debido a la migración de personas infectadas de las zonas 
rurales a las zonas urbanas. Las iniciativas para controlar los vectores en 
las zonas endémicas y la detección sistemática intensiva en los bancos de 
sangre ha reducido la incidencia global de esta enfermedad. En la década 
de los ochenta, 17,4 millones de personas estaban infectadas en 18 países 
endémicos.26 En 2005, se estimó que el número de personas infectadas se 
había reducido a cerca de 7,7 millones. En 1990, se calculó que se habían
Insecto redúvido
FIGURA 67-3 Ciclo de vida de Trypanosoma cruzi. Los insectos redúvidos transmiten T. cruzi. Mientras se está alimentando de sangre (a), el insecto defeca en la piel del huésped, 
liberando la forma tripomastigote infecciosa del parásito. Los tripomastigotes penetran en la piel o en las mucosas del huésped a través de la abrasión que se causa al rascarse o 
frotarse la zona de la picadura (b). Los tripomastigotes pueden infectar las células cardíacas, esqueléticas, del músculo liso o nerviosas del huésped, y posteriormente se origina la 
forma amastigote redonda, que puede replicarse intracelularmente (c). Los amastigotes pueden dar lugar a tripomastigotes que pueden lisar las células (d). Los amastigotes y los 
tripomastigotes que se liberan desde las células muertas pueden propagar la infección o volver a la circulación (e-g). Los insectos pueden recoger el parásito mientras se alimentan 
de sangre (h), que se desarrolla en la forma epimastigote que se replica en el intestino del insecto (i). (Tomado de Macedo AM, Oliveira RP, Pena SD: Chagas' disease: role o f parasite 
© genetic variation in pathogenesis. Expert Rev Mol Med 4:1, 2002.) 1593
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diagnosticado 700.000 casos nuevos cada año. En 2006, ese número 
se había reducido a 41.200. Del mismo modo, el número de muertes 
anuales por la enfermedad de Chagas ha disminuido, de 50.000/año en 
1990 a alrededor de 12.500/año.25 Sin embargo, al mismo tiempo que la 
enfermedad de Chagas está disminuyendo a nivel global, la incidencia en 
el mundo desarrollado está aumentando debido a la inmigración desde 
áreas endémicas. Se estima que actualmente hay alrededor de 300.000 
personas infectadas con T. cruzi en EE. UU.25 Esto tiene implicaciones 
importantes en relación con las transfusiones de sangre y la donación de 
órganos, ya que el microorganismo infeccioso puede transferirse desde el 
donante al receptor -un a consideración especialmente importante para 
los receptores de trasplantes inmunodeprimidos-
Generalmente, los síntomas de la infección por T. cruzi comienzan 1-2 
semanas después de la picadura de un tria tom ino infectado o hasta unos 
meses después de una transfusión de sangre infectada. La carga parasitaria 
puede afectar a la gravedad de la presentación clínica. La fase aguda se 
acompaña de la presencia de parásitos en los frotis de sangre y dura 4-8 
semanas. Durante esta fase de la infección, los pacientes más afectados 
son asintomáticos o tienen una enfermedad febril leve, subaguda. Otras 
manifestaciones potenciales son adenopatía, hepatomegalia, miocarditis 
y m eningoencefa litis. Las anomalías cardiovasculares durante la fase 
aguda pueden comprender cambios no específicos del ECG, bloqueo 
auriculoventricular de primer grado y cardiomegalia en la exploración 
radiológica del tórax. La muerte se produce debido a la miocarditis o la 
meningoencefalitis en menos del 5-10% de los pacientes sintomáticos. 
Los síntomas de la enfermedad se resuelven espontáneamente hasta en 
el 90% de los pacientes. De estos, alrededor del 60-70% nunca desa­
rrollan manifestaciones de la enfermedad de Chagas crónica, incluso en 
ausencia de tratam iento con fármacos tripanocidas, pero estos pacientes 
son seropositivos durante toda su vida. Aparte de la seropositividad para 
T. cruzi, los pacientes sin manifestaciones de la enfermedad no presentan 
signos o hallazgos de laboratorio de la enfermedad de Chagas, como se 
describe más adelante. El otro 30-40% de los pacientes al final desarro­
llan manifestaciones más típicas de la form a crónica de la enfermedad 
de Chagas. Normalmente, el tratam iento con fármacos antiparasitarios, 
como el benznidazol, puede curar al paciente durante la enfermedad 
aguda.24-25 La fase crónica de la infección por T. cruzi continúa durante 
toda la vida del huésped infectado. El 30-40% de los pacientes con la 
enfermedad aguda llegan a desarrollar la enfermedad de Chagas crónica, 
que habitualmente se manifiesta 5-15 años después de la infección inicial. 
Sin embargo, en menos del 1 % de los pacientes con la enfermedad de 
Chagas crónica existen antecedentes de síntomas de la enfermedad aguda. 
La forma crónica de la enfermedad de Chagas se caracteriza por fibrosis 
del miocardio, destrucción del sistema de conducción, d ilatación ven­
tricular, adelgazamiento del ápex del corazón y formación de un trombo 
en el ápex del corazón. Estos cambios producen insuficiencia cardíaca, 
arritmia, bloqueo auriculoventricular y de rama, y posible tromboembolia. 
