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Adviento, Semana 1 LA TEMPORADA DE ADVIENTO COMIENZA CON LA CELEBRACIÓN DE LA LLEGADA DEL REY Mientras nos preparamos para el Adviento y la Navidad, un tema obvio es el reinado de Jesús. Usamos lenguaje real muy a menudo para referirnos a Jesús, pero rara vez nos detenemos a analizar qué es exactamente lo que eso debería significar tanto cuando hablamos del mismo Jesús como cuando pensamos en el liderazgo y la gobernanza en el mundo. En ambos países [Reino Unido y EE.UU.] en este momento nos encontramos de cara a los resultados sorprendentes de la democracia, y es un momento perfecto para reflexionar sobre la visión de Dios para el gobierno humano y, de hecho, la visión de Dios para una sociedad humana sana. Me encuentro volviendo una y otra vez al Salmo 72. Algunos teólogos actuales rechazan salmos reales como este, por considerar que se prestan para la falsa legitimación divina de regímenes opresores. Pero este Salmo se resiste firmemente a ser deconstruido de esa manera, por dos razones obvias y otras que surgen a medida que profundizamos en su mensaje. El Salmo 72 nos ofrece una visión de un mundo ardiendo de gloria; un mundo en el que se hace justicia, especialmente para los pobres y aquellos que no tienen a nadie que los defienda. Esta es la visión de un rey al cual visitan los reyes de la tierra, llevándole regalos porque él hace lo que ellos saben que ellos deberían estar haciendo, es decir, liberar a los necesitados cuando claman por ayuda, tener piedad de los débiles y los pobres, y rescatar a los desvalidos de los codiciosos, los opresores y los violentos. ¿Cuántas veces en los últimos años, en los últimos días, hemos anhelado una sociedad como esa? En mi país, y creo que en el suyo también, las élites políticas y los encuestadores subestimaron completamente el hecho de que mientras que en Londres y Nueva York y en diferentes países los ricos se enriquecen y organizan el sistema en beneficio propio, en muchas partes, incluyendo Durham donde yo trabajaba, hay gente cuyo grito por ayuda parece pasar desapercibido. No se han abordado la pobreza y las dificultades reales a las que se enfrentan muchas personas en los lugares abandonados de los antiguos núcleos industriales. No se ha cumplido con lo prometido. Los políticos van y vienen, y siempre dicen que una de sus su metas es una mejora radical del país, del mundo, de la vida de la gente común. La mayoría de los funcionarios públicos comienzan creyendo en ese objetivo, pero terminan confundidos por las muchas transigencias que deben aceptar para poder ascender, o deslumbrados por las grandes tentaciones del poder y el prestigio. O más bien llegan a creer que la manera de arreglar el mundo es con una fuerte solución impuesta desde arriba, ya sea a través de una nueva estructura social en la que el ‘chorreo’ tal vez beneficie a los más necesitados, o del lanzamiento de bombas y misiles sobre nuestros supuestos enemigos. Amigos, hemos intentado todo esto una y otra vez y, en vez de mejorar, el mundo está peor que nunca. Es hora de vislumbrar la visión bíblica del reino de Dios que encontramos en este Salmo, al leerlo a través del lente del evangelio de Jesús, en el cual el tema se intensifica y no se relativiza como muchos han imaginado… La razón cristiana más obvia es que Mateo y Lucas recogen este Salmo al anunciar el nacimiento de Jesús. Los reyes magos de Mateo que traen presentes al niño Jesús obviamente cumplen las profecías de este Salmo acerca de los dones traídos por los reyes de Sabá y de Seba, y de hecho podría ser que la referencia implícita a este Salmo es lo que, en la imaginación popular, ha convertido a los magos en reyes. El Benedictus o Cántico de Zacarías de Lucas, que aclama a Juan el Bautista como el heraldo real, hace eco de la alabanza final del Salmo: ¡Bendito sea YHVH Elohim, el Dios de Israel, el único que hace maravillas! Se les animó a los primeros seguidores de Jesús a que volvieran a este Salmo para hacerlo suyo, lo cual hicieron al reportar la afirmación del Jesús resucitado de que ya poseía «toda potestad en el cielo y en la tierra». La piedra angular de todas las visiones bíblicas de los propósitos de Dios para el mundo, y cómo estos deben implementarse, es que el Dios Creador quiere que su mundo esté lleno de su gloria. Esto significa, entre otras cosas, que esté lleno de justicia verdadera y misericordia generosa. Esta no es sólo una visión para una época distante. No se espera que nos sentemos sobre nuestras manos y esperemos a que suceda más allá del cielo en algún tiempo futuro. Incluso en tiempos del Antiguo Testamento era perfectamente posible que los reyes hicieran justicia y amaran la misericordia; a menudo fallaban, pero los mejores no lo hacían tan mal. Y parte del sentido de las narraciones de la resurrección en los evangelios es que Dios ya ha puesto en marcha su nueva creación en el Jesús resucitado. Jesús es tanto el comienzo de dicha nueva creación como el Señor que da su propio Espíritu para que su pueblo pueda continuar con el proyecto. A partir del mismo Génesis 1 queda claro que el Dios Creador quiere gobernar su mundo a través de seres humanos sabios que portan su imagen. Hay una base trinitaria para toda la teología política bíblica: el Creador quiere que su imagen de justicia y misericordia se refleje en el mundo a través de seres humanos obedientes, humildes y sabios. En algunos textos el rey davídico se ve como el verdadero Adán, y en otros (en el Salmo 72, por ejemplo) como el cumplimiento de las promesas abrahámicas. El Rey, por lo tanto, es el ser humano arquetípico que refleja la imagen. El lenguaje grandioso y la esperanza gloriosa del Salmo dependen de esta visión, de que el rey venidero reflejará en el mundo el hecho de que los pobres y su cuidado, los oprimidos y los que sufren violencia y maldad, son la prioridad para Dios.
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