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Consideraciones terapéuticas frente a micosis de alguna gravedad Gregory M. Anstead John R. Graybill INFECCIONES MICÓTICAS PULMONARES EN LA UNIDAD DE CUIDADOS INTENSIVOS (UCI) Las infecciones micóticas del tracto respiratorio que requieren atención en la UCI ocurren característicamente en pacientes inmunosuprimidos. Los factores de riesgo para sufrirlas incluyen: quimioterapia para el cáncer, trasplantes de células madre hematopoyéticas y de órganos sólidos, dosis altas de corticosteroides, sida y terapia inhibidora del factor de necrosis tumoral alfa. Más recientemente se ha descrito la aspergilosis pulmonar invasiva en pacientes de la UCI sin estos factores de riesgo inmunosupresores obvios, en quienes la aspergilosis ocurrió como complicación de su enfermedad crítica, con una tasa de mortalidad atribuible del 20%.[1] Las infecciones pulmonares por mohos se deben, típicamente, a Aspergillus spp., Fusarium spp., los zigomicetos y Scedosporium spp. Las micosis endémicas (histoplasmosis, coccidioidomicosis) también pueden ser graves en hospederos inmunocomprometidos, dando como resultado la falla respiratoria. Un elemento clave del tratamiento inicial es reducir o eliminar las causas de inmunosupresión y, en el caso de la zigomicosis, tratar intensamente la cetoacidosis diabética, tan rápido como sea posible. El tratamiento corticosteroide es un factor predisponente de importancia y estos medicamentos se deben descontinuar tan rápidamente como sea factible. Aspergilosis invasiva Las especies de Aspergillus son ubicuas en el ambiente y la manera usual de infección humana es la inhalación de las conidias. Entre los pacientes con trasplante de órgano sólido (TOS), los que han recibido trasplante de pulmón tienen un riesgo particular de sufrir aspergilosis pulmonar invasiva, con una tasa de incidencia de 10%-15%.[2] mientras que el riesgo es intermedio en quienes han recibido un trasplante de corazón o de células madre hematopoyéticas (6%).[3] En estos grupos de individuos inmunocomprometidos, los factores específicos de riesgo para el desarrollo de aspergilosis son la duración y el grado de la neutropenia, la presencia de enfermedad de injerto contra hospedero y la infección concurrente por citomegalovirus.[4] Las tasas de mortalidad para la aspergilosis invasiva (AI) en la población trasplantada son de 10% a 17%.[3] El diagnóstico de AI se hace por el examen histopatológico, se confirma por cultivo o se apoya en la detección de galactomanán en la sangre o en el lavado broncoalveolar. Todos los siguientes medicamentos son activos contra Aspergillus: itraconazol, voriconazol, posaconazol, anfotericina B y las equinocandinas caspofungina y micafungina; sin embargo, claramente, el voriconazol se ha convertido en el agente de elección. En un ensayo prospectivo abierto con asignación aleatoria de receptores de trasplante de células madre hematopoyéticas (HSCT, por la sigla en inglés de hematopoietic stem cell transplant) se comparó el voriconazol (6 mg/kg cada 12 horas por 2 dosis y luego 4 mg/kg cada 12 horas) con la anfotericina B (1,0-1,5 mg/kg/día) en el tratamiento de la AI; fue superior la eficacia del voriconazol (53% de respuesta frente a 32% con la anfotericina B).[5] Se juzgó que la AI había sido la causa de muerte en 29% de los pacientes que recibieron anfotericina B, comparados con el 13% de los tratados con voriconazol.[5] El voriconazol está disponible en preparaciones tanto intravenosas (i.v.) como orales. La forma i.v. tiene un vehículo ciclodextrina que se acumula en pacientes con insuficiencia renal por lo que, en tal situación, se la debe usar cuidadosamente. La formulación oral de voriconazol tiene alta biodisponibilidad por vía oral y no se afecta por el pH gástrico, pero la absorción disminuye con los alimentos. No es necesario ajustar la dosis de voriconazol en la insuficiencia renal, pero se la debe reducir a la mitad en casos de disfunción hepática leve a moderada (Child-Pugh clases A y B). El metabolismo del voriconazol es complejo y hay muchas interacciones medicamentosas posibles; entonces, para infecciones graves, es prudente obtener niveles séricos. Después de una dosis i.v. de carga de 6 mg/kg cada 12 horas, se logran niveles estables de voriconazol después de dos dosis. La falta de respuesta terapéutica al voriconazol es más común para los niveles séricos de 1 mg/L o menores.