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Enfermedades del aparato digestivo ALTERACIÓN AISLADA DEL METABOLISMO DE LA BILIRRUBINA Aumento de la producción Hemólisis Eritropoyesis ineficaz Disminución de la eliminación hepática Déficit en la captación Alteración en la conjugación de la bilirrubina Déficit de excreción canalicular ENFERMEDAD HEPATOBILIAR Alteración de la función hepatocelular Lesión hepatocelular aguda o subaguda Enfermedad hepatocelular crónica Enfermedades hepáticas de predominio colestásico No obstructivas Obstructivas Obstrucción de la vía biliar extrahepática (colestasis extrahepática) ICTERICIAS Y ENFERMEDADES DE LAS VÍAS BILIARES J. I. Herrero Santos METABOLISMO DE LA BILIRRUBINA Ictericia es la coloración amarillenta de piel, mucosas y fluidos corpo- rales debida al exceso de bilirrubina. Clínicamente es detectable si la bilirrubinemia es superior a 2-3 mg/dL (34-51 mmol/L). Cuando es incipiente se detecta mejor en el paladar o la esclerótica; cuando la ictericia es prolongada, la piel toma coloración verdosa, por la oxida- ción de bilirrubina a biliverdina. Debe distinguirse de otras causas de coloración amarillenta de la piel en las que no se encuentra pigmen- tación amarillenta escleral. La bilirrubina procede del catabolismo del grupo heme, principal- mente de la lisis de hematíes senescentes en el sistema reticulohis- tiocitario. La bilirrubina no conjugada pasa al torrente sanguíneo y circula unida no covalentemente a la albúmina. En el sinusoide hepático, la bilirrubina se libera de la albúmina y difunde de forma pasiva al hepatocito a través de transportadores no bien caracterizados, donde se une a la glutatión-S-transferasa, que evita su reflujo al plasma. En el retículo endoplásmico es transformada por la B-UGT (bilirru- bina-uridindifosfato-glucuroniltransferasa) en bilirrubina conjugada (bilirrubina monoglucurónido [20%] y diglucurónido [80%]), que se excreta a la bilis por MRP2 y otros transportadores, situados en el polo canalicular del hepatocito. La flora de la luz intestinal reduce parte de la bilirrubina y la transforma en urobilinógeno y estercobilinógeno, que se eliminan por las heces. La bilirrubina conjugada es hidrosoluble, se filtra por el riñón y su aumento produce una coloración oscura de la orina (coluria). La bilirrubina no conjugada es liposoluble y circula unida a la albúmina, por lo que su aumento no ocasiona coluria. La falta de pigmentos biliares provoca la despigmentación completa (acolia) o incompleta (hipocolia) de las heces. El exceso de eliminación fecal de bilirrubina conjugada ocasiona hiperpigmentación fecal (pleiocromía). Cuando existe una elevación prolongada de la bilirrubina conjugada, esta se une covalentemente a la albúmina (d-bilirrubina); esto hace que los niveles de bilirrubina permanezcan elevados durante semanas, a pesar de que se resuelva la causa de la ictericia (por la prolongada vida media de la albúmina). La bilirrubina tiene una acción antioxidante, que puede ser beneficiosa. Sin embargo, los niveles muy elevados de bilirrubina no conjugada, por encima de 20 mg/dL (340 mmol/L), son tóxicos en el recién nacido. Provoca encefalopatía por depósito en el SNC, que puede ocasionar desde pequeñas alteraciones hasta encefalopatía grave (querníctero). El riesgo de encefalopatía grave por bilirrubina es mayor en niños pequeños, prematuros, con acidosis, sepsis o hipoxia o si se usan fármacos que compiten con la bilirrubina en su unión a la albúmina, como las sulfamidas y los salicilatos. CLASIFICACIÓN DE LAS ICTERICIAS La clasificación se ofrece en el cuadro 1. ■ ALTERACIONES AISLADAS DEL METABOLISMO DE LA BILIRRUBINA Aumento de la producción de bilirrubina Hemólisis La hemólisis produce un incremento en la producción de bilirrubina; cuando se supera la capacidad hepática de captación y conjugación, se produce una hiperbilirrubinemia en la que predomina la fracción no conjugada. Los valores de bilirrubina raramente son superiores a 4 mg/dL (68 mmol/L). Clasificación de las ictericias Se asocia a anemia (excepto si la hemólisis está compensada), reticuloci- tosis, hipersideremia, disminución de los niveles plasmáticos de hapto- globina y de la vida media eritrocitaria. En casos de hemólisis de larga evolución, aumenta la incidencia de litiasis biliar de bilirrubinato cálcico, con riesgo de ictericia obstructiva. Las transfusiones de grandes volúmenes de concentrados de hematíes almacenados, cuya vida media está reducida, o la reabsorción de grandes hematomas, pueden causar ictericia. Eritropoyesis ineficaz La destrucción intramedular de precursores eritrocitarios incrementa la bilirrubina no conjugada, con anemia e hipersideremia, pero sin disminución de la vida media eritrocitaria. Disminución de la eliminación hepática Déficit en la captación hepática Algunos fármacos, como rifampicina, probenecid, sulfamidas, warfari- na, antiinflamatorios no esteroideos o medios de contraste radiológico, pueden competir con la bilirrubina no conjugada por su unión no covalente a la albúmina y producir una ligera hiperbilirrubinemia. Alteración en la conjugación de la bilirrubina El síndrome de Crigler-Najjar se debe a un déficit de B-UGT. En el síndrome de Gilbert también existe una menor actividad de B-UGT. La ictericia neonatal, presente en el 50% de los recién nacidos sanos en los primeros días de vida, es la causa más frecuente de hiperbilirrubinemia no conjugada. Habitualmente, los niveles de bilirrubina que se alcanzan son 5-6 mg/dL (85-102 mmol/L), pero un 5% puede superar 15 mg/dL (255 mmol/L). Sus causas principales son la mayor producción de bili- rrubina tras el nacimiento (mayor en el caso de enfermedad hemolítica del recién nacido), la escasa actividad B-UGT (más frecuente en prematuros), un aumento en la circulación enterohepática de bilirrubina y la dis- minución de la captación hepática de bilirrubina. La lactancia materna la favorece, por la b-glucuronidasa de la leche materna, que desconjuga la bilirrubina y favorece su reabsorción intestinal. En el síndrome de Lucey-Driscoll existe un inhibidor de la B-UGT en el suero materno. Déficit de excreción canalicular En los síndromes de Dubin-Johnson y de Rotor existen alteraciones selectivas de la excreción de la bilirrubina y de otros aniones orgánicos, sin otras alteraciones de la función hepática. Cuadro 1 Fosfatasa alcalina > transaminasas Bilirrubina conjugada > no conjugada Laboratorio Transaminasas > fosfatasa alcalina Signos de insuficiencia hepatocelular ICTERICIA COLESTÁSICA ICTERICIA HEPATOCELULAR ALTERACIONES HEREDITARIAS DEL METABOLISMO Y DE LA EXCRECIÓN DE LA BILIRRUBINA Ictericias y enfermedades de las vías biliares Diferencias entre ictericia hepatocelular e ictericia colestásica ■ ENFERMEDAD HEPATOBILIAR En las enfermedades hepatobiliares, la hiperbilirrubinemia puede ser de origen hepatocelular (por fracaso global de la función hepática) o coles- tásico (por incapacidad para la formación de bilis o para la excreción biliar). También existen formas mixtas. Así, por ejemplo, en enferme- dades colestásicas, como la cirrosis biliar primaria, la progresión de la enfermedad produce un componente de insuficiencia hepatocelular. En afecciones hepatocelulares más puras existe también una colestasis funcional, como en algunas hepatitis agudas, o anatómica, como en la cirrosis hepática, en la que existe compresión de los conductos biliares intrahepáticos por los nódulos de regeneración. Ciertos rasgos clínicos, analíticos e histológicos diferencian la ictericia hepatocelular de la colestásica (tabla 1). Clínicamente, el síndrome colestásico se caracteriza sobre todo por el prurito, a diferencia de la ictericia hepatocelular, que suele acompañarse de signos de insuficiencia hepática. En las ictericias de origen hepatocelular suele existir hiper- transaminasemiacomo consecuencia de la necrosis hepatocitaria, mien- tras que en las ictericias colestásicas predomina una elevación de fos- fatasa alcalina, gammaglutamil-transpeptidasa (GGT), 5-nucleotidasa y colesterol. En la colestasis, la malabsorción de grasas y de vitamina K provoca un alargamiento del tiempo de protrombina que se corrige con la administración parenteral de vitamina K; en las ictericias de causa hepatocelular el aumento del tiempo de protrombina se debe a insufi- ciencia hepatocitaria y no se corrige tras la administración de vitamina K. En la ictericia hepatocelular existen alteraciones en la captación, conjugación y excreción de bilirrubina, por lo que aumentan bili- rrubina conjugada y no conjugada. Sin embargo, en la colestasis pura únicamente está alterada la excreción, por lo que aumenta sólo la bilirrubina conjugada (y discretamente la bilirrubina no conjugada por competición en la captación). Se esquematizan en la tabla 29-2. ■ SÍNDROME DE CRIGLER-NAJJAR Es un déficit congénito de B-UGT. Según su gravedad, existen dos tipos, con diferente pronóstico. Tipo I Se debe a mutaciones homocigotas en el exón A1 del gen UGT1, que codifica la B-UGT (situado en el cromosoma 2). La actividad B-UGT es nula. Cursa por lo general con bilirrubinemia superior a 20 mg/dL (340 mmol/L), a base de bilirrubina indirecta, desde el nacimiento, y causa la muerte por querníctero en el primer año de vida. La biopsia hepática es normal. Su tratamiento es el trasplante hepático o de hepatocitos y debe realizarse antes del desarrollo de querníctero; entre tanto, la fototerapia o la plasmaféresis pueden evitar el daño. El tratamiento con fosfato cálcico y carbonato cálcico por vía oral puede secuestrar la bilirrubina no conjugada en el tubo digestivo. Tipo II (síndrome de Arias) Se debe a una mutación en ambos alelos del gen UGT1A1, de forma que al menos uno de ellos codifica una proteína con muy escasa actividad enzimática, que puede aumentar con el uso de fenobarbital