Los trastornos gastrointestinales también pueden ser una parte importante 
de la presentación. Se ha observado que el 50-90% de los pacientes con 
la enfermedad de Chagas crónica permanecen asintomáticos a pesar de 
los procesos patológicos en curso.2425
La transmisión congénita del parásito desde la madre al fe to es otro 
mecanismo importante. Elparásito también puede transmitirse de la madre 
al neonato en el momento del nacimiento. Se ha demostrado que T. cruzi 
puede infectar la placenta y, posteriormente, infectar al feto en el útero. La 
transmisión congénita se produce en el 1-5% de los embarazos cuando la 
madre tiene la enfermedad de Chagas crónica. Produce aborto espontáneo, 
parto prematuro o infección de órganos en el feto.24,25,27
El objetivo del tratamiento en todas las formas de la enfermedad de 
Chagas es erradicar el parásito. El tratamiento antitripanosómico es muy 
recomendable para todos los pacientes con la infección aguda, congénita 
o reactivada. También se recomienda para todos los niños con infección 
crónica por T. cruzi que tienen 18 años de edad o menos. Debe ofrecerse 
el tratamiento a los pacientes de 19 a 50 años de edad sin enfermedad 
cardíaca avanzada. Hay que considerar firmemente administrar el trata­
miento a personas que no se han tratado antes, pero que han adquirido 
la infección por el VIH o que se están teniendo en cuenta para un tras­
plante de órganos. Generalmente, el tratamiento antiparasitario no está 
indicado en pacientes con insuficiencia cardíaca avanzada causada por 
la enfermedad de Chagas.27
H elm intos
Equinococosis (quiste hidatídico)
La equinococosis es endémica en muchas zonas del mundo donde se 
crían ovejas, sobre todo Argentina, Nueva Zelanda, Grecia, el norte de
África e Islandia; sin embargo, la afección cardíaca en pacientes con 
hidatidosis es poco frecuente (<2% ). El huésped habitual de Echinococcus 
granulosus es el perro, pero los seres humanos pueden servir como hués­
pedes intermediarios si ingieren accidentalmente huevos de las heces de 
perros contaminadas. Cuando existe afección cardíaca, los quistes suelen 
ser intramiocárdicos, y se localizan en el tabique interventricular o en la 
pared libre del ventrículo izquierdo.
Los quistes del miocardio pueden degenerar y calcificarse, desarro­
llar quistes hijos o romperse. La rotura del quiste es la complicación 
más temida; la rotura en el pericardio puede causar pericarditis aguda, 
que puede progresar a pericarditis constrictiva crónica. La rotura en las 
cámaras cardíacas puede provocar embolia sistémica o pulmonar. Puede 
producirse hipertensión pulmonar que progresa rápidamente cuando se 
rompen quistes en el lado derecho, con la subsiguiente embolización de 
cientos de escólices, fragmentos de la tenia, en la circulación pulmonar. La 
liberación de líquido hidatídico en la circulación puede producir colapso 
circulatorio profundo y mortal como resultado de una reacción anafiláctica 
a las proteínas que forman parte del líquido. Se estima que solo alrededor 
del 10% de los pacientes con quistes hidatídicos cardíacos tienen síntomas 
clínicos. El ECG puede reflejar la localización del quiste. Por lo general, el 
dolor torácico se debe a la rotura del quiste en el espacio pericárdico, con 
la pericarditis resultante. Las masas quísticas grandes a veces producen 
obstrucción del lado derecho. Las radiografías torácicas pueden mostrar 
anomalías del contorno cardíaco o una masa lobular calcificada adyacente 
al ventrículo izquierdo. La ecocardiografía bidimensional, la tomografía 
computarizada o la resonancia magnética cardíaca (RMC) pueden ayudar 
a detectar y localizar los quistes cardíacos. La eosinofilia, cuando está 
presente, es un hallazgo complementario útil. La prueba cutánea de 
Casoni y la evaluación serológica para equinococos tienen una función 
limitada en el diagnóstico cardíaco. En cuanto al tratamiento, a pesar de la 
disponibilidad de fármacos eficaces, como el mebendazol y el albendazol, 
generalmente se recomienda la escisión quirúrgica, incluso en pacientes 
asintomáticos. Esto se debe al riesgo importante de rotura del quiste y sus 
consiguientes consecuencias graves y, a veces, mortales.
Triquinosis
La infección con Trichinella spiralis es frecuente después de la inges­
tión de carne infectada, generalmente de cerdo. Típicamente, el parásito 
infecta el músculo esquelético. Los informes de la incidencia de afectación 
cardíaca clínicamente detectable indican un promedio de alrededor del 
25% de los pacientes infectados en todo el mundo. En algunos pacientes 
pueden desarrollarse miocardiopatía y arritmias, y constituyen la causa 
más frecuente de muerte en esta infección.28 Con menor frecuencia, la 
muerte se debe a embolia pulmonar secundaria a trombosis venosa o a 
complicaciones neurológicas. Aunque el parásito puede invadir el corazón, 
generalmente no se enquista en él, y no suelen encontrarse larvas o 
fragmentos de larvas en el miocardio. El corazón puede estar dilatado 
y flácido, y puede existir un derrame pericárdico. Puede encontrarse un 
infiltrado prominente focal compuesto principalmente de eosinófilos, con 
microtrombos ocasionales en las arteriolas intraparietales. Hay áreas de 
degeneración muscular y necrosis.
En la triquinosis, la miocarditis clínica puede ser leve y pasar desa­
percibida, pero, en un subgrupo de casos, se manifiesta por insuficiencia 
cardíaca y dolor torácico, que por lo general aparecen aproximadamente 
en la tercera semana de la enfermedad. Se detectan anomalías elec- 
trocardiográficas en alrededor del 20% de los pacientes con triquinosis, 
paralelas al curso temporal de la afectación cardíaca clínica, que aparece 
inicialmente en la segunda o tercera semana y suele resolverse en la sép­
tima semana de la enfermedad. Las alteraciones electrocardiográficas más 
frecuentes son anomalías de la repolarización y extrasístoles ventriculares. 
Generalmente, el diagnóstico se basa en la demostración de anticuerpos 
por inmunofluorescencia indirecta en un paciente con las caracterís­
ticas clínicas de la triquinosis. La eosinofilia, cuando está presente, es un 
hallazgo complementario. El resultado de la prueba cutánea suele ser 
positivo, pero no siempre. El tratamiento se realiza con antihelmínticos 
y corticoesteroides; se ha observado una mejoría notable de la función 
cardíaca después de terminar un régimen adecuado con estos fármacos.
