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Ensayo VI San Agustin Armando Ordosgoite

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IUSPO
Educación Mención Filosofía
Seminario de Filosofía Antigua
RODRÍGUEZ, William ORDOSGOITE,
Armando
El hombre imagen y semejanza de Dios
El hombre es imagen y semejanza de Dios, en cuanto que el hombre es capaz de
relacionarse y contemplar a Dios: “ lo mismo que el cuerpo está naturalmente erguido hacia los
cuerpos celestes, que son lo más excelso de los seres corporales, así también hay que erguir el
ánimo, que es sustancia espiritual, hacia lo más excelso en lo espiritual, no con la arrogancia de
la soberbia, sino con la piedad de la justicia” (Marías, 1963, p. 296); por lo que, para contemplar
a Dios, este acto ha de hacerse únicamente por medio de la vía de la razón y la fe.
Parece ser que, San Agustín reconoce cuan limitada puede llegar a ser la razón y el
entendimiento humano; por lo que, para acceder al conocimiento de Dios hace falta el acto de
creer.
El hombre esta cierto de su capacidad de dudar pues, en todo caso, el hombre sabe que
duda y, es que para la vida práctica se necesita el conocimiento sensorial, de la misma forma que
depende de los sentidos gran parte del conocimiento humano.
Siendo la sensación común a hombres y animales, el hombre se diferencia del animal la
posibilidad del conocimiento racional de los objetos corpóreos: “y en todo esto no nos
diferenciamos de la bestia sino en que tenemos figura corporal erguida, siendo advertidos en esto
por el que nos hizo, de que no seamos semejantes a los animales de los que nos diferenciamos
por la erección del cuerpo en la mejor parte de nosotros, es decir, en el ánimo” (Marías, 1963, p.
296).
Ahora bien, según mi parecer, del mismo modo que la sensación refleja los objetos
corpóreos en los que tiene su fundamento, las verdades eternas reflejan también su fundamento;
éste no puede ser sino la verdad misma, el ser necesario e inmutable, esto es, Dios. La necesidad
e inmutabilidad de las verdades eternas son reflejo de la necesidad e inmutabilidad de Dios. Dios
es el fundamento de todas las normas, leyes e ideas.
La fe descansa en un acto de la razón, la razón natural puede llegar, mediante la actividad
filosófica a la afirmación de la existencia de Dios. Así que la fe ayuda a ir más allá de los límites
de la razón, de modo que la verdadera oposición filosófica no se halla entre la razón y la fe, sino
entre la razón y la duda. La fe es conforme con la razón y la razón es conforme con la fe.
Antes de darse el acto de creer, la razón presenta lo que se puede creer mediante razones
naturales, que permiten, a su vez, adherirse a la fe revelada; una vez recibida la fe, la razón
supera sus propios límites mediante la iluminación divina.
Lo anteriormente expuesto supone que la razón ha de permitir al hombre cuestionar toda
ciencia, sabiduría y conocimiento que viene de Dios; sin embargo, la fe ha de servir al hombre
para comprender y aceptar toda verdad que es invisible a los ojos del cuerpo, pero que es visible
para los ojos de la razón y del espíritu; verdad que únicamente se puede alcanzar por medio de la
contemplación y, por medio de esta; hallar la imagen de Dios.
Con lo anteriormente expuesto, pudiese decirse que, importaba a San Agustín llegar al
conocimiento de las cosas eternas, en cuyo acto se ha de encontrar la imagen de Dios.
No obstante, el interés del ejercicio filosófico de San Agustín es meramente práctico y no
especulativo.
Según mi parecer, San Agustín, quiere que los resultados derivados de su actividad
filosófica le sirvan para alcanzar la felicidad. Dios no es sólo el fundamento de la verdad sino
que es también la fuente de la felicidad.

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