u otros inductores enzimáticos. En ocasiones existe una mutación heterocigota en el gen UGT1A1, junto con una mutación en su promotor. Los pacientes presentan hiperbilirrubinemia no conjugada oscilante entre 6 y 20 mg/dL (100-340 mmol/L), que puede aumentar en los procesos infecciosos o con el ayuno. Raras veces se produce querníctero, pero se han descrito episodios de encefalopatía reversible en las agudizaciones. La biopsia hepática es normal. A diferencia del tipo I, en el que la bilis (obtenida por aspirado duodenal) es pálida y la concentración de bilirrubina es casi nula y no conjugada, en el tipo II existen cantidades apreciables de bilirrubina, aunque predomina la forma monoglucuronizada. El tratamiento con fenobarbital disminuye la hiperbilirrubinemia al menos un 30%, mientras que en el tipo I es totalmente ineficaz. La fototerapia también es efectiva. ■ ENFERMEDAD DE GILBERT Afecta al 2%-10% de la población. Cursa con una ligera hiperbilirru- binemia no conjugada crónica e intermitente, habitualmente 2-4 mg/ dL (34-68 mmol/L), que aumenta con el ayuno, la deshidratación, el estrés, el ejercicio físico, la menstruación y con enfermedades inter- currentes. La mayoría de los casos son asintomáticos, pero no son infrecuentes la astenia o las molestias abdominales vagas. Se asocia a una mutación homocigota en el gen promotor de la UGTA1, de forma que disminuye la actividad de B-UGT al 30%-50% de lo normal. Esta alteración genética se encuentra en el 30% de la población (por tanto, es homocigota en el 9% aproximadamente). La bilis tiene una proporción aumentada de bilirrubina monoglucuronizada, pero predomina la forma diglucuronizada. El diagnóstico no requiere pruebas invasivas o de provocación, pero sí la exclusión de hemólisis o de hepatopatía. La esperanza de vida es normal. La administración de fenobarbital normaliza la concentración de bilirrubina, pero la enfermedad no requiere tratamiento. Debe tenerse en cuenta que estos pacientes metabolizan más lentamente los fármacos que son glucuronizados (como paracetamol, algunos antirretrovirales como atazanavir e indinavir, propofol e irinotecán), lo que obliga a ajustar su dosificación. ■ SÍNDROME DE DUBIN-JOHNSON Se debe a una mutación del gen MRP2, por lo que se produce un déficit de MRP2, responsable del transporte de la bilirrubina y de otros aniones orgánicos a través de la membrana canalicular del hepatocito. Los niveles de bilirrubina fluctúan en torno a 2-5 mg/ dL (34-85 mmol/L), pero pueden alcanzar 20 mg/dL (340 mmol/L) a base de bilirrubina conjugada y aumentar con el estrés, las infec- ciones, el embarazo o los contraceptivos orales. Los pacientes habi- tualmente están asintomáticos, pero pueden referir astenia o moles- tias abdominales vagas y raramente puede hallarse hepatomegalia o esplenomegalia. Existe una alteración en la eliminación urinaria de coproporfirinas exclusiva de esta enfermedad: la cantidad total Tabla 1 Enfermedades del aparato digestivo Alteraciones hereditarias del metabolismo y la excreción de bilirrubina SÍNDROME DE CRIGLER-NAJJAR TIPO I SÍNDROME DE CRIGLER-NAJJAR TIPO II ENFERMEDAD DE GILBERT SÍNDROME DE DUBIN-JOHNSON SÍNDROME DE ROTOR Incidencia Muy raro Raro 2%-7% Raro Raro Herencia recesiva Autosómica recesiva Autosómica recesiva Autosómica recesiva Autosómica recesiva Autosómica Defecto bioquímico No actividad B-UGT Actividad B-UGT Actividad B-UGT No actividad MRP2 Alteración recaptación bilirrubina Concentración de bilirrubina > 20 mg/dL (no conjugada) 10-20 mg/dL (no conjugada) 2-4 mg/dL (no conjugada) 2-5 mg/dL (conjugada) 2-5 mg/dL (conjugada) Modificadores No Con fenobarbital Con fenobarbital Con estrógenos No Con ayuno o ácido nicotínico Test de BSF Normal Normal Ligera retención en 30% (45 min) Normal o ligera retención (45 min) Retención > 25% (45 min) Reflujo (90 min) Biopsia hepática Normal Normal Normal/ Lipofuscina Pigmento en hepatocitos centrolobulillares Normal Bilis Bilirrubina (no conjugada) Bilirrubina (monoglucuronato) Bilirrubina monoglucuronato Coproporfirinas en orina Coproporfirina I > III Coproporfirinas totales Coproporfirina I (ligero) Pronóstico Malo (querníctero) Habitualmente bueno Bueno Bueno Bueno Tratamiento Trasplante hepático Fototerapia Plasmaféresis Fenobarbital (si es necesario) Innecesario (¿ajustar dosis fármacos?) Innecesario (evitar estrógenos) Innecesario BSF: bromosulftaleína; B-UGT: bilirrubina-uridindifosfato-glucuroniltransferasa. es normal, pero el isómero I supone más del 80% del total (habi- tualmente, el 75% de las coproporfirinas urinarias son del isómero III). En la prueba de bromosulftaleína (BSF), 45 min después de su administración intravenosa, la concentración plasmática de BSF es normal o mínimamente elevada, pero aumenta por reflujo a los 90 min. En la colecistografía oral, el hígado capta el contraste, pero no se observa la vesícula biliar; sin embargo, la vía biliar puede verse con ácido dimetiliminodiacético (HIDA) marcado con 99mTc. El hígado es de color negro debido a la acumulación de un pigmento en los lisosomas, en los hepatocitos centrolobulillares. Este pigmento puede desaparecer, si el paciente sufre una hepatitis viral. El diagnós- tico, en un paciente con hiperbilirrubinemia conjugada crónica y función hepática normal, se confirma por los hallazgos del estudio de coproporfirinas urinarias. El pronóstico es bueno y la enfermedad no requiere tratamiento; únicamente se recomienda evitar los trata- mientos con estrógenos. ■ SÍNDROME DE ROTOR Se caracteriza por un defecto en el almacenamiento hepático de bilirrubina, por mutaciones o deleciones en los genes codificantes de las proteínas transportadoras OATP1B1 y OATP1B3, que dis- minuyen la recaptación hepatocitariade bilirrubina. Es asintomático y cursa con hiperbilirrubinemia conjugada fluctuante, habitual- mente inferior a 10 mg/dL (170 mmol/L). La administración de BSF se sigue de una retención superior al 25% a los 45 min, sin aumento secundario a los 90 min. La colecistografía oral permite la visualización de la vesícula biliar, pero no se observa el hígado ni la vía biliar en estudios realizados con HIDA-99mTc. Existe un importante incremento en la eliminación urinaria de coproporfi- rinas, con un ligero aumento de la proporción del isómero I. El hígado es morfológicamente normal. Su pronóstico es excelente y no requiere tratamiento. El enfoque inicial en el diagnóstico diferencial de las ictericias debe basarse en la anamnesis y la exploración física. Esta evaluación, apoyada en las pruebas analíticas básicas, tiene una sensibilidad diagnóstica de hasta el 90% para la detección de una obstrucción biliar extrahepática. ■ ANAMNESIS La forma de presentación de la ictericia puede orientar el diagnóstico. En la hepatitis aguda suele ser brusca y progresiva; en la coledocoli- tiasis, brusca y oscilante; en las colestasis crónicas, de progresión muy lenta, y en las neoplasias de cabeza de páncreas, relativamente rápida. La coluria indica la existencia de hiperbilirrubinemia conjugada. Puede encontrarse acolia en la obstrucción biliar y en la primera semana de una hepatitis aguda. En la coledocolitiasis la acolia suele ser intermitente y en las neoplasias, continua. El prurito es frecuente en las enfermedades colestásicas, aunque también puede estar presente en las hepatopatías con afección predominantemente hepatocelular. Los pródromos y la sintomatología acompañante también tienen interés. Las hepatitis víricas van precedidas con frecuencia de males- tar general, anorexia, náuseas o molestias abdominales. La pérdida de peso orienta hacia una etiología neoplásica, una elevada ingesta etílica o una hepatopatía terminal. La asociación de fiebre y escalofríos sugiere colangitis, hepatitis vírica, origen farmacológico o etílico o leptospirosis icterohemorrágica. El dolor en el hipocondrio derecho sugiere litiasis biliar. El dolor del cáncer de páncreas suele ser sordo e irradiado a la espalda, aumenta en decúbito supino y mejora con la flexión del tronco. La asociación de urticaria debe hacer sospechar la posibilidad de una hidatidosis hepática complicada. Es importante investigar la ingesta de alcohol y de fármacos poten- cialmente hepatotóxicos, así como los antecedentes epidemiológicos DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL DE LAS ICTERICIAS Tabla 2 de posibles fuentes de contagio de hepatitis víricas. El antecedente de otros fenómenos autoinmunes sugiere una hepatitis crónica autoin- mune o una cirrosis biliar primaria. Una historia familiar de ictericia leve puede sugerir síndrome de Gilbert, anemia hemolítica congénita, síndrome de Dubin-Johnson, síndrome de Rotor o colestasis recurrente intrahepática. ■ EXPLORACIÓN FÍSICA La presencia de ascitis, circulación colateral abdominal, eritema palmar o arañas vasculares suele indicar la existencia de cirrosis hepática. Las lesiones de punciones venosas o tatuajes pueden sugerir una hepatitis vírica por inoculación parenteral. Las lesiones de rascado, xantomas o xantelasmas orientan hacia una colestasis crónica. La palpación del abdomen puede revelar la existencia de hepato- megalia, cuyas características a veces orientan hacia la existencia de una hepatitis aguda, de una hepatopatía crónica o de un hígado tumoral. La palpación de una vesícula biliar distendida e indolora (signo de Courvoisier-Terrier) es muy característica de las lesiones neoplásicas localizadas por debajo de la unión del cístico y el hepático común, como cáncer de páncreas y, más raras veces, ampuloma. ■ ESTUDIOS DE LABORATORIO La hiperbilirrubinemia aislada, sin alteración de las demás pruebas de función hepática (transaminasas, fosfatasa alcalina, GGT, albúmina, tiempo de protrombina), es típica de enfermedad hemolítica, eritropo- yesis ineficaz o alteraciones aisladas del metabolismo de la