Factores físicos, inclu idos efectos 
fa rm aco ló g ico s adversos
Existen muchas sustancias, además de los microorganismos infecciosos, 
que pueden actuar sobre el corazón y dañar el miocardio. En algunos
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Exposición del sistema 
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.toxina j Lesión inicial de los miocitos debido al 
patógeno o la toxina
JKJism inucióníteJa función V 
reguladora de los Hnfocitos T, |
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NT citolíticos, y aumenttS'tie 
\ l a s citocinasTh1 y L in fS t^ T 
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Respuesta inmunitaria adquirida
Las células presentadoras de antígeno 
estimulan4a respuesta de los Hnfocitos 
T específicos,del patógeno ^
Los anticuerpos para 
los patógenos pueden tener 
una reacción cruzada con 
^WDítopos endógenos (p. ej., 
^ W p s in a cardíaca y el
Lir¡jf®GÍto-.T-
ViruS'
Difusión del epítopo 
^ los epítopos del 
miocardio endóger
Lesión continua con infección 
o respuesta inmunitaria persis
Eliminación del virus y regulación a la baja 
de la respuesta inmunitaria
casos, la lesión es aguda, transitoria y se asocia a evidencia de un infil­
trado inflamatorio del miocardio con necrosis de los miocitos (p. ej., 
con los compuestos de arsénico y de litio). Otros factores que dañan el 
miocardio pueden causar cambios crónicos que dan lugar a evidencias 
histológicas de fibrosis y a un cuadro clínico de miocardiopatía dilatada
o restrictiva. Numerosos productos químicos y fármacos (tanto indus­
triales como terapéuticos) pueden causar lesiones y disfunción del 
corazón. La miocarditis inducida por clozapina es ilustrativa y se des­
cribe más abajo.
Otros factores físicos (p. ej., la radiación, el calorexcesivo) también 
pueden contribuir directamente a la lesión del miocardio. Este grupo 
de factores físicos se analiza en un suplemento en línea de este capítulo 
(«Additional Physical Agents of Myocarditis»).
Fármacos
El síndrome de hipersensibilidad inducida por fármacos puede afectar 
al corazón y asociarse a miocarditis. Generalmente, el síndrome apare­
ce en las 8 semanas siguientes después de empezar a tomar un nuevo 
fármaco, pero puede iniciarse en cualquier momento. Entre los fármacos 
más frecuentes se encuentran los antiepilépticos, los antimicrobianos, 
el alopurinol y las sulfonamidas. La dobutamina, que se utiliza mucho 
para el apoyo hemodinámico en pacientes con fallo 
cardíaco, puede asociarse a miocarditis eosinófila, y 
su administración debe suspenderse cuando aparece 
la eosinofilia o cuando se observa un descenso ines­
perado de la función del ventrículo izquierdo. En la 
presentación, las características pueden comprender 
erupción cutánea (a menos que el paciente esté com­
prometido inmunológicamente), fiebre y disfunción 
multiorgánica (como hepatitis, nefritis y miocarditis).
La afectación difusa del miocardio puede dar lugar a 
hipotensión sistémica y episodios tromboembólicos.
La RMC y la medición de los biomarcadores cardía­
cos pueden ayudar a identificar a los pacientes con 
afectación cardíaca. En la BEM puede demostrarse la 
presencia de eosinófilos, histiocitos, linfocitos, necrosis 
miocárdica y, ocasionalmente, granulomas y vasculitis.
La participación de miocardio es irregular, por lo que 
el diagnóstico definitivo se realiza solo cuando los 
resultados de la biopsia son positivos. Suspender 
los corticoesteroides y los fármacos suele resolver este 
síndrome, pero algunos pacientes pueden presentar un 
curso prolongado y recurrente.
La clozapina es un fármaco antipsicótico eficaz que 
se utiliza para tratar la esquizofrenia grave, resistente.
La miocarditis es un efecto secundario poco frecuente 
del tratamiento con clozapina, con una incidencia ini­
cial de entre el 0,01 y el 0,001%. Sin embargo, según 
las observaciones más recientes, la miocarditis afecta 
al 1-10% de los pacientes. Es posible que el aumento 
de la incidencia esté relacionado con una mayor con­
ciencia del riesgo. La miocarditis puede desarrollarse 
en cualquier momento durante el tratamiento, pero se 
presenta con más frecuencia dentro de los primeros 4 
días a 22 semanas después de su inicio. La incidencia 
máxima se produce aproximadamente a los 19-21 
días. Probablemente, la miocarditis relacionada con 
la clozapina es el resultado de una reacción de hiper­
sensibilidad. Puede acompañarse de eosinofilia, y se 
observa infiltración eosinófila en el material de biopsia 
del miocardio. La clozapina es también un compuesto 
anticolinérgico potente, y las concentraciones altas 
que se asocian a alteración del metabolismo de las 
enzimas CYP450 también podrían contribuir a los 
efectos cardíacos. Cuando existe evidencia clara de 
miocarditis en un paciente que está tomando este 
fármaco, está indicada la suspensión inmediata.29
PATOGENIA
Gran parte de los conocimientos actuales sobre la 
patogenia de la miocarditis deriva de modelos en 
ratones de la infección por enterovirus, en particular
el virus de Coxsackie B3, y de modelos en roedores de la miocarditis 
autoinmune.30 Los principios derivados de estos modelos se han aplicado 
a la miocarditis humana por diferentes causas.2 Sin embargo, este enfoque 
tiene limitaciones muy reconocidas.
