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Enfermedades del recto y del ano ENFERMEDADES DEL RECTO Y DEL ANO F. X. González Argenté CONSIDERACIONES GENERALES La región anorrectal ejerce dos funciones básicas: regular la continencia y favorecer la defecación. En condiciones de reposo, el canal anal se mantiene permanentemente cerrado por la acción tónica de la mus- culatura esfinteriana que lo circunda y establece una «barrera presiva» con respecto al recto de 50-100 mm Hg. La defecación consiste en un complejo fenómeno que integra varios mecanismos bajo el control del sistema nervioso. La defecación se inicia tras la llegada de heces al recto. La distensión rectal que provoca produce un aumento de la presión intraluminal que estimula los receptores ubicados en su pared y en los músculos del suelo pélvico, y es interpretada como un deseo consciente de defecar. La distensión rectal desencadena el llamado reflejo rectoanal inhibitorio que consiste en la relajación del esfínter anal interno (EAI), con lo que se produce la apertura del canal anal superior. Este mecanismo permite la exposición del material intra- rrectal con la mucosa anal que, con una alta sensibilidad, es capaz de discriminar las características físico-químicas (gases, sólidos, líquidos). Este mecanismo, llamado de muestra, se asocia a la contracción rápida de la musculatura estriada, que mantiene cerradas las zonas media y distal del canal anal, y evita el escape. A partir de aquí, pueden producirse dos situaciones: 1. Si las condiciones sociales no son propicias para la defecación y esta es diferida, el individuo contrae voluntariamente la musculatura estriada del esfínter anal externo (EAE) para permitir que el recto se adapte a su contenido dadas sus propiedades de acomodación (distensibilidad rectal), con lo que se produce la recuperación de la contracción del EAI. 2. Si se decide la defecación, el individuo adopta la posición de senta- do o cuclillas, con lo que se abre el ángulo anorrectal. Se produce un aumento de forma consciente de la presión intraabdominal y la intrarrectal. Como consecuencia se produce un descenso del suelo pélvico y el contenido rectal es expulsado por transmisión directa de la presión abdominal previa relajación del suelo pélvico (EAI, EAE y el músculo puborrectalis), con lo que puede producirse la defecación sin esfuerzo. La posterior contracción del EAE y el puborrectalis restaura el tono del EAI y cierra el canal anal. Todos estos movimientos son complejos y están sometidos a mecanismos sensitivo-motores voluntarios y reflejos, así como a factores sociales de aprendizaje. La exploración física de la región anorrectal junto con una adecua- da anamnesis dirigida permite llegar a una orientación diagnóstica correcta en un gran porcentaje de pacientes sin necesidad de recurrir a exploraciones complementarias. EXPLORACIÓN DE LA REGIÓN ANORRECTAL La región anorrectal es fácilmente accesible al estudio morfológico mediante la inspección anal, el tacto rectal y la exploración instrumen- tal. La posición del paciente debe ser aquella en que el médico esté más familiarizado, pero es recomendable la posición lateral de Sims o la genupectoral. Consistirá en inspección, palpación, tacto rectal, anuscopia o rectosigmoidoscopia. ■ INSPECCIÓN ANAL Y PALPACIÓN La piel perianal y el ano deben observarse con una luz potente. Se separarán las nalgas con suavidad, tanto en reposo como durante el esfuerzo defecatorio. Así, será posible descubrir lesiones dermatológi- cas, cicatrices, orificios fistulosos, fisuras, hemorroides, tumores, etc. También puede obtenerse información neurológica de la zona, ya que la tos y la estimulación perianal producen una contracción refleja de la musculatura estriada que puede estar abolida en diferentes neuropatías. Generalmente, la existencia de descenso perineal, prolapso mucoso rectal, rectocele o cistocele se logran observar mejor si el paciente realiza una maniobra de esfuerzo defecatorio o Valsalva en cuclillas o en el aseo. Con la palpación perianal se pueden explorar zonas induradas, dolorosas, trayectos fistulosos o sospechar una sección de cabos esfinterianos. ■ TACTO RECTAL Debe efectuarse con el dedo índice enguantado y bien lubricado, después de explicar la exploración al paciente. El dedo se introduce lentamente, apoyado en la comisura anterior del margen anal. Se debe revisar de modo sistemático el canal anal circunferencialmen- te, la mucosa rectal y las estructuras perirrectales. Se puede obtener información acerca del tono esfinteriano en reposo y tras contracción voluntaria, así como de la existencia de anomalías estructurales (este- nosis, fístulas, abscesos, tumores, etc.) y de las características de las heces (sangre, moco, pus, fecalomas). ■ ANUSCOPIA Permite el examen visual de los últimos 10 cm del recto y del canal anal. La introducción debe ser suave y siempre con el obturador bien lubricado. Es el procedimiento más útil para el diagnóstico de los procesos no funcionales del canal anal. En la mayoría de los casos es posible el diagnóstico de úlceras rectales y tumores distales del recto. Se debe asociar, si es necesario, a la toma de biopsias y maniobras instrumentales sencillas (en trayectos fistulosos, esfuerzo defecatorio, existencia de prolapso mucoso, etc.). ■ RECTOSIGMOIDOSCOPIA RÍGIDA Es una de las técnicas de mayor valor en la patología anorrectal. Se puede llegar a examinar hasta unos 20-25 cm del margen anal externo; nunca se debe hacer progresar sin tener visión directa. Se comple- menta con la práctica de biopsias, toma de muestras para cultivo e instrumentación terapéutica. Permite el estudio meticuloso de todo el recto y su práctica es útil sobre todo para el diagnóstico de neoplasias y proctosigmoiditis. ■ EXPLORACIÓN COMPLEMENTARIA MORFOLÓGICA Y FUNCIONAL Dicho estudio incluye una serie de pruebas musculares y neurológicas específicas que ayudan a diferenciar las posibles causas de la enfer- medad y a plantear un tratamiento dirigido. Existen varias técnicas que investigan la dinámica sensitivo-motora anorrectal y permiten diagnosticar, valorar y/o tratar alteraciones funcionales del recto y del ano que pueden producir incontinencia, estreñimiento o molestias de la región anorrectal. ■ MANOMETRÍA ANORRECTAL La manometría permite objetivar las presiones generadas por los esfín- teres anales en reposo y en contracción voluntaria, lo que permite analizar los componentes liso y estriado del complejo esfinteriano, la longitud de la zona presiva, la sensibilidad rectal a la distensión, la distensibilidad o compliance rectal, y la presencia o ausencia del reflejo rectoanal inhibitorio. El canal anal está rodeado por un EAI, compues- to de músculo liso, que produce una contracción tónica mantenida Enfermedades del aparato digestivo continuamente a excepción de breves relajaciones episódicas. A su alrededor se encuentra el EAE, músculo estriado que permite realizar en momentos críticos una contracción voluntaria adicional. Para valorar los esfínteres se mide la presión en distintos puntos del canal anal desde el recto hasta el margen anal, primero en reposo, para valorar el tono del EAI, y luego, tras pedir al paciente que realice una contracción voluntaria, para valorar la función del EAE. Es un método útil para la diferenciación de las diversas alteraciones motoras causantes de incontinencia anal y estreñimiento distal. Al final