[6] Sin niveles séricos, no hay guías para manejar la falla de respuesta, pero se podría considerar un aumento de la dosis a 6 mg/kg 2 veces al día o incluso más alta. Sin embargo, aumentar la dosis no carece de riesgo porque niveles séricos por encima de 6 mg/L se han asociado con efectos colaterales del sistema nervioso central y toxicidad hepática. El posaconazol es el otro azólico de espectro ampliado con actividad contra Aspergillus. En un ensayo prospectivo abierto se trató con posaconazol a 107 pacientes con AI; se obtuvo respuesta parcial o completa en 42% de los tratados con posaconazol frente a 26% de los controles históricos. [7] Sin embargo, el posaconazol tiene limitaciones significativas para usarlo en la UCI: no hay formulación i.v. y la absorción oral es baja en ayunas. La anfotericina B y sus formulaciones lipídicas (anfotericina B liposomal [AmBisome] y el complejo lipídico de anfotericina B [Abelcet]) son activas contra la mayoría de los Aspergillus, excepto A. terreus y varias otras especies menores. Sin embargo, considerando su nefrotoxicidad, el uso frecuente simultáneo de otros medicamentos nefrotóxicos en la UCI y su menor eficacia con respecto al voriconazol, no se recomienda la anfotericina B a menos que esté contraindicado el azólico. En la actualidad se prefieren las formulaciones lipídicas de la anfotericina B, debido a su menor nefrotoxicidad, a la dosis de 3 mg/kg/día; en un ensayo, dosis más altas (10 mg/kg/día) no mejoraron el desenlace, pero sí aumentaron el riesgo de nefrotoxicidad.[8] Las equinocandinas son agentes potenciales para el tratamiento de la AI en las personas incapaces de tolerar el voriconazol o las formulaciones lipídicas de anfotericina B. En un estudio abierto no comparativo en intento de salvamento de 83 pacientes tratados con caspofungina (70 mg como dosis de carga seguida de 50 mg/día), que tenían AI comprobada o probable y que eran intolerantes a los azólicos o a la anfotericina B, 45% tuvieron una respuesta favorable.[9] En un estudio abierto de terapia primaria de AI con caspofungina en pacientes gravemente inmunosuprimidos, solo se observó respuesta clínica en alrededor de un tercio de los pacientes.[10] En otro ensayo pequeño de caspofungina como terapia primaria para AI en trasplantados de corazón/pulmón, 91% (10/11) respondieron al tratamiento.[11] Una ventaja de las equinocandinas es la ausencia de interacciones droga-droga con los medicamentos inmunosupresores. En términos generales, las equinocandinas parecen ofrecer menor toxicidad, pero no mayor eficacia que los azoles o la anfotericina B y sus derivados lipídicos. A pesar de los mejores desenlaces que se observan con el tratamiento con voriconazol, Aspergillus aún es un adversario formidable. En consecuencia, se ha examinado el tratamiento de la AI con combinaciones de medicamentos antimicóticos aunque no se han llevado a cabo ensayos con asignación aleatoria. En un estudio observacional prospectivo del uso del voriconazol combinado con la caspofungina en el tratamiento de la AI en pacientes con trasplante de órgano sólido, hubo una tasa más alta, pero no significativa, de supervivenciaa 90 días, comparado con un grupo histórico de control que usó una formulación lipídica de anfotericina B. En los subgrupos de pacientes con falla renal e infección por A. fumigatus, la terapia de combinación sí mejoró la tasa de supervivencia.[12] Zigomicosis pulmonar La zigomicosis pulmonar ocurre primariamente en pacientes con enfermedades malignas y trasplante de células madre hematopoyéticas, aunque también se la ha informado en pacientes con VIH y en personas tratadas con corticosteroides. Las esporangioconidias inhaladas germinan hacia hifas, que son atacadas por los neutrófilos. Sin embargo, en el paciente neutropénico, las hifas crecen implacablemente e invaden los vasos sanguíneos causando infarto y hemorragia pulmonar.[13] La zigomicosis pulmonar es muy difícil de tratar y tiene una tasa de mortalidad atribuible de 60% a 80%. El desbridamiento quirúrgico del área pulmonar afectada puede aumentar la probabilidad de supervivencia. Tradicionalmente se ha usado la anfotericina B a la dosis de 1,0-1,5 mg/kg/día. En la actualidad los antimicóticos de elección son las formulaciones lipídicas de anfotericina B administradas a la dosis de 5 mg/kg/día. La duración de la terapia se debe individualizar según la respuesta clínica del paciente y la tolerancia renal, pero típicamente se da tratamiento por 6-8 semanas.[13] Se ha usado posaconazol en la terapia de rescate de la zigomicosis. Sin embargo, este azólico no es activo in vitro contra Rhyzopus oryzae, que es la especie más común como causa de zigomicosis. En un modelo murino de infección por R. oryzae, el posaconazol no fue mejor que un placebo en la reducción de la carga micótica.