Esta sección se centra principalmente en la información que se ha 
obtenido de la miocarditis inducida por el virus de Coxsackie a partir 
de modelos animales, porque el mismo virus puede causar tanto mio­
carditis humana como en los ratones. La patogenia de la miocarditis 
vírica puede dividirse en tres com ponentes principales: infección y 
replicación víricas, respuesta inmunológica (respuestas inmunitarias 
innata y adaptativa) y, por último, una fase de remodelación cardíaca 
(fig . 67-4).
Infección vírica
Los virus entran en el huésped a través de diversos lugares, como el sis­
tema gastrointestinal o el sistema respiratorio. El virus puede replicarse 
inicialmente en el huésped en órganos como el hígado, el bazo y el pán­
creas. Al final, el virus llega al corazón por diseminación a través de la 
sangre o de los vasos linfáticos. Los pasos comprenden la unión del virus a 
su receptor, la entrada del virus en la célula, la replicación del virus dentro 
de la célula afectada en el corazón y, para los virus líticos, la salida del
Lesion y respuesta inmunitaria innata
Recuperación o miocardiopatía persistente
FIGURA 67-4 Patogenia de la miocarditis. Los conocimientos actuales de la patogenia molecular y celular 
de la miocarditis autoinmunitaria y posvírica se basan únicamente en modelos animales. En estos modelos, la 
progresión de la lesión aguda a MCD crónica puede simplificarse en un proceso de tres etapas. La lesión aguda 
produce daños en el corazón, exposición a antígenos intracelulares, como la miosina cardíaca, y activación del 
sistema inmunitario innato. Durante semanas, la inmunidad específica mediada por linfocitos T y anticuerpos 
dirigidos contra epítopos patógenos y cardíacos endógenos produce inflamación intensa. En la mayoría de los 
pacientes, el patógeno se elimina y la reacción inmunitaria se regula hacia abajo, con mínimas secuelas. Sin 
embargo, en otros pacientes el virus no se elimina y sigue causando lesiones en los miocitos, y la inflamación 
específica del corazón puede persistir debido al reconocimiento erróneo de los antígenos cardíacos endógenos 
como entidades patógenas. CPA, célula presentadora de antígeno. (Reproducido a partir de Cooper LT: 
Myocarditis. N Engl J Med 360:1526, 2009.)
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--------». Rutas protectoras
--------► Rutas nocivas
FIGURA 67-5 Patogenia de la miocarditis vírica, como la causada por el virus de Coxsackie. El virus entra en la membrana 
celular a través de receptores de internalización del receptor Coxsackie-adenovírico (CAR), que a su vez pueden desencadenar 
cinasas asociadas al receptor, como p56lck, Fyn y Abl, para alterar el citoesqueleto de los miocitos del huésped y facilitar la 
entrada del virus. Los virus como el virus de Coxsackie B (VCB) pueden producir enzimas directamente, como la proteasa 2A, 
que puede desensamblar los componentes importantes del citoesqueleto, como el complejo distrofina-sarcoglucano, que da 
lugar a la remodelación y la destrucción de los miocitos. El acoplamiento del receptor también activa tirosina cinasas, que son 
importantes para la expansión clonal de los linfocitos T y la relación entre los sistemas inmunitarios innato y adquirido. El virus 
también activa la inmunidad innata mediante el acoplamiento a los receptores de tipo toll (TLR) a través de adaptadores como 
MyD88 y TRIF (dominio del receptor de tipo fo///interleucina-1 [IL-1], que contiene el adaptador de inducción del interferón 
|3). Por un lado, la activación y la translocación de NF-kB producen citocinas y desencadenan la inmunidad adquirida, como 
ia movilización de linfocitos T CD4+/CD8+. Por otro lado, esto puede atenuarse por la activación del IRF3 y la producción 
del interferón de tipo I (IFN). Este último puede ser protector a través de múltiples mecanismos, como la atenuación del 
virus. DAF, factor acelerador de la degradación (correceptor del VCB); IRAK, cinasa asociada al receptor de interleucina (una 
proteína de señalización en la ruta de la inmunidad innata); IRF, factor regulador del interferón.
virus de la célula para infectar otras células cardíacas. En el caso del virus 
de Coxsackie, el virus infecta los m iocitos cardíacos. Adem ás, los 
virus pueden infectar otras células del corazón, como ocurre con el PVB19, 
que se ha demostrado que infecta las células endotelialescardíacas y no 
se encuentra en los miocitos.12
Inicialmente, el virus se une a un receptor vírico, que al final da lugar 
a la internalización del virus (fig. 67-5). Este proceso comprende la 
entrada de las proteínas de la cápside del virus y del genoma. En el caso 
de los virus de Coxsackie y los adenovirus, el receptor es una molécula 
transmembrana, CAR, que se denomina así por los dos virus que lo 
utilizan como receptor (es decir, virus de Coxsackie y adenovirus).31 La 
eliminación genética del CAR en los miocitos cardíacos inhibe nota­
blemente la infección del corazón y el desarrollo de miocarditis.32 Ade­
más de intervenir el CAR, la interacción con el factor acelerador de la 
degradación (DAF), o CD55, también puede facilitar la infección por el 
virus de Coxsackie. El CAR actúa como un receptor tanto en las células 
humanas como de los ratones. Es una proteína de la unión estrecha en 
las células no cardíacas y se expresa en concentraciones elevadas en el 
disco intercalar de las células del miocardio. La entrada del virus a través 
del receptor activa un complejo de señalización que comprende p56lck, 
Abl y Fyn cinasa.31
Cuando el enterovirus entra en la célula, el ARN de cadena única, 
positiva, se libera de la cápside icosaédrica y se traduce utilizando los
mecanismos de traducción del huésped. 