bilirrubina. Elevaciones extremas de las concentraciones séricas de transaminasas (más de 1000 U/L) son típicas de hepatitis aguda tóxica o vírica. Puede producirse una elevación de las transaminasas del orden de 500 U/L en la obstrucción biliar litiásica, habitualmente de pocos días de duración. En las hepatopatías de origen etílico el cociente GOT/ GPT suele ser superior a 2. En los pacientes con colestasis, las concentraciones séricas de fosfatasa alcalina, GGT, colesterol y lípidos totales están elevadas. Elevaciones muy marcadas de fosfatasa alcalina (más de 10 veces el límite normal superior) se producen en las colestasis por lesión de conductos intra- hepáticos (cirrosis biliar primaria, colangitis esclerosante primaria), enfermedades granulomatosas y colangiocarcinoma. En las hepatopatías colestásicas es frecuente el alargamiento del tiempo de protrombina, que se corrige con la administración de vitamina K por vía parenteral; esta corrección no ocurre en casos de disfunción hepatocelular grave, aguda o crónica. La hipoalbuminemia sugiere un proceso crónico, como cirrosis o cáncer. La anemia es frecuente en casos de hemólisis, eritropoyesis ineficaz, neoplasia, infecciones crónicas o cirrosis. La elevación de la LDH, el descenso de la haptoglobina y la presencia de hemosiderinuria sugieren hemólisis. Una anemia asociada a una disminución del recuento reticulocitario debe hacer pensar en una eritropoyesis ineficaz. El hiperesplenismo que acompaña a la cirrosis a menudo cursa con trombocitopenia o pancitopenia leve. La leucocitosis con neutrofilia debe hacer pensar en hepatitis alcohólica, colangitis, hepatitis tóxica, leptospirosis y, en ocasiones, en enfermedades neoplásicas. Puede encontrarse eosinofilia en las enfermedades parasitarias o de origen farmacológico y en los linfomas. La realización de otros estudios de laboratorio debe orientarse por la evaluación inicial, en función de la sospecha diagnóstica. El diagnós- tico de hepatitis aguda por virus B requiere la positividad del HBsAg y/o de IgM anti-HBc. Los anticuerpos anti-VHC pueden ser negativos al inicio de la hepatitis aguda por virus C. En la hepatitis A se positiviza la IgM frente al virus A. Más del 90% de los pacientes con cirrosis biliar primaria tienen anticuer- pos antimitocondriales en suero y, con frecuencia, elevación de la concen- tración de IgM. Los pacientes con hepatitis crónica autoinmune muestran a menudo positividad para anticuerpos antinucleares, antimúsculo liso o antimicrosomas de hígado y riñón, así como elevación de la IgG. La elevación de a-fetoproteína orienta hacia el hepatocarcinoma. En los tumores de origen pancreático o digestivo y en los colangiocarci- Ictericias y enfermedades de las vías biliarespítulo nomas es común la elevación del antígeno carcinoembrionario (CEA) o del CA 19.9. ■ EXPLORACIONES INSTRUMENTALES Ecografía abdominal La ecografía es rápida, segura, efectiva, barata y transportable. Permite apreciar la dilatación de la vía biliar en más del 95% de los casos de colestasis obstructiva extrahepática, detectar el lugar de obstrucción en el 80% de los casos y su causa, en el 40%; asimismo, permite descubrir cálculos biliares. Sin embargo, es incapaz de detectar dilatación de la vía biliar en la tercera parte de los casos de obstrucción biliar litiásica si esta es incompleta, si la exploración se realiza muy precozmente o en pacientes con colangitis esclerosante o cirrosis. En pacientes colecistectomizados puede apreciarse una dilatación de la vía biliar en ausencia de enfermedad. En individuos obesos o con íleo, la eco- grafía ofrece unas imágenes de peor calidad. El patrón ecográfico del hígado puede sugerir la presencia de cirrosis o detectar metástasis u otras lesiones focales. Tomografía computarizada (TC) La TC permite descubrir la dilataciónbiliar en más del 95% de los casos. Es superior a la ecografía para localizar la obstrucción y su causa, sobre todo en caso de lesiones pancreáticas. Si la clínica es muy sugestiva de obstrucción de la vía biliar, puede ser preferible la TC a la ecografía porque ofrece mayor información acerca de la localización y la causa de la obstrucción, pero es menos sensible que la ecografía para la detección de enfermedad litiásica, porque sólo demuestra las litiasis cálcicas. Sus principales desventajas son que no es transportable, que emite radiaciones ionizantes y la posibilidad de nefrotoxicidad e hipersensibilidad asociadas al contraste intravenoso. Colangiopancreatografía por resonancia magnética (CPRM) La CPRM es más sensible que la TC en el diagnóstico de la obs- trucción biliar, sobre todo para litiasis biliar y lesiones benignas pan- creáticas. Además, evita el uso de radiaciones ionizantes y de contraste yodado intravenoso. Sus principales inconvenientes son el precio, el requerimiento de mayor tiempo de exploración y la mala tolerancia en pacientes con claustrofobia. No puede utilizarse en pacientes con marcapasos, desfibriladores o con ciertos tipos de cuerpos extraños metálicos. Ecoendoscopia Esta técnica combina la visualización endoscópica con la ecografía. Su sensibilidad en el diagnóstico de las obstrucciones biliares litiá- sicas o tumorales es superior a la de la TC y comparable a la de la CPRM. En los pacientes con cáncer de páncreas permite valorar la extensión local de la enfermedad (presencia de adenopatías y valoración de la infiltración vascular) igual o mejor que la TC. Además, permite la punción de la lesión y de adenopatías para la confirmación citológica del diagnóstico, con una baja incidencia de complicaciones. Colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) Es una técnica CPRE invasiva, con 95% de sensibilidad y de especi- ficidad en el diagnóstico de la obstrucción biliar. Permite detectar el lugar y la naturaleza de la obstrucción en el 90% de los casos y puede ser terapéutica (papilotomía, extracción de cálculos, colocación de drenajes biliares). Colangiografía transparietohepática (CTPH) Es equiparable a la CPRE en cuanto a eficacia diagnóstica y permite realizar drenaje biliar externo, por lo que es preferible en las obs- trucciones altas de la vía biliar. Depende menos que la CPRE del examinador, aunque sí de la presencia o la ausencia de dilatación de la Enfermedades del aparato digestivo Algoritmo diagnóstico de la ictericia. vía biliar. Está contraindicada en presencia de gran ascitis, coagulopatía importante o hidatidosis hepática. Gammagrafía hepatobiliar La gammagrafía de la vía biliar tiene un escaso papel en la actualidad para el estudio de la ictericia, porque es más cara y ofrece una peor resolución anatómica que las exploraciones radiológicas. Puede tener cierta utilidad en el diagnóstico de la colecistitis aguda, donde puede evidenciarse la obstrucción del cístico; en la detección de fístulas biliares posquirúrgicas o postraumáticas; en la evaluación de la ictericia neona- tal, para descartar una atresia biliar; y en el diagnóstico de una ictericia obstructiva extrahepática no asociada a dilatación de la vía biliar. Otras exploraciones Debe realizarse biopsia hepática cuando se sospecha una enfermedad hepatocelular difusa o colestasis intrahepática de etiología no clara. Es especialmente útil en la hepatitis alcohólica, la hepatitis crónica, la cirro- sis biliar primaria y las enfermedades sistémicas que afectan el hígado (amiloidosis, sarcoidosis, etc.). También puede ser útil en las hepatopatías por fármacos. Antes de realizar una biopsia hepática debe descartarse una obstrucción biliar extrahepática, porque entraña el riesgo de peritonitis biliar. Si se detecta una masa hepática o pancreática, puede estar indicado su estudio por medio de punción con aguja fina realizada con control ecográfico o de TC. La laparoscopia ha sido casi completamente sus- tituida por las técnicas de imagen. La laparotomía únicamente se lleva a cabo para realizar un tratamiento previamente diseñado. ■ ESQUEMA DIAGNÓSTICO DE LA ICTERICIA La evaluación inicial incluye anamnesis, exploración física completa, estu- dios de laboratorio generales y habitualmente una ecografía abdominal (fig. 1). La orientación diagnóstica será distinta en casos de hiperbili- rrubinemia aislada o asociada a otros datos sugestivos de hepatopatía. Una hiperbilirrubinemia conjugada aislada se encuentra en los síndro- mes de Rotor o de Dubin-Johnson. En los pacientes con hiperbilirru- binemia no conjugada debe valorarse la posibilidad de una hemólisis. Apoyan este diagnóstico el incremento en el recuento de reticulocitos, la anemia (no siempre presente), el descenso de la haptoglobina, el aumento de la LDH y la disminución de la vida media eritrocitaria. Si no hay hemólisis, debe descartarse una diseritropoyesis, en la que la vida media eritrocitaria y el recuento de reticulocitos son normales, pero existe cierto grado de anemia y, en ocasiones, un descenso de la haptoglobina. Si estos estudios son normales y el paciente no consume fármacos que pueden ser responsables, el diagnóstico se limita al sín- drome de Gilbert y al síndrome de Crigler-Najjar, más raro y propio de la infancia, en el que los niveles de bilirrubina suelen ser siempre mayores de 5 mg/dL (85 mmol/L). Los pacientes con hiperbilirrubinemia mixta, elevación de las transa- minasas superior a la de fosfatasa alcalina, disminución de la tasa de protrombina que no se corrige con vitamina K parenteral y hallazgos clínicos sugestivos, probablemente sufren una enfermedad hepato- celular. Serán necesarios otros datos de laboratorio para esclarecer la naturaleza de la hepatopatía. Si la clínica o el hallazgo de una lesión focal en la ecografía abdominal hacen sospechar una enfermedad neoplásica, debe realizarse una TC abdominal y toma de material para estudio anatomopatológico, orientada por ecografía o TC. Si no se objetiva una lesión focal ni un