de la exploración se realiza el estudio de la sensibilidad rectal mediante instilación de volúmenes crecientes de suero para distender un balón intrarrectal y, posteriormente, la prueba de la expulsión del balón que valora la capacidad expulsiva de los pacientes con estreñimiento distal. Mediante el equipo de manometría también se puede realizar proce- dimiento de biofeedback para la reeducación esfinteriana en diferentes trastornos anorrectales. ■ PRUEBAS ELECTROFISIOLÓGICAS La electromiografía permiteel registro de la actividad eléctrica de la mus- culatura esfinteriana estriada, mientras que el tiempo de latencia del ner- vio pudendo proporciona información cuantitativa sobre el daño del nervio pudendo. Ambas técnicas permiten evaluar la integridad del sis- tema neuromuscular, sobre todo en estudios de incontinencia, y orienta hacia la etiología y localización de una lesión muscular o nerviosa. ■ DEFECOGRAFÍA La maniobra defecatoria se puede registrar mediante videorradiología. Se trata de la valoración radiológica dinámica del vaciamiento rectal. La indicación principal de esta prueba radiológica es el estudio dinámico de las entidades que intervienen en la patología del suelo de la pelvis, como rectocele, enterocele, prolapso rectal completo o de mucosa y, en general, el estudio del estreñimiento de causa distal. La defecografía proporciona imágenes anatómicas, pero tiene poca utilidad clínica si la interpretación no se correlaciona adecuadamente con la valoración funcional. ■ ULTRASONOGRAFÍA INTRAANAL E INTRARRECTAL Es de gran importancia como método diagnóstico. Mediante un trans- ductor ultrasonográfico de 360°, permite obtener imágenes circun- ferenciales de las estructuras anatómicas del canal anal, EAI, EAE y músculo puborrectal, con suficiente nitidez para evaluar lesiones estructurales, así como trayectos fistulosos o abscesos. La ultrasono- grafía del canal anal es fundamental para valorar la integridad anató- mica de los esfínteres en los estudios de incontinencia por lesiones esfinterianas no sospechadas en mujeres con antecedentes obstétricos y en pacientes con antecedentes de cirugía proctológica. Hace posible cuantificar los grados de separación de los cabos esfinterianos y permite una valoración postoperatoria de la integridad de la reparación. Está indicada en pacientes con incontinencia anal, sospecha de colecciones de canal anal y pacientes con dolor anal no filiado. La ultrasonografía rectal se realiza mediante el transductor situado en el recto, con el fin de ver las diferentes capas de la pared rectal. Está indicada, fundamentalmente, en el estudio de extensión en pacientes con neoplasia de recto. Facilita el conocimiento del nivel de invasión de la pared rectal, la afección de órganos adyacentes, la localización de adenopatías perirrectales (75%) y la detección precoz de recidivas tras su resección. Esta técnica, junto con la RM, permite identificar a los pacientes con cáncer de recto que se beneficiarán de la radioterapia preoperatoria y establecer un patrón morfológico previo al tratamiento que es útil para valorar las modificaciones del tumor tras la radiación. ENFERMEDADES ANALES BENIGNAS ■ ENFERMEDAD HEMORROIDAL Concepto, clasificación y etiología Las hemorroides son estructuras anatómicas normales que recubren el canal anal. Forman unas almohadillas vasculares compuestas por arteriolas, venas, músculo liso, tejido conectivo y elástico recubiertas por mucosa y submucosa. Su función consiste en permitir el cierre hermético del canal anal. En condiciones de reposo, las hemorroides actúan como una válvula de cierre y contribuyen a la continencia, sobre todo de gases y líquidos. Se distribuyen circunferencialmente a lo largo del canal anal y están situadas en tres posiciones primarias: anterior derecha, posterior derecha y lateral izquierda, aunque también pueden existir entre ellas complejos hemorroidales secundarios. La enfermedad hemorroidal surge cuando los plexos hemorroidales aumentan de tamaño, originan manifestaciones clínicas y pueden prolapsarse a través del canal anal. El crecimiento del plexo hemo- rroidal superior origina las hemorroides internas, que se sitúan por encima de la línea dentada, se hallan recubiertas por mucosa y epitelio columnar. El crecimiento del plexo hemorroidal inferior da lugar a las hemorroides externas, que se localizan por debajo de la mencionada línea y están recubiertas por epitelio escamoso, anodermo o piel; la combinación de ambos tipos de hemorroides constituye las denomina- das hemorroides mixtas y es posible como consecuencia de la existencia de anastomosis libres entre los dos plexos hemorroidales (fig. 1 A). A su vez, las hemorroides internas se clasifican en cuatro grados basados en su prolapso: 1) hemorroides de primer grado, cuando se proyecta algo sobre la luz del canal anal; 2) hemorroides de segundo grado, que se prolapsan a través del canal anal durante la defecación pero se reducen de forma espontánea; 3) hemorroides de tercer grado, cuando el prolapso requiere reducción manual, y 4) hemorroides de cuarto grado, si son irreducibles. Representación esquemática de algunas alteraciones anorrectales. A. Hemorroides: hemorroide interna (1), hemorroide interna prolapsada (2) y hemorroide externa trombosada (3). B. Abscesos anorrectales y principales vías de propagación: absceso perianal (1), absceso interesfinteriano (2), absceso submucoso (3), absceso pelvirrectal o del espacio supraelevador (4) y absceso isquiorrectal (5). C. Fístula interesfinteriana. D. Fístula transesfinteriana. E. Fístula supraesfinteriana. F. Fístula extraesfinteriana. ME: músculo elevador; MPR: músculo puborrectal. Los factores que determinan el crecimiento de las hemorroides y su prolapso no se conocen con exactitud, pero pueden participar aque- llos que favorecen un debilitamiento de los mecanismos de anclaje (estroma fibroelástico y músculo liso) y/o un incremento de la presión en el interior de aquellas. Así, se postulan como predisponentes el estreñimiento, el esfuerzo defecatorio intenso y crónico, el permanecer sentado prolongadamente en el sanitario, la diarrea, las condiciones que aumentan la presión intraabdominal (embarazo, ascitis y lesiones pélvicas ocupantes de espacio) y la historia familiar de enfermedad hemorroidal. La hipertensión portal no parece ser un factor importan- te, aunque los pacientes con este trastorno pueden desarrollar varices rectales que se sitúan varios centímetros por encima de la línea dentada, proximalmente a las hemorroides internas. Cuadro clínico y diagnóstico Tradicionalmente se atribuye a las hemorroides cinco manifestaciones clínicas: rectorragias, prolapso, prurito, ensuciamiento y dolor. La hemorragia puede estar presente en todos los grados hemorroidales, suele aparecer en relación con la defecación y su intensidad es variable. La sangre es roja y brillante e inmediatamente después de la defeca- ción. Cuando tiene un carácter crónico puede ocasionar la aparición de una anemia ferropénica. Aunque las hemorroides internas son la causa más frecuente de hemorragia anorrectal, la presencia de este signo no debe atribuirse a hemorroides hasta que se descarten otras causas de rectorragias (en particular, neoplásicas e inflamatorias). Por ello se aconseja realizar una colonoscopia diagnóstica a todo paciente que acuda por rectorragia, en especial, si existen factores de riesgo de cáncer. El