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EVALUACIÓN DE LA ABSORCIÓN Y DE LA FUNCIÓN DEL PÁNCREAS Y DEL INTESTINO DELGADO Malabsorción intestinal MALABSORCIÓN INTESTINAL M. Esteve Comas CONCEPTO Conceptualmente, es útil separar los procesos de digestión de los de absorción. En los primeros, los constituyentes complejos de la comida son convertidos en moléculas simples y, por tanto, se entiende por maldigestión la alteración en la hidrólisis de los nutrientes. En cambio, la absorción es el paso de estas moléculas a través del epitelio intes- tinal por medio de mecanismos activos y pasivos, específicos e ines- pecíficos. El término malabsorción se refiere, por ello, a la alteración en la absorción mucosa de los nutrientes. La mayoría de las enfermedades que producen malabsorción/ maldigestión presentan varios mecanismos fisiopatológicos que con- tribuyen al desarrollo del cuadro malabsortivo. Los procesos de diges- tión y absorción comprenden las fases siguientes: • Fase luminal. En ella, las secreciones gástricas, biliares y pancreáticas hidrolizan las grasas, las proteínas y los hidratos de carbono. Un déficit de tales secreciones produce malabsorción y diarrea. • Fase mucosa. Durante esta fase se completa la hidrólisis de los prin- cipios inmediatos. Estos se captan por el enterocito y se preparan para su transporte posterior. La lesión de la mucosa intestinal condiciona los trastornos de esta fase. • Fase de transporte. Supone la incorporación de los nutrientes a la circulación sanguínea o linfática. La insuficiencia vascular o la obs- trucción linfática impiden el transporte desde la célula intestinal a los órganos donde se llevan a cabo el almacenamiento y el metabolismo. El cuadro clínico clásico de malabsorción/maldigestión se caracteriza por la presencia de deposiciones abundantes, pastosas, espumosas, con desnutrición, astenia y distensión abdominal. Actualmente este cuadro clínico es muy poco frecuente, ya que los pacientes se diagnostican en fases precoces; es muy habitual que se plantee el diagnóstico diferencial de un cuadro de diarrea crónica acuosa o síntomas gastrointestinales inespecíficos, pérdida de peso, anemia o, simplemente, una alteración de una prueba de laboratorio. Aparte de la clínica digestiva producida por la malabsorción de nutrientes, pueden producirse también mani- festaciones extraintestinales que se detallan en la tabla 1. El diagnóstico de la malabsorción/maldigestión se había enfocado clásicamente basándose en el mecanismo fisiopatológico que la origina, con el objeto de intentar discernir si la enfermedad causante afectaba el enterocito, el transporte de nutrientes o el páncreas. Sin embargo, la disponibilidad de más y mejores técnicas de imagen y la mayor facilidad para la obtención de muestras biológicas (sangre o tejido) han hecho que este abordaje diagnóstico haya quedado obsoleto. Además, la malabsorción se produce en algunas enfermedades por más de un mecanismo. Por tanto, desde un punto de vista práctico es más útil plantear el abordaje diagnóstico en función de la sos- pecha clínica y dirigir las pruebas diagnósticas disponibles basándose en la mejor evidencia científica (fig. 1). La lista de causas que ocasionan malabsorción o maldigestión es extensa. En el cuadro 1 se detallan las más importantes, separadas en función del mecanismo fisiopatológico subyacente. El análisis de los datos de la historia clínica debe ser cuidadoso y debe incluir detalles de la dieta, hábitos tóxicos, fármacos, antecedentes familia- res, viajes a países exóticos, etc. La exploración física mostrará alteraciones Manifestaciones extraintestinales de malabsorción SISTEMA MANIFESTACIÓN CLÍNICA CAUSA Hematopoyético Anemia microcítica Déficit de Fe Anemia macrocítica Déficit de B12, fólico Hemorragia Déficit de vitamina K Musculoesquelético Osteoporosis, osteomalacia, fracturas Malabsorción Ca, vitamina D, hiperparatiroidismo secundario Tetania, parestesias Déficit Ca, Mg y vitamina D Piel y mucosas Hematomas espontáneos, equimosis, petequias Déficit de vitaminas K y C Glositis, queilitis, estomatitis Déficit vitaminas complejo B, vitaminas B12 y C, folato y Fe Edema Malabsorción o pérdida intestinal proteica Acrodermatitis, dermatitis escamosa Déficit de Zn y ácidos grasos esenciales Hiperqueratosis folicular Déficit de vitamina A Dermatitis hiperpigmentada Déficit de niacina (pelagra) Uñas delgadas con deformación en cuchara Déficit de Fe Dedos en palillo de tambor Malabsorción grave de nutrientes Endocrino Amenorrea, impotencia, infertilidad Hipopituitarismo secundario, malabsorción proteica e inanición Retraso de crecimiento, infantilismo Malabsorción de nutrientes en niños y adolescentes Hiperparatiroidismo secundario Déficit prolongado de Ca y vitamina D Nervioso Xeroftalmía, ceguera nocturna Déficit de vitamina A Neuropatía periférica Déficit de tiamina y B12 Otros Cálculos renales Aumento de absorción colónica de oxalato Ascitis Malabsorción o pérdida intestinal de proteínas Cuadro 1 Disminución de la disponibilidad de los nutrientes Deficiencia de cofactores (anemia perniciosa; cirugía gástrica) Consumo de nutrientes (sobrecrecimiento bacteriano) Alteración en la solubilización de las grasas Alteración en la hidrólisis de los nutrientes Inactivación de lipasas (síndrome de Zollinger-Ellison) FASE MUCOSA gastroenteritis eosinofílica, amiloidosis—) —cistinuria de Hartnup, captación de folato y vitamina B12—; Insuficiencia vascular (ateromatosis; vasculitis) CCK: colecistocinina. Enfermedades del aparato digestivo Abordaje diagnóstico de la malnutrición/maldigestión. Enfermedades que causan malabsorción o maldigestión en los casos graves (edemas, caquexia, manifestaciones extradigestivas, etc.), pero puede ser normal en una gran proporción de pacientes en los que la enfermedad que ocasiona maldigestión/malabsorción es leve y se diagnostica de forma precoz. Las exploraciones que se han de realizar se basarán en la situación clínica y en el conocimiento de la compleja fisiología y fisiopatología de los órganos involucrados. ■ PRUEBAS GENERALES DE MALABSORCIÓN Como ya se ha comentado, es poco habitual que la estrategia diagnós- tica se inicie con la realización de pruebas generales de malabsorción, pero es importante saber que existen. Evalúan la absorción de grasa y de hidratos de carbono (prueba de la d-xilosa) como paradigma de las pruebas de función pancreática (fase de digestión) y de función del enterocito (fase de absorción), respectivamente. Detección cuantitativa de grasa en heces La detección de grasa en heces es poco útil como método de diagnós- tico inicial porque puede ser patológica en múltiples enfermedades que afectan la digestión y la absorción, como la enfermedad celíaca (EC), el sobrecrecimiento bacteriano, el síndrome de intestino corto y la enfermedad de Crohn extensa, además de la insuficiencia pan- creática. No es útil, por tanto, en el diagnóstico diferencial. Se realiza mediante la ingesta de 100 g de grasa desde 2 días previos al inicio de la recogida de heces, que dura 72 h. Actualmente, la principal utilidad de esta prueba es la evaluación funcional del páncreas cuando se sabe que hay lesión parenquimatosa pancreática, como en el caso de pancreatitis crónica. Una cantidad de grasa fecal mayor de 7 g/día confirma esteatorrea. Prueba de la d-xilosa Sirve para distinguir la malabsorción por afectación del enterocito de la maldigestión producida por enfermedades del páncreas. Se administra una dosis de 25 g de d-xilosa en 500 mL de agua y se mide la excreción urinaria durante 5 h. En condiciones normales se excretan más de 4 g. Es una prueba poco específica porque puede estar alterada en el sobrecrecimiento bacteriano y dar falsos positivos en pacientes con insuficiencia renal, ascitis o recogida de orina incompleta. Además,es muy poco sensible para detectar malabsorción leve o moderada, o cuando la afectación del intestino delgado es limitada. Por tanto, igual como ocurre con la detección de grasa en heces, el test de la d-xilosa nunca es el método diagnóstico inicial de la sospecha de enteropatía. Por otra parte, durante el proceso diagnóstico se realiza en escasas ocasiones porque generalmente se llega al diagnóstico de la causa de la enteropatía mediante métodos más específicos. Pruebas de función pancreática exocrina Las pruebas para valorar la función exocrina pancreática se exponen con más detalle en el capítulo 25, Enfermedades del páncreas. El patrón oro de la función pancreática exocrina es el test de estimulación con secretina. Sin embargo, es un test invasivo y molesto que requiere la colocación de una sonda con doble luz para la recolección de jugo pancreático en respuesta a la infusión endovenosa de secretina. Mide la producción de bicarbonato y de enzimas pancreáticas. En la práctica Figura 1 PRUEBAS DE SOBRECRECIMIENTO BACTERIANO Malabsorción intestinal 7 clínica, el test de elastasa fecal es la prueba más utilizada para detectar insuficiencia pancreática y la recomendada en guías de consenso. Es una prueba sencilla, económica y reproducible que determina mediante ELISA la concentración de elastasa pancreática humana. No determina, en cambio, la actividad enzimática en heces y por este motivo es útil sólo para el diagnóstico, pero no para valorar la adherencia al tratamiento sustitutivo, ya que las enzimas que se usan para el tratamiento no son de origen humano. Hay que tener en cuenta que la determinación se realiza en una pequeña muestra de heces sólidas, no de diarrea acuosa (las heces líquidas ocasionan una dilución de la elastasa, lo que puede dar lugar a resultados falsamente bajos). El límite normal de elastasa fecal es más de 200 mg/g de heces, y niveles menores de 100 indican insuficiencia pancreática grave (valores entre 100 y 200 son