El ARN vírico se traduce como una poli- 
proteína única, m onocistrónica, que 
después se escinde en sus péptidos 
independientes por la acción de las pro- 
teasas víricas 2A y 3C, o a través de un 
proceso de escisión autocatalítico para la 
división deVPO enVP2 yVP4. Esto hace 
que se generen la cápside y proteínas no 
estructurales, como una ARN polimerasa 
dependiente de ARN que es necesaria 
para la replicación del genoma del virus. 
Las otras proteínas no estructurales tam­
bién son necesarias para la replicación del 
ARN de cadena positiva a través de un 
intermediario de cadena negativa. Una 
vez que el número de proteínas de la cáp­
side del virus se ha amplificado y el ARN 
de cadena positiva se ha replicado, este 
es encapsidado dentro de las proteínas 
de la cápside vírica de nueva formación, 
VP1, VP2, VP3 yVP4. Después, el ARN 
del virus de Coxsackie B encapsidado se 
libera de la célula miocárdica mediante 
un proceso de lisis celular y alteración de 
la membrana del sarcolema.
Se conocen varios m ecanismos que 
afectan a la integridad de la membrana, 
que, a su vez, afectan a la liberación del 
virus replicado. Las células musculares 
dependen de la proteína del subsarcole- 
ma distrofina y de las proteínas asociadas 
en el complejo distrofina-glucoproteína 
para m an ten er la in teg rid ad de la 
membrana del sarcolema. La ausencia 
hereditaria de distrofina en la distrofia 
muscular de Duchenne, por ejemplo, 
causa disfunción del músculo cardíaco 
y esquelético. Se ha demostrado que en 
la miocarditis producida por enterovirus 
una de las proteínas no estructurales, la 
proteasa 2A, es capaz de escindir direc­
tam ente la distrofina, alterando así el 
complejo distrofina-glucoproteína. Esto 
altera la integridad de la membrana del 
sarcolema y facilita la liberación del virus 
de la célula miocárdica. Cuando no hay 
distrofina en el corazón de los ratones, 
como ocurre en la distrofia muscular de 
Duchenne, el virus de Coxsackie se libera 
de forma más eficaz desde el miocito para infectar las células adyacen­
tes.33 Las proteasas 2A y 3C pueden escindir otras proteínas del huésped 
que participan en el inicio de la traducción de las proteínas del huésped, 
la regulación de la apoptosis, la respuesta inmunitaria innata y el factor 
de respuesta sérico.34,35 Otros virus líticos utilizan mecanismos similares. 
Por ejemplo, el adenovirus expresa una proteinasa que escinde la proteína 
del citoesqueleto citoqueratina 18.
Generalmente, la activación de las respuestas inmunitarias innata y 
adaptativa, específica de antígeno, elimina o reduce mucho la replicación 
del virus dentro de la célula del huésped. Sin embargo, en algunos casos, 
el virus puede persistir dentro del miocardio. En consonancia con la 
presencia del genoma enterovírico en un subgrupo de pacientes con 
MCD, se cree que la persistencia del genoma podría contribuir a la 
remodelación continua que se produce en la MCD. La viabilidad de 
este concepto se ha demostrado en un modelo en ratones en el que la 
expresión específica cardíaca, de bajo grado, de un genoma enterovírico 
de replicación deficiente puede causar miocardiopatía. Sin embargo, 
generalmente se considera que la proporción de pacientes en los que 
el genoma enterovírico puede identificarse mediante PCR transcriptasa 
inversa (PCRti) o con técnicas de hibridación in situ es inferior al 10%. 
También se han detectado otros tipos de virus en las muestras de biop­
sias cardíacas de pacientes con MCD. Estos virus son PVB19, virus del 
herpes, citomegalovirus, el virus de la hepatitis C y otros.15 No es fácil
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diferenciar si la presencia del genoma vírico es causal o un hallazgo 
casual en la miocardiopatía. Por ejemplo, puede detectarse el genoma 
vírico del PVB19 en un alto porcentaje de pacientes, independientemente 
de si tienen miocardiopatía, pero los últimos datos indican que un gran 
número de copias del genoma del PVB19 es un factor importante para 
demostrar una relación probable de causa y efecto entre la infección por 
el PVB19 y la miocarditis o la MCD.
Inm un idad innata
La inm unidad innata es eficaz durante las prim eras etapas de la 
infección por el virus. Es un mecanismo de defensa independiente de 
antígeno que protege al huésped de una amplia gama de patógenos 
microbianos. La inmunidad innata se inicia en los primeros días de la 
infección por enterovirus y es el principal mecanismo inmunológico 
responsable de la inhibición de la infección vírica y de la replicación 
durante los primeros 4 -5 días después de la infección. Además de 
los mecanismos inmunológicos innatos en los órganos no cardíacos, 
también se activan respuestas inmunitarias innatas importantes en 
los m iocitos cardíacos .33 Uno de los ejem plos clásicos y m ejor des­
critos de la inmunidad innata es la activación de la señalización del 
interferón que se produce en la infección vírica. Las dos grandes clases 
de interferones utilizan diferentes receptores: los interferones de tipo
I se unen al receptor del IFN -a y son el interferón a y el interferón (3, 
mientras que el IFN - 7 es el único miembro del interferón de tipo II. 