[14] Sin embargo, en un gran estudio retrospectivo de rescate de 91 pacientes, algunos que estaban infectados por R. oryzae sí respondieron al posaconazol; en dicho ensayo, la tasa global de respuesta fue alrededor del 60% y en los 37 pacientes con enfermedad pulmonar fue 65%.[15] Se necesitan estudios clínicos prospectivos para definir el papel del posaconazol en el tratamiento de la zigomicosis. La deferoxamina puede empeorar la zigomicosis actuando como un sideróforo y suministrando hierro adicional al organismo.[16] En contraste, el deferasirox es un quelante que impide la adquisición de hierro por el hongo y se lo ha usado terapéuticamente en una serie pequeña de pacientes con zigomicosis.[17] [18] Las equinocandinas y/o el deferasirox se pueden sumar a otras medidas terapéuticas por un posible beneficio aumentado en el tratamiento de la zigomicosis, pero la experiencia clínica es mínima.[19] Otras infecciones pulmonares por hongos La fusariosis pulmonar también ocurre en hospederos inmunocomprometidos. Las especies más comunes que causan infección humana son Fusarium solani, F. oxysporum y F. moniliforme. La presentación de la fusariosis es similar a la de la aspergilosis, pero es más probable que haya lesiones cutáneas y fungemia.[20] El desbridamiento quirúrgico también es importante en el plan de tratamiento, pero muchos pacientes ya tendrán enfermedad diseminada en el momento de la presentación. El medicamento antimicótico preferido puede depender tanto de la especie como de la cepa y no hay estudios clínicos controlados con asignación aleatoria para orientar las decisiones terapéuticas. La anfotericina B y sus formulaciones lipídicas, el posaconazol o el voriconazol pueden tener actividad para especies y cepas específicas. Por consiguiente, para el tratamiento de la fusariosis se recomiendan las pruebas de susceptibilidad antimicótica. La tasa global de respuesta de la fusariosis a los azólicos está en el rango del 50%.[21] [22] Sin embargo, estas series han incluido algunos pacientes inmunocompetentes con enfermedad cutánea superficial o queratitis. Las tasas de respuesta son peores para los pacientes inmunocomprometidos con enfermedad diseminada. La tasa de mortalidad en los primeros uno a dos meses después de la infección es tan alta como del 80% y la probabilidad de supervivencia se correlaciona con la recuperación del recuento de neutrófilos.[23] Scedosporium prolificans y S. apiospermum (teleomorfo Pseudallescheria boydii) son mohos que también pueden causar infección pulmonar en pacientes inmunocomprometidos. En el examen histopatológico estos hongos se parecen a Aspergillus, pero en los cortes de tejidos se pueden observar ocasionalmente conidias terminales.[13] También se ha descrito la neumonía por S. apiospermum en víctimas de cuasi-ahogamiento, lo que por lo general ocurre con infección concurrente del sistema nervioso central.[24] infortunadamente, la tasa de mortalidad en estas circunstancias es del 70%. Es incierto el tratamiento óptimo para la scedosporiosis; la mejor actividad in vitro se observa con el voriconazol y las equinocandinas.[20] Scedosporium apiospermum es por lo general susceptible a los azólicos de espectro ampliado, en tanto que S. prolificans es casi uniformemente resistente. En un informe reciente de 107 pacientes con scedosporiosis tratados con voriconazol, la tasa global de respuesta fue del 57%; en 26 pacientes con afectación pulmonar y sinusal la tasa de respuesta fue 54%. Los pacientes con infección por S. apiospermum respondieron mejor que los infectados por S. prolificans.[25] En una serie de receptores de trasplante con scedosporiosis, la tasa global de mortalidad fue 58%; hubo una tendencia al aumento de la supervivencia con el uso del voriconazol comparado con el tratamiento con anfotericina B. La cirugía adyuvante también se asoció con un mejor desenlace.[26] Micosis endémicas y síndrome de dificultad respiratoria aguda Se ha informado que el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) ocurre con varias de las micosis endémicas, incluyendo histoplasmosis, blastomicosis y coccidioidomicosis. Dicho síndrome puede ser consecuencia de la inhalación de un gran inóculo por una persona inmunocompetente, o de una infección abrumadora en el paciente inmunocomprometido. En la histoplasmosis pulmonar aguda grave, de acuerdo con las Guías 2007 de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas (IDSA, por la sigla en inglés de Infectious Diseases Society of America) se recomienda como terapia inicial la anfotericina B liposomal (3-5 mg/kg/día por 1-2 semanas) seguida por itraconazol (200 mg 3 veces al día por 3 días y luego 200 mg 2 veces al día). La anfotericina B (0,7-1 mg/kg/día) es una alternativa para pacientes con bajo riesgo de nefrotoxicidad o en los sitios donde no se disponga de la anfotericina B liposomal. La tasa de respuesta a la anfotericina B es mayor del 75% en pacientes con infección por VIH o sin ella. En pacientes con dificultad respiratoria significativa por histoplasmosis se recomienda la metilprednisolona (0,5-1 mg/día) durante las primeras 1-2 semanas de la terapia.