prolapso hemorroidal suele ser el síntoma que motiva la consulta en pacientes que sufren hemorroides de tercer y cuarto grado. Su presencia suele asociarse a otros síntomas como malestar perianal, prurito anal o manchado mucoso. El prolapso hemorroidal debe diferenciarse del prolapso mucoso, el prolapso rectal completo, los colgajos cutáneos anales (repliegues cutáneos perianales que suelen ser secuelas de hemorroides externas trombosadas) o la hipertrofia de las papilas anales. El dolor no suele ser un síntoma frecuente de hemorroides internas, salvo si se produce una crisis hemorroidal aguda. Por este motivo, su presencia obliga a descartar otras altera- ciones anales coexistentes, como fisura anal, abscesos y fístulas anales, coccigodinia, infección herpética u otras lesiones dermatológicas que cursen con fisuras o ulceraciones. El dolor anal es intenso cuando las hemorroides sufren una crisis aguda, dondepuede observarse prolapso hemorroidal, signos inflamatorios, presencia de trombosis e, incluso, ulceraciones. La presentación clínica habitual de las hemorroides externas es la trom- bosis hemorroidal, que se caracteriza por la aparición repentina de dolor anal constante, agravado por la defecación, alcanza su máxima intensidad a los 2 o 3 días y desaparece de forma progresiva en 1 sema- na, aproximadamente. La inspección anal demuestra la presencia en el margen anal, por debajo de la línea dentada, de uno o varios nódulos subcutáneos, dolorosos, de coloración azulada, que se corresponden a coágulos intravasculares y que están recubiertos de piel edematosa, en ocasiones ulcerada por la salida parcial de un trombo. Tratamiento El tratamiento de las hemorroides internas sintomáticas varía de acuer- do con su grado evolutivo e incluye medidas conservadoras (dieta y modificación del estilo de vida), instrumentales o quirúrgicas. La recomendación más extendida para el tratamiento médico de las hemorroides internas es el consumo de una dieta abundante en fibra dirigida a reducir la consistencia fecal y el esfuerzo defecatorio; puede ser suplementada con agentes formadores de bolo fecal. Esta medida suele ser suficiente en las hemorroides de primer grado y en las de segundo grado de menor tamaño. Otras medidas, como los baños de asiento, el uso tópico de analgésicos o corticoides y el control de la diarrea, pueden proporcionar una mejoría del dolor y prurito al reducir la inflamación. La administración oral de fracción flavonoica purificada y micronizada (diosmina, 90%, más hesperidi- na, 10%) mejora el tono venoso y el drenaje linfático, y normaliza la Enfermedades del recto y del ano permeabilidad capilar; puede ser empleada con seguridad en las fases avanzadas del embarazo. Los tratamientos instrumentales están fundamentados en reforzar los mecanismos de sujeción para promover la inflamación y posterior fibrosis del tejido hemorroidal, con la correspondiente fijación de este al tejido muscular subyacente. Los «métodos de fijación» actualmente más utilizados son: esclerosis hemorroidal para las hemorroides de primer y segundo grado y ligadura con bandas elásticas para las hemo-rroides de segundo y tercer grado. El tratamiento quirúrgico se reserva para los pacientes con hemorroides de tercer y cuarto grado que no hayan respondido al tratamiento conservador. Puede realizarse una hemorroidectomía, que consiste en la escisión del tejido hemorroidal, o una hemorroidopexia, cuya finalidad no es la resección del tejido hemorroidal sino la exéresis de parte del prolapso mucoso y la fijación del mismo en el interior del canal anal mediante un dispositivo de autosutura. La trombosis hemorroidal externa, cuando produzca importante sinto- matología dolorosa y necrosis tisular, puede tratarse mediante hemo- rroidectomía, aunque el tratamiento suele ser médico, ya que la mayo- ría se resuelve espontáneamente en una semana con la administración de analgésicos, la reducción de la consistencia fecal y la aplicación de baños de asiento con agua templada. No se aconseja la apertura de las hemorroides y la extracción del coágulo. ■ SINUS PILONIDAL Es un proceso frecuente caracterizado por la presencia de inclusiones epidérmicas en la dermis del pliegue interglúteo, en la línea media posterior de la región sacra. Se acepta su origen adquirido por la obs- trucción de un folículo piloso o la inclusión de pelos y la posterior reacción inflamatoria-infecciosa a cuerpo extraño. Acostumbra a ser asintomático hasta que se infecta y desarrolla abscesos que fistulizan por la línea media o por continuidad. Hay que realizar el diagnóstico diferencial con otras patologías perianales, como el absceso perianal o la fístula perianal. El tratamiento es quirúrgico. En caso de absceso se realiza un tratamien- to urgente que incluye el desbridamiento y drenaje. En una segunda fase se realiza el tratamiento electivo, que consiste en una escisión y cierre primario o bien una marsupialización. ■ HIDROSADENITIS PERINEAL La hidrosadenitis es una infección crónica de la piel y del tejido celular subcutáneo que tiene su origen en las glándulas sudoríparas apo- crinas, las cuales se concentran a partir de la pubertad en las axilas, las ingles y el periné. La enfermedad se origina por la obstrucción de estas glándulas con sobreinfección de las secreciones acumuladas. El tratamiento médico con antisépticos locales y antibioticoterapia sis- témica puede controlar las crisis agudas, pero el tratamiento definitivo es quirúrgico con escisiones en bloque seguidas de cicatrización por segunda intención o de reconstrucciones a base de colgajos o injertos. ■ PRURITO ANAL El prurito anal es un síntoma frecuente (1%-5% de la población) caracterizado por crisis, fundamentalmente nocturnas, de picor o quemazón en la región anal y perianal. Es más frecuente que se presente en varones y su origen suele ser multifactorial, por lo que el estudio sistemático es de gran importancia. La región perineal posee una elevada densidad de receptores para el picor y de glándulas sudo- ríparas (exocrinas y apocrinas) y, dada su localización profunda en la hendidura interglútea, puede considerarse un área cerrada con una temperatura, una humedad y un pH superiores a los del resto de la superficie corporal, en donde se acumulan con facilidad restos orgánicos, moco rectal y sudor. Estos factores actúan por irritación de la zona o por estímulo directo sobre los receptores sensitivos que han sido identificados como fibras amielínicas de tipo C. Existen multitud de procesos que pueden provocar prurito anal (cuadro 1). No obs- tante, en el 50% de los casos es idiopático; en estos pacientes, en los que no es posible identificar una causa, el prurito puede estar causado por alteraciones psicológicas o por episodios menores de incontinencia de heces o moco. ENFERMEDADES ANORRECTALES Hemorroides, colgajos cutáneos anales, prolapso rectal, incontinencia anal, fístula y fisura anales, criptitis y papilitis, proctitis, carcinoma anal, adenoma velloso, lesiones anales premalignas (enfermedad de Bowen, enfermedad de Paget), carcinoma rectal INFECCIONES E INFESTACIONES Bacterias (Staphylococcus aureus, Corynebacterium minutissimum), virus (Molluscum contagiosum, condiloma acuminado, herpes simple, herpes zóster), hongos (candidiasis), parasitosis (parásitos intestinales, Pediculus pubis, sarna), infecciones genitourinarias (herpes anogenital, gonococia, sífilis secundaria) CAUSAS