Ambos tipos de interferones limitan eficazmente la replicación vírica 
cuando se añaden a células infectadas o cuando se administran a un 
ratón infectado con el virus de Coxsackie .33 La ausencia de receptores 
del interferón de tipo I o del receptor del interferón (3 se asocia a un 
aumento notable de la mortalidad, pero tiene m enos efecto sobre 
la replicación vírica temprana en el corazón. En los seres humanos, 
un grupo de investigadores ha demostrado que la administración de 
interferón (3 a los pacientes con miocarditis y positivos al virus produjo 
aclaramiento significativo o disminución de la carga vírica y mejoría 
de la función ventricular, y, en pacientes positivos para el enterovirus, 
puede mejorar la supervivencia.36
Receptores de t ip o to ll. La activación del receptor de tipo fo//(TLR) 
es uno de los mecanismos inmunológicos innatos más frecuente y que se 
inicia antes. Los receptores reconocen patrones moleculares asociados al 
patógeno que activan una defensa contra los patógenos invasores. Los 
TLR no tienen la alta especificidad que confieren los linfocitos T y B espe­
cíficos de antígeno y, por tanto, reaccionan más deprisa. La estimulación 
de los TLR por los ácidos ribonucleicos extraños, el ADN o las proteínas 
activa los mecanismos de señalización y de transcripción, lo que da lugar 
a un aum ento de los factores que regulan las citocinas y el in terferón 
que aumenta la expresión de interferonesy otras rutas de señalización 
antivíricos. La señalización del TLR utiliza moléculas adaptadoras y cinasas 
como MyD88 y las cinasas asociadas al receptor de interleucina (IRAK). 
Tanto TLR3 como TLR4 son abundantes en el miocardio. TLR3 reconoce 
el ARN de doble cadena, mientras que TLR7 y TLR8 pueden activarse por el 
ARN monocatenario. Tanto el ARN monocatenario como de doble cadena 
se generan como parte del ciclo de replicación del virus de Coxsackie. TLR4 
reconoce lipopolisacáridos bacterianos. Se ha observado que la alteración 
del TLR3 aumenta la cardiopatía provocada por el virus de la encefalomio- 
carditis en el ratón. Un efecto similar se observa en la infección por el CVB3. 
La alteración del TLR4 también aumenta la patogenia de la miocarditis 
inducida por el virus de Coxsackie B3.
Se ha demostrado que las moléculas que regulan hada abajo la señaliza­
ción de los TLR tienen un efecto significativo sobre la infección por el virus 
de Coxsackie B3. Una de las moléculas mejor estudiadas es la MyD88, que 
se une al TLR4 y a los TLR7 a TLR9 endosómicos. Cuando los ratones con 
desactivación genética (knockout) global de MyD88 están infectados, se 
observa una disminución notable de la susceptibilidad a la infección vírica, 
lo que indica que la ausencia de MyD88 confiere protección al huésped, 
posiblemente a través de la activación directa del IRF-3 y del interferón 
0.33 Existen otras respuestas inmunitarias innatas importantes en el con­
tro l de las fases iniciales de la infección vírica. Por ejemplo, la inhibición 
de la señalización de la glucoproteína 130 (gp130) por la expresión trans- 
génica del supresor de la señalización de la citodna (SOCS) 1 o 3 produce 
un marcado aumento de la susceptibilidad a la infección vírica. Además, 
recientemente se ha demostrado la importancia de las ARN helicasas en 
la activación de la inmunidad innata contra la infección vírica. El ARN de 
doble cadena puede ser reconocido por las ARN helicasas, la proteína 
inducida por el ácido retinoico (RIG-I) y el gen asociado a la diferenciación 
del melanoma 5 (MDA-5). Estas ARN helicasas pueden interactuar con 
la señalización antivírica m itocondria l (MAVS), activando las cascadas 
© de señalización que, al final, aumentan los interferones de tipo I.33,37 La
importancia de la MAVS después de la infección con virus ARN se confirmó 
en ratones MAVS-knockout33,37
Inm un idad adqu irida
La inmunidad adquirida se convierte en una manifestación destacada 
de la miocarditis vírica a partir de aproximadamente 4-5 días después de 
la infección vinca, aunque el valor máximo y el patrón de activación son 
variables. La respuesta inmunitaria adquirida es específica de antígeno, 
se dirige a un solo antígeno y está mediada por linfocitos T y B. Los 
linfodtos T se dirigen a las células infectadas y tratan de limitar la infección 
destruyendo la célula huésped a través de la secreción de citocinas o 
perforinas. Estas pueden contribuir a la muerte de la célula infectada a 
través de mecanismos de necrosis y/o apoptosis. Así, aunque los mecanis­
mos inmunológicos mediados por los linfocitos T son importantes para 
controlar y limitar la replicación del virus, también pueden tener efectos 
perjudiciales sobre el órgano infectado al estimular los mecanismos 
de muerte celular en el huésped. Por tanto, limitar adecuadamente los 
mecanismos inmunitarios de los linfodtos T y B podría reducir la lesión 
del corazón, pero es necesario equilibrar esta inhibición con la necesidad 
de impedir la replicación del virus.38
El proceso de la inmunidad adquirida se inicia cuando la región 
variable del receptor del linfocito T se une a péptidos con secuencias 
de aminoácidos específicas que se reconocen como extrañas para el 
huésped. Cuando interactúan con las células presentadoras de antígeno, 
como las células dendríticas, los linfocitos CD4+ pueden diferenciarse 
en un número de subgrupos de células efectoras diferentes, como los 
subtipos de linfocitos Thl yTh2 clásicos. Recientemente se han definido 
las células reguladoras d eT h l7 y T (Treg). Las citocinas en el microam- 
biente celular pueden controlar cómo se diferencian las células. En otro 
apartado se han revisado las cascadas de señalización celular precisas y 
el patrón de producción de dtodnas que se asodan a la diferenciación de 
estos subtipos de linfocitos T diferenciados.38 Es necesaria la regulación 
adecuada de los linfocitos T efectores para controlar las infecciones y, 
al mismo tiempo, evitar la destrucción inmunológica inapropiada del 
tejido del huésped, como las células del miocardio. La activación de los 
linfocitos T también conduce a la de los linfocitos B, lo que da lugar a 
la secreción de anticuerpos específicos de antígeno dirigidos contra el 
patógeno invasor. Después de la activación inicial, las células inmunita­
rias se expanden de forma clonal para atacar la fuente de antígeno, que 
podría incluir una proteína de recubrimiento vírica o, en algunos casos, 
proteínas de los miocitos cardíacos, como la miosina. Hay evidencias 
de que puede producirse una reacción cruzada con el huésped debido 
al «mimetismo molecular» entre el virus y el huésped. Los linfocitos 
Treg tienen funciones importantes para la supresión de las respuestas 
inmunitarias de los linfocitos T h l y Th2, y al principio se identificaron 
previamente como linfocitos T colaboradores. Se caracterizan por la 
expresión del factor de transcripción forkhead, Foxp3, y se definen como 
CD4+CD25+Foxp3+. El modelo clásico mantenía que el compromiso de 
los linfocitos CD4+ para los diferentes linajes efectores participaba en 
programas estables de la expresión génica, y que una vez diferenciadas 
m antenían el fenotipo efector, aunque se produjeran cambios en el 
microambiente. Sin embargo, este modelo ha evolucionado debido a la 
evidencia de que los linfocitos T CD4+ tienen un elemento de plasticidad 
y pueden alterar sus programas funcionales y, de esta manera, cambiar 
el equilibrio entre los linfocitos Treg y los linfocitos T productores de 
citocinas y el tipo de citocinas que producen.38 Esta plasticidad puede ser 
importante a medida que se desarrollen nuevas estrategias terapéuticas.