[27] y este tratamiento también se puede usar para el SDRA debido a blastomicosis. En el caso de neumonía grave por coccidioidomicosis se debe administrar por varias semanas terapia con anfotericina B (0,5-1,5 mg/kg/día) o una formulación lipídica de anfotericina B (2-5 mg/kg/día), seguida por un azólico oral (itraconazol 200 mc 2 veces al día) o fluconazol (400-800 mg/día). La duración total de la terapia debe ser al menos un año; en los pacientes inmunosuprimidos se deben mantener los azólicos como profilaxia secundaria.[28] También se han propuesto los corticosteroides adyuvantes para el SDRA debido a coccidioidomicosis.[29] pero este no es un componente de las Guías de la IDSA.[28] Ocasionalmente, las infecciones por mohos se pueden presentarcomo el SDRA y tal escenario tiene un pronóstico grave. El desenlace fue uniformemente fatal en tres pacientes cirróticos con aspergilosis pulmonar y SDRA, a pesar del tratamiento con voriconazol.[30] Igualmente, murió el total de tres pacientes con neoplasias malignas hematológicas y SDRA debido a zigomicosis.[31] En conclusión, en los pacientes de la UCI con infecciones pulmonares por mohos por lo general es necesario hacer biopsia y cultivo para ayudar a orientar las decisiones terapéuticas porque algunos de los mohos patógenos responderán mejor a los azólicos de espectro ampliado (posaconazol y voriconazol), mientras que otros requerirán tratamiento con anfotericina B o sus derivados lipídicos. En el caso de la aspergilosis, el ensayo del galactomanán, junto con la tomografía torácica computarizada, también puede brindar un nivel adecuado de confianza diagnóstica para comenzar la terapia antimicótica. La cirugía adyuvante y reducir los agentes inmunosupresores a las dosis mínimas necesarias pueden aumentar la supervivencia de estos pacientes. Se recomienda la anfotericina B para la histoplasmosis y la coccidioidomicosis pulmonares graves, y para la primera de ellas se recomienda la administración concurrente de corticosteroides. SÍNDROME DE SEPSIS POR INFECCIÓN MICÓTICA El síndrome de sepsis se asocia más comúnmente con las infecciones bacterianas, pero también puede ocurrir en la candidiasis diseminada y la candidemia.[32] cuya incidencia ha continuado aumentando en nuestros hospitales en la década pasada.[33] Los factores que predisponen a la candidemia incluyen enfermedades malignas hematológicas, trasplantes de órganos y de células madre, uso de catéter intravascular, quemaduras, prematuridad, cirugía abdominal, abuso de medicamentos intravenosos, uso prolongado de antibióticos, procedimientos neuroquirúrgicos y sida. [34] La hipotensión, la falla renal y la falla multiorgánica por candidiasis invasiva ocurren con mayor frecuencia en pacientes con neutropenia y otras formas de inmunosupresión, pero también se presentan en pacientes con abscesos intrabdominales o pielonefritis por Candida. Además de la resucitación con líquidos y vasopresores para soporte urgente de la presión sanguínea, uno debiera enfocarse, cuando el paciente se haya estabilizado, en el sitio específico de la infección. Pueden ser cruciales para la supervivencia procedimientos como el drenaje del absceso bajo guía radiológica. En esta situación los agentes antimicóticos ideales son fungicidas, tienen baja toxicidad renal y hepática y se pueden administrar intravenosamente para entrega rápida de el medicamento. El tratamiento se debe iniciar con prontitud cuando haya sospecha de candidiasis invasiva.[36] [36]. No obstante, hay dudas acerca de la utilidad de la terapia empírica del paciente febril en la UCI. Un ensayo de Schuster y colaboradores con asignación aleatoria no encontró beneficios.