consumo de medicación poten- cialmente hepatotóxica, se ha de efectuar una biopsia hepática en los casos con evolución crónica o atípica. En general, no es necesario realizar biopsia hepática en la enfermedad hepatocelular aguda que evoluciona favorablemente. Ante un cuadro de colestasis debe valorarse si existe dilatación de la vía biliar por medio de ecografía y/o TC. Si la vía biliar está dilatada, se realizarán ecoendoscopia o CPRM en función de la sospecha diagnós- tica y los medios disponibles. Si se sospecha patología tumoral, se pre- fiere la ecoendoscopia, que permite un estadiaje local de la enfermedad tumoral y la punción de la lesión para su diagnóstico anatomopato- lógico. Si se sospecha patología litiásica, la CPRM puede confirmarla de forma no invasiva. Las técnicas invasivas (CPRE o CTPH) quedan reservadas para los casos en que permitan tratar la obstrucción biliar (papilotomía, extracción de cálculos, colocación de prótesis o drenajes biliares). Si no existe dilatación de la vía biliar, puede realizarse una biopsia hepática o adoptar una actitud expectante en función de la situación clínica y de los resultados de los estudios de laboratorio. COLESTASIS ■ CONCEPTO Es un impedimento total o parcial para la llegada de bilis al duodeno, ya sea por incapacidad para su formación o para su flujo, causado por una gran variedad de enfermedades cuyas manifestaciones clínicas, analíticas y anatomopatológicas pueden ser parecidas. Aunque habi- tualmente la colestasis se acompaña de ictericia, algunos pacientes no presentan hiperbilirrubinemia. ■ ETIOLOGÍA En función de la localización de la alteración al flujo biliar, las colestasis pueden clasificarse en intrahepáticas (no obstructivas u obstructivas) o extrahepáticas. Colestasis intrahepática No obstructiva Latoxicidad farmacológica es una causa frecuente. Destacan por su frecuencia: clorpromacina, eritromicina, sulfamidas, sulfonilu- reas, antiinflamatorios no esteroides, esteroides anabolizantes 17-a- alquilados y anovulatorios y, algunos fármacos de uso común, como amoxicilina-clavulánico o captopril. Algunas hepatitis víricas agudas, especialmente por virus A y E, pre- sentan, tras la fase aguda, un síndrome colestásico que en general no empeora el pronóstico y puede durar varios meses. En algunos casos de hepatitis alcohólica puede haber colestasis importante. Las infecciones, sobre todo por bacilos gramnegativos, pueden oca- sionar colestasis funcional y ligera hipertransaminasemia sin prurito. Esta complicación es más frecuente en recién nacidos y hepatópatas, tiene cierto paralelismo con la gravedad de la infección pero no empeo- ra el pronóstico y se resuelve rápida y completamente al mejorar la infección. La colestasis benigna postoperatoria se caracteriza por la aparición de ictericia, 1-10 días después de una intervención quirúrgica mayor, con incremento de fosfatasa alcalina y ligera hipertransaminasemia. La biopsia hepática, habitualmente innecesaria, muestra colestasis, sin inflamación ni necrosis. Es autolimitada y no empeora el pronóstico. Su diagnóstico requiere la exclusión de otras causas de disfunción hepática postoperatoria, como hipoxia, hipotensión o sepsis. La colestasis benigna recurrente del embarazo es un trastorno gené- tico debido a mutaciones de MDR3 y, probablemente, también de otros transportadores canaliculares. Cursa con prurito y, en ocasiones, ictericia ligera. Sucede típicamente en el tercer trimestre y se resuelve en las primeras 2 semanas tras el parto. El pronóstico de la madre es bueno, pero se asocia a un mayor riesgo de distrés respiratorio del recién nacido, parto prematuro y muerte neonatal. Recurre en embarazos posteriores (60%-70%) o presentarse en caso de consumo de anticonceptivos hormonales, sobre todo los que contienen combinaciones de estrógenos y progestágenos. El ácido ursodesoxicólico (AUDC) mejora los síntomas y disminuye el riesgo de pérdida fetal. La nutrición parenteral puede causar esteatosis hepática, colestasis e inflamación portal y favorece la formación de litiasis biliar. Puede aparecer ictericia tras su administración durante 3-4 semanas, cuando los lípidos representan más del 60% del aporte calórico diario. El 3%-10% de los pacientes con linfoma presenta ictericia por infil- tración hepática, por obstrucción biliar extrahepática, por toxicidad del tratamiento quimioterápico o como fenómeno paraneoplásico. Hasta el 10% de los pacientes con hipernefroma no metastásico sufre un síndrome paraneoplásico, con colestasis y hallazgos histopatológicos inespecíficos, que remite tras la nefrectomía. El 25%-75% de los pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva tiene hiperbilirrubinemia, con ictericia en el 10%-20% de los casos. En el hipertiroidismo puede producirse colestasis, en ocasiones relacionada con el desarrollo de insuficiencia cardíaca congestiva. La amiloidosis hepática produce generalmente un cuadro de hepato- megalia anictérica, aunque en ocasiones puede causar ictericia colestási- ca por infiltración. Con cierta frecuencia, el déficit de a1-antitripsina ocasiona hepatitis colestásica neonatal. En la protoporfiria eritrocítica se produce colestasis funcional, o por la precipitación intracanalicular de cristales de protoporfirina. El síndrome de Aagenae (linfedema hereditario con colestasis recu- rrente) es una rara enfermedad autosómica recesiva caracterizada por linfedema crónico en extremidades inferiores y colestasis a partir Ictericias y enfermedades de las vías biliares del primer mes de vida, que se prolonga hasta la edad de 1-6 años. En el síndrome de Zellweger (síndrome cerebrohepatorrenal) existe una alteración en los peroxisomas hepáticos que impide la oxidación de los ácidos biliares. Los pacientes mueren poco después del nacimiento. En la colestasis intrahepática familiar progresiva se produce una colestasis grave con hepatomegalia y/o esplenomegalia desde la infancia. Puede evolucionar hacia una cirrosis biliar secundaria y cursar con remisiones espontáneas y recurrencias. Hay tres formas (PFIC-1, 2 y 3; con valores de GGT normales en las dos primeras y elevados en la última) que se deben a mutaciones de los transportadores hepatocanaliculares FIC-1 (enfermedad de Byler), BSEP y MDR3, respectivamente. Aunque estos trastornos son propios de la infancia, se han descrito cuadros de cirrosis colestásica criptogenética en el adulto por mutaciones de MDR3. Su evolución tras el trasplante hepático es favorable. La colestasis benigna recurrente idiopática es un trastorno infrecuente, autosómico recesivo. Cursa en brotes de semanas-meses de duración; el primero de ellos sucede en la adolescencia y puede precipitarse por tratamiento estrogénico. Los brotes suelen estar precedidos por una fase preictérica de 2-4 semanas en la que existe malestar general, anorexia y prurito. La biopsia hepática revela una importante colestasis centrolobu- lillar sin infiltrado inflamatorio ni fibrosis. Entre los brotes, los estudios bioquímicos e histológicos son normales. En general, su pronóstico es bueno. Los estudios familiares sugieren una herencia recesiva. Se ha asociado a mutaciones en FIC-1 y BSEP. El tratamiento es sintomático. Obstructiva En la cirrosis biliar primaria se produce un infiltrado inflamatorio crónico, a veces granulomatoso, de los espacios porta, alrededor de los conductos biliares interlobulares, que los destruye. Otras enfer- medades que cursan con una reacción inflamatoria y destrucción de los pequeños conductos biliares son el rechazo del injerto hepático y la reacción crónica del injerto contra el receptor, que ocurre tras el trasplante de médula ósea y, con menor frecuencia, tras el trasplante de órganos sólidos distintos del hígado. La colangitis autoinmune es una entidad similar a la cirrosis biliar primaria, de la que se dis- tingue por presentar títulos elevados de anticuerpos antinucleares, en lugar de los anticuerpos antimitocondriales característicos de aquella. Aproximadamente el 10% de los pacientes con sarcoidosis hepática presenta hallazgos similares. Las enfermedades granulomatosas del hígado suelen causar colestasis anictérica. El diagnóstico diferencial de las granulomatosis hepáticas incluye múltiples enfermedades. Las que causan ictericia más frecuen- temente son la tuberculosis y la sarcoidosis. En la colangitis esclerosante primaria existen pequeñas estenosis bilia- res que alternan con dilataciones en todo el árbol biliar. En el 50% de los casos se asocia a enfermedad inflamatoria intestinal, sobre todo a colitis ulcerosa. Los hallazgos histopatológicos son variables entre una hepatitis crónica activa y los más característicos de pericolangitis (inflamación y/o fibrosis periductular). Puede ocasionar colestasis anic- térica durante años, pero suele evolucionar hacia la colestasis grave, con cirrosis e insuficiencia hepática. Puede complicarse con el desarrollo de colangitis bacteriana y colangiocarcinoma (15%). En la enfermedad asociada a IgG4 puede producirse una colangitis esclerosante similar a la colangitis esclerosante primaria, que puede mejorar con la adminis- tración de glucocorticoides. Existen formas secundarias de colangitis esclerosante, tras el desarrollo de colangitis infecciosa recurrente y tras quimioterapia intraarterial con 5-fluorodesoxiuridina. En el sida pueden producirse hallazgos similares, en relación con infecciones por citomegalovirus y Cryptosporidium. La infiltración hepática por tumores primitivos o metastásicos o por lesiones no neoplásicas, como abscesos múltiples, provoca un síndrome colestásico por compresión de las vías biliares intrahepáticas. La ictericia franca no es frecuente, porque requiere una infiltración importante. La poliquistosishepática puede ocasionar colestasis por compresión intrahepática de la vía biliar. La enfermedad de Caroli (dilatación con- génita de la vía biliar intrahepática) puede cursar con colangitis de repe- tición y con formación de cálculos biliares pigmentarios intrahepáticos. En la fibrosis quística puede producirse obstrucción de las vías biliares intrahepáticas por un depósito de material eosinófilo, pero es más frecuente la estenosis biliar secundaria a la enfermedad pancreática. BENIGNA Litiasis Pancreatitis aguda y crónica Estenosis posquirúrgica Colangitis esclerosante primaria y secundaria Malformaciones congénitas Parasitosis Tumores benignos de la vía biliar principal Hemobilia Enfermedades duodenales MALIGNA Cáncer de páncreas Colangiocarcinoma Ampuloma Cáncer de vesícula biliar Compresión o infiltración por tumor o adenopatías Enfermedades del aparato digestivo Causas de colestasis extrahepática Este síndrome colestásico puede causar una cirrosis biliar, aunque el pronóstico está más condicionado por la afección pulmonar. El síndrome de Alagille es una enfermedad autosómica dominante con penetrancia variable. Se observa un número escaso de conductos biliares interlobulillares, lo que causa colestasis clínicamente evidente en los primeros meses de vida. Se asocia a dismorfia facial y otras manifestaciones congénitas, sobre todo cardiovasculares. Colestasis extrahepática Benigna La litiasis de la vía biliar y sus complicaciones (v. más adelante) cons- tituyen la principal causa de obstrucción biliar benigna. En la pancreatitis aguda, el edema de la cabeza del páncreas puede comprimir la vía biliar (cuadro 2). En la pancreatitis crónica el tejido cicatricial del páncreas puede englobar la porción intrapan- creática del colédoco; también puede producirse una compresión de la vía biliar por un seudoquiste. Las estenosis posquirúrgicas son causas frecuentes de obstrucción biliar (v. cuadro 29-2). Su incidencia es del 0,2-0,35 tras la colecistectomía abierta y 0,4%-0,6% tras la colecistectomía laparoscópica. La colangitis esclerosante primaria con afección exclusivamente extrahepática es una causa poco común de estenosis biliar. Entre las malformaciones congénitas que causan obstrucción de la vía biliar con mayor frecuencia se encuentran la atresia biliar extra- hepática y los quistes de colédoco. Algunas infecciones parasitarias, como la hidatidosis, Fasciola hepatica o Ascaris lumbricoides pueden producir una obstrucción biliar. Los tumores benignos de la vía biliar extrahepática son infrecuentes y generalmente asintomáticos, salvo que produzcan obstrucción biliar o colangitis. Por lo común su diagnóstico se establece en el curso de la cirugía. La hemobilia, que generalmente se debe a un traumatismo hepático, ocasiona dolor, cólico biliar, icte- ricia obstructiva y sangrado digestivo (rectorragia o melena). Algunas enfermedades duodenales (úlcera péptica, infección de un divertículo, en- fermedad de Crohn o enteritis eosinofílica) pueden afectar a la ampo- lla de Vater y causar obstrucción biliar. Maligna La neoplasia que más frecuentemente provoca obstrucción de la vía biliar es el adenocarcinoma de páncreas. Los tumores biliares (colan- giocarcinoma, ampulosa y carcinoma de vesícula biliar) producen frecuentemente ictericia. Los tumores hepáticos primitivos o las ade- nopatías del hilio hepático pueden provocar obstrucción de la vía biliar extrahepática por compresión o infiltración. ■ ANATOMÍA PATOLÓGICA Morfológicamente, la colestasis puede definirse como la presencia de pigmentos biliares en el tejido hepático. Independientemente de su causa, se observan moldes biliares canaliculares centrolobulillares y pigmento biliar inicialmente en los hepatocitos y más tarde en las células de Kupffer; algunos hepatocitos aparecen tumefactos, con dege- neración plumosa. En colestasis prolongadas se produce acumulación de cobre intrahepatocitario, sobre todo en áreas periportales y necrosis de hepatocitos aislados; también puede desarrollarse una respuesta inflamatoria, fibrosis centrolobulillar y proliferación de conductos biliares. En las colestasis extrahepáticas pueden apreciarse extravasación de bilis de los conductos biliares e infartos biliares. La cirrosis biliar que se produce tras colestasis prolongadas se caracteriza por coalescencia de las bandas de tejido fibroso y regeneración de hepatocitos para formar nódulos de contornos polilobulados. ■ CUADRO CLÍNICO Los síntomas más característicos del síndrome colestásico son ictericia, coluria, acolia y prurito. La intensidad de la ictericia es variable y en algunos casos puede faltar, sobre todo en el inicio de ciertas colestasis crónicas. La coluria generalmente precede a la ictericia y, en casos de colestasis crónica, puede desaparecer al producirse una unión covalente entre la albúmina y la bilirrubina que impide su filtrado glomerular. La acolia se produce únicamente si existe obstrucción biliar completa. El prurito suele ser más intenso por la noche y dificulta el sueño. A menudo es más intenso en las palmas de las manos y las plantas de los pies. En general, es paralelo al grado de colestasis, aunque desaparece en fases terminales. La inspección de la piel puede revelar lesiones por rascado. En los pacientes con colestasis prolongada pueden encontrarse hiper- pigmentación cutánea secundaria al rascado y xantelasmas y xantomas, por el incremento de los niveles de colesterol. La ausencia de sales biliares en el tubo intestinal dificulta la absor- ción de grasas y vitaminas liposolubles y ocasiona esteatorrea. La hipovitaminosis A se acompaña de hemeralopía y sequedad cutáneo- mucosa; la hipovitaminosis D, de osteoporosis y osteomalacia, con el consiguiente riesgo de aplastamientos vertebrales y otras fracturas. La hipovitaminosis K se asocia a coagulopatía, con alargamiento del tiempo de protrombina. La hipovitaminosis E puede causar afección neuromuscular degenerativa en niños caracterizada por arreflexia, oftalmoplejía, ataxia cerebelosa, neuropatía periférica y degeneración cordonal posterior, que más raramente puede afectar a adultos. La acumulación de cobre debida a su deficiente eliminación biliar no provoca lesión hepática ni neurológica, aunque puede verse un anillo de Kayser-Fleischer. En la colestasis se produce una situación hemodinámica similar a la de la cirrosis hepática, con circulación hiperdinámica, disminución de las resistencias periféricas, menor reactividad cardiovascular, bradicardia relativa e hipotensión. Estos trastornos son más notorios cuando el paciente es intervenido quirúrgicamente. También existe vasocons- tricción renal, al menos cortical, y disfunción tubular, que ocasiona un incremento en la natriuresis y una incapacidad para concentrar la orina. Estas alteraciones funcionales del riñón explican su sensibili- dad a la hipotensión y la hipoxia y la frecuencia con que se produce insuficiencia renal postoperatoria. ■ TRATAMIENTO La ictericia importante se asocia con riesgo para el desarrollo de insu- ficiencia renal, en relación con la tendencia a la inestabilidad hemodi- námica de los enfermos con colestasis. Como estos trastornos se han relacionado con la circulación de endotoxina de origen intestinal, se ha sugerido que la descontaminación intestinal selectiva podría ser útil para prevenir la disfunción renal. Además, está indicada la profilaxis antibiótica preoperatoria (o previa a medidas intervencionistas). Otras medidas destinadas a mantener la función renal incluyen: mantener una buena hidratación, evitar la hipotensión arterial y eludir el uso de fármacos nefrotóxicos y de AINE, que inhiben la síntesis de pros- taglandinas. En colestasis graves, causantes de esteatorrea, debe restringirse la inges- ta de grasas a 30-40 g/día e indicar suplementos con triglicéridos de cadena media, que se absorben sin necesidad de sales biliares.Deben administrarse suplementos de vitaminas liposolubles por vía parenteral u oral. Cuadro 2 El tratamiento de la osteopenia, en relación con la colestasis crónica, debe incluir la ingesta de 1,5 g/día de calcio y suplementos orales de vitamina D (1000 UI/día). También son eficaces los bisfosfonatos (como el alendronato). Asimismo, es recomendable la exposición solar, que favorece la formación de vitamina D. El prurito asociado a la colestasis se trata inicialmente con coles- tiramina en dosis de 4-16 g/día (4 g antes de las comidas). Su efecto antipruriginoso tarda varios días en ser evidente. Puede provocar un empeoramiento en la absorción de grasas, malabsorción de otros fármacos que sean administrados concomitantemente y acidosis hiper- clorémica a dosis elevadas. El tratamiento puede ser mal tolerado por su sabor desagradable y su intolerancia digestiva. Si la colestiramina es ineficaz o no se tolera, pueden utilizarse rifam- picina (150-600 mg/día), naltrexona (25-50 mg/día) o sertralina (75-100 mg/día). En pacientes con prurito refractario al tratamiento médico, la fototerapia, la plasmaféresis o la diálisis con albúmina producen un alivio temporal. En los casos de prurito rebelde puede estar indicado el trasplante hepático. ENFERMEDADES DE LAS VÍAS BILIARES ■ GENERALIDADES Anatomía La bilis fluye desde los hepatocitos al duodeno a través de las vías biliares. Los canalículos biliares están formados por hepatocitos adya- centes, confluyen en los colangíolos y conductos progresivamente mayores hasta dar lugar a los conductos hepáticos derecho e izquierdo, que se unen en el hilio para formar el conducto hepático común. El conducto cístico procede de la vesícula biliar, se une al hepático común y dan lugar al colédoco, que desemboca en el duodeno, junto con el conducto de Wirsung, en la ampolla de Vater, donde se encuentra el esfínter de Oddi. Las células del epitelio biliar, que recubren todo este árbol modifican la bilis mediante secreción y absorción de agua y electrólitos. Las vías biliares principales tienen una pared