indicativos de posible pancreatopatía, pero deben evaluarse en el contexto general del paciente). Aunque las técnicas morfológicas del páncreas no detectan función, es bien sabido que a mayor alteración de la estructura pancreática, mayor alteración se produce de su función. La insuficiencia pancreática con diarrea y esteatorrea sin alteraciones morfológicas es posible, pero rara. Las pruebas más utilizadas para la evaluación morfológica del páncreas son la ultrasonografía endoscópica, TC o colangiopancreatografía- RM. La primera permite, además, la obtención de células o de tejido mediante punción aspiración o biopsia con aguja fina. Las dos últimas son técnicas complementarias para una evaluación más precisa de la estructura, sobre todo los ductos pancreáticos. No existen estudios prospectivos que hayan comparado la sensibilidad y especificidad de estas técnicas para el diagnóstico de pancreatitis crónica. Por tanto, a falta de mayor información, la estrategia diagnóstica dependerá de su disponibilidad en cada centro. Evaluación de la malabsorción por enteropatía La malabsorción por enteropatía se produce como consecuencia de lesión del enterocito. El diagnóstico de malabsorción secundaria a enteropatía se realiza con la identificación de la enfermedad causal (tabla 2). El diagnóstico se obtiene generalmente mediante biopsia intestinal y técnicas asociadas a la misma y mediante el estudio mor- fológico del intestino delgado. La biopsia duodenal (seis muestras: dos del bulbo duodenal y cuatro del duodeno proximal y distal) permite en general llegar al diagnóstico o, al menos, permite detectar la existencia de enteropatía, independien- temente de su etiología. En algunos casos, como la amiloidosis o la enfermedad de Whipple, la biopsia duodenal es diagnóstica porque el aspecto histopatológico es característico. En cambio, la lesión intestinal por EC es inespecífica (para cualquiera de los grados de lesión, desde enteritis linfocítica hasta atrofia), por lo que el diagnóstico se debe reforzar o confirmar con otros métodos analíticos (serología, estudio genético, estudio de subpoblaciones linfocitarias) y clínicos (buena respuesta a la dieta sin gluten [DSG]). En cualquier caso, la sospecha de malabsorción por enteropatía obliga a la realización de biopsia intestinal, ya sea para establecer el diagnóstico, ya para determinar el grado de lesión. El contexto clínico (antecedentes epidemiológicos y/o familiares, antecedente de radioterapia en la enteritis por irradia- ción, trasplante de médula ósea en la enfermedad del injerto contra el receptor, o ingesta de fármacos, etc.) debe orientar el diagnóstico. En la tabla 2 se detallan las principales causas de enteropatía que pueden ocasionar malabsorción y los métodos diagnósticos para cada una de ellas. Tradicionalmente, las biopsias de intestino delgado se realizaban por medio de una pequeña cápsula (p. ej., cápsula de Crosby, cápsula de Watson) unida a un tubo flexible radiopaco. En las últimas décadas, esta técnica ha sido progresivamente sustituida por la toma de biopsias mediante endoscopia de duodeno distal y proximal. Aunque con ella las muestras son más pequeñas que las obtenidas con cápsula, este método tiene la ventaja de poder tomar biopsias múltiples. Además, en muchos pacientes con EC u otras enteropatías es posible observar una alteración del aspecto macroscópico de la mucosa duodenal, lo que permite la toma de biopsias dirigidas. El método de elección para el estudio morfológico del intestino delga- do es actualmente la enterografía por RM, ya que tiene una precisión diagnóstica similar a la enterografía por TC, pero la primera no irradia. En caso de no disponer de ninguna de ellas, se puede realizar un tránsito intestinal baritado, si bien son muchas las limitaciones de esta técnica. La precisión diagnóstica del tránsito baritado es menor, porque a diferencia a la enterografía por RM no permite detectar com- plicaciones extraluminales, produce una irradiación del paciente nada despreciable y los radiólogos más jóvenes tienen una escasa formación en esta técnica, por lo que está quedando obsoleta. Los hallazgos en estas exploraciones indicarán la necesidad de realizar otras como ente- roscopia por cápsula endoscópica o enteroscopia de doble balón. La ventaja de esta última, que es más invasiva que la cápsula endoscópica, es que permite la toma de biopsias dirigidas de tramos de intestino delgado no accesibles a la endoscopia convencional. PRUEBAS DE FUNCIÓN ILEAL El método diagnóstico más utilizado en Europa para la valoración de la función ileal es el test de selenio-75-ácido taurocólico marcado (SeHCAT). Este test valora, mediante gammagrafía, la retención abdomi- nal de un ácido biliar marcado con selenio (75Se-homotaurocolato) admi- nistrado por vía oral y que se absorbe en el íleon. Su precisión diagnóstica es elevada y un valor alterado predice una buena respuesta a los quelantes de ácidos biliares. Una retención corporal del marcador menor de 10%, medida por gammacámara al séptimo día, predice la malabsorción de ácidos biliares con una alta sensibilidad (80%-90%) y especificidad (70%-100%). Los inconvenientes son la exposición a radiaciones y la necesidad de utillaje especializado (v. cap. 19, Síndrome diarreico). Alterativamente puede utilizarse el test de Schilling, que evalúa la absorción de vitamina B12 que también se absorbe selectivamente en el íleon (v. cap. 19, Síndrome diarreico). El recuento cuantitativo del aspirado duodenal/yeyunal se considera el patrón oro, pero es difícil de usar de forma asistencial por su com- plejidad. Alternativamente la prueba que muestra una mejor precisión diagnóstica es la prueba del aliento con 14C/13C d-xilosa, pero hay menos evidencia disponible que con las pruebas del aliento de hidró- geno de glucosa, que es la más utilizada. En condiciones normales, e incluso en situaciones de enteropatía, la glucosa es completamenteabsorbida en el intestino delgado. Por ello, la aparición de hidrógeno en el aliento por encima de 20 ppm tras la administración oral de 50 g de glucosa se considera indicativa de sobrecrecimiento bacteriano. La sensibilidad de esta prueba se halla entre un 65% a 93%, con una especificidad cercana al 85%. Pueden producirse falsos negativos si el sobrecrecimiento se encuentra limitado a porciones distales del intestino delgado, o si está producido por bacterias no productoras de hidrógeno. Por otro lado, pueden producirse falsos positivos si existe un tránsito intestinal muy acelerado con un paso rápido de glucosa al colon, lo que puede ocurrir en algunos pacientes con antecedentes de cirugía gástrica. Se ha propuesto la utilización de una prueba terapéutica con antibió- ticos para el diagnóstico de sobrecrecimiento bacteriano cuando la probabilidad pretest es elevada (causa predisponente clara y presenta- ción clínica apropiada). Pero hay que tener en cuenta que, en general, el sobrecrecimiento bacteriano se debe tratar de forma cíclica y, por tanto, es recomendable disponer de una prueba diagnóstica objetiva. ■ PRUEBAS DE MALABSORCIÓN SELECTIVA DE DETERMINADOS HIDRATOS DE CARBONO Los azúcares más frecuentemente implicados en una malabsorción selectiva son la lactosa, la fructosa y el sorbitol, y se considera que existe intolerancia a estos azúcares cuando la malabsorción se acompaña de síntomas. El patrón oro de malabsorción de lactosa es la determinación de la actividad de lactasa en biopsias intestinales, pero este método es poco utilizado porque es un método invasivo y porque puede dar falsos negativos debido a la distribución parcheada de la lactasa en el intestino. Las técnicas diagnósticas más utilizadas, que son sencillas, Enfermedades del aparato digestivo Métodos diagnósticos de las principales causas de enteropatía que pueden ocasionar malabsorción ENTIDAD PATOLÓGICA HALLAZGOS ANATOMOPATOLÓGICOS TINCIONES ESPECIALES/ BIOLOGÍA MOLECULAR OTROS MÉTODOS DIAGNÓSTICOS Enfermedad celíaca Enteritis linfocítica a atrofia Inmunotinción CD3 Serología1 (S 85%-99%; E 91%-100%) Estudio genético1 (S 93%; E 77%) Estudio subpoblaciones linfocitarias Patrón citométrico (S 85%; E 100%) Regla de «4 de 5» (v. cuadro 20-4) Giardiasis Presencia de Giardia lamblia: No Detección del parásito en heces: Mucosa normal (53%-96%) Concentración con FEAC Atrofia (3%) Visión directa huevos o quistes Hiperplasia nodular linfoide (35%) Infiltrado eosinófilo (35%) Esprúe tropical Enteritis linfocítica a atrofia Inmunotinción CD3 Respuesta terapéutica a antibióticos, ácido fólico (habitualmente atrofia y vitamina B12 subtotal) Serología celiaquía negativa Antecedente epidemiológico Esprúe colágena Enteritis linfocítica a atrofia Tricrómico No respuesta a DSG (habitualmente atrofia) Tenascina Serología celíaca negativa Banda colágena > 10 mm Respuesta a corticoides Eventual relación con EC refractaria y linfoma (v. debajo) Enfermedad celíaca refractaria Tipo I Atrofia Inmunotinción CD3. Fenotipo Asegurar DSG normal o celíaco Subpoblaciones linfocitarias citometría de flujo Fenotipo normal o fenotipo celíaco Tipo II Atrofia Inmunotinción. Fenotipo Citometría de flujo: inmunofenotipo aberrante aberrante CD3+CD8– y monoclonalidad Estudios de clonalidad (PCR) Serología para EC negativa (previamente positiva) Yeyunitis ulcerativa Enteritis linfocítica a atrofia Inmunotinción CD3 Cápsula endoscópica Linfoma T asociado Atrofia Inmunotinción. Fenotipo Citometría de flujo: inmunofenotipo aberrante a enteropatía (ETCL) Infiltrado linfoide atípico aberrante CD3+CD8– y monoclonalidad Estudios de clonalidad (PCR) Cápsula endoscópica Otros linfomas B y T2 Hiperplasia linfoide a infiltrado Inmunotinción2 Técnicas de imagen: (p. ej., de tipo MALT) linfoide atípico Subpoblaciones, proliferación Cápsula endoscópica Lesión no siempre específica y apoptosis Enteroscopia de doble balón o no detectable con biopsias Pruebas multicorte (TC o RM) fórceps Enteropatía por Enteritis linfocítica a atrofia Inmunotinción CD3 Serología celíaca negativa fármacos-olmesartán Estudio genético EC positivo en el 50%-60% Normalización mucosa con la retirada del fármaco Enfermedad de Whipple Detección macrófagos Inmunotinción Detección de T. Whipplei en fluidos u otros tejidos Tinción PAS alrededor de PCR específica afectados (sinovial, LCR, heces, etc.) T. whipplei Tropheryma whipplei Amiloidosis Amiloide en vasos de la Luz polarizada (rojo Congo) Inmunohistoquímica para: submucosa y, eventualmente, Proteínas AL (amiloidosis primaria) en la mucosa Proteínas AA (amiloidosis secundaria) 1Serología enfermedad celíaca: Ac antiendomiso, Ac antitransglutaminasa, Ac antigliadina deamidada. Los valores de sensibilidad y especificidad se refieren, en general, a la enfermedad celíaca con atrofia. En la enteritis linfocítica por EC, la sensibilidad puede ser tan baja como del 15%. 