[37] Sin embargo, el estudio tuvo dos limitaciones. Primera: utilizó un sistema multicomponente usado antes para evaluar el éxito en el tratamiento de la fiebre neutropénica. Tal sistema de evaluación incluyó la reducción de la fiebre como un criterio de éxito, que ahora se considera irrelevante para la respuesta de los pacientes neutropénicos febriles, y probablemente también para los pacientes en el estudio de Schuster. Segunda: la incidencia de candidemia documentada en los controles fue tan baja que el estudio no produjo respuestas como para alcanzar un punto final de reducción de las infecciones candidiásicas invasivas. Por lo tanto, el estudio no fue concluyente. En general, la identificación de la especie ofensora de Candida ha sido de importancia crítica en el pasado, en particular a medida que las tasas de infección por Candida no albicans (C. glabrata en los EE. UU., y Europa y C. parapsilosis y C. tropicalis en Latinoamérica se han estado aproximando a la de C. albicans, o excediéndola como patógenos dominantes en la última década. La presencia de algunos patógenos micóticos se puede establecer rápidamente con la prueba sérica para beta D-glucán (aunque no es específico para Candida) y con los métodos de cultivo usando Chromagar para identificar las especies más comunes de acuerdo con el color y la morfología de la colonia.[32] [38] Candida albicans (que por lo general es susceptible al fluconazol) produce tubos germinales en unas pocas horas en cultivos líquidos que contengan suero, y tal prueba es útil para la identificación preliminar de un aislamiento como C. albicans o C. dubliniensis. Sin embargo, al iniciar la terapia de los pacientes críticamente enfermos con sospecha de candidemia, probablemente sea mejor evitar los azólicos porque actúan con relativa lentitud y son fungistáticos. La anfotericina B (0,7-1 mg/kg/día) o sus formulaciones lipídicas (a la dosis de 3-5 mg/kg/día) actúan más rápido y son más potentes, aunque producen toxicidad aguda durante la infusión y, más importante, nefrotoxicidad… algo que se debe evitar en pacientes con falla multiorgánica e hipotensión. Por consiguiente, en el momento actual, las equinocandinas cumplen un papel de agentes fungicidas con inicio rápido de acción y muy buena tolerabilidad. Se puede usar la caspofungina (70 mg iniciales y después 50 mg/día), la micafungina (100 mg/día) y la anidulafungina (200 mg como dosis de carga y luego 100 mg/día). El volumen más grande de fluido y los diluentes alcohólicos de la anidulafungina pueden ser contraindicaciones relativas en pacientes con disfunción hepática grave. Las dosis de las equinocandinas no se afectan significativamente por la insuficiencia renal ni por la falla hepática leve a moderada. Las Guías de la IDSA recomiendan evitar las equinocandinas en pacientes con infección por C. parapsilosis debido a algunos aislamientos resistentes in vitro y a algunas fallas clínicas.[39] Sin embargo, los principales estudios con asignación aleatoria no han mostrado tasas más bajas de respuesta clínica en el tratamiento de las infecciones por C. parapsilosis con las equinocandinas, y las guías brasileñas indican que la respuesta a las equinocandinas es tan buena como con otras especies de Candida.[40] [42] Esta es una consideración importante porque permite iniciar las equinocandinas antes de la identificación de la especie de Candida, con alta probabilidad de tener una medicamento inicial efectivo. Esto contrasta con los azólicos porque C. glabrata resistente a ellos puede ser muy problemática (este es más un problema de los Estados Unidos y Europa). Dado que las equinocandinas son costosas y están disponibles solamente para la vía parenteral, vale la pena confirmar la identidad del aislamiento de Candida, y determinar además la concentración inhibidora mínima del fluconazol. Si el aislamiento de Candida es de una especie usualmente susceptible al fluconazol, y si el paciente se estabiliza, se puede cambiar el tratamiento a fluconazol, que en la mayoría de los pacientes no requiere administración i.v.. Otras especies de hongos también pueden causar el síndrome de sepsis. Los más importantes entre estos son miembros del género Fusarium, patógenos miceliares que son angioinvasivos en pacientes neutropénicos y pueden causar neumonía y una sepsis que progresa rápidamente.[43] Se puede cultivar Fusarium de la sangre (situación inusual para los hongos miceliares) y produce lesiones cutáneas características. La prueba del beta D-glucán en suero por lo general es positiva en pacientes con fusariosis. Las especies de Fusarium son relativamente resistentes a los antimicóticos. Han mostradoactividad las formulaciones lipídicas de anfotericina B, el fluconazol, el voriconazol y el posaconazol, aunque ninguno de ellos es altamente eficaz.