YATRÓGENAS Antibióticos orales (tetraciclina, eritromicina, lincomicina), laxantes (parafina), productos locales (ungüentos, desodorantes, polvos, jabones, supositorios, anestésicos tópicos, glucocorticoides tópicos, lanolina) ENFERMEDADES DERMATOLÓGICAS Psoriasis, eccema atópico, dermatitis seborreica, liquen plano, dermatitis atrófica, dermatitis de contacto Enfermedades sistémicas Diabetes mellitus, uremia, ictericia colestásica OTRAS CAUSAS Higiene insuficiente o excesiva, aumento de la temperatura y la humedad (ropa ajustada, clima caluroso, obesidad, ejercicio físico), dieta (café, té, chocolate, colas, leche, cerveza, vino, cítricos, tomates) Enfermedades del aparato digestivo Principales causas de prurito anal El prurito suele localizarse en la zona perianal y su rafe medio, aunque a veces puede extenderse a toda la región perineal y afectar al escroto o a la vulva. Es de naturaleza cíclica, con intervalos asintomáticos que pueden ser prolongados. Su predominio nocturno se debe a que el aumento de la temperatura perineal que se produce durante la permanencia en la cama disminuye el umbral sensitivo para el picor. El prurito puede llegar a ser muy intenso, lo que origina la aparición de un círculo vicioso de picor-lesiones por rascado (con o sin infección sobreañadida) con aumento de picor; en general, el prurito intenso sue-le ser de origen psicógeno, mientras que el moderado es más indicativo de la etiología orgánica. Las formas más intensas de prurito determinan la aparición de insomnio y, como consecuencia, ansiedad o depresión. El diagnóstico requiere descartar todas las causas de prurito mediante una cuidadosa anamnesis, una exploración clínica general y especial de la región anal y perineal, determinaciones analíticas apropiadas (es importante descartar la presencia de diabetes mellitus o insuficiencia renal crónica), exámenes microbiológicos (cultivo de exudados y coprocultivo en busca de parásitos) y la práctica de una rectosigmoi- doscopia. En las mujeres se debe realizar una exploración básica de la vulva y de la vagina, ya que hay infecciones que, por continuidad, pueden ocasionar prurito. Entre las pruebas complementarias pueden ayudar el cultivo de exudados, la citología y el cultivo de raspados de lesiones cutáneas. Debe valorarse la realización de una interconsulta dermatológica y la biopsia de las lesiones anales identificadas. El tratamiento debe dirigirse en primer lugar a eliminar cualquier causa que se haya identificado (infecciones, dermatosis o agentes irritantes). Además, deben tratarse los síntomas agudos para detener el círculo vicioso del picor-lesiones por rascado-picor, mediante las siguientes recomendaciones terapéuticas: a) tranquilizar al paciente y mantener una higiene anal adecuada; b) suspender los antibióticos, agentes tópicos o laxantes que esté utilizando, así como cualquier alimento o bebida que pueda desencadenar la sintomatología (el café está fre- cuentemente involucrado); c) evitar la utilización de prendas de vestir muy ajustadas o abrigadas para impedir el aumento excesivo de la temperatura perineal y evitar las lesiones por rascado; d) mantener el área perineal limpia y seca mediante baños de asiento varias veces al día (sobre todo tras la defecación y no usar papel higiénico; se utilizará jabón simple y agua o con una solución de permanganato potásico al 1:8000 si existe excesiva humedad perineal, seguido de un secado cuidadoso de la zona); e) el uso de glucocorticoides tópicos debe limitarse a situaciones en las que exista un claro componente inflamatorio crónico, aunque debe evitarse el uso prolongado, ya que puede empeorar la sintomatología al originar atrofia cutánea (es posible emplear acetato de triamcinolona al 0,5% durante 2 o 3 semanas), y f ) la inyección intradérmica de azul de metileno, que produce una destrucción nerviosa, y la aplicación tópica de capsaicina al 0,006% se han mostrado eficaces para mejorar el prurito refractario en caso de que no se encuentre una causa definida, aunque la experiencia con estos procedimientos es muy limitada. ■ FISURA ANAL La fisura anal es una lesión muy frecuente. Consiste en un desgarro longitudinal de la piel que recubre la porción del canal anal distal a la línea dentada y origina un dolor intenso con la defecación. Hay dos formas típicas de fisura anal: la primaria o idiopática aparece en individuos sanos y no se asocia a ningún tipo de enfermedad; la secundaria se detecta en pacientes que sufren otro proceso. La mayoría de las fisuras primarias se localizan en la línea media posterior (90%), al ser esta una zona del canal anal más susceptible al traumatismo y a la isquemia de la mucosa. Sólo algunas fisuras primarias (2% en los varones y 10% en las mujeres) se producen en la comisura anterior. Las fisuras secundarias a otras enfermedades (enfermedad de Crohn, proctitis, leucemia, carcinoma, tuberculosis, sífilis, infección por el HIV, penetración anal) aparecen con frecuencia en posiciones más laterales. El estreñimiento y el traumatismo del canal anal producido por la defecación forzada de heces duras son las causas más comunes de fisura anal; en algunos pacientes se asocia a un hábito diarreico. En su evolución clínica puede adoptar dos formas en función del tiempo de evolución: aguda o crónica. La fisura anal aguda consiste en un des- garro superficial, mientras que la fisura anal crónica es la evolución de la fisura aguda a una ulceración isquémica consecutiva a la hipertonía del EAI que determina un déficit de perfusión de la comisura posterior al comprimir los vasos sanguíneos que lo atraviesan. La manifestación clínica principal de las fisuras aguda y crónica es la proctalgia, en forma de dolor anal agudo e intenso que se produce durante la defecación y que puede persistir hasta varias horas tras la misma. Otras manifes- taciones son las rectorragias que se presentan en el 80% de los casos; el prurito anal, en el 45%, y la secreción mucosa anal, en el 5%. El diagnóstico se realiza mediante la anamnesis y la inspección anal. La fisura anal aguda se presenta como un pequeño desgarro longitudinal y superficial con una base enrojecida que sangra fácilmente. La fisura anal crónica aparece como un desgarro profundo, de aspecto ulcera- tivo, con bordes redondeados y fibrosos, en cuyo fondo se observan las fibras blanquecinas transversales de la porción superficial del EAI; suele acompañarse de la presencia de un colgajo cutáneo edematoso en el extremo distal de la fisura (hemorroide centinela) y del engro- samiento del tejido anal en el extremo proximal de la fisura (papila anal hipertrofiada). El tacto rectal, donde suele apreciarse una hipertonía esfinteriana, y la anuscopia permiten realizar el diagnóstico diferencial con procesos que produzcan proctalgia, como unas hemorroides trombosadas o los abs- cesos anales. Sin embargo, dada la naturaleza tan dolorosa de la fisura anal, estas exploraciones deben practicarse tras la aplicación de un anestésico local e incluso, en algunos pacientes, con anestesia general. Las fisuras localizadas lateralmente, múltiples, poco sintomáticas o refractarias obligan a descartar otros trastornos. El tratamiento inicial de la fisura anal es conservador, dirigido a corre- gir el hábito defecatorio y la hipertonía esfinteriana. Consiste en el reblandecimiento de las heces mediante una dieta rica en residuos, suplementos de fibra dietética o