2Clasificación de linfomas B y T según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2008; v. O’Malley et al. The recognition and classification of lymphoproliferative disorders of the gut. Human Pathol 2014;45:899-916). DSG, dieta sin gluten; E: especificidad; EC, enfermedad celíaca; FEAC: formalin-etil acetato; LCR: líquido cefalorraquídeo; MALT: tejido linfoide asociado a mucosa; PCR: reacción en cadena de la polimerasa; S: sensibilidad. no invasivas, económicas y de elevado rendimiento diagnóstico, son el test del aliento de H2 con lactosa y el test de gaxilosa. El test del aliento se basa en el incremento de H2 en el aire exhalado (> 20 ppm) tras la ingesta de 50 g de lactosa. El sobrecrecimiento bacteriano y el tránsito intestinal rápido pueden dar posibles falsos positivos. Por el contrario, individuos con flora bacteriana no productora de H2 (15%-20% de la población) pueden tener malabsorción e intolerancia a la lactosa con un resultado del test negativo. El test de gaxilosa mide la cantidad de xilosa en orina acumulada de 5 h tras la administración oral de 4-galactosil-xilosa, siendo diagnóstico de hipolactasia un valor de xilosuria menor de 37,87 mg. La aparición de síntomas con un consumo de fructosa de menos de 25-30 g define su intolerancia. La prueba diagnóstica para con- firmar la malabsorción de fructosa es el test del aliento de H2 tras sobrecarga oral de 25 g de fructosa. El sorbitol es un azúcar alcohol presente en algunas frutas y muy utilizado como sustituto del azúcar. El consumo conjunto de sorbitol y fructosa empeora los síntomas secundarios a la malabsorción de fructosa. El diagnóstico se puede Tabla 2 MALABSORCIÓN EN SITUACIONES ESPECÍFICAS ALTERACIONES MOTORAS Esclerodermia Amiloidosis Seudoobstrucción Vagotomía Alteraciones en el complejo motor migratorio interdigestivo Diabetes con neuropatía visceral ANOMALÍAS ESTRUCTURALES Divertículos Estenosis Enfermedad de Crohn Enfermedad vascular Enteritis por radiación Adherencias causantes de obstrucción parcial Síndrome de asa aferente (tras gastrectomía Billroth II) Anastomosis quirúrgicas término-laterales Fístulas Gastrocólicas Yeyunocólicas Yeyunoileales HIPO O ACLORHIDRIA Atrofia gástrica Hiposecreción ácida prolongada por inhibidores de la bomba de protones Vagotomía y/o gastrectomía OTRAS SITUACIONES Pancreatitis crónica Síndromes de inmunodeficiencia Cirrosis hepática Malabsorción intestinal confirmar con el test del aliento de H2 tras sobrecarga oral de 5 g de sorbitol. Algunos autores prefieren valorar la malabsorción de una mezcla de fructosa más sorbitol en vez de fructosa sola porque reproduce de forma más fidedigna lo que ocurre de forma fisiológica o fisiopatológica con la absorción de estos azúcares en el intestino. El sorbitol actúa como un inhibidor del GLUT-5, que es un trans- portador facultativo de baja capacidad,responsable de la absorción de la fructosa libre. Por lo tanto, la malabsorción de ambos azúcares, más que producir síntomas aditivos, los potencian. Sin embargo, el principal problema en el diagnóstico tanto de la malabsorción de fructosa como de sorbitol es que todavía no se sabe la dosis correcta y la concentración de fructosa y/o de sorbitol que se debe administrar para diferenciar entre una capacidad normal o anormal de absorción. ■ MALABSORCIÓN POSGASTRECTOMÍA Las intervenciones gástricas (antrectomía con anastomosis de tipo Billroth I y II, vagotomía y piloroplastia) pueden producir una esteato- rrea que suele ser moderada (menos de 10 g de grasa al día). El origen del trastorno es multifactorial: a) mezcla inadecuada del contenido gástrico con sales biliares y enzimas pancreáticas; b) pérdida de la capacidad de almacenaje gástrico con tránsito rápido; c) insuficiencia pancreática, y d) sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado por estasis. Un 20% de los pacientes que han requerido una gastrectomía con vagotomía desarrollan diarrea que puede durar más de un año. El riesgo es menor después de vagotomía y piloroplastia. La pérdida de células parietales secundaria a la resección gástrica total determina la disminución de la secreción de factor intrínseco, lo que a su vez conduce a una disminución de la absorción de vitamina B12 y, en alrededor de un 30% de los casos, déficit de esta vitamina. Dado que el duodeno es el lugar de absorción preferente del hierro y el calcio, en los casos de Billroth II pueden aparecer manifestaciones clínicas debidas al déficit de ambos. ■ REDUCCIÓN DE LA CONCENTRACIÓN LUMINAL DE SALES BILIARES Enfermedades hepáticas y de vías biliares En pacientes con colestasis intrahepática (p. ej., cirrosis biliar primaria) u obstrucción de la vía biliar extrahepática se reduce la cantidad de sales biliares que alcanzan el duodeno, lo que origina malabsorción, principalmente de calcio y vitaminas liposolubles, y condiciona el desarrollo de osteomalacia. Interrupción de la circulación y malabsorción de sales biliares En los casos leves, debidos a resecciones parciales o enfermedad ileal, existe un aumento de flujo de ácidos biliares hacia el colon, lo que provoca diarrea acuosa de intensidad variable (diarrea colerética), pero no se produce esteatorrea ya que existe un aumento de la síntesis hepática de ácidos biliares compensatoria. El tratamiento con colestiramina suele ser eficaz. Cuando la resección de intestino delgado ha sido extensa (más de 100 cm), la malabsorción de ácidos biliares es importante y se produce una malabsorción marcada de ácidos grasos que son la causa de la diarrea. En este caso, los quelantes de ácidos biliares pueden agravar el cuadro. También se produce malabsorción de ácidos biliares y diarrea inducida por ácidos biliares en algunos pacientes con colecistectomía y vagotomía previas, a pesar de tener un íleon terminal intacto. Asimismo, existe una forma idiopática de malabsorción de ácidos biliares en la que el íleon es macroscópica y microscópicamente normal. Se debe probablemente a una alteración en el transporte mucoso de ácidos biliares durante el proceso de reabsorción ileal. Esta entidad es una causa relativamente frecuente de diarrea crónica acuosa en el adulto. El tratamiento con colestiramina en dosis de 4-12 g/día es muy efectivo para controlar la diarrea. ■ CONCEPTO La luz del intestino delgado proximal tiene normalmente menos de 105 bacterias/mL de contenido intestinal, en su mayoría procedentes de la flora orofaríngea deglutida. Existen tres mecanismos fundamen- tales que impiden una excesiva proliferación bacteriana: 1) secreción de ácido gástrico; 2) peristaltismo intestinal, que arrastra las bacterias hacia tramos más distales, y 3) secreción intraluminal de inmuno- globulinas. El fallo de estos mecanismos condiciona la proliferación bacteriana en el intestino delgado y el establecimiento de una flora semejante a la del colon, en la que predominan los bacteroides y los lactobacilos anaerobios. ■ ETIOLOGÍA En el cuadro 2 se enumeran las enfermedades asociadas con sobre- crecimiento bacteriano. En su mayoría se caracterizan por la estasis del contenido intestinal como consecuencia de alteraciones en la moti- lidad, principal factor condicionante de la proliferación bacteriana. No todas las anomalías enumeradas se acompañan indefectiblemente de una proliferación bacteriana intestinal con repercusión clínica. En los ancianos puede aparecer malabsorción con cierta frecuencia, en relación con un trastorno de la motilidad e hiposecreción ácida (agravado con frecuencia por el uso de fármacos inhibidores de la secreción ácida gástrica). ■ FISIOPATOLOGÍA El sobrecrecimiento bacteriano produce malabsorción por diversos y complejos mecanismos, y afecta tanto a la absorción de grasas como de hidratos de carbono. En determinadas condiciones de incremento del pH, de estasis o reducción de la velocidad del tránsito intestinal, el recuento de bacterias en el intestino delgado proximal puede cambiar Cuadro 2 Situaciones clínicas asociadas a síndrome de sobrecrecimiento bacteriano intestinal SÍNDROME DE SOBRECRECIMIENTO BACTERIANO INTESTINAL Enfermedades del aparato digestivo en calidad y cantidad, produciendo cambios microambientales muy importantes. La flora habitual de lactobacilos, enterococos, grampo- sitivos y anaerobios facultativos se puede ver parcialmente sustituida por flora de tipo cólico (coliformes y anaerobios-Bacteroides y Clos- tridium). Consecuentemente, se produce un incremento de enzimas como colilamidasas y proteasas. Las colilamidasas desconjugan las sales biliares que son más fácilmente absorbidas por difusión pasiva en el yeyuno proximal, lo que dificulta la generación de micelas, dando lugar a una malabsorción de grasas. El incremento de las proteasas reduce enzimas de la superficie vellositaria, como las