[44] [46] De 21 pacientes con fusariosis tratados con posaconazol, en 48% hubo éxito parcial o completo, pero las respuestas fueron menos evidentes en quienes tenían enfermedad diseminada.[21] Con el voriconazol se vieron respuestas similares.[47] F. solani y F. verticilloides respondieron mejor a dosis altas de anfotericina B (≥ 1 mg/kg/día) y de su formulación lipídica (> 5 mg/kg/día).[48] La mejor esperanza de supervivencia en fusariosis es la recuperación del recuento de leucocitos.[23] Sin embargo, la transfusión de leucocitos no se ha asociado claramente con aumento de la supervivencia. Entonces, la principal meta de la terapia antimicótica es lentificar el progreso de la enfermedad hasta que se recupere el recuento de leucocitos. Las levaduras del género Trichosporon (en especial T. ahasii [antes T. beigelii]) constituyen un grupo de patógenos que afectan primariamente a pacientes neutropénicos; causan neumonía, lesiones cutáneas y el síndrome de sepsis. Las especies de Trichosporon son resistentes a las equinocandinas y a la anfotericina B.[49] [50] Sin embargo, se ha usado exitosamente el voriconazol para tratar la trichosporonosis.[50] [51] ¿Qué se debiera hacer si la terapia antimicótica inicial no parece estar siendo efectiva? Nucci y Perfect han dado varias sugerencias útiles al respect.[52] que incluyen: verificar la identidad del patógeno y su correspondencia con un medicamento antimicótico efectiva; confirmar que el paciente tenga en verdad una infección micótica y no algún problema independiente; evaluar para evidencia de toxicidades del medicamento u otras causas de “falla”; y darle a la terapia antimicótica tiempo suficiente para actuar. También es importante no perseguir “nuevos” patógenos que aparecen en sitios normalmente no estériles (cultivos de superficies, esputo, orofaringe, etc.) puesto que estos simplemente representan contaminación superficial. INFECCIONES MICÓTICAS DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL (SNC) Las infecciones micóticas del SNC pueden ser difíciles de diagnosticar y de tratar, de lo que resultan una tasa elevada de mortalidad y secuelas neurológicas graves. Los hongos pueden llegar por muchas rutas al SNC. La más común es la diseminación hematógena que puede surgir de un foco pulmonar o ser parte de una micosis diseminada. La extensión local de una infección hacia el SNC puede tener origen en los senos paranasales, la órbita, la cavidad oral o el oído. La inoculación iatrogénica puede ocurrir en varias circunstancias: procedimientos quirúrgicos, inserción de dispositivos médicos, punciones lumbares e instilación de medicamentos en el SNC. También puede ocurrir inoculación traumática.[53]. Los síndromes clínicos típicos que ocurren con las infecciones micóticas del SNC incluyen: meningitis/meningoencefalitis, abscesos e infecciones necrosantes. Los hongos dimórficos Coccidioides, Histoplasma, Sporothrix y Blastomyces, y las levaduras Cryptococcus neoformans y Candida típicamente causan meningitis. En la meningitis basilar puede ocurrir vasculitis con infarto. Los abscesos son más comunes con los mohos, tales como especies de Aspergillus, los zigomicetos y los faeohifomicetos. El angiotropismo de los mohos puede también resultar en infarto y necrosis hemorrágica.[53] Aspergilosis del SNC Típicamente, la aspergilosis del SNC ocurre en el marco de una enfermedad diseminada en un paciente inmunocomprometido. Sin embargo, la afectación cerebral se presenta solamente en 10%-20% de los casos de aspergilosis diseminada.[53] La aspergilosis del SNC más comúnmente se manifiesta como absceso cerebral o epidural, meningitis o hemorragia subaracnoidea. Debido a que la aspergilosis del SNC ocurre típicamente en pacientes muy inmunocomprometidos, la respuesta inmune al invasor cerebral puede ser perezosa, de lo que a menudo resulta una presentación tardía, con diagnóstico solamente cuando la infección está muy avanzada.[53] A mediados de los años 1990, la aspergilosis del SNC era fatal prácticamente en todos los casos.[54] El uso de las formulaciones lipídicas de anfotericina B no mejoró apreciablemente los desenlaces de esta temible enfermedad. Las equinocandinas también contribuyeron poco al tratamiento de esta forma de aspergilosis debido a su baja penetración en el SNC. Sin embargo, la introducción del voriconazol en el arsenal terapéutico tuvo como resultado una mejoría significativa de la supervivencia de los pacientes con aspergilosis del SNC, debido tanto a su alta actividad contra el hongo como al logro de niveles altos en los tejidos del SNC, incluyendo los abscesos.