muscular, que responde a influjos neurohumorales; su tono y su contractilidad varían para regular el llenado y vaciamiento vesiculares y el paso de bilis al intestino. Fisiología Composición y formación de la bilis La bilis es una mezcla de solutos orgánicos e inorgánicos. Los principa- les solutos orgánicos son los ácidos biliares, lecitina y otros fosfolípidos y colesterol. También contiene bilirrubina conjugada y proteínas, como albúmina e inmunoglobulina A y metabolitos de hormonas y fármacos. Los solutos inorgánicos son electrólitos. La bilis se forma en la membrana canalicular de los hepatocitos, donde se localizan varias proteínas transportadoras, responsables de la secre- ción de los lípidos biliares y aniones orgánicos, como BSEP, MDR1, MDR3, FIC-1, MRP2, ABCG5/G8 y transportadores de aniones inorgánicos, como el intercambiador cloro/bicarbonato (AE2). Metabolismo hepático del colesterol El hígado es el órgano central en el metabolismo del colesterol. Los hepatocitos captan colesterol procedente de las lipoproteínas gracias a receptores localizados en el polo sinusoidal. Por otro lado, tras esterifi- carlo, por acción de la enzima acetilcoenzima A-colesterol-acetiltrans- ferasa (ACAT), lo exporta a la sangre en forma de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y lo secreta a la bilis en forma de colesterol o de ácidos biliares, gracias a transportadores del polo canalicular. Metabolismo de los ácidos biliares Los ácidos biliares primarios (cólico y quenodesoxicólico) se sintetizan en el hígado a partir del colesterol, conjugados con glicina o taurina. En la bilis, facilitan la excreción de colesterol, para hacerlo más soluble. Además, en el tubo digestivo, son necesarios para la absorción de la gra- sa y las vitaminas liposolubles, gracias a la formación de micelas. Poste- riormente, son reabsorbidos en el intestino delgado por difusión pasiva y, sobre todo, por transporte activo en el íleon terminal. Una pequeña parte de las sales biliares pasa al colon, donde son desconjugadas y dan Ictericias y enfermedades de las vías biliares lugar a los ácidos biliares secundarios (desoxicólico y litocólico), que son reabsorbidos. Se establece así una circulación enterohepática de los ácidos biliares excretados por el hígado y reabsorbidos en el 95% en el tubo digestivo, para ser devueltos al hígado por la circulación portal. Durante el ayuno, el esfínter de Oddi está contraído y ofrece resistencia al paso de la bilis al duodeno, lo que facilita el llenado de la vesícula bi- liar. En la vesícula se reabsorben agua y electrólitos, para formar una bilis más concentrada. Al inicio de la digestión, se libera colecistocinina (CCK) por la mucosa duodenal. La CCK produce una contracción de la vesícula biliar y una relajación del esfínter de Oddi, que permiten el paso de la bilis al duodeno. Además, el paso del ácido gástrico al duodeno promueve la liberación de secretina, que induce la secreción activa de agua y bicarbonato por los conductos biliares, lo que facilita el paso de la bilis al tubo digestivo. ■ LITIASIS BILIAR Y SUS COMPLICACIONES Epidemiología Los cálculos biliares suponen una patología muy frecuente en los países occidentales. Su prevalencia en la población mayor de 40 años es del 8% en varones y del 20% en mujeres y aumenta con la edad. No obs- tante, la colelitiasis es asintomática en más de la mitad de los casos. Patogenia Los cálculos biliares se forman por la sobresaturación de la bilis, de forma que se precipitan elementos sólidos. Existen dos tipos de cál- culos: pigmentarios (formados fundamentalmente por bilirrubinato cálcico, representan un 20% de los cálculos en los países occidentales) y de colesterol. Existen cálculos mixtos, en los que predomina el coles- terol. Los cálculos pigmentarios se producen por la presencia en la bilis de cantidades anormalmente altas de bilirrubina no conjugada (no hidrosoluble), en situaciones como enfermedades hemolíticas o la cirrosis. En cuanto a los cálculos de colesterol, el factor predisponen- te más importante para la formación de litiasis es la hipersecreción de colesterol, situación que se da en la obesidad o en las dietas hiper- calóricas y ricas en colesterol o en las personas tratadas con fibratos; también los estrógenos (naturales o contraceptivos orales) aumentan la secreción de colesterol a la bilis y disminuyen la secreción de sales biliares. Además, existen factores individuales no bien conocidos, ya que en las personas con colelitiasis, el aumento del colesterol en la dieta aumenta la secreción biliar de colesterol; este aumento no se produce en las personas sin colelitiasis. Otro factor contribuyente a la formación de litiasis es la hipomotilidad de la vesícula biliar: los pacientes con colelitiasis tienen un mayor volumen de la vesícula en ayunas y un menor vaciamiento tras la ingesta (mayor volumen residual). Algunos factores que pueden disminuir la contracción de la vesícula son el ayuno, la nutrición parenteral y el embarazo. Formas de presentación clínica Colelitiasis asintomática Gracias al uso creciente de la ecografía, es frecuente diagnosticar cole- litiasis a pacientes que no han tenido síntomas. La mayoría de ellos permanecerán asintomáticos: sólo un 1%-2% desarrollan síntomas o complicaciones cada año. A pesar de la baja morbilidad y mortalidad de la colecistectomía laparos- cópica, no se considera indicado el tratamiento quirúrgico de los pacientes con colelitiasis asintomática. Únicamente se recomienda la colecistectomía en los pacientes que tengan una vesícula en porcelana (con calcificación de su pared) o si los cálculos son mayores de 2 cm de diámetro, porque tienen un mayor riesgo de carcinoma de la vesícula biliar. Cólico biliar y dispepsia biliar • Cólico biliar. La manifestación sintomática más frecuente de la cole- litiasises el cólico biliar. Se produce por una obstrucción del cístico o del colédoco por la litiasis. Se trata de un dolor súbito, frecuentemente posprandial (sobre todo tras la ingesta de grasas o tras la ingesta después de un largo período de ayuno), de características no cólicas, localizado en hipocondrio derecho o epigastrio, en ocasiones irradiado al hombro derecho o región interescapular. Frecuentemente se acompaña de Enfermedades del aparato digestivo A. Ecografía abdominal. Imagen característica de una colelitiasis de 4 cm en el interior de la vesícula, visible como una imagen lineal curva ecogénica (flechas) y sombra acústica posterior. B. TC abdominal. La flecha indica la presencia de una colelitiasis con contenido cálcico. (Imágenes cedidas por el Dr. A. Benito, Servicio de Radiología, Clínica Universidad de Navarra.) náuseas y vómitos. El episodio suele durar unas horas. Si la duración es mayor de 5-6 h hay que sospechar la posibilidad de una complicación, como una colecistitis aguda. La existencia de fiebre también es suges- tiva de complicaciones (colecistitis, colangitis, pancreatitis). Tras un primer cólico biliar, es frecuente que se produzcan nuevos cólicos, pero la duración del intervalo hasta el siguiente es impredecible. • Dispepsia biliar. Se trata de una sensación de plenitud epigástrica, dis- pepsia, aerofagia o flatulencia tras la ingesta, sobre todo tras comidas ricas en grasa. En la mayoría de los casos no tiene relación con la colelitiasis (de hecho, puede presentarse en pacientes sin colelitiasis) y en muchos casos mejora con antiácidos o medidas dietéticas. • Diagnóstico. En el cólico biliar no se encuentran alteraciones en las pruebas de laboratorio, salvo cuando existe una obstrucción del colédoco, en la que pueden encontrarse elevaciones de tran- saminasas, GGT, fosfatasa alcalina y, en ocasiones, bilirrubina. La radiografía simple de abdomen suele tener poca utilidad, porque sólo un 20% de las litiasis biliares son radioopacas. La exploración de elección es la ecografía, que detecta los cálculos biliares con menos de un 5% de falsos positivos (fig. 2); sin embargo, hay que tener en cuenta que el hallazgo de cálculos biliares no implica que los síntomas del paciente sean debidos a un cólico biliar. En los casos en los que la sospecha clínica es alta, pueden ser útiles el drenaje biliar (para buscar la presencia de cristales de colesterol) y la ecoendoscopia. Es posible valorar la función de la vesícula (en pacientes en los que se plantea tratamiento con litotricia) con ecografía o con colecistografía oral. En estos pacientes, la TC puede ser útil para descartar que se trate de litiasis cálcicas (fig. 29-3). • Tratamiento en la fase aguda. El tratamiento del cólico biliar es sintomático: se usarán analgésicos y espasmolíticos. Como anal- gésicos, se pueden utilizar los antiinflamatorios no esteroideos. Si fuera preciso el uso de opiáceos, es preferible la meperidina, que no aumenta el tono del esfínter de Oddi. Colangiografía endoscópica (CPRE) en la que se observa la vía biliar extrahepática dilatada, con cálculos de gran tamaño en su interior (asteriscos). (Imagen cedida por el Dr. J. C. Súbtil, Servicio de Digestivo, Clínica Universidad de Navarra.) • Tratamiento definitivo. En la colelitiasis sintomática (causante de cólico biliar), el tratamiento de elección es la colecistectomía. En la dispepsia biliar, no existe indicación de tratamiento quirúrgico, porque en la mayoría de los casos, la sintomatología persiste tras la intervención. • Tratamiento quirúrgico. Hoy en día el abordaje de elección es por laparoscopia, porque supone una menor necesidad de analgesia post- operatoria y de hospitalización. La incidencia de complicaciones es baja (alrededor del 4%). Las complicaciones más frecuentes son hematoma en el lecho de la vesícula e infección postopera- toria. Puede producirse ictericia por daño en la vía biliar (fístula o estenosis) o por la existencia de litiasis en el colédoco que haya pasado inadvertida. La