La activación de los linfocitos T depende mucho de una interacción 
con la cascada de señalización de la inmunidad innata. Por ejemplo, la 
señalización descendente del receptor del linfocito T utiliza p561ck. Es 
interesante señalar que se ha observado que el p561ck también se une 
al complejo receptor CAR-DAF y que esto interviene en la entrada del 
virus. Cuando se elimina p561ck genéticamente en ratones, la miocarditis 
típica se elimina casi totalmente, y no se produce mortalidad significativa 
después de la infección .39
Las alteraciones en cualquiera de los mecanismos patógenos que se 
acaban de describir podrían, en teoría, afectar a la susceptibilidad a la 
infección vírica. Por ejemplo, las alteraciones en el mecanismo de entrada 
y replicación del virus, los mecanismos de señalización de la inmunidad 
innata o adquirida, o la integridad de la membrana del sarcolema podrían 
afectar a la susceptibilidad para desarrollar miocarditis tras la exposición 
a un virus determinado. De hecho, se cree que la deficiencia de selenio 
puede aumentar la miocarditis, como se ha descrito en la provincia de 1 5 9 7
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Keshan, en China. Cuando se previno la deficiencia de selenio, la inci­
dencia de miocarditis y de MCD disminuyó. Por otra parte, la deficiencia 
de selenio en ratones también aumentó la susceptibilidad a la miocarditis 
enterovírica.41’ Sin embargo, aún falta mucho para comprender todos los 
mecanismos que afectan a la susceptibilidad a la miocarditis en los seres 
humanos.
Rem odelación cardíaca
La remodelación del corazón después de una lesión cardíaca (v. tam­
bién capítulo 22) puede afectarsignificativamente a su estructura y 
su función, y el grado de esta remodelación puede marcar la diferencia 
entre la curación adecuada y el desarrollo de MCD. El virus puede entrar 
directamente en las células endoteliales y los miocitos y, posteriormen­
te, a través de interacciones intracelulares con las rutas de señalización 
y de síntesis de proteínas del huésped, puede realizar cambios que 
producen muerte celular directa o hipertrofia. El virus también puede 
modificar el citoesqueleto de los miocitos, como se ha mencionado más 
arriba, causando MCD. Los procesos inflamatorios que se han descrito 
antes para la inmunidad tanto innata como adquirida pueden conducir 
a la liberación de citocinas y la activación de metaloproteinasas de la 
matriz, que digieren la estructura intersticial de colágeno y elastina del 
corazón (v. capítulo 22).
S ÍN D R O M E S CLÍN ICO S
La miocarditis puede presentarse clínicamente de muy diversas formas, lo 
que contribuye a las dificultades para hacer el diagnóstico y la clasificación. 
El cuadro clínico puede consistir en anomalías electrocardiográficas o eco­
cardiográficas asintomáticas, o puede incluir signos y síntomas de dolor 
torácico, disfundón cardíaca, arritmias o insuficiencia cardíaca, y/o colapso 
hemodinámico. Se han observado alteraciones electrocardiográficas o 
ecocardiográficas transitorias con frecuencia durante los brotes víricos 
comunitarios o las epidemias de gripe, pero la mayoría de los pacientes 
permanecen asintomáticos desde el punto de vista cardíaco y tienen pocas 
secuelas a largo plazo. El dolor torádco de la miocarditis puede parecerse 
a la angina típica y acompañarse de cambios en el ECG, como elevación 
del segmento ST. El vasoespasmo coronario, que se demuestra utilizando 
una infusión intracoronaria de acetilcolina, es una de las causas del dolor 
torácico en los pacientes con signos clínicos de miocarditis en ausencia de 
ateroesclerosis coronaria significativa.41 El dolor también puede imitar el 
de la pericarditis, lo que indica inflamación epicárdica con afectación del 
pericardio adyacente. Generalmente, el resultado de la miopericarditis es 
bueno; en cuatro series de casos publicadas (N = 128) solo se produjeron 
dos muertes súbitas (tabla 67-4).
En un suplemento en línea de este capítulo («Specific Clinical Presen­
tations of Myocarditis») se ofrece más información sobre los síndromes 
clínicos.