[55] En una serie de 81 pacientes con aspergilosis definida o probable del SNC, el tratamiento con voriconazol tuvo como resultado una tasa de supervivencia del 31%; la intervención neuroquirúrgica (drenaje o resección de abscesos, derivación ventricular y colocación de un reservorio Ommaya) también se asoció con mejor supervivencia.[56] Para los pacientes intolerantes o refractarios al voriconazol, se recomiendan el itraconazol, el posaconazol (200 mg por vía oral, 4 veces al día inicialmente, seguidos por 400 mg por vía oral 2 veces al día) o dosis altas de formulaciones lipídicas de anfotericina B (3-5 mg/kg/día).[57] Una salvedad es que algunos anticonvulsivantes tienen interacciones medicamentosas con los azoles. Candidiasis del SNC Típicamente, la candidiasis del SNC surge de la candidemia y puede presentarse como macroabscesos, microabscesos o meningitis.[34] La meningitis por Candida por lo general tiene un curso subagudo con fiebre, cefalea, disminución del nivel de conciencia, letargia y confusión. También puede ocurrir vasculitis con infarto y necrosis hemorrágica.[34] La meningitis por Candida también se puede producir a raíz de procedimientos neuroquirúrgicos.[58] Guías recientes sugieren que la candidiasis del SNC se debe tratar con una formulación lipídica de anfotericina B a la dosis de 3-5 mg/kg/día, con 5-fluorocitosina (25 mg/kg/4 veces al día) o sin ella por varias semanas, seguida por fluconazol (400 mg/día [6-12 mg/kg/día]). En las personas incapaces de tolerar los productos de anfotericina B se recomienda el fluconazol a esa misma dosis. La duración total recomendada del tratamiento para la candidiasis del SNC es hasta que se hayan resuelto todos los síntomas y signos de infección y todas las anomalías radiográficas y del LCR. También se recomienda remover los dispositivos intraventriculares.[39] Se debe plantear el voriconazol como una opción en los pacientes con aislamientos de Candida resistentes a fluconazol que mantengan susceptibilidad a él. Faeohifomicosis del SNC Los faeohifomicetos son un grupo grande de hongos ampliamente distribuidos en la naturaleza. Géneros comunes que causan enfermedad humana son: Alternaria, Bipolaris, Curvularia, Cladophialophora, Exophiala, Ochroconis y Ramichloridium. Varios de los faeohifomicetos son neurotrópicos, entre ellos Cladophialophora bantiana, Exophiala dermatitidis, Ochroconis galloparvum y Ramichloridium mackenziei.[59] En el SNC, la infección se presenta como uno o múltiples abscesos que pueden causar hemiparesia, convulsiones, cefalea, fiebre y alteración del estado mental. Debido a su rareza, se desconoce la terapia antimicótica óptima para la faeohifomicosis. Tanto el itraconazol como el voriconazol y el posaconazol son consistentes en su actividad in vitro contra la mayoría de estos hongos.[60] La anfotericinaB es activa contra muchas especies de este grupo, pero tiene poca actividad contra Curvularia spp., y Exophiala spp. En modelos murinos de infección cerebral por C. bantiana y R. mackenziei, el posaconazol fue más eficaz que la anfotericina B y el itraconazol.[61] En un análisis retrospectivo de 101 casos de faeohifomicosis del SNC, la combinación de anfotericina, 5-fluorocitosina e itraconazol se asoció con mejoría de la supervivencia.[62] La enfermedad diseminada, la afectación cerebral y la inmunosupresión del hospedero se asociaron con desenlaces desfavorables. La escisión quirúrgica y el desbridamiento pueden mejorar el pronóstico. No obstante, la tasa global de mortalidad en la faeohifomicosis del SNC excede del 70%.[62] Scedosporiosis del SNC Los hongos del género Scedosporium por lo general se asocian con infecciones pulmonares, sinusales, cutáneas y diseminadas (incluyendo el SNC) en pacientes inmunocomprometidos; las especies que con mayor frecuencia causan infección humana son S. apiospermum y S. prolificans. La principal manifestación son los abscesos cerebrales, aunque puede ocurrir meningitis después de trauma, inyección intraespinal o colocación de dispositivos para el drenaje del LCR.[53] S. apiospermum se ha asociado específicamente con neumonía y abscesos cerebrales en víctimas de cuasi-ahogamiento.[24] Las infecciones por S. prolificans o S. apiospermum son particularmente difíciles de tratar (especialmente las primeras), pero el voriconazol está surgiendo como el medicamento de elección. Sin embargo, en la scedosporiosis del SNC la tasa de respuesta solo llega al 43%.[25] Zigomicosis del SNC La zigomicosis del SNC, especialmente en diabéticos, comienza típicamente como una enfermedad sinusal que después se extiende a la órbita, el ojo, el nervio óptico y el parénquima cerebral.