algún laxante suave, y en baños de asiento con agua tibia efectuados 2 o 3 veces al día para favorecer la relajación del EAI. El dolor anal puede mejorarse mediante el uso tópico de preparados anestésicos, aplicados preferentemente antes de la defecación. Con este régimen terapéutico, las fisuras agudas suelen curar en 4-8 semanas. Las crónicas requieren generalmente alguna medida Cuadro 1 terapéutica adicional dirigida a suprimir la hipertonía del EAI. La esfinterotomía lateral interna es el tratamiento quirúrgico más eficaz para el tratamiento de la fisura anal crónica; este procedimiento pro- porciona buenos resultados, pero conlleva una tasa no despreciable de trastornos de la continencia, que puede alcanzar un 60%, y es más acusada en mujeres. Por ello, con el objetivo de evitar la cirugía, se ha desarrollado con éxito el tratamiento tópico con fármacos que disminuyen el tono del EAI de forma transitoria y reversible, como son las sustancias liberadoras de óxido nítrico (nitroglicerina, dinitrato de isosorbida) o los antagonistas del calcio (nifedipino, diltiazem). La toxina botulínica inyectada directamente en el EAI (esfintero- tomía química) produce un bloqueo de la placa motora mediante la inhibición de la liberación presináptica de acetilcolina y, como consecuencia, una parálisis muscular durante 3-4 meses que disminuye la hipertonía esfinteriana; consigue tasas de curación alrededor del 65%. En la actualidad se aconseja iniciar el tratamiento de la fisura anal crónica, tras el fracaso de las medidas conservadoras, con medidas farmacológicas tópicas y reservar la cirugía para aquellos pacientes en los que estas fracasen. ■ ABSCESOS ANORRECTALES Y FÍSTULAS ANALES En la mayoría de las ocasiones, los abscesos y las fístulas anales se consideran estadios sucesivos de una enfermedad supurativa. El abs-ceso anorrectal constituye la manifestación aguda de la infección anorrectal y consiste en una colección purulenta localizada en los espacios adyacentes al recto-ano. La fístula perianal es el paso a la cronicidad del mismo proceso y consiste en la comunicación entre el canal anal y la piel perianal. Absceso anorrectal El canal anal está formado por dos cilindros musculares, uno situado por dentro (EAI formado por fibras musculares lisas) y el cilindro externo (EAE formado por fibras musculares estriadas). Esta estruc- tura anatómica permite diferenciar dos espacios disecables en toda su extensión: el submucoso y el interesfinteriano. Por fuera del EAE y por debajo del músculo elevador se encuentra una extensión de tejido graso conocida como espacio isquiorrectal (v. fig. 1). Las causas de los abscesos perianales pueden ser múltiples. En gene- ral se acepta que la mayoría de los casos se producen por etiología criptoglandular, con la infección de alguna cripta anal de la mucosa y su ulterior propagación en el espacio situado entre los esfínteres anales interno y externo. Desde aquí, la infección puede propagarse en una o varias direcciones para dar lugar a diferentes tipos de abs- cesos. Estos se clasifican de acuerdo con su localización en los espacios anatómicos anorrectales (fig. 1 B). La propagación más frecuente es en sentido distal, hacia el margen anal, donde se origina el absceso perianal. Dependiendo de la propagación del absceso a los espacios perianales se denominan perianales, submucosos, interesfinterianos, isquiorrectales y pelvirrectales. En ocasiones, los abscesos pelvirrectales e isquiorrectales presentan una propagación perirrectal hacia el lado contrario y provocan un absceso en herradura. El más frecuente es el absceso perianal. Los pacientes con enfermedad de Crohn, trastornos hematológicos o inmunodeprimidos están más predispuestos a la formación de abscesos anorrectales. Otras causas incluyen la tuberculosis, la actinomicosis, los traumatismos, los cuerpos extraños y la cirugía anal. La localización y el tamaño del absceso determinan la intensidad de los signos y síntomas. Los signos de la exploración física de un absceso anorrectal son eritema, induración, dolor a la palpación y, en ocasiones, supuración por el canal anal. La fiebre es frecuente en los abscesos de gran tamaño. En los superficiales son más evidentes los signos de dolor, tumor e inflamación. Los abscesos profundos suelen tener un inicio más insidioso, manifestado a menudo con síntomas rectales. Los abscesos pelvirrectales pueden producir dolor en los cuadrantes abdominales inferiores y escalofríos o síntomas urinarios, mientras los isquiorrectales pueden dar lugar a dolor glúteo. El diagnóstico se realiza mediante la exploración física, la inspección anal y el tacto rectal, que ponen de manifiesto la existencia de una masa Enfermedades del recto y del ano inflamatoria muy dolorosa, que puede fluctuar o no con la presión. La ultrasonografía rectal, la TC y la RM son técnicas diagnósticas útiles en casos dudosos. El tratamiento de los abscesos anorrectales es el drenaje quirúrgico, y deberá efectuarse con la mayor brevedad posible, aunque no exista fluctuación franca; se realizará evacuación y drenaje de la colección purulenta. El intento de solucionar la enfermedad con antibióticos sólo consigue retrasar la intervención quirúrgica. En la cirugía debe considerarse la relación de la colección con el aparato esfinteriano para evitar lesiones durante el drenaje. En los abscesos isquioanales y en herradura se precisan varias incisiones para su correcto drenaje. La utilización conjunta de antibióticos está indicada en caso de inmu- nodepresión, diabetes, presencia de signos de infección sistémica o celulitis extensa. Fístula anal Las fístulas anales son trayectos fibrosos ubicados en la región perineal, poseen un revestimiento interno compuesto por tejido de granulación y se extienden desde un orificio interno o primario, localizado en el canal anal o en el recto, hasta uno o varios orificios externos o secundarios, situados en la piel de la región perianal. Las fístulas anales se clasifican según la relación del trayecto fistuloso con las estructuras musculares del canal anal (clasificación de Parks) en interesfinterianas, transesfinterianas, supraesfinterianas y extraesfinterianas (fig. 1 C-F). En su mayoría, las fístulas anales se producen como consecuencia del paso a la cronicidad de un absceso anorrectal; con menor frecuencia pueden ser secundarias a otras causas: fisura anal (infecciones, tubercu- losis, actinomicosis, linfogranuloma venéreo), enfermedad inflamatoria del intestino (enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa), traumatismos (cirugía, cuerpos extraños, empalamiento), neoplasias (carcinoma, leucemia) o radioterapia. Las fístulas también se clasifican como simples o complejas. Se consi- deran fístulas complejas aquellas cuyo tratamiento conlleva un mayor número de recidivas o de trastornos de la continencia. En este grupo se incluyen las fístulas con trayecto paralelo al recto (transesfinterianas altas y supraesfinterianas), aquellas que acontecen en pacientes con factores de riesgo de incontinencia, las recidivadas y las que sufren los pacientes con enfermedad de Crohn. El paciente suele referir el antecedente de un absceso anorrectal que drenó de forma espontánea o mediante cirugía, y la persis- tencia de la supuración acompañada en ocasiones de eliminación de material mucosanguinolento e incluso fecal. El dolor se presenta si el trayecto fistuloso se cierra, y