disacaridasas, ocasionando malabsorción de hidratos de carbono. Además, las toxinas bacterianas y la acción citotóxica de los ácidos biliares no conjuga- dos pueden producir lesión directa sobre la mucosa intestinal. Se ha observado acortamiento de las vellosidades, hiperplasia de criptas e inflamación en la lámina propia, producidos por las toxinas bacte- rianas. Esta lesión puede originar malabsorción, pérdidas de sangre y pérdidas de proteína. El sobrecrecimiento bacteriano debe sospecharse en cualquier situación que pueda conllevar una motilidad anormal, ya sea por alteración estructural (estenosis, bypass, etc.) o funcional (seudoobstrucción, enteropatía diabética, etc.). Incrementos del pH en duodeno o yeyuno proximal (tratamiento con IBP, gastrectomía, gastritis atrófica) facilitan aún más el sobrecrecimiento bacteriano por la falta de la función bacteriostática del ácido. La malabsorción de vitamina B12 es característica de este síndrome y es consecuencia de su consumo, tanto de la forma libre como la unida a factor intrínseco, por la flora intestinal proliferada. ■ CUADRO CLÍNICO Las manifestaciones clínicas varían considerablemente y dependen en parte de la enfermedad de base. Con independencia de la causa, las consecuencias clínicas en casos graves son similares: diarrea y esteato- rrea, anemia, pérdida de peso y desnutrición. La anemia es megaloblás- tica y macrocítica o mixta, debido a la falta de vitamina B12 y hierro. El déficit de ácido fólico es excepcional, ya que los folatos sintetizados por los gérmenes intestinales pueden ser absorbidos por el huésped. Por el contrario, a veces hay ferropenia debida a malabsorción y pérdidas hemáticas secundarias a lesión mucosa con atrofia y/o ulceración. La flora anormal puede también fermentar los azúcares de la dieta en la luz intestinal, lo que impide su absorción y ocasiona síntomas de dis- tensión abdominal, dolor abdominal y diarrea. ■ DIAGNÓSTICO Los antecedentes médicos y quirúrgicosson muy importantes para sospechar el diagnóstico. Las pruebas de laboratorio pueden ser nor- males en casos leves o mostrar las alteraciones típicas del síndrome de malabsorción; destaca la presencia de anemia, generalmente macro- cítica. Los valores séricos de vitamina B12 pueden estar disminuidos, mientras que los de ácido fólico tienden a estar elevados. Las técnicas de imagen anteriormente mencionadas pueden revelar la existencia de una alteración estructural predisponente y las pruebas del aliento de 14C/13C d-xilosa o glucosa pueden confirmar el diagnóstico. ■ TRATAMIENTO Siempre que sea posible debe realizarse la corrección de la enfermedad causal. Lamentablemente, esto no es posible en la mayoría de los casos. Los medicamentos implicados en la inhibición de la motilidad gástrica o de la acidez gástrica deben ser sustituidos siempre que sea posible. La reducción o la eliminación de la flora bacteriana del intes- tino delgado se consiguen con la administración de antibióticos por vía oral. El tratamiento es empírico y debe cubrir tanto flora aerobia como anaerobia. Los antibióticos más usados son ciprofloxacino, norfloxacino, metronidazol, doxiciclina, amoxicilina-clavulánico y rifaximina. Un tratamiento único durante 7 días puede mejorar los síntomas entre el 46% y el 90% de los pacientes. Se recomienda utilizar antibióticos de baja toxicidad; amoxicilina/clavulánico en dosis de 875/125 mg cada 12 h, norfloxacino 400 mg cada 12 h, metronidazol 250 mg cada 8 h o rifaximina 400 mg cada 8 h durante 7 días son opciones excelentes y propician una remisión que puede durar meses o años. En otros casos, los síntomas recidivan con rapidez y debe recurrirse a tratamiento cíclico con diferentes antibióticos (p. ej., 1 semana de cada 4) o tratamiento continuado. SÍNDROME DEL INTESTINO CORTO ■ CONCEPTO El intestino delgado posee una extensa superficie de absorción, muy superior a la necesaria para mantener una nutrición suficiente. Sin embargo, cuando se realizan resecciones quirúrgicas amplias (más del 50% de la longitud del intestino) o existen lesiones inflamatorias extensas se reduce de forma notable la superficie absortiva y puede aparecer un cuadro clínico de malabsorción cuya gravedad depen- derá de dos factores: la longitud de la resección y la zona anatómica resecada. Esta es importante si se tiene en cuenta la especialización funcional de los distintos segmentos intestinales (absorción de hie- rro, calcio y folatos en el duodeno y el yeyuno proximal, y de ácidos biliares y vitamina B12 en el íleon) o la posibilidad de sobrecrecimiento bacteriano si se reseca la válvula ileocecal. En la práctica, el parámetro utilizado en general para definir un síndrome de intestino corto es la presencia de menos de 200 cm de intestino delgado. ■ ETIOLOGÍA Las enfermedades más comunes que requieren resecciones masivas del intestino son el infarto mesentérico y la enteritis por radiación. En niños, las anomalías congénitas y las enterocolitis necrotizantes son las causas habituales. La enfermedad de Crohn es actualmente una causa poco frecuente de intestino corto. ■ FISIOPATOLOGÍA Y CUADRO CLÍNICO La consecuencia principal de una resección intestinal extensa es la pérdida del área de superficie de absorción, que conduce a la malab- sorción de macronutrientes, micronutrientes, electrólitos y agua. En el ser humano normal, más de un 90% de los procesos de digestión y absorción de nutrientes se completan en los primeros 100 cm de yeyuno. Por ello, se considera que los pacientes con síndrome de intes- tino corto son capaces, en general, de mantener el estado nutricional con alimentación oral si han conservado más de 100 cm de yeyuno. Por el contrario, la mayoría de los pacientes con menos de 100 cm de yeyuno y sin colon requieren nutrición parenteral prolongada. La con- servación total o parcial del colon es muy importante para la absorción de nutrientes, ya que el colon es capaz de reabsorber los compuestos (ácidos grasos de cadena corta) producidos durante la fermentación bacteriana de los hidratos de carbono y proteínas malabsorbidos. Se ha estimado que este proceso digestivo permite recuperar hasta 1000 kcal/día de aporte energético. Cuando se efectúa una resección ileal se rompe la circulación enterohepática de ácidos biliares y se desarrolla diarrea colerética o esteatorrea secundarias a malabsorción de ácidos biliares en función de la longitud de la resección (superior o inferior a 100 cm). La diferenciación entre estas dos formas de dia- rrea tiene implicaciones terapéuticas importantes, ya que la primera responde a la colestiramina, mientras que la segunda puede agravarse con este fármaco y mejora, en cambio, al sustituir la grasa dietética por triglicéridos de cadena media, que se absorben de manera directa. Por otro lado, puede haber grandes pérdidas fecales hidroelectrolí- ticas si los pacientes ingieren una dieta sin restricciones, en especial si no se pudo preservar la válvula ileocecal y el colon derecho. Con el tiempo se hacen evidentes las consecuencias nutricionales de una malabsorción grave. Tras una resección masiva, se han descrito cambios adaptativos del intestino restante que facilitan la digestión y la absorción si el paciente sobrevive las primeras semanas; dichos cambios dependen en parte del estímulo proporcionado por la ingesta de alimentos. ■ DIAGNÓSTICO Para el diagnóstico del síndrome del intestino corto es fundamen- tal el antecedente de cirugía y, si es posible, el conocimiento de la Malabsorción intestinal 161 región anatómica y la longitud resecadas. El tránsito intestinal con bario o las técnicas de imagen sectoriales (entero-TC o entero-RM) son importantes para valorar el estado del intestino que queda tras la resección. Los exámenes de laboratorio y las pruebas generales de malabsorción ayudan a evaluar las consecuencias metabólicas y funcionales de la resección intestinal y la respuesta al tratamiento. Es común el hallazgo de valores plasmáticos disminuidos de calcio, magnesio, cinc y albúmina. La anemia es secundaria a la malabsorción de vitamina B12, hierro y folatos. ■ TRATAMIENTO Los pacientes que han sido sometidos a un bypass del intestino delgado para tratamiento de la obesidad o han sufrido anastomosis quirúrgicas defectuosas son candidatos a cirugía con el objetivo de restablecer la integridad del tubo digestivo. En las resecciones intestinales amplias e irreversibles es básico el soporte nutricional intensivo tanto con nutrición parenteral como enteral, para corregir los déficits nutri- cionales, tratar la diarrea/malabsorción y conseguir la adaptación intestinal del intestino remanente (que comportaría la retirada de la nutrición parenteral). Esto último se consigue si se mantiene la ingesta de alimentos por vía oral, para lo cual se utilizan dietas de nutrición enteral específicas especialmente diseñadas, sustitución de la grasa de la dieta por triglicéridos de cadena media y abundante aporte vitamínico y mineral. Para limitar las pérdidas hídricas suele ser necesario utilizar fármacos antidiarreicos (loperamida, difenoxilato, codeína) para reducir el tránsito intestinal, e IBP para disminuir la hipersecreción gástrica. Puede ser necesaria la utilización de coles- tiramina para tratar la diarrea colerética o de antibióticos para el sobrecrecimiento bacteriano. En pacientes con resección extensa de intestino delgado y colectomía es necesario, con frecuencia, mantener una nutrición parenteral total prolongada, y a veces permanente, en régimen ambulatorio. Por último, los avances en el trasplante intestinal han sido relevantes y este tratamiento se considera hoy factible para enfermos dependientes de nutrición parenteral o en los que esta no se puede continuar. La supervivencia oscila entre el 70%-80% al cabo de 1 año, y el 50%- 60% al cabo de 5 años. ■ COMPLICACIONES La nutrición parenteral prolongada puede producircomplicaciones como la sepsis por el catéter o la hepatopatía crónica. El espectro de esta última puede variar desde una esteatosis por aporte calórico excesivo hasta colestasis grave y cirrosis. La aparición de hepatopatía se puede prevenir en parte sustituyendo la nutrición parenteral por enteral de forma precoz, siempre que sea posible. Este aspecto es importante porque los nutrientes en el intestino ejercen un efecto trófico y su ausencia produce atrofia y agrava la pérdida de capacidad absortiva útil. La fórmula de nutrición escogida debe ser apropiada. Se recomiendan aquellas que contienen aminoácidos y de triglicé- ridos de cadena media. El control del sobrecrecimiento bacteriano, la prevención de la sepsis por el catéter y la detección temprana de la colelitiasis son medidas útiles para reducir al mínimo la aparición de hepatopatía. Aproximadamente en la mitad de los pacientes sometidos a resección de una gran parte del intestino aparece una hipersecreción gástrica que puede causar complicaciones pépticas graves, diarrea y malabsorción. Los valores séricos de gastrina están elevados en estos casos, proba- blemente por alteración del catabolismo intestinal de la hormona. El tratamiento debe efectuarse con IBP a dosis altas. Está bien demostrado que la malabsorción de ácidos biliares por enfermedad o resección del íleon causa bilis litogénica debido a la disminución de la secreción biliar de ácidos biliares. La incidencia de colelitiasis de colesterol en estas circunstancias es tres veces superior a la de la población general. Los pacientes con esteatorrea importante, en especial si ha habido resección ileal, presentan hiperoxaluria, que determina con frecuencia la formación de cálculos urinarios de oxalato cálcico. Este fenómeno sólo se presenta en los casos en que se ha mantenido la indemnidad del colon, ya que es aquí donde se absorben los oxalatos de la dieta. La dieta con bajo contenido en oxalato, los suplementos orales de calcio y el mantenimiento de diuresis elevadas son útiles para evitar esta complicación. Por último, se ha descrito raramente en pacientes con intestino corto la aparición de acidosis láctica debida a concentraciones plasmáticas elevadas de d-lactato generado por la flora anaerobia del colon expuesta a altos valores de azúcares malabsorbidos. Esta complicación se trata con bicarbonato, para corregir la acidosis, y dieta absoluta. Para evitar la recidiva se recomienda reducir la ingesta de azúcares refinados. Los antibióticos tienen una dudosa utilidad. ENFERMEDAD DE WHIPPLE ■ CONCEPTO La enfermedad de Whipple es un trastorno sistémico poco frecuente, de etiología bacteriana y patogenia oscura, que puede afectar a numero- sos órganos. En la forma clásica existen lesiones histológicas en el tracto gastrointestinal en asociación con manifestaciones clínicas diversas. Otras formas incluyen la endocarditis con hemocultivos negativos y la infección neurológica aislada. ■ ETIOLOGÍA La bacteria que causa esta enfermedad se denomina Tropheryma whippelii. Aunque el mecanismo fisiopatológico de la infección no es conocido, se ha sugerido la existencia de un trastorno del sistema inmunitario que predispone a la enfermedad, ya que se ha observado una elevada frecuencia de HLA-B27 entre los individuos afectados, y un déficit de producción de interleucina 12 e interferón gamma por las células mononucleares periféricas en estos pacientes, que comporta una función alterada de los macrófagos. ■ CUADRO CLÍNICO La presentación clínica más frecuente de la forma clásica de la enferme- dad de Whipple es la pérdida de peso asociada a diarrea. Son frecuentes también las manifestaciones extradigestivas como fiebre, artralgias o síntomas neurológicos. Suele aparecer entre la cuarta y sexta década de la vida, con predominio en varones. Junto con la diarrea, donde las heces tienen aspecto esteatorreico, se observa hemorragia digestiva oculta en el 20%-30% de los pacientes. Puede aparecer dolor abdominal, hepatoesplenomegalia y, ocasio- nalmente, hepatitis. Cuando se obstruyen los linfáticos como conse- cuencia de la afección ganglionar mesentérica se produce una pérdida intraluminal de proteínas que conlleva la aparición de edemas y ascitis. Alrededor del 65%-90% de los pacientes presentan síntomas arti- culares. La artritis no es deformante, suele ser migratoria, afecta al mismo tiempo a articulaciones pequeñas y grandes y se acompaña de signos inflamatorios. Puede ser el síntoma inicial y preceder en varios años a la aparición de la diarrea en hasta el 30% de los casos. Muchos pacientes tienen sólo artralgias, sin hallazgos articulares objetivos. La fiebre es el síntoma más inconstante, presente sólo en la mitad de los pacientes; es intermitente y, habitualmente, no muy alta, pero en casos avanzados puede ser elevada y continua. En ocasiones, la fiebre es el único síntoma durante cierto tiempo, por lo que debe considerarse la enfermedad de Whipple en el diagnóstico diferencial de la fiebre de origen desconocido. Los síntomas pulmonares, especialmente la tos, son frecuentes. Más raros son el dolor pleurítico y un cuadro semejante a la sarcoidosis que pueden preceder al resto de las manifestaciones. En el corazón suele afectar a las válvulas mitral y aórtica, pero también al miocardio y el pericardio. Clínicamente puede presentarse como una insuficiencia cardíaca congestiva o pericarditis. La típica tríada de afección neurológica la componen la demencia, la oftalmoplejía y las mioclonías. Se ha descrito una asociación sinto- mática muy característica, llamada miorritmia oculomasticatoria, que consiste en contracciones lentas, rítmicas y sincronizadas de los mús- culos oculares, faciales u otros. Sin embargo, se produce en menos del 20% de los pacientes. Es más rara la aparición de síntomas de afección hipotalámica tales como insomnio, hiperfagia y polidipsia, y manifes- taciones psiquiátricas, nistagmo, convulsiones y ataxia. Enfermedades del aparato digestivo ■ DIAGNÓSTICO La biopsia de duodeno distal demuestra un característico infiltrado difuso de la lámina propia por macrófagos espumosos que se colorean de un rojo característico con la técnica del PAS. Estos macrófagos, con gránulos PAS-positivos en su interior, se observan en la mayoría de los tejidos afectados, como corazón, hígado, bazo, pulmones, riño- nes, ganglios linfáticos y sistema nervioso central. Sin embargo, estas inclusiones PAS positivas no son específicas de la enfermedad; por ejemplo, pueden observarse en pacientes infectados por el complejo Mycobacterium avium. Los bacilos intracelulares pueden demostrarse mediante microscopia electrónica. En la actualidad es posible detectar la secuencia genómica de la bacteria mediante técnicas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR). La estrategia diagnóstica actual consiste en la valoración de la tinción de PAS y los resultados de la PCR conjuntamente, tanto en la mucosa intestinal como en otros tejidos. Esto es importante porque hay pacientes con lesiones PAS positivas características con PCR negativa, y viceversa. ■ TRATAMIENTO El tratamiento antibiótico proporciona una mejoría muy rápida, por lo que las manifestaciones de malabsorción desaparecen en pocas semanas. Sin embargo, las recomendaciones terapéuticas no están basadas en el estudio de la susceptibilidad de la bacteria a diferentes antibióticos y, en este sentido, el régimen antimicrobiano ideal no se ha establecido definitivamente. Se han propuesto distintas pautas antibióticas como, por ejemplo, penicilina G 1,2 MU cada día y estreptomicina 1 g cada día durante 10-14 días por vía parenteral, o meropenem o ceftriaxona i.v. durante 14 días seguido de trimetoprim- sulfametoxazol p.o. durante 12 meses. Sin embargo, también con esta pauta prolongada se han descrito fracasos de tratamiento, así como la aparición de recurrencias. En los pacientes con recurrencias, sobre todo lasformas neurológicas que tienen un mal pronóstico, se están pro- bando diversas pautas de antibióticos con resultados esperanzadores. ■ PRONÓSTICO Esta enfermedad era invariablemente fatal antes del advenimiento de los antibióticos. Hoy en día, el paciente suele quedar asintomático al cabo de 1-3 meses de tratamiento eficaz. No obstante, debe vigilarse la posibilidad de recidiva que se produce en el 2%-33% de los casos después de una media de 5 años; estas recidivas se caracterizan en general por la afección neurológica. ESPRÚE TROPICAL ■ CONCEPTO El esprúe tropical ha sido definido, clásicamente, como la asociación de una diarrea crónica con malabsorción y deficiencia nutricional, en individuos que residen o que han visitado zonas tropicales, en especial la India, Extremo Oriente y el Caribe. La etiología es desconocida, aunque los datos epidemiológicos sugieren la exposición a un agente infeccioso. ■ CUADRO CLÍNICO En general, se inicia tras una diarrea aguda que mejora en una semana pero se sigue de diarrea crónica más leve, con esteatorrea y pérdida de peso progresiva. El estado general está alterado, hay anorexia y se puede llegar a un estado de caquexia. Es frecuente la aparición de glositis, queilitis, aftas bucales, equimosis y edemas carenciales. En algunos casos, tras una enfermedad leve o subclínica, la diarrea crónica y las deficiencias nutricionales pueden iniciarse meses o años después de que el individuo haya abandonado los trópicos. Son frecuentes la anemia ferropénica o megaloblástica (por deficiencia de ácido fólico o vitamina B12), la hipoprotrombinemia y la hipoalbuminemia. ■ DIAGNÓSTICO El diagnóstico diferencial con la EC es la mayor dificultad con la que nos enfrentamos en un paciente con esprúe tropical, ya que estos pacientes muestran en la biopsia duodenal una atrofia de