Típicamente, la miocarditis tiene una distribución bimodal en términos 
de edad en la población, la presentación aguda es más frecuente en los 
niños pequeños y los adolescentes. Por el contrario, los síntomas en la 
presentación son más sutiles e insidiosos, muchas veces con MCD e 
insuficiencia cardíaca, en la población de edad avanzada. Es probable 
que la diferencia de la presentación esté relacionada con la madurez del 
sistema inmunitario, por lo que los jóvenes tienden a desarrollar una res­
puesta exuberante a la exposición inicial a un antígeno provocador. Por 
el contrario, las personas mayores habrían desarrollado un mayor grado
de tolerancia y muestran una respuesta inflamatoria crónica solo a la 
presencia crónica de un antígeno extraño o con un sistema inmunitario 
mal regulado que predispone a la autoinmunidad. Probablemente, la 
miocarditis es responsable del 10 al 50% de los casos de MCD idiopá­
tica de nueva aparición, una tasa que varía en función de los criterios 
utilizados para el diagnóstico. La miocarditis vírica se ha asociado a la 
insuficiencia cardíaca causada por disfunción tanto sistólica como dias­
tólica aislada.42
La presentación de la miocarditis varía según la causa. Por ejemplo, 
el PVB19 suele causar dolor torácico debido a la disfunción endotelial, 
mientras que las arritmias ventriculares y el bloqueo cardíaco son más 
frecuentes en la miocarditis de células gigantes (MCG).42 Los hallazgos 
asociados de la exploración física apuntan a las causas específicas de 
la miocarditis. La dilatación de los ganglios linfáticos con adenopatía 
hiliar en las radiografías torácicas puede indicar sarcoidosis sistémica. 
Una erupción maculopapular, pruriginosa, con aumento del recuento de 
eosinófilos, indica una reacción de hipersensibilidad a fármacos o toxinas. 
Los pacientes que se presentan con MCD complicada por taquicardia ven­
tricular sostenida o sintomática o bloqueo cardíaco de alto grado tienen 
riesgo elevado de MCG o sarcoidosis cardíaca. Un estudio de 72 pacientes 
finlandeses jóvenes con bloqueo auriculoventricular inicialmente inex­
plicable reveló que el 25% tenía sarcoidosis cardíaca (19%) o MCG (6%). 
De estos 18 pacientes, 7 (39%) sufrieron taquicardia ventricular o muerte 
cardíaca, o necesitaron un trasplante durante un período de seguimiento 
promedio de 48 meses43 (fig. 67-6). Un estudio prospectivo de 12 padentes 
con MCG confirmada en la biopsia reveló que el 25% de los padentes con 
una miocardiopatía de menos de 6 meses de duradón, que no respon­
dió a la atención habitual o se complicó por taquicardia ventricular o 
bloqueo cardíaco de alto grado, tenían MCG.44 En los pacientes que no 
se recuperan de un episodio agudo de miocarditis, la persistencia de la 
disfunción del ventrículo izquierdo puede deberse, aveces, a la activación
SEGUIMIENTO (meses)
FIG URA 67-6 C urvas de Kaplan-Meier para la supervivencia libre de episodios 
cardíacos adversos mayores (muerte cardíaca, trasplante cardíaco, fibrilación ventricular 
o taquicardia ventricular sostenida tratada) en pacientes con marcapasos implantados 
para el bloqueo auriculoventricular (AV), con bloqueo auriculoventricular o idiopático 
mantenido debido a sarcoidosis cardíaca (SC) o MCG. (Tomado de Kandolin R, Lehtonen 
J, Kupari M: Cardiac sarcoidosis and giant cell myocarditis as causes o f atrioventricular 
block in young and middle-aged adults. Circ Arrhythm Electrophysiol 4:303, 2011.)
TA B L A 6 7 -4 Resultado de la m iopericarditis y la perim iocarditis en series clínicas recientes
ESTUDIO ESCENARIO TROPONINA (MÁXIMO) SEGUIMIENTO MORTALIDAD I
Imazio et al., 2008 Miopericarditis/adultos 
(40 pacientes)
Tnl: 7,7 ±6 ,7 (xg/l (1,5-22,5) 12 meses 0%; normalización de parámetros en el 
97,5%
Machado et al., 2010 Miopericarditis/adultos 
(14 pacientes)
Tnl: 7,3 |xg/l (4,4-10,2) 20 meses 21,4%
Kobayashi et al., 2012 Miopericarditis/pediátrica 
(12 pacientes)
Tnl: 4,75 jxg/l (1,35-9,72) 2 meses (de 2 semanas 
a 3 años)
0%; función y FEVI normales
Buiatti et al., 2012 Perimiocarditis/adultos 
(62 pacientes)
Tnl: 10,5 ± 1 7 |xg/l 4,5 ± 0,8 años 0%; normalización de las características 
ecográficas en el 100%
FEVI, fracción de eyección del ventrículo izquierdo; Tnl, troponina I.
1598 Modificado de Imazio M, Cooper LT: Management o f myopericarditis. Expert Rev Cardiovasc Ther 11:193, 2013.
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inmunitaria continua o a miocarditis crónica.1 Se ha postulado que el que 
no se pueda eliminar el virus del corazón es la base de algunos casos de 
insuficiencia cardíaca persistente.45 El reconocimiento de proteínas endó­
genas, como la miosina cardíaca, como «extrañas» puede contribuir a la 
inflamación continua, incluso después de eliminarse el virus con éxito.46,47 
En la práctica clínica, la distinción entre una MCD no inflamatoria y una 
MCD inflamatoria crónica con o sin infección vírica requiere una BEM. 
Como se analiza más abajo, la falta de datos procedentes de estudios a 
gran escala positivos que apoyen la inmunodepresión o el tratamiento 
antivírico limita actualmente la aplicación de la BEM en este entorno.
ABO RDA JES D IA G N Ó ST ICO S
Tradicionalmente, el diagnóstico de la miocarditis ha requerido un 
diagnóstico histológico de acuerdo con los criterios de Dallas clásicos. 
Sin embargo, debido a la baja sensibilidad por la naturaleza irregular 
de los infiltrados inflamatorios en el miocardio y a la reticencia de los 
médicos a realizar una prueba de diagnóstico invasiva, la miocarditis 
está muy

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