desaparece cuando se instaura la supuración. La inspección anal revela la presencia de uno o varios orificios externos, y en el tacto rectal se suele palpar una induración longitudinal correspondiente al trayecto fistuloso. El orificio interno puede detectarse mediante anuscopia e instilación de agua oxigenada a través del orificio externo. La rectosigmoidoscopia se realiza para descartar cualquier proceso rectal, en particular una enfermedad de Crohn. El diagnóstico de las fístulas complejas puede requerir otras exploraciones de imagen como la ultrasonografía anal o rectal, TC o RM. El tratamiento de las fístulas anales es quirúrgico mediante fistulo- tomía para las fístulas simples y de localización baja. En las fístulas altas o complejas la fistulotomía puede conllevar la sección de una parte importante de los esfínteres y, por tanto, una alta tasa de incontinencia, por ello hay que realizar otros procedimientos más complejos como un colgajo de avance intrarrectal, la ligadura del trayecto en el espacio interesfinteriano o la colocación de sedales laxos de drenaje. Las fístulas secundarias requieren tratamiento etiológico. Las fístulas rectovaginales representan menos del 5% de las fístulas ana- les. En su mayoría se extienden desde la línea dentada hasta la vagina. Generalmente se producen por lesiones perineales durante el parto, aunque también pueden ser secundarias a otras causas (traumatismos, enfermedad de Crohn, carcinoma, radioterapia, etc.). La eliminación vaginal de aire y, en ocasiones, de heces es su principal manifestación clínica; la incontinencia anal se asocia a fístulas rectovaginales si coexis- te lesión esfinteriana. El tratamiento es quirúrgico y, en ocasiones, puede ser complejo. Enfermedades del aparato digestivo Características clínicas y etiológicas de proctitis y proctocolitis por transmisión sexual SÍNDROME SÍNTOMAS AGENTES INFECCIOSOS Proctitis (últimos 15 cm del recto) Dolor rectoanal Neisseria gonorrhoeae Secreción mucopurulenta VHS Tenesmo rectal Chlamydia trachomatis, inmunotipo no LGV Tendencia al estreñimiento Treponema pallidum Citomegalovirus Proctocolitis (recto, más allá de los 15 cm, Dolor cólico abdominal Campylobacter y sigma) Tendencia a la diarrea Shigella Síntomas de proctitis Salmonella, Entamoeba histolytica, Clostridium difficile, Chlamydiatrachomatis, inmunotipo LGV, citomegalovirus LGV: linfogranuloma venéreo; VHS: virus del herpes simple. ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL El comportamiento sexual es el factor más importante, entre adultos, de la transmisión de enfermedades infecciosas (bacterianas, víricas y proto- zoarias) y, en este sentido, se ha constatado el aumento de la incidencia de enfermedades infecciosas entéricas entre los homosexuales durante los últimos 20 años; entre ellas se incluyen proctitis, proctocolitis y enteritis. A pesar de esta denominación genérica no conviene olvidar que estos procesos no están relacionados directamente con la orientación sexual (homosexual o heterosexual) del paciente, sino que dependen de las prácticas sexuales (coito anal receptivo, contactos oroanales y manipulación anal con posterior traslado del inóculo a la boca), la elevada promiscuidad y la escasa utilización del preservativo. No es infrecuente la existencia conjunta de distintos tipos de infección por agentes de transmisión sexual. Los pacientes con proctitis/proctocolitis de transmisión sexual presentan con frecuencia infección por el HIV. Hay que sospechar la patogenia de estas infecciones cuando los episodios infecciosos aparecen de forma reiterativa en pacientes de 20 a 40 años; el cuadro clínico puede catalogarse etiológicamente en alrededor del 80% de los pacientes. Las infecciones bacterianas más frecuentes son la gonorrea y por Chlamydia trachomatis (serotipos D-K); entre las infecciones víricas destacan el HIV y el papilomavirus humano (HPV). En la tabla 1 se exponen las características clínicas y los agentes etiológicos más frecuentes de las proctitis y proctocolitis por trans- misión sexual. En cuanto al tratamiento, hay que indicar que no sólo debe ser tratado específicamente el paciente que acude a consulta, sino que debe intentarse detectar al paciente portador para ser también tratado y cortar así la cadena infecciosa. En la figura 2 se muestra la actitud ante la sospecha de proctitis o proctocolitis de transmisión sexual más frecuente. Una vez confirmado el diagnóstico debe imponerse el tratamiento específico para cada tipo de infección, pero es importante insistir en una serie de medidas preventivas generales, especialmente la utilización de preservativos, y de educación sexual para evitar nuevas infecciones. ■ PROCTITIS Se caracteriza por la presencia de síntomas rectoanales asociados a lesiones limitadas a los 15 cm del recto distal que pueden detectarse mediante rectosigmoidoscopia; la inoculación infecciosa se realiza directamente en el curso del coito anal receptivo. La sintomatología puede variar según el agente infeccioso y el tipo de lesión, pero es importante recordar que puede simular los síntomas de una enfermedad inflamatoria del intestino. Las manifestaciones clínicas de proctitis por agente de transmisión sexual son: dolor o disconfort rectoanal, expulsión de productos rectoanales (purulentos, mucosos o sanguinolentos), tenesmo, urgencia defecatoria, rectorragias y estreñimiento; pueden cursar con fiebre. Las infecciones aisladas sintomáticas más frecuentes son gonorrea (30%), clamidias (19%), herpes (16%) y sífilis (2%). El diagnóstico suele realizarse por la demostración del agente patógeno, mediante tinción de Gram o cultivo en el material rectal obtenido por escobillón. La rectosigmoidoscopia orienta según el aspecto de las lesiones. El tratamiento será el específico para cada tipo de agente infeccioso. Algoritmo para el tratamiento de pacientes con sospecha de enfermedades infecciosas rectoanales de transmisión sexual. VHS: virus del herpes simple. ■ PROCTOCOLITIS Los gérmenes responsables de la proctocolitis son invasores y, a menu- do, producen úlceras circunscritas rectosigmoideas con moco y pus. Las manifestaciones clínicas son más evidentes (v. tabla 1) y pue- den acompañarse de síntomas generales (fiebre, escalofríos, mialgias, vómitos). El diagnóstico de las proctocolitis por Shigella (general- mente S. sonnei y S. flexneri), Salmonella (sobre todo, S. enteritidis) y Campylobacter se basa en el cuadro clínico, la visión endoscópica y el cultivo de heces. La infección por estos gérmenes no se ha considerado clásicamente como infecciones de transmisión sexual, ya que suelen transmitirse por vía oroanal, aunque también se ha comprobado la trans- misión sexual en varones homosexuales. La proctocolitis por E. histolytica es asintomática en el 50% de las ocasio- nes y su diagnóstico se basa en la demostración del parásito en las heces o en la biopsia de una lesión rectal. El tratamiento específico para cada una de ellas depende de la sensibilidad particular a los distintos antibióticos. Figura 2 Tabla 1 TRASTORNOS DEL SUELO PÉLVICO ■ INCONTINENCIA ANAL Se define como la pérdida de la capacidad de controlar voluntariamen- te la liberación de contenido fecal o gas. Se considera que tiene una prevalencia entre 1%-10% de la población adulta, y alcanza hasta el 50% en los geriátricos. Muchas veces se asocia a incontinencia urinaria. El diagnóstico, las características y la intensidad