vellosidades que es indistinguible de la que se detecta en pacientes con EC. Sin embargo, a diferencia de la celiaquía no es inhabitual que la mucosa ileal esté más afecta que la mucosa duodenal. Para que un paciente pueda ser diagnosticado de esprúe tropical deben cumplirse los siguientes criterios: 1) historia de viaje reciente o residencia en un país tropical; 2) atrofia duodenal y evidencia clínica de malabsorción (déficits de micronutrientes como vitamina B12, ácido fólico) y/o diarrea crónica; 3) exclusión de agentes infecciosos, sobre todo parásitos (Giardia lamblia o Cyclospora cayetanensis; en inmunodeprimidos también debe descartarse la presencia de Cryptos- poridium parvum, microsporidia e Isospora belli); 4) serología de EC negativa con o sin estudio genético de HLA-DQ2/DQ8; 5) no res- puesta clínica ni histológica a la DSG, y 6) respuesta clínica e histoló- gica a la suplementación con ácido fólico, vitamina B12 y tratamiento con tetraciclinas. ■ TRATAMIENTO El tratamiento consiste en controlar la diarrea mediante el uso de anti- diarreicos o derivados opiáceos si es necesario y corregir las deficiencias de vitaminas y minerales mediante la administración de vitamina B12, ácido fólico, hierro y una dieta rica en proteínas y pobre en grasas. La respuesta sintomática al tratamiento con ácido fólico es rápida y espectacular, y se observa muy a menudo en el esprúe tropical y rara vez en otras formas de enteropatía con anemia megaloblástica, por lo que se considera diagnóstica de esta enfermedad. Sin embargo, con estas medidas no desaparece completamente la atrofia vellositaria y persiste la malabsorción. Por ello, se aconseja el tratamiento con antibióticos de amplio espectro. Se han utilizado tetraciclina (250 mg/6 h p.o.) y doxiciclina (100 mg/día p.o.) durante 3 a 6 meses, junto con el suplemento de folatos (5 mg/día). Hay pacientes en los que la respuesta es rápida, con desaparición de la diarrea, mejora del estado nutricional y desaparición de la atrofia de vellosidades en pocas semanas, mien- tras que en otros debe mantenerse el tratamiento hasta los 6 meses para observar la resolución del proceso. El pronóstico en los viajeros y en los sujetos que abandonan las regiones tropicales es bueno, con una inmensa mayoría que experimenta la recuperación completa y permanente. Sin embargo, existe una tasa de recidivas sustancial en los pacientes tratados que vuelven o permanecen en áreas endémicas de los trópicos. ENFERMEDAD CELÍACA ■ CONCEPTO La EC es una enteropatía autoinmune inducida por la exposición al gluten. La forma de presentación clínica de la enfermedad cambió de forma radical con la introducción de los métodos serológicos de diagnóstico, ya que permitieron realizar el diagnóstico en estadios más tempranos. Estos métodos han permitido saber, además, que es una de las enfermedades de transmisión genética más frecuentes del mundo occidental, con una prevalencia que se sitúa generalmente entre 1:100 a 1:300. Como consecuencia de ello, buena parte del conocimiento disponible sobre la enfermedad en el siglo pasado no es aplicable a la EC contemporánea. Estos cambios han ido paralelos a un mejor conocimiento de su patogénesis, lo que la convierte en uno de los trastornos autoinmunes mejor conocidos de la patología humana. Los descubrimientos patogénicos han permitido obtener métodos diagnós- ticos precisos (serología y estudio genético) y sirven actualmente de guía para el desarrollo de nuevas terapias. ■ ETIOPATOGENIA Las etapas de la respuesta inflamatoria de la EC pueden resumirse de forma simplificada en: 1) lesión directa del epitelio intestinal por parte de proteínas tóxicas del gluten contenidas en trigo, cebada y centeno, mediante un mecanismo de inmunidad innata; 2) modificación de estas proteínas tóxicas por la transglutaminasa tisular, y 3) presenta- ción de estas proteínas a los linfocitos T mediante moléculas de clase II del sistema HLA (HLA-DQ2). La fracción proteica del gluten está formada por prolaminas alcohol-solubles (gliadina, hordeína y secalina) y gluteninas alcohol-insolubles. Las prolaminas relacionadas con la lesión intestinal tienen un elevado contenido en glutamina (más del 30%) y prolina (más del 15%). Aún existe controversia sobre si proteínas contenidas en la avena son tóxicas o no para los pacientes celíacos. Aunque probablemente no son tóxicas en sí mismas, es muy frecuente que se produzcan contaminaciones cruzadas, por lo que, en general, se desaconseja la ingesta de avena en pacientes celíacos. La estructura general de las familias de proteínas contenidas en el gluten se conoce actualmente con bastante precisión y se sabe también que la gliadina, constituida por grandes moléculas de aminoácidos hidrofóbicos unidos a prolina, bloquea la actividad de las peptidasas intestinales y es resistente a la degradación por parte de las proteasas gás- tricas y pancreáticas. La lesión inicial se produce por efecto directo sobre el epitelio intes- tinal de ciertos péptidos de la gliadina p31-43 y p31-49 que son lesivos a las pocas horas de su administración, lo que implica que se trata de una respuesta de inmunidad innata. Estos péptidos inducen la producción de interleucina 15 (IL-15), citocina clave para la pos- terior activación de los linfocitos T. A su vez IL-15 induce la expre- sión de moléculas de estrés como MICA en el epitelio del intestino e incrementa la expresión de receptores NKG2D en los linfocitos intraepiteliales (LIE). La interacción entre MICA/NKG2D da lugar a la muerte directa de los enterocitos y es probablemente el principal mecanismo de atrofia intestinal en la celiaquía. La lesión directa de la gliadina sobre la superficie intestinal afecta también a las uniones intercelulares para ocasionar un incremento de la permeabilidad intes- tinal, lo que permite el paso fácil de otros péptidos como p57-73. Estos son deamidados por la transglutaminasa localizada en el enterocito, lo que permite su presentación a los linfocitos T a través de células presentadoras de antígeno que expresan moléculas HLA- DQ2.HLA-DQ2 se une a péptidos con aminoácidos, cargados nega- tivamente, situados en posición clave. La transglutaminasa tisular, que constituye el antígeno diana de los anticuerpos antiendomisio, convierte la glutamina en glutamato, lo que genera aminoácidos con carga negativa capaces de unirse a HLA-DQ2. Los anticuerpos anti- transglutaminasa reconocen el complejo transglutaminasa-péptidos del trigo y, como se comentará más adelante, son altamente sensibles y específicos para el diagnóstico de EC. Se desconoce en este momento si desempeñan algún papel en la fisiopatología de la lesión intestinal o si son un mero epifenómeno. ■ ANATOMÍA PATOLÓGICA La atrofia intestinal, considerada el hallazgo histológico más caracterís- tico, constituye la lesión extrema de un espectro de lesiones. Según la clasificación de Marsh (1992), la lesión preinfiltrativa (tipo 0) corres- ponde a individuos genéticamente susceptibles con biopsia intestinal normal (celiaquía latente). En la forma infiltrativa (tipo 1) o enteritis linfocítica, la arquitectura mucosa es normal pero se observa un incre- mento de linfocitos intraepiteliales (fig. 2). La lesión hiperplásica (tipo 2) muestra hipertrofia de criptas e hipoplasia de vellosidades, mientras que la forma destructiva con atrofia de vellosidades (tipo 3) representa el grado extremo de lesión intestinal. Esta lesión se subdividió posteriormente en tres categorías de atrofia: (3A) parcial (3B) subtotal y (3C) total, con lo que refleja lesiones de menor a mayor gravedad (v. fig. 2). Es muy importante tener en cuenta que estas alteraciones histopatoló- gicas no son específicas de la EC y que otras entidades pueden producir alteraciones histológicas similares como la infestación por Giardia lam- blia, reacciones de hipersensibilidad alimentaria, respuesta del injerto contra el receptor, zonas próximas a infiltración por linfoma, atrofia por fármacos (olmesartán o micofenolato de mofetilo), entre otras. La motivación del patólogo es fundamental en la observación meti- culosa de la biopsia intestinal, sobre todo en las lesiones de tipo infil- trativo o Marsh 1. En estos casos puede ayudar en el diagnóstico la utilización de una inmunotinción con CD3. El límite normal de linfocitos en la mucosa se ha establecido recientemente en 25 por cada 100 células epiteliales. El diagnóstico diferencial en los casos de enteritis linfocítica es aún más amplio que en los pacientes con atrofia e incluye situaciones tan frecuentes como la infección por H. pylori o la ingesta de AINE. Malabsorción intestinal ■ CUADRO CLÍNICO Hasta el 50% de individuos con atrofia vellositaria diagnosticados en programas de cribado se encuentran totalmente asintomáticos y constituyen lo que se conoce como enfermedad silenciosa. En la edad pediátrica es mucho más frecuente la forma clásica de la enfermedad, con diarrea, malabsorción, malnutrición y deshidratación. Aun así, este cuadro clínico clásico, que constituía la mayor parte de la enfermedad diagnosticada hace años, se presenta en menos del 50% de los casos pediátricos en la actualidad y es prácticamente inexistente en la edad adulta. La decisión tomada por la European Society for Paediatric Gas- troenterology Hepatology and Nutrition (ESPGHAN) en el año 1980, con la recomendación de retrasar la introducción del gluten en la dieta entre los 6-9 meses de vida, evitó la aparición de casos muy graves en lactantes, pero probablemente contribuyó a la aparición de un mayor número de formas monosintomáticas y silenciosas que se desarrollan en un período tardío de la vida. Sin embargo, aún existe controversia sobre el momento más adecuado para la introducción del gluten en la dieta infantil y sobre si esta debe ser progresiva o no. En cualquier