complicación más temida tras una colecis- tectomía laparoscópica es la lesión de la vía biliar principal, que en ocasiones se acompaña también de daño de la arteria hepática. Aproximadamente un 10%-15% de los pacientes tienen sintoma- tología abdominal después de la colecistectomía (síndrome pos- colecistectomía). La persistencia de la sintomatología previa a la intervención quirúrgica puede ser la consecuencia de una mala indicación, como sucede en los casos de dispepsia biliar. • Tratamiento no quirúrgico. El tratamiento no quirúrgico de la colelitia- sis se usa muy poco por la sencillez de la colecistectomía laparoscópica y porque, al persistir los factores que causan la litiasis, la recidiva de la litiasis tras el tratamiento no quirúrgico es muy frecuente. El AUDC (a dosis de 10 mg/kg de peso y día, dividido en tres tomas) reduce la secreción biliar de colesterol y lo hace más soluble. Puede utilizarse Figura 3 este tratamiento en pacientes con cálculos no calcificados menores de 10 mm, con vesícula funcionante. A pesar de prolongar el tratamiento hasta 2 años, menos del 50% tiene éxito. En los pacientes en los que el tratamiento disuelve los cálculos, la litiasis recidiva en el 50% en 5 años, por lo que algunos recomiendan hacer tratamiento con AUDC a una dosis de 300 mg/día para evitarlo. La litotricia extracorpórea con ondas de choque se usa, en combinación con el tratamiento con AUDC, en pacientes con alto riesgo quirúrgico o con coledocolitiasis que no han podido ser extraídas por vía endoscópica. Sólo puede utilizarse en pacientes con cálculos no calcificados, menores de 2 cm y con vesícula biliar funcionante. Colecistitis aguda La colecistitis aguda es una inflamación aguda de la vesícula biliar, a la que contribuyen tres factores. 1) Una inflamación mecánica, causada por la distensión de la vesícula, que da lugar a una isquemia de la mucosa; 2) una inflamación química, por degradación de solutos en la bilis, y 3) una inflamación bacteriana: los cultivos de la bilis son positivos hasta en el 85% de las colecistitis agudas; las bacterias que se aíslan más frecuentemente son Escherichia coli, Klebsiella y Streptococcus y, entre los anaerobios, Clostridium y Bacteroides. El 90% de las colecistitis agudas son secundarias a litiasis biliar. Sin embargo, hay un 10% de colecistitis alitiásicas. En ellas son más fre- cuentes las complicaciones, como la perforación o la gangrena, y la mortalidad es mayor (10%-50%, frente a 1% en colecistitis litiásica). Las colecistitis alitiásicas se producen en pacientes con traumatis- mos, ayuno prolongado, postoperatorio, nutrición parenteral total, diabetes, infecciones (Leptospira, Salmonella, Vibrio cholerae, Treponema pallidum, Actinomyces, Mycobacterium tuberculosis, Citomegalovirus) o en asociación a enfermedades sistémicas, como sarcoidosis o vasculitis. • Cuadro clínico. Inicialmente, la colecistitis se manifiesta como un cólico biliar, con dolor abdominal, náuseas y vómitos. Debe pensar- se en el desarrollo de una colecistitis cuando la duración del dolor abdominal es mayor de 6 h. Frecuentemente cursa con febrícula o fiebre (hasta 38 °C), en ocasiones acompañada de escalofríos. Si la fiebre es mayor, hay que sospechar el desarrollo de complicacio- nes supurativas, como empiema vesicular y absceso perivesicular. Ocasionalmente se produce ictericia, que suele ser leve, salvo en el síndrome de Mirizzi, en el que se produce una impactación de un cálculo en el cuello de la vesícula o en el cístico, para comprimir el colédoco, lo que produce ictericia obstructiva. En la exploración física encontraremos dolor en hipocondrio derecho a la palpación abdominal, que es máximo al inspirar profundamente; el signo de Murphy consiste en la inhibición de la inspiración profunda por dolor, mientras el explorador palpael hipocondrio derecho. En la tercera parte de los casos podemos palpar la vesícula distendida. Es frecuente que exista íleo paralítico y dolor a la descompresión abdominal en hipocondrio derecho, pero es raro que haya signos de peritonismo generalizado, salvo que existan complicaciones. • Complicaciones. El empiema vesicular es la consecuencia de la infección persistente de la bilis retenida en la vesícula. Se asocia a un elevado riesgo de sepsis por organismos gramnegativos y perfo- ración de la vesícula. La colecistitis enfisematosa es un cuadro de mayor gravedad que la colecistitis aguda habitual. Es más frecuente en pacientes diabéticos. Tiene una mortalidad del 15%-25%. La perforación de la vesícula da lugar a una peritonitis biliar y tiene una elevada mortalidad. Se puede producir la fistulización desde la vesícula al tubo digestivo, sobre todo al duodeno, el ángulo hepático del colon y el estómago. Estas fístulas colecistoentéricas pueden ser poco sintomáticas o dar lugar a un íleo biliar, cuando un gran cálculo obstruye el tubo digestivo (habitualmente en la válvula ileocecal). • Diagnóstico. En los estudios de laboratorio se encuentran habi- tualmente, leucocitosis, neutrofilia y desviación a la izquierda y elevación de la proteína C reactiva. Habitualmente, las pruebas de función hepática están moderadamente alteradas. La ecografía es la técnica con mayor rendimiento diagnóstico, muestra una vesícula distendida, con la pared engrosada, líquido perivesicular y dolor al presionar la vesícula con el transductor ecográfico; además, objetivará litiasis biliar en el 90% de los casos. Ictericias y enfermedades de las vías biliares • Tratamiento. Aunque la cirugía es esencial en el tratamiento de la cole- cistitis aguda, inicialmente es imprescindible estabilizar al paciente. Debe evitarse la ingesta oral y colocar una sonda nasogástrica bajo aspiración, iniciar fluidoterapia y tratamiento analgésico con antiin- flamatorios no esteroideos o meperidina. Debe iniciarse tratamiento antibiótico, habitualmente con cefalosporinas (como cefazolina, cefoxitina o ceftriaxona) o fluoroquinolonas (como ciprofloxacino o levofloxacino). En pacientes graves, que estuvieran hospitalizados o recibieran antibióticos, se recomienda piperacilina-tazobactam o un carbapenémico (imipenem, ertapenem o meropenem). El tratamiento de elección de la colecistitis aguda es la colecistectomía, habitualmente por vía laparoscópica. Debe llevarse a cabo precozmente (en las pri- meras 72 h). Si se retrasa, la inflamación dificulta la identificación de las estructuras del hilio hepático, por lo que aumenta el riesgo de complicaciones postoperatorias. La mortalidad quirúrgica es menor del 1%, pero aumenta hasta 10%-15% en pacientes con otras enfer- medades o con mal estado general. Debe retrasarse la cirugía en los pacientes en los que el diagnóstico de colecistitis sea dudoso o en aquellos con mal estado general en los que la cirugía supone un riesgo importante. En estos últimos, debe realizarse una colecistostomía y, una vez pasado el cuadro agudo, la colecistectomía. Colecistitis crónica Está causada por una irritación de la vesícula por cálculos y, posible- mente, por brotes repetidos de colecistitis subaguda o aguda. Puede ser asintomática o progresar a una colecistitis aguda o sus complicaciones. Coledocolitiasis Aproximadamente un 10%-15% de los pacientes con colelitiasis sintomática tiene coledocolitiasis, por paso de cálculos desde la vesí- cula. También existen coledocolitiasis por formación de cálculos en el colédoco, habitualmente cálculos pigmentarios en enfermedades parasitarias, colangitis de repetición, alteraciones congénitas (como la enfermedad de Caroli), estenosis biliares o mutaciones de MDR3, en las que existe una disminución de la excreción biliar de fosfolípidos. • Cuadro clínico. La coledocolitiasis puede ser asintomática, el cálculo puede pasar espontáneamente al duodeno, pero habitualmente produ- ce un cuadro de cólico biliar o alguna de sus complicaciones. Cuando se produce una obstrucción gradual e incompleta, da lugar a una colestasis, que puede ser indolora. Sin embargo, cuando se produce una obstrucción aguda y completa, aparece un dolor en hipocon- drio derecho, habitualmente referido a la espalda (por dilatación del colédoco o por la coexistencia de un cuadro de pancreatitis aguda, por impactación del cálculo en la ampolla de Vater), junto con el cuadro característico de obstrucción biliar (ictericia, coluria, acolia y prurito). • Diagnóstico. Algunos datos clínicos sugieren una obstrucción biliar por litiasis (frente a una obstrucción maligna): a) la litiasis produce dolor abdominal con mayor frecuencia; b) en la coledocolitiasis la ictericia suele ser fluctuante (porque la obstrucción biliar no es completa), y c) el signo de Courvoisier-Terrier (palpación de la vesícula biliar distendida) es más frecuente en las obstrucciones malignas, ya que en la patología litiásica es frecuente que exista cierto grado de colecistitis crónica, que impide la distensión de la vesícula. La exploración abdominal en la coledocolitiasis suele ser anodina, aunque en ocasiones puede encontrarse una hepatomegalia dolorosa. En el contexto de un cólico biliar, debe sospecharse una coledocolitiasis, si los niveles de bilirrubina son mayores de 5 mg/dL (85 mmol/L), aunque no suelen superar 15 mg/dL (255 mmol/L). Los niveles de fosfatasa alcalina y GGT están elevados. Los niveles de transaminasas pueden aumentar mucho en las fases iniciales (incluso, por encima de 1000 UI/L), pero disminuyen rápida- mente. La ecografía es la primera exploración instrumental que debe realizarse. Habitualmente encuentra la vía biliar dilatada y, frecuentemente puede encontrar litiasis en el colédoco. No obs- tante, la ecografía tiene sus limitaciones para explorar la vía biliar extrahepática. Si la ecografía no detecta litiasis, debe hacerse una CPRM o una ecoendoscopia (v. fig. 3), que confirmen la sos- pecha diagnóstica. Si se confirma