se establecen por la anamnesis. La gravedad de la incontinencia se puntúa con esca- las; la más empleada es la de Wexner, que evalúa 5 características de la incontinencia (gas, líquidos, sólidos, necesidad de usar compresa y la alteración de la vida social). Las causas son muy diversas y en muchos pacientes suele ser multifac- torial. Pueden dividirse en: 1) lesiones de los esfínteres anales secun- darias a desgarros obstétricos, traumatismos quirúrgicos, accidentes; 2) lesiones o neuropatías del nervio pudendo por traumatismos reitera- dos que lesionan el nervio, esfuerzos evacuatorios o partos complejos, y 3) alteraciones mixtas de la sensibilidad y distensibilidad rectal por enfermedad inflamatoria rectal, o proctitis actínica. La exploración clínica revela en la mayoría de los casos alteraciones morfológico-estructurales de la piel perianal y del canal anal (cicatrices, estenosis, ano entreabierto, prolapso mucoso o completo), junto con lesiones de la piel debidas al escape (dermatitis). En el tacto rectal y en la manometría anorrectal suele detectarse una disminución del tono del canal tanto en reposo (debilidad del EAI) como tras contracción voluntaria (debilidad del EAE). La ultrasonografía anal es necesaria para el estudio de la integridad de los esfínteres anales. El estudio funcional con manometría, electromiografía y técnicas de sensibilidad rectal es fundamental para conocer los diferentes mecanismos de continencia afectados y establecer actitudes terapéuticas específicas. El tratamiento se basa en: a) medidas generales, corrección del hábito defe- catorio con dietas astringentes y antidiarreicos (loperamida, difenoxilato o fosfato de codeína) y utilización de paños de contención, con lo que se consigue mejoría en el 11%-47% de los casos; b) tratamiento rehabilitador mediante programas de aprendizaje basados en ejercicios de la musculatura esfinteriana coordinados con estímulos de percepción rectal (biofeedback), con mejoras en el 63%-90% de los pacientes, y c) tratamiento quirúrgi- co, con varias opciones quirúrgicas (esfinteroplastia, neuroestimulación de raíces sacras o del nervio tibial posterior) y que se reserva para los pacientes en los que las medidas anteriores son insuficientes. ■ PROLAPSO RECTAL El prolapso rectal completo o procidencia consiste en la protrusión de la pared rectal completa a través del canal anal. Debe distinguirse del prolapso mucoso, en el que sólo protruye la mucosa, y del prolapso rectal interno o intususcepción, en el que la porción superior del recto o el sig- ma se prolapsan dentro de la ampolla rectal sin alcanzar el orificio anal. El prolapso rectal completo es más frecuente en mujeres y se caracteriza porque los pliegues del prolapso son circunferenciales. En el prolapso mucoso, los pliegues son radiales.Al principio aparece sólo durante el esfuerzo de la defecación, pero luego lo hace con la tos, esfuerzos o simplemente con la bipedestación. Los síntomas se deben al prolapso per se e incluyen malestar perianal, sensación de evacuación incom- pleta, tenesmo y manchado de contenido fecal, moco y, en ocasiones, sangre. Por lo general, se asocia a debilidad esfinteriana, de los mús- culos del suelo pélvico y, en el 26%-80% de los casos, a incontinencia fecal. Las complicaciones que pueden suceder en el contexto de un prolapso rectal son la incarceración, la ulceración o la hemorragia. El diagnóstico se realiza con la inspección visual del periné en reposo y tras un esfuerzo defecatorio, para observar la protrusión al exterior del recto con una mucosa típicamente enrojecida. En los niños, el tratamiento inicial debe ser siempre conservador mediante la reducción manual del prolapso y medidas correctoras del esfuerzo defecatorio. En los adultos, el tratamiento es quirúrgico y se basa en la aplicación de diferentes técnicas quirúrgicas que pueden realizarse por vía perineal o abdominal. Las técnicas abdominales tie- nen menor tasa de recidiva y persiguen la fijación del recto (rectopexia) con o sin resección intestinal. En el prolapso rectal interno (intusus- cepción), el diagnóstico es más complejo y exige una rectoscopia y Enfermedades del recto y del ano la realización de una defecografía para observar la protrusión en el momento del esfuerzo defecatorio. Predomina en las mujeres y el sín-toma más frecuente es la sensación de evacuación incompleta; además, los pacientes pueden presentar tenesmo, pesadez rectal, sensación de llenado pélvico y dolor en la pelvis. El tratamiento de la intususcepción no está plenamente establecido, sino que dependerá del grado de sintomatología y de su respuesta al tratamiento médico con medidas higiénico-dietéticas y farmacológicas. SÍNDROMES ANORRECTALES DOLOROSOS ■ SÍNDROME DE LA ÚLCERA SOLITARIA DEL RECTO Es una afección benigna que consiste en la presencia de una úlcera única o, a veces, múltiple situada en la cara anterior del recto a 6-10 cm del margen anal cuya etiología se desconoce. Los síntomas son rectorragias, tenesmo, sensación de obstrucción anal o evacuación incompleta, esfuerzo excesivo en la defecación y dolor en la región anal-perineal. Es una afección crónica benigna e infrecuente que aparece sobre todo en adultos jóvenes, con preferencia del sexo femenino. Mediante rectos- copia se observa la úlcera, por lo general en la pared anterior del recto, rodeada de una mucosa eritematosa. La biopsia permitirá descartar tumores, enfermedad inflamatoria del intestino, proctitis infecciosas, endometriosis o úlceras estercoráceas. La causa de la úlcera podría ser debida a la lesión isquémica o traumática de la mucosa prolapsada durante los esfuerzos reiterados de defecación. Se cree que existe una anomalía de la evacuación rectal donde se produce un prolapso mucoso anterior cuyo enclavamiento en el canal anal alto y su atrapamiento por los esfínteres puede producir lesión isquémica y ulceración crónica. La defecografía puede evidenciar distintos signos como intususcepción rectal, descenso perineal excesivo, contracción paradójica del músculo puborrectal o del EAE durante la defecación y prolapso mucoso rectal. El tratamiento de esta supuesta alteración funcional es complicado. Deben agotarse siempre las medidas conservadoras dirigidas a evitar el esfuerzo defecatorio y a conseguir una defecación regular mediante laxantes de masa y medidas educadoras. Menos del 40% de los pacien- tes mejorará con este tratamiento. La utilización de glucocorticoides o 5-ASA tópicos no parece tener ningún efecto beneficioso. Cuando fracase el tratamiento educativo e higiénico-dietético se deben utilizar técnicas de reeducación y rehabilitación del suelo pélvico (biofeedback) dirigidas a conseguir una defecación sin excesivo esfuerzo. Si los sín- tomas son graves se recurre a la intervención quirúrgica; la elevación y fijación del recto (rectopexia) obtiene buenos resultados. ■ SÍNDROME DEL ELEVADOR DEL ANO Se trata de una entidad en la que existe dolor en la zona alta del recto, que el paciente describe como una sensación de peso, ardor u ocupación, y que empeora con los movimientos defecatorios; se cree que está origina- do por espasmos de los músculos elevadores del ano. Es más frecuente en la mujer. Se considera que los pacientes con esta entidad deben presentar hipertonía y dolor en la lazada del músculo puborrectal durante la tracción del mismo al realizar el tacto rectal, en ausencia de otras causas de dolor