caso, el supuesto beneficio de la leche materna en la prevención de la EC no se ha confirmado en un estudio reciente multicéntrico europeo que demuestra, sin lugar a dudas, que no existe este efecto protector en niños de riesgo. A pesar de que el órgano diana de la respuesta inflamatoria es el intes- tino, la EC puede considerarse una enfermedad sistémica por la gran variedad de órganos que pueden verse afectados. La mayor parte de estos síntomas aparecen como consecuencia de la malabsorción de nutrientes y se manifiestan generalmente de forma muy selectiva (malabsorción aislada de Fe, Ca, vitamina D, etc.). En otras ocasiones, la clínica puede ser debida a complicaciones de la enfermedad (linfoma u otras neoplasias) o a enfermedades autoinmunes asociadas. Clásicamente, las manifestaciones clínicas de la EC se han clasificado en típicas o atípicas atendiendo a la frecuencia de las mismas. En el cuadro 20-3 se detalla la mayor parte de las manifestaciones clínicas y enfermedades asociadas presentes en la EC. Hay que tener en cuenta que las manifestaciones clínicas no siempre tienen relación con el grado de lesión histológica y que los pacientes con lesiones de tipo Marsh 1 pueden tener tanta sintomatología clínica como los pacientes con atrofia. Manifestaciones típicas En la mayor parte de pacientes sintomáticos pueden identificarse síntomas digestivos, aunque estos no constituyan en muchos casos la forma de presentación clínica predominante. La diarrea, que era el síntoma más frecuente hace 50 años, está presente actualmente en menos del 50% de los pacientes. El cribado sistemático de familiares de primer grado de pacientes celíacos ha permitido establecer que el síntoma digestivo más frecuente en la EC es la distensión abdominal, seguida de la flatulencia y el dolor abdominal. Muchos pacientes presentan síntomas indistinguibles del síndrome de intestino irritable o de la dispepsia funcional. De hecho, muchos pacientes con EC no tienen signos de alarma ni criterios de organicidad. Por este motivo, la Sociedad Americana de Digestivo estableció la necesidad de determinar los autoanticuerpos específicos de la EC en la evaluación inicial de un posible síndrome de intestino irritable. La anemia se produce como consecuencia de la malabsorción de hierro y otros micronutrientes y es la complicación clínica extradigestiva más frecuente tanto del adulto como en la edad pediátrica, y está presente en un tercio de los pacientes en el momento del diagnóstico. Es generalmente microcítica y ferropénica, aunque también puede ser multifactorial con déficit frecuente tanto de ácido fólico como de vitamina B12. Por otra parte, la anemia microcítica constituye el signo guía para el diagnóstico de enfermedad entre el 4% y el 15% de los pacientes. La alteración de la absorción de micronutrientes en el intestino proxi- mal ocasiona con gran frecuencia malabsorción de calcio y vitamina D y, en consecuencia, una pérdida de la masa ósea que se manifiesta con una mayor prevalencia de osteopenia y osteoporosis y, más raramente, osteomalacia. La prevalencia de fracturas está también aumentada, sobre todo antes del diagnóstico o en pacientes con un mal cum- plimiento de la dieta. Enfermedades del aparato digestivo Clasificación histopatológica de la enfermedad celíaca según Marsh. A. Duodeno normal. B. Marsh 1: enteritis linfocítica. C. Marsh 2: hipertrofia de criptas. D. Marsh 3A: atrofia parcial. E. Marsh 3B: atrofia subtotal. F. Marsh 3C: atrofia total. (Imágenes cedidas por el Dr. Antonio Salas, del Servicio de Anatomía Patológica, Hospital Universitari Mútua de Terrassa.) Figura 2 Malabsorción intestinal Manifestaciones clínicas de la enfermedad celíaca y enfermedades asociadas en la edad adulta Regla de «4 de 5» para el diagnóstico de enfermedad celíaca Una tercera parte de los pacientes presentan hipertransaminasemia que desaparece con la DSG, y entre el 4% y el 9% de los casos se diagnos- tica en el transcurso del estudio de hipertransaminasemiade causa no aclarada, tanto en la edad adulta como en la pediátrica. El mecanismo exacto de la lesión hepática todavía se desconoce. Manifestaciones atípicas Son destacables, aunque poco frecuentes, las manifestaciones neuro- lógicas (neuropatía periférica, epilepsia, demencia, etc.) o cutáneas (dermatitis herpetiforme, estomatitis aftosa). La serología de la EC debería estar incluida también en los estudios de infertilidad y abortos y debe considerarse en el diagnóstico diferencial de la miocardiopatía dilatada de causa no aclarada, que tiene una etiología probablemente carencial. ■ DIAGNÓSTICO Criterios diagnósticos El diagnóstico de EC es relativamente sencillo cuando se cumplen los siguientes criterios: 1) lesión de intestino delgado característica en el examen anatomopatológico; 2) inducción de la remisión clínica con una DSG, y 3) desaparición de los anticuerpos séricos (antiendomisio y antitransglutaminasa) si eran positivos en el momento del diagnós- tico, en paralelo con la respuesta clínica a la DSG. Sin embargo, actualmente se sabe que, sobre todo en la edad adulta, la EC puede ser seronegativa y la lesión intestinal más leve que en la edad pediátrica. Además, la lesión intestinal por EC es inespecífica (para cualquiera de los grados de lesión, desde enteritis linfocítica hasta atrofia). El diagnóstico, por tanto, se debe reforzar o confirmar con otros métodos analíticos (estudio genético, estudio de subpoblaciones linfocitarias, transglutaminasa 2 duodenal subepitelial) y clínicos (buena respuesta a la DSG). Ninguno de estos ítems por separado es suficiente para diagnosticar una EC, por lo que se han propuesto reglas diagnósticas basadas en una puntuación, como la regla «4 de 5», propuesta por Catasi y Fasano (cuadro 4). Los últimos criterios de la ESPGHAN 2012 aceptan que, en la edad pediátrica, pueda realizarse el diagnós- tico de EC sin necesidad de realizar una biopsia intestinal. Para ello debe existir: 1) un cuadro clínico típico (clínica digestiva clásica con o sin manifestaciones extradigestivas); 2) presencia de un estudio genético HLA-DQ2 positivo, y 3) anticuerpos séricos positivos a títulos altos (10 veces o más sobre el límite de normalidad), realizados en laboratorios con estándares de calidad adecuados. Estos criterios no se aceptan en la edad adulta por diversas razones. En primer lugar, la EC de la edad adulta muestra un patrón clínico, serológico e his- topatológico atenuado respecto al de la edad pediátrica y es importante saber cuál es el grado de lesión basal para poder valorar la respuesta. Por otra parte y a diferencia de la edad pediátrica, en la edad adulta existe la EC refractaria. El diagnóstico diferencial con otras causas de falta de respuesta a la DSG no siempre es fácil y también por ello es importante disponer de una biopsia basal. Estudio genético y serología La participación del sistema HLA en la fisiopatología de la EC está perfectamente definida y explica la asociación genética. El 90% de los pacientes son HLA-DQ2 positivos (codificado por DQA1*05 y DQB1*02), mientras que sólo lo expresan un 20% de los individuos de la población general. El resto de pacientes celíacos poseen variantes genéticas que codifican HLA-DQ8 (DQA1*03 y DQB1*0302) sin HLA-DQ2 (6% del total), o un solo alelo del HLA-DQ2 (DQB1*02 [4% del total] y DQA1*05 [2% del total]). Por tanto, la ausencia de HLA-DQ2 y HLA-DQ8 hace que el diagnóstico de EC sea muy poco probable. Esto implica que el estudio genético es muy útil para delimitar población de riesgo susceptible de evaluación y seguimiento. Los métodos serológicos que deben utilizarse para el diagnóstico y seguimiento de la enfermedad son los anticuerpos antiendomisio y antitransglutaminasa tisular humana IgA. Los anticuerpos antigliadina no deberían utilizarse actualmente debido a su menor precisión diag- nóstica; no hay que confundir estos con los anticuerpos antigliadina deamidada de tipo IgA e IgG, que han mostrado una sensibilidad y especificidad prácticamente superponible a los anticuerpos antitrans- glutaminasa. El uso rutinario de los anticuerpos antiendomisio se halla limitado por la necesidad de utilizar esófago de mono o cordón umbilical humano como sustratos para el análisis de inmunofluores- cencia, la necesidad de personal experto, poca sensibilidad en sujetos con déficit de IgA (en los que deben utilizarse anticuerpos de tipo IgG) y la interpretación subjetiva de los resultados. Los anticuerpos antitransglutaminasa tisular humana IgA, en cambio, son fáciles de usar, son automatizables y su interpretación es objetiva. Los test sero- lógicos, no obstante, tienen limitaciones para detectar pacientes con EC leve. Se ha demostrado que su sensibilidad depende de la gravedad de la lesión duodenal, y es del 90%-100% cuando existe una atrofia MANIFESTACIONES CLÍNICAS Distensión Flatulencia Colangitis Esterilidad ENFERMEDADES ASOCIADASb Nefropatía de tipo IgA Cuadro 4 Cuadro 3 S E C C IÓ N II Enfermedades del aparato digestivo Algoritmo diagnóstico de la enfermedad celíaca basado en la serología y biopsia intestinal. AEA: anticuerpos antiendomisio; EC: enfermedad celíaca; tTG: anticuerpos antitransglutaminasa. vellositaria total/subtotal (Marsh 3C y 3B), del 60%-70% cuando la atrofia es parcial (Marsh 3A) y del 20%-30% cuando no hay atrofia (Marsh 1 y 2). En la figura 3 se detalla el algoritmo diagnóstico en virtud del resultado de la serología y biopsia intestinal. La toma de biopsias en los individuos DQ2 o DQ8 pertenecientes a grupos de riesgo permite identificar los pacientes con EC seronegativa. En este sentido, se detecta todo el espectro de enteropatía sensible al gluten desde las lesiones de tipo Marsh 1 hasta las Marsh 3, sea o no positiva la serología. Esta estrategia permite diagnosticar tres veces más pacientes