[53] Los pacientes pueden presentarse con edema facial, dolor, necrosis, pérdida de la visión y proptosis.[63] Sin embargo, en los usuarios de medicamentos por vía intravenosa por lo general hay diseminación hematógena al cerebro.[64] Debido a la naturaleza angioinvasiva de estos hongos, pueden presentarse manifestaciones de disfunción vascular tales como trombosis del seno cavernoso e infarto hemorrágico o isquémico.[65] El diagnóstico de zigomicosis del SNC depende del examen histopatológico y del cultivo del tejido, pero es alta la tasa de negatividad de los cultivos.[53] La anfotericina B y sus derivados lipídicos son los agentes más activos contra los zigomicetos, pero el posaconazol también tiene actividad in vitro y demostró una tasa de respuesta del 72,7% como terapia de rescate en 11 pacientes con enfermedad del SNC.[66] El desbridamiento quirúrgico es una parte fundamental del régimen terapéutico. No obstante, la tasa de mortalidad en la zigomicosis del SNC es típicamente de 80% a 100%.[67] INFECCIONES AGUDAS MICÓTICAS ABDOMINALES Las micosis invasivas más comunes, incluyendo las asociadas con infecciones abdominales, son causadas por Candida.[4] [68] Comúnmente, Candida coloniza la orofaringe y, bajo la influencia de antibióticos, corticosteroides u otros inmunosupresores, puede colonizar densamente el resto del tracto gastrointestinal. Los pacientes sometidos a cirugía que haya dañado la mucosa gastrointestinal tienen un mayor riesgo de peritonitis candidiásica o de formación de absceso; la hemodiálisis y la nutrición parenteral total son factores adicionales de riesgo.[69]. De igual manera, la obstrucción distal del tracto biliar facilita el desarrollo de abscesos pancreáticos, que comúnmente incluyen Candida como un patógeno.[70] Después de una infección urinaria por Candida pueden ocurrir abscesos perirrenales. La peritonitis difusa puede originarse por una perforación del intestino o por la infección de un dispositivo protésico intrabdominal, tal como un catéter de diálisis. El tratamiento de la candidiasis intrabdominal invasiva documentada incluye el drenaje del absceso, el alivio de la obstrucción del tracto urinario, la remoción de los dispositivos protésicos y la terapia antimicótica. Si los síntomas son crónicos y la especie predominante de Candida es susceptible al fluconazol, se puede iniciar el tratamiento con este medicamento, 400-800 mg/día. Es raro que se necesite fluconazol intravenoso en estos pacientes. Se debe identificar el patógeno hasta el nivel de especie y si no es albicans se debe determinar la susceptibilidad al fluconazol. Si el paciente se presenta con un síndrome de sepsis o si el organismo es resistente a fluconazol, se prefiere una de las equinocandinas.[40] Las formulaciones lipídicas de anfotericina B se pueden usar para tratar la candidiasis intrabdominal, pero hay que tener precauciones en casos de infección renal (por la penetración reducida al riñón) o de falla renal. La nefrotoxicidad es menos frecuente con la anfotericina B liposomal (14%) que con la anfotericina B (42%) pero la forma liposomal no es benigna en sus efectos sobre la función renal.[71] El tratamiento se debe continuar hasta dos semanas después del último hemocultivo positivo. En pacientes con candidemia se debe examinar la retina al menos una vez; el paciente con retinitis por Candida puede requerir un tratamiento más prolongado.[39] El fluconazol oral (o el voriconazol si el germen es C. krusei o C. glabrata resistente a fluconazol) puede constituir la mayor parte de este tratamiento. Otros hongos patógenos que causan infección intrabdominal incluyen los zigomicetos, que pueden presentarse raramente con formación de un absceso abdominal.[72] [73] El infarto intestinal en la zigomicosis intrabdominal puede llevar a sepsis bacteriana concurrente. Para el tratamiento se recomienda la anfotericina B liposomal porque ocasiona menos nefrotoxicidad que la anfotericina B y también porque puede tener mejor penetración tisular que el complejo lipídico de anfotericina B. [74] El posaconazol se ha usado con éxito para tratar la zigomicosis, dado a la dosis de 200 mg 4 veces al día, 20 minutos después de una comida que contenga lípidos. Sin embargo, el posaconazol solo está disponible en suspensión oral, lo que constituye una limitación grave para el tratamiento de la infección intrabdominal. Las respuestas al tratamiento de rescate son comparables a las de la terapia primaria con anfotericina B, aproximadamente 60%-70%.[15] [66] BIBLIOGRAFÍA 1. Denning DW. 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