rectal como isquemia, enfermedad inflamatoria del intestino, criptitis, abscesos, fisura, hemorroides o úlcera solitaria de recto. En la palpación rectal se detecta dolor intenso reproducible al traccionar el músculo puborrectal. Aunque no se ha contrastado ningún tratamiento con grupos de control, parecen eficaces los ejercicios de biofeedback, la estimulación electrogalvánica, los relajantes musculares sistémicos, el masaje digital de los elevadores del ano y los baños de asiento. ■ PROCTALGIA FUGAZ Se define como un dolor anorrectal súbito, intenso y episódico, de escasa duración (segundos o minutos), que desaparece totalmente y se presenta predominantemente por la noche (incluso despierta al paciente). Se estima una prevalencia alrededor del 14% de la población general, aunque pocos pacientes acuden al médico. Los episodios son infrecuentes (menos de cinco veces al año en el 50% de pacientes) pero muy molestos (interrumpen la actividad cotidiana). Entre episodios no Enfermedades del aparato digestivo existe dolor anorrectal. Aunque se desconoce el origen del dolor, una de las posibilidades es que se deba a crisis contráctiles de la musculatura lisa del canal anal. Dado que el dolor es de muy corta duración y su aparición es caprichosa, no requiere tratamiento específico. Las crisis suelen mejorar con presión firme del ano o con masaje del músculo puborrectal. Como norma general se debe dar una explicación razo- nable y tranquilizadora al paciente acerca de la posible causa del dolor; pueden ser efectivos los agonistas adrenérgicos inhalados (salbutamol), los nitritos tópicos y los relajantes musculares para reducir las crisis. TUMORES ANALES El término cáncer de ano engloba las neoplasias del canal anal y el carcinoma de piel perianal. Los tumores anales son poco frecuentes y representan menos del 1,5% de los cánceres digestivos, aunque su incidencia está aumentando. Según el tipo de epitelio de la zona donde se originan, pueden observarse diferentes tipos de tumores anales; los más frecuentes son los carcinomas epidermoides o escamosos, que pueden tener distintos tipos histológicos: carcinomas cloacogénicos, adenocarcinomas mucosecretores, basocelulares y transicionales. Los carcinomas anales presentan apariencias histológicas diversas, según su localización anatómica por encima o por debajo de la línea dentada; los más frecuentes son los carcinomas epidermoides y los cloacogénicos. El crecimiento tumoral se realiza hacia el recto y las estructuras vecinas (tabique rectovaginal, vagina, próstata); la dise- minación linfática de los tumores situados por encima de la línea pectínea ocurre en los ganglios de la grasa perirrectal y paravertebral, mientras que los tumores situados por debajo de la misma lo hacen a ganglios femorales e inguinales. Las metástasis a distancia se observan en el 40% de los pacientes en el momento del fallecimiento y se localizan en hígado, pulmones y huesos. Se ha especulado acerca de la existencia de lesiones anales precancerosas, especialmente neoplasia anal intraepitelial y condiloma gigante (tumor de Bushke-Loewenstein). Se ha comenzado a relacionar este tipo tumoral con ciertas prácti- cas sexuales, especialmente el coito anal, e infecciones transmitidas sexualmente (condilomas acuminados enregión perianal). El 80% de los cánceres de ano contienen DNA del HPV, sobre todo de los tipos 16 y 18, lo que sugiere una relación causal entre el virus y la enfermedad. También se ha relacionado patogénicamente con otras infecciones de transmisión sexual (virus del herpes simple de tipo 2 y Chlamydia), mientras que los datos son contradictorios en torno al papel del HIV. Se recomienda un examen con anuscopia y citología anal de las poblaciones de riesgo elevado. En las etapas iniciales suele ser asintomático o presentar síntomas ines- pecíficos, lo que motiva que hasta un 80% sea diagnosticado como pro- ceso benigno. Las manifestaciones clínicas más frecuentes son dolor anal y hemorragia (50% de los pacientes); otros síntomas son sensación de masa perianal, prurito, secreción mucosa, etc. Si los tumores infiltran los esfínteres anales pueden provocar incontinencia anal, y si lo hacen hacia el tabique rectovaginal ocasionan secreción vaginal e incluso fistulización. En la exploración se objetiva una lesión de consistencia dura, irregular y habitualmente ulcerada. La anuscopia permite matizar las caracterís- ticas de la tumoración y la realización de una biopsia. La colonoscopia puede descartar otras lesiones en el colon. La ultrasonografía anal se utiliza para determinar la infiltración de las estructuras anales y perianales, mientras que la TC y la RM permiten visualizar la extensión regional, adenopatías pélvicas y metástasis a distancia. La biopsia de las lesiones (en ocasiones se tiene que realizar bajo anestesia) consigue el diagnóstico histológico cierto. El pronóstico del cáncer anal se rela- ciona con el estadio TNM (T1 = tumor inferior a 2 cm, T2 = tumor entre 2-5 cm, T3 = tumor mayor de 5 cm, T4 = tumor que invade estructuras profundas u órganos vecinos; N0 = ausencia de afecta- ción ganglionar, N1 = afectación de ganglios inguinales ipsolaterales, N2 = afectación unilateral de ganglios hipogástricos y/o inguinales, N3: afectación bilateral de ganglios hipogástricos, inguinales y/o peri- rrectales; M0 = no metástasis a distancia, M1 = metástasis a distancia). El tratamiento del cáncer anal ha sufrido un cambio radical en los últimos años; en la actualidad se basa en la quimioterapia y en la radioterapia, mientras que los procedimientos quirúrgicos representan una opción de segunda línea. El esquema terapéutico estándar es la combinación de radioterapia y quimioterapia con 5-FU y mitomicina C. Las dosis de radioterapia recomendadas son de 45 Gy. Se debe realizar una evaluación quirúrgica a las 4-6 semanas de finalizar la radioterapia si el tumor no ha desaparecido. El tamaño del tumor es el factor pronóstico más importante. Con este tratamiento se consigue una desaparición del tumor (confirmada histológicamente) en el 80% de los pacientes; si el tumor inicial es inferior a 3 cm recidiva en menos del 10% de los casos, mientras que si el tumor es mayor de 5 cm no alcanza el 50%. La cirugía de rescate está indicada en los pacientes con enfermedad residual a los 6 meses del seguimiento y en aquellos en los que recidiva la enfermedad. Los tumores anales no epidermoides son mucho más raros e incluyen dis- tintas formas histopatológicas: enfermedad de Paget, extremadamente infrecuente; melanoma anal, que sólo representa el 1%-3% de los tumores anales, y adenocarcinoma (3%), que en ocasiones se inicia verdaderamente en la zona más distal del recto y sólo puede relacio- narse estrictamente con el canal anal cuando se trata de un carcinoma de las glándulas anales o si se trata de un adenocarcinoma mucinoso que se puede originar sobre una fístula anal crónica. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL De Miguel Velasco M, Oteiza Martínez F. Hemorroides. En: Parrilla P, Landa JI, eds. Cirugía AEC. 2.ª ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2010. p. 559-605. Milito G, Cadeddu F, Muzi MG, Nigro C, Farinon AM. Haemorrhoidectomy with LigaSure vs conventional excisional techniques: meta-analysis of rando- mized controlled trials. Colorectal Dis 2010;12:85-93. Ortiz H. Cirugía colorrectal. 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