celíacos entre familiares de primer grado y es probablemente útil aplicada a otros grupos de riesgo. Estudio de subpoblaciones linfocitarias en duodeno y depósitos subepiteliales de transglutaminasa 2 La evaluación de la densidad de linfocitos intraepiteliales gd y CD3– por citometría de flujo en biopsias en fresco ha demostrado una gran utilidad para el diagnóstico de EC seronegativa y/o con arquitectura vellositaria conservada. Los pacientes con EC tienen un incremento del porcentaje de linfocitos gd y una reducción del porcentaje de linfocitos CD3– en la mucosa duodenal (patrón citométrico celíaco completo). La presencia de este patrón citométrico en la biopsia duodenal, tanto de pacientes con atrofia como con enteritis linfo- cítica, tiene una sensibilidad del 85% y una especificidad del 100% para el diagnóstico de EC y es muy útil para el diagnóstico de casos dudosos. Recientemente se ha establecido el límite de normalidad para estas subpoblaciones de linfocitos (valores normales linfocitos intraepiteliales gd < 8,5% y CD3– > 10%) (fig. 4). Estas subpo- blaciones linfocitarias pueden evaluarse también mediante técnicas de inmunohistoquímica en biopsias congeladas. La ventaja de la citometría es que es rápida, reproducible y objetiva, y el resultado se obtiene en 4-5 h. La desventaja respecto a la inmunohistoquími-ca es la utilización de biopsias en fresco, que deben procesarse de inmediato. Los depósitos intestinales antitranslutaminasa 2 IgA, evaluados por inmunofluorescencia (v. fig. 4), han demostrado una sensibilidad del 92% y una especificidad del 87% para el diagnóstico de EC con distintos grados de gravedad histológica y ha demostrado también ser un buen marcador de EC potencial en niños. El principal pro- blema de esta técnica es la inespecificidad para una intensidad de A. Estudio de subpoblaciones de linfocitos intraepitelialesen duodeno: linfocitos TCR gd y CD3– (citometría de flujo). Patrón citométrico celíaco: linfocitos TCR gd ≥ 8,5% y CD3 – ≤ 10%. B. Depósitos subepiteliales de IgA antitransglutaminasa. Inmunofluorescencia para IgA (verde) y transglutaminasa 2 (TG2) (rojo). Colocalización de IgA y TG2 (amarillo-naranja). Biopsias duodenales de paciente con atrofia completa y depósitos subepiteliales con intenso marcaje por inmunofluorescencia. (Imágenes cedidas por Anna Carrasco, Laboratorio de Investigación, Servicio de Aparato Digestivo, Hospital Universitari Mútua de Terrassa, Fundació per la Recerca Mutua de Terrassa.) ALIMENTOS PERMITIDOS (NO CONTIENEN GLUTEN CON TODA SEGURIDAD) Leche y derivados (yogur natural, queso, nata, mantequilla) Carnes y pescados de cualquier tipo (frescos, no en conserva ni congelados) Huevos Arroz, maíz y alimentos a base de harinas de estos cereales Tapioca, soja Frutas, verduras, legumbres y hortalizas de cualquier clase (frescos, no en conserva) o sus zumos naturales (no envasados) Frutos secos (almendras, avellanas, cacahuetes, nueces, etc.) Patatas, boniatos Margarina, aceite de todo tipo y cualquier otro tipo de grasa Sal, pimienta, vinagre Azúcar, miel Café (no instantáneo), té, infusiones de hierbas Agua, vino, refrescos (refresco de cola, tónica) Pastelería de fabricación casera sin harina de trigo, cebada, centeno o avena ALIMENTOS PROHIBIDOS (CONTIENEN GLUTEN CON TODA SEGURIDAD) Pan (incluidas tostadas) y harinas de trigo, cebada, centeno y probablemente avena Cereales de trigo Pasteles, galletas, magdalenas, cruasanes, pastas, cocas, turrón o cualquier otro producto de repostería que contenga las harinas citadas Pasta de sopa o italiana de cualquier tipo. Sémola de trigo Productos manufacturados (flanes, natillas, helados, jaleas, etc.) que contengan las harinas mencionadas Productos malteados (leche malteada, malta, sucedáneos del café de tipo Eko®) Bebidas que contengan cereales (cerveza, güisqui) inmunofluorescencia débilmente positiva, lo que dificulta su inter- pretación, sobre todo por personal poco experto. Las últimas recomendaciones de la ESPGHAN consideran también que son celíacos aquellos niños que tienen clínica del espectro celía- co, lesiones duodenales mínimas (Marsh I) y que tienen estos dos marcadores de EC latente o potencial (incremento de subpoblaciones linfocitarias gd y depósitos intestinales antitranslutaminasa 2 IgA). Este cambio de criterio respecto a las recomendaciones previas de la ESPGHAN es importante porque hasta ahora sólo consideraban EC en presencia de atrofia. ■ TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN El cribado de la EC debería realizarse en pacientes pertenecientes a grupos de riesgo mediante el uso de serología. En familiares de primer grado es altamente recomendable la determinación de los haplotipos HLA-DQ2 o DQ8 (según el haplotipo del caso índice) y biopsia intestinal en los familiares positivos. La utilidad del cribado de la población general es aún controvertida dado que no se conocen los costos, beneficios y consecuencias de la detección de la enfermedad en comparación con una población control. El único tratamiento disponible en este momento es la DSG y la mayor parte de las evidencias sugieren que esta debe mantenerse durante toda la vida. El gluten está contenido en el trigo, la cebada, el centeno y, probablemente, la avena. La cantidad máxima de gluten que toleran los pacientes celíacos muestra una cierta variación (0-50 mg/día) y es todavía motivo de debate; por tanto, de momento se aconseja que sea lo más estricta posible. La incorporación de esta dieta exige restricciones importantes en la vida social del paciente y, en ocasiones, dificultades eco- nómicas, dado que el precio de los alimentos elaborados sin gluten puede llegar a ser cuatro veces superior. En el cuadro 5 se proporcionan unas normas dietéticas básicas. Sin embargo, para garantizar la adherencia estricta y prolongada es aconsejable disponer del soporte de enfermería Normas generales de una dieta sin gluten Malabsorción intestinal especializada en dietética y la asesoría que proporcionan las sociedades de celíacos. Deben seguir una DSG todos los pacientes con atrofia, tengan o no síntomas, y los pacientes sintomáticos con enteritis linfocítica. Los pacientes con enteritis linfocítica deben evaluarse con densitometría ósea para descartar osteopenia u osteoporosis, que es tan frecuente como en los pacientes con atrofia. La pérdida de masa ósea en estos pacientes es también una indicación de iniciar DSG. Se desconoce en estos momentos si tienen el mismo riesgo de linfoma y enfermedades autoinmunes que los pacientes con atrofia y, por tanto, no hay argumentos sólidos para recomendar una DSG a los pacientes Marsh 1 totalmente asintomáticos. Hay que corregir las deficiencias de macro y/o micronutrientes, sobre todo en el momento del diagnóstico. En casos graves, actualmente muy poco frecuentes, puede ser necesario el soporte nutricional artificial (nutrición enteral o mixta —enteral/parenteral—). Hay que corregir los niveles de hierro (preferiblemente por vía oral, y considerar la vía parenteral en caso de intolerancia), ácido fólico y vitamina B12. El déficit de calcio se trata con gluconato cálcico o preparados de calcio activos por vía oral junto con vitaminas liposolubles como vitamina D (30 000 U/día) y vitamina A (50 000 U/día). Puede ser necesaria la corrección de los niveles de magnesio o de vitamina K. La EC refractaria es una entidad muy poco frecuente. Ante la falta de respuesta a la DSG hay que plantearse antes otras posibilidades más frecuentes, como la ingesta de gluten inadvertida o la existencia de alguna otra enfermedad concomitante como intolerancia a disacári- dos, sobrecrecimiento bacteriano o insuficiencia pancreática. La EC refractaria se trata con inmunosupresores (glucocorticoides, azatioprina y, más recientemente, infliximab). Hay investigaciones en marcha encaminadas a identificar los péptidos que son presentados a los linfocitos T, para la obtención de terapias basadas en la inducción de tolerancia inmunológica y en la modifica- ción genética de los cereales para obtener péptidos no tóxicos. ■ PRONÓSTICO Los pacientes que no tienen una buena adherencia a la dieta presentan un mayor porcentaje de complicaciones. La intolerancia al gluten se considera una situación permanente en el tiempo y, por tanto, la DSG hay que mantenerla durante toda la vida. Sin embargo, hasta en un 20% de los casos puede producirse una regresión de la lesión a pesar de mantener una ingesta normal de gluten; esta evolución hacia la latencia o tolerancia puede ser una situación inestable con reaparición de la lesión al cabo de meses o años. Por otra parte, también puede producirse una progresión desde enteritis linfocítica a atrofia. Esta situación está bien documentada en grupos de riesgo como los fami- liares de primer grado. Sin embargo, se sabe que la mayor parte de los pacientes con enteritis linfocítica se mantienen en esta situación durante años, representando la forma más frecuente de enteropatía sensible al gluten en la edad adulta. La complicación más importante relacionada con la escasa adherencia a la dieta es el incremento de mortalidad con respecto a la población general, generalmente debida a neoplasias. La relación entre el linfoma de células T primariamente intestinal (EATL) y la EC no tratada está bien establecida. Sin embargo, la relación entre linfoma de cualquier localización y EC es aún controvertida, y el riesgo de padecer linfoma no parece estar incrementado en pacientes con enfermedad silenciosa o con formas leves de la enfermedad. La pérdida de la densidad mineral ósea es otra complicación bien conocida de la EC, la que ocasiona más morbilidad y revierte con la DSG. No está claro, en cambio, si el incremento de enfermedades autoinmunes es consecuencia
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