el diagnóstico, la CPRE (fig. 4) permite hacer una esfinterotomía y la extracción de los cálculos. Enfermedades del aparato digestivo Ecoendoscopia en la que se aprecia la vía biliar dilatada (flecha azul), con varias pequeñas litiasis (flechas rojas) en la cara más declive del colédoco intrapancreático. Imagen tomada desde el ápice del bulbo duodenal. (Imagen cedida por el Dr. J. C. Súbtil, Servicio de Digestivo, Clínica Universidad de Navarra.) • Tratamiento. El tratamiento de la coledocolitiasis consiste en la extrac- ción de cálculos y colecistectomía. Si el paciente tiene una historia de ictericia obstructiva o pancreatitis, alteración de las pruebas hepáticas o un cálculo coledociano con dilatación de la vía biliar, es preferible realizar una CPRE, con esfinterotomía y extracción de cálculos y posteriormente una colecistectomía laparoscópica. También puede explorarse la vía biliar durante la colecistectomía y realizar la CPRE tras la colecistectomía, si es necesario. En caso de que no se hayan extraído todos los cálculos (empedramientos coledocianos o litiasis intrahepáticas) puede ser preciso realizar una derivación biliodigestiva. Colangitis El desarrollo de una infección de la vía biliar requiere la existencia de una obstrucción, al menos parcial, al flujo biliar. Clásicamente, las colangitis se deben a patología litiásica, pero cada vez son más frecuentemente debidas a patología neoplásica o secundarias a mani- pulaciones de la vía biliar. Las bacterias implicadas en la colangitis con más frecuencia son las mismas que producen colecistitis aguda: E. coli, Klebsiella y Streptococcus, Clostridium y Bacteroides. La colangitis es un cuadro con una mortalidad elevada de hasta el 15%-35%. • Cuadro clínico. El cuadro clínico clásico de la colangitis es la tríada de Charcot: fiebre, dolor abdominal e ictericia. Cuando a la tríada mencionada se suman hipotensióny alteración del estado mental, se habla de la péntada de Reynolds, que se asocia a una elevada mortalidad. Las alteraciones de laboratorio típicas son las de un cuadro de colestasis, junto con leucocitosis y neutrofilia propias de una infección bacteriana. • Tratamiento. Se basa en tres pilares: tratamiento general, anti- bioterapia y drenaje de la vía biliar. El tratamiento general debe incluir una adecuada hidratación y una monitorización que permita detectar la posible evolución hacia un shock séptico. El tratamiento antibiótico debe cubrir las bacterias más frecuentemente responsa-bles de la infección. Entre las distintas alternativas se incluyen cefalosporinas, quinolonas asociadas a metronidazol, un carba-penémico (ertapenem, imipenem o meropenem) o piperacilina-tazobactam. El drenaje biliar debe ser urgente si hay signos de gravedad (hipotensión o confusión) o si la fiebre persiste a pesar del tratamiento antibiótico. El tratamiento de elección es CPRE, con esfinterotomía y extracción de cálculos (a veces acompañada de lito-tricia), o CTPH. En caso de que no se eliminen todos los cálculos, debe realizarse tratamiento quirúrgico (una vez solucionado el problema agudo): colecistectomía, coledocotomía y drenaje biliar a través de un tubo en T de Kehr, o derivación biliodigestiva. Cirrosis biliar secundaria Las obstrucciones biliares o colangitis de repetición pueden producir una colangitis esclerosante secundaria. Las lesiones inflamatorias de repetición dan lugar a fibrosis y estenosis de la vía biliar. Al igual que en la colangitis esclerosante primaria, se puede producir un cuadro de cirrosis biliar, con hipertensión portal e insuficiencia hepática, que puede ser progresivo a pesar de la resolución de la obstrucción biliar. ■ ALTERACIONES CONGÉNITAS DE LA VÍA BILIAR Alteraciones congénitas de la vesícula biliar Pueden encontrarse alteraciones en el número (agenesia o duplicacio- nes), el tamaño (atrófica o gigante), la posición o la forma (divertícu- los) de la vesícula biliar. En la vesícula en gorro frigio existe un tabique que separa el cuello del fondo de la vesícula; esta malformación no tiene trascendencia patológica. Atresia e hipoplasia de las vías biliares Se trata de una malformación que afecta a las vías biliares extrahepáticas e intrahepáticas de mayor tamaño. Da lugar a una ictericia obstructiva en el primer mes de vida. La sospecha diagnóstica puede confirmarse mediante una colangiografía intraoperatoria. El tratamiento debe ser quirúrgico, con drenaje de la vía biliar al tubo digestivo por medio de una portoenterostomía de Kasai. Sin embargo, muchos pacientes desarrollan una colestasis crónica que evoluciona hacia la cirrosis biliar secundaria, con hipertensión portal. En esta situación, puede ser preciso el trasplante hepático. La atresia de vías biliares es una de las principales indicaciones de trasplante hepático en la infancia. Quistes de colédoco Son alteraciones congénitas de la vía biliar. Pueden causar cólicos bilia- res, colangitis u obstrucción biliar; también pueden presentarse como una masa palpable en hipocondrio derecho. Además, son un factor de riesgo para el desarrollo de colangiocarcinoma. El diagnóstico puede sospecharse por ecografía o TC y confirmarse por CPRM. El trata- miento es quirúrgico: resección del quiste y anastomosis biliodigestiva. Enfermedad de Caroli Es una enfermedad congénita que consiste en la dilatación sacular de conductos biliares intrahepáticos. Se manifiesta como obstrucción biliar o colangitis por litiasis o barro biliar. Existen dos formas: en la primera, existen únicamente quistes biliares mientras en la segunda los quistes se asocian a fibrosis hepática congénita y ectasia pielocalicial renal. En esta segunda forma, suelen producirse complicaciones de la hipertensión portal antes de que se produzcan complicaciones biliares. Pueden producirse episodios recurrentes de colangitis, con desarrollo de abscesos intrahepáticos, cirrosis biliar secundaria y colangiocarci- noma. Los estudios de imagen (ecografía, TC o CPRM) muestran la presencia de dilataciones quísticas de la vía biliar intrahepática. En casos iniciales, el tratamiento con AUDC puede evitar el desarrollo de litiasis o disolver los cálculos. La litiasis intrahepática puede tratarse por litotricia colangioscópica percutánea intrahepática (técnica muy sofisticada y disponible en muy pocos hospitales). En las colangitis, además del tratamiento antibiótico, suele ser necesario el drenaje quirúrgico. En ocasiones, la resección de los segmentos afectados o el trasplante hepático son el tratamiento definitivo. ■ TUMORES DE LAS VÍAS BILIARES Colangiocarcinoma Concepto y etiología Es un adenocarcinoma originado en el epitelio de los conductos bilia-res. Representa el 10%-20% de los tumores hepáticos primarios. Su incidencia en los países occidentales es de 2-6 casos por 100 000 habi-tantes/año, y está aumentando; es más frecuente en el sudeste asiático, Figura 4 en relación con parasitosis crónicas endémicas. La edad de presentación más habitual es 50-70 años. Se trata de un tumor muy agresivo, con una mediana de supervivencia desde el diagnóstico de 6 meses. Puede clasificarse, según su localiza-ción, en intrahepático, extrahepático hiliar y extrahepático distal. Los tumores localizados en la región perihiliar, también denominados tumores de Klatskin, son los más frecuentes (60%-80%) y afectan a la bifurcación entre los conductos hepáticos derecho e izquierdo. Se ha relacionado con enfermedades que producen inflamación de los conductos biliares, como colangitis esclerosante primaria, quistes coledocianos, enfermedad de Caroli y litiasis intrahepática. Las infec-ciones parasitarias por Clonorchis sinensis causan inflamación crónica del epitelio biliar y son una causa frecuente de colangiocarcinoma en países asiáticos. También se ha encontrado una mayor incidencia de colangiocarcinoma en pacientes con cirrosis hepática. No obstante, en la mayoría no existe una enfermedad predisponente. Cuadro clínico El colangiocarcinoma cursa habitualmente de forma silente hasta que la enfermedad se halla en un estadio avanzado. Los síntomas más frecuentes son la ictericia (90%), que suele ser progresiva, pérdida de peso y dolor abdominal (35%), prurito (26%) y colangitis aguda (10%). La icteri-cia suele ser relativamente tardía, salvo que el tumor afecte la vía biliar principal, porque la falta de excreción biliar de un lóbulo hepático se ve compensada por una mayor excreción del lóbulo hepático no afectado. Los colangiocarcinomas de la ampolla de Vater o ampulomas producen un cuadro de ictericia obstructiva indolora similar al del carcinoma de cabeza de páncreas y el adenocarcinoma duodenal. Los ampulomas pueden sufrir hemorragias intermitentes y causar anemia ferropénica. En la exploración destacan la ictericia y la palpación de una hepatomegalia lisa e indolora. Según la localización del tumor y la permeabilidad o no del conducto cístico puede palparse la vesícula biliar distendida (signo de Courvoisier). Exploraciones complementarias Las pruebas de laboratorio son típicas de un cuadro de colestasis, con elevación de bilirrubina, fosfatasa alcalina y GGT. El marcador tumoral que más frecuentemente se altera es el CA 19.9. Cuando es mayor de 100 U/mL, tiene una sensibilidad del 75% y una especificidad del 80% para el diagnóstico de colangiocarcinoma en pacientes con colangitis esclerosante primaria. Losniveles de a-fetoproteína sonnormales. Lasdistintas técnicas de imagen son imprescindibles para el diagnóstico y para decidir el trata-miento a seguir. Deben precisar su localización, nivel de obstrucción de la vía biliar y posible afección vascular o de los ganglios linfáticos hiliares. La ecografía tiene una rentabilidad diagnóstica limitada, pero puede ser útil